COSAS DE MI

Transcripción

COSAS DE MI
òA
Al
Gemma Arquer
COSAS
DE
MI
(Badalona-Amer 1950)
7
tf».^
De niña solia creer que el agua del mar
era la arena derretida por el calor del
sol.
No sabía nada.
Ahora he logrado saber que era cierto.
EL MAR
EL VIEJO PESCADOR
MIS HERMANOS
EL COLEGIO DE LAS MONJAS
MI CLASE
LA PLAYA
LAS NIÑAS MAYORES
LOS CHICOS
MIS LIBROS
LA RAMBLA
EL PROFESOR
EL SOL
MI REBECA
MI HERMANO AGUSTÍN
MI HERMANO MAYOR
MININO
4
7
ÍO
13
16
19
23
25
29
34
37
40
47
50
54
56
LOS EXAMENES
LA CASA DEL PROFESOR
LA IGLESIA
EL DIRECTOR DE TEATRO
LA LECTURA
ALBERTO
LOS ENSAYOS
MI HERMANA TERE
66
70
76
78
82
86
91
95
MAMA
<feft
Reeuerdo............^.......................-..........—„
PAPA
EL CAMPO DE RALONCESTO
LA REPRESENTACIÓN
MI ABUELO
MI PADRE
EL TÍO ALVARO
a
LA MISA DE DOCE
MARIA
101
103
107
110
118
121
126
132
139
EL RIO
EL ESPEJO
.
EL COMPOSITOR
LA ERMITA
EL
EL ENTOLDADO
EL PRIMER AMANTE
150
157
161
166
170
174
178
4
EL
MAR
5
El mar.
Se había hundido en el mar. Todo había ocurrido en silencio como
ocurren las grandes cosas.
I Oh, querido amigo! Es hermosa tu sepultura. La paz ha ahondado
en tu corazón.
Tu paz.
Tu silencio.
Quiero este silencio...
Es la mejor recompensa para un hombre
bueno...
No es el mío, ese que está a mi lado siempre, raído de vez en
cuando, despiadadamente.
Un pueblo, casi una ciudad, junto al mar, muy cerca de la gran
ciudad... -de esa ciudad que se lo ha tragado ahora-, en
una
casa grande de una familia burguesa.
¿Cualquiera?
Aquí está...
Es fácil que reboten en mi cabeza todavía ahora, después de tanto
tiempo, -muchísimo tiempo, muy poco tiempo- los rugidos de una
noche de tormenta.
Era una tarde gris de plomo pesado.
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Eran todas las tardes unidas en aquel recuerdo, apretándose en
unas horas, estas mismas horas que están aquí ahora arrastrando
el tiempo desde lejos...
Mis hermanos seguían alocados a mi padre mientras con gran
alboroto y forzando un entusiasmo que contrastaba terriblemente
con el miedo de mamá, abría todas las ventanas y balcones y las
puertas de la terraza más alta de la casa para ver el
espectáculo. Después subieron todos a la azotea donde el viento
silbaba todavía con más fuerza. La luz de los relámpagos hacía
estremecer sus paredes y crujir los barrotes redondos de la
escalerita horizontal que formaba el pequeño gimnasio iluminado
a golpes, recortado en la penumbra desbordante de sombras y
ruidos.
La luz eléctrica se había cortado por mandato de mamá. Luego
ella, como siempre hacía cuando estallaba la tormenta, me había
llevado bajo el hueco que formaba la escalera que conducía al
primer piso...
Ese hueco que servía de despensa y que había sido el refugio en
el que durante la guerra civil iban a resguardarse las empleadas
de la fábrica cuando sonaba la sirena anunciando la llegada de
los aviones, estaba atiborrado de extraños utensilios, de
embutidos y conservas: grandes tarros de cristal coloreados por
los distintos tonos de las mermeladas, de los tomates, de las
aceitunas, y otros enormes botellones repletos de anchoas
cuidadosamente preparados por nuestro amigo el viejo pescador
menudo y arrugado.
EL VIEJO PESCADOR
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Era un hombre, cuyas manos silenciosas apretando la sal gorda,
parecía poseer poderes mágicos arrancados de algún lugar que solo
él conocía en la inmensidad del mar.
Yo soñaba muchas veces con llegar a conseguir, como mi hermano
mayor, el permiso de mi padre para salir con el viejo pescador
a echar las redes en alta mar, en la noche, bajo la verde luz de
los faroles de petromax.
Era un bello espectáculo que
contemplaba con ojos recién abiertos a un atardecer distinto
siempre... Pues, antes de hacerse a la mar las barcas y mientras
sus dueños disponían el simplísimo utillaje que debía servir para
hincar sus redes confiadamente y, mientras la tierra y el cielo
se unían mezclando sombras y luz en un indefinible, larguísimo,
y lento instante, yo veía correr a mi hermano hacia la playa...,
Su sombra se mecía durante algún tiempo entre las olas, muy cerca
aún de la orilla y, desaparecía luego junto a las otras sombras
de las barcas, de otros viejos y otros niños.
Mi balcón, asomado un poco lejos a la playa, debía ser también
aquel instante, aquel lugar, aquel tiempo. Mi piel y mi pelo
eran tan suaves como el olor de la humedad y la sal, tan intenso.
... Sí, algún día conseguiría salir yo también a ese viaje sin
nombre..., unir mi sombra a esa paz..., allá lejos, tan cerca.
Aquella paz.
Pero tenía miedo. Todas las noches de tormenta tenía miedo.
Buscaba la mano de mi madre para que apretara con fuerza la mía
bajo las sábanas del lecho donde nos cobijábamos una vez
abandonado el hueco de la escalera,mientras papá, junto al
estrépito,seguía correteando por la azotea,las terrazas, hasta
llegar a la más pequeña y alta de la casa desde la cuál se
divisaba toda la ciudad, todo el mar iluminado por los
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reflectores, entre el balanceo de puertas, ventanas, lluvia y
mar... Ruidos y ruidos... y ruidos. ÍAh! Aquella cara de mi
madre, terriblemente contraída. Era el mismo rostro que había
resistido aquellos avisos -el anuncio de los bombardeos-, el
bello sonido de las sirenas que levantaban el murmullo del miedo,
los golpes de las puertas que se cerraban precipitadamente y
luego...
el estruendo
las luces de los reflectores resbalaban por su espalda y en sus
ojos...
La Guerra, la Muerte.
I Dios mío! ¿Dónde estaba aquella paz que había sentido tantas
veces junto a las pequeñas barcas...? La había visto alejarse
blandamente empujada por el mar... ¿Se había fundido con la
sombra de mi hermano?
Al fin cesaron los relámpagos, se apaciguó la tormenta y, desde
nuestra terraza que se levantaba orgullosa por encima de las
demás, contemplábamos en silencio junto a papá -al que, al fin,
habíamos seguido- nuestro mar inmenso, cargado de sal y plomo,
abierto en espuma, oscuro y pesado, envuelto en el murmullo cada
vez más lejano de lo que había sido aquella tormenta, hundiéndose
todavía en el estrépito, cediendo su retumbar al de las
encendidas olas, cuyo rumor amenazante estallaba en mis ojos y
en mi cabeza
MIS HERMANOS
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José, Alberto y Agustín, abandonaron ya a papá y , después de la
guerra de almohadones con que se despedían todas las noches,
habían dejado de alborotar.
No conseguí dormirme hasta la madrugada. Tere, mi hermana mayor
burlándose de mi miedo, me asustaba con su cuerpo rígido, sus
manos cruzadas sobre el pecho, los ojos inquietantes abiertos,
en una imitación perfecta de la muerte... ¿Por qué sentí tan
intensamente aquella presencia que nunca había conocido? ¿Por
qué aquel miedo atroz...?
Odiaba el sueño tranquilo de mi
hermana, ese sueño que despreciaba el mió con tanta dureza. Los
demás, mis otros hermanos, mis padres, sí, incluso mamá, dormían
ya plácidamente. Hasta mí llegaban los ronquidos ligeramente
silbantes de la abuela, puesto que su habitación, aunque alejada
de la nuestra, comunicaba con la de mis padres, la de mis padres
con las de mis hermanos, la de mis hermanos con la nuestra...,
de forma que pudiéramos oír a la abuela si necesitaba de nuestros
cuidados...
Especialmente de los de mamá, que parecía tener
siempre un ojo distinto, despierto, atento siempre a cualquier
cosa que pudiera ocurrir.
Me levanté..., crucé la puerta hacia el dormitorio de mis
hermanos y la otra puertecita en su misma línea vertical que daba
al gran dormitorio de mis padres presidido por el enorme
crucifijo de madera que, en la procesión de Semana Santa,
representaba la décima estación de la muerte de Cristo. La
pequeña lamparita de aceite junto a la cruz, siempre encendida,
guiaba nuestros pasos en la noche.
En nuestras pequeñas,
extrañas, maravillosas y terribles noches.
Sentí la necesidad de la vida en aquel silencio..., la necesidad
de contemplar la sonrisa de mi hermano mayor.... Me acerqué a
su cama pero estaba completamente dormido... Comencé a contar uno
a uno los latidos de su corazón... uno, dos, uno dos, ... Su
sueño, tan cerca, tan cerca... i El mío!
La primera luz de la mañana y aquel sueño apenas comenzado, roto
por el claxon del autocar que venía a recoger a los chicos.
El sonido del claxon era la primera señal que nos advertía de que
todavía a mi hermana y a mí nos quedaba el placer de disfrutar
de una hora de velado sueño al que nos ofrecíamos conscientes,
agradecidas, por aquella sensación del privilegio de contar uno
a uno los minutos que escapaban muy deprisa y que estaban
cargados de otros pequeños sueños transparentes, mucho más
cercanos. Cuando, al fin, conseguí levantarme , encontré a mi
hermana ya dispuesta. Me ayudó a calzarme las botas de goma. En
el comedor, como todos los días, esperaba nuestro enorme plato
de arroz con leche. Como todos los días.., mamá nos colocaba el
abrigo y la bufanda... Fá molt de fret...! Si, hacía muchísimo
frió... Deberíamos ir corriendo hasta allí, cruzando la riera de
aquella avenida que conducía a la playa y en la que las aguas
bajaban siempre a borbotones. La "Katiuska" era alta hasta la
rodilla..., calzada sobre el zapato inglés del uniforme, hacía
los pies terriblemente grandes, y como barcazas a la deriva, se
inundaban a veces. Seguimos chapoteando hasta la escuela...
EL COLEGIO DE LAS MONJAS
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Allí habían comenzado mis pequeñas tribulaciones... .El pupitre
y el cuaderno... ÍQué difíciles me habían resultado aquellas
letras!
Un día, inesperadamente,descubrí que ya sabía leer pues, de
repente,los garabatos que tantas veces había contemplado
iluminando de noche el balcón de enfrente de la farmacia de mis
tíos, dejaron de ser solo sueños y, como si se hubieran
empequeñecido en un instante, aquellos signos se convirtieron
en una simple frase, más comprensible, más triste...
infinitamente más absurda:
Para juventud belleza y lozanía
use "Bella Aurora" cada día....
Aquellas letras ya no cambiaban su dimensión, su semblante, su
alegre jugueteo o su tristeza jugando con su línea dibujada, con
su marco cambiante... Sólo podía leer, ya desilusionada :
"Para juventud belleza y lozanía, use Bella
Aurora cada día"... Para juventud... ¿Cómo
escribir? Belleza.... ¿Cómo hacer?
¿Lozanía...?
¿Cómo
reducir,
cómo
entristecer, cómo apretar, cómo escribir
letras, una detrás de otra, unas delante,
otras detrás..., unas primero, otras
después... Detrás, detrás, en su momento,
ahora no, luego, después? ¿Cómo ordenar los
garabatos, tan hermosos, cómo decir "nada"
en tan largo tiempo, con tanto esfuerzo ?
Concentración, esfuerzo... estrujar lo
de dentro, apretarlo con la pluma en el
tintero, sobre el papel.
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La tragedia.
Mi primera gran tragedia de estudiante.
...La plumilla con su punta afilada, reluciente, se hunde en el
tintero... Ya es una gran mancha de color azul, desparramada en
mi bolsillo.Y mis manos se esconden dentro de él.
El lápiz.
¿Donde? ¿Dónde está ahora mi lápiz?
Algunas veces se rompía el papel de tanto borrar, pero otras,
conseguía escribir muchas letras seguidas de dictado...IAh, mi
amado lápiz!..., pero la tinta....
Al fin había llorado sintiendo aquella presión en la cabeza y
aquél dolor en el estómago... Un dolor que gritaba, que no me
abandonaba..., este mismo dolor que no me abandona tampoco ahora
hasta que el sueño le reemplaza.
Aquel día mis manos se habían manchado en el color azul oscuro.
La hermana Mariana -con toquilla blanca muy planchada, con su
cara de hombre .... "la hermana furibunda " U o ! - me llamó para
que le mostrara el dictado mientras el llanto no me dejaba
levantarme de la silla....
Entonces me quedé sin el recreo, sola en la clase....
IAh, aquella soledad!., -la de ahora, la de siempre- hubiera
deseado que no acabara nunca.
MI CLASE
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Allí estaba..., el triunfo, la gloria,y mi conquista..., en la
pizarra. Recuerdo,1o recuerdo, que incluso me atreví,-y desde
entonces lo hacía cuantas veces me quedaba sola-, a dibujar en
ella... Muñecas con trajes de princesa, cargaditos de pájaros
y flores..., y muñecas, y muñecas, y castillos que comenzaba
desde arriba apiñando los ladrillos con la tiza blanca..,
empujando mi mano en la pizarra mientras mis brazos y mi cuerpo
parecían no haber existido hasta aquel momento.
Me sentía
agradecida a mi única presencia. Desde la clase escuchaba los
gritos alborotados de mis compañeras en el recreo. Cuando fuera
mayor tendría una casa entera para mí, y pasaría días... días...
los que quisiera, encerrada en ella. Como en la clase.
Cuando mis compañeras regresaban del recreo, gritando.., sentía
un pequeño miedo que crecía desde dentro.
La Hermana Mariana preguntaba qué era lo que había hecho
encerrada en clase durante aquel cuarto de hora -en el que yo no
había existido, en el que yo sí había sentido mi existencia-.
Nadado has hecho nada -decía ella-... No era más que una vaga,
una orgullosa. Ni siquiera servía el castigo... Puesto que yo,
como si nada, tan tranquila, ni siquiera me preocupaba.
No.
No tenía razón. Había estado preocupándome todo el tiempo. Todo
el tiempo.
Sí.
En todo caso había hecho mal uso de ese tiempo, puesto que
todavía creí poder escribir cien veces."Soy una vaga, soy una
vaga..."
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Enseguida llegaba la hora de formar la fila. La hora de marchar
a casa. La hora del paseo largo por los corredores, ante todas
las monjas, las criadas, ante todas las niñas mayores...
iLas niñas mayores!
Las manchas de tinta se notarían a través de mi abrigo... Mis
botas no estaban bastantes limpias... Mamá me lo había dicho
aquella mañana. Además me había hundido en el barro sin querer,
y el charco que me había parecido tan brillante desde lejos, las
había teñido de un color muy feo y parecía que jamás hubieran
tenido aquel brillo reluciente, aquel brillo del charol.
Soplaba el aire fuertemente, arrastrando las últimas nubes de la
tormenta.
Tere, mi hermana, me estaba esperando a la salida de clase.. Yo
hubiera querido ir sola sin mirar absolutamente nada hasta llegar
frente a la playa.
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LA PLAYA
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Pero ella cogió mi mano brevemente sin fijarse en mis ojos, ni
en las lágrimas,ilusionada como estaba para llegar cuanto
antes...
Pisoteábamos el barro entre las barcazas rotas
amontonadas a lo largo de la vía del tren junto a inusitados
cacharros traídos desde lejos por el mar alborotado. Empezaba
a brillar el sol. Todo el mundo estaba alegre, no solo los niños
sino la gente mayor. Desde un pequeño montículo contemplaban
El mar.
Que era hermoso.
Si embargo, yo no quería cruzar la vía. Tenía miedo. Mi hermana
se enfureció conmigo, estaba harta -dijo- de protegerme como si
fuera mi hada madrina.
Pero yo sentía un profundo agradecimiento hacia ella. Era ella,
mi hermana, quien me excusaba ante las monjas cuando no había
hecho los deberes, quien me tendía su mano cuando salía del
Colegio y quien apagaba la lucecita de nuestro cuarto hasta que
me dormía...
Por ello, ahora sentía de verdad no poder
complacerla. Debía ir si, cerrando los ojos, dejándome conducir
por su mano, su deseo, que me arrastraba..., arrastraba.
El viento era tan fuerte que era necesario agarrarse a las
palmeras. La arena, levantada en remolinos, pinchaba mis manos
y mi cara, se metía entre las mallas apretadas de las medias, y
como alfileres, parecía entrar dentro de la piel...
Fue entonces cuando descubrí la barca del viejo pescador. Estaba
destrozada. Como todas. Sin embargo yo la conocía bien..,teñía
el farol más hermoso de todos... I Siempre, siempre lo distinguía
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en alta mar antes que ninguno!... La quilla estaba pintada en
dos colores -azul y verde- y su interior, de un blanco brillante,
parecía de plata cuando le daba el sol...
Pero ahora estaba ante mí, resquebrajada y sucia, con todos los
años del tiempo apoyados en su farol caído. Hundido en la arena,
para siempre....
¿Por qué supe yo que aquella noche iba a ocurrir una tragedia?
¿Había pues, yo, velado el último sueño del viejo pescador? ¿Me
había dormido con él en el mismo instante en que su corazón dejó
de latir, ahogándose allá en el fondo, en ese lugar que el solo
conocía?
¿Con mi sufrimiento?
¿Con mi miedo pegado a sus
entrañas?
Su miedo y el mío se habían unido en un instante, y se habían
dormido en un instante.
Silencio.
Todo había ocurrido en silencio como ocurren las grandes cosas.
Mas tarde, mucho más tarde, mientras mi madre y mi padre
alrededor de la mesa terminaban su cena, oí comentar que había
desaparecido en el mar.
Poco a poco, la Rambla volvió a ser como antes.
luminosa, tranquila...
Como antes.
Como siempre.
Limpia,
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Se limpió la vía del tren. Se restauraron las casas, ensanchando
nuevamente el espacio que, entre ellas y el mar, parecía haberse
perdido para siempre. Las barcas, milagrosamente, lucieron de
nuevo sus colores brillantes y destellaban a la luz del sol...
Y aquella playa tan hundida, revolcada en lo profundo, ahuecada
en la tiniebla, estalló de nuevo con más fuerza que nunca.
Fue paz.
Y mi vida quedó atada para siempre a su gran fuerza... Es como
ella, puntitos de arena..., es lluvia, es nube, es cielo grande
sin fin, es rayo de luz chiquito...
Es un barro pequeño,
prendido en los zapatos de unos niños que entonces y ahora van
al colegio todos los días.
La primavera se acercaba con sentimientos nuevos, arrancados de
otros lugares o nacidos simplemente....
de la luz.
Y al terminar las clases salíamos corriendo hacia la Rambla bajo
el sol caliente.
Paseábamos sin prisa, nos sentábamos en
cualquier banco y hablábamos del colegio, de los exámenes, de los
chicos que empezaban a mirarnos, como hombres pequeñitos.
Estaban ya lejos los apuros de los primeros años. Me había
librado de la "Hermana Furibunda" y había estrenado clase.
Empezaba a sentir aquella seguridad que tanto había envidiado en
las niñas mayores, a pesar de que sabía que, en parte, se lo
debía a mi madre, la cual empezó a ganarse a las monjas con
espléndidos regalos y visitas de cumplido....
23
LAS NIÑAS MAYORES
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I Ah! Me encantaba contemplarlas desde el banco de la Rambla,
enfundadas en su cuidada negligencia. Sabían muy bien que sus
trajes les quedaban ya pequeños y,también, el encanto que tenían
aquellas telas tan usadas, tan lavadas, tan pegadas a sus cuerpos
estirados.
Mi traje de tela gorda recién estrenado distaba
mucho, lo sabía, de producir el mismo efecto.
Además, mi
cinturón era de la misma tela dura,absurdamente ancho y con dos
botones delanteros. En cambio ellas habían sustituido el suyo
por otro de charol flexible, y apretaban fuertemente su cintura
con la hebilla plateada. El cuello blanco y el lazo rojo de la
corbata, hacía hermoso el cabello cayendo sobre la espalda.
I Si yo cambiara mis trenzas por la cola de caballo o por el pelo
suelto.., caería también sobre mis hombros...!
Ellas, de vez en cuando, reparaban en nosotras y nos dirigían
alguna frase ingeniosa para presumir con el rondador de turno.Y
los chicos se reían. Y empujaban sus espaldas.
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LOS CHICOS
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También salían con mi hermana que se reía con ellos a mi lado
mientras yo me aburría desesperadamente. Me acostumbré a callar
y a escuchar. A admirar a los chicos en silencio. A mirarles
a los ojos...
Me gustaba sobre todo observar a uno de ellos. Su pelo rubio se
fundía con el sol. Sus ojos eran azules, transparentes. Jamás
reparaba en mí y yo podía admirarle a mis anchas. Era hermoso.
Muchas veces jugaba al ping-pong con mis hermanos en nuestro
gimnasio. Entonces yo pasaba largas horas contemplándole. Se
movía con la agilidad con que yo había visto hacerlo a los buenos
deportistas....
No podía imaginar entonces que llegara a
enamorarse de mí.
Era bastante entonces, el placer que yo sentía, arrinconado.
Aquel día, al terminar la partida de ping-pong, sentí deseos de
correr sin saber a donde.., de llegar a alguna parte...
En la arena de la playa empezaba a levantarse el entoldado.
Pisaba aquel pavimento todavía sin barreras antes de que la lona
nueva de color azul y blanco pudiera impedírmelo...pensaba en él,
en Juan... ( después, cuando empezara a sonar la música allí
dentro, quedaría convertida en envidia, en áspero deseo, mi
mirada.
Contemplaría los trajes nuevos, las gardenias, las
sonrisas de las chicas, de los chicos...) Jamás a mi hermana y
a mí se nos ocurrió la idea de pedirle a mamá permiso para ir al
baile. ¿Deberíamos sentirnos superiores?... ÍAh, mis amigas eran
monstruos que caían en la trampa del pecado!
Cuando estuviera colocada la lona y empezaran los bailes, a
través de sus costuras , conseguiría ver a Juan tal vez bailando
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sin parar con una chica y luego con otra,. . . sentiría de nuevo
en mi cuerpo, en mis ojos, aquel deseo ... el mismo que adivinaba
en sus ojos cuando sus brazos estrechaban a las chicas.
Como tantas veces,corrí hacia la orilla para sentir en mis pies
descalzos la suave caricia del mar y la cosquilla larga de la
arena. Era tarde, casi de noche, cuando regresé a casa. Eche
de menos mis libros.
Los había olvidado.
Debía ir a
buscarlos...
De nuevo el miedo al cruzar la vía del tren y, a pesar de que en
la Rambla todavía sonaban los ensayos de la Cobla, preparándose
para la audición de sardanas del inicio de la Fiesta Mayor, me
asustaba el rumor de las olas acompasado y profundo y la luz
oscura que, en el fondo, se rompía a cada instante por el blanco
de la espuma. No recordaba el lugar en que había dejado olvidado
mi libro. De repente todo era diferente pues estaba anocheciendo
Todo tan lejano y tan cercano. Cuando mis ojos se acostumbraron
a la nueva luz, distinguí algunas sombras de parejas abrazadas
y pegadas a la arena. Muy cerca de una de ellas, reconocí el
lugar donde había dejado mi libro. Me acerqué y, en el momento
de recogerlo -pues había quedado semi undido en la arena-,
descubrí a mi lado a Juan besando a una chica... I Ah! sentí, que
la besaba yo también...Me alejé asustada, recorriendo en un
segundo el largo espacio que me separaba de la Rambla.
De la luz.
iAh! I Que extraño sentimiento ! Era como si él, Juan, y yo,
fuéramos una misma persona, como si mi corazón latiera a su mismo
compás.
Al refugiarme en mi cuarto, contemplé mi imagen ante
el espejo...
ÏVenga niños a cenar..!
Si, mi imagen era bella, deseable, yo también la amaba como a
Juan, como si fuera él mi propio yo, el que estaba dentro de la
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luna iluminada de mi espejo de tocador. De mi querido espejo.
De ese compañero mío, que, entonces, desde entonces, luego,
tantas veces me ha dado la imagen deseada desde dentro... Era él
y al mismo tiempo yo misma, Juan, la muchacha...
Los tres
mezclados, enredados, distintos...,compartiendo un gozo infinito,
inexplicable.
Ahora mi corazón está cansado, lo sé.
IAh! siento
que
algo
se
ha
roto definitivamente...
¿definitivamente?, muy adentro. Y si no hubiera conocido aquella
belleza, si jamás hubiera sentido aquellas sensaciones, tampoco
sentiría esta tristeza de ahora por haberlas perdido. El tesoro
de esa tristeza que recojo delicadamente en el lugar que le
corresponde cuando él ya no está, porque
Juan ha muerto
y la certeza de su muerte ha sido el conocimiento de un amor que
nunca ha podido manifestarse... Le quiero todavía ahora, como a
ese amigo que se ha ido lejos y al que a pesar de ello seguiré
amando, pues es posible que todavía quede, muy adentro, un resto
de nuestra imagen en la luna del espejo. Del espejo luminoso de
la adolescencia.
El mismo espejo que todavía existe en la casa de mis padres con
su dorada, su vieja cornucopia, reflejando la imagen de mi
hermana pequeña que le mira agradecida, todavía . Allí están
mis años lejanos, la dorada juventud de ojos brillantes que ahora
miro desde lejos.
Que era alegre, aunque tan ligada intimamente al llanto..
Porque también el día gris es, en nosotros, el recuerdo de lo
bello que poseímos una vez y que podremos obtener de nuevo, mas
preparados, por el camino de la melancolía y el sufrimiento.
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MIS LIBROS
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Había recuperado mis libros y era feliz apretándolos bajo el
brazo. Ahora debía dejarlos ya ordenados, en su sitio. ÍAh,
ninguna cosa era tan mía como ellos! y, aunque debía bajar al
comedor y abandonarlos en mi cuarto,cuando estuviera sentada en
la mesa durante la cena, seguiría recordándolos y, cuando
terminara, subiría de nuevo la escalera y, otra vez como si no
hubiera dejado de hacerlo nunca, recorrería con mis dedos sus
hojas ya viejas, tan usadas y tan queridas.
O, tal vez,
mentalmente y sin tocarlas, las recordaría... Aunque era más
agradable empujarlas, recorrerlas una a una, acariciarlas con los
dedos...
Cada hoja era un espacio, un tiempo exclusivamente
mío, unas veces olvidado y otras veces recuperado en un segundo.
Y me acercaría un poco más a aquel mundo que yo veía abrirse tan
grande, tan hermoso,
tan posible.
