Alero de Montaña - Efraín Subero
Transcripción
Alero de Montaña - Efraín Subero
Alero de Montaña EFRAÍN SUBERO Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 Índice General Prólogo Pórtico 7 13 PRIMERA PARTE / COSAS DE LA CASA El Jardín 21 Los sapitos del jardín 23 El estudio 25 La biblioteca 27 Para celebrar la eterna vida de los soldaditos de plomo33 La cocina35 La terraza 41 Cuadros, esculturas, cerámicas, artesanías 45 El juego de dominó 49 Los peces53 Los álbumes fotográficos 55 Blanquito y Negrita59 La mata de Pomalaca 61 Los ángeles 63 Los pájaros de la casa 67 La música que se oye 69 El Día de la Madre y el Día del Padre 71 Los trastos viejos 73 El “Paseo La Excelencia” 77 La parte de abajo 79 Las Calas 81 Las Calabazas 83 El pilón de Carmen 85 La hamaca Campechana 87 El mantel navideño 89 Nocturno de los hijos, de la lluvia y el llanto 91 SEGUNDA PARTE. LOS PERROS DE LA CASA Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña Trueno Diamante Tostao Tina Buck Grisha Dingo Azor Broco Elogio de la perrita de la cuadra EPILOGO Nosotros Currículum 99 103 105 107 109 111 113 115 117 119 123 127 Alero de Montaña PROLOGO Efraín Subero 1991 – 2001 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 Una casa con alero de montaña y linaje de mar: Autorretrato de un poeta Las casas no sólo sirven de domicilio, sino que recrean el imaginario de quienes en ellas residen. Habitáculo de ilusiones, armario de palabras que nos reservamos en la calle, constituyen el espacio esencial y primigenio de lo privado en oposición a lo público. Son el corazón en miniatura de sus dueños y suelen parecerse a ellos. Las casas dan pistas inequívocas de su carácter, de sus gustos y devociones, de sus fobias y simpatías. Albergan sueños y los van haciendo realidad en medio de paredes que se difuminan en miradas de afecto. Efraín Subero quiso hacer de su casa en San Antonio de los Altos un santuario de la amistad y del cariño. El sólo nombre que le puso (“Socaire”) alude a la intención de abrigar y proteger, de cobijar, de guarecer, de impedir la desolación y la melancolía. Hizo una casa de mar y llanto en medio de montañas de neblina y gotas imperecederas de rocío. Sus puertas siempre francas se abren a un mundo de intimidad y detalles, a un universo que gravita en torno a la biblioteca, centro no sólo del conocimiento académico sino de la creación literaria y de múltiples saberes, estos últimos reforzados por una extraordinaria colección de artesanías y arte popular. Y, por encima de las cosas materiales, el sello de la casa es la sonrisa siempre amable de la señora Argelia, llamada por mil razones Excelencia, la de sus hijos y la de Cira… la casa de la familia Subero nos acerca el cielo en pocos escalones, desde la música lisonjera de los móviles cantarines hasta los últimos árboles del jardín. No podía ser ni ofrecer menos la casa de un poeta, y de un poeta como Efraín Subero, que ha sabido captar y cantar los detalles de la vida mínima, de las cosas pequeñas y minúsculas, de los afectos Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña que encuentran su querencia entre los muebles, las mesas los libros, los cuadros los adornos, el inevitable polvo doméstico, los enseres y las conversaciones de amigos que se desgranan como gotas de tinajero, como rezos acompasados de rosarios familiares, como sencillas palabras que el mar escucha, que la brisa del Llano muda en susurros y la noche serrana en ateridas estrellas. Efraín Subero era un hombre que venía del mar y al mar le dedicó muchas de sus mas hermosas páginas, sus mejores sueños y sus preocupaciones más sentidas. Venía de una isla que se unía a la tierra por el cariño de unas playas constantemente bañadas de espuma y de un cielo marinero siempre azul. Las olas de la vida lo llevaron primero al Llano y de allá se trajo la pura brisa transformada en la sonrisa de su esposa. Otra ola lo llevó a Caracas y una más lo traería, junto a sus hijos, a las montañas en la que su casa debía ser un puerto de franquear riscos y marejadas. Y esa casa de montaña se convirtió en fondeadero seguro y en faro que dispersa la luz y regala amistad. Como su casa, este libro de Efraín Subero ofrece mil detalles, mil aristas de humanidad y poesía. Se titula Alero de Montaña y recoge textos escritos entre 1991 y 2001. Es un tributo a la casa, a la esposa, a los hijos, a los nietos, a los parientes y amigos, a las mascotas. Es un libro de lo sencillo, de lo cotidiano, de lo íntimo, de lo inmensamente hermoso en su pequeñez, que no es más que la grandeza de lo doméstico. Con su pluma estupenda, Efraín Subero logra recrear lo nimio y volverlo materia poética. Este libro, como ese otro suyo intitulado Memoria del puerto (referido a vivencias del Puerto de Pampatar, su lar nativo), penetra lo mas sencillo, lo reinventa, lo potencia hasta hacerlo sublime. Se divide en un “Pórtico”, una primera parte titulada “Cosas de la casa”, una segunda parte llamada “Los perros de la casa” y un epílogo con el sugerente e inclusivo nombre de “Nosotros”. Memorial de la familia y de los amigos, del cariño y los afectos de la vida, Alero de montaña es el testamento espiritual y afectivo de Efraín Subero. Su voz se hace eco y al abrir el libro (“Oigo la voz del mar y es la montaña que destila sus mieles y estrena sus rumores con la cadencia de la primera vez”) o cuando se interroga: ¿En donde estoy?¿Allá, al lado del mar, en la dulce Margarita de los guaiqueríes, o aquí, sumido en la montaña inmóvil? 10 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 ¿Dónde reside el hombre? ¿Dónde yace su cuerpo o dónde vibra, vivo, su recuerdo? ¿O vive en ambas partes a la vez? Hay un hombre pensando. Hay un hombre mirando. Arriba una campana campanea su silencio y un ángel aletea con las alas inmóviles. En estas páginas se cantan cosas sencillas como “El Jardín”, “La Terraza”, “El Juego de Dominó”, “La Hamaca Campechana”, “La Mata de Pomalaca” o “Los Perros de la Casa”. Textos particularmente reveladores del carácter del poeta son los titulados “El Estudio” y “La biblioteca”. Allí describe su sitio de trabajo y su formidable colección de libros, que da al jardín como continuando los tomos y volúmenes con flores y hojas: En la mesa de trabajo que da al patio quiero destacar la presencia de una frase de Cicerón que expresa el espíritu de ese ambiente singular en el que los contertulios se sienten tan a gusto: SI TUVIERAS UNA BIBLIOTECA CON JARDIN LO TIENES TODO. Efraín Subero fue un bibliófilo y un bibliógrafo de extensos conocimientos. Su biblioteca no es mas que un vergel, acaso uno de los mas extensos y bien cuidados de la Venezuela libresca, donde florecen y fructifican en páginas obras que retratan una disciplina (los estudios literarios), un país y al hombre mismo a través de una de su más sublimes creaciones (la literatura). Este poeta de mar abierto se enamoró de las montañas de San Antonio de los Altos y aquí echó el ancla de su casa: Como buen margariteño costanero, conocía la jumazón del mar; pero jamás había visto la neblina. Y ese día cuando almorzábamos […] una densa y fantasmal neblina cubría árboles irreales. Recuerdo que me asomé al paisaje y lo recorrí paso tras paso con ojos impregnados de emoción. Se sentía una paz inmarcesible. En las casas sembradas en las laderas como un damero viviente en las 11 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña colinas, veía los Nacimientos de mi infancia. Entonces me escuché con una voz que subía del alma como un rezo: - ¡Aquí me quedo! Y aquí me quedé En este libro han sido plasmados los afectos, los gustos, los detalles íntimos y domésticos de un hombre extraordinario, de un profesor sabio, de un escritor atildado y de un académico riguroso. Es un abrevadero de paz y de anécdotas salpicadas de literatura, de historia patria, de humanidad, ante todo. Efraín Subero era un hombre de afectos y este libro es un cúmulo de afectividad. Le gustaba repetir que toda literatura era autobiográfica y este libro suyo es, ante todo, un gran autorretrato, en el que dio cabida a sus más prístinos sentimientos. Deslizarse entre sus páginas es como cobijarse con ternura, con cosas sencillas, con vivencias y anécdotas vivificantes. Alero de montaña es un espacio que nos protege de la garúa de la vida, esa como lluviecita pertinaz que no acaba y que termina mojándonos todo si no buscamos una estancia placentera de amor. Este libro nos ofrece (a veces implícita, otras explícitamente) una poética de lo sencillo, de lo íntimo, de lo familiar, acaso una poética de la casa como hogar, como sitio preferente del amor (conyugal, filial, fraternal…). Horacio Biord Castillo San Antonio de los Altos, junio, 2008 12 Alero de Montaña PORTICO 13 Efraín Subero 1991 – 2001 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña 14 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 Oigo la voz del mar y es la montaña que destila sus mieles y estrena sus rumores con la cadencia de la primera vez. En lo alto de la silla donde me siento siempre, esta el soneto que me autografiara el fraterno poeta Mario Briceño Perozo, colocado en este pórtico de la casa, ya convertido en lema: Esta casa es tu casa caro amigo que llegas indeciso a los umbrales, sus puertas son dos alas fraternales abiertas siempre en actitud de amigo. Aquí se quiere conversar contigo, vivir tu dicha, consolar tus males; de nadie denigrar pues somos leales hasta en la enemistad del enemigo. Ricos no somos en metal; empero servimos a quien urge de servicio libres del odio y de la envidia crasa. ¡Salve hermano, viandante, caballero que demoras las plantas en el quicio! No toques a la puerta, pasa, pasa. Un tordo grande y armonioso como es la forma airosa de los pájaros vuela con lentitud como exhibiendo el vuelo. Al lado las reinitas livianas, amarillas y negras, escogen las ramitas más delgadas para ensayar su pintoresco bailoteo circense. ¿En dónde estoy? ¿Allá, al lado del mar, en la dulce Margarita de los guaiqueríes, o aquí, sumido en la montaña inmóvil? ¿Dónde yace su cuerpo, o dónde vibra, vivo, su recuerdo? ¿O vive en ambas partes a la vez? 15 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña Hay un hombre pensando. Hay un hombre mirando. Arriba una campana campanea su silencio y un ángel aletea con las alas inmóviles. Ahora mira la baldosa que perteneció al insigne escritor José Rafael Pocaterra y ahora constituye un distinguido obsequio que le hiciera Justo Fernández F. a la casa. El padre de Panchito Mandenfúa eleva su credo: ¡POR ENCIMA DE LO ÙTIL ESTÀ LO VERDADERO Y LA SUPREMA VIRTUD DEL ARTE ES LA VERDAD. Ciudad Cooperativa Los Castores. San Antonio de los Altos. Estado Miranda, Venezuela. 5 de abril del año 2000. 16 Alero de Montaña 17 Efraín Subero 1991 – 2001 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña 18 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 PRIMERA PARTE Cosas de la Casa 19 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña 20 Alero de Montaña EL JARDiN Efraín Subero 1991 – 2001 Sentado en mi silla de siempre compruebo que los versos de un poeta pueden ser verdaderos y no sólo irreales invenciones de la imaginación. Porque, en verdad, estoy al lado de un jardín donde filosofan las flores. Los días de fiesta nacional Marco me acompaña a izar y arriar la bandera de Venezuela. Se despliega en un asta que fue especialmente construida para ello. Me pareció que en el jardín la bandera flamea con impulso de Patria. Y ello mismo hizo que, dependiendo la estación del año, pongamos diferentes banderas con símbolos hermosos. Casi siempre animales benévolos y flores. Al llegar diciembre enarbolamos una con alegres motivos navideños. A un amigo le llamó tanto la atención que me preguntó si la que flameaba era mi bandera. Le contesté que no. Que esa era la bandera que desea saludar al que llega. Pero en este jardín hay muchas otras cosas. Desde aquí veo una máscara de bronce, la efigie del Maestro Prieto en la pared que da al jardín de las Tejada. Y como la obra que él dejó es de piedra- quiero decir, indestructible – diversos tipos de piedra colocó La Excelencia en el dintel de las ventanas de dicha pared. Como para que el Maestro se sienta rodeado y enaltecido por su propia obra. Delante tiene un arado del siglo pasado cuando todavía Venezuela tenía la suerte de vivir de la agricultura y la ganadería. Cuando los venezolanos ganaban el pan con el sudor de su frente. Y eran consejos valederos los que daba el poeta Elías Calixto Pompa en su soneto “Trabaja”: Trabaja joven, sin cesar trabaja; la frente honrada que en su sudor moja, jamás ante otra frente se sonroja ni se siente servil a quien la ultraja. 21 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña En el dintel del ventanal que da a la sala hay más piedras de todo tipo y de diversas formas. Carbón de Anzoategui. Curiosas piedras erosionadas de la Mesa de Guanipa. Corales de la bella casita de playa que el fraterno poeta Gustavo Pereira posee en Teléfono, frente a Guanta. Tantas. Tantas. Con algunas hago “Juegos de piedra”. Que así digo de esos intentos de esculturas que las juntas en diversas posiciones. “Las piedras hablan a quien sabe comprenderlas”, enseñó André Bretón. Esa mata de rosa roja que destella como si quisiera mostrar su propia sangre, nos las regaló Cheo Oropeza por allá por Ginebra, cerca de la Frontera con Francia. Esos troncos de piedra petrificada me los donó en Pariaguán mi cuñado Guillermito. Esa mata de Ave del Paraíso, extraña y enlutada, porque su flor junta blanco, morado y negro, nos la regaló nuestro sobrino adoptivo Johnny Higuera en Saint Pete… No puedo detenerme en tantas flores que florecen gratitud y recuerdos. Prefiero quedarme en el grito amarillo de las innumerables e indistintas Aves del Paraíso criollas, grandes y diminutas que juegan con la armonía de sus colores. Una cosa es el jardín de día. Otra cosa cuando transita las “Sendas de la tarde” del insigne poeta Fernando Paz Castillo: ¡Sendas de la tarde! Sendas de oro y rosa bajo el sol postrero, Cansados caminos del azul distante En que envuelve el aire la cumbre del cerro. Por sus sendas de la tarde desde este jardín partió el mismísimo poeta, acompañado por mi hermano Jesús Manuel de riguroso traje negro, a pasear en un Ford de tablita que manejaba el Coronel Suárez Blanco. De modo que los Castores, nacido el 15 de enero de 1959, ya existía a conocimientos de siglo. Ciertas noches, claras y serenas, me pongo con Marco a contar las estrellas. Pero con sus ocho años despiertos e imaginativos, siempre me gana. Porque las ve y las cuenta donde yo no las veo. Montreal, Canadá 1º de julio de 1999. 