Jaime Zubia y Jorge Askasibar
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Jaime Zubia y Jorge Askasibar
elkarrizketa Texto: Nekane Iturregi — Fotos: Mikel Arrazola Jaime Zubia y Jorge Askasibar "En veinte años la evolución del sector agrario ha sido evidente y a mejor" Jorge Askasibar y Jaime Zubia se jubilan. Oficialmente, al menos, porque no está claro que uno se retire de aquello con lo que disfruta y ambos reconocen que su trabajo en el sector primario les ha dado muchas satisfacciones, profesionales y personales. Con la perspectiva que sólo permite la experiencia y la ventaja que supone haber conocido las cosas desde sus inicios, repasan en esta conversación el cómo y el por qué de la situación actual de la agricultura. ¿Cuándo empezaron a trabajar en la Administración? Jorge Askasibar (J.A.): Cuando vine a la Diputación, en el año 77, era aún Diputación Provincial. Una vez se puso en marcha el Estatuto, desde Vitoria, se toma con mucho interés lo de la recogida de las transferencias. Era consejero de Agricultura Félix Ormazabal. Yo estaba aquí llevando el servicio forestal y Ormazabal pidió a la Diputación de Gipuzkoa que yo acudiera a las reuniones en Madrid. De Alava iba Manuel Ruiz Urrestarazu. Ibamos con un ingeniero jefe de servicio que tenía el ICONA en Bizkaia, Juanjo Peralta, los tres, encabezados por Ormazabal, a unas reuniones en Madrid, donde tratábamos con los homólogos nuestros: el director general de montes y tres subdirectores. Las reuniones eran de contenido muy técnico. Era una época muy curiosa y bonita. Había un montón de equipos yendo a por las transferencias. Encabezados por Mario Fernández, en el hotel Palace, que era nuestra base, nos contábamos lo que se había conseguido. En nuestro caso, no hubo discusión. Enseguida se vio que la transferencia forestal era autonómica. Lo aceptaron rápidamente porque llevamos un decreto del año 1910. El Estado sacó una Ley de Montes en 1908 que recortaba las competencias de las sustrai 5 elk. Jorge Askasibar. En nuestro medio tienes que trabajar de abajo a arriba. Hay que ir al sector, recoger sensibilidades y luego diseñar las políticas. Es la clave. Y es como se ha funcionado y se trata de funcionar siempre. Diputaciones, están recurrieron, y en 1910 se resolvió dándoles la razón. Cuando enseñamos ese decreto, y teniendo en cuenta que Navarra y Álava mantenían las competencias en materia forestal, porque no habían sido declaradas provincias traidoras tras la guerra civil, nosotros argumentamos que no se iba a aceptar un nivel de transferencia menor. El tema forestal se resolvió en tres reuniones. En el 81 me pidieron que pasara al Gobierno Vasco. Fui en principio para seis meses pero me quedé dos años y medio. Llevé la Dirección de Estructuras Agrarias y luego, cuando se creó, la de Ordenación de Recursos Naturales. Fue una experiencia muy interesante. Los servicios estaban en marcha pero había pocas dotaciones económicas. Se reestructuró todo. Hasta el año 85 no se aprobó la LTH y no se materializaron las transferencias a las Diputaciones, pero cuando en el 83 se crean los departamentos y las Diputaciones con carácter de gobierno, como tienen ahora, me reclamaron y volví de nuevo a la Diputación de Gipuzkoa, con Sabino Irulegi de diputado. ¿Y Jaime Zubia dónde estaba en esos años? Jaime Zubia (J.Z.): En Zabalegi. Una serie de personas muy vinculadas al sector, e interesadas en su desarrollo pensaron que había que hacer algo con el tema formativo y crearon Zabalegi, como sociedad anónima. Anterior a Zabalegi es Fraisoro, que tiene más de 100 años, pero durante esa época funcionaba lánguidamente y entró nuevamente en servicio una vez que el Gobierno Vasco se hizo cargo de ella. J.A.: Al haberse perdido en el año 37 lo que se perdió, las Diputaciones se quedan en teoría con competencias importantes pero con poquísimos recursos. Además, las Diputaciones se regían con diputados provinciales procedentes 6 sustrai.65 del mundo urbano e industrial. Cuando yo entré aquí, el presidente de la comisión de agricultura era un industrial. El tema agrario estaba aparcado por falta de sensibilidad. El presupuesto de montes en aquella época era de 4 millones