Interpretación del patrimonio tradicional construido en tierra como

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Interpretación del patrimonio tradicional construido en tierra como
Portal Iberoamericano de Gestión Cultural
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Interpretación del patrimonio tradicional
construido en tierra como factor de desarrollo 1
Luis Fernando Guerrero Baca
Doctor en Diseño, con especialidad en Conservación Urbana y de Inmuebles Patrimoniales.
Coordinador del Doctorado en Ciencias y Artes para el Diseño, Universidad Autónoma
Metropolitana Xochimilco, México
Francisco Uviña Contreras
Arquitecto y Technical Manager, University of New Mexico.
Restaurador de Cornerstones Community Partnerships, Santa Fe, New Mexico
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Artículo cedido por los autores al Portal Iberoamericano de Gestión Cultural para su publicación en el Boletín GC:
Gestión Cultural Nº8: Interpretación del Patrimonio Cultural, junio de 2004. ISSN: 1697-073X.
Introducción
A pesar del valor patrimonial que poseen los inmuebles tradicionales edificados con
tierra, como resultado de su origen milenario, la permanencia de sus sistemas
constructivos y su congruencia con el medio ambiente, en nuestros días enfrentan
un acelerado proceso de destrucción.
Por una parte, la teoría e historia de la conservación del patrimonio no ha logrado la
plena caracterización de una edilicia que escapa a las categorías de análisis que
normalmente maneja. La distancia entre la arquitectura vernácula y el movimiento
cíclico de los estilos, su dificultad de fechamiento y su origen anónimo, han
propiciado que exista un notable desinterés por su estudio en casi todos los ámbitos
académicos.
Consecuentemente la limitación de las investigaciones y publicaciones sobre este
campo, inciden en su ausencia dentro de los procesos de enseñanza-aprendizaje de
las escuelas y facultades de arquitectura.
Además, las organizaciones encargadas de la salvaguarda del patrimonio histórico
tampoco han sido capaces de generar normas o implementar acciones para su
protección, ya que no es fácil hacerlas caber dentro de la estrecha estructura
normativa y legislativa existente.
Asimismo, las políticas institucionales de edificación no conciben a estos inmuebles
como una opción viable a futuro, por considerar que no satisfacen las necesidades
de una sociedad que debe “progresar”.
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Figura 1. Vivienda “cortada” para ampliar una calle en Hueyapan, Morelos.
Finalmente, y tal vez la condición más grave, radica en el poco o nulo valor que los
propios usuarios y herederos de este patrimonio le otorgan, como resultado de
prejuicios
surgidas
de
la
creencia
de
que
se
trata
de
obras
insalubres,
estructuralmente inseguras e incompatibles con los esquemas de “modernidad” a
los que aspiran.
Todos los días, incontables ejemplos de esta arquitectura son abandonados o
deliberadamente
destruidos
por
sus
propietarios
que
los
desprecian
por
considerarlos símbolos de pobreza y retraso.
Paradójicamente, el interés por los edificios construidos con tierra se empezó a dar
a partir de la crisis de los energéticos de los años setenta en países desarrollados,
en los que este tipo de arquitectura se había vuelto relativamente escaso. A raíz de
la búsqueda de alternativas constructivas ecológicas y sustentables, en estas
naciones se han generado diversos procesos de valoración de la arquitectura de
tierra como una posible solución a los problemas de habitabilidad que acechan a la
humanidad.
Estos procesos han apoyado estudios que entre sus principales objetivos procuran
demostrar que la mayor parte de las deficiencias de la arquitectura vernácula de
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tierra no se derivan de sus condiciones materiales sino, más bien, de la pérdida de
la destreza constructiva que se tenía en el pasado, al haberse roto la cadena de la
tradición. Se ha puesto en evidencia que entre las principales causas de la
inadecuación que presentan muchas edificaciones térreas, destaca el olvido de los
conocimientos
constructivas,
sobre
las
los
procedimientos
limitaciones
formales
y
de
edificación,
dimensionales,
las
y
alteraciones
sobre
todo,
la
inexistencia de acciones de conservación preventiva.