22 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 LOS SAPITOS DEL JARDIN Además de las numerosas plantas florales, el elemento vivo del jardín está dado también por minúsculos sapitos cantarinos cuya existencia nos sorprende siempre en el invierno, ya que en el verano se esconden y permanecen silenciosos. Pero nunca abandonan su albergue florecido. Como todas las cosas de este mundo, tienen su propia historia. Cierta vez me hallaba de visita en la Quinta “Tucupido”, Urbanización Los Chaguaramos en Caracas. Allí fui a visitar al insigne Rafael Rivero Oramas, Padre de la Literatura Infantil Venezolana, como lo bauticé. Entre tantos, dos hechos bastarían para inmortalizarlo con la gloria de la inmortalidad literaria: funda en Noviembre de 1938 la revista Onza, Tigre y León y la sustituye el 24 de marzo de 1948 por Tricolor, que sus manos llegó a ser la mejor revista infantil del mundo. Esa hora indescriptible entre el atardecer y el anochecer. Es una pausa de la conversación… ¡Los sapitos! No los había advertido. El armónico canto se esparce por el aire, llenaba los rincones, sale de las macetas como un polen sonoro. Olvido a las abejas sin aguijón que Rafael cuida con esmero, a la jalea real, libros, caricaturas, cuadros… Sólo estaba pendiente del canto monocorde que recibía la lluvia como una bendición. Y como ya nos encontramos en su jardín, le pido me regale algunos para traérmelos a los Castores y mantener cercano un coro angelical. Los sapitos ya tienen treinta años con nosotros. Recuerden que a ellos dedicó José Sebastián Tallen uno de los títulos inmortales de la Poesía infantil: El sapito glo glo glo: Nadie sabe dónde vive. Nadie en la casa lo vio. 23 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña Pero todos escuchamos El sapito: glo… glo… gló… ¿Vivirá en la chimenea? ¿Dónde diablos se escondió? ¿Dónde canta cuando llueve el sapito glo glo gló? ¿Vive acaso en la azotea? ¿Se ha metido en un rincón? ¿Está abajo en la cama? ¿Vive oculto en una flor? Nadie sabe dónde vive. Nadie en la casa lo vio. Pero todos escuchamos cuando llueve: glo… glo… gló … Ahora, estando aquí en Montreal, recibo líneas del profesor chileno Edgar Perramón a quien siempre le ha impresionado el insistente canto, cuando nos sentamos por la noche en el porche de la casa. Edgar concluye sus líneas recordándolos, diría más bien que consagrándolos: “Por aquí días grises; pero muy agradables. Seguramente los sapitos del jardín de ustedes deben estar con sus mejores notas en cada concierto del atardecer”… 24 Alero de Montaña eL ESTUDIO Efraín Subero 1991 – 2001 Como siempre trabajo en varios libros al mismo tiempo, inadvertidamente he ido acondicionando diversos sitios donde tengo a mano los materiales. En verdad, el pequeño escritorio propiamente dicho, situado en un remoto rincón de la biblioteca, lo utilizo poco. A veces es más capilla que escritorio. Porque allí tengo a la Virgen del Valle, al Santísimo Cristo del Buen Viaje de Pampatar, un Bray Martín de Porres, el santo de los pobres, unos monjes de madera que no quitan la vista del libro de oraciones, algunos crucifijos que tienen su razón de ser. Los contados amigos que, como el Maestro José Antonio Dávila; han ocupado ese rincón, saben que es verdad lo que digo. Curiosamente en el estudio tengo también una fotografía y una pequeña escultura artesanal de la Virgen del Valle a la que le enciendo una vela de cuando en cuando, otra fotografía del Santísimo Cristo del Buen Viaje, algunos retratos familiares e incontables recuerdos de viajes. Por mi vieja manía de escribir escuchando música, en cada uno de esos sitios tan personales me las he ingeniado para disponer de un reproductor de sonido. Creo haber descubierto que los libros viven. Necesitan buena música tanto como presencia humana y aire. “Aire y cariño” me recomendó un especialista de la UNESCO a quien pedí el favor me ayudara a combatir la humedad de Los Castores. En el estudio conservo algunos ángeles, múltiples papelitos donde escribo las frases que más me impresionan de los libros que leo, materiales seleccionados para futuras obras y, por supuesto, están desperdigados por toda la casa, más recuerdos de viaje. Allí tengo los libros de arte y un fichero onomástico con los datos esenciales de la gente con quien me tropiezo en mis lecturas, un gran retrato de mi madre pintado por Melitón Rivas, un retrato mío que me hizo el gran artista vasco Celedonio Otaño para que vea, 25 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña según él, como seré en la vejez, y estatuillas de grandes nombres de la cultura universal. Recientemente, cuando me dí a ordenar la Biblioteca Básica de Cultura Venezolana que no sin cierto sobresalto me publicó PDVSA; tuve que extenderlo y por eso la casa ahora carece de garaje. Allí organicé otra mesa de trabajo. Un día me causó desagrado la soledad, no sé por qué ya que Juan Ramón Jiménez me enseñó: “Soledad, te soy fiel” y Franz Kafka: “Necesito estar mucho tiempo solo. Todo lo que he hecho no es sino un logro de la soledad”. Entonces dividí la mesa de trabajo con una pintura muy importante que me trajo el pintor Alirio Palacios de la Academia de Arte de Pekín, más recuerdos de viajes y de amigos, gorras militares entre ellas la del entrañable Contralmirante Salvador Paz Camacho cuando era Capitán de Navío y las que me obsequió el Capitán Vargas Lander cuando comandaba el transporte que me permitió conocer lo que después sería mi libro Islas Venezolanas del caribe, editado por Ernesto Armitano. Pero por algo no me agradó el silencio ni la soledad del garaje convertido en estudio y entonces le di vida con periquitos australianos de diversos colores. Allí he comenzado a ordenar todo lo que tengo de cultura regional y estatal venezolanas y los libros teóricos de Literatura Infantil que utilizaré en mi Estética, Ética y Ética –Estética trabajo con el que pienso trasponer los umbrales del siglo XXI. En esa extensión del estudio que me conserva ilesos conmovedores recuerdos de infancia el sombrero que Vitico Narváez mandó a hacer para que quedara como “souvenir” de los 90 años de tío Marquito. ¡Ahí, también hay una reproducción de la empuñadura del báculo de Su Santidad Juan Pablo II que mis hijas Liliam y Carolina me trajeron del Vaticano y por último, pero no de último, un crucifijo que adquirí en un Mercado de las Pulgas en Estados Unidos. André Gide escribe en sus Memorias que el ambiente de trabajo que se forma el escritor influye positivamente en su escritura. He comprobado que es verdad. 26 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 LA BIBLIOTECA La biblioteca ocupa los bajos de la casa. Ha podido ser sótano. Es grande. Pero pudo serlo más y los libros lo hubieran agradecido. Porque cuando ya estaba terminada mediante un corte perpendicular que se hizo en toda la mitad del terreno, el ingeniero de la Cooperativa me preguntó qué destino le iba a dar a ese espacio tan amplio. Cuando le dije que iba a servir de biblioteca, preguntó sorprendido: -¿Y Ud. tiene tantos libros así? -Sí, tengo bastantes. -Me lo hubiera dicho, y en ese caso, el corte se hubiera hecho en toda la entrada de la casa. A todo hay que buscarle el lado positivo y eso sirvió de experiencia para las casas que se construyeron después. Quizás lo más enojoso fue el traslado de los libros desde Caracas hasta Los Castores. Yo no sabía nada de construcciones ni de mudanzas (por ello ni siquiera numeré las cajas que vinieron de El Tigre) y los deposité en el garaje de cualquier manera. Días después hicimos una cadena humana y tengo que agradecer la ayuda de múltiples amigos en la tarea de ordenarlos en el sitio correspondiente. El problema está en que los libros se incrementan a diario y uno tiene que ingeniárselas para obtener espacio donde no hay. Tal vez por eso me dijo una vez el Dr. Arturo Uslar Pietri que los libros son como el dinero: molesta cuando se tiene mucho. Curiosamente, pudiera pensarse, de acuerdo a mi trayectoria profesional, que se trata de una biblioteca especializada. Y no es así. Por supuesto, enfatiza en las Humanidades. Pero no se cierra a la de Ciencia. Y con el tiempo se ha convertido en una biblioteca enciclopédica de varios miles de volúmenes. Al fin y al cabo, como afirmara 27 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña el erudito Luis Beltrán Guerrero, “La universal preocupación por ver, comprender, sentir, amar y saberlo todo, caracteriza al humanista”. La bibliotecaria es de porcelana. Me la regaló Chuchito Silva en su tradicional y ya inexistente bodega de Pampatar. La secretaria es una exuberante muñeca de trapo que me regaló en Ciudad Bolívar Mimina Rodríguez Lexama. Parto del principio de que libro que a mi no me sirva, ¿Cuándo no sirve un libro?, no hay libro tan malo que no tenga algo bueno, como dice Cervantes en El Quijote, le sirve a otro. Esta verdad elemental resulta incomprendida para mucha gente. Y se por qué lo digo. Una vez me visitó un académico muy conocido y comentó que yo tenía allí “todo animal de uña”. La aristocrática señora de otro, cuando vio los libros amontonados en aparente desorden, reaccionó con manifiesto desagrado: -¡Que horror! Dio la espalda y se fue. El académico me hizo un guiño y la siguió sonriente. En cambio Rafael Caldera, Don Fernando Paz Castillo, el Maestro Luis Beltrán Prieto, Guillermo Morón, Oscar Sambrano Urdaneta, José Antonio Escalona Escalona, el recordado Prebístero Pedro Pablo Bartola, Don Pedro Grases, Manuel Pérez Vila, Doña Lucila Palacios, Tobías Lasser, Luis Beltrán Guerrero, Doña Irma de Sola, Don Roberto Lovera, Ángel Luis Morales, Pedro Lira Urquieta, José Ángel Oropeza Filiberto, entre otros amigos inolvidables de aquí y un lejano allá, le han dado vida y se han servido de ella. No olvido una vez que vinieron profesores de veinte universidades norteamericanas a estudiar Literatura Infantil y Juvenil Latinoamericana. Fotografiaron, grabaron, fotocopiaron, indagaron. Les serví un suculento almuerzo criollo. Y cuando supieron que toda la intención era gratuita, se impresionaron. Algunos lloraron. Entonces empezaron a cantar al unísono, añadiéndole mi nombre, la conocida canción: -Efraín es nuestro amigo… Efraín es nuestro amigo… Hace poco hice lo mismo con una profesora italiana, un profesor chileno y otro español, uno de la universidad de Priburgo, otro de la Universidad de Bona. Y ya son muchos los estudiantes que en ella han elaborado sus trabajos de ascenso o su tesis de grado. Y a nadie le cobro un centavo. -Pues si no me cobra por hora, me niego a consultarle, me respondió enojada una vecina quien por el requisito de la gratitud 28 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 prescindió de mis servicios. Todavía miro al eminente poeta Fernando Paz Castillo buscando inútilmente los libros que me había prestado. En esos momentos lo traicionaba su esencia de poeta infantil, porque exclamaba disgustado de los dientes para afuera: -¡Alguno me llevo! Cerraba los ojos, daba un giro como si estuviera jugando “La Gallina Ciega” y donde detenía su mano agarraba el libro y se lo metía en el bolsillo del paltó. Ya se podía tomar satisfecho, en compañía de Oscar, su copita de jerez Harvey acompañadas de pequeñas rodajas de pan campesino. Pero Don Fernando vengó sus libros extraviados de una manera pintoresca. Como fue él – 4 de mayo de 1977 – quien me recibió al incorporarme como individuo de Número a La Academia Venezolana de la Lengua, en sus palabras de recepción recordó el cartelito de mi biblioteca que ocupa el mismo lugar inamovible: SI QUIERES CONSERVAR TU BIBLIOTECA NO PRESTES TUS LIBROS NI DEVUELVAS LOS PRESTADOS. Provocando la risa de toda la concurrencia, Don Fernando levantó el brazo derecho acusador, fingiendo enojo: -¡Lo segundo me consta! Como imaginaran, en tantos años, ¡que cosas no habrán ocurrido en su ámbito! Cuando estudiaba Letras en la Universidad Central de Venezuela (por razones vitales llegué tarde a los estudios universitarios) el Profesor de Teoría Literaria leía sus lecciones justificándose de que pertenecían a un libro inédito. Aquello resultaba muy fastidioso y por lo general, el reducido grupo de alumnos no… le prestaba atención. Un día capté una frase al vuelo y seguí escuchando con el mayor cuidado. -Esto no es de este señor, me dije… esto lo he leído yo en alguna parte. Y ahora viene lo insólito. Como quedé con el grillo por dentro, fui derechito a la sección de mis libros de Estética y por pura intuición tomé uno que abrí al azar. Era la clase que el profesor nos había leído como perteneciente a su libro inédito. Se trataba de Primavera temprana de la lírica 29 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña europea de Ernst Curtius. Marqué la página y estaba ansioso de que llegara el día de la próxima clase de Teoría Literaria. Entonces, con la mayor discreción, me acerqué a la cátedra y le mostré el texto al mismo tiempo que le decía: -Aquí esta la última clase tomada de su libro inédito. Pero ello me costó el Summa Cum Laude. En la biblioteca se consolidaron por razones funcionales cuatro sitios de trabajo. Está el recibo (ángeles, recuerdos de viajes, retratos: el Maestro Rómulo Gallegos cuando lo entrevisté para “El Universal” a su regreso al país en 1958, el Maestro Prieto, el Presidente Rafael Caldera en una foto de su campaña electoral de 1968 con bondadosa dedicatoria, Don Pedro Grases, Jóvito Villalba, el Maestro Ángel Rosenblat); una mesa de trabajo, al fondo; el escritorio, propiamente dicho; y en la parte que da al frondoso patio, otra mesa de trabajo. En la mesa del fondo, atestada de libros y viejos discos de colección, tengo a la izquierda, una excelente fotografía de mi madre Agueda Narváez Serra; hecha por el fraterno Hermes Camel; en el centro el retrato de mi padre Chucho Subero y de mi hermano Jesús Manuel; a la derecha un retrato mío tipo afiche que me donó y me hizo Víctor Ridaura, esposo de mi querida alumna Mariela García Yánez quien amablemente recogió en su tesis de grado todo lo que tiene que ver conmigo; y un montón intocable con los libros que leía el Maestro Prieto al lado de su chinchorro de moriche, que sigue colgado. Por aquello de su extendida fama de ateo, y por hacerle una travesura, como siempre fue un lector voraz, le coloqué al alcance de sus manos las mejores biografías de Cristo. Cierto día, al percatarse de mi jugarreta, me comentó socarrón: -¡Pero bueno, chico, si yo conozco de la Biblia más que tú! Una vez se le ocurrió a mi alumno Carlos Cedeño preguntarle a que se debía su enemistad con el Presidente Rómulo Betancourt. El maestro se lo quedó mirando un rato en silencio sin disimular su contrariedad y a su vez le preguntó: -¿En que pueblo de Margarita fue que me dijiste que habías nacido tú? -En Punta de Piedras, Maestro Prieto. Y a la frase mordiente, rascándose la cabeza: 30 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 -¡Quiará!, ¡en ese pueblo el que no se cae se tropieza! En otra oportunidad un educador vecino que estaba un tanto achispado, se atrevió a contradecirle con insistencia. Hablaban nada menos que de Educación. Un momento álgido y el Maestro dio por concluido el incómodo diálogo diciéndole: -Mira chico; anda a la escuela; después lee mis libros, y después ven a discutir conmigo. En la mesa de trabajo que da al patio sólo quiero destacar la presencia de una frase de Cicerón que expresa el espíritu de ese ambiente singular en el que los contertulios se sienten tan a gusto: SI TUVIERAS UNA BIBLIOTECA CON JARDIN LO TIENES TODO. Tal vez por eso el entrañable Pedro Manuel Vásquez siempre decía que a esta casa era muy fácil entrar; pero muy difícil salir. 