de pesetas. Todo eso cambia luego. Zabalegi tenía una visión moderna, de responder a una necesidad desde la iniciativa privada. J.Z.: Gente vinculada con el sector: los veterinarios Oñatibia y Zurutuza, José Salaberria, José Mari Aranzadi, José Mari Busca Isusi, Juan Mari Galarraga, párroco de Añorga -me dejaré a alguno, seguro-, se constituyeron en sociedad anónima, cada uno hizo una aportación económica y pusieron en marcha el centro con Juan Egiraun, que fue el primer director. Entonces no había los medios de transporte que existen hoy y los alumnos estaban en régimen obligado de internado. Se acogía gente de la zona rural vascoparlante de Gipuzkoa, Durango, Markina, y Navarra. Había mucha gente interesada. Se empezaba con 14-15 años que es cuando se salía de la enseñanza primaria. Con el tiempo se hizo difícil mantener el centro, porque las cuotas por formación y estancia no podían ser altas, lógicamente, y la Caja de Ahorros Municipal asumió como Obra Social propia Zabalegi y, con acierto, mantuvo en la Junta del Patronato a los promotores iniciales. Así hasta la fusión entre las Cajas, cuando se constituyó la Fundación Arteaga-Zabalegi. Con las transferencias, cuando la escuela de Fraisoro pasó a depender del Gobierno Vasco, se le dio un impulso y como no tenía sentido que ambas escuelas afrontaran la misma actividad, se vio conveniente que Fraisoro se quedara con la formación reglada y Zabalegi se dedicó a la formación permanente de adultos. Pero Zabalegi cubrió un hueco muy importante durante muchos años. Los profesionales actuales, de entre 45 y 55 años, todos han pasado por Zabalegi. Personalmente era un trabajo que me encantaba. Conseguimos hacer un equipo muy bonito y allí estaba trabajando, hasta que en el 87 me llamó Imanol Murua. Me propuso ser Diputado de Agricultura. La verdad, no sabía lo que eso significaba, no conocía la Administración más que por el contacto que teníamos por la escuela. Tuve el gran acierto de mantener a los dos directores que estaban con Sabino, a Jorge Askasibar y a Xalbador Gorostola. Mi aprendizaje de lo que era la Administración había sido en las mesas consultivas, donde nos reuníamos con el diputado, Sabino Irulegi, gente de la Cámara, de las cooperativas, de Zabalegi… Quincenalmente se celebraba una reunión y hacíamos un seguimiento de la actividad que se estaba desarrollando. Eso fue una escuela para todos los que participamos. J.A.: Fue modélico. Los sábados por la mañana, se repasan todos los temas. Era un consultivo auténtico. J.Z.: Gipuzkoa siempre ha tenido un sentido de la coordinación, un deseo de aglutinar esfuerzos. Se creó un estilo de trabajo. J.A.: Así es. Desde el inicio fue así. Por aquí han pasado diputados como Vicente Laffitte, en la década de los 20, que le dio mucha importancia al tema de la formación. Iba a Suiza, con los ganaderos a traer ganado y ver ferias. Ese afán de mejora se notaba siempre. Luego en el año 37 el corte fue brutal. Y hubo años de parón. Pero había ya creada una cultura. Por ejemplo, el primer libro genealógico de ganado vacuno de toda España es de Gipuzkoa. Esa es la cultura que permite que surja, con pujanza, un Zabalegi, que no es casual ni aparece en otro lugar. A partir de 1987 los dos forman parte del mismo equipo ¿Qué recuerdos tienen de aquella época? J.Z.: Durante esos cuatro años conseguimos trabajar en sintonía con el sector en Gipuzkoa. Con anterioridad se había hecho un esfuerzo grande en su vertebración. Lurgintza ya estaba prestando un servicio muy bueno, y todo esto facilitó el que de una manera consensuada pudiéramos seguir adelante con la labor que se había hecho. Fuimos continuistas. También teníamos una coordinación importante con el Departamento de Vitoria y las otras dos diputaciones Quincenalmente nos reuníamos con el Gobierno. J.A.: Los viernes hacíamos una reunión con el consejero, viceconsejeros, diputados y directores. Eran reuniones itinerantes. Había una gran sintonía, tanto con el sector como entre nosotros. Al resto de los departamentos les llamaba la atención esa coordinación. Pero eso lo da el medio y la necesidad. Si tienes cierto olfato, en nuestro medio tienes que trabajar de abajo a