Para poder incorporar este tipo de patrimonio edificado a la vida contemporánea
será necesario proteger los inmuebles existentes, preservar la tradición constructiva
que los originó e incorporar la tecnología reciente para aminorar sus carencias y
propiciar la calidad de vida de las sociedades que lo viven.
La conservación de lo existente
El primer aspecto corresponde al campo de la salvaguardia de los edificios de tierra
que fueron edificados en el pasado. Esta vía tiene que ver con las diversas
actividades que en múltiples foros han sido expuestos y que incluyen la
identificación del patrimonio, su documentación, catalogación y registro, protección
legal, conservación, mantenimiento, desarrollo de políticas y programas de
salvaguardia, y, en caso de ser necesarias, la implementación de intervenciones de
restauración.
Estas labores se inician con la búsqueda de aquellos inmuebles que han sido
construidos en las diversas etapas de la historia, antigua y reciente. En este
sentido, es importante hacer hincapié en la necesidad de ampliar los criterios que
tradicionalmente han sido manejados dentro de la normatividad, de manera que se
incluyan tanto las obras que se destacan por su singularidad producto de su
dimensión,
asociación
con
acontecimientos
históricos
o
su
antigüedad,
paralelamente a todo el universo de edificaciones “menores” cuyo valor deviene de
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sus relaciones como conjunto y de su papel como reflejo de las actividades
cotidianas de la sociedad tradicional.
La valoración del patrimonio de tierra presenta notables dificultades porque debido
a su abundancia, a lo largo de la historia no ha recibido la atención que merece.
Este hecho se relaciona con la sencillez de su construcción. Se suele pensar que no
tiene sentido proteger y conservar para la posteridad un elemento que puede ser
substituido con tanta facilidad. En cierta forma, se considera una arquitectura
desechable, lo que ha provocado la destrucción de incontables ejemplos y conjuntos
cuyo valor como evidencia del pasado se ha perdido para siempre.
Solamente una valoración que parta de una perspectiva abarcante hacia todo el
patrimonio
edificado
con
tierra
podrá
hacer
congruentes
los
esfuerzos
de
conservación que se realizan.
En función del tipo de patrimonio edificado de que se trate las medidas que se
adopten deberán tender hacia el cumplimiento de metas precisas. Aunque es
necesario el establecimiento de criterios aplicables para todo el patrimonio
edificado, cada conjunto tipológico de casos requerirá acciones específicas.
La componente intangible
La mayor parte de la arquitectura de tierra es de tipo tradicional, esto quiere decir
que se ha edificado mediante la actualización de una serie de conceptos
metodológicos y materiales cuyos orígenes provienen de tiempos muy remotos,
pero que han sido transmitidos oralmente de generación en generación.
Este hecho hacer ver que cualquier acción de salvaguardia de la sustancia histórica
que constituye esta arquitectura, tiene que estar aparejada a la necesidad de
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conocer, valorar, difundir, mantener viva y enriquecer los conocimientos que han
sido heredados ancestralmente.
La manera de materializar la arquitectura de tierra ha permanecido casi inalterada
desde la antigüedad y ha llegado hasta nuestros días gracias a la transmisión que se
realiza a través de la herencia viva de la cultura tradicional. Esta herencia es un
patrimonio en sí mismo y debe permanecer como parte de la estructura
epistemológica de nuestro pasado y presente.
Para la conservación del patrimonio intangible conformado por las experiencias de
este “saber hacer”, se tiene que partir, al igual que sucede con los edificios, de su
conocimiento y análisis. Sin embargo, la forma en que se desarrollan las
investigaciones en este campo requieren de mucho cuidado y respeto hacia los
diversos datos que se involucran, para tratarlos de la manera más objetiva que sea
posible.