31 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña 32 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 PARA CELEBRAR LA ETERNA VIDA DE LOS SOLDADITOS DE PLOMO Todos los días bajo a la biblioteca. Pero esta vez no sigo hacia la mesa de trabajo en donde esperan libros y papeles. Me quedo en una butaca del recibo, solo y meditativo. Ahora, inadvertidamente, la mirada deambula por los atiborrados objetos que me rodean. Esas pequeñas cosas que uno halla en cualquier parte y que se trae, muchas veces sin propósito determinado. A lo mejor con la intención de hacer su propio mundo. Cosas tontas. Cosas que ya no tienen importancia. En el centro de la esférica mesa aletea La Paloma de la Paz de Picasso sobre un rojo corazón de madera. Sobre la mesa pastan, rodeándolo, las inmortales ovejitas del Nacimiento. Al lado, un antiguo candelabro de bronce. “La paz desciende sobre el amor, iluminado por la luz y rodeado de ternura”, escribió alguien en un cartelito en el que se repara fácilmente. Un poco mas allá, la indescifrable tristeza de Charlot, lámparas viejas de cuando uno hacia su propia luz, un velón de Vivar junto a la réplica de la espada del Cid, barcos, y en un rincón que hicieron únicamente ellos. ¡Soldaditos de Plomo! A la cerrada formación la comandan rígidos oficiales en uniformes de gala, siempre tiesos, escuetos, solemnes. Ud. los muda de lugar, los pone al frente como si fueran soldados cualesquiera de esos que nunca tienen nombre propio, y se mantienen igual: siempre tiesos, escuetos, solemnes. Si en este momento un disparo cometiera el error de irrepararlos, jamás verían la sangre ni expresarían dolor ni gestos descompuestos ni quejidos ni gritos. Caerían imperturbables, y no de cualquier modo. Caerían sin estrépito, cuidando de que las piernas queden bien estiradas, en posición firme hacia arriba, el 33 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña filo del pantalón y los pliegues de la guerrera, impecables. La guardia muere; pero no se rinde. Y así caían de pie. Siguen cayendo. Porque el travieso nieto que no sabe esas cosas los mira con extraña curiosidad incontenible. Por eso se acerca, mueve la mesa, y los severos soldaditos de plomo que no logran explicarse el súbito temblor, caen impolutos de militarismo. Y son muy capaces de quedar así, sin el más mínimo gesto de dolor, sin la más leve expresión descompuesta. Los comprendo y los amo. Me levanto y voy y coloco, paciente y respetuoso, a cada quien en su lugar, tal como me lo enseñaron los manuales de guerra. ¡Es de verlos! ¡Esos soldados de plomo tienen vida! Cuando uno restituye a su sitio al Estado Mayor, y alinea la infantería, bayoneta calada, y admira las banderas flameantes de la caballería y, sobre todo, esos intrépidos guerreros que se adelantan a la carrera para morir primero, los comprende y los ama: Ojala venga rápido el hada que los toque con la varita mágica. Para que mueran de mentira. Para que vivan de verdad. Los Castores San Antonio de los Altos, Mayo de 1982. 34 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 LA COCINA En esta casa la cocina es uno de los sitios predilectos. No sólo es el más frecuentado sino que, muchas veces, es el que más le agrada a los amigos íntimos. A la cocina; con estanterías que guardan tantas cosas, siempre hay que ir por algo. En relación a la que me refiero, no diría verdad si digo mía, porque es de la Excelencia y de toda la familia. A lo largo y viviente de más de treinta años, ha sido escenario de momentos inolvidables. Al famoso concertista de cuatro Hernán Gamboa le dio una vez por hacer “un pelao guayanés” como lo hacia su padre y amigo, el insigne bandolista Carmito Gamboa. Otro día es el Campeón Juan Vicente Tovar, quien se aparece con Rubén Santiago y los ingredientes de lo que fue después una exquisita paella. También trae el látigo con el que obtuvo varios clásicos y una honrosa dedicatoria. Al Maestro Freddy Villarroel – otro Maestro – Ramón Vásquez Brito medita mientras contempla el jardín desde el porche – acompañado de nuestro Fidel – que es Juan Carlos Silva, nativo de la ciudad que es La Asunción, la única ciudad titular de Margarita – le da por acometer un cazón guisado. Pero como vengo de la ceremonia de mi doctorado, vean como se desviven Flor Ordaz y mi querida prima hermana Petrica Silva de Humberto Piñero por atender los espontáneos invitados. Con todo y uniforme de Capitán náutico también se desvive mi compadre Fucho Quijada. La fiesta se alarga, y a la extrañable prima hermana Beatriz Narváez le da por complementarla con un sabroso sancocho de pescado a la manera margariteña, tal como lo hace en otra ocasión el fraterno Toñito Espinoza Prieto aunque extrañamente le añade un chorrito de leche. En eso llega el Cónsul de Venezuela en Nápoles, el fraterno 35 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña Gilberto Alcalá quien apuesta que su paella quedará mejor que la del Campeón Juan Vicente Tovar. Y Rubén Santiago dice que la comparen con el mero a la sal que es una de sus muchas especialidades. El Maestro Luis Beltrán Prieto, de sólo verlo, estirado como quien busca el cielo, impone respeto. Mucho más cuando se dispone hacer un dulce de lima, que no es lo mismo que toronja, raras frutas que trae de la casa del Presidente Rafael Campos. -¿Presidente de qué?, le pregunta Fiorella a su esposo, el cercano Coronel Nelson Padilla Carrera. Y cuando le responde: -Del equipo de softbol “Veteranos” Fiorella hace un gesto de desconcierto (- ¡Ah, no!), interrumpe abruptamente sus finas atenciones y se va a ver televisión. En eso llega el Cronista de La Guaira, el insustituible compadre Luis Oscar Martínez Ordaz – el entrañable L.O.M.O. de la infancia – y propone unos calamares rellenos incomparables. En eso llega de Maturín Perucho Aguirre acompañado de su conjunto “Collar de Perlas” y demuestra que además de buen músico es también buen cocinero porque no hay quien le gane a ese “pescao salao”. Pero el triunfo de Perucho dura poco porque se aparece el escultor Humberto Cazorla quien trae desde Margarita unos toritos frescos que, cuando los asa, hace chuparse los dedos. Digo verdad, y si no vean al senador José Ángel Oropeza Filiberto. A los toritos de Humberto Cazorla los acompaña mi recordado primo Hernán Gutiérrez con un funche que no se si aprendió hacer en Guanta o en Pampatar, aunque también pudiera ser en Puerto La Cruz. Hoy sábado, Olga, elegante esposa de Iván Pérez Rossi, se recrea en un pastiche. Y Sarito Jaén, se esmera en sus afamados callos a la madrileña. Como ven, la cocina es el corazón de la casa. Muy fundamentoso, el Maestro Prieto, después que hace el dulce de lima (al que yo le añadía de contrabando las conchas que el había desechado) se pone a limpiar la pana. Doña Cecilia lo ve y exclama extrañada: -¡Esta es la última! ¡Miren a Prieto fregando! Como lo ven, esta cocina esta hecha de recuerdos. Su amable dueña ya cuenta con toda una biblioteca culinaria y siempre añade un nuevo libro o una nueva receta. Libros que apenas hojea y recetas que, si se propone probarlas todas, la vida no le alcanzaría. La con36 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 serva y reúne por lo menos desde los tiempos del popular programa televisivo de Las Morochas caraqueñas; y ve casi todos los actuales, tanto los que hacen los hombres como las mujeres. Considero que digo una gran verdad en la dedicatoria del último volumen que le regalé: Le traigo este libro a La Excelencia sin ninguna necesidad, porque no he conocido mejor maestra de cocina en el mundo. Subsumida en la cultura margariteña, es difícil que le ganen cuando realiza el milagroso prodigio de una empanada de cazón, de un sancocho de gallina viva; y un sancocho de pescado sólo tiene respetable rival en el de la prima Beatriz Narváez y en el de Toñito Espinoza Prieto. ¡Tantos ratos agradables, simpáticos, han transcurridos en esa cocina! Una vez en una Semana Santa vino el Maestro Prieto con el Padre Manuel Montaner a pasar con nosotros esos días, y a Doña Cecilia se le ocurrió traer dos morrocoyes vivos. ¿Pero quien los mataba? -¡Bueno!, ¿y así no y que las hacía tu tía Carmelita Subero? Requiere un punto y aparte la elaboración de las hallacas navideñas que reúne a toda la familia. Cada uno de nosotros, por imposición de la costumbre, sabe lo que debe hacer, desde picar la carne y hacer el guiso hasta la limpieza de las hojas y el rítmico proceso de tenderlas. Nuestras hallacas armonizan dos tradiciones orientales: la de Margarita y la de Pariaguán. Aunque, a diferencia de Margarita, donde se le van colocando los “adornos” a medida que se rellenan, aquí acostumbramos a guisar todo junto y no ponerle huevo de gallina porque descubrimos que sin ellos las hallacas pueden durar cocidas y congeladas hasta un año. Aunque el querido vecino riocaribero Oscar González aconseja congelarlas crudas y cocinarlas en agua hirviente cada vez que se vayan a comer. Del éxito de nuestras hallacas da fe el eminente poeta, antólogo y crítico literario José Antonio Escalona Escalona quien venía siempre a visitarnos todos los años acompañado de Oscar Sambrano Urdaneta, Domingo Miliani y Carlos Silva. Una vez, en plena mesa, le comenta a La Excelencia: -¡Que buenas están las tres hallacas que me he comido! Ella le corrige: -Escalona no se ha comido sino dos. 37 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña Y él, regocijado, le replica: -Si, pero con la que me voy a comer ahora son tres. Rubén Santiago escogió esa cocina cuando Orlando Urdaneta lo entrevistó para que, antes las cámaras, desempeñara su célebre papel de “chef ”. Ese programa fue tan bueno por espontáneo, bien realizado y bien filmado que tuvieron que transmitirlo varias veces. Fue tan espontaneo que mi sobrina Praxis fue la única que se dió cuenta que Rubén había usado una olla desportillada que ella conocía muy bien. A mi lo que me asombra es que allí no se ensayó ni hubo que repetir nada; y los primeros asombrados fueron los propios camarógrafos. Tan espontáneo fue que, como les dije, Rubén echó mano de un olla muy usada, desechando otras nuevas, y allí hizo su guiso a los ojos de todos. Entre el grupo de amigos de la cuadra se hizo famosa la que llamamos “tortilla de Pepeíllo”. Pepeíllo llamamos a José Tamarit, estimado vecino. En ese entonces tanto él como nosotros estábamos recién mudados a Los Castores. Si ahora nuestras noches siempre son silenciosas, piensen cómo serían en aquellos años. Entre trago y trago y chiste y chiste llegó la madrugada y a Pepe se le ocurrió hacer una tortilla española. ¡Ah!, pero no recordó que con nosotros se encontraba el querido Efrén González a quien, por sus diabluras, apodamos El Loquillo. Cada vez que Pepe daba la espalda obedeciendo a mi llamado, Efrén le echaba a la tortilla lo que se le ocurría. En un instante le echo azúcar y a todas estas, Pepe, de espaldas, ignorante de todo. La tortilla no se compactaba y Pepe la probó. La encontró dulce. -¡Hombre!. – dijo – con su acento español. Pero si esto está dulce Entonces lamenté no haberle informado antes que la cebolla estaba injerta con caña de azúcar. Pepe se tragó el cuento y expresó: -¡Hombre, haberlo dicho! Estaba recién casado, y era la primera vez que había dejado a Vicentina sola por tantas horas. A pesar de que vive a un paso, había llegado manejando su 38 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 viejo carro Opel Capitán. Efrén propuso, con toda seriedad que, para no hacer ruido y despertarla, pusiera el carro en neutro. Nosotros lo empujaríamos hasta meterlo en el garaje. Y así lo hicimos. Pepeillo, ya cuando iba a meter la llave en la cerradura, se volvió para darnos las gracias, y justo en ese instante, vio aterrado como El Loquillo, armando un ruido de mil demonios, se puso a jugar futbol con una lata de querosén vacía que habían dejado en una construcción vecina. Y vio como se encendían las luces de su casa y a Vicentina alarmada pues no sabia lo que estaba ocurriendo. Con la decepción y la contrariedad retratada en su rostro, nos increpó: -¡Hombre!, ¡yo creía que eran unos hombres; pero son unos niños! Montreal, Canadá, 3 de julio de 1999 39 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña 40 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 LA TERRAZA La terraza es el escenario de varias tradiciones de la casa, especialmente la Navidad. El 24 de diciembre es un día muy agitado. Por supuesto que con antelación se han hecho las hallacas; pero ese día, como en todos los hogares de Venezuela, se prepara el plato principal de la cena. Cada uno de los que la habitamos, sabe lo que tiene que hacer. Liliam y Carolina se encargan de que no falte nada para agasajar al que llega y de hacer las compras de última hora por cuanto nadie de la familia puede quedarse sin regalo. Cira ayuda en la cocina o desempolva y acomoda los muebles. Jesús tiene a su cargo la decoración. Efraincito y yo, ayudados por Marco, deshuesamos y rellenamos la gallina o el pavo y preparamos el jamón planchado, en estricto apego a la herencia paterna. Una que otra vez la visita de los amigos coincide con el tejemaneje culinario y de la forma más afable se incorporan al equipo. Así ocurrió una vez con el Dr. Pedro Elías Hernández, Juez Superior del Estado Apure y Presidente de la Casa “Rómulo Gallegos” de San Fernando. Con Orlando Urdaneta, quien demostró que lo hace mejor que yo. Con la primera actriz Elba Escobar. En la terraza ha quedado la presencia de innumerables amigos. Por pura casualidad veo sentados en ella a Modesta Bor, a Inocente Carreño, a Dámaso y a Pascual García, a Cosmito Villarroel. Lipe Natera funje de Director de Debate. Jamás en mi vida he escuchado algo igual. Y ya no puede ser posible después que Dámaso y Modesta emprendieron el viaje del que nunca se vuelve. Recuerdo que esa vez se apareció también Ramón Narváez y Dídimo Durán – un cuatro de excepción – acompañados con Edgardo Prieto. No traían instrumentos; pero cuando vieron ante quien estaban en lo que dura un suspiro los fueron a buscar. Y música insu41 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña lar es la que vuela por el aire montañoso de Los Castores. Inicia la Gaita Margariteña la sabrosa, agraciada, ancestral voz de Modesta con versos que ella misma recogió en Juangriego de labios pescadores: San Antonio se cayó Que lo tumbó una gallina, De pronto vino una niña, Del suelo lo alevantó. No llores, santo querido, ni porque te haigas caído, ni porque te haigas rompido el cráneo de la cabeza por culpa de la torpeza de un animal atrevido. Y continúa entre las sonrisas aprobatorias de todos: Josefina in aina La tuertica de Agapita Se comió cuatro gallinas En la Isla ‘e Margarita; Y le dio una cagantina, Cuatro veces se ensució Y Ruperta la limpió Con un saco de cocuiza, Yo caí, muerto de risa, Cuando ese chasco pasó. Ahora es el Maestro Dámaso García quien canta “Margarita es una lágrima”, acordándose de los tiempos del Trío Cantaclaro: Margarita es una lágrima Que un querubín derramó, Y al caer en hondo piélago En perla se convirtió. En este instante repasa los acordes para que mi hija Liliam aprenda las pisadas. Luego, a petición mía, interpreta su evocadora canción “El arbolito”. Cosmito hace reír a todo el mundo cuando canta la canción tartamudeante del trinitario que se radicó en Santa Ana del Norte y nunca aprendió a hablar bien el español; y el Maestro Inocente Ca42 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 rreño empuña la guitarra, dirige los ojos hacia el cielo, y hace oír las notas de su inmortal “Mañanita pueblerina”. Otro día es Rómulo Lazarde, insigne guitarrista margariteño de proyección universal, que por algo fue profesor en el Conservatorio de Viena. Otro día es Morella Muñoz que no sólo canta sus tradicionales canciones venezolanas sino bromea diciéndome: -Pobrecito el profesor Subero que no tiene ni un librito, y a mi se me quedó el que le traía. En otro, Cecilia Todd triza el cristal de su impecable voz, como Morella, ella misma acompañándose con el cuatro, y después, para asombro del Maestro Prieto y del Almirante Daniels, prepara un arroz con mango que le gusta a todo el mundo. Tantos ratos pintorescos han pasado en la terraza. El Maestro Edgar Galíndez, a quien le agrada el baile, no esperaba que lo venciera la infatigable Berenice Sánchez ahora de Fernando Delgado y le hago una treta porque cada vez que intentaba sentarse hallaba todas las sillas ocupadas. Un 16 de octubre, día de mi cumpleaños, se le ocurre al impar Lucho Villalba traerse a toda la directiva de la Sociedad Bolivariana. Véanlo como se pasea con un sombrero margariteño calado hasta las orejas empuñando el bastón del Dr. Dámaso Villalba Roblis – “su papá Dámaso” – enaltecedor obsequio de mi padrino el Dr. Salvador Villalba Gutiérrez. Otro día es Iván Pérez Rossi que después de afinar con todo cuidado el cuatro de La Excelencia que cuelga de un clavo, rehace a Margarita con su canto y la pone a vivir en los Castores por medio de una melodía del nunca suficientemente llorado Augusto Ramos: Ayer vi a la chacalera paradita en la salina, contemplando la belleza del agua de La Arestinga… Montreal, Canadá, 5 de julio de 1999. 