Prácticas disciplinarias y formación del autoconcepto ESTUDIO

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Prácticas disciplinarias y formación del autoconcepto ESTUDIO
Prácticas disciplinarias y formación del autoconcepto
ESTUDIO CORRELACIONAL DE LAS PRÁCTICAS DISCIPLINARIAS DE LOS
PADRES Y EL AUTOCONCEPTO DE LOS NIÑOS DE 2 A 4 AÑOS DE LOS
HOGARES DEL BIENESTAR FAMILIAR
MARÍA V. JIMÉNEZ ACUÑA
MILDRED MARÍA OSPINA PACHECO
ANGÉLICA PEÑA
RESUMEN
El propósito de este estudio fue establecer la correlación entre las variables
prácticas disciplinarias de los padres y el autoconcepto de los niños, para lo cual
se realizó con una muestra de 60 padres de los niños de 2 a 4 años que asisten a
los Hogares de Bienestar del Barrio Abajo. Los instrumentos aplicados fueron:
Escala de Comportamiento para Madres y Padres con niños pequeños de SolísCámara (2002) y la Escala de Piers y Harris (1969) en su adaptación española de
Díaz-Aguado y Martínez (1995). Los resultados demuestran que existe un grado
de correlación negativa entre las variables de estudio, lo que significa que sujetos
con valores elevados en una variable (padres en sus prácticas disciplinarias)
tenderán a mostrar valores bajos en la otra variable (niños en su autoconcepto)
(Hernández Sampieri 2006). Mostrándose una puntuación a nivel general muy
significativa por parte de los niños en las subescalas: conductual (percepción de
portarse de forma apropiada en diferentes tipos de situaciones), intelectual
(percepción de competencia en situaciones escolares o en situaciones en las que
se aprenden cosas nuevas) y social (percepción del éxito en las relaciones con los
otros), mientras que los padres obtuvieron puntuaciones promedios en la
subescala de disciplina de la ECMP.
PALABRAS CLAVES: Prácticas disciplinarias,
Correlación.
Autoconcepto, Autoestima,
INTRODUCCIÓN
Mucho se ha hablado sobre los estilos educativos que adoptan los padres y
los problemas psicológicos ocasionados en los niños y niñas a raíz de su
aplicación. Se han establecido dos dimensiones básicas de los estilos parentales:
aceptación/sensibilidad y exigencia/control (Maccoby y Martin, 1983, citados por
Riso, 2006).
La aceptación/sensibilidad es la expresión de cariño y sensibilidad que se
expresa a los hijos. Estos padres son tolerantes y dan refuerzo, pero a la vez son
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capaces de aplicar e imponer normas.
apegos seguros y un buen autoconcepto.
Este estilo favorece al desarrollo de
La exigencia/control se define como el grado de restricción, exigencia y
supervisión que ejercen los padres. Este estilo es represivo, controlador y crítico,
con un alto nivel de demandas y exigencias. Los niños educados en este estilo
tienden a ser irritables, tristes y muy poco amistosos.
Maccoby y Martin (1983) al cruzar los dos patrones obtuvieron cuatro
patrones educativos: padres positivos, padres autoritarios, padres permisivos y
padres no implicados. Al relacionar estos patrones con los definidos por Baumrind
(1991), resultan tres estilos:
•
Estilo autoritativo (racional/democrático): estilo flexible y democrático, donde
los padres son tolerantes pero con límites claros. Permiten que sus hijos
opinen y les colaboran con cariño. Estos padres logran mezclar
adecuadamente la disciplina con el amor. Los resultados evolutivos en
competencias cognitivas y sociales de este estilo ubican a los niños en un
rendimiento académico, habilidades sociales, autoestima y preocupaciones
morales bastante altas.
•
Estilo autoritario: patrón restrictivo, impositivo, donde se espera obediencia
absoluta y se hace uso de la fuerza para controlar a los niños. Más
concretamente utilizan castigo o retirada de afecto si el niño desobedece. Los
resultados evolutivos en competencias cognitivas y sociales de este estilo
ubican a los niños en un rendimiento académico y habilidades moderado, más
dóciles que los hijos de padres permisivos.
•
Estilo permisivo: padres tolerantes con pocas exigencias, que le permiten
expresar los sentimientos a sus hijos, pero con carencia de normas y control.
