Lane/Galaviz/Martínez/Garrigóz/Mercado
Transcripción
Lane/Galaviz/Martínez/Garrigóz/Mercado
Foto: Guillermo Tapia 41 años sin Duchamp número Foto: REUTERS Domingo 4 de octubre de 2009 61 OCTUBRE Foto: REUTERS ¿Hasta cuándo nos damos cuenta que realmente el primer amor es también el último verdadero? ¿Por qué no reconocer que aquella niña que tenía menos de diez años es la imagen misma de nuestra mujer perfecta, constantemente la memoria de los días, sigue llevándonos a ese puerto entrañable de los amores de infancia, seguimos recordando el perfume terriblemente dulce que llevaba puesto cuando pasaba a nuestro lado, escuchamos aun el latido del corazón cual si este fuera un ritmo de Bosanova, lo repito mil veces, ese primer amor que dejamos olvidado en el patio trasero de un jardín de niños es el que perdurará por siempre.... EN ESTE NÚMERO: Lane/Galaviz/Martínez/Garrigóz/Mercado Autohotel AZECME Sentí Envíanos tus poemas, cuentos, ensayos, fotografías, dibujos o arte digital Nos interesa ahora leerte y verte a ti Estaremos recibiendo en las siguientes direcciónes: Alguna vez lo sentí sí, alguna vez sentí que moriría de amor. Sentí que la noche no se acababa, que si no paraba de llorar enloquecería o se me acabaría la cara. Sentí que estaba enamorada y me dolía tanto que mi estómago me asfixiaba. Sí, sentí, sentí mucho y él sentía poco. Alguna vez lo sentí y ahora quisiera sentirlo; ahora no siento nada... Tal vez sí me morí. E l sonido del metal sobre el metal producido por el tren siempre le impresiona, la autonomía de la carga en movimiento, el gasto de energía y la fuerza que se desplaza frente a los ojos intimida su cuerpo. Le sobrecoge el temor de que en ese torrente algún átomo lo esté abandonando... como las parvadas, cuando menos las espera, en un instante se llevan su ánimo, lo arrancan de sí, se esfuman decididas devorando su calma. Nicolás espera un momento para tocar las vías, para sentir el calor que guardan, para reponerse de la indiferencia del artificio de hierro. Llega a casa sin aliento, al espacio invadido por muebles como una familia muda, al silencio opresivo de su cueva. Ahí está esperando en su guarida angular como cada día el diminuto espécimen: la Violin Spider. Saber de memoria su figura le parece imprescindible: Apéndices delgados, la gama de tonos café, la terminación del grosor de un alfiler sin el peso metálico, un artrópodo, una perfección simétrica, frágil, ajena a nuestras especulaciones pero capaz de provocar una úlcera de 25 centímetros y un dolor insoportable. Imperceptible cuando en un sueño profundo se pasea por las sábanas y la entrepierna. En el techo no se alcanza a contemplar su extrema belleza, tan inmediata como el nacimiento de una sonrisa. Si le observa en demasía sufre mareos por la situación anti gravitacional de su estar. A partir de ella Nicolás se sabe ahí, sabe que la recordará, y en la memoria de nueva cuenta será una pequeña contemplación. Cualquier cosa le regala la individualidad: los libros, la lámpara, el reloj, el tren que está pasando, las vibraciones en las ventanas, incluso los recuerdos, el deseo y la inercia, rostros de sospechosas entrelíneas. Yo sé que estuve ahí por tus manos. Foto: Reuters ¿QUIERES COLABORAR EN PIEDRA DE SOL? Violin Spider Fragmentos y más fragmentos, pero el “yo” que se construye no se aflige demasiado gracias a la limitación de la memoria, la posibilidad del olvido. Nicolás siempre ha tenido un anhelo de Absoluto. La Violin Spider aparentemente no se mueve. Él piensa, en dando caso que encuentre su “yo” ¿quién? o ¿qué lo encontrará? ¿el fragmento de ser una palabra? ¿de un recuerdo? ¿de un proyecto? ¿el sonido del teléfono? Recostado sigue observando su violín mudo, sa- be que ese “yo” que busca ha pasado gran parte de su vida en esa contemplación. Nicolás quiere ser todo, ser siempre, ser sin fragmentos. Pero no es religioso y mucho menos le atrae el