LA FAMILIA EN CRISIS Una aproximación conceptual Lic. Silvia

Transcripción

LA FAMILIA EN CRISIS Una aproximación conceptual Lic. Silvia
LA FAMILIA EN CRISIS
Una aproximación conceptual
Lic. Silvia Mesterman *
Introducción
Cuando un hombre y una mujer se encuentran e inician interacciones estables, comienza
entre ambos un intercambio de significados trascendentes para la nueva relación. Cada
uno llega al encuentro con una historia y su interpretación, además de un bagaje propio
de valores y creencias acerca de la pareja, los hijos y la familia. Sus experiencias en
común, los llevarán a la construcción de un paradigma propio, es decir, de un conjunto de
premisas compartidas que emplearán para dar cuenta del mundo y coordinar sus
actividades, recortando así, su sentido de identidad familiar.
En tanto las personas interactúan en congruencia con su paradigma, su vida en común
evoluciona en forma coherente tanto en sus aspectos internos, como con relación al
medio exterior.
Estos estados de relativo orden, nos indican momentos de la estructura familiar en los
que las perturbaciones provenientes tanto del ambiente externo, como de su interior, son
incluídas en la misma y los cambios se van produciendo en forma gradual, casi
imperceptible. En estas situaciones, el operar de la familia es implícito, en la medida en
que los supuestos, acuerdos y expectativas mutuas que rigen su funcionamiento, no
forman parte de la comunicación cotidiana entre sus integrantes.
Sin embargo, existen otros momentos evolutivos en los cuales una sumatoria de procesos
acaba con tal funcionamiento implícito. Los desajustes en el interior del sistema, superan
sus estados habituales. La incongruencia comienza a ser la pauta, y se desdibuja el
sentido de identidad de la familia. Sus miembros actúan de modo cada vez menos
coordinado, el malentendido y la distorsión en la comunicación se expanden, revirtiendo
alternada o simultáneamente, gran cantidad de aspectos definitorios de la estructura.
Valores, creencias, ideas, afectos, roles y jerarquías son cuestionados, al mismo tiempo
que se establecen diferentes alianzas y coaliciones, con el fin, por parte de algunos, de
recuperar el viejo orden, en tanto que otros, pugnan por introducir uno nuevo.
Decimos en este punto, que el sistema familiar ha comenzado a funcionar con predominio
del desorden. Esto significa que las situaciones que lo afectan, son de tal magnitud, que
exceden sus límites de tolerancia. Los integrantes de la familia han entrado entonces, en
lo que comunmente denominamos una "crisis".
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Características de las crisis
Qué es en realidad una crisis? El concepto se utiliza, con frecuencia, para definir estados
de confusión, de desorganización, de caos, tanto con relación a personas, como a
instituciones, familias, grupos de diverso tipo y hasta países. Diríamos que sus uso casi
se ha vulgarizado, para hacer referencia a toda clase de situación que pueda ser
asimilada al alejamiento de una modalidad habitual de funcionamiento.
En términos generales, la mayoría de los autores coinciden en señalar, que la crisis es
una situación en la que es inminente un cambio significativo en alguna dirección. Los
chinos, escriben la palabra crisis con dos ideogramas, uno, significa "peligro", el otro,
"oportunidad". El peligro, está en la adopción de actitudes o soluciones que lleven a la
pérdida, tales como la enfermedad, o la implementación de salidas abruptas que lleguen a
ser altamente perjudiciales. La oportunidad está en la posibilidad de encontrar alternativas
que conduzcan al crecimiento, aún en medio del dolor. Toda crisis es, indudablemente,
una oportunidad que encierra peligro; pero no por ello hay que evitarla, ya que
es necesaria para lograr alguna transformación relevante.
Decimos entonces que una crisis, puede ser visualizada como una tensión que afecta a
un sistema y que necesita un cambio en alguna dirección alternativa a la forma de
comportamiento habitual.
El modo en que se presentan los estados críticos es variable.
