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Cartas de los lectores
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«Si la era de los exoplanetas
no ha hecho más que
empezar, ¿cómo podemos
saber que los sistemas
planetarios descubiertos
hasta ahora son típicos?»
Julio 2016
NACIDO DEL CAOS
En «Nacido del caos» [Investigación y
Ciencia, julio de 2016], Konstantin Batygin, Gregory Laughlin y Alessandro Morbidelli sostienen que nuestro sistema solar es exótico por cuanto incluye varios
planetas rocosos y de poco tamaño en órbitas muy cercanas al Sol. En la mayoría de los sistemas planetarios conocidos
hasta ahora, en cambio, se han observado una o más supertierras orbitando en
la proximidad de la estrella.
No obstante, dado que la era del hallazgo de exoplanetas no ha hecho más
que empezar, y que los métodos empleados para detectarlos hacen que resulte
mucho más sencillo observar planetas de
gran tamaño cerca de sus respectivas estrellas, ¿cómo podemos estar seguros de
que los sistemas planetarios descubiertos
hasta ahora son típicos?
Peter Farson
Algunos episodios del escenario propuesto
por los autores para explicar la formación
del sistema solar parecen violar la ley de
la conservación de la energía. Puedo imaginar que un planeta se precipite hacia el
centro del sistema solar por efecto de la
resistencia aerodinámica. Pero ¿de dónde
sacaron los gigantes gaseosos la energía
necesaria para acabar en una órbita más
alejada? Además, si las órbitas de Júpiter
y Saturno entraron en resonancia, para
que uno pudiese caer hacia el Sol, el otro
tendría que haberse alejado, pero es imposible que ambos se acerquen o se distancien al mismo tiempo sin violar la ley
de la conservación de la energía.
Brandon Cole
Seattle
Responden los autores: Sobre la primera
cuestión, es cierto que, debido a las limitaciones de nuestras técnicas observacionales actuales, hoy por hoy es imposible
descubrir otros sistemas planetarios análogos al nuestro. Sin embargo, los datos
indican que entre el 70 y el 80 por ciento
de las estrellas que vemos tienen planetas
cuyas características no coinciden con las
del sistema solar. Aún no sabemos si los
sistemas planetarios parecidos al nuestro
representan el 20, el 1 o el 0,01 por ciento, ya que por ahora no hemos descubier-
Errata corrige
En La renovación del kilogramo, de Knvul Sheikh [Apuntes; Investigación y Ciencia, septiembre de
2016] se afirma sobre el patrón del kilogramo que «la menor cantidad de polvo, humedad o grasa de las
yemas de los dedos, así como la mínima expansión o contracción, podrían alterar la masa del cilindro».
La mención a la expansión y la contracción debe eliminarse.
En Una historia estratificada, de Jan Zalasiewicz [Investigación y Ciencia, noviembre de 2016], se expone que «al inicio del Holoceno, hace 11.700 años, [...] el nivel del mar subió 120 metros en todo el globo». Esa subida del nivel del mar debe datarse en la transición entre el Pleistoceno y el Holoceno, hace
entre 18.000 y 8000 años. Más adelante, el recuadro ¿Cuándo comenzó el Antropoceno? da a entender que tanto el plutonio 239 como el 240 se desintegrarán en uranio 235. Dicho proceso solo ocurrirá
con el plutonio 239.
En La crisis de los antibióticos, de Joan Gavaldà [Investigación y Ciencia, noviembre de 2016], se afirma
que las bacterias resistentes conllevan 2.500.000 estancias hospitalarias en la UE; en el mismo párrafo, se
estiman en 5 billones de euros los costes de los fallecimientos en Europa y la Estados Unidos. La primera
cifra se refiere a días adicionales de hospitalización, no a estancias; la segunda, a todos los costes asociados, y su verdadero valor es 5000 millones de euros.
Estos errores han sido corregidos en la versión digital de los artículos correspondientes.
to ninguno más. Pero, a la espera de una
respuesta observacional, usamos modelos
teóricos para intentar entender qué procesos dieron forma al sistema solar tal y
como lo conocemos, y cuán genéricos pudieron ser dichos procesos. Y, por lo que
sabemos, la historia de nuestro sistema solar ha estado marcada por una sucesión
de eventos específicos, cada uno de los cuales se antoja poco probable. Eso nos lleva
a pensar que nuestro sistema planetario
es poco común, aunque no seamos capaces de cuantificar cuán exótico es.
Con respecto a la segunda pregunta,
los planetas no migran hacia el interior
por efecto de la resistencia aerodinámica
del gas, sino por su interacción gravitatoria con el disco de gas y polvo que rodea a
la estrella, a partir del cual se forman los
planetas. Dado que, en la zona interior a
la órbita de un planeta, el disco gira alrededor de la estrella más rápido que el
planeta, este último se ve empujado hacia
fuera. Al mismo tiempo, la zona exterior
del disco gira más despacio que el planeta, lo que lo impulsa hacia el interior. Por
tanto, el sentido de migración del objeto
dependerá de la importancia relativa de
los discos interior y exterior. En el caso
de un planeta solitario, el disco interior
se encuentra bastante vacío en comparación con el exterior, ya que el planeta bloquea parte del flujo de gas que llega desde
fuera, por lo que se impone la influencia
del disco más externo.
En cuanto a Júpiter y Saturno, sin embargo, el gas es transportado con eficiencia desde el disco exterior hacia el interior.
Como consecuencia, este último adquiere
una gran masa y tiende a empujar ambos planetas hacia fuera. La migración de
Júpiter y Saturno no viola ninguna ley
de conservación, ya que sus cambios quedan compensados por los que tienen lugar
en el disco. Si Júpiter y Saturno se desplazan hacia fuera, el disco se mueve hacia
dentro, y viceversa.
C A R TA S D E LO S L E C TO R E S
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Diciembre 2016, InvestigacionyCiencia.es 3

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