Había entrado en el Colegio una nueva profesora. Era una mujer
maravillosa a la que todas las chicas adorábamos. Ya no
esperábamos con impaciencia la hora de terminar la clase, al
contrario, ni siquiera nos dábamos cuenta de que había llegado
y, a la caída de la tarde, cuando empezaba a oscurecer, salíamos
al jardín a esperar la noche para contemplar las constelaciones
de aquel verano que veíamos llegar apretado de promesas. Luego,
ella regresaba sola a su casa, al encuentro del silencio que
esperaba tras su puerta , esa puerta tan igual y tan distinta a
muchas otras. Alguien decía que había tenido un gran amor y que,
muy cercana ya la boda, aquel hombre la había abandonado por otra
mujer. Es posible que por ello repartiera entre nosotras el amor
rechazado que tenía dentro. Un amor sin recompensa. Verdadero.
Mucho más tarde, cuando supe de su muerte solitaria, abandonada,
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sentí ese largo escalofrío por mi cuerpo.
Y ese miedo.
Y ese horror a la injusticia de su vida.
Sin embargo empezaba a florecer la alegría, mi alegría, muy
adentro. Cada nueva página del libro era un puerta que se abría,
un nuevo placer descubierto, y el camino se iba haciendo fácil
y hermoso. Comencé a tener notas brillantes y a figurar entre
las listas de las alumnas privilegiadas. Sin saberlo, me iba
convirtiendo en la repelente niña preferida de las monjas, la que
siempre salía a la pizarra, la envidiada, la que pasaba el
rosario en la Capilla, la que encendía las velas y colocaba las
flores a la Virgen, la que leía mejor las narraciones cuando,
después de la comida, llegaba el momento de la meditación.
Entonces recitaba aquellos versos que las monjas escuchaban con
lágrimas en los ojos:
"Cuando pasa el Nazareno
de la túnica morada,
con la frente ensangretada,
la mirada del Dios bueno..."
Y sentía todavía la misma vergüenza que cuando la hermana Teresa,
después de haberme reprendido duramente por cualquier falta, me
obligaba a pedirle perdón. Las lágrimas humedecían las cuentas
del rosario que pendía de su cintura mientras rae envolvía en la
capa de su hábito y su olor pegajoso se enroscaba en el mío.
Temía el momento en que llegara su perdón, puesto que, entonces
sentía que la odiaba a través del contacto de sus manos.
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Pero ella lloraba también .
y
tenía los ojos muy redondos que bailaban por
detrás de sus cristales graduados...
Parecía que saltaban en pedazos los
cristales ya cansados de sentirse empujados
desde dentro.
Y, como entonces, temo todavía su mirada, aunque sean ya otras
niñas las que empapan de lágrimas su hábito maloliente. Puesto
que siempre había que pedir perdón a la Hermana Teresa.
Jamás olvidaré el día que hizo que todas mis compañeras me
besaran como premio a la hermosa narración que yo había escrito.
Sentí que había algo mucho más extraño que nos separaba, que no
era ni el odio, ni el temor, sino que se trataba de algo
irreconocible que jamás podría adivinar dentro del nuevo
sentimiento que crecía tan deprisa. Cada beso de una compañera
me hacía temer más y más el instante en que debería mirarla a la
cara... ¿De qué forma iba a poder hacerlo cuando me sentía
humillada por la propia humillación de mis amigas y tan ridicula
interpretando aquella comedia absurda? ¿Es que quizás deseaba
ella intimamente que mis amigas me odiaran? Hubiera querido huir
muy lejos aquella tarde.. Sin embargo fue mi propio orgullo el
que me ayudó a mantener la farsa hasta el final y, al mirarme en
sus ojos -los ojos de la Hermana Teresa- pude odiarme a mi misma
de repente.
Y tal vez por ello, al día siguiente, en la altísima y encubierta
terraza, la más alta de mi casa, despreciaba también la primera
33
caricia del Sol sobre mi cuerpo desnudo, cuando por primera vez
noté su fuerza dentro de mi sexo. Su beso caliente fue, en aquel
instante, tan mío, tan de dentro, tan potente, que temí estar
poseyendo algo que no me pertenecía.
Y, a partir de aquel
momento, siempre que se acercaba el placer, lo aceptaba con temor
ante el peso de aquel pecado descubierto y rechazado en un
instante,
ante la mirada de unos ojos redondos, acechando...
y, secretamente, encontraba junto a mis amigos aquel deseo
intangible ..., deseaba el roce de su manos en mi cuerpo, y en
el de otras manos en otros cuerpos diferentes...
... y era suficiente aquel placer, unido al presentimiento de
que debía existir algo misterioso que podía un día inundarlo todo
y penetrar en mi cuerpo, como el Sol que había descubierto en mi
terraza.
34
LA RAMBLA
35
Era la imagen de nuestra libertad. A la salida del Colegio, en
el paseo, escogía cuidadosamente a mis amigas... Me ocupaba de
que ninguna de ellas estorbara al extraño equilibrio del que yo
no podía prescindir para que aquellos paseos resultaran a la
medida que yo necesitaba. Sabia muy bien donde podía ver a Juan
y a sus amigos y quería que en el momento de cruzarme con él se
encontrara a mi lado algún muchacho. Era casi siempre el chico
de turno que podía hacerme más interesante a sus ojos... Muchas
veces uno de ellos era el que me observaba desde el balcón de
su casa, que asomaba muy arriba por encima del jardín del
Colegio.
ÍAh, los dos hermanos! Vivían en una casa de pisos altos y,
entre los frondosos árboles del jardín, justamente entre las
ramas del magnolio de hojas satinadas y brillantes, podía verse
encuadrado en ellas aquél balcón. Uno de los dos hermanos
descubrimos más tarde- era subnormal. Pero era bello. La
presencia de aquellos dos muchachos,adivinada por encima de
nuestras cabezas, hacía que, al sentirnos observadas,
extremáramos nuestros movimientos.
Al instante,los míos
adquirían un armonioso equilibrio. Mi piel y mi pelo eran más
suaves, me sentía ágil y con una imagen recién estrenada bajo
aquellas miradas lejanas. iAh, aquella admiración que antes
había sentido por las niñas mayores! Pero ahora ya era
diferente... ,era a mi, a mi misma a quién admiraba. Todo se
embellecía, se hacía más hermoso... El color del cielo
filtrándose por las ramas de los árboles se dirigía a mis manos
abiertas sobre el libro, el aire cálido jugaba con las hojas como
un amigo más que quisiera estar conmigo,los cantos de las
piedrecitas que cubrían el jardín se transformaban en pedacitos
de color bajo mis pies y cada movimiento imperceptible del banco
en que estaba sentada producía un rumor casi tan bello como el
del constante ir y venir de las olas sobre la arena.
36
Y así, entre largas horas de estudio y esos sentimientos
entrelazándose en mi piel, iba empezando a descubrir que la vida
podía ser extrañamente hermosa
Las horas de estudio en el jardín se iban alargando cada vez más
junto con la primavera. Los exámenes se acercaban y las monjas
estaban atemorizadas puesto que su preparación como maestras, no
estaba a la altura del difícil curso que debíamos aprobar. Por
ello, la Hermana Teresa, que era quien disponía cualquier cambio
en el Colegio, decidió contratar a un profesor para las clases
de Física y Química, reconociendo al fin su impotencia.
Las niñas mayores se olvidaron casi del sacerdote que enseñaba
religión a cuya clase acudían con sus mejores galas, cuando
apareció él.
37
EL PROFESOR
38
ÍSe parece a Richard Widmarckl
iAh, aquel hombre duro y suave al mismo tiempo! El hombre malo
del que se enamoraba siempre la protagonista por lo mal que la
trataba.iAh, aquel hombre que había visto en una película no
tolerada.... y que se hizo cómplice de mi culpa puesto que solo
los dos conocíamos la cita... !
Esperábamos la hora de la clase con una extraña emoción y con el
miedo de no lograr ser,a los ojos del profesor,todo lo atractivas
e inteligentes que deseábamos. Cuando escribía las fórmulas de
Química en la pizarra, mi mano temblaba al apoyarse en ella, a
pesar de que aquella asignatura que hasta entonces me había
parecido absurda llegó a ser apasionante.
Desde mi asiento le miraba fijamente,deseando que sus ojos se
dirigieran únicamente a mí.
Aquella mano suya,
mórbida,
inmóvil, parecía pegada en la luz de la pizarra mientras dibujaba
las líneas de reflexión de la imagen a través de los espejos
diferentes...
Aún ahora, la siento ante mis ojos,dibujada, como entonces,
tan cercana.
...y deseo todavía la caricia de esa mano y de esos ojos, aunque
existan solamente en ese recuerdo que sigue siendo tan bello
porque nunca ha llegado a estropearse con lo cierto que hay en
mí que ya no existe.
Porque ahora contemplo ese tiempo desde lejos a través del frío
que se aprieta en mi ventana,
39
y
hay un viento estremecedor y frió y duro y las innumerables
antenas surgidas de pronto se mantienen erguidas a pesar del
balanceo que las estremece constantemente. Y las casas , las
torres surgidas a mi alrededor que hacen cada vez más implacables
las barreras de mi existencia, siguen quietas, expectantes, con
sus innumerables agujeros abiertos hacia la luz, hacia el pedazo
de vida insignificante que corresponde a tantas gentes, a tantas
otras vidas pequeñitas como la mía. Esa infinidad de ojos que
me acompañan sin saberlo. Todos esperando. ¿El qué?... Vagando
en la oscuridad, creyendo que tal vez su destino cambie de un
momento a otro. lAh! Entonces no hay más remedio que cerrar las
ventanas y buscarlo todo dentro, muy adentro. ¿Es que puede
ocurrir que todo lo que deseamos, absolutamente todo, quede
encerrado en ese pedazo de pared recién empapelado o en las
calcomanías recién pegadas en el bidet del cuarto de baño? Las
voces de los niños estremecen el corazón... ¿ En qué hueco del
mundo se escuchará su eco ?...
Como en un sueño, desaparecen las torres altas, el rodar
inquietante de los coches, y las antenas de televisión.... iAh,
si todo fuera de repente espacio sin fin..! Pero mañana o
pasado, o pasado mañana, se alzarán más barreras interminables,
más estruendos interminables....
Ahora simplemente deseo un nuevo día sin nubes y sin viento. Si,
es suficiente. Es suficiente que brille nuevamente el sol.
40
EL SOL
41
de los hermosos días de mayo de mi adolescencia.
Se acercaba el día de mi santo y mucho antes acechaban las nubes
constantemente con la ilusión de que apareciera un día
resplandeciente como nunca. El calor apretaba ya hasta el punto
de que algunas de mis compañeras iban a bañarse a la playa.Me
costaba un gran esfuerzo vencer la timidez que sentía por tenerme
que presentar ante ellas con mi ridículo traje de baño, un modelo
diseñado por el famoso sacerdote P. Laburu. Un jesuíta cuya moral
pretendía ser abierta y para ello, diseñó ese traje de baño.
Estaba confeccionado con una tela dura y áspera, cuya forma
cerrada ahogaba la parte del cuello y tenía incorporada una
faldita de pliegues.
A mi hermana Tere, sin embargo, le daba absolutamente igual, era
tan feliz cerca del mar,que volaba hacia el grupo de sus amigas,
sin preocuparse en absoluto. Yo las contemplaba desde lejos y
soñaba con la barca del pescador desaparecido, sintiendo que allá
a lo lejos, en el tiempo, me esperaba la mujer que yo deseaba
ser.... Aquellos cuerpos dorados por el sol eran tan hermosos
como la luz que les rodeada... Juan, el rubio Juan, se zambullía
en el agua una y otra vez y yo sentía la caricia del agua sobre
su cuerpo y deseaba profundamente, como sucedió más tarde, estar
a su lado en la arena de la playa.
Se acercaban las fiestas de San Anastasio.
En mi ciudad,
Badalona, eran las primeras que anunciaban las que se sucederían
en verano -ese 15 de Mayo en el que en Madrid, mi ciudad de
ahora, se celebra San Isidro- las que nos permitían una pausa
en los exámenes que se acercaban. A la salida del colegio,nos
sentíamos tan ilusionadas que olvidábamos nuestros libros, y el
miedo a los exámenes. El sonido de la tenora empezaba a sonar
al compás de nuestros pasos. Con la sardana, nuestras manos se
42
juntarían a las de nuestros amigos y, con ello, sentiríamos los
deseos de caricias a flor de piel...
Aquel chico que solamente se atrevía a
mirarme, y que tenía tanta vergüenza de
acercarse a mi grupo, estaría pronto a mi
lado, y no harían ninguna falta sus torpes
palabras...
"I love you".
Me molestaba su timidez pero, sin embargo, sentía también un
enorme reconocimiento y, habría podido amarle solo por ello.
Cuando a la salida del colegio le veíamos llegar a lo lejos...,
"Aquí llega el chico de las gafas"
...mis amigas se reían pero, cuando estaba junto a mí, yo sufría
con él su rubor y su timidez. Se llamaba Miguel.
Me acostumbre a él de tal manera, que necesitaba que estuviera
cerca de mí cuando me gustaba un nuevo muchacho, puesto que su
amor llegó a hacer que yo contemplara a todos los demás a través
de sus ojos.
También a mi profesor de Física y Química.
Por ello,no apartaba mi mirada de la suya más que cuando tenía
que salir a la pizarra... pero entonces mis manos me traicionaban
y empezaban a temblar,
de la misma manera que ahora tiemblo cuando
el Dr. C. después de una larga conversación
en que he sentido tan cerca a la mujer que
he deseado, me dice que debe reconocerme y,
de pronto, aparece todo lo inútil que hay en
mí... ÍAh, todo lo inútil!
43
IAh! Debo huir a alguna parte. ¿A donde?
Hay algo que ineludiblemente me aparta de
toda esa gente que a mi alrededor me mira
desde su verdad lógica indeformable....
ÍAh! entonces, necesito ese sol.
Y quisiera tener la mano de mi amigo nuevamente entre las mías.
Pero sus manos y las mías son también muy distintas
ahora.
Quisiera que mi mano derecha y mi mano izquierda fueran
felicidades diferentes...
Un amor en cada mano, un aliento en
cada dedo...
y compartirlo con ellos, con todos estos
muchachos.. .que han sentido conmigo los años más felices del amor
que solo empieza.
Se acerca mi hija mayor y, por encima de mi hombro, lee lo que
estoy escribiendo.
-¿Qué es eso que escribes, mamá?
-Un cuento.
-No.
Se nota enseguida que escribes tu historia...
-¿No ves que es una novela?
-¿Una novela de qué?
-Pues..., eso, una novela.
Una novela de amor.
-I Bah! I Sé que no vas a decirme la verdad. Pero es lo
mismo....
44
No puedo evitar que coja unas cuartillas.
sigo escribiendo.
No le hago caso.
Y
-Mamá... Perdona que te lo diga, pero todo eso me
parece... i ridículo!
-Bueno...
Si tuviera que leerlo alguien, quitaría
muchas cosas, claro está. Pero es para mí. ¿Sabes?
Ahora necesito escribir..,todo lo que se me ocurra.
Ella no entiende. Tal vez piensa que me ha hecho daño. Me mira
con sus ojos azules, increíbles, como pidiendo perdón porque no
sabe mentir. Entonces leo su pregunta de siempre...
-Mamá,
-No.
¿Te ocurre algo?
¿No lo ves...?
Estoy pensando..., simplemente.
De repente, descubro que hay un gran abismo...Entre las dos...
Algún día seré mayor y todo será distinto.
Algún día.
De pronto, esa niña que está ante mí, es capaz de llevarme de su
mano... Precisamente ahora, cuando acabo de desprenderme de la
mano de mi madre....
¿Donde estaba yo mientras ella me cruzaba de camino? ¿Encontraré
algún día ese tiempo vacío? ¿En algún lugar, en alguna parte..?
Miro a mi hija con un poco de pena ¿Puede acaso ocurrir que
jamás sienta todo lo que me ha hecho vibrar a mí? Existe, sí,
ese mundo tal y como yo lo he visto. De otro modo, no existiría
ninguno. Cuando siento que se va, que se aleja, intento asirlo
de nuevo para que permanezca en mi recuerdo...
He ahí esa pequeña historia....
45
¿A donde el camino irá?
Yo voy soñando caminos de la tarde,
el ancho mar, las polvorientas encinas,
Yo voy cantando, viajero,
a lo largo del sendero...
la tarde cayendo está.
En el corazón tenía
la espina de una pasión,
logré arrancármela un día
ya no siento el corazón
Y todo el campo , un momento,
se queda mudo y sombrío, meditando,
Suena el viento en los álamos del rio..
Mi cantar vuelve a plañir.
"Aguda espina dorada,
¿Quien te pudiera sentir
En el corazón clavada?"
Cuando suena el teléfono,y descuelgo cansadamente el auricular
...., tengo la ligera esperanza de que alguien al otro lado me
diga que hace un día hermoso. Si no es así, adivino que se
pueden estropear para siempre todos los días hermosos... Si,
sigue sonando el teléfono con esa voz que busca la esperanza de
nuevas espinas clavadas... No, no quiero esa cita. Busco una
excusa cualquiera. Porque la primera cita de esa voz que acepte
de nuevo, será la última de todas las citas del mundo y no, no
quiero que terminen todavía.
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Tal ve2 algún día.
Pero ahora no. Miguel está todavía ahí, a mi lado, como siempre.
47
MI REBECA
48
Aquel día había estrenado mi Rebeca nueva. Mi primera Rebeca.
Era una chaqueta de punto de color azul marino, abotonada de
arriba abajo. Todas las chicas cambiábamos el jersey del colegio
por este otro que se puso de moda gracias a la película del mismo
nombre.
Esa película que, sin embargo, a nosotras no nos
permitían ver y, tal vez por ello, nos sentíamos, al lucirla, más
interesantes que nunca. A pesar de que el tiempo era caluroso,
a la salida del colegio, todas sin excepción, nos enfundábamos
en ella. Después de colocar las costuras de la hombrera bien en
su lugar, se abotonaba toda entera de forma que solo asomara el
cuello y el lazo de la corbata. Los pliegues de la falda,
aparecían muy marcados por debajo de ella .
Todo era suave y
acariciador. La brisa del mar, el calor del sol se filtraba a
través de la ropa, a través de los ojos de Miguel. Sonaba a lo
lejos el primer canto de la "tenora" y aquellos ensayos de la
"cobla", eran como bellos colores sucediéndose unos a otros que
dejaran filtrar de vez en cuando un rayo de sol, o un hilito de
agua fría...
Algunos chicos esperaban en la esquina del Colegio con los libros
en la mano. Juan y sus amigos iban a colgarse de los brazos de
las chicas mayores. IAh!...Nuestros vecinos del jardín,estaban
también allí. Sin embargo aquel alegre entusiasmo con que
lanzaban sus silbidos desde el balcón, había desaparecido y
nosotras sentíamos su presencia y esperábamos. ¿Qué? lAh,
imposible saberlo..!
Miguel, a mi lado, rozaba mi brazo,imperceptiblemente, y el rubor
subía a nuestras mejillas.. Cuando su cara enrojecía demasiado,
yo trataba de evitar que las demás niñas se dieran cuenta... Fue
la única muestra de cariño que le di jamás.
Porque, luego, cedía mi mano a cualquier muchacho nuevo y, cuando
49
detrás de mí
sonreirle...
contraía
su
cara, me
limitaba
solamente
a
Pero ese día, vi cómo desaparecía Rambla abajo con el osito
marrón que era mi regalo y, por primera vez, me di cuenta de que
era difícil jugar a tenerlo todo...
... porque por primera vez no hubo nadie que tomara mi mano en
la primera sardana del día de mi santo.
Un poco más lejos se encontraba Juan, con su grupo de chicas
mayores que se disponían a ir al baile. Por un momento pensé que
mi hermana Tere se reuniría con ellos y que yo podría hacerlo
también. Pero ella vino hacia mí para decirme que debíamos
volver a casa.
La puerta del descansillo se cerró tras de nosotras rompiendo una
vez más tantos deseos a punto de alcanzar.El pasillo largo tenía
a su izquierda la gran puerta de dos hojas del despacho de mi
padre. Estababa cerrada y se oía el teclear de la máquina de
escribir y la voz inconfundible del contable, su hombre de
confianza.La pared de la derecha estaba formada por puertas
correderas de madera fuerte y hermosa. Detrás de ellas, en su
oscuridad, todavía debían quedar algunas imágenes de santos que
fueron introducidas allí cuando, durante la Guerra Civil, los
militantes de la FAI irrumpían a golpes para llevar a cabo el
registro... Aquel terror, aquel miedo, permanecía quizás aun,
dentro de aquella penumbra.Jamás abríamos aquellas pesadas
puertas.Pero ÍAh! eran sólidos puntos de apoyo cuando , con los
patines nos dejábamos deslizar a lo largo del corredor... El
primer descansillo llegaba a continuación... Dos hermosos
sillones de piel negra recibían constantemente los impactos de
las carteras del colegio abandonadas allí al llegar de la
escuela... Sobre todo de la cartera, siempre repleta y en
desorden del más pequeño de los chicos, de
50
MI HERMANO AGUSTÍN
51
al que constantemente perseguía la abuela dando vueltas alrededor
de la mesa del comedor...
-"Mira...que t'inflo!" IMira que... te hincho a
bofetadas..! -decía la abuela-.
A mi hermano Agustín le divertían enormemente aquellas
persecuciones... Su sonrisa y sus ojos saltaban de alegría. La
complicidad con la vieja ama -"dida seca" en catalán- había
tenido que acabar. La Dionisia -así se llamaba- se había ocupado
de él mientras sus fuerzas se lo permitieron. Ninguno de nosotros
-los demás hermanos- necesitamos de sus cuidados. Se ocupaba
exclusivamente de Agustín, el terror de la casa. Supongo que mi
madre la contrató única y exclusivamente para él aunque también
es posible que mi hermano fuera la excusa para acoger a aquella
mujer de la que nunca supimos de donde había venido. La
queríamos. No nos dábamos cuenta, pero "existía" en la casa como
si de un objeto indispensable se tratara, i El ser-objeto!
Majestuosa, vestida de negro, perfecto esqueleto que no cedía al
paso del tiempo, pies y carne invisibles a nuestros ojos, a
nuestros ojos sin abrir aún ante el misterio... Ese misterio en
el cual se amparaba mi hermano cuando se escondía entre sus ropas
de luto y, lan2ando gritos con los cuales pretendía imitar el
tambor, levantaba aquellos frágiles huesos como había visto
hacerlo a los mozos que, en las fiestas del barrio, levantaban
a las gigantescas figuras de cartón, ataviadas de Reyes. -Reina
en este caso-.
Pero Dionisia ya no estaba... y las canciones que en la hermosa
casa de veraneo de Alella, -que siguió a la de Valdoreix-,
arrancaban inusitadamente de su boca, quedaron en el recuerdo...
Jamás una queja, un consejo, una palabra... Solo su voz ronca
perdida en la noche bajo el magnolio del jardín de la "señora
52
Madam" -nuestra patrona en la casa alquilada de Alella- ,nos
permitía darnos cuenta de que en "la dida seca" había una mujer,
existía una persona.
No había conseguido domar al terrible Agustín. Las botellas
abandonadas en el desván -el gimnasio- seguían llenándose con el
pipí de mi hermano.
Los sillones negros estaban relucientes, pues, por la mañana, una
de mis obligaciones, además de la que me correspondía de limpiar
la hilera de zapatos alineados en la enorme sala donde se
guardaban las alfombras y la ropa de invierno, era la de sacarles
brillo con la piel de plátano, i Inventos del abuelo, tan
conocedor de los curtidos de piel! Tere y yo habíamos madrugado
bastante para cumplir con las dos únicas obligaciones que se nos
imponían en la casa. Me senté en uno de ellos con ganas de
llorar. Enfrente, la puerta de cristales abierta dejaba ver las
escaleras que conducían a los pisos superiores, a los
dormitorios, al baño, a las terrazas... Al cuarto de la criada
y a la habitación donde los zapatos de mis hermanos, en fila,
esperaban.
Mis hermanos estaban estudiando con los codos apoyados en la mesa
del comedor mientras la abuela no dejaba de dar instrucciones a
la criada, siempre con su voz cantarina y alegre.iAh!, aquel día
me esperaba mi cena preferida: Una hermosa fuente de croquetas
y buñuelos crujientes.
También crujía la puertecita de la "salamandra", en el rincón
del descansillo, pues, aunque parecía de cristal, su materia era
de un mineral incandescente cuyo nombre había aprendido en mis
últimas clases. "Mica" era el nombre, y su dureza, al mismo
tiempo blanda y flexible, me recordaba las uñas de mamá cuando
tecleaba en el piano.. Ya no entendía el motivo de mis lágrimas,
y subí a mi cuarto dejando deslizar suavemente la mano por la
barandilla de la escalera que momentos antes había contemplado
con lágrimas en los ojos...
53
Estaba oscureciendo y la luna colorada y grande se levantaba por
detrás del mar tranquilo que contemplaba desde el balcón de mi
cuarto. Brillaban ya infinidad de luces. Entre ellas, entre la
transparencia del agua, mas allá del largo camino iluminado por
la luna, las luces de petromax de las barcas que habían salido
a pescar aquella noche.
Volví a acordarme de mi hermano mayor.
Estaba haciendo el
servicio militar y en su carta de felicitación me proponía mirar
a la luna los dos a un tiempo, para sentirnos cerca cruzando el
mar.
54
MI HERMANO MAYOR
55
el que escribía versos a la sombra de una ermita, ahora tan
lejos, sigue viajando en la barca del pescador como cuando era
niño...
Si estuviese a mi lado
ahora
seguiría jugando conmigo como entonces,a atemorizarme con aquel
gesto que simulaba acariciar la larga melena de pelo blanco de
aquella mujer que habíamos visto en el cine, mientras yo, para
darle placer,seguiría interpretando el papel de la niña tonta
aterrada por la gran mancha de sangre en la cama . La sábana
manchada de sangre que en la pantalla se agrandaba, agrandaba...
Esa sangre,
ya en la sábana de mi cama...
llevándose con ella a ese ser, mi niño, si,
56
MI NIÑO
57
perdido para siempre.
Muchas noches siento aún el olor de aquella sangre empapando mi
carne, ahogando mis gritos, acompañando el dolor sin fin de lo
que jamás volverá a ocurrir. Porque mi herida ha quedado muy
adentro, muy adentro y está ya seca
y sin embargo
me duele más aún hoy,
y mañana,
y mañana.
Ese niño que tengo delante de mí, ese niño inefable, imposible,
que quiere hacer el papel de seda de la misma seda para fabricar
su avión, aquel que vuele más alto que ningún otro, es, a un
tiempo, mi hijo Carlos al que puedo mirar y acariciar y aquellos
otros que no han sido nunca... Gabriel, Mario..., todos los
demás niños del mundo.
