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Bridges for Peace (Puentes para la Paz) Los Estudios de Israel Vol. #770903S PUENTES PARA LA PAZ SU CONEXIÓN CON ISRAEL CON OFICINAS REGIONALES EN: • ISRAEL: SEDE INTERNACIONAL P.O. Box 1093, Jerusalem, Tel: (972) 2-624-5004 [email protected] • AUSTRALIA:P.O. Box 1006, Tewantin Queensland 4566, Tel: 07-5474-3626, [email protected] • BRASIL: Caixa Postal:1197, Cep: 30.123-970 BH - MG, Tel: 55-31-378-9350 [email protected] • CANADÁ: P.O. Box 21001, RPO Charleswood, Winnipeg, MB R3R 3R2, Tel: (204) 489-3697 [email protected] • ESTADOS UNIDOS: P.O. 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En verdad, esos pasajes reflejan la naturaleza y el carácter de nuestro Dios eterno, quien es “el mismo ayer, hoy y por siempre”. Toda la Escritura nos enseña acerca de Dios, y cada parte nos puede ayudar a ser mejores discípulos del Señor. Pablo dijo: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Tim. 3:16). No estaba refiriéndose al Nuevo Testamento, sino a las Escrituras Hebreas. El Nuevo Testamento no fue codificado hasta cerca del año 350 d.C., y las Escrituras Hebreas eran la “Biblia” de la primera iglesia por varios cientos de años. Las epístolas, cartas enviadas a varias iglesias o personas explicando cómo conducirse de acuerdo a la Palabra de Dios o respondiendo a unas preguntas particulares, no circularon entre los creyentes hasta mucho tiempo después. Por ende, las Escrituras Hebreas (nuestro Antiguo Testamento) contienen unas instrucciones y preceptos de mucho valor para la iglesia, más de lo que la mayoría de los cristianos le adjudican. De vez en cuando, invito a diversos autores para que compartan con ustedes a través de los Estudios de Israel. En esta ocasión, les presento un estudio escrito por Keren Hannah Pryor, esposa de Dwight Pryor, director del Centro para Estudios Judeo-Cristianos. Veamos lo que nos quiere enseñar Keren acerca del Tabernáculo: “Es necesario que Él permanezca en el cielo hasta que llegue el tiempo de la restauración de todas las cosas, como Dios lo ha anunciado desde hace siglos por medio de sus santos profetas” (Hechos 3:21, NVI) Uno de los propósitos más sublimes de Dios con relación a la creación fue establecer una “casa” entre los hombres, la morada del Señor, con intención de descender allí y llenarla de Su gloria. Su primera morada terrenal fue el Tabernáculo, o el Mishkán. El pueblo lo transportaba cada vez que se movía de sitio en sitio por el desierto. Después de que el pueblo ya viviera un tiempo en la tierra, el Rey David erigió en Jerusalén una tienda humilde para guardar allí el Arca del Pacto. Luego, el rey Salomón construyó el primer Templo según el diseño y las instrucciones que le dejó su padre David. Era una construcción majestuosa sobre el Har Bayit, lo que significa literalmente “Monte de la Casa”. Cuando fue dedicado a Dios, una nube de repente llenó todo el Templo “…y no podían los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Dios” (2 Crón. 5:14). Más tarde, el magnífico Segundo Templo fue completado por el rey Herodes, y llegó a conocerse como una de las grandes maravillas del antiguo mundo. Sin embargo, Yeshúa (Jesús) predijo que sería destruido, y proclamó:”Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (Jn. 2:19). A través de Jesús nuestro Mesías, la “piedra angular” (Sal. 118:22) alrededor del cual todo el edificio es construido y unido entre sí, nosotros somos ahora el Templo, el lugar principal para la habitación del Espíritu de Dios. Por lo tanto, todo lo que nos dice la Biblia acerca de las primeras moradas terrenales de Dios nos ayudan a entender nuestra identidad como nuevas criaturas en Él, y clarifica nuestro propósito en la tierra como “piedras vivas” en el “Templo del Dios viviente” (2 Cor. 6:16). El Tabernáculo en el desierto se situaba en medio de las tiendas de los hijos de Jacob. Aquí vemos el fuego fuera del campamento y el chivo expiatorio cuando es soltado hacia el desierto, ilustrando la santidad del Día de la Expiación, conocido por los judíos como Yom Kipur. DIOS HABLA POR LOS DETALLES Entre la época de Pésaj (Pascua), nuestra redención, y Shavuot (Pentecostés) hay cincuenta días, que también se designan para la cuenta del Omer. Es un tiempo de preparativos y gran expectación para el momento especial en que subimos para encontrarnos con el Señor sobre Su monte santo, el lugar donde recibimos Su revelación y el poder de Su Espíritu. Mientras caminamos con Él a través de la lectura sistemática de la Torá (los judíos tienen un sistema de lectura cíclica de los primeros cinco libros de la Biblia) y nos encontramos con Él durante los “días señalados” o Mo’adim, aprendemos ciertas lecciones especiales en torno a cada