Sombra de luna
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Sombra de luna
SOMBRA DE LUNA José Navas Molina 1 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Autor: José Navas Molina Prólogo: Jaime González Ilustraciones: José Callejo Editan: Excmo. Ayuntamiento de Luque Excma. Diputación de Córdoba 2 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Prólogo De las voces como materia prima en la poesía de José Navas ¡Válgame Dios, y con cuánta gana debes de estar esperando, lector ilustre o plebeyo, que llegue a su fin este inevitable prólogo para saborear como pernil o aceite de la tierra los versos de aquel que dicen que se engendró en la cordobesa Luque y vino a ser profesor en la que llaman cuna de Cervantes! Que Dios te dé paciencia y a mí no me olvide, amigo; que si a ti se te hace largo, no se me hace a mí menos. De José Navas — también conocido como Pepe Navas — sabíamos por su primer poemario Espejo del Sol que es un poeta polifacético. En efecto, en aquel libro se mostraban distintas caras de su verso como prisma reflector del mundo del poeta; como espejo cálido, desnudo y revelador de la realidad. Cada poema iba mostrando los rostros de un profesor, de un paseante, de un enamorado, de un notario, de un compañero, de un chistoso; pero en todo caso distintas facetas humanas de un poeta siempre variado. A la vista de este nuevo texto, Sombra de Luna, bien podemos decir que José Navas es además un poeta polifónico, es decir, de múltiples voces. A poco que arrime el lector su oído al libro, sentirá entre los versos un variado ramillete de sonidos, un coro de palabras y voces paisanas de las que el poeta se ha hecho portavoz, cediendo generosamente la suya propia. Al igual que el viento arranca voces de los objetos inanimados al acariciarlos, así la voz del poeta ha peinado las calles y los campos de Luque, recuperando de sus gentes pequeños decires y sentires cotidianos, convirtiendo en poesía escrita lo que — por su propia condición de humano — estaría abocado a olvidarse. Su voz atraviesa como una ráfaga de viento la escuela y nos devuelve los cantos alegres y juguetones de los colegiales. Gira como un remolino en los recovecos de la memoria y rescata las emociones tempranas, semillas que fueron de futuros recuerdos. Sobrevuela como un ave las laderas empinadas de los montes coronados de ermitas y castillos y rebaña leyendas de fieros moros de alfanje y moras de amores desdichados. Se zambulle como una lavandera en el manantial y salpica cantos de inacabables labores del campo. Ulula como la lechuza entre los olivares y varea lágrimas de aceituna y de aceituneros. Y registra las hablillas de los luqueños, y bucea en el acervo familiar y colectivo. Y explora lo que tienen que decir los que no tienen voz. Y siente las voces de los ausentes. Y pone voz a lo que podrían contar las piedras cansadas de observar a los humanos; quienes, por cierto, tropiezan siempre en las mismas piedras. 3 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Y Navas pone todas las voces en remojo de su genio generoso, y las maja como si fueran de esparto, cribando vocablos y palabras fibrosas. Y se pone a trenzar ese humilde material con paciencia, con mimo y con arte, tejiendo cadenetas en verso, soguillas de doble rima, espuertas con estrofas, sandalias en soneto. Y como un tomicero del léxico, aquí entreteje voces del registro popular andaluz, y allá enristra vocablos rurales que salva del olvido; y las sitúa en un campo de topónimos, o ensarta una algarabía de voces árabes, o entrelaza la jitanjáfora imposible del chirrumirlo. En la labor terminada, amigo lector, distinguirás por entre el dibujo de la espiguilla numerosas voces individuales reunidas en canto coral, discretamente dirigidas por la propia voz del poeta que asoma como hilo conductor. Una voz que, según nos revela el poema proemio, se moverá por todas las escalas del discurso poético. Desde la alegría luminosa hasta la amargura densa, pasando por el arrullo y la locura. Y esa variedad de tonos, de registros, de timbres… no se desbordan a borbotones, sino que fluyen en armonía polifónica. Es señal de que nuestro autor ha alcanzado una madurez artística de la cual es reflejo y expresión su voz poética. Una voz viril y encendida, sincera, cercana, siempre humana. Fraternal para recordar a su prójimo; reverencial y maravillada cuando se dirige a la naturaleza; juguetona al cantar con los niños; oscuramente cálida y apasionada en el erotismo. La voz personalísima de José Navas: todo un logro en materia de poesía. Pero todas las canciones y todas las voces de este libro reposan en el lado sombrío de la luna. Esperando una mano que rompa la luna nueva, y que abra el libro en luna llena para que los ojos lean, las lenguas reciten, los oídos entiendan y las palabras cobren vida y se hagan voz. No dejéis que las voces de los poetas permanezcan mudas. Hágase el cuarto creciente. Jaime González Profesor de Lengua y Literatura IES Antonio Machado, Alcalá de Henares 4 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina A Mari Carmen e Iván De tu mirar de sombra quiero llenar mi vaso. (Antonio Machado) Abre, que viene el aire de tu palabra…¡abre! (Miguel Hernández) 5 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Sombra de luna Unas veces, como el vuelo de una pluma, la voz del poeta se mece suave y desnuda. Otras veces, como espejo de la bruma, la voz del poeta se torna opaca y oscura. Unas veces, en el borde de la cuna, la voz del poeta es un canto que te arrulla. Otras veces, en un brote de locura, la voz del poeta es un cráter de amargura. Unas veces, como soplo de frescura, la voz del poeta te eleva por las alturas. Otras veces, como potro de tortura la voz del poeta te sume en la sepultura. Mas todas las veces que en mi ser me adentro, al encuentro de miseria o de fortuna, mi alma de poeta es la voz del viento que ulula a la sombra de la luna. 6 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina VERDE, VERDÍN CANTA, CANTARÍN 7 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Verde, verdín He visto un lagarto escarso en lo arto de una higuera con un trabuco en la mano apuntando a una breva Verde, verdín, salta, saltarín, que la más bonita queda por decir. Yo vi un grillo tomatero aprender una canción: cantaba el Porompompero y ganaba Eurovisión. Y yo un gorila africano que harto de comer melón se quedó tan empachado que le brotó el sarampión. Verde, verdín, canta, cantarín, que la más bonita queda por decir. He visto un ratón enano corriendo la maratón; con una antorcha en la mano, brilló en la de Nueva York. Vi un mosquito trompetero en un concierto de rock, con un pantalón vaquero y picando a mogollón. Verde, verdín, salta saltarín, que la más bonita queda por decir. He visto un loro enjaulado por robar un calcetín, que purgaba su pecado cantando misa en latín. 8 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Yo he visto un orangután encima de un algarrobo: chillaba como Tarzán y bebía Anís del Mono. Verde, verdín, calla, cantarín que la cancioncilla ya llegó a su fin. 9 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina El adiós de mi cometa Hay vidas que penden de un hilo como la de mi cometa, y siempre me tiene en vilo porque nunca se está quieta. Prestad bien ojos y oídos a su última historieta: En una mañana de abril, de fantástica pirueta, tan ágil como un mandril se enrolló en una veleta, con la que danzó y giró cual si fuera una ruleta. Mareada cayó al suelo, a los pies de una alcahueta que pensaba alborozada: - Se la regalo a mi nieta, que la luzca en el manillar verde de su bicicleta. Se miraba en el espejo, que la niña era coqueta con salero e ingeniosa, aunque pizquita paleta, con aire marimandón y talle de marioneta. No se le ocurrió otra cosa que colgarla de su coleta, y corrió así por los prados, sobrevoló la meseta, planea que planeaba tan singular avioneta. Aterrizó de tortazo en la laguna secreta, ante los ojos asombrados de una asustada jineta, que por más que la miraba no identificó su jeta. 10 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Redolida y rellorada, presa de gran rabieta, con crueldad inusitada la arrojó en una cuneta, donde quedó abandonada como sombra sin silueta. Lloraba como un chiquillo, por mi quebrada saeta. Guardé aparejos con hilos y anoté en mi libreta: Mi vida será un ovillo; yo, madeja de poeta. 