Ortografía y traducción

Transcripción

Ortografía y traducción
pretende distinguir entre embriogénesis ‘desarrollo de tejidos y órganos embrionarios’ y
embriogenia ‘origen y desarrollo del embrión’,
introduciendo matices semánticos.
Ante esta situación, ¿debemos atenernos a la
RAE, al menos en los términos recogidos en su
diccionario, a pesar de que no siempre coincide
con el empleo más frecuente y habitual? ¿O bien
es conveniente regularizar esta familia terminológica, escogiendo una sola variante como aceptable y rechazando el resto? A nuestro juicio, dado
que las tres formas son conformes al sistema
fonético y morfológico del español, debería aplicarse un tratamiento individualizado para cada
término, haciendo prevalecer el uso culto más
frecuente en cada caso. No parece muy acertado rechazar, por ejemplo, eugenesia, filogenia
o partenogénesis, que están muy arraigadas en
el uso culto, y unificar todas ellas mediante el empleo de una misma raíz en aras de una normalización forzada con escasas posibilidades de éxito.
¿Quién lo usó por vez primera?
Enfermedad de Parkinson
Fernando A. Navarro
Servicio de Traducción, Laboratorios Roche, Basilea (Suiza)
Esta enfermedad debe su nombre, como es lógico suponer,
al cirujano y paleontólogo británico James Parkinson (17551824), quien la describió con los nombres de shaking palsy
(inglés) y paralysis agitans (latín) en un librito de 66 páginas
publicado en 1817. En el primer párrafo del capítulo 1 de su
opúsculo ofrece la siguiente definición de la nueva enfermedad:
«Shaking palsy (paralysis agitans). Involuntary
tremulous motion, with lessened muscular power,
in parts not in action and even when supported;
with a propensity to bend the trunk forward, and to
pass from a walking to a running pace: the senses
and intellects being uninjured.»
Parkinson, J. An essay on the shaking palsy. Londres: Whittingham and Rowland, 1817.
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Ortografía y traducción
Iñaki Ugarteburu
Departamento de Filología Vasca,
Facultad de Medicina, Universidad del País Vasco,
Lejona (España)
Hay tres grandes formas de abordaje de fenómenos humanos, entre los que podemos incluir los
problemas médicos, los fenómenos de lengua y las
relaciones interpersonales. Comprendo que esta
analogía pueda resultar sorprendente pero no me
refiero más que a los puntos de vista descriptivo,
explicativo y normativo. Dejaré en manos del lector la aplicación de este esquema a los tres grandes
campos mencionados, o incluso a otros, y diré simplemente que desde el punto de vista epistemológico
el abordaje descriptivo es el primero de los que nos
permiten llegar al conocimiento. Históricamente
parece que hemos actuado estudiando (describiendo) los fenómenos que nos rodean e intentando explicarlos. Dejaremos, por tanto, para más adelante
la cuestión normativa.
Si hacemos referencia a la lengua, tanto a la
gramática como al léxico, optamos habitualmente
por la misma secuencia metodológica: primero
describir, después estudiar y dictar. Pero no es fácil hoy en día, en que ni siquiera podemos conocer
la ‘Medicina’ y debemos conformarnos con saber
pediatría, microbiología médica o cualquiera de las
especialidades en que hemos tenido que parcelar el
conocimiento médico, ocuparse al mismo tiempo
de describir, explicar y normalizar. De qué debe
ocuparse el traductor ante los fenómenos de lengua que le planteen dificultades? Evidentemente,
el traductor profesional busca normalmente soluciones y tiende a acercarse al ámbito normativo;
sólo aquellos traductores con cierta formación
humanística o que hayan trabajado su sensibilidad
hacia lo que ahora llamamos ‘humanidades’ sentirán el arrebato de profundizar en otros campos.
Pero es importante que ese traductor que busca El
Gran Diccionario, tan cercano a las próximas máPanace@ Vol. 1, No. 2. Diciembre, 2000
quinas de traducción automática que podrán transformar un código en otro, tenga siempre presente
que no hay normativa sin un trabajo previo de descripción, acompañando frecuentemente de la explicación del fenómeno descrito.
