Trabajo CON portada

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Trabajo CON portada
INSTITUTO INTERNACIONAL DE COSTOS
XIII CONGRESO INTERNACIONAL DE COSTOS
LA GESTION DEL CONOCIMIENTO EN PERSPECTIVA: UN
ENFOQUE INTEGRADO AL CONCEPTO SOCIAL
AUTORES:
AMBROSINI, MARCELA SUSANA
[email protected]
DEMONTE, NORBERTO GABRIEL
[email protected]
GARCÍA, LAURA GRACIELA
[email protected]
[email protected]
Area temática: Abordajes comportamentales, sociales y críticas a la contabilidad de
gestión
Palabras clave: gestión holística, conocimiento organizacional, sociología del
conocimiento
Metodología: interdisciplina / crítica
Oporto, Portugal, Abril de 2013
LA GESTION DEL CONOCIMIENTO EN PERSPECTIVA: UN ENFOQUE
INTEGRADO AL CONCEPTO SOCIAL.
Palabras clave: gestión holística – conocimiento organizacional – sociología del
conocimiento
RESUMEN
El propósito del presente trabajo consiste en abordar la temática vinculada a la gestión del
conocimiento desde una perspectiva integrada con elementos propios de la sociología del
conocimiento. De este modo, se persigue complementar las proposiciones básicas de la
gestión del recurso a través de conceptos que permiten diversificar su enfoque.
Se exponen las bases principales sobre las que sostiene la gestión del conocimiento,
especialmente en cuanto a los tipos de conocimiento tratados en la bibliografía así como
también diversas nociones derivadas del campo sociológico pertinentes a la complementación
del tema. Se indaga acerca de las posibles conexiones entre ambas orientaciones a partir de
una estrategia interdisciplinaria.
Se debate acerca de las distintas configuraciones del conocimiento como hecho social, en
cuanto esta característica es propia de la actividad de las organizaciones, y los diferentes
matices que conciernen a la actuación de las mismas y que presentan puntos de contacto de
validez para una efectiva implementación de la técnica bajo tratamiento mediante la
interrelación conceptual.
Los resultados se presentan a través del desarrollo de una serie de articulaciones disciplinares
que contribuyen a amplificar las bases de tratamiento corriente de la gestión del conocimiento
desde la administración, deduciendo aportaciones y cuestionamientos de significación y
alcance en su implementación.
INDICE
INTRODUCCION
RESEÑAS DE REFERENCIA
EL CONOCIMIENTO TACITO Y EL CONOCIMIENTO CODIFICADO
CONVERSION DE CONOCIMIENTO
ATRIBUTOS DEL CONOCIMIENTO
CONOCIMIENTO FACTICO Y CONOCIMIENTO VALORATIVO
CONOCIMIENTO COMO STOCK Y COMO FLUJO
INTERRELACIONES CONCEPTUALES E IMPLICANCIAS EN LA GESTION
Conocimiento y error
Conocimiento y racionalidad
Limitaciones del conocimiento tácito
Limitaciones del conocimiento explícito o codificado
Importancia del conocimiento implícito
Combinaciones de conocimientos
Trascendencia del conocimiento activo
CONOCIMIENTO Y CONTEXTO
CONSIDERACIONES FINALES
BIBLIOGRAFIA
INTRODUCCION
Enmarcada en las nuevas tendencias del management, aunque registra numerosos
antecedentes en la economía de la empresa y la psicología laboral, y potenciada por la
disponibilidad de estructura tecnológica imperante, la gestión del conocimiento ha tomado
una trascendencia significativa en los últimos tiempos. Con discrepancias conceptuales pero
con iniciativas tendientes a crear, compartir y reutilizar conocimientos colectivos, las
organizaciones recorren diferentes caminos bajo estrategias pragmáticas para posibilitar la
concreción de su implementación.
En base a la percepción de que el conocimiento se ha convertido en uno de los intangibles
más valiosos de las empresas generando un cambio en el eje de la competitividad,
inicialmente basada exclusivamente en los costos, se admite que al igual que otros recursos, el
conocimiento debe gestionarse con la particularidad que difícilmente los conocimientos
organizativos puedan sustituirse o reproducirse. La bibliografía sobre el tema aborda
diferentes metodologías o propuestas de modelos pero concuerda en que, como toda gestión,
se trata de un proceso único y propio de cada organización.
El fenómeno del conocimiento ha sido abordado desde diferentes disciplinas de las ciencias
sociales entre las que se destacan, en ramas específicas, la filosofía y la psicología, ambas
orientadas a un sujeto individual y cognoscente que establece una relación dada con un objeto
real o ideal. Si bien las disciplinas mencionadas sin dudas poseen mucho que aportar a la
administración, la gestión del conocimiento, basada en el aprendizaje de las organizaciones
como sistema, requiere complementarse fundamentalmente con abordajes en los hechos
sociales más que individuales.
Aunque no resulta práctica habitual del management sustentar sus proposiciones y técnicas en
conceptos y teorías desarrollados por las ciencias básicas, sino por el contrario, con frecuencia
suele abstraerse de las mismas en la pretensión de convertirse en una disciplina autónoma y
con orientación fuertemente pragmática, consideramos que la gestión debe ser abordada
esencialmente de manera interdisciplinaria si se pretende una comprensión de la misma que
verdaderamente esté en condiciones de ofrecer soluciones eficaces a las problemáticas de las
organizaciones.
La sociología del conocimiento estudia la génesis, social e institucional, de los conocimientos
así como su validez teórica y/o científica afirmando que los conocimientos emergen y se
validan en condiciones sociales particulares y concretas. En cierta forma, particulariza el
conocimiento en función de ciertos contextos lo que conduce a poner en duda no sólo la
validez del conocimiento como tal sino también del ámbito a partir del cual el mismo se
operacionaliza.
El propósito del presente trabajo consiste en complementar el desarrollo de la gestión del
conocimiento desde la disciplina administrativa con aportaciones de algunas nociones de la
sociología, y más específicamente de la sociología del conocimiento, que permitan ampliar la
perspectiva de la gestión en vistas al logro de una más propicia implementación de la misma
en cuanto contribuye a su comprensión y análisis de su impacto.
En este sentido, se contextualiza en primer lugar, a modo de reseña, la forma general en que
se concibe a la gestión del conocimiento para luego retomar el significado del término
mencionando una de sus clasificaciones más difundidas desde la gestión así como también sus
atributos. Posteriormente, se exponen elementos de la sociología del conocimiento pertinentes
a la instrumentalización del mismo procurando establecer una interrelación conceptual para
introducir sus implicancias en los esquemas de aplicación.
De este modo, partiendo de un marco teórico ortodoxo se pretende aportar elementos de juicio
que permitan consolidar los métodos y procesos de la gestión del conocimiento desde la
consideración de aspectos analizados por una rama de la sociología en el entendimiento de la
necesaria cooperación de la misma a la gestión organizacional.