11 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina La niña Lola La niña Lola viene y se va como las olas, meciendo el mar. Meciendo el mar, con su frescura de caracola, baña la luna. La niña Lola roba los nidos que se cobijan en los olivos. En los olivos, los labradores guardan secretos de sus amores. La niña Lola en la laguna peina sus trenzas de seda pura. De seda pura teje los besos, que se descuelgan por los cerezos. La niña Lola cuida un rosal que viste flores de carnaval. De carnaval, en primavera, hasta los Santos o Nochebuena. La niña Lola no siente frío cuando se baña sola en el río. Sola en el río, sola y desnuda, su sombra sola brilla en la bruma. 12 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina La niña Lola no tiene miedo cuando la noche tiende su velo. Tiende su velo, y en la alborada el sol lo rasga como una espada. La niña Lola se va y se viene como la loba bajo la nieve. Bajo la nieve la Lola va saboreando su libertad. 13 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Reina en primavera Cuando así los ojos cierro me veo como una reina: Sentada en trono de ensueño con traje de oro y de seda, con capa suave de lino y corona de mil perlas. ¡Qué bonitos son los sueños en noches de primavera! Con los ojillos cerrados y las ventanas abiertas, con príncipes a caballo de vuelo por mi pradera y querubines alados que bailan sones de fiesta. ¡Qué bonitos son los sueños en noches de primavera! Con cascabeles flamencos cortejando castañuelas, danzarines del oriente dorados de sol y arena, y gitanas bailaoras de la luna aceitunera. ¡Qué bonitos son los sueños en noches de primavera! Con fuegos artificiales chispando con las estrellas, los luceros del rey duende al acecho de sirenas, y pajecillos del alba apagando ya las velas. ¡Qué bonitos son los sueños cuando despierto a su vera! 14 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Marinero de tu pecho Marinero, marinero, en tus sueños de bonanza tu barca va entre corales, mecida por la añoranza, y a lo lejos… reflejos de luna blanca. Unos brazos y unos remos solos en el mar abierto, náufragos de soledad bajo las olas del cielo, y a lo lejos… la encalada voz del puerto. Miras a tu alrededor y navegas sobre el viento, bogas con tu corazón, ¡marinero de tu pecho! y a lo lejos… todo es agua y es desierto. 15 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Nana de la alcoba verde El niño, en su alcoba verde, con su pijama de rayas, vela, cuando no se duerme, asomado a la ventana. ¿Qué espera ese niño duende con su cajita de plata? ¿Qué guarda con tanto mimo debajo de su almohada? Guarda un arrullo de luna, que en una noche de fiebre, se durmió sobre su cuna para refrescar su frente. Y espera a la blanca tuna, con sus trencitas de lana prendidas de la cintura, a que le cante su nana. Nana de luz creciente, pórtico de la mañana, nana que mana en su fuente sueños de nieve con alas. Y el niño, en su alcoba verde, sin su pijama de rayas, cabalga como un jinete por la campiña estrellada. 16 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina En la montaña de la locura En la montaña de la locura habita un duende de faz muy dura, un viejo lobo sin dentadura y un sol griposo con calentura. Luce bufanda de lana pura, de un borreguito, dulce criatura, desrebañado en noche oscura. Solo, solito, todo soltura, halló una fuente en la espesura, con agua clara de gran frescura, donde culmina su travesura… que el vil mellado, genio y figura, ya viene aullando por la llanura: oyó un balido de desventura, que le despierta tanta ternura que se relame… ¡presa segura! Allí se planta sin tachadura, saca sus uñas sin manicura, muestra su hocico sin peladura, abre su boca con melladura, 17 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina lanza un soplido de añadidura y se lo zampa sin mordedura. El duende, golfo de alta costura, teje que teje con gran soltura, como maestro en zurcidura, un tapabocas de tal hechura que le sanara su resfriadura. El sol bribón no tiene cura, tose que tose su tosidura, luna tras luna hasta la albura. No habrá concierto, ni partitura, que se repitan con tanta hartura en la montaña de la locura… (donde habita un duende de faz muy dura, un viejo lobo sin dentadura y un sol griposo con calentura…) 18 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina La gran carrera (Canción) El sol se ha escapado, la luna va tras él, y en una gran carrera lo quería coger. El sol se ha escondido por no dejarse ver, la luna se ha parado, ya no quiere correr. Las estrellas animan a la luna perezosa y la que más aplaude es su fiel amiga osa La lunita animada lo vuelve a perseguir, pero el sol victorioso ya asoma la nariz. Y el galán crestado, en su mejor perfil, enciende la montaña con su quiquiriquí. 19 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Luna de agosto Luna, pozo de ilusiones, cueva del enamorado, señora de mil pasiones, miel de jardín estrellado. Luna, faro de caminantes, de tantos infantes cuna; joya de brillos distantes, perenne huella nocturna. Luna, corcel luminoso en clara noche de verano; perla de rostro gracioso, fresco susurro lejano. Luna, anillo misterioso con letras de amor grabado, de un latido silencioso en las aguas sepultado. Luna, luna del congosto, luciérnaga engalanada, aquella noche de agosto te llevaste mi mirada. 20 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina CANCIONES LUQUEÑAS 21 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Luz de El Cabezuelo Luna luqueña. candil del cerro, ascua sureña que envidia el fuego. El fuego envidia tu desafío, al refrescarte, luna, en el río. Luna del río, alberca en sueños, antorcha de estío, vela en invierno. Vela de invierno de El Cabezuelo, preso en la tierra, libre en el cielo. Preso en la tierra ardo de celos al cortejarte tantos luceros. Tantos luceros, pajes del Duque, que te pretende, luna de Luque. Luna de Luque que en mi memoria infantil giras como una noria. Como una novia que en la laguna luciera ufana su faz moruna. Tu tez moruna, tan resalada, que al sol levantas de madrugada. 22 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina La madrugada, coral de cantos, es sinfonista de tus encantos. Ante tu encanto todo se empaña, al refugiarte tras la montaña. Tras la montaña me desespero, preso en la tierra, siempre te espero. Te espero, Luz de El Cabezuelo, haciendo sombras con el abuelo. 23 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina San Jorge en su ermita San Jorge en su ermita guarda en secreto suspiros que habitan entre sus rezos. Vencejos que anidan debajo sus tejos recitan romances, leyendas de viejos. - No pregunte, madre, por qué yo la quiero, y sienta el temblor que atruena mi pecho. La pena que vaga por aquellos pueblos pregona el clamor de sus ojos negros. -No se aflija, madre, porque yo le quiero, y esconda sus lágrimas oculta en su velo. San Jorge en su ermita llora en secreto por el mal de amor de esos romeros. Del beso que anoche selló aquel acuerdo tomó nota el santo en su testamento. Del grito que rasga la piel de los cerros, el viejo Albenzaide guardará los ecos. El santo serrano les da su consuelo, y uniendo sus manos 24 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina los eleva al cielo. Y en las noches claras del mes de enero descienden dos luces por el sendero. - Abra la puerta, madre, que soy del viento y le traigo noticias desde muy lejos. Desde la calle Álamos a las del Convento se atrancan cerrojos a cientos, ¡a cientos! Y San Jorge en su ermita vela en secreto por las penas y amores de sus luqueños. 25 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Mi espadita de madera Mi espadita de madera tiene el alma luqueña, la empuñadura de olivo y el olor a hierbabuena. Conserva la hoja mellada cual dentadura de vieja, y una cicatriz testigo de las glorias pasajeras. Libró más de mil batallas entre los riscos y peñas que coronan las murallas de la villa cordobesa. Mi espadita de madera, baluarte en toda porfía, guerreó como una fiera frente a la hostil morería. De la cuesta del Calvario hasta lo hondo del Pilar nunca descansó en la mano de su brioso capitán. Las morunas cimitarras que asediaban El Rosario cayeron como chicharras a los pies del campanario. ¡ Ay, mi espadita de niño, de mis juegos infantiles, defensora del castillo, paladina del aljibe! ¡Ay, mi espadita de infante, desterrada en el arcón, huella de infancia quebrada, tan viva en mi corazón! 