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EL LENGUAJE Y LA COMUNICACIÓN EN LA ADULTEZ MAYOR: CONSIDERACIONES PSICOSOCIOLINGÜÍSTICAS. Beatriz Valles González Universidad Pedagógica Experimental Libertador Instituto Pedagógico de Caracas A modo de introducción La etapa del desarrollo humano designada como adultez mayor no tiene una fundamentación biológica clara que nos permita establecerla con precisión. El criterio para esta denominación se basó en razones más bien económicas, pues el concepto de inicio de la vejez fue vinculado al cese de la producción laboral de las personas en la Alemania de principios del siglo XX. De esta manera, dicha clasificación obedece más a razones socioeconómicas, pues casi todos los países concuerdan en que se es un adulto mayor después de los 65 años, edad en la que se es candidato para la jubilación (Beers, 2005). Sin embargo en algunos casos, el momento para ser considerado como mayor puede variar. Es así como de acuerdo con la Artículo 2 de la Ley Orgánica de los Derechos de las Personas Mayores de la República Bolivariana de Venezuela, “se entiende por persona mayor, adulto mayor, anciano o de la tercera edad, todos aquellos ciudadanos y ciudadanos mayores de sesenta (60) años de edad, sin perjuicio de lo establecido en leyes especiales” (Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela, 2000). Envejecer es sinónimo de transformación en los niveles de funcionamiento, estas variaciones obedecen a factores de carácter biológico, y provocan una serie de alteraciones tanto en la estructura física (músculos, huesos) como en la función de diversos sistemas: cardiovascular, respiratorio, endocrino, auditivo y visual. Ahora bien, es necesario aclarar que a pesar de los cambios, la actividad del adulto mayor y su calidad de vida en general responderán a variables no sólo ligadas con lo orgánico sino también con creencias y valores (positivos o negativos) arraigados en diferentes culturas, los cuales marcan el cómo se envejece y el cómo se trata al adulto mayor, factores que pueden impactar de manera negativa en lo cognoscitivo y en lo emocional al adulto mayor, pues generan un nivel de percepción sobre el nivel 1 de funcionamiento de este colectivo que termina reduciendo sus posibilidades de interacción social. El objetivo central de este ensayo busca explicar y comprender desde una perspectiva psicosociolingüística, las variaciones y los cambios en el funcionamiento lingüístico del adulto mayor en el contexto de la conversación cara a cara, tomando en cuenta factores biológicos, sociales y lingüísticos que nos ayudan a entender que envejecer es un proceso determinado por numerosas fuerzas. El deterioro lingüístico del adulto mayor: mitos y realidades La actividad comunicativa y lingüística de los mayores está marcada por procesos paralelos, unos de tipo socio-culturales y otros físicos-orgánicos. Los primeros están relacionados con los cambios en la rutina de vida que ocasiona, por ejemplo, el perder a la pareja o la jubilación, hechos que los obliga a quedarse en ocasiones solos en sus hogares y puede provocar además, cambios en su desempeño como sujetos productores y en su vida social, al no contar con un círculo de personas con quienes compartir de forma cotidiana. Los segundos, relacionados con lo biológico, provocan cambios en diversas funciones como las sensoriales, las cognoscitivas y las motoras, lo que entorpece la comprensión de mensajes orales y escritos o reduce la velocidad de respuesta. Dentro de los cambios típicos de esta etapa, el cognoscitivo es quizás el que provoca los efectos más negativos, pues determina una reducción en la velocidad de respuesta y limita la capacidad de procesamiento. Y es que, como parte del proceso de envejecimiento normal, se produce un deterioro de la memoria operativa, lo que limita el desempeño en el sistema atencional y de control, especialmente en los procesos de atención y de inhibición que implican la selección, planificación y supervisión de los mensajes. Todas estas variables afectan los aspectos lingüísticos relacionados con la memoria, como lo son: el acceso al léxico, la comprensión y producción de oraciones complejas; eventos que inciden en la comprensión y producción exitosa del discurso y que además, pueden provocar una reacción negativa en el interlocutor joven al desestimar las posibilidades de actuación lingüística efectiva del adulto mayor. Sin embargo, la mayoría de adultos mayores que presentan un 2 envejecimiento sano pueden exhibir una adecuada ejecución comunicativa (Petersen, 2004). Aquí es necesario destacar que cualquier análisis sobre el rendimiento