RESEÑAS DE REFERENCIA
Senge (1990), considerado como uno de los principales precursores del tema en el marco del
management actual, incorpora el concepto de organizaciones inteligentes a partir de la actitud
de apertura de las mismas hacia el aprendizaje colectivo mediante la práctica del pensamiento
sistémico, el dominio personal, los modelos mentales, la construcción de una visión
compartida y el aprendizaje en equipo. Aunque el autor manifiesta que el texto está dirigido a
directivos, padres y ciudadanos, la gestión del conocimiento ha adquirido un creciente interés
en el mundo académico.
Soto y Sauquet (1997) sostienen, en una dirección similar, que el aprendizaje útil e inteligente
se logra construyendo un entorno cultural que favorezca el desarrollo de las personas a partir
de lo que denominan “comunidades de práctica”. También hacen referencia al aprendizaje
emocional como aquel que es capaz de expresar las emociones de manera productiva y captar
las de los demás generando empatía.
Huang y otros (2000) definen a la gestión del conocimiento como las acciones dirigidas a
organizar y estructurar procesos, mecanismos e infraestructuras de la empresa para crear,
almacenar y reutilizar los conocimientos administrativos.
Por su parte, Podmoguilnye (2000) sostiene que es un proceso de gestionar el capital
intelectual convirtiendo el know-how de los empleados y el conjunto de conocimientos de la
organización en otro, que está dentro de los sistemas y procesos propios de la entidad.
Coronel Troncoso (2006) acuerda que se trata de la función que planifica, coordina y controla
los flujos de conocimientos que se producen en la empresa con el fin de crear competencias
esenciales. Así, la gestión del conocimiento debe constituirse en una espiral de cambio que
potencie y actualice los conocimientos originales provocando un aumento de los existentes. El
autor propone como punto de partida para la gestión de conocimientos a la creación de un
ámbito propicio en el que los directivos establecerán y comunicarán los objetivos tratando de
obtener de cada uno de los integrantes de la organización su máximo potencial, proponiendo
interacciones que superen los individualismos. En segundo término, crear espacios y tiempos
que permitan intercambio de conocimientos, tolerando incertidumbres y utilizando
un
lenguaje figurativo o simbólico para expresar el conocimiento tácito. Lograda la flexibilidad
organizacional resultante de continuos cambios, queda preparado el escenario para una tercera
etapa: la explicitación de los procesos que, a propuesta de Valhondo, según la cita de Coronel
Troncoso, consiste en la creación, captura, almacenamiento, clasificación, organización,
recuperación y utilización del conocimiento.
Para Huang y otros (obra citada), se trata de un proceso que puede realizarse con un esquema
ascendente o descendente. En el primer caso se realiza una recogida de conocimiento para dar
lugar al filtrado y luego a la transformación y reutilización de conocimientos. El esquema
descendente en cambio, comienza por evaluar los conocimientos fundamentales de la empresa
para definir cuál es el activo central. A partir de allí, la organización desarrolla una estrategia
estableciendo infraestructuras y mecanismos, para finalizar tomando decisiones sobre la
incorporación de la gestión del conocimiento en procesos cotidianos.
La transferencia del conocimiento se realiza básicamente a través de la difusión e interacción,
y se requiere, como en toda gestión, implementar estrategias. En tal sentido, se pueden
mencionar, sólo por contemplar algunas de las más utilizadas por los pioneros en el tema: la
designación de un responsable, la comprensión profunda de quiénes intervienen en el proceso,
la búsqueda de nuevas fuentes de conocimiento, la
expertas, entre otras variables.
interconexión entre comunidades
Finalmente, Podmoguilnye (obra citada) presenta un modelo de gestión de conocimiento con
identificación de tres elementos de gestión:
•
Instrumentos de apoyo, como los que actúan directamente sobre el ciclo de
aprendizaje individual y organizativo, con acciones tendientes a generación de ideas,
soluciones a situaciones complejas, comprensión de nuevos acontecimientos, difusión del
conocimiento a través de la organización, entre otras alternativas.
•
Facilitadores, que delimitan el entorno de actuación de los instrumentos de apoyo y
comprende roles y habilidades de directivos, creación de una cultura de aprendizaje en la
empresa generando un clima de confianza y seguridad que incentive la innovación,
almacenamiento del conocimiento con herramientas tecnológicas, sistema de valoración del
capital intelectual, etc.
•
Diseño organizativo, para especificar las interacciones entre los individuos y grupos
dentro de la organización.
De la reseña realizada se desprende la necesidad de la consolidación de un proceso que
posibilite orientar las estructuras organizacionales hacia un incremento de sus capacidades
para la apropiación, generación y sistematización de conocimientos. Esta modalidad de
gestión procura modificar el modo en que las empresas realizan sus actividades y estaría
evidenciando el potencial del conocimiento como ventaja competitiva. De hecho, se suele
expresar que el conocimiento se ha convertido en el insumo más valioso de las organizaciones
con una relevancia, incluso superior, a los recursos tradicionales. Esta consideración del
conocimiento como factor de producción requiere, sin dudas, un análisis exhaustivo desde la
economía de la empresa.
EL CONOCIMIENTO TACITO Y EL CONOCIMIENTO CODIFICADO
Se sostiene que el conocimiento refiere a una comprensión profunda de las implicaciones que
tienen los datos que constituyen el cuerpo de la información sobre una utilización práctica que
resulte de interés. La comprensión requiere de capacidad para discernir veracidad y
completitud de los datos junto a un nivel de experiencia en el tema y aptitud para el
aprendizaje.
Valhondo (2003) afirma que es preciso contar con una definición pragmática de conocimiento
aplicable al entorno empresarial y recurre al concepto expresado por Davenport que lo define
como “una mezcla fluida de experiencias, valores, información contextual y apreciaciones
expertas que proporcionan un marco para su evaluación e incorporación de nuevas
experiencias e información. Se origina y aplica en las mentes de los conocedores. En las
organizaciones está, a menudo embebido no sólo en los documentos y bases de datos, sino
también en las rutinas organizacionales, en los procesos, prácticas y normas”.
Si bien el conocimiento se considera el recurso estratégico principal de las organizaciones, el
aprendizaje es el proceso más importante en las nuevas formas organizacionales. Según
Ducatel (1998), el conocimiento y el aprendizaje resultan factores definitorios de la nueva
economía, a partir de las interacciones entre las diferentes formas en que se ha clasificado a
los conocimientos en tácitos y codificados siendo esta la categorización más extendida en la
bibliografía en relación al conocimiento y su gestión.
Krieger (2001) define el conocimiento tácito como personal y de contexto específico
conformado por conocimientos prácticos subjetivos, discernimientos e intuiciones que
desarrolla una persona por estar inmersa en una actividad durante un tiempo prolongado. Por
otro lado, el conocimiento codificado, formal o explícito es aquel que resulta de fácil
transmisión mediante lenguajes formales y sistemáticos.