misticismo. La Violin Spider se mueve, comienza el mareo, se siente enfermo, intoxicado. Su cosmología es amante de un artrópodo. Los sonidos del tren -violentos- comienzan a fluir en el recinto, miles de átomos en estado sólido pasan al lado de la puerta, ¿Estará presenciando el infinito? Ahí, unidos unos a otros, en el coito eterno de su inmediatez. Cierra los ojos, y sigue al sonido que agita las palabras y a la materia, seguimos. El tren es su corriente cotidiana. Y no. La parvada grita pero no son sus oídos los que perciben sino su piel, aleteo en cada poro, leteo de unos labios de bronce, se abandona a la epifanía en una araña, suprime el polvo y la vida: Aletheia. Lentamente el sueño domina los párpados, salta con sus garras de espejos oscuros y circulares. Recuerdo un peso, mínimo, apoyado en el vientre, cada paso me provoca una pregunta, ¿por qué en los sueños hay luz? ¿cómo podemos guardar ese robo así, tan indefensos? Tranquila ha mordido nuestra piel. tranquila se retira como un placer anunciado, sus leves punzadas nos dirigen a Proteo: Puede ser que “Yo” sea Er, una fabulación anónima, un balbuceo, una repetición en labios de Platón ¿Un susurro en otra lengua lejana y desconocida? Reconozco la llanura, la soledad de su tierra, ahora el dolor se vuelve intenso, corro hacia el río para calmar mi sed, cada sorbo borra mis recuerdos, observo a mis contemporáneos. La luz nos refleja, en segundos, los cambios sufridos en la eternidad, somos combinaciones atómicas, en mí discuten Orfeo y un cisne evitando contaminarse con formas de mujer. Ayax bebe primero, ansiosamente, sus garras denotan la fragilidad de una fuerza infinita, sus nombres avanzan y desaparecen: Tamiris, Epeo, Tersites, Agamenón, Nadie, ese pordiosero, triste prisionero de su fatalidad. ¿Podría ser yo un perro muerto acariciado por el Ponto al amanecer? ¿Un suceso extraño? Cualquier cosa. Un árbol viejo que nadie escucha caer desde la eternidad. Un pensamiento le confiesa: La esfera te envenenó. El dolor se vuelve todopoderoso y bebe agua observando nuestra condición proteica, desfigurada, nada la puede contener más que esa sed infinita, sin intermediarios, beber la contradicción del río, beber desde la orilla su devenir... Nicolás no soporta ver su ventana ¿Cómo resistir que la luna que alumbra mi lecho es una inclinación azarosa? ¿Cómo sostener que la ventana me protege del frío en esta noche de viento, hielo y gritos terribles que chocan empecinados contra los muros?¿Cómo, si todo está desnudo ante el movimiento? Y Nicolás siente frío, pero de otra índole, siente helarse de tristeza de ser un momento tan destruíble, insignificante y a veces tan ruin. La luna, calígine mirada de este y todos los cielos sin estrellas parece susurrar sin esperanza, no temas todo esto pasará como siempre, indiferente entre el delante y el detrás. Despertar presintiendo que algo ha perdido, cuando la Violin Spider sigue mostrándole su dorso. Foto: REUTERS Raquel Mercado Penny Lane [email protected] [email protected] Domingo 4 de octubre de 2009 ya te estamos esperando Domingo 5 deDomingo julio de 2009 4 de octubre de 2009 Majestic “Cuando se narra en el umbral de los sueños, del recuerdo, de la memoria, al quebrarse la recta…cuando se narra pensando que la muerte es mentira” “Sólo en sueños, al quebrarse la recta, podemos presenciar esa otra realidad ilusoriamente más próxima a nosotros.” E El Tañido de una Flauta, Sergio Pitol. n este mundo de polos donde la existencia se construye con binomios: el blanco y el negro, el bien y el mal, el yin y el yan, en estas sociedades de corte extremista donde se hace del “equilibrio” entre los dos polos su mejor bandera, en este espacio se requiere retomar aquella expresión algebraica compuesta de tres términos, el trinomio. Esa realidad objetiva en la que vivimos también se funda en el trinomio, en el gris, en el ecuador, en el umbral intermediario entre