Estos niños muestran a mediano plazo autocontrol y rendimiento académico
bajos y pueden ser vulnerables al consumo de drogas.
Por otra parte Shaffer (1960), citado por Munsinger (1978), propuso un
modelo para explicar su tesis de que la autonomía o control, por una parte, y
hostilidad o afecto, por la otra, constituyen las características básicas de todas las
interacciones entre los padres y el niño. Cree que los padres no pueden dar a sus
niños autonomía y control a la vez, o afecto y hostilidad a la vez, porque estas
actitudes son incompatibles. Afecto y autonomía producen una atmósfera que es
democrática y acogedora para el niño. En contraste, hostilidad y autonomía
producen una atmósfera familiar desinteresada, indiferente y de rechazo. Cuando
en la relación padre-hijo se ponen de manifiesto actitudes de rechazo, descuido,
pobreza del medio, tanto en cuanto a estimulación como a posibilidades de
actividades, el desarrollo físico y psíquico del niño se ve afectado, presentando
algunas características como retraso en el crecimiento por causa no orgánica, baja
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autoestima, depresión, tristeza, ansiedad crónica, comportamientos regresivos,
conductas inadecuadas y privación afectiva.
A continuación veremos algunos aspectos fundamentales de la disciplina.
Formas de disciplina. Se refiere a los métodos para enseñar a los niños el
temperamento, el autocontrol y un comportamiento aceptable. La investigación
inspirada por la teoría del aprendizaje ha comparado el refuerzo y el castigo.
Los padres en ocasiones castigan a los hijos para suspender un
comportamiento indeseable, pero generalmente éstos aprenden más cuando se
refuerza uno adecuado. Los refuerzos externos pueden ser tangibles (dulces,
dinero, juguetes) o intangibles (una sonrisa, un abrazo, una palabra de aprobación
o un privilegio especial). Cualquiera que sea el reforzamiento, el niño debe verlo
como un premio y debe recibirlo con cierta asiduidad después de presentar el
comportamiento deseado. Eventualmente, el comportamiento debe proporcionar
su propia recompensa interior: una sensación de placer o satisfacción. Los padres
que ignoran, la mayoría de las veces, en las cuales se portan bien los hijos pero lo
reprenden o golpean cuando se portan mal, refuerzan inconscientemente este mal
comportamiento otorgándole su atención cuando él hace algo que ellos no desean
que hagan.
La investigación contemporánea se ha enfocado en tres categorías más
amplias de disciplinas:
•
La afirmación del poder. Tiene por objeto suspender o reprimir un
comportamiento indeseable mediante la ratificación física o verbal paterna,
incluye exigencias, amenazas, suspensión de privilegios, palizas y otros
castigos.
•
Las técnicas inductivas. Están diseñadas para provocar un comportamiento
deseable (o abandonar uno indeseable) recurriendo al sentido de la razón y la
justicia de un niño. Entre éstas se encuentran fijar límites, demostrar las
consecuencias lógicas de una acción, explicar, analizar y conocer las ideas del
niño.
•
La privación del amor. Puede adoptar la forma de ignorar, aislar y manifestar
desagrado por el niño. La elección y la eficacia de una estrategia disciplinaria
pueden depender de la personalidad del progenitor, del carácter y la edad del
niño y de la calidad de su relación, como también de las costumbres y
expectativas culturales (Grusec y Goodnow, 1994).
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MÉTODO
La población estuvo representada por los padres de niños y niñas de 2 a 4
años de edad que asistían a los 16 Hogares de Bienestar Familiar que se
encontraban en funcionamiento durante el año 2007 en el Barrio Abajo del
Municipio de Ciénaga-Magdalena, para un total de 163 padres usuarios.
Empleando un muestreo aleatorio se seleccionó una muestra del 36% de la
población objeto de estudio, para un total de 60 padres usuarios.