En otras palabras, el conocimiento tácito comprende el saber cómo -know how-, que involucra
la experiencia directa y saber quién -know who-, que demanda contacto directo entre
individuos y habilidad para comunicarse y establecer relaciones de confianza, mientras que el
conocimiento codificado abarca el saber qué -know what-, que involucra la transferencia de
información codificada bajo la forma de hechos y datos y saber por qué -know why- que se
relaciona con la comprensión de principios básicos, reglas e ideas.
Como el vector reside en el intercambio dinámico entre conocimientos explícitos y tácitos, se
refuerza la noción de que el aprendizaje efectivo tiene lugar combinando el aprender haciendo
y el aprendizaje formal (decodificación de conocimiento explícito).
Los conocimientos tácitos son de transmisibilidad dificultosa, fuertemente dependientes,
compuestos por una dimensión cognitiva (modelos mentales, opiniones, paradigmas) y una
dimensión de creencias arraigadas en los individuos. Los conocimientos codificados resultan
comprensibles para muchos, en rigor, para los que están familiarizados con el arte o la
disciplina en cuestión.
La organización que posee y administra conocimientos tácitos (habilidades combinadas de sus
agentes individuales que interactúan en el seno de la misma) encuentra en ellos la palanca
determinante para acceder, comprender y aprovechar conocimientos codificados. Así, el
conjunto de conocimientos tácitos, contextualizados y específicos, proporciona a la empresa
la flexibilidad necesaria para entender e implementar el cambio requerido para, como mínimo
asegurar su existencia e idealmente para incrementar su participación en el mercado. De esta
forma la competitividad empresarial depende de las particulares combinaciones entre
conocimientos tácitos y codificados que cada organización realiza, influenciada positiva o
negativamente por su entorno.
Villavicencio y Salinas (2002) mencionan el conocimiento codificable caracterizándolo como
aquel que siendo originalmente tácito puede ser explicado, transferido y almacenado siendo la
codificación un proceso a través del cual los conocimientos tácitos se despersonalizan
volviéndose públicos y apropiables aunque aclaran que los conocimientos tácitos nunca serán
reproducidos con fidelidad sino, en rigor, transformados. Los autores afirman que los tres
tipos de conocimiento, tácito, codificado y codificable, coexisten y se identifican en tres
esferas: personal o individual, grupal y organizacional.
Por su parte, Brooking (1996) también contempla los denominados conocimientos implícitos
al referirse a aquellos que están ocultos en los procedimientos operativos, métodos y cultura
corporativa de la empresa siendo estas características las que imposibilitan su aprendizaje
directo por parte de los principiantes.
CONVERSION DE CONOCIMIENTO
Según el generalizado modelo de Nonaka y Takeuchi difundido a fines de la década del
noventa, la producción de conocimiento se lleva a cabo a través de operaciones cognitivas que
transforman la calidad del conocimiento y que de esta manera crean nuevo conocimiento. El
eje central de esta metamorfosis es la transición circular entre conocimiento tácito y
conocimiento explícito, que tiene lugar en una serie de etapas:
•
Socialización del conocimiento: conversión de tácito a tácito al compartirlo con los
demás agentes que forman el grupo originario sin cambiar su calidad creando modelos
mentales y habilidades técnicas, siendo la experiencia, con sus emociones asociadas, la clave
para obtener nuevo conocimiento tácito.
•
Externalización del conocimiento: conversión de tácito a explícito a partir de la
enunciación del mismo, posiblemente a través de analogías, y para que pueda circular fuera
del grupo originario traducido en un modelo lógico.
•
Combinación del conocimiento: conversión de explícito a explícito, equivalente a su
integración con otros conocimientos del mismo género existentes fuera del grupo originario a
través de un proceso de sistematización de conceptos.
•
Interiorización del conocimiento: conversión de explícito a tácito, internalizando el
conocimiento, como parte de la cultura organizacional, recontextualizándolo en los individuos
y grupos originarios que deben actuar.
Como el conocimiento que retorna al grupo originario ya no es el inicial, porque se ha
enriquecido con la experiencia de muchos otros agentes y se ha integrado con los saberes
difundidos tanto en la propia organización como en la sociedad externa, el próximo círculo de
generación de conocimiento tendrá una dimensión mayor que el precedente. Por esta razón,
visto en perspectiva, el proceso de producción de conocimiento no es una matriz de círculos
acumulados, sino un espiral continuamente creciente.
Krieger (obra citada) esquematiza los distintos tipos de conversión de conocimiento y la
particular forma que éste adopta en cada etapa de la siguiente manera:
Conocimiento tácito
Conocimiento tácito
Socialización genera
conocimiento armonizado
a
Conocimiento explícito
Exteriorización genera
Conocimiento conceptual
desde
Conocimiento explícito
Interiorización genera
conocimiento operacional
Combinación genera
Conocimiento sistémico
Valhondo (obra citada), en un esquema similar, denomina al conocimiento armonizado como
conocimiento simpático basado en afinidades.
Esta espiral se inicia en el nivel individual y asciende hacia niveles grupales constituyéndose
en uno de los modelos posibles de creación y difusión del conocimiento por parte de
individuos y equipos.
Los mismos autores originales presentan un modelo complementario cuando la creación de
conocimiento se plantea a nivel organizacional que consta de cinco fases:
•
Compartir el conocimiento tácito entre individuos con diferentes “antecedentes,
perspectivas y motivaciones”.
•
Crear conceptos cristalizándolos explícitamente.
•
Justificar los conceptos creados determinando su validez para la organización y el
contexto en que se desenvuelve.
•
Construir un arquetipo combinando conocimiento explícito nuevo y existente.
•
Expandir el conocimiento a través de la denominada distribución cruzada que tiene
lugar intra y, aún más, interorganizacionalmente.
ATRIBUTOS DEL CONOCIMIENTO
Siendo el objeto en estudio, es necesario explorar con cierto detalle los atributos esenciales
que definen al conocimiento. Bajo esta finalidad, se toma como base la caracterización que
hace Rullani (1994) tipificando al conocimiento mediante una serie de atributos conceptuales,
entre los que se destacan:
•
El conocimiento es inagotable: a diferencia de cualquier otro tipo de insumo que
ingresa a un proceso productivo, el conocimiento en lugar de ser consumido, se recrea
continuamente mediante el circuito de aprendizaje. Mientras más conocimiento adquiere una
empresa, más se ejercitan las habilidades de aprendizaje de sus agentes y mayor es la
capacidad de la misma para incorporar nuevos saberes. Por lo tanto, paradojalmente, el
recurso conocimiento aumenta con su consumo.
•
El conocimiento es dinámico: el valor que detenta como recurso tiende a disminuir
con el tiempo, porque la obsolescencia conspira contra su utilización práctica en un ambiente
continuamente desequilibrado por la competencia. Sin embargo, teniendo en cuenta la
capacidad evolutiva que tiene el conocimiento, el valor que tiene como insumo determinante
para el logro de ventajas competitivas, puede no sólo regenerarse, sino también incrementarse
de manera constante mediante el proceso de aprendizaje. Si además se motoriza la
externalización y difusión en ámbitos propicios, la producción de conocimientos puede
presentar rendimientos crecientes en forma continua. Sin embargo este carácter evolutivo y
dinámico del conocimiento debe apreciarse en su justa medida, ya que la extrapolación
extrema del concepto podría llevar a la conclusión errónea de que, como las variaciones del
entorno son tan continuas y aceleradas, la estrategia pierde sentido y por lo tanto sólo
resultarían viables gestiones de desarrollo basadas en la adaptación continua de tácticas.
