alexandre astruc - Oscar Caballero

Transcripción

alexandre astruc - Oscar Caballero
LA VANGUARDIA 33
JUEVES, 26 MAYO 2016
O B I T UA R I OS
Profeta de la ‘nouvelle vague’
ALEXANDRE ASTRUC (1923­2016)
S
SUSAN RAGAN / AP
Maestro de voces,
rey de la radio
ALAN YOUNG (1919­2016)
Actor de cine, radio, teatro y doblaje
N
acido en el norte de Ingla­
terra el 19 de noviembre
de 1919, siendo niño ya se
trasladó con su familia a Edim­
burgo y después hasta Canadá. No
tuvo una infancia fácil. Angus Yo­
ung había padecido de niño
(cuando cambió su nombre de
Angus por el de Alan) ataques gra­
ves de asma que le mantuvieron
largas temporadas en la cama,
donde las emisiones radiofónicas
aliviaban su soledad. Con sólo tre­
ce años Alan Young ya tenía su
propio programa de radio y luego
saltaba con éxito a la televisión.
Profesional sin límites, en el esce­
nario o el plató, voz habitual en
producciones Disney y ganador
en 1951 de un premio Emmy, el
veterano intérprete ha muerto el
19 de mayo, a los 96 años, en un
centro para jubilados de Wood­
land Hills (California).
A pesar del acento escocés he­
redado de su padre, Alan Young
alcanzó una notable popularidad
en la radio norteamericana con su
Alan Young Radio Show (1944­
49). Debió interrumpir su carrera
cuando fue destinado a la Marina
canadiense durante la II Guerra
Mundial. En 1946 realiza su pri­
mera aparición cinematográfica
en Cómo le conocí, película en cu­
yo reparto figuraban asimismo
Jeanne Crain y Hattie McDaniel,
que seis años antes había sido la
primera actriz negra en ganar un
Oscar, concretamente el de mejor
actriz de reparto por Lo que el
viento se llevó.
Tras acompañar de nuevo a
Jeanne Crain en Androcles y el le­
ón (1952), cuyo protagonista mas­
culino era Victor Mature, Alan
Young empieza a intervenir en
series televisivas. A principios de
1960 es contratado para su perso­
naje más popular, el de Wilburt
Post en la serie Mr. Ed y al que in­
terpreta en 144 episodios. En el
ámbito del cine destacaron sus
actuaciones en El pequeño gigante
(1958) y El tiempo en sus manos
(1960), dos películas dirigidas por
George Pal, gran creador fílmico
en el terreno del género de cien­
cia­ficción. También es notable el
personaje del tío Gilito, otra pro­
La suya fue una de las
voces más
características de las
películas de Disney y
otros dibujos animados
ducción de Disney para la que se
creó la exitosa serie Patoenturas
(1987­1990).
La suya fue una de las voces dis­
neyanas más características y en
otras series de animación como
Los Pitufos o Alvin y las ardillas.
Con el tiempo se sabría que Alan
Young acudió una vez a una cita
con Norma Jean Baker, nombre
real de la futura Marilyn Monroe.
Alan Young contrajo matrimonio
y se divorció en tres ocasiones. De
sus uniones nacieron cuatro hijos.
LLUÍS BONET MOJICA
Hoy hace un año
Alfredo Gracia Ruiz
Antonio Soriano Crespo
Aurora Durán Alonso
Benita Lerma Alfonso
Bernardino Pérez Sánchez
Cesáreo Del Rio San Martín
Concepció Rubio Guiu
Dolores López Aranda
Florencio Baldovinos Genestar
Francesc Camps Codina
Francisco Maldonado Hidalgo
Germán Domínguez Muiños
Hortensia Cervera Torres
Inmaculada Armengol Janer
Joan Alario Navarro
Joan Picart Boada
Jordi Masides Davi
José Céspedes Amat
Josep Canut Martinez
Luis Cabañero Argudo
Manuel Moliné Sans
María Jurado Salmerón
María Marin Lacosta
Maria Rigo Rocañin
Mariano Álvarez Sabugo
Marita Corominas I Sado
Montserrat Sala Ponsati
Patrick John Lawlor
Pompeu Huguet Coll
Ramona Pardo Mayral
Roberto Herraez Abad
Rolf Köpcke
Roser Romaní Òliva
Teresa Morales Torres
Victoria Paul Martín
Listado publicado por cortesía de Serveis Funeraris de Barcelona.
i Descartes hubiera co­
nocido el séptimo arte
en lugar de escribir su