Quien se ocupa de la explicación de los fenómenos de lengua es el lingüista o estudioso de la
lengua. Por otra parte, quien se ocupa de la norma
parece ser (al menos en lenguas como el español,
francés, vasco, catalán…) la Academia. Hay además diversas instituciones que trabajan para la
normalización de determinadas variantes de lengua como puede ser el lenguaje científico o las terminologías específicas. A esos lugares acudirá habitualmente el traductor cuando precise de normas.
Naturalmente el grado de aceptación de algunas
instituciones, normativas, dictámenes, etc. puede
ser variable, porque la lengua en sí es variable,
porque el estudio y el conocimiento no son objetivos e inmutables y por diversas razones de índole
social e ideológica. Sin embargo, debemos reconocer que el traductor no podría trabajar si tuviera
que estudiar, por poner un ejemplo, la etimología
de cada uno de los términos que ha de utilizar. El
traductor habitualmente se sirve de la lingüística y
otras ciencias pero no es lingüista, terminólogo ni
lexicógrafo.
Pero vayamos al tema que nos ocupa: la ortografía. ¿Qué debe tener presente el traductor
en cuanto a ortografía? He aquí algunos puntos
como propuesta de debate:
1. La ortografía es un sistema arbitrario. El traductor, como cualquier usuario culto de la lengua , debe conocer la norma ortográfica, fruto
de decisiones históricas arbitrarias ante hechos
de variabilidad de origen lingüístico diverso que
no analizaremos aquí (‘hazera, azera, acera’,
‘afición, afección’, ‘luto, luctuoso’…). En la medida en que unifica usos diversos, la ortografía
trasciende la finalidad estética y adquiere valor
propio en el ámbito de la comunicación. De cualquier forma, sea por unas razones u otras, el
traductor, el profesional o el estudiante que desPanace@ Vol. 1, No. 2. Diciembre, 2000
conozcan la norma ortográfica quedan marcados ante la comunidad de usuarios de la lengua
y debe proceder a su reciclaje.
2. La ortotipografía como organización del pensamiento. La utilización de cursivas, versalitas… puede añadir matices semánticos (referencia a taxonomía, fármacos genéricos y registrados…) que de otro modo sería complicado expresar. La ortotipografía resulta muy útil
para obtener un texto coherente y evitar ambigüedades. Los signos de puntuación no deben servir para marcar pausas o secuencias
de creación del texto sino para organizarlo,
como en el caso de las relativas explicativas
y especificativas (‘las enfermedades víricas,
que habitualmente no responden al tratamiento
antibiótico, deben tratarse…’). En realidad,
más que la ortotipografía es incluso la organización espacial del texto la que hace que sea
más conveniente alterar el orden de los elementos coordinados de oraciones como la siguiente: ‘las características de esta enfermedad son ausencia de fiebre y dolor de cabeza’. En esa oración bastaría con utilizar el artículo (‘la ausencia de fiebre y el dolor de cabeza’) o alterar el orden (‘dolor de cabeza y
ausencia de fiebre’). Pero ya no estamos hablando de ortografía sino de cuestiones de sintaxis y pragmática. Igualmente estamos fuera
del campo de la ortografía cuando hablamos
de diferenciar vocablos como ‘vaca’ y ‘baca’
o ‘amina’ y ‘amida’. Ciertamente es el corpus léxico (diccionario) quien determina los
rasgos fonéticos (con su expresión gráfica),
semánticos y gramaticales de las palabras.