Muchos de los aspectos relacionados con estos conocimientos tradicionales suelen
ser calificados como “supersticiones”, y por este motivo no han sido tomados de
manera seria por algunos investigadores. Sin embargo, es necesario el desarrollo de
estudios rigurosos que permitan identificar el sustento de los diversos rituales
asociados a la edificación tradicional. Y, aunque este tipo análisis no encontrara
evidencias “científicas” que expliquen las creencias tradicionales, de cualquier
manera su conocimiento sistemático también enriquece la cultura.
Una de las características más destacadas de esta arquitectura deriva de la
racionalidad con la que se aprovechan los recursos que la naturaleza ofrece. Las
sociedades tradicionales se adaptan al medio ambiente en lugar de buscar adaptar
éste a sus necesidades. Además, como resultado de este vínculo entre arquitectura
y naturaleza se ha logrado una evidente armonía entre las diferentes construcciones
que se organizan en grupos, así como con respecto al paisaje.
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De este hecho se deriva la gran eficacia con la que las sociedades tradicionales han
manejado su relación con el medio circundante, así como la diversidad de
respuestas dadas, en función de la variedad de condicionantes geográficas
imperantes en las diferentes regiones.
Una vez que se hayan detectado los diversos componentes intangibles de esta
sabiduría ancestral dentro de toda su complejidad, es necesario pasar a su
implementación. La tradición sólo se puede mantener viva si es aprendida, aplicada
y transmitida. Únicamente la activación de esos procesos de “ensayo y error”, la
pueden hacer sustentable.
Es urgente desarrollar actividades tendientes a la difusión de los valores de esta
arquitectura para que sea la propia sociedad que la ha heredado, la que la preserve
para futuras generaciones.
Los conocimientos actuales
La tercera vía que se presenta a futuro con respecto a la arquitectura de tierra
surge de las investigaciones que cotidianamente se desarrollan a partir de otros
campos de conocimiento tales como la ingeniería industrial, ambiental o la ecología.
La necesidad de ahorrar energéticos tanto durante la transformación de productos
naturales en materiales constructivos como el acondicionamiento térmico han
generado valiosos datos que pueden permitir la convivencia de nuevas tecnologías
basadas en criterios de sustentabilidad, con el uso de la tierra para edificar. Las
nuevas tecnologías, sean simples o sofisticadas pueden ser incorporadas a la cultura
tradicional con objeto de mejorar la calidad de vida de la población, siempre y
cuando no se rompa el equilibrio existente. La interconexión entre la llamada
arquitectura bioclimática y la vernácula seguramente darán valiosos frutos para
ambas disciplinas.
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De esta manera la perspectiva de la conservación se amplía radicalmente dentro de
tres ámbitos: la protección de los edificios históricos, la salvaguardia y aprendizaje
del patrimonio intangible que constituye la sabiduría tradicional de la edificación y la
generación de espacios confortables que impacten de la menor manera posible los
recursos naturales.
Figura 2. Comunidad de Hueyapan “reconociendo” su patrimonio.
La arquitectura del futuro ha de abarcar la búsqueda de soluciones basadas en
criterios de sustentabilidad que tomen como punto de partida la preservación de los
edificios históricos y tradicionales.
Es necesario insistir en que no se trata de proponer la arquitectura de tierra como la
solución a todos las necesidades de habitación de la sociedad. Esta técnica puede
resultar muy apropiada en gran cantidad de casos pero habrá otros en los que no
sólo resulte poco apropiada sino que podría llegar a ser perjudicial. Por esta razón,
el punto de partida nace del claro establecimiento de los límites de adecuación de
este patrimonio a la vida cotidiana.
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Acciones concretas
Bajo estas premisas, el pasado mes de julio se llevó a cabo el VII Seminario de
Conservación y Restauración de Arquitectura de Tierra (SICRAT) en la ciudad
histórica de Parral, Chihuahua.
Este Seminario adquiere trascendencia por su contenido temático, enfoque,
pluralidad de participación y sobre todo, por su continuidad. Se trata de un esfuerzo
en el que por más de siete años han confluido organismos responsables de la
conservación del patrimonio edificado de ambos lados de la frontera México-Estados
Unidos. Participan estudiantes, técnicos, académicos y profesionales dedicados a la
investigación y realización de proyectos de preservación de inmuebles históricos de
tierra.