Discurso del método lo
habría filmado”: en 1948, en un
artículo titulado Nacimiento de
una nueva vanguardia, la cáma­
ra pluma, considerado luego
una especie de profecía de la
nouvelle vague cinematográfi­
ca, Alexandre Astruc, fallecido
en París a sus 92 años, dejó sen­
tada su ambición de hacer del
cine “el arte de todas las artes”.
De la repercusión de aquel
artículo, publicado en la revista
especializada L’Écran français,
da la pauta este comentario del
escritor Raymond Queneau:
“Alexandre, usted acaba de pa­
sar a la posteridad”.
La intuición de que una cá­
mara podía lograr algo más que
un entretenimiento tuvo mu­
cho que ver con la personalidad
de este descendiente de una lar­
ga línea de protestantes de Ce­
vennes, hijo de un periodista,
formado en la escuela politéc­
nica por amor a las matemáti­
cas, dividido con el que le des­
pertaba la poesía. Finalmente
ganan los versos y el estudiante
se muda a Filosofía y a Letras
modernas. Será periodista en el
legendario Combat, junto a Ca­
mus. Y crítico, ensayista, nove­
lista, cineasta, realizador de te­
levisión.
Sobre todo, respaldado por
sus publicaciones en periódicos
de la zona libre bajo la Ocupa­
ción, desde 1945 se convertirá
en un personaje de Saint­Ger­
main­des­Près. Amigo de Jean­
Paul Sartre –es autor del primer
artículo sobre El ser y la nada y
más tarde rodará un documen­
tal sobre Sartre–, Albert Camus
y Juliette Gréco, practica el
dogma de ni un día sin imagen,
de una a otra sala de la Rive
Gauche. Y entroniza iconos co­
mo Robert Bresson, Roberto
Rossellini, Alfred Hitchcock u
Orson Welles.
Alta silueta bohemia, lleva un
salvoconducto intelectual bajo
el brazo: Les Vacances, su pri­
mera novela, publicada ese mis­
mo año por Gallimard. Pero su
obsesión es el cine; es decir, la
cultura, porque como lo procla­
maba su artículo fundacional,
“ningún tema es ajeno al cine,
Escritor y cineasta
FRANCOIS GUILLOT / AFP
ya sea filosófico, metafísico,
matemático...”. Si aprende la
técnica como asistente de Marc
Allégret, en un rodaje de 1946,
seis años más tarde es él quien
dirige. Su ópera prima, Le Ride­
au cramoisie (el telón carmesí),
adaptación de Diaboliques, de
Jules Barbey d’Aurevilly ,recibe
en 1952 el premio Louis Delluc.
Tres años más tarde, su Les
Mauvaises rencontres (las ma­
las compañías) es elogiado por
un crítico feroz, François Truf­
faut, quien dice haber vislum­
brado en esa película “el cine
que yo deseo hacer”.
Si ya era mimado por la críti­
ca, con Une vie (1958), inspirado
en un cuento de Guy de Mau­
passant, llega el éxito de taqui­
lla, que le permite encadenar
con La Proie pour l’ombre (pre­
sa de la sombra), con los jóvenes
Annie Girardot y Daniel Gélin
y, en 1961, con un Flaubert, Édu­
cation sentimental.
Pero ese arte total es también
una industria: dos tropiezos
económicos sucesivos le quita­
rán del plató. No íntegramente,
porque se inscribe en los balbu­
ceos de la televisión con brillan­
tes adaptaciones (de Poe a Bal­
zac), un aplaudido filme histó­
rico sobre Luis XI y un singular
documental sobre Évariste Ga­
llois, ese genio de las matemáti­
cas muerto a los 20 años y a
quien también dedicará un en­
sayo.
De la televisión, en la que
triunfa, lo echa la política: como
había sostenido a Giscard, Mi­
tterrand, apenas instalado en el
Elíseo, sugiere que la televisión
nacional le olvide. El hombre
que profetizara la cámara plu­
ma se queda con la escritura.
Con el mismo desinterés por los
detalles de la vida cotidiana y el
mismo éxito, reflejado en el
premio Roger Nimier de 1975 a
su Ciel de cendres (cielo de ceni­
zas) o el René­Clair, de la Aca­
démie française, en 1994, al
conjunto de su obra.
ÓSCAR CABALLERO

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