3. La ortografía como expresión de hechos de
lengua: más allá del desconocimiento de la
norma ortográfica (arbitraria) la aparición de
errores sistemáticos puede hacernos pensar
que debe haber causas que los motivan. La
utilización de la grafía ‘viajes para mallores
de 65 años’ en la propaganda de una agencia
de viajes que oferta estancias en Mallorca,
nos puede hacer pensar en el problema de
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yeísmo como evolución de determinadas variantes de lengua. Claro que no podemos sin
más admitirlo, pero son de categoría muy diferente los errores ortográficos de base lingüística (que quizá incluso terminen imponiéndose en la lengua, por razones de regularidad, analogía, cambios de habla, etc.) y los
que no la tienen (desconocimiento de la norma académica o uso generalizado en el ámbito de una especialidad). Sin duda, en el ámbito científico son muy numerosos los errores
cuya descripción y sistematización (‘errores’
de acentuación como ‘alergeno / alérgeno’…)
pueden poner de manifiesto problemas de
analogía, adecuación de préstamos, etc…
Recientemente hemos podido observar en el foro
de debate MedTrad varios mensajes en los que se
han utilizado las siguientes formas: ‘trastornos
maníaco depresivos, psicosis maniacodepresiva,
psicosis maníaco-depresiva, manic-depressive
illness, manic depressive illness’. Puede establecerse como norma la grafía ‘maníaco-depresivo’
pues es la más habitual y la presente en obras de
referencia como el DSM-IV. Pero el supuesto error
de algunos traductores no hace sino mostrarnos el
problema, que dejaremos aquí esbozado para estudiarlo en otra ocasión. Los compuestos de tipo
copulativo se escriben habitualmente con guión
como en los sustantivos ‘agar-agar, agar-sangre,
cromatografía gas-líquido (gas-sólido, líquidogel...), indicador de oxidación-reducción’, o en
adjetivos como ‘adaptador cilíndrico-parabólico’.
Pero no así cuando formamos el compuesto a partir de formantes cultos como ‘petroquímica’. Sin
embargo, encontramos una gran variabilidad en la
forma gráfica de estos vocablos compuestos: ‘fisicoquímico’ y ‘medicolegal’ en el diccionario de
la RAE (obsérvese que la composición no es la
misma en ambos, al menos si nos atenemos a la
acepción con que se definen en el diccionario: el
primero sí es aditivo, ‘relativo a la física y a la
química’, pero no el segundo, ‘relativo a la medicina legal’), pero también encontraremos ‘fisicoquímico’ y ‘médico-legal’ en numerosos documentos científicos y de investigación (basta consultar
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la base de datos DATRI del CINDOC); sistema
retículo-endotelial… También el catalán ha optado por la grafía sintética (cardiovascular, occipitocervical) frente al uso anterior (cardio-vascular),
pero no así el francés, que prefiere utilizar el guión
en muchos casos (dependiendo del entorno fonético, cantidad silábica). Si tenemos también en cuenta
que junto a formas como climatología o aromoterapia (RAE) en vocablos de origen griego tenemos
‘drogodependencia’ correspondiente a ‘drug
dependence’, de modo que la terminación en ‘o’ se
extiende a todo tipo de nuevas formaciones (‘implanto-soportado’) y compite con la castiza ‘i’ de
compuestos exocéntricos (‘cuernicorto, barbilampiño’) o algunos copulativos (‘blanquinegro’), y
que junto a las normativas ‘sociolingüista’ o ‘sociocultural’ no es infrecuente el uso de ‘socio-político’ o ‘medico-quirúrgico’ en medios de comunicación y textos divulgativos (Internet), podemos pensar que más que un error de ortografía estamos
ante un hecho de lengua subyacente, como es la
dificultad por parte de los usuarios de distinguir
distintos tipos de compuestos, además de la dificultad de utilizar las formas más adecuadas de creación lexical o adecuación de préstamos, unido todo
ello a la presencia de otros factores como la cantidad silábica (‘punción transparietohepatovesicular’, ‘eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal’),
etc. No es por tanto de extrañar que pueda encontrarse ‘cortico-bulbar’ o ‘cortico-espinal’ en textos de facultades de medicina, o que en el Manual
Merck (edición electrónica) puedan leerse: ‘venoresonancia, hipotálamo-hipofisario, hipotalámicohipofisario, neuro-oftalmológico, co-editor, angioresonancia, cutáneo-abdominal’. Debemos movernos por tanto entre la formas más sintéticas, como
‘síndrome glosolaringoescapulofaríngeo’ y formas
sintagmáticas no compuestas como ‘ginecología y
obstetricia’, y no debemos olvidar que cada lengua
debe adaptarse a las formas que le son más habituales, prescindiendo en lo posible de calcos absolutamente miméticos: ‘gingivitis ulceronecrótica
aguda’ en español por ‘acute necrotizing ulcerative
gingivitis’ en inglés, o ‘urdail-hesteetako arazoak’
(‘trastornos de estómago e intestinos’) por ‘trastornos gastrointestinales’ en español.
Panace@ Vol. 1, No. 2. Diciembre, 2000

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