¿Un ruso maya? La historia de Yuri Knórosov

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¿Un ruso maya? La historia de Yuri Knórosov
¿Un ruso maya? La historia de Yuri
Knórosov
El desciframiento de la lengua maya por Yuri Knórosov
Por: Alejandro Rosas
Fecha: 25/01/2013
Entre las decenas de miles de
soldados de Stalin que avanzaban
sobre Berlín en abril de 1945,
marchaba un joven de 21 años que
tocaba el violín y era asiduo lector de
las aventuras de Sherlock Holmes.
Descrito como excéntrico y brillante,
con una curiosidad innata por el
conocimiento, no era un soldado
común. Además de su gusto por la
música, tenía facilidad para el dibujo
y para los idiomas, sabía leer árabe,
chino y griego.
Como muchos otros jóvenes, Yuri
Valentinovich Knórosov había dejado
su vida cotidiana enterrada en la
Unión Soviética para incorporarse a la
“gran guerra patriótica” contra los
nazis. Sus esperanzas de regresar con
vida del frente alemán eran muy
escasas. En los últimos días de abril,
antes de la caída de Berlín, el joven
intelectual encontró un respiro dentro de la Biblioteca Nacional que ardía en
llamas.
Entre el caos y la destrucción, Yuri logró rescatar un par de obras que
cambiarían su vida: Relación de las cosas de Yucatán de fray Diego de Landa y una
edición facsimilar de Los códices mayas. El 2 de mayo de 1945 la bandera de la
hoz y el martillo ondeó por todo lo alto del Reichstag alemán.
Yuri Knórosov regresó a Rusia en la segunda mitad de 1945 con su peculiar
botín de guerra. Por entonces no tenía en mente adentrarse en el conocimiento
de la escritura maya; el rescate de las dos obras no obedecía a un proyecto
planteado con antelación, respondió más a un reto intelectual. En 1947 su
maestro, el arqueólogo Serguei Tokarev le dio un artículo del mayista alemán
Paul Schellhas, titulado “El desciframiento de las escrituras mayas ¿un
problema insoluble? y le dijo: “Si crees que cualquier sistema de escritura
producido por seres humanos pueden leerlo otros seres humanos, ¿por qué no
tratas de leer los jeroglíficos mayas?”.
Yuri comenzó por aprender español. Lo que conoció de México y
particularmente de Yucatán fue exclusivamente a través de libros y documentos.
En tiempos de la guerra fría, bajo el ocaso del stalinismo, inmerso en una
sociedad desconfiada, acostumbrada a la delación, Knórosov jamás tuvo
oportunidad de salir de la Unión Soviética para viajar a México; no conoció
personalmente las inscripciones, las esculturas, las estelas ni las grandes
ciudades mayas. Su investigación la realizó dentro de las cuatro paredes de su
oficina en Leningrado y ahí descubrió el código fonético de la escritura
jeroglífica maya.
“Gracias a la irrupción de Knórosov en la epigrafía maya -escribió Michael D.
Coe-, podemos ahora oír los glifos mayas antiguos como los escribas los
escribieron, y no interpretarlos como sordos patrones visuales. El triunfo mayor
de Knórosov reside en la demostración de que los escribas mayas pudieron, y
con frecuencia lograron, escribir silábicamente concibiendo cada glifo como una
consonante seguida de una vocal. La mayoría de las palabras mayas son de una
sola sílaba hecha de una combinación consonante-vocal-consonante. Solían
estar escritas generalmente con dos glifos, pero la vocal del segundo glifo no se
pronunciaba. El fundamento de la propuesta de Knórosov es su ‘principio de
sinarmonía’, de acuerdo con el cual la segunda vocal muda de estas
combinaciones repite a menudo la vocal del primer glifo. Así, la palabra para
nombrar al pájaro quetzal es el monosílabo kuk, aunque se escribía con dos
glifos ku, y se suprimía el sonido de la segunda u”.
Yuri llegó a la conclusión de que el “alfabeto jeroglífico” contenido en la obra
de fray Diego de Landa era sin más, un silabario y lanzó su tesis en la
revista Etnografía Soviética en 1952 –tan sólo 7 años después de regresar de la
guerra-. Su descubrimiento fue aceptado mundialmente hasta la década de
1970; su interpretación del alfabeto de fray Diego de Landa ha sido equiparado
al descubrimiento de la piedra Roseta que facilitó la clave para descifrar los
jeroglíficos egipcios.
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