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La Leyenda de Kalafate
l viento soplaba con tenacidad sobre la planicie descubierta,
que soportaba estoicamente desde hace miles de años sus
embestidas diarias sin quejarse de su fortuna. Pero los años
pasaban y el viento se sentía más cansado, lo cual comenzó a
repercutir en el clima de la región y en la forma de vida
de sus ocupantes. Aquellos extensos campos ocupados
por inmensas masas de hielo al sur de su territorio
estaban de a poco cediendo el paso al verde pasto y ante el
avance de la vegetación los animales que durante milenios se refugiaron al
impasible amparo de la nívea cordillera, comenzaron a frecuentar la estepa
encontrando a su paso agua fresca para beber, producto del deshielo que
se hacía cada vez mas evidente y mansamente fueron acercándose al mar.
El paisaje estaba cambiando su forma, sin duda estas modificaciones
iban a ser importantes para la vida en ese lugar, abriendo nuevas
oportunidades a todos los seres vivos, tanto a aquellos que estaban
agazapados esperando su hora, como los vegetales, o a los animales que
no se atrevían a dejar su refugio por miedo a quedar congelados en medio
de una zona que hasta el momento estaba siendo dominada por el frío, la
nieve y la falta de sol.
Este cambio traía a los nativos más tranquilidad, los reductos que
durante milenios fueron ocupados por sus ancestros se extendían ante sus
ojos y la vasta región se hacía interminable frente al repliegue menguante
del hielo.
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Leo Acosta
Nuevas fuentes de agua potable comenzaron a invadir estas
planicies y generaron formas de vida que hasta el momento solo podían
encontrarse a la orilla del mar. Muchos peces decidieron dejar de pelear
contra las corrientes, las mareas y los grandes predadores y optaron por
descansar en los brazos de inmensos lagos de agua dulce, remontando
algunos cursos que se fundían con el océano.
El sol, fuente interminable de vida, fue ganando la pulseada que
mantenía con las nubes grises y lluviosas, descubriendo otros lugares y
besando nuevos suelos, donde tras su paso la vegetación fue de a poco
perdiendo el miedo de asomarse y desarrollarse ante el tibio abrazo de la
luz.
El retroceso glaciario iba desnudando nuevas formas del paisaje,
en algunos lugares creó pequeñas elevaciones que servían para poder
tener una vista panorámica de la región. Estas elevaciones llamadas ahora
Drumlins le permitían a los nativos poder observar a gran distancia la
presencia de algún animal que estuviera pastando por la zona o apreciar
en forma completa su nuevo vasto territorio, lo cual los llenaba cada vez
mas de satisfacción.
Pero también el hielo creó inmensos abismos, zonas infranqueables
en el horizonte que fueron lánguidamente ocupadas por las frescas aguas
de deshielo y como el espacio era tan grande, no era imperioso investigar.
Se llegaba hasta donde se podía porque tampoco era necesario alejarse
tanto de su hogar.
Este cansancio que fue apoderándose del viento, también hizo lo
propio con la nieve. Las interminables estaciones blancas que compartieron
su color con el terreno, fueron acortándose en su duración y el espesor de
la nieve, que antes no permitía el caminar sobre ella, fue disminuyendo
tanto que en algunas zonas la vergüenza de una mísera escarcha era el
hazme reír de los transeúntes, y hasta la planta mas timorata se atrevía a
desafiarla.
De a poco el hielo se atrincheró en lo que ahora conocemos como
Estrecho de Magallanes, donde decidió presentar batalla por algunos
milenios mas, dejando hacia el norte un amplio espacio para el desarrollo
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La Leyenda de Kalafate
libre de antiguas y nuevas formas de vida.
Todo este cambio climático y geográfico, lento pero constante, dio
paso al escenario donde vivían un grupo de nativos llamados Tehuelches.
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