lingüístico debe partir del reconocimiento de que estas características se dan como parte de este momento del desarrollo humano y aceptar que en el anciano, el tiempo para procesar la información aumenta, pero esta variación no determina la imposibilidad para actuar de manera efectiva en lo lingüístico. Sin embargo, estas características producen una falsa percepción de pérdida o alteración de la función cognoscitiva por parte de los jóvenes que interactúan con el mayor (Coupland, Coupland y Giles, 1991). Este hecho determina que desde lo cultural se asuma al anciano como personas que padecen alteraciones de todo tipo: cognoscitivas, lingüísticas, y emocionales, lo que marca negativamente el intercambio social y comunicativo entre adultos mayores e interlocutores más jóvenes. Lo anterior nos obliga a los investigadores a estudiar el envejecimiento en una perspectiva integral, la cual aporte datos textuales y contextuales fieles, que permitan explicar las variaciones típicas de la interacción lingüística que se dan en el anciano sano y comprender nuestra percepción puede estar relacionada más con ciertas creencias o percepciones en torno al envejecimiento, que con los trastornos o alteraciones reales de la función lingüística del adulto mayor. Por lo que el diagnóstico en el área del lenguaje debe considerar todos estos datos y contrastarlos con la calidad del entorno social y cultural. Algunas investigaciones nos muestran que a medida que envejecemos algunas funciones lingüísticas cambian. Por ejemplo, se pueden presentar fallas para encontrar la palabra adecuada a una definición o en recordar un nombre. Por esto, los episodios de palabra en la punta de la lengua se hacen más frecuentes. Ejemplo de esto es la dificultad para recordar el nombre de una ciudad, a pesar de poder describir sus características arquitectónicas o narrar eventos vividos en ella. Cabe destacar, que a pesar de no “dar con el nombre”, el objetivo de la conversación se alcanza, y en la mayoría de las veces quien los presenta sólo necesita más tiempo para encontrar la palabra. Por ello, estos episodios pueden considerarse como normales y darse en hablantes muy jóvenes en situaciones de fatiga o estrés. La siguiente conversación entre un padre (de 78 años) y su hijo puede servir para ilustrar 3 este hecho: Padre: En vacaciones visitamos a tu hermano en…la casa…Bueno allí está La Casa Blanca, pero esa ciudad se llama…¡Ay! ¿Cómo es qué se…? Hijo: ¿Washington? También podemos observar problemas en la comprensión, en la repetición y en el uso espontáneo de oraciones complejas y fallas en la memoria verbal a corto plazo, lo que produce limitaciones en la organización del discurso. Como ya afirmamos, en el anciano el tiempo para procesar la información lingüística aumenta, pero esta variación no determina la imposibilidad para conversar. Al contrario, parece ser que la capacidad de narrar parece mantenerse en los ancianos, aunque sus historias presenten una forma más simple y con menor contenido (Juncos, 1996). Pero la forma como narramos o interactuamos verbalmente no sólo se ve afectada por lo cognoscitivo, es necesario tomar en cuenta otras variables como por ejemplo la situación temporal, la motivación para intercambiar información y las experiencias previas o historia de vida y creencias que poseen los interlocutores. Esto nos lleva a aceptar que el funcionamiento lingüístico del adulto mayor está íntimamente relacionado con la actividad en diferentes áreas del desarrollo: física, socio-emocional y cognoscitiva. Lo físico se refiere a las posibles alteraciones auditivas o visuales y el estado de salud en general. Lo socio-emocional, relacionado con el estilo de vida, la calidad de las interacciones sociales y su nivel educativo. Y por supuesto, lo cognoscitivo representado por funciones tales como: la memoria y la atención. Conocer estos datos es necesario si queremos comprender porqué se presentan variaciones en el uso del lenguaje y el cómo éstas afectan el intercambio, sin que necesariamente el adulto mayor presente trastornos, problemas o alteraciones en su funcionamiento lingüístico. La complejidad del desarrollo humano como tal y las características del contexto donde se desarrolla la comunicación, el cual es una construcción compartida, dinámica y cambiante, suponen una limitación en el proceso diagnóstico, que necesita ser atendida por los especialistas del área de la fonoaudiología y de la psicología, pues representa el establecer un posible 4 trastorno, sin contar con una adecuada definición de lo normal en algunos países con una población mayoritariamente joven, en los cuales