palacio bosch - Rodolfo Vera Calderón

Transcripción

palacio bosch - Rodolfo Vera Calderón
Construido en piedra París, cuenta con cuatro niveles y más de 3600 metros cuadrados de
construcción. Pieza única del neoclasicismo francés, René Sergent se inspiró en el castillo
de Bénouville, en Normandía, al momento de diseñar los planos. El jardín, también en
estilo francés, fue obra de Achille Duchêne y Charles Thays. Derecha, abajo: la actual
anfitriona, la embajadora Vilma Martinez, posa junto al staff de la residencia.
La imponente residencia de la embajadora de Estados Unidos
PALACIO BOSCH
una joya de la petite paris porteña
Inaugurado en 1917 por encargo de los Bosch-Alvear, es un
hito en la arquitectura nacional. Testigo trascendental de las
relaciones entre Estados Unidos y nuestro país, su historia
refleja la Belle Epoque criolla
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La decoración fue proyectada y realizada en París por la casa Carlhian y se
concibió como una síntesis de diversas referencias de los siglos XVII y XVIII
C
orría el año 1910 y Buenos Aires era
una fiesta. Se celebraba el centenario
de la independencia y Argentina integraba la lista de los diez países más ricos del
mundo. En París, Ernesto Bosch terminaba
sus funciones como embajador argentino, y
en pocos meses debía regresar al país para
ocupar el cargo de ministro de Relaciones
Exteriores en el gabinete del presidente
electo, Roque Saénz Peña. Su mujer, Elisa
de Alvear, estaba convencida de que un
ministro de Estado merecía tener una residencia digna de su cargo –además de que
quería seguir viviendo con las mismas comodidades y refinamiento de la residencia
de los embajadores argentinos en París, ubicada en el número 68 de la Rue de Courcelles–, por lo que convenció a su marido para
que convocaran a René Sergent, uno de los
arquitectos franceses más prestigiosos de
aquella época, para que desarrollara el proyecto de su nueva casa en Argentina. Así inició la construcción del Palacio Bosch, uno
de los exponentes más representativos del
revival del clasicismo francés, que empezó a
vislumbrarse a comienzos del siglo XX.
Pero la idea de los Bosch-Alvear fue más
allá del diseño de Sergent y nada quedó
librado al azar. Los interiores fueron concebidos por André Carlhian y todos los
muebles y cuadros fueron traídos de Europa, mientras que el paisajismo estuvo
a cargo de Achille Duchêne y de Charles
Thays. La obra, a cargo de los arquitectos
argentinos Lanús y Hary, se inició en 1912
y terminó en 1917, año en que los Bosch
La escalera de honor a la imperial, que da acceso al hall del primer piso, le imprime un gesto palaciego al edificio. La baranda que
se aprecia no es la original, ya que el barco que la transportaba desde Francia fue torpedeado durante la Primera Guerra Mundial.
Derecha, arriba: primer plano del ball room, que guarda una de las boiseries más importantes de la casa. Derecha: un detalle del
marco de la puerta que representa varios instrumentos musicales, y el retrato de Ernesto Bosch, en una imagen de 1910.
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El Palacio Bosch recobra distintas
manifestaciones del arte y del savoirvivre del Siglo de las Luces, y recrea
magistralmente la arquitectura de la
gran tradición francesa
Preparado para recibir invitados, el comedor es uno de los ambientes más
imponentes de la residencia del embajador de Estados Unidos en Argentina.
Ahí la embajadora Martinez celebra las cenas de Estado y agasaja a
argentinos y estadounidenses que, por distintas razones, se destacan en
sus actividades. Con una capacidad para treinta personas, el ambiente fue
pensado por Elisa de Alvear en estilo Regencia y sus tapizados en tonos
rojizos brindan calidez a la opulencia plasmada en sus paredes.
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“Vivir en un palacio como este es realmente
un privilegio. Recuerdo cuando llegué
por primera vez a Buenos Aires y quedé
sorprendida por su belleza”
En septiembre de 2009, Vilma Martinez presentó sus cartas credenciales
como embajadora de Estados Unidos en Argentina. Derecha: el music room
es el ambiente con mayor opulencia del edificio. Ahí le gusta a la embajadora
Martinez dar recepciones cada vez que un visitante ilustre estadounidense llega
a Buenos Aires. Su mobiliario en estilo Imperio está tapizado con un género que
replica el original elegido por Elisa de Alvear.
se instalaron en su palacio, considerado una de las
joyas arquitectónicas más representativas del mundo
en estilo Luis XVI.
Cuando el electo presidente norteamericano Hoover
visitó Argentina en diciembre de 1928, el embajador
Robert W. Bliss le hizo explícito su interés por comprar
una propiedad que sirviera como residencia permanente para los embajadores de Estados Unidos. El Presidente regresó a Washington y al poco tiempo le ordenó a
Bliss que iniciara la búsqueda de un inmueble. Sólo le
puso una condición: debía ser una propiedad emblemática y muy bien ubicada en la ciudad. Tenía que reflejar el espíritu y el protagonismo que estaba tomando
Estados Unidos en el concierto de las naciones. Bliss,
entonces, sólo tuvo ojos para el Palacio Bosch.