En algunos casos, predomina la explicitación en tanto sus participantes hablan de lo que
les ocurre y saben que los afecta con mayor intensidad, a medida que aumentan las
incongruencias y, consecuentemente, el nivel de tensión. Esto sucede, por ejemplo ante
la concreción de un divorcio, un accidente, la fuga de un hijo del hogar, etc. Sin embargo,
aún en los casos de mayor explicitación, casi siempre ocurre, que a nivel implícito
subyacen incuestionables supuestos, pactos y expectativas provenientes del paradigma
en base al cuál se constituyó la familia; tales implícitos, tienen una alta influencia en el
curso de los hechos. En otras situaciones, en cambio, la crisis se mantiene en un nivel de
baja explicitación, ya sea por verguenza, culpa, o dolor. Este puede ser el caso de
circunstancias tales como una relación extramatrimonial, un episodio de violencia, el
embarazo de una hija adolescente, etc. En este tipo de hechos,
muchas personas guardan secretos y no hablan de lo que sucede,
aumentando entonces, el nivel de confusión y desorganización de la familia. Es necesario
aclarar que en el curso de la crisis, estos estados no son fijos, sino móviles a lo largo de
un gradiente cuyos puntos extremos serían, la forma explícita y la implícita. Es indudable
que la familia, al oscilar entre estos
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polos, combina en cada momento de su evolución ambos aspectos y,
que cuanto mayor claridad pueda lograrse, mayor será la posibilidad de resolución del
conflicto.
Durante el desarrollo de tales situaciones, los mecanismos de control que regulan el
sistema, están debilitados. Reglas, roles, expectativas y valores, se confunden. Los viejos
problemas no resueltos, se reactualizan. Los miembros de la familia, ante la necesidad de
superar la situación, entran en contacto con personas de ámbitos diversos y las puertas
del sistema se abren, facilitando la entrada de todos aquellos que puedan tener alguna
influencia. De tal modo, padres, abuelos, amigos, vecinos, maestros, abogados, jueces,
pedagogos, médicos, y terapeutas, entre otros, se conectan con la familia en crisis.
Es importante señalar que las crisis pueden ser agrupadas en categorías diferentes,
según las características de la situación desencadenante. Si bién ninguna de ellas, se
presenta en forma pura, es posible, a los fines prácticos distinguirlas en: accidentales, del
ciclo vital y recurrentes. Las crisis accidentales suceden de manera totalmente sorpresiva
e imprevisible, como por ejemplo, un accidente, el incendio de una casa, la pérdida de un
trabajo, el embarazo de una adolescente, etc. Las crisis del ciclo vital, generalmente
surgen en base a condicionamientos biológicos y sociales y son siempre previsibles;
estas crisis, abarcan, el matrimonio, el nacimiento de los hijos, el ingreso en la escuela, la
adolescencia, la autonomía de los hijos, su ida del hogar y el envejecimiento. Algunos de
estos cambios evolutivos, ocurren en forma gradual,
otros, son bruscos y dramáticos. En el último tiempo, la transformación de la familia y la
sociedad, han llevado a convertir ciertas crisis tales como las de divorcio, de la
monoparentalidad y los nuevos matrimonios, en verdaderas crisis de desarrollo por la
frecuencia y la extensión con que se presentan. Las crisis recurrentes, se caracterizan por
su repetición cíclica, de modo que en forma regular, aumenta el nivel de determinadas
tensiones, como en el caso de la violencia o el alcoholismo. Este tipo de crisis, no
constituye en realidad un esfuerzo por producir algún cambio, sino por el contrario,
evitarlo. Existe entonces, una pauta relacional rigidizada, que surge cada vez que algún
miembro de la familia, intenta algún movimiento diferente del que esencialmente define la
estructura.
Finalmente, es necesario plantear, que las crisis tienen un carácter singular con relación a
cada sistema familiar. Esto es así, en tanto cada familia recorta su existencia en un
contexto único con relación a la historia de sus miembros, sus sentimientos, valores,
creencias, ideas, mandatos e inserción social y cultural. En tal sentido, la misma situación
que genera
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la crisis de una familia, es, irrelevante para otra. Podemos ver cantidad de ejemplos de lo
dicho: el bajo rendimiento escolar de un hijo o la repetición de un año, constituye una
situación crítica para algunos e intrascendente para otros; una relación
extramatrimonial, conduce al divorcio a muchas familias, en tanto que en otras, este
hecho no llega siquiera a provocar una crisis; la muerte súbita de algún miembro de la
familia, es también un ejemplo de una situación crítica, que puede dar lugar a una crisis
profunda o, por el contrario, aún en medio del dolor, producir un rápido reacomodamiento;
también las crisis del ciclo vital, son tomadas de modo muy diferente según la
especificidad de la familia, ya que para muchos algunas de ellas pasan desapercibidas,
en tanto para otros, constituyen el detonante de una gran desorganización, confusión y
caos.
