Brinda al pobre completa caridad, para el cuerpo y el alma, sin
Transcripción
Brinda al pobre completa caridad, para el cuerpo y el alma, sin
Domingo 31 de julio: VIVIR EL JUBILEO DE LA MISERICORDIA. Marcha azul – Marcha verde Gratuitamente hemos recibido, gratuitamente damos. Servimos a Jesucristo a través de cada persona, que ayudamos. Tocamos la carne de Cristo a través de los excluidos, hambrientos, sedientos, desnudos, prisioneros, enfermos, parados, perseguido, refugiados. Allí encontramos a nuestro Dios, tocamos al Señor. El mismo Jesús dice, explicando el protocolo con el cual seremos todos juzgados: "En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo." (Mt 25, 31-46) A las obras de misericordia corporales siguen las obras e misericordia espiritual: aconsejar a los que dudan; instruir a los ignorantes; exhortar a los pecadores; consolar a los afligidos; perdonar las ofensas;; soportar con paciencia a las personas aburridas; orar a Dios para los vivos y a los muertos. Pensemos a las cuatro primeras obras de misericordia espiritual: ¿No tienen que ver, en el fondo, con lo que hemos definido como el “apostolado del oído?” Ser cercano, saber escuchar, aconsejar, enseñar ante todo a través de nuestro testimonio. En la acogida del excluido que está herido en su cuerpo, y en la acogida del pecador que está herido en su alma, se juega nuestra credulidad como cristianos. Recordémonos siempre de las palabras de san Juan de la Cruz: “Al atardecer de nuestra vida, seremos juzgados sobre el amor” (Papa Francisco, El nombre de Dios es misericordia, 121-122). ¿Cómo puedo “traducir” las obras de misericordia en mi vida? Brinda al pobre completa caridad, para el cuerpo y el alma, sin exceptuar jamás persona alguna, ni al hombre o a la dama; da al uno de comer, al otro dale con qué calmar la sed; recibe con honor y cortesía, al extraño que llega cada día. (Montfort, Cántico 17, 46) INDULGENCIA El Jubileo lleva también consigo la referencia a la indulgencia. En el Año Santo de la Misericordia ella adquiere una relevancia particular. (…) No obstante el perdón, llevamos en nuestra vida las contradicciones que son consecuencia de nuestros pecados. En el sacramento de la Reconciliación Dios perdona los pecados, que realmente quedan cancelados; y sin embargo, la huella negativa que los pecados dejan en nuestros comportamientos y en nuestros pensamientos permanece. La misericordia de Dios es incluso más fuerte que esto. Ella se transforma en indulgencia del Padre que a través de la Esposa de Cristo alcanza al pecador perdonado y lo libera de todo residuo, consecuencia del pecado, habilitándolo a obrar con caridad, a crecer en el amor más bien que a recaer en el pecado. (…) La indulgencia es experimentar la santidad de la Iglesia que participa a todos de los beneficios de la redención de Cristo, para que el perdón sea extendido hasta las extremas consecuencias a la cual llega el amor de Dios. Vivamos intensamente el Jubileo pidiendo al Padre el perdón de los pecados y la dispensación de su indulgencia misericordiosa. (Papa Francisco, “Misericordiae Vultus”, Bula de Convocación del Jubileo Extraordinario de la Misericordia N° 22)