26 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Manantial de Marbella Manantial de Marbella, donde las piedras al sol parecen estrellas, y las lavanderas bordan, con su cándida voz, burbujas de amor que el agua se lleva. ¿Qué queda de aquel pilón donde las bestias abrevan en tanto los hombres vierten su sudor en las acequias? Manantial de Marbella, donde las niñas en flor rezuman abejas, y las lavanderas tejen, con suave primor, coronas de azahar que adornan sus trenzas. ¿Cuándo se quebró la fuente en la que los niños juegan y sacian su sed infantil en las horas de la siesta? Manantial de Marbella, donde los hijos de Dios alivian sus penas, y las lavanderas siembran, con furtivo pudor, suspiros de varón que abonan las huertas. ¿Por dónde corre aquel cauce en el que aún navegan nuestros sueños de papel sobre barquitos sin vela? Manantial de Marbella, madrugada luqueña, 27 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina entre olivares verdes y cortijos que blanquean, tomados de la mano mis recuerdos se alejan. La higuera de mi abuelo Mi abuelo plantó una higuera en el patio de la abuela. Guardo un nido de recuerdos en la higuera de mi abuelo. Hay rumores de agua fresca, gran coloquio pajarero y amores de primavera al amparo del lucero. Suenan ecos de la feria por sus ramajes revueltos y risas de castañuelas de unos chiquillos morenos. De la higuera de mi abuelo caen pájaros al suelo. Soplan fuertes vientos yermos, no nacen higos ni brevas y un perro ladra por dentro a la savia de la higuera. Es noche en El Cabezuelo, Tobalo pide candela, y tose ya sin aliento mientras sus dedos humean. Hay sombra de luna negra en el patio de la higuera. 28 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina El Tajo del Algarrobo Madre, lléveme al tajo, al Tajo del Algarrobo, donde los niños mayores dicen que ven un tesoro. -Se ve un paisaje marino sin bajeles de pirata ni islotes ni remolinos, sin grandes olas de plata ni playas de coral fino. Allí se ve un mar de olivos con cortijos a babor, a estribor los borriquillos, en la popa nuestro sol y en la proa va el castillo. ¡Ay, madre, súbame al tajo, al Tajo del Algarrobo, que quiero tatuar mis ojos con un lienzo grana y oro! 29 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Los chirrurmirlos Gracias al birli birloque aprendí mil disparates que cual viento de jaloque me convirtieron en vate, y recito de oque en oque, ¡no me llamen galafate! -Levántate del petate y ponte los chirrurmirlos con unos garabitates que el ave que caza ratas anda llena de experiencia, si no te andas con violencia le mete fuego al bicoque y marcha la jiriquica al vuelo del jiricoque. Ante tamaño disloque aquí dejo la canción y la ofrezco de alboroque, como gentil donación , y un sabroso ciquitroque: ¡ No me tachen de ramplón! 30 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Una tarde de agosto del 66 Me fui una tarde de agosto cálida y luminosa como tantas. El andén, aletargado en su siesta, se columpiaba desde el vetusto reloj, ajeno al insípido paso del tiempo. Mi padre, en animosa charla con un corro de voces amigas, daba su último aliento a la despedida. Mama María con su mirada triste me acariciaba y yo la sonreía, mientras apenas sentía como fluían sus lágrimas, ¡ay,sus lágrimas! Sobre los bancos de madera, maletas somnolientas, en la resignada espera parecían aguardar el indulto o un buen destino. El tren bufó al viento, entre impaciente y molesto, para anunciar el momento de la partida. Aquel alarido que fracturó mi infancia asoma desde siempre por cualquier rincón de mi memoria, ¡ay mi memoria! Ahora, en mis recuerdos, contemplo cómo se repiten insaciables las palabras. Ahora, cuarenta años después, cuando ya sé contar el tiempo, contemplar sin asombro las despedidas, resignarme al antojo del destino, disculpar sin perdón las partidas, e incluso reconocer que las palabras, en mi memoria, suenan cada día más vacías, como esponjas que hubieran sido succionadas por la sed insabible de los días… aún no sé por qué aquella tarde, cálida y luminosa como tantas, 31 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina mientras Mamá María me besaba, no me atreví a beber sus lágrimas, ¡ay, sus lágrimas! ¡Cuántas veces lloro aquellas lágrimas! Leyenda de Venceaires La villa vela su sueño, érase noche cerrada; una misteriosa mano fuerte golpea la aldaba. La santera del Rosario al tiempo se sobresalta: -¿ Quién llamará a mi puerta en hora tan destemplada? Con la lumbre del candil, resuelta y apresurada, al liberar el cerrojo halló una persona extraña. -No tema buena señora, buena señora cristiana, que acudo en busca de ayuda al umbral de su morada, a solicitar de usted compaña bien alumbrada, que me ilumine el camino que conduce a la alcazaba. - Aunque tenga origen moro, su turbante lo delata, mi Dios jamás abandona a quien a su templo llama. Tomad a mi hijo pequeño que aquí mismo me acompaña, llevadlo de corazón y ofrecedle buena guarda; en su favor llevará la mejor de nuestras llamas. Tan pronto goza de luz, tan presto saca su mapa, para encaminar sus pasos donde una cruz le señala. 32 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Buscan sus ojos la luna que oculta su doble cara, y entre dolientes sollozos anuncia con voz muy clara: - ¡Venceaires, Venceaires, cuánta riqueza callada escondes en tus adentros amparado en tus murallas! Mueve con fuerza una roca que estaba muy bien plantada y en la oscuridad reluce el tesoro de la aljama. Abre el muchacho la boca, al poco ya está cerrada, que si grande era el asombro no fue menor la amenaza. Ya descienden del castillo que apunta la luz del alba, que quiere sentir el gallo cuando abandone la plaza. - Mil gracias, buena señora, buena señora cristiana, reciba mi bendición toda su familia santa, y que Alá les dé salud para una vida muy larga. Con el pelo alborotado y con la color mudada no supo qué replicar la sorprendida ermitaña. Tan huraño visitante tan ligero se alejaba, que entrada la luz del día del rastro no queda nada. Preguntado el jovenzuelo por lo que allí presenciara, sentenció con claridad estas oscuras palabras: - ¡Venceaires, Venceaires, fortaleza tan nombrada, cuántos misterios ocultas en tus profundas entrañas! 33 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Espectros luqueños En la centuria del veinte, en esta villa serrana, relata la buena gente que las ánimas velaban. Allá por los años treinta, década del fratricidio, una plaga de fantasmas sobrevoló el municipio. Yo no puedo darles fe ni tampoco restarles crédito; yo vierto sobre el papel documento tan inédito. Denme ustedes licencia, a que omita o sume yo palabras de mi cosecha para mejor comprensión. No he de alterar los hechos, que lo fueron de verdad, mas los nombres los silencio por guardar la intimidad. Que asuntos tan delicados merecen mil precauciones, que no hay que tomarse en vano los temas de apariciones. Estos fantasmas tenían costumbres de aves nocturnas, del cementerio vendrían con ideas taciturnas. O tal vez su procedencia resultara más cercana, ya no digo de Valencia, serían de otra manzana. Se cuenta de un muchachuelo, de ocho añitos de edad, que viene de El Cabezuelo derecho al Santo Bastián. 34 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina El chiquillo se apuraba, que la noche era de lobos, y aunque ninguno aullara las sombras lo enredan todo. Cuando media su camino, si la vista no le engaña, se le aparece un vecino con indumentaria extraña. A lo lejos la campana da la primera del día; no era la mejor compaña en calleja tan vacía. ¿Qué buscaba ese Genil en hora tan destemplada? Buscaba el Guadalquivir y topó con el Guadiana. No concedió explicaciones, que dando un acelerón, sujetando los calzones huyó por un callejón. Cuando revolvió la esquina apreció de refilón que su carrera seguía el maldito relumbrón. No estaba pa’ tonterías ni pa’ rollos ni pa’ cuentos, escapar de allí sería el onceno mandamiento. Niñas que hoy ya peinan canas recuerdan de poco agrado como atrancaban ventanas en la calle Berrejalos. Frecuenta un aparecido con intenciones macabras, rondaba con gran sigilo, ¡ sólo le falta guadaña! 35 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina ¡Genio de naturaleza!, testimonia una chiquilla, al ver sobre su cabeza acomodada una silla. Así parece más alto y causa más impresión, así prepara el asalto sin asedio de mirón. La sábana de soltero le servía de mantilla, donde abría un agujero que le vale de mirilla.. Con aspecto tenebroso, cual visita del averno, se pasea muy rumboso con un candil medio ardiendo. Con la zona despejada y amparándose en el miedo, se festejaba una dama cuya cara fue un misterio. Por la Torre del Reloj también se tiene noticia de un beato fantasmón al rescate de novicias. Sale por El Cortijillo con una luz en la testa, ¡no vendrá de coger grillos, seguro que va de fiesta! Nadie me ha dado razón de que diese campanadas, más de un susto sí que dio esa quimera encantada. ¡Cómo triunfan los fantasmas por las calles de mi pueblo, mientras por las enrejadas se escapan ronquidos sueltos! 