Aquella niña que miraba la misma luna de hoy, sabe que ya no
habrá lunas nuevas, jamás.
58
Recuerdo
59
Esta mañana, durante mi largo paseo por el Retiro, he vuelto a
sentir el olor de las hojas secas mojadas en lluvia. Quizás
alguien lo perciba todavía, largo, inagotable, sin darse cuenta
de que un día desaparecerá.... iAh,quisiera gritar a todos esos
niños que están jugando en el parque, que traten de agarrarlo
fuertemente con sus pequeñas manos ! Pero no me atrevo, puesto
que ni siquiera sé si ese olor existe para ellos... i Ah! Nada
existe hasta que se pierde para siempre. Entonces tiene nombre
de recuerdo.
Mi nombre es recuerdo.
Mi nombre es ahora...
ese nombre que se pierde de nuevo en una lejana noche de verano
cuando las hojas mojadas servían de lecho para jugar a papas y
mamas con el niño rubio que prendía mi mano para huir a través
del bosque, aquel que tenía un gran pozo que un día se secó sin
saber por qué.
Yo espero que seguirán creciendo sus hojas
alrededor porque era así entonces, y es hoy aún en mi recuerdo.
Existirá todavía aquel lugar en mi cabana y el niño rubio...y
cierro los ojos. Era, entonces...
Hoy es, recuerdo.
Ese recuerdo de la guerra.
Mi madre no podía resistir el
sobresalto continuo de los bombardeos y por ello nos trasladamos
a aquel pueblecito de montaña :Valldoreix. Un señor alemán,
judío, al que mi padre había ayudado, nos cedió su bonita casa
de recreo. Abandonamos el hogar y la fábrica de la cual se
habían apropiado y llevaban al desorden más espantoso algunos de
sus trabajadores, afiliados a la FAI. Papá, al menor ruido, se
60
sobresaltaba y salía huyendo hacia los tejados que comunicaban
con la casa de mis primos y las de otros vecinos.Ellos mismos los trabajadores- se lo habían advertido... Los de la FAI andaban
buscándole...En un gran camión,nos metimos toda la familia.
Ahora, reviviendo aquella imagen de cuando únicamente tenía dos
años, podría asegurar que estaba ya anocheciendo cuando veía
alejarse el portalón de casa, llorando porque mi gatito, el
pequeño "misky" quedaba encerrado en ella.Si, la abuela llevaba
un fardo con comida. Es posible que yo aún no pudiera sentir
miedo, pero si imaginaba a "misky" estremeciéndose al pie de la
ventanita con cristales pintados de azul de la cocina,sin poder
protegerse en mis brazos.Aquella ventanita a través de la cual
contemplaba el cielo de color azul oscuro y transparente en el
que se encendían de vez en cuando extrañas luces acompañadas de
ruidos misteriosos que iluminaban la ciudad entera. Era cuando
aparecían aquellas luces cuando mi madre nos arrastraba al
refugio bajo la escalera.
Ya quedaba atrás aquella angustia...
Ya no habría más barcas
esperándome a la orilla de la playa. Todas habían salido para
no volver. Se llevaron mi pequeño miedo de entonces, y hay un
gran tiempo de agua entre ellas y yo, que sigo contemplando el
mar, después de haberlo visto ya muchas veces, demasiadas veces,
enfurecido.
Cuando terminó la guerra, seguimos yendo a Valdoreix durante los
veranos. Los bosques eran maravillosos. Mi pequeño amigo -Luis,
se llamaba Luis el niño rubio-, venía a buscarme todas las
tardes...
-iVen,esperaremos
luciérnagas..!
la
noche
para
ver
las
61
Nos acercábamos al torrente, nos sentábamos en la tierra
dejándonos arrastrar pendiente abajo hasta empezar a llenarnos
de arañazos para, luego, andar a lo largo del arroyo sin saber
porqué. Tal vez esperando el caminito de luz que producían a
nuestro paso las innumerables luciérnagas de la noche. A medida
que avanzaba sentía desaparecer mis manos, mis pies, mi cabeza,
hasta que, de pronto, echaba a correr y agarraba con fuerza las
pequeñas manos de Luis , lo dejaba en su jardín al lado del
nuestro y subía a mi cuarto y empezaba a llorar en silencio....
.... y por aquella maravillosa sensación de correr por el bosque
con mi amigo de la mano y el pelo al aire, recorrería de nuevo
el camino atrás de los espacios vacíos del tiempo.
De ese tiempo que de repente se ha detenido en esta Navidad en
la que miro una y otra vez a mis hijos y lo descubro, intacto,
dispuesto para mí por mi amante de siempre. Entonces quiero
gritarles a todos que me ayuden a agarrar con fuerza ese momento,
pero, rae doy cuenta de nuevo que es imposible jugar a tenerlo
todo, que las voces de mis hijos se alejan y que mi corazón queda
pendiente de este hilillo de placer que se alarga, alarga..., que
todavía crece para romperse algún día.
¿Lloraba ya entonces por todas las noches que se sucederían
después...?
Debía secar mis lágrimas y bajar sin tardanza al comedor. Cuando
abría aquella puerta de cristales y veía el rostro de mi madre,
pensaba que habían estado hablando de mí. Yo no soportaba ver
sufrir a mamá. Me esforzaba en estar alegre y cariñosa. Pero
entonces mi hermano mayor preguntaba:
-"¿Has llorado verdad?"
Ya no había remedio. La cena transcurría con las miradas de toda
la familia dirigidas hacia mí al igual que las piedras de la
ladera del camino cayendo sobre mi cabeza, Al fin mi padre,
62
rompía el silencio.
amablemente.
Y
se
reía,
él
sí, tranquilamente,
Aquel día de mi santo no sentiría la risa burlona de mi hermano.
Me acordaba de él durante la cena,contemplando el espejo del
aparador que tenía enfrente. Casi podría ver su imagen
mezclándose con la mía. Sí, la imagen de mi hermano mayor, el
que estaba en la mili, observándome a través de mis propios ojos.
Yo insistía en aquella mirada hasta hacerla desaparecer, hasta
que no quedara nada, ni espacios, ni tiempo... solo aquel gran
espejo.
Este juego se repetía al igual que aquel sueño de siempre, cuando
perdida en la oscuridad de las noches, el espacio y el tiempo se
transformaban en una gran masa blanca encerrada dentro de una
cajita de metal -una cajita de pastilla "Walda"- escondida debajo
de mi cama. Lentamente, aquella masa blanca, sin cuerpo, aquella
nada, iba saliendo despacito de la cajita verde, me iba
envolviendo hasta tragarse todos los ruidos, todos los
pensamientos.
Me ahogaba y me despertaba al instante.
Me
levantaba de la cama para comprobar ante el espejo si existía
mi cuerpo...
Ahora aquel sueño ha desaparecido de mis noches, pero cuando
apago la luz de mi mesilla y mi cuerpo se hunde entre las
sábanas, me acuerdo siempre de mi sueño blanco y me pregunto
donde se encontrará la cajita verde... Pues es posible que esa
cajita guardara entonces demasiados sueños irrealizables que
luego, igual que el esperma que tantas veces se ha derramado en
mi cama, huyeron lentamente sin llevarme con ellos.
En el centro de la mesa grande del comedor, se encontraba la
bandeja con los buñuelos.... La puerta de la cocina se abría y
cerraba en un balanceo hacia adentro y hacia afuera... Era una
puerta sin cerradura, cuyo muelle nos permitía pasar de la
cocina al comedor con un ligero golpe. Más que una puerta era
63
un compás que marcaba todas las horas de vida nuestra, allí, en
aquella casa.
Como todos los años la fiesta de San Anastasio, se celebraba con
la "cremada del dimoni" . Toda la gente bailaba alrededor de la
falla del demonio hasta que se anunciaba "la quema", con un gran
estruendo. Cuando las llamas derribaban por fin aquella figura
carbonizada que se retorcía, sonaban con estrépito los fuegos
artificiales. El júbilo era indescifrable. Allí, en el mar, se
recortaba aún el cadalso del esperpento demoníaco, mientras los
encendidos colores de los fuegos se levantaban como anuncio del
verano.
Yo contemplaba a mi madre con el rostro descompuesto ante cada
explosión. Su semblante era el mismo de aquellas noches de la
guerra en las que el pánico de los bombardeos nos llevaba a
refugiarnos en el hueco de la escalera, y cada surco de su rostro
era la conquista de su corazón jamás vencido...Su semblante me
sobrecogía en aquellos días en que me sentía tan feliz y apenas
podía entenderla. ÍAh, aquella noche era tan distinta...!
Gozábamos de absoluta libertad y podíamos disfrutar de nuestras
emociones, mientras recorríamos las calles engalanadas.
Miguel había vuelto a encontrarse conmigo después de unos cuantos
días en los que, siguiendo el consejo de mi hermana Tere, se
había apartado de mí simulando una gran indiferencia. Ello me
había hecho sentir terriblemente desgraciada. Deseaba su actitud
de siempre pero, cuando aconteció, cuando, en el mediodía, en la
playa, me lancé al agua con la seguridad de que él vendría a mi
encuentro, al hundir mi cabeza en el agua y en el momento de
emerger de ella, vi de nuevo su rostro, vi de nuevo sus ojos
fijos en los míos, y, entonces supe que no le amaba.
¿Qué era pues ese extraño sentimiento que siempre me ha unido a
él...?
Después, durante el paseo, creí adivinar la primera mirada de
64
Juan... Alguien había cogido mi cintura y deseaba que fuera
él... sabía que solo él podría jugar con mi timidez sin que
dejara de besarme como yo quería, como yo he querido siempre que
me besaran. Le seguí adormecida, sin saber muy bien lo que
ocurría, hasta el lugar en que se encontraba aparcada su moto...
Por primera vez mis labios fueron sensaciones de ríos no
despertados aún, de seguridades de hermosura tangible , guardados
hasta aquel momento muy profundamente. Porque siempre ocurría
que había que rechazar abrazos y besos ya que, al llegar a casa,
debía tener la certeza de que me había comportado correctamente,
que yo era una chica "como debe ser". En mi casa debía sentirme
como mi madre deseaba que yo fuera y, cuando escribía una carta
a mi hermano, esa carta debía ser la hermosa carta que él
esperaba, la que él deseaba que fuera.
Puesto que él, mi
hermano, la única belleza que podía entender, era la de su
vocación de sacerdote. Cerrando los ojos a sus deseos, eligió el
único camino en el que, creía, no podría equivocarse.
Nunca, pues, agradeceré lo bastante a Juan sus abrazos ... sus
besos. Aquellos besos y abrazos de los que siempre era necesario
huir..., Aquella hermosa sensación de libertad que me embargó
aquél día cuando me llevó a casa con su gran moto "Sanglas", cuyo
ruido desvanecía cualquier remordimiento, me alejaba de todas las
disciplinas, de todos los miedos... Era él, el único capaz de
hacerlo, el único que "pasaba", como se dice ahora, de todos los
convencionalismos con que la familia y la religión, nos
torturaban....
Aquel día, por primera vez, abrí los ojos ante la imagen mía,
adivinada. Nunca más la he vuelto a ver como entonces. Aquel era
el espejo deseado...iMi espejo!
Ahora se ha roto apenas rozado, como se rompe una
copa de cristal por una azar irremisible en el
momento en que vamos a beber en ella. Y aunque
hay muchas otras copas de cristal, nunca será esa
misma copa que con tanta ilusión hemos acercado
a nuestros labios.
65
Mientras tanto, seguía sonando la música de baile y acababa de
descubrir algo profundamente misterioso y maravilloso.
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LOS EXAMENES
67
Llegaron ineludiblemente después de aquellas fiestas. IAhí Era
un mundo dentro del cual me sentía terriblemente débil.
En la Escuela de Comercio, los altavoces no dejaban de sonar y
las aulas me parecían las fauces abiertas de grandes monstruos
que de repente, se hubieran presentado ante mí en el momento
menos deseado. Como al término de un largo viaje en que el tren
ha acelerado su marcha y al llegar repentinamente a la ciudad
nos damos cuenta de que no era la ciudad que habíamos deseado.
Evidentemente mientras esperábamos angustiosas el momento de
entrar en el aula, era el fin de nuestro viaje. De vez en cuando
pasaba algún profesor muy convencido del respeto que nos producía
y entonces creíamos que si reparaba en alguna de nosotras el
examen sería mucho más fácil. La luz dorada se filtraba a través
de alguna ventana, arrastrando el polvo. Era una luz densa,
caliente, que nos iba apretujando el corazón asustado pero que
al mismo tiempo lo acariciaba puesto que era nueva, profundamente
brillante.
No sabíamos si era la luz del sol o el color
entremezclado de esperanzas lo que estaba tan cerca.
Los
distintos sonidos de voces, ruidos, silencios... era una tupida
red que apretaba nuestro cerebro mientras
se debatía
desesperadamente por encontrar la melodía exacta y precisa que
nos diera la medida de nuestro "saber", de nuestro "poder ser",
lo que habíamos imaginado ante el último libro de texto aprendido
de memoria... conquistado.
Cambiábamos miradas de compresión
con los chicos hasta entonces totalmente desconocidos, y, aunque
sabíamos que jamás volveríamos a vernos, aquellos momentos era
bellos, definitivamente realizados.
Eran la medida de un
presente que comenzaba y acababa también en la posición de unas
manos, una cabeza, unos ojos..., en un lugar exacto de la
geografía de la tierra y en un segundo de nuestro tiempo.
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Yo veía en los ojos de los profesores, brillar la inteligencia
que había descubierto en los ojos de mi hermano... Todos esos
ojos que he odiado luego, alguna vez... que también he amado.
Todos los ojos
de los seres a quienes yo hablo y que no han podido entender lo
que he hablado
porque allí dentro, muy adentro,
mis pobres palabras quedarán descuartizadas, divididas... y,
cuando esa razón adivinada en el fondo de todos esos ojos
consigan unirlas de nuevo, conseguirán un desastre parecido al
que hace el niño que desmonta las piezas del reloj y luego
pretende obtener el verdadero "tic-tac" que ha destrozado para
siempre.
Para el examen de Física y Química se dividieron las pruebas en
dos grupos de dos temas cada uno. De los dos temas solo conocía
uno de ellos, y, por azar, me correspondió el único que no había
estudiado en el libro.
Decidí realizar los ejercicios que
correspondían al otro grupo. Hice un examen espléndido puesto
que una vez había dado por perdido el examen, me recreé
especialemente en aquellos dos temas que no me correspondían.
De pronto recordaba con prodigiosa exactitud todo cuanto sobre
ellos me habla explicado mi profesor.
Sin embargo, cuando contemplé la cara de la Hermana Teresa ,
después de explicarle mi ingeniosa "trampa", creí comprender el
porqué del rencor con que me miraban sus ojos abultados... Me
di cuenta de que deseaba mi fracaso.
Cuando llegó el maravilloso Notable con que se había puntuado
mi examen, vi de nuevo el odio reflejado en los ojos de la
Hermana Teresa... "¿Conque... aprobada, eh?"
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LLegué a mi casa con una gran tristeza y unas enormes ganas de
llorar. Poco a poco mis lágrimas fueron abriendo mi corazón a
una íntima , profunda alegría que no sabía si se debía al haber
aprobado el examen o al haber descubierto que probablemente mi
profesor de Física y Química había intercedido por mi ante el
Tribunal, y que, era cierto, había amor para mí en sus ojos y
ese amor no se podía comparar al de ninguno de mis amigos. Y así,
el traje gris impecable con que se presentaba en la clase ,
trataba de imaginarlo en el lugar de su casa, la cual debía ser
muy diferente a las demás casas, puesto que sus paredes estaban
hechas de aquellas emociones que yo sentía ante su presencia y,
por esa razón, las personas que vivían en ella tenían que ser
maravillosas, diferentes a las que yo conocía.
Desde entonces, cuando terminaban las clases, no deseaba más que
encontrarlo en el paseo. Y cada vez que salia de casa lo hacía
también con la misma esperanza.
Tal vez un día, después de invitarme a un
helado, me llevaría a su casa.
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LA CASA DEL PROFESOR
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Un día llegó la ocasión esperada.
Debíamos ir a darle la enhorabuena por el nacimiento de su hijo.
Así que, por la tarde, al terminar las clases,nos plantamos todas
en su casa.
De pronto, todos los objetos, todo lo que me era tan querido,
porque lo imaginaba a su alrededor, una ve2 descubiertos en su
realidad, me parecían insignificantes y vulgares. Como era
vulgar el hecho de llamar a una puerta que hasta entonces había
sido la que guardaba mágicamente el misterio de lo que imaginaba
era el mundo de él, lugar sin forma, blando, luminoso,
invulnerable. Se abrió la puerta cual si se levantara el telón
del teatro que hemos estado largo tiempo contemplando, deseando
encontrar tras él un mundo también mágico, distinto al nuestro,
en el que vamos a introducirnos durante unas horas y que nos
permitirá convertirnos en seres excepcionales.
Pero habían
desaparecido los escenarios maravillosos y las luces de las
candilejas... Allí estaban aquellas sillas horribles colocadas
a uno y otro lado de la mesa de comedor a la que adornaba un
horrendo ramo de flores de plástico con infinidad de colorines.
Ahí estaban aquellas vitrinas repletas de cosas increíbles.. . Las
copas de cristal tallado, los ceniceros de plata que podrían
haber sido hermosos de haberse quedado olvidados en cualquier
rincón, pero que estaban allí destinados a alimentar la vanidad
que se iba conquistando a medida que un nuevo e inútil objeto era
trasladado del escaparate luminoso de la tienda de un barrio
elegante cualquiera hasta el nuevo aparador de aquella casa donde
morirían de aburrimiento para siempre junto con el tresillo
reglamentario en el que nos acabábamos de sentar mis compañeras
y yo, tímidamente.
El encanto había desaparecido. Me alegró enormemente que no se
72
encontrara el profesor en su casa puesto que me permitía
reservarme aún algo de la admiración que había sentido hacia
él.Aquella
personalidad
creada
por
mi
imaginación,
maravillosamente irreal. Podía mantenerme todavía entre el halo
de luz y silencio del decorado brillante y cálido de la pizarra
de mi clase, cuando los rayos del sol a punto de marchitarse
jugaban a pegar en ella infinidad de partículas de polvo,
pequeñas y brillantes. Podía también permanecer en la superficie
acariciante de la mesa del profesor, de su silla, de su propia
figura alrededor de cuya cabeza dorada, el trasluz jugaba todavía
más alegremente.
Ahora
mis ojos intentan todavía encontrar su mirada de entonces, siguen
buscando la luz, esa luz que ha llegado a ser tan potente que,
al igual que se funden las imágenes en el "flash" que sorprende
nuestra vista, es demasiado luminosa y profunda para que
encuentre su lugar. Ese lugar, ese instante en que el alma llega
a rozar su propia muerte.
y
reemprendo el camino con cansancio puesto que hay
algo que se rompe a cada instante...
Es el
espejo grande de entonces...,
y
recojo con esfuerzo sus añicos,
Y
pretendo juntarlos nuevamente para que sea otra
vez cierto el espejo de mi cuarto.
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No sentía ya tristeza al colgar el uniforme ni al verle caer
pisoteado. Ilusionada, comencé a revolver los baúles en que mi
madre guardaba los trajes de los veranos anteriores, probándome
uno tras otro atolondradamente.
Se desprendían de ellos
diminutos rayos de sol que cambiaban la tarde antes gris, en otra
tarde iluminada por la luz que salía de entre cada pliegue, de
entre cada una de las flores bordadas sobre el delicado fondo del
vestido que contemplaba ahora, pálido y delicado.
Unas flores que resultaban muchos más brillantes y hermosas de
lo que habían sido el año anterior...
... Si, evidentemente, ese chico que se parecía
a Gary Cooper y por el que estaban locas mis
amigas, se quedaría asombrado cuando mañana me
viera sin el uniforme....
Las chicas mayores del colegio se habían dado cuenta:
-"¿Has visto..?
Diego...!"
íTe ha mirado.. Te ha mirado
No podía recordar sus rasgos. Incluso el día en que le había
mirado más detenidamente, al verle sentado en el mismo banco
verde en el que yo había jugado tantas veces con Miguel, no había
logrado descubrir en su rostro ninguna mirada, si acaso unos ojos
alargados que fundían aquella mirada hasta convertirla en sombra
que agarraba mi voluntad. Y ello desdibujaba el contorno de su
figura, la que más tarde...
Pero
si,es tarde ya...Demasiado tarde.. Cada puerta que se abre es
la misma que se cierra a mis espaldas.
74
No quiero jugar.
Los demás podéis seguir jugando.
...Me aburre el aburrimiento de mí misma... ¿tan pronto? No,
ha pasado mucho tiempo, y, todavía estoy jugando como entonces
1 cuidado!
Mira a todos como aprenden
se ríen
se divierten.
Lo parece.
A mí no me lo parece.
Están sangrando por dentro
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LA IGLESIA
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Era muy diferente a aquella hora de la tarde de las mañanas del
domingo en que toda la familia asistíamos al Oficio.Era la hora
de la Visita al Santísimo... La hora de las citas. El tiempo se
iba desvaneciendo en sombras que daban un aire profundamente
acogedor a los bancos de madera cuidadosamente encerados. Cuando
ya parecía que todo iba a sumirse en la oscuridad,aparecía la
penumbra que, como nueva luz, se incorporaba a las sombras,
iluminándolas.Al descubrirlas, me envolvían como una más entre
ellas y, por unos instantes, me olvidaba del constante ir y venir
del portalón de entrada a la iglesia. Era el momento en que se
encendían las luces de las lámparas y salía el monaguillo
dispuesto a prender las velas para la ceremonia de la visita al
Santísimo. Los Salmos sonaban y aparecía el sacerdote envuelto
en el humo de su incensario. El "Tantum ergo", cantado a media
voz, se hacía solemne una vez roto el silencio. Era la hora en
que Miguel solía esperarme al otro lado de la puerta sin
atreverse a entrar en la iglesia...
Entonces yo me escabullía
por la puerta de la sacristía y salía al paseo del mar. Me
acercaba a la casa de mi amiga, que tenía una tintorería cuya
puerta formaba un gran escaparate en el que, sin prisas, podía
observar el grupo de los chicos donde estaba Diego.Hacía mucho
calor y,
por supuesto,no me sentaba nada mal el talle
apretado con el cinturón de charol blanco.
Mi padre no había reparado en lo bien que
moldeaba mi cuerpo.
Si se hubiera dado
cuenta, me lo habría mandado quitar del
mismo modo que hizo con el traje de la manga
corta.Ahora que mi piel empezaba a tener ese
bonito color tostado, me habría gustado
enseñar también mis hombros redondos y
morenos. Otras chicas lo hacían y nadie se
escandalizaba. Aquella amiga de mi hermana,
77
de piel morena, a la que mi abuela comparaba
despectivamente con una mulata, la que ahora
era novia de Juan, dejaba sus hombros
completamente desnudos... I Cuan agradable
debía ser para él abrazar aquellos hombros
mientras paseaba cerquita de la vía del
tren! A nosotras no nos dejaban pasear por
el lugar que se veía oscuro a través de las
palmeras. Cuando Diego se decidiera sería
muy distinto. El tenía diez años más que
yo... Nadie podría impedirlo.
Andaría
colgada de su brazo paseando arriba y abajo
de aquel lugar y, en el momento en que
pasara zumbando el tren expreso, yo me
agarraría más fuertemente aún. Había oído
decir que un día el tren arrolló a un niño
y lo estuvo arrastrando por todo el paseo
abajo.
Por eso, Diego, al recordarlo,
estrecharía fuertemente mi cintura y yo
temblaría.
Me entretenía con las charlas de la hermana mayor de mi amiga,
que era medio monja y no se daba cuenta de todas esas cosas.
Si no fuera por mí, mi amiga acabaría como
ella y sería una pena. Si se cuidara un
poco mejor el pelo y dejara de oler a tinte,
no le importaría a Miguel salir con ella y
quizás, gracias a eso, también se le
juntaría el chico de la panadería que a ella
le gustaba tanto.
Hoy seguramente nos
sentaremos en una mesa a tomar algún helado
en "Frigo" y aprovecharé para leerme el
papel de la función del teatro del
"Círculo", puesto que ya esta noche,
empiezan los ensayos. Además vendrá el
nuevo director...
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EL DIRECTOR DE TEATRO
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Un director de teatro, ya famoso en Barcelona, desde que dirigió
el AUTO SACRAMENTAL de la Sagrada Familia durante el congreso
eucarístico. El podrá darse cuenta desde el primer momento, de
que seré capaz de interpretar el papel de Alma del "Colmenero
Divino".
Y
tendría más mérito que el que tienen los
actores profesionales, puesto que yo no había
seguido cursos de declamación y, a pesar de ello,
leía los versos fácilmente y su música era bella
cuando lo hacía. Si mis padres me dejaran ir al
Instituto del Teatro, podría perfeccionarme,
aunque solo fuera para tener ocasión de trabajar
en la Radio. Conocería mucha gente y así Juan no
me parecería tan importante por el hecho de ir al
Teatro de Revistas para ver mujeres desnudas....
Había sido una suerte que, a pesar de todo, a
pesar de que mis padres se negaran cuando comencé
a ir al "Círculo", accedieran finalmente a que
interpretara un personaje insignificante, puesto
que incluso mi abuela se puso contenta cuando el
día del estreno la gente fue a felicitarla a su
palco. Y Diego estuvo en la platea. Lo vi desde
un pliegue de la cortina y me di cuenta de que
todo saldría perfectamente. En la escena que yo
interpretaba
debía
estar
enamorada
del
protagonista.IAh, no tenía más que pensar en él,
en Diego! Debía subir por una escalera de madera
que estaba al fondo del decorado y, desde lo
alto, girar la cabeza muy despacito y decirle que
le amaba. Pero entonces leía en sus ojos que él
también me quería y, con la emoción, solo
80
alcanzaba a decirle : "Teniente Palen...", que
era como se llamaba el protagonista... Se lo
decía muy bajito y casi temblando. Luego, me
volvía otra vez de espaldas, dudaba mientras él
me contemplaba y salía corriendo por la puerta
que había en lo alto de la escalera. Lo
maravilloso de la historia es que, durante
aquellos minutos que duraba mi escena, estaba
completamente enamorada del Teniente Palen...
El día del concurso de teatro, un señor muy
importante del jurado, me puso la máxima
puntuación, sólo por esa pequeña interpretación.
Mis compañeros me dijeron que aquel señor era el
que había dirigido los Autos Sacramentales que
se interpretaban en la fachada de la Sagrada
Familia de Barcelona y que era un gran director,
que entendía muchísimo... Y, esta noche se
presentaría en el "Circulo"...El, el mismo.
