Boca de Sapo 16

Transcripción

Boca de Sapo 16
Era digital, año XV, abril 2014. $85 Args.
Energía:
Benegas - Pirsch - Quintana - Néspolo
Ceriani - Damiani - Mora - Carenzo
Casiraghi - Goldgel
Entrevista a Cristina Fernández
Poesías de Teuco Castilla
Oscar Beuter Opina
Tattoos de Ilich Roimeser
BOCA
DE
SAPO
16 ARTE, LITERATURA Y PENSAMIENTO
Las obras de tapa y contratapa, así como las postales que acompañan el
número, pertenecen a la artista Carla Graziano.
Garla Graziano nació en Buenos Aires en 1975. Estudió Arquitectura y Artes
en la Universidad de Buenos Aires. Obtuvo el título de Profesora Nacional
de Artes Visuales, Prilidiano Pueyrredón (IUNA). Aprendió el oficio de
joyero en la Escuela Municipal de la Joya. Realizó un posgrado de Cerámica
Contemporánea en la Facultad de Artes de la Universidad de Misiones.
Continuó su formación en el taller de Marina de Caro. Participó del
Programa para Artistas de la Universidad Torcuato Di Tella (edición 2010), a
cargo de Pablo Siquier, y del Laboratorio de Cine de la misma universidad
(2012), dirigido por Andrés di Tella y Martín Rejtman. Realizó
veintitrés muestras individuales y recibió importantes premios. Durante el
verano del 2012 viajó a la Antártida para realizar una residencia en las bases
Argentinas del Programa de Cultura de la Dirección Nacional del Antártico
dirigido por Andrea Juan. En el 2013 obtuvo la beca para el programa
Independiente de Formación teórica y práctica del Centro de Investigaciones Artísticas (CIA). En la galería 713 realizó tres muestras individuales: “Sobre domesticación” (2009), “Por ósmosis inversa” (2010) y “En el
tobillo un pantano” (2012). Participó de numerosas muestras colectivas en
Argentina, México, Chile y Uruguay. Sus prácticas incluyeron: escultura,
instalación, video, fotografía y dibujo. Falleció en Buenos Aires en noviembre
de 2013.
Boca de sapo agradece la gestión de Gabriela Gaudín y la autorización para
reproducir las imágenes de sus obras a Tomás Chaves, su compañero.
“Luchadora incansable... el amor de mi vida. Te siento en la lluvia, en el río, en el mar,
en el océano... Carla, ya sos agua... nos encontraremos en el infinito. No existen más
palabras.Todo mi ser está con vos.” Tomás Chaves
16
Boca de Sapo
Arte, literatura y pensamiento
Era digital, año XV, abril 2014.
Staff
Sumario: energía
Directora
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Jimena Néspolo
Consejo de Dirección
Claudia Feld
Nicolás Guerschberg
Javier Olivera
Walter Romero
Laura Vázquez Hutnik
Jefe de Redacción
Felipe Benegas Lynch
Secretaría de Redacción
Laura Cabezas
María Casiraghi
Arte & Diseño
Salomé García
Jorge Sánchez
Colaboradores
Oscar Ángel Beuter
Sebastián Carenzo
César Ceriani
Marcelo Damiani
Víctor Goldgel
Miriam López Santos
Katya Mora
Miryam Pirsch
Rubén Quintana
ARTISTAs INVITADos
Carla Graziano
Ilich Roimeser
ISSN 1514-8351
Editor responsable:
Jimena Néspolo
Dirección: Casilla de Correo N°60,
Pedro Lagrave 451, CP (1629)
Pilar, Provincia de Buenos Aires.
TE: (011) 15 5319 5136
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Cuando el artista desata la tormenta. Felipe Benegas Lynch /2
Cómo huir de un cuerpo que cumple años. Miryam Pirsch /7
Los ecosistemas de Humedal. Rubén Quintana /12
Crónica: Sol de noche. Jimena Néspolo /16
Retratos intervenidos: Tattoos. Ilich Roimeser /21
Encuentro con Eisejuaz, el soñador soñado. César Ceriani /23
Una secreta promesa del porvenir. Marcelo Damiani /28
El concepto de energía para la cultura china. Katya Mora /32
Entrevista a Cristina Fernández Cubas: El inquietante poder
de la palabra. Miriam López Santos /36
Soja o Soberanía. María Casiraghi /39
Poesía: Manada. Teuco Castilla /44
Fetichismos y claroscuros en la gestión energética de la
materia descartada. Sebastián Carenzo /46
Tres fuentes de energía en los orígenes de las naciones
latinoamericanas. Víctor Goldgel /51
Testimonio: De la selva al reactor. Oscar Ángel Beuter /55
En foco: La Burbuja de Bertold. Agrimbau - Ippóliti /57
La Burbuja de Bertold (con guion de Diego Agrimbau y dibujos de Gabriel Ippóliti) es
una obra que trata sobre las diferentes formas de transmisión del poder, de la
dominación, y de los mecanismos simbólicos que deben invertirse para provocar una
revolución. Esta obra ha sido galardonada con las siguientes distinciones: Prix Utopiales
(Francia 2005), Prix Colomiers (Francia 2005), Selección de la ACBD (Francia, 2005),
Premio Solano López (Argentina, 2010). Fue editada por Albin Michel/Drugstore
(Francia), Norma Editorial (España), Revista 9 (Grecia), Revista Icomics (Italia),
Historieteca (Argentina).
El tema musical que acompaña la actualización digital de la revista es “Estación Once”,
de Nicolás Guerschberg. Visiones (2008), álbum de Escalandrum: Pipi Piazzolla
(batería), Nicolás Guerschberg (piano), Mariano Sívori (contrabajo), Damián Fogiel
(saxo tenor), Gustavo Musso (saxo alto y soprano), Martín Pantyrer (saxo barítono).
Derechos reservados – Prohibida la reproducción total o parcial de cada número sin la
cita bibliográfica correspondiente y/o la autorización de la editora. La dirección no se
responsabiliza de las opiniones vertidas en los artículos firmados. Los colaboradores
aceptan que sus aportaciones aparezcan tanto en soporte impreso como en digital.
Boca de Sapo no retribuye pecuniariamente las colaboraciones.
Impresa en Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.
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La energía nuclear en la obra de dos maestros del cine japonés
Cuando el artista desata la tormenTA
Japón posee una larga y trágica historia relacionada con la energía nuclear y los desastres naturales. Grandes
artistas como Hayao Miyazaki y Akira Kurosawa han logrado conjurar a través de las imágenes el fantasma del
peligro nuclear y los desastres ecológicos causados por el hombre. En 2013 el gran maestro de la animación regresó
polémicamente a las pantallas con Kaze Tachinu y anunció su retiro. Lejos de lo panfletario, su película apuesta
una vez más por reafirmar el poder del arte.
FELIPE BENEGAS LYNCH
...de esa manera frente al determinismo de la naturaleza,
el hombre responde con el total arbitrio de la imagen.
José Lezama Lima
La historia de la ambigua relación entre los hombres y las ninfas
es la historia de la difícil relación del hombre y sus imágenes.
Giorgio Agamben
E
n 2013 Hayao Miyazaki ha dado de qué hablar en
Japón y en el mundo. Además de anunciar su retiro
y presentar su última película, Kaze Tachinu (2013),
publicó un artículo en la revista Neppu 1 en el que advierte
sobre el peligro de los intentos reformistas del actual
gobierno, que busca modificar el artículo 9 de la
Constitución 2, el cual declara a Japón como una nación
antibélica. En el mismo texto reclama el reconocimiento y
algún tipo de enmienda para las mujeres de “confort”
utilizadas durante la guerra para atender las necesidades
sexuales de los soldados, tema que desde el gobierno
también ha sido disminuido a partir de cierto revisionismo
histórico que tiende a olvidar aspectos conflictivos del
pasado nipón.
No es la primera vez, sin embargo, que el director
japonés muestra con elocuencia sus opiniones. Vale
recordar que apareció en la tapa del número de agosto de
2011 de Neppu marchando en contra de la energía nuclear y
en junio de ese mismo año colgaron del techo de los
estudios Ghibli una pancarta en la que se manifestaba que
querían hacer películas con energía eléctrica que no
proviniera de generadores nucleares. Es para destacar
también que Miyazaki no asistió a la entrega de los Oscar
de 2003, en la que lo premiaron por El viaje de Chijiro
(2001), en repudio a la guerra de Irak.
Japón tiene una larga y trágica historia relacionada con
la energía nuclear y los desastres naturales 3. Kaze Tachinu
evoca el gran terremoto de 1923 e indaga en la trastienda
de lo que será la Segunda Guerra Mundial. El foco está
puesto en la figura de Horikoshi Jiro, el diseñador del avión
“Zero”, nave estrella de la aviación militar en aquella
época.
Por sus declaraciones antibélicas Miyazaki fue tildado de
traidor a la patria y al apuntar explícitamente contra la
gente del gobierno recibió duras respuestas de la derecha
japonesa. Al mismo tiempo, hay otros que lo acusan desde
la izquierda de ya no ser tan progresista como antaño y de
haber virado hacia la derecha 4. Vale preguntarse entonces,
reformulando el título de este artículo, cuándo desata el
artista la tormenta: ¿cuando hace declaraciones y actos
públicos o cuando deja que su obra hable por él? Lo cierto
es que más allá de la polémica reciente, que también puede
ser parte de una estrategia de difusión para la película,
Miyazaki viene desatando tormentas mucho más potentes y
menos panfletarias a través de su cine. Si bien es cierto que
sus películas muchas veces son pasadas por alto por
fantasiosas o infantiles (y ese devenir menor, al mismo
tiempo, les da otra libertad y otra potencia) es necesario
volver la mirada a una de las obras más contundentes del
cine, y no sólo del cine de animación.
La irreductible apuesta de Miyazaki por el dibujo y por
la animación de imágenes ya es una declaración en sí
misma: su obra destaca una y otra vez el poder de la
imaginación como medio propiamente humano para
conjurar fantasmas y enfrentarse a lo real. Ya en esa gran
purga de fantasmas que es El viaje de Chijiro 5 se ve el poder
del arte para, como dice la canción del final de la película,
sentir que el “cuerpo vacío y silencioso escucha lo que es
real”.
Miyazaki es un verdadero maestro en el arte de liberar
la energía de las imágenes, para activar esa polaridad
oscilante que intuyera Aby Warburg 6. Agamben, hablando
de Warburg, dice:
La historia de la humanidad es siempre historia de
fantasmas y de imágenes, porque es la imaginación donde
tiene lugar la fractura entre lo individual y lo impersonal,
lo múltiple y lo único, lo sensible y lo inteligible y, a la
vez, la tarea de su dialéctica recomposición. Las imágenes
son el resto, la huella de todo lo que los hombres que nos
han precedido han esperado y deseado, temido y
rechazado. Y puesto que es en la imaginación donde algo
como la historia es posible, es también en la imaginación
donde ésta debe decidirse de nuevo una y otra vez.
La historiografía warburgiana (cercanísima en esto a
la poesía, en virtud de la indiscernibilidad entre Clío y
Melpómene que Jolles sugería en un bello ensayo de 1925)
constituye la tradición de la memoria de las imágenes y, a
la vez, el intento de la humanidad de liberarse de ellas, de
abrir, más allá del “intervalo” entre la práctica míticoreligiosa y el signo puro, el espacio de una imaginación ya
sin imágenes. (Ninfas, 53)
“Imaginación ya sin imágenes”: así podría definirse el
paisaje vacío que aparece en el final de El viaje de Chijiro.
Son los mismos escenarios por los que hasta unos segundos
antes circulaban infinidad de personajes de lo más variados.
Las imágenes se han activado hasta vaciarse.
Por otro lado, la práctica mítico-religiosa evocada por
la proliferación de dioses que visitan la casa de baños de
Yubaba, se encuentra contenida dentro del esquema
ordenador del relato maravilloso tradicional. El túnel que
atraviesan al principio y al final de la película funciona
como umbral de pasaje entre el orden mágico-mítico y la
razón. Una vez afuera, sin embargo, ni para Chijiro ni para
los espectadores hay dudas acerca de la realidad de lo que
acaba de pasar. La duda funciona para los padres de Chijiro
solamente, que son, por otro lado, los que han cometido la
ofensa contra los dioses que puso en marcha la acción al
comienzo.
A caballo entre la industria cultural y el arte, el cine de
Miyazaki convoca los fantasmas personales y sociales y los
pone a jugar en una constelación que sólo encuentra el
camino en la interrelación de una multiplicidad de fuerzas
desparejas y de distinto signo. En el centro de esas
constelaciones aparecen estas especies de familias
disfuncionales que se acoplan a personajes principales como
Chijiro o Sofi, de El increíble castillo vagabundo (2004). Algo
así como la bizarra constelación de seres de la novela Más
que humano (1953), de Theodore Sturgeon. Allí el conjunto
resuelve lo individual y viceversa.
Reencontrar el propio corazón, recuperar el nombre
verdadero, interactuar con los poderes demoníacos y
monstruosos de la naturaleza y definirse en la creación
como hombres: esas son algunas de las figuras que recorren
la obra de Miyazaki. Los fantasmas del artista también están
presentes: el esteticismo, la vanidad, el ensimismamiento y
la melancolía. Los magos (Haku, Howl, Fuijmoto) son
artistas adolescentes (aunque ya no sean adolescentes,
como Fujimoto) que ponen en primer plano la pregunta
acerca de qué es lo que los hace humanos. En El increíble
castillo vagabundo los magos que usan su conocimiento con
fines destructivos al servicio del poder en las guerras se
convierten en figuras monstruosas que luego de la guerra
olvidarán haber sido humanos.
En Kaze Tachinu el diseñador de aviones se ve cooptado
por el peor aliado para sus fuerzas: el militarismo
nacionalista. Tal vez sea por eso que Miyazaki se encargó de
llamar la atención sobre su película de modo polémico: no
quería que por dibujar aviones de guerra en un escenario
realista (la fantasía infantil ya no le servía de coartada) la
cultura nacionalista del Japón lo tomara como referente.
De hecho, su objetivo parece haber sido rescatar esas
hermosas figuras voladoras de manos destructoras, para que
el sino trágico de la aviación que tanto lo fascina revele sus
conflictos y la nefasta intervención gubernamental.
A diferencia de aquel antropólogo de Mi vecino Totoro
(1988), que mudaba su vida y su familia al bosque para
poder acompañar a su mujer en la rehabilitación de su
tuberculosis, en esta última película el personaje central se
obsesiona con su trabajo al punto de aceptar que su mujer
convaleciente se quede a su lado para acompañarlo en vez
de internarse en una clínica especializada para tratar de
detener la enfermedad que finalmente la matará.
Como en todo el cine de Miyazaki, las cosas nunca son
simples: los falsos maniqueísmos del cine más comercial –y
de gran parte del cine infantil– son reemplazados por
complejos sistemas de vínculos que se van transformando
en constelación. Aun lo más venenoso puede ser
transmutado en algo positivo o al menos inofensivo.
La energía nuclear es uno de los fantasmas que toman
cuerpo en sus imágenes. Ya en Nausicaa del valle del viento
(1984) aparecía un mundo devastado en el que la naturaleza
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Benegas, p.3.
monstruosa, que parecía querer aniquilar al hombre con sus
esporas venenosas, resulta ser el antídoto para la
contaminación generalizada: “Los árboles del mar de la
putrefacción crecieron para limpiar el mundo contaminado
por los humanos. Absorben los gases tóxicos de la tierra,
los convierten en preciosos cristales para luego morir y
convertirse en arena”, dice la princesa, quien en un jardín
subterráneo utiliza el agua purificada que las plantas van
produciendo para criar otras plantas inofensivas. En ese
jardín secreto que le permite comprender que la naturaleza
no es enemiga se puede respirar sin máscaras protectoras.
Hay un mito recurrentemente evocado en los relatos de
Miyazaki: hubo una edad dorada en la que el hombre y la
naturaleza interactuaban pacíficamente. Así se lo enuncia
en La princesa Mononoke 7 (1997) y en Mi vecino Totoro 8, por
ejemplo. Pero el punto de partida de las historias es que eso
se ha perdido, y uno no puede quedarse paralizado en el
mito, a riesgo de convertirse en un fundamentalista ciego,
como el Fujimoto de Ponyo y el secreto de la sirenita (2008):
“Yo también fui humano, pero renuncié para servir a la
naturaleza”.
El implícito en estas palabras de Fujimoto es que ser
hombre es enfrentarse a la naturaleza. Podría decirse que
toda la obra de Miyazaki es una rescritura de ese mito
fundante: en las imágenes que proliferan, hombre y
naturaleza se van midiendo y encontrando por fuera de esa
pacífica unión de antaño. En ese sentido, Ponyo, la ninfa /
ondina 9, es la imagen que reactiva el intercambio entre esos
dos polos (naturaleza y hombre) y deja en evidencia la zona
de penumbra en la que se mueve lo humano: entre la fuerza
indiferenciadora de lo autóctono y la individuación de la
conciencia, donde la libertad es posible y donde amar es
una potencia de creación.
Si Ponyo es la imagen que reconcilia al adulto renegado
(Fujimoto) con el niño (Sosuke), la infancia y la naturaleza
son las imágenes a través de las cuales Miyazaki se permite
convocar a los espectros que lo amenazan para que en la
“causalidad danzada” 10 de la imagen animada se recomponga
el cosmos –donde la vida fluye sin estancarse– frente al
caos de la división que instaura la evocación del mito y la
conciencia de saberse afuera del mismo 11.
En el gabinete submarino de Fujimoto hay una bóveda
donde guarda ánforas y donde se encuentra el acceso a la
boca de un pozo de donde mana una especie de plasma
colorido que surge de lo profundo del lecho marino. Lo
que podría ser una sustancia radioactiva se ve más bien
como la usina de poder de la animación en colores 12.
Fujimoto expresa su temor: “Si alguien lograra entrar
aquí....”. Ahí está el arsenal nuclear de Miyazaki, que, a
diferencia de los arsenales y plantas de energía nuclear
convencionales, debe ser saboteado por Ponyo para liberar
su potencial.
La falla de seguridad desata la tormenta que pone en
marcha las figuras y reformula el archivo de imágenes
disponibles: no al cine bélico ni de catástrofe, no a la
sirenita top model de Disney que va directo al altar, sí a la
liberación de las imágenes y a la incertidumbre de lo infante
que se construye como potencia de amor. Restaurar los
mares de la prehistoria no significa aniquilar a la
humanidad. El niño es también la prehistoria, lo anterior a
la palabra. Ponyo logrará ser humana si Sosuke supera la
prueba de amor sagrado: aceptarla sin importar su forma.
Si eso no se cumple, ella volverá a ser espuma de mar, lo
que le resulta aterrador a Fujimoto, pero la madre
naturaleza, la madre de Ponyo, le dice: “de ahí venimos
todos, querido”. La forma de Ponyo oscila entre el pez, la
gallina 13 y la niña. Cuando opera su magia en conexión con
los poderes de la naturaleza tiende al polo monstruoso /
informe. Cuando se comporta como una niña, adquiere la
forma humana.
Para lograr su objetivo de ninfa, Ponyo desata la
tormenta liberando ese plasma colorido y potenciando su
transformación y la de sus hermanas, que se funden con la
figura de grandes peces que son olas y que son luz. En ese
maremoto aparece evocada La gran ola de Kanagawa, del
pintor japonés Katsushika Hokusai, así como La cabalgata de
las Valkirias, de Richard Wagner. Sosuke desde el auto le
dice a su madre: “esa ola nos persigue”, “una niña iba sobre
un pez”. Y la madre se detiene para ver.
Está claro que esta tormenta no apunta a ser realista, o,
en todo caso, lo que muestra es que lo que la imaginación
libera es un poder real, que toma cuerpo en esas figuras
increíbles. Ya no hay un mito paralizado sino interacción
fluida de las partes. No es el maremoto por venir 14, “la
mortal oscuridad que nos podía destruir antes de tiempo”
–como dijera Lezama Lima pensando el lugar de las
imágenes en América Latina– sino la imagen que “crea
gnosis” y “nos cubre como una placenta que conoce, que
nos protege del mundo ctónico” 15.
Así aparece Ponyo en la portada de la película:
asomándose de abajo de una especie de placenta que la lleva
desde lo profundo a la superficie. No queda claro si hay aire
o agua adentro de esas burbujas que proliferan en la
película. Debajo del agua Fujimoto parece necesitar aire,
pero afuera necesita agua (se va regando a sí mismo
mientras camina). Después está esa gran burbuja tipo
Cocoon 16 en la que las ancianas pueden correr como niñas y
en la que entra también la madre naturaleza para charlar
con la mamá de Sosuke. Esas placentas no tienen una
función realista: no es que Ponyo o Sosuke vayan a ahogarse. Es el modo en que Miyazaki nos envuelve y nos
invita a participar de un proceso transformador.
Todo comienza con el sueño de un niño. Soñar a un
niño soñando es potenciar el abismo que separa al adulto de
lo que fue y ya no será, pero al mismo tiempo es una forma
de recuperar esa potencia de indeterminación que abre
infinitas posibilidades. Miyazaki dibuja esa potencia
minuciosamente y la libera en los niños que pueblan sus
historias. En el comienzo de Kaze Tachinu vemos al futuro
diseñador de aviones durmiendo y soñando un avión casi
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Benegas, p.4.
pájaro que se eleva desde su casa y atraviesa el cielo bajo de
la comunidad como en un juego. Pero en el sueño de
Miyazaki la inocencia se topa con un filo que el adulto no
puede ignorar: no hay inocencia en los artefactos creados
por la mano del hombre. Tampoco hay naturaleza ni
comunidad. Lo que interrumpe ese sueño de infancia es el
fantasma de la guerra y la destrucción. Y ese rostro, el de
Jiro durmiendo, es la puerta para seguir soñando a pesar de
las pesadillas. Es el aliento que impulsa al trazo Miyazaki:
esbozar la potencia de lo infante en su expresividad más
plena.
Más allá de las polémicas ocasionales que puedan
cercarlo, el cine de Miyazaki no es un cine panfletario ni
apocalíptico. Se trata más bien de una radical apuesta por el
poder de las imágenes animadas por el propio cuerpo y la
mirada. El ecologismo y la energía nuclear aparecen como
tantos otros fantasmas que se conjuran en la imagen. La
verdadera tormenta Miyazaki se desata cuando se pone a
dibujar.
Otro maestro japonés que ha urdido una gran tormenta
para conjurar el fantasma del peligro nuclear es Akira
Kurosawa. En el memorable tifón que entreteje el final de
su Rapsodia en agosto (1991) 17, naturaleza y hombre se unen
contra el poder de destrucción de los hombres. De
principio a fin la película se construye sobre el contrapunto
entre la voz múltiple y silenciosa de los insectos y una
melodía de Schubert sobre la que se cantan versos de
Goethe acerca de una rosa del campo. En esta película
también hay una anciana que corre y que resulta
inalcanzable, si no por su velocidad, por la distancia que la
experiencia del desastre le imprime a sus pasos. Sostener la
paz luego de la agresión más potente y cobarde que el
hombre haya podido ejercer contra el hombre y la
naturaleza, la coloca al frente de las generaciones por venir.
Y el que la sigue más de cerca es el más pequeño de los
niños, el infante.
En un diálogo que mantuvo Gabriel García Márquez
con Kurosawa en 1990 18, cuando el japonés estaba terminando Rapsodia en agosto, el cineasta expresa de un modo
muy directo sus opiniones con respecto al tema de la
energía nuclear. Como Miyazaki, él también insiste en que
los japoneses –especialmente la clase política– se esfuerzan
por olvidar el terrible pasado y por congraciarse con
Estados Unidos, y sostiene que el país que tiró la bomba
debería como mínimo disculparse. No cree, por otro lado,
que la bomba haya sido arrojada para terminar con la
guerra, pues los blancos principales eran civiles y la guerra
aún no termina para los miles de japoneses que padecen las
secuelas de la radiación atómica y aguardan la muerte
postrados en los hospitales. Kurosawa, como Miyazaki, se
manifiesta radicalmente en contra del uso de la energía
nuclear por los riesgos que esta implica:
Yo pienso que la energía nuclear está fuera de las
posibilidades de control que puede establecer el ser
humano. En el caso de que se cometiera un error en el
manejo de la energía nuclear, el desastre inmediato sería
inmenso, y la radiactividad permanecería por cientos de
generaciones. En cambio, cuando está hirviendo el agua,
basta con dejarla enfriar y ya no será peligrosa. Dejemos
de usar elementos que siguen hirviendo por centenares de
miles de años.
La imagen del agua que continúa hirviendo por
centenares de miles de años se asemeja a ese mar de la
putrefacción que Miyazaki imaginó en Nausicaa del valle del
viento, película que, junto con Porco Rosso (1992), son los
principales antecedentes de su reciente Kaze Tachinu, en la
que una vez más se reflexiona acerca del uso que el hombre
hace de sus propias creaciones y de los límites que debe
autoimponerse para no acabar con las condiciones mínimas
para la vida en este planeta. Cuando García Márquez trató
de hacerle ver a Kurosawa que la energía nuclear no era
culpable del mal uso que se había hecho de ella y que ésta
todavía podía prestar un gran servicio civil a la humanidad,
el director japonés le respondió: “El ser humano será más
humano cuando tenga conciencia de que hay aspectos de la
realidad que no puede manejar. Creo que no tenemos
derecho de generar niños sin ano ni caballos con ocho
patas, como está ocurriendo en Chernobil”.
Volviendo a Warburg 19, en Rapsodia en agosto Kurosawa
también apela a la serpiente para expresar el terror ancestral que la bomba le ha inspirado a los que la padecieron.
Es el ojo terrible que se yergue por donde la bomba se asomó. Y sólo se lo puede expurgar dibujando. 20
1
Revista del Estudio Ghibli que se publica sólo en papel y en idioma japonés. A raíz de la polémica que desató el número de julio
subieron una versión en pdf en la web http://www.ghibli.jp/docs/0718kenpo.pdf . Seguimos la versión en inglés de Mathew Penney:
http://japanfocus.org/events/view/189
2
Acá se puede consultar la Constitución japonesa: http://www.cu.emb-japan.go.jp/es/docs/constitucion_japon.pdf .
3
En 2011 se produjo el peor terremoto de la historia de Japón, seguido por un tsunami y por la falla de seguridad de la planta nuclear
de Fukushima. En 1945 se produjeron los bombardeos nucleares sobre las ciudades de Nagasaki e Hiroshima. En 1923 se produjo el
terremoto de Kanto, seguido de una terrible crisis socioeconómica
4
El sitio de Yahoo de Japón se convirtió en un campo de batalla con respecto a Miyazaki, acusado de ser un traidor a la patria por el
tono antibélico de su película y sus declaraciones. Al mismo tiempo, en Corea del Sur rechazan la película por considerarla
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Benegas, p.5.
representante de la derecha nacionalista del Japón al poner en primer plano al avión y a su creador. Para sumar aristas a la polémica, la
Asociación Japonesa para el control del tabaco envió una carta abierta a Ghibli cuestionando las escenas de la película en las que se
fuma.
5
Spirited away es el título en inglés: ser llevado por los espíritus que libera la imaginación.
6
Cfr. Agamben, Giorgio. Ninfas. Valencia, Pretextos, 2010, pp.36-37.
7
“En tiempos antiguos, este país estaba cubierto por bosques inmensos donde habitaban los espíritus de los dioses. En aquel entonces,
hombre y bestia vivían en armonía, pero a medida que el tiempo pasó, la mayor parte de esos bosques fueron destruidos. Los que
quedaron en pie pasaron a ser custodiados por gigantescas bestias aliadas al Gran Espíritu del Bosque, ya que aquellos eran tiempos de
dioses y demonios.”
8
“¡Qué árbol tan hermoso! Este árbol lleva aquí miles de años. Hace mucho tiempo los hombres y los árboles eran buenos amigos.
¿Sabéis?, nada más verlo me convencí de que debíamos comprar la casa.”
9
No termina de quedar en claro qué tipo de criatura es Ponyo, pero sus características cuadran con las de la ninfa u ondina. En la
reseña que Ricardo Silva Romero escribió para Semana (“Ponyo” en: Semana, 7 de noviembre de 2009) se pueden ver algunas de las
fuentes y tradiciones que confluyen en su figura: Paracelso, Friedrich de la Motte Fouqué, Hans Christian Andersen, Walt Disney, etc.
http://www.semana.com/cultura/articulo/ponyo/109541-3
10
Cfr. Warburg, Aby. El ritual de la serpiente. Madrid, Sexto Piso, 2008, p.60. Lo que Warburg analiza con respecto a los indios y su
relación con los fenómenos naturales puede servir para pensar lo que hace Miyazaki a través de la animación de imágenes, que responde
también a otro tipo de causalidad –dibujada más que danzada– que no es estrictamente racional.
11
La visión “pesimista o crepuscular” que Lezama Lima reconoce en el método crítico de Eliot resulta adecuada para describir el modo
en que Fujimoto se relaciona con aquel mito fundante del cual está prendado: “Eliot pretende, en realidad, no acercarse a nuevos
mitos, con respecto a los cuales parece mostrarse dubitativo y reservado, o a la vivencia de los mitos ancestrales, sino el resguardo que
ofrecen esos mitos a las obras contemporáneas, los que le otorgan como una nobleza clásica. Por eso, su crítica es esencialmente
pesimista o crepuscular, pues él cree que los maestros antiguos no pueden ser sobrepasados, quedando tan sólo la fruición de repetir,
tal vez con nuevo acento. Apreciación cercana al pesimismo sprengleriano y al eterno retorno que asegura en la finitud de las
combinatorias, el posible ricorsi. Nuestro método quisiera más acercarse a esa técnica de la ficción preconizada por Curtius, que al
método mítico y crítico de Eliot. Todo tendrá que ser reconstruido, invencionado de nuevo, y los viejos mitos, al reaparecer de nuevo,
nos ofrecerán sus conjuros y sus enigmas con un rostro desconocido. La ficción de los mitos son nuevos mitos, con sus cansancios y
terrores.” Lezama Lima, José. “La expresión americana” en: El reino de la imagen. Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1981, pp. 373-4.
12
En esa cueva submarina donde las ánforas se conectan a la tierra a través de salientes que parecen ubres, a la naturaleza más profunda
se le sobreimprime, en la figura del gabinete de artista y la usina de colores, lo que Lezama llama la sobrenaturaleza. Aquí el fragmento
que precede a la cita que utilizamos como epígrafe: “La penetración de la imagen en la naturaleza engendra la sobrenaturaleza. En esa
dimensión no me canso de repetir la frase de Pascal que fue una revelación para mí, «como la verdadera naturaleza se ha perdido, todo
puede ser naturaleza»; la terrible fuerza afirmativa de esa frase, me decidió a colocar la imagen en el sitio de la naturaleza perdida de
esa manera frente al determinismo de la naturaleza, el hombre responde con el total arbitrio de la imagen. Y frente al pesimismo de la
naturaleza perdida, la invencible alegría en el hombre de la imagen reconstruida.” Lezama Lima, José. Ob. cit., p.358.
13
“Las primeras representaciones de las sirenas las muestran con garras y apariencia de buitre o aguilucho (siempre como criaturas
hostiles). Para Higino tenían aspecto de gallináceas.” Link, Daniel. “Umbral” en: Fantasmas: Imaginación y sociedad. Buenos Aires, Eterna
Cadencia, 2009.