fiesta bíblica. Hay una obra santificadora que el Ruaj ha Kodesh, o Espíritu Santo, debe hacer en nuestros corazones correspondiente a cada fiesta. Este año, recibí una revelación especial en torno a lo que Dios requiere de nosotros cuando ordena: “Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios...” (Lev. 19:2). “K’dushim tih’yu, ki kadosh aní.” Mientras repasábamos durante Pésaj los eventos del Éxodo a través del desierto, Dios atrajo mi atención al Mishkán (o Tabernáculo), el cual fue construido según las instrucciones detalladas del Señor como Su lugar de habitación entre Su pueblo. Lo que me atrajo fueron las cortinas de lino blanco que separaban el Mishkán del resto del campamento y la arena (jol) del desierto. ¡El Lugar Santo de la habitación de Dios no debería confundirse con el color del ambiente! Dios quería que las cortinas atrajeran la atención como un brillante faro en medio del desierto. La verja de cortinas blancas claramente demarcaba el área como el lugar separado para la habitación de Dios. Separaba lo sagrado de lo secular, lo profundo de 2 lo superficial, lo santo (kodesh) de lo profano (la misma palabra jol). “Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos” (Lev. 20:26). Como Sus santos redimidos, hemos sido “separados” para vivir y crecer dentro de un pacto sagrado con Dios. Vestiduras de lino fino y brillante han sido preparadas para adornar a la Esposa del Cordero. ¿Y qué son estas vestiduras blancas y radiantes? “El lino fino es las acciones justas de los santos” (Apoc. 19:8). El salmista pregunta en Salmos 51:1, “Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo?” Responde a su pregunta en el verso 2: “El que anda en integridad y hace justicia...” En otras palabras, el que es santo, es santo como Adonai [el Señor]. La verja de lino alrededor del Tabernáculo se parece a un rollo abierto de la Torá. ¡La Palabra de Dios rodea y protege Su lugar de habitación! Por medio Su Palabra, Dios se da a conocer, revela Su justicia, confirma Sus promesas y establece Sus pactos. La pura y clara luz de Su instrucción alumbra a Su pueblo redimido para que sepamos caminar rectamente y hacer lo que es justo, con el fin de que podamos acercarnos más a Él en amor, y también acercarnos los unos a los otros. El esfuerzo humano sólo no puede alcanzar la santidad. Si somos nuevas criaturas en el Mesías, somos reconciliados con Dios nuestro Padre, para que en Él, y por el poder del Espíritu Santo, lo jol (secular, profano) sea transformado en lo kodesh (santo, profundo). Pero cada esfuerzo nuestro en Jesús es ennoblecido para que Dios sea exaltado. La vida abundante en Yeshúa comienza en nuestro mundo cotidiano a medida que andamos a la luz de Su Palabra. La santidad acrecenta a medida que aspiramos vivir cada momento de nuestra vida dentro de la voluntad de Dios, en acorde con lo que está escrito en Su Sagrada Escritura. Mientras vivimos así, alumbramos por medio de Su justicia. Al igual que la cortina del Mishkán, reflejamos la presencia de Dios y glorificamos Su Santo Nombre. Hebreos capítulo 1, los versos 3 y 8, proclaman lo siguiente: “... siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder... cetro de equidad es el cetro de tu reino...” ¡Cuán bendecidos somos los redimidos del Señor! En Yeshúa, la Palabra Viva, la Torá encarnada, somos arropados y sostenidos por el poder de Su Espíritu. Cuando llena nuestros corazones y renueva nuestras mentes con Su Palabra, y nos reviste con la vestimenta sacerdotal de Su justicia, verdaderamente somos separados para ser un Templo vivo, un santuario sagrado para que habite Su Presencia santa. EL CORDÓN QUE UNE Este año cuando llegó Shavuot (Pentecostés), esperé con atención para ver si el Señor me iba a impartir mayor revelación respecto a Su Cuerpo, el santuario vivo que está bajo edificación y unido entre sí por el poder de Su Espíritu Santo. ¡Atrajo mi atención hacia otras cortinas! En esta ocasión, fue hacia las diez gruesas cortinas entrelazadas que forman las paredes del Mishkán, y en particular a los lazos o lazadas azules (t’jelet), que unían los dos conjuntos de cinco cortinas. T’jelet es el color distintivo azul que se hallaba también en los flecos o tzit-tzit del talit, el manto de oración, como también en las vestiduras de los sacerdotes que servían en el Mishkán, y posteriormente en Ésta es una ilustración artística del Tabernáculo, sin una pared lateral, para visualizar el Lugar Santo y el Lugar Santísimo. Pesadas cortinas cubrían el armazón, y eran unidas en el punto donde se encontraban el Lugar Santo y el Santísimo. 