43 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña 44 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 CUADROS, ESCULTURAS, CERAMICAS, ARTESANIAS… Cuadros, esculturas, cerámicas, artesanías… a lo largo de años han ido enalteciendo con su entidad silencia diversos lugares de la casa. Si me dedicara a escribir la historia de cada uno de ellos, tendría que hacer otro libro. Como siempre digo, entre bromas y veras, no sólo soy un pobre poeta sino un poeta pobre. Casi todos son generosos obsequios de amigos. ¿De donde sacaría para pagar las esculturas del maestro Juan Jaén, sobre todo “Palero” preciosa figura en madera que representó a Venezuela en la Bienal de Sao Paulo; o los cuadros de Alirio Palacios, tan ligado a la familia y a recuerdos entrañables; de Virgilio Trómpis, una amistad de años iniciada en la revista “Tricolor” dirigida por Rafael Rivero Oramas cuyos dibujos también embellecen las paredes; de Luis Luxsic, del Maestro Ramón Vásquez Brito? ¿Y qué decir de la gente del mas acá: Freddy Villarroel, quien mantiene en su alma a Margarita insone; Melitón Rivas, Luis Lizardo, Eduardo Latouche, Manuel Pinol, Cruz Acosta con sus “Ruinas de una piragua” que mantiene viva la evocación de mi pueblo natal; Iñaki Gurtubay? El Maestro Carlos Cruz Diez me regaló una de sus primeras fisocromías y junto con ella un dibujo de Pedro Ángel González. Apremios del afecto. Pero no soy y nunca he querido ser – tampoco lo hubiera podido ser – un coleccionista de obras de arte. Tampoco he tenido un obsesivo deseo por tenerlas. A cierta ocasión le doné a Rafael Hernández Heres un Premio Nacional. En mis tiempos de redactor cultural del diario El Universal le dediqué una página al Maestro Rafael Monasterios a raíz de una exposición en la Galería Mendoza. Complacido me pidió que escogiera un cuadro de mi agrado y se lo notificara a Don Alfredo 45 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña Boulton, quien era el curador. -No, Maestro, no, le respondí. Yo no lo hice por eso. Y me quedé sin un cuadro de Rafael Monasterios. El Maestrazo – como le decía Rafael Pineda al paisano Francisco Narváez – tenía por mi tan especial predilección que disfrutaba de que su hija Margarita fuera mi alumna en la Escuela de Letras de la UCAB. -Vaya por el taller, que le tengo una cosita, me decía. Y jamás, a pesar de toda mi admiración y mi orgullo de margariteño, conocí su taller. Una vez reseñé la exposición “Máscaras”, de Luis Chacón que se exhibió en el Círculo Militar de Caracas; y la que me asignó no pasé a retirarla. En cambio, como en todo ser humano siempre late alguna frustración, por lo menos un deseo insatisfecho, una vez comenté una exposición de Elisa Elvira Zuloaga que presentó en el museo de Bellas Artes. Ya la había entrevistado antes en su casa; pero yo no podía desembolsar en ese entonces lo necesario para adquirir su impactante tela “Playa de Pampatar”. Creo que los cuadros de mi casa expresan el eclecticismo de mi criterio. El equilibrio que pregonaba Goethe. Al lado del abstraccionismo geométrico de Alejandro Otero y Mateo Manaure, el realismo de Braulio Salazar, de Celedonio Otaño, el híper realismo preciosista de José Antonio Dávila, el impresionismo personalísimo de Hugo Baptista. Debo decir también que esos cuadros no cuelgan de las paredes sino de mi alma. Que esas numerosas cerámicas son de amigos que siempre están conmigo. Que esos botecitos de boya que me hizo Ballo en mi puerto nativo, más de una vez los he puesto a navegar en el estanque de los peces para que regatearan como si fuera el Día de San Juan, con los barquitos de papel que me hizo mi gran amigo y vecino canario Valeriano Pérez Reyes. Algunas veces varo los botes de Ballo para quitarles el limo, tal como se hacia antes en nuestras playas, y quedan en el estanque sólo los barquitos de papel, silentes. En esos momentos siempre me acompaña el consagrado poeta mexicano Amado Nervo quien recita en alta voz su exitosa historia poemática de barcos de papel: 46 Alero de Montaña Con la mitad de un periódico hice un barco de papel, en la fuente de mi casa va navegando muy bien. Mi hermana con su abanico sopla y sopla sobre él. ¡Muy buen viaje, muy buen viaje mi barquito de papel! Montreal, Canadá, 3 de julio de 1999. 47 Efraín Subero 1991 – 2001 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña 48 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 EL JUEGO DE DOMINO A todos nos agrada en la casa jugar dominó. Además de pasar un rato de sano esparcimiento familiar, el dominó ha servido para muchas cosas. Ejemplo al paso: una vez sirvió para que el Maestro Luis Beltrán Prieto y el Dr. Jóvito Villalba restablecieran la amistad. Por esos vaivenes de la política, que más divide que junta, el Maestro Prieto agredió públicamente a Jóvito en una enconada declaración a la prensa. Y esas palabras desunieron a los dos eminentes margariteños. A mí me incomodaba esa situación absurda y me propuse hacer un intento por reconciliarlos. El Maestro Prieto venía infaliblemente todos los sábados a una hora indeterminada antes del mediodía. Invité a Jóvito de manera que llegara un poco más tarde. Inicialmente, como es natural, hubo sorpresa y desagrado. Pero intervine de inmediato. Abracé a los dos y les repetí lo que le había oído decir en Pampatar a mi abuelo León Narváez: ¡Que grande fuera Margarita si esos dos hombres se hubieran puesto de acuerdo! Se ofreció un brindis y un cordialísimo dominó que se extendió hasta bien entrada la noche. Mejor dicho, hasta que Jóvito ganó una partida porque le decía a su esposa Ismenia que lo que era él no se levantaba de una mesa perdiendo. Los asiduos semanales del dominó eran el Maestro Prieto y Doña Cecilia, Pedrito Salazar Gamboa y nuestro querido vecino José Ochoa, a quien en la cuadra todos llamamos El Negro Ochoa; el senador J. A. Oropeza Ciliberto a quien no vi perder jamás; el ceramista Edgar Zabala… En cierta oportunidad, después de pensarlo mucho, el Negro Ochoa decidió cogerse el juego pese a que el Maestro Prieto era 49 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña mano. Agarró 43 tantos. Y cuando jubiloso y perspicaz le comentó el resultado, de inmediato replicó: -¡Pero jugaste para tí! Al maestro Prieto le encantaba que jugaran para él y siempre se adelantaba en la salida así no le tocara. Una vez le dije por buscarle la lengua: -¿Y porqué no salió el 23 de enero? No vaciló un instante en responderme: -¡Porque no estaba aquí!: Pedrito, callado, introvertido, meditabundo por naturaleza, siempre se quejaba de que ese dominó “era muy hablao”. Un día comentó: -Pero bueno, Pedrito, aquí el único que está hablando eres tú. Me desconcertó su aireada respuesta: -¡No ve!, ¡Ya hablaste! ¡No vale la mano! En los últimos meses el dominó ha servido para reunir amigos. Ahora es frecuente oír al Almirante Salvador Paz Camacho diciendo que lo importante es cuadrar, evitar y repetir. Agustín Jurado Pérez siempre le lleva la contraria y no se tranquiliza hasta que se desquita. Justo P. Fernández es una catarata de comentarios agudos y a veces se acuerda que está jugando. A Olga, la fina esposa de Iván Pérez Rossi, alma del exitoso conjunto “Serenata Guayanesa”, se le ocurrió ir en contra de Salvador, un verdadero maestro. A las tres jugadas ya sabe que queda por jugar y declara las piedras sin equivocarse. Olga se levantó impresionada, admirada, hasta asustada, y comentó: -Yo con ese hombre no juego. Rhayza, esposa de salvador, y Kharelys, esposa de Agustín se distraen leyendo o conversando mientras nosotros desgranamos el tradicional léxico: -Unare en la costa ‘e Paria. -El duque de Angulema. La frase tiene un origen real. Se refiere a Luis de Borbón, Duque de Angulema (Angouleme), último delfín de Francia. -El trisagio de Isaías. -Por la carta que te escribo/ sabrás la salud que gozo. -Hay carne en el gancho. 50 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 -El puerco no fue marino / porque nunca vió pa ‘riba. Edgar Perramón, representante de la Universidad La República, de Santiago de Chile, no juega dominó pero le agrada la tertulia y a veces lleva la tantera. Junto con La Excelencia que no sólo tiene puesto fijo sino un atril con su nombre, para colocar las piedras, regalo de Carola Guillen a quien consideramos una hija adoptiva, Edgar comenta agudamente las jugadas y las reacciones de los jugadores. También se incorpora mi hijo Efraín con su insistente humorismo característico, y su esposa Luz Marina. Como a todo el mundo, a Luzma le gusta ganar pero no perder. Ella siempre va de compañera con la Excelencia y Efraín, conmigo. Cuando tenemos la suerte de meterle un zapato, siempre tengo a la mano uno de los que usó Marco cuando chiquito y Efraín dibuja con todo cuidado en la tantera el zapato que le enseño a dibujar el Maestro Freddy Villarroel. -¡No me lo calo!, exclama Luzma furibunda y en esa actitud permanece hasta que se desquita y nos mete un zapatero a nosotros. Montreal, Canadá, 2 de julio de 1999. 51 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña 52 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 LOS PECES La Excelencia tuvo el acierto de idear un pequeño estanque, justo al lado de la biblioteca. En el centro se erige una escueta columna pintada de naranja, y, encima de ella, una tinaja margariteña que a veces deja deslizar a una cascada. En la tapa, que nunca se cierra del todo, está en cuclillas el que he dado en llamar el Ángel de las Aguas. En el tanque, muy llano, diversas matas de agua, entre ellas la bora. Florece brevemente con sus flores moradas como para indicarnos que también la belleza con vida es pasajera. No se de peces; pero con los ocho inquietos de Marco he ido aprendiendo poco a poco. Aprendizaje difícil y práctico porque los libros sobre peces son extraños al medio y algunos son muy técnicos, otros generalizan mucho. Guramis, Cometas, Fantasías… me dicen que se llaman. Y paso a veces horas haciendo que los miro. Cualquiera que me mire diría que dí fruto del ocio. Y ello me hace recordar una anécdota relativa al filósofo, ensayista poeta, el insigne Don Miguel de Unamuno, que tanto hizo por la unidad de España y con Hispanoamérica. Un buen día estaba el sabio haciendo que hacía algo en su jardín. En eso pasa un labriego que lo ve y expresa: -Don Miguel, trabajando. El eminente Maestro le contesta: -No, descansando. Otro día está Unamuno acodado a la ventana de su estudio. Medita. Pasa el mismo labriego y esta vez le dice: -Don Miguel, descansando. Impasible, esta vez el Maestro le contesta: -No, trabajando. Montreal, Canadá 1º de julio de 1999. 53 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña 54 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 LOS ALBUMES FOTOGRAFICOS Se van acumulando los álbumes fotográficos con que apresamos diferentes viajes. En verdad, han tenido dos motivaciones. En un principio fueron obligaciones profesionales: Nueva York, San Francisco, Europa, Latinoamérica. Esa vez me llevó a Nueva York el primer Congreso de Narrativa Hispanoamericana organizado por Helmy Giacoman y Nelson Osorio. Se reunió en Stony Broocks, sede de la universidad del Estado. De ese congreso guardo dos recuerdos. Una tarde el decano de Humanidades me invitó a pasear por el campus y me condujo a la sección destinada a las casas de los profesores residentes. Y cuando menos lo sospechaba me expresó: -Escoja la suya. Ud. se queda con nosotros. Con una frase de doble significado le respondí: -Yo no tengo precio. El americano no entendió lo que quería decirle y me replicó: -¡Oh!, el dinero no es problema. No quise quedarme. Pensé en la fuga de talentos. Pensé que si los mejores nos dejan, eran los peores quienes enseñan a los nuestros. Años después, con todo lo que he visto y padecido en nuestras universidades ya no sé si hice bien o hice mal en regresar. Lo segundo ocurrió así. Cuando me disponía volver a Nueva York, pasé por la tienda de la universidad para adquirir algún “souvenir” que todavía conservo. Allí me hallé con un colega norteamericano, muy activo en las deliberaciones del congreso. Jamás imaginé el desconocimiento 55 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña que se tiene de Latinoamérica en los Estados Unidos. El profesor me entregó una tarjeta de visita en la que había escrito algo y me dijo: -Ya que va para Caracas, salúdeme a este amigo mío que vive en Buenos Aires. La segunda y decisiva razón de nuestros viajes es el trabajo de Jesús en IATA que le obliga a desplazarse por el mundo entero. Algunas veces he escrito sobre estos viajes que enseñan tanto (el mundo es un libro abierto, decían los viejos de Margarita) y otras veces los apuntes de viaje se han quedado en apuntes. Así ocurrió con el viaje a Portugal, invitados por el Embajador Vice- Almirante Elías Daniel Hernández quien tuvo el acierto en darnos a su simpática hija Pina por compañía. Con ella conocimos el Santuario de la Virgen de Fátima. Dos de sus predicciones se han cumplido: el inicio de la Segunda Guerra Mundial y el fin del comunismo ruso apenas 70 años después de la Revolución de 1917. La tercera está guardada bajo siete llaves en el Vaticano. Detallar cada uno de estos viajes conservados por La Excelencia en sus bien ordenados y conservados álbumes, es imposible. Con rarísimos tropiezos circunstanciales, muy positivos porque también enseñan el arte de viajar, todos han sido memorables. Ejemplo al paso nuestra ida a Grecia y un crucero por las islas del Mar Egeo. La colina de la Acrópolis, en Atenas, la subí con lágrimas. Roma y saberse en la Biblioteca Vaticana, especialmente honrado, justo un 4 de mayo, Día de la independencia de Margarita. Ginebra y un crucero por el Lago Leman hasta la ciudad francesa de Ivoir en compañía de Gilberto Alcalá, Cónsul de Venezuela en el sur de Italia, y de su amable esposa La Nena. Con ellos conocimos Nápoles, Salerno, y la preciosa costa amalfitana. Sin embargo, todos los viajes traen una frustración. Porque, como decimos en Margarita, cuando uno comienza a cogerle el gustico a una ciudad tiene que abandonarla. Y es en ese momento cuando a los amigos se les ocurre decirnos que no dejemos de ver tal sitio, una iglesia, un museo que en este viaje ya no se puede conocer. Nos ocurrió en El Cairo. Jesús tuvo la suerte de contratar un guía que resultó ser uno de los profesores de Arqueología de la Universidad de Egipto quien nos mostró en una semana casi todo lo que habíamos leído en los libros de Historia Universal. Con que placer nos deslumbraba con sus conocimientos en el Museo Nacional, no sólo detallándonos la urna de Tutankamen sino los mil objetos que conservan en la antiquísima cultura egipcia. 