36 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Ya son parte de la historia estos espectros luqueños, perviven en la memoria mas no perturban los sueños. Dios tenga en su santa gloria a estos compadres nuestros, que en estrategia amatoria fueron sufridos maestros. La coz de los romances I. El suceso Nunca hubo coz tan sonora ni patada tan certera, ni mulo con tan mala pata ni pata que tanto sufriera. Eran las seis de la tarde de una jornada de siega, un dos de julio maldito, un verano de candela, del año cuarenta y seis, tiempo de luto y miseria, en el cortijo de Flores, del término de Baena. José, el Polico, de Luque, cercana ya la veintena, regaba con sudor joven la campiña cordobesa. Aún guardaban sus tripas sabor de olla garbancera, cuando la yunta llegaba al filo de la lindera. Montaba la mula parda, marchaba con la trasera, la que llevaba delante cumplía mal la tarea, negaba darse la vuelta, tozuda se retranquea. Con garrotillo picó encima de su muslera. Dos latigazos sonaron veloces como centellas, 37 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina hirientes como aguijones, dañinos como culebras. Uno rebotó en la yunta, el otro acertó en la pierna. El firmamento brilló por inundación de estrellas, mientras su grito angustioso prendió de dolor las eras. José María Carrillo, de alias El Cuatro Orejas, capataz de la cuadrilla, aperaor’ de las tierras, corría despavorido al clamor de tanta queja: - Tranquilo, José, tranquilo, -musitó con voz gracejabebe agua del botijillo y deja la pierna tiesa pues en cuantito podamos te alargamos a Baena, que te visiten los médicos, te reseten rodillera y pa’l final del verano bailarás en la verbena. No escuchaba tal consuelo por mil orejas tuviera, pues le quemaba la rótula como el fuego de una hoguera: - ¡Ay, mi Virgen del Rosario! ¡Ay San Jorge justisiero! Socorredme en este transe que yo solito no puedo, que quiero hincarme en tu altar resarte mil padrenuestros, subir brioso a tu ermita y brincar por esos serros; y servir fiel a la patria desfilando muy derecho; que no me den por inútil, no me saquen del sorteo, que quiero jurar bandera con mi aire cortijero. 38 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina ¡Ay, mi Cristo del Calvario ¡Ay, San Jorge justisiero! Tengo una novia morena no me querrá si me quiebro, no contestará mis cartas, y me engañará el cartero,´ las devolverá a mi casa y me quedaré soltero, y me tiraré a la plasa con el famoso Frascuelo. ¡Ay mi Virgen del Rosario, Ay San Jorge milagrero! No quiero quedarme cojo sino subir a tu encuentro y adorarte en prosesión con paso firme y ligero. Cayó la tarde doliente y se encendió la grillera: unos quieren trasladarlo a lomos de jaca buena; otros con más lucimiento apostarán por la espera. La desgraciada criatura no estaba para pamemas, ya mudaba de color: las horas serán eternas. Bajo el cielo luminoso aullaba como una fiera: no le calmaban potingues ni emplastes con encomiendas, ni mejunjes milagrosos ni remedios de santeras, ni rezos de avemarías ni plegarias pamplineras… Todas las mujeres santas pasaron la noche en vela contemplando su rodilla redonda como una esfera. II. La convalecencia A la mañana temprano la familia cortijera 39 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina vio como su lesionado tomaba la carretera. Fue don Francisco Trujillo, de genealogía galena, con fama reconocida en las lesiones muleras, quien contempló el rodillón, orondo cual luna llena. Observó con gran detalle la cocedura trapera; tras auscultarla con mimo sentenció con voz severa: - La pierna no está tronchá, no le quedará renquera, deberá guardar reposo como una estatua de sera manteniendo el pie bien alto arl menoh una quinsena La Posaílla El Rincón sería su residencia ya que El Fénix Español le abonaría la deuda. Tras la ventana del cuarto donde cumplía cuarentena la herrería de José Ábalos fue su peculiar cinema. Gozaba de buen tabaco, joyas de Tabacalera, paquetes de cuarterón, mataquintos de primera: calada que lanza al viento, viento que se envenena. Así pasaba sus ratos, así cumple su condena, sin más entretenimiento que ver herrar a las bestias Mediaba ya el mes de julio cuando llegan a la venta unos arrieros de Priego que arriaban con su abuela. La alojan en el pasillo, sería su compañera, mas nadie sospechó entonces 40 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina lo que al Polico le espera. Érase noche cerrada, cerrada ya la cancela. Suenan ladridos lejanos cuando el joven se desvela, ruidos de afiladas uñas rasguñaban en la puerta, suspiros de moribunda le erizan la cabellera, y una voz de la ultratumba escapa por la escalera, mientras el pobre lisiado en su rincón se atrinchera: - ¡Ay Frasquito de mih entrañah ausiliarme, que me llevan, que muero en este jergón sin que despedirme pueda! ¡Ay, Cristóbal de mih entrañah ya no vorveré a la ardea…!” Después se hizo el silencio, la vecina sólo jadea. Con el ánimo encogido esperará a que amanezca. Al primer canto del gallo el camarote clarea, la puntera luz del alba iluminó a la interfecta: yacía sobre la jarda con una mueca siniestra. Atienden los posaderos su llamada lastimera y asumen con gran templanza la escena que se contempla: - “Cubrirla con una sábana hasta que er jue intervenga”. Buscan a los familiares por caminos y canteras, los serones de sus burros bien cargaditos de piedras, que andarán en su labor, ajenos a la tragedia. 41 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina La pobre mamá María de Luque viene dispuesta para visitar a su hijo antes de que dé la siesta. Gran impresión recibió al ver allí tan dispuesta la difunta amortajada como cartelón de muestra. Entre dimes y diretes, dar vueltas y más revueltas, la jornada echó a rodar, la oscuridad se presenta. Los sudores del estío, y compaña tan funesta, el cumplido velatorio y tan fantasmal presencia hicieron de la velada una macabra experiencia. No pegó ojo el quebrado, no hubo sombra que no hubiera una silueta de anciana rasguñando cual pantera. III. El regreso El albor trajo la calma, a la tarde ya no hay pena, los días pasan volando con el garrote a su vera. Ya va marcando los pasos la zancá gana viveza, el doctor viene achuchando porque la mutua le apremia, que aquello ya se alargaba y no les cuadran las cuentas. Al llegar el mes de agosto el bastón ya no lo lleva, camina aún renqueante, con más ánimo que fuerza. El adiós a los Meleros, dueños de la posadeja, marcan el fin de su estancia en la ciudad de Baena. 42 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Allí tomó el correíllo, ese tren de media breva, que le conduce a su pueblo donde le aguarda una fiesta. Abre feliz la ventana, la campiña le huele a feria. Piensa que para finales no le quedará cojera, bailará todas las piezas con su novia, la morena, que se llama Encarnación, apodada La Vejeta, una moza guapetona, que canta como una reina. Nunca hubo coz alguna que dejara tanta huella. ¡Cómo se acuerda mi padre cumplidos ya los ochenta! 43 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina El Cortijo El Cañuelo En el Cortijo El Cañuelo, como ya era costumbre, los reunía el abuelo al cobijo de la lumbre. Crepitaba el nochebueno en el fuego del hogar mientras hervía el puchero que les diera de cenar. Con la mirada encendida, con el calor de sus manos alimentaba la vida de mi madre y sus hermanos. Les leía tantos cuentos que en su corazón sembraba un vergel de sentimientos a la luz de la lumbrada. De andaluces bandoleros, dueños de las serranías, cómplices de los luceros y amantes de las peonías. - La Senda del Jorobado lleva al bandido vendido, un traidor le ha delatado a los guardias del camino. Al acecho en el carril la noche les daba amparo, en cada olivo un fusil y en su pecho cien disparos. Jóvenes desesperadas como La hija del presidio, en esa España azulada al borde del precipicio. Los ángeles del arroyo les daban vago consuelo, las carencias en el hoyo serían miel en el cielo. 44 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Sobre pringosos capachos se arraciman los temores, el ansia de los muchachos y los demás moradores. Eran años de fatigas, de sequía y nubarrones, de amaneceres con migas y miseria en los serones. Las sombras del olivar vienen ganando terreno, la luna del almendral ilumina al jornalero. Su rostro ajado de surcos, sus ojos hartos de pena, prietos de rabia sus puños, y en su ánimo las cadenas. En el Cortijo El Cañuelo ya reina la madrugada, tras el refugio del sueño el despertar a la nada. 45 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Frasquita, la tomicera Frasquita, la tomicera, ya viene de la pedriza; allá partió con la fresca, de allí vuelve con la brisa. A la espalda van los sacos, sobre su pecho la horquilla, la dureza del trabajo la reflejan sus mejillas. Desde agosto el espartal recibe muchas visitas, las más pobres con costal, con borrico las más ricas. En la calle del Pilar, cuando la tarde agoniza, hacen corros las vecinas y a la vez hacen tomiza. Refrescan las hojas secas sobre un tronco, piedra o canto, y con maza de madera majaban bien el esparto. Luego las enredarán con las palmas de sus manos, caerán sobre sus pies como frutos de artesanos. Son soguillas de dos cabos, cuerdas para hacer serones, anteojeras, espuertas, sandalias para peones… Cuando el espartero marche con su carga para Priego, llevará tantos esfuerzos por tan poquito dinero… En el Cabezuelo Bajo también la tarde agoniza, y mientras pasa la vida los pobres hacen tomiza. 