14
Ponyo es de 2009, apenas dos años antes del terrible tsunami de 2011 que desató el desastre en la planta nuclear de Fukushima. Sin
embargo, la tormenta desatada por Ponyo se inscribe mejor en “la invencible alegría de la imagen reconstruida” lezamiana que en el
tono apocalíptico o admonitorio que algunos críticos le quieren atribuir. Ver, por ejemplo, el artículo de Susan J. Napier titulado “The
anime director, the Fantasy Girl and the Very Real Tsunami”, publicado en The Asia-Pacific Journal: Japan Focus.
http://www.japanfocus.org/-susan_j_-napier/3713
15
Lezama Lima, José. Imagen de América Latina. Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1988, p.12.
16
Cfr. Cocoon (1985), película dirigida por Ron Howard.
17
La película muestra las consecuencias y reacciones de tres generaciones de una familia frente al bombardeo atómico a la ciudad de
Nagasaki.
18
Cfr. García Márquez, Gabriel. “Rapsodia en agosto y la bomba de Nagasaki. Tokio, 1990: García Márquez y Akira Kurosawa, una
conversación de amigos”, disponible en: http://www.catedras.fsoc.uba.ar/reale/kurosawa-x-garcia_marquez.pdf.
19
“...la serpiente resulta ser un símbolo intercultural para responder a la pregunta: ¿cuál es el origen de la descomposición elemental,
de la muerte y del sufrimiento en el mundo?”. Warburg, ob. cit., p.62. Daniel Link plantea que la serpiente de Warburg es pariente
muda de las sirenas clásicas y encuentra en Latinoamérica un caso particular: “Quetzacóatl, la serpiente emplumada de México,
encarna el dualismo intolerable (memoria jurásica) entre el ave y el reptil”. Link, Daniel. Ob. cit., p.23. Las instancias de
transformación de Ponyo, cuidadosamente dibujadas por Miyazaki, tienen ese efecto de repulsión y rechazo –lo intolerable– cuando se
superponen las patas de gallina y el cuerpo de anfibio o reptil.
20
El hermano menor de la abuela de los niños, calvo también por la radiación, dibujaba maníacamente ese ojo que los niños identifican
con el ojo de la serpiente y la abuela con la terrible explosión.
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Benegas, p.6.
CUERPO, CULTURA, MATERNIDAD Y (RE)PRODUCCIÓN
Cómo huir de un cuerpo que cumple años
Desde hace décadas el pensamiento feminista viene deconstruyendo las certezas que postulan al cuerpo femenino en
tanto usina energética de reproducción de fuerza de trabajo. Aquí se analizan dos novelas argentinas que ponen en
escena y cuestionan los modelos patriarcales heredados.
Miryam Pirsch
Problematizar la materia de los cuerpos puede implicar una
pérdida inicial de certeza epistemológica, pero una pérdida
de certeza no es lo mismo que el nihilismo político. Por el contrario,
esa pérdida bien puede indicar un cambio significativo y
prometedor en el pensamiento político. Esta deslocalización
de la materia puede entenderse como una manera de abrir nuevas
posibilidades, de hacer que los cuerpos importen de otro modo.
Judith Butler
A
* MiryamPirsch es Magister en
literatura argentina por la Universidad
Nacional de Rosario y profesora de Teoría
literaria en el ISFD Nº 51 (Pilar, Provincia
de Buenos Aires). Dictó clases en la
Universidad de Buenos Aires y la
Universidad del Salvador y fue becaria de
ICI-AECI en Madrid. Es autora del libro
Beatriz Guido. Una narrativa del
desplazamiento y colaboradora en libros de
texto para la educación secundaria.
Actualmente es capacitadora de la
Dirección General de Cultura y Educación.
rrugas, canas, celulitis, kilos… Miradas que se
opacan, ojos que no responden a enfocar lo que
desean leer, ropa que no ajusta lo que siempre
ajustó, espejos que devuelven la imagen de un cuerpo y de
un rostro desconocidos por el sujeto que los portó durante
toda una vida.
Si hoy más que nunca la imagen de ese cuerpo público o
publicado es exhibido en redes sociales, admirado o
criticado en portales de noticias, tatuado, perforado,
violentado o adorado es porque ocupa un protagonismo
que lo torna materia y superficie, objeto y representación a
la vez. Tópico de reflexión por parte de la filosofía desde
hace siglos, el cuerpo se conforma como una materialidad
inestable, objeto de imaginación y de deseo que el pensamiento feminista ha desmontado de su naturalidad para
dotarlo de su impronta cultural y política. La materialidad
del cuerpo femenino que por siglos fue identificado con su
capacidad para la maternidad, recupera ahora esta
posibilidad en los términos de un cuestionamiento; más una
pregunta que un destino inalienable, el cuerpo resulta una
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Pirsch, p.7.
elección, una construcción donde nada está sobreentendido
y lo que en él hay de biológico es tan modificable como en
cualquier otro constructo. Autoras como Judith Butler 1
(por solo nombrar una) han aportado herramientas
epistemológicas que ponen en tela de juicio aquellas cuestiones que la filosofía debatió durante siglos pero desde una
mirada diferente, así como también otras relaciones sobre
las cuales nada parecía poder decirse.
Dentro del orden familiar tradicional, el cuerpo femenino tiene un destino “natural”: la maternidad. Concebir,
parir y alimentar la descendencia para asegurar la herencia
constituyen el destino de esos cuerpos por los que la familia
ha velado para que fueran sanos, fuertes y tal vez virginales,
listos para procrear y, con ello, asegurar la continuidad del
orden social establecido paternalmente, 2 así como también
la producción de nuevos cuerpos que garanticen la reproducción de la fuerza de trabajo, de acuerdo con la clase
social que observemos. Consideraré a la maternidad como
parte de lo que Butler denomina “esquemas reguladores”,
aquellos modelos que se aplican a los cuerpos para
disciplinarlos y fijarlos dentro de la jerarquía que establecen
los protocolos de la diferencia sexual. ¿Pero qué sucede con
los cuerpos que escapan a esos esquemas? Las mujeres de
los textos de los que me ocuparé pueden revelarse contra la
maternidad aun cuando hayan cumplido con el orden
regulador, salirse del orden o bien negarlo directamente
pero de lo que parece que no podrán escapar es de la
materialidad de sus cuerpos.
Así entendido, el cuerpo resulta también un objeto
temporal en el cual se escribe el paso del tiempo. La vejez
se convierte entonces en una representación de la
materialidad de ese cuerpo que (en coincidencia o no) se ha
mantenido en conflicto con la maternidad o la ha
cumplimentado y en el presente de la representación
reniega de ella; con la madurez y la vejez, las mujeres dejan
de ser (re)productivas para, en el mejor de los casos,
volverse productoras, apropiarse de su propia energía
corporal y retirarla del servicio a la clase de pertenencia.
Las autoras cuyos textos elegí para analizar las cuestiones
anunciadas son aquellas que entre las décadas del sesenta y
setenta alcanzaron records de ventas y que hoy son
recordadas como las best-selleristas: Silvina Bullrich (19151990) y Marta Lynch (1925-1985). 3 Olvidadas por los
lectores y la crítica académica a partir del regreso de la
democracia justamente por su calidad de best-seller, ellas
contribuyeron a la constitución de un mercado literario y
de un público masivo capacitado para leer novelas que
ofrecían mucho más que una trama entretenida; lejos de
menospreciar las habilidades de los lectores, ellas apostaron
a mujeres y hombres que la década del sesenta había
entrenado en operaciones de lectura complejas y que tanto
leían sus textos como Rayuela, Operación Masacre o Cien años
de soledad. Fueron autoras que explicitaron su interés por la
cosa pública y por el terreno político de la Argentina en la
que les tocó actuar 4, posición que llevaron como bandera a
través de las páginas y las pantallas televisivas de su época,
que las consultaba por los más diversos temas de aquellos
días. 5
En los dos textos de los que me ocuparé, publicados en
el mismo año, las protagonistas cumplen años y este es el
dispositivo que pone en movimiento el relato, el acontecimiento clave para que estas mujeres piensen sus
cuerpos y sus rostros, evalúen su pasado o se propongan un
futuro que las arranque de las décadas que han vivido hasta
ese caluroso verano en que ambas se inician.
Mañana digo basta: la ropa como cuerpo
Saludada y aplaudida ácidamente por Primera plana como
la esperada despedida de la literatura de Bullrich, Mañana
digo basta (1968) 6 es la antesala del cumpleaños número 49
de la protagonista, el umbral de la vejez, la búsqueda de sí
misma en el vacío y la soledad de las playas de La Paloma
en una casa donde estar sola será imposible gracias a las
visitas de múltiples personajes que obstaculizan a tal punto
la introspección que la narradora concluye que “tal vez la
madurez sea una segunda adolescencia” (223). Frente a
tanta visita, se imponen cambios de ropa permanentes para
las diversas ocasiones: pantalones blancos o de brin recién
planchados, blusas floreadas, un enterito de toalla para ir al
mar, ropa azul de trabajo para retomar sus cuadros, un
colorido vestido de firma para ser arrastrada a una fiesta en
Punta del Este… La novela parece un desfile de moda
donde la ropa define la identidad y el cuerpo se desdibuja
debajo de ella. Las modificaciones propias del cuerpo de la
casi cincuentona, lejos de ser una tragedia, son mostradas
en el diario de esta innominada narradora en dos ocasiones
en forma indirecta: burlándose de sí misma (“Antes usaba
unos calzoncitos floreados que parecían salir volando solos,
ahora mi faja-calzón me obliga a movimientos sin gracia y
siento el esfuerzo del otro para ayudarme a sacármela, un
serio temor de que algo se desparrame. No se desparrama
nada, no es para tanto…”, 22-23) o bien a través de la
supuesta mirada de las mujeres de su clase de las cuales se
distancia y que atribuyen su decisión a la presencia de algún
amante joven (“Todos esos cuerpos ajados, esas celulitis
cubiertas por los dibujos del ilustre marqués, imaginarían
de pronto mi cuerpo rejuvenecido, mi celulitis evaporada,
mi cuello terso, mi frente lisa contra el hombro de un recio
y misterioso desconocido”, 108-109).
Mientras esto suponen sus contemporáneas de Punta
del Este, el sexo está excluido de los intereses de la
protagonista. Evocado como un grato recuerdo junto al
esposo o el amante, en el presente del verano uruguayo
queda excluido como posibilidad desde las primeras páginas
(“…lo malo es que cada vez me divierte menos acostarme y
hacer el amor”, 22) así que el intento fallido por parte del
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Pirsch, p.8.
pintor local será narrado como una escena de comedia y los
acercamientos de tentadores hombres jóvenes motivarán
rechazo y preocupación por el estado en que dejarán su
ropa tan prolijamente planchada. El cuerpo, prácticamente
ausente en la representación, es objeto de deseo por parte
de varios hombres pero el control de la mujer los mantiene
a distancia, así como también envidia a las mujeres estériles
y a la generación de sus hijas que tienen la libertad de
acudir a la píldora anticonceptiva. El deseo sexual, la
maternidad (las hijas que invaden permanentemente su
soledad, le reprochan su independencia y disputan una y
otra vez la herencia que esperan la madre les reparta en
vida) serán controlados férreamente y cubiertos, tapados a
través de las nuevas amistades y el afecto puro y
desinteresado del nieto Iván, aunque Nino (una suerte de
efebo mitológico) ocupa sus pensamientos como
posibilidad de rejuvenecimiento que muchas mujeres de su
edad no dejarían pasar o, mejor todavía, “…la manera
indiscutible de decir ¡basta! por fin a todo un mundo al que
rindo pleitesía a regañadientes pues ha tardado treinta años
en domarme” (199). Los otros hombres que pretenden a la
protagonista se presentan en forma fragmentada, ninguno
de ellos es un cuerpo completo sino partes de ese todo al
que al personaje no le interesa acceder: Freddy es boca y
dedos que la invaden; Rolando, urticaria, malestar
estomacal, ronquidos; el de Humberto es un rostro (el
primero) que promete y trasciende el fragmento y la
superficie: “Su rostro bronceado y surcado de arrugas por
el exceso de sol se iluminó” (226).
¿A qué dice BASTA este personaje? Si le dice BASTA
a algo, no es a sus prejuicios ni a su clase. A las que parece
decírselo es a sus hijas: venderá los anillos que esperaban
como herencia (la bandera francesa: un diamante, un zafiro
y un rubí) para comprarse la casa en La Paloma. Allí
accederá a un posible amor con el pintor Humberto a quien
dejará plantado para retomar su vida de vagabunda de lujo
por Europa, Grecia, el Mediterráneo y un largo etcétera
que la lleva a retomar su carrera de crítica de arte y pintora
frustrada. Los valores y el orden propio de su clase quedan
en su lugar, los cambios que establece serán tan externos
como superficial es la construcción que de sí misma escribe
la narradora; la moda desarrolla su potencialidad semántica
en cuanto reviste esos cuerpos que no se describen en tanto
materia ni subjetividad. Dolores, la hija mayor, es una blusa
Pucci; Alejandra, un moderno impermeable transparente
traído de Estados Unidos; Nickie, una blusa hippie a la que
renunciará cuando la maternidad empiece a aburguesarla.
El vestuario constituye el signo ideológico que mejor
representa ese universo del personaje, pura superficie a la
que no puede renunciar. La maternidad (allí donde sí
estuvo el cuerpo inevitablemente) es un vínculo posible de
romper, parece decirnos Bullrich en esta y en otras
novelas, cuando las hijas no cumplen el mandato materno
ni reconocen la herencia simbólica que esa madre
independiente y autosuficiente les ha legado o cuando el
reclamo por la herencia es solo material y opresivo. Para
todo lo demás, un cambio de ropa y un vistazo en el espejo
antes de salir serán suficientes.
La señora Ordoñez: cuerpo y saturación
Una mujer desesperada frente al espejo controla la
aparición de cada nueva arruga y el crecimiento de su
cintura un rato antes de salir al encuentro del nuevo
amante que la haga sentir joven e importante… aunque sea
por lo que dura un turno de hotel. Esta frase podría estar
relatando la loca carrera de Marta Lynch hacia el suicidio o
también la trágica epopeya de Blanca Maggi (40 años recién
cumplidos), protagonista de La señora Ordóñez 7(1968).
La profusión de espejos a lo largo de sus páginas, la
sensualidad desesperada con que Blanca seduce hombres
para llevarlos a la cama, la impotencia de su primer esposo
Pablo o la repulsión con que describe el frío coito con el
segundo, son algunos ejemplos de la constante presencia
del cuerpo en estas páginas, casi como antítesis de la novela
de Bullrich.
Papá Maggi y mamá La Castellana introducen a Blanca
en los misterios de la sexualidad cuando como vecina de
cama y falsamente dormida sea testigo de los estertores
amorosos de sus padres y aprenda a fingir el goce, como
repetirá con Raúl o con alguno de sus amantes. Blanca
entra y sale de su cuerpo para volverse testigo del sexo que
la enajena, que la saca de sí misma y posa su mirada en un
rincón desde donde mira a ese cuerpo que queda en la cama
a expensas del compañero ciego a la representación. De la
misma manera, establecen los modelos a los que servirán
sus hijas a partir de su físico: Teresa en “el contorno de las
buenas caderas, la finura del tobillo y su inequívoca facultad
de procrear” (69) lleva la marca de la matrona que será, en
tanto que Blanca recibe comentarios irónicos por ser
“demasiado flaca, es chata como un hombre, tiene larga la
barbilla, grandes las manos y los pies” (70). Y obedeciendo
al mandato familiar, Blanca será esposa y madre por los
pocos años que dura la infancia de sus hijas a través de
quienes cumplirá con lo que de ella se esperaba, pero
abandonará todo por la militancia peronista con su primer
esposo y por la infidelidad y la sucesión de amantes con el
segundo.
Con el veinteañero Rocky, Blanca se aferra al cuerpo
masculino. Es su piel la que los liga: sus rizos rojizos, el
ancho pecho, los brazos y piernas fuertes desatan en ella
una suerte de vampirismo de la juventud que la lleva a
decirse “Existo… irradio” (182) en el momento de la
conquista del muchacho. Admira su cuerpo como envidia el
de sus hijas, esas intrusas (“detestables y ajenas”, 129)
mostradas siempre a la distancia y en cuyas miradas Blanca
solo ve lo que ya no es: jóvenes y con un cuerpo firme y
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Pirsch, p.9.
liso que ella ha perdido. Con él el sexo recuerda la
memoria de su cuerpo que deja de ser ajeno y decadente
para volverse material y vital, pura energía: “…duele el
cuerpo, el cabello se pegotea de sudor y surge un vaho
refrescante de juventud y energías rencontradas” (103).
Blanca vive de cuerpos ajenos simbólica y económicamente; el negocio de su esposo, el doctor Raúl
Ordóñez, son los cuerpos de los ricos: “he vivido a costa de
los ricos. Los páncreas y estómagos que abre mi marido son
vísceras de ricos siempre” (219), las hemorroides, las
úlceras, los tumores como el nódulo en el pecho que él
mismo diagnosticará.
“Solo el cuerpo es la verdad y a los cuarenta años,
Blanca Ordoñez asiste a la prolija desintegración de su
cuerpo” (355) dice la voz narrativa mientras Blanca se
levanta del diván donde ha hecho el amor con Rocky, antes
de que ella y los lectores sepamos sobre el cáncer que
empieza a crecer en sus preciosos pechos. Los pechos de
Blanca que abren y cierran la novela serán el lugar donde se
pose la descomposición, el cáncer, presente a lo largo de la
novela a través del sufrimiento de papá Maggi, la esposa de
Andrés, la pálida y desmejorada compañera de mesa en la
reunión de Punta del Este y la misma Eva Perón. ¿Es el
desborde sensual de la protagonista lo que lleva su adorado
cuerpo a la desintegración? ¿El cáncer resulta una metáfora
de la batalla contra la insatisfacción y el aburrimiento que
libró a lo largo de sus cuarenta años? Víctima del caos
interno que tanto la narración en primera como en tercera
persona se ocupan de evidenciar, la aparición del cáncer en
la protagonista es casi un ejemplo perfecto de las
apreciaciones de Susan Sontag en La enfermedad y sus
metáforas (1978) acerca de lo que este tiene de estigma y de
todas las representaciones sociales en torno a él. Blanca,
como una paria, ha perdido la juventud (o al menos así lo
entiende ella), ha perdido a su amante en manos de una
mujer joven y se convertirá (como su padre, como la mujer
de Punta del Este, como la esposa de su ex amante, como
Eva Perón) en una marginal (mutilada o muerta) dentro de
una sociedad que rinde culto del bienestar, la juventud y el
esplendor físico. En la revisión que le efectúa Raúl siempre
habla de “nódulo” y nada parece indicar gravedad pero todo
en el texto prepara a la protagonista y a los lectores para lo
peor a través de esa galería de personajes secundarios
víctimas del cáncer irreversible: solo eso puede proyectar
Blanca y el cáncer no sería más que la conclusión de ese
cuerpo que empezó a desintegrarse a partir de la aparición
de la primera arruga al mismo tiempo que postergó y ahogó
a la artista plástica aplaudida y estimulada por colegas y
críticos.
Cuerpos que dicen
A lo largo de ambas novelas, los cuerpos representan y
se auto-representan, por presencia o por elipsis dan cuenta
de una mirada sobre cuerpos propios y ajenos: escriben una
política de los cuerpos, son cuerpos que se vuelven
centrales en una década clave para la cultura ya que
involucra un quiebre en lo relativo a la sexualidad, tales
como el uso de la píldora anticonceptiva y la redefinición
de los vínculos familiares (Domínguez). Como observa José
Amícola (2013) 8 a propósito de la novela de Sara Gallardo
Los galgos, los galgos (también de 1968), las ficciones de este
final de década están dando cuenta de profundos cambios
en las marcas de género que se afirmarán en los años
setenta.
Las protagonistas de nuestras dos novelas tienen
exclusivamente hijas mujeres que operan como espejos de
lo que ya no son, de infancias con un fuerte vínculo madrehija que la adolescencia o la adultez han disuelto para
convertir en una competencia entre iguales a diferencia de
lo que sucedía en la generación anterior: en las referencias
a La Castellana, Blanca no ha sido nunca una competidora,
solo la ve como la matrona en la que no se quiere convertir
pero sí ve en sus hijas la joven que ya no volverá a ser. Con
las marcas de los cuerpos se repetirá el destino de la
herencia familiar de la que se quiere huir: no repetir a las
anteriores pero tampoco legar a las descendientes. Si la
protagonista de Mañana digo basta, les dice basta a sus hijas y
prefiere disfrutar de sus bienes en vida como lo hace su
padre en el exilio europeo, Blanca invisibiliza a las suyas
para poder gozar de la juventud de Rocky sin culpa ni
competencia aunque el precio sean la soledad y la
depresión. Tanto la crítica de arte como Blanca huirán de
sus hijas para repetir la elección paterna o materna aun
cuando no se lo propongan.
Estamos frente a best-sellers de los 60s, literatura
masiva y acusada de comercial pero con aspiraciones
políticas e intelectuales (Moreno) además de operaciones
literarias complejas, con ambiciones artísticas e ideológicas
que se proponen mucho más que contar una historia
entretenida para leer en la playa o en la peluquería. Escribir
lo que el cuerpo tiene de político, lo que la maternidad
involucra como legado cuya herencia nada tiene de natural,
son operaciones (sólo algunas de las tantas) sobre las cuales
habrá que seguir preguntándole a este “trío” que todavía
tiene mucho para decir en sus propios textos.
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Pirsch, p.10.
1
Butler, J. Cuerpos que importan. Buenos Aires, Paidós, 2002.
Sobre la escritura de la maternidad en la literatura argentina, consúltese el trabajo de Nora Domínguez De donde vienen los niños
(Rosario, Beatriz Viterbo Editora, 2007), la investigación más exhaustiva sobre el tema publicada hasta la fecha. Mis apreciaciones
acerca de la maternidad en los textos narrativos de los que me ocuparé tienen como punto de partida dicho estudio.
3
En el presente trabajo me referiré a textos de dos de las escritoras del grupo; sobre la tercera, he analizado otras cuestiones que aquí
retomaré en mi libro Beatriz Guido. Una narrativa del desplazamiento (Buenos Aires, Biblos, 2013).
4
Moreno, M. “3 Best-Sellers industria nacional” en: Página/12.Suplemento Las 12, 24 de abril 1998.
5
Vale recordar que quien las denominó “el trío más mentado” fue el periodista Bernardo Neustadt, periodista prestigioso y estrella,
sobre todo, de los 70s. En ocasión de una mesa que recordó a las escritoras en la Feria del libro de Buenos Aires de 2004, su
contemporánea María Angélica Bosco recordó: “Eran las más mediáticas, pero eran tiempos en que nos invitaban a todos a almorzar
con Mirtha Legrand, hablábamos con Horangel, con Tu Sam. Era divertidísimo ser escritor en esa época porque opinábamos de todo”.
“Tres mujeres que dieron que hablar” en: Página/12, 25 de abril de 2004.
6
Las citas corresponden a la edición publicada por Sudamericana en 1968.
7
Las citas corresponden a la edición publicada por Sudamericana en 1976.
8
Amícola, J. “Cuerpo, clase y destino en Enero de Sara Gallardo” en: Bertúa, P. - De Leone, L. (comp.). Escrito en el viento. Lecturas
sobre Sara Gallardo. Buenos Aires, Editorial de la FFyL-UBA, 2013, pp. 47-60.
2
www.indepthbuenosaires.com.ar
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Pirsch, p.11.
Hacia un balance bio-energético y climático
Los ecosistemas de Humedal
Por mucho tiempo han sido pensados como sitios tenebrosos, como pantanos improductivos o lugares de cría de plagas
y enfermedades. Sin embargo, en los últimos años los humedales han comenzado a ser revalorizados debido al gran
número de beneficios ecosistémicos y culturales que brindan al hombre.
Rubén Quintana
L
* Rubén Darío Quintana es
Investigador Independiente del
CONICET (Universidad Nacional de
San Martín) y profesor del Dpto. de
Ecología, Genética y Evolución de la
Facultad de Ciencias Exactas y
Naturales (UBA). Es Doctor en
Ciencias Biológicas (Universidad de
Buenos Aires), ha realizado estudios
posdoctorales en el Department of
Organismic and Evolutionary
Biology (Universidad de Harvard) y en
la Sede para el Estudio de los
Humedales Mediterráneos
(Universidad de Valencia).
Es miembro de la Comisión Asesora
sobre Biodiversidad y Sustentabilidad
(Ministerio de Ciencia, Tecnología e
Innovación Productiva de la Nación),
presidente de la Fundación para la
Conservación y Uso Sustentable de los
Humedales (Fundación Humedales
/Wetlands International) y secretario
general de la Asociación Argentina de
Ecología de Paisajes (ASADEP).
os humedales son ecosistemas que permanecen con su suelo saturado de
agua o en condiciones de inundación y/o anegamiento durante
considerables períodos de tiempo, particularmente en la época de
crecimiento vegetal. Por lo tanto, el agua cumple un papel preponderante que
determina no sólo la existencia sino también la diversidad de tipos de
humedales, su pro-ductividad y la dinámica de nutrientes en ellos. Diversos
aspectos estructurales y funcionales, particularmente aso-ciados a la presencia
de aguas someras y/o a la alternancia de períodos de exceso y de déficit hídrico
(inundaciones y sequías), hacen que se diferencien de los ecosistemas acuáticos
y terrestres.
A pesar de que ocupan apenas entre el 5 y el 8% de la superficie del
planeta, se encuentran entre los ecosistemas más productivos y de mayor
importancia ecológica de la tierra. Se caracterizan por brindar una amplia
variedad de importantes bienes y servicios 1 ecosistémicos a la sociedad. Por
otra parte, muchos de ellos poseen una gran belleza escénica, por lo que son
sitios de atracción para el desarrollo de un amplio rango de actividades
recreativas. Esto ha llevado a que en la actualidad estos ecosistemas sean
considerados muy valiosos desde el punto de vista de su patrimonio natural. Al
mismo tiempo, los humedales se encuentran influenciados en gran medida por
las actividades humanas, tanto porque en ellos se asientan importantes
poblaciones como también por ser áreas dedicadas a actividades productivas
como la agricultura, la ganadería y la silvicultura, entre otras. Además,
proveen a muchas comunidades locales de recursos naturales básicos, tanto de
origen vegetal como animal.
Desde el punto de vista histórico, en todo el mundo los humedales han sido
sitios en donde han florecido importantes culturas. En muchos casos, estos
pueblos llevaron a cabo importantes obras de infraestructura para el manejo del
agua y el aprovechamiento de los bienes que estos ecosistemas ofrecen, las
cuales aún persisten en nuestros días evidenciando así el importante
conocimiento tecnológico que éstos poseían. De esta manera, las poblaciones
humanas que han habitado en los humedales o en sus inmediaciones han
construido asentamientos, explotado sus recursos y alterado sus características
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Quintana, p.12.
de acuerdo a sus necesidades. Por esta razón, aún es factible
encontrar en humedales de las más diversas regiones de la
Tierra indicios de esta temprana ocupación y de las distintas
modalidades de uso de sus recursos naturales por parte de
estas antiguas civilizaciones. Estos indicios conforman un
legado material del pasado que ha llegado hasta nuestros
días conjuntamente con otros aspectos culturales inmateriales. Estos últimos han pervivido gracias a la transmisión
de generación en generación, en muchos casos oral,
perdurando así en el contexto social actual.
Pese a que actualmente existe un reconocimiento de los
valores ecológicos y culturales de estos ecosistemas,
muchos humedales se han visto sometidos a importantes
procesos de transformación y explotación intensiva,
particularmente durante el siglo XX. Sin embargo, en las
últimas décadas han comenzado a ser revalorizados debido
al gran número de beneficios que brindan al hombre y por
ser una fuente de valores culturales, científicos y
recreacionales. Es así que, desde el año 1971 existe una
convención internacional 2 a la cual nuestro país adhiere y
que tiene como principal objetivo la conservación y el uso
sostenible de estos ecosistemas. Pero este cambio es lento y
todavía se siguen llevando a cabo acciones que degradan los
humedales. A nivel mundial, aproximadamente la mitad de
la superficie de estos ecosistemas se han perdido y en
algunas regiones, como por ejemplo en parte del
Mediterráneo, esta pérdida supera el 60%. Esta
transformación se inició tempranamente (la propia Roma se
levantó en parte sobre áreas inicialmente ocupadas por
humedales) inducida por el hecho de que estos ecosistemas
siempre gozaron de cierta “mala prensa” ya que se los
consideraba como sitios fantásticos (“pantanos tenebrosos”),
tierras improductivas (desde el punto de vista de las
actividades productivas tradicionales) o lugares donde se
crían plagas o vectores de enfermedades mortales como los
mosquitos. Por esa razón, aún hoy, en muchos lugares del
planeta se habla de “sanear” las áreas ocupadas por
humedales a través de rellenos, drenajes o dragados,
convirtiéndolos así en sistemas netamente terrestres o
acuáticos. Además, por esta inundabilidad recurrente, su
valor en el mercado suele ser menor con respecto al de
áreas altas. Esto las ha hecho en los últimos años un blanco
ideal para el desarrollo de emprendimientos urbanos o
incluso de agricultura, forestación y ganadería, a través de
importantes obras para el manejo del agua como es el caso
de la construcción de diques que impiden el ingreso de las
aguas durante los períodos de crecientes.
En lo referente a Latinoamérica, los humedales de esta
región poseen una asombrosa diversidad tanto natural como
cultural basada fundamentalmente en la elevada heterogeneidad ambiental que este continente presenta. Desde el
punto de vista histórico, muchas de las grandes
civilizaciones de la región (mayas, incas, aztecas) florecieron a expensas de muchos recursos extraídos de zonas de
humedales y aún hoy estos sistemas resultan cruciales para
el abastecimiento de buena parte de la población humana de
este continente. Por ejemplo, durante el Período Clásico de
la Cultura Maya (300 al 900 d.C.), denominado “Época de
Oro”, se construyeron canales de riego a fin de aumentar la
superficie cultivable. Los mayas también lograron formidables adelantos en las construcciones de acueductos,
cisternas y obras hidráulicas, incorporando a los humedales
de las regiones que habitaban como parte esencial de su
sistema productivo y de abastecimiento de agua.
Como se mencionó anteriormente, los humedales
presentan una serie de bienes y servicios de gran importancia para el hombre. Entre los primeros se destaca su alta
diversidad biológica, particularmente de aves acuáticas y
peces, con especies tanto propias (muchas de ellas raras,
endémicas y/o amenazadas de extinción) como provenientes de áreas vecinas. Muchas especies necesitan de
determinados tipos de humedales para mantener poblaciones viables mientras que otras los utilizan solo durante
cierta parte de sus ciclos de vida, como es el caso de muchas
aves migratorias. Esta diversidad biológica constituye una
fuente importante de recursos para muchas poblaciones
humanas que basan su economía en su uso (pesca artesanal,
caza de especies animales de interés comercial, pastoreo de
ganado doméstico, extracción de especies vegetales para
distintos fines, etc.). La alta productividad es una
característica que usualmente se reconoce en estos ecosistemas. Por ejemplo, se ha documentado que muchos de ellos
pueden generar hasta ocho veces más biomasa vegetal que
un cultivo promedio de trigo, además de constituir sitios de
importantes pesquerías tanto comerciales como artesanales.
