PAPEL LITERARIO DIGITAL. Por José Cenizo

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PAPEL LITERARIO DIGITAL. Por José Cenizo
Papel Literario
Digital
EL PROFESOR POETA (O EL POETA PROFESOR)
09/11/2011
JOSÉ CENIZO JIMÉNEZ
Acerca de "Al pie de la letra" de Víctor Jiménez, Sevilla, Siltolá, 2011.
José Cenizo Jiménez
Víctor Jiménez
Edita: Siltolá
Abundan los profesores que escriben y publican -cosas distintas- poesía. Y
muchos lo hacen estupendamente. Cabe preguntarse si son profesores poetas o poetas
profesores, si monta tanto o tanto monta. En el caso de Víctor Jiménez (Sevilla, 1957) la
cuestión no es banal. Y lo demuestra con el último de sus libros, Al pie de la letra, que
en un principio, lo sabemos, iba a llamarse De andar por clase.
Víctor Jiménez es poeta amigo (¿o amigo poeta?) al que venimos siguiendo con
interés, dada su calidad ascendente y contrastada, desde el primero de sus libros, y ya
van siete. Siempre, y ahora también, nos pareció injusto, y no es un tópico, lo decimos
con rabia, que poetas como él -y otros que podríamos citar sólo en el marco sevillanono gocen de más predicamento en las “altas esferas” y “babelias” del “mundillo”
literario. Otros, con menos calidad, no lo duden, se llevan la fama sin merecerla (tanto).
Ahora nuestro poeta da un paso en firme sobre algo que parecía todo un riesgo,
todo un reto: escribir poesía sobre la vocación (no vacación) del enseñante, convertir en
lírica -eso sí, cargada de guiños irónicos, de complicidades- la rutinaria y a la vez
apasionante tarea docente. Universaliza lo concreto, los tipos -de interés o no- que
trabajan en las aulas, alumnos y profesores, sacando lo mejor y lo peor, la titánica lucha
por enseñar (al que no quiere demasiado a menudo) -de ahí el léxico bélico empleado en
varios poemas- , los momentos de emoción entrañable (un alumno que te recuerda
pasado el tiempo -el peor de la clase, curiosamente-, un compañero que sufre una
enfermedad), el pesimismo que sobre todo últimamente están padeciendo estos
profesionales (se empeñan en amargarlos desde la Administración, y lo están
consiguiendo, y en la calle todos creen que viven en perpetua vacación).
En fin, un poeta es un poeta y logra sacar brillo a lo cotidiano. Lo hace con diversidad
métrica (endecasílabos, alejandrinos…), con múltiples homenajes o alusiones intertextualidad se llama- a otros poetas (A. Machado, Unamuno, Bécquer, M.
Hernández…) y con una calidad de estilo apreciable. Sabe terminar los poemas de
forma ingeniosa o redonda. Maneja como pocos la ruptura de frase hecha, ya desde los
mismos títulos del poema. Es un hábil poeta del paralelismo y el encabalgamiento. No
se le escapan tampoco el parequema ingenioso (“En el SUM sumergidos”) ni la
paronomasia (olores-Dolores). Es brillante, en fin, en su manejo del lenguaje y los
recursos de todos los niveles de la lengua y sabe captar lo esencial y ofrecerlo con ese
tono cercano, irónico, nunca agrio ni sarcástico, de quien ya ha escrito mucho y vivido
algunos años y ve la vida, y la profesión, la docencia, como lo que es, una amalgama de
sonrisas y lágrimas. Ojalá las otras profesiones tuvieran poeta tan medido, certero y
convincente. Ofrecemos un poema, “Balance”, el último de la obra:
Ahora que la noche no me tienta,
cuando la vida apenas me enamora,
algo me dice que llegó la hora
de hacer balance y de rendirle cuenta.
Aunque prefiero el sol a la tormenta,
me tomo, como viene, cada aurora.
Lo que la vida entrega lo devora
el tiempo. Y nadie vive de su renta.
Tampoco vivo del trabajo. A diario,
soy sólo un profesor de andar por clase.
Me dan pulso otras cosas y otros temas
que no se compran con un buen salario,
que no se pagan con el sueldo base.
Mis amigos, mi amor y mis poemas.
Lo dicho, ¿verdad? ¿Poeta profesor o profesor poeta? Lean y disfruten en todo caso.
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