no contamos con suficientes datos sobre el proceso de envejecimiento típico de sus habitantes, tal es el caso de Venezuela. Además, requiere que el fonoaudiólogo o cualquier evaluador tome en cuenta que los seres humanos respondemos desde nuestra experiencia de vida, por lo que no existen soluciones únicas a los problemas, sino más bien una gama de posibles conductas aceptables en respuesta a una tarea dada o a una pregunta (Hamilton, 1996). Discurso, comunicación y conversación Discurso es un término que se refiere al producto verbal oral o escrito de un acto comunicativo y también ha sido concebido como una forma de uso del lenguaje, como un suceso de comunicación o como una interacción verbal. Desde esta perspectiva, para Fairclough (1992), este concepto desborda el uso del lenguaje y debe ser asumido mas bien como un tipo de práctica social. Estos elementos plantean una gran complejidad al tratar de comprender a qué llamamos discurso y cómo investigar o comprender el discurso que desplegamos diariamente en nuestras relaciones y acciones. Bolívar (2007) plantea que el discurso puede ser visualizado en función de una serie de condiciones que lo definen, a saber: interacción social, cognición, historia, diálogo y acción. Cabeza y Molero de Cabeza (2007) afirman que el discurso posee ciertas características imprescindibles de ser consideradas al momento de realizar el análisis, estas son: el contexto en el cual aparece, su propósito, su estructura interna, el tópico o tema, su modo de organización y sus funciones. Estos mismos autores proponen dos grandes componentes del discurso: El primero es el semántico, que está referido a la información contenida en el discurso, es decir, a los significados que transmite a los lectores o receptores, lo que se dice (y no se dice o se calla) y la forma cómo se dice; el segundo componente es el pragmático, o interactivo porque tiene que ver con los participantes y con el con el contexto o situación en la que se produce el discurso. (Cabeza y Molero de Cabeza, 2007). 5 Van Dijk (1999) expone que el contexto es un modelo mental que un hablante ha construido, éste le permite el enlace entre lo general y lo específico, entre lo social y lo personal, determinando la definición del propio contexto y “el establecimiento de las relaciones entre las estructuras lingüísticas y las situaciones sociales” (op. cit.). De esta manera, la actividad metalingüística selecciona o construye la forma lingüística que permite una actuación ajustada a unos fines determinados previamente por el (los) hablante (s). La elaboración textual se inicia desde el mismo momento en que se presenta la intención comunicativa del hablante, el cual comienza su construcción relacionando esta actividad con lo social. La coherencia se manifiesta a partir de la intención comunicativa del hablante, quien sigue un plan que se materializa a través de determinados mecanismos u operaciones donde encontramos la cohesión evidenciada en los recursos cohesivos que reflejan ese plan, los cuales deben ser procesados por el oyente o receptor. Al analizar un acto de habla, se debe atender la dimensión textual y la dimensión contextual. Por tal razón, se deben integrar aspectos referidos a las formas, los significados y las funciones del discurso, con datos relacionados con los procesos que inciden en los mecanismos de producción y comprensión de los enunciados, teniendo en cuenta que el significado de un texto, depende de múltiples variables y además, de una información compartida entre los actores, donde lo que sabe cada uno de ellos con respecto al saber del otro, es determinante en la selección de la forma. Dicho de otra manera, el intercambio comunicativo no es casual, sigue un delicado programa social y cultural, regulado cognoscitivamente y determinado en gran manera por lo contextual. En el marco de la interacción oral los hablantes construyen los textos con base a una actividad compartida influenciada por aspectos psicosociolingüísticos que no siempre se manifiestan concientemente, pero que son determinantes en la percepción del interlocutor y en los temas a abordar en una conversación. En la conversación cotidiana los interlocutores utilizan una serie de recursos lingüísticos y cognoscitivos que le permiten crear un acto de habla en el cual se logran, a pesar de la espontaneidad, objetivos predeterminados, para lo cual es necesaria la planificación, proceso que permite organizar, revisar y decidir qué, cuándo, cómo y con quién hablar. 