Chavismo y plebeyizacin de la existencia

Transcripción

Chavismo y plebeyizacin de la existencia
Chavismo y plebeyización de la existencia.
Aníbal Romero.
(2003)
El populismo latinoamericano se ha caracterizado siempre por una cierta
concepción acerca de lo que ser "pueblo" significa. En esta idea le siguen todos
los experimentos políticos de izquierda radical en la región, incluídos la
experiencia castrista y el chavismo en Venezuela.
Desde esta perspectiva el "pueblo" no es toda la nación sino sólo "los
de abajo"; además -así piensan- el "pueblo" es una mezcla de pobreza en lo
social, atraso en lo económico, ignorancia y torpeza en lo cultural y
resentimiento en lo ideológico. De hecho, sin pobres los "revolucionarios" no
perdurarían en el poder, pues los pobres requieren del paternalismo para
sostenerse, y al dejar de ser pobres no necesitan la generosidad del mesías de
turno. Por ello las revoluciones y el populismo multiplican la pobreza, y hacen
de los pobres un mito. Ser pobre, por definición, es ser "bueno", y los
pobres -consideran los revolucionarios- ni pueden ni deben ser "cultos".
El chavismo es, entre otras cosas, un fenómeno sociocultural, venenoso
y destructivo, que desafortunadamente tiene raíces profundas en una
Venezuela asediada por los mitos del petróleo y acosada por su pasado de
sueños frustrados. En su esencia, el fenómeno consiste en un esfuerzo
sistemático de plebeyización de la existencia colectiva, entendida tal
plebeyización como igualación "por abajo". Ello posibilita, por una
parte, el aumento del control político sobre una población subordinada y
culturalmente indefensa, y por otra parte satisface los rencores de un grupo
radical que sólo mediante la fuerza, la imposición y la violencia puede
destacarse, un grupo radical que ahora se aferra al poder por todos los
medios a su alcance. Para este grupo, plebeyizar al país es un imperativo de
supervivencia.
De allí que casos aparentemente aislados tales como, por citar sólo
tres ejemplos, el deterioro deliberado del Teatro Teresa Carreño, el
rechazo a los esfuerzos del Intevep y su gradual desmantelamiento, y
el evidente e inocultable odio de las autoridades educativas del régimen
hacia la Universidad Simón Bolívar estén estrechamente vinculados.
El Teatro Teresa Carreño representa para el resentimiento revolucionario
una expresión de lo que ellos denominan "cultura burguesa", y que contrastan
con la "cultura popular". Ópera, ballet, música clásica, teatro literario, cine de
vanguardia, son vistos como manifestaciones elitescas que, presuntamente,
chocan contra el espíritu del "pueblo".
Desde luego, en el trasfondo de esas convicciones se esconde un hondo
desprecio a ese "pueblo" al que pretenden proteger, pues lo que queda
implícito en las percepciones revolucionarias es que ese "pueblo" es
incapaz de asimilar las grandes expresiones de la civilización, y debe
permanecer hundido en el torpor. Algo muy similar se expresa en el daño
hecho al Intevep y en el odio hacia la Universidad Simón Bolívar. Es
trágico lo que el régimen ha llevado a cabo contra nuestra industria petrolera,
al arrancarle el corazón de su gerencia y de sus instrumentos de
investigación y desarrollo, garantizando de ese modo su eventual y
decisiva desnacionalización.
En cuanto a la Universidad Simón Bolívar, ésta siempre ha sido un
centro de excelencia académica reconocido dentro y fuera de Venezuela,
una institución pública que rompió el maleficio de las Universidades
populistas latinoamericanas, y que como tal ha hecho grandes esfuerzos
para cumplir su función social sin para ello sacrificar su nivel
académico. Mas esto no basta para los revolucionarios. Lo que éstos
realmente quieren -al igual que con el Teresa Carreño, con el Intevep, y
con todo lo que en Venezuela sea producto de una visión del pueblo como
sujeto activo y capaz de superarse- es destruír esas
instituciones o en todo caso humillarlas, extrayendo sus contenidos de
excelencia para en su lugar imponer el culto a lo villanesco.
Para el chavismo el "pueblo" es lo vulgar, lo ordinario, lo populachero, en
una frase: una turba proletarizada y manipulable a la que hay que seducir para
luego dominar. Ese "pueblo", según el régimen, no merece el Teresa Carreño,
ni el Intevep, ni la Universidad Simón Bolívar. Lo que el chavismo quiere de los
venezolanos es la sumisión; en lugar de enaltecer al pueblo, el chavismo
constituye la más nefasta, dolorosa y disolvente humillación que haya sufrido
nuestro pueblo en toda su historia independiente. Es una ponzoña anti-cultural,
una pasión plebeya, que exigirá de un poderoso antídoto intelectual capaz de
recuperar para nuestro pueblo, que somos todos los venezolanos, un sentido
de dignidad y una vocación de superación sin rencores. La mediocridad
chavista no triunfará en Venezuela.

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