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Transcripción
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¿Son muchos los mandamientos que hay que guardar para llegar a esta unidad? No, desde el momento en que Jesús los condensó en un solo mandamiento. «Este es el mandamiento, recuerda Juan, que creamos en el nombre de Su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros tal como nos mandó». . ¿CÓMO ALCANZAR LA UNIÓN CON DIOS? PALA BRA DE VIDA Junio 08 PdV6 Del comentario de Chiara Lubich «Quién guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él » Juan está tan convencido de ello que lo repite a lo largo de la carta: AMAR INCLUSO CUANDO EL OTRO YA NO NOS PARECE AMABLE, CUANDO TENEMOS LA IMPRESIÓN DE QUE NUESTRO AMOR ES INAPROPIADO, INÚTIL, NO CORRESPONDIDO. «Quien está en el amor permanece en Dios y Dios en él» (Lee la Primera carta de Juan, capítulo 3, versículo 24 ) Cuando se ama, se quiere estar siempre con la persona amada. Este es también el deseo de Dios, que es Amor. Nos creó para que podamos encontrarlo y no tendremos la alegría plena hasta que lleguemos a la íntima unión con Él, es el único que puede colmar nuestro corazón. BAJÓ DEL CIELO PARA VIVIR EN MEDIO NUESTRO Y PARA INTRODUCIRNOS EN SU COMUNIÓN. > A creer también cuando parece lejano, cuando no lo sentimos, cuando llegan las dificultades o llega el dolor… como le pasó a: Clara - Tanzania Pero, ¿cómo alcanzar la unión con Dios? El apóstol Juan en su carta, no duda: basta observar sus mandamientos. «Si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros». Cada palabra de vida lleva inevitablemente a amar. No puede ser de otra manera porque Dios es Amor y cada palabra suya contiene el amor, lo expresa y, si la vives, te transforma en amor. La palabra de Vida de este mes nos invita a: > Creer en Jesús, a creer en sus enseñanzas. > A creer que Él es el Amor. Si hacemos así, revitalizaremos las relaciones entre nosotros, serán cada vez más sinceras, más profundas, y nuestra unidad atraerá la presencia de Dios entre nosotros. «Desde hacía tiempo, mi padre siempre se quejaba de mi madre, incluso por cosas insignificantes. Todos nuestros vecinos escuchaban las continuas peleas y yo sentía una gran vergüenza. Cuando me di cuenta de que mi madre rezaba día y noche, pidiendo ayuda a Dios, me uní a ella. Trataba de amar a mi padre con muchas pequeñas atenciones, especialmente cuando volvía a casa del trabajo. A veces, me lamentaba con Dios y le preguntaba por qué no habíamos tenido la suerte de tener a un buen padre. Escuchando a mis amigos hablar bien de sus padres, hacía comparaciones: ¡cómo lamentaba que no fuera así en mi familia! En esos momentos, mi único secreto era ofrecerle todo a Jesús y, cuando podía, también mi dolor. Sabía que Él en la cruz había tomado sobre si los sufrimientos de cada hombre. Por eso había sufrido tanto como para sentirse tan solo; es más, abandonado por el Padre. Justo como yo. Las palabras del Evangelio me han enseñado a ser paciente. He seguido amando y rezando. Y Dios respondió a nuestros ruegos porque, aunque ahora mis padres ya no viven juntos, tenemos buenas relaciones con mi padre». www.teens4unity.net