Uno de los elementos más relevantes del patrimonio
natural de los humedales es el agua. Los recursos hídricos
de los humedales constituyen un bien preciado para muchas
poblaciones, ya que dependen de ellos en gran medida para
sobrevivir y para llevar a cabo sus actividades productivas.
En un mundo cada vez más necesitado de agua, la
conservación de los humedales y, por consiguiente, de sus
recursos hídricos, se vuelve un objetivo primordial. Desde
el punto de vista funcional, estos sistemas tienen una
importancia fundamental en el mantenimiento de la
integridad de los ecosistemas vecinos, regulando las inundaciones, reteniendo y exportando nutrientes, acumulando
sedimentos y controlando procesos erosivos, entre otros.
Además, cumplen un papel fundamental en el ciclo de vida
de muchas especies tanto vegetales como animales,
constituyendo hábitats críticos 3 para las mismas.
Su transformación y degradación en general termina
dando como resultado efectos perjudiciales para los propios
humanos. Un caso paradigmático es el de Holanda, cuyo
territorio se encuentra asentado en su mayor parte sobre
áreas de humedales. En el siglo IX los pobladores vivían
sobre resaltos porque eran los únicos sitios no anegados la
mayor parte del tiempo. Ya en el siglo XI los holandeses,
expertos en el manejo del agua, comienzan a modificar la
hidrología de estos humedales y a construir diques
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Quintana, p.13.
(“polders”) de forma tal que en el siglo XIV ya se observa
una intensificación de los drenajes y de la superficie bajo
diques asociada a la expansión de la agricultura. Este
período fue conocido como la “Edad de Oro” de Holanda.
Pero al mismo tiempo que el rico sustrato mineral de los
humedales proveía nutrientes y otorgaba alta fertilidad para
los cultivos, la oxidación de dicho sustrato, al quedar libre
de agua, comenzó a provocar un hundimiento de los suelos
(subducción) que se ha calculado que fue de aproximadamente de unos 3 metros desde el año 1000. En el siglo
XVII, con el desarrollo de los molinos de viento, se incrementa la producción al mismo tiempo que continua la
subsidencia de los suelos (la que actualmente se agrava
porque es acompañada por un aumento del nivel del mar
por efecto del calentamiento global). Ya en el siglo XX se
desarrollan sistemas de drenaje sofisticados que permiten
aún más la intensificación de la agricultura, la que es acompañada por la inyección de altos niveles de agroquímicos
(fertilizantes y pesticidas). Esta profunda transformación
llevó a que en los años 1993 y 1995 se produjeran importantes inundaciones que afectaron al país. A partir de esos
eventos se vio la necesidad de implementar un modelo
alternativo de desarrollo que implicó la generación de un
programa llamado “Un lugar para los ríos”, que busca
recuperar los humedales de las llanuras de inundación de los
ríos, enfocándose en un programa de prevención y
planificación en lugar de uno de evacuación y reconstrucción, como suele darse en general cuando se produce
una inundación severa como las que usualmente ocurren en
algunas regiones de nuestro país.
Otro ejemplo interesante es el del Delta del Mississippi
y los humedales costeros del Golfo de México. Estos
humedales poseen una gran relevancia para los EEUU, tanto
por su papel ecológico como económico. Por ejemplo, el
97% de las pesquerías y marisquerías comerciales del Golfo
de México dependen de los humedales costeros y alrededor
de cien millones de aves viven o pasan por el Delta del
Mississipi cada año. Por milenios los sedimentos acarreados
por el río fueron el sostén de su delta y de los humedales
costeros de Louisiana. Hoy, tanto los terraplenes como
otras estructuras hechas por el hombre han llevado a la
interrupción de estos procesos. Actualmente, el río
Mississippi presenta 37 represamientos en su curso, 3.700
kilómetros de costas aterraplenadas y 90.000 hectáreas de
llanuras de inundación rellenadas. Esto ha llevado a que
desde 1930 se hayan perdido 485.600 hectáreas de
humedales. Esta degradación de los humedales costeros de
dicha región ha dado como resultado no sólo inmensas
pérdidas económicas inmediatas sino que ha llevado a la
pérdida de uno de los servicios más importantes que éstos
poseían: la protección de las tierras interiores del efecto de
los huracanes. El caso más famoso fue el del huracán
Katrina, que arrasó la ciudad de New Orleans en 2005 y fue
considerado el más destructivo ya que produjo el mayor
daño económico y fue el que más víctimas mortales causó
en el Atlántico. Katrina fue uno de los cinco huracanes más
mortíferos de la historia de EEUU. Se ha planteado que si
los humedales costeros hubieran estado en buen estado, el
efecto del huracán hubiera sido menos violento. De hecho,
en muchos lugares del mundo están haciéndose esfuerzos
por restaurar humedales costeros degradados dada su
importante función protectora.
Sin embargo, debe quedar claro que si bien hoy en día
se cuenta con tecnología apropiada para la restauración de
humedales degradados, los costos para recuperar, al menos
en parte, las características originales de estos ecosistemas,
es elevadísimo, con lo cual muy pocos países pueden
afrontar semejantes erogaciones para este fin.
Por otra parte, y a pesar de que un número apreciable
de humedales se encuentran actualmente bajo alguna
categoría de protección (desde reservas locales a sitios que
conforman la lista de patrimonio de la humanidad de la
UNESCO o la de “Humedales de Importancia Internacional” de la Convención Ramsar), gran parte de ellos
aún carecen de medidas efectivas de conservación y muchos
presentan problemas ambientales graves que amenazan su
futuro. Por lo tanto, resulta imprescindible establecer
políticas y mecanismos para el manejo sostenible de estos
ecosistemas, particularmente el mantenimiento del régimen
hidrológico, dado que este constituye uno de los principales
(o el más importante) factores en el mantenimiento de la
integridad ecológica de los mismos. En este contexto, la
valorización de su patrimonio natural y cultural puede
constituir una herramienta eficaz para el manejo sostenible
y la conservación a largo plazo de estos ecosistemas,
beneficiando al mismo tiempo a las comunidades locales, las
cuales dependen en gran medida de sus recursos.
Los humedales incluyen también una amplia variedad
de elementos de patrimonio cultural, tanto material como
inmaterial. El patrimonio material puede definirse como la
expresión de las culturas a través de sus realizaciones
materiales, siendo, por tanto, un patrimonio físico. En el
caso particular de los humedales, debido a la necesidad de
adaptación a las condiciones ambientales características de
estos ecosistemas, el hombre ha debido desarrollar construcciones arquitectónicas y de ingeniería hidráulica
singulares así como una amplia variedad de bienes culturales
inmuebles. El patrimonio inmaterial, por otra parte, está
constituido por las actividades, procedimientos, costumbres
y creencias estrechamente ligados a la cultura tradicional y
popular que en los humedales de muchas regiones de la
tierra adquieren particular relevancia.
En cuanto a nuestro país, se ha estimado que más del
21% de la superficie de la Argentina son humedales o zonas
que poseen humedales, elevándose a más del 23% si se
incluyen los cuerpos de agua. Se observan fundamentalmente dos grandes zonas: una porción ubicada en el
noreste y centro húmedo del país que se corresponde a
“paisajes de humedales”, asociados a las cuencas de los ríos
Paraná, Paraguay y Uruguay, los que se manifiestan en
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Quintana, p.14.
grandes extensiones geográficas y se expresan frecuentemente como la matriz del paisaje. La otra se corresponde
con el resto del país, que incluye las áreas más secas. En esta
gran zona se encuentran “paisajes con humedales”, donde
los mismos tienen muy poca representatividad espacial. En
ella se pueden diferenciar el sector costero, que está
caracterizado por la presencia de franjas mareales asociadas
a ambientes estuáricos-marinos donde se desarrollan
marismas con pastos y arbustos enanos y una porción oeste,
centro oeste y sur, donde la presencia de los humedales
depende de su localización en emplazamientos particulares,
como valles fluviales, depresiones o el pie de las cadenas de
sierras y montañas donde la concentración de aportes de
agua superficial y subterránea genera un balance hídrico
positivo en algún período del año. Los complejos de
humedales más característicos son las lagunas y vegas de
altura en la zona de la Puna, las lagunas ubicadas en
depresiones áridas, el macrosistema de esteros del Iberá, los
bañados, arroyos, madrejones y bosques ribereños del
Chaco Húmedo, los humedales de la llanura aluvial del
Paraná, que incluyen a la región del Delta del Paraná, los
Bajos Submeridionales del norte de Santa Fe y sur del
Chaco, la planicie de pastizales húmedos de la Depresión
del Salado en la provincia de Buenos Aires, los mallines
patagónicos, las turberas de Tierra del Fuego y los
humedales costeros de Buenos Aires y Patagonia.
Hasta hace pocas décadas, la mayoría de los humedales
de la Argentina estaban relativamente libres de los impactos
derivados de las actividades humanas y por lo tanto
conservaban su extensión, estructura y funciones originales.
Sin embargo, durante los últimos años esta tendencia ha
comenzado a revertirse. Durante las dos décadas pasadas y
debido a los altos rendimientos alcanzados en la producción
de granos, tuvo lugar una expansión significativa de la
frontera agrícola y un remplazo de pasturas por cultivos. En
consecuencia, se produjo el desplazamiento de una importante fracción de la actividad ganadera hacia sitios considerados marginales para la producción como es el caso de los
humedales fluviales de la región del Delta del Paraná. La
elevada productividad natural de estos ambientes sumada a
un ciclo de aguas bajas en los últimos 8 años (interrumpido
por dos períodos de inundación en 2007 y 2009) hizo que
se pasara de un sistema de ganadería extensiva estacional a
uno de tipo intensivo y permanente. Este proceso de
cambio se sustenta, por una parte, en que hoy las zonas
tradicionalmente ganaderas se encuentran ocupadas por una
actividad más rentable. Por la otra, existe una visión
errónea de oferta ilimitada y homogénea de recursos
forrajeros en los humedales y una percepción estática de un
tipo de ecosistema que naturalmente presenta fluctuaciones
temporales tanto estacionales como interanuales en relación
al régimen hidrológico.
Otros importantes humedales han desaparecido o se
han reducido debido a las canalizaciones realizadas a fin de
drenarlos con distintos fines. Ejemplos de esta situación son
los Bajos Meridionales antes mencionados y los bañados del
río Saladillo en el sur de Córdoba. Las grandes obras de
infraestructura, muchas veces pensadas en términos
económicos y no ecológicos, también ha contribuido a la
degradación de humedales. Entre éstos se pueden
mencionar al viaducto Victoria-Rosario que cruza la llanura
aluvial del Paraná, algunos terraplenes construidos en el
sistema de humedales de los Esteros del Iberá o las zonas
endicadas en el Delta del Paraná con distintos fines. En este
sentido, el avance de las urbanizaciones sobre zonas de
humedales representa una amenaza que va cobrando
importancia en los últimos años merced a la especulación
inmobiliaria y al precio relativamente menor de estas tierras
respecto a aquellas de zonas altas. A su vez, la contaminación de distinto origen constituye una amenaza para el mantenimiento de la integridad ecológica de estos ecosistemas.
Ante estos escenarios, durante el año 2013 en la Cámara
de Senadores de la Nación se aprobó un Proyecto de Ley
sobre Presupuestos Mínimos de Humedales para todo el
país. Con esta media sanción por parte de los Senadores,
este año el proyecto entrará en la Cámara de Diputados para
su debate. En caso de ser aprobada, esta Ley constituirá una
herramienta legal que permitirá avanzar en la conservación y
el uso sustentable de estos ecosistemas.
1
siendo la única convención internacional que se ocupa de este
tipo específico de ecosistema (los humedales). Las partes contratantes están formadas por más de 130 Estados suscriptores, entre
los que se incluye nuestro país. Hoy existen unos 1888
Humedales de importancia Internacional que cubren 185,2
millones de hectáreas.
3
Se entiende por “hábitats críticos” aquellos que resultan
indispensables e irremplazables para una especie para satisfacer
algún requisito de vida (alimentación, reproducción, etc.). Por
ej., el bagre de mar ingresa al Bajo Delta del Paraná porque
utiliza sus cursos de agua como sitios de desove.
Cabe señalar que se entiende por “Bienes” a los productos
tangibles de la naturaleza que brindan bienestar a la sociedad,
contribuyendo a la generación de otros bienes. Podría definirse
en términos económicos como un “stock de capital natural”. Por
“Servicios” nos referimos a las actividades resultantes de las funciones del ecosistema que contribuyen a satisfacer las necesidades
vitales y espirituales de los humanos. Sería un “flujo” que se
genera a partir de ese “stock de capital natural”.
2
La Convención sobre los Humedales (Ramsar, Irán, 1971) fue el
1ero. de los modernos tratados intergubernamentales mundiales
sobre conservación y uso racional de los recursos naturales,
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Crónica de la escasez
Sol de noche
Jimena Néspolo
L
a voz de mi padre leyendo El fantasma de Canterville es quizá el recuerdo
de infancia más hermoso que guardo. Estamos sentados alrededor de
una mesa redonda. Mi madre cocina muy cerca, secundada por un par
de velas. En el centro de la mesa hay un farol que alumbra la noche espesa.
Más allá del aura de esa luz sólo hay oscuridad. Mi padre lee y nosotros lo
escuchamos. Lee lenta y ceremoniosamente. Puntúa de un modo perfecto; su
voz grave se sucede como si ejecutara una extraña partitura. Es un recuerdo
que se repite, porque sólo hace falta que se corte la luz en casa para que la voz
de mi padre se instale en el centro de la escena y nos convoque. También la
voz de mi padre puede cantar. De eso me entero un verano, el único en que
partimos de vacaciones hacia la playa. Somos siete niños y jóvenes apretujados
en un auto prestado, mi padre maneja por horas y al caer la noche, canta.
Canta antiguos romances españoles y yo, no recuerdo por qué, estoy llorando.
Esa semana en la playa entiendo o comprendo algo fatal, definitivo. Mi madre
no me ama y es posible que mi padre tampoco. Soy apenas un accidente
acaecido entre mis hermanos. Ni siquiera soy dueña de la soledad, porque mi
soledad también es la de ellos. El sentimiento de orfandad me ahoga. Y
naturalizado el terror, al fin también me libera. Pero las noches sin luz habrán
de sucederse todavía mucho tiempo más… Y la voz campera de mi padre se
apodera una vez más de lo oscuro. Ahora lee El guanaco vencido con marcada
insistencia. Nada de la historia de ese carrero patagónico que cuenta sus
vivencias y personaliza con ansias desmedidas la vida de los animales me
requiere. Quedo afuera de ese relato que tematiza la lucha del macho joven
por hacerse del harem de guanacas del macho viejo y sin embargo, hasta el día
de hoy, lo recuerdo. Su arcana y terrible musicalidad.
Transitar un verano con recurrentes baches energéticos, con cortes de luz
fuera del registro común de los ya sufridos por los habitantes de Capital y Gran
Buenos Aires, me ha permitido –al parecer– además de ejercitar la nada
despreciable escritura de un Diario de Reclamos (conformado mayormente
con la información referida al reclamo realizado: fecha, lugar, oficina, etc.)
recuperar algunos recuerdos. Hace pocos días, revisando no ya el eficaz Diario
sino el catálogo de la biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos Aires topé con el libro de Asencio Abeijón, El guanaco
vencido. Me sorprendió encontrar que fue publicado en Galerna, a instancias de
Osvaldo Bayer, en marzo de 1976, el mismo mes de sucedido el Golpe de
Estado, justamente en la época en que mis padres abandonaban la Capital para
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Néspolo, p.16.
instalarse en un pueblo de la provincia.
Mis primeros recuerdos se anidan con
la experiencia de vivir en esa granja
ubicada a orillas de una ruta recién
macadamizada, que es la misma zona
donde vivo ahora. Por entonces, si bien
la luz eléctrica no era una novedad, en
cada tormenta podía cortarse el
suministro durante semanas. El molino
de viento, entonces, nos proveía de
agua.
La más leve brisa hacía girar las
aspas de cinc recortado y bombear agua
de las profundidades. Recuerdo la bravura de las aspas girando en la intemperie, su inaudita velocidad de hélice
que quisiera alzar vuelo con los grandes
vientos. Recuerdo la desmesura del tanque rebalsando agua dulce a escasos
metros de la puerta de casa… Entonces
había que trabar al molino, y pronto.
Hacer fuerza desde abajo colgándose de
la palanca adosada a una de una de sus
cuatro patas y asegurarla firmemente,
de lo contrario la excesiva fuerza podía
romper la guía. Había que hacerlo y
había que hacerlo rápido, porque además del agua helada que cayera del
tanque y del agua de lluvia que eventualmente pudiera mojarte, también
podía derribarte uno de esos rayos que
cada tanto fusilaban al molino que
oficiaba de parador. Y además estaba el
pozo… Porque la faena requería que el
elegido mantuviera cierto equilibrio,
cuestión de no caer en ese pozo que
durante toda mi infancia y adolescencia
estuvo abierto. Recuerdo esa ominosa
abertura de piedra de un viejo aljibe
con que el molino se abría paso a las
profundidades desde su mismo centro:
un pozo de al menos tres metros de
profundidad y dos de diámetro al frente
de la galería de casa. Como si fuera
parte de quién sabe qué entrenamiento,
mis padres recién taparon esa abertura con listones protectores de madera
cuando todos nosotros ya nos habíamos marchado.
Creyendo que son monstruosos gigantes, Don Quijote lucha en el octavo
capítulo de su gesta contra molinos de viento mientras el buen Sancho se burla
de la tontera que nubla la cabeza de su amo. ¿Delirio? Qué va… En mi zona,
de donde yo vengo, nunca se combate la monstruosidad de los molinos, más
bien se aprende a vivir con ellos. O mejor, de ellos. Porque un molino de
granja que no muele granos te provee de agua, es decir que con electricidad o
sin ella te permite mantenerte con vida. Se me disculpará la insistencia, pero
hay que llegar al tercer día sin luz, cuando el agua del tanque de cualquier casa
electro-dependiente se acaba –por más odisea de ahorro que ensaye–, para
comprender hasta qué punto la supervivencia se reduce a un solo y urgente
problema: el agua.
El Diario ahora me planta en diciembre 13 de 2013. Hace tres días se
robaron el transformador que alimenta nuestras líneas eléctricas; pesa más de
cuatrocientos kilos de los cuales mayoritariamente se los lleva el cobre. Para
bajar ese transformador de las alturas hizo falta un camión con andamiaje aéreo
y al menos tres personas calificadas. Luego de reiterados reclamos en Edenor
(la empresa responsable del suministro), mientras cargo agua en lo de mis
padres en todos los bidones que encuentro y que puedo arrastrar, recuerdo el
libro Supervivencia… sólo verdades de Fernando E. de Rosas. Dice este avezado
instructor en salvataje y supervivencia que ante un accidente inesperado o una
situación de emergencia y peligro es preciso atenerse a un estricto orden de
prioridades si queremos preservar nuestra existencia. A saber:
1. Primeros auxilios: salir cuanto antes del shock psíquico y atender lo más
pronto posible las heridas (primero controlar la respiración, luego detener la
hemorragia si la hubiera, después distender el estado de shock).
2. Señalamiento: es el brazo que extiende el superviviente y que le permite a
la cuadrilla de rescate llegar a él, quien espera ser encontrado debe señalar a
como sea ese lugar.
3. Refugio: superados los primeros auxilios y el señalamiento, es preciso
buscar un refugio que nos permita proteger el cuerpo.
4. Agua: es imperioso beber al menos un litro de agua por día (lo óptimo es de
dos a tres litros). El 75% de nuestro cuerpo está constituido por agua, si nos
falta sólo un 10% comienzan a producirse desórdenes serios en nuestro
organismo. Una persona sin agua muere a los siete días, pero al segundo día sin
reponer líquidos comienza a caer en un estado tan agudo de desorden mental y
decaimiento físico que para la situación exigente que vive, ya es un muerto.
5. Alimento: es la última y menos importante prioridad dentro del pentágono
de la supervivencia. Nuestro cuerpo puede soportar larguísimos ayunos (hay
ayunadores indios que pasan setenta días sin comer, otros han ayunado durante
sesenta días por razones religiosas o políticas y no han muerto), pero si se da el
caso “todo bicho que camina…”, nada, se arrastra, se desliza, corre o vuela: se
come.
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Néspolo, p.17.
Mientras cargo agua y baterías,
pienso. Pienso... ¿De cuánto puedo
prescindir y qué necesito, en verdad,
para mantenerme viva?
Recuerdo que a los ocho años le
arranqué a mi padre un jugoso beso de
bendición literaria cuando orgullosa le
confesé que había leído de principio a
fin, sola y sin ayuda, Corazón de
Edmundo de Amicis, en una edición de
tapas cartoné bordó que había sido de
mi madre, a quien poco tiempo después
le entregué con menos éxito mis
primeros poemas copiados de Alfonsina
Storni. Los años siguientes fueron
capturados por la colección Robin
Hood en lecturas dialogadas y compartidas. Con mis hermanas, vendría la
educación sentimental de Louisa May
Alcott, Mi querido enemigo y Papaíto
piernas largas, Jane Eyre de Charlotte
Brontë, Heidi o incluso Lewis Carroll.
Con mis hermanos, las aventuras de
Robinson Crusoe, El corsario negro de
Salgari y también las novelas de Verne.
Recuerdo con extrema nitidez, por
ejemplo, ciertas mañanas de invierno
leyendo con mis hermanos en una misma cama El Príncipe Valiente, esa ansiedad y ese estupor de seguir con gran
concentración la lectura hasta llegar a
las páginas tomadas por imágenes y
viñetas como si éstas fueran un oasis.
Antes de caer en la fascinación de la
lectura adolescente y devorar la
colección de novelas de género de mi
padre, los policiales de Agatha Christie
o las sagas de aventuras de Wilbur
Smith, recuerdo que a los trece años leí
en el colegio El Aleph y Ficciones de
Jorge Luis Borges, a instancias de una
profesora culona que ensayaba el histerismo de la erudición, y que lo detesté
con ardiente vehemencia.
También recuerdo que ese verano me tragué El ingenioso hidalgo Don Quijote
de la Mancha no por obligación, sino para impresionar a mis hermanos.
Entonces, más que la experiencia de esa lectura, rescato la experiencia de la
pose. No sólo quería leer el libro completo, sino ser vista leyendo: leyendo
bajo un árbol, leyendo en la hamaca, leyendo en el sillón, leyendo sentada a la
mesa, leyendo donde sea a fin de arrancarles finalmente un “¡Oh! ¡Oh! ¡Cómo
lee!”. Más que sorprenderlos, quería ganarme su respeto. Suspender, acaso
por un momento, el torturante modo en que me llamaban en alusión a mi
desagradable modo de interpelarlos. ¿Cuántos días de ese verano me consumió
aquello? ¿Cuántos días me demoró la siguiente lectura? Porque al Quijote le
sucedió La Regenta, en un flamante ejemplar de colección que mi hermana
mayor –que ya por aquel entonces había empezado a trabajar y a estudiar en la
universidad– acababa de comprarse. Me avergüenza reconocer que elegí esos
libros solamente por la cantidad de páginas que tenían y por la evidente
negación que tal profusión de arcaísmos pudiera causarle a cualquiera de mi
familia que osara imitarme. Quería ver a mis hermanos, principalmente los
varones, los más bárbaros, babear de impotencia. Si mi cuerpo no me permitía
vencer en la lucha, en la carrera, domando caballos o asesinando tigres, al
menos en esas lides tendría mi desquite. Ah… esa escuela de la crueldad
aprendida de los padres y perfeccionada con los hermanos.
Han pasado, desde entonces, más de tres décadas. Pero digo “pasar”, sólo
para detenerme al instante y recordar que el tiempo nunca “pasa”. No pasa el
tiempo y tampoco pasan las personas. Sólo se quedan o no se quedan; y,
parafraseando a San Agustín, se quedan a través del presente: un presente,
pues, que se compone con el presente de las personas pasadas, el presente de
las personas presentes y el presente de las personas futuras.
Ahora mi Diario de Reclamos canta la fecha 28 de enero de 2014. Estoy
con mis hijos y mi marido en la Península de Valdés, en un camping del
Automóvil Club Argentino. En la Ciudad de Buenos Aires siguen los cortes a
causa de la crisis energética que desencadenó la ola de calor y la impericia
gubernamental para anticiparse a aquello que desde hace tiempo se preveía.
Una de mis hermanas, la que se encuentra al cuidado de mi casa y los animales,
me informa que allí tampoco hay luz, pero no por los cortes, sino porque se
han vuelto a robar el transformador recién instalado. Llamo a Edenor: el bla
bla de siempre y luego la definición de que recién el 16 de febrero será
efectuada la reparación. Trato de mantener la calma. Marco otra vez el
número que el Ministerio de Planificación ha habilitado para los reclamos. Se
sabe: la desesperación puede hacerte mostrar tus aristas más patéticas…
Hemos llamado y explicado tantas veces la misma situación que, ante una
nueva respuesta delicuescente, al fin caigo en el apriete:
–Señorita, deme su nombre y apellido y el nombre de su inmediato superior.
(Balbucea. Solamente me larga un “Verónica” y un número de reclamo.)
Verónica, agende por favor que quien le habla es la doctora Néspolo, que
conste eso junto al número de reclamo en el expediente. Y que conste,
también, que iniciaré acciones.
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Néspolo, p.18.
Respiro. Inspiro. Exhalo. ¿Es la
Literatura un arte de la Supervivencia?
La única acción que se me ocurre
emprender, apenas corto el teléfono, es
la de la escritura. Entonces empiezo a
pergeñar estas páginas, y sigo rumeándolas durante el verano. Todo, absolutamente todo, lo pienso como
“Energía”. Cuando llegamos a Punta
Norte, al asentamiento de lobos marinos, lo primero que me pregunto al
verlos es cuántas lámparas del siglo XIX
encendería un solo lobo con su aceite.
¿Cuántos días alimentaría mi sol de
noche la grasa de un elefante marino?
¿Y la de un cachalote?
Porque antes, otros podían sumergir gozosos sus manos en aceite de
esperma de ballena para sentir cómo los
dedos se vuelven serpentinos, eléctricas
anguilas danzantes en la leche de la
felicidad y la benevolencia mientras el
Pequod navega raudo hacia el diáfano
horizonte… “¡Apretar, apretar, apretar, durante toda la mañana! –dice
Ismael, en Moby Dick, la novela de
Melville. Apreté aquel aceite de
esperma hasta que casi me fundí en él:
apreté ese aceite de esperma hasta que
me invadió una extraña suerte de
locura, y me encontré, sin darme cuenta, apretando las manos de los que
trabajaban conmigo, confundiéndolas
con suaves glóbulos. Tal sentimiento
desbordante, afectuoso, amistoso, cariñoso producía esta labor, que por fin
acabé por apretarles continuamente las
manos, y por mirarles a los ojos sentímentalmente, como para decir: «¡Oh,
mis queridos semejantes!, ¿por qué
vamos a seguir abrigando resentimientos sociales, o conocer el más leve
malhumor o envidia? Vamos; apretémonos todos las manos; mejor dicho,
apretémonos universalmente en la
mismísima leche y esperma de la benevolencia».”
Ya el viejo Paracelso aseguraba que el aceite de esperma de ballena era
extremadamente eficaz para mitigar el calor de la ira. Pero no… mejor no
entusiasmarse puesto que en la actualidad la caza de tanto mito y buena leche
sólo está permitida con fines científicos: aceite para lámparas, velas, lubricantes, años atrás incluso la industria de la cosmética utilizó el espermaceti,
hoy remplazado por aceite de jojoba. Imagino los inmensos cetáceos colgados
en las cubiertas de los barcos balleneros, chorreando de sus cabezas el preciado
aceite ámbar, como una brutal y feroz estampa del pasado.
La comercialización a gran escala del petróleo, con la perforación de
grandes yacimientos hacia finales del siglo XIX marcó el declive de la
explotación ballenera que recién en 1946 conoce una primera regulación con
la creación de un organismo internacional (International Whaling Commission
–IWC– o Comisión Ballenera Internacional –CBI–) con sede en Brighton,
Inglaterra, destinado a limitar su caza y comercialización.
Pero mientras los principales medios del país acicatean la verba tras las
manifestaciones realizadas en Neuquén en contra del acuerdo YPF-Chevron
para explotar el riquísimo yacimiento de petróleo y gas de Vaca Muerta –
como si esas reservas estimadas de 22.500 millones de barriles fueran la única
balsa de salvataje que el Titanic-energético de Argentina pudiera ofrecernos– y
otros medios locales anuncian la venida de una nueva soja transgénica
resistente a la sequía y la salinidad, llamada con el nombre milagroso de
“Verdeca” –ya que las ganancias estimadas en verdes dólares serían la Meca–,
pertinaz mi Diario de Reclamos apunta que nosotros estamos en Puerto
Pirámide, en uno de los más importantes lugares de avistamiento de ballenas
en todo el orbe terrestre. Por alguna razón desconocida, las costas de la
Península de Valdés (declarada por la UNESCO como uno de los siete
Patrimonios de la Humanidad) han sido elegidas por este mamífero como zona
privilegiada para reproducirse y amamantar. Aunque la época en que las
ballenas y sus crías se dejan ver no son los meses de verano, sabemos que aquí
–desde que se sancionara la ley 23094 durante el primer año de gobierno de
Raúl Alfonsín– cualquier ballena franca es considerada “monumento natural”
y, por tanto, así tratada. El turismo es, pues, uno de los principales recursos
económicos.
A falta de ballenas, por el camino vemos guanacos, liebres, armadillos, y en
Caleta Valdés, pingüinos. También avistamos unos pajarracos zancudos
llamados coiques, especie de ñandú más pequeño cuya peculiaridad es que la
hembra pone los huevos pero el que los empolla es el macho. Los prodigios de
la evolución nunca dejarán de sorprenderme…
Aquí el clima es tan seco que mi asma ni asoma. Observo, no obstante, que
en la zona crecen, guachas, plantas de efedra; es posible que los tehuelches
originarios además de masticar semillas de molle para mitigar la sed prepararan
té de efedrina para combatir las enfermedades respiratorias del mismo modo
que los chinos lo hicieron hace más de 5000 años (también utilizaban Ma
Huang para aliviar los dolores musculares o reumáticos, y como estimulante).
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Néspolo, p.19.
Destinamos un día de fines de enero
para visitar las colonias galesas instaladas a lo largo de la cuenca del Río Negro y comprobar cuán efectiva fue la
Campaña del Desierto: además de las
mejores tierras, también el gobierno
nacional le entregó a los colonos los
pocos tehuelches que sobrevivieron,
como criados o sirvientes. Otra tarde
nos dedicamos a recorrer el Museo
Paleontológico Egidio Feruglio, ubicado en la ciudad de Trelew. Damos de
narices con los restos óseos del Argentinosaurus, especie de dinosauro saurópodo que vivió hace 95 millones de
años en estos lares y que –se estima–
fue el animal más grande que habitó el
planeta. Encendidos de megalomanía
salimos del Museo. Al llegar al auto
encontramos que alguien ha roto un
vidrio y que además de una campera se
han robado el bolso de fotografía con
las lentes. Por mero ejercicio de la
obstinación o la constancia, dejo registrada la denuncia en la comisaria de la
ciudad y en mi Diario. ¿Adónde irán a
parar los números de reclamos perdidos? ¿Adónde?
