¡Cazuelitas!…dos cazuelas, un parche y un miple!, por - video-nano
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¡Cazuelitas!…dos cazuelas, un parche y un miple!, por - video-nano
Edición 08 2006 “¡CAZUELITAS!…DOS CAZUELAS, UN PARCHE Y UN MIPLE!, POR FAVOR” ! Dagoboerto Rubiano inicia su jornada a las 8 de la mañana los domingos y festivos en la colo-vía. Ésta es una de las frases que con más frecuencia dice Dagoberto Rubiano, un hombre de treinta y ocho años que dedica sus ratos libres a ‘despinchar’, reparar y hacerle mantenimiento a las bicicletas ‘averiadas’ de cuanto ciclista pasa por la carrera quince. Desde hace más de cuatro años, Don Dagoberto, Juliana (su hija mayor) y una de sus sobrinas se ganan ‘lo de los dulces’ – o en su defecto lo de la leche – trabajando en la ciclovía. Todos los domingos, festivos y en las jornadas de ciclo-vía nocturna, este hombre de mediana estatura, corpulento y ágil con las manos, se engrasa la ropa y junto con su hija reparan los ‘gallitos’ mecánicos de las bicicletas de sus fieles e imprevistos clientes. El resto de la semana Don Dagoberto cuida carros en Chapinero. Conocí a este particular personaje el domingo pasado luego de una afanosa caminata por la carrera quince. Era la una menos cuarto y la ciclo-vía iba a terminar pronto. Unas amenazadoras y gruesas nubes chispeaban sobre mi cabeza, parecían perseguirme cada cuadra que avanzaba. Cuando iba llegando a la altura de la noventa y cuatro, empecé a dudar que fuera a encontrar algo, alguna historia para hacer la crónica de esta semana. No había casi ciclistas y los pocos que pasaban, miraban el cielo y comentaban lo que tardaría en caer la lluvia. Pensé que con el aguacero que se avecinaba iba a terminar empapado, con la cámara que me habían prestado y sin historia alguna. De pronto oí una conversación ‘pasajera’: “Fresco llave, si piensa que no va a llover…no llueve” le dijo un ciclista a su compañero de ruta. Traté de aplicar con cierto escepticismo la filosofía del anónimo ciclista durante un par de cuadras y efectivamente, aminoró el chisporroteo. Justo antes de tirar la toalla, vi unas carpas blancas dos o tres cuadras más adelante (en la 98). Era una especie de feria artesanal. Decidí que ese sería el límite, no caminaría más. PLAZA CAPITAL Alejandro Posada Boada 1 Edición 08 2006 Frente a la feria que por cierto tenía casi todos los puestos cerrados, en una de las bahías de parqueo de la carrera quince que paradójicamente están decoradas con una señal de ‘prohibido parquear’, vi una aglomeración de ciclistas y lo que parecían ser unas bicicletas patas arriba y a medio armar. A medida que me acercaba pude identificar de qué se trataba. Saqué rápidamente la cámara y Los fieles e inprevistos clientes se refrescan mientras Dagoberto y Juliana empecé a tomar las primeras reparan los daños de las 'ciclas'. fotos. Me acerqué tímidamente y vi a algunos ciclistas refrescándose en un pequeño café que se esconde tras uno de los pocos árboles que quedan en la acera. Otros un tanto más impacientes o quizás curiosos, vigilaban como Don Dagoberto y su hija reparaban los inesperados daños mecánicos de sus ‘ciclas’. Bajo el árbol sobre una cobija de algodón, habían pedales, ‘rines’, pastillas de frenos, reflectores y asientos; miles de tuercas y tornillos que se desbordaban sobre el andén. Parches, neumáticos, míples y cadenas. Alrededor, habían canastas de plástico con más piezas, bombas de aire con diversas válvulas, bicicletas totalmente desarmadas, a medio armar, pinchadas y un llamativo pendón que anunciaba: ‘minutos a celular a 500’. En el pequeño peldaño de la bahía de parqueo, Dagoberto inspeccionaba los platos de una rueda trasera que había desarmado por completo. Su hija Juliana examinaba un neumático recién inflado en un tazón de plástico verde lleno de agua y su sobrina marcaba un número de teléfono en uno de los tres celulares a su disposición. Don Dagoberto estudió en varios colegios. Recuerda con nostalgia que en el que más duró era el colegio nocturno Rafael Bernal Jiménez, donde cursó hasta noveno grado. Allí conoció a ‘su mujer’ hace un poco más de diez y ocho años. “Luego vinieron las niñas, yo todavía era un sardino y me tocó abandonar la escuela… dejar los estudios aparte…un momento”, comentó más orgulloso que arrepentido. Aunque nunca se casó, Don Dagoberto y su mujer siguen juntos. Ella es un ama de casa que remienda ropa para cuadrarse unos pesitos adicionales. “Tengo una relación estable y fuerte con Clara Elvira y pese a no tener la bendición de la iglesia ella ha estado a mi lado desde que éramos unos pelados”. Optaron por no casarse porque opinan que no hay institución alguna que mande sobre su relación, “eso es de dios y nada más, yo amo a mi mujer a toda costa y no necesito un cura que me lo certifique” comentó. Actualmente tienen dos hijas, Juliana que acaba de cumplir la mayoría de edad y María Claudia que tiene doce añitos. PLAZA CAPITAL Alejandro Posada Boada 2 Edición 08 2006 Cuando no está reparando ‘ciclas’, Dagoberto cuida carros en el Centro Médico de la Policía en Chapinero (Calle 69 cerca de la Caracas) cerca del Parque de las Flores. Dice que lleva ocho años con este oficio que gracias a dios le alcanza para sostenerse. “La gente es muy amable, tengo mis clientes fijos muchos de los cuales han sido leales por más de cuatro o cinco