56 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 “No hay nada nuevo bajo el sol”, nos repetía insistente al mostrarnos lo que habían hecho ellos hace ya tantos años. Hasta en las sillas plegables se le habían adelantado a esta época. Yendo hacia la mezquita principal de El Cairo nos señaló una casa en la que, según afirmaba, se habían alojado San José y la Virgen con el niño Jesús recién nacido durante la historiada huída a Egipto, alejándose del pérfido Herodes. Cuando vió el extremo interés con que quisimos conocerla, tal vez por motivos religiosos lo dejó para un después que suponemos había ideado no llegara nunca. Pensé de inmediato en el magistral dibujo de Martín Durbán justo con ese tema colgado en la habitación de mi hija Carolina y me sentí recordando el poema infantil que intenta recrear el histórico suceso: Hacerle escarmiento Herodes quería cuando le dijeron: - Nació aquí el Mesías. Nació aquí el Mesías; y huyeron a Egipto, San José y también la Virgen María. La Virgen María; pero por fortuna por orden de Dios no salió la luna. No salió la luna en el firmamento. El año que viene sigo con el cuento. 57 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña 58 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 BLANQUITO Y NEGRITA La Excelencia le trajo a Marco de regalo un conejito blanco adquirido en el mercadito sabatino de la Ciudad Cooperativa. Ya se sabe que es importante en la formación del lábil sentimiento infantil, la compañía de animales domésticos. Le llamamos blanquito. Creció rápido. Un día me pregunté si también los conejos podían sentir el peso de la soledad, porque me vino el recuerdo de un loro que tuvimos al que le encantaba que lo sacaran a pasear y a raíz de uno de nuestros viajes murió, precisamente de soledad. Entonces le traje a blanquito una compañera que le llamé Negrita. Creo que hice bien. Ambos me lo agradecen comiendo en mis manos. Les dejo la puerta abierta de la jaula y ello les da miedo. En vez de saltar se repliegan hasta el fondo. Se les acelera el corazón. Las grandes orejas son del tamaño de su expectativa. Parece que temieran al mundo. Que, por instinto, desconfiaran del hombre. Montreal, 1º de julio de 1999 59 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña 60 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 LA MATA DE POMALACA El Trocadero se llama la entrada de mi pueblo nativo, si se viene por la carretera que conduce de Los Robles y Porlamar. Me contaba mi tía Carmelita Subero que ella tuvo el privilegio de recibir en ese sitio al Gral. Cipriano Castro cuando fue a inaugurar el acueducto. Fue la vez cuando el Maestro Vicente Cedeño le cambió el título a su valse “Lirio del Valle” y le puso “Castro en Margarita”. El Maestro perdió la novia y el Presidente obtuvo la inmortalidad. En la improvisada tribuna erigida en El Trocadero, mi tía Carmelita, pujante, joven y hermosa, le entregó al gobernante un ramo de flores al mismo tiempo que exclamaba: -¡Gratitud, Gral. Castro, le rinde el pueblo de Pampatar! Muy orgullosa, a pesar de los años que han pasado, le agradaba decirme que el Gral. Castro, impresionado por su desenvoltura comentó: -¡Que niña tan inteligente! Lo de El Trocadero viene porque en esa quinta de Jorge Haieck – en el pueblo se decía Jorge Jai – crecían las únicas pomalacas del pueblo. Grandes, coloradotas, dulcitas. Vitor, que cuidaba la mansión, nos dejaba que las cogiéramos con garapiño. Porque las otras que conocíamos quedaban en las huertas de la ciudad donde crecían altísimas, exuberantes, verdecitas como si fueran Pan del Año, que también abundaba. Tal vez por el recuerdo de todo eso sembramos una pomalaca en un rincón del patio, con la buena suerte que por lo alta, exuberante y verdecita recuerda las de El Trocadero y La Ciudad. Sólo por eso, sería pedirle demasiado que diera unas frutas como las de las matas de allá: grandes, coloradotas y dulcitas. A la sombra de esta mata de pomalaca, como decía el cronista Juan de Castellanos que los poetas y artistas de su grupo lo ha61 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña cían bajo la enorme ceiba de San Juan en 1542, hemos pasado ratos maravillosos. También aquí “con el frescor del manso viento / daba cien mil contentos un contento”. También aquí “corre mano veloz el instrumento / con un ingenioso contrapunto, / enterneciéndose los corazones / con nuevos villancicos y canciones”. Al fondo de la mata de pomalaca, adherido a la cerca, hay un cartel en el que quise recoger un proverbio latino que pintaron Emelit y Freddy Villarroel: ESTE RINCON ME SONRIE. Y al lado otro recodo florecido que rememora el nombre de la parcela de La Excelencia en sus tiempos de maestra en San Tomé: RINCONCITO DE AROMAS. Aquí nos reunimos a conversar casi siempre temas relacionados con la Isla. Hacemos sancochos, parrillas, y sobre todo pescado asado. Vean al senador José Ángel Oropeza Ciliberto cómo saborea el espinazo de un tajalí. Por la expresión de su cara debe estar delicioso. El estudiante universitario margariteño Juan Carlos Silva, a quien apodamos cariñosamente Fidel – ustedes imaginarán por qué es quien se encarga de la cocina y del cuatro con el que nos dio a conocer la graciosa diversión margariteña “El Conejo”: Aquí les traigo “El Conejo”, el que les mandó Renato, ese no está manoseao porque lo agarró en su lazo. En el cerro ‘e Campo Alegre fue donde lo conseguí, como lo venía siguiendo por eso ha llegado aquí. El que compre ese conejo tendrá que estirar el cuero porque yo se lo robé a un perro que era roblero. Aquí también dialogo con los amigos, con los colegas y también trabajo. La mata de pomalaca se ha hecho solamente de afecto. Una rara institución tan necesitada en este mundo. Montreal, Canadá 1º de julio de 1999 62 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 LOS ANGELES Esta casa esta llena de ángeles. No se por qué. Los libros sobre coleccionistas que he leído, no aclaran el enigma. Cuando el coleccionista se da cuenta de que colecciona, ya tiene formada una colección. Aunque es posible que se haya constituido en un comienzo un pequeño regalo que impresiona, tal vez una figura llamativa que exhibe la vidriera de una tienda. Cualquier cosa puede ser un comienzo. En mi caso, en un principio no advertí que coleccionaba ángeles. De esos seres intangibles sabía más o menos lo que todo el mundo sabe. Fue mucho después cuando me di a estudiarlos y a adquirir algunos volúmenes sobre el tema, la mayor parte de los cuales resultaron un fiasco. El libro transformado en una irrespetuosa operación comercial. Fue al consultar la Enciclopedia Británica y después de una visita al Vaticano cuando me asome a la vastedad, a la complejidad del asunto. En el Vaticano el estudioso puede doctorarse en Angelología, esto es, tratado sobre ángeles. Y al echarle una ojeada al Diccionario Católico y al Diccionario de la Biblia supe que la iglesia los define; pero al enumerarlos deja puntos inciertos. Clara y enfática la definición que de ellos hace el Diccionario Católico: “Espíritus celestiales, criaturas de Dios, que forman su corte y a quienes emplea como agentes o mensajeros en el gobierno del mundo. Los ángeles son espíritus puros, es decir, que no tienen nada material, y, a diferencia del alma humana, no están asociados a la materia. Son personas que tienen por naturaleza una inteligencia más aguda y facultades y poderes mayores que lo de los hombres. Custodian a individuos aislados (ángeles de la guarda) o a sociedades de hombres, como pueblos, ciudades, naciones y a toda la Iglesia. La misión y aparición de los ángeles se menciona constantemente en la 63 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña Escritura”. “Enseñanza común es que hay nueve órdenes o coros, todos nombrados en la Biblia. Según doctrina atribuída a San Dionisio el Areopagita, estos coros están divididos en tres jerarquías de tres coros cada una”. “La enseñanza común de la Iglesia es que Dios señala un ángel para cuidar a cada alma desde el momento de su nacimiento. No es doctrina definida, pero esta apoyada en la Escritura (Sal. 90:11; Mat. 18:10) y en la tradición católica. El Papa Clemente X aprobó la devoción tradicional a los ángeles guardianes, y estableció el 2 de octubre como día de fiesta para honrarlos en toda la Iglesia occidental”. Existe incertidumbre en la enumeración de los arcángeles: Gabriel, porque fue nada menos que el de la Anunciación; Miguel que “en la tradición cristiana posterior” al judaísmo se consagra como jefe de las Milicias Celestiales. Estas bajaron a la tierra por primera y ultima vez hasta la fecha, a festejar el nacimiento de Jesús. Sólo los humildes pastores, quienes cedieron su pesebre a María, tuvieron el privilegio de mirar y escuchar el coro angelical: Gloria a dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres de buena voluntad. El Diccionario de la Biblia menciona también a Rafael, patrono de navegantes y pescadores; y a Uriel, un arcángel sin rostro. He traído ángeles de las ciudades extranjeras que he podido conocer. En Brujas, ejemplo al paso, elaboran preciosidades en encaje. En diversos países me han ocurrido cosas pintorescas y hasta inexplicables. Estando en Ámsterdam visité la zona de los anticuarios y admiré en la vitrina de una tienda un vetusto, de madera, una verdadera obra maestra. Cuando le pregunté al dependiente en mi mal inglés cuánto costaba, me respondió con un mohín desdeñoso, en perfecto español: -¿Para qué le digo, si Ud. No tiene dinero para comprarlo? Otra vez en una tienda, especie de quincalla, en Saint Petersburgo, Florida, vi sobre una repisa un ángel de hilo que alguien, evidentemente, había desestimado por cuanto no estaba, junto con los otros, en la estantería donde los exhibían. Me lo quedé mirando y le dije: -No te voy a llevar para Venezuela. De vuelta a la acogedora residencia de mi afectuoso amigo 64 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 Mauricio Godell que en la mencionada ciudad siempre me acoge; la imagen del ángel no se me apartaba de la vista. Lo veía solo; despreciado, hasta humillado, relegado a un rincón que no había sido escogido para él. Y regresé a la tienda, dispuesto a adquirirlo si acaso lo hallaba. La experiencia me indica que cuando se viaja hay que adquirir, de primera intención, lo que a uno le interesa porque casi siempre no existe una segunda vez. Por fortuna, allí estaba. Lo tomé. Detallé su tejido, su fuerte contextura. Me encaminé a la caja, hice la cola para pagar, y ahora viene lo insólito. La señora que estaba detrás de mí, se lo quedó mirando y me dijo que se lo compraba por lo que le pidiera. Volví a ver mi ángel – porque ya era mío – y le comenté: -Ahora si es verdad que te vas para Venezuela. Cuando estaba saliendo de la tienda, la señora que me lo quiso comprar, me miraba con expresión desolada. ¿Qué tenía?, - ¿qué tiene? – de especial ese ángel de hilo. No lo sé. A lo mejor no lo sabré nunca. No me explico cómo llego a oídos del animador Napoleón Bravo que yo coleccionaba ángeles. Lo cierto es que su programa Dimensión humana que transmitía en Caracas por Venevisión lo dedicó a los coleccionistas, y un segmento a los que están en la sala de la casa. En esa oportunidad dije que existen nueve cielos a cada uno los cuales corresponde una categoría de ángel. Por eso el Padre Nuestro; la oración que creó Jesucristo en el Monte de los Olivos. Comienza diciendo: “Padre Nuestro que estas en los cielos”… Subiendo desde la tierra, del primero al noveno cielo, la nomenclatura angelical es así: 1 / serafines, 2 / querubines 3 / tronos, 4 / dominaciones, 5 / Virtudes, 6/ Potestades, 7 / autoridades, 8 / ángeles, 9 / arcángeles. El noveno cielo se llama Empíreo. De allí la letra del himno Nacional de Venezuela: “Y desde el Empíreo el Supremo Autor / un sagrado aliento al pueblo infundió”… Porque el Empíreo está dedicado únicamente a Dios, a Nuestro Señor Jesucristo, sentado a su derecha, y a los cuatro arcángeles. Tres muy conocidos en la imaginería católica: Gabriel, Miguel, San Rafael. Y uno desconocido: Uriel al que nunca he visto representado. 65 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña Miguel – ya se dijo – es jefe de las Milicias Celestiales; porque en el cielo rige una estructura militar. Los ángeles de los cielos de arriba pueden bajar; pero los de abajo no pueden subir. En cierta ocasión me visitó el destacado cantante de música popular y fol-klórica venezolana Cristóbal Jiménez, y para mi honda sorpresa, tan pronto traspuso el umbral de mi puerta, todas las cajas de música con ángeles se pusieron a tocar al unísono sin que nadie les hubiera dado cuerda. -Energía universal, comentó Cristóbal, misterioso y sonriente. Por lo que veo, alguna vez me decidiré a escribir un libro sobre ángeles en el que citaría de nuevo este conmovedor fragmento del erudito Luis Beltrán Guerrero: “¡Oh! Excelsos nueve coros celestiales: serafines, querubines y tronos, levantad la mirada del hombre hacia la bondad, verdad, belleza, para darle nueva vida a la desgastada moneda que tiembla en su pecho. Dominaciones, virtudes, potestades, ordenad el universo para que el ser humano no sea su propio lobo, y las malas pasiones se unifiquen en la pasión de la grandeza por el servicio a la humanidad. Principados, arcángeles y ángeles, redimid a este ser viviente de la miseria espiritual, fuente de todos los infortunios. Montreal, Canadá 3 de julio de 1999 66 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 LOS PAJAROS DE LA CASA En esta casa existen muchas cosas. Ejemplo al paso: hay una vieja piedra de moler llena de agua. No padecen de sed los pajaritos. Ellos están acostumbrados. Todos los días vienen, toman agua y se bañan. Felices corretean sobre la grama. O trazan arabescos invisibles de una rama a otra rama. Vuelan y picotean la comida que les aguarda. En un recipiente de barro, pan mojado cubierto de azúcar o bananas maduras. También disfrutan de las matas frutales – pomalacas, pomarrosas, nísperos del Japón… que frutecen esencialmente para ellos. A veces comen muy de prisa. No porque, como el hombre, tengan un tiempo limitado para hacerlo. Sino porque dos perritas pequinesas, Moneda y Monedita, los asustan sin hacerles daño. Ellas dicen que ladran y los espantan para que no se acostumbren a la comodidad, y se olviden del vuelo. 