arriba. Esa idea la tenemos profundamente incorporada. Aquí no vale hacer diseños en el vacío. Hay que ir al sector, recoger sensibilidades y luego diseñar las políticas. Es la clave. Y es como se ha funcionado y se trata de funcionar siempre. La participación y la colaboración con las asociaciones han sido siempre importantes. Quizá, en épocas posteriores, las reuniones hayan sido menos. Nosotros, al estar en los inicios, nos veíamos más obligados a trabajar codo con codo, haciendo los decretos de ayudas y demás situaciones. Luego, entra otra gente que no ha vivido esos orígenes y quizá no lo ve tan necesario. J.Z.: Las sensibilidades cambian, pero también porque la relación a distancia es más fácil ahora, con el ordenador, el correo electrónico. Antes la relación era más personal. J.A.: Yo tengo muy buenos recuerdos. El mundo rural es muy gratificante. Recibes mucho a cambio de lo que haces, estás aprendiendo continuamente, y es un medio vivo en el que los efectos se ven, tanto en las personas como en los elementos que generas. Plantas sustrai 7 elk. Jaime Zubia. No se remarca lo suficiente el servicio que el sector primario presta a la sociedad en general. Si ese servicio se subcontratara y se pagara a gente ajena, no habría suficiente dinero… un arbolado o un cultivo y lo ves evolucionar. Tiene ese aspecto estimulante que no lo dan otros sectores. J.Z.: Yo diría, aunque se pueda malinterpretar, que trabajar en este sector no es trabajo. Lo mejor es el contacto con las personas. Humanamente es muy enriquecedor. En 1986 el sector primario vasco se integra en la PAC ¿Hay un antes y un después? J.Z.: En el 86 nos integraron en la PAC, ya que en aquel momento fue más una obligación que un deseo. Veíamos que necesariamente teníamos que incorporarnos a ese carro, pero nos sentíamos poco preparados para dar el paso. Tuvimos la gran suerte, gracias al Concierto Económico, de contar con una serie de medios que ya estaban en marcha: los planes de ayuda, mejoras de infraestructuras, etc. Pero nos veíamos con problemas para competir con lo que venía de Europa. La diferencia entre ellos y nosotros nos parecía grande. J.A.: Llegábamos tarde respecto al resto de europeos. Pero ya había aquí, por ejemplo, un programa de electrificación rural, que mejoró el estilo de vida del caserío, y otro de mejoras de caminos. Pero todo esto, claro, después de las transferencias. Y se andaba con urgencia, porque hasta el año 80, hasta conseguir las transferencias, la agricultura y los montes no estaban suficiemente subsidiados ni atendidos. Para nosotros el tema del Concierto fue fundamental. Lo que otras autonomías no podían hacer nosotros sí: convencer al Consejo de Diputados para destinar dinero al mundo rural. Y así nuestros presupuestos han ido creciendo. Con dinero y capacidad de gestión se puede hacer cosas. Es indudable que en estos veinte años ha habido mejoras importantes. Antes del 80 los medios eran reducidos y la sensibilidad escasa. El agricultor estaba apechugando como podía en un régimen de auto- 8 sustrai.65 consumo, autárquico, vendiendo en la feria, pero viendo que se imponía una economía de mercado. En la industria se empezaban a pagar buenos salarios y la gente dejaba los caseríos. ¿Durante este proceso de mejora el sector ha tenido protagonismo directo en la evolución? J.A.: Sí, sí. El sector éramos todos. Había reuniones continuas. J.Z.: Justamente esa era la preocupación principal: vertebrar el sector y conseguir la colaboración de todos. Las mejoras son evidentes pero cada vez hay menos explotaciones agrarias y parece que se avanza hacia un sector con menos agricultores ¿Qué opinan de eso? J.Z: Siempre se debe mantener despierta la conciencia, y se puede entender la reivindicación de que no se disminuya el número de explotaciones, pero la reivindicación hay que enfrentarla a la realidad y esa realidad dice que en Gipuzkoa el 90% de las explotaciones que tenemos son marginales. En el registro se observa que en Gipuzkoa hay registradas 9.532 explotaciones y de ellas más de 6.000 son de menos de una UTA, de entre una y dos UTAs hay 2.056, y sólo 798 son las de más UTAs Hay muchas explotaciones marginales que no superarán