6 La conversación es un proceso básico de intercambio social y de construcción lingüística entre dos o más personas; permite transmitir información o contenido, y establecer una relación de acuerdo mutuo, con base a la cual se construye la comprensión. Por ello toda conversación exitosa comienza con un proceso de colaboración, en el cual todos los participantes trabajan juntos de manera que se cree la comprensión y el sentido (Brauner y Merel, 2006). En otras palabras, el texto conversacional se co-construye. Domínguez (2005) expresa que la planificación es necesaria, la misma puede darse de manera previa o simultánea a la producción y afirma que sólo a través de un plan de producción textual podemos “concebir un texto que logre adecuarse a la situación comunicativa en la cual se inserta” (op, cit, p.6). Pero así como los interlocutores precisan de tiempo para planificar, ameritan de tiempo para comprender o procesar los mensajes. “En función de la comprensión, de la intercomprensión, que se fragmenta la información: para presentar la información una por una” (op, cit, p.64). En el proceso de intercambio que los interlocutores crean con base a la conversación pueden manifestarse diferentes órdenes del discurso. Quizás uno de los más empleados es la narración, pues la misma “es una forma discursiva que representa y transmite la experiencia humana” (Shiro, 2007). Es así como en el marco de las conversaciones cotidianas, el mencionar lo realizado durante el día, comentar cómo sucedió un accidente o cualquier otro evento, se convierte en la presentación de un texto narrativo. Tal como afirma Barrera Linares (2004): “El narrar constituye un modo casi natural que el ser humano ha encontrado para establecer contacto comunitario con sus semejantes” (op. cit., p. 16). La narración en el adulto mayor con queja de memoria Como ya afirmamos anteriormente, la edad puede producir un efecto negativo sobre el recuerdo de la información y en la elaboración del discurso coherentemente estructurado. Por esta razón, a pesar de que la capacidad de narrar parece mantenerse en los ancianos, al envejecer la capacidad para contar eventos se verá afectada en lo cuantitativo y en lo cualitativo por las alteraciones en diferentes funciones tales como la atención, concentración y 7 memoria, lo que hace que este tipo de texto puede presentar una forma más simple y con un contenido más restringido (Juncos Rabadán, 1998). Petersen (2004) ha estudiado el envejecimiento y ha determinado que todos no seguimos este proceso de la misma manera. Es decir, no todos mostraremos una misma calidad en el procesamiento cognoscitivo, en la memoria y en consecuencia, en nuestra ejecución lingüística. Este mismo autor afirma que algunos adultos mayores exhiben un tipo de impedimento cognoscitivo evidente, pero que aun no pueden recibir el diagnóstico de demencia. Este cuadro diagnóstico recibe el nombre de trastorno cognoscitivo leve. En los casos de queja de memoria o de un trastorno cognoscitivo leve, las fallas cognoscitivas terminan produciendo limitaciones en la capacidad para procesar el discurso narrativo. De acuerdo con Juncos y Pereiro (1998) estas alteraciones pueden deberse a variaciones en las funciones ejecutivas, a fallas en la inhibición de la información relevante, al enlentecimiento de la velocidad para procesar los datos y a dificultades para coordinar las tareas. Todo esto puede interferir la manera como el adulto mayor construye su discurso narrativo, especialmente en el contexto de la conversación. Con el fin de analizar lo que sucede en el proceso conversacional, Schegloff, Jefferson y Sacks (1977) insisten en diferenciar los términos conversación y actividad conversacional, de manera que la primera se asume como una unidad global o máxima de la segunda. El análisis conversacional se interesa por el estudio de los actos reales de habla que se suceden en los contextos de vida de los autores y a pesar de que desde su nacimiento los investigadores han rechazado las construcciones teóricas rígidas que definan de antemano topologías, categorías o unidades a ser halladas en un corpus, se pueden definir una serie de aspectos en los cuales centrar el análisis, como por ejemplo: el sistema de toma de turno, los pares adyacentes, las secuencias o las reparaciones conversacionales. Las reparaciones conversacionales se refieren a los esfuerzos del interlocutor para corregir y resolver problemas en la compresión o en la captación auditiva de un mensaje (Sabat, 2001). Este es un proceso que se manifiesta de forma compleja y variada y pueden ser clasificadas en: 8 “a) Auto-iniciadas por el hablante causante del error, en contraposición a hetero-iniciadas, iniciadas por el interlocutor que percibe el error; b) Auto-reparadas cuando el