67 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña 68 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 LA MUSICA QUE SE OYE La música que se oye en la casa depende del ambiente y la ocasión. A lo largo de los años hemos venido juntando una admirable colección de discos de acetato que recoge, sin duda, las mejores expresiones en cualesquiera de los géneros. Porque igual tenemos música popular, folklórica o clásica. De Buenos Aires me traje una vez al igual que de Santiago de Chile la voz grabada de los más representativos escritores hispanoamericanos. Y recuerdo que en la Universidad Católica “Andrés Bello”, de Caracas, cuando estudiábamos la Literatura de la negritud fueron de gran ayuda las grabaciones del cubano Luis Carbonell, “El Acuarelista de la Poesía Antillana”. Por supuesto, tenemos muchísimos casetes y ahora hemos comenzado la era del CD sin descuidar las viejas adquisiciones. Quien renuncia a sus viejas melodías cuelga del aire su pasado. Devoto de la música clásica desde niño, aunque no soy ni he pretendido ser un melómano, creo conocer bien sus más importantes manifestaciones. Me guían sensibilidad e intuición más que conocimiento sistemático. No podía discernir técnicamente por qué entre las nueve sinfonías de Beethoven me inclino por la 5ª que a pesar de la irrespetuosa vulgarización siempre me muestra nuevas aristas conceptuales. Tampoco podría explicar cómo armonizo mis estados de ánimo con la música que selecciono para escuchar en ese momento. Por qué me voy al jazz o me quedo en un Capricho de Paganini. En cambio se por qué, cuando muere un amigo en donde muera, en su homenaje escucho en primer lugar el Requiem de Mozart, luego el Requiem de Verdi, después recorro las Pasiones de Juan Sebastián Bach y a su Misa en Re Menor… ¡Cuántas veces escuché 69 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña esa música en compañía del inseparable Ramón Patete Carvajal, mi entrañable “Poeta” que ahora no podrá escucharla jamás. Y ya que hablo de Música Sacra debo decir en estas extroversiones confesionales que en homenaje a mi padre Chucho Subero, durante los días mayores de la Semana Mayor, sólo Música Sacra se oye en mi biblioteca y el Viernes Santo cumplo con el rito de escuchar con todo recato el Popule Meus de José Ángel Lamas. Pienso que mi padre lo agradece. No se perdió su siembra. También debo decir mi especial apego por el Adagio de Tomaso Albinoni que he escuchado cuidadosamente, más bien en actitud de estudio, y en el que hallo un decir tan profundo, trémulo y dramático que reúne y expresa los dolores del mundo. Tendría que preguntarle a mi destino la razón de que el Adagio de Albinoni me persiga. Mi hijo Jesús me invitó al elegante apartamento equipado que ocupaba en Ginebra. Tomo al azar un CD para llenar de música el momento, y era el Adagio. Escribo esto en Montreal. Doy vuelta al dial de la radio, hallo música clásica y tan pronto concluye el final de la pieza que trasmitían, llega el Adagio de Tomaso Albinoni. Quizás debido a la índole de mi espíritu, hubo una vez en Los Castores que lo percibí como un canto lacerado, como un larguísimo lamento angustioso. Creí hallarle por fin su infinita grandeza. Reconfortado aunque meditador salí a la calle. Allí estaba mi estimada vecina Begoña quien se dirigió a mí para quejarse que habían aumentado el precio de la perrarina. Ella me ha dicho luego que no olvida mi expresión de sorpresa y enojo. Como tampoco olvida lo que le respondí: -¡Por Dios, Begoña! Mira que acabo de escuchar el Adagio de Tomaso Albinoni. 70 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 EL DIA DE LA MADRE Y EL DIA DEL PADRE Estas son dos fechas que en la casa celebramos como si fuera un reencuentro familiar. Sobre todo, por razones obvias; el Día de la Madre. Esta es una tradición que, por lo menos en lo que a mi respecta, traje de Margarita y constituye uno de los mas fervorosos recuerdos de infancia. Todavía puedo recitar de memoria el poema que todos los años recitaba en la recordada y amada Escuela Federal Graduada “José Joaquín de Olmedo” en mi pueblo nativo, Pampatar: Si tienes una madre todavía da gracias al Señor que te ama tanto pues no todo mortal contar podría dicha tan grande ni placer tan santo. Veló de noche y te arrulló de día, leves las horas en su afán pasaban. Un cantar de sus labios te dormía y al despertar tus labios te besaban. Enfermo y triste te salvó su anhelo, que todo el llanto por su bien querido, milagros supo arrebatar al cielo cuando ya el mundo te pensó perdido. Ella puso en tu boca la dulzura de la oración primera balbucida, y plegando tus manos con ternura te enseñaba la ciencia de la vida. 71 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña Si acaso sigues por la senda aquella que va segura a tu feliz destino, herencia santa de la madre es ella, la madre sola te enseño el camino. Aquí en Los Castores los dos viajeros infatigables: Jesús y Efraín hacen todo lo posible para que el trabajo les permita estar en casa ese día y, gracias a Dios, casi siempre lo consiguen. Jesús sale a comprar las flores muy temprano. Y se pone de acuerdo con Efraín, Liliam, Carolina para adquirir los presentes para las madres que son tres: La Excelencia, Luzmarina y Cira. Ya están envueltos en papel de regalo con su tarjeta alusiva firmada por todos. Algunas veces, si me suena la flauta, le escribo algo a La Excelencia y, por supuesto, el texto de todas las tarjetas. Hubo un año en que envié rosas rojas y tarjetas a todas las madres de la cuadra. Poco antes del mediodía, La Excelencia, Luzmarina y Cira se sientan en la sala. Los hijos y los nietos se reúnen en el piso de arriba y se ponen de acuerdo para bajar en fila india la escalera, portando los obsequios. Es una ceremonia familiar que hemos venido repitiendo año tras año. El Día del Padre se repite la escena. Pero en este caso los distinguidos somos mi hijo Efraín y yo que somos los únicos padres de la casa. Por supuesto, después el almuerzo lo compartimos todos en familia. Este año la presencia de Iván Pérez Rossi quien con sus compañeros, su hermano César, Morito Castro y Miguel Ángel Bosch, ha logrado el milagro de proyectar el conjunto “Serenata Guayanesa”, estuvo con nosotros acompañado por su gentil esposa Olga. Les pedimos que se sentaran con nosotros en la sala. Créanme que era ciertamente conmovedor ver a mis hijos bajar las escaleras con los obsequios y las tarjetas en la mano. Detrás venían los nietos: Efraín, Lary, Elton, Gabriel y Marco… Iván los ve y se engarruña en su butaca. Creo ver en sus ojos estrellas cristalinas que pugnan por correr sobre su rostro. Montreal, Canadá 3 de julio de 1999 72 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 LOS TRASTOS VIEJOS Esta casa está llena de trastos viejos, de cosas que podrían parecer inservibles. Tío Marquito, quien fue un gran pescador, y a sus noventa y pico de años, sentado en su ture, sólo rememora, quiso que fuera yo quien se quedara con su caja en la que se conservaba sus enseres de pesca. Esa caja es el cofre del pirata. Al abrirla se intuye la pesca artesanal de Margarita. El arte de empatar los anzuelo. De esculpir las cucharas que, imitando la forma de un pez, servirían para trolear. Allí están los enormes arpones de pescar tiburones y grandes peces. El arpón tiene en la parte trasera una concavidad en forma de embudo. Allí se encaja la guaica. Haciendo equilibrio en la paneta de la embarcación, el pescador lanza con toda su fuerza. Previamente está amarrado al bote el cabo del chicote, para asegurar la presa. En esa caja mágica hay anzuelos de diversos tipos y diversos tamaños. Hay algunos de los últimos tiempos que no era necesario empatar porque traen argolla y allí es muy fácil asegurar la guaya de un metro más o menos que, por la otra punta, se asegura al guaral. De esta manera se evita que el pez lo corte en su desespero por liberarse. Hay algunos anzuelos chiquiticos, el anzuelo mosquero, bueno para pescar bolos a la ronza; y, con el bote fondeado en cualquier rama, cacharos, corocoros, roncadores, guanapos… Hay también en la caja maravillosas agujas de tejer. Tengo todo el proceso del comienzo al final, porque Papa Geño tuvo a bien regalarme su vieja atarraya tejida por él mismo con hilo e’ palo. Lo tengo todo, porque José Suárez Fermín me trajo de Margarita un ancla y mi hijo Efraín un rezón. Lo tengo todo, porque Jacinto Montaner me regaló un canalete de los que usaban en la legendaria piragua “Unión” cuando iban a calar en el mandinga. Esa piragua primero la retrató Alfredo Boul73 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña ton con el viejo Quintín Landaeta recostado en ella – es una de las fotos más hermosas de su hermoso libro “La Margarita” – y después, cuando ya estaba despedazada en la orilla a causa de los mucho años, la pintó Cruz Acosta. El gran artista pampatarense tituló el cuadro “Ruinas de una piragua”. Gentilmente me lo obsequió y es el que preside la sala de la casa. Hay muchas otras cosas, tantas que formarían las cuentas de un extraño rosario. En San Fernando de Apure su cronista Julio Cesar Sánchez Olivo me donó una enorme espadilla que gobernaba un bongo que ya no existe. Tal vez por eso su hermano Teodorito me dio uno hecho a escala. De Los Robles me trajo Chago una espada de hueso que perteneció a una de las tantas diversiones margariteñas de antaño. Y como Chago es un artista haciendo trompos, me hizo varios, entre ellos uno bellísimo de palo de guayaba. Lo tengo todo. Porque mi alumno Carlos Cedeño me trajo de Punta de Piedras un modelo exacto del tradicional bote pescador, que no es el peñero; y hasta me hizo un volador que se ve junto a otro que allí veo elaborando al nunca suficientemente llorado poeta de ascendencia cochera, Víctor Salazar. Hay muchas otras cosas. En una mesa de trabajo que da al patio coloqué antiguas lámparas de querosén y de carburo (dentro está una de gasolina que me recuerda la que encendía en su bodega “La Esperanza” Andresito Leblanc). Para estudiar en nuestra adolescencia y juventud, los estudiantes margariteños nos alumbrábamos con velas; y cuando ésta se derretía apelábamos al carburo y cuando éste se volvía ceniza le tocaba al querosén que alumbraba menos pero duraba más. Estudiando de esa manera hizo Margarita sus grandes nombres, entre ellos el de eminente dramático Pedrito Salazar Gamboa, allá en La Ciudad. También hay una tablilla que me reparó cualquier camino: SE VENDEN AREPAS Y VERDURAS. Hay viejos avisos de pulperías y hoteles de provincia ofreciendo sancochos y menúes a precios irrisorios. Con todos estos trastos viejos se siente uno dentro de una Venezuela que no pudo seguir siendo la misma. Que sufrió la ruptura violenta con su pasado. Y eso, tal como lo he visto, los siguen evitando muchos pueblos. A los amigos y visitantes les agrada admirar estas cosas inservibles para tanta gente que no conocieron sus beneficios. 74 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 Como contraste, hay un aviso nuevo que señala: POR FAVOR, PAGUE AL SUBIR. Montreal, Canadá 1º de julio de 1999 75 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña 76 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 EL “PASEO LA EXCELENCIA” Como esta casa tiene el por fortuna de tener patio y traspatio como las de antes, ideamos el “Paseo La Excelencia”. Emelit, amable esposa del Maestro Freddy Villarroel, le pintó el nombre. Lo primero que hicimos tan pronto habitamos “Socaire” fue reforestar el cerro. Sembramos árboles frutales y plantas ornamentales. Les dejamos las frutas a los pájaros y nos quedamos con la sombra. En la parte de arriba, después de haberlo terrazeado, pusimos bancos, mesas, sillas y hasta parrillera. Treinta años después los árboles han crecido tanto que han hecho fronda espesa y engruesado sus tallos. De manera que hasta se puede colgar hamacas y chinchorros. En el “Paseo” mostró sus dotes culinarias el eminente periodista Eleazar Díaz Rangel. Como es hijo adoptivo de la Isla de Margarita y estaba en casa margariteña, aceptó el reto de rellenar y asar un lebranche que le quedó de lo mejor. Y como allí el Vice-Almirante Elías Daniels Hernández colocó personalmente la instalación eléctrica en lo que fuimos sus asistentes - ¡Y qué asistentes” – Nilka y yo, pues se puede disfrutar música suave de acuerdo con el tranquilo ambiente bucólico, aunque si lo exige la alegría, también se suele escuchar música alegre. El “Paseo La Excelencia” tiene dos planos y un corral donde ya no hay gallinas porque acabaron con ellas los amigos. En el “Paseo” Rubén Santiago demostró por qué tiene fama de excelente “chef ”. En el plano de arriba existen bancos para los que desean apartarse del “mundanal ruido” porque quieren entablar un diálogo con su espíritu. O conversar íntimamente con el amigo pues dos amigos verdaderos siempre tienen algo pendiente por conversar. En el plano de abajo al que se accede por unos breves y se77 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña guros escalones, está la parrillera que hizo famoso a Díaz Rangel. Un rinconcito con mesa y silla desarmables donde de cuando en cuando me pongo a trabajar. Y a mi lado la razón del refrán: chinchorro colgado indio acostado. Eso fue lo que ocurrió con Aída, la esposa de Eleazar. Arrullada por el canto armonioso de los pájaros y el susurro de los árboles, se fue quedando profundamente dormida. Tan profundo era el sueño que ni siquiera la despertó el apetitoso olor del lebranche asado por su esposo. Paseando por Nápoles me dijeron el eficaz Cónsul General de Venezuela, el prestigioso periodista Gilberto Alcalá y su esposa La Nena, íntimos de Eleazar, que de cuando acá Díaz Rangel cocinando si lo que siempre hacia cuando iban a la playa era empuñar un libro de cuya lectura no lo apartaba nadie. Que con toda certeza el primer lebranche que asaba en su vida. Yo no quise creer que eso pudiera ser verdad. Montreal, Canadá 1º de julio de 1999 78 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 LA PARTE DE ABAJO También queda en el cerro. Pero la parte de abajo, a pesar que fue la primera equipada, la utilizamos poco y hay razón para ello. Por supuesto, hemos pasado allí gratos momentos. Hubo tertulias con amigos, algunos de ellos infortunadamente desaparecidos como el Maestro Luis Beltrán Prieto, el Dr. Alirio Gómez Cermeño, los periodistas Edmundo Barrios, Pedro Manuel Vásquez, J. A. Oropeza Ciliberto. Con amigos que afortunadamente siguen siendo como Lipe Natera y Antonio Briceño. El sitio es arbolado y ello se debe también a los amigos, entre ellos el Maestro Juan Jaén y Antonio Rivero Suárez, ambos canarios de Las Palmas. Pero sucede que así como caminar en una ciudad cooperativa como Los Castores resulta problemático, porque muchos vehículos se detienen para darnos la cola, así también, al mirar por la cerca que hay tertulia, ¡qué amigo no se detiene y saluda? Naturalmente, se le dice adelante y cuando uno se da cuenta, la tertulia parece una asamblea o una fiesta patronal. Ese ambiente de abajo es sumamente agradable. ¿Qué ambiente de la casa no lo es? Los bancos están colocados bajo altas matas de aguacate y Níspero del Japón. En un extremo un platanal ofrece su ubérrima cosecha y el fru pegajoso de sus hojas. Hacia lo alto, “Cubos”, una escultura gigante que se debe al genio del amigo suizo Fritz Klindt quien decidió retirarse a vivir con la naturaleza en una margen alejada del Río Orinoco. Ese sitio de abajo da al liceo “Luis Eduardo Egui”, cuyas palabras inaugurales tuve el honor y la satisfacción de pronunciar. Pero uno advierte, como padre y maestro, que los muchachos de ahora no son los mismos. Uno deduce por su vocabulario y actitudes que la escuela de ahora se ha dejado invadir por las sucias oleadas de la 79 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña calle. Sin embargo, este sitio de abajo mantiene su encanto. Bajo las empinadas escaleras y contemplo en silencio el lugar donde grandes amigos que no están, jugaron dominó, echaron chistes, compusieron el mundo, colocaron un chinchorro, oyeron una suave música instrumental que compaginaba con el ambiente. Hasta hicieron un sancocho de cuando en cuando. Algunos, eso sí, tenían que regresar a la casa en carro, pues como me lo dijo Edmundo Barrios: ¿Tú estás loco? ¡Ya yo no puedo subir esas escaleras! Montreal, Canadá 1º de julio de 1999 80 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 LAS CALAS En el patio de la casa florecen las calas, sembradas en grandes porrones de cemento. Las Calas tienen un cuello muy largo, como las garzas, y a menudo se recuestan de lo que sea. Parecen niñas recién nacidas que tendieran los brazos buscando arrullo. A las Calas les encanta que uno las vea tan plácidas que ni siquiera quien las ve se mueve porque se pueden sobresaltar. 