Para la recolección de la información, en cuanto a las prácticas
disciplinarias de los padres se empleó la Escala de Comportamientos para madres
y padres de niños pequeños de Solís – Cámara (2002). La escala tiene 99
reactivos distribuidos en tres subescalas: Expectativas: 48 reactivos; prácticas
disciplinarias: 31 reactivos y crianza: 20 reactivos. En la investigación se trabajó
con la subescala de disciplina. Los padres tienen que evaluar sus conductas de
acuerdo a 4 opciones de respuestas: siempre ó casi siempre (4), frecuentemente
(3), algunas veces (2), nunca ó casi nunca (1). La suma de las calificaciones de
cada subescala es la puntuación para cada niña ó niño. Altas calificaciones en
prácticas disciplinarias indican disciplina severa, asociada con el uso frecuente de
castigos corporales y verbales, tales como golpear o gritar.
Para medir el autoconcepto de los niños se empleó la adaptación de la
versión española de Díaz-Aguado y Martínez (1995) de la escala de Piers y Harris
(1969) realizada por Bárbara Torres-Gómez de Cádiz (2006), a fin que pudiera
ser complementada por un adulto. Para ello se modificó la redacción de los ítems
de la escala de manera que la persona adulta conocedora del menor y con
posibilidad de haberle observado, respondiera a las afirmaciones planteadas en
relación al menor.
La escala consta de 80 afirmaciones sencillas con un formato de respuesta
dicotómico (SI-NO). De la totalidad de los ítems se puede obtener una puntuación
global sobre autoconcepto y puntuaciones parciales sobre seis dimensiones
específicas: conductual, intelectual, física, falta de ansiedad, social- popularidad y
felicidad-satisfacción-autoestima.
RESULTADOS
La correspondencia de los datos surgidos por la aplicación de las escalas
en la muestra tomada del Barrio Abajo, permite ver que existe un grado de
correlación negativa entre las variables de estudio, lo que significa que sujetos con
valores elevados en una variable (padres en sus prácticas disciplinarias) tenderán
a mostrar valores bajos en la otra variable (niños en su autoconcepto) (Hernández
Sampieri, 2006). Se muestra, además, una puntuación a nivel general muy
significativa por parte de los niños en las subescalas: conductual (percepción de
portarse de forma apropiada en diferentes tipos de situaciones), intelectual
(percepción de competencia en situaciones escolares o en situaciones en las que
se aprenden cosas nuevas) y social (percepción del éxito en las relaciones con los
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otros), mientras que los padres obtuvieron puntuaciones promedios en la
subescala de disciplina de la ECMP.
Los niños de la muestra presentan características de un autoconcepto
negativo, que según Broc (1994), llegan a percibirse como inferiores e inútiles, se
sienten deprimidos y menosprecian sus potencialidades. Además, demuestran
comportamientos que se pueden asociar en lo deficiente de la subescala
intelectual como: desinterés por las actividades pedagógicas novedosas, sus
trabajos son poco creativos, actúan con indiferencia, se niegan a participar del
juego grupal y no son muy expresivos en sus acciones, Y en su lenguaje oral,
generalmente utilizan expresiones tales como “No puedo”, “No sé”, “No quiero”,
“No”. En cuanto a la subescala social desbordan sus emociones en peleas tanto
en juegos como por juguetes, sillas y mesas a través de puños, patadas,
empujones, tirones de cabello, mordeduras, hacen pataletas, se tiran al piso y
arrojan cualquier objeto que tengan a la mano, se los tiran entre sí, o golpean a la
persona que tengan más cerca; además se colocan apodos y hasta se dicen
palabras soeces; no se integran fácilmente y tienden a faltarle el respeto a la
madre comunitaria, le levantan las manos en forma de amenaza para querer
pegarle. Y en la conductual, algunos no tienen bien definidas reglas al momento
de jugar por lo que no las acatan y por ende las violan, por ejemplo, una vez han
terminado de jugar dejan los juguetes tirados y no los quieren recoger.
De acuerdo a lo anterior, la acumulación de una gran variedad de
experiencias físicas, cognitivas, afectivas y sociales de estos años conduce a la
estructura progresiva del concepto de sí mismo en el niño y si no se estimula
haciéndoles sentir capaces de obtener logros y ser aceptados tal como son, la
imagen que irán construyendo de sí mismos será muy desalentadora.
Hay padres que atribuyen cualidades a sus hijos y les tratan como si
tuvieran esas cualidades llegando a etiquetarlos (“eres estúpido”; “eres temerario”;
eres un payaso”). Los niños aceptan las etiquetas y construyen su concepto de sí
mismos. Luego se comportan como si las atribuciones de los padres fueran
correctas.