Hacia el final del viaje, una tarde
decidimos hacer noche a campo abierto, en una playa agreste rebosante de
algas verdes, pulpos luctuosos y mejillones, frente al Cerro Avanzado.
Ahora además de luz eléctrica, no tenemos baño, cocina ni techo alguno que
nos repare. Aquí sólo hay viento y un
cielo inmenso repleto de estrellas
fugaces.
Puedo contar con los dedos de la
mano, a lo largo de toda la travesía, los
pocos molinos de viento que veo instalados en el horizonte como enormes
mastodontes blancos cargados de futuro. Aunque más al Sur el viento se
quiera desmesura melancólica y suicido,
la explotación de la energía eólica aquí apenas comienza.
En el largo viaje de regreso en auto, mi compañero y mis hijos me leen en
voz alta en turnos, mientras manejo, Una fábula de William Faulkner.
Encontré el libro usado en una feria variopinta, en El Cóndor, cerca de Monte
Hermoso. Pese a la complejidad de las largas frases con parentéticas, hasta los
más pequeños leen bien. Impacientes, cada tanto interrumpen la lectura para
lanzar datos sobre el paisaje o sobre la fauna; gracias a uno de esos comentarios
me entero, por ejemplo, que a pesar de su fama de depredadores, los
tiburones matan menos gente que los perros y las avispas. También se
interrumpen para maldecirme por la tarea, para joder o para burlarse
mutuamente con los motes que se han inventado.
Los círculos del infierno son los círculos fatales de las repeticiones inconscientes. El estigma del nombre cristalizado que recibimos al nacer es
liberado con los apodos que sucesivamente recibimos a lo largo de la vida, para
luego perderlos o acaso recuperarlos con el sentido. En lo personal, creo que
ya no me molestaría que mis hermanos me llamaran como lo hacían en la
infancia, con ese sobrenombre que empezaba en “Boca” y terminaba en “Sapo”.
* Algunos libros y autores mencionados: El fantasma de Canterville, de Oscar Wilde. El
guanaco vencido, de Asencio Abeijón. Supervivencia… sólo verdades, de Fernando E. de
Rosas. Corazón de Edmundo De Amicis y Poesía completa de Alfonsina Storni. Las
novelas policiales de Agatha Christie y las de aventuras de Wilbur Smith. El ingenioso
hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra. La Regenta, de
Leopoldo Alas Clarín. Ficciones y El Aleph, de Jorge Luis Borges. Moby Dick, de Herman
Melville. Una fábula, de William Faulkner.
Colección Robin Hood: Mi querido enemigo y Papaíto piernas largas de Jean Webster;
Mujercitas y Ocho primos de Louisa May Alcott; Heidi de Juana Spyri; Jane Eyre de
Charlotte Brontë; Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll; Robinson Crusoe de
Daniel Defoe; El corsario negro de Emilio Salgari; El Príncipe Valiente de Harold Foster y,
entre otras novelas, La vuelta al mundo en 80 días de Julio Verne.
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Néspolo, p.20.
Tattoos. Ilich Roimeser
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Retratos intervenidos, p.21.
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Retratos intervenidos, p.22.
Chamanismo, energía y liderazgo religioso
ENCUENTRO CON EISEJUAZ, EL SOÑADOR SOÑADo
El encuentro con Lisandro Vega, el personaje real que inspiró la novela Eisejuaz (1971) de Sara Gallardo, por
parte de una misión antropológica que estudia el asentamiento de evangelistas escandinavos en el Norte argentino
nos introduce en los dilemas de un tipo de liderazgo político espiritual indígena. En la cultura wichí la categoría
que condensa la energía o voluntad humana es el husek, en observancia de los atributos morales y espirituales de la
persona, y se enmarca dentro del denominado simbolismo cosmológico del Dueño de las Especies. A través de cantos y
sueños el chamán se comunica con las entidades que habitan los espacios numinosos para pedir compasión y ayuda en
el cumplimiento de sus tareas de sanación y consejo.
César Ceriani
I
César Ceriani Cernadas es
Investigador Adjunto del CONICET,
docente en la carrera de Ciencias
Antropológicas de la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de
Buenos Aires y de la Maestría en
Antropología Social de FLACSO, Sede
Argentina.
*
“Soy un soñador”, aseveró don Lisandro Vega promediando
nuestro encuentro en Misión La Loma, hacia mayo de
2011. Era una tarde relativamente calurosa, en un lugar
ardiente como Embarcación, pequeña ciudad enclavada en
el norte de Salta, en un costado inicial o final del territorio
chaqueño. Junto a mi amigo y colega Hugo Lavazza
recorríamos desde el 2009 aquellas tierras, donde
planificamos una investigación antropológica sobre la
misión evangélica escandinava entre los grupos indígenas
del lugar 1. Los orígenes de la misma se remontan a 1914,
cuando el pueblo recién se constituía como tal dada la
llegada del ferrocarril. Conociendo la importancia que las
misiones protestantes tuvieron entre los grupos aborígenes
del Chaco argentino (toba o qom, wichí, pilagá, chorote y
mocoví), la existencia de esta corriente misionera era toda
una revelación para nosotros, pues las obras canónicas
sobre el tema (y las otras también) nada decían al respecto.
En viajes de campo de 20 a 30 días de duración fuimos
explorando paulatinamente, en los años siguientes y hasta la
actualidad, aquel complejo mundo social. Sin muchos
giros, nuestros propósitos radicaron en comprender la
dinámica histórico-sociológica de las misiones creadas por
los nórdicos, indagando en sus formas de liderazgo y
organización social, en los procesos de creatividad
simbólica de los agentes indígenas a partir de la apropiación
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Ceriani, p.23.
cultural del cristianismo y en las relaciones de poder con la
sociedad englobante.
En Embarcación, tuvimos la suerte de generar buena
sintonía con el actual pastor general de la Misión Evangélica
Asamblea de Dios (nombre oficial que adquiere la
institución desde 1947), hecho que nos permitió residir en
la antigua casa misionera, anexa al templo central de la
obra. Constituye ésta una amplia propiedad de gruesos
ladrillos y un luminoso corredor abierto que mira hacia el
también holgado jardín. Sus altas y profundas habitaciones
alojaron a familias misioneras, predicadores visitantes y,
entre otros y otras, pioneros de la antropología argentina
como Enrique Palavecino. Hoy los cuartos son reutilizados
como oficina administrativa de la iglesia, aula de escuela
dominical de niños, estudio de radio, seminarios de
educación teológica y hospedaje de creyentes y, también,
antropólogos impertinentes. La casa fue construida por el
pionero noruego Berger Johnsen (1888-1945) entre 1916 y
1920 bajo el expreso ideal de convertir a la fe cristiana, y
así civilizar, de acuerdo al imaginario protestante de la
época, a los “pobres y abandonados indios”.
De esta sinuosa historia, que en breve cifraremos, nos
interesa aquí explorar el doble encuentro con Lisandro
Vega, uno de los líderes religiosos y políticos centrales de
dicha experiencia misionera durante 1960-1980, y con
Eisejuaz, su auténtico nombre wichí y también el título de
la novela que Sara Gallardo publicó en 1971 2. Existe un
consenso general en la crítica de que nos encontramos ante
una obra única, excepcional, en las letras vernáculas. Es
sabido que Gallardo viajó a Salta y que fruto de esa
experiencia escribió Eisejuaz. Es poco conocido, sin
embargo, que la autora vivió unas semanas en Embarcación
durante 1968, donde conoció al “verdadero” Eisejuaz
mientras trabajaba de ayudante en el único hotel del
pueblo. Narrada desde el punto de vista de don Lisandro, la
novela nos introduce en un fascinante cosmos
protagonizado por mensajeros chamánicos, pastores
noruegos, alter egos deformes, evangelistas indígenas,
frailes franciscanos, patrones criollos y mujeres
esclavizadas, entre muchos otros. Cada uno de ellos tiene
su parte en esta historia iniciática y sacrificial, atravesada
como tal por dilemas individuales, mandatos sociales y
destinos inexorables.
Nos acercamos así a la apuesta de este ensayo donde se
encuentran el soñador y el soñado: ofrecer una lectura
antropológica sobre el hombre y su homónimo libro. Un
cruce de caminos entre antropología y literatura en cuyo
centro habita una persona real que se vinculó con la autora
de la novela hace más de 45 años y, recientemente, con el
etnógrafo que escribe estas líneas. En este sentido, la
lectura que formulo concentra la mirada de un antropólogo
abocado al estudio del cambio religioso y cultural de los
pueblos indígenas chaqueños, que conoce de primera mano
a su protagonista, al lugar donde vivió desde su temprana
juventud, a su ramificada parentela y a la atmósfera
sociocultural, económica y política que marcó su
existencia. El mundo “subjetivo” de Eisejuaz no es ni
“místico” ni “psicótico”, es una cantera de símbolos
asociados al poder chamánico y político (ciertamente
emparentados), como también a la memoria y al destino
individual y colectivo de su gente. Sostengo que la
estructura chamánica es medular en la obra, y tal vez por
esto todavía les cuesta entenderla a las hijas e hijos de la
Ilustración que fueron a su búsqueda. En definitiva,
propongo una lectura de los símbolos vivos que anidaron en
la vida de este soñador wichí soñado por una cosmopolita
escritora porteña.
II
Hasta 1935 la prédica de los misioneros escandinavos
avanzó lentamente. No obstante, Berger Johnsen ya
contaba con un pequeño grupo de entrenados evangelistas
wichí, cuyas familias residían en la zona, dada la cercana
presencia del colosal ingenio San Martín del Tabacal. Allí,
miles de indígenas del Chaco central y del piedemonte
andino se instalaban durante nueve meses para el trabajo de
la zafra en un clima de explotación laboral y nuevas
relaciones inter-étnicas bien estudiadas en las ciencias
sociales locales. Al igual que en el caso anglicano y de otras
misiones en el Chaco (y también en otros contextos
indígenas de distintas latitudes), los evangelistas indígenas
tuvieron una incidencia capital en la apropiación y
expansión del mensaje cristiano. En la experiencia de la
misión escandinava, todos evocan la figura de Santos
Aparicio, wichí de la zona y pionero evangelista indígena,
que también trabajó durante décadas en YPF y fue
asimismo “informante clave” del etnógrafo Palavecino y del
lingüista Antonio Tovar. Aparicio y Johnsen realizaron en
1935 viajes exploratorios hacia el corazón chaqueño y la
frontera delineada por el río Pilcomayo. De aquellos
recorridos en el ocaso de la Guerra del Chaco entre Bolivia
y Paraguay (1932-1935), cuya caja de resonancia fueron los
grupos indígenas que habitaban la frontera, surgirá el
acontecimiento mito-histórico capital de esta vertiente
misionera: el “avivamiento del Pilcomayo”. Según relataron
sus protagonistas, grupos toba y wichí recibieron el
“Espíritu de Dios” encomendado por el noruego, mientras
predicaba sentado en una silla montada en una pequeña
escalera. Al poco tiempo, cuando Johnsen había retornado
a Embarcación, familias toba y wichí de Villa Montes
(Bolivia), La Puntana, Monte Carmelo, La Curvita e Hito
1, que solían migrar hacia los ingenios y conocían bien el
territorio, hicieron su parada habitual en el pueblo, pero
ahora dispuestos a vivir allí bajo la protección y disciplina
del misionero noruego. Aunque las condiciones e
implicancias de esta historia se inscribieron en una
particular coyuntura, los aborígenes chaqueños que
llegaron a Embarcación estaban practicando un tipo de
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Ceriani, p.24.
relacionamiento social forjado hace siglos por las misiones
jesuitas y franciscanas, pero reactivado bajo nuevas formas
por los anglicanos al fundar Misión El Algarrobal (luego
Misión Chaqueña) en 1914.
Alojados desde 1935 en unos terrenos periféricos al
poblado, grupos toba y wichí dividieron el espacio social en
dos barrios contiguos separados por una ancha calle
principal e interdictos matrimoniales que fueron
flexibilizándose con el tiempo. En prolijas hileras se
dispusieron casas de adobe y caña, con techos de paja y
pisos de tierra. De inusual modo en relación al patrón de
las misiones protestantes en el Chaco, organizadas en
espacios rurales, “el campamento de los indios” se ubicaba al
interior de un creciente poblado donde, como recuerdan
los ancianos, “nada nos querían los blancos”. Entre reclamos
territoriales y pánicos sanitarios la misión fue desalojada en
1962, porque –como nos dijo Lisandro– “en el pueblo se
decía que somos todos tuberculosos”. Algunas familias volvieron
a sus lugares de origen, pero el grueso de la gente toba y
wichí se relocalizó en una mansa lomada a dos kilómetros
del antiguo emplazamiento, en unas tierras adquiridas por
los misioneros noruegos, que miran al monte y ofrecen la
gratificante sensación de una brisa nocturna. El nuevo
espacio fue designado Misión La Loma, que era un monte
donde los aborígenes de la “misión vieja” buscaban
maderas, plantas medicinales y pequeños animales para el
fuego. Una de las familias que allí se asentaron fue la de
Lisandro Vega. Sus padres habían llegado a Embarcación
desde el Pilcomayo superior “siguiendo el mensaje del
misionero” –como relata la novela Eisejuaz–, en aquella
oleada migratoria hacia fines de los años treinta. En los años
sesenta ya era un reconocido y ascendente joven wichí, que
hablaba bien el castellano, trabajaba en el principal
aserradero del pueblo y se había casado con una de las hijas
de Daniel Torres, otro de los evocados evangelistas de la
misión.
III
Desde el primer viaje de campo exploratorio y las
iniciales conversaciones con Marcos, el señalado pastor
general, este nos remarcó sin vacilaciones: “tienen que hablar
con Vega, es viejito ya, pero tiene una historia muy interesante”.
En otra oportunidad, revisando el archivo fotográfico de la
misión escandinava encontramos una foto donde una pareja
indígena caminaba hacia el altar del templo de
Embarcación; él traje negro, pañuelo y flor en el ojal, ella
vestido blanco, tul y ramo en mano. Parecía situarse en los
años ´60. Después vimos otras de la misma persona, de
porte robusto, petiso y adusto, comiendo con el misionero
noruego Per Pedersen y los principales líderes religiosos
indígenas, circa 1960; con el gobernador interventor de
Salta Ferdinando Pedrini en 1975, con políticos criollos de
Embarcación a comienzos de los ´80, entre muchas otras.
“Ese es Vega, ¿todavía no hablaron con él?” nos intimó Marcos,
agregando, “es un personaje importante, porque es como que tiene
todas las contradicciones de lo que fue esta misión en la época de
los noruegos y la relación con los aborígenes, pasando de estar
recontra metido con ellos hasta hacerles toda la contra cuando
andaba en política”. De a poco, el camino hacia el encuentro
con el soñador se iba demarcando, con algunas huellas en el
medio.
¿Pero el soñado? Fue gracias a otro querido
interlocutor, el profesor de ciencias políticas e historiador
local José Desalín Gomez, que con Hugo escuchamos por
primera vez sobre la existencia de la novela de Sara
Gallardo. Entre cervezas y pizzas en su hospitalaria casa,
José nos contó que el protagonista del libro no era otro que
Vega y que aquel escenario central y no especificado, tan
repetidamente marcado por la “bruta calor”, era el poblado
de Embarcación y sus alrededores. José nos acometió así a
no demorar más el encuentro con Eisejuaz, pues su edad
era avanzada y su fuerza física y mental se sabía debilitada.
Nos aconsejó también que no dejáramos de leer la
maravillosa novela de Gallardo, “que se hicieron bastantes
estudios sobre ella, vinieron investigadores de la Universidad de La
Plata y todo, si mal no recuerdo... porque es increíble como capta
la forma de hablar y pensar del indígena de esta zona”. Como si
fuera poco, nos regaló un ejemplar de la revista Cuadernos
del Trópico, editada en la cercana Orán, con un artículo de
su autoría donde coteja las correspondencias históricas
entre la novela, el protagonista y la ciudad de
Embarcación 3. Ya no había excusas.
Entonces recorrimos, siguiendo nuestro habitual
itinerario, los cercanos tres kilómetros que separan la
antigua casa misionera de Misión La Loma. Llegamos al
centro de la misma, donde no casualmente se ubica la casa
de Vega y su parentela, al lado del único y sencillo
aserradero del barrio. Lisandro estaba parado en la entrada
a su terreno, apoyado en su hermoso bastón de palo santo
con cabeza de caballo, prolija camisa blanca y pantalón gris.
Ya nos había visto caminar y caminar por la misión, pero
todavía no tenía certeza sobre qué hacíamos allí. Digamos
que nuestra apariencia no encajaba con la de los misioneros
nórdicos o criollos, donde el cuidado corporal y estético
configura un habitus ciertamente distinto al de estos no muy
prolijos antropólogos porteños. Le contamos que éramos
antropólogos de Buenos Aires estudiando la historia y el
presente de Misión La Loma. Sin mediar otras palabras,
agregamos: “y ya muchos nos dijeron que tenemos que hablar con
don Lisandro Vega, que es una persona muy importante”. “Pasen
nomás”, nos dijo Eisejuaz, con la tranquila manera propia de
su gente y su avanzada edad. Sentados en las típicas sillas
chaqueñas de algarrobo y cuero de vaca vimos fotos,
tomamos algún refresco y sobre todo conversamos
largamente sobre destellos de su vida y pensamiento.
Luego de aquella memorable charla seguimos nuestro
itinerario etnográfico en los barrios indígenas de
Embarcación, observando las rutinas diarias, conversando
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Ceriani, p.25.
con sus habitantes y trabajando en la digitalización del
archivo histórico de la Misión. Volviendo a Buenos Aires,
pasé por Salta capital para tomar otro ómnibus y dispuse de
unas horas para buscar ansiosamente en las ferias de libros
usados la tan mentada obra. La encontré y leí de un tirón
en el viaje de vuelta. Los ojos que la leyeron ya tenían la
experiencia vivida y el bagaje histórico previo que reseñé.
Quedé atónito.
IV
La novela de Sara Gallardo edifica una poética de la
realidad donde habitó (y habita) Eisejuaz desde los años ´40
del siglo pasado. La obra refiere una construcción brillante
del “punto de vista nativo”, esa epifanía romántica a la que
esperan llegar los antropólogos de acuerdo al canónico
dictado de uno de nuestros padres, el polaco Bronislaw
Malinowsky. Lo que leemos es la voz de Vega, la misma
voz que escuchó y soñó Sara, la misma voz (ya cansada) que
escuchamos con Hugo aquella larga mañana del 12 de mayo
de 2011. Nos adentramos así en el derrotero de un hombre
que promedia sus treinta años, un wichí que vive en la
misión (aunque es expulsado al poco tiempo) y recibe,
inequívocamente, un mandato divino que no entiende,
pero debe cumplir. Eisejuaz tarda en descifrar los llamados
del Señor, que se aparecen tempranamente en el monte a
través de sus “mensajeros” y luego en la misión, aunque allí
sea castigado por el misionero. “Pero lavando las copas en
el hotel me habló Él mismo. Y el Señor de pronto, en ese
remolino. «Lisandro, Eisejuaz, tus manos son mías,
dámelas»” (Gallardo 2000: 18). A partir de allí, el camino
que recorre Vega es uno de sufrimiento y humillación (por
el inefable Paqui, su alter ego blanco y tullido que debe
cuidar, por su propia gente, por los misioneros noruegos),
pero también de acceso al poder y a la trascendencia.
Y la misión es cumplida. Eisejuaz nos introduce, de esta
manera, en el recorrido de un niyat wichí (líder político)
reclamado por el qapfwayaj chamánico, entendido como el
“encanto”, el “carisma”, el “poder mágico de la voluntad” en
palabras del etnógrafo John Palmer 4. La novela narra, de
este modo, los dilemas de un tipo de liderazgo político y
espiritual indígena surgido a través del contacto con la
sociedad hegemónica, y en ese contexto con la particular
experiencia histórica de la misionalización escandinava en el
Norte argentino.
Todos los mayores de cuarenta años que viven
actualmente en La Loma recuerdan “la época del portón”,
cuando los encargados de la misión delegados por Per
Pedersen cuidaban celosamente “que no entraran borrachos”,
“que la gente no se peleara”, “que no vayan al brujo”. Vega fue
el líder de aquel grupo –que en la novela lo reclama
repetidas veces para que vuelva a “poner orden”– siendo
capataz y luego cacique de Misión La Loma. Como
acertadamente nos adelantó el pastor Marcos, la relación de
Lisandro Vega con los misioneros noruegos, y que aún
perdura en su pensamiento, fue de una ambivalencia
radical. La misma estuvo signada por el acercamiento y
alejamiento cíclico, la solicitud y la oposición abierta, en
los límites de un ejercicio del liderazgo que ha aceptado y
desafiado por igual el rol de estos misioneros en su vida, en
la de su familia y en parte de su gente, los wichí del
Pilcomayo superior migrados a Embarcación. En la novela
de Gallardo se trasluce el costado crítico de esta relación,
entre expulsiones, acusaciones y maldiciones recíprocas.
Ante la interlocución con los antropólogos, hoy en día las
memorias de Lisandro sobre (ciertos) misioneros noruegos
expresan, sobre todo, un fuerte resentimiento. Esta
percepción es común en muchos creyentes indígenas del
Chaco argentino que vivieron durante las décadas centrales
de las experiencias misioneras protestantes (1920- 1950),
desgarrados –según escribí en un artículo reciente– entre la
confianza y la sospecha ante estos predicadores extranjeros
cuya incidencia en sus vidas nadie duda (Ceriani Cernadas
2013).
En la noción de persona wichí, según interpreta Palmer
(2005), la categoría que condensa la voluntad humana es el
husek, cuyos atributos vitales, morales y espirituales son
centrales. La vida de Lisandro expresa una disputa entre
estas voluntades, admirablemente traducida en la obra de
Gallardo a partir del conflicto interno de su protagonista,
reclamado por el mandato social de un líder que debe
practicar la “buena voluntad” y por el llamado a cumplir
con el difícil destino que implica “entregar sus manos” al
Señor. De este modo, el llamado que estructura la novela –
ya tal vez la vida– de Lisandro se expresa en el idioma del
chamanismo wichí. En semejanza a otros pueblos indígenas
chaqueños y americanos, este se enmarca en el denominado
simbolismo cosmológico del Dueño de las Especies,
entidades que habitan los espacios numinosos del monte,
las aguas y el cielo, a las cuales el chamán se dirige con
extrema deferencia, para así lograr la ayuda y compasión
necesaria para llevar a cabo sus tareas de sanación y
consejo. Estas tareas están siempre mediadas por sueños,
cantos y diálogos entre el chamán y los espíritus auxiliares.
En el relato de Gallardo, estas entidades son denominadas
“ángeles mensajeros del Señor” que visitan frecuentemente
a Eisejuaz cuando ellos lo disponen. De esta manera, la
agencia de estas entidades es recibida por los sujetos, de la
misma manera en que los sueños son enviados más allá de la
elección personal. En ciertas ocasiones, los chamanes deben
recurrir a la visionaria semilla del cebil, para así encontrar
con mayor claridad el acceso al canto sagrado y establecer
el dialogo con los espíritus de poder. En uno de los
momentos centrales de la novela, Vega necesita de manera
urgente la iluminación necesaria para entender y actuar
conforme a su misión divina. Y entonces decide visitar a
Vicente Aparicio, personaje claramente inspirado en el
señalado Santos Aparicio, y va en su búsqueda hacia la
ciudad de Orán. “Busqué la hombre conocedor, amigo de
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Ceriani, p.26.
mi padre, que vive en Orán. Busqué a Ayó, Vicente
Aparicio. Fui a donde trabaja, en la YPF” (Gallardo 2000:
47). Cuando lo encuentra intercambian palabras en el
idioma chamánico, “A donde se han ido todos esos que
recibiste” –le pregunta Aparicio, “¿A dónde? No sé” –
responde Eisejuaz; y entonces se disponen a esperar la
noche y fumar un cigarrillo de semillas molidas de cebil
para recibir a los mensajeros.
He fumado con él, mi alma salió de corrida, cantó (…)
Entonces llegaron todos los mensajeros sin faltar uno, sin
faltar los bichos de la noche, enemigos del sol. Todos
entraron de nuevo en mi corazón, entraron por mi boca, y
otros entraron por mi pecho. El Señor me los mandó de
vuelta. Yo levante los brazos, les dije: “¿Trajeron sus
hamacas, sus fuegos? ¿Están aquí otra vez?” (Gallardo
2000: 55-56).
alcanzado poder y sabiduría, atributos ambos de la edad. El
sufrido recuerdo de su primera mujer, Delia Torres, lo
continúa persiguiendo. Pero también los sueños, como
aquel que nos contó sobre “su viaje a Japón”, “al lugar donde
sale el sol y había una ciudad grande pero vacía, no había nada,
¿será ésa la Nueva Jerusalen?, pero en el centro de la ciudad vacía
había una plaza donde estaban los gobernantes”.
“Era buena mujer la escritora”, nos respondió cuando –ya
cansado– le preguntamos sobre su encuentro con Sara
Gallardo hace ya tantos años. Casi al comienzo de la charla
nos había hecho dos veces la misma pregunta que ahora,
cuando finalizo estas palabras, encuentro reveladora:
“¿Usted escuchó hablar del Paraíso? ¿Y dónde queda, dónde está?”.
“Nadie sabe”, respondimos con asombro, y los tres nos
reímos de nuestra ignorancia.
“Pero la pena no termina, sigue siempre”, fue la frase que
Lisandro repitió constantemente, cual mantra wichí,
aquella mañana otoñal en el Chaco salteño occidental.
También nos dijo –respondiendo a nuestra vana pregunta–
que tenía 140 años, expresando simbólicamente que había
1
La investigación fue luego incorporada a un proyecto comparativo de investigación sobre las experiencias de misionalización en el
Chaco Argentino (PIP-CONICET 0086, 2011-2014), equipo integrado por Alejandro López, Hugo Lavazza, Agustina Altman y
Mariana Espinosa, y dirigido por quien escribe. Para los interesados en consultar avances publicados de la investigación ver:
Ceriani Cernadas, César. “Entre la confianza y la sospecha. Representaciones indígenas sobre las experiencias chaqueñas de
misionalización protestante” en: Florencia Tola, Celeste Medrano y Lorena Cardín (comp.) El Gran Chaco: ontologías, poder, afectividad.
Buenos Aires, Rumbo Sur /Ethnographica, 2013, pp.297-320.
Ceriani Cernadas, César. “La Misión Pentecostal Escandinava en el Chaco Argentino. Etapa formativa, 1914-1945”. Memoria Americana
19, Buenos Aires, 2011 (a), pp.121-145.
Ceriani Cernadas, César. “Evangelio, política y memoria en los Toba (qom) del Chaco argentino”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos,
Cuestiones del tiempo presente, 2011 (b), [En línea, 31/3/2011: http://nuevomundo.revues.org/61083]
Ceriani Cernadas, César y Hugo Lavazza. “Fronteras, espacios y peligros en una misión evangélica indígena en el Chaco Argentino
(1935-1962)”. Boletín Americanista año LXIII. 2, N.º 67, Barcelona, 2013, pp.143-162.
Altman, Agustina y Alejandro López. “Círculos bíblicos entre los aborígenes chaqueños: De la utopía cristiana a la necesidad de
legitimación” en: Sociedad y Religión. XXI (34/35), Buenos Aires, 2011, pp.123-148.
López, Alejandro y Agustina Altman. “El centro de capacitación misionera transcultural: lo local, lo regional y lo global en las nuevas
misiones evangélicas del chaco argentino” en: Ciencias Sociales y Religión/Ciências Sociais e Religião, Ano 14(16), Porto Alegre, 2012,
pp.13-38.
2
La obra literaria fue rescatada del olvido por Ricardo Piglia y Osvaldo Tcherkaski en el año 2000, al organizar la Biblioteca Argentina
Clarín, Serie Clásicos, y reditada nuevamente en el 2013 por la editorial El cuenco de plata. Sendos prólogos de Elena Vinelli y Martín
Kohan, respectivamente, ofrecen sus puntos de vista para abrir la imaginación hermenéutica sobre esta novela “fuera de lugar”,
inclasificable, ajena a ortodoxias y heterodoxias literarias, como señala ajustadamente Kohan. Las citas corresponden a la siguiente
edición: Gallardo, Sara. Eisejuaz. Buenos Aires, AGEA, 2000.
3
Desalín Gomez, José. “La otra historia de Lisandro Vega”. Cuadernos del Trópico, N° 2, Orán, 2003, pp.19-22.
4
Palmer, John. La Buena Voluntad Wichí. Una espiritualidad indígena. Formosa: APCD: CECAZO: EPRAZOL: Franciscanas Misioneras
de María: Parroquia Nuestra señora de la Merced: Tepeyac; Salta: ASOCIANA: FUNDAPAZ, 2005, p.208.
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Ceriani, p.27.
La energía de la dilación
Prólogos del museo:
Una secreta promesa del porvenir
Los prólogos del Museo de la novela de la Eterna, de Macedonio Fernández, revelan una secreta clave de lectura
sostenida en una política de la seducción y el rechazo. En “Ema Zunz”, Borges le da lugar al fantasmático programa
macedoniano encarnando en la heroína la ruptura de ese hímen que sólo los lectores vigorosos pueden atravesar. Años
después, Héctor Libertella desmonta en “Borges por Macedonio” la doble relación que anuda a maestro y discípulo.
En concordancia con esa tradición, sus ficciones teóricas optan por una literatura que escenifica las ruinas luego del
desastre.
Marcelo damiani
¿Q
* Marcelo Damiani nació en Córdoba
en 1969. Es egresado de la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de
Buenos Aires y del Bath Spa University
College de Inglaterra. Es autor de los
libros Adiós, Pequeña (1995), El sentido de
la vida (2001), Pasajeros (2003), El oficio
de sobrevivir (2005), Algunos apuntes sobre
mi madre (2007) y La distracción (2013).
También es el compilador del volumen
colectivo El efecto Libertella (2010).
ué se espera de un ensayo? ¿Qué se espera de un
prólogo? ¿Deben ser ambos, como sugieren
muchos, leídos como motores energéticos del
pensamiento o del relato? ¿O deben ser leídos simplemente
como gestos? Sin duda buscan producir algún tipo de efecto
energético-gestual. El primero que producen, por supuesto, es que el autor (en este caso, yo) se hace cargo, con
su firma silenciosa (puesta allá arriba) de una creencia
motriz en el valor del texto que se comenta. El ensayo, a la
hora de los parentescos, también podría ser visto como un
prólogo virtual con un aire de distracción.
¿Qué gestos, entonces, se esperan de un prólogo o de
un ensayo? Tal vez esos “gestos que consisten en introducir,
presentar, plantear o exponer, recopilar. Y, por supuesto,
al hacerlo, imponer, autorizar, conferir fuerza de ley a una
evaluación, a un consejo, o incluso a una orden: « Esto es
lo que ustedes van a leer y lo que deben leer, lo que hay
que leer, créanme… » 1”. El gesto, así, en boca de otro,
implica una suerte de mímica, cuyo sentido no habría que
buscarlo tan sólo en el movimiento sino también en la
inmovilidad 2, en el corte fantasmal que separaría lo visto de
lo no dicho.
