In the Heartland Morir y resucitar El Misterio Pascual
Transcripción
In the Heartland Morir y resucitar El Misterio Pascual
In the Heartland Morir y resucitar El Misterio Pascual Las Hermanas de la Visitación en Minneapolis gustan de contar sobre un recluso en prisión que cometió un crimen terrible que le costó una sentencia de por vida sin opción a libertad condicional. Él, como resultado de esto, ha sido detestado y rechazado prácticamente por todos – familia y amigos. Él incluso estaba aislado de los demás reclusos. Su estado mental era el odio hacia sí mismo y la desesperación. Las Hermanas de la Visitación, quienes estaban ubicadas cerca de donde este hombre estaba encerrado en Iowa, empezaron a visitarlo. Al inicio él era impenetrable. Él estaba la mayor parte del tiempo en estado catatónico. Pero las Hermanas persistieron. Un día el prisionero les respondió con una sonrisa vaga e hizo contacto con sus ojos. Pasaron muchos meses antes de que empezara a abrirse un poco para tener al menos una mínima conversación. Las monjas fueron fieles y tuvieron mucha paciencia. Al inicio, hubo pequeños brotes de conversación y, eventualmente, señales de humanidad y conversaciones más largas. Con el tiempo, las Hermanas le empezaron a contar a este hombre sobre Jesús. Esta historia nunca había tenido ningún impacto en él. El escuchó atento y, conforme se desarrollaba la historia, se enfocó en la Pasión y en la Crucifixión. Por medio del poder del Espíritu empezó a darse cuenta de que había un mensaje de amor aunado a la muerte de Jesús. Y que ese amor era para él. Al contemplar esta realidad, el prisionero acogió este mensaje de manera personal. Comenzaron a disminuir su desesperación y desesperanza. Eventualmente, el recluso se dio cuenta de que había alguien que lo había amado, alguien quien se preocupaba profundamente por él – alguien que se preocupaba tan profundamente que había estado dispuesto a dar la vida por él. Estos descubrimientos dieron llegada a momentos de transformación en donde corrieron lágrimas y se fue aliviando la dureza de su corazón conforme se conectaba con Jesús. Un talento en particular que tenía este prisionero era el de tallar madera. Inspirado por haber encontrado su nueva fe en el Cristo, talló un crucifijo. En su trabajo, él pudo capturar el misterio de la muerte de Cristo. En la muerte misma de Cristo venía una nueva vida. Era una nueva vida como la que él mismo había experimentado cuando aceptó la salvación de Dios. Su visión artística capturaba el misterio pascual: “En verdad os digo, que a menos que el grano de trigo caiga en la tierra y muera, seguirá siendo solamente un grano de trigo; pero si muere, produce fruto abundante.” Juan 12:24 El prisionero les dio el crucifijo a las Hermanas de la Visitación en una genuina muestra de gratitud por haberlo presentado a la historia de la salvación – una historia que lo liberó de la profundidad de su desesperación a una esperanza liberadora. Las Hermanas han atesorado el crucifijo. Fue un regalo de despedida a unas Hermanas que dejaron el monasterio establecido para abrir una nueva casa en un peligroso vecindario asediado por el crimen en las zonas centrales de Minneapolis. Ahí las hermanas vivieron el misterio pascual muriendo a sí mismas para dar vida a otros al traer esperanza a un vecindario oscurecido por las sombras del crimen e infestado de estupefacientes y otras drogas. El crucifijo fue también la inspiración del escultor Robert Nicpon de San Paul. Él desarrolló una imagen del Jesús agonizante que al mismo tiempo irradia vida. Muriendo y Resucitando. El Misterio Pascual. Este cuerpo fue colocado en la plataforma en donde está ubicado el altar en la Iglesia de San Ambrosio en Woodbury Minnesota. Invita a todos aquellos partícipes en el sacrificio de Jesús, el sacrificio de la Misa, a volverse uno sólo en Él al morir y resucitar y hacernos presentes en el misterio pascual del Señor Jesús. Él regalo del prisionero, su visión artística, expresado en un crucifijo, sigue inspirando a los demás. Al entrar a la Semana Santa y especialmente al celebrar el Tríduo, los tres días en que celebramos el misterio pascual – nos enfocamos intencionalmente en esa realidad – con calma – que ha cambiado todo, la muerte y resurrección del Señor Jesús. Es mi oración especial y mi deseo de todo corazón que todos ustedes en la Diócesis de Des Moines se den la oportunidad de tomar las cosas con más calma y participar en estos preciosos días que conmemoran la acción transformadora de la muerte y resurrección de Jesús. Esperamos que también podamos estar aún más unidos con Jesús al morir y resucitar uniéndonos a Él en ese proceso que genera una nueva vida. Benditas y muy felices pascuas para todos en la comunidad diocesana. ¡Aleluya!