Esta condición está siendo afectada por las prácticas disciplinarias que
ejecutan los padres, las cuales, de acuerdo a los resultados del estudio, muestran
una correlación negativa, elemento que se corrobora con los resultados obtenidos
en la investigación de Monsalvo y otros (2006) quienes encontraron que el 4.27%
de los padres presenta un estilo democrático, pues, estos les explican al niño las
consecuencias de la acción prohibida, mediante expresiones como: “bájate de allí,
te puedes caer”, “te vas a puyar”, “sal de aquí”, “deja ese cuchillo, te puedes cortar
y te llevo al hospital”. Y el 1.66% de los padres recompensan la conducta del niño
dándoles dinero, galletas, bolis, besos, abrazos, cuando el niño hace el mandado
a la tienda, cuando no se va para la calle o cuando atiende el llamado del padre.
En tanto el 14.05% de los padres de Barrio Abajo gritan al niño cuando realizan
una conducta inadecuada, utilizando un tono de voz fuerte y dominante “¡venga
para acá!”, “¡tú no haces caso!”, “¡te voy a meter un cocotazo!”, “¡te voy a privar!”,
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“¡deja de joder!”, “¡quítate de aquí!”, “¡vete para allá!”, “¡te estoy hablando!”,
“¡quítate que me fastidias!”, “¡parecen animales!”.
Las características anteriores observadas pueden asociarse con la teoría de
Baumrind (1991), la cual estableció unos tipos o estilos en cuanto a cómo los
padres disciplinan a sus hijos y cómo estos ejercen los efectos más poderosos
sobre la mayor parte su desarrollo social, y éstos adquieren muchas de sus
actitudes por medio del modelamiento y la socialización de los padres. Por lo que
Hoffman y otros (1995) dicen que los padres como constructores del autoconcepto
ayudan a que el niño se socialice, influyendo en el desarrollo del concepto de yo.
De ahí que la forma en que tratan y perciben al niño contribuye en el modo en que
éste piensa acerca de sí mismo.
Los padres son los espejos en donde el niño se mira y se ve a sí mismo, es
decir, que los padres le devuelven al niño una imagen, y es esa imagen la que
guiará al sujeto en el resto de su vida, formando el autoconcepto.
Siguiendo con la interpretación de los datos obtenidos con ayuda de las
escalas, observamos que en cuanto a la subescala conductual los niños de 2 años
obtuvieron un puntaje de 8,40, en la intelectual 6,25 y en la social de 8,26, por
encima del nivel de significancia de 0,01 manteniéndose este grupo de edad con
la mayor puntuación negativa en su autoconcepto. Esto se debe a que el niño se
encuentra en la etapa denominada emergencia del yo, en la cual se produce una
progresiva diferenciación entre el yo y los otros. Los niños pequeños se describen
a sí mismos en términos de apariencia física y a medida que crecen empiezan a
tener más presente las características psicológicas y sociales. Estos avances no
suceden de modo fortuito, sino que se relacionan con las capacidades cognitivas
del niño cada vez más desarrolladas y con sus interacciones sociales más ricas
debido a que las numerosas experiencias internas y externas contribuyen a crear
una imagen corporal cada vez más estructurada y reconocida y el niño adquiere la
conciencia de sí mismo (L‘Ecuyer, 1985).
Además otro de los factores que se podría considerar que influye en la
deficiencia del autoconcepto de este rango de edad es el desarrollo del lenguaje,
pues este supone para el niño un avance notable en su elaboración del concepto
de sí mismo y en su consolidación. Fundamentalmente el aprender a utilizar el
pronombre personal de primera persona para referirse a sí mismo le permite
reconocer su propia singularidad, mediante el lenguaje, es cada vez más capaz de
describir tales experiencias, de distanciarse ligeramente de sí mismo para
considerar entidades objetivas y de compartir ideas y sentimientos sobre sí mismo
y el mundo, es decir, verse como una persona diferente a las demás y empezar a
desarrollar la capacidad de abstraer y objetivar las diferentes experiencias lo cual
posibilita un autoconcepto más reflexivo con capacidad para realizar juicios de
valor sobre su propia persona (Villa y Auzmendi 1999).