Los prólogos (y a veces los ensayos) también tienen la
función de frenarnos (incluso reprimirnos) o de cuidar un
poco esa energía que parece querer desbordar todo
comienzo. Cuidar que el lector no se desbande, fuera de sí,
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Damiani, p.28.
por el sendero del equívoco o el error (aunque el equívoco
y el error pueden ser grandes motores de la ficción). Sin
olvidar que, en el particular caso de Museo de la novela de la
Eterna, parece haber un deseo implícito de sujetarnos en
una suerte de umbral, como si se tratara del poderoso
guardián, multiplicado más de 50 veces, del famoso relato
kafkiano: “Ante la ley”. Aún no podemos entrar, se nos
diría, todavía no nos está permitido ingresar a la novela, tal
vez más tarde; antes debemos ser advertidos de las
adversidades que nos esperan. Así, Macedonio nos demora
con presentaciones de personajes, dedicatorias, palabras de
autor, cartas, opiniones, teorías, advertencias a críticos y
lectores 3, y como contrapartida, de forma soterrada, nos
promete una aproximación al porvenir 4. Una dilación que
también podría ser vista como una dilatación.
Tal vez habría que detenerse ahora en esta serie de
interrupciones que provoca la proliferación de prólogos. El
autor nos intercepta, nos corta el paso, nos obstaculiza el
acceso al espacio de la novela (aunque los prólogos también
sean parte de ella), como si se tratara de un cuerpo virgen
al que sólo nos estaría permitido ingresar luego de pasar las
pruebas del héroe. Así, admitámoslo sin pudor, los
prólogos podrían ser vistos como un dispositivo
“himenológico” 5, capas y capas de membrana textual que
sólo un lector vigoroso puede atravesar o romper. La
ruptura del himen, la entrada/penetración a la
novela/mujer, por lo tanto, implicaría el acceso al
parcelamiento significante del cuerpo (femeninonovelístico) textual (es decir, a los capítulos, los episodios,
las escenas, las descripciones parciales, etcétera), y,
paradójicamente, al universo (temido y negado a la vez) de
la muerte 6.
Los prólogos de Macedonio, entonces, cultivarían el
género de la denegación. Por momentos, es como si
hubiera una suerte de privación del goce o de goce de la
privación. Y si la insatisfacción es el malestar de la histeria,
y su patología tiende a la dramatización barroca 7, la
multiplicación de prólogos podría ser vista como un gesto
histérico 8. Anotemos, en principio, que la cantidad de por
sí ya es inusitada. Más de 50, cuya extensión es casi similar
a toda la novela. Esta división (prólogos/novela) parece
responder a una formulación enunciada en “Tantalia”: «El
mundo es de inspiración tantálica (...). Todo lo que desea
un hombre le es brindado y negado. Yo también pensé:
Tienta y niega» 9.
Acá Macedonio nos proporciona su clave secreta de
lectura. Una política de la seducción y el rechazo como un
doble movimiento casi indivisible. Por un lado, la tentación
del humor, los chistes, la ironía; por el otro, el desaire
críptico, la sintaxis enredada en aporías, en paradojas, en
formulaciones imposibles. Es decir, la resistencia de
Macedonio a la escritura (entendida como una forma de
comunicación social) sería el correlato del rechazo (en el
que se filtra su ideología anarquista) de la forma “novela”
como parte constitutiva del statu quo literario-burgués.
Los prólogos muestran esta idea en estado germinal,
aunque paradójicamente no puedan terminar de
cristalizarla, ya que si lo hicieran convertirían el texto en
una novela de tesis (y a la vez esta imposibilidad es una
parte constitutiva de su existencia fantasmal). Es así que los
prólogos se convierten en el germen motriz de una ficción
que está más allá de cualquier idea; o, si se quiere, son el
lugar donde las conjeturas teóricas van a tomar la forma, el
aspecto (in)-visible (gestual) de una obra abierta. Pura
energía en fuga que por momentos parece aludir a
Mallarmé, no tanto por la confianza en el blanco de la
página como espaciamiento de la lectura, sino como
“subdivisiones prismáticas de la Idea”, y los prólogos, así,
podrían ser vistos como “la huida victoriosa de un bello
suicidio” 10, el suicidio artístico que para Macedonio
representa la novela realista.
El museo Zunz
Quizá ahora ya estemos en posición para leer “Emma Zunz”
como la réplica borgeana a tanto tanteo. Así, Emma, desde
este punto de vista, se convierte en la mujer de armas
tomar a la hora de abordar la sexualidad (aunque se trate de
una sospechosa variante justiciera). Desde la primera gran
frase de su cuento, Borges parece acordar con su maestro
en dinamitar silenciosamente cualquier tipo de realismo 11.
Tal vez por eso no se demora mucho en conducirnos al
establecimiento de mala (y pequeña) muerte en el que
Emma perderá su virginidad en manos (es un decir) del
bajo marinero sueco o finlandés. El narrador, en medio del
acto en cuestión, nos regala una muestra de su gran
capacidad de síntesis, sintomática y conceptual a la vez:
¿En aquel tiempo fuera del tiempo, en aquel desorden
perplejo de sensaciones inconexas y atroces, pensó Emma
Zunz una sola vez en el muerto que motivaba el
sacrificio? Yo tengo para mí que pensó una vez y que en
ese momento peligró su desesperado propósito. Pensó (no
pudo no pensar) que su padre le había hecho a su madre
la cosa horrible que a ella ahora le hacían. Lo pensó con
débil asombro y se refugió, en seguida, en el vértigo. El
hombre (…) fue una herramienta para Emma como ésta
lo fue para él, pero ella sirvió para el goce y él para la
justicia. Cuando se quedó sola, Emma no abrió en seguida
los ojos. En la mesa de luz estaba el dinero que había
dejado el hombre: Emma se incorporó y lo rompió como
antes había roto la carta. 12
El verbo “romper” volverá a aparecer tres veces en el
penúltimo párrafo del cuento, además de varias alusiones
ambiguas en medio del crimen (acentuando la relación
entre la muerte y la petite morte) 13, como si hiciera falta
volver a aludir a la definitiva ruptura del himen, la
verdadera causa del asesinato 14. Ahora bien, si Macedonio
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Damiani, p.29.
se ocupó de los prolegómenos o los juegos previos de la
novela (anti-erótica), Borges se hace cargo de la
introducción sexual (femenina, justiciera) con justificación
edípica. El nombre del Padre (Maestro) ronda por ahí
como un fantasma, pura energía espectral (es decir, sexual)
sin paz y sin sosiego.
La apuesta de la tradición
En La Librería Argentina, en el capítulo “Borges por
Macedonio”, Héctor Libertella desmonta la doble relación
que anuda a maestro y discípulo: “Yo por aquellos años lo
imité, hasta la transcripción, hasta el apasionado y devoto
plagio” 15, asegura sospechosamente el alumno, para que
Macedonio (dando cátedra) le responda: “Comencé a ser
citado por Jorge Luis Borges con tan poca timidez de
encomios que por el terrible riesgo a que se expuso con
esta demencia, comencé a ser el autor yo de lo mejor que
él había producido” 16.
“¿Pero cómo yo lo mejor que él produjo?”, se pregunta
(acentuando la primera y la tercera persona), con estupor,
Libertella 17.
Así, el germen macedoniano empieza a dar sus frutos y
de pronto deviene en gesto histérico en Borges. El deseo
borgeano de hacer lo que hace el otro (aunque
paradójicamente distinto, mejor) es rechazado como sólo
puede hacerlo un verdadero maestro, con ese doble
movimiento que afirma y niega a la vez, generando una
suerte de doble vínculo. Es que el germen histérico
presente en la obra de Macedonio, ya lo hemos sugerido,
pone el acento en el rechazo y deja en segundo plano a la
seducción. Borges va a invertir la ecuación y se abocará a
convertir ese rechazo de la seducción en una seducción del
rechazo. Todo en su obra pretende seducirnos, anota
Libertella, como si nos dijera: “«Soy Toda, y Tuya». De
modo que el lector no será más que la fascinación y, al
mismo tiempo, el terror de no poder rechazar ese convite
total” 18, en otro doble movimiento que ahora impregna la
instancia receptora, como un último gesto macedoniano.
Giorgio Agamben escribe que el gesto es “aquello que
permanece inexpresado en todo acto de expresión”, y
agrega que “el gesto del autor se atestigua en la obra (...)
como una presencia incongruente y extraña” 19. Es en esta
extrañeza donde se puede vislumbrar la huella del embrión
macedoniano en la obra de Borges. Su gesto “vacila en el
umbral de la obra como el exergo intratable que pretende
irónicamente poseer el inconfesable secreto” 20; el gesto que
en algún punto revela la irreductibilidad de todo autor al
dominio imperioso del lenguaje. El lado más visible de este
gesto, por supuesto, es la resistencia borgeana a escribir
una novela, no sólo el género en el que es más difícil
mantener la intensidad que perseguía el autor de “El aleph”,
sino también el que su maestro se tomó el trabajo de
dinamitar desde el más allá.
Los prólogos de Macedonio, por último, son la mímica
reiterada de un gesto histérico, de ruptura (si se quiere,
himenológico), antes de la huida victoriosa, sin culpas, para
que el otro (o los otros) terminen el trabajo (a medias)
realizado. Los prólogos son la preparación para la novela, el
anuncio infinito, la prefiguración imposible de una obra que
quiere superar las expectativas críticas y los horizontes de
propagación. Una obra que pretende arrasar con todo a su
paso, como un tornado o un huracán.
Tal vez por eso, como practicante de la ficción teórica,
Libertella considerará que una de las pocas opciones
literarias válidas, en concordancia con esta tradición, será la
escenificación de las ruinas luego del desastre (¿energético,
sexual?). Ruinas habitadas por fantasmas, esquirlas de una
lengua incomprensible o hermética en imaginarios
desérticos, todo dispuesto para ser reconstruido desde las
cuevas o las cavernas, donde la energía aún se conserva
expectante, con los virtuales vestigios del porvenir.
1
Derrida, Jacques. “Prólogo. «… Una de las virtudes más recientes… »” en: De Peretti della Rocca, Cristina. Jacques Derrida. Texto y
deconstrucción. Barcelona, Anthropos, 1989, p.10. Traducción de Cristina de Peretti.
2
Barthes, Roland. La preparación de la novela. Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2005, pp.92-93. Traducción de Patricia Willson.
3
Fernández, Macedonio. Museo de la novela de la Eterna. (Primera novela buena). Obras Completas, Tomo VI, Ediciones Corregidor,
Buenos Aires, 1975.
4
Ferro, Roberto. “El legado” en: Historia crítica de la literatura argentina: Macedonio. (Dir. Noé Jitrik) Emecé, Bs. As, V.8, 2007, p.546.
5
No es casual que en el primer minuto de la novela (“Despierta. Comienza el tiempo…”) haya una “Evocación del Rostro de la
Eterna”, alusión a los besos negados, a mordeduras de labios encarnizados, a un gesto de dolor divino y a un “No Puedo”. Fernández,
Macedonio. Op. cit., p.137.
6
“Así explico la afinidad esencial de toda pulsión con la zona de la muerte y concilio las dos caras de la pulsión, la pulsión que a un
tiempo presentifica la sexualidad en el inconsciente y representa en su esencia a la muerte”. Lacan, Jacques. Los cuatros conceptos
fundamentales del psicoanálisis. Seminario 11. Paidós, Buenos Aires, 1989, p.207. Trad. de Juan Luis Delmont-Mauri y Julieta Sucre.
7
Libertella, Héctor. “Patografía, vanguardia, posmodernidad” en: AA.VV.: Literatura y crítica: Primer encuentro. UNL, 1986, Santa Fe,
Universidad Nacional del Litoral, pp.99-104.
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Damiani, p.30.
8
Una nota al pie de Derrida parece guiar estas elucubraciones sobre la gestualidad histérica de los prefacios: “Somos introducidos así a
lo que se supone que está tras el himen: La histeria que no se expone más que por transferencia y simulacro, por mímica”. Derrida,
Jacques. La diseminación. Editorial Fundamentos, Madrid, 1975, p.275. Traducción de José Martín Arancibia.
9
Fernández, Macedonio. Tantalia. El mundo es de inspiración tantálica. Anzilotti, Buenos Aires, 1973.
10
Mallarmé, Stéphane. Œuvres complètes. Gallimard, «Bibliothèque de la Pléiade», Paris, 2t., 1998-2003.
11
Recordemos que se habla del (jueves) “catorce de enero de 1922”, luego del “viernes quince, la víspera” y por fin del día clave, el
sábado dieciséis. Pero si vamos a cualquier almanaque de 1922 nos encontraremos que el 14 de enero de ese año fue sábado, y por lo
tanto, el 15 domingo y 16 lunes. Dejemos a los ingenuos y a los envidiosos la idea de que Borges se equivocó. Más interesante es
pensar que lo hizo a propósito, para burlarse de quienes creen que unas fechas y unos lugares familiares, como abundan en este cuento,
convierten a cualquier texto en realista.
12
Borges, Jorge Luis. “Emma Zunz” en: Cuentos Completos. Mondadori- Sudamericana, Buenos Aires, 2013, p.274.
13
“[Emma] Apretó el gatillo dos veces. El considerable cuerpo [de Loewenthal] se desplomó como si los estampidos y el humo lo
hubieran roto, el vaso de agua se rompió, la cara la miró con asombro y cólera, la boca de la cara la injurió en español y en ídisch. Las
malas palabras no cejaban; Emma tuvo que hacer fuego otra vez. En el patio, el perro encadenado rompió a ladrar, y una efusión de brusca
sangre manó de los labios obscenos y manchó la barba y la ropa. Emma inició la acusación que había preparado (...), pero no la acabó.”
Borges, Jorge Luis. Op. cit., p.276. (Los subrayados son míos.)
14
“Ante Aarón Loewenthal, más que la urgencia de vengar a su padre, Emma sintió la de castigar el ultraje padecido por ello. No podía
no matarlo, después de esa minuciosa deshonra.” Ibidem.
15
Borges, Jorge Luis. “Discurso en la muerte de Macedonio Fernández” en: Sur. Buenos Aires, abril 1952, pp.145-147.
16
García, Germán. Hablan de Macedonio Fernández, Editorial Atuel, Buenos Aires, 1996, p.43.
17
Libertella, Héctor. La Librería Argentina, Alción, Córdoba, 2003, p.80.
18
Op. cit., p.82.
19
Agamben, Giorgio. “El autor como gesto” en: Profanaciones. AH, Buenos Aires, 2005, p.91. Trad. de Flavia Costa y Edgardo Castro.
20
Op. cit. p.91.
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Damiani, p.31.
El concepto de energía para la cultura china
Chi: la energía como intercambio vital
El concepto de Chi, eje central de la milenaria cultura china y piedra fundamental del taoísmo, da cuenta de la
profunda interacción entre energía y materia como parte de un todo que se realimenta incesantemente a partir de
opuestos complementarios. Cielo y tierra, yin y yang, materia y energía: el Chi es el aliento y el producto de la
interacción de esos opuestos que se regeneran en una expansión infinita del impulso vital.
Katya Mora
No es una cuestión de penetrar en nosotros mismos o de salir al mundo,
es una cuestión de fluidez que está dentro y está afuera.
John Cage
P
ara la antigua tradición taoísta 1 el concepto de
energía está asignado al vocablo CHI 氣, que suele
ser traducido al castellano como energía o aliento
vital, pero que en chino mandarín tiene distintas acepciones
como aire, nube, gas; incluso suele relacionarse con la
palabra espíritu. Al ideograma CHI lo constituyen dos
partes fundamentales. En la parte superior observamos el
trazo 气 (qì), que representa las nubes, el vapor del cielo,
lo etéreo –hablando en términos taoístas, el Yang.
Podríamos decir que es en esta primera parte que queda
expresado el sentido de ENERGIA dentro del carácter. La
parte inferior la constituye el carácter 米 (mĭ), que
literalmente significa arroz y que gráficamente simboliza las
ocho direcciones en las que la energía se expande
simultáneamente (arriba, abajo, adelante, atrás, izquierda,
derecha, adentro y afuera). Es a través de la imagen del
arroz que se representa al alimento, a aquello que proviene
de la tierra: el Yin. Al mismo tiempo, esa idea de alimento
representa la presencia de la MATERIA dentro del
concepto de CHI. Lo cual nos muestra cómo para la
antigua tradición taoísta pensar en la energía no puede estar
desligado del pensar en la materia, pues en la una yace la
raíz y la potencia de la otra. Dentro de la tradición taoísta
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Mora, p.32.
Katya Mora es licenciada en
Bellas Artes por la Universidad
Politécnica de Valencia (España) y
la Bauhaus Weimar-Universität,
(Alemania). Magister en Arte
Electrónico por la Universidad
Nacional de Tres de Febrero de
Buenos Aires, institución donde se
desempeña como investigadora. Su
trabajo como artista se desenvuelve
en distintos soportes: pintura,
instalación y video. Ha participado
en numerosas muestras individuales
y colectivas dentro y fuera del país.
Desde 2009 se forma en la práctica
del Tai Chi y la filosofía tradicional
taoísta con el Maestro Liu Ming.
tenemos varios ejemplos donde se observa la presencia de
una dualidad complementaria: el yin yang, la tierra y el
cielo, la respiración y la alimentación, el agua y el viento,
el cuerpo y la mente.
Desglosando el ideograma que simboliza al Chi nos
preguntamos: ¿se trata de un sustantivo o es la descripción
de una acción? El Chi se mueve y al mismo tiempo es
movimiento. El Chi se transforma y es también la
transformación. El Chi es aquella fuerza que mueve las
nubes, pero significa algo más que aire; es el impulso que
recibe la sangre para circular por todo el cuerpo, pero
significa algo más que presión; es la cohesión que une las
moléculas de agua, pero se trata de algo más que fuerza.
Los taoístas llamaron Chi a la energía que anima la vida. Es
un término complejo que guarda un sentido ambiguo,
similar a aquel que genera la palabra TAO, que es el
camino pero también aquello que engendra el camino.
Si quisiéramos asignar una imagen a la simbología
presentada en el ideograma CHI, tendríamos un paisaje
activo donde el calor del cielo está en relación con la tierra,
dando origen al vapor que forma las nubes. Con ello queda
representado el ciclo que hace posible la fertilidad de la
vida, tanto en pequeña escala (la respiración y la
alimentación), como en gran escala (los ciclos estacionales).
Así diríamos que el concepto de energía lleva implícita la
noción de intercambio y que la idea de CHI está
relacionada al intercambio vital que conduce a la
transformación, pero también que el Chi es aquello que
necesita ser inspirado 2 para propulsar dicha transformación. El Chi es el aire, pero también viaja a través del aire.
El ideograma del Chi va más allá de la unión de los
conceptos de materia y energía. En él se ven dibujadas las
pistas que guían al entendimiento de la compleja dialéctica
instaurada en el intercambio y la transformación constante
de materia en energía y de energía en materia.
Revisemos entonces las nociones taoístas de materia y
energía. La energía no descansa en la forma: la afecta, la
alimenta, la atraviesa y, en esa acción, cede su fuerza para
dar lugar a la materia. Pero es también la materia la que,
mediante la acción proveniente de la actividad sucedida
dentro de su estructura corpórea, se encarga de alimentar a
la energía. La energía no cristaliza en la forma, la materia
no cierra su estructura a la energía. Energía y materia
dialogan horizontalmente en un intercambio circular
sensible a las condiciones que el entorno provee. Son el yin
yang que anima la vida y en su mutua actividad trazan el
recorrido y los ritmos de la constante expansión de la vida.
¿Cuándo la energía deja de ser etérea para transformarse en materia concreta y viceversa? Pudo ser esta
una de las preguntas que animaron a los monjes taoístas a
llevar a cabo muchas de sus conocidas pruebas alquímicas,
aquellas que dieron origen a la pólvora y a distintos elixires
de lo que hoy es utilizado en la tradicional medicina china.
Acercarse a descifrar la trama de la transmutación energética y matérica era la promesa de un ciclo ininterrumpido
expresado al infinito, que arrojaría a la inmortalidad del
ser 3.
En esta idea de intercambio entre materia y energía, la
definición de los roles reside en las circunstancias
temporales y espaciales que rodean al circuito en acción,
con lo cual se expresa que, tanto materia como energía, yin
y yang, presentan cualidades que no son inamovibles, sino
más bien relativas. La propuesta de infinitud reside en no
cancelar el poder del intercambio que tiende exponencialmente a la expansión.
Los monjes taoístas desarrollaron varias prácticas y
disciplinas enfocadas a orientar los múltiples planos que
conforman la vida humana a una relación armónica con el
entorno. Tales prácticas proponen dotar al ser humano de
la conciencia necesaria para ejercer una participación activa
dentro del intercambio constante entre el cielo y la tierra –
el yin yang, la materia y la energía. Dicha participación
requiere tanto de la contribución como del aprovechamiento de los movimientos y los ritmos naturales de las
fuerzas en las cuales es ya partícipe, de forma ineludible,
cada ser humano. Se trata de disciplinas donde la propuesta
es tanto conocerse a sí mismo como emprender un
conocimiento del medio circundante, de la naturaleza en
general. El taoísmo, en definitiva, como un “arte de estar
en el mundo” 4.
La materia manifiesta el estado en el cual se encuentra
la energía, de ahí que para conocer la energía haya que
observar la materia. La materia como vía de acceso a la
energía es una de las principales premisas presente en varias
de las prácticas provenientes de la tradición taoísta. Lo
constatamos, por ejemplo, en el Feng Shui –conocimiento
de las características energéticas de un espacio determinado
a partir de la interacción del agua y el viento–; en la
Medicina Tradicional China –técnicas de sanación
encargadas de armonizar la energía y la materia corporal–;
en el Oráculo –la lectura del hexagrama que representa la
energía de un momento determinado–; en el BAZI –la
lectura de la suerte personal a partir de ciertos símbolos
que conforman un mapa energético, adquirido en el
momento de nacer; y también en el Tai Chi o Alquimia
Interna Taoísta: serie de posturas corporales, fijas o en
movimiento, que contribuyen al conocimiento y al
equilibrio de la energía presente en el cuerpo.
El Chi que singulariza la vida
Suponiendo un panorama en el que el Chi se desplaza
constantemente a través del aire, advertimos que es la
respiración la principal forma en que el ser humano entra
en contacto con el Chi. Es por ello que la primera
inhalación –el momento de nacer– sea considerada de
vital importancia, ya que según da cuenta la sabiduría
taoísta, se trata del momento en que entran en contacto el
cuerpo (la energía de la tierra) y el espíritu (la energía del
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Mora, p.33.
cielo) del ser humano. Y, por lo tanto, será en ese instante
que la persona quedará impregnada de la energía que
caracterizará los distintos aspectos de su vida, como el
carácter personal, la relación con el mundo interno y
externo, los ciclos de cambio, entre otros.
Con la finalidad de dar lectura a las fuerzas que
conforman el mapa energético de cada persona, surge una
técnica denominada BAZI 八子 (ocho caracteres). Dicha
técnica posibilita orientarse en las distintas características
personales que conforman la identidad de cada quien,
mediante la especificación de la energía en términos
simbólicos, los llamados cinco elementos 5 –madera, fuego,
tierra, metal y agua. Los cinco elementos serían la
representación de la energía en sus distintas fases. El Bazi
traslada las cualidades arquetípicas, propias de cada uno de
los elementos, y las usa como guía para percibir el orden en
que varios aspectos de la vida transcurren. Con lo cual se
accede a ciertos de los patrones perceptivos y de
comportamiento que muchas veces determinan la vida de
una persona. Podríamos decir que el Bazi establece una
reciprocidad directa entre energía (la acción) y materia (el
efecto), conformando con ello un ciclo constante de
crecimiento o disminución. Propone a la energía en
términos de acción, por ejemplo, cuando sitúa el enfoque
en revisar hacia dónde se dirige la energía procedente del
entramado de acciones efectuadas. Y arma un cuerpo
material al proponer revisar los efectos producidos a través
de las acciones.
El Bazi es un estudio que proviene del interés en saber
la relación de fuerzas que conforman la SUERTE de
alguien. Y para ello propone una lúcida perspectiva de la
suerte, en la cual sugiere al ser humano como un cúmulo
de fuerzas en constante transformación, una especie de
microcosmos en relación directa con otro cúmulo de
fuerzas mayores, el macrocosmos. De ahí que el estudio de
la suerte radique en poner atención a la especificidad de las
fuerzas que caracterizan a cada persona, a la relación
organizada en torno a las características de las fuerzas
externas y al conocimiento de dichas fuerzas externas.
Saber la suerte implica dos coordenadas básicas: el tiempo y
la ubicación. Esto se logra mediante el conocimiento de los
ritmos, los cambios y el momento actual de cada quien y
del ambiente circundante. Es cuando micro y macrocosmos
coordinan sus movimientos que el camino se torna una vía
de acceso libre a la expansión de la vida, en términos de lo
posible y no tanto en términos de lo deseable.
La trayectoria del Chi
La energía expresa sus cambios de forma cíclica y sus
manifestaciones provienen del encuentro preciso entre dos
coordenadas: tiempo y espacio. Es necesario escuchar el
ritmo de los cambios para entablar un diálogo con las
demandas del entorno. Escuchar es dar lectura a los
símbolos mediante los cuales queda representada la
energía: los cinco elementos, la imagen del Tai Chi –lo que
se conoce como Yin Yang– y las doce ramas terrestres –los
12 animales del zodiaco chino.
Toda esta simbología es en realidad la representación de
las características propias de un momento determinado de
la energía. Se llama agua cuando el movimiento de la
energía se dirige hacia abajo, a las profundidades, y por lo
tanto alcanza su momento de máxima concentración. Se
llama madera cuando la energía está en desarrollo, como
un árbol en busca de sol. Se llama fuego cuando la energía
toca el límite de su plenitud, por lo tanto está en su
máximo esplendor. Tierra cuando se transforma en el
soporte que conecta los cambios y metal cuando la energía
ha encontrando una estructura estable que le permite
guardar su forma por un tiempo más prolongado.
Leer la energía es ubicar la posición que ocupa un
símbolo dentro del ciclo de circulación energética 6. Por
ejemplo, en este año 2014, simbolizado por la imagen de
caballo de madera, lo que encontramos ahí representado es
la energía Yang en el momento de alcanzar su punto
máximo de expansión. El máximo Yang es el momento en
que la energía está en la cima y, por lo tanto, está en las
mejores condiciones para transformarse en materia. Con
ello diríamos que este año es propicio para el hacer, para
materializar las distintas cosas que se vienen gestando. Es
un tiempo donde la energía expresiva alcanza su máximo
poder. Y para extender hacia los siguientes ciclos la
retroalimentación entre energía y materia, se vuelve
imprescindible que las acciones a emprender estén
vinculadas a las raíces más profundas de aquello que pulsa
por manifestarse.
El concepto de Chi o Energía Vital nos transmite la idea
de infinitos recorridos trazados a partir de una danza entre
materia y energía. Desde hace miles de años, la cultura
china viene dando cuenta, bajo la mística de la alquimia y la
inmortalidad, de la red de incesantes cambios que sostiene
la ilimitada trayectoria del poder vital.
1
Algunos de los principales referentes textuales dentro de esta tradición son el I Ching, el Tao Te King, el, Lie Zi, el Chuang Tzu y El
Clásico del Emperador Amarillo, obra fundamental de la Medicina Tradicional China. Ediciones en castellano:
Wilhem, Richard. I Ching. El libro de las mutaciones. Traducción al español de D. J. Vogelmann. Prólogo de C. J. Jung. Buenos Aires,
Sudamericana, 1982.
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Mora, p.34.
Lao Tse. Tao Te King. Edición de Richard Wilhelm. Traducción al español de Marie Wohlfeil y Manuel P. Esteban. Barcelona, Sirio,
2004.
Paz, Octavio. Chuang –Tzu. Madrid, Siruela, 2001.
Zhuang Zi. Maestro Chuang Tsé. Traducción al español de Iñaki Preciado Idoeta. Barcelona, Kairós, 2007.
AA.VV. Lie Zi. El libro de la perfecta vacuidad. Traducción al español de Iñaki Preciado Idoeta. Barcelona, Kairós, 2005.
En inglés se puede consultar el Chinese Text Proyect, que recopila en formato digital textos antiguos: ctext.org
2
Entiéndase inspirar en su doble sentido: la acción de inhalar aire y como impulso o estímulo creador. En este sentido es que Tew
Bunnag señala que “La visión taoísta proporciona una comprensión de la naturaleza, la energía y los fenómenos de transformación y ha
influenciado de forma profunda otras artes como la pintura y la caligrafía, la curación y la medicina, las artes marciales e incluso el
pensamiento político. Los principios que reconocen y confirman la función del chi y las dinámicas del yin y el yang conforman la base
para estas áreas de creatividad. El pintor y el acupuntor son guiados por la misma sensibilidad del intercambio energético” (Bunnag,
Tew. Tai Chi Chuan, camino de curación. Barcelona, La liebre de marzo, 2004, p. 21). Acompañamos este artículo con un ejercicio de
caligrafía realizado por Liu Ming a partir del ideograma CHI. Liu Ming es médico tradicional chino, maestro de alquimia interna taoísta
y calígrafo. Todas estas disciplinas tienen como punto en común el conocimiento y el manejo del Chi. Presentamos la caligrafía a través
de una intervención de video-arte a cargo de Katya Mora: https://vimeo.com/93608254
3
Cfr. Robinett, Isabelle. The world upside down. Essays on Taoist Internal Alchemy. California, Golden Elixir Press, 2011. En castellano se
recomienda leer: Wilhelm, R. y Jung, C.G. El secreto de la flor dorada. México D.F., Paidós, 2009.
4
Cfr. Barthes, Roland. Lo neutro. Buenos Aires, Siglo XXI, 2004, p.134.
5
La teoría de los cinco elementos o cinco fases aporta mayor comprensión en el concepto de transformación de la energía y también
constituye un mapa referencial de las relaciones sucedidas entre la naturaleza interna (el humano) y la naturaleza externa (el universo).
Harriet Beinfield y Efrem Korngold escriben al respecto lo siguiente: “La filosofía china se basa en la creencia de que las fuerzas que
gobiernan los ciclos de cambios que ocurren en el mundo externo están reproducidas dentro de los cuerpos y las mentes humanas. Los
patrones de la naturaleza están resumidos en cada nivel de organización: desde la rotación de los planetas hasta el comportamiento de
nuestros órganos internos. Dentro del ser humano, las mismas fuerzas que organizan la vida física, sensorial y perceptiva del organismo
afectan también la vida emocional, intelectual y espiritual de la persona. Dentro de este marco, el modelo de las cinco fases tiene un
amplio campo de aplicación”. Beinfield, H. – Korngold, E. Entre el cielo y la tierra. Los cinco elementos en la medicina china. Barcelona, La
liebre de marzo, 1999, p.99.