Con el libro del "Colmenero Divino" de Tirso de Molina, nos
dirigimos, mi amiga y yo, al paseo. La luna redonda, todavía
colorada, asomaba por detrás de la línea negra del mar. Mientras
pedíamos nuestro helado, ya empezaron a aparecer los reflejos
pequeñitos y apretados de la luna, de repente blanca y luminosa,
que se iban extendiendo en un camino que se ensanchaba y se
difuminaba hasta llegar a la orilla. En ella, se levantaba
intermitentemente la espuma blanca y suave de las pausadas olas.
Semejaba un camino de estrellas por el que se pudiera andar
blandamente, sin cansancio.
Era suficiente.
Era suficiente arrebujarse en aquellas sillas frente aquel mar
con la copa de helado sobre la mesa y el libreto de teatro en la
mano. Leía despacito, con cuidado, el principio de la obra.
Eran unos versos que se iban haciendo fáciles como el manar de
81
la fuente descubierto en la montaña y que nos sorprende con su
chorro constante, fácil, que se apodera de todo lo que suavemente
moja, transformándolo en luz suave, maravillosamente compenetrada
con nuestro cuerpo que se vuelca en gozo y en hermosos deseos.
Llegó la hora de pagar nuestra consumición y de regresar a casa
mientras apretaba con agradecimiento los versos de Tirso de
Molina bajo mi brazo.
Llevaba aquella seguridad recién
descubierta en las páginas del libro. Me sentia intimamente
agradecida a mi hermano, gracias al cual, entre sus innumerables
libros de Filosofía, había descubierto aquel pequeño libro con
los versos de Juan Ramón Jiménez. Lo leía muchas veces encerrada
en la biblioteca de casa. Nunca comenté nada con nadie puesto
que, ni en ella ni en el colegio , había oído nombrar aquel
poeta. No podía imaginarme el significado que tendrían para mí
mas adelante aquellos versos, cuando tantas veces contemplando
las tardes que se iban desvaneciendo, sentía la añoranza de que
se fueran , con la certeza de que nunca más volverían a ser tan
bellas y luminosas...
Y yo me iré...
y se quedarán los pájaros cantando
y se quedará mi huerto
con su árbol verde y con su pozo blanco...
Y, en el rincón aquel
de mi huerto florido y solitario,
mi espíritu errará, nostálgico.
Y sigo yéndome despacito de todos los lugares que han sido
alguna vez y pienso que otros ojos iguales a los míos de entonces
se sentirán igualmente reconocidos frente a aquella belleza de
la arena, tan lejana ahora, que sigue naciendo pulida nuevamente
por la suave caricia del mar.
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LA LECTUHA
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debía comenzar a las 11 de la noche, pues esa era la hora en que
todo el mundo había terminado sus obligaciones. Nadie cobraba un
céntimo, por supuesto... El "Círculo" se mantenía con los socios
-las gentes acomodadas de la ciudad, entre los que se contaban
mis padres- que eran propietarios de los palcos que, en
semicírculo rodeaban la sala...El hermoso espacio, como un
pequeño LICEO...al que se tenía acceso atravesando las mesitas
redondas de mármol y la barra que formaban el Bar. Pero nuestros
amigos, la gente joven, tenían sus puestos en la platea, siempre
llena a rebosar.
Con un poco de miedo recorría las calles silenciosas en aquella
hora de la noche. Solo resonaban mis pasos en el empedrado y no
tenía ninguna prisa por llegar al "Circulo", que estaba en la
plaza del Ayuntamiento.
Me habría gustado toparme con mi profesor al
doblar aquella esquina. Le habría saludado
casi sin mirarle como si existieran muchos,
muchos otros profesores con los que pudiera
toparme. Solamente le dirigiría la palabra
si él me preguntara a donde iba... Entonces
le contestaría distraídamente que..."a una
lectura..."
A lo mejor se quedaría
desconcertado
sin comprender nada, y
mientras me acompañaba un rato por aquella
calle oscura, yo le indicaría el "Círculo"
que estaba al final del Paseo del Mar.
Seguramente aquel lugar seria para él tan
misterioso y desconocido como lo era para mí
su Escuela de Comercio. Se daría cuenta de
que existían otras cosas además de la Física
y la Química y, entonces, yo le invitaría
84
para el día
función...
en
que
estrenáramos
la
Habían pasado demasiados días desde la última vez que le vi en
la Escuela de Comercio, charlando con un catedrático...
Pero si ahora me lo encontrara, caminaríamos
uno junto al otro y, puesto que las aceras
eran tan estrechas, él se acercaría a mi sin
poderlo remediar, aunque trataría de
disimularlo...
LLegué al Círculo y empujé la puerta de cristal con un movimiento
de pretendida despreocupación. Eché de menos algo en que
apoyarme, quizás un cigarrillo en las manos para llegar hasta
aquella mesa del bar alrededor de la cual se había formado una
cálida cortina del humo blanco. Si, el humo de los cigarrillos.
Elegí una de las sillas vacías,crucé mis piernas, sin saber cual
era la que debía poner encima de la otra, puesto que la que
inició el movimiento se apoyaba muy poco cómodamente en la otra
escurridiza que tenía debajo y, la punta del pie quedaba muy
tiesa apuntando hacia arriba. No sabia cuanto tiempo resistiría
en aquella postura. Al fin opté por apoyar mi brazo derecho en
el respaldo y poder así guardar el equilibrio. No me equivoqué
cuando, en el momento de entrar al bar del "Círculo", me pareció
distinguir al nuevo director de escena. Efectivamente,era aquel
señor cuyas canas empezaban a asomar tras la oreja. Tenía la
espalda curvada hacia adelante y en el primer momento no había
podido observar su rostro. Ahora, al fin, descubría un brillo
especial en sus ojos, lo único que, en su figura, no parecía
cansado. Por supuesto no tenía nada que ver a cómo lo había
imaginado. Me habría gustado verle también tan azorado como yo,
pero sin embargo, contemplaba con alegre curiosidad a todo el
mundo. Me sonrió un poco. Seguramente comprendió que yo era la
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dama joven y me estaría comparando a una de sus mejores actrices.
Se entretenía hablando con el primer actor de nuestra compañía
y se reía aparatosamente con las imitaciones que éste hacía de
Paco Rabal... ¿Por qué no empezaba ya la lectura? ¿Por qué no
subíamos todavía al escenario?
Los párrafos cortos del principio me daban
un poco de miedo, pero, cuando al fin
llegara el "verso" largo que yo me había
aprendido tan bien , él se daría cuenta de
mis enormes posibilidades...
Oía mi propia voz asombrada y me parecía imposible que hubiera
aquel silencio. No podía reconocerla puesto que sonaba mucho más
segura que cuando en el gimnasio de mi casa intentaba moldearla.
Hubiera deseado que no terminaran nunca aquellos versos cuando
la abeja reina -"el alma"- volvía arrepentida a los pies de su
dueño.
"Soberano colmenero
tu abeja llega rendida
a esa miel que es Pan de Vida.
A ese Pan, tierno cordero,
que, aunque el llegarme sea mengua
por ser yo tan pecadora,
tu dulzura me enamora
porque es leche y miel tu lengua..."
Ahora, en casa, ya no me interrumpían cuando después de comer
subía al gimnasio que ya no utilizaba nadie.
Instalé mi
caballete de pintar al pie de la ventana. Mi segundo hermano
tenía en un rincón una radio a medio terminar, con sus hilos
colgando que había empezado un día al iniciar sus cursos por
correspondencia. Estaba hecha con restos de radios viejas y a
mí me parecían los restos de un animal muerto con todas las
tripas colgando. Mi segundo hermano, estaba siempre inventando
juguetes o cosas raras. Se llamaba
86
ALBERTO
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Su primer gran trabajo fue una "atalaya" en miniatura como la que
existía -existe- de verdad en lo alto del Tibidabo. La había
conseguido juntando trocitos de madera y clavándolos unos a otros
con los clavitos que recogía en la fábrica.
También había
construido un "aéreo" : Eran dos capsulitas de cartón. Mientras
subía una capsulita la otra se bajaba, pues sus cuerdas
comunicaban con el jardín de nuestros primos que vivían en la
casa de al lado. Esas cuerdas estaban liadas a una rueda de
carro viejo a la que dábamos vueltas con la mano desde nuestro
patio. Este mismo patio en el que papá nos había prometido
instalar un surtidor con una fuente. ÍAh, cuando esto ocurriera
no tendríamos más remedio que sacar nuestros cachivaches y los
inventos de mi hermano! Ahora, desde la ventana del gimnasio,
podía contemplar el patio cubierto de pequeños baldosines
colorados que, al juntarse , enlazaban con otros más pequeños de
cerámica blanca con un dragón dibujado en el centro. No había
ningún surtidor, pero tampoco estaba la atalaya y el aéreo. En
el centro del patio había una mesa de mármol blanco, con sillas
de color turquesa a su alrededor. Me di cuenta de que algo
empezaba a marchar mal en casa cuando mi madre las había comprado
de segunda mano junto con aquel armario, también de color
turquesa, que se utilizaba como ropero. Pero I Era hermoso el
contraste que ofrecía el armario recién esmaltado junto a los
baúles fabricados ya en épocas de mi abuelo y que yo encontraba
majestuosos y a los que adoraba! Dentro de ellos, se encontraban
puntillas antiguas, pecheras de seda natural doradas y
requemadas, llenas de jaretitas diminutas. Había un corpino
también de seda, de color negro, y faldas amplias cuyo tacto
semejaba el metal. En un sillón de mimbre reposaba con la cabeza
ladeada, una muñeca de porcelana, enorme, a la cual, al
levantarle la falda, se la podía tirar de un hilito muy fino, muy
metálico, que hacia que se abrieran y cerraran sus ojos de
cristal y, al caer sobre su mejilla, los ojos daban golpecitos
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a la cara sonrosada. A mí me recordaba la muñeca del viejo
Coppelius y me impresionaba verla casi tanto como me impresionó
aquel cuento cuando lo leí por primera vez. Un día, a la muñeca,
le habían saltado los ojos, pero mi hermano, el de los inventos,
se apresuró a colocarlos en su sitio. Entonces adquirieron una
extraña vida, de animal raro, de pez o de pájaro. Eran redondos
y viscosos unidos entre sí por una pieza de porcelana rosa de la
que colgaba un pequeño péndulo. Era algo así como si fueran el
alma de la muñeca puesto que,a partir del instante en que Alberto
había resuelto aquel drama y asomaban de nuevo por los huecos
de las órbitas, parecía que se tornaban de color de rosa aquellas
mejillas tan pálidas, y que miraran de una forma como
agradecidos. De la misma manera con que miran los niños pequeños
cuando se les quita su ropa mojada por el pipí y se les colocan
sus limpios pañales de hilo, cuidadosamente.
Así me sentía en aquel lugar, destartalado,inmenso por el
misterio que se escondía en cada rincón o, tal vez, pequeño,
intimo como el pensamiento. El mió, único, exclusivo. Tenía la
tarde entera para estudiar mi personaje y era como si lo hubiese
sabido de siempre.
No me costaba ningún trabajo aprender
aquellos versos los cuales, no me cansaba de repetir una y otra
vez hasta conseguir el tono adecuado.
Algún día me sentiría tan grande, arriba en
el escenario, sobre todo por el silencio.
Los aplausos no me importarían, pues lo
realmente maravilloso sería poder sacar
hacia fuera las sensaciones que, dentro de
mí, a veces me torturaban. Sería como la
espuma blanca de mis sueños que al despertar
se introducían de nuevo en la cajita de lata
de las pastillas Walda, ya demasiado
pequeña.
Todo el mundo sentiría una
profunda emoción cuando comprendieran los
sentimientos del personaje que, a través de
mí se comunicaba con ellos y, en algún
89
momento, confundirían a ese personaje con
sus propias emociones.
Entonces los
aplausos y las luces que brillarían sobre
todos ellos a un tiempo, serían un despertar
maravilloso, sin frío...
Cuando empezaba a oscurecer y el rojo luminoso de la tarde,
dejaba de empujar los cristales como pretendiendo entrar dentro
del estudio, sentía un escalofrío largo. Las puntillas , los
vestidos de seda asomando por el baúl cerrado a toda prisa, el
caballete,la radio abandonada de Alberto... incluso la muñeca
que él, mi hermano, había hecho renacer, todo parecía muerto a
mi alrededor. Sin embargo no quería encender la luz, pues, con
ella, tal vez todo dejaría de existir de repente, o, quizá habría
desaparecido. Mientras tanto, guardaba esas imágenes entre la
penumbra... Siempre estarían dentro de mí, luminosas y reales,
aunque luego tuviera que salir corriendo escaleras abajo... Pues
lo que dejaba arriba,en el gimnasio, era un mundo desconocido por
todos, exclusivamente mío.
Ahora, al bajar al comedor, mi aspecto debía resultar un poco
extraño,pues mis ojos seguramente reflejaban aún aquel súbito
miedo que antes me había hecho estremecer.
Sobre todo a la abuela, puesto que no le gustaba mi recién
estrenada vocación. Jamás hablaba de ello. Cuando alguien iba
a felicitarla en el palco, desde su cómoda butaca de todos los
domingos,adoptaba un aire distinguido y distante. Es posible que
temiera que yo me envaneciera por aquellos éxitos. Sin embargo
ella no podía saber cuanto la necesitaba, cuanto necesitaba su
mirada cariñosa, cuanto necesitaba de aquella mujer que quizás
algún día había sido niña como yo. El pequeño retazo conocido
de su vida tan larga no era para mí más que una sombra y así, el
placer que me habría dado el poder contemplar,el poder sentir lo
que se difuminaba en aquellas sombras de lo que había sido su
juventud, se desvanecía en su mirada fría. Eso fue lo que tuvo
la culpa de que, inconscientemente, me fuera distanciando de mi
90
abuela, abandonando la tarea tan difícil de dar forma humana a
su aspecto que se hacía tan severo cuando alguien trataba de
descubrir algo referente a sus amores, a su vida ....
91
LOS ENSAYOS
92
tenían lugar en el campo de baloncesto donde se estaba montando
el escenario para el estreno,puesto que allí se celebraba todos
los años el espectáculo más importante de la temporada. Cabía
muchísima gente en aquella cancha y ,en verano, las verbenas -la
de San Juan- se celebraban en él, donde las noches estaban
cuajadas de estrellas, o desaparecían bajo la luz de la luna
llena. Quedaba atrás mi miedo al empujar la puerta del Círculo.
Era todo serenamente dominado, fijo, mío. Empujaba el gran
portalón de madera que ocupaba el espacio entre las dos vallas
de cemento blanco y, el cielo, dentro de la cancha, se abría de
repente ancho y hermoso. Siempre que tuviera fuerza suficiente
para abrir aquella puerta, conseguiría poseer aquel mundo amplio,
infinito, lleno de estrellas apretujadas unas con otras
haciéndome mil señales, siempre relucientes como rayos de luz sin
fin llegados desde aquel espacio oscuro y cercano. Era la misma
puerta
que
luego
cerraría
severamente
tras
de
mí,
implacablemente, encerrando detrás de ella tantas realidades
posibles, tantos deseos a medio cumplir, tantos pequeños gozos
más cercanos que yo despreciaría una y otra vez por aquella
fuerza de mi mano empujando, corriendo hacia aquel sueño tan
inalcanzable como cualquier otro. Porque así le cerré aquel día
tras de mí esa puerta al propio Juan a quien tanto había
deseado....
Al ir al ensayo me había encontrado con él ...,Andamos uno al
lado de otro hasta llegar a la cancha...Nada existía, nada
importaba... Ni siquiera sus caricias , su mano en la mía,
rechazada... Su mirada... Esa mirada azul que ahora quisiera
tener tan cerca.
Y que,
sin embargo,
93
está enterrada para siempre en esa tierra cansada y seca que
soporta mis pasos.
Me sorprendió la llamada de Miguel a mi casa el día del ensayo
general pues, dijo, quería una cita urgente conmigo, en la que
yo debía decidir seriamente mi noviazgo entre él y Diego.
No, yo nunca había pensado en casarme.
Había tiempo. Si, había muchísimo tiempo.
Todo el tiempo del mundo que era nuestro,
mío, y podía usarlo a mi manera. Todos los
veranos
podían
juntarse
entre
ellos
indefinidamente formando un único tiempo de
luz, sin tormentas, sin cielos grises, sin
horas perdidas, sin aburrimiento, sin
cansancio, sin frío.
Podíamos escoger,
hacerlo todo nuestro, y no existirían
enfermedades ni vejez, ni muerte. Este otro
mundo, el feo, no nos pertenecía. Era el
lugar de otros, desconocido, distante...
Pero no tenía más remedio que ir al encuentro de Miguel que me
estaba esperando paseando arriba y abajo de aquella calle oscura.
Nunca le había visto con aquel aspecto tan serio. Estaba pálido
como si hubiera llegado la hora de un difícil examen y tuviera
que entrar en aquella aula de la Escuela de Comercio. Su brazo
temblaba cuando rozó el mío.
Sus ojos miraban al suelo como si este fuera a hundirse de
repente bajo sus pies. Yo esperaba su pregunta. No sabían
cuando se decidiría a hacerla. Tal vez nunca. ¡Mucho mejor!
No podía renunciar a él por una tontería.
Empezó a hablar
haciendo un gran esfuerzo para mirarme a los ojos y fue entonces
cuando vi su mirada dura, distinta.
-Quiero que me digas lo que hay entre tú y
94
Diego...
-¿Entre Diego y yo...?
i Qué estupidez!
-Quiero que escojas entre él y yo...
-¿Por qué?....
Me parece una tontería.
-Escoje... 10 él o yo...!
Fue tan preciso, me quedé tan asombrada, que no tuve tiempo de
pensar.
-No sé...
No podía ser que nuestra historia terminara tan de repente.Que
todo lo que sentíamos,aquello que hasta entonces había sido
nuestro, no pudiera repetirse nunca más. Le vi marchar calle
abajo con su cabeza erguida... redonda, importante.
No era guapo, era más bien un chico bajo y con un cuello ancho
que en aquel instante, al verle desaparecer, parecía hinchado
como el morrillo de un toro al que acabaran de clavar en un
quiebro, el primer par de banderillas.
95
MI HERMANA TERE
96
debía estar muy enamorada de Francisco.
Francisco, al que
llamábamos Quico se movía pausadamente como si debido a su
estatura extremadamente alta, temiera romper el espacio demasiado
deprisa. Mi hermana Tere ya no tenía necesidad de ir a verle a
la Iglesia durante la misa. Quedaban atrás sus años de
monaguillo.Era él quién iba a su encuentro y la esperaba todas
las noches ante la puerta de nuestra casa. Mi hermana Tere era
pequeñita, redondita, rubia.
Cuando ya desde muy lejos, yo
distinguía la cabeza de Francisco sobresaliendo por encima de
todas las demás, sabía que, ineludiblemente, descubriría pegada
a su mano, la figura diminuta y tranquilizante de mi hermana
Tere. Y me unía a ellos olvidando todo lo demás, pues aquella
alegría suya la anteponía a cualquier otra, era para mí una luz
que también me iluminaba como a ellos... Silenciosa, sabida.
Por eso ahora no podía soportar que sus relaciones se hubieran
interrumpido. Sin embargo -y tantas veces he pensado que fue
debido a mi inquebrantable deseo de que ocurriera-, sigue hoy mi
hermana Tere -más pequeña aún-, junto a Quico, el único amor de
su vida.
Mi hermana no era como yo. Para ella no había más espejos que
los que le ofrecían los seres que la amaban. A ellos se
entregaba, generosamente.
La noche del ensayo general se acostó muy tarde retocando el
corpino de rayas negras y amarillas que era mi disfraz de abeja.
Con infinita paciencia estuvo ajustando las costuras del corpino
para que yo me sintiera tan esbelta como había imaginado.
Mientras tanto, yo iba de un sitio para otro ante la indignación
de mi abuela, la angustia de mi madre, y la indiferencia de papá.
97
Probablemente estarían maldiciendo el día en
que dieron su consentimiento para que yo
actuara en el "Círculo".
Cuando hacía
teatro con las monjas a nadie le importaba
y el día de Fin de Curso en el que yo canté
el Ave María de Schubert acompañada al piano
por mi hermana Tere, mi madre se acordó de
cuando ella era niña y hacía los solos del
Colegio.
98
MAMA
99
Mamá
tenía una bonita voz y, cuando cantaba, lo hacía muy bajito para
que nadie la oyera y sentíamos un gran respeto. El mismo respeto
que cuando sus manos se convertían en pájaros cayendo pesadamente
sobre las teclas blancas y negras del piano majestuosamente
colocado en "el comedor de verano" el cual, a través de un gran
ventanal de cristales, comunicaba con el patio. Eran unas manos
enérgicas y al mismo tiempo suaves y acariciantes. Sus uñas
jamás esmaltadas, potentes, producían en aquel ir venir de un
lado a otro del teclado, pequeños sonidos imperceptibles que se
mezclaban con el roce rápido de sus anillos al golpearse entre
sí, produciendo todo aquel entrometido instrumental, su propia
sinfonía independiente, caprichosa y rebelde.
Las manos de mamá
que son suaves todavía.
Alargadas, estiradas...potentes.
Agarrando los recuerdos, estirando todavía el
tiempo
eterno.
A mi lado aún, en la distancia.
¿Donde está el piano de candelabros de oro...? ¿ Y los peldaños
de la escalera, tantas veces doloridos en las plantas de tus
pies...?
Y las camas de tus hijos, y una mesa grande de
inefables tristezas y alegrías...
¿Y tu lámpara de aceite
consumida en la esperanza?
¿Y tu miedo...? ¿ Y tu cuerpo
encogido, derrumbado en un rincón bajo la escalera en una tarde
que creías iba a ahogarte de dolor...?
Yo he visto una vez tus lágrimas hundidas en los
poros de tu piel....
y he crecido a tu lado
contemplando tu dolor...
100
que era el mío
y el de las blancas teclas enmudecidas
y el del surtidor jamás abierto en el patio de
brillantes baldosines...
Y el de unas botas de charol ya manchadas en el
barro para siempre.
Poco a poco nuestra casa fue quedando vacía de ilusiones. Se
llevaron -¿Eran hombres, eran perros de justicia... eran los
obreros?los sillones de la abuela,las ventanas abiertas,
nuestros libros, la alfombra de tu cuarto, tu trabajo de cada
día, el péndulo incansable de la puerta de la cocina... íy tu
piano 1
Y también aquel día, en el quirófano, te arrancaron una fuente
ya cansada de la vida nueva...
de la nuestra, de la tuya, de la tuya...
Era entonces cuando todo eran capullos a punto de abrirse, cuando
de la tierra sembrada empezabas a recoger sus frutos con tus
manos, estas que, en tu juventud, arrancaban ya melodías del
piano...
Era entonces, en aquel tiempo que ha venido de repente a mi
memoria en este instante... En un instante fuera de lugar en
esta historia.
Entonces era, y ahora es,
AoA
Reeuerdo
102
Las cartas, los pedidos, las letras de cambio, se
agolpaban sin respuesta junto a la máquina de
escribir de papá. Muchas de ellas se estremecían
indignadas en la papelera. El teléfono sonaba
sin cesar con voces que roncaban desde dentro.
Los trabajadores -sus hijos y sus nietosreclamaban sus derechos y esperaban impasibles el
sobre cerrado... El sábado próximo, tal vez,
llegaría papá con su enorme partida de pieles a
la espalda compradas en un almacén desconocido y
las tijeras recortarían de nuevo muy deprisa,
nuevas formas. iHabía que renovarse! Siempre,
siempre es así. Para eso los hijos crecen...
¿Para eso...?
No, los tiempos han cambiado, ellos necesitan
otras cosas, seguir un camino distinto... Sin
embargo, cuando llegue José mi hermano, cura en
Alemania...
Pero no.
¿Qué puede hacer ...?
Se trata de papá.
ios
PAPA
104
Papá.
¿Qué le ocurre? Sus manos revuelven los cajones
una y otra vez, mas nerviosas aún cuando se
acerca el fin de semana y el sábado, cuando le
veo desaparecer Rambla abajo, caminando hacia la
estación, sus ojos se tornan extraños, inquietos.
El garaje se ha cerrado tal vez para siempre...
¿Que ha ocurrido con el coche Fiat de morro bajo?
¡Qué más da i Después de todo cualquier día podía
haber ocurrido una desgracia pues sus manos
apretadas al volante, daban cada vez más miedo.
Pero la cena del sábado es más triste cada vez...
Hay todavía muchos platos alrededor de la mesa y
las manos de mamá se mueven incansables con los
dedos apretados en la cuchara de plata.
Se
paralizan un momento cuando ya por fin, después
del café de los domingos, se escucha el paso de
papá con su trofeo de pieles cargado en la
espalda....
Es mejor no preguntar, sobre todo
cuando las preguntas están cargadas de sospechas.
Papá está muy serio. Su mirada se esconde muy
adentro.
Nadie se levanta de la silla.
Yo
apenas me muevo. Algo ocurre.
Pero las paredes de su cuarto son oscuras... ¿Es
el sueño?
Algún día tenía que ocurrir...
Porque las malas lenguas no dejaban de sonar a
mis espaldas y una voz escondida en el teléfono
me aseguraba muchas veces que era cierto...
Otra mujer
I Qué vulgar!
También en casa.
Nuestra casa tan distinta. Invulnerable.
105
Y la sonrisa burlona del Contable que me dice
"-Si no te casas... ¿A qué esperas?
Todo eso marcha mal. Muy mal".
i Espabila 1
IImbécil! ¿A qué viene ahora ese tono? Siempre has estado
pendiente de mis pasos, esperando el momento en que pudieran
tropezar. Mirando con envidia mis zapatos nuevos. Escondiendo
en el cajón las primeras facturas sin pagar, recreando tus ojos
en la caída que empezaba a caminar impasible hacia nosotros.
Hacia las espaldas de mi padre, de mi madre, de la carrera
brillante de mi hermano, del mar luminoso que enmarcaba las
ventanas de esta casa tan abierta para ti... Demasiado abierta
para ti que no la mereces.
Mamá esta delgada, cada vez más delgada, se
desvanece, se deshacen sus miembros por encima de
su lecho, pero se levanta nuevamente...
"Tu eres la mujer fuerte,
tu eres la Judith invicta..."
Hay que hacer frente a la situación. La casa es muy grande y la
fábrica tiene mucho valor. Y hay infinidad de cosas que no
sirven para nada, hay que saber renunciar. Renunciar a las
cosas, hacer como si jamás se hubieran poseído... Además, dentro
de pocos días llegará mi hermano José y él lo solucionará todo.
Con papá -ipapá, pobre papá!- no se puede contar. Está hundido,
no sale de su habitación.
Mi hermano llegó por fin.
TAh! La esperanza, el espanto...
-¿Qué ha ocurrido...?
Es un instante de duda nada más...
i Hay que venderlo todo!
i De
106
prisa! i Pasen señores, pasen...! Adelante. No se entretengan.
No tengan piedad. No la necesitamos...
¿No es suficiente....?