•
El conocimiento es relacional: y este atributo tiene dos dimensiones, una sociológica y
otra metodológica. Desde el punto de vista social, el circuito de aprendizaje definido por
Rullani incluye la producción de nuevos conocimientos por parte de la empresa a partir de
actividades tanto internas como externas a la propia organización, de manera que para hacer
operativa esta metodología combinada se requiere establecer vínculos relacionales entre los
distintos actores. A su vez, el autor también afirma que la creación de conocimiento demanda
un trabajo de interpretación enmarcado en una red conceptual de esquemas de pensamiento,
memorias individuales y sociales, experiencias compartidas, que asigna sentido a
determinadas relaciones entre información nueva (datos) y conocimientos preexistentes
(tácitos y codificados), mecanismo en el cual queda implícita la necesidad de relacionar y
combinar datos y saberes como metodología operativa.
•
El conocimiento es contextual: en el proceso de interpretación de la información
tendiente a convertir la misma en conocimiento inciden las interrelaciones entre los agentes
individuales que interpretan la información de manera subjetiva sesgada por aspectos sociales,
culturales e históricos embebidos en el contexto, razón por la cual el conocimiento generado
en este proceso de aprendizaje es contextual. Justamente debido a esta cualidad, cuando el
conocimiento debe transferirse a otro contexto requiere reformulaciones y adaptaciones
acordes con las características específicas de ese nuevo ámbito de aplicación. La empresa,
además de procesar información, también recrea y adapta elementos exógenos y genera
nuevos conocimientos que combina con los anteriores en un proceso social y no individual.
Pero el resultado de este proceso, verbigracia el conocimiento creado, no es válido
universalmente porque no es independiente del contexto. En este caso, la palabra “contexto”
no se refiere exclusivamente a un ámbito regional y/o social, sino también al sector o rubro de
negocios en particular.
La descripción expuesta de diversos atributos del conocimiento expresa, en varias
oportunidades, su íntima relación con conceptos propios de las ciencias sociales y esta
circunstancia conduce a cuestionarse si la gestión puede explicarse desde un punto de vista
exclusivamente gerencial prescindiendo de análisis formulados por disciplinas cuyo objeto de
estudio se basa, precisamente, en el fenómeno del conocimiento.
Sin ánimo de abordar la totalidad de articulaciones posibles, nos proponemos un acercamiento
a la teoría social que proporcione una necesaria perspectiva crítica que contribuya a un debate
superador de aspectos meramente experimentales.
CONOCIMIENTO FACTICO Y CONOCIMIENTO VALORATIVO
El problema del conocimiento como fenómeno social u organizacional trae aparejada una
complejidad que se manifiesta inicialmente en su aspecto semántico.
En primer lugar, porque al hablar de conocimiento es necesario establecer si se alude a todo
tipo de conocimiento o sólo a aquel que ha alcanzado un estatus social determinado al ser
reconocido como cierto o verdadero y, consecuentemente, la necesidad de identificar la
definición de sus criterios de validez, es decir, el conjunto de métodos y procedimientos a
través de los cuales se separa socialmente lo cierto de lo falso. Por otra parte, aparece
inmediatamente la distinción básica entre conocimiento popular o de sentido común y
conocimiento científico así como las formas que asume tanto de modo empírico, simbólico
como racional discursivo.
Una de las proposiciones principales de la sociología del conocimiento es que éste no se basa
en el individuo particular y su forma de conocer sino en grupos u organizaciones que
desarrollan un particular estilo de pensamiento en una posición histórica, social y cultural bajo
un complejo entramado de intereses y motivaciones.
Entre los autores más destacados de esta disciplina se reconocen a Karl Mannheim con
Ideología y utopía y Peter Berger y Thomas Luckmann con La construcción social de la
realidad. Como toda ciencia social no está exenta de posiciones encontradas y fuertes debates
técnicos y doctrinarios difíciles de armonizar y conciliar que, desde ya, exceden los objetivos
de este trabajo. Aquí se observan una serie de nociones básicas que sirven de disparadores y
dan cuenta de la necesidad y riqueza de la interdisciplinariedad. Sin embargo, no se
desconoce que la problemática de la ideología y el rol de los juicios de valor ocupan un lugar
central en esta disciplina.
Como criterio de delimitación, Lamo de Espinosa y otros (1994) distinguen entre
conocimiento y valoración afirmando que la cognición se opone a la afectividad y la volición
y en tal sentido el conocimiento está formado por juicios de hecho ciertos separando los
juicios de hecho falsos y los juicios de valor, estableciendo como límite de demarcación lo
fáctico de lo ético y de lo estético.
En relación a la certeza de las proposiciones, los criterios de verdad son múltiples
entendiendo, además, que conocer no significa una búsqueda de la verdad en forma
desinteresada, y la sociología del conocimiento se ocupa no tanto de lo que es o no cierto
como de aquello que es tenido por cierto en un determinado contexto.
Esta línea de pensamiento, responde al construccionismo social de Berger y Luckmann (1968)
quienes afirman que todo conocimiento, tanto el conocimiento científico como el sentido
común, es producto de una interacción social construida, básicamente de manera discursiva y
retórica, quedando establecida, de esta forma, como realidad objetiva la que es reproducida y
reforzada por los grupos interactuantes.
En otras palabras, todo grupo tiene una doble existencia indisociable: social y cognitiva. El
grupo no puede definirse por fuera de las concepciones del mundo que estructuran los
conocimientos que aquél produce y, recíprocamente, el aprendizaje, los argumentos, los
problemas de investigación no podrían ser separados del juego social del cual son parte
sustantiva. (Kreimer en Knorr Cetina, 2005).
Así, los conceptos de realidad y conocimiento no constituyen términos idénticos ya que hay
diferencias sustanciales entre conocer algo y saber que algo es real. El conocimiento excede la
mera percepción de lo real y se constituye en una realidad analizada. Al respecto los autores
mencionados afirman: “El mero saber que algo es real no es suficiente para afirmar un
conocimiento; para esto último es necesario, además, que esa realidad haya sido objeto de
contraste y certificación, haya sido probada, lo que normalmente es consecuencia de que ha
sido dudada. En definitiva, sé que algo es real porque no dudo de ello. Conozco algo cuando,
después de dudarlo, he eliminado la duda al comprobar que, efectivamente, es real.”
“En definitiva, todos los sujetos saben muchas cosas acerca de la realidad y mantienen
opiniones firmes sobre lo que es real o no, pero sólo una parte de esos saberes” se manifiesta
como algo “conocido”. Trasladado a un ámbito organizacional, se puede afirmar que aunque
todas las organizaciones tienen saberes, “no todas tienen conocimiento pues no todas tienen
dudas y es este sentimiento el origen de todo conocimiento” (Lamo de Espinosa y otros, obra
citada).