la vida y la muerte. A este respecto cabe subrayar las líneas del epígrafe que he tomado de la obra El tañido de una flauta: “…al quebrarse la recta, podemos presenciar esa otra realidad…”, las presentes glosas me remiten al diagrama de Freitag, ese triángulo mediante el cual se puede representar las acciones y los efectos de un cuento clásico en términos de geometría. Ése sería el cuento tradicional, pero este diagrama también puede modificarse, y de hecho se transforma cuando aparece Joyce. Esa revelación interna (o bien, carácter subliminal) que impregna al cuento, abre el triángulo de Freitag para convertirse en una línea quebrada. Y es precisamente, en esa recta quebrada donde fluye Mapocho. “… al quebrarse la recta…” es el sitio perfecto donde radica Mapocho (2002), primera novela de la chilena Nona Fernández. La atmósfera que envuelve a esta obra es lúgubre, sombría y llena de incertidumbre. Es un relato donde la mirada está focalizada en ese umbral, en ese quiebre que se da entre la vida y la muerte, entre la historia y el presente, entre la memoria y el olvido. En Mapocho se puede ubicar los siguientes nodos cardinales: narrador-historia-memoria. El vaivén en el que oscila la triada se puede dar cuenta a partir, precisamente, de la mirada. La mirada total que recobra lo lejano y lo cercano, el presente y el pasado. La mirada, retomada desde la concepción bejaminiana, es un tiempo en suspensión, la mirada ilumina desde otros lugares como fugaz remembranza, la mirada es ese instante donde la observación se fija y se evoca al recuerdo. En el ejercicio del mirar se atisba ese testigo, el perpetuo nombrador del mundo, el narrador. El narrador es testigo en los lindes (argumenta Benjamin). En la comarca del nombrador del mundo, hay quienes hacen de la voz, de la palabra, un oficio del lugar distante porque el narrador es ese forastero que construye y reconstruye desde márgenes y exilios. Domingo 4 de octubre de 2009 El papel del nombrador del mundo se posiciona de manera activa, ya que, como buen enunciador debe moverse y aproximarse en el espacio y el tiempo para dar cuenta del discurso. El francés, François de Curel arguye “…el conocimiento del corazón humano es la erudición de las personas que callejean…”. La presente frase resulta pertinente para dar cuenta del papel que juega el flânerismo dentro de la obra de la chilena. Este término alude al paseante que ejerce el andar por el panorama citadino, el transitar por la calles de manera vagante y curiosa implica una atención, una captación de impresiones resultantes de la enunciación y del caminar. El hecho del desplazarse proporciona nuevos significados a los espacios, aquí el caminante, (o bien, el nombrador del mundo) proyecta su subjetividad sobre el perfil arquitectónico de las ciudades y sobre los rostros de los habitantes. En la presente obra, la narradora (llamada la Rucia) representa la figura del Fláneur, aquel caminante urbano que vaga y observa para narrar. La Rucia anda por las calles de Santiago y, a través de su mirada, el lector va dando cuenta de los ecos totales que emanan de los espacios urbanos, da cuenta de la memoria de los muertos, de su historia, de su pasado. “La Rucia se ha sacado las patas caminando. Orientada por el mapa grasiento de la guía telefónica, ha recorrido cuanta calle se le ha puesto por delante. Ha doblado esquinas, ha cruzado plazas…pero no logra encontrar nada que se parezca a su casa de infancia. Sabe que…por lo menos ése es su barrio. Está distinto, maquillado de luces y colores. En el centro de él se ha instalado una torre alta y nueva. Es una torre de oficinas, de esas donde la gente no vive, sino que trabaja el día entero y luego se va dejándola olvidada.” (28) En el proceso de la narración de Mapocho se puede atisbar la comparación que construye Michel De Certeau entre el mito de Ícaro y la mirada del narrador. El autor comenta que la