error es realmente enmendado por el hablante causante del mismo, o hetero-reparación cuando es llevada a cabo por el interlocutor” (Pietrosemoli, 2007). El término reparación indirecta es utilizado para señalar la actividad de interlocutor (sano) de la persona con demencia tipo Alzheimer, quien a menudo debe solicitar información para poder conocer las intenciones del paciente (Sabat, op. cit). Esto lo logra a través de marcadores discursivos (um-hum, uh), preguntando o parafraseando lo que él cree que quiere decir el paciente, para poder corroborar de esta manera, si está comprendiendo el mensaje. A continuación se presenta un segmento de una conversación entre una adulta mayor con demencia tipo Alzheimer (en su etapa inicial) y su cuidadora habitual, en este caso su hija: Cuidador: Entonces te sientes mejor hoy ¿verdad? ¿Dormiste suficiente? Paciente: Si, si, yo dormí Cuidador: Hoy vamos a ver a Luisa. ¿Te acuerdas de ella? Paciente: ¿Luisa? Cuidador: Si mamá, Luisa. La hija de Pedro Paciente: ¡Ah si! Si, si… Ella…Luisa. (Valles, 2010) En la conversación cara a cara los hablantes utilizan variaciones en la entonación y en la acentuación discursiva con valor enfático y además, marcadores de apelación directa al interlocutor (¿mm?); referencias a elementos presentes en la situación actual mediante gestos (uso del dedo índice, de la expresión facial) y deícticos del tipo: aquí…allí…, que permiten elidir segmentos lingüísticos completos (Domínguez, 2005). Gallardo (2007) expone que para alcanzar la organización global y local de la conversación los hablantes definen secuencias. Las más estudiadas son las de inserción, de apertura, de cierre y las laterales. Las secuencias laterales suponen una interrupción temática momentánea más o menos brusca, luego de la cual se reinicia la conversación. Este mecanismo de búsqueda o control del hilo conversacional se construye con base a las secuencias de malentendido y 9 de rectificación. Las primeras se encargan de clarificar un aspecto que, como oyentes, no hemos entendido bien y las segundas son utilizadas para aclarar nuestro propio discurso, es decir, son utilizadas por el hablante que se ha equivocado, por lo que asumimos que las mismas cumplen similar propósito que las autoreparaciones-autoiniciadas, arriba mencionadas. Los resultados de una investigación realizada en Venezuela (Rumbos y Valles, 2010) muestran que los adultos mayores, aun presentando alteraciones leves en su memoria, pueden utilizar reparaciones indirectas dirigidas a su interlocutor clave (joven) destinadas a corroborar si él comprende lo expresado durante el relato, además pueden iniciar, mantener y cerrar el tópico a pesar de manifestar fallas en la selección del léxico y en el ordenamiento o secuencia de los hechos. En este estudio, los interlocutores jóvenes compensaron estas limitaciones con base al uso de hetero-reparaciones de manera de situar los hechos en la línea cronológica y mediante la adición de eventos con el fin de completar las historias. Esta actividad compartida permitió una adecuada actuación lingüística al adulto mayor al poder construir relatos completos e interactuar de forma efectiva. A continuación se presentan varios ejemplos de segmentos de conversaciones de la investigación arriba mencionada, donde es posible analizar el uso de diferentes tipos de reparaciones. Segmento 1: Adulta mayor: Y me rechazaron por eso… Interlocutor joven: ¡por manos cortas! Adulta mayor: ¡por brazos cortos! (hetero reparación) Segmento 2: Adulta mayor: Cuando llegamos a Madrid el catedrático dijo que él no estaba de acuerdo con elll… Interlocutor joven: con el diagnóstico (hetero reparación) Adulta mayor: con el diagnóstico y bueno...le cambió la medicación Segmento 3: 10 Adulta mayor: Yo iba al mercado con 50 pesetas…50 mil bolívares al mercado (Auto-reparación auto-iniciada). Es importante destacar que en todos estos ejemplos, el intercambio lingüístico efectivo del adulto mayor, se ve influenciada por la actividad de sus interlocutores. Es decir, la actividad cooperativa que se establece entre los hablantes, sus experiencias previas, el conocimiento de sus historias de vida y la motivación para establecer esta interacción, son aspectos determinantes, que deben ser tomados en cuenta para elaborar cualquier aproximación a una evaluación de la ejecución lingüística de un adulto mayor. La evaluación lingüística en el adulto mayor La evaluación del lenguaje en el adulto mayor se realiza a partir del trabajo de un equipo interdisciplinario y con base a una serie de estrategias que pueden ser resumidas en la siguiente forma: Entrevista con él y con su