46 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Frasquita, la tomicera, en su cuerpo de ceniza, me mira mientras escribo, y hace sogas con sonrisas. Los mangas verdes En la España de posguerra, para proteger sus bienes, los señores poderosos formaban buenos retenes. Baena y sus pedanías no serán una excepción y buscan quien se encomiende a tan sagrada misión. Parejas de Mangas Verdes custodian las heredades de hacendados señoritos, amos de aquellos lugares. Con cumplida bizarría, y el látigo bien dispuesto, vigilan capellanías, las casas, cortijos y huertos. No conceden miramientos, ni conocen la piedad, cumplen sólo un mandamiento: defender la propiedad. Patrullaban a caballo por carriles y senderos, persiguiendo a los hambrientos y modestos jornaleros. Las albardas y serones, registran una por una, y dan sin contemplaciones si cuentan una aceituna. Detenido el malhechor, requisaban el alijo, 47 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina y maltratan por igual a los padres que a los hijos. ¡Mangas Verdes, Mangas Verdes, ni en el envés de la historia hallaréis triste cobijo ni una pizquita de gloria! ¡Mangas Verdes, Mangas Verdes, de tan infausta memoria, ni las lágrimas del cielo os darán la absolutoria! Romance de la encantada Tras la Peña de la Pita, en una zona escarpada, se halla una gruta escondida, limpia de toda pisada. Oculta entre la maleza y algunas higueras bravas, en noches de luna llena las sombras huyen descalzas. Fuera se ve la campiña, de olivos tan bien bordada, dentro se siente una voz que te hiela como escarcha. El quejido se hace eterno, la voz suena muy lejana, la campana rasga el viento y despiertan las chicharras. Cuentan leyendas nacidas en épocas musulmanas, de un noble enamorado de una mora muy galana. Su belleza era la envidia desde Lucena a Granada, y en el castillo de Luque, la más bella de la aljama. Era tal su lozanía, tan gallarda su mirada, tan gentil su simpatía que a todos encandilaba. ¡Qué tantos la perseguían, 48 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina que todas la malmiraban! El joven la pretendía con nobleza cortesana, bajo su velo morado ella también suspiraba. El padre de la doncella no aceptó de buena gana que una hija de Mahoma se convirtiera en cristiana. No le servirán los ruegos, son mentiras y patrañas, el profeta lo ha querido, frente a él no vale nada. El cruel progenitor, de barba esculpida y cana, velaba sus intenciones bajo su luenga chilaba. A la caída del sol, con la debida compaña, la enterrará bajo tierra, en sus profundas entrañas, donde negará sus ojos a la luz de la alborada. En aquel paraje turbio, en la oscuridad sagrada siempre permanecerá de la tentación salvada. Con el canto de los gallos, a la primera del alba, centinelas de la torre van dando gritos de alarma, que su lecho está vacío, sola queda la almohada. Ante tanto griterío, ante tamaña algazara el pueblo ya está despierto, nadie duerme en la alcazaba. Corre el rumor por las calles, trota también la algarada, en busca de la perdida, de ella nadie sabe nada. El joven desconsolado salta presto las murallas, ya vadea la laguna, 49 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina ya otea las atalayas. Grita por despeñaderos, por gargantas y asomadas, y ni el eco lastimoso le devuelve sus llamadas. La buscó por las mezquitas, en aljibes y almazaras, cañaverales y fuentes, de Marbella a Morellana. El Tajo del Algarrobo es altar donde proclama su dolor de corazón y la tristeza de su alma. Ella le escucha penar desde su alcoba empedrada, pero su boca calló, pues un guardián vigilaba, con el gesto amenazante y con la daga alfanjada. Solo cuando el firmamento de estrellas se engalanaba soñaba que compartía con su amante la mirada. Así pasaron los días viviendo cual alimaña: agua de lluvia bebía, almendrucos y alcaparras era todo el alimento que le daban los canallas. Perdióse así la memoria de alhaja tan estimada, con el cuerpo envejecido, las ilusiones quebradas, con su amado en el olvido y su reputación manchada. Allí marchitó su encanto la amapola colorada. Allí entre las rocas yace su hermosura cautivada. Y tú, visitante ilustre, de esta villa tan nombrada, no la abandones sin ver La Cueva de la Encantada 50 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Romería de San Jorge Romería de San Jorge, entre olivares y almendros, me enamoré de tus ojos verdes como higos chumberos. Sobre un manto de pedriza se desbordan los romeros en un caudal de alegría, de bulla y repiqueteo. Tu pelo adornaba el aire, tu cuerpo engalanó el suelo, y vi mi infancia marchita entre ardorosos deseos. Las risas de los muchachos corrían como un riachuelo, con él se fue mi inocencia, por él llegó tu velero. La música del acordeón acompasaba tu vuelo, bailabas como un peón con la cuerda del salero. Del hornazo de mi madre para ti guardé dos huevos, redonditos, redonditos, ¡lo mejor del gallinero! Sobre la cal de la ermita, desconchada por el viento, pinté con verdín tu nombre, ¡rey de mi pecho moreno!. Del cerro Miragalanes, un palomo mensajero dejó, sembrador, en mi alma, un luminoso te quiero. Trino de alondra tu voz, tu aliento flor de romero, yo tu luna, tú mi sol, solos en el firmamento. 51 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina De la miel de tus labios me sentía el colmenero y entre aguijones de abejas te libaba el primer beso. En mi mano temblorosa posaste un ramo de espliego, que me embriagó los sentíos tomándolos prisioneros Un arrullo de perdiz cortejó nuestro paseo, revoloteó a tus pies, donde puse el mundo entero. El tañido de campanas pregonó nuestro secreto entre las crestas serranas, al galope de los ecos. -¡Qué sonido de leyenda! -¡Qué virtuoso campanero! -¡Qué aroma de primavera! -¡Qué clamoroso festejo! Las entrañas de la tierra despreñaban sus misterios, en un luminoso abril de jazmines y cencerros. En la oración a mi santo le pedí a corazón lleno que reforzará mi amor con fortaleza de acero. Juntos al anochecer bajamos por el sendero, tú volvías a tu casa, yo, caminito del cielo. Y en la bóveda celeste, al cruzar El Cabezuelo se iluminaba una estrella a la vera de un lucero. 52 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Romería de San Jorge, un mes de abril en mi pueblo, ¡cómo brillaban tus ojos!, del año ya ni me acuerdo. Los ecos de aquel sí (A mis padres) Suenan tambores, coliblancos y colinegros, bajo el cielo ajardinado de abril. Sones que acarician tesoros, que embriagan las emociones del ardor juvenil y turban aquellos ojos azules con pupilas de orgullo varonil. Aromas de primavera, coliblanca y colinegra, son el cortejo de los novios de abril. Mil pétalos de cristal sobre su pecho con suspiros rosados sobre un cálido tapiz. Y en sus labios un río de besos carnosos, y un suave sabor a carmín. Lluvia de estrellas, coliblancas y colinegras, sobre eternos olivares de mi andaluz abril. Centinelas de gloria en la noche iluminada, con la luna del castillo prendida como un candil. Y en sus piedras el eco vivo de una promesa, Aquel sí, de aquel abril 53 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Alondra de cortijo Fuiste copo cantor en las gélidas mañanas de invierno, alguacil que al albor guiaba cuadrillas de aceituneros. Fuiste triste tenor en los turbios despertares de enero, tatuaje de fatigas en la rugosa piel de los braceros. Fuiste ayuno del sol, en los duros jornales de aguacero, cómplice del adiós pausado que acompasan los arrieros. Fuiste hebra del amor, que hilvana las ausencias con esmero, cartero de la voz cautiva que anidaba en los aleros. Alondra, en la campiña fuiste aprendiz de humilde mensajero. Alondra de las viñas. racimos del deseo, tu vuelo prende el campo, tu trino el pueblo entero. Alondra de cortijo, ¡qué dulce son tu canto en mi aleteo! 