3 los Templos. Cuando era hora de recoger el campamento para seguir caminando por el desierto, cada objeto principal del Mishkán tenía que ser cubierto con una tela de t’jelet. Así como un cordón rojo o escarlata aparece repetidamente en la historia bíblica, también se menciona un cordón azul. El cordón rojo representa la vida a través de la sangre, y el azul representa la justicia de Dios. Al igual que el claro azul del cielo cubre toda Su creación y se refleja en las claras aguas sobre la tierra, Su justicia también nos cubre y se refleja en nosotros por medio del agua pura de Su Palabra, la que fluye como un río de vida desde el Jardín del Edén a lo largo de la historia. Esta fuente nos fue hecha accesible por medio de Yeshúa nuestro Mesías, Adonai Tzidkeinu, el Señor Justicia nuestra. Es el suave rocío, “como el rocío de Hermón, que desciende sobre los montes de Sion...” Es el “río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que [sale] del trono de Dios y del Cordero,” ¡la Nueva Jerusalén! “En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, [está] el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol [son] para la sanidad de las naciones” (Apoc. 22:1-2). De la misma manera en que los dos conjuntos de cortinas sólo podían ser unidos entre sí por los lazos o lazadas de t’jelet, también nosotros hemos sido unidos, según oró Jesús (Juan 17:11, 21), por medio de Su justicia en nosotros. La verdadera unidad, el “ejad” que procuramos entre cada judío y gentil, entre cada esposo y esposa, y entre cada individuo con su vecino, podrá ser alcanzado en el lugar donde el Espíritu de santidad renueva nuestras mentes y transforma nuestras vidas para que seamos el pueblo que el Padre desea que seamos. Ese es el lugar donde reflejamos Su imagen y desde el cual fluye el agua de vida. Ese es el lugar de tranquilidad donde encontramos las “aguas de reposo”, donde se halla la sanidad y el verdadero shalom, o la plenitud. Un sábado por la mañana, durante el servicio de la Iglesia del Mesías, mi esposo y yo compartíamos acerca de “un nuevo hombre”, y yo presenté estos pensamientos en torno al t’jelet. Un amado hermano y anciano de la congregación, Rob Wilson, quien es ingeniero, me enseñó un modelo del Tabernáculo que había dibujado de las cortinas mientras yo hablaba. Quería visualizar la manera en que las cortinas colgaban y formaban las paredes del Tabernáculo. Su rostro brillaba a medida que demostraba la manera en que las lazadas azules permitían que los dos conjuntos de cinco cortinas se unieran justamente donde el velo colgaba para separar el Lugar Santo del Lugar Santísimo, el mismo lugar donde el Sumo Sacerdote podría entrar ante la gloriosa presencia de Dios. ¡Sí! Es solamente en nuestra unión con Yeshúa, nuestro gran Sumo Sacerdote, y estando cubiertos con la vestidura de Su justicia, que tenemos la capacidad de entrar ante la presencia de Dios sin temor, por Su Espíritu, y llamarlo nuestro “Abba, Padre”. EL DESAFÍO Dios nos desafía para que, siendo hijos del Dios Altísimo, el Principio y el Fin, bebamos de la “fuente de agua de vida” y llenemos nuestros corazones de Su Palabra y nuestras vidas de Su Espíritu. Luego, a través de Su justicia en nosotros, el centro de nuestra verdadera “nueva creación”, podremos alcanzar los unos a los otros y ser unidos en amor y unidad genuina. Allí, a medida que el santuario vivo de Su Cuerpo es edificado en amor, “Adonai enviará bendición y vida eterna” (Sal. 133:3). Mientras andemos en los “caminos de rectitud” y edificamos juntamente con Él nuestras propias vidas, nuestras relaciones personales, nuestras congregaciones y comunidades, participaremos en la restauración y el fortalecimiento de Su Santuario Vivo. Con cada día que pasa, podremos mirar con expectación más gozosa aquel día glorioso en que todos podremos clamar a una voz: “¡Bendito el que viene en el nombre de Adonai!” Amen. Espero que ustedes hayan sido bendecidos por este artículo. Dwight y Keren Pryor tienen muchas enseñanzas en formato de ‘audiocasette’ y folleto (sólo en inglés). Para ordenar un ‘audiocasette’ de “One New Man” (Artículo #H0000), o un catálogo de material adicional, puede llamar al Centro para Estudios Judeo-Cristianos al 1-800-308-6505, o escribir a: P.O. Box 293040, Dayton, OH 45429. Shalom desde Jerusalén, Clarence H. Wagner, Jr. Presidente Internacional (CEO) Traducido por: Teri S. Riddering Los versos bíblicos fueron tomados de La Biblia, versión Reina Valera de 1960. Muchos pastores, maestros bíblicos y personas laicas han escrito preguntando si pueden utilizar estas notas para sus mensajes y clases. La respuesta es un enfático, ¡sí! Por tal razón enviamos estos Estudios de Israel. Es mi esperanza que la información contenida en ellos pueda ser diseminada vez tras vez, ya sea oralmente o por medio de copias fotostáticas. “Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová.” (Is. 2:3) 4