El Seminario surge de la iniciativa del Instituto Nacional de Antropología e Historia,
del National Park Service y Cornerstones Community Partnerships que dentro de sus
respectivos ámbitos incorporan a gobiernos locales, universidades y organismos no
gubernamentales para colaborar año con año.
Normalmente estas reuniones giran en torno a la presentación de resultados de
trabajos a través de ponencias dictadas por especialistas. Paralelamente, se realizan
visitas a inmuebles históricos para intercambiar experiencias sobre un campo que,
afortunadamente, en años recientes ha ido recibiendo la atención y valoración que
durante mucho tiempo no tuvo.
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Figura 3. Participación comunitaria en el
SICRAT de Lincoln, New Mexico
A la fecha los Seminarios se han verificado en poblaciones vinculadas con la cultura
de la frontera en los estados de Sonora, Chihuahua, Coahuila, Arizona, Nuevo
México y Texas, pero el proyecto contempla extenderse para abarcar un territorio
mayor, hasta abarcar a todas las entidades en las que la arquitectura de tierra
forme parte de la cultura local.
Figura 4. Vivienda en Parral, Chihuahua, antes de la intervención
A lo largo de las reuniones internacionales se presentan conferencias con un amplio
espectro temático. Se habla de cuestiones generales como teoría y práctica de la
restauración, planificación e imagen urbana, arqueología y conservación de
arquitectura de tierra, prevención de deterioros en edificaciones del sur de los
Estados Unidos, características y utilización de la cal. Además, se exponen trabajos
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específicos referentes a la rehabilitación de casos concretos rurales y urbanos,
arqueológicos e históricos, monumentales y tradicionales.
Además de estas presentaciones teóricas, los participantes tienen la oportunidad de
ejecutar labores de preservación en inmuebles patrimoniales de adobe. Bajo la guía
de los coordinadores del evento y académicos invitados, y con el apoyo de albañiles
locales, se preparan morteros de tierra, se levantan muros, se hacen mezclas de cal
y arena, se revocan las superficies exteriores, se elaboran y aplican pinturas con
pigmentos minerales y, finalmente, se impermeabilizan cubiertas de terrado, con la
ancestral técnica del jabón y alumbre.
Figura 5. Proceso de restauración
Estas obras tienen un impacto tanto en los participantes que con sus propias manos
llevan a cabo la conservación de un inmueble histórico, como también en la gente
que cotidianamente pasa junto a las obras que se ejecutan. En lugar de demolerse
“edificios viejos y dañados”, como se acostumbra en la mayor parte de los barrios
antiguos de las ciudades, con muy pocos recursos materiales y humanos, en menos
de una semana se consolidan inmuebles valiosos para las comunidades locales.
En México existe muy poca tradición de participación organizada de la sociedad en
labores de conservación del patrimonio. En cierta medida este hecho se explica por
la manera en que las instituciones de gobierno han manejado los inmuebles
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históricos. Un sector muy importante del público ha sido acostumbrado a recibir de
las
administraciones
gubernamentales
las
acciones
preservación
del
medio
construido, como si se tratara de un servicio público como la seguridad social, el
equipamiento e infraestructura.
Además, la forma en que se ha aplicado la normatividad de protección de
monumentos y zonas antiguas, aunada al manejo político que se ha hecho de las
acciones de restauración, han propiciado un evidente distanciamiento entre la
sociedad y su cultura material. Si a este hecho se agrega la visión distorsionada que
se suele tener acerca de los edificios de tierra, el panorama para este patrimonio es
poco alentador.
Sin embargo, los logros del SICRAT resultan profundamente significativos, pues
confirman la hipótesis de que solamente se puede prever un futuro viable para el
patrimonio edificado en tierra si sus propios usuarios lo valoran y actúan
directamente en su preservación.
Figura 6. Fachada principal restaurada
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