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ARTE
MASEDA
EL RETRATO PSICOLÓGICO A GOLPE DE RATÓN
&MAGAZINE / 208
M
aseda es un artista difícil de encuadrar en el actual panorama artístico castellonense. Su personalidad plástica
ha llegado como un vendaval que, lejos de
destruirlo todo a su paso, está insuflando
aire fresco y renovado. Sus referentes no
están en la escuela valenciana de Sorolla
o el omnipresente Porcar. Ni tampoco en
la calidad de Traver Calzada o el exquisito
trazo de Amat Bellés. La gestualidad de su
trazo lo acerca más a la pintura de dos de
sus iconos, Ryan Hewett y, sobre todo, el
pintor surcoreano Shin Kwangho. Su camino apenas empieza ahora, aunque su
progresión es de vértigo. Para entender
los retratos de trazos abstractos y rostros
distorsionados hemos de remontarnos
a la primera generación de la Escuela de
Londres donde, en la década de los años
50, empezaron a trabajar Frank Auerbach,
Francis Bacon, el genial Lucian Freud o
Leon Kossoff, entre otros. El triunfo les llegó sobre todo en los años 80 y 90 del siglo
XX. A todos ellos (conocidos como Pintura del desastre) les unía el interés por
representar la figura humana y por retratar lo psicológico, un rasgo que comparte
Maseda. Esos artistas querían huir de la
pintura abstracta que copaba las grandes
escuelas de Europa y Estados Unidos.
Y es que durante esa centuria convulsa,
asfixiada por guerras y odios, las Vanguardias Históricas experimentaron con
el objeto hasta límites insospechados. El
Cubismo lo geometrizó, el Expresionismo
lo distorsionó, el Surrealismo lo soñó y
el Futurismo lo hizo vibrar de forma dinámica. Con las Neovanguardias llegan
otros istmos como el Arte Conceptual, el
Pop Art, el Hiperrealismo, el Arte Feminista, las Performances, el video-arte…
y un largo etcétera que ha dejado al espectador sumido en una desafección por
el arte contemporáneo. Si llegados a este
punto todavía tengo la atención del lector
me gustaría explicarles por qué merece la
pena fijarnos en la obra de Maseda.
O
dicho de otra manera, por qué en
pleno siglo XXI, donde la tecnología
rige nuestras vidas, el arte puede seguir
emocionándonos y contando historias
que nos preocupan.
H
acia 2005 -hace ahora una décadaMaseda decide estudiar dibujo, una
vocación que tuvo desde muy joven y que
no había podido desarrollar. Primero se
apuntó a clases particulares y su sed por
aprender le llevó hasta la Escuela que dirigía en Castellón Amaury Suárez. Sus profesores serían Raquel Lara y el propio pintor cubano. Conocer la pintura y quedarse
prendado del retrato fue todo uno. En
ocasiones sus guías le interpelaban para
que no corriera tanto, pero Maseda absorbía cada enseñanza como si de una magia
ancestral se tratase. Poco tiempo después,
Maseda decide continuar su evolución de
forma autodidacta. Bucea en internet, conoce a otros artistas, devora libros y, sobre
todo, pinta de día y de noche. Su obsesión
entonces es el color, dominarlo, conocer
sus fórmulas, sus combinaciones, sus secretos.
C
uriosamente Maseda trabaja siempre
a partir del blanco y negro. Cuando pinta retratos sobre fotografía escoge
siempre una instantánea en blanco y negro. El color es visceral. Tiene mucho de
arte callejero cuando utiliza espray de tonos fosforitos como los naranjas, los amarillos o los fucsias. Pero también hay un
Maseda más sombrío, cuando emplea las
tintas chinas y las aguadas de grises y negros con alguna concesión al violento rojo.
Es en esas obras donde asoma la locura, el
retrato se descompone casi por completo,
perdiendo su carácter figurativo y acercándose a la mancha del expresionismo
abstracto. Un camino, por cierto, muy
interesante donde Maseda tiene todavía
mucho por explorar. La emoción se palpa en esos ensayos de seres monstruosos.
Esa sensibilidad que de niño ocultaba tras
una fachada de ‘macarra’, esos horrores
que experimenta durante sus años en la
Guardia Civil con víctimas de accidentes
de tráfico, indigentes que lo han perdido
todo, suicidios…, son demonios que piden salir a borbotones. ¿Y quién ocupa
sus venerados lienzos? Algunos rostros
son iconos del cine como Marilyn Monroe
(belleza y decadencia), Audrey Hepburn o
Charles Chaplin; también hay genios de la
música como el admirado Paco de Lucía o
John Lennon, el genio excéntrico de Dalí o
la pintora mexicana Frida Kahlo. Personajes todos ellos frágiles, sensibles y en muchos casos atormentados. Y después hay
toda una galería de rostros sin nombre,
personas cercanas al artista o facciones
que esconden pequeñas historias. También hay manos, una parte de la anatomía
humana que a Maseda obsesionan desde
su más tierna infancia. En ellas concentra
la misma tensión psicológica que guardan
sus ojos, algunos brillantes pero otros vacíos, sin vida. Muerte, rabia, indignación,
miedo son solo algunas de las emociones
que laten tras cada trazo. Y no se engañen.
Otros muchos temas que Maseda se guarda solo para él.
P
ara aquellos escogidos que ya disfruten de la obra de este joven talento
sabrán que detrás del lienzo escribe a lápiz trazos de los momentos compartidos
con su arte. Por ejemplo, la música que
escuchó cuando lo pintaba (porque Maseda siempre pinta con música). Después
vendrían los primeros titubeos con el
público. Empezaría, como tantos otros,
exponiendo algunas piezas en tiendas o
restaurantes.
D
espués llegarían las primeras exposiciones individuales en Vall d’Alba (su localidad de acogida) o Cabanes.
Aunque su mejor escaparate es internet.
Maseda se maneja como nadie en las redes sociales, una gran galería abierta las
24 horas del día. Sus seguidores son testigos de excepción del proceso creativo
casi desde sus comienzos. Comparte con
ellos cada sesión y ellos son los primeros
en darle el ‘me gusta’ a la obra acabada. El
diálogo entre público y creador es directo.
¡Bienvenido siglo XXI!
por Patricia Mir
facebook / artmasedaart
instagram / art_maseda
www.maseda-art.com
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ARTE
&MAGAZINE / 210
LA GESTUALIDAD
DE SU TRAZO LO
ACERCA MÁS A LA
PINTURA DE DOS DE
SUS ICONOS, RYAN
HEWETT Y, SOBRE
TODO, EL PINTOR
SURCOREANO SHIN
KWANGHO
&MAGAZINE / 211

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