El humo de la pipa del inspector: divagaciones sobre una experiência
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El humo de la pipa del inspector: divagaciones sobre una experiência
El humo de la pipa del inspector: divagaciones sobre una experiência 12/2007 José Roberto Tavares de Paiva (con la colaboración de Ioná Ponce) ABACC, Brasil La imagen del humo de una pipa me transporta a un estado contemplativo en el que el pasado y el presente se mezclan, transformándose casi en una acción adivinatoria en la que se puede visualizar un futuro. A primera vista, esto no parece relacionarse en lo más mínimo con las salvaguardias nucleares, aunque debo decir que, a través de esta imagen, aparecen momentos de mi historia como inspector y de lo que aconteció a lo largo de mi vida para que yo llegase hasta aquí. Momentos que ya no logro enumerar, sino apenas reflotarlos … Un día más. Finalmente, se terminó la inspección; yo estaba cansado; había salido después de las 19:30hs. La inspección se inició a las ocho horas; carga los equipos, siéntate, levántate, monta el multicanal, mide, trae el patrón para calibrar la balanza, auditoría de registros, ufa… Hay veces en las que la vida del inspector es muy agotadora. Ya me he quedado de lunes a sábado, de 8 a 20 hs., durante tres semanas, en una sola inspección. Sin embargo, puedo afirmar que no hay reclamación por parte del inspector por esa causa. De dónde proceden nuestra fuerza y nuestra comprensión? Y todo tan planificado, las tareas muy complejas, milimétricamente bien dirigidas, además de toda la rutina de la inspección…. Pero, qué rutina? Qué estoy diciendo? Es aquí donde están el encanto y la atracción en la función del inspector: no existe un día igual a otro; cada inspección, pese a que las actividades ya sean muy conocidas, está marcada por días bien diferentes. Y, en general, cada día en un lugar diferente, en una instalación distinta. El trabajo de un inspector de salvaguardias nucleares no es solamente complejo: es una sucesión de actividades especializadas que se rigen por normas internacionales resultantes de acuerdos entre países e instituciones. Un inspector no realiza verificaciones en una instalación sólo porque es necesario realizar un control. Exactamente por detrás de la palabra control, se encuentra una historia marcada por el esfuerzo de diversas naciones por evitar la proliferación de armas nucleares y su uso en guerras y en actividades terroristas. El tiempo que un inspector dedica para verificar una instalación nuclear es valioso y lleva implícito un carácter tanto técnico como político. Pasa de nuevo por mi mente la imagen del humo. Vuelvo a mis orígenes. Hijo de un migrante de la región seca del noroeste brasileño, pasé mi infancia en la calle Fallet de Catumbi, Río de Janeiro. Calle y barrios tranquilos en aquella época. Hoy, la calle Fallet abriga favelas de donde salen bandidos que, frecuentemente, provocan el cierre de la Escuela Municipal Estados Unidos, donde estudié. Me salvé y hoy no vuelvo a ese lugar. Ya en mi adolescencia, mi padre, recibido de contador, comenzó a trabajar en el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) y nos fuimos a vivir a Rio Comprido, un lugar tranquilo, con nuestra casa recostada contra la parte baja del bosque de Tijuca, cerca de la residencia del arzobispo de Rio de Janeiro. La favela de Turano ocupó el bosque y, con él, parte de mis raíces. Al sufrir las raíces, el tronco y las hojas se expandieron en busca de luz y mi horizonte creció mucho. Siempre estudié en la escuela pública y, en 1970, comencé a estudiar física en la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ). Mi atención y dedicación se volcaron totalmente a las áreas de la astrofísica, la meteorología, la hidrología y la educación. Llegué a pensar en una maestría en educación como docente de física. Durante casi un año estuve en el Observatorio Nacional; sin embargo, en cuanto terminé la facultad, surgió un concurso para trabajar en Nuclebrás. Bueno, a lo nuclear? Adoraba la física relativista, pero jamás había pensado seriamente en el área nuclear. De todos modos, valía la pensa probar. Fueron 27 años entre Nuclebrás e Industrias Nucleares do Brasil (INB). Aprendí mucho. Fue donde adquirí los conocimientos técnicos y de vida que llevo conmigo y que servirán para ampliar aun más mis horizontes. En la Fábrica de Combustible Nuclear (FCN / INB), en Rezende, Río de Janeiro, desarrollé e implanté las salvaguardias. También colaboré en licenciamiento, en protección radiológica y en el relevamiento de las condiciones ambientales de la región. En 1994, inicié mi carrera como inspector de la ABACC y, en 2002, pasé al Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), en Viena. En el Organismo, cruzaba el Atlántico entre 8 y 10 veces por año y convivía con otros inspectores de todos los rincones del planeta. Este año volví y ya me reincorporé a mis amigos de la ABACC. Ahora, el pasado, el presente y el futuro se mezclan una vez más en el “humo”. Sé que vendrán otras inspecciones y otros desafíos. El escenario de las salvaguardias y de la no proliferación de armas nucleares se está transformando en todo el mundo y tengo la certeza de que puedo cumplir una vez más con la noble tarea del inspector en Brasil y Argentina. Tarea de los que también ayudan a construir la Paz entre las naciones y que perciben su importancia en la medida en que conocen nuevos paisajes, nuevas ciudades, nuevas instalaciones y se relacionan con personas y culturas distintas. Lo que puede representar, para un inspector, un regalo y una gran responsabilidad.