54 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Polvorientos caminos Por polvorientos caminos pasea sola mi pena, rodeada de olivares verdes que la encadenan. Pena de solar sombrío, bajo nubes de azucena, bajo un yermo sol de estío, pena, que en tu ausencia quema. Pena de jardín marchito entre zarzas y malezas, en el abril de mi grito, pena que tu ausencia llena. Pena que nubla mis ojos como tormenta de arena, como tarde sin ocaso, pena de tu ausencia llena. Ya por el cielo asoma una solitaria estrella, lejana huella nocturna de oscura noche serena. Y mi dolor se apaga al resplandor de una vela, antorcha que ya ilumina un amor que se libera. 55 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina A ROSARITO (Nunca un recuerdo tan dulce me dejó un poso tan amargo) Cuando me recordéis que alumbre mi cara una sonrisa, que truene en el viento mi voz y en vuestro corazón el eco de mi risa. Cuando me soñéis, que sea en un patio andaluz, con aroma de azahar y alhelíes bajo un manto radiante de azul. Cuando me lloréis, que las lágrimas corran vuestro interior, que me busquen en esas entrañas amamantadas con latidos de amor. Y cuando me recéis, abonad con mi semilla la oración, germinará una rosa en el cielo, una más, en el jardín de Nuestro Señor. 56 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina La sombra del sol de Oriente A Mari Carmen y Masato Flor de olivo, fruta naciente, soy el latido sincero que nunca duerme, el pétalo engalanado, siempre sonriente, el alma adormecida, la del quejido leve, la del arrullo suave, mariposa silente. Hoja de otoño, luz de poniente, eres el cauce de vida que me compromete, el despertar sonoro de timbre elocuente, la espina clavada que se desvanece en el mágico despertar de un sueño inocente. Luna de amor, sol del Oriente, somos el beso encendido de llama perenne, la risa de otoño que canta en la fuente, la caricia viajera que se va, que se viene, cautivando una sombra furtiva en creciente. 57 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Tres cruces Tres cruces, tres llagas, tres heridas, por las que sangra la historia de mi pueblo, noble y sagrada. La Cruz de la Roldana, piedra bendita de honor mancillada sobre memoria viva y mártir de una dama, con sus pechos de luna mutilados por daga musulmana. Sangre de nuestra sangre, gran torrente de vida que amamanta la singular bravura de las gentes de esta villa serrana. Es la Cruz de Marbella, faro perenne de la madrugada, para los campesinos de manos encalladas, para los labradores que entierran sus penas tras las azadas. Sangre de manantial por cuyas venas fluye la esperanza, agua de miel que mi tierra sedienta bebe de sus entrañas. En la Cruz del Convento, cuando duerme la voz de la espadaña, brotan tibios rumores de horno, molino y fragua; gentil abrevadero que nos brinda el maná de la alborada Sangre de la oración sincera, fecundadora del alma, luminoso vivero de su fe fervorosa y cristiana. Tres cruces, tres llamas, tres luces como tres albas 58 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina que alzan su vuelo sobre la fuente clara. Con la raída maleta en el hombro Con la raída maleta en el hombro, al encuentro de ilusiones derruidas, los emigrantes sacuden sus vidas desde el dolor, la rabia y el escombro. Centurias de luqueños que no nombro cruzarán las fronteras guarnecidas, lamerán a lo lejos sus heridas y en las minas causaron gran asombro. Atrás el sol atroz de las campiñas, los cortijos jalonados de olivos, el plácido remanso de los huertos, el consuelo fugaz de nuestras viñas, la promesa solemne de los vivos y el sagrado recuerdo de los muertos. 59 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Fruto del sol Con furor te retuerces en la cuna arañando a la tierra tu sustento, para elevarte desde el sufrimiento de los ahijados de la verde luna. El festivo blancor de tu fortuna, en el primaveral encantamiento, realza en calidad de monumento el suave amanecer de la aceituna. De tu fecundidad brotó el aceite en luminoso claustro de cristal, y es pureza, y es manjar, y es deleite. Milenario testimonio vital, tu grandeza no precisa de afeite, fruto del sol, de semilla ancestral. 60 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Albenzaide En la quietud derruida, tus almenas, grupas inertes del pétreo vigía, abren a la oquedad naciente del día, el vigor poderoso de tus venas. Eslabón rocoso de mil cadenas tatuadas en la piel de Andalucía, manantial verde de verde elegía, que antaño fueras filón de arenas. Nidal abrupto de los sufrimientos ajados del alma de los luqueños, que en su bregar te erigieron alcaide. Roquedal, baluarte frente a los vientos cálidos, fríos, villanos, burgueños. Fortaleza del aire; tú, Albenzaide. 61 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Padre, déme usted cerillos - Padre, déme usted cerillos pa` prender el olivar, que al niño recién nacido le asusta la oscuridad. A las puertas de un cortijo, por el Prado de Pomar, se ha sentado un pastorcillo con zambomba y un cantar: - Niño santo, niño bueno, de la cuna del pajar, toma un ramito de olivo y aceitunas del morral. Niño sol, niño moreno, rey del arco celestial, de las estrellas del cielo ¿cuál es la que luce más? - Olivareros de Luque, de Baena hasta Alcalá, prended vuestro corazón que es la luz que más luz da.” - Padre, guarde los cerillos, ¡prendamos el olivar! ¡Que al niño recién nacido le encanta la claridad! 62 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Luz del Alcázar Luz del Alcázar en una tarde de marzo, arrullo de agua. En la cuna de mi mano, con aroma de albahaca, Cupido tensaba su arco. Rumor de combas donde saltaban las niñas, baile de alondras. En una nube de risas mezclan fragancias de rosas con el zumo de sus viñas. Miel del Alcázar rezuma el cáliz del sol, horas de nácar. Entre naranjos en flor, la dama viste su jaca de un amarillo limón. 63 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Tambor Tambor, cornetas y costaleros, Luque, redoble, pregón, ofrenda, velas y atuendos. Tambor, de la Centuria Romana, furia, redoble, temblor, toda la Santa Semana Tambor, palmas de miel en la misa, ramos, redoble, candor, triunfo de La Borriquita. Tambor, fuente de sienes heridas, ronco, redoble pasión, llagas de las Tres Caídas. Tambor, canto de fe pecadora, piedra, redoble, Señor, humilde pan de la Aurora. Tambor, cuadrilla de colinegros, turba, redoble, deudor de Judas el traicionero. Tambor, el granizar del diluvio, campo, redoble, sudor, desfile del cuello sucio. Tambor, ecos que alumbran balcones, 64 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina niñas, redoble, tremor, amargo sol de Dolores. Tambor, cálido vientre de luz, santo, redoble, pastor, Cristo de la Vera Cruz. Tambor, trueno de fe en el convento luna, redoble, fulgor, Expiración y Silencio. Tambor, alma que late en los dedos, alba, redoble, fervor del corazón nazareno. Tambor, manos de verde olivar, capa, redoble dolor de la Hermandad de San Juan. Tambor, lágrima en flor de azahar, copla, redoble, y amor de maternal Soledad. Tambor, vergel ahíto de pena, llanto, redoble, perdón, suspiros de Magdalena. Tambor, émulo de campanario, lauro, redoble, viador en la subida al Rosario. 65 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Tambor, yunque de mantilla y luto, duelo, redoble, crespón, aura del Santo Sepulcro. Tambor, vientre que ilumina el sol, Hijo, redoble, valor, Virgen del Mayor Dolor. Tambor, pénsil de patios en flor, vida, redoble, clamor, Pascua de Resurrección. Tambor… Tambor… Tambor… 66 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Canto a la plaza I La plaza de Luque es monumental, remanso plácido de arte e historia. ¡Cántico luminoso de cristal, rocoso pórtico, pilar de gloria, ataviado de oro como un cendal que surcara mares en la memoria! Y en su sosiego se eleva una cruz, sangre en la victoria, sombra en la luz. II La Iglesia parroquial de la Asunción, tesoro artístico de nuestra villa, templo y fortaleza de la oración, es venero de fe, fruto y semilla. Su artesonado, retablo y frontón rematan tan colosal maravilla. Mientras, en la torre del campanario, las campanas convocan al rosario. III El viejo torreón desguarnecido, huérfano de arcabuces y murallas, de almenas arrojadas al olvido, testigo mudo fue de mil batallas. El reloj de sol es ave sin nido que canta sin voz las horas canallas. Y los hombres olvidan su destino ahogando su pena en un buen vino. IV Majestuoso balcón sobre el verdor oceánico de nuestra campiña, tú, noble Albenzaide, campeador horadado por vientos de rapiña, con tal orgullo muestras tu esplendor que albercas son mis ojos de morriña. Y en el altillo de los jornaleros se abrazan los lunes con los eneros. 