Y... ¿Las máquinas?
y ¿los cubiertos de
plata?
y ¿la Enciclopedia?
y ¿los
candelabros?
y ¿las alfombras y los
muebles? y ¿las sábanas? ¿y las agujas...?
¿ las agujas...?
Y la cama de la abuela.
¿No es suficiente? Un mes..
dos meses...., tres meses.., I Ya!
¿Donde , donde estoy?
Contemplando unas manos abiertas incansables. Eran las manos de
mi madre. Era un tiempo todavía hermoso que ha llegado hasta
aquí....se ha mantenido un instante en el recuerdo.
,4o'f
EL CAMPO DE BALONCESTO
108
acababa de ser transformado en lugar irreconocible, como una
antesala del triunfo que yo veía acercarse con miedo.
Las
sillas, antes olvidadas, casualmente dispuestas como esperando
la mano amiga que iría a salvarlas de su inutilidad, aparecían
ya perfectamente ordenadas en su fila , núm,
Esas sillas
me producían mucho más respeto que la envolvente masa de publico
que iba $ apareciendo en pequeños grupos. Las gentes no eran más
que sombras abandonadas, distantes, excluidas de aquel campo de
baloncesto al que me parecía poseer por entero. Conseguiría que
en mi imaginación se fuera desvaneciendo todo el gentío, hasta
no reparar en el. Ahora, en aquel momento, odiaba aquellas
sombras.
Necesitaba aquel segundo piso de mi casa, aquel
gimnasio, ya sin sombra alguna...
La gente cuchicheaba, reía, jugaba con el entusiasmo nuestro sin
el cual nada hubiera sido posible de cuanto se iba a realizar.
Eran las gentes más importantes de nuestro "Círculo", los que
creían que con su sola presencia harían el prodigio de dar vida
a un escenario antes inexistente, al que ahora besaba
respetuosamente y en silencio, la sombra cálida de la noche,
posándose en él blandamente, temblorosamente... Aguardando el
estallido de luz y sonido que pronto rasgaría su silencio.
Conseguía alejarme de todas aquellas sombras rozándolas casi,
cruzando a través de ellas, rompiendo mi temor en mil pedazos,
alcanzando poco a poco una seguridad de la que había dudado. Y
llegaba por fin al lugar preparado para los maquillajes.
Todo el revoltijo de las ropas usadas alguna vez o muchas veces
por otros cuerpos, puesto que eran ropas alquiladas, se habían
ceñido también a ellos con la misma ilusión con que yo lo iba a
hacer ahora. Esas ropas eliminarían barreras de espacio y de
tiempo dando forma verdadera a unos personajes hasta aquel
109
momento inexistentes, tambaleantes y frágiles, que aparecerían
de repente vivos, verdaderos, servidores leales, transformados
en realidad por el contacto de aquellos focos que ahora estaban
expectantes y esperando la mano que abriría por fin la
iridisicencia acorralada de su luz.
Mis padres, mis hermanos, mi abuela -¿habría venido mi abuela?-,
mis amigas..., y Juan y Miguel y José y el Profesor...! y Diego!
todos formaban allí un mundo distante, fuera de aquella luz. Y
el grupo de matrimonios que siempre se reunían intercambiando
parejas, y los chicos y chicas del "Casino",nuestros
contrincantes, que paseaban por la Rambla, y mi hermano-¿Llegaría
también con su ansiado permiso?- Todos estarían allí silenciosos
y yo les retendría en mi mano poderosa todo el tiempo, hasta que
se apagaran los focos.
Lo había sabido desde el momento en que pisé el escenario nuevo
por primera vez y sentí mis pasos distintos, y me dejé llevar por
ellos con la seguridad de que ya no iba a temblar jamás. Mis
pasos imposibles,
gastados,
perdidos,
en aquella luz en sombras, adormecida, a punto de extinguirse.
Aquella luz que todavía, de vez en cuando, asoma tímidamente.
Pero el telón ha caído definitivamente, pesadamente. Y aquellos
juegos de niños ya nunca conseguirán unir la cuerda que se rompió
un día entre los barrotes de aquella rueda que daba vueltas a
nuestra atalaya, demasiado velozmente..., chirriando, gritando.
La representación ha terminado, pero ha quedado allí preparada,
en espera del príncipe azul que todavía tenga un beso de amor en
sus labios.
Aunque sepa que pueda llegar demasiado tarde.
\AO
LA REPRESENTACIÓN
111
La representación.
"Soberano Colmenero
Tu abeja llega rendida
A esa miel ..."
Todo había sido fácil. Mi voz sonaba ligera ...
ÍAh, para
siempre sería pájaro y flor, zángano y abeja, alegría y llanto,
amor y deseo!
Abriría caminos de luz para alcanzar el tiempo.
Sería indiferente a las sonrisas socarronas, a las sombras, al
miedo, a las bromas de mi hermano... Sí, mi hermano estaba allí
con su traje de Alférez y mi hermana Tere junto a él. Miguel no
había venido..., ¡No era posible, no lo podía creer! También
aquella tarde había desaparecido calle abajo y no había vuelto.
Si hubiera asistido a la representación,habría podido darse
cuenta de cómo la gente batía las palmas bajo las estrellas. El
estaría abajo, yo allá arriba mirándole con cariño, mirando su
cara colorada hasta las orejas. Estrechando mi mano, mi triunfo,
desde lejos, desde muy cerca,
desde todos los lugares,
a través de todas las manos
que seguían vibrando, aplaudiendo.
¿Hasta cuando?
Siempre.
¿Donde están?
Allá lejos, cada vez más lejos,
se pierden,
¿Por qué?
112
El mar...
Se las ha llevado el mar.
La espuma sigue acariciando la playa. La de todos, Suavemente.
Se empujan despacito las olas sin prisa, Hay tiempo. Despacio:
uno, dos, tres....
Una noche
dos,
mil noches
¿Donde están?
¿Volverán?
Sí.
A través de la espuma.
La espuma del mar...
Todavía no.
Es pronto.
iTe ha mirado Diego! Es él, está allá al fondo. Sus ojos son
de almendra. Mi imagen está dentro de ellos vestida de blanco,
con un corpino amarillo y negro
-Azul y blanco-Rosa y violetaPuede quedarse allá dentro, no importa, se la regalo. Mi imagen
es mía y se la regalo
113
A todos.
Quiero que me besen... iTodos!
Miguel ¿Lo ves? Demasiado pronto, te has ido demasiado pronto.
Todos pueden besarme ahora. No importa la tormenta, se acerca.
No importa ^ Puede besarme también. Es hermosa y fuerte. Yo
también soy fuerte.
Puedo sonreír ahora.
Ya no tengo miedo.
Palmas.
¡Siguen batiendo palmas!
La tormenta se ahoga feliz.
Silencio...
Un relámpago....
palmas, palmas, por favor,
IPalmas!
No se vayan.
No me dejen sola.
Hay un estruendo muy grande allá arriba, en el firmamento.
Si, mis pasos tiemblan de nuevo.
No se vayan.
No me dejen sola.
114
Entre cama y cama, mi vestido se escurre, cae deprisa.
mojado.
Está
"Tere, no importa...
Deja tu abrigo en la
percha. No me hace falta tu percha. Gracias, al
fin y al cabo el corpino no se va a secar. No
importa, mételo en el plástico... ¿Tan mojado?
Sí. Mañana devuelvo el traje y ya está. Pero,
puedes necesitarlo de nuevo ... no puedes quedar
mal con el señor de la sastrería... I Bah, no es
de mi talla! Tal vez algún día, en otra
representación, el corpino será mejor... Pero te
sentaba muy bien, muy bien. Aunque la próxima
vez se lo encargaremos a nuestra modista. Ya
sabes como es mamá. Acuérdate del día de los
Juegos Florales:
Tu traje era el más bonito.
I Tan lleno de tul! Era muy caro, pero valía la
pena. Acuérdate de cómo te miraban todos. En la
foto se ve. La tía Antonia tiene los ojos mas
grandes, más saltones que nunca de contento. Y
busca la mirada de sus amigas y parece como si
dijera, "¿Habéis visto?,) Es ella, mi sobrina!,
la tercera de los x... Es guapa ¿eh? Podía haber
sido la reina de la fiesta, pero, claro,lo ha
sido la hija de los Montal. Dieron el té a su
hora, como los ingleses, con pastas, tarta de
manzana y todo eso. Son de la alta sociedad..."
i Que pena que muriera la tía Antonia tan de
repente! Nos quería mucho aunque no viniera a
vernos a menudo. Ya sabes... No caía muy bien
a la familia, pues se casó precipitadamente con
el tío Alvaro, tu padrino. Sí, poco después de
que él volviera del Tercio. Ya sabes lo que
115
pasó. No encajaba el tío Alvaro en una familia
como la del abuelo... Se peleó con su padre, se
fue a la Legión,al Tercio. Es demasiado bohemio,
un artista. Por eso a mamá no le gusta que te dé
lecciones de canto y vayas con él a cantar en el
coro de las monjas del Hospital. Sé que a veces
no hay ni siquiera coro,puesto que el otro día te
oí cantar a ti sola. Sí, no te dije que había
ido para que no te pusieras nerviosa. iAh, es
curioso..! Cuando estabas en el escenario no
parecía que estuvieras nerviosa.
i Y lo eres
tanto!
Sin embargo esa noche no te daba vergüenza ni
nada. iAh, yo no sería capaz! ¿ Recuerdas
aquella vez que saliste a cantar y yo te
acompañaba al piano, cómo me escapé corriendo ?
Y eso que me sabía de memoria la Polonesa de
Chopin. Fue mucho mejor que tu estuvieras allí
dándole vuelta a la página de la partitura
¿recuerdas?. Yo salí corriendo cuando terminó y
tú tuviste que quedarte a recoger los aplausos
.Yo no debí de salir corriendo, pero no lo pude
remediar.
Tu, al fin y al cabo, estás
acostumbrada. IY pensar que yo tenía que hablar
por ti ante las monjas, ante la hermana Teresa?
Claro que la hermana Teresa asustaba a
cualquiera. No creas que a mi me hacía mucha
gracia cuando me decía que tenía los dientes
torcidos iMira! Me ha dado el complejo, es más
difícil de lo que parece reír con la boca
cerrada. Si no te esmeras mucho, se te saltan
las lágrimas y parece que estás llorando... Y
eso que yo no soy como tu, que eres impresionable
y lloras por menos de nada. No está mal llorar
de vez en cuando, puesto que le das pena a la
116
gente y te miman. Ya ves como te mima mamá, que
te deja hacer novillos por menos de nada. Pero
es que a mí eso de llorar me da mucha vergüenza,
y, cuando algunas veces noto un cosquilleo aquí
dentro, echo a andar....
Es lo mejor.
Al
principio no se entera uno de lo que está
haciendo, pero de repente te encuentras frente al
mar y ya no deberías llorar porque es muy bonito,
pero como has ido hasta allí por eso, no tienes
más remedio que hacerlo. Por eso el mar debe ser
tan grande, tan lleno de agua, porque no se si te
habrás dado cuenta de que las lágrimas son
también saladas.
¿No las has probado nunca?
Claro, que si te las tragas no se te acaban las
lágrimas en la vida...
El sueño llegaba entonces, despacito.
emociones... Estábamos muy cansadas.
í Qué lástima de tormenta!
Habían sido muchas
iHabía aparecido tan de repente I!
Menos mal que pudimos terminar la representación.
Pero todo el mundo se fue corriendo y Diego no
había venido a felicitarme.
Se quedaron las
sillas vacías en un instante. Ahora estarían
empapadas de agua, relucientes.
Nadie se
acordaría de ellas. Mañana por la mañana, cuando
salga el sol, estarán mucho más bonitas, más
limpias y brillantes, pero será muy difícil
plegarlas una a una . Aunque ya habrá gente que
se ocupe de eso. Todo está bien organizado en
nuestro Círculo. Se las llevarán con un camión
después de contarlas, pero toda la noche estarán
allí aguardando.
Si no tuviera tanto sueño,
ahora mismo cogería el paraguas grande de mi
padre y me iría un ratito a sentarme en una de
117
ellas. No importaría cual, puesto que sería como
si me sentara en todas a un tiempo. Pero tengo
mucho sueño. Todos dormiremos tranquilos esta
noche porque por fin ha llegado mi hermano y
aunque todavía suena a lo lejos el ruido que
producen los relámpagos, es posible que mi madre
ya no se acuerde de la guerra. Seguramente se
están mojando otra vez los rollos de papel del
embalaje, puesto que oigo ruido de puertas en el
taller y, me ha parecido oír los pasos de mi
padre por la escalera. I Qué lata que el taller
esté tan poco preparado para la lluvia! En los
tiempos del abuelo tenían que haberlo pensado,
puesto que entonces había mucho dinero en la
casa, antes de que a él,a
\sï~
MI ABUELO
119
Mi abuelo,
se le ocurriera meterlo todo en el Banco. Tenía
que haberlo pensado un poco y dejar de hacerse el
héroe cuando, en el Consejo de Administración
consiguió que se hiciera solo la suspensión de
pagos en lugar de ir a la quiebra. Mi abuelo se
opuso para que pudieran recuperar su dinero todas
las familias menos ricas que se iban a quedar en
la miseria. Aunque el tuviera ocho hijos, podía
seguir viviendo bien. Entonces mi padre tuvo que
interrumpir sus estudios y venir del pensionado
para ayudarle. Mi padre era muy inteligente para
cosas de números.
Hacía multiplicaciones y
divisiones de varias cifras de memoria, sin
escribirlas. Era el más dotado de los chicos de
la familia.
Sus hermanas, se pasaban el día
tocando el piano, y cuando invitaban a sus
amigos,se iban a bailar etre la maquinaria de la
fábrica sin que mi abuelo se enterara. Había
grandes juergas en aquella gran casa. En esta
casa. Y es que, les faltó su madre demasiado
pronto puesto que entonces la gente se moría por
nada. Se le había pegado el tifus que había
traído mi padre del pensionado. Mi abuela era
muy guapa, todo el mundo lo decía. Decían que
era una gran señora. Pero, después que murió, mi
padre no podía soportar las juergas de sus
hermanas, sobre todo teniendo en cuenta la enorme
responsabilidad que él tenía puesto que su
hermano mayor -mi tio Alvaro- no quiso saber nada
de la fábrica. Quizás había hecho bien en irse
al tercio para que nadie pudiera obligarle.
Decía que no podía vivir tranquilo entre tantas
mujeres.
120
Todo el dinero de la fábrica y de la casa, lo
controlaba entonces mi padre.
Se sabía de
memoria la combinación de la Caja, bueno, él y el
abuelo. Pero al abuelo no le gustaba el dinero
y, después de la muerte de mi abuela, dejó de
trabajar... Para eso ya estaba su hijo Alberto,
aunque solo tuviera dieciocho años. El abuelo se
hizo construir una caseta de madera en la
playa... I La primera que hubo en lo que luego
fueron los Baños "La Doncella de la Costa"! Era
blanca y azul, como la barca del pescador, y,
cuando estallaba la tormenta, iba a sentarse
frente a ella, dejándose llevar por los
pensamientos...
MI PADRE
122
le admiraba...IAh!... Tal vez también le quería,
porque muchas veces - una cosa no está reñida con
la otra-... Trabajaba y trabajaba y, cuando le
molestaba el alboroto que armaban sus hermanas en
la casa, se iba a la casa de su amigo, el que
había estado con él en el pensionado, y los fines
de semana los pasaba con él en compañía de su
madre que era viuda, las primas viejas de su
madre, la hermana que era muy guapa y que se
llamaba Eulalia.... Así que, sin querer, volvió
a encontrarse rodeado de mujeres, solo que ellas,
las de la casa de su amigo, le mimaban mucho y le
trataban como a un hijo. Mi padre de esta forma,
no echo tan en falta el cariño de su madre y se
pasaba los días escribiendo cartas a los clientes
y contando el dinero. Dinero que todos los fines
de semana metía en unos sobres con el nombre de
cada uno de los trabajadores, los que luego
desfilaban ante él en el despacho, y le miraban
con ojos muy distintos a los que le habían mirado
cuando era un niño y cuando , en las Navidades,
el abuelo repartía el aguinaldo. El no sabía por
qué encontraba tan diferente aquella gente.
Tampoco se entretenía en indagarlo. Los números
le salpicaban por todas partes. Cada vez hablaba
menos, ni siquiera se daba cuenta del color tan
bonito de la tarde. Algunas veces notaba que
algo hermoso le hacía piruetas dentro, pero no lo
podía explicar.
Incluso en casa de su amigo,
las palabras le resultaban difíciles. Le habría
gustado decirle hermosas palabras a Eulalia, la
hermana de su amigo.
Sin saber por qué, se
acordaba de ella cuando se quedaba solo en su
123
despacho. Se le había ido la tarde sin darse
cuenta, pero notaba que había estado allí y que
su lu2 -quizás no había sido una tarde
cualquierase
había
ido
transformando
sigilosamente,
respetuosamente
mientras
acariciaba sus espaldas y se posaba sobre el
tintero y los sobres alineados en el escritorio,
repiqueteando con él en las teclas de la máquina
de escribir.
Quería terminar aquellas cartas
comerciales, para ver si le daba tiempo de
escribir algo de lo que sentía antes de que se
escapara de su pensamiento como se le había
escapado aquella tarde... Todas las palabras
asomaban alegres.
Eran muchas, muchísimas,
habría podido pasar la noche entera viéndolas
jugar a su alrededor, redondeándose. A medida
que escribía en el papel, las veía aparecer como
si no fuera él quién estaba apretando las teclas.
Algún día se atrevería a llevárselas a su amigo,
al fin y al cabo era gracias a el que podía
hacerlo. Gracias a él y a su hermana. Porque, en
aquella casa le daba tiempo a pensar y no pensaba
que pensaba.
Ahora, de repente, había
descubierto eso. Tenía las llaves del portal de
la casa de su amigo, pero le gustaba tocar el
timbre, puesto que de esa manera, salía a abrirle
muchas veces Eulalia, la hermana. Entonces se
quedaba largo tiempo ante la puerta sin hablar.
Únicamente cuando oía la voz de la madre de su
amigo que le llamaba, se decidía a entrar.
Cuando se sentaba en la mesa tenía siempre la
silla echada hacia adelante. Aquello molestaba
mucho a la madre de su amigo, pero no lo podía
remediar -bien mirado habría sido facilísimo
sentarse como todo el mundo- . Tal vez necesitaba
que alguien le regañara, pues en la casa de su
padre era raro que alguien lo hiciera . Sin
124
embargo, en la casa de su amigo, le trataban con
cariño como si tuvieran miedo de ofenderle por
algo. Lo más importante era aquella paz parecida
al cristal. Había que cuidar los pares de ojos
tan iguales de las tías de su amigo que cada vez
eran más pequeños y se iban hundiendo entre
infinidad de arruguitas, como si estuvieran
hurgando el gusanillo de la muerte que no debía
andar muy lejos.
Por eso no se extrañó cuando aquel día nadie le
llamó para que entrara. Su amigo había abierto
la puerta y todas las mujeres estaban llorando.
Todas menos la mayor que estaba hermosa, fría y
blanca en aquella cama que olía a cera. Las tías
fueron muriendo una detrás de otra despacito, con
orden. La segunda, la tercera, la cuarta. Y la
madre de su amigo seguía apagando las cerillas
antes de que se consumieran del todo y así poder
fabricar las lamparillas y mantener intacto el
orden, el minucioso ahorro, para estirar cuanto
fuera posible aquel hilo de vida tan quebradizo.
Poco a poco se fueron acostumbrando a sus cartas,
que aparecían en el fondo del buzón el día menos
pensado. Cada vez le hacía menos falta hablar.
Un día, Eulalia, la hermana de su amigo, se dio
cuenta de cómo se fijaba en ella y,todo por una
carta que abultaba más que ninguna otra. Cuando
la leyó y se dio cuenta de que ya no le podría
tratar como a su hermano, se puso a tocar el
piano mucho más alegre. Se había acostumbrado
tanto a su presencia que no le asusto nada la
idea de que algún día debería casarse con él.
Cada vez habla más brillo en los ojos del amigo
de su hermano,que eran como dos puntas de alfiler
125
brillante. Cuando se hicieron novios formales,
nada cambió. El era ya de la familia mucho tiempo
antes.
Cuando tenía doce años había muerto su madre y
nada había logrado quitarle la tristeza. Se
sentía responsable de su muerte, pues, le dijeron
que él le había contagiado su enfermedad. Había
traído del pensionado aquellas fiebres de las que
se moría tanta gente. Las fiebres del "tifus".
Jamás olvidó aquellos días en que su madre lo
estuvo cuidando. I Su madre, siempre tan atareada!
Curiosamente, la hermana de su amigo se iba
pareciendo a ella cada vez más. No podía ser
otra la que ocupara su puesto.
Sus hermanas
estuvieron muy de acuerdo con la boda, puesto que
no querían otra cosa más que la parte de herencia
que les correspondía para vivir tranquilas. La
hermana mayor se había casado con un señor muy
rico que se la llevó a América...
Parecía
mentira que las otras dos, tan guapas, se
hubieran casado con los primos de la farmacia.
Para eso no hacía falta tanto lío ni tanta
juerga. De su hermano mayor, nadie decía nada.
Solamente él contestaba sus cartas que le
llegaban desde el Tercio y le contaba en una de
ellas lo injusto que le había parecido que su
padre no hubiera querido darle la parte de la
herencia que le correspondía. Entonces...
A<
EL TÍO ALVARO
127
que así se llamaba, cuando volvió del Tercio
alquilo un piso muy humilde, se casó con una
viuda que era costurera -la tía Antonia- y se
dedicó a lo que le gustaba, que era dirigir el
Orfeón y componer canciones en el piano.
No
ganaba un duro pero Alberto -mi padre- le ayudaba
cuanto podía. Al fin y al cabo era su hermano.
Al lado de Eulalia, que parecía que hubiera
vivido en aquella casa desde la infancia, ya no
tenía necesidad de ver de cerca los ojos de los
trabajadores.
Esas cosas que le inquietaban
tanto, habían dejado de molestarle, puesto que
Eulalia las convertía en fáciles y naturales,
como si en toda su vida no hubiera hecho otra
cosa. La casa se iba llenando de alegría nueva
y la paz que había conocido en la casa de su
amigo, había venido a ser suya entre aquellas
paredes que solo había abandonado en su época del
pensionado. Debía hacer lo posible para merecer
aquellas dos mujeres -Eulalia y su madre- que
habían sabido quererle siempre como a un hijo y,
si algunas veces tenía algún mal pensamiento, él
debía ahogarlo puesto que le había prometido a su
esposa una vida donde los hijos debían ser una
bendición y el único motivo que le permitía
acercarse a ella respetuosamente. Pero se daba
cuenta de que no era tan bueno como él había
creído.
Se acordaba de aquella repentina
vocación de sacerdote de la que había huido
porque alguien le dijo que era un pretexto para
abandonar la fábrica, para abandonarlo todo.
128
Pero el día que nació su primer hijo,
precisamente aquel día, le dieron ganas de hacer
un disparate con otra mujer.
Eso le hacía
sentirse muy mal al lado de Eulalia, tan
perfecta.
No habría sido capaz de darle un
disgusto. No, por nada del mundo. Su hermano
mayor había conocido muchas mujeres y no le había
ido nada bien en la vida...
Por eso quería que su casa, que nuestra casa fuese ahora como un
seminario y no le gustaba nada que yo fuera coqueteando con los
chicos y quisiera hacer teatro. Ya era bastante que hiciera como
si no se enterara de nada. Mi madre sabía como tratarnos.
No
había más que ver lo bien que se había formado mi hermano mayor
que, después de sus brillantes estudios y a pesar de que era el
más guapo de la familia, iba a ser sacerdote.
A ¿cí
a José...
130
mi hermano mayor, debían ocurrirle también cosas
que no podía explicar pues,muchas veces,
repentinamente, se levantaba de su silla cuando
discutía con mi padre en la mesa y subía a su
habitación después de cerrar violentamente la
puerta del comedor.Si,algo debía de ocurrirle
puesto que había dejado de salir con las
chicas...
Me escribió unos versos que decían:
Como se quiere el brillar lejano
del último rayo de sol agonizante,
más, mucho más te quiero yo,hermana.
... Sus ojos no iban a jugar más conmigo. Había puesto un
bonito final a tantas cosas descubiertas antes de cogerlas con
las manos. Manos que se cerraban ahora en un juego más peligroso
que ninguno. Manos que apretaban los restos de su barca, aquella
barca que se hundía en el horizonte allá lejos donde la línea
azul infinita del mar acariciaba suavemente el timón, antes,
mucho antes de que mis pies llegaran a la orilla blanca. Durante
la representación , le había visto sentado en su butaca y, desde
el escenario, aunque la distancia no era grande, rae había dado
cuenta de que se encontraba mucho más lejos de mí que cuando en
la ciudad donde cumplía el servicio militar mirábamos los dos al
mismo tiempo nuestra luna redonda. Me di cuenta de que nunca
volveríamos a mirarla con los mismos ojos, de que ya no podía
buscar el latido de su corazón mientras dormía, como cuando era
niña... iAh, había comprendido muchas cosas en una sola noche..!
Cosas que cuando me desperté no sabía con seguridad, si había
131
soñado, puesto que abajo, en la mesa del comedor, mi desayuno
estaba dispuesto como siempre.
Y era domingo.
Y
Yo me había puesto mi traje nuevo.
132
LA MISA DE DOCE
133
tenia un color distinto aquella mañana.
Estábamos toda la
familia. El primero empezando por el pasillo era mi hermano
José, vestido con su traje de alférez, brillante. Luego, todos
los demás, apretados, hasta terminar la fila. IToda la familia!
iMaravilloso!
Mi padre estaba de rodillas todo el tiempo, con la cabeza hundida
entre los brazos apoyados ampliamente en el banco, como si
tuviera grandes culpas y por ellas tuviera que hacer penitencia.
Mi madre no, ella siempre rezaba con la cabeza alta, la barbilla
apoyada en aquellas manos dobladas con la misma fuerza que cuando
apretaba las cuentas del rosario. La abuela lucía su mantilla
de encaje de los domingos por la que asomaban blandamente los
bucles blancos y bien peinados, formando un delicado dibujo que
se deducía apenas dentro del entrelazado de la mantilla de seda
finísima. Su cabeza era resbaladiza, transparente, reflejando
suavemente su mundo desconocido,indescifrable,misterioso, cierto
en un tiempo lejano, únicamente suyo.
Mi hermana pequeña,
extrañamente hermosa de repente. Bonita. Con aquella cabeza de
tirabuzones que yo había peinado con tanto amor. Alberto, como
siempre, distraído, pensando en sus inventos ,mientras Agustín,
mi quinto hermano, no cesaba de mover el banquillo en que
estábamos sentados.
Para mi solo existían los ojos de Diego, que se encontraba
sentado en el banco de atrás. Sentía su mirada y, como si ella
me tuviera encantada,distraídamente, echaba la cabeza hacia él,
sin mirarle, simulando comprobar que el asiento estaba vacío....