años, no tengo muchos problemas de seguridad ni con la policía, ellos me dejan trabajar”, añadió mientas sacaba los rodamientos engrasados de la llanta de un nuevo cliente. “Buenas vecino, me colabora con este pedal que esta como fl o j i t o … ” i n t e r r u m p i ó u n ciclista. En menos de un minuto y al mejor estilo de ‘pitts’, Dagoberto arreglo el pedal mientras seguíamos conversando. Al mismo tiempo un par de niños se acercaron tímidamente, su padre preguntó si le inflaban el balón de fútbol que ya parecía uno de Rugby, Juliana saltó a la tarea. Mientras tanto, la sobrina de Dagoberto inspeccionaba un neumático y preparaba el parche. Este hombre repara entre veinte y treinta bicicletas en un dìa de trabajo. Compra las piezas en una almacèn de mayorista en el barrio Siete de Agosto. “¡El hombre-solo, por favor!”, gritó Dagoberto mientras seguíamos nuestra charla. Cual enfermera en cirugía, Juliana pasó la herramienta. Este hombre ya estaba reparando otra cicla. Me comentó que hace poco medos de dos años se graduó finalmente de bachiller, con una gran sonrisa en su cara me dijo: “soy bachiller hace poco, antesitos de que mi hija se graduara del colegio me dio como melancolía y pensé, no puedo dejar que mi hija me gane. Así que entre al centro de validación Capacitación 2000… le gané por dos meses”. Pese a que cuidando carros le alcazaba apenas para sostenerse, un día hace casi cinco años, Dagoberto decidió sacar su caja de herramientas. “Me cansé se estar en la casa y las necesidades no esperan, como yo era usuario de la ciclo-vía y siempre le había hecho el mantenimiento a mi cicla y a las de mi hijas, y pues como yo se de esto, decidí salir a buscar algo” comentó. Así que Don Dagoberto salió a la ciclo-vía, fue al centro, por la Boyacá y los distintos circuitos de la cuidad. Se dio cuenta que entre la calle setenta y seis y la ciento diez sobre la carrera quince no habían ciclo-talleres. De manera que se instaló en la noventa y ocho y así comenzó. “Todo lo que se sobre reparar bicicletas lo aprendí de a poquitos, siempre me ha interesado el cuento de las cosas mecánicas”. Dagoberto cuenta que desde que era un niño reparaba su cicla y que más o menos en el año ochenta, su hermana se ganó una bicicleta con una promoción del Ley. A penas pudo poner sus manos en la cicla la desarmó por completo. PLAZA CAPITAL Alejandro Posada Boada 3 Edición 08 2006 Recuerda con gracia que su madre y su hermana le dijeron: “¡Si ve! Ya se la tiró, ese muchacho siii…”. Desde entonces, los platos, míples, cadenas y parches son su pasión. Tras una sutil carcajada, Dagoberto se limpió las manos con su inseparable bayetilla que en algún momento debió ser blanca. En ese instante llegó uno de los hombres reclutados por la Alcaldía en el programa de Bogotá Sin Indiferencia para la ciclo-vía. Parecía uno de los policías de ‘Pacifc Blue’. Le preguntó a Dagoberto cuánto calzaba y la talla de pantalón. Don Dagoberto me explicó después que lo más probable era que se tratara de los uniformes que la alcaldía les va a regalar. Comenta que desde hace unos tres años, la Alcaldía vinculó a varios trabajadores informales de la ciclo-vía, los carnetizó y organizó. Dice que esto es porque habían ciclo-talleres mediocres que ofrecían reparar las bicicletas, pero que en últimas, esos arreglos eran un engaño. “Muchos de mis clientes venían de esos talleres, decían que les habían cobrado por un arreglo que una cuadra más adelante se dañaba”. Dagoberto lleva ya casi cinco años trabajando en este lugar, dice fue uno de los pioneros y el que descubrió la falta del servicio en el sector. Alega que sus clientes son muy fieles y que la gente en general es buena. Comenta que él trata de ser lo más amable posible y que en ocasiones, cuando un cliente tiene afán de hacer una diligencia cualquiera, les presta su propia cicla para que la hagan. Nunca lo han robado ni ha tenido problemas con su clientela. “La gente es muy buen, de hecho, a veces se me olvida cobrar o un cliente no tiene plata y ellos mismos vuelven a la semana siguiente y me pagan el favorcito. La gente es conciente cuando uno les colabora y les hace un favor.” Juliana le colabora a un par de niños inflándoles el balòn de fútbol, la paga es voluntaria. Su jornada en la ciclo-vía comienza alrededor de las ocho de la mañana, todos los domingos sin excepción. Su hija siempre lo acompaña y en ocasiones va su sobrina. Dice que nunca sabe cuando va a acabar, porque a veces se acaba la ciclo-vía y siguen llegando clientes. “En ocasiones, ya en la tarde, me piden que valla a sus apartamentos y cuando llego al barrio, no falta el vecino que quiera una manito”, dice con gracia. En promedio, Don Dagoberto repara entre veinte y treinta bicicletas en una jornada. Dice que le compra las piezas a un amigo que tiene un almacén mayorista en el Siete de Agosto y que las herramientas las ha comprado poquito a poco. PLAZA CAPITAL Alejandro Posada Boada 4 Edición 08 2006 Dagoberto es un hombre que vive agradecido con dios porque le da trabajo, amor y estabilidad. Una persona trabajadora, amable y positiva que anhela poder tener un ciclo-taller propio para trabajar todos los días. Por ahora, seguirá con una sonrisa en la cara trabajando de lunes a domingo por él, por su mujer y por sus verdaderos tesoros, sus hijas. ORIGINAL @ PLAZA CAPITAL Alejandro Posada Boada 5