Vázquez de Sola - El Viajero Alado

Transcripción

Vázquez de Sola - El Viajero Alado
Vázquez de Sola Nació en San Roque (Cádiz), poco antes de la Guerra Civil, en el seno de una familia de “derechas y de orden”. Educado según los valores de la época, primero en el Instituto de La Línea y luego en el Ilustre Colegio Seminario de Teólogos y Juristas del Sacromonte de Granada, de donde sale sin terminar sus estudios, posiblemente por las ya visibles divergencias de su pensamiento con el de sus preceptores. En Granada, comienza algo más tarde su carrera periodística en el Diario Patria. En aquellos tiempos, todos los periódicos españoles exhibían la misma línea política; llamados unos del Movimiento y otros de Editorial Católica. Dejaban poco espacio a la expresión de las inquietudes del tipo de las que, ya entonces, ocupaban el pensamiento del artista. Desde el punto de vista político, Vázquez de Sola va radicalizando su ideología en la medida en que madura dentro de un entorno que le muestra, despiadadamente, qué significan palabras como fascismo, represión, capital, etc. Esta circunstancia le hace militar clandestinamente en el Partido Comunista de España a partir de 1951, recibiendo su primer carné del PCE en 1960. Después de atravesar algunas dificultades con las autoridades del momento, sufriendo por ello diversos actos de censura, despidos, deportaciones a regiones alejadas aunque dentro del propio territorio español, abandona el Diario Madrid del cual era colaborador fijo, así como Televisión Española –donde presentaba el programa La Noche del Sábado, dibujando ante las cámaras caricaturas de los participantes‐ y se marcha a París a pie. Corría el año 1959. En la capital francesa duerme bajo los puentes del Sena, pasando así una temporada difícil, sin lugar a dudas, hasta la publicación de “La Gran Corrida Franquista” en Le Canard Enchainé, el periódico satírico más importante de Francia. La recepción fue inesperada ante la gran demanda suscitada, el periódico realizada una tirada especial de un millón de ejemplares. A partir de ese momento, su vida profesional se estabiliza, es ya por entonces un periodista francés, manteniéndose en la profesión durante 30 años y formando parte de la dirección de su periódico. Trabaja en Le Canard, Le Monde, Le Monde Diplomatique, L’Humanité, etc. Publica libros, realiza numerosas exposiciones personales y colectivas, colabora en programas de radio y televisión. En 1972 en Bordighera (Italia), recibe la codiciada Palma d’Oro y el Nasreddin Hoca en Turquía, en el año 1974. Consagrado ya para el dibujo satírico y político, potencia cada vez con más fuerza otra de sus vertientes, la de pintor y es así que pasa del pequeño formato, creando obras en las que poco a poco depura su estilo personal. Los años 70 motivan al artista a soñar de otra manera, ahora realiza grandes cuadros al óleo, donde sin las bridas de los colores blanco y negro característicos de la prensa escrita y sin la cota de los 12 ó 15 centímetros cuadrados donde plasmar su idea, encuentra una nueva línea en el orden profesional. En 1996, se retira del trabajo periodístico, instalándose en España. A partir de ese momento, se dedica a escribir, pintar y a hacer exposiciones monográficas. EL MÉTODO ANDRÉS, por Antonio Álvarez‐Solís Para entender a un pintor es vital saber cómo se coloca ante la persona u objeto que va a trasladar al lienzo. Saber lo que le interesa realmente. Por ejemplo; ¿qué ve Vázquez de Sola –mi querido clandestino‐ en los personajes que retrata en su “Comedia d’ell Arte”, su admirable obra coral? Mejor aún ¿cómo procede para trasladar sus personajes al lienzo, a fin de que sigan vivos y no se queden en muñecos –aunque admirables muñecos en este caso‐ de un calendario ya sin fechas? Los artistas irrelevantes recurren al canon, pero alguien que está hecho de emociones radicales, de comuniones espirituales, necesita que digamos de él algo más