Seguramente Diego se habría dado ya cuenta de mi
traje nuevo,IMe marcaba tan bien el talle..! Lo
habría notado ya desde su banco nada más verme
134
entrar en la iglesia. Y es que, ahora , toda la
gente me miraba de distinta manera desde que se
había dado la representación.
Dentro de poco
tendría que levantarme para la Comunión. Me daba
un poco de vergüenza caminar por aquel
pasillo,entre la gente que ya se preparaba para
acercarse al altar.
Me levanté como siempre, con los brazos doblados ,con el miedo
a tropezar con el reclinatorio que siempre se pegaba a mis
tobillos tan duramente como el frío del invierno. Justo donde
terminaba el reclinatorio, tenía que torcer a la derecha,
procurando que mis pasos fueran firmes, seguros, y me apoyaba,
sin que ella se diera cuenta, en la espalda de mi madre, siempre
firme. Plegaba mis rodillas muy despacio una vez llegada al
altar, hasta hundirlas en el mullido terciopelo y esperaba con
los labios entreabiertos aquella caricia de la patena,
ligeramente cálida por el aliento de tantas bocas.
Las puertas de la iglesia estaban abiertas de par en par pues
hacía calor. Mucha gente había salido antes de terminar la Misa.
El olor de los cirios era insoportable. Mi hermano se levantó
para ayudar a la abuela que permanecía sentada golpeándose el
pecho con el abanico que, en los días de fiesta, sacaba muy
cuidadosamente de aquel cajón que siempre tenía cerrado con
llave. Cuando intenté coger del brazo a mi hermano para hacer
nuestro habitual paseo por la Rambla, me di cuenta de cómo había
cambiado, de que ni siquiera podía invitarme a tomar el vermut
puesto que ya no podía hacer las mismas cosas que hacían los
demás chicos. La sombra del Opus Dei se levantaba entre los dos
como aquella gran falla, aquel gran "ninot" que parecía surgir
de las aguas antes de que caer revolcándose entre los primeros
fuegos artificiales. Por eso tomaba mi hermano el camino más
corto para volver a casa.
-Tere y tú podéis salir por la puerta de la calle
del Mar.
135
Y siguió caminando con la abuela.
A continuación del pasadizo de la sacristía se encontraba la
pequeña salida que conducía al paseo del Mar... Allí estaba
Francisco, sonriente.... iAh, con qué alegría mi hermana Tere se
colgó de su brazo í Era evidente que habían echo las paces...
IAhí Tenía que dejarlos solos....
iAhora vuelvo! -dijeLLegué sin darme cuenta hasta la tienda de fotògrafía,que estaba
muy cerca de la Rambla. Junto al escaparate, había gente mirando.
En primer término, estaba mi fotografía iluminada... Diego se
acercaría también y sería maravilloso... Ya sentía golpecitos
en el pecho. En cuanto Diego se encontrara a mi lado, yo no
sabría qué decirle. De repente sentí el roce de su americana de
"rayadillo" sobre mi brazo desnudo. Nuestra imagen aparecía
reflejada en el cristal del escaparate. Hacíamos una bonita
pareja.
Diego era alto, esbelto, y su cabeza asomaba por encima de la mía
•• •
Todos los demás habían desaparecido.
imagen perdida en el cristal.
Solo el y yo ante nuestra
Si yo echaba a andar, sus pasos seguirían los
míos y sus brazos rodearían mi cintura... Yo
supe que lo haría desde aquel primer día en que
me había mirado y, cuando pasaba por debajo de mi
balcón, yo le espiaba por detrás de la persiana
verde, soñando en aquel momento. Y, también,
mientras guardaba mi traje de colegiala, mi
Rebeca de color azul oscuro, sabía que iría a
esperarme a la salida del colegio porque le
gustaría verme con la cartera debajo del brazo.
136
Ya sabía lo que iba a decirle: Que yo era demasiado joven, nos
llevábamos diez años y que, al día siguiente, marchaba de
veraneo.
Era mejor, puesto que a mis padres no les había
gustado vernos tan juntos por el callejón
estrecho de la Rambla. Esa noche parecía que nos
estuviera mirando todo el mundo, como si pensaran
que ya era hora. Sus hermanos tenían una extraña
sonrisa socarrona... I Claro! -pensaban- es una
chica de buena familia a pesar de que ya
empezaban a oírse cosas sobre mi padre, que yo no
entendía...
Pero ya estábamos lejos de las
miradas de todos. Hasta entonces no me había
dado cuenta de que había un camino largo,
interminable, que bordeaba las palmeras que ahora
de repente habían quedado atrás... La tenora de
la copla de sardanas sonaba muy lejana y seguía
apretando manos,entralazando miradas tímidas,
jugando con las rizadas olas...
Pero yo estaba
lejos, junto a Diego, y sólo oía el susurro de
sus labios en mi oído. Y no sabía si aquello lo
había soñado alguna vez, porque era algo así como
el eco que venía desde el tiempo en que mis manos
descubrieron la mano pequeñita del niño rubio con
el que me escondía en el bosque buscando el
placer del tiempo abierto.
Y así, aquella mano que acariciaba instintivamente con la misma
suavidad con que las aguas del río acarician las piedrecitas de
su orilla, puliéndolas suavemente, no parecía la misma mano que
me había servido para todas aquellas cosas inútiles... Abrir y
cerrar puertas, encender y apagar interruptores, coser
botones,(sobre todo en el traje de Alférez de mi hermano),
escribir cartas que jamás iban al correo,limpiar zapatos... sino
la mano, aquella mano que contemplaba a veces cuando, hundida en
el agua del mar, aparecía despegada del cuerpo, independiente y
137
mágica, única poseedora de una vida que, lejos de mí, podía
quizás comprender algo, pero que huía siempre sin otro misterio
que el de haber conseguido adelantarse a mis deseos con demasiada
rapidez. Y era asi ciertamente, porque siempre era todo tan
efímero,huía de mí tan rápidamente que me angustiaba no poder
hacer nada por retenerlo. Quedaba a mis espaldas el Paseo de la
Rambla ya tan lejano y ,a medida que me iba apartando de él,
sentía la misma angustia que siento ahora cuando, al contemplar
el paisaje desde mi ventana, experimento esta misma imposibilidad
de acercarme, de vivirlo, y entonces busco dentro de mí, cierro
los ojos cada vez más fuertemente a todo lo que de algún modo
pueda parecérsele y cada vez me hundo más en las sombras, esas
sombras que son lo único exclusivamente mío.
Como por azar, aquel encuentro, el primer paseo con Diego, tuvo
lugar en el único día del año en que deberíamos despedirnos,
pues, al día siguiente comenzaban las vacaciones.Fué, quizás, un
extraño azar que anunciaba lo superficial de aquellas
relaciones...
ÍAh! No habían sido más que pájaros caprichosos revoloteando a
nuestro alrededor con las alas rotas, abiertas en un gran
esfuerzo.
Cuando ya nos habíamos liberado de las barreras de la
inseguridad, de los deseos contenidos..., el camino se ofrecía
ante nosotros dos demasiado desnudo, con la sola evidencia de mi
inmadurez... Aquellas maravillosa sensaciones que en mi piel se
producían, necesitaban cada una de las partículas del aire que,
en las distancias siempre superables, se transformarían en
insospechados deseos, más allá del conocimiento, más alejados de
la realidad, siendo esta realidad tan posible, tan prometedora,
la más apetecible. Aquel atractivo físico se mantenía ligero en
el aire como las burbujas a punto de estallar. Después era
"nada". De repente, despiadadamente, la rutina empezaba a ordenar
nuestras citas, y todo se desmoronaba.
138
Al llegar a casa, contemplé la cantidad de bultos y maletas
dispuestos ya a lo largo del pasillo. Mi madre, sin duda, debía
estar enterada de mi encuentro con Diego y había acelerado la
marcha para las vacaciones. Mi hermana Tere y yo sentíamos una
extraña alegría que, poco a poco, fue contagiándolo todo hasta
conseguir una sonrisa de mamá, como si la felicidad de toda la
casa dependiera exclusivamente de aquella sonrisa suya. Y así era
en realidad. Mamá debía quedarse en casa junto a papá y a mi
hermano que todavía gozaba de los días de permiso. Ya María, la
pequeña, podía venir con los demás hermanos y la abuela...
139
MAIKIV
140
tuvo también su fotografía en el escaparate. La sacó mi hermano
mayor, que tenía un invento para hacer que sus ojos se llenaran
de lágrimas...
-Mariona, fea...
I Claro! i Como no iba a llorar! i Yo la encontraba tan bonita! y,
aquel día -el día de la foto- me había entretenido más de la
cuenta en peinar sus r i z o s — Con el jugo del limón, conseguía
que quedaran bien dispuestos... iAh, engominados, con los bucles
llenando su cabecita al igual que Shirley Temple!
Mamá, pues, iba a dedicarse solo a papá y a mi hermano -a
aquellas personas que quería a su modo, sin dificultades,
tranquilamente...-, sin abandonar el control de la fábrica, en
la cuál era ya imprescindible.
Mi hermana Tere estaba nerviosa por la marcha. Ella no quería
ir de vacaciones puesto que, acababa de reconciliarse con
Francisco y subía muy acalorada intentando esconderse a las
miradas inquisidoras de mamá que habría adivinado el rastro de
sus besos.
Las dos sabíamos que algo nuestro comenzaba a
resquebrajarse. Que dejábamos definitivamente nuestra infancia
que ahora veíamos resplandecer a lo lejos. Y, por ello,
examinábamos minuciosamente los cajones, el armario.., todo lo
que podía quedar olvidado. Si, solo seguiría existiendo lo que
llevaríamos con nosotras. Ya no podría observar furtivamente a
Diego por entre las rendijas de la persiana. Nos habíamos
despedido en la puerta de casa. El me había besado y yo quería
contárselo a Tere... Pero Tere, de pronto, se puso a llorar...
ïNo, no quería marcharse...! Al fin bajamos al comedor.
141
En la estación de Gerona, nos montamos en el pequeño tren...
"El "crempinchu" de Bañóles
es lo mes petit que hi ha...
Porta cascos de cassoles y barrets de capellà...
i I barrets de capellà!
que nos dejaría en
142
EL PUEBLO
143
bordeado de riachuelos que alimentaban las pequeñas huertas que
a su alrededor formaban una especie de muralla que lo protegía,
junto con la ermita de Santa Brígida en lo alto de la montaña.
La carretera blanca y polvorienta lo unía al resto de los pueblos
vecinos y también la estación del ferrocarril. Mi madre había
alquilado una casita en la plaza mayor del pueblo, que estaba
formada por unos hermosos arcos y a la que, semejantes a las
buhardillas, se asomaban en lo alto hermosos balcones sombreados
por las plantas y los geranios. El primer piso de nuestra casa
se encontraba debajo de uno de aquellos arcos, al fondo del cual
había una puerta encalada y una hermosa ventana que la abuela se
apresuró a cubrir con tela metálica para evitar el acoso de las
moscas y mosquitos que, en los días de mercado, buscaban la
sombra de la arcada. El balcón, como todos los demás, se abría
al exterior formando una simetría que se rompía de vez en cuando
por el desorden de las bóvedas, cuya amplitud y altura variaba
constantemente de unas a otras formando un agradable contraste,
con el tono luminoso y cálido de la tierra polvorienta de la
plaza que solo se fijaba en el suelo los días de lluvia.
El calor sofocante de las horas de sol hacían de la luz y el
polvo, una cortina densa.
Las horas transcurrían lentamente, como si el tiempo se hubiera
detenido en la penumbra adormecida que, entre las paredes de
aquella casa se encerraba pausadamente. Era difícil acostumbrarse
a las imágenes de antepasados y de santos de colorines. Los
primeros días parecía que pesaban sobre nosotros aquellas muertes
que, desde muy lejos, inundaban un silencio que allí dentro se
dejaba sentir como un precioso regalo. Muchas veces subía la
empinada escalera de madera que conducía al piso alto para
observar aquellas imágenes, aquellas sombras.
Cruzaba por
delante de la pequeña puerta que la dueña de la casa mantenía
144
misteriosamente cerrada, sintiendo a menudo un miedo que me hacía
retroceder. Al fin lograba cruzarla, me acercaba a la habitación
grande y pasaba largos ratos contemplando absorta aquella imagen
del Sagrado Corazón sentado ampulosamente con su trono dorado
encima de la cómoda.
Al principio creíamos que podríamos liberar aquella casa de los
cuadros , como de visitantes molestos. Aquellas presencias que
le daban un aspecto misterioso y triste como si estuvieran
vagando todavía aquellos seres que pendían de las paredes y que
en otros tiempos habían sido, como nosotros, caminantes hacia un
futuro desconocido. Pero mi abuela había aceptado el ruego de
la dueña de la casa y se comprometió a conservar aquellos
retratos puesto que era a ella, solo a ella, mi abuela, a quien
se le concedía el privilegio de habitar la casa y romper su
dormido mundo.
No tuvimos por tanto más remedio que acostumbrarnos a aquellos
ojos apagados y a que ellos fueran fríos observadores de nuestros
pasos. A mí me parecía que algunos de aquellos retratos hubieran
podido ser las primas de mi abuela y quizá por ello se podía
entender el que ella estuviera tan confiada, se sintiera allí tan
feliz, como si recobrara la juventud. O, tal vez, puesto que
mamá influía enormemente en mi abuela, encontrándose dueña de
todo en aquella casa, se convertía en una mujer nueva, alegre y
juguetona. Todas las mañanas, invariablemente cubría su cabeza
de algodón con la mantilla de encaje negro mientras sonaban las
campanas de la iglesia y al poco su paso menudo, se apoyaba en
mi brazo.
Era lo único que yo podía ofrecerle a mi abuela. Lo hacía
delicadamente, para que ella no se enterara y un temblor
imperceptible me recorría el cuerpo mientras mi brazo se mantenía
ligeramente erguido. Nada más entrar en la iglesia, ella se
despegaba orgullosa de mi para aparecer sola ante todas las
miradas y, con un caminar ligero y alegre que debía recordarle
el de su adolescencia, iba a situarse junto al reclinatorio que,
145
en primera fila, la estaba esperando siempre. Incluso el Párroco
que celebraba la misa, parecía notar su presencia con un
movimiento imperceptible que, por un segundo, dulcificaba su
figura cansada por la constante repetición de gestos siempre
iguales. A la salida de la iglesia yo me encontraba de repente
sola y alejada de mi abuela pues, siendo la más bonita entre
aquellas mujeres de su edad, parecía que todas se disputaban el
derecho de llevarla a su lado. Entonces, el remolino de voces
y risas parecía llevarla en volandas hasta su primera cita, que
tenía lugar en la carnicería del pueblo. Allí era realmente la
reina. No en vano había pasado tantos años de su vida en su
puesto del mercado, haciendo de la venta cotidiana de las piezas
de carne una constante manifestación del exquisito arte que podía
encerrarse en cada rudimentario gesto de su mano pequeña y
vivaracha. La dueña de la carnicería se alegraba
al verla
llegar, puesto que todo el esmero que había puesto al disponer
su mercancía encontraría su razón de ser, su premio, en la
atención que mi abuela le prestaba, como si no existiera cosa
ninguna en el mundo que mereciera tratarse tan profundamente.
Yo nunca pude llegar a comprender aquel lenguaje que, entre la
carnicera y mi abuela, adquiría el sentido de un acto
trascendente.
Me sentaba en la silla olvidada en el rincón de la tienda y
escuchaba el apasionado juego de palabras que danzaban alrededor
de un trozo de solomillo reluciente o de un salchichón recién
elaborado por el exterminador de cerdos más famoso de la comarca.
Al fin, las piezas de carne recién cortadas iban a caer
cuidadosamente en el fondo de la bolsa de mi abuela. Era un
bolsa de ganchillo de color beige, prendida a unas asas de metal
reluciente, que mi abuela abría despacio sin darle más que el
hueco necesario para lograr introducir el paquete que pendía ya
de su mano. Lo hacía con un gesto pequeño y entrañable que se
abría luego ampliamente, dibujando la totalidad del placer del
que no quería desprenderse, con aquella avariciosa protección a
lo que había conseguido durante aquella media hora de dedicación
146
intensa en que el producto pasaba a convertirse en suyo
exclusivamente. Después llegaría el momento en que, ofrecido en
la ancha fuente colocada a la vista de todos en el centro de la
mesa, la abuela lo repartiría entre nosotros con minuciosa
justicia.
Al salir de la tienda, los hilos verticales de la cortina
formadas por un sucesión de finísimas cañas relucientes,
empezaban a sonar en un repiqueteo alegre que acompañaba nuestro
paso hasta el momento de llegar y empujar la otra cortina de
cintas coloradas de la panadería.
-ID* Teresa, cómo ha madrugado usted hoy!
iQué espabilada!
Es increíble esta señora
Teresa, cómo está cada vez más guapa
-IOh no, hija, no!
llevan como antes.
Estas piernas mías ya no me
-IQué dice! Cómo le gusta que le regalen los
oídos. I Es una coquetuela..í
-Anda, anda, hija, que es muy tarde y las jóvenes
siempre estáis de broma. ¿Habéis sacado ya los
"llonguets"? i Oh!
¿Qué es lo que ha ocurrido
hoy? Parece que os habéis dormido. Están casi
quemados...
iNo, no los quiero! Me vas a dar
panecillos de Viena. Y una hogaza grande, de
kilo y medio. Y a ver si no afinas demasiado el
peso... ¿Este trozo? IAnda, anda, ponió hija,
que no os vais a arruinar por eso !
-iMira, la muy pilla!
Bueno, señora Teresa,
bueno, que no se diga que la tratamos mal.
Siempre consigue lo que quiere. De verdad Doña
Teresa, que este año la veo mejor que nunca, no
hay más que verla en la iglesia lo decidida que
147
es ella... Venga luego por la tarde, a la salida
del Rosario, que le tendré preparado un buen
puñado de levadura.
IA ver cómo sale la coca
este año!
¡Oh, no sé cómo se las arregla!...
Daba gozo ver la del año pasado. I Qué jugosa!
Como siga así, tendremos que cerrar la panadería.
-Muy bien hija, muy bien. Anda, que tengo mucha
prisa. Mi hija va a venir mañana y se quedará
para las fiestas... iAh, esta hija mía no piensa
más que en el trabajo! Si consiguiera que se
quedara unos cuantos días, veríais cómo iba a
ponerse! Mira ésta -y me señalaba con el dedo-,
tan delgaducha siempre... Parece otra. Venga, ya
te he dicho que tengo mucha prisa... Vamos,
niña, vamonos. iAh, estas mujeres!
Y salía juguetona, con ganas de correr y seguir charlando:
-¿Qué te pasa hija esta mañana? Tienes cara de
cansada. Sí, ya sé que la gente es muy pesada,
pero no hay más remedio que llevarles la
corriente, son gente buena y a mí me tratan muy
bien. Esto es importante ¿sabes? A ver si esta
tarde después de comer, me da tiempo de hacerme
una permanente.
iOh..., son muy pillas esas,
todo son ganas de dorarme la pildora...,pero,
I Esa cabeza que llevo....! La Rosita me ha dicho
que a la hora que sea iba a cogerme la primera.
Tendrías que acompañarme porque podría darme un
mareo con ese calor.
iAh, tengo que tener la
cabeza arreglada para cuando llegue tu madre! si
no, va a creer que no me encuentro bien.
iPobrecita! Se preocupa demasiado por todos...
No es como tu padre, que no se entera de nada.
No sé que sería de nosotras sin ella...
148
Y, al llegar a casa, :
-¿Pero que es eso, niños? ¡Todavía durmiendo!
Anda, bajad a la mesa, que he traído pan de Viena
y luego se nos junta la hora de comer.
Yo llevaba la cesta de la compra hasta la cocina y me escabullía
como podía, puesto que no me sentía con fuerzas para dar
respuesta al sinnúmero de comentarios de mi abuela, dedicados a
todas y cada una de las piezas que iba colocando en su sitio
mientras hablaba sobre la comida, sobre cómo iba a ser... A
partir de aquel momento, era el único tema que absorbería su
atención hasta la hora de sentarnos a la mesa.
Subía al piso de arriba. Mi hermana Tere dormía aún, o hacía que
dormía, con las sábanas apretujadas alrededor del cuello a pesar
del fuerte calor que empezaba ya a notarse a aquella hora
avanzada de la mañana. El sol asomaba ya descaradamente y sus
rayos atravesando la persiana y rebotando sobre la pared por
encima de la cama, dibujaban una red de rayas luminosamente
doradas. Una de ellas acababa de desprenderse yendo a posarse
en sus labios tercamente cerrados. Era admirable aquella
tranquilidad suya que la hacía insensible al aparatoso ajetreo
con que mi abuela removía Roma con Santiago. Yo en su caso,
hubiera saltado instantáneamente de la cama para que nadie
pudiera tacharme de vaga por aquel sueño, pero ella no tenía
ninguna prisa ni parecía preocuparse en absoluto. Levantaba
apenas levemente la piel finísima de sus párpados y su boca se
entreabría en un gesto de pausado asombro, ante el atolondrado
ajetreo de mi ir y venir de un lado a otro de la habitación. Yo
armaba todo el alboroto posible con el propósito de hacerla
reaccionar,para librarme de la irritación, quizás fuera de lugar,
que me producía su pasmosa tranquilidad... Sin saber por
que,pretendía destruir el mundo en que se complacía mi hermana.
Ese mundo que ella defendía como talismán maravilloso, poseedor
de un misterio que iba más allá de la vida y de la muerte.
149
De aquella muerte que pendía desafiante de las paredes y a la que
mi hermana conseguía vencer sin que llegara en ningún momento a
turbar su sueño, ni la pasmosa tranquilidad de agotar cada
momento presente, el único para ella poseedor del verdadero
sentido, en aquel pueblo que se le antojaba aburrido y absurdo.
150
EL RIO
151
El tibio baño que con nuestro calor a cuestas íbamos a buscar en
aquella hora de la tarde cuando, después de la comida, el pueblo
se adormecía, no hacía más que recordarnos aquel otro baño
abandonado en nuestro lugar de la playa. Nos hundíamos poco a
poco en el agua pegajosa del río. El primer contacto de nuestro
pies desnudos con el barro era repulsivo pero venía a ser
sustituido por la caricia del agua cada vez más cristalina a
medida que avanzábamos. Entonces el agua se apretaba aún más
mórbidamente en cada lugar escondido del cuerpo y era como una
consentida violación, apenas adivinada, que formaba un hondo
secreto que compartíamos los dos. El sol que tan duramente
producía el irresistible calor a lo largo del camino que separaba
nuestra casa de la orilla del río, estaba en aquel lugar,
adormecido, asomando tímidamente entre la frondosa vegetación.
Huía apenas acababa de penetrar en el cuerpo.
Y el lugar aquel al que volvíamos un día y otro, parecía
llamarnos cuando atravesábamos el camino bordeado de cañas y
hojarasca, sonriendo entre las entrelazadas ramas, escondiendo
burlonamente el improvisado lecho en algún rincón, prometiendo
lo que tan pronto se complacería en quitarnos, reproduciendo una
y otra vez lo que habíamos destruido... jugando cruelmente con
nuestros deseos queridos y despreciados a la vez.
Entonces nuestras voces -las de mi hermana y la mía- se sucedían
en mutuas confidencias. Las palabras iban brotando poco a poco
con absoluta necesidad de romper aquel silencio al que unos
minutos antes nos habíamos entregado como si con nuestra
sinceridad pudiéramos convertir en realizable el mundo de las
cosas intuidas...; imposibles.
Sí, tenía razón Tere, no era justo que todavía estuviera
alimentando la ilusión en el chico que me mandaba versos.
152
Ese es el mejor de todos... ÍTu eres tonta..!
Ella sí hubiera sabido amarle. Sin embargo yo ni siquiera sabía
amar a Diego. ¿Y a Miguel? iAh, eso era diferente ! Siempre
podría seguir pensando en él. Nadie podría prohibírmelo. Ahora
hubiera deseado tenerlo a mi lado,pero él nunca más iba a volver.
Ya había un tiempo vacío desde el día en que desapareció calle
abajo y lo habría siempre. Siempre estaría presente su ausencia
para recordarme cuan fácilmente se pierden las primeras
sensaciones a flor de piel. Esas sensaciones que son como el
ligero aletear de la mariposa sobre los poros abiertos. Algo se
había roto en el camino largo y delicado que va desde fuera hacia
adentro. Como ese hilo que prendíamos de las cajitas de cerillas
en nuestros juegos de niños para fabricar el improvisado
teléfono.
Ese hilo que, por tensarlo demasiado , se hace
invisible en algún punto, ese punto en el cual no sabemos si el
hilo se ha roto o si no lo hemos estirado debidamente.
Cuando
queremos tirar nuevamente de él se nos rompe, esta vez de verdad,
y entonces nos damos cuenta de que el hilo era demasiado delgado.
Entonces buscamos un juego distinto, porque ese nos ha
decepcionado.
Vamos dejando uno por otro hasta que ya es
demasiado tarde para volver al verdadero juego deseado.
Pero cada vez que en manos de otros niños reconocemos aquel juego
imposible, nuestros ojos irán a posarse en aquel punto del hilo
que se rompió y contemplaremos aquel juego sin decir a los niños
absolutamente nada, aunque quizá sintiendo una gran pena por
ellos.
Miguel, por tanto, estaba al otro lado del teléfono y ya no podía
oírme.
Pero había muchos otros chicos que podían hacerlo. Sí, incluso
en el pueblo.
153
Mi hermana no podía entenderme. Hablábamos de Diego y ella decía
que no era bueno para mí. Que era demasiado mayor. Y que,
además, había tenido ya otras novias. Todo el mundo -decía- le
había visto besarse con aquella chica.
-¿Y tú? ¿Te has dejado besar?.. ¿ En el portal
de casa...? Mira, yo todavía no se lo he dejado
hacer a Francisco.
Debe ser estupendo.
Los
besos hay que darlos en el momento oportuno, i Si
se entera mamá! Porque ¿sabes? ella piensa que
después de eso hay que casarse y por ello hay que
estar muy seguros... Sí, esa sensación profunda
la he sentido yo cuando Francisco se acerca
mucho... Entonces me doy cuenta... Si, esa "cosa"
que esconden los chicos, como una piedra que
tiene vida... Te dá algo, algo muy agradable que
se acerca, acerca..., pero que siempre está
lejos, que viene de algún lugar desconocido, de
la luz, del agua, del tiempo...No sé.
iOh, no,
eso no! Solo un poco de humedad en las bragas. ..
Hay que estar muy apretados para eso, para sentir
lo que tu dices, tan apretados como las parejas
en el baile del entoldado.
¿Te acuerdas de
aquel día entre las rocas de la playa.,.? Cuando
lo ves -esa cosa-, de esa manera , entonces es
normal que sientas asco... iAhí IQué hombre tan
horrible!