altitud que llega a tomar Ícaro sobre el mar lo transforma en un Voyeur, lo coloca a una distancia prominente sobre el panorama y lo convierte en un espectador, en un ojo celestial que aquí se posa sobre el río-archivo de la represión. La mirada de la presente narradora es aquella mirada aérea, la Rucia se posiciona desde los lindes, observa y evoca. “Te veo de pie sobre el puente, Fausto. Me veo a mí misma allá arriba, tomándote de las piernas, tirando de tu pantalón para que no te lances al Mapocho. ¡No lo haga!, te digo, y tú me miras conmovido…Tomo al hombre del brazo y me voy con él por las calles. Ignorante, al margen, desenfocada de lo que realmente ocurre. Nos alejamos del río y entonces dejo de verme. Me pierdo entre la gente y los edi- ficios. Me salgo del ángulo de visión, pero no importa, porque sé lo que sigue. Desde aquí puedo recordar y predecir con exactitud.” (139) En el ejercicio del observar, la nombradora del mundo no sólo abarca el presente de aquellos rostros y lugares que focaliza, sino también desentraña las huellas de su pretérito, es decir, hace visible su aura (en el sentido bejaminiano del término). Las características que posee la narradora de esta novela son bastante llamativas y atrayentes, ya que, aquí la figura de ésta se manifiesta como: mujer, muerta, incestuosa, huérfana, hija de un historiador que manipula la escritura de ésta. Estas particularidades de la narradora obedecen a un desvío en la construcción, un desvío con respecto de modelos tradicionalistas para temas históricos, al atribuirle características correspondientes a los grupos subyugados en el Chile de la dictadura. A este respecto, cabe subrayar que la presente novela deja entrever una crítica sociopolítica, una crítica a la idea oficial de nación chilena, una crítica ardua sobre el estado tan convulsionado del mundo en la época moderna. En este punto es donde radica el humanismo benjaminiano dentro de la obra de Fernández, ya que, es aquí donde se pone en contraste con el papel de cierta historización que no había tenido en cuenta la deuda del presente para con las víctimas pasadas. En este sitio, cabe mencionar al Ángel de la Historia (o Angelus Novus), la pintura que acompañó a Benjamin desde 1921 hasta poco antes de salir de Francia hacia su destino trágico rematado en Port Beau. El ángel simboliza la mirada del presente, él contempla el horror e intenta repararlo a través de la memoria mientras el viento del “progreso” lo impulsa hacia el futuro. Habermas señala que, en la concepción bejaminiana de la historia en la modernidad, la esperanza del futuro sólo se cumple mediante la recuperación de la memoria del pasado oprimido en la actualidad. Esta conciencia que empieza a tomar en cuenta de una manera renovada el ahora, al hacerlo, posee una revalorización clara hacia el pasado oprimido. La crítica que se atisba en Mapocho es, precisamente, poner en cuestión este olvido del mundo moderno y más específicamente, de los daños a la sociedad chilena por cuestiones dictatoriales. La narradora relata: “Se enumeran los contras y así, con un poco de burocracia y tiempo, los basurales acaban por desaparecer. Se les entierra bajo capas gruesas de relleno como se hace con los muertos…La basura queda olvidada bajo los juegos de color. Enterrada por las voces infantiles. Los niños se columpian encima de los platos rotos que quebraron sus padres.” (218) La idea de la memoria como vehículo redentor contra los males del presente, se convierte en una de las características principales de esta obra, a este respecto, cabe detallar, la trama arbórea que exhibe. Dentro de la novela se pueden percibir varias estampas. El relato nodal (el tronco) y guiador es la historia de la Rucia (la narradora). Esta historia no es presentada de forma lineal, aquí se pueden encontrar fugas (entiéndase fuga desde la concepción de escape), regresiones constantes al pasado de la