familia Examen médico general y evaluaciones sensoriales Despistaje de trastornos psiquiátricos primarios Evaluación de las capacidades funcionales En ocasiones, frente a la sospecha de trastornos cognoscitivos, el equipo puede recomendar una evaluación neuropsicológica completa, que puede ser iniciada con el despistaje del deterioro cognoscitivo utilizando el Mini Mental Test (Folstein y otros, 1975), y posteriormente con una evaluación formal utilizando pruebas normalizadas como la Escala de Evaluación Psicogeriátrica (Jorm y otros, 2001) o el Examen del Trastorno Mental en los Ancianos de Cambridge (Roth y otros, 1986), entre otras estrategias diagnósticas. Estas herramientas valoran el funcionamiento cognoscitivo y la función lingüística, con base a la aplicación de subpruebas que miden la capacidad para evocar a corto y a largo plazo información visual y auditiva, la capacidad para nominar, narrar eventos o describir objetos o escenas, y la función ejecutiva que se manifiesta por el control necesario para ejecutar instrucciones complejas o completar tareas que involucren el manejo de diferentes criterios. 11 Actualmente de una evaluación centrada sólo en la ejecución lingüística del sujeto evaluado, se ha pasado a una tendencia en valorar la forma como el contexto influye en la conversación, por eso diferentes autores (Hamilton, 1994; Sabat, 2001; Brauner y Merel, 2006; Valles, 2008) proponen el uso del análisis del discurso aplicado al estudio de la conversación. Esta alternativa ha provocado la necesidad de revisar la actividad de los fonoaudiólogos, la de los neuropsicólogos y la de los médicos, pues la dinámica tradicional de evaluación del lenguaje ha dejado claro que el proceso diagnóstico debe abordar a la familia y a la comunidad; pero además, ha dejado ver la necesidad de redefinir el concepto de trastorno y el propio objetivo de esta evaluación, donde el interés del lingüista y del fonoaudiólogo por realizar el mejor análisis de lo comunicativo, se ajuste con la preocupación del médico por el establecimiento del diagnóstico de un posible trastorno. La evaluación basada en el análisis del discurso nos ha permitido estudiar la dinámica de la comunicación entre el adulto mayor y sus interlocutores (familiares, cuidadores, médicos y enfermeras) en una dimensión diferente, sin embargo, es necesario recordar que el contexto del hospital o del consultorio no permite establecer un clima donde la conversación sirva como vía para estudiar el uso de numerosos recursos cohesivos o la coherencia del discurso en el sujeto evaluado, por lo que actualmente el uso del análisis discursivo aplicado al estudio de la conversación de la persona con demencia precisa de mayor investigación . La situación planteada representa una paradoja, pues si definimos el lenguaje como un proceso que permite la elaboración de textos para el intercambio social, la evaluación debe responder a esta consideración y evaluar eficiencia comunicativa en diferentes contextos y con diversos interlocutores; y no quedarse en la repetición, enumeración o memorización de palabras, o en responder a preguntas en un ambiente poco natural y por lo tanto ajeno al contexto natural de intercambio lingüístico…. ¿Cómo hacer para poder compensar esta limitación? Una alternativa válida es utilizar el análisis discursivo como herramienta que permita estudiar la interacción lingüística del sujeto con demencia. Esta estrategia trae como consecuencia un cambio en el paradigma de la evaluación lingüística, pues de un interés en identificar el trastorno exclusivamente en el 12 paciente, debemos orientar la acción hacia la caracterización y la explicación de la conducta lingüística de todos los actores: paciente, cuidador, familiares y por supuesto, la de los propios proveedores de salud. Desde luego, esta alternativa puede ser considerada como poco viable en el contexto clínico, no necesariamente por sus alcances o por su utilidad real, sino más bien por el esfuerzo en realizar procedimientos diagnósticos de tipo cualitativo, diferentes a los utilizados tradicionalmente por los fonoaudiólogos y neuropsicólogos. En otras palabras, la evaluación del lenguaje remite en la actualidad a incorporar no sólo un marco teórico nuevo, sino a considerar diferentes medios para la recolección de datos y para su estudio. Ello implica aproximarse más a los aportes de la lingüística y específicamente al estudio de la conversación desde lo discursivo, considerándola como el contexto ideal de actuación de los seres humanos. Lo limitado que resulta evaluar la comunicación fuera de un contexto natural, trae como consecuencia una