81 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña 82 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 LAS CALABAZAS En la casa también hay unas calabazas. La calabaza tiene la forma de una guitarra. Y debe ser pariente del taparo, del que se hacen las totumas. La calabaza tiene un aspecto señorial. Y siempre está callada. Ve y oye. Otorga. Pero nunca comenta. Uno le pregunta cualquier cosa y sonríe. Pero no responde. Al comienzo, esa manera de ser a uno le molesta. Pero termina por acostumbrarse. Y hasta por darle la razón. 83 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña 84 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 EL PILON DE CARMEN En la casa también hay un pilón. En ese pilón, Carmen, la mujer que hacia arepas en Pariaguán, piló por muchísimos años. En ese pilón, Carmen pilaba el maíz para hacer las arepas que todo el mundo le encargaba porque eran las mejores del pueblo. Seguramente que, cuando pilaba, subiendo y bajando rítmicamente la mano de madera, Carmen cantaba: Pa pile todo el maíz que mama mando a pilar Pile yo, piló María y también piló Pilar. Pero hubo un día cuando Carmen se sintió cansada, muy cansada. Y las manos de madera del pilón le resultaron demasiadas pesadas. Y ya no pudo pilar más. Entonces fui a Pariaguán y me traje el pilón para recordarla. Para recordar su arepas y sus canciones. Para que el recuerdo tuviera donde asirse. Si ella estuviera de acuerdo, le pusiera el nombre de Carmen a ese pilón. Que es lo mismo que hubiera podido hacer, en su pueblo nativo, Pampatar, con el pilón de Panchita. 85 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña 86 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 LA HAMACA CAMPECHANA En la casa también hay una hamaca de cuero vacuno donde el viento se acuesta a descansar. Se llama Campechana. Uno la ve sola, meciéndose. La Campechana se mece sola. Y no es que esté inquieta. Es el viento, cansado, se mece lentamente. Y se queda dormido. 87 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña 88 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 EL MANTEL NAVIDEÑO Ya la siento nacer de entre los árboles. Impalpable, deambula entre las casas. Es aire con aroma indefinible. Algo, un desasosiego, hormiguea en el alma. Oigo hablar de los pinos que brotaron cariles, este año, “sobre la misma tierra”. Oigo voces que dicen como adornar la casa. Sobre la mesa del comedor, manos amables elaboraron con cuidado infinito un mantel rojo. Fue una idea luminosa de Rhayza, vecina de agradables vecindales, que la Excelencia complaciente acoge junto con Cira, Liliam, Carolina. De reojo, como el que desempeña su papel de lejano, advierto lo que hacen. Y cuando nadie está y enciende el mantel rojo su mirada, me acerco a lo cristiano. En el centro, verdes guirnaldas juegan otra vez su ronda. Hay flores de menudas lentejuelas. Y muñecos de nieve con lindos delantales. Hay perritos y gatos de diversos colores. Y como es Navidad, perros y gatos juegan hermanados sobre el césped de fieltro. Por supuesto hay estrellas de rauda cola. Esplendida. Y encargo un ángel para que haya cielo. También se hacen los primeros adornos. Hay una forma azul de vueltas armoniosas que tendrá nueces, caramelos, almendras. Y un trineo se desliza por montañas sin nieve. Sin darme cuenta, desempolvo el antiguo candelabro de madera y hierro, recuerdo de los viajes, y voy y le coloco con suma parsimonia nueve velitas rojas. Cuando se abra la puerta del hogar a los hijos ausentes, después de abrazos, bendiciones y besos, sus miradas sonrientes irán mirando todos los rincones. Como siempre, Jesús Manuel palmeará las paredes exclamando: 89 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña -¡Mi casa! ¡Mi casa! ¡Que bueno es estar en su casa! Efraín, encendiendo la purísima flor de su sonrisa, aparentará asombro: -¡Pero bueno! ¿Qué ha pasado aquí? Y yo, siguiendo el amoroso juego, con sorna exagerada: -¡Adiós, cará!, ¿y tu que te crees? A partir de ese instante, las hojas del almanaque serán días. Galopa el corazón, alegre y pleno. En el rojo mantel enjaezado, las lentejuelas ríen. Múltiple y diminuta es la dulce mirada de Dios. Los Castores San Antonio de los Altos, Diciembre de 1983 90 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 NOCTURNO DE LOS HIJOS, DE LA LLUVIA Y DEL LLANTO Hizo todo lo posible para que vinieran. Estudian lejos, allá en el extranjero. Pero al fin y al cabo son días de Navidad. Vienen los muchachos, y sienten el corazón estrenando bandera. Parecen que no llegan. Que no aparecen nunca. Hace un tiempo de años ni los recibe ni los despide. Los espera, más bien. De todos modos vienen a la misma ansiedad agudizada por el riesgo de la autopista y de la carretera. Ya la comida criolla está cocida. La nevera provista. Los cuartos ordenados. Ya ni falta la espera. El grupo familiar esta impaciente. Tan pronto se oye un carro que se desliza hacia la calle ciega, se asoman a la puerta. Y como los vecinos saben de la llegada, ellos también se asoman. No era el carro esperado. Se trata de un amigo que viene casualmente. Baja. Tropieza con los rostros desconcertados. Interroga. Y cuando conoce la expectativa, estaciona el vehículo y él también se dispone a esperar. Y por fin llega el carro de verdad. Todo el mundo se precipita hacia el abrazo. Que son muchos abrazos. Son besos y abrazos. Un abrazo y un beso. Otro abrazo y otro beso. -¡Que hubo! - ¿Mira éste! – Está más gordo. – Está más flaco. – yo lo veo igualito. – ¡Mi’ jo bello! Dios mío, ya me parecía mentira. *** Ahora abre la maleta: el cofre del pirata. Que si un radiecito. Que si unos zapatos. Que si la crema para la hermana. Que si las pastillas para la mamá. Que si los bombones. Que si los marcadores. Y el ángel que encargó especialmente para aumentar la colección del 91 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña padre que colecciona ángeles. Hizo la noche el tarde sin que nadie advirtiera. El después es el ir de casa en casa. ¡Y que buenmozo está el muchacho! Y de lo más educado. Mañana vuelvo. Cuando gustes, las puertas están abiertas. 2 Raudos, corticos, los días de Navidad. Se espera el 24. Acicalan la mesa. Extreman los cuidados para que, la hallaca y el jamón y el pernil y la gallina deshuesada y el decorado de la mesa misma sean de su agrado. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es el inicio de la cena pascual. El que está acá, el páter familias, lee algunos párrafos que narran el nacimiento de Jesús y concluye con la frase sacral: Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad. 3 Ya cuando llega el 26 empieza a verse cierto halo de tristeza. La madre teme decirlo: pero lo dice porque “se le salió”, que ahora cuenta los días que faltan para la despedida. Tal vez por eso la cena de la Nochebuena del Año nuevo es tan solemne. Por lo demás, se trata del último día del año, el día de rendir cuentas a la propia conciencia. Subyace una tristeza que todo el mundo esconde, que todo el mundo teme. La misma ceremonia. Todos, de pie, se persignan para el inicio de la lectura que ahora es diferente: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos: porque ellos poseerán la tierra. Bienaventurados los que lloran: porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que padecen de hambre y sed de justicia: porque ellos serán hartos. Bienaventurados los misericordiosos: porque ellos alcanza92 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 rán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón: porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacíficos: porque hijos de Dios serán llamados. Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia: porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que ahora tenéis hambre: porque hartos seréis. Bienaventurados los que ahora lloráis: porque reiréis. *** Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás, y quien matare, obligado quedará a juicio. Más yo os digo, que todo aquel que se enoja con su hermano, obligado será a juicio. Por tanto, si fueres a ofrecer tú ofrenda al altar, y allí te acordares que tu hermano tiene alguna cosa contra ti: Deja allí tu ofrenda delante del altar, y ve primeramente a reconciliarte con tu hermano: y entonces ven a ofrecer tu ofrenda. 4 En esta noche llueve. Llueve desde la tarde. Todo el día ha estado gris. Y la neblina se empecina en ocultar las cosas. No se trata, siquiera, de una lluvia, de un vulgar aguacero. Esta lluvia es distinta. Se trata de una fina llovizna con neblina que dobla con frías campanadas silenciosas. Hay un halo de luz acribillada, y tal vez dócil, en los postes lejanos. Y sólo se oye la garúa insistente cuando al fin se hace gota y cae desde el tejado. 5 El 3 se fue el primero. Fue por la madrugada. Y ellos se hicieron los dormidos para evitar lo inevitable. Porque de todos modos fue un abrazo distinto y un trémulo decir “Dios te bendiga”. Cuando un hijo se va tarde en la noche, ya no se duerme. Cierra los ojos y los sigues viendo. Nadie puede cogerle los puntos a esa noche. 93 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña 6 Es lo que ocurre ahora. Se va otro también. La despedida fue fingida, por circunspecta, de parte y parte. Subió a las habitaciones de las hermanas. Abajo se oyeron bromas. Falsas risas. Ellas no lo siguieron a despedirlo. Cuando dejó las escaleras se apagaron las risas. Llegó a la planta baja. Disimuló una rápida mirada por el recibo y por el comedor. Hasta fue a la biblioteca y dijo cualquier cosa. Jugueteó con los discos. Vio que se habían derrumbado algunos libros de esos que se amontonan cuando ya no hay estantes. -Las muchachas tienen trabajo mañana, dijo. Pero se comprendía que en vez de las muchachas, con cuánto gusto lo hubiera hecho él si estuviera mañana. 7 Sigue lloviendo. La neblina se ha retirado un poco y la luz se recuesta de las lanzas de las matas de caña, de la acacia que mueve un dedo u otro, en el viejo labrador de madera pintada que da la espalda para que nadie vea desde la casa, lo que ocurre en su rostro. Llueve. Caen gruesos goterones y sólo se oyen en el silencio de la madrugada ese sonido peculiar que tiene cada gota cuando cae en los pocitos que ella misma ha formado, tal vez para soñarse que es crisálida. O para construir fuentes de lágrimas. 8 Ahora hay dos habitaciones vacías, con nombre propio. Y será días después cuando la madre se asome, abra las ventanas, reorganice las habitaciones, ordene cuidadosamente en las gavetas las cosas que dejaron… En estas ocasiones, los franceses pronuncian tres palabras: -C’ est la vie. Los Castores, San Antonio de los Altos, Enero de 1983. 94 Alero de Montaña 95 Efraín Subero 1991 – 2001 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña 96 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 SEGUNDA PARTE Los Perros de la Casa 97 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña 98 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 TRUENO La novela los perros hambrientos, del escritor peruano Ciro Alegría desde que la leí hace muchos años, ha sido objeto de mi preferencia. Es uno de esos libros a los que uno, tarde o temprano, vuelve. Por ello, quizás con la intención de hacerlo un libro vivo, con nombres tomados de sus páginas bauticé cuatro de mis perros: Trueno, Relámpago, Compañero, Milord. Relámpago jugueteaba en la calle. Lo descuidé, llamados por mis libros, y ya no lo vi más. Milord se fue a otro pueblo, por complacer el ruego de un amigo. Compañero pasó del patio al cerro, halló la puerta abierta y nunca regresó de su aventura. Pero me quedó Trueno que se hizo mi inseparable amigo. Mi perro, un pastor belga negro, se acostumbró a mis hábitos. Le conversaba. Parecía comprenderme. Era dócil a lo que le ordenaba y casi siempre no era necesario decirle lo que tenía que hacer. Era un perro admirable. Por ese tiempo escribía hasta tarde en la noche; y como la música clásica me acompaña desde mi niñez, los años me han traído la costumbre de escucharla también mientras escribo. De música se han hecho muchas de mis palabras. Oía mucho Chopin, lo sigo oyendo. Valses. Preludios. Baladas. Nocturnos ocupaban el día de la noche. El reproductor de sonido está ubicado al lado de la vieja máquina de escribir, así que ni siquiera tengo que levantarme para pulsar los botones. Y una noche sucedió algo increíble. Miré a Trueno profundamente dormido. Inmerso en la música de Chopin, arrebujado por el tranquilo ambiente de árboles meditantes; por los leves sonidos cadenciosos de la noche despierta… Trueno dormía como cualquier perro. Primero acuclillado sobre las cuatro patas; luego se echaba 99 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña de lado, extendía el rabo lanoso y la cabeza, con los ojos cerrados. Mientras se le adentraban los lánguidos acordes, se iba moviendo imperceptiblemente hasta quedar con las cuatro patas hacia arriba. ¡El momento del éxtasis! Supongo que soñaba. Una tenue nube de algodón lo tomaba en sus brazos llevándolo a conocer de cerca el cielo. Entonces cambie la música manteniendo, eso si, el mismo