6
En su introducción al I Ching, Wilhelm describe claramente la función de los símbolos: “Estos ocho signos [los trigramas] fueron
concebidos como imágenes de lo que sucedía en el cielo y sobre la tierra. Reinaba en este sentido el concepto de perpetua transición de
un signo hacia otro, a la par de la perpetua transición recíproca de los fenómenos entre sí que tiene lugar en el mundo. Aquí se nos
presenta pues la idea fundamental decisiva de las mutaciones. Los ocho signos son símbolos de cambiantes estados de transición,
imágenes que permanentemente se transforman. La mira no estaba puesta en el ser de las cosas –como era esencial en Occidente–,
sino en los movimientos cambiantes de las cosas. De este modo, los ocho signos no constituyen reproducciones o representaciones de
las cosas, sino de sus tendencias de movilidad.” (Wilhelm, Richard, ob. cit., p.62.)
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BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Mora, p.35.
Entrevista a Cristina Fernández Cubas
El inquietante poder de la palabra
La escritora española sigue deleitando a sus lectores a través de una obra que no cesa de explorar las sombras de la
razón. Su último libro, de 2013, apareció bajo el seudónimo de Fernanda Kubbs, pero asegura que en estos
momentos “Fernanda reposa y Cristina vuelve a la carga”.
Miriam López Santos
C
ristina Fernández Cubas (Barcelona, 1945) es una de esas escritoras que no ha defraudado a la crítica y a sus
lectores a lo largo de toda su trayectoria literaria. Mi hermana Elba (1980) supuso lo que Fernando Valls denominó
“el renacimiento del cuento español contemporáneo” y abrió el camino a una estela de escritores que hasta
nuestros días han tratado de explicar la realidad a través de la inmersión en universos insólitos, en los que lo cotidiano se
ve asaltado por lo extraño, lo inexplicable o lo terrible. Cristina Fernández Cubas reflexiona sobre el ser humano que
busca reconstruirse, desde la memoria, con la infancia siempre presente, pero también desde el olvido, en un mundo que
se desmorona. Tras Mi hermana Elba llegaron Los altillos de Brumal (1983), El ángulo del horror (1990), Con Aghata en Estambul
(1994) y Parientes pobres del diablo (2006, Premio Setenil), todos ellos agrupados en 2009, en Todos los cuentos, antología
definitiva a la espera de otro nuevo título. Tampoco pueden olvidarse Cosas que ya no existen (2001), novela autobiográfica,
El año de Gracia (1985), El columpio (1995) y ya más reciente y bajo el seudónimo de Fernanda Kubbs La puerta entreabierta
(Tusquets, 2013).
Su pluma exquisita crea tramas inquietantes, plagadas de personajes que sufren el desasosiego, el terror o la inquietud
al toparse con seres sobrenaturales, espacios paralelos, mundos desconocidos o, más terrorífico aún, al enfrentarse a lo más
oscuro de sí mismos.
M.L. –He de confesarle, para comenzar, que esta entrevista
representa, para mí, un motivo de orgullo por la admiración
que siento hacia su obra y un reto personal al encontrarnos
después del Congreso Visiones de lo fantástico celebrado en
Barcelona a finales de 2012. Comencemos por su última
novela La puerta entreabierta. ¿Supone la incursión en otro de
los planos de ese mundo denominado insólito en el que cabe
lo fantástico, lo extraño, lo inexplicable o el horror? Es
decir, ¿el punto de vista desde el que parte es semejante al
de sus obras anteriores o pretendía crear algo diferente? Al
fin y al cabo con la cita inicial de Pascal con la que abre Todos
los cuentos (“La suprema adquisición de la razón consiste en
reconocer que hay una infinidad de cosas que la
sobrepasan”) reivindica, sin duda, los múltiples planos de lo
insólito como disparador energético de vida y de relato…
C.F. –Supone, sobre todo, un cambio de registro. Hasta
ahora, en todo lo que había escrito, me preocupaba
especialmente la verosimilitud. Cuanto más extraordinario
era lo que sucedía en mis páginas más necesitaba que
pudiera resultar creíble. Algo así como “la verosimilitud de
lo inverosímil…” Aquí, en cambio, parto desde el principio
de un hecho portentoso e inexplicable. Y confío que el
lector quiera acompañarme en la aventura. Es decir, desde
la página 17, al final del primer capítulo, cuento de entrada
con su buena disposición para sumergirse en lo improbable.
Por eso, para no despistar a mis lectores habituales, me
inventé a Fernanda Kubbs, un seudónimo creado a partir de
mis apellidos con el que he pretendido iniciar una línea
paralela. Espero que, en el futuro, Fernanda y Cristina
convivan en perfecta armonía.
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Entrevista, p.36.
M.L. –No cabe duda de que La puerta entreabierta, que
homenajea a Las mil y una noches, es una reivindicación de la
cultura y la literatura oral. Autores de su generación como
José María Merino o Luis Mateo Díez se criaron en la
tradición del filandón, ¿cuánto hay en su producción de
literatura oral y qué importancia tuvo y tiene en su vida y en
su obra?
C.F. –Una gran importancia. Crecí rodeada de historias y
leyendas, descubrí esa especie de “miedo gustoso” que
todavía no me ha abandonado y sigo respetando y
admirando a los buenos narradores orales. Un arte mágico y
efímero.
M.L. –Sin embargo, al mismo tiempo, La puerta entreabierta
esconde una reflexión sobre el arte de narrar y sobre el
poder del escritor, una reflexión que viene a completar
otras anteriores que se observan en cuentos, como “Lúnula
y Violeta”, donde ese “poder” es fundamentalmente
femenino… ¿Pretendía una especie de teorización sobre el
cuento como antes lo hicieran Horacio Quiroga, Antonio
Pereira o el mencionado José María Merino?
C.F. –Pretendía sobre todo declarar mi devoción por la
palabra. O, mejor, rendirle un homenaje. La palabra, en
realidad, es un personaje más de La puerta… Entre sopas de
letras, acertijos, mensajes ocultos, anagramas o canciones
infantiles, que suenan como salmodias o conjuros, se
intercala un cuento muy significativo: “El dueño de las
palabras”. Una especie de Hamelín sin ratas que irrumpe en
el sueño de Isa, la narradora-protagonista, y que, además de
ilustrarnos sobre el poder de la palabra, nos sumerge en los
laberintos del mundo onírico. Sueños que, como cajas
chinas, se ocultan dentro de otros sueños…
M.L. –A pesar de que se habla de usted como una de las
maestras de lo fantástico y de que hay un antes y un después
en el género con la publicación de Mi hermana Elba, ha
comentado en diferentes ocasiones que no toda su
producción es fantástica. ¿Cómo piensa su producción en
relación a otro de los maestros “incómodos” del género,
Julio Cortázar, en un año netamente cortazariano puesto
que en agosto se cumplen los cien años de su nacimiento?
C.F. –Cortázar, un autor imprescindible, lo dejó clarísimo
en su archiconocida presentación: “Casi todos los cuentos
que he escrito, pertenecen al llamado género fantástico por
falta de mejor nombre”. Y sí, es cierto que, al principio, no
me acababa de gustar el adjetivo “fantástico” y que durante
un tiempo me mostré reacia a aceptar esta etiqueta. Tenía
más de una razón y un montón de prevenciones. Alguna de
ellas las captó perfectamente David Roas en un trabajo
publicado en los “Cuadernos de Narrativa del Grand
Séminaire de Neûchatel”. Estaba escamada. Las etiquetas
siempre me han molestado y, sobre todo, me admiraba –y
me admira aún– la ligereza con la que todo lo que no sea
una fotografía de la realidad entre, con sospechosa
frecuencia, a engrosar las filas de lo considerado fantástico.
Pero ahora lo veo de otra manera. Creo que la pertenencia
o no al género fantástico tiene mucho que ver con algo muy
importante: la mirada. Sin olvidar, además, que el cuento es
un instrumento de primer orden para dejar volar la
imaginación, burlar las nociones de espacio y tiempo, o
reírse de los policías de la razón y el orden establecido. Y
vuelvo a Cortázar. El “llamado” cuento fantástico como “la
única manera de cruzar ciertos límites para instalarse en el
territorio de lo otro”.
M.L. –Una de las claves de sus cuentos es el mantenimiento
constante de la verosimilitud. ¿Hasta qué punto le resulta
complicado respetarla en los momentos en los que juega con
el terror, el horror o el desasosiego?
C.F. –Ese es el reto. Y resulta complicado, desde luego.
Pero a menudo mis personajes dudan, se preguntan por lo
que les está sucediendo, establecen una reñida lucha entre
sus percepciones y los dictados de la razón… Si logran
transmitir la duda al lector y este la hace suya, ya tenemos
mucho ganado.
M.L. –¿Lo fantástico es otra forma de enfrentarse y
enfrentar al lector con nuestros problemas sociales desde
una perspectiva supuestamente más alejada o es necesario
chapotear en la realidad para sentirse y demostrar que se es
un escritor comprometido?
C.F. –Creo que, a estas alturas, todo el mundo sabe que lo
fantástico tiene muy poco de huida y que la perspectiva que
nos ofrece puede llevarnos a efectivas denuncias,
exposiciones o críticas. Y también que es un arma de primer
orden para desnudar la realidad. Pero no olvidemos el
placer de imaginar, de vivir aventuras, de crear mundos…
El placer por el placer, vaya. Y sobre todo que el primer
compromiso de un escritor es tener algo que contar y
hacerlo lo mejor posible.
M.L. –De hecho, en estos momentos de crisis en los que
tantos españoles se ven obligados a partir a otros países a
buscarse la vida, un cuento como “La flor de España” resulta
más actual que nunca. Usted que ha vivido en tantos y tan
dispares lugares ha experimentado al igual que la
protagonista la condición de “extranjero”. ¿Cómo ve esta
realidad?, ¿es posible seguir siendo uno mismo en un país
extraño o adaptarse implica necesariamente renunciar a las
raíces y con ello a uno mismo?
C.F. –Pocas veces me he sentido extranjera; a lo más
“residente”, una categoría muy agradecida que coge lo
bueno de cada lugar sin perder nada de ti mismo y conserva
al mismo tiempo el espíritu crítico.
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Entrevista, p.37.
M.L.–Y siguiendo con el desdoblamiento del personaje y
quizás por desviación profesional, mis investigaciones se
centran en el mundo de la novela gótica, no puedo dejar de
ver sombras detrás de las luces y no sólo en su novela El
columpio, sino en algún otro de sus cuentos, como
“Helicón”. En ellos, personajes que han sufrido una
experiencia traumática desdoblan su personalidad, que se
escinde entre un yo social, Marcos, y un yo individual y
abyecto, que se acaba al anterior, Cosme: ¿Cree entonces
que todos llevamos un Cosme dentro?
C.F. – ¿Y por qué no un Marcos? Una pura cuestión de
equilibrio que puede variar con el tiempo y las
circunstancias.
M.L. –Alguno de sus personajes, de hecho, sufre
experiencias traumáticas que le dificultan el insertarse en la
sociedad. Los traumas que experimentan tienen mucho que
ver con la infancia. En una ocasión afirmó: “la infancia va
conmigo”. ¿Estamos entonces ante esa frontera entre
nuestro mundo y esa otra realidad paralela, duplicada o
soñada?
C.F. –La infancia no sólo va conmigo. Ahí está el germen de
lo que seguramente seremos después, no estoy
descubriendo nada nuevo. Pero quiero creer que todo tiene
vuelta de hoja. O casi todo.
M.L. –Y si la frontera es la superación de la infancia:
¿Luchan sus personajes por salir de ella para “no quedarse
encallado para siempre en ese espacio intermedio sin poder
avanzar y retroceder”, tal y como se señala en la última de
sus novelas? ¿Por qué produce tanta inquietud el hecho de
mantenerse anclado allí? ¿Qué escenas de infancia,
referentes a la lectura y la escritura, recuerda?
C.F. –En cierta forma sí hay una frontera entre infancia y
adolescencia. Una línea que marca el olvido del mundo
mágico de los primeros años en los que todo parecía
posible. Pero en La Puerta Entreabierta la palabra “frontera”
tiene un significado completamente distinto. Es un cruce de
caminos, un umbral, un lugar entre lugares. O como dice
el cíngaro Miroslav: “Un andén fantasma en el que todos los
espacios se dan cita y los tiempos se mezclan y confunden”.
Pero esa puerta, que facilita el paso de una realidad a otra,
no está exenta de riesgos. Ese espacio intermedio que ahora
usted me recuerda, por ejemplo, y en el que uno corre el
peligro de quedarse encallado para siempre. Una especie de
Purgatorio eterno. O un Limbo. Una prisión que no sólo te
impide viajar a “lo otro” sino también regresar por donde
has venido. ¿Le parece poco?... Pero ahora, para contestar
a la última parte de la pregunta, sí vuelvo a la infancia.
¿Escenas referentes a la lectura y la escritura? Muchas, las
que quiera; me costaría aislarlas. Pero recuerdo, sobre
todo, las tardes de invierno, junto a mis hermanas,
escuchando leyendas, sucesos extraordinarios o terribles
historias de aparecidos. Y descubriendo el “miedo gustoso”
del que le he hablado antes.
M.L. –Prácticamente todos sus finales son abiertos,
¿reivindica entonces la figura del lector como personaje
imprescindible para encontrar la última pieza del puzle? ¿Es
el lector más necesario en su manera de entender la
escritura que en otro tipo de literatura?
C.F. –Pienso en el buen lector de cuentos. Un lector
inteligente y activo a quien no le gusta que le den las cosas
machacadas y digeridas de antemano. No tiene prisa; si algo
no le queda claro vuelve al principio. Y al llegar al punto
final el eco del cuento continúa en su cabeza.
M.L. –¿Cosas que ya no existen es una reconciliación con la
memoria? ¿Qué papel juega ésta en el conjunto de su obra?
C.F. –Cosas… es uno de mis libros más queridos. Supuso un
pulso con la memoria y también un reto. Huir de cualquier
licencia y recuperar diversos momentos o escenas de mi
vida con la mayor fidelidad posible. Tuvo efectos
terapéuticos. Cuando lo acabé me sentí mejor persona.
M.L. –Sé que siempre resulta complicado, pero ¿puede
hablarnos de autores de referencia que estén presentes en su
obra?
C.F. –Edgar Allan Poe. Una de las invitadas en La noche de
Jezabel se apropia de uno de sus relatos, El retrato Oval, y lo
cuenta como una historia verídica que le hubiera sucedido a
su bisabuela. Fue un pequeño homenaje al que, años
después, siguió otro mayor. La continuación de “El Faro”,
un cuento que el autor dejó inacabado (o, mejor, no pasó
del principio) y que, por iniciativa de la editorial Áltera,
unos cuantos escritores, cada uno a su estilo, nos
encargamos de concluir. Y también Guy de Maupassant,
aunque de una forma indirecta, al que aludo en La fiebre
Azul, en plena crisis del narrador, como un escritor francés
del XIX que un día recibió la visita de sí mismo.
M.L. –Y ya para cerrar, ¿volverá algún día Cristina
Fernández Cubas, seguirá entre nosotros Fernanda Kubbs o
descubriremos que una es inseparable de la otra?
C.F. –Si me permite hablar de mí misma en tercera persona
como algunos toreros y muchas cupletistas, le diré que en
estos momentos Fernanda reposa y Cristina vuelve a la
carga. Se encuentra en la recta final de un libro de cuentos,
aunque a veces, no puede evitarlo, toma alguna nota para su
hermana de tinta y su próximo título. Porque Fernanda se
propone continuar el extraño viaje que Isa inició en La puerta
entreabierta en cuanto Cristina haya terminado su libro y le
ceda silla, mesa y ordenador. En el fondo, pues sí, son
inseparables.
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Entrevista, p.38.
S.O.S.
Soja o soberanía
Lejos de producir una “revolución verde” que terminara con el hambre en el mundo, la soja transgénica se ha
convertido en el emblema de una industria que pone en jaque al medioambiente: el afán de lucro capitalista busca
olvidar que el hombre es parte de la naturaleza. Sin embargo, frente a la fuerza desertificadora del monocultivo se
alzan voces que invocan el respeto por la Madre Tierra, exigiendo la producción local y sustentable de alimentos.
María Casiraghi
“Todos esos hombres/ fueron niños una vez
¿y qué les ha pasado?
¿Y qué me ha pasado a mí?”
–dice un poema de Bukowsky.
Para los fines de este artículo, pido permiso al poeta
para hacer una sutil digresión sobre sus versos:
Todas esas semillas fueron sagradas una vez
¿y qué les ha pasado?
¿Y qué nos ha pasado a nosotros?
S
oja, del vocablo antiguo chino: sou. Una de las cinco semillas sagradas de
los emperadores de la China, utilizada sólo con fines medicinales.
Lentamente se extendió por Oriente y llegó a Europa y América recién a
principios del siglo XVII, siendo Francia y EEUU los primeros países en
cultivarla. Hasta el momento, todo iba bien. Una semilla que proporcionaba
rédito económico, con propiedades nutritivas y curativas, y tan verde y suave
que daban ganas de dormir sobre sus hojas como si fueran colchones naturales.
Pero las cosas se complicaron. Los métodos agrícolas tradicionales parecían
ser ineficientes y el hambre de los países subdesarrollados aumentaba en medio
de un gran letargo económico mundial. Entonces devino la llamada Revolución
Verde, que permitiría terminar con estos problemas. Así, utilizando variedades
mejoradas de granos comenzó a reemplazarse el antiguo sistema de rotación
por el monocultivo, sumado a la implantación de sistemas de riego y aplicación
de fertilizantes y pesticidas sobre todos los cultivos, lo que provocó un abrupto
aumento de producción, algo así como el milagro que el mundo estaba
esperando.
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Casiraghi, p.39.
Quien le puso el nombre a este momento histórico fue
el norteamericano William Gaud, en ese entonces director
de la EUA (Agencia para el Desarrollo Internacional), que
en 1968 aclamó: “Estos y otros desarrollos en el campo de
la agricultura contienen los ingredientes de una nueva
revolución. No es una violenta revolución roja como la de los
soviéticos, ni es una revolución blanca como la del Sha de
Irán. Yo la llamo la revolución verde”. Paralelamente, EEUU
se convirtió en el líder de la producción mundial de soja, y
continúa su liderazgo hasta el día de hoy.
Si de colores hablamos
En nuestra región lo que cambia de color es el oro.
Primero, fue el oro puro, el que se llevaron los
colonizadores a costa de la esclavitud y muerte de miles y
miles de americanos originarios. Más tarde, fue el oro
blanco, millares de ovejas “constructoras de desiertos”
introducidas en nuestros fértiles suelos para llenar los
bolsillos de los dueños de la tierra. Luego, el oro negro,
mineral tan necesario para la vida moderna, emblemático y
controvertido, no renovable como el oro mismo y motivo
de las guerras más cruentas.
Hasta que, una vez más, el color verde trajo “la
esperanza”, albergada falsamente en los corazones
argentinos. La soja trasgénica llegó en 1996, de la mano de
Carlos Saúl Menem y su entonces ministro de Agricultura
Felipe Solá. Y entró al país con todo, gracias a un intensa
publicidad oficial, que anunciaba una “soja mágica”,
fundamental para la dieta cotidiana de todas las familias.
Así, poco a poco, esta plantita tan codiciada se convirtió en
la nueva vedette de la Argentina, despertando amores y
odios que ninguna otra despertó jamás.
Con respecto a las propiedades de esta leguminosa,
basta googlear la pregunta: “¿Es buena la soja?” para que
aparezcan opiniones absolutamente contrarias al respecto;
desde que puede provocar cáncer hasta que lo previene,
que es esencial para niños, o que es contraproducente
porque no pueden digerirla bien. Más allá de todo esto,
hoy se sabe que el verdadero objetivo de la publicidad
oficialista sobre la soja mágica era preparar el terreno para
que el pueblo aceptara la introducción masiva de este
cultivo en nuestros campos, no para el consumo interno
sino en su gran mayoría para la exportación,
principalmente como alimento para animales.
De oro verde a desierto verde
En los años 60, en Brasil, comenzó a llamarse desierto
verde al extenso monocultivo de plantaciones de árboles
para producir celulosa, aludiendo a las futuras
consecuencias que esto traería al medio ambiente y al
suelo. El corazón de lo que fuera la sabana más rica del
planeta, un ecosistema que contenía el 5 % de
biodiversidad de la tierra, fue deforestado para plantar
eucaliptos y soja. Hoy, este término se ha vuelto una frase
de bandera entre ecologistas o “activistas agro ecológicos”
para referirse a lo que está dejando como legado el
monocultivo de soja en el mundo. Brasil, Argentina y
Paraguay, en ese orden, le siguen a Estados Unidos en
producción mundial de soja. En Paraguay, un país de 6, 7
millones de habitantes, 300.000 han quedado sin tierra por
este motivo según testimonia el periodista francés Maurice
Lemoine al referirse a “Sojalandia, un estado dentro del
estado paraguayo” 1, en una interesante nota publicada por
Le Monde Diplomatique, donde se evidencia, entre otras
cosas, que hoy el 2 % de los propietarios monopolizan el
85% de las tierras del Paraguay.
En nuestro país, el cineasta Ulises de la Orden tomó
prestado el término para bautizar su última película
documental “Desierto verde” 2, estrenada en noviembre de
2013. Su argumento se centra en un juicio penal que se
realizó en 2012 en la ciudad de Córdoba a causa de muertes
por cáncer y malformaciones en los habitantes de Ituzaingó,
un pueblo de la misma provincia, rodeado de campos de
soja. La película alerta sobre los efectos de este
monocultivo y de la forma en que se lleva a cabo en nuestro
país.
La llegada de esta nueva tecnología agrícola a la
Argentina trajo consigo el avance de la frontera
agropecuaria a zonas no aptas para la producción agrícola
hasta el momento. Actualmente, 23,6 millones de
hectáreas argentinas se encuentran cultivadas con
transgénicos: de la soja, el 50% de los cultivos se encuentra
bajo dominio del 3% de los productores. La Secretaría de
Ambiente de la Nación, en un informe publicado en el año
2012, confirma la pérdida de más de 1 millón de hectáreas
de bosque nativo en un período de solo cuatro años 3. Hoy
se sabe que la deforestación es una de las causas posibles de
catástrofes naturales; se cree que el alud de Tartagal
ocurrido en febrero de 2009 puede haber sido ocasionado
por los desmontes que se daban cerro arriba o la
deforestación de la Cuenca del Salado puede haber
ocasionado la última gran inundación de Santa Fe.
¿Qué comemos cuando comemos?
El avance del monocultivo en Argentina provocó
asimismo cambios en la producción de alimentos,
disminuyendo enormemente aquellos que constituían la
canasta familiar del país: trigo, arveja, lenteja, tomate,
sorgo, lino, girasol, papa, batata, y se produjo un
desabastecimiento de productos básicos como algodón,
azúcar, leche y carne. De esta manera, comenzamos a
importar estos productos; en consecuencia, ya no
producimos lo que comemos, producimos para exportar e
importamos para alimentarnos.
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Casiraghi, p.40.
En un libro escalofriante, Mal Comidos, la periodista
argentina Soledad Barruti, tras una investigación
exhaustiva, describe la decadencia de nuestro sistema
alimentario. Allí aporta datos precisos y testimonios de
afectados directos provenientes de distintas partes del país.
Uno de los efectos más dramáticos que plantea el libro es
que por la extensión de los monocultivos los animales que
antes pastoreaban nutriendo el suelo ahora están encerrados
en feedlots y alimentados a granos, con terribles
consecuencias para la calidad y salubridad de la carne que
comemos. Otro tanto ocurre con los pollos, que pasaron
de ser criados naturalmente a criaderos industriales en los
que se acelera al máximo la producción forzando
drásticamente los ritmos naturales a fuerza de incubadoras
y tecnología. “Lo que está haciendo la industria mientras
alimenta a sus animales con remedios es un experimento a
gran escala: están desarrollando microorganismos mutados,
más vigorosos, que traspasan la información evolutiva a su
descendencia armando un ejército de enfermedades que
pueden acorralar a la humanidad” 4, advierte Barruti.
En sintonía, el libro El Mito vegetariano, de la escritora
estadounidense Lierre Keith, granjera de pequeña escala y
ex vegana, desarticula el pensamiento vegetariano, y se
anima a definir a la agricultura como “imperialista”, tan
contrapuesta a la imagen bucólica que representa en
nuestro imaginario colectivo. En una parte del libro
declara: “La realidad es que la agricultura ha creado una
pérdida neta para la humanidad en lo que hace a derechos y
cultura: esclavismo, imperialismo, división de clases,
hambruna crónica, enfermedades”. En relación a la moral
vegetariana, aclara: “No cuestiono el compromiso ni la
ética de los vegetarianos. Pero en última instancia, la ética
vegetariana es una variante del modelo mecanicista. No
hace más que extender su moralidad, sea humanista o
religiosa, a los pocos animales que se nos parecen. El resto
del mundo –esos miles de millones de entidades vivientes,
conscientes, comunicantes que producen el oxígeno y el
suelo, la lluvia y la biomasa– no cuentan”. Asimismo, Keith
critica la agricultura de granos como se la concibe en la
actualidad y argumenta en contra de su consumo humano;
para ello cita al doctor Loren Cordain, en su artículo
«Granos de cereal: la espada de dos filos de la humanidad»:
Los granos de cereal son un alimento básico y también una
adición relativamente reciente a la dieta humana;
representan una variación radical respecto a la dieta a la
que estamos genéticamente adaptados. La discordancia
entre la dieta genéticamente determinada de la humanidad
y su dieta actual es responsable de muchas de las
enfermedades degenerativas que aquejan al humano
industrial… hay un significativo cuerpo de evidencias que
sugiere que los granos de cereal son alimentos menos que
óptimos para los humanos, y que la conformación genética
y fisiología humanas pueden no estar del todo adaptadas a
altos niveles de consumo de tales alimentos. 5
Keith enumera algunas de estas enfermedades como
artritis, diabetes, hipertensión, problemas cardíacos,
accidente vascular, depresión, esquizofrenia y cáncer,
además de dientes torcidos, mala vista y un vasto
conglomerado
de
anomalías
inflamatorias
y
autoinmunes, en contraposición a la salud casi perfecta de
cazadores-recolectores que siguen la dieta “que dicta la
evolución que dio origen a todos los humanos: carne roja,
aves, peces, además de las hojas, frutos y raíces de diversas
plantas”.
El capricho de los adultos
Dijimos que una de las consecuencias del monocultivo
es que desplazó los cultivos preexistentes, como resultado
ya no producimos lo que comemos, lo importamos; y en
ese proceso los alimentos se homogeneizan a tal punto que,
parafraseando a Discépolo, “todos es igual, nada es mejor”.
Muchos recordamos los tiempos en que esperábamos
ansiosos la llegada de las “frutas de estación” para poder
saborearlas; venía el verano y con el verano llegaban los
duraznos, la sandía, el melón, y en invierno había
manzanas, naranjas, mandarinas. Con las importaciones y
las nuevas tecnologías agrícolas, podemos tener la fruta y
verdura que queramos durante todo el año, pero estas
aparecen como frutos desencantados. Exquisiteces como la
palta son cosechadas antes de tiempo para que maduren en
cámaras artificiales perdiendo completamente su sabor, lo
mismo ocurre con las bananas. A esto se le suman los
“altísimos costos de importación”, explica Karen Lund
Petersen 6, Licenciada en Ciencias Ambientales y guía
naturalista, “y no estoy hablando necesariamente del costo
final del producto, sino más bien de lo que llamamos
externalidades, que son los costos sociales y ambientales
que no se incluyen en el precio. Por ejemplo el trabajo
infantil en las cosechas, la contaminación con agrotóxicos,
el calentamiento global por la quema de combustibles
fósiles; ¿quién paga por todo esto?” y al respecto agrega:
“Ante tanta oferta, nos volvimos caprichosos, queriendo
todo, aquí y ahora, y encima, a un precio accesible”.
Soledad Barruti en Mal Comidos da algunas pistas para
saber cómo diferenciar los alimentos en las góndolas, cuáles
tienen más conservantes, cuáles son puramente orgánicos.
Advierte que los productos a simple vista más estéticos y
tentadores, son los qué más químicos tienen. Así lo
confirma una de sus entrevistadas, Daisy, una mujer que
hasta hace un tiempo hacía crecer sus huertas con
agroquímicos y las vendía en un negocio propio, y hoy,
forma parte de las 200 familias productoras de alimentos
agroecológicos que venden sin intermediarios en el Parque
Pereyra Iraola, de La Plata. “Los clientes eligen la
mercadería que está nuevita. La lechuga por ejemplo, si
tiene las hojas un poquito manchadas –algo que sucedería si
la planta creciera al sol– no la llevan. Necesitan ver las
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Casiraghi, p.41.
hojas verdes y mojadas. Y para que eso pase, hay que
hacerla crecer en invernáculo y ponerle el remedio hasta
último momento”, declara Daisy (Barruti, 223).
De todas maneras, fuera de estos mercados alternativos,
saber dónde y cómo comprar resulta siempre una tarea
difícil. Los productos orgánicos se exportan mayormente a
Europa, donde la demanda de este tipo de alimentos es
mayor y además pagan en euros. Por el contrario, en estas
regiones la conciencia ecologista está todavía en desarrollo
y, si se suman las nuevas tendencias de comida, estas no
están democratizadas en absoluto. Muchas veces, los
alimentos orgánicos pasan a ser vistos como una mera
sofisticación, lo que invisibiliza su urgencia.
¿De dónde vendrá la salvación? El rol de las
comunidades y de los Estados
Se ha demostrado que la llamada revolución verde,
finalmente, no fue el milagro esperado; el hambre en el
mundo no se ha acabado sino que se ha reproducido,
inaugurando una nueva y grave problemática mundial: la
falta de soberanía y sustentabilidad alimentaria.
Así, en medio de esta suerte de apocalipsis, se vuelve
urgente retomar técnicas tradicionales de producción
agrícola y ganadera, y sobre todo, asegurar una sustentabilidad alimentaria en todas las regiones. Si bien los
estados latinoamericanos han avanzado ampliamente en
combatir la desigualdad de la franja sur de América,
algunos métodos están siendo fuertemente cuestionados, y
la deuda pendiente sigue siendo la ecología, lo que
constituye una problemática profunda que debe ser revisada para dar un salto cualitativo hacia el futuro.
En la Cumbre de Cambio Climático celebrada en
Copenhague en diciembre 2009, Evo Morales, presidente
de Bolivia –quizás el país con más consciencia ambiental de
América Latina 7–, atribuyó al capitalismo los males
ecológicos actuales:
En este milenio es más importante defender los derechos de
la Madre Tierra que defender los derechos humanos. La
tierra o el planeta tierra, o la Madre Tierra o la
naturaleza existen y existirá sin el ser humano, pero el ser
humano no puede vivir sin el Planeta Tierra. (…) La
Madre Tierra es algo sagrado, la madre es nuestra vida. A
la madre no se alquila, no se vende ni se viola, hay que
respetarla. La Madre Tierra es nuestro hogar. Si esa es la
Madre Tierra, ¿cómo puede haber políticas de destrucción
a la Madre Tierra, de mercantilizar a la Madre Tierra?
(...) Y por eso, yo quiero decirles queridos presidentes,
tenemos la obligación de liberar a la Madre Tierra del
capitalismo.