actividad diagnóstica que puede generar datos insuficientes, y en ocasiones poco apegados a la realidad, como los que podemos obtener en las evaluaciones basadas exclusivamente en pruebas estandarizadas. Por ello, se hace necesario abordar la evaluación lingüística en un marco amplio que incluya a la familia, amigos y cuidadores del adulto mayor. Esto precisa el replantear el concepto de trastorno del lenguaje y utilizar nuevas estrategias de evaluación que lleven a desarrollar las acciones más allá del consultorio y abordar el contexto de vida familiar de los pacientes. Sin duda que estos acuerdos harán posible una actividad diagnóstica más justa y ética por parte del equipo evaluador. Consideramos como recurso válido a ser incorporado durante la evaluación, la elaboración de una extensa entrevista inicial e incorporar a esta, la conversación sobre temas de interés y ligados a las actividades del adulto mayor. Además, es necesario observar y analizar las conversaciones entre el paciente-cuidador y paciente-familiares. Esto podría ofrecer información sobre cuáles son las pautas de los intercambios comunicativos en el contexto familiar, para posteriormente brindar orientaciones. Este marco teórico y metodológico genera enormes posibilidades en cuanto a la comprensión de la comunicación con los adultos mayores con trastorno cognoscitivo leve o con demencia, pero presenta también limitaciones 13 que deben ser manejadas por los profesionales involucrados, como la ausencia de suficientes datos acerca del rendimiento lingüístico del anciano sano en algunos países, como por ejemplo Venezuela, y sobre el conocimiento limitado acerca de las características lingüísticas y su variabilidad interindividual en los diferentes tipos de demencia como por ejemplo en la enfermedad de Huntington, Alzheimer, Parkinson, la demencia Frontotemporal y la enfermedad de los Cuerpos de Lewis, así como la producida por lesiones vasculares, inflamatorias e infecciosas. Este saber ayudaría a desarrollar un mejor diagnóstico diferencial, sin embargo, se considera necesario destacar que el blanco de la acción del equipo debe ser la descripción y explicación de la conducta lingüística, por lo que su interés debe ir más allá del establecimiento de una categoría diagnóstica. Por supuesto que esta alternativa plantea cambios en la dinámica clínica y genera la necesidad de apoyarse en nuevas estrategias como por ejemplo en el análisis del discurso aplicado al estudio de la conversación del adulto mayor y sus interlocutores. Este tipo de evaluación ya no estaría centrado sólo en el paciente, sino que debe integrar al análisis la actividad de otros actores que forman parte de los distintos contextos de vida del sujeto evaluado. ¿Cómo mejorar la comunicación? Está claro que toda persona independientemente de su edad, se beneficia de una adecuada estimulación social y afectiva. Este tipo de variables se hacen aun más necesarias para un adulto mayor, pues el aislamiento, la depresión, los trastornos sensoriales y los cambios cognoscitivos pueden determinar una comunicación difícil y acelerar el deterioro general. Como ya dijimos, las características negativas producen una falsa percepción de alteraciones por parte de los interlocutores más jóvenes que interactúan con el mayor y provocan que en muchos casos desestimemos la posibilidad real que tiene el adulto mayor para conversar y compartir opiniones, experiencias o saberes en el marco de la conversación diaria. El cómo maneje la familia y los amigos todas estas situaciones será determinante para poder crear condiciones que permitan seguir teniendo una comunicación efectiva, pues es necesario destacar una vez más que el 14 rendimiento lingüístico del adulto mayor dependerá en gran medida de la actitud de sus interlocutores. De esta manera, las personas que lo rodean deben tener claro que en ocasiones las alteraciones en la capacidad de oír pueden confundirse con trastornos cognoscitivos. Esto sucede con frecuencia pues en nuestro país la evaluación auditiva no es un proceso diagnóstico de rutina. Así mismo, el deterioro de la vista puede ocasionar que el adulto mayor deje de leer o de ver televisión, generando una merma considerable en su ejercitación cognoscitiva y en el mantenerse al día con lo que pasa a su alrededor. Una recomendación esencial para garantizar una mejor comunicación es por lo tanto atender cualquier falla sensorial, bien sea visual o auditiva, de allí que el examen audiológico y oftalmológico debe formar parte de un protocolo de evaluación de rutina para toda persona mayor de 60 años. Una actividad física y una dieta adecuada también es