narradora, como es típico en una narración donde interviene lo onírico, la memoria y el recuerdo. Conforme va avanzando la historia de la Rucia y su familia, se van intercalando pequeños relatos fundados en la oralidad y narrados unas veces por la misma protagonista, la Rucia, y otras, por una voz anónima que se disuelve en el rumor del “eso dicen”, “dicen que…”. “Dicen que Lautaro tenía quince años cuando don Pedro de Valdivia lo tomó prisionero allá en el sur. Dicen que al conquistador le cayó bien el mapuchito porque tenía los ojos brillantes como una aceituna y la piel morena y fresca…Dicen que Valdivia quería introducirse en esa cabeza morena… Por eso…Lo hizo su indio de confianza…Dicen que Valdivia nunca quiso tocarlo. Que se conformaba con doña Inés de Suárez…Pro hay también quienes dicen que…el español quiso llegar a más, y que por eso una noche no se aguantó la calentura y lo fue a mirar a las caballerizas donde Lautaro dormía.” (48-49) Estos breves relatos (o bien, nouvelles) salen al paso en forma de ramas que se cruzan para reafirmar la crítica sociopolítica sobre la construcción de la idea de nación chilena. Es así, a través de una estructura de tronco que la narradora evoca a la memoria de los personajes no-oficiales, es así, como intercala los fantasmas que han sido suprimidos de la Historia oficial, los recuerdos que no han sido “embellecidos”, trastocados por los intereses dictatoriales. Estas pequeñas historias fundadas en la oralidad traen a escena los microcosmos que se fundan a partir de la idea de microhistoria, teorizada por Luis González y González. La microhistoria (dice el historiador) se inclina por la tipicidad; gusta de lo cotidiano. Hechos que no levantan polvareda; hechos de la vida diaria; nacimientos, muertes, enfermedades,…delitos del orden común,…creencias…Conductas, ideas,…y actitudes que caracterizan una comunidad pequeña. Así pues, los relatos que salen al paso por esa voz anónima apelan a la idea de historia matria, concepto que también es lanzado por González y González, y que define como la idea para designar al mundo pequeño, femenino, a la llamada (hasta ahora) patria chica. Las características principales de los relatos que presenta la novela, se fundan en la vida local de Santiago, en las cer- canías del río Mapocho, se construyen en diferentes épocas históricas y se pronuncian, sobre todo, en la mitificación de la leyenda urbana. “En 1541, el conquistador español don Pedro de Valdivia pisa por primera vez el valle del Mapocho. Sube a la cima del cerro Huelén…[y] decide bañarse en las aguas del río… que en ese entonces no era el conjunto de mojones y basura que es ahora… Esta última frase alusiva a las cualidades del río desapareció en la versión definitiva. Hablar de mojones y basura no parecía digno de un texto de estudio, y mucho menos para una historia oficial.” (43) El vaivén de relatos invoca, en todo momento, a la remembranza del pretérito, ése traer al presente los errores de antaño, los muertos que arrastra la corriente del Mapocho, las palabras que han quedado ocultas en el cajón del historiador (Fausto, padre de la Rucia) a causa de los intereses dictatoriales. Señala Todorov “…la memoria no se opone al olvido”. Sin duda alguna, implicarse en el ejercicio de pensar acerca de la memoria es pensar la historia, es remitirse a un pasado del cual aún están vivas las huellas, las cuales a diario nos recuerdan que algo ha sucedido que no merece olvidarse, que hay que mantener vigente. Gracias a la memoria centrada en los microcosmos se hacen presentes esas voces que han sido marginadas, calladas por intereses sociopolíticos. Gracias a la memoria, ni el tiempo ni la burocracia han podido acabar con los basurales, con los muertos, con la mierda que arrastra el Mapocho. Como se ha mencionado líneas arriba, la narradora y personaje principal pone sobre escena el papel de la memoria como vehículo