VENTA MILLONARIA
En 1929 –meses antes del fatídico crack–, durante
una recepción frente a otros invitados, Bliss le hizo saber a Bosch que el gobierno de Estado Unidos estaba
muy interesado en comprarle su casa, que pusiera el
precio. Por decir una cifra y salir del paso, Bosch le
pidió 3 millones de pesos, un monto descomunal en
aquella época. Días más tarde, y después de consultar
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al Departamento de Estado, Bliss se presentó en el despacho de Bosch con los billetes.
Fiel a su caballerosidad, tuvo que sostener
su palabra y venderle la propiedad sin hacer el menor reparo. Desde entonces, el
edificio ubicado sobre Avenida Libertador
y John F. Kennedy ha sido la residencia de
cada uno de los embajadores del gobierno
de Estados Unidos en Argentina.
Los Bosch-Alvear, sin embargo, no aceptaron desprenderse del mobiliario de la casa,
que habían traído con ellos desde Europa.
Pero ese no fue un obstáculo para el embajador Bliss, ya que junto con su mujer Mildred,
pudo imprimir buen gusto y refinamiento a
la casa. Amuebló cada uno de los ambientes
con piezas del mismo estilo y compró destacadas antigüedades que hasta el día de hoy
decoran muchos de sus rincones.
Hoy el Palacio Bosch está ocupado por
la embajadora Vilma Martinez (69, casada,
dos hijos), una abogada con raíces mexicanas que llegó al país en septiembre de 2009
después de ser designada por el presidente
Barack Obama en su primer puesto diplomático. En exclusiva para ¡Hola! Argentina,
abre las puertas de esta magnífica propiedad, un recuerdo vivo de la Belle Epoque.
“Me siento muy honrada de ser hoy la guardiana de esta joya arquitectónica, declarada
Patrimonio Histórico Nacional. Una pieza
que, indudablemente, fortalece los lazos entre Estados Unidos y Argentina”, confiesa.
–¿Cómo es vivir en un palacio como este?
–Es realmente un privilegio. Recuerdo que
cuando llegué a Buenos Aires por primera
vez, no podía creerlo. Cuando entré en este
histórico edificio, quedé sorprendida por su
belleza y por el buen estado en el que lo conservaba el personal doméstico. Porque creo
que es gracias a ellos que esta casa se mantiene como está. Todos los días, dieciocho personas, desde jardineros hasta mayordomos,
se esmeran para que cualquier persona que
visite el palacio se sienta como en su casa.
–¿De qué modo vive su primer destino
como diplomática?
–El mundo de la diplomacia es fantásti19
Los presidentes Roosevelt, Eisenhower, George H. W. Bush y el príncipe de Saboya
han sido los huéspedes más importantes en sus casi cien años de historia
Arriba: la biblioteca de la residencia cuenta con una importante boiserie realizada en roble.
La chimenea es una réplica, ya que los Bosch-Alvear decidieron llevarse la original cuando
se mudaron. Izquierda: pensado como un escritorio cuando se diseñó la casa, el comedor
es donde la embajadora realiza comidas informales y recibe a sus invitados más íntimos. El
mobiliario es de estilo Imperio y las sillas están tapizadas en seda natural.
co. Yo soy abogada de profesión, por
lo que esta vida es un sueño para mí.
Y estoy muy agradecida al presidente
Barack Obama por haberme dado
el privilegio de representar a mi país
en Buenos Aires. Creo que soy muy
afortunada de vivir en un país como
Argentina, el cual tiene muchísimas
similitudes con el mío: grandes extensiones de tierra, una población
surgida de las enormes oleadas de
inmigrantes que llegaban a América
buscando un futuro mejor y una historia forjada por grandes hombres.
–Usted es la primera mujer en
ocupar el puesto de embajadora de
Estados Unidos en Argentina…
–Sí, y me encanta serlo. Además,
tuve el privilegio de ser la representante del presidente Obama en un
país cuyo presidente es una mujer. Me
siento muy identificada con Fernández de Kirchner en algunos aspectos:
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somos abogadas, hemos tenido una
trayectoria exitosa en nuestras carreras y guardamos un profundo respeto por los valores de nuestros países.
Ser “la primera” siempre es difícil,
pero tener la oportunidad de ser recibida por una mujer presidenta es
realmente muy gratificante.
–¿Qué es lo que más le gusta de
vivir en Argentina?
–Amo el tango, sobre todo el bandoneón. Me parece un instrumento
único. Mi predecesor, el embajador
Wayne, me recomendó recorrer
todo el país. Y lo he hecho. Creo
que esa es la mejor forma de conocer una nación, recorriendo sus
lugares más remotos. Lo que puedo
decir es que Argentina es realmente un país maravilloso.
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Texto y producción: Rodolfo Vera Calderón
Fotos: Ignacio Arnedo y Tadeo Jones
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