EL MUNDO/El Día de Baleares

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EL MUNDO. SÁBADO 25 DE JUNIO DE 2016
i ILLES BALEARS
LA CAMPAÑA DEL 26-J LA OPINIÓN
SIN PREJUICIOS
JOAN FONT
ROSSELLÓ
DERECHOS SIN deberes, delitos sin condenas, sufrimiento sin dolor, sexo sin riesgo,
borrachera sin resaca, prestaciones sin impuestos, mártires sin sangre. El sino de la democracia es presentar cualquier decisión como una síntesis de lo bueno y lo agradable.
Bondad y placer andan siempre juntos de la
mano. Nada de conflictos o elecciones trascendentes que conlleven un sacrificio ya sea
de lo bueno, ya sea de lo placentero. Nada de
responsabilidades, que no es otra cosa que
asumir las consecuencias de nuestros actos.
En nuestra Disneyland con final feliz, no
resulta extraño que tengamos antisistema
que, a la hora de la verdad, afirmen estar de
acuerdo con el sistema. ¡Faltaría más! Se ha
diluido el principio de contradicción. Es el
caso, no el único pero sí el último, de los llamados «cuatro de Bunyola», condenados a
una multa de 1.620 euros por un delito de
desobediencia grave por su participación activa en una algarada contra la visita de José
Ramón Bauzá a Bunyola en mayo del 2012.
Estos cuatro jóvenes invocan una cosa y la
contraria. Pretenden cortar el tráfico, desobedecer a la Guardia Civil, morder a un
agente e instigar a los manifestantes para linchar a Bauzá y, al mismo tiempo, pasar por
unos angelitos respetuosos con la ley y el orden público. Hablar de «rebeldes de salón»
no es ningún fuego fatuo. Lo son porque
quieren ser rebeldes sin arriesgar ni el dedo
pequeño del pie izquierdo. La desobediencia
civil es respetable siempre que se acate el peso de la ley. Lo que no es de recibo es pretender cometer un delito sin ser condenados y
encima aspirar a recibir el aplauso público.
Han tenido buenos maestros, la Asamblea
de Docentes sin ir más lejos. Así cualquiera.
Todas las épocas de la historia han contado con sus mártires, héroes y revolucionarios. Todos ellos sabían que enfrentarse al
poder tenía consecuencias y las han aceptado en carne propia sabiendo que, con su sufrimiento, estaban dando ejemplo a sus seguidores que de este modo reforzaban más
Los falsos mártires del separatismo
si cabe sus convicciones en la justicia de la
causa que profesaban. Desde un punto de
vista histórico, la forma de actuar de nuestros mártires de pacotilla es toda una novedad. Hace años, durante un juicio contra
nueve maulets encabezados por Rafel Sedano, ahora portavoz de Esquerra Oberta en el
Ayuntamiento de Calvià, me llamó la atención que los acusados negaran los hechos de
los que se les acusaba: una sarta de insultos
de grueso calibre y de amenazas de muerte
que habían lanzado contra Jorge Campos al
inicio de una manifestación. Yo mismo había
sido testigo de los hechos denunciados. La
extrema izquierda y el separatismo marginal
habían calentado el juicio. Sedano y los maulets fueron recibidos con ovaciones y aplausos en los juzgados de Vía Alemania. Durante la vista oral, en vez de reconocer los hechos, darles un significado político y asumir
el coste de sus faltas, como haría un revolucionario de verdad, los pobres diablos negaron los hechos, alegaron que quien estaba
haciendo política era el Estado por juzgarlos
y trataron de salir de rositas con la mínima
pena posible. Mi conclusión de aquella farsa
fue que el nacionalismo en Baleares ya no tenía mártires.