Lo difícil es conseguir los dos a un tiempo las
mismas sensaciones... ÍAh! y tienen que llegar
muy despacio... iQué pena que solo pueda ocurrir
si te casas..! I De todas formas debe ser
maravilloso
dejar de pensar en el rollo del
pecado!
Ya no debe de haber ninguno posible
entonces, y ya no habrá que ir a confesarse...
Aunque, he oído decir, que también hay
matrimonios castos ¿tú lo entiendes? Bueno, ya
154
sabes que mamá nunca habla de eso. No comprendo
como ha podido tener tantos hijos. Porque ese es
el problema, no puedes casarte con un hombre para
que ese sea como tu hermano. Aunque tú, desde
luego, con José, ...
De verdad que no lo entiendo.
Si después de
casarte tienes también que estar pensando en lo
bueno y en lo malo, no hay forma de estar
tranquilo.
i Jo! No sé como puedes estar preocupada por tu
aspecto.
Estás guapa, no te preocupes.
Si
tuvieras el pelo como yo, tendrías razón de
quejarte.
Lo que pasa es que tu lo quieres
todo... Ya ves, Francisco me dice que sus amigos
están locos por ti, tienes suerte. El día de la
función no faltaba ni uno. Yo creo que mamá nos
manda a este asqueroso pueblo por tu culpa.
Menos mal que Francisco vendrá a verme...
IAh,
a veces pienso que la vida es terriblemente
injusta ! Hay quien lo consigue todo con una
sola mirada y otros en cambio...
No, no es
solamente la belleza, hay algo mucho más
misterioso.
Si fuera por la belleza, no me
importaría nada pues esto ayudaría a definir a
las personas y a admirar aquellas que tienen el
enorme valor de que no les afecte. El ser bello
sería solamente una cualidad de la que unos
podrían prescindir y otros no. He visto gentes
hermosas que en un segundo quedan anuladas por el
personaje más insospechado. Eso puede ser lo que
llaman "estar en onda". Fíjate, yo he ido con
enorme seguridad a algún lugar pensando que sería
el momento y, poco a poco, me he encontrado lejos
de todo el mundo. Me han dado ganas de correr
pero sin saber a donde. Desde luego a un mundo
155
completamente distinto, ni mejor ni peor, pero
distinto. ¿Me entiendes? Yo te veo a ti y creo
que eres distinta, ya vés -y eso se te notaba
cuando eras pequeña y yo me ocupaba de tí-, pero
al menos estás en mi mundo. Incluso delante de la
gente, siempre te reconozco, y pienso, mi hermana
dice esto por eso y por lo otro y por lo de mas
allá... Aunque intentes ser de manera distinta,
eres tú misma y yo sé como eres.
Y eso me
alegra. Con Francisco creo que me puede suceder
lo mismo. Prefiero entenderle yo a él y eso me
gusta más que el que él me entienda a mí. Puede
ser que yo sea orgullosa y no me apetezca que
nadie sepa como soy. Eso cae mal pues quizás a
la gente no le gusta, pero yo no sé fingir a
medias. Me falta inteligencia para mostrar de mí
aquella parte que causa mejor efecto.... ÍAh!
Para eso es necesario conocer mucho a los demás
para saber qué es lo que interesa de nosotros, y
a mí me cansa este juego. lüf! Me cansa antes
de comenzarlo. Sí, es posible, que después de
todo, no sea más que una vaga. i Con lo que me
gusta dormir!
I Oh, no haría más que eso!
Siempre me doy cuenta de cuando duermo i Te lo
juro! Es como si estuviera viviendo en un mundo
desconocido desde el cual se puede ver todo lo
que está ocurriendo. Esta mañana, por ejemplo,
te he oído levantarte... No es que pensara que
estabas levantándote, íclaro! pero le he notado,
lo he sentido. Y he sentido que yo tenía que
levantarme también...
iAh! Y los gritos de la
abuela desde abajo, me producían un placer
enorme... era como si me estuviera diciendo a mí
misma:i Estoy durmiendo, estoy durmiendo...!
156
Debía ser muy tarde puesto que ya nuestros bañadores estaban
completamente secos. Y el pelo también. Estaba dudando entre
enlazarlo con una trenza o dejarlo completamente suelto. Con el
espejo en la mano examinaba mi frente, despejada ahora,
intentando encontrar el modo de complacer a mi abuela que odiaba
mi flequillo. Pero no, no me satisfacía el aspecto. Volvía a
soltar el flequillo y lo hacía volver de un lado para otro de la
frente. Mi hermana se reía, su pelo revuelto le daba un aire
completamente descuidado el cual me complacía en ella.
Yo
admiraba su indiferencia,su desaliño..., y, hubiera deseado
olvidarme del espejo que siempre llevaba conmigo, pero, aquel día
debía estar más bella que nunca ....
157
EL ESPEJO
158
ÏÀh! Es posible que llegue el momento en que logre romperlo. El
espejo de entonces que aun permanece en mis manos. Es posible
también que todo termine de una vez y no sé hasta qué punto deseo
que esta lucha se acabe...Seguir y seguir igual que entonces,
examinando, viviendo intensamente cada paso, cada actitud...
Paralizada. iAh, esta absoluta necesidad de que todas las cosas
sean bellas a cada momento! Que sean bellas para mí, puesto que
soy yo quien las está observando.Mi casa, mi comida, mi cuerpo.
Todo, absolutamente todo tiene que estar dispuesto para recibir
debidamente a esta belleza. Luego puede ocurrir que nada encaje,
que, habiendo hecho todo lo posible para que no ocurra, se
produzcan torpes errores o que "el azar", se interponga entre el
deseo y la realidad. Pero yo y mi voluntad debemos ponernos de
acuerdo, estar alerta... Yo soy la amante dispuesta, perfumada,
a punto siempre... Lo que ocurre es que cada vez es más difícil
que el amante sea como debe ser. Siempre es lo otro, lo de
fuera, lo que no funciona. Pero si yo, la amante, no estoy
preparada y dispuesta, entonces ya nada puede justificar la
pérdida del sentido de las cosas. La pérdida del sentimiento
triste o alegre, pues ambos, pueden ser igualmente bellos. Todo
debe ser reconocible... No basta con que "exista". El agua del
mar "existe", pero me gusta más cuando siento que me moja...
Sin embargo, he cambiado, si.
Desde el día en que sentí la tormenta
No se cual
Desde que he empezado a leer el periódico, a escuchar la radio,
a darme cuenta de todos los suplicios que puede soportar un ser
159
humano. Pero siempre desde lejos, desde mi butaca o mi silla de
mimbre. Sin hacer nada. Esperando ganar al sufrimiento con mi
propia inquietud. Sabiendo que ya no hay consuelo cuando tanta
gente está sufriendo.
Preparándolo todo para recibir esta
angustia del mundo y, deseando enmarcarlo alguna vez para poderlo
colgar en la pared de mi cuarto. Y para poder decir ,sí, así es.
Por aquí empieza y aquí termina...
Estos son los límites ¿lo
veis? -a mis hijos- ¿lo veis? No hay porqué tener miedo. Lo que
ocurre está aquí. En este cuadro, en este lugar, con el número
14568.... o con el 14569... con el etc, etc, o con ese uno,
simplemente, así de claro, así de vulgar.
Pero entonces cuando mi espejo pendía con naturalidad de mis
manos tostadas a duras penas no se me ocurría pensar en nada de
eso. Solo contemplaba mis pecas bien distribuidas a un lado y a
otro de la nariz , y desdibujadas en su centro.... Ahora hay
pecas en mis brazos y hasta en la punta del dedo gordo de mi pie.
Y una cicatriz muy grande que se pierde y se pierde .... no se
donde, por el lugar donde se perdió mi mirada tímida de entonces.
iAnda, date prisa, tengo hambre! íUf, qué calor!
Es cierto. El cielo está más limpio que nunca.
¡Qué maravilla!
Este año no creo que vaya a
llover, aunque, en esta época nunca se sabe.
Pero no lloverá. Lo noto antes de que aparezcan
las nubes en el cielo....
Creo que este año hay dos coplas: La del pueblo
y otra de "La Bisbal". Esta noche después de los
fuegos artificiales habrá doce sardanas, o sea
que terminarán tarde, pero espero que podremos
quedarnos hasta el final. Ya sabes que la abuela
nunca tiene prisa. Van a venir todas sus amigas
160
y no va a quedar sitio en el balcón...
Mamá,
no, no creo que suba al balcón con el miedo que
tiene.
Pues, ¿sabes?, han puesto la traca
alrededor de la plaza por debajo de los
balcones...
¿Yo..?
El vestido rojo.
Lo
plancho con un poco de cola de pescado y quedará
como nuevo.
Supongo que me dará tiempo para
lavarme el pelo...
Tu no seas tonta, no vayas
a la peluquería. Te lo arreglaré yo.
La habitación está limpia, ordenada. La persiana, por detrás de
la barandilla, sigue empujando con fuerza el calor. Parece
imposible que aguante allí aún. Abrasada. Quema mis manos
cuando la toco. Poco a poco se irá enfriando y, cuando llegue
la noche, después de abandonar la barandilla produciendo un golpe
seco sobre la piedra del balcón en el momento de levantarla,
quedará plegada, casi inexistente y estará dispuesta otra vez
para el nuevo sol de mañana. Ya estoy lista. Hay cada vez menos
luz en el espejo. Antes, hace un rato, a la orilla del río había
pecas en mi cara.... ÍAh! Esa es la luz que a mí me gusta. La
bombilla del cuarto tiene la misma luz que la que hay en todas
las casas del pueblo, apenas brilla, siempre parece que va a
oscurecer. Esa misma luz con que me verán muchos ojos en la
plaza, tal y como estoy ahora, dispuesta, aquí frente al espejo.
Todo es distinto en este pueblo.
Y yo
también.
Los chicos no se parecen en nada
a los de la Rambla, aunque pasean también
por debajo del balcón. Y es que hoy no es
un día cualquiera, es la Fiesta Mayor. Por
eso hay más gente que de costumbre.
La
gente de los pueblos vecinos. Hay algún
chico que no está nada mal, me he podido dar
cuenta, puesto que ahora que tengo a Diego,
los miro con más serenidad desde aquí
arriba. El año pasado no pensaba más que en
161
EL COMPOSITOR
162
si, ese chico que toca el tamboril... ÍAh, cómo
se cambial
Un año, un año solamente ...
Durante tres veranos seguidos no había pensado
más que en él. El contable y su mujer, que se
pasan aquí medio verano, eran los encargados de
tener al corriente a mamá... Por poco el año
pasado rae prohiben también venir a este pueblo.
Me era imposible hacerme a la idea de no verle
más. ¿Por qué tienen que vigilarme esos
"buitres"? Ya quisiera él, el contable , tener
una profesión tan maravillosa. Además de tocar
el tamboril, es también compositor y algunas de
las sardanas que toca la Cobla son suyas y -eso
debe ser lo que asustó a mamá-, compuso una
sardana para mi, que lleva mi nombre. Al
principio lo único que deseaba era verle ahí
arriba, en lo alto de la tarima. Por eso
formábamos siempre nuestra sardana delante de la
copla. Un día dejó el tambor encima de la silla
y bajo a bailar a conmigo. Nadie lo notó, sólo
los músicos. Es más importante de lo que parece
el tamboril. A partir de aquel día nos reuníamos
en casa de mi amiga, la de la droguería.Entonces
fue cuando compuso la sardana para mi. Mi amiga
tenía un piano en la trastienda y yo creo que
por eso le gustaba a la gente comprar en aquella
tienda tan pequeñita porque era muy agradable oír
tocar el piano. Yo lo tocaba también un poco
pero después de oírle a él interpretando la
Polonesa de Chopin me daba vergüenza y dejé de
hacerlo. Siempre nos escuchaba, sentado en el
balancín, el padre de mi amiga que se había
puesto enfermo de cáncer y estaban recibiendo
163
unos tratamientos muy terribles que hacían que se
le cayera el pelo.
Pero ya no pienso en el músico, y no es por el hecho de que se
haya ido del pueblo.
Desde luego esta noche se parece a aquellas
otras en que también hacía tanto calor, pero
yo he cambiado mucho. Casi me atrevería a
decir que ni me apetece bajar a bailar.
Sería una pena después de todo. Para algo
me he vestido.
Puedo pasarlo muy bien
acompañando a mi hermana y a Francisco, que
es cierto que ha llegado. Nos reímos mucho
los tres juntos. Así me evito el tener que
aguantar
a esos chicos del pueblo.
Especialmente a ese muchacho fuertote que,
aunque es muy guapo, tiene unas manos llenas
de callos, muy ásperas, que parecen de
piedra blanda y caliente. Los hermanos X no
están mal, sobre todo el seminarista. Pero
no le puedo mirar como a un chico cualquiera
a pesar de que es el que sabe tratar mejor
a las chicas. Pero sus manos, tan finas,
cuando te tocan parece que resbalan
constantemente y tienen un sudor frío. Me
gustaría decirle muchas cosas, pero no me
atrevo. Evidentemente, me comporto de manera
distinta cuando se acerca a nuestro grupo.
Es una lata, pues de repente, cuando hablo
con él, me parece que estoy escuchándome a
mí misma o que me estoy mirando a través de
sus ojos. No son unos ojos normales, no son
ni de chico joven ni de hombre mayor, pues
parece que están siempre mirando algo que no
se puede ver. A mi me pone muy nerviosa.
No me gusta que esté cerca de mi, pero hoy
164
no tendré más remedio si me decido a bajar
a la plaza.
No tendré más remedio que
agarrar su mano con fuerza para que no note
nada .
Sí, voy a bajar, voy a salir de
esta habitación... Me estoy entreteniendo
demasiado en contemplar los retratos de las
paredes. Se me pasa el tiempo mirando
fijamente a esa señora del retrato que a lo
mejor murió en esta misma cama grande en la
que dormimos yo y mi hermana. Puedo hacerlo
hasta conseguir que sus ojos y su cara me
resulten tan conocidos como si fueran los
míos.
Por eso cada vez les tengo menos
miedo a esos retratos. Es lo mismo que me
ocurrió con el terror que yo sentía cuando
no quería mirar la aguja larga con la que
iban a pincharme para la inyección hasta
que, un día, me decidí a mirarla fijamente
y seguí mirando mientras el líquido espeso
iba coloreando la jeringuilla de cristal muy
lentamente a través del agujero largo y
punzante de la aguja y cuando esta se hundió
en mi carne.
Y fue la primera vez que
conocí el dolor, que logré dominarlo entero
y que casi conseguí poseerlo con mis manos
que ya no temblaban. Ahora, cada vez estoy
más cerca de acabar con la tristeza. Es un
dolor muy raro y parece mentira que se pueda
apretujar tanto dentro del pecho sin que
este llegue a romperse.
Algún día lo
lograré. Pero temo que quizás ese día se
rompa también la alegría que a veces aparece
y que, ella sí, se marcha tan de prisa que
no da ni tiempo a saber cual es el color que
tiene.
Por eso quiero que sea como
entonces, como hoy, que está a
mi lado
mientras me asomo al balcón
165
de mi cuarto. El que da a la Plaza Mayor
del pueblo, el que se puede ver desde lejos,
desde la otra punta de la plaza, desde
A£Ç
LA ERMITA
167
la misma ermita junto a la que he sentido
tantas veces el olor del espliego y del
romero y por la que, subiendo las escaleras
que conducen al campanario, ya sin miedo al
cruzar entre las telarañas,a medida que
pisaba los peldaños hacia arriba, arriba, Ç&
los
oía
crujir
como
si
fueran
multiplicándose.
No puedo ver ahora la
ermita porque es de noche ya y no hay
ninguna luz en el campanario. Por eso da la
impresión de que se encuentra mucho más
lejos. Pero hace ya años que no está, de
noche, la ermita.
Si acaso únicamente
cuando, en las noches de luna llena, sé ve
su sombra acariciada por la luz azul. .. Pero
esta noche no, nadie la ve.
Nadie sabe que existe la ermita, ni una habitación oscura en la
que alguien se está muriendo, ni una primera noche de recién
casados, ni un tren a punto de llegar a su destino, ni un puñado
de pastillas en una mano temblorosa, ni un adolescente que se
masturba por primera vez, ni una factura sin pagar en una mesilla
de noche, ni un teléfono que no suena...
Solo existe esta Plaza con sus bombillas demasiado pequeñas a
punto de estallar. Sólo unos trajes de fiesta recién planchados,
un refajo de volantes bordados, unos zapatos de charol, un clavel
en la solapa del hijo de la carnicera, un borracho -el del
molinoque asusta a los niños del pueblo, una señora muy
elegante que acaba de llegar de Olot con sus hijos y se pasea por
la Plaza, el farmacéutico del pueblo y la telefonista que,
después de muchas discusiones, pasean juntos de nuevo, demasiado
juntos, levantando murmullos entre la gente..., mi vestido rosa
168
en el portal, debajo de la arcada, y, en la plaza... mi hermana
Tere.
-¿Cómo has tardado tanto? ÍUf, qué ruido! La
traca ha dado la vuelta entera a la plaza. Es la
primera vez que les sale bien. IVamos a bailar,
anda!
Si no empezamos nosotras, nadie se
decide... iAh, sí, mira! Ahí está la sardana de
los viejos.
Vamos a por ellos, se pondrán
contentos...
Es demasiado. Estoy saltando sin esfuerzo.
Los viejos saltan también conmigo, bailan
siguiendo el compás, muy bien. Están aquí
los viejos, a mi lado, agradecidos. Son
jóvenes.Como yo. Yo y ellos hemos llegado
hasta aquí. Un poco tarde.
Yo siempre
llego tarde. Me han estado esperando. Les
estoy agradecida. He corrido mucho, y hay
agujas clavadas alrededor... en mis sienes,
en mis piernas y en mis brazos. Ha llegado
el cansancio en un golpe seco. No se puede
correr tanto ni esforzarse tanto...
Pero
no lo noto. Ahora, ahora no se nota nada.
Estoy bailando sin ningún esfuerzo. Ya no
existe el cansancio.
Allá al fondo hay tres chicos que no conozco ¿O son cuatro? Son
de fuera, de un pueblo vecino. No les había visto nunca por
aquí. Yo aprieto mi mano en la de mi amiga. La tengo reservada.
Tengo derecho a decidir y el hijo de la carnicera espera con una
cara muy sorprendida, puesto que todo el mundo dice que baila muy
bien. No me importa. No le miro.
169
¿Qué hablarán? ¿Por qué sonríen?...
Estoy lista, ordenada.
El pelo limpio flotando suavemente en el
aire.
Huele a espliego en la calle y en mi cintura
apretada.
Está muy lejos la Rambla y la tenora suena
mejor todavía en la plaza.
Su sonido es un grito largo que pasea por
la arcada
y que brilla en los balcones
empujando hacia adentro la persiana de mi
cuarto
y se mueve entre las sombras de los pasillos
cerrados,
y da vueltas sin parar, acariciando.
Desde el primer momento vi el grupo que formaban los cuatro
chicos nuevos que, en una esquina de la plaza, parecían
encontrarse de pronto ante un escenario desconocido.
EL
170
El
llevaba un jersey verde de cuello alto, con' una banda blanca
entrelazada en forma de uve. Quizás había sido el jersey lo que
me llamó la atención y el i echo de que, a ¡ pesar del calor,
resultara tan apropiado a su figura y a ía hermosa cabeza
dorada... Me sorprende ahora pensar como es posible que, desde
la distancia en que se encontraba el grupo, pudiera descubrir
exactamente cada uno de sus rasgos, tal como ocurre en el
revelado de una fotografía que, en el momento de &e' emerger de
la emulsión, nos descubre el retrato captado a lo lejos por el
teleobjetivo. No solamente su figura era como la había imaginado
sino que fué la primera vez que algo que yo deseé,/ se ofrecía
ante mi, mil veces más perfecto. Y, al igual que sucede mientras
estamos aguardando un tren después de otro en el anden de la
estación, con la seguridad de que de alguno de ellos descenderá
el amigo que nos ha anunciado su llegada, éste aparece de repente
en el momento en que estábamos distraídos contemplando el rastro
del otro tren recién partido. Entonces, inesperadamente, oímos
la \fcbnocidá voz de nuestro amigo de pronto a nuestro lado y al
momento, olvidamos el frío o las incomodidades del calor que
hemos tenido que sufrir, para recibir con placer a nuestro amigo.
Así, pues, después del primer sobresalto de aquel latido fuerte
en el pechq^ al sentir en mi espalda tan cerca su presencia,
comprendí que había llegado el instante en que mi mano rompería
el estrecho nudo que, en el baile de la sardana, formaba con la
mano de mi amiga. De repente su voz.
-ÍHola!No me importaba quien era ni de donde venía. Sabía que no podía
equivocarme. Su mano se deslizó suavemente en la mia en aquel
círculo cerrado que pareció extenderse al fin del mundo...Las
chicas del pueblo parecían reconocerle. . .¿|fie miraban con
envidia?. Ya no había otra cosa más digna de atención en aquel
171
pueblo que la animada conversación surgida entre nuestro grupo
y el de aquellos forasteros.
Debía ser muy tarde ya porque no quedaba casi nadie en la Plaza
y, en lo alto del balcón, asomaba mi madre de vez en cuando. Una
vez más hubiera deseado gritarle que dejara de atormentarse.
...iA ver si sentaba la cabeza de una vez!... e insistía en
formalizar
mis
diferente.
Al regresar a la ciudad debería colocar todo en su
sitio.
relaciones
con
Diego.
Pero
ahora
era
todo
Ya no existiría más juego deseado que aquel que acababa
de estrenar aquella noche. Por fin conseguiría juntar de una vez
todas las cosa!; deseadas,las que había ido descubriendo poco a
poco pero distanciadas siempre unas y otras, hasta formar una
única melodía.
De repente, el momento había llegado.
Era la
hora
Empezó rozando mi espalda... Y apreté su mano con fuerza...
Estaba allí, todo el amor que jamás había desperdiciado con
nadie.... De Miguel,de Juan, de José, de Diego...
Formando un largo sentimiento interminable.
Como en un sueño reconocía todas esas cosas, sin que el otro
sueño de las mentiras, de los deseos imposibles, del terror y de
la muerte, llegaran a derrumbar en mis párpados abiertos la
posible verdad que, de una vez, era totalmente mía.
Ya nada podía estropear nada.
Así debió comprenderlo mamá,
puesto que ningún reproche salió de sus labios ni siquiera en el
camino hacia la estación de ferrocarril.
-Trata bien a la abuela.
No le deis ningún
disgusto....
Desaparecía ya detrás de la ventanilla y por unos instantes pensé
172
en las palabras que no había dicho pero que quedarían para
siempre prendidas en la imagen de un tren que era ya solamente
un punto que desaparecía en el tiempo...
luminoso.., profundo..,
. . . abriéndose en una sucesión de noches y días maravillosos que
brillaron bajo la tenue luz de una bombilla y en el paseo que
conducía al cementerio y en el otro camino que franqueaba la
orilla del río.., y alrededor de una mesa de café.
iLa verbena de San Juan.., 23 de Julio de 1953! En el Café del
pueblo...I Si,si.., claro que voy a ir! Después de las sardanas
en la plaza, cuando la abuela se vaya a dormir...ÍE1 baile del
entoldado!...
¡Mi primer baile!
iMi miedo a perderle!.. Me agarraba a aquel hilo invisible que
transportaba el inmenso tesoro de cualquier gesto de su mano, de
cualquier mirada suya...
De sus palabras.
La cita:
-Nos vemos mañana, a las doce... en
EL ENTOLDADO
174
No podía dejar de temer el momento en que mis manos empujarían
de una vez la cortina de terciopelo que abriría en un segundo el
hasta entonces lejano paraíso del entoldado, en el que había
soñado tantas veces. Estaba decidido. Aunque mi padre o mi
madre, mi abuela o mi hermano, hubieran aparecido de repente
interponiéndose entre el espacio y yo, mil veces habría vuelto
a abrir aquella cortina. Y esperaría allí. Deseaba que aquel
impulso fuera justo a la medida, exactamente igual a aquel que
había hecho mis pasos firmes al subir al escenario el día de la
representación.
El calor era sofocante.
Hombres y mujeres estrechamente
abrazados formaban un muro pegajoso que yo tenía que atravesar.
Había abandonado la puerta de casa aquella tarde con demasiada
prisa. De repente me sentía ridicula y hubiera querido
desaparecer. Los chicos del pueblo esperaban con ojos ansiosos
escondiéndose en distintos rincones y, en el preciso instante en
que acababa de reconocerle a él en compañía de un grupo de chicas
desconocidas, al tiempo que la más audaz se lanzaba en sus
brazos, se acercó a mí uno de ellos, y ante la propia conciencia
de destruir en un segundo todo cuanto en muchas horas había sido
mi única razón de ser, dejé que rodeara mi cintura y me
arrastrara al torbellino aquel del que acababa de librarme unos
segundos antes.
Durante mucho tiempo mantuve mis ojos fuertemente cerrados, como
en un esfuerzo de reconocer -en el contacto del muchacho
desconocido, en el aliento de su boca entreabierta en mi oído,
en el ahogo de las parejas que había alrededor y golpeaban mis
pies rompiendo su ritmo- a aquel maravilloso escenario que yo
había deseado, donde todo lo que sucediera, debía ser perfecto,
como el ensayo que le había precedido . De pronto quise que no
hubiera existido nunca aquel lugar. De la misma forma que un niño
cierra confiadamente sus párpados pensando que los demás no
175
podrán tampoco ver nada de lo que él consigue hacer desaparecer,
yo lograba borrar para mí y para él, que podría descubrirme de
un momento a otro, aquel lugar que no debería haber existido
nunca...
...ni tampoco aquella cita de la que quería olvidarme. Me
abandoné al placer que adivinaba en el entusiasmo con que el
chico desconocido me abrazaba. Todavía podía creer que para "él"
no existiría momento más bello que el de nuestra cita en el
baile. Y podía creer también que era solo mi voluntad la que me
había hecho renunciar al encuentro. Y era...-hubiera sido- i tan
fácil...!
¿Cómo había podido creer que aquella cita iba a realizarse tal
y como la había imaginado? El no parecía acordarse.., ni siquiera
del baile, pues entre risas y abrazos, se adivinaba a aquel grupo
ausente de todo cuanto ocurría en el entoldado.. En solo unas
horas, un muro poderoso, desconocido, se había levantado ante
mi... Mis románticos deseos esperaban al otro lado... Debía
mantenerme aprisionada entre las paredes de aquel muro para
evitar reencontrarme con la mujer que estaba apartando
constantemente de mi lado. La mujer de la que ya creía haberme
desprendido para siempre, sin esfuerzo.
La que ahora se
complacía en destruir a la otra mujer, nacida del propio deseo
suyo.