Por ello, una característica esencial del conocimiento como fenómeno es que el mismo sea
conocido, es decir, que se trate de un conocimiento consciente de sí. “Esto es algo mucho más
complejo y sólo emerge cuando el hombre comienza a preguntarse cómo es posible separar lo
que conoce de lo que no conoce y cómo es posible separar el conocimiento del error”.
En otras palabras, el devenir del conocimiento como consciente de sí, sólo se manifiesta
cuando se propone como una actividad a realizar, como una praxis en la que surge la duda
sobre lo que se sabe, es decir, cuando el sujeto se pregunta cómo puede saber que sabe. A esta
altura es necesario aclarar que los términos saber y conocer presentan variedad de matices. Si
bien desde la gestión la sabiduría es una instancia de nivel superior al conocimiento, para la
sociología esta relación puede invertirse como se manifiesta anteriormente.
Por último, se conceptualiza el conocimiento primitivo, instintivo y/o intuitivo, como una
actividad no elaborada conscientemente, en la que no hay una búsqueda del conocer sino que
es algo que se posee y se transmite, es un conocimiento espontáneo, natural, que no sabe que
lo es, es un conocimiento que se desconoce como tal. En este conocimiento no hay
procedimientos o métodos para distinguir lo que se sabe de lo que aún no se sabe pues lo que
ocupa al conocimiento primitivo no es saber o no, sino saber hacer o no. En definitiva, el
conocimiento es una actividad intelectual consciente.
CONOCIMIENTO COMO STOCK Y CONOCIMIENTO COMO FLUJO
Una distinción importante mencionada por Lamo de Espinosa y otros (obra citada) es la que
diferencia el conocimiento en sentido pasivo y el conocimiento en sentido activo. En el
primer caso se refiere al stock de saberes de un individuo o grupo de individuos en un
determinado momento; en el segundo, se alude a una actividad o práctica dirigida a la
búsqueda de la verdad y, por lo tanto, al aumento de ese stock de saberes aceptados como
ciertos.
El conocimiento como stock se limita a lo que se sabe mientras que el conocimiento como
flujo se extiende a “saber que se sabe y que se puede saber más” siendo, por lo tanto, este
último un conocimiento reflexivo o de segundo nivel.
Es evidente que la ciencia como institución, en cuanto se reconoce a sí misma como
conocimiento y es consciente de sí y además es una práctica sistemática de producir
conocimientos, se ubica dentro del conocimiento activo y es un criterio socialmente aceptado
de delimitación entre lo verdadero y lo falso. “Incluso el conocimiento de sentido común, el
conocimiento popular, sólo es públicamente aceptado en cuanto ciencia popularizada y
divulgada.” De modo que la ciencia se constituye en un subsistema social encargado de
establecer los límites entre lo verdadero y lo falso aunque también se admite al conocimiento
de sentido común, en cuanto “etnociencia popular” como proceso de validación de
conocimientos.
En rigor, según Bourdieu (1973) los límites entre el saber común y la ciencia son, en
sociología, más imprecisos que en cualquier otra disciplina.
La sociedad del conocimiento, en términos socioeconómicos, se manifiesta en la
consideración de la ciencia como principal factor de producción en tanto dinamiza el resto de
los factores. Esta situación, según los autores, es producida por dos variables: la aceleración
del ritmo de producción de conocimientos y la reducción del tiempo necesario para
transformar un conocimiento básico en ciencia aplicada y éste en tecnología. En otras
palabras, el conocimiento como flujo se constituye en un elemento impulsor o activador de las
nuevas formas de la economía y el sistema ciencia-tecnología-industria es cada vez más
poderoso aunque esta situación exige una considerable inversión en recursos humanos para
sostener el sistema. El proceso, naturalmente, se retroalimenta: cuantos más recursos se
invierten en investigación y desarrollo, mayor es la producción científica, se produce un
aceleramiento del desarrollo tecnológico y el conocimiento activo institucionalizado incide
más directamente en la esfera social.
Sztulwark y Míguez (2012) caracterizan el capitalismo cognitivo, en oposición al capitalismo
industrial, a partir de la generalización y centralidad que tiene el conocimiento en la
organización de la producción y que es particularmente en el sistema de formación e
investigación donde se encuentra la clave de la productividad y el desarrollo.
Lamo de Espinosa y otros (obra citada) sostienen que un ejemplo revelador de esta mutación
de los factores de producción básicos al conocimiento científico como motor de las
organizaciones económicas lo proporciona el análisis segmentado del costo total de un
producto que incorpore alta tecnología. En este sentido, afirman que en todos los casos el
costo de producción es muy inferior al costo representado por la investigación previa, el
diseño y la comercialización. “Así, por ejemplo, sobre el precio de venta al público de un
computador el coste de la producción física del producto representa aproximadamente un 25
% del precio; el restante 75 % corresponde a investigación, estudios de mercado, desarrollo
del software y beneficios.” Si bien esta afirmación puede ser válida en algunos casos (y
evidentemente no en todos) sería muy conveniente, habida cuenta del carácter concentrado de
la oferta en estos mercados, segregar los beneficios de los costos de investigación.
En este sentido, en la sociedad del conocimiento la ciencia se constituye como una actividad
productiva más, orientada a la producción de conocimientos nuevos, tanto de base como
aplicados.
Por último, en tanto conocimiento como flujo es necesario abordar la temática no sólo de la
producción de conocimientos científicos sino también de su difusión y distribución, sus
canales de comunicación diferenciales, sus asimetrías y la posibilidad de su reconocimiento lo
que implica, finalmente, su validación social como tal.
En relación a la forma en que se reproduce el conocimiento en el denominado nuevo
capitalismo, Sztulwark y Míguez (obra citada) establecen que el conocimiento codificado
puede ser transferido a nulo o muy bajo costo pero que los códigos crecen en complejidad a
medida que se incrementa la importancia del conocimiento.
Así, mientras un proceso productivo de alta complejidad es de muy difícil replicación por la
competencia, en la medida que el producto de ese proceso sea un conocimiento codificado es
posible que un tercero pueda reproducirlo a muy bajo costo.
INTERRELACIONES CONCEPTUALES E IMPLICANCIAS EN LA GESTION
Como se ha señalado al inicio del presente trabajo, en el mismo se pretende acentuar y
reafirmar la conveniencia que deriva de la complementación de las técnicas administrativas y
las ciencias sociales consolidadas. Es indudable que toda técnica está sostenida en diversas
teorías vigentes, contrastables y consensuadas como tal, que confluyen en aquella para
alcanzar una determinada implementación por lo que creemos necesario un abordaje en el que
se visualicen conocimientos básicos que permitan flexibilizar los presupuestos y acercar más
adecuadamente la técnica a la compleja realidad de las organizaciones.