Guillermo Martini, actual director de RENATEA
(Registro Nacional de Trabajadores y Empleadores
Agrarios) y ex subsecretario de Agricultura Familiar de la
Argentina se ha lamentado públicamente por el nacimiento
de un nuevo actor: el “productor capitalista que mediante
una agricultura industrial (sin agricultores), avanzó sobre el
conjunto del sistema productivo desplazando al pequeño
productor, al agricultor familiar” 8. A pesar de esta autocrítica, en el plano nacional aún no han habido cambios
profundos en este sentido. A fines del año 2011, el Comité
de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las
Naciones Unidas, presentó las observaciones finales al
Estado argentino acerca de los aciertos y desaciertos de su
gestión mostrando una fuerte intranquilidad por el tema
que atañe a esta nota: “Preocupan al Comité los casos en
que el aumento de la utilización de plaguicidas químicos y
de semillas de soja transgénicas en regiones
tradicionalmente habitadas o utilizadas por comunidades
indígenas han tenido efectos negativos en esas
comunidades. También le preocupa que a esas
comunidades les resulte cada vez más difícil aplicar sus
métodos tradicionales de cultivo y que, en consecuencia,
ello pueda ser un obstáculo importante para garantizar el
acceso a alimentos seguros, suficientes y asequibles.” 9
En relación con el rol de los estados en estas cuestiones, Ulises de la Orden se refiere al discurso de Ricardo
Lorenzetti, actual presidente de la Corte Suprema de la
Nación, uno de sus entrevistados en el documental y autor
del libro Teoría del Derecho Ambiental:
Lo que él dice en el film es que este tipo de problemas
difícilmente los pueda solucionar un aparato o una
burocracia estatal por mejor concebida que esté y aunque
sea perfectamente sana (…), se empiezan a observar,
primero en los campos, luego en los pueblos o barrios
linderos a ellos, y de a poco va llegando hasta los grandes
centros poblados. 10
Esto es lo que hizo Soledad Barruti y lo que están
haciendo cientos de personas en nuestra región y en el
mundo, entendiendo que no todo tiempo pasado fue peor y
retomando aquello del ayer que ha demostrado ser
fundamental para nuestro futuro. Es esperanzador oír las
historias que describe Barruti en el último capítulo de su
libro donde hace un recorrido por espacios que hoy resisten
a las nuevas técnicas de cultivo con resultados sorprendentes, como Naturaleza Viva, en Santa Fé, Medrado Avila
Vázquez y las madres de Ituzaingó, los activistas de Ecos de
Saladillo, el Centro Nelson Mandela en Chaco, el Foro
Ambiental de Córdoba, el grupo Bios de Mar del Plata,
Fundación Caminos Abiertos en Carlos Keen, Proteger en
Santa Fe y muchos otros. Ulises de la Orden lo plantea de
este modo:
No hay un modelo que se le oponga a este modelo
agroindustrial, sino que hay una variedad de modelos y
para mí se llaman agroecología, que es una forma de
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Casiraghi, p.42.
entender el territorio, de entender la sociedad y de abordar
la producción de alimentos como algo diverso, múltiple,
con distintos tipos de producción, de acuerdo a la cultura
de esas sociedades, a la fertilidad de ese territorio, a las
características meteorológicas. La agroecología demanda
mucho más trabajo pero se inserta en el ritmo cíclico
planetario. Es una forma de producir que no provoca
desertificación, que no necesita uso de químicos y que es
sustentable en el tiempo. 11
Así, mancomunado con la “agroecología” entra en
escena el concepto de Soberanía Alimentaria, idea nacida en
el año 1996, en la Cumbre Mundial Alternativa de
Alimentos, que tuvo lugar en Roma y a la que acudieron
millones de campesinos organizados del mundo. “¿Qué
significado esconden estas dos palabras capaces de aglutinar
a más de doscientos millones de personas campesinas en el
mundo? ¿Cómo ha conseguido este concepto generar todo
un movimiento social global?”, se pregunta acerca de la
Soberanía Alimentaria, el escritor español Gustavo Duch,
en su libro No Vamos a Tragar 12. La nutricionista argentina
Myriam Gorban sostiene que la Soberanía Alimentaria es
un concepto complejo, todavía en plena transformación:
“El cambio que se plantea tiene que ver con repensar el
asunto entendiendo que no es lo mismo ser alimentados
por la industria que por personas que trabajan la tierra
conscientes de que están alimentándose y alimentando a
otras personas” 13.
A todo ello, se le suma la responsabilidad de cada uno
de nosotros, como individuos, de conocer qué comemos y
por qué. Eso también es soberanía alimentaria. Lo cierto es
que todos somos eslabones de esta gran cadena. Descanso
para la tierra, descanso para los animales, descanso para los
hombres. Tan elemental como el alimento, y tan necesario
como el conocimiento de “qué es lo que comemos cuando
comemos”. Para ello, informarnos es fundamental 14. Cada
vez se nos ofrecen más artículos, libros y películas sobre el
problema alimenticio. Cabe citar aquí al brillante Albert
Einstein: “Todos somos ignorantes, lo que ocurre es que no
todos ignoramos las mismas cosas”.
1
Cfr. Lemoine, Maurice. “El reino del Latifundio” en: Le Monde
Diplomatique, n°175, Buenos Aires, enero de 2014.
2
Esta nueva película de Ulises de la Orden (director de Río
Arriba, y Tierra Adentro) se puede ver en diversos espacios
culturales de Buenos Aires. Para más información consultar en:
www.desiertoverdelapelicula.com
3
Al respecto, se puede ampliar la información en:
http://www.biodiversidadla.org/
4
Barruti, Soledad. Mal Comidos. Buenos Aires, Grupo Editorial
Planeta, 2013, p.53.
5
Keith, Lierre. El Mito Vegetariano, alimento, justicia y
sustentabilidad. San Fernando, Utopía realizable, 2012.
p.12.
6
Entrevistada especialmente para la realización de este artículo.
7
Bolivia se encuentra hoy a la cabeza en relación a las políticas de
agricultura familiar en Aca. Latina. El Representante de la FAO
en Bolivia, Crispim Moreira, durante el taller internacional Apoyo
a la Agricultura Familiar organizado en el marco de la Reunión
Especializada de la Agricultura Familiar (REAF) en Bolivia,
anunció que durante el 1° semestre de 2014 se impulsará “una
activa agenda destinada a avanzar en la erradicación del hambre y
la malnutrición en América Latina y en el mundo. Entre las
actividades impulsadas se destacan la realización del Simposio
Internacional de la Agricultura Familiar en Bolivia, y la Reunión
Interministerial, la colaboración con el Grupo Técnico de
Registros de la Agricultura Familiar en lo relativo a Censos
Agropecuarios, así como en la formulación y aplicación de
políticas diferenciadas a partir de los registros de los productores
de la agricultura familiar, además de la participación del país en la
reunión de REAF a realizarse en Argentina a fines de junio del
presente año”. Más información en:
http://coin.fao.org/cms/world/bolivia/es/PaginaInicial.html
8
Guillermo Martini es además coordinador de la corriente
CANPO (Corriente Agraria Nacional y Popular). Estas palabras
fueron dichas en el marco de una charla que dio en el centro
Cultural Enrique Santos Discépolo (dirigido por el historiador
Norberto Galasso), titulada “Agricultura familiar ante el plan
estratégico agroalimentario y agroindustrial”, en sept. de 2011,
cuando todavía era Subsecretario de Agricultura Familiar del
Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación
9
Comité de derechos Económicos, Sociales y Cult. de la ONU,
47º Período de Sesiones, diciembre 2011, Observaciones finales
a la Argentina, en “Principales motivos de preocupación y
recomendaciones”, punto 10.
10
En revista virtual Cinestel, la actualidad informativa del cine,
titulada “Desierto Verde, de Ulises de la Orden, los agrotóxicos
y la salud”, 6 noviembre, 2013.
11
Ibid.
12
Duch, Gustavo. No Vamos a Tragar. Soberanía Alimentaria: una
alternativa frente a la agroindustria. Barcelona, Los libros del Lince,
2014, p.94.
13
Barruti, Soledad, op. cit., pp.382-383.
14
Ofrecemos algunos títulos de interés y documentales acerca del
tema así como algunos blogs, o sitios de interés para consultar
sobre agroecología, soberanía alimentaria y temas relacionados.
El Mundo según Monsanto, de Marie-Monique Robin (Ediciones
Península, 2008); Food Inc. Documental estadounidense de
Robert Kemmer, 2008.
http://agroecologiautn.blogspot.com.ar/p/la-revolucionverde.html, http://soberaniaambiental.com.ar/index.aspx,
www.lavaca.org, www.biodiversidadla.org,
www.buenosairesmarket.com, www.fao.org,
http://inta.gob.ar/producciones-organicas.
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Casiraghi, p.43.
Poesía
Manada
Teuco CastilLa
I
II
¿Cuándo se emocionó el carbono,
cuándo la energía remota y terrible
se doblegó y por verse
besó el polvo, embelesó el sonido
detuvo la luz
y en una caridad del espacio
hizo estas imágenes?
Descendíamos entre los astros
algunos fuimos hombres
otros llegaron a ser luciérnagas.
Hombres hendidos por el tiempo
igual que una bandada,
pálpitos en la carne
y en la bocanada de la muerte
ecos.
Estos apagones vivos
estos altares de ciego
volados por todas las dimensiones
procrean el horror y el prodigio
de un animal haciendo otro animal
otro peldaño del abismo.
III
Y el vértigo que sostiene la naturaleza.
Migran envejecidos
por una alta velocidad
en un escalofrío del sol
y son estampidos: el que se va en llanto,
el que canta, el que mira,
el que recuerda se va
se va el que ríe
al futuro salvaje.
Son de noche
huecos,
de día, noches encandiladas
se alejan brillando
mientras los despide la manada
asentándose
como una estrella lenta sobre la tierra.
Y perdimos la eternidad en el camino
que nos llevó al comienzo.
Muy lejos de mí
llovizno.
De antes de nacer
me dura una desolación.
Soy una inminencia en todos los lugares.
De allí ese alagunarme
si me llaman llanuras de difuntos.
Y este mirar
deudo
de la mudez del cielo.
Yo que nunca crecí
envejezco en estas cercanías.
Casi nada para destruir.
El que no era
mana en mí
su materia oscura.
Soy yo su último recuerdo.
IV
Vinimos antes.
Hay
lugares que el espacio desconoce.
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Castilla, p.44.
Soy la luna que aúlla al lobo,
me he infiltrado entre ustedes
convicto
con la intensidad de la hoja que cae
lejos de la naturaleza.
Un esquirla que brilla en los residuos,
un génesis falso, una alegría.
Sobrevuelo la tierra
la tiemblo
igual que una lluvia que no ha caído todavía
olisqueo el mundo como a una presa.
No olviden el fulgor del instante que no está.
Los hombres llegan antes de venir.
Soy una señal
debo amamantar a mi madre
después de volver al sol.
V
¿Qué presagio oculta la biología
en este mensajero
vulnerable
y terrible?
¿Y si fuera el tiempo
buscando su animal
y en él
su ilusorio cadáver sucesivo?
Tantas dimensiones
en una sola criatura
la hicieron inalcanzable:
cree
y se suprime;
para recordarse
llora;
ríe
y destapa su caja de nadie.
Y mata para verse.
Desencadena las especies
Es la carta de Lázaro
y también la canción
que hubiera despertado al mundo.
VI
El hombre se ve entero en el ojo del animal
dentro de una gota
cayendo todavía en el aluvión de los astros.
Y ve el tigre tatuado por las llamas del sol
el tigre
clandestino
pisando apenas para no incendiar los campos.
Mira la víbora, guante del rayo,
la astronomía de la araña,
los nervios del relámpago en la cebra,
los meteoritos de los escarabajos,
la noche insepulta del toro
y la lujuria planetaria del saurio.
Todo el cosmos preso en la manada.
Menos el colibrí que tiembla, fijo en el aire.
Ese
recién está llegando.
Odia y es el otro,
se pinta
para borrarse
* Leopoldo “Teuco” Castilla nació en Salta, Argentina, en 1947. En 1976 se exilió en España perseguido por la dictadura militar.
Ha publicado numerosos libros de poemas reunidos en varias antologías: Antología Poética (Buenos Aires, Fondo Nacional de las Artes, 2001),
Antología Poética (Caracas, Monte Ávila, 2008) y Le Voleur des Tombes (París, L´Oreil du Loup, 2009). Como narrador ha editado los siguientes
títulos: Odilón (Salta, Ed. Dirección de Cultura, 1975), La luz Naranja (Soria, Ed. Diputación de Soria, 1984), La canción del ausente (Rosario,
Ciudad Gótica, 2006) y El Arcángel (Buenos Aires, Catálogos, 2007). Fue invitado por la Unión Soviética para escribir un libro que la editorial
Progreso de Moscú publicó en 1990 con el título Diario de la Perestroika. Sobre su cuento “La redada” se filmó el largometraje homónimo
dirigido por Rolando Pardo. Poesía suya fue traducida al inglés, francés, italiano, sueco, portugués, chino, turco y ruso.
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Castilla, p.45.
Residuos y energía
Fetichismos y claroscuros en la
gestión energética de la materia descartada
Contradicciones de un sistema de recolección y tratamiento de residuos que apuesta a la naturalización de la
irresponsabilidad social y al negocio de unos pocos. A cambio, la energía incansable de cartoneros y quemeros ha
hecho visible el conflicto oculto en las sombras de la noche de la recolección. En José León Suarez conviven hoy, como
en un palimpsesto, los rellenos sanitarios, las plantas térmicas de última generación y las plantas sociales en las que
los operarios realizan precariamente lo que ni el Estado ni la sociedad logran articular con vistas a un futuro
sustentable.
Sebastián Carenzo
U
n kilo por día. Esta relación expresa, en
promedio, la cantidad de residuos generados por
habitante en el área metropolitana de Buenos
Aires. Así, diariamente más de trece millones de kg de
residuos deben ser dispuestos en algún sitio. La magnitud
intimida. Trece millones de lo que sea es mucho, pero si es
basura parece aún más. Resuena la advertencia lanzada por
Mary Douglas sobre el atávico sentido de peligro asociado a
todo aquello clasificado como “suciedad” y su consecuente
traducción en operaciones de segregación y limpieza 1. De
allí que los sistemas de gestión de residuos modernos,
recuperan principios elaborados por el higienismo de
comienzos del siglo XIX: circunscribir, contener y alejar
miasmas y basuras en periferias y márgenes de los centros
urbanos.
El diseño estructural del sistema vigente en la
metrópolis porteña fue obra de la última dictadura cívicomilitar. La creación en 1978 de la empresa público-privada
Cinturón Ecológico del Área Metropolitana Sociedad del
Estado (CEAMSE) 2 permitió concentrar la disposición final
de los residuos generados en la Ciudad de Buenos Aires y
los veintiocho municipios bonaerenses circundantes en
rellenos sanitarios localizados sobre áreas bajas. La planificación castrense aseguraba que estos sitios se convertirían
luego en áreas parquizadas para esparcimiento y que el nue-
* Sebastián Carenzo.
Doctor en Antropología Social
(Universidad de Buenos Aires) e
Investigador Adjunto del CONICET.
Es coordinador editorial de la revista
Cuadernos de Antropología Social (FFyLUBA). Sus investigaciones más
recientes se focalizan en el abordaje
etnográfico de la materia descartada.
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Carenzo, p.46.
vo sistema tendría 100 años de vida útil. 3 Sin embargo, una
inadvertida resistencia al régimen encarnada en la basura
terminó opacando en pocos años la pátina ecologista que
barnizaba el sistema proyectado. 4 Los parques arbolados
nunca brotaron de la basura. En cambio, crecieron los
rellenos. Como la orogénesis residual que generó un
relleno de más de 30 metros de altura en González Catán.
Esta no ha sido la única transformación originada en aquel
período cuyos efectos se prolongaron avanzada la etapa
democrática. El decreto-ley 9.111 crea el CEAMSE y
dispone también la prohibición del cirujeo. Una vez
depositada en la vía pública la basura resultaba propiedad
del municipio, confiriendo la potestad de su manipulación
exclusivamente a las empresas privadas de recolección que
licitaban el servicio. Con la norma, cirujas y botelleros
pasaron a revistar como categorías delincuenciales,
pudiendo ser detenidos y demorados en comisarías. ¿El
delito? Robar peso, ya que el nuevo sistema se organizaba
comercialmente en kilos. Empresas de recolección que
cobraban por kilo recolectado y transportado, al igual que
el CEAMSE por su enterramiento. Resta señalar que con el
pasaje a manos privadas, la recolección comenzó a
realizarse durante la noche, volviendo menos evidente la
labor de camiones y recolectores en el espacio público.
En este marco se forjó durante las últimas tres décadas
nuestra relación con la materia descartada. Casi
imperceptiblemente fuimos disciplinando nuestros hábitos
sanitarios domésticos. La basura se saca de noche. Antes
sobre la vereda al pie del árbol, más recientemente dentro
del contenedor, esta modalidad de descarte de los residuos
fue sedimentando en rutina, tornándose lentamente irreflexiva. Nos acostumbramos a que la basura desaparezca,
literalmente, de la noche a la mañana. La bolsa de residuos
se esfumaba sin dejar rastros sensibles, favoreciendo la
invisibilización social de su tránsito y destino. Esto contrastaba con aquello que ocurría en la etapa inmediatamente
previa al CEAMSE, cuando las fachadas de Buenos Aires se
cubrían de un persistente hollín difuminado a la atmósfera
por cientos de miles de incineradores de edificios donde se
quemaban los residuos. Las densas columnas de humo
negro y el molesto tizne resultante, actualizaba día a día el
carácter problemático de la gestión de la basura. Finalmente los incineradores fueron prohibidos en 1977 como
parte de la política de saneamiento ambiental impulsada
por el gobierno de facto, luego vino el CEAMSE. Desde
entonces y por décadas nuestro vínculo con la materia
descartada estuvo modelado por su aséptica desaparición
nocturna en manos de recolectores privados. La facilidad y
(aparente) inocuidad que envolvía el descarte cotidiano de
residuos coadyuvó decisivamente para invisibilizar magnitudes y para despojar al sector doméstico del sentido de la
responsabilidad frente a un tema que incumbe a la sociedad
en su conjunto. Volvamos entonces a los millones de kilos
diarios de residuos y la paradojal lógica que sostiene su
gestión: el crecimiento sostenido del volumen de residuos
generados no representa un grave problema socioambiental, sino un formidable negocio para un puñado de
empresas. Afortunadamente dos fenómenos concurrentes
configuraron el hecho maldito que permitió arrojar algunos
destellos de reflexividad en una sociedad confortablemente
adormecida a la hora de pensar(se) en relación con los
desechos.
El carácter performativo del hecho maldito
El colapso del sistema de rellenos, la reacción social
asociada y la irrupción del fenómeno cartonero resultan
fenómenos profundamente conectados; no tanto a nivel de
la base social que los sostiene, sino por su efecto interpelador sobre la agenda pública vinculada a la gestión de
residuos.
Las denuncias por contaminación y afectación de la
salud y el hábitat elaboradas desde distintos colectivos
sociales en perjuicio del sistema de rellenos, promovieron
su clausura en Villa Domínico, Ensenada y parcialmente en
Gonzalez Catán. En consecuencia, el único actualmente
operativo es el “Complejo Ambiental Norte III”, localizado
en José León Suárez. Sin embargo, su capacidad original
está rebasada y los pronósticos más optimistas estiman que
su vida útil podría extenderse unos cinco años más. La
situación resulta aún más crítica, ya que las sucesivas
gestiones de gobierno no pudieron habilitar nuevos rellenos
debido a la oposición vecinal que aflora intempestivamente
ante el mínimo rumor. Conocidas como protestas
“NIMBY” (Not In My BackYard: no en mi patio trasero)
refieren a disputas en torno a la distribución social de las
externalidades negativas de estas instalaciones. Los beneficios de la localización de infraestructura sanitaria resultan
difusos, al extenderse al conjunto de la población en un
amplio territorio; mientras que sus efectos negativos se
concentran en el espacio local circundante al emplazamiento. Destaco dos lecturas posibles y en tensión. Por una
parte, resulta difícil restar legitimidad a la conflictividad
que suscita un posible nuevo relleno si atendemos a la
experiencia de sufrimiento de sus moradores cercanos –de
sectores populares, siempre– acicateada por olores
nauseabundos, erupciones cutáneas y carcinomas. Por otra,
resulta igualmente difícil obviar una problematización de la
virulenta reacción anti-CEAMSE, si consideramos que
frecuentemente está sostenida por argumentos en torno a la
potencial amenaza a un estilo de vida que deja por fuera una
reflexión seria en torno a la responsabilidad colectiva en el
crecimiento sostenido de la producción de residuos.
Fenómeno vigorizado por el mayor acceso al consumo en
todos los estratos sociales. Desde una mirada situada en el
contexto metropolitano, la idea de basura cero resulta un
slogan atractivamente vacío, desvinculado de un anclaje
empírico alcanzable en el corto o mediano plazo. Una
significativa porción de los residuos secos que podría
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Carenzo, p.47.
reutilizarse y/o reciclarse no tiene mercado, mientras que
aun cuando pueda aprovecharse la fracción húmeda (para
compost o energía) debe ser dispuesta en algún sitio. Es
imperioso contar con tecnologías superadoras de los
rellenos tal como los conocemos, así como reducir el
volumen de residuos enterrados. Pero la incómoda verdad
es que los necesitamos y que nuestro margen de maniobra
para generar respuestas creativas y movilizar voluntades
políticas entró, hace rato, en tiempo de descuento. Con sus
múltiples aristas y contradicciones la crisis de los rellenos ha
impactado en medios masivos y agendas de gobierno.
Desde allí ha contribuido decididamente a abrir brechas en
el sentido común sedimentado en una lánguida y anodina
desresponsabilización colectiva.
Con el nuevo siglo, y en forma concomitante, el
fenómeno cartonero irrumpió en la escena pública reforzando
y amplificando este efecto interpelador. La recuperación de
materiales de la basura –plásticos, papel, cartón, vidrio,
etcétera– permitió impugnar su acepción naturalizada
como materia inútil posconsumo. Al cartonear en la calle,
de día, construyendo vínculos con vecinos-clientes; estos
sujetos disputan las claves de organización del sistema oficial
de gestión de residuos modelado en la (a)sociabilidad y el
ocultamiento. A través de sus curtidas manos, resucitan
desechos en una nueva vida social, cargándolos de sentidos,
sosteniendo y/o produciendo vínculos e identidades.
Siguiendo a Appadurai, esto se lograba operando una
desviación respecto de la ruta establecida en la biografía de la
materia descartada. Al hacerlo evidencian la tensión que
envuelve su pasaje a través de diferentes regímenes de valor 5.
Doy más precisiones. En el sistema oficial operado por las
empresas de higiene urbana y el CEAMSE la valorización se
deriva de la fungibilidad de la basura y su realización está
garantizada por la creación de stocks vía enterramiento
masivo. En contraste, la producción de valor económico en
el circuito no oficial es resultado de la (re)mercantilización
de la materia, reactualizando su valor de cambio aun
después de desechada. La realización del valor depende
entonces del flujo más que del stock ya que, una vez
clasificados y acondicionados, los materiales prosiguen
diversas rutas como insumos fabriles tanto en circuitos
locales como globales.
Aquí radica el aporte sustancial realizado por los
cartoneros. Sin desvío no hay reciclaje como posibilidad en
abstracto, pero sin clasificación (los materiales en tipos y
componentes) no existiría el reciclaje como práctica
anclada empíricamente. La conversión de basura en
materiales no puede disociarse de su trabajo, encarnando el
pasaje entre regímenes de valor. Con ello la misma materia
(antes como basura y luego como material) se inscribe en
otro entramado de relaciones sociales, en otro circuito
productivo, en otras formas de nominarla y relacionarse
con ella. El trabajo cartonero desborda entonces una interpretación economicista. Volviendo a Douglas, clasificar
los materiales implica reordenar el caos abigarrado,
descontaminar, producir pureza, restar peligro. Para decirlo sin ambages, los cartoneros contribuyeron medularmente a elaborar (y socializarnos) en una nueva cultura
material de los desechos. En términos de Daniel Miller, su
práctica cotidiana objetifica 6 brinda soporte material a un
desplazamiento cognitivo central para problematizar el
carácter irreflexivo, opaco y rutinario de nuestra relación
con ellos.
Energía(s) (in)visibilizadas
Un tercer fenómeno básicamente focalizado en ámbitos
de gobierno, corresponde a la multiplicación de propuestas
de aprovechamiento de la basura con fines energéticos.
Para ello recurren a un variado rango de tecnologías que
apuntan al empleo de residuos como combustibles,
incluyendo desde la incineración convencional a procedimientos más complejos como gasificación, pirólisis y arco
de plasma. Dados los efectos comprobados o el alto nivel
de incertidumbre respecto de su impacto socioambiental,
ninguna de ellas goza de aceptación social extendida. La
emisión de gases y cenizas tóxicas, así como su contribución al calentamiento global, eluden su etiquetamiento
como tecnologías “verdes” o “renovables”. Del mismo
modo, son resistidas por las organizaciones de cartoneros y
recuperadores, ya que compiten directamente con ellos al
quemar materiales que podrían reciclarse y/o reutilizarse.
Sin embargo, existe una tecnología de aprovechamiento
energético que encuentra amplio consenso, tanto entre
activistas verdes como funcionarios públicos y empresarios:
la generación de energía eléctrica por combustión, pero
aprovechando el gas metano liberado por la biodegradación
anaeróbica de residuos enterrados en rellenos. El empleo
de este biogás como fuente de energía alternativa está
contemplado dentro del mecanismo de desarrollo limpio
establecido por el protocolo de Kyoto, acuerdo promovido
por Naciones Unidas para reducir las emisiones de gases de
efecto invernadero que causan el calentamiento global. La
Unión Europea marca tendencia, en tanto el 30% del
biogás aprovechado proviene de la desgasificación de
rellenos, aunque también China, México, Estados Unidos y
Brasil presentan firmes avances en esta línea. 7
En José León Suarez existe. Efectivamente, una
flamante planta aprovecha el metano generado en el relleno
sanitario localizado en el Complejo Sanitario Norte III para
producir energía eléctrica. Las Centrales San Miguel y San
Martín alcanzan una capacidad instalada de 18,8 megawatts
(MW) equivalente al consumo de aproximadamente
28.000 habitantes, mediante conexión directa a la red de
Edenor. Las obras iniciadas en 2010 demandaron una
inversión de varios cientos de miles de pesos asignados por
licitación pública de ENARSA, de la que resultó beneficiaria Enerco2, la empresa del Grupo Roggio dedicada a la
producción energética de fuentes renovables. Ecoayres y
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Carenzo, p.48.
Central Buen Ayre, las empresas que gestionan el
complejo, participan incluso en el selecto grupo que opera
en el mercado de bonos de carbono, una reverdecida fuente
de lucro en un mercado por demás intangible. Pero este es
otro tema. 8 Las plantas son “el tema”, o vienen siendo
instaladas como tales, en un amplio rango de medios y
soportes discursivos, cuyo común denominador está dado
por la relevancia otorgada a cifras y terminología técnica.
Categorías como termovalorización, megawatts, reactores
limitadores, manifolds, borneras de contraste, pueblan las
líneas de crónicas y artículos. Una nota reciente dirigida al
público general desde el sitio web de CEAMSE, describe en
referencia a la planta: “A continuación del sistema Kelburn se ha
instalado un filtro BGAK (biogás AutoKleen) de PpTek.”. El
empleo saturado de un argot especializado hipertécnico, no
resulta una apuesta ingenua, sino que hace a la construcción
de una estética particular que dota de cientificidad y
complejidad a la gestión de residuos. Así como estas piezas
periodísticas informan, también definen y segregan un
campo de prácticas, un conjunto de actores legitimados
para actuar en él. La gestión de los residuos se presenta
como una cuestión técnica, como si pudiéramos espejar la
situación los países centrales que cierta literatura fija como
estandarte. 9 Aquí la discusión es otra. Además de hombres
de gobierno y ambientalistas, tenemos “cartoneros” que se
ganaron la posibilidad (aún disputada) de participar en la
discusión pública sobre la gestión de residuos a fuerza de
trabajo y lucha. Por lejos son quienes más han contribuido a
mitigar la bomba de tiempo que constituye un sistema de
rellenos sobresaturado. Incluso, al recuperar cientos de
miles de toneladas de materiales para su reutilización y
reciclado, aportaron a la drástica reducción de emisiones de
gases de efecto invernadero. Sin embargo, ninguno de ellos
cobra bonos de carbonos por esta labor de efectos
planetarios. Y eso que también gestionan plantas.
En José León Suarez existe reloaded. A escasa distancia
de las centrales térmicas y dentro del mismo Complejo
Norte III se levantan las denominadas “plantas de
separación y clasificación de residuos”. Agrupadas en el
“Reciparque” de la CEAMSE, se trata de doce galpones que
alojan cientos de trabajadores que operan una rudimentaria
maquinaria para la clasificación y acondicionamiento de los
residuos provenientes de la recolección domiciliaria. Del
total, ocho son sociales, es decir gestionadas por organizaciones de base, y cuatro, por empresas privadas. La
población que trabaja en ellas es la misma: habitantes de las
barriadas populares que se fueron instalando a fuerza de
ocupaciones de tierras en los bajos inundables que rodean al
complejo del CEAMSE, incluso sobre antiguos vertederos a
cielo abierto. 10 Al igual que cartoneros y quemeros 11 alimentan
cotidianamente el circuito comercial e industrial del
reciclado dispensando energía metabólica. Jalonado en turnos
de ocho horas, cada operario/a flaquea los laterales de una
cinta transportadora elevada a unos tres metros del suelo.
Su misión es recuperar una o dos clases de materiales
reciclables entre la basura mezclada que se desparrama
sobre la cinta. Aquella materia que no es recuperada (restos
de poda y alimentos, pañales y apósitos, animales muertos,
etcétera) cae desde la cinta a un contenedor para ser
finalmente enterrada. Aun en estas condiciones,
conviviendo con la materia en descomposición, el trabajo
en las plantas va modelando un expertice clasificador que
dota de habilidades para distinguir, por ejemplo, entre los
diecisiete tipos de plásticos empleados en la fabricación de
artículos de consumo masivo. Un oficio emergente que de a
poco va afianzando su lugar entre categorías laborales de
raigambre más profunda como el servicio doméstico y la
albañilería. Esta “cultura material en acto” 12 requiere
(in)corporar disposiciones sensomotrices que afinen los
sentidos, requisito sine qua non para reconocer y clasificar
materiales; pero también otras que inhiban o atenúen el
registro sensorial, permitiendo sobrellevar largas horas en
contacto directo con restos en descomposición. La materia
manipulada pierde condición de exterioridad para incorporarse en las personas, delineando gestos, cuerpos,
movimientos y subjetividades. El olor y la mugre resultan
inherentes a la clasificación como tecnología encarnada.
En José León Suarez all together. En idéntico territorio
conviven tres experiencias que vinculan residuos y energía.