Con respecto a los factores encontrados que afectan a este rango de edad
también se puede decir que la mayoría de los padres y madres siente que los
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niños pequeños no pueden entender las explicaciones, por lo que se concentran
en el control autoritario, usando en forma más común para ellos la disciplina
autoritaria (Hurlock, 1972).
Los niños de 3 años presentaron en cuanto a la subescala intelectual
(percepción de competencia en situaciones escolares o en situaciones en las que
se aprenden cosas nuevas) un puntaje de 7,16 y en la social (percepción del éxito
en las relaciones con los otros) de 8,70 por encima del nivel de significancia de
0,01. En esta subescala se refleja el grado en el que el niño admite o niega
conductas problemáticas, observándose la puntuación de este estudio se podría
decir que los padres de estos niños intentan mostrar ausencia de problemas o
negarlos.
Pero la alta puntuación de los niños puede estimarse a que los padres
atribuyen cualidades a sus hijos y los tratan como si tuvieran. A veces llegan a
etiquetar al niño (“eres estúpido”; “eres temerario”; eres un payaso”). Los niños
aceptan las etiquetas y construyen su concepto de sí mismos. Luego se
comportan como si las atribuciones de los padres fueran correctas (Hoffman y
otros, 1995). Según la teoría, esta sería una de las razones por las que los niños
de este rango de edad en la parte intelectual hayan presentado mayor nivel de
significancia, por lo que en lo anteriormente descrito acerca de los padres estos
demostraron dificultades específicas o expectativas exageradas hacia sus hijos,
pordebajeándolos y rotulándolos, lo que les ocasiona inseguridad con respecto a
sus capacidades y logros.
El autoconcepto favorece el sentido de la propia identidad, constituye un
marco de referencia desde el que interpretar la realidad externa y las propias
experiencias, influye en el rendimiento, condiciona las expectativas y la motivación
y contribuye a la salud y al equilibrio psíquico (Maggio, s.f.).
Continuando con los rangos de edad se pasa a los niños de 4 años,
quienes según los resultados de la escala presentaron en las subescalas
conductual (percepción de portarse de forma apropiada en diferentes tipos de
situaciones) un porcentaje de 8, 82, en intelectual un 8,66 y en ansiedad
(percepción de ausencia de problemas de tipo emocional) un 5,96 por encima del
nivel de significancia del 0,01, lo cual nos indica que estos niños se encuentran
deficientes en su autoconcepto. Cabe resaltar que a esta edad el autoconcepto
negativo repercutirá en su edad adulta.
Rogers, citado por González (1999), considera que la mayor motivación del
comportamiento es el concepto propio, pues lo que la persona piensa de sí misma
influye en todo lo que hace. Actúa como se cree ser y, por lo tanto, el tener una
concepción defectuosa del yo conlleva a anormalidades. La persona con una
concepción falsa del yo, tiende a limitar las experiencias vitales, tanto internas
como externas. Para la persona que se desarrolla, lo esencial es descubrir y
expresar su yo real dentro de los papeles que le corresponde desempeñar.
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A los 4 años, el niño entra en una etapa de gracia en la que quiere mostrar
sus habilidades, imita y repite todo, si los adultos bloquean o limitan la exploración
del niño en esta etapa tendrá consecuencias negativas para el desarrollo, puesto
que en esta edad se dan los primeros pasos en la formación del autoconcepto. El
niño comienza a percibirse como lento, rápido, tonto, astuto,... en función de lo
que le trasmiten los adultos.
Referencias
Hoffman, L. y otros. (1995). Psicología del desarrollo hoy. México: Editorial
McGraw-Hill.
Maggio, E. (s.f.). Autoestima. Recuperado el 20 de noviembre de 2008 desde
http://www.angelfire.com/ak/psicologia/autoestima.html
Monsalvo, Y. y otros. (2005). Descripción de las características de la atención
psicoafectiva de los padres hacia sus hijos de 2 a 4 años que asisten a los
hogares de Bienestar Familiar ubicado en el Barrio Abajo del Municipio de
Ciénaga, Magdalena. Ciénaga: Instituto Nacional de Formación Técnica
Profesional Humberto Velásquez García. Licenciatura en Educación
Preescolar.
Munsinger, H. (1978). Desarrollo del niño. México: Editorial Interamericana S.A.
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