Mitos de la Revolución

Transcripción

Mitos de la Revolución
Mitos de la Revolución
Por: Alejandro Rosas
Fecha: 03/10/2012
Verdades a medias o
mentiras completas, así se
fue
construyendo
el
imaginario colectivo sobre la
revolución
mexicana.
A
continuación algunos mitos
desmitificados. No todo es lo que parece.
Un plan sui géneris. El único plan político en la historia de
México en que el líder del movimiento notifica a su enemigo la fecha
exacta, con todo y hora, en que el pueblo debe tomar las armas es el
plan de San Luis firmado por Francisco I. Madero. Dicho documento
señala que los mexicanos deben tomar las armas el “domingo 20 de
noviembre a partir de las 6 de la tarde”. Y aunque circuló con fecha
del 5 de octubre, lo cierto es que Madero lo concluyó en San Antonio,
Texas, a finales del mes de octubre de 1910, pero le puso la fecha del
día 5, para evitar conflictos con las autoridades estadounidenses.
Francisco Villa ¿bandido o luchador social? Villa ha
provocado la fascinación de propios y extraños, en su figura se
funden realidad y leyenda: desde un Robin Hood a la mexicana,
hasta bárbaro incontenible tipo Gengis Kahn, a genial estratega del
nivel de Napoleón Bonaparte. El Centauro del Norte para unos, el
Quinto jinete del Apocalipsis para otros, el caso es que su revolución
fue más allá del bandolerismo. Aunque inculto (aprendió a leer muy
tarde), era un hombre simple que conocía bien las miserias de la
gente del campo; creía en el poder redentor de la educación; fue leal
con sus hombres y, bien o mal, actuó acorde con sus ideales. Ah, y
también derramó mucha sangre sin el menor remordimiento…
¿Indalecio o Ignacio? Existe la creencia equivocada de que la I
de Francisco I. Madero corresponde a Indalecio. No existe
documento alguno, ni entrevista, ni testimonio que pueda confirmar
esto. Hoy no queda lugar a dudas: la I es de Ignacio según señala su
fe de bautismo y el acta de nacimiento. Así fue bautizado por sus
padres ya que eran devotos de San Francisco de Asís y San Ignacio
de Loyola.
¿Zapata era un pobre campesino muerto de
hambre? Aunque la historia oficial ha presentado a Emiliano
Zapata como un indio pobre que se levantó en armas, lo cierto es que
era un pequeño propietario, dueño de un pedazo de tierra para
cultivar; tenía sus buenos caballos e incluso, en una ocasión, los
ingresos que ganó por una cosecha de sandías los empleó para
comprarse una botonadura de plata para su traje charro. Le gustaba
la comida francesa y el buen coñac.
El mito de la revolución. Siempre se dijo que el pueblo
mexicano “como un solo hombre” se levantó en armas contra
Porfirio Díaz y contra Victoriano Huerta. Hay que decir, que esta
afirmación es falsa. La revolución mexicana fue la suma de distintas
rebeliones, muchas de las cuales respondían a motivaciones
particulares y regionales. Además, el periodo más violento de la
revolución no fue enfrentando a Díaz o a Huerta, sino cuando los
revolucionarios se enfrentaron entre sí, en una lucha encarnizada
por el poder. Los supuestos héroes que se decía lucharon juntos y
unidos, terminaron asesinándose unos a otros, así, Carranza mandó
matar a Zapata; Obregón y Calles a Carranza y Villa; Se dice que
Calles mandó matar a Obregón y Calles fue expulsado por Cárdenas.
¿Un millón de muertos? Se tiene la creencia de que la
revolución mexicana tuvo un saldo de un millón de vidas. El dato no
es del todo correcto. El movimiento armado provocó un millón de
víctimas, entre muertos, heridos, desaparecidos y desplazados. De
esa cifra, 500 mil muertos fueron provocados por la epidemia de
Influenza de 1918, la hambruna y otras enfermedades y no por
combates. Los hombres que murieron en los campos de batalla no
llegaron a ser más de 100 mil.
¿Una constitución de todos los mexicanos? Aunque se dice
que la Constitución de 1917 fue un verdadero pacto social, que
consagró los “ideales” de la revolución para “todos” los mexicanos, lo
cierto es que fue absolutamente carrancista; fue hecha por los
vencedores. Con su “inmensa” generosidad el propio don Venus
señaló: “Hemos logrado triunfar en la lucha, pero no nos satisface
esto únicamente: no queremos ser felices solos, sino hacer partícipes
a todos de nuestra misma felicidad”. Y sin embargo, había un grupo
el cual no merecía la anhelada dicha: la “terrible Reacción”. A sus
ojos, los reaccionarios no eran solamente “las clases elevadas de toda
la República y los próceres del Capital”, ya en 1917 también lo eran
todos los revolucionarios derrotados: villistas, convencionistas y
hasta los viejos maderistas que nunca lo apoyaron. De la lucha
zapatista no tenía mejor opinión: “el zapatismo no es reacción ni es
nada”. La Constitución se discutió sin la participación de los
vencidos pero sí sobre sus restos.
¿Presidente espiritista? Francisco I. Madero adoptó con férrea
convicción la doctrina espírita desde 1891, y a pesar de que es más
conocido por su vida política, dejó una vasta obra sobre espiritismo:
Varios cuadernos con comunicaciones espíritas; artículos publicados
en periódicos como La Cruz Astral –que el mismo fundó- y que
firmaba con los pseudónimos de Arjuna y Bhima; ponencias que
presentó en los Congresos Espiritistas de 1906 y 1908. Comentarios
al Baghavad Gita, una de las grandes obras de la filosofía hindú, que
firmó como “un adepto” y finalmente un Manual Espírita, que
circuló cuando era presidente de México pero bajo el pseudónimo de
Bhima.
Tiempo del caos. De 1911 a 1940 la República tuvo dieciséis
presidentes. Cuatro fueron restos del naufragio porfiriano. Los
demás surgieron de los campos de la revolución. Ninguno pudo
gobernar en condiciones normales. Por momentos, poder y muerte
fueron sinónimos. Una revuelta anunciaba la siguiente. A una
traición le seguía otra aun más sofisticada. El viejo refrán se hizo ley:
“quien a hierro mata, a hierro muere”. Los porfiristas dejaron el
poder añorando la “mano dura” del dictador. Los revolucionarios
fueron incapaces de cerrar la caja de Pandora y paulatinamente
regresaron a las viejas formas de simulación y control porfirianas
creando un sistema antidemocrático alejado de los principios
fundamentales del movimiento iniciado en 1910. Años después,
cuando Daniel Cosío Villegas escribió La crisis de México (1946) y
anunció la muerte de la revolución mexicana a manos de su propio
régimen, no se equivocó en su juicio: “Todos los hombres de la
revolución mexicana, sin exceptuar a ninguno, resultaron inferiores
a las exigencias de ella”.
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