67 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina V Qué hermoso azul en tu arco celestial, patio moruno de gentil primor, que guardas en tu enigma califal el secreto perfume de una flor, y labras corazones del riscal con mano firme de gran escultor. Y en la noche, arracimada de estrellas, los luqueños lloran de amor por ellas. IV La vida fluye como un manantial al sereno regazo de la plaza, joven regato de eterno caudal que esquiva las furias con su coraza. Aquí, sobre este idílico rodal, quiero ganarle al mar mi última baza. Luego, lanzad al monte mi ceniza, para que anide libre en la pedriza. 68 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina ECOS DE LUZ CRECIENTE 69 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Recuerdo Te insinuaste en el perfil de la mañana Apagando el latido débil de mi sueño, Para cobrarte la última lágrima que te debo. ¡Oh, recuerdo, Fiel amigo viejo! Te reconocí como mi propia sombra, Siempre fría, siempre oscura, siempre sola. En el jardín, tras la ventana, suena la alondra, Suena fría, suena oscura, suena sola. Me embarcaste en un mar de melancolía Donde ondulaba lo amargo con lo acerbo, Mientras rasgaba la cortina el nuevo día, Penetró la hostil vigilia en mi pecho. Y te seguí hasta donde la luna se amansa, Abonando de lamentos el firmamento, Hasta apagar la última estrella que te adeudo. ¡Adiós, recuerdo, Mañana te espero! 70 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina El nido de mi mano Nunca supe escribir el verso que rezara te amo. Que liberado del ágrafo momento, con las marcas indelebles del abrazo, con las tintas insolubles del aliento, lo anegara todo con su trazo. Un verso que fluyera suave y sin acentos, sin cadencias, ni rima, ni ritmos apresurados, que colmara sin medida tu contento, que en sus pausas recogiera lo sembrado. Nunca dejé volar ese verso, y desde siempre anidó en mis manos. 71 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Obsesión por tu mirada Quise hallar la magia de tu mirada y en la noche oscura la encontré embrujada. Quise hallar el gusto de tu mirada y en el mar sereno la encontré salada. Quise hallar el brillo de tu mirada y en el alto cielo la encontré estrellada. Quise hallar la gracia de tu mirada y en el campo errante la encontré encantada Quise hallar la esencia de tu mirada y sobre mi pecho palpitó: enamorada 72 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina La amanecida En la mañana fría me apareciste de la nada, como la amanecida, como la suave herida que lame la miel salada. Sobre mi pecho yacías, cenicienta y aletargada, cual caricia dormida, cual cicatriz fingida que turba la piel dorada. Y fue la amanecida, al sorprenderme en tu regazo, quien extendió su manto cano para arrojarnos a la vida, desnudos hacia el ocaso. Plenitud Sentí, al tomar tu mano, que lo tomaba todo. 73 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina En el azul de la tarde A Pepi Suárez De blanco, en el azul de la tarde frente al mar, soledad, de cara a tu plenitud, entre nubes sin tiempo que vienen y van, mi alma flota sobre hilos de luz. Es la gloria. Los sueños abrazan las olas, las olas recrean los recuerdos, los recuerdos agitan los vientos que mecen sin pudor la memoria. Es mi memoria. Las luces apagan las sombras, las sombras encienden los besos, los besos envuelven mi cuerpo que gira como una noria. De blanco, una tarde de azul frente a la mar, felicidad, tu luz plena me arde, y amparada en su noble inmensidad, mi alma hila ilusiones en el aire. 74 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina En tu mirada ausente En tu mirada ausente, tras el cristal opalino de unos ojos complacientes que se colman de vacío, me he visto entre la gente, aislada, a solas con tu frío. En tu mirada penitente, tan frágil como un suspiro, tan huera en su continente, tan yerma en su contenido, la noche cae para siempre, calmada, como gotas de rocío. Y a tu sonrisa perenne se ancló mi ánimo abatido, en las arrugas de tu frente sellé mi adiós definitivo, sobre mi pecho doliente, callada, clavé tu último latido. 75 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Amantes en el silencio A Conchi Paniagua Allí, donde nace el silencio, fluye la libertad del recuerdo, el aire limpio de la emoción el leve germinar del beso. Allí, donde habla el silencio, se escuchan las miradas de unos ojos tiernos, se saborean las caricias que eternizan momentos, y se miman las voces que olvidan hasta su eco. Allí, donde muere el silencio, vibran las palabras doradas de misterio, rebrotan las risas que envuelven nuestros cuerpos. Allí, tu y yo, amantes en el silencio. 76 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Despertaré en el olvido Despertaré en el olvido, entre sábanas de sombras, amordazado de frío, aterido, en esta oscura mazmorra, lápida de mis sentidos que apenas da cobijo en mi memoria a un ayer que es cuenco vacío, fruto huero, ácida escoria, surcos de desencuentros áridos y baldíos. Despertaré en el olvido, a solas, en las tinieblas de mi alcoba, acariciado por la lengua del rocío, atrapado por la ignota voracidad de las cosas, sin rostros ni sonrisas con nombres ni apellidos. Ya no se encenderán las amapolas que alumbraron las campiñas del estío, y las alegres bandadas de palomas, que adornaban mis horas de retiro serán tránsito de nubarrones, espuma de olas que se abaten sobre un crepúsculo de hastío. Las ubres de mis recuerdos agotan su caudal en un reguero amarillo donde abrevan las fugaces gaviotas que en su vuelo se arrojan al abismo. Mientras la luna, amante de mis derrotas, se extingue lentamente como un candil desleído, en la noche que me acoge sueño con soñar que nunca despertaré en el olvido. 77 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Brotaste del agua como una sirena (A Flavia y Conchi) Brotaste del agua como una sirena, vestida de cielo bordado en estrellas, un baile de caracolas tu cabellera, y en tu cara una caricia de marinera. Tu mirada redonda de luna rellena alumbraba una sombra turbia de pena. Tu sonrisa fresca, cautiva y velera, surcaba las olas hacia la ribera. -¡ Ay, qué oscuro, madre, el vientre de la ballena! ¡Qué atormentado el genio que encierra la botella! ¡Qué terrible el trueno! ¡Qué cruel la centella! ¡Ay, que triste el duende que aúlla sobre la arena! Vente con el viento, sirenita de la sierra, te coronará con guirnaldas de azucena, con un coro de colorines en tu melena y sobre tu pecho un galardón de bandolera. -Vamos a la sierra, madre. Buscaremos hierbabuena, y en atardeceres grises prenderemos nuestra hoguera. ¡Vamos de la mano, madre! ¡Vámonos de primavera! 78 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Amapolas blancas Mientras tañe la mañana un túrbido coro de alas, florece en tu templo puro un ramo de amapolas blancas. Entre los fieros puñales que se desgarran al alba, con las mil lágrimas rojas que manan de tus entrañas, la ilusión se desvanece y se nos ahoga el alma. Sus ojos se tiñen de luto, de escarcha tu fuente clara, de rabia hierve su sangre, la pena inunda tu cara, que de tu templo bendito brotan amapolas blancas. 79 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Te equivocas ( A Ángel y Maribel, maestro/a ) Te equivocas si crees que algún día se apagará el brillo de los ojos que encendiste con tu mirada. Que como agujas de reloj, sin aliento, dejarán de crear las manos del artista. Te equivocas, cuando en tus silencios se desvanecen las voces que aventaste con tus palabras. Que como arroyo de montaña, sin alimento, dejará de brotar la vena del artista. Te equivocas... Y yerras si temes que el camino se angostará hasta el olvido cuando la tormenta arranque tus huellas, cuando el viento arroje al vacío el eco de tus pisadas y cubra la niebla tus pupilas tejidas con la leve cortina de la nada Y yerras porque será entonces cuando fluya la savia del artista, cuando germine el fruto de su genio, y con él, el brillo sonoro y dulce de la memoria ataviada con las perlas que atesoran los recuerdos. ¿Acaso no nace el artista de lo que lleva sembrado dentro? ¿Acaso no brilla el artista con la luz que ilumina su pecho? ¿Acaso no ves, dime, maestro, tu sombra reflejada en su espejo? 