volumen. Trueno lo percibió al instante. Se revolvió furioso y me agarró, refunfuñando, el pantalón. -Cálmate, Trueno, le dije entonces. Yo te creía dormido. Ya te vuelvo a poner a tu Chopin. Y tan pronto lo hice, el noble perro reinició los ritos de su sueño. El imperio de Trueno era el cerro de la casa que da hacia la calle por la parte de abajo. Asomaba el hocico por la puerta de acceso que divide la cerca, y los alumnos del liceo, a quienes vió crecer, acariciándolo le metían cualquier cosa a la boca: caramelos, galletas, chocolates, trocitos de empanada… -Trueno, Truenito… Le rascaban la cabeza y él, moviendo el rabo, les decía que era el perro mas feliz del mundo. Tuvimos que viajar y lo dejamos solo un fin de semana, dolorosamente inolvidable. Le pusimos en el sitio habitual agua y comida. Y Doña Maria, una amable vecina, viejecita ya quien también lo amaba, nos prometió estar pendiente de él tras la reja colindante. Nunca supusimos lo peor. Justo al lado del liceo donde tenía a sus amigos, vivía, como su enemigo, a quien no llegué a conocer jamás. El hombre detestaba a los perros y una noche se le ocurrió preparar raciones de veneno y pasearse por la Ciudad Cooperativa ejerciendo el oficio de envenenador. Cuando regresó a la casa que habitaba, cerca de media noche, aun le quedaba un esófago de res y se lo lanzó a Trueno por encima de la cerca. Al volver a casa el domingo por la tarde, advertí que algo grave ocurría. Lo llame desde la puerta divisoria del patio y el cerro para que supiera que habíamos llegado; pero el pobre animal ya no podía subir las empinadas escaleras. Entonces bajé preocupado, y a pesar de su peso lo subí en mis brazos. De inmediato lo atendieron dos veterinarios. El más cercano, 100 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 un amigo simpático que residía en Los Castores, y un cuñado quien no vaciló en tomar un avión y se vino desde Maturín. Uno y otro, por delicadeza por mi pesadumbre, no me dijeron que nada se podía hacer porque lo envenenaron con fosforado y el veneno ya había surtido efecto. Para calmar mi impaciencia, le hicieron todo lo aconsejable. Lo inyectaban. Se levantaba con gran esfuerzo. Volvía al cariño de nuestras manos. Cuando desfallecía buscaba el rincón donde lo acomodamos lo mejor posible. Nunca tardaron tanto las horas de mis clases. Volvía rápido a la casa para seguir acompañándolo. Un día hallé de vuelta un gran silencio denso. Corrí al rincón. Ya nadie lo habitaba. Entonces me enfrente con mi desolación. No se como llegaron a enterarse los muchachos del liceo. Pero a partir de ese día le hicieron imposible la vida al envenenador. Se tomaban de las manos y gritaban al unísono: -¡Asesino! ¡Asesino! ¡Asesino! Poco tiempo después me visitó un médico amigo que también era suyo. El fue quien me contó el final de esta historia. -¡De modo que tu fuiste quien envenenó a Trueno!, le increpó. Y dio por terminada la amistad. El envenenador se vio obligado a marcharse. Día tras día era empujado por un coro de voces infantiles que le gritaban indignadas: -¡Asesino! ¡Asesino! ¡Asesino! 101 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña 102 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 DIAMANTE Diamante se llama el perro de la casa. Es un pointer inglés, de color blanco y chocolate. Diamante es incapaz de morder, porque, por lo contrario se distingue por ser cariñoso. El sabe la hora cuando pasan los muchachos para el colegio, y los espera. Ellos le ponen caramelos en la boca. Le dicen: - ¡Diamante! Lo acarician y el se deja acariciar. Cuando llegan las vacaciones escolares, Diamante, en su cerro -Porque vive en un cerro – se siente muy solo. Corre. Da muchas vueltas. Husmea entre los árboles. Por fin se echa en lo más alto y se queda mirando fijamente la escuela. Tal vez porque todavía no comprende ciertas cosas, no acepta su soledad. Diamante también es, cuando está solo, un hombre triste. 103 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña 104 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 TOSTAO Tostao es un producto de un experimento afortunado que realizó en Pariaguán mi cuñado José Gregorio Gimón, quien sabe de petróleo, de gallos y de perros. Lo cierto es que el médico del pueblo tenía un hermoso ejemplar collie y Yoyo lo convenció para cruzarlo con su perra de la raza pastor alemán. Tostao era el cachorro más llamativo de la camada, de modo que a La Excelencia le fue fácil la elección. A los dos meses y medio no los trajimos para los Castores. El entrañable amigo Fedor Guevara fue testigo de la inteligencia y de la educación innata del animalito. Porque Tostao no molestaba para nada. Apenas mostraba impaciencia nos deteníamos a un lado de la vía, le abríamos la puerta, y un ratico después regresaba a echarse silencioso en el piso del automóvil. En la preñez, en el parto y después del parto, Yoyo extremó con su perra la alimentación y los cuidados y así hizo con todos y cada uno de los integrantes de la camada. Tal vez por ello y por la estirpe Tostao resultó un perro de imponente alzada, 60 kilos de peso e impresionante estampa. No tiene el oído musical de Trueno, no llega a esas alturas; pero escucha circunspecto la música clásica y creo que las composiciones para órgano de Juan Sebastián Bach es lo más que le agrada. Por lo menos, en su lugar preferido de la biblioteca, en frente de la vieja máquina de escribir, las disfruta acostado largo a largo aunque lo hace, eso sí, como un perro cualquiera. Tostao impresiona por el tamaño y por la seriedad. Pero es sólo apariencia. Marco y todos mis nietos hacen con él lo que quieren. Tal como fue de Trueno, el imperio de Tostao es el cerro. Todavía le ladra fuerte a las perras de Begoña, de las que apenas está 105 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña separado por la cerca de alambre galvanizado, y con las cuales, aún no se porque jamás ha tenido el menor gesto de amistad. En verdad se ladran entre ellos como si no fueran vecinos sino enemigos. Tal vez, a través de la cerca, lo fueron aprendiendo de los humanos. Creo que Tostao tiene inclinaciones filosóficas. Siempre está silencioso, meditabundo, solitario. A veces baja corriendo las escaleras, llega hasta la calle y le ladra a algún perro que transita. Pero casi siempre lo miro a un lado del patio en actitud pensativa. Tato, joven vecino, posee una hermosa perra collie y ha pensado cruzarla con Tostao pues sabe que su sangre paterna es de la misma raza. Todavía no he hablado con él; pero no les extrañe que el sempiterno solterón me responda que ya no está para aventuras amorosas. No vayan a pensar que le puse Tostao por loco. Ya han visto que es todo lo contrario. Tostao es la palabra inca que significa color de tabaco. Era su color cuando estaba cachorro hace ya unos cuantos años. 106 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 TINA Fue una perrita chiguagua que en La Guaira nos regaló, gentil, el Dr. Manolo Domínguez Hofmann. Y como los perros escogen a sus dueños aunque obedezcan a todos los habitantes de la casa, Tina me escogió a mí. Tal vez intuía que cuando fuese grande – aunque siempre permaneció chiquita – la iba a sacar de paseo en el abrigado bolsillo de mi chaqueta, como ocurrió en efecto. Por las noches, cuando me siento a mirar el firmamento sentado en el porche de la casa, Tina ya hacia rato que me esperaba. Daba un saltico ágil y al ratico se hacia la dormida bajo la sábana de mis manos. Tina vivió una vida de mansedumbre. Voraz como todos los de su raza era necesario administrarle la comida porque de lo contrario corría el riesgo de una cogestión. Al contario de Trueno, en su vida no hubo nada especial. Salvo las dos veces que hubo que llevarse corriendo al veterinario, con heridas sangrantes. Porque cuando Tina estaba conmigo mirando la noche, ese rato tan simple era para ella como un privilegio y no aceptaba que las perritas pequinesas Pinky, Moneda y Monedita, mucho más fuertes que ella, se me acercaran. La luna, la noche y mi cariño eran para ella sola. Si exceptuamos esos dos instantes de pasajero furor, la larga vida de Tina transcurrió en completa placidez. Ya en los últimos meses caminaba muy poco, no podía usar bastón, y se cansaba. Ahora se la pasa dormida y pensativa. Casi no sale de su rincón preferido en el lavadero. Una mañana la encontramos marchita y silenciosa. Como una flor. 107 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña 108 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 BUCK Fue el primer perro pequinés que tuvimos, recién llegados a Los Castores. Tomé su nombre del clásico cuento de Jack Lendon El llamado de la selva. Era tan apegado a los hijos, entonces muy pequeños, excepción en su raza de la que dicen que no son buenos compañeros para los niños. Y como no podíamos dejarlo solo, Buck se acostumbró a salir de vacaciones con nosotros. Le encantaba ir a la isla de Margarita, tal vez porque allá conoció la playa. En la orilla corría como una flecha, entraba al mar con el característico nado de perrito y en él permanecía como cualquier persona. Después salía del agua, se sacudía y se ponía a tomar el sol como un turista. Devotos como somos del Santísimo Cristo del Buen Viaje de Pampatar – porque en la Habana existe otro Santísimo Cristo del Buen Viaje -, cuando íbamos a la iglesia Buck nos acompañaba y trasponía el umbral con el respeto y el acatamiento de todos los feligreses. De eso hace tanto tiempo que no hallo que contar de sus últimos años. Eso ocurre también con el recuerdo. Eso ocurre también con el olvido. 109 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña 110 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 GRISHA Entre todos los perros de la casa, Grisha es la de más alto pedigrí. Nos la regaló Luisa, hija de la Profesora Luisa Mijares de Gómez, especialista en Literatura Inglesa y pianista nacida, como La Excelencia, en Pariaguán. Puede decirse que Grisha – palabra que se me ocurrió por cuanto ostenta diversidad de grises su pelambre – es loca de remate. Lo que llaman ahora hiperquinética. Por eso tuvimos que instalarle su casa, con un amplio cercado, en el patio frondoso. Grisha está rodeada de arboles y flores. Con los años me parece que se ha hecho conventual. Gran parte del día no hace otra cosa que esconderse en lo profundo de su casa y uno tiene que llamarla para saber de su existencia. De vez en cuando a la inquieta perrita le abrimos la puerta para que disfrute de compañía, y es lo primero que hace mi hijo Jesús tan pronto regresa de sus innumerables viajes de trabajo. Ella sabe que es mi preferida. Por eso se vuelve un remolino en la biblioteca y como Diamante, el histórico perro del matemático Isaac Newton, se trepa sobre el escritorio y desordena mis papeles. Debido a ese afanado perro también tuve uno del mismo nombre. Un precioso pointer que traje de Estados Unidos. Duró poco en la casa. Justo un 24 de diciembre desapareció. Todavía no he dicho que cuando el Diamante de Newton le alborotó sus papeles a los que había dedicado tantas horas y días de ardua reflexión, el sabio los miró, consternado, revueltos en el piso de su estudio. Apenas comento, desconsolado: -Diamante: ¡que me has hecho! 111 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña 112 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 DINGO El primer Dingo es el héroe de la novela Un Capitán de 15 años de Julio Verne. Por eso quise tener el segundo en esta casa. Por poco paga Dingo el precio de su lealtad. El le disputa a Azor el cariño de La Excelencia y por eso se empeña en demostrar que la quiere más. Dingo, un perrito mestizo, tiene mucho de coker spaniel. Es mediano, de fina pelambre, casi todo blanco con manchas marrones. No lo pueden creer; pero Dingo es noctámbulo. Como siempre charlamos por la noche en el porche de la casa, allí está con nosotros, siempre con la bella cabeza vigilante erguida mirando hacia la calle. Pero tan pronto adivina que concluye la tertulia, desaparece misteriosamente. No le agrada dormir dentro de la casa sino vuelto un ovillo en el jardín. No se si lo atrae el aroma de las flores nocturnas, el sentirse abrigado en un lecho de hojas complacientes, el canto interminable de los grillos… ¡Quién sabe! a lo mejor se desvela mirando las estrellas. Lo cierto es que es el único de los perros que es preciso buscar y traer en brazos para que duerma con los demás en su sitio del lavandero. Es el primero que despierta. Oye pasos en la cocina colindante y esas paticas impacientes que rasguñan la puerta cerrada, son las de Dingo que desea se le abran cuanto antes. Escribo sobre un perro de una intuición maravillosa. No es necesario que la Excelencia encienda el carro para que Dingo sepa que va a salir. Entonces; por si acaso lo encierran para evitar riesgos, sale corriendo y se pone a esperarla en la placita por donde pasa necesariamente. Si supone que va a salir del vecindario, la acompaña hasta donde puede y regresa contrariado a la casa. Otras veces adivina si va 113 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña de vivita a alguna residencia cercana y llega junto con ella. No puede entrar. No importa. Para esos casos existe la espera. Un mal día La Excelencia sintió que algo chocaba contra la rueda delantera del carro. Se detuvo y vio a Dingo tendido en plena calle. Pero cuando bajo del vehículo, el animalito, como apenado de haberle dado ese susto, se repuso al instante y regresó a la casa. Regresó por amor, por coraje. No pudo pasar el jardín. Por supuesto, lo llevamos de inmediato al veterinario. La radiografía demostró que no tenía lesiones. Eso sí, estaba fuertemente golpeado. Era cuestión de guardar reposo. Dingo no se movía. Y nos tenía realmente preocupados. No se movía ante nosotros. Porque tan pronto oyó que La Excelencia preguntaba: -¿En donde esta mi perrito lindo?, Dingo sacó fuerzas de flaqueza. Se veía a las claras que le costaba un enorme esfuerzo caminar; pero lo hizo. Ella lo esperó por curiosidad, para ver que sucedía. El noble perro caminó tropezando y en un último esfuerzo se le tendió a los pies. 114 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 AZOR Azor no es un perro sino un caballero. Atildado. Discreto. Circunspecto. Escogió como dueña a La Excelencia, tal vez por gratitud. Siendo cachorro, con apenas semanas de nacido, se extravió en el garaje que ya no estaba destinado a los carros sino a despensa. Por ello se veía lleno de esos objetos innumerables y hasta inservibles pero que sobreviven como testigos mudos de la vida que se ha hecho en la casa. Todo el mundo lo busca y nadie lo encuentra. Ramoncito, un sobrino, tiende en el piso su juventud hurgando en los rincones. Mueve cajas y cajas… ¡nada! Azor, por lo que se ve, no se ocupa de decir que vive. Tal vez el miedo al encontrarse en una casa extraña, lo ha petrificado. Tal vez llora en silencio como un santo que reza. Quizás ahora el cálido rescoldo reciente de su madre. Durante el día – nunca en la noche – cuando tenía que abandonarlo, estaba siempre en compañía de sus hermanos. Yo me di por vencido pensando lo peor. No obstante, La Excelencia, que lo escogió en la camada, abrigaba la certidumbre de encontrarlo. Y así