sustancial. Andrés es un revolucionario. Y un revolucionario, sobre todo, cuando se trata de un clandestino social como es Andrés –Andrés siempre se esconde detrás de su caricatura‐ ¿Qué palpa bajo el hábito de personajes como Carlos IV, Fernando VII o cualquiera de los figurones que formaron parte de aquel 1812 que alumbró la Constitución de Cádiz, una transición más de esta España que transita permanentemente sin llegar a detenerse jamás para encontrarse a sí misma? Para entender a esa España circular hay que abrirle el alma con el escalpelo de las emociones. España no puede ser leída académicamente porque no tiene alfabeto. Para entenderla hay que emocionarse mucho. Y Andrés Vázquez de Sola es un personaje hecho de emociones, por tanto, preparado para saber que las emociones constituyen la pulpa del individuo, si es que aspiramos a comprenderlo para describirlo con exactitud. España es, en definitiva, el guardia civil de grandes bigotes que penetra en el mesón de los gitanos y pregunta con poderoso imperio qué dónde está ese pavo. Yo no he creído jamás que la naturaleza sea sabia. Si lo fuera, Vázquez de Sola, Goya y Valle Inclán habrían nacido trillizos y, juntos sobre un caballo, hubieran presentado a grandes voces el sonoro circo español. Pero yo quería aprovechar la ocasión de esta exposición de Vázquez de Sola sobre la Pepa, para hablarles del método pictórico de ese sanroqueño, que logró regresar con fama grande desde París sin haber aprendido a nadar. ¡Qué español en el fondo! ¿Qué hace Andrés para que sus personajes se reflejen con tanta profundidad en el cuadro? Algo muy sencillo para él y muy difícil para tantos artistas. Andrés desnuda de su carnalidad al personaje y ordena al que va a ser retratado que coloque su espíritu en una u otra posición. A mi me retrató como “Otro caballero de la mano en el pecho” y para ello desnudó mi “ego” –y casi mi “ello”‐ y le ordenó que pusiera una mano sobre una hermosa teta femenina a la que la derecha llama mama, para limpiar al espectador de toda incitación corruptora. Luego añadió mi barba de entonces y fue colocándome ropa encima para dejarme como un santo vestido, todo palo por dentro y rostro confeso por fuera. Lo esencial era mi secreto espíritu, que Andrés había convocado. En esto consiste, repito, el método Andrés. El artista evoca en oración tántrica al personaje, atrayéndolo el pintor hacia sí con una risa sensual, honesta pero malvada, ya que no hay nada tan malvado como una risa suave y pérfida, que son dos esdrújulos impresionantes. Luego de acudir a la llamada del personaje, que ha sido pescado con cebo vivo, procede Andrés a desnudarlo hasta la última prenda convencional, dejándolo en espíritu picado. Todo sustantivo, nada adjetivo. Y tras ello, empieza la tarea de reducirlo al rostro, al gesto, a los ojos. Poca anatomía más. Si acaso, un culo, un seno, una mano, cualquiera de esos excedentes con la naturaleza nos hace pecar de deseo perverso hasta la inocencia. Vázquez de Sola es un agente secreto de alguien muy secreto. Por eso recomiendo a quienes acudan a sus exposiciones y, en especial, a esta del Bicentenario de la Pepa, que no se hagan preguntas que resultarían intempestivas. La realidad verdadera, espiritual de Andrés sabremos cómo era cuando se acabe, es decir, cuando huela, como me dijo un albañil al que pregunté con cierta alarma por mi amigo, en ocasión en que fui a recogerle a su casa para comer y nadie me respondía. El albañil, que trabajaba en una obra del piso de enfrente, me animó diciéndome con razonable simpleza que habría salido y que no me alarmara, ya que si se hubiera muerto, olería. Queda poco que añadir en esta ocasión acerca de este monumental artista que se ríe del mundo porque lo ama. Si es el caso, agregaré una serie de cosas más si llego a escribir su biografía, que es lo que necesito para hacerme famoso. elviajeroalado.com

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