I Ya nada era necesario...!, al abrir de
los ojos, comprobé que
habían desaparecido él y el grupo de muchachas....
y únicamente pude ver a una gente, unos decorados, que no se
parecían en nada a los que hacía unos instantes me habían
atormentado. Aquel muchacho que me miraba tratando de entablar
un diálogo conmigo, tenía la mirada fácil, la sonrisa abierta...
Tenía un sudor caliente que era el mío.
Hubiera querido pedirle perdón, como al compañero de siempre al
176
que hemos despreciado por una conquista del momento,
intrascendente y fugaz, de la que hemos comprendido su inutilidad
cuando a su vez nuestro amigo, dolido, nos paga con la misma
indiferencia. Sin embargo no parecía haber ningún reproche en
aquellos ojos que me miraban. No había ninguna palabra. Yo
estaba deseando que sonara de nuevo la música para romper el
silencio.
I La música de baile!
Sí, él había estado allí.
El se había marchado... ¿Sin advertir mi presencia...?
Me dejé arrastrar de nuevo.
"Si ya tengo tu querer
¿que me importa lo demás...?
Si me estrechas otra vez
en tus brazos al bailar..."
La voz del cantante sonaba con prodigiosa claridad. Me sentía
fuerte.., mayor de edad. Debía hundirme de una vez en mi ser
concreto, allí, en aquella sala de baile disfrazada de
melancolía. Mis brazos podrían abrazar en cualquier lugar. Allí
mismo. Abrazar el deseo de un muchacho cualquiera. El que ahora
miraba a mis ojos suplicando. El que había compartido mi primer
baile sin saberlo. Y...¡Quién sabe!... el que sería tal vez...
EL PRIMER AMANTE
178
Mi primer amante.
No esperaba nada.
Lo había esperado todo....hacía apenas unas horas, cuando dejó
de sonar la Cobla y la Plaza se quedó vacía... Mi hermana me
había preguntado
¿A donde vas...?
Y ^è-no le había respondido.
iAh, mis pasos demasiado pegados a la tierra !
Esos, esos pasos de siempre que danzan y danzan
y huyen de mi, y son pisoteados, siguen el compás
de la música. .. ¡maravilloso! Cuando "el" y yo
volvamos a encontrarnos, ya no seré la de antes.
Después de este baile, llegará otro y otro.
Podré seguir bailando sin parar.
Ese chico,
ahora, en ese momento, puede llevarme a donde
quiera. A donde me estarán aguardando como
siempre un lecho de hojas secas...y la orilla
del rio y el niño rubio, y el olor de la
hierba... Muy juntos el uno y el otro, abrazando
el cálido deseo que humedece la piel.
Está muy cerca ya el camino bordeado de cañas y
hojarasca.
El calor era distinto aquella hora de la noche. A lo lejos,
todavía sonaba la música. Mi madre se había ido en el tren de
la mañana. Los cansados ojos de ella se habían ido mientras
gritaba muy fuerte el silbido del tren.
Aquel tren viejo,
demasiado cansado, que pronto veríamos desaparecer porque llevaba
ya muchos horas arrastrándose, muchas días caminando por el mismo
sendero.
Estas vías del tren que están levantando ya para
recibir al tren nuevo de colores brillantes y asientos
acolchados.
179
"Si ya tengo tu querer..." Cómo por un extraño eco, se escuchaba
nítidamente la música de baile... El, "el forastero" ya no era
más que sombra desvaneciéndose en otros brazos,
i Y le amaría si,
le amaría! I al "amor"!... I No estoy enamorada!...No te preocupes
no es nada, de verdad, no tiene ninguna importancia, tu y yo
andamos por distintos caminos.
Y el mío... ¿A donde va?
... a entregarle mi cuerpo, sí, a ese chico, a la noche...a sus
sombras escondidas...¿Que
me
importa
lo demás.?
la voz
del
vocalista parecía gritar en mi oido.
...Era una noche cálida. La luna tal vez,
observando el lugar, preparó noche tras noche las
hojas calientes. Era un bonito lugar para unos
ojos cerrados, apretando recuerdos.
Los que
empujaban esos pasos que iban a buscar el fondo
de su luz oscura. De esa noche.
La única
posible. La que debía guardar mi cuerpo que se
le ofrecía abiertamente.
El agua pegajosa del
río se había tragado al mar brillante teñido de
azul, el azul luminoso de las tardes de verano,
y
parecía unirse al abrazo sin nombre de mis
brazos y la noche. Estaba allí la noche en que
Juan me había dicho que era hermosa cuando yo no
podía comprender otra belleza que la que se
encerraba en un campo de baloncesto, en unas
sillas ordenadas y en la noche descubierta entre
las palmas de la gente, aplaudiendo.
y en lo oscuro.
Era todavía una noche demasiado ancha para mis brazos pequeños.
Debía llegar el momento. Había llegado. Pero había aparecido
en un lugar distinto, cuando mis pasos se habían detenido y
habían cambiado su rumbo. ¿Por qué?
Ese lugar no había
reconocido mi imagen en el espejo. La que estaba allí, en la
noche distinta, maravillosamente cierta, era otra mujer. No la
180
niña de los sueños imposibles, sinó la mujer que abrazaba con
fuerza el cuerpo del hombre y, en un solo instante, convertía
aquellos sueños en un placer largo, interminable, profundo..."si
me estrechas otra vez"...sus manos se hundían en mi piel
caliente, eran guiadas por mi propio deseo y, al punto, era éste
el que se apretaba fuertemente y las conducían. El instante
perdido era de nuevo posible, y cada uno de ellos parecía
llevarse de mi lado aquellas primeras emociones del colegio..,los
chicos en el balcón, la mirada azul del profesor, el contacto de
mi mano con otra mano al compás de aquella música de baile...
Hubiera querido gritar a la noche para que cerrara para siempre
sus puertas. Las puertas del olvido. Para que el recuerdo no
fuera nunca pisoteado por cada nuevo deseo, puesto que tenía
siempre la certeza de que iba a desvanecerse.... Pero ella -la
nocheme retenía, tentándome, y solo mis lágrimas, que
aparecieron más tarde y que empañaron la luna del espejo, me
dirían que, en él, jamás podría reflejarse una imagen tan bella
como la de aquel instante que también desaparecería entre las
sombras.
¿Acaso el seguiría esperando?
¿Abrazado a la muchacha?..mis
pasos se habían detenido aquella noche, y con ellos también
la luz.
I Cuida bien a la abuela. . . í No le deis ningún
disgusto... No temas mamá, no se dará cuenta.
Todos están dormidos.
Es muy tarde.
No ha
ocurrido nada. No puede ocurrir nada en este
pueblo tan tranquilo.
Me meteré en la cama
despacito para no despertar a Tere.
Estará
furiosa porque ha estado aguardando mucho tiempo.
Esperándome sin poder dormir. Tal vez despierte
asustada por primera vez. Si. I La primera vez!
-¿Donde has estado?
Te hemos estado buscando
181
todo el tiempo Francisco y yo. Incluso estuvimos
en el entoldado. Estaba segura de encontrarte
allí.
Estaba todo el mundo, el seminarista
también. Lo hemos pasado fenómeno bailando. He
preguntado y nadie te había visto. ¿Dónde te has
metido?
Estaba el chico del jersey verde, "el
extranjero", bailando con Gloria.
i Es una
envidiosa! Desde que se ha enterado de que sale
contigo, no hace más que andar detrás de él. Dice
que había sido novio suyo. El otro día me estuvo
contando muchas cosas. Todo mentiras... Pero me
ha molestado verla bailando con él. i Oh, no te
lo puedes imaginar!
Todo el mundo los miraba...
Eran todo un número. Pero no pegan nada. ¿No la
conoces?... Ella es una puta y, encima, presume
de ingenua.
Pero bien que se ha salido esta
noche con la suya. Ya no lo dejará en paz. Sabe
que tiene mucho dinero, casi todo el pueblo es
suyo. Por eso nunca venia por aquí antes, porque
la gente del pueblo le parecía muy poca cosa para
él.
El hijo de la carnicera me dijo que tú
debías gustarle mucho para que se dejase ver en
el pueblo tantos días seguidos, ya ves para lo
que ha servido. Para que esa loca de Gloria se
le pegara a los pantalones. ¿Sabes? Se lo ha
llevado a su torre y han estado de juerga toda la
noche. Desde aquí se oían los gritos. Debían
estar todos borrachos... Pero, tienes una cara
muy rara... ¿No será... que has estado tu también
con ellos?
i Si se enterara mamá...!
¿Y has
estado en casa de Gloria?... i Con la fama que
tiene en el pueblo!
No te comprendo. Pero yo
no te he visto en el baile.
iAh, claro!
Lo
tenías todo planeado. Desde luego yo soy tonta
por preocuparme demasiado por ti. Y por escuchar
a todos los chicos que dejas plantados. Es como
una enfermedad que tienes.
No me extraña que
182
mamá esté preocupada...
nada.
No, no temas, no le diré
Aunque bien mirado sería la forma de salir
de este pueblo y todavía podríamos pillar unos
cuantos días de playa.
Francisco se marcha en el
tren de las siete y no tendré más remedio que
pasarme todo
el día durmiendo...
¿No me habías
dicho que estabas loca por "el forastero" y que
pensabas
romper
con
Diego?
Chica,
no
te
entiendo, porqué ese chico, es maravilloso, de
verdad.
A mi el Diego no me gusta nada...
Su
familia es muy "charnega".
¿Y serás capaz de dejar el teatro por ese
cretino?...¿Porque te dijo que no podía ver como
besabas al José María en "La Plaza de Berkeley"?
¿Por qué demonios tiene él que ir a los
ensayos...? Pues i ya me contarás..! Además tu
no eres capaz de hacer eso. Ahora te parece muy
fácil, pero cuando vengan a buscarte de nuevo los
del Círculo para ofrecerte papeles maravillosos,
ya no te acordarás ni de su sombra. Lo peor es
mamá que se empeña en haceros novios para no
veros pendonear por la calle y para que nadie
diga....
¡Siempre ese miedo a lo que diga la
gente 1 Y si por culpa de eso tienes que casarte
con él, tiene muy poca gracia la cosa. Porque
cuando empieza a liarse la familia y meterse por
medio, las cosas se complican y ya no hay quien
salga del atolladero. Ya estoy viendo lo que me
tocará sufrir por tu culpa, porque te vas a
casar, ¿eh? i Te lo digo yo! Mamá lo está
deseando, para que sientes la cabeza. Todavía me
acuerdo de cuando tosía que ir a hablar a la
hermana Teresa por ti, y la de veces que he
tenido que llevarte arrastrando al Colegio sin
decirle a mamá que T\O querías ir...
183
i Anda!
i Pero si se está haciendo de día!
de nada oiremos los gritos de la abuela...
los contarás.
Dentro
Ya me
i Buenas noches!
Estaba huyendo aquella noche, lejos...
El balcón de mi cuarto
era nuevo de repente, meciéndose en la tenue luz que recortaba
su amanecer distinto.
Acechaba el silencio desde lejos, desde
muy cerca, y apretaba las rayas vacías de la persiana asomada por
detrás de la barandilla.
cierto.
Y se acercaba poco a poco totalmente
Era esa hora en que se han apagado las luces en los
últimos balcones de la plaza y todas las voces han enmudecido ya
agotadas y los pasos han dejado de estremecer las duras piedras,
y al polvo callado entre las sombras.
La misma hora en que
todavía la manecilla del despertador no ha llegado a su destino
y hay millones del sueños estremeciéndose. La hora en que suena
el silbido del primer tren...
Ya no hay mas lágrimas en mis ojos asomados al balcón y ya no
crujen las tablas de madera abandonadas en la ermita.
Muy
cercana está la ermita allá a lo lejos con su silencio que es el
mió, y el del pueblo, y el de un lugar vacío entre las sábanas
de mi cama. Es mi vestido nuevo ese silencio que estremece mis
piernas y mis brazos y se mete muy adentro en lo oscuro,
iluminando.
No quiero oír la campana de la iglesia, ni las
puertas que se abren muy despacio, ni esa luz que comienza allá
en el fondo. . . Es el momento mío solamente, y la luz que soportan
mis pestañas.
Y lo tengo cogido de la mano suavemente y no
quiero que se marche y que me deje. Sin cerrar los ojos puedo
hundirme en el silencio allá a lo lejos...
pues
Hay un lecho de hojas secas que humedece el rocío nuevamente.
Es un lecho abandonado para siempre.
No quiero verlo.
184
Y ya no existe aquella noche cierta.
Mi cuarto es el de siempre.
Está ordenado y en silencio.
su balcón distinto asomado a la luz nueva.
Con
Mi traje nuevo
resbala muy despacio por mi cuerpo y se queda en el suelo
entristecido.
Reconozco los rincones descubiertos de mi piel que es tan
distinta. Toda nueva. Y la guardo apresurada con el miedo a
perderla nuevamente. Y la cubro con el llanto de la noche ya
lejana. Y la hundo en las sábanas del lecho con cuidado. Y la
siento estremecerse entre mis manos, bajo el sol caliente que me
abrasa de repente.
Tengo sueño....
Tere.
He soñado...
IAh, no es posible! No he sentido levantarse a
mi hermana.
Ya se ha ido.
He dormido mucho
tiempo. ¿Habrá ido a despedirse de Francisco a
la estación?
Sí, ella dijo que volvía a la
ciudad. Se terminó la fiesta. Es una lástima.
Hace un calor horrible y no puedo levantarme.
Siento un dolor muy fuerte en la cabeza.
He
soñado que me deshacía entre las hojas.... IAh!
Es el calor. Creo que he dormido demasiado.
-¿Hija, no te encuentras bien?
-No,
abuela, no me
ocurre
¿Te ocurre algo?
nada, ahora
mismo
bajo....
Tengo miedo a las preguntas de la abuela. No comprende nada.
Son preguntas vacías, estridentes, sin respuesta. Voy corriendo
hacia el espejo.. ÍAh.., mis ojos hinchados de llorar! ¿Que le
digo?... ¿ Que soy otra?, ¿Que he perdido la inocencia?
185
La calma ha vuelto de nuevo al pueblo.
siempre.
El aqua fresca, transparente.
Está tranquilo como
Hundo la cabeza en su
chorro constante y diferente y contemplo mi mirada en el espejo.
Con los ojos tal vez un poco hundidos y ese cansancio alrededor
que yo noto solamente.
Y unas horas que aún me pesan apoyadas
en mi brazo y en mis piernas. Y se van ya para siempre cuando
cierro la puerta de mi cuarto.
que conduce a la escalera.
Atravieso el estrecho pasadizo
Hay una puerta cerrada todavía a su
derecha, que encierra las sombras perdidas del recuerdo, para
siempre.
Soy la misma de ayer y otra distinta.
Abajo está la mesa con pan tierno y queso fresco, ya dispuesto.
Es muy tarde en la mañana y suenan las campanas de la iglesia...
-¿Donde os metisteis después de las sardanas? No
he oído llegar a ninguna de las dos.... lAh, si
estuviera aquí vuestra madre! No me gusta darle
disgustos porque bastante tiene con los que le da
vuestro padre! Me tenéis bien abandonada. Menos
mal que en este pueblo todo el mundo me quiere.
La señora María estuvo conmigo hasta muy tarde y
yo ya no sabía qué decirle a la pobre. Se caía
de sueño y la acompañé hasta su casa. Y aún
estuvimos charlando mucho tiempo con su hermana.
Siempre se está quejando...
Que si el dolor de
cabeza, que si el reúma, que si su hijo que no da
golpe... Y cuando se pone a hablar de su marido
y del día que se murió, no hace más que llorar.
No sé cómo le gusta a la gente contar sus
penas,...
Yo, nunca me quejo...
lAh, es muy
poquita cosa la señora María, pobrecita!
Tiene
poca salud. Cualquier día nos dará un disgusto,
i y es más joven que yo, no vayáis a creer! ¿eh?
186
-iQuien lo diría, abuela!
Pero bien que te gusta
pensarlo, y que te digan lo guapa que eres.
Por
eso te gusta charlar tanto con la gente
El silencio de la tarde caía de repente en la hora de la siesta
y
la
plaza
estaba
ausente
durante
aquellas
largas
horas,
requemada sin piedad por aquel sol que tenía el color del polvo.
Nadie se atrevía a cruzarla, solo algún perro que buscaba la
sombra de la arcada recién regada, y apretaba su torso contra la
húmeda pared, restregando
las puntillas de los
innumerables
insectos que huían de las ventanas cerradas. También el molinero
borracho cruzaba a aquella hora la plaza, meditando.
Tal vez
buscando el intenso calor para recordar su nombre olvidado o
gozando del momento en que los niños no podían mirarle con los
ojos alegres clavados en su cara,
el momento que, en la luz, nadie podía verle.
Se plantaba en medio de la plaza y miraba alrededor durante mucho
tiempo con la mirada altiva del torero que siente el triunfo muy
cercano. Ese día, observándole a través de la ventana que cubría
la arcada de la plaza, me pareció verle por primera vez.
Es
posible que notara mi presencia pues cayeron pesadamente sus ojos
y me pareció que lloraba.
Me sorprendieron de nuevo los gritos de la abuela...
-¿Es que no pensáis ir a la fuente esta tarde?
iAhi . . Lo habíamos olvidado con las fiestas. Ya era hora de
reemprender la marcha de los días siempre iguales.
Las bicicletas preparadas, relucientes... Cuando emprendían la
marcha, sus ruedas se despegaban del suelo y volaban cuesta
arriba.
-la luz era distinta aquella tarde...
187
..preparaba ya la noche,
que llegaba muy despacioMontábamos en ellas con pereza, pero a medida que nos alejábamos
del pueblo nos arrepentíamos de haber retrasado tanto nuestra
marcha y
no haberla comenzado hasta el momento en que la abuela
gritara.
lAh! Si no le hacíamos caso, se ponía muy triste. Se sentaba en
su sillón a hacer calceta durante largo rato. No lloraba nunca.
Nunca he visto llorar a mi abuela. Apretaba las agujas de metal
con fuerza y las movía muy de prisa mientras decía que ya no era
la de antes...
Ya no sirvo para nada...
Sus manos tejían innumerables y bellas cosas. Jamás una hebra de
lana se escapó de su eterno hacer y deshacer, como hermosa
Penélope, aunque generosa e incansable, sin aguardar recompensa
alguna... El ovillo de lana se empequeñecía asombrosamente cuando
al principio había sido hermoso y grande.
Nunca he visto ovillos tan redondos, tan maravillosamente
apretados como los que hacía mi abuela. Comenzaba a liar encima
de un cartón muy pequeño, con muchos dobles, la primera hebra de
lana y cuando conseguía formar el primer ovillo con un tamaño no
superior al de una nuez, lo apretaba por un lado con el dedo
pulgar y por el opuesto con el dedo mayor y mientras, con uno de
los dedos invisibles de su mano iba dado vueltecitas al ovillo,
con la otra mano que hacía siempre el mismo movimiento en el
mismo sentido y con el mismo ritmo, envolvía con la hebra el
primer ovillo pequeño conseguido, siguiendo maravillosamente el
mismo ritmo que tenía la otra mano. En pocos segundos era tan
redondo y tenso que, al igual que la pelota, se 1^ podía hacer
saltar suavemente...
Nos habíamos acostumbrado de tal manera a sus protestas, a sus
188
órdenes, que era su voz lo que nos daba el impulso para hacer
aquello que de otro modo no habríamos realizado.ÍMaravillosas
órdenes que formaron nuestros primeros años , pausadamente!
Así, el paseo de aquella tarde se lo debía yo a mi abuela cuando,
ya tan tarde, nos recordó que debíamos ir a la fuente.
Todas las chicas y chicos íbamos a buscar agua a la fuente al
caer la tarde, cuando el calor empezaba a disminuir y el sol se
acercaba a la montaña. El pan tierno del "llonguet", untado con
el tomate fresco recién cogido en la huerta, y un buen trozo de
jamón, era nuestra merienda. Nos sentábamos en grupos repartidos
a lo ancho de la verde explanada que circundaba aquella fuente,
la cual tenía, según decían, propiedades maravillosas..."la font
pican d'Amer"... Era un agua pegajosa y tibia, con burbujas
pequeñitas. Era nuestra pequeña fiesta de todos los días. Y un
lugar donde no hacía falta ninguna cita. Estábamos casi toda la
gente joven del pueblo en aquellas horas que precedían a la hora
de la siesta. Había un espacio reservado a las bicicletas y
todas ellas, apoyándose unas con otras, apretujadas, semejaban
caballitos a punto de saltar. La gente más rica del pueblo y
algunos forasteros, tenían sus torres allí, entre aquellas zonas
más frondosas, muy distantes unas de otras, rodeadas de pequeños
jardines que aislaban con vallas de madera de colores o bien
altísimas tapias donde crecía las madreselvas. Algunas veces,
había baile en una pequeña pista de cemento....
No esperaba que lo hubiera aquella tarde... A lo lejos me pareció
oír el sonido de la música que se hizo cierta en un momento.. Y
él... .
-Te están buscando..
-¿Quien?
-No sé. Unos chicos guapísimos. Uno es rubio y
el otro moreno. Vienen en una moto. ¿De donde
189
los has sacado?
...de repente a mi lado
Él,
tan cerca, abrazando mi cintura con música de baile.
Yo. . .
Muy lejos, muy distinta...
(¿No me ves? He cambiado...)
-Estás muy guapa.
(Estoy temblando ¿no lo ves?)
Mi
primer baile
es este. Su
suavemente mis entrañas.
suficiente.
Unos
pasos
aliento, sus brazos
Lo de dentro.
hacia
mí
apretando
Sonriendo levemente,
indiferentes...i Ya
es
bastante! . .Puedo amar a todos los amantes, por esa mano entre las
mias, por solo esa mirada de un momento...
Por sus palabras
repetidas tantas veces...
-Estás muy guapa hoy....
(Hoy... ¿Y mañana, y mañana, y mañana...?)
Tengo miedo. Es un momento que se escapa. Es
una cara en el espejo de mi cuarto. Es mi camisa
azul recién planchada. Son mis ojos asomados a
la noche del amor en un lecho de hojas secas ya
mojadas, tan temprano. Y una piel que ya no es
suya y que es ya nueva...¿Por qué siento tanto
amor en esta tarde?..
Es como otra tarde
cualquiera, i Tan hermosa!., y la estrujo entre
mis manos, y resbala toda entera....
190
-Esos señoritos tan guapos te andan buscando....
Cuando
quieras
yo
me
marcho.
¿Es
la
competencia... ?
(Te quiero, te quiero, te quiero.
vayas.
No te
No me importa quienes sean...
ocurrencia?
¿Que
Justamente en esta tarde.
mi estrella.
Es
Muchos días han pasado tan
despacio y otros muchos que nos quedan por
delante.
Si me miras más de cerca, podrás
ver que no me importa.
Solo tu orgullo.
mirada
y
espalda,
tu
tan
desprecias.
No me importa nada.
Es lo que amo.
jersey
que
suave...
y
te
Ya
lo notas.
cae
me
Y tu
por
la
tienes
y
Y te
sientes
fuerte y orgulloso como nunca... )
-¿Cómo no estuviste ayer en el baile?
-No me apetecía, estaba cansada.
-No me engañes....
i Tendrías
chicos tan bien puestos!
-ÍAh, si!...
plan
con
esos
Terminé rendida de cansancio.
(Agotada de mis pasos que andaban tras de ti sin esperanza.
Desconocida de mi misma, suplicando, agonizando...)
-iAhí los tienes! ¿Los ves? Tienen aspecto de
provincianos I Que te diviertas!
-Gracias.
(No te vayas...
no me dejes...)
- Adiós.
191
-Hasta mañana. Tal vez vaya por el café a las
nueve...
Una caja de cerillas en mi mano, en mi
bolsillo, y ya en el fondo del baúl.
Hasta nunca.
Hasta mañana.
Es Juan. El rubio Juan. Su moto aparcada junto a mi bicicleta.
Le sienta muy bien el moreno de la playa.
Y su amigo -iqué
extraño, nunca los habla visto juntos!- es José, el chico de los
versos. También está moreno y atractivo.
lAh! iSi supieran...!
Ya
soy una mujer.
Deben haberse dado cuenta porque me miran de muy distinta manera.
Estoy desnuda frente a ellos de repente.
Es divertido.
Ahora podría abrir mis brazos
sin miedo.
Si, ha llegado el momento, estoy dispuesta. Mis labios abiertos
siempre... Para todos... Ellos están aquí. Han venido... para
eso.
Hay un lugar a la orilla del río, en el bosque y junto al
pozo... iy a la orilla del mar!
Yo lo conozco
muy bien
está caliente...
aún.
192
I Vamos! Sin perder más tiempo, os acompaño. Luego, me lleváis
a vuestras casas, a vuestros lugares nuevos conocidos.
No tengo miedo.
Es divertido.
Quiero divertirme...
No,
Olvidar,
No.
Solamente divertirme.
cansancio.
Jugar,
jugar,
jugar...
hasta
el
Miguel tu debes comprenderlo. No podemos esperar más. Hay que
aprender. Hemos aprendido. Entraré en tu habitación y podrás
verme...y, haremos el amor... por fin.
Podrás olvidarme.
Romperé tus cartas tristemente ¿qué esperabas? ¿Es qué esperas
todavía?
Todavía.
Lo siento.
Es culpa mía.
Sigue esperando... Sigue, sigue...
Para ti mi cintura de entonces, adivinada, cierta, cierta.
Para ti mi espejo.
Para ti.
En su lugar, en tu rincón desconocido...
Si abro mis brazos ahora, si mi cuerpo desnudo se aprieta en el
tuyo, si juegan mis pechos en tus manos...
193
te darás cuenta.
Lo sabrás.
me olvidarás.
No.
Para ti soy distinta todavía, ¿no es verdad?
Si, dormiré junto a ti...
Mas tarde.
-iQué sorpresa!
-Nos
Ahora no.
Todavía no.
¿Qué hacéis aquí?
encontramos
en
la
Decidimos venir a verte...
Playa
de
Estartit.
¿Te molesta?
-No, ¿Por qué?
-Parecías muy bien acompañada...
-¿Por qué lo dices?
-Por ese tio.., ese que bailaba contigo...
-lAh, es idiota!
i No lo soporto!
(INo, no le aguanto..! ¿Donde, donde esta ? Tal vez un día en
una esquina, en un lugar cualquiera lo encontraré. Pasaré por
su lado sin mirarle...
Pasaré por su lado muchas veces.
Volveré. ¿En qué rincón, en qué lugar...?)
-Pues hija, no lo parecía i Ponías una cara!
Alguna razón tenías que tener para esconderte en
este sitio, porque este pueblo es un rollazo.
194
Aquí se aburren hasta las moscas...
pueblecito!
i Vaya con el
Huele a Cura Párroco y a monja de
clausura.
A romero, a espliego, a incienso, a pan tierno, a jazmín,
a mosto y uvas calientes, a rocío....
a rocío
a rocío
-Sí, es cierto.
Es un pueblo muy aburrido.

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