Este ritual de politizar los juicios por tumultos violentos se viene repitiendo cada vez
que los cachorros separatistas son llevados
al banquillo de los acusados. Exactamente el
mismo ritual, la misma terminología («els
nou de Palma», «els quatre de Bunyola», «feministes encausades» de la Iglesia de Sant
Miguel), la misma cantinela de la opresión
del Estado y de los abusos de autoridad de
las fuerzas de seguridad, el mismo abogado
defensor, Josep de Luis, ahora metido a político. Una violencia política, por cierto, que
nunca ha sido condenada por el PSM, PSIB,
Podemos y EU, conscientes de la capacidad
de coacción y de agit-prop de estos grupúsculos. Esta es la clase de héroes que somos
capaces de alumbrar. Héroes sin valentía, sin
dignidad, sin profundidad. Héroes de Disney.
No todo vale. Las salidas de pata de banco para criminalizar al adversario nos han
devuelto a la triste realidad: tenemos unos
partidos y unos medios de comunicación a la
altura de una sociedad moralmente enferma.
El PSIB todavía no se ha disculpado por
arremeter contra el diputado del PP Antoni
Camps por unas supuestas «afirmaciones
xenófobas y racistas» que aparecieron en la
cuenta de Facebook del menorquín. Estas
afirmaciones destilaban tanto infantilismo y
mal gusto que, sencillamente, no eran creíbles en boca de un diputado. En efecto, estaban manipuladas, tal como Camps denunció
al día siguiente. Lo que me deja perplejo es
la falta de luces y el odio africano, a partes
iguales, del redactor de los comunicados de
prensa de la calle Miracle. Sólo así se pueden
dar crédito a unas afirmaciones cuyo tono y
estilo ya denotaban que tenían que ser falsas
«La política se va pareciendo
a aquella definición totalitaria
que la consideraba como una
guerra por otros medios»
a la fuerza. Unas días después, Pedro Sánchez era víctima de las insidias de Podemos
y PP después de que alguien filmara con un
móvil al candidato socialista lavándose las
manos tras haber dado la mano a dos personas negras. El objetivo era atribuir a Sánchez el sambenito de «racista». Las redes
asociales ardieron para dar pábulo a la insidia. Y por último, tampoco entiendo el maremágnum alentado por algunos periódicos y
digitales por la sabrosa caldereta de marisco
que deglutieron los líderes de Podemos en
un conocido restaurante de Es Portitxol después del multitudinario mitin en Palma, como si todo el mundo, comunistas y bolivarianos incluidos, no pudiera cenar donde quie-
ra y de lo que quiera. La política se va
pareciendo a aquella definición totalitaria
que la consideraba como una «guerra por
otros medios».
Las nuevas tecnologías no son buenas o
malas por sí mismas, dependen del uso que
se haga de ellas. Y parece que muchos las están utilizando para espiar, atosigar, acosar y
perseguir a cualquier personaje público o relevante con la intención de obtener su minuto de gloria (lo llaman ahora trending topic,
una estupidez que indica el lodo relativista
en el que chapoteamos) a través de la divulgación de las imágenes furtivas por las redes
asociales. Encima, nos encontramos con periodistas que, lejos de denunciar estos atropellos contra la intimidad, se alinean con la
masa y tratan de «tontos» e «ingenuos» a sus
víctimas. Incluso ha habido un columnista
que le ha dedicado un artículo entero a Pablo Iglesias recomendándole que comiera
perritos calientes durante la campaña electoral. Me pregunto, en estas condiciones,
quién es el valiente que se quiere dedicar a
la política y si realmente no tenemos lo que
nos merecemos. Decía Churchill que una de
las principales razones que se podían aducir
contra la democracia era escuchar una conversación entre dos ciudadanos corrientes.
Ciertamente uno puede soportar la mediocridad, lo que es insoportable es que la masa
demagógica y resentida dicte el estado de
opinión. Paradójicamente, el Gran Hermano
no ha venido del control informativo centralizado de un régimen totalitario, como anunciaba la distopía de Aldous Huxley, sino de
la democratización de las nuevas tecnologías. El resultado es el mismo: la tiranía de
una chusma correveidile y chafardera que
escruta de pies a cabeza al individuo público
a ver si detecta alguna nadería, nimiedad o
detalle no acorde con los cánones de la corrección política dominante. Decía Tocqueville que no hay peor tiranía que la que ejerce la masa y la opinión pública. Peor, mucho
peor, que la de cualquier tirano solitario.
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