El diseño os salvará`

Transcripción

El diseño os salvará`
El diseño os salvará
El diseño os salvará’
Hace algunos años, Giorgio Antei, profesor investigador de la Universidad Nacional, en una de sus tantas
conferencias determinaba: “somos una cultura literaria creemos (...) que como diseñadores hay que hacer frases bellas…”.
Tiene mucho de cierto esta aseveración; tenemos
por cultura un enorme lastre literario que nos niega
el sacar la cabeza en un mundo donde la imagen es
ama y dueña de la comunicación visual.
Desde las propias aulas universitarias, y digo esto
con conocimiento de causa, se le da mayor o toda
la importancia a la parte racional literaria del mensaje que a la parte gráfica, esa parte sublimal-emocional del ojo. Si bien esto ya es un problema en sí,
el otro es que el diseñador en este país del Sagrado
Corazón no es lo suficientemente visual, ya que un
alto promedio de estos profesionales no sabe leer ni
escribir; no es el sentido formal del método de la escritura o el pensamiento, sino que simplemente no
sabe construir las ideas. Por ello nos saturamos en la
fórmula tradicional de estar haciendo tanta literatura
respaldada por una imagen.
El ámbito laboral determina el consumo y la producción como medida del buen éxito, a su vez, las universidades determinan la calidad de su enseñanza
en estándares semánticos. En suma, en la actualidad
el diseño existe independiente de unos términos que,
aunque sigan designándolo, ya no lo definen en su
realidad, sea esta laboral o académica.
Maestro Marcelo Meléndez Peñaranda
Maestro en Bellas Artes, P.T.C
Coordinador Área de Diseño
Programa de Diseño y Producción Gráfica
Corporación Universitaria Unitecw
¿Por qué hablar de diseño en términos de imagen?
Si nos basáramos en estudios de la propia mercadotecnia y la publicidad sobre la receptividad que tiene
los medios gráficos, desde vallas hasta plegables de
bolsillo, creo, no colocaríamos un título más. La práctica me indica que por lo menos el 80 % de quienes
ven estas piezas no leen los avisos y sólo un 15 %
lee los títulos. En consecuencia, estoy hablando de
un cuestionamiento del énfasis que se da en hacer
literatura publicitaria; la mejor publicidad es la que ha
creado imágenes a través de la imagen. En diseño,
una buena situación que rodee un producto es mucho más permanente que la literatura que se desarrolle alrededor de esa imagen.
Nuestro medio destaca por su analfabetismo, el cual
no implica el no saber leer, sino el leer muy poco; la
gente no lee, sencillamente no le gusta leer. A esta
patología se le suma un aprendizaje lleno de prejuicios y recetas del conocimiento, las cuales puede que
ofrezcan garantías técnicas y opciones tecnificadas,
pero que poseen una enorme distancia en identidad
y formación.
En lo más formal y objetivo de nuestro medio, todo
está catalogado: desde su enseñanza en las aulas
universitarias hasta su proyección empresarial; mas
la inspiración y la innovación genuina todavía tienen
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mucho que decir en este caos visual cada vez más
saturado.
Así, algunos diseños que son muy ingeniosos –y con
frecuencia sencillos– triunfan de tal modo que proporcionan al cliente una imagen competitiva que sobrepasa el éxito limitado y temporal de los eslóganes
de la publicidad o el marketing. Por lo tanto, el compromiso del diseño con el mensaje explícito es un
compromiso creado sencillamente, porque el diseño,
en todo su género, ha estado siempre a disposición
de la comunicación comercial, a través de mensajes
publicitarios.
Por otra parte, el diseñador aquí en Colombia, en vez
de tratar parecerse a sus colegas europeos o norteamericanos, debería estar en procura más por un
lenguaje de la imagen propia de sus audiencias. En
su ámbito el diseñador reconoce su propio paisaje, es
más consecuente con su época, es capaz de devolver a su propia cultura el reflejo de sí misma. Poéticamente se puede decir: es el testimonio de su tiempo;
y aquí es donde aparece el riesgo que nos condena:
el bajar a los mismos niveles de un público consumidor, cuando el punto está en ayudarlo a reconocer
su época, devolverle su propio paisaje en una forma
vivencial; así, todo buen diseño apropia condición de
uso y sentido humano.
Un objeto, una imagen gráfica, puede dejar marcada la retención de un producto o una empresa en la
mente del público y transmitir una clase y una calidad
que enseguida se torna en la envidia de sus competidores. Una prueba fehaciente de lo anterior es la
enorme y pobre copia de múltiples productos, de infructuosas imitaciones que intentan sacar partido del
triunfo de un buen diseño. Nuestra Colombia goza
de muy buena reputación en ese menester de la imitación, el cual, más allá de nuestra identidad folclórica y artesanal, no nos permite (fuera de dispersos
y contados concursos y convocatorias) el encontrar
ese propio paisaje.
Ahora, toda esa carga literaria se reafirma en una
educación casi omnipresente, con procesos de un
continuo cambio e intercambio, material y simbólico,
que se extiende desde las personas próximas de la
familia y la comunidad en la cual se nace y se crece,
hasta la compleja extensión de las aulas universitarias, en las cuales la pretensión de la individualidad
confunde el sentido del ser. Es la universidad un incesante fluir de saberes, acciones y deseos que constituyen la panacea del conocimiento y, si esto suena
literario, el lenguaje, que es el vehículo para su comprensión, se distancia en significado al propio conocimiento, elaborando un constante murmullo que como
arsenal procura toda una variedad de lenguajes mal
entendidos y aplicados como certeras verdades.
El diseño es conocimiento que valora la imagen como
su propio lenguaje y es el lenguaje el punto crucial
de la experiencia humana a lo cual su dominio y uso
constituyen la posibilidad de progreso individual y
colectivo. Por ello, hablar de desarrollo humano es
hablar de educación y hablar de educación es hablar
de lenguajes.
Es entonces por prejuicio que hablamos de la historia del arte o de la cultura universal, como preceptos
del pensamiento creativo, y sin el cuestionamiento
de lo temporal, se incurre en la formulación de ideas
trasnochadas y estrechamente concebidas, a lo cual,
porque no valorar una historia del diseño, pues en
esto que sentido tiene el decidir un concepto como
premisa de pensamiento, si éste es inherente al conocimiento mismo, es este el talón de Aquiles una
cultura literaria que en el diseño se establece como
un conocimiento rancio cuyo empeño falso es reinventar la imagen, esta enseñanza que viene de los
recursos con que cuenta, de hacer metódica la propia
educación sin saber lo que enseña sin conocer su
propio lenguaje.
Por que todo aquello que es humano requiere un
lenguaje particular para ser “construido”, no para ser
enseñado.
Referencias
MCDERMONT, Jim. The Institute of Packaging. McGraw-Hill. s. d.

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