Evolución de las crisis
Cómo se inicia una crisis? De acuerdo a lo expresado, esto sucede, cuando una situación
particular afecta muy intensamente a los miembros de una familia, superando sus niveles
de máxima tolerancia a la tensión. A partir de este punto, el desorden es la pauta.
Veamos lo dicho con un ejemplo:
Tomemos el caso de un matrimonio con tres hijos, y diez años de casados. En los dos
últimos años, la situación económica del esposo comienza a presentar serias dificultades.
Este hecho
tolerado con altibajos por todos los integrantes de la familia,
desencadena en una crisis cuando la esposa decide comenzar a trabajar fuera de su
casa, actividad que había abandonado al casarse. Los problemas, ya existentes en la
pareja, se agudizan al máximo, y sus efectos se traducen en importantes dificultades en el
vínculo entre ambos: falta de diálogo,interrupción de las relaciones sexuales,
malentendidos y desacuerdos con respecto a la organización de la vida en común,
diferencias con respecto a la educación de los hijos, descalificaciones y malos tratos de
diversa índole, etc. La situación ha llegado a su punto extremo, en tanto el paradigma de
base está cuestionado; el planteo de origen marcaba una clara distribución de roles, entre
el esposo como único responsable del sostén económico y la esposa como encargada del
cuidado de la casa y la atención de los hijos. El caos es cada vez mayor, y también la puja
entre aquellos que aceptan la nueva situación y los que pretenden continuar con la
anterior modalidad de funcionamiento. A esta altura, todos los miembros de la familia han
sido tocados por la novedad. Al esposo
le cuesta admitir su actual situación de debilidad ecónomica y la decisión de su esposa de
trabajar fuera del hogar; a la mujer, la pérdida de protección y sostén por parte de su
marido y su nueva condición de trabajo que la introduce en un mundo distinto del
doméstico; a los hijos, aceptar que ya no es el padre el único
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que sale de la casa. Todas estas situaciones, dan lugar a múltiples enfrentamientos y
conflictos que adquieren cada vez mayor intensidad. El marido se enoja porque no hay
provisiones o la comida no está preparada o su esposa no lo atiende como antes, la mujer
se siente agobiada por la sobrecarga y la falta de colaboración del esposo y los hijos,
éstos a su vez, están molestos por la situación y reclaman la presencia de la madre, no
aceptando que el padre se ocupe de ellos, etc.,etc.
Cuál es el posible curso de esta crisis? Variable, en tanto depende centralmente, de la
historia de la familia como grupo y de la de cada una de las personas que la integran; de
sus valores, creencias y expectativas; de la calidad de sus vínculos; y de su grado de
flexibilidad para el cambio. Veamos ahora, algunas posibles alternativas de evolución:
1.- Podemos suponer que esta familia ha llegado a su límite de extrema tolerancia a la
tensión y que sus miembros, por ensayo y error, intentarán algunas soluciones. La
necesidad de recuperar un funcionamiento congruente, los lleva entonces a la apertura
del diálogo y a la reconsideración de sus paradigmas básicos. La nueva función que la
mujer comparte con el marido, con relación al sustento económico, es un aspecto central.
En tal sentido, podrán plantearse una redistribución de las tareas domésticas en el
conjunto y, principalmente, entre los esposos; buscar nuevos espacios de intimidad para
la pareja; organizar una manera distinta para estar con los hijos y controlar el desempeño
de su
escolaridad; considerar un eventual cambio de horarios en la
escuela; etc. De este modo, y por medio de diferentes pruebas que combinen distintas
formas de organización, logran reducir la tensión, y recuperar una modalidad interaccional
que los ubica,
nuevamente, en una situación confortable. La posibilidad de
resolver la crisis en esta dirección, está directamente relacionada con una gran fortaleza
del vínculo entre los miembros de la pareja y con los hijos, generada, seguramente, en
una historia exitosa de superación de estados críticos. La flexibilidad para negociar las
diferencias, y el deseo de permanecer unidos, les permite entonces incorporar la novedad
a la estructura y producir un avance evolutivo. El peligro que encierra la crisis, da paso a
la oportunidad de continuar creciendo.