Me corrijo. En realidad son tres modelos para pensar y hacer
en torno a esta relación. El primero se funda en una
concepción que a todas luces se revela insostenible: aquella
que genera dinero de la dilapidación de recursos reciclables, sostenida en una desresponsabilización colectiva
respecto de la genealogía del sistema en su conjunto. En
contraste, las dos restantes proponen desplazamientos
troncales a esta perspectiva. Reaprovechar fuentes de
energías, reciclar materiales, en suma: retroalimentar
pensamiento y acción para abrir brechas en el sentido
común y para dejar en claro que el cambio urgente es una
responsabilidad colectiva. Esto es un hecho. Las plantas
térmicas y las plantas sociales lo son. Sólo que, en rigor de
verdad, las últimas resultan la imagen especular invertida
de las primeras.
“Única en su tipo en el país y una de las tres mayores en
Sudamérica”, rezaba la nota en una revista de negocios ecofriendly 13. La hipervisibilización de las plantas térmicas,
destacando su parafernalia técnico-instrumental, los millones invertidos, los desafíos ingenieriles superados,
reactualizan su ascendente totémico en el imaginario de una
sociedad que –como bien apunta Christian Ferrer–
reconoce un particular goce en el “snobismo tecnológico”
que garantiza la “modernidad a toda costa” 14. Sin embargo,
el crudo reverso de estos brillos se revela en las plantas
vecinas, precarizadamente sociales, tecnológicamente vetustas, que remiten vergonzosamente a un taylorismo primitivo para organizar la clasificación de residuos. Hecho
presentado como un logro de las políticas públicas de
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Carenzo, p.49.
formalización de cartoneros/as y quemeros/as. Eso sí, en
este caso no hay discurso mediático, ni fotos, ni argot
técnico, ni cifras millonarias, ni proyecciones a futuro, y
menos una mínima referencia a su enorme (y cotidiana)
contribución socio-ambiental.
Lejos del charme de las grandes obras de infraestructura
y su estética modernizadora, las plantas sociales navegan
cansinas como barcazas oxidadas de otra época, pese a su
botadura reciente. En ellas no se genera, se quema energía.
Más precisamente cientos de personas organizadas en
turnos consumen su energía vital en hacer el trabajo que
podríamos realizar en casa (separación en origen) y que el
Estado debería garantizar como servicio público esencial
(recolección diferenciada) reconociendo de este modo
(económicamente también) la contribución ya histórica del
trabajo cartonero. Esto es, no solo disminuir el volumen de
residuos enterrados indolentemente, sino principalmente
desfetichizar la gestión de los residuos en la metrópoli.
Ponerle cara, cuerpo y nombre a la enorme cantidad de
trabajo humano requerida para que la materia descartada se
degrade, se recicle, se transforme.
Lo siento.
Papá Noel no existe y la bolsa de basura no desaparece
al tirarla en el contenedor de la esquina.
1
Douglas, Mary. Pureza y peligro: un análisis de los conceptos de
contaminación y tabú. Madrid, Alianza, 1973.
2
Luego cambió a su nominación actual: Coordinadora Ecológica
del Área Metropolitana.
3
Schamber, Pablo - Suárez, Francisco. Recicloscopio: Miradas sobre
recuperadores urbanos de residuos en América Latina. Buenos Aires,
Prometeo, 2007.
4
La contaminación de aire y agua (por filtración de lixiviados) en
barrios circundantes dio lugar a denuncias penales y movimientos
de protesta que llegaron a forzar el cierre definitivo de algunos de
estos sitios.
5
Appadurai, Arjun. La vida social de las cosas: Perspectiva cultural de
las mercancías. México, Grijalbo, 1991.
6
Miller, Daniel. Material culture and mass consumption. Oxford,
Basil Blackwell, 1987.
7
Cerdá, Emilio. Energía obtenida a partir de biomasa. Cuadernos
Económicos del ICE, Nro. 83, 2012.
8
Las reducciones de emisiones de Gases de Efecto Invernadero se
miden en toneladas de CO2 equivalente, y se traducen en
Certificados de Emisiones Reducidas (CER). Un CER equivale a
una tonelada de CO2 que se deja de emitir a la atmósfera y puede
ser vendido en el mercado de carbono a países Anexo I
(industrializados, según protocolo de Kioto). Los tipos de
proyecto que pueden aplicar a una certificación son, por ejemplo,
generación de energía renovable, mejoramiento de eficiencia
energética de procesos, reforestación y limpieza de lagos y ríos.
9
Incluso este mismo sesgo puede identificarse en la recuperación
vernácula de perspectivas críticas elaboradas en el hemisferio
norte. Una notable excepción está dada por el trabajo de Gisela
Heffes que además de proponer una lectura situada de la
perspectiva “ecocrítica”, elabora una nueva episteme recurriendo
a representaciones visuales, textuales y artísticas
latinoamericanas. Ver, de esta autora: Políticas de la destrucción /
Poéticas de la preservación. Apuntes para una lectura (eco)crítica del
medio ambiente en América Latina. Serie Ensayos críticos. Buenos
Aires, Beatriz Viterbo, 2013.
10
Cross, Cecilia. “Vulnerabilidad social e inempleabilidad:
Reflexiones a partir del estudio de un programa de reciclado de
residuos sólidos urbanos” en: Trabajo y Sociedad, Nro. 21, 2013.
11
Las personas que ingresan al relleno para abastecerse de
materiales se denominan quemeros/as dado que antiguamente los
residuos se incineraban en lo que se denominaba la quema.
12
Julien, Marie-Pierre; Rosellin, Céline; Warnier, Jean-Pierre.
“Pour une anthropologie du matériel” en: Julien, Marie-Pierre;
Rosellin, Céline. Le sujet contre les objets... tout contre: Ethnographies
de cultures matérielles. París, C.T.H.S, 2009.
13
Revista Futuro Sustentable. Año 8, Nro. 48, 2012.
14
Ferrer, Christian. Mal de Ojo: El Drama de la Mirada. Buenos
Aires, Colihue, 2005.
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Carenzo, p.50.
La Prensa en los tiempos revolucionarios
Tres fuentes de energía en los orígenes
de las naciones latinoamericanas
Las letras, lo nuevo y las ideas son tres vectores a través de los cuales los letrados-periodistas canalizaron la fuerza
del entusiasmo en el momento del nacimiento de las naciones latinoamericanas. El uso de la palabra se aleja de los
postulados de la Razón y se acerca más al “arte de inflamar” para movilizar transformaciones políticas y culturales
en la estela de la Ilustración y del Romanticismo. Se consolida así una forma de coacción retórica propiamente
moderna que marca el tono de la prensa hispanoamericana de las primeras décadas del siglo XIX.
Víctor GoldgeL
1
. Las letras
* Víctor Goldgel Carballo es
licenciado en Letras por la Universidad
de Buenos Aires y doctor en Literaturas
Hispánicas por la Universidad de
California-Berkeley. Es autor de Cuando
lo nuevo conquistó América (2013), ganador
del Premio Iberoamericano 2014 al
mejor libro sobre Latinoamérica en el
área de las Ciencias Sociales y
Humanidades otorgado por la Latin
American Studies Association. Ha sido
becario del Social Science Research
Council y de la Biblioteca del Congreso
de los EE.UU. Se desempeña como
investigador y docente en la Universidad
de Wisconsin-Madison. Lo que sigue es
una adaptación de diferentes fragmentos
de Cuando lo nuevo conquistó América.
Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2013.
Energizar a sus lectores, o por lo menos evitar que se
duerman: he ahí uno de los grandes sueños del escritor. En
la Argentina tanto como en otras regiones del continente,
este deseo es ya del todo visible hacia comienzos del siglo
XIX. Los escritores ilustrados, primero, y los románticos
un poco más tarde, se hacen en ese sentido una misma
pregunta: ¿De qué manera pueden las letras entusiasmar al
público, despertar su deseo de ver el mundo con nuevos
ojos, de transformarlo? En 1802, por ejemplo, Juan
Hipólito Vieytes enfatizaba su voluntad de “inflamar” los
corazones de los lectores a través de la publicación de su
Semanario de Agricultura, Industria y Comercio. “¡Triste
situación que mantendrá a nuestra América en la infancia
por un tiempo ilimitado”, exclama, al observar la apatía
reinante en la campaña, “si de común acuerdo no
ocurrimos a inflamar el corazón del labrador haciéndole
recordar del letargo en que le ha sepultado su inacción!” 1
La “infancia” y el “letargo” en que vegeta la población rural
americana, sostiene Vieytes, son signos de su exterioridad
con respecto a la historia. Por eso “recordar” significa aquí
“despertar”, entrar en el devenir histórico; despertar de la
pesadilla de la tradición y el prejuicio. E “inflamar el
corazón del labrador” es la única forma de conseguirlo. Las
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Goldgel, p.51.
letras ocupan así una posición paradójica: son, a la vez, algo
hacia lo cual los campesinos se muestran absolutamente
indiferentes y aquello que va a poner fin a esa indiferencia;
constituyen, al mismo tiempo, la “cocaína moral” de la que
hablará a fin de siglo Dom Casmurro en la novela
homónima de Machado de Assis y algo que puede hacer
“bostezar”, como temen Esteban Echeverría y Juan María
Gutiérrez al publicar tres décadas más tarde su periódico El
Recopilador. La paradoja sólo se resuelve si agregamos a la
ecuación una dimensión pasional o afectiva: así como para
ver es necesario querer ver, despertar exige tener el ánimo
para hacerlo.
La escritura, en ese sentido, debía no sólo confiarse a la
todopoderosa Razón, sino también apuntar a las pasiones.
Lo peor que puede suceder en los campos argentinos,
señala Vieytes, es que los lectores se queden “en una fría
expectación”. La “revolución” en las formas de vida de la
campaña, les aclara, “no conocerá a otro autor que a
vuestro celo y a vuestro amor patriótico”. De esta manera,
los periodistas de la Ilustración sientan las bases de una
retórica del entusiasmo que marcará el tono de gran parte
de la prensa hispanoamericana, durante décadas saturada de
invocaciones, signos de exclamación y gritos de guerra. La
fuerza divina que, según los griegos, arrobaba a las sibilas
mientras daban sus oráculos (la palabra ενθουσιασμός /
enthousiasmós, implica que se tiene un dios adentro: “en” +
“theós”), y que desde Sócrates hasta los románticos se
asociaría al genio y la inspiración del artista, exaltó también
las mentes de los periodistas.
Si en el mundo protestante el entusiasmo había sido
durante el siglo XVIII sinónimo de fanatismo religioso, en
los periódicos hispanoamericanos, en cambio, el concepto
se asociaba al patriotismo. En cuanto fenómeno pasional o
afectivo, el entusiasmo excedía los límites de la razón, por
lo que se lo consideraba tan necesario como peligroso: si
bien tenía el poder de transportar (un verbo vinculado a las
teorías de las emociones del siglo XVIII), también podía
perder al sujeto. Como señala en Buenos Aires El
Recopilador: “Sin el entusiasmo, es verdad, existirían pocas
cosas grandes, mas entregado a sí mismo él arrastra hacia
un mundo de ilusiones y fantasmas”. 2 Los doctores Manuel
Hurtado de Mendoza y Celedonio Martínez Caballero, de
hecho, lo definen en 1821 como “vida aumentada del
cerebro”, esto es, como una “patología moral” muy
semejante a la manía. Y, aunque admiten que procede de
un “principio noble” (la admiración por lo bello, la virtud,
la religión, etc.) y que, por lo tanto, las “almas baxas y
comunes” son incapaces de sentirlo, enumeran también los
mejores métodos para curar los casos extremos (viajes,
baños, bebidas temperantes y, sobre todo, sangrías: “Los
entusiastas, sangrados abundantemente […] han dejado de
entusiasmarse”). 3
2. Lo nuevo
Ahora bien, ¿a qué debían los periódicos y las letras su
capacidad de estímulo? Uno de los principales componentes
activos de esa “cocaína moral”, me gustaría sugerir, era lo
nuevo. El poder de la literatura para “inflamar el corazón” y
así hacer “conocer y discernir”, en efecto, estaba en
consonancia directa con el ascenso de lo nuevo en el
sistema axiológico de la época. Ya presentes en los textos
de la Ilustración, las reflexiones acerca de la cualidad
estimulante de las letras, de su capacidad de entusiasmar (o
coaccionar) y hacer ver el mundo con nuevos ojos, se
extienden, de hecho, hasta muy entrado el siglo. En la
década de 1870, por ejemplo, Juan María Gutiérrez elogia
las ideas estéticas de su compañero de juventud, Esteban
Echeverría, indicando que los ensayos literarios de este “no
son la exposición únicamente de una nueva estética. […]
son, en realidad, el desarrollo de uno de los medios con
que el autor se proponía producir un sacudimiento y una
transformación en el pueblo aletargado por la tiranía”. 4 El
“letargo” del que habla Gutiérrez ya no es el de los “siglos
de oscuridad” previos a la era de las Luces sino el impuesto
por la represión política de Juan Manuel de Rosas, pero las
imágenes de las que se vale para referirse a él son parte de
esa tradición retórica copiosamente desplegada por los
periódicos de la Ilustración. La “nueva estética” de
Echeverría, la del romanticismo, era en sí misma un
producto de la tradición letrada del estímulo al lector. Y el
carácter estimulante de las letras derivaba, precisamente,
de su novedad, esto es, de su vínculo privilegiado con el
presente y de su capacidad de romper con el “letargo”.
En ese sentido, los periódicos ilustrados están en el
origen de una forma de coacción retórica propiamente
moderna, sustentada en un sistema de valores en el que lo
nuevo ocupa una posición de privilegio. Escribe Vieytes:
“Ya por fin se ha conocido que la agricultura es la primera,
la más noble y la más indispensable ocupación del hombre”.
“Ya es llegado el tiempo”, insiste pocas líneas más abajo. 5 A
la pregunta subyacente de por qué deberían aceptarse las
nuevas ideas, el letrado de la Ilustración responde apelando
a su utilidad, pero también responde “por fin”. Se insinúa
así un desplazamiento que habrá de cobrar más y más peso
con el correr del siglo, según el cual el porqué empieza a
buscar su respuesta en el por-venir, que a su vez se
fundamenta como negación del pre-juicio.
Esta temporalización del valor, indispensable para hacer
ver el mundo con nuevos ojos, para lograr que lo nuevo
fuese apreciado, tendría no pocas consecuencias. Para ir del
tiempo del prejuicio al presente de la Razón fue preciso
poner en funcionamiento un protocolo de legitimación (el
discurso del progreso, podríamos llamarlo) que
fundamenta el valor en el paso del tiempo y que concibe la
novedad como mejora. Lo que hoy parece natural, señala
Vieytes, fue primero combatido “por todo el peso de la
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Goldgel, p.52.
ciega costumbre”. 6 Y al admitir que las ideas novedosas
están destinadas a ser vistas en el futuro como naturales,
primero, y luego como prejuicio –en otras palabras, al
aceptar que la razón y la verdad habitan en el porvenir–, el
discurso ilustrado prepara el terreno para una novedad
capaz de justificarse a sí misma, y a partir de la cual el
moderno “por fin” adquiere esa inagotable validez que lo
caracteriza hasta nuestros días.
3. Las ideas
Una vez iniciados los procesos independentistas, la
preocupación por inflamar el corazón del pueblo empezó a
estar muy vinculada con la discusión política, lo cual le dio
un cariz nuevo a la voluntad de los periódicos de inscribirse
en la tradición ilustrada y de estimular las mentes del
pueblo. En Buenos Aires, el Mártir o Libre afirma en 1812
que la peor “peste” que puede apoderarse de una sociedad
es la indiferencia por el bien público. En este sentido, el
estímulo social al que el periódico busca contribuir se
asemeja a una terapia de shock: “un repentino
estremecimiento”. 7 El mismo año, La Aurora de Chile
publica “Del entusiasmo revolucionario”, un artículo en el
que se lo define como “un fuego, que no sé si es el amor
sublime de la patria, el odio exaltado de la tiranía o el deseo heroico de gloria”. 8 Ya desde sus títulos los periódicos
de las primeras décadas del siglo se presentan como desengañadores, auroras, despertadores y gritos. Quizá valga
la pena recordar, además, que en esos años la prensa
periódica era muchas veces leída en un novedoso espacio de
sociabilidad y de estimulación pública, a su vez organizado
en torno a la ingesta de un estimulante: el café.
Este entusiasmo por lo público y por las formas que la
política hispanoamericana había empezado a adquirir a
partir de 1808 parecía ser, en efecto, revolucionario. Pero
¿fue la revolución un producto del entusiasmo por las
“nuevas ideas”? De ningún modo, señalan una y otra vez los
historiadores; que la Ilustración haya sido la causa de las
independencias hispanoamericanas no es más que un mito.
Innumerables autores han reiterado este tipo de
perspectiva: las nuevas ideas habían circulado por el
territorio americano sin que a nadie se le ocurriera
identificarlas con puntos de vista radicales (Halperín
Donghi); la difusión masiva de las nuevas ideas no fue la
causa de la crisis del orden colonial sino una de sus
consecuencias (Fradkin y Garavaglia); fue la ruptura con
España lo que hizo posible que las ideas adquirieran un
sentido nuevo. 9 Pero la tradición de refutar el carácter
intrínsecamente revolucionario de las nuevas ideas no se
explica sólo por la necesidad de someter la buena voluntad
intelectual (“las ideas no se matan”) a alguna clase de
contrastación empírica, ni por la prevalencia de una
perspectiva teleológica que nos lleva a ver en el pasado sólo
la anticipación de lo que ocurrió después. Si seguimos
sintiendo que, pese a todo, las ideas tienen su propia fuerza
(“Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras”,
secunda Martí a Sarmiento), es porque reconocemos la
existencia de una serie de problemas que persisten, que
incluyen tanto el de nuestra concepción plural, dinámica e
históricamente fluctuante de lo que es una “idea” –de su
existencia social, de su capacidad de convencer o estimular,
de su peso político–, como el de esa lógica del entusiasmo
y la “inflamación”, ya evidente en los periódicos ilustrados,
cuya importancia no puede ser desestimada por el simple
hecho de que no sepamos cómo analizarla.
Lo cierto es que, hacia comienzos del siglo XIX, los
hispanoamericanos empezaron a concederles a las ideas una
capacidad de transformación social de la que antes habían
carecido y que el entusiasmo que las rodeaba tuvo, a partir
de entonces, fuertes implicaciones políticas. Hasta ese
momento, se limitaban a reflejar la realidad y contribuir a
un conocimiento más acabado del mundo; lo que no
hacían, lo que nadie pensaba que pudieran hacer, era
producir revoluciones políticas o sociales. En el mundo
hispánico, las nuevas ideas se volvieron revolucionarias a
partir de la crisis de soberanía provocada por Napoleón y
de los consiguientes procesos revolucionarios. Esto no
significa, insistamos, que antes de las revoluciones las ideas
carecieran de capacidad de estímulo, sino que sus efectos
estimulantes no parecían afectar demasiado la esfera la
política. Tras el inicio del ciclo revolucionario, en cambio,
se levanta un verdadero tsunami de lamentaciones, con el
cual los hispanoamericanos se suman a una tradición vuelta
célebre por la Revolución francesa. Las nuevas ideas se
habían vuelto peligrosas al escapar de la mente de los
filósofos y demostrar que podían tener consecuencias
prácticas.
No es de extrañar que el “espíritu novador” que se
asocia con las revoluciones fuese atacado con especial
dureza por el bando español. En 1815, después de que
Chile se viese reconquistado, el obispo de Santiago se
refería a la época revolucionaria no ya en términos de
entusiasmo sino de “ese frenesí rabioso por salirse de la
esfera de la Ley”, de ese “empeño de la subversión, del
transtorno [sic] y ruina de la Religión y del Estado” y, en
suma, de esa “sacrílega manía del espíritu novador”. 10
Algunos meses antes, la Gazeta había vinculado los
trastornos políticos con el gusto por lo nuevo, al acusar a
los argentinos del incendio revolucionario que se extendió
en Chile con líneas a su vez devastadas por las erratas: “O!
Argentinos altivos, e insconstantes! Oh! espíritus hijos de
un clima todo fuego, todo llamas! Vosotros os señoriasteis
del candoroso […] Chile, y le persuadisteis cuantas
falsedades y quimeras inventó vuestro genio sagaz, y
naturalmente novedoso. Oh!” 11 Las críticas a la desestabilización política causada por la prensa adquirieron
tanta presencia que en 1828 un periodista de Buenos Aires
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Goldgel, p.53.
podía afirmar que, sin duda, “Caín leía periódicos en el
paraíso terrenal”. 12
Desde este punto de vista, la hermandad entre palabra
impresa y razón postulada por teóricos como Benedict
Anderson y Jürgen Habermas en relación con la prensa
queda bastante cuestionada, así como también el
estereotipo del letrado como guardián y administrador del
orden de los signos. En la lucha entre civilización y
barbarie, los letrados-periodistas de la época no siempre
estaban del lado de la primera. Recordemos el epíteto que
Juan B. Alberdi le endilga a ese supuesto paladín de la
civilización que fue Sarmiento: “gaucho malo” de la prensa.
Como parte de la misma polémica con Sarmiento, Alberdi
denuncia el uso del “calor” y el “arte de inflamar” por parte
de los periodistas, a quienes llega a comparar con “esos
seductores que hacen madres a las niñas honestas”, y se
distingue de ellos de manera tajante: “No trafico yo con el
calor, es cierto; no vendo entusiasmo”. 13
1
Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, “Prospecto”, 1802,
p. V.
2
El Recopilador, nº 14, 1836, p. 106.
3
Hurtado de Mendoza y Antonio, Manuel y Celedonio Martínez
Caballero. Suplemento al diccionario de medicina y cirugía del profesor
D. Antonio Ballano. Vol. 2. Madrid: Viuda de Barco López, 1821,
pp. 26-27.
4
Echeverría, Esteban. Prosa literaria. Comp. y prólogo de
Roberto F. Giusti. Buenos Aires, Estrada, 1955, p. 130.
5
Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, “Prospecto”, 1802,
p. III.
6
Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, nº 4, 13/10/02, p.
28.
7
Mártir o Libre, nº 8, 18/5/12, p. 63.
8
La Aurora de Chile, nº 31, 10/9/12, p. 2.
9
Halperín Donghi, Tulio. Historia contemporánea de América Latina.
Madrid, Alianza, 1980 [1969], p. 77; Fradkin, Raúl - Garavaglia,
Juan Carlos. La Argentina colonial. El Rio de la Plata entre los siglos
XVI y XIX. Buenos Aires, Siglo XXI, 2009, pág. 198; Palti, Elías
J. El tiempo de la política. El siglo XIX reconsiderado. Buenos Aires,
Siglo XXI, 2007, p. 43.
10
Gazeta del Gobierno de Chile, 16/2/15, p. 153.
11
Ibid., 24/11/14, p. 18.
12
El Diablo Rosado, nº 2, 14/4/28, p. 3.
13
Alberdi, Juan B. – Sarmiento, Domingo Faustino. Las ciento y
una. Cartas quillotanas. Buenos Aires, Losada, 2005, pp. 97 y 177178.
El Núcleo de Estudios sobre Memoria del IDES se complace en anunciar la publicación del primer número de
Clepsidra. Revista Interdisciplinaria de Estudios sobre Memoria, con un dossier temático titulado “Testimonio:
debates y desafíos desde América Latina” y una conferencia de Maco Somigliana sobre el trabajo del Equipo
Argentino de Antropología Forense. La revista es una iniciativa de los/as investigadores/as que integran el
Núcleo de Estudios sobre Memoria y, desde 2013, han conformado la Red Interdisciplinaria de Estudios sobre
Memoria Social (RIEMS). Directora: Claudia Feld. Secretario de redacción: Santiago Garaño. Coordinadoras del
dossier: Alejandra Oberti y Claudia Bacci.
CLEPSIDRA. LA REVISTA DEL NÚCLEO DE ESTUDIOS SOBRE MEMORIA.
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BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Goldgel, p.54.
Testimonio
De la selva al reactor:
Una vida ecológica y atómica
Oscar Ángel Beuter
T
* Oscar Ángel Beuter es ingeniero
electromecánico. Gerente a cargo de la
Gerencia Coordinación Proyectos, Comisión
Nacional de Energía Atómica-NASA.
rabajo desde hace cuarenta años en la Comisión Nacional de Energía
Atómica. Entré a los veintidós a esta institución que fue hospitalaria
para un estudiante de Ingeniería provinciano y pobre, solo en la
Capital. Puedo decir que me formé tanto en la CNEA como en la Universidad
de Buenos Aires, donde cursaba la carrera pese a la dificultad de hacerlo
paralelamente a una jornada completa de trabajo.
Integrar la Comisión de Energía Atómica fue, más que un sueño logrado,
una gran sorpresa. De chico, mientras planeaba el futuro en el largo viaje a
caballo que me llevaba desde la chacra a la escuela del pueblo (Cerro Azul, en
Misiones, que apenas tenía unos doscientos habitantes por entonces), pensaba
en ser algún día ingeniero. Quizá porque me encantaba construir todo: desde
máquinas y camiones de juguete hasta casitas donde pudieran vivir seres de
escaso tamaño como mis primas y yo. Pero jamás se me pasó por la cabeza que
iba a terminar diseñando una instalación atómica completa.
Ya se sabe que Buenos Aires es el París de los provincianos. Por lo menos
para mí estaba tan lejos como París. Nacido en 1952, en una colonia rural de
alemanes y polacos literalmente perdida en la selva, sin luz eléctrica y con
casas que recordaban a las de la familia Ingalls, una ciudad semejante –de la
que tanto se hablaba– tenía el aura de los lugares fabulosos. Ni siquiera sabía
que allí se había fundado en la década anterior, un organismo destinado al
fomento de la energía nuclear en la Argentina. Menos aún podía imaginar que
con los años me tocaría ocupar en ese organismo cargos directivos y tomar
decisiones.
Mis tareas iniciales fueron como técnico mecánico (me había recibido en la
Escuela Técnica de Posadas). Dibujando a mano en el tablero y bajo la guía de
profesionales experimentados, me inicié en el diseño de lo que se llama
“componentes menores” para el manejo de material nuclear, que necesita de
una tecnología especial, sobre todo remota, ya que el contacto directo no es
posible debido a la radiación o contaminación. Tiempo después de terminar la
carrera, dirigí grupos de CNEA que se dedicaban al mantenimiento de la
central nuclear de Atucha I. Una tarea fascinante, porque se trataba de
intervenir el corazón mismo de una planta de tanto poder energético,
actualizando y reemplazando componentes del núcleo del reactor.
Mi familia y amigos se preocupaban bastante con mi obsesión por este
trabajo que juzgaban peligroso, no sin motivos, porque requiere muchísima
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Beuter, p.55.
precisión y cuidado. Pero las medidas
de seguridad locales e internacionales
para proteger a las personas y al medio
ambiente, también son obsesivas y
rigurosas. Lo cual no quita que nos sintiéramos como una especie de “grupo
comando” de la energía atómica, o,
según mi mujer, como unos Indiana
Jones que en vez de pirámides malditas
exploraban reactores. Era parte del
encanto de hacerlo, a la edad y con el
estado de salud en que todavía se
pueden afrontar estos desafíos: se
requiere un exigente “apto psicofísico”
para ser participante de estos grupos.
La pregunta de cajón que siempre
nos hacen a los “atómicos”, pasa por los
riesgos que la utilización de esta energía
puede representar para la sociedad. En
principio, no son mayores que los de
otras industrias. Pensemos también que
se emplea para todo tipo de aplicaciones benéficas: la medicina nuclear
(las radiografías, la tomografía axial
computarizada –TAC–, la tomo-grafía
por emisión de positrones –PET–o la
resonancia magnética nuclear –RNM–,
etc.). Se recurre a ella en la industria
para irradiar alimentos (la llamada “pasteurización fría”) o para hacer, entre
otras cosas, estudios de estructuras, de
soldaduras; también para el monitoreo
ambiental, analizando suelos, agua y
aire.
Como fuente de energía eléctrica, la
atómica proporciona una potencia
enorme instalada en un espacio muy
limitado y con una cantidad de combustible de pocas toneladas, comparada
con la generación por quemado de
combustibles convencionales (carbón o
petróleo). No daña, como éstos, la capa
de ozono ni genera monóxido de
carbono. En cuanto a la seguridad, está
cada día más atendida y supervisada, mediante la interacción de todos los
países asociados en la IAEA (Agencia Internacional de Energía Atómica, en
castellano). La probabilidad de accidentes es sumamente baja, aunque a veces
la realidad desbarata todos los cálculos, como en el caso del increíble tsunami
que atacó las centrales japonesas hace poco tiempo. Hoy este accidente ya no
podría ocurrir porque –luego de la trágica experiencia– se reforzó en la base
de diseño la posibilidad de que lo casi imposible llegue a suceder.
Los residuos que se generan en la actividad nuclear se controlan
estrictamente, con la contención y la aislación mediante por lo menos dos
barreras físicas y sucesivos niveles de guardias especializados; se depositan,
luego de cuidadosos estudios, en lugares donde no pueden ser alcanzados por
catástrofes naturales o provocadas por el hombre. Tienen además una
característica importante: muy bajo volumen, comparados con cualquier otra
generación de desperdicios, lo que los hace manejables.
Dediqué mi vida a esta actividad con la satisfacción de poder afirmar que
todo cuanto se hace, por las precauciones, protocolos y alta capacitación de los
expertos que se ocupan del tema, no interfiere con la preservación del medio
ambiente. Estoy absolutamente convencido de que la energía nuclear es un
aporte fundamental para el desarrollo, una herramienta clave a la que no
debemos negarnos, so pretexto de que pueda causar graves problemas por
usos irresponsables. Con ese criterio, la curiosidad intelectual y creativa
humana se hubiese detenido en la Edad de Piedra, paralizada por el terror. La
responsabilidad es el punto clave, y no se escatiman, doy fe, los esfuerzos para
cumplirlo a rajatabla.
Como hijo de chacareros modestos, fui testigo del empeño denodado de
mis padres, tíos y vecinos, para que cultivos y animales de granja saliesen
adelante en un medio de selva tropical donde la naturaleza era mucho más
poderosa que los seres humanos, al menos en la época de mi infancia, con los
medios de que se disponía. Lejos de la imagen idealizada que la gente de
ciudad suele tener del campo como un paraíso pasivo y sin estrés, puedo decir
que había una lucha sin cuartel para adaptar y moldear la naturaleza a los fines
de nuestra supervivencia.
Hoy, como profesional, vivo en esa “segunda naturaleza” que es la ciudad,
donde cultivo energía mediante la transformación de átomos, a partir de una
alta tecnología, y con los mismos objetivos: para que podamos prosperar en
ella.
En los dos casos, se trata de perseverancia, protección y habilidad de
manejo. Ningún chacarero dañaría conscientemente el medio que le da su
sustento y su hábitat. Lo mismo pasa con los que trabajamos para que mejore
la calidad de vida dentro de las ciudades. He ahí la cuestión: cómo se hace para
convertir a la naturaleza en nuestra aliada, cómo se logra dominar la energía
utilizándola para el bienestar y el crecimiento.
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] Beuter, p.56.
La Burbuja de Bertold. Diego Agrimbau - Gabriel Ippóliti
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] En foco, p.57.
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] En foco, p.58.
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] En foco, p.59.
BOCA DE SAPO |16. Era digital, año XV, abril 2014. [ENERGÍA] En foco, p.60.
BOCA
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ARTE, LITERATURA Y PENSAMIENTO
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16 ARTE, LITERATURA Y PENSAMIENTO
ISSN 1514-8351

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