Si se entiende que la gestión del conocimiento comprende entre otras actividades la creación
del mismo, para que esta premisa no encierre una contradicción terminológica, dada su
condición de práctica reflexiva y creativa y su carácter impredecible, es necesario no
estereotipar la misma mediante reglas y modelos cerrados sino por el contrario, “dudar” de
ella y recrearla.
No se procura con esta búsqueda la elaboración de un nuevo planteamiento teórico sino
reflejar, a través de una serie no taxativa de puntos, los resultados del cruzamiento de una
propuesta de gestión que ha alcanzado un elevado nivel de aceptación, y aún más de
divulgación, y los supuestos de una ciencia social determinada.
A esta altura, el desarrollo del knowledge management y su dilatada bibliografía, requiere
superar la clásica categorización de conocimientos en tácitos y codificados, dado que
clasificar y gestionar los mismos en función de si estos están almacenados o no, resulta, al
menos, exiguo. Aunque si bien se han esbozado otras clasificaciones del conocimiento desde
la gestión, la mencionada es la que ha tomado mayor trascendencia y perdurabilidad pero no
se ha debatido lo necesario en cuanto a su suficiencia así como en relación a ciertos atributos
inherentes al conocimiento.
•
Conocimiento y error
La gestión del conocimiento no hace referencias a lo que debería constituirse en el principio
del proceso: el replanteo de lo que entiende como acervo de conocimientos existentes y una
cuidadosa depuración de los mismos. Partir de la premisa que todos los conocimientos que se
intentan gestionar son verdaderos o válidos se convierte en una posición de credulidad que
atenta contra la práctica reflexiva y crítica. Esta postura, en el fondo, no entiende el
conocimiento como una construcción sino que descansa en la confianza de los sujetos para
aprehender la realidad.
Tampoco se duda sobre la validez del “nuevo” conocimiento cuando se refiere a la creación
del mismo y se cae en la falacia de suponer que todo nuevo conocimiento es verdadero. No
puede dejar de hacerse una mención al concepto de innovación, también muy mencionado por
la bibliografía vinculada a esta temática. Se estimula y celebra acríticamente toda práctica que
promueva y desarrolle la innovación, concepto introducido por el economista Joseph
Schumpeter en el año 1912, dando por sentado las bondades de la misma per se sin considerar
su contexto de aplicación ni de implicación admitiendo sin cuestionamientos que innovar
siempre resulta bueno, útil y, sobre todo, rentable.
El cuestionamiento parece derivar en que es deseable distinguir entre el conocer y el saber,
proponiendo como actividad a realizar una praxis de poner en duda lo que se sabe y someter
lo que se “crea” a criterios de validación.
•
Conocimiento y racionalidad
Aunque resulta admisible reconocer la condición de manejar una definición de conocimiento
con sentido pragmático y adecuada a las necesidades de la gestión organizacional, no por eso
es válido aludir en ella a un conjunto indeterminado de elementos de origen y naturaleza
heterogénea. Es conveniente, desde la disciplina, precisar qué es y qué no es conocimiento
recurriendo para ello al auxilio de otras delimitaciones.
En la definición citada anteriormente de Davenport se incluyen, por ejemplo, los valores,
entre otros elementos, considerando a los mismos como conocimiento, situación que no es
asumida por la sociología del conocimiento dada la imposibilidad de determinar sobre los
mismos, al no tratarse de afirmaciones o proposiciones, su veracidad o falsedad.
Deslindar el concepto de conocimiento que se intenta gestionar de otras especies observables,
requiere, por otra parte, prever que quien lo gestione debe estar en condiciones de separar
conceptualmente lo fáctico de lo ético representando esta situación una importante limitación
para su implementación.
El “conocimiento simpático” (conversión de tácito a tácito) al que alude Valhondo,
transmisible por afinidad, adolece de contenido racional y se encuentra más ligado a las
emociones y la actuación impulsiva.
Algo similar puede apreciarse en relación a la consideración del sentido estético que se
entremezcla con las percepciones y en muchas ocasiones se vislumbra como un razonamiento
lógico y razonable.
Por último, y vinculado a las valoraciones, tampoco escapa a este dilema el problema de ser
capaz de visibilizar los contenidos ideológicos implícitos e inevitables en todo conocimiento y
las consecuentes complejidades que implica su gestión.
•
Limitaciones del conocimiento tácito
Como ya se ha afirmado, la gestión requiere distinguir tipos de conocimiento más allá de la
clasificación en tácito y codificado o bien, si se quiere, examinar sobre los mismos distintas
aperturas a fin de profundizar su comprensión.
En particular, interpretando el conocimiento tácito como estrictamente personal, basado en
experiencias subjetivas e intuiciones individuales presenta serias limitaciones como para no
ahondar en sus implicancias.
Por un lado, desde la misma gestión se afirma que se caracterizan por ser de transmisión
dificultosa por lo que su conversión, a tácito o a explícito, y su socialización podría requerir
acciones y recursos no necesariamente justificados en cuanto al aprovechamiento que puede
hacerse de los mismos.
La dudosa utilidad de combinar esfuerzos para su gestión, en términos individuales, se
manifiesta en su especial singularidad, al decir de Bourdieu (1973) “…la realidad de cada
percepción particular siempre presenta, si se la examina más de cerca, una multitud infinita de
elementos singulares que no se dejan expresar de manera exhaustiva en los juicios de
percepción. Lo único que pone orden en este caos es el hecho de que, en cada caso, solamente
una porción de la realidad singular adquiere interés y significación a nuestro modo de ver,
porque sólo esa porción está en relación con las ideas de valor culturales con las que
encaramos la realidad concreta. En consecuencia, son sólo algunos aspectos de la diversidad
siempre infinita de los fenómenos singulares, a saber, aquellos a los que atribuimos una
significación general para la cultura, los que merecen ser conocidos…”.
Por lo expuesto, parece oportuno rescatar el concepto de intersubjetividad, que señala el
fenómeno de la cognición compartida y recuperar los conocimientos tácitos en una esfera
superior a la estrictamente individual.
Por otro lado, el conocimiento tácito, en tanto personal y fuertemente internalizado,
difícilmente sea dudado sino por el contrario esté rodeado de una importante dosis de
dogmatismo y proporcione situaciones de poder.
Claro que esto no implica dejar de reconocer los talentos y habilidades individuales pero
advirtiendo que los mismos, en tanto impronta personal, no son transmisibles aunque sí es
sustituible la labor que se realiza.
Probablemente, resulte más útil sistematizar los conocimientos codificables que intentar
convertir conocimientos tácitos.
•
Limitaciones del conocimiento explícito o codificado
Se ha reconocido que la explicitación del conocimiento puede generar estancamiento y
posterior resistencia al cambio, eliminando la espontaneidad y conspirando contra la
creatividad, sobre todo cuando la misma se empeña en requerir un nivel de detalle
innecesario.