imprescindible, el adulto mayor debe mantenerse ocupado realizando tareas necesarias y de su gusto, con compañía agradable y en un ambiente grato donde se le respeten sus intereses y sus posibilidades de movimiento. Para conseguir orientación a este respecto se debe consultar con un médico geriatra de manera de garantizarle la mejor atención integral que redundará en una mejor salud. La vida social, la posibilidad de compartir con sus pares y de sentirse querido y necesario son aspectos que a veces no son necesariamente ponderados tanto por la familia como por los proveedores de salud. A menudo asumimos que un adulto está bien pues es cuidado en lo relacionado con su aseo y arreglo personal, pero eso no es suficiente para vivir a plenitud la vejez. El anciano necesita compartir con sus pares y puede beneficiarse de las actividades que brindan los clubes o asociaciones que patrocinan programas para los años dorados o de juventud prolongada. Hoy día se cuenta con enormes posibilidades diagnósticas, las cuales permiten realizar la detección temprana del trastorno cognoscitivo leve o de algunos tipos de demencia o poder identificar el riesgo de padecerla al establecer la presencia de marcadores biológicos o psicosociales. El incremento en la esperanza de vida y las posibilidades de diagnóstico temprano, nos enfrentan con el reto de educar a los proveedores de salud (médicos, enfermeras, fonoaudiólogos, terapeutas físicos, entre otros), a las familias y a la comunidad en general sobre las necesidades de atención 15 integral de los adultos mayores de manera de generar un envejecimiento sano y activo, reducir la posibilidad de presentar discapacidad y garantizar una mejor calidad de vida para todos. Conclusiones: Podemos concluir que estudiar los trastornos del lenguaje en el adulto mayor, remite necesariamente a lo social y a lo cultural como factores fundamentales en la creación de los actos comunicativos, en lo relacionado con los estilos de conversación y con el valor que el envejecimiento tiene en nuestra cultura, en otras palabras, este tipo de evaluación es un problema psicosociolingüístico. Esto lleva a reconsiderar tanto los aspectos teóricos como los metodológicos en el proceso de evaluación lingüística, como vía para desarrollar una actividad más ética con estos pacientes. Es necesario señalar la necesidad de investigar más en la comunicación del adulto mayor, teniendo en cuenta los saberes de la lingüística del discurso y de la lingüística clínica, para así incorporar el análisis discursivo al proceso diagnóstico en Fonoaudiología y estudiar el beneficio de incorporar el estudio del uso de diversas estrategias de construcción activa de los textos conversacionales por parte del adulto mayor y sus interlocutores, como un elemento importante en la evaluación y en el tratamiento de esta población. Al respecto es necesario considerar la necesidad de recursos de evaluación dirigidos a establecer un diagnóstico diferencial, elemento necesario para realizar una detección temprana del trastorno cognoscitivo leve o de la demencia e iniciar un tratamiento de los síntomas lo antes posible. Para alcanzar este objetivo se hace necesario conocer a profundidad el proceso de envejecimiento normal de la población en las áreas cognoscitiva y lingüística, como un paso previo, de manera de poder tener un índice normativo de referencia. Adicionalmente, es vital realizar una revisión ética de los fundamentos de la atención del adulto mayor pues numerosas dudas e interrogantes aun se hacen presentes es este campo, especialmente en torno a la evaluación lingüística. Estas limitaciones se deben en nuestra opinión, en primer lugar, a la carga negativa que los estereotipos y prejuicios imponen en la percepción de la 16 competencia lingüística del adulto mayor lo que hace complejo definir la norma lingüística en esta población, y en consecuencia, caracterizar con precisión “los trastornos del lenguaje” presentes en el proceso de envejecimiento patológico; y en segundo lugar, al uso de herramientas diagnósticas que no se ajustan al intercambio comunicativo que las personas ponemos en marcha en los contextos diarios de vida y en consecuencia evalúan el lenguaje como producto de hablantes ideales y no como lo que en realidad es: un proceso complejo, dinámico y dependiente de variables psicosociolingüísticas. Referencias: 1. Beers, M H. 2005. The Merck Manual of Health and Aging. New York: Ballantine Books 2. Bolívar A. (ed.). 2007. Análisis del Discurso: ¿Por qué y para qué? Caracas: Los Libros de El Nacional 3. Brauner, D, Merel, S. 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