el cambio generacional. La desaparición de explotaciones es negativa, pero parece inevitable. J.A.: Es negativo también desde el punto de vista territorial. El territorio se mantiene cuando la población está instalada ahí. Este un aspecto que conviene resaltar muchísimo. J. Z.: Desde luego, para la sociedad lo más interesante es que los agricultores se mantengan en su tierra. No se remarca lo suficiente el servicio que a la sociedad en general presta el sector primario, si ese servicio se subcontratara y se pagara a gente ajena, no habría suficiente dinero… J.A.: Del territorio se obtienen unos bienes económicos, medibles en euros -las producciones agrarias, las producciones forestales-, y se obtienen unos beneficios ecológicos o medioambientales -que no haya erosión, que los caminos estén limpios-, y eso a su vez está enlazado con el beneficio social. La sociedad lo valora, lo disfruta, pero no lo paga. A los técnicos también nos es difícil hacer una valoración ajustada de estos servicios, es complicado. Las patatas, la leche, la madera… tienen precio de mercado, pero estos otros beneficios que son fundamentales, que más aprecia la sociedad en los tiempos de ocio, ¿cómo se miden? Es el mismo ejemplo de las amas de casa, si todas abandonaran su labor y un buen día habría que pagar eso en servicios sociales... El servicio ecológico y social existe en cuanto la gente está instalada en el medio. Esa es la filosofía de la política de agricultura de montaña, y los europeos se dieron cuenta de eso ya al acabar la Segunda Guerra Mundial. Hay que hacer discriminación positiva para que la población se quede en este espacio. Y las ayudas deben darse siguiendo esos parámetros. La conciencia desde el mundo urbano es cada vez mayor en este asunto. Hay que pagar impuestos para mantener el medio rural igual que se pagan por tener un hospital. No digamos que la agricultura está demasiado subvencionada y lo mejor es traer la leche de Holanda. Si hacemos eso nos ponemos una soga al cuello. Y las voces que dicen que nuestras ayudas repercuten negativamente en el Tercer Mundo… J.A.: Cualquier país occidental quiere mantener un mínimo sector agrario y por eso se plantean producciones desde un punto de vista estratégico. Si no tienes los precios de los productos agrarios en unos márgenes determinados y los dejas libres pueden subir repentinamente… J.Z.: La crisis de la soja del año 73 fue un buen ejemplo. Pasamos a depender por entero de los EEUU para la alimentación proteínica de los animales. J.A.: Esa crisis fue anterior a la del petróleo. Fue el detonante. Recuerdo que en revistas agroeconómicas se representaba a una vaca comiendo en EEUU y con los cuartos traseros en Europa, ordeñándose aquí. Toda la soja era americana, toda la genética de las frisonas era yanqui o canadiense. Europa ha luchado contra esa dependencia potenciando su agricultura. Pero, claro, nosotros con esto estamos cerrando el círculo al mundo occidental, 1.500 millones de habitantes, pero somos 6.000, ¿qué pasa con los pobres de países importantes que producen productos agrarios de calidad? Tenemos unos aranceles y unas prohibiciones… Los de la Ronda de Uruguay que quieren entrar aquí, tienen razón cuando dicen: ustedes no tengan un precio de carne marcado que yo les puedo dar más barato. Pero tú dejas de producir leche o carne aquí a expensas de un mercado que te las da más barataa ahora ¿quién te asegura que eso vaya a ser así siempre? El mercado del trigo, por ejemplo, lo mueven cinco empresas de Chicago. Son necesarios algunos cambios, es evidente. Si no hacemos que esos países en vías de desarrollo aumenten su capacidad de consumo y puedan entrar en nuestro club, nuestros productos industriales se encuentran sin demanda por falta de capacidad de pago. Las neveras hay que vendérselas a alguien y ese alguien tiene que vender lo suyo para tener dinero. La clave está en eso, pero a los tiburones de la economía estas cosas no les gustan. En eso tienen razón los antiglobalización: hace falta otro equilibrio. Lo difícil es cómo formularlo. Qué medidas tomar. Si no aumentamos la capacidad de consumir de esos países, nuestro bienestar también se resiente. sustrai 9