80 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Pediré al silencio que me acompañe Pediré al silencio que me acompañe allá donde me lleve el recuerdo, a que desbroce el sendero por donde transitan mis miedos, difuntos espejismos, pasajeros que azotan la sed de los hielos. Pediré al silencio que me acompañe, y acompase a lo sumo el latido del tiempo, caducos susurros que ayer fueron ecos, limosnas sonoras de algún pordiosero que ansioso aún recoge las horas del suelo. Pediré al silencio que me acompañe a los suburbios de mi mirada, a las agónicas letanías de la tarde donde tejen sus templos las arañas, al vértice del crepúsculo donde aguarde el gélido beso de la escarcha. Pediré al silencio que me acompañe, y lo hará, y me llevará al olvido donde no habrá nadie, y escarbando tumbas en mis oídos bailará, entre sombras, con el aire. 81 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Mi dolor es un fuego inmenso (A Pilar Guillén) Mi dolor es un fuego inmenso en un océano de olas arrebatadas, es el recuerdo que asoma cada mañana en el alféizar de mi sufrimiento. Mi dolor es hierro candente en una fragua de furias desatadas, es el recuerdo que asola mi cama como una huella de cal ardiente. Mi dolor es un perro inmundo que aúlla a su luna solitaria, es el recuerdo rabioso que ladra su condición de moribundo. Y dime, dolor: ¿Por qué quieres enterrar mi voz en el desierto de los ahogados? ¿Por qué quieres sepultar mi flor bajo el estiércol de los olvidados? ¿Por qué quieres tatuar mi piel con el estigma del repudiado? Pero te irás, dolor, te irás porque te quedarás sin nombre, ya no serás la sombra que anegue mis noches ni el torvo silencio que mi alma corroe. Y sobre ti resurgiré, Iluminada con la luz infinita de mis dos faroles. Ilusionada con el rebrote de los ánimos cantores. Enamorada de la vida como del sol los girasoles. Y rescataré desde la mirada morena de un instante de ensueño, los paraísos perdidos 82 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina acunados en mis senos, los cálidos amaneceres con aromas de misterio, las lluvias otoñales caducadoras de sueños. Y deshojaré, pétalo a pétalo, los capullos de mi huerto, para ofrecerme ante la vida con el pecho al descubierto. 83 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina El último espejo Camino por un otoño lánguido, dorado y seco. A mis pies revolotean las hojas del árbol viejo. ¡Qué tristes suenan mis pasos! ¡Qué son tan lejano y hueco! En el jardín desolado campean los mirlos negros; sobre el rosal que plantamos llueven espinas del cielo. Debajo de las farolas, mis ojos, candiles yermos, destilan en sus pupilas la cárcel de los recuerdos. ¡Qué amargo me sabe el llanto que mana del desconsuelo! Por las callejas oscuras de la ciudad de los vientos se rompe, bajo la bruma caduca, el último espejo. *** Rebrotará mi sonrisa tras las escarchas de enero, mi cuerpo será un retoño en busca de soles nuevos y florearán mis labios con los primeros almendros. . 84 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina La niña bonita (A Laura) La niña bonita lucía en su ajuar los ojos del cielo con agua de mar. La niña chiquita, suspiro del aire, envidia del viento que vuela cobarde La niña blanquita, espuma de nieve, almendro de nata de júbilo breve. La niña rubita, espiga de trigo, arrullo de luna con alma de olivo. Mi niña bonita regaló su ajuar a un niño moreno sabor de azafrán Y el galán lucero, mirlo de cristal, anidó en su cielo y se bebió el mar 85 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina Canto a la Vida I Vida, lo alumbras todo. Con tu claridad creciente iluminas plena el aforo terrestre, donde gozosa rezumas hilos de oro de levante hasta poniente. Alientas el noble coro y haces bullicio la fuente, verde manantial sonoro, caudal de cristal fulgente, de alborozador jolgorio de pasión incandescente. * Y así también alumbras la torpeza de los necios con las miserias que encumbran. II Vida, lo hermanas todo: las palmeras del desierto con los glaciares del polo; el baúl de los recuerdos con el cofre de un tesoro; la mansedad del cordero con los aullidos del lobo; la lucidez de los ciegos con el grito de los sordos; la humildad de los maestros con la soberbia del docto; el bramido de los vientos con la brisa de los soplos; la serenidad del cuerdo con el tronar de los locos; la plegaria del cristiano con la oración de los otros… * Y así también hermanas la penumbra del ocaso al clamor de la alborada. 86 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina III Vida, lo inundas todo. Me siento como una amapola que se despetaliza para surcar los cielos en el vuelo de una alondra, que se poliniza para fertilizar la tierra que desde antaño la abona. * Todo lo inundas, vida… Y así como en el mar la ola se va y vuelve renacida, quiero tañer la campana con la aldaba de mi risa, que retumben las mañanas con tambores de ceniza, que el cascabel de los montes redoble con las esquilas. Quiero que entonéis mi adiós al son de una tonadilla, que traiga prendida mi voz cálida, vibrante y viva. 87 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina CHANZA DE CIERRE -Quieres que pida perdón y usas un tono severo, la mano en el ‘corasón’ y el ojo en el monedero. En verso lo pediré, urdiendo varias coplillas, aunque también ligaré cuartetas y redondillas. -Me comeré las copletas prestadas, que no son tuyas, y clavándote mil puyas merendaré tus cuartetas. Pues tienes menos arte que el palo de una escobilla; no me salgas tan pedante que tienes solo boquilla. -Para pedirte perdón tendré que ver tu mirada y ponte bien las lentillas, que no parezca prestada. -Para pedirme perdón tendrás que hilar las palabras e hilvanar bien los botones con que se abrochan las almas. -Para pedirte perdón tendré que mondar los platos y arrebañar los ‘sapatos’ gastando poco Mistol. -Para pedirme perdón tendrás que girar el tiempo y desandar los caminos tirando piedras al viento. 88 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina -Para pedirte perdón tendré que ‘haserte’ la cama y dar la vuelta al ‘corchón’ cuando a ti te dé la gana. -Para pedirme perdón tendrás que robarme un beso y curarte el subidón peregrinando al desierto. - Para pedirte perdón tendré que ver un ‘consierto’, y antes me contemplo tuerto que enfrentito un ‘sasofón’. - Para pedirme perdón tendrás que vender faroles, y en la noche de San Juan alumbrar los corazones. -Para pedirte perdón tendré que usar un bombín, ‘pa’ poner la lavadora sin perder ni un ‘calsetín’. -Para pedirme perdón tendrás que aprender francés, ‘in vitro’ dirás que ‘oui’ ‘in pectore’ dirás ‘yes’. -Antes que pedir perdón ya te digo que prefiero hacer noche en el ‘juzgao’ y pedir ‘sita’ el primero. Aunque sea un ‘esaborio’, tu perdón es un ‘coñaso’, vete por donde has ‘venío’ y sal sin pegar ‘portaso’. -Ahí te quedas, ‘pringao’, con tus versos primerizos, ya te quedarás ‘helao’ cuando vaya con mellizos. 89 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina No se parecerán a ti, ¡benditos sean los cielos!, serán rubios de postín y habrá dos calvos de menos. ¡¡BAH!! ¡¡ PLUM!! (FIN?????) 90 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina PARTITURA DE LA GRAN CARRERA 91 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina 92 SOMBRA DE LUNA José Navas Molina José Navas Molina, cordobés de Luque (1960), y Profesor de Lengua y Literatura, cuenta con una dilatada experiencia poética y docente, en cuya práctica ha tenido siempre presente la sensibilidad de los niños y jóvenes. Muchas de sus composiciones han sido ensayadas y pulidas con la práctica en el aula, llegando a ser declamadas y cantadas por los niños con coreografía y música del autor, quien es consciente del valor de la poesía como medio valiosísimo para la educación de la inteligencia, de la convivencia y de la emotividad. Ha compuesto también numerosos poemas de temática y metros diversos (Sonetos, romances, verso libre...) de cuyo mérito dan fe los premios que ha obtenido en varios certámenes: Primer Premio del IV Certamen Literario “Ciudad del Aire” Alcalá de Henares, 2006. Tercer premio VII Certamen Literario “Maestro Miguel” de Villanueva del Pardillo, 2006. Tercer premio del III Certamen “José Chacón” de Alcalá de Henares, 2005... Su primer poemario, Espejo del Sol (Madrid, 2005, edición del autor) mostraba la vertiente polifacética de su obra: el poeta como profesor, paseante, enamorado, amigo…que ofrecía en su verso el espejo cálido, desnudo y revelador de la realidad. Ha publicado además como estudioso de la poesía una monografía dedicada a la obra poética y teatral de Miguel Hernández (Miguel Hernández, Liceus, Madrid 2006). En Sombra de Luna, este luqueño se adentra en sus recuerdos, en las vivencias compartidas, en la recreación de la memoria, en la emoción de la palabra que suena con múltiples voces… y en los ecos que espera producir en todos aquellos que se reconozcan de alguna manera en las Canciones Luqueñas. Diplomado en Magisterio y Licenciado en Filosofía y letras, ejerce su labor docente en la actualidad como jefe del departamento de Lengua y Literatura del IES Antonio Machado en Alcalá de Henares (Madrid). 93