Krieger (obra citada) sostiene que el aprendizaje no se limita a lo constante y rutinario sino
que el dinamismo, las alteraciones y el conflicto encierran importantes oportunidades
creativas que deben saber aprovecharse. La excesiva explicitación formal del conocimiento
organizativo está asociada al enfoque administrativo tradicional que pone el acento en el
orden, el control y la previsibilidad. Cuando se produce una alteración en la organización, sus
miembros se enfrentan a una ruptura a partir de la cual emerge la posibilidad de crear nuevo
conocimiento por lo que alguna cuota de “desorden” no necesariamente es perniciosa.
Surge también el cuestionamiento sobre cómo compatibilizar la formalización de normas,
métodos y procedimientos con el difundido concepto de organizaciones flexibles y la
infinitamente repetida idea de necesidad de adaptarse al cambio, prever el futuro y hacer
frente a entornos cada vez más competitivos, complejos y cambiantes.
Tal vez, la propia formalización, a riesgo de ser una paradoja, debería prever, entonces,
entornos de flexibilidad y alternativas desestructuradas.
•
Importancia del conocimiento implícito
Los conocimientos implícitos son aquellos que no están escritos ni formalizados pero, a
diferencia de los conocimientos tácitos, son conocidos por todos los miembros actuantes
durante un periodo de tiempo. Están construidos por la misma organización en el transcurrir
de su historia y funcionamiento y, en general, hacen referencia a su particular modo de
desenvolverse en la vida cotidiana en estrecha relación con su cultura específica.
La conversión de conocimientos tácitos a conocimientos explícitos que, como ya se ha visto,
resulta complicado y costoso, tal vez debería suplementarse por conversión de conocimientos
implícitos a explícitos. En este caso, no se trata de comunicar y socializar talentos o
habilidades personales intransferibles sino de transparentar métodos y procedimientos que
facilitan su realización para todos, incluso los principiantes, para quienes, como ya se ha
manifestado según la cita de Brooking, es para quienes más laborioso resulta.
Esta opción de hacer claros y evidentes los conocimientos implícitos permite a la
organización ahorrar tiempo y energía así como también otorga la posibilidad de recrear y
consensuar prácticas naturalizadas.
•
Combinaciones de conocimientos
La identificación de tres dimensiones de generación y quehacer del conocimiento tales como
la esfera individual, grupal y organizacional conjuntamente con la clasificación de tácito y
codificado, da por resultado, sin considerar aún conocimientos empíricos, simbólicos y
teóricos, seis categorías conceptuales combinadas de conocimiento cuyo análisis ampliaría las
posibilidades y limitaciones que implica su gestión. Aunque algunos autores plantean este
cruzamiento, creemos que es necesario realizar algunas salvedades.
En primer lugar, vale cuestionarse si todas las categorías son realmente posibles y si las
mismas redundarían en alguna utilidad. La definición de conocimiento tácito se presenta
como incompatible cuando excede lo personal excepto que se considere al grupo o a la
organización en términos de unidad sistémica.
Por otro lado, la sociología del conocimiento presenta como clave la cuestión de los intereses,
aspecto que no debería obviarse, sino por el contrario, detectarse y direccionar los esfuerzos
hacia los grupos de interés específicos en alguna temática en particular.
Retomando el concepto anteriormente citado de Bourdieu (obra citada), sólo resultaría útil
gestionar, en términos de conversión, lo que atañe a grupos o a la organización en general. Es
claro que no todo el conocimiento que se genera y circula en la organización interesa a todos
los miembros y por lo tanto la conversión debe ser selectiva de modo de no caer en
actividades que atentan contra la eficiencia como principio orientador de cualquier
organización económica y significan importantes pérdidas de tiempo y recursos. Por lo tanto,
sólo son de interés para la gestión los que atañen al ámbito grupal y el conocimiento explícito
organizacional. El conocimiento tácito organizacional, que equivale a su cultura, requeriría
una observación externa para su comprensión y crítica.
•
Trascendencia del conocimiento activo
La bibliografía es divergente en cuanto a si gestionar el conocimiento se limita al acumulado
de conocimientos existentes y acciones de aprendizaje sobre el mismo (conocimiento como
stock o pasivo) o, adicionalmente, se propone crear conocimientos nuevos (conocimiento
como flujo o activo). Es indudable que ambas representan actividades diferentes que deben
identificarse claramente a fin de alcanzar objetivos concretos y llevar a cabo acciones que los
viabilicen y los transformen en operables.
Es interesante, nuevamente, combinar esta clasificación con conocimientos tácitos y
codificados ya que pueden plantearse interrogantes que contribuyen a la interpretación de la
gestión.
En relación al conocimiento tácito pasivo, ya hemos observado que su gestionamiento es
limitado y no resulta el de mayor interés; por el contrario, sí debería ser motivado el
conocimiento tácito activo en tanto estimularlo puede mejorar en forma notoria prácticas
fuertemente arraigadas como óptimas.
Es indudable que el núcleo de la gestión se vincula al conocimiento explícito pasivo sobre
todo si se tiene en cuenta su vinculación con los sistemas de información como facilitadores
de su almacenamiento y transmisión.
En cuanto al conocimiento explícito activo, en realidad se duda de su existencia como tal ya
que su codificación lo convierte inmediatamente en pasivo por lo que, en realidad, más que de
un tipo de conocimiento podría hablarse de un proceso, una práctica o un medio para
incrementar el conocimiento codificado.
Es admitido que la creación de conocimiento como tal es una tarea puramente científica y no
debe confundirse la acción de crear con descubrir, probablemente algo que ya está descubierto
y que si bien implica un salto cualitativo en la gestión, no significa creación en sentido
estricto. Se omite aquí una cuestión metodológica esencial que encierra el interrogante
respecto a si la creación aludida se refiere a aspectos internos de la organización o a la
“invención” de un proceso o producto no existente. En este último caso, generalmente,
responde a equipos de investigación y desarrollo ya instalados a tal fin. En cualquier caso,
siempre es deseable potenciar la transformación del conocimiento como stock a conocimiento
como flujo.
Por último, es necesario destacar que el conocimiento científico como dinamizador de la
industria, declamado actualmente como nuevo y principal factor de la producción, es un
hecho que viene sucediendo hace siglos y no representa en sí ninguna novedad, representando
esta pronunciación una ficción conceptual y una quimera más del discurso de gestión
imperante.
CONOCIMIENTO Y CONTEXTO
Como hemos mencionado anteriormente el conocimiento no surge a través de una relación
individual entre sujeto y objeto sino que la producción del conocimiento transcurre dentro de
un medio social específico que moldea sus peculiaridades. Esta relación entre conocimiento y
contexto puede enfocarse desde dos puntos de vista:
a)
En relación a las competencias que distinguen a una organización y que definen su
posición dominante en el mercado, discutiendo las condiciones de producción del
conocimiento que poseen empleados y directivos. Este es el sentido que asigna a la palabra
“conocimiento” la bibliografía de administración cuando se refiere a la “gestión del
conocimiento”.
b)
En relación a la manera en que se gesta el “conocimiento” administrativo sobre las
organizaciones, analizando las coordenadas históricas y geográficas en que ese conocimiento
se produce y que define las temáticas a abordar y las perspectivas de análisis.