responsable de saldar las cuentas del presente para con el pretérito. Aquí, ella misma da cuenta (a manera de puesta en escritura) de que su presente y su pasado, su memoria y su muerte son infinitas: “… yo podría advertirte y así evitaríamos este juego cíclico, este cuento sin final; no hay fin no hay alivio ni paz en todo esto…” (18) Los muertos que duermen el sueño eterno se pueden desvanecer en el olvido, pero qué sucede cuando los muertos cargan palabras como cruces por toda la eternidad, qué ocurre cuando las palabras se mantienen nítidas en el recuerdo al igual que esos cuerpos que navegan atravesando el umbral entre la vida y la muerte. Qué acontece cuando pequeños pedazos de vida, de la vida de esos muertos, de la vida de un país quedan suprimidos, manipulados, por la idea de un proyecto de nación. La eterna presencia de los muertos omitidos por la historia oficial realiza una alusión a lo que comenta Jean Franco sobre Santa Evita de Tomás Eloy Martínez, dice: “En torno a los cadáveres de los poderosos se acumulan constelaciones de significados…En algunas ocasiones el Estado intenta sofocar las amenazas de la vida después de la muerte ocupándose de que el cadáver desaparezca, aunque el efecto puede resultar contrario al deseado.” (161) Esta situación será la que representen los muertos que deambulan por las orillas del Mapocho. Muertos cuya focalización implica la suspensión del tiempo, el instante sincrónico se agrieta y da cabida a las veredas de la memoria diacrónica. Los recuerdos rotos, llenos de fisuras y cicatrices inscritas por los años de terror y de inseguridad, emergen del pasado y navegan contra corriente, se resisten al olvido. Esta oposición al “todo”, al “hecho”, a lo “oficial”, al “canon”… se ubica, precisamente en ese “… al quebrarse la recta…”, es aquí, en lo contrario, en la oposición al dogma donde fluyen las vertientes del Mapocho, donde radica la visión de humanidad, la crítica sobre el proyecto fallido de nación, es aquí donde se encuentra el desvío de la figura del narrador, es donde emerge la historia matria, es donde la memoria alude a esa otra realidad [ilusoriamente] más próxima a nosotros. Bibliografía: Benjamín, Walter. Sobre el programa de la filosofía futura y otros ensayos. Trad. Roberto Vernengo. Caracas: Monte Avila , 1961. Casullo, Nicolás. Sobre Walter Benjamin, vanguardias, historia, estética y literatura una visión latinoamericana. Buenos Aires: Alianza editorial, 1993. Fernández, Nona. Mapocho. Santiago: Planeta, 2002. Franco, Jean. Las fantasías periféricas. Trad. Héctor Silva. Barcelona: Debate, 2001. González y González, Luis. Invitación a la microhistoria. México: SEP, 1973. Habermas, Jürgen. El discurso filosófico de la modernidad. Trad. Manuel Jiménez. Argentina: Taurus, 1989. Todorov, Tzvetan. Los abusos de la memoria. Trad. Miguel Salazar. Barcelona: Paidós, 2000. MARIANA MARTÍNEZ OROZCO UAQ [email protected] Domingo 4 de octubre de 2009 Puente hueco Calamidad Todos tenemos algo que defender: una palabra absurda, una flor en las manos, un puñado de tierra algo que hacer para ocuparnos de la vida: esperar, fingir que olvidamos, dormir a solas. Cuando en la alta fiesta alguien llama nuestro nombre no sabemos si queremos responder. Cuanta atrocidad se yergue sobre nuestro destino. Mañana es jamás. Y aunque como niños cerremos los ojos al miedo, al peligro, el enemigo continuará de pie en la habitación contigua. Basta para estar contentos estar aquí, pensar que no morimos, y a veces… un instante… suspirar. Suspirar… Aleqs Garrigóz Domingo 4 octubre de octubre de 2009 Posada Almayer Dibujo-poema de los niños y las palomas en la plaza En la plaza, los niños juegan a atrapar palomas por supuesto no lo consiguen un paso o dos antes las palomas vuelan y se llevan en sus alas el abrazo imposible de los niños Por favor haga un dibujo aquí roberto galaviz [email protected] Domingo 4 de ocubre de 2009