2.- Si, en cambio, el vínculo se encuentra debilitado debido a una inadecuada resolución
de los desajustes, a lo largo de la historia de la familia, el curso de la crisis puede tomar
otro camino. En efecto, es posible que a las dificultades existentes se agreguen otras
nuevas, y que la pareja, debido a su inflexibilidad, no logre superarlas manteniendo un
arrastre de cuestiones no resueltas. El sistema, cada vez más desorganizado y tenso,
llega a su punto crítico, cuando la esposa se entera que su marido ha establecido una
relación extramatrimonial. Este
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hecho,constituye la gota que rebalsa el vaso; ya que la situación, es absolutamente
incompatible con los valores y creencias de la mujer. Una nueva circunstancia, en este
caso extrema, se suma al desgaste ya existente y la señora decide el divorcio, que el
esposo acepta sin convicción. La estructura familiar al llegar a este extremo de la tensión,
no puede continuar más con el ordenamiento existente y se bifurca, buscando un orden
cualitativamente diferente. A partir de aquí, no es posible predecir cuál será la futura
orientación del sistema y su curso es ya irreversible. La familia se divide, y comienza una
etapa de búsqueda de una modalidad de funcionamiento alternativa. Los ahora exesposos tendrán que encarar un conjunto múltiple de cuestiones con el fin de lograr un
nuevo estado de congruencia. En tal sentido, deberán definir: una forma de tenencia y
visita de los hijos; la forma de proveerles alimentos y educación; el lugar de vivienda de
cada cónyuge; la distribución de los bienes; la relación con amigos y parientes; etc. Si el
acuerdo constituye la pauta que regula el proceso de divorcio, la familia, por sobre la
pérdida de su anterior estructura, podrá continuar su crecimiento en el contexto de alguna
configuración alternativa. Por el contrario, si los antiguos desacuerdos prevalecen por
sobre la nueva posibilidad; el litigio, y su destructividad, serán un grave obstáculo para la
continuidad en el desarrollo de las personas que conforman la familia divorciada.
3.- Otra posibilidad en el curso de la crisis, podría ser la cronificación de la situación y la
emergencia de algún miembro sintomático, que encubra con su problema el estado crítico
no resuelto. Puede suceder que alguno de los hijos comience a producir episodios
repetitivos de broncoespasmos, o serias dificultades en el aprendizaje; también que al
entrar en la adolescencia cualquiera de ellos presente problemas de drogadicción; o que
alguno de los esposos entre en un estado depresivo; etc. Cuando las crisis se vuelven
crónicas, es porque existe muy poca flexibilidad en los miembros de la familia, para
encontrar soluciones a las circunstancias permanentemente cambiantes que plantea la
vida. La dificultad para cambiar el paradigma, o de realizar el duelo ante una pérdida
significativa, llevan al desvío de la atención hacia algún emergente que, con su síntoma,
logra mantener intacta la estructura, aún a un alto costo.
4.- Los circuitos recurrentes de violencia, constituyen también situaciones crónicas que
desvían los motivos reales de la crisis. En efecto, puede suceder que en esta familia,
desde su origen, la violencia constituya una pauta relacional incorporada a la estructura.
De modo que, ante los diferentes desajustes y el consecuente incremento de la tensión
hasta el punto de máxima tolerancia, uno o varios integrantes del grupo familiar, recurran
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al estallido violento como manera de bajar dicha tensión. Esta violencia, psíquica y/o
física, varía desde los insultos y descalificaciones, hasta golpes de distinto nivel de
gravedad.
Así es que, por motivos diversos tales como: el nacimiento de un hijo, celos, desacuerdos
con respecto a algún tipo de decisión dentro de la familia, pérdida de un trabajo, una
enfermedad, un accidente, la mala relación por parte de alguno de los miembros de la
pareja con las familias de origen de sus cónyuges, etc.; la respuesta ante el aumento de
la tensión haya sido algún tipo de reacción violenta, en lugar de la búsqueda de
soluciones con flexibilidad y diálogo. Esta situación, al prolongarse en el tiempo, configura
un circuito interactivo repetitivo y rígido, con incremento de la frecuencia y la intensidad de
la violencia. En el caso que hemos tomado, la pérdida de poder económico por parte del
esposo, sumada al trabajo de la mujer, dan origen a una crisis paradigmática, en la cuál
podría ser que ninguno de los dos acepte, desde sus valores y ceencias, la nueva
situación creada. Una explosión violenta, disparada por cualquier elemento, logra producir
la baja de tensión, hasta que todo vuelve a
comenzar.
Por último, es importante destacar, que la evolución de una crisis de cualquier tipo, es
siempre un proceso temporalmente irreversible. Nada vuelve a ser como antes, después
de un estado crítico. Aún en aquellas circunstancias donde el cambio es imperceptible y
no existe transformacion estructural o, en los estados crónicos, o, en los circuitos
recurrentes, ninguna situación reproduce la anterior, sino que es siempre cualitativamente
diferente.
Selección de alternativas y Obstáculos para el cambio
El pasaje de una etapa vital a otra, no se realiza de una vez, sino en el curso de
oscilaciones de dificultad y grado diverso, entre el anterior orden y la nueva alternativa
organizacional.
Un tipo frecuente de problema se centra precisamente, en la selección de la nueva
alternativa, ya que los sistemas familiares se caracterizan por su capacidad para acceder
a múltiples formas de organización. En tal sentido, cuando una estructura familiar, es
"irremediablemente" perturbada, continuan siendo accesibles otras soluciones, para lograr
un funcionamiento adecuado. Tales posibles soluciones, o alternativas de bifurcación,
serán mayores, cuanto mayor sea la complejidad y desorganización del
sistema familiar. Las alternativas para una crisis relacionada con el ingreso a primer grado
del único hijo, de un matrimonio de primera unión; no son las mismas, que la crisis
originada por la drogadicción de un adolescente, en una familia ensamblada, con hijos
provenientes de las anteriores uniones de los esposos.
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Puede ocurrir que frente a la variedad de posibilidades, algunas familias presenten
obstáculos para realizar una elección, y, en
su lugar, opten por soluciones de compromiso tales como las que
hemos descripto
anteriormente: manifestaciones sintomáticas en alguno de los miembros, o circuitos
recurrentes de violencia que desvían los motivos reales de la crisis.
Otras familias, en cambio, intentan reorganizarse probando diferentes modalidades, pero
no consiguen definirse por ninguna y oscilan entre las viejas formas y sólo propósitos de
nuevos
funcionamientos. Este podría ser el caso de un matrimonio que no
puede decidir su crisis de pareja y fluctúa entre momentos de intento de diálogo y revisión
de acuerdos, con otros de separación transitoria, o con continuidad de la relación, pero
con convivencia en casas distinta, etc.
En otras situaciones, las alternativas seleccionadas son más de una, y compiten entre sí,
dentro de la organización familiar, manteniéndola en estado de indefinición. Esto puede
ejemplificarse con una familia en la cuál la crisis está vinculada con serias dificultades
económicas; si la mujer quiere trasladarse al interior para trabajar con su familia de
origen, en tanto su marido prefiere recomenzar con una nueva actividad sin proceder a
una mudanza, la situación puede permanecer durante un largo período, sin solución.
También puede suceder, que aunque los miembros de la familia hayan optado por alguna
nueva estructuración, esta no pueda constituirse en forma estable, debido a la falta de
continuidad para consolidarla por medio de interacciones recurrentes. Tomemos como
ejemplo una familia con una crisis adolescente. Si los padres, deciden modificar la pautas
que regulan la relación con el hijo o hija en lo que respecta al orden, los horarios de salida
y regreso, la colaboración en las tareas de la casa, etc. pero no tienen continuidad en las
consignas que imparten o, no exigen su cumplimiento, la nueva modalidad no logrará
instalarse.
Por último, es necesario aclarar que estas formas de resolución de las crisis no son
excluyentes entre sí, ya que en general aparecen en las familias, en forma combinada o
alternada.
Nos detendremos en este punto para plantearnos una variedad de interrogantes con
relación a nuestro trabajo clínico que dejaremos abiertos, para desarrollarlos en una
segunda parte.
Cómo establecer los nexos entre este modelo explicativo de las crisis familiares y nuestra
tarea terapeútica con las familias y parejas que nos consultan? Cuáles son los pasos en
el proceso terapeútico? Cómo encuadrar la consulta e intervenir con este tipo de
situaciones? Cómo transformar lo que sabemos en un hecho útil, para ayudar a que las
familias salten hacia nuevas alternativas?
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* Lic. Silvia Mesterman. Socióloga y Psicóloga, Terapeuta
Familiar. Directora del Centro Interdisciplinario de la Familia.
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