Desde el primer punto de vista se requiere indagar en la relación entre mente, realidad y
percepción; desde el segundo, en la factibilidad de “pensar” ciertos temas en función a las
características del medio en que el sujeto conoce y a sus condicionamientos sociales.
En el pensamiento administrativo dominante, que es concebido como directamente originado
en la “experiencia”, es llamativa la ausencia de reflexión acerca de las condiciones en que se
obtiene el conocimiento, ignorando los debates acerca de la posibilidad y los límites del
conocer humano. No es admisible, atendiendo a la enorme bibliografía sobre el tema, sostener
ingenuamente que los hechos simplemente “existen en la realidad” y que el observador se
limita a registrarlos. Como señala un destacado físico “No hay manera de eliminar el
observador –nosotros- de nuestra percepción del mundo, creada por nuestro procesamiento
sensorial y por la manera en que pensamos y razonamos. Nuestra percepción –y por lo tanto
las observaciones sobre las cuales se basan nuestras teorías- no es directa, sino más bien está
conformada por una especie de lente, a saber, la estructura interpretativa de nuestros cerebros
humanos.” (Hawking y Mlodinow, 2010). En el caso particular de las ciencias antropológicas
este concepto es denominado “reflexividad” y se caracteriza por enfatizar el carácter activo
del observador, que moldea sus percepciones en función de los esquemas de pensamiento
internalizados en su cultura.
En cuanto al segundo punto, se hace necesario analizar la relevancia de las temáticas
estudiadas por las ciencias de la administración. En nuestro ámbito de trabajo (el interior de
Argentina), la gestión del conocimiento dentro de las organizaciones tiene una importancia
menos acusada que en los países centrales debido a que las empresas de nuestro medio no
cuentan con conocimientos tecnológicos de punta que constituyan una ventaja competitiva
importante; rubros como la electrónica, la informática e incluso la producción automotriz
están en manos de empresas multinacionales con sede central en Estados Unidos o Europa.
Este hecho evidente se origina en que, pese a los inflamados discursos a favor de la
globalización, “El desarrollo tecnológico permanece centralizado en los países de origen de
las compañías multinacionales.” (Petras, 2001).
Bernardo Kliksberg, experto en administración reconocido mundialmente, describía en textos
de juventud durante la década del setenta las características del pensamiento administrativo
dominante en América Latina y las condiciones en que el mismo se desarrolla. Señalaba allí
que el análisis de las organizaciones se centra en sus procesos internos y que la relación con el
medio se considera acotada, por lo que las conclusiones obtenidas pretenden generalizarse a
cualquier organización de cualquier contexto, asumiendo que las variaciones del mismo
resultan irrelevantes. También criticaba la importación acrítica de tecnologías administrativas
provenientes de los países centrales. A cuarenta años de haber sido escrito este texto mantiene
una vigencia plena, y podríamos sostener que sus prevenciones son aún más apreciables dado
que el entramado económico mundial es más desigual que en aquel entonces. Si las
organizaciones son sistemas abiertos, en relación estrecha con el contexto histórico y social en
que actúan, el pensamiento científico y técnico en administración debe acotar su ámbito de
validez a ciertos contextos. Para los latinoamericanos es particularmente inadecuada la
repetición de conceptos que describen las problemáticas típicas de otros contextos y de
organizaciones sustancialmente diferentes a las que nos rodean. No es una coincidencia que la
mayoría de los textos sobre gestión del conocimiento provengan de países desarrollados
donde las empresas cuentan con un “capital intelectual” destacado. Sin duda que toda empresa
cuenta con “conocimientos”, pero no en todos los casos se trata de un tema estratégico para la
gestión.
CONSIDERACIONES FINALES
En el abordaje de la temática planteada, se ha realizado un recorrido que se inicia con una
breve reseña sobre la concepción de la gestión del conocimiento bajo el enfoque de las nuevas
tendencias del management; se avanzó con una descripción de la propuesta ortodoxa y
predominante de clasificación de conocimientos y se enunciaron los principales atributos del
mismo. Posteriormente, recurriendo a la sociología para ampliar la visión, en especial a una
de sus ramas, quedó presentado un escenario propicio para diversificar el enfoque tradicional
a través de la interrelación conceptual y los argumentos que la sustentan.
En el ámbito organizacional, la articulación conceptual y el examen interdisciplinario supone
implicancias en la gestión ya que modifican, a través de un análisis crítico, los basamentos de
las técnicas que se proponen como novedosas y eficaces al desnudar sus debilidades debido a
su falta de conexión con disciplinas que constituyen la esencia del pensamiento social
reflexivo. Es claro que esta tarea implica un esfuerzo intelectual que el management aún no
está dispuesto a realizar y que, además, desilusionaría al mercado editorial al que
expresamente se dirige.
Ahondar, incluso someramente, en las premisas de la gestión del conocimiento a través de las
ciencias sociales revela rápidamente la insuficiencia y las restricciones de la clasificación de
conocimientos en tácitos y codificados así como la trivialización general de la problemática
del conocimiento humano y, particularmente, de la función de la ciencia y la producción de
conocimiento para el desarrollo económico y social.
De este modo, se hace necesario discernir entre el conocimiento que socialmente se tiene por
verdadero del que no lo es, así como distinguir entre el conocimiento fáctico y valorativo,
entre el sentido común y el conocimiento racional.
Las limitaciones del conocimiento tácito y los mecanismos de conversión, en cuanto
aplicación para la gestión organizacional, se manifiestan en sus contradicciones internas y la
discordancia con la dinámica propia de la compleja interrelación sistémica dada la dificultad
de su sistematización y la rigidez que conlleva formalizar todo el acervo existente.
La particularidad de limitar las características del conocimiento a una única cualidad
vinculada a su forma de almacenamiento o tipo de soporte, no sólo pierde riqueza conceptual,
capacidad de análisis y oportunidad de desarrollar pensamiento abstracto, sino que también
desvía la atención hacia configuraciones no necesariamente de interés y utilidad para los fines
de la organización dada la ausencia de criterios selectivos para su codificación y
socialización.
Por último, el proceso de creación del conocimiento como construcción social y el carácter
contextual de su validez evidencian el intrincado entramado que significa “conocer la
realidad” y su inmanente reflexividad, en la que la observación se encuentra siempre
mediatizada por percepciones e interpretaciones derivadas de la cultura circundante.
Probablemente, sea conveniente que las técnicas de administración inicien, por un lado, un
proceso de convergencia conceptual con las ciencias sociales y, paralelamente, un proceso de
“sustitución de importaciones” que permitan disponer, sin renunciar a esquemas transversales,
de un conocimiento administrativo afín a los intereses, ideologías y necesidades de contextos
específicos. De este modo, no sólo se contribuye a facilitar la implementación y aplicabilidad
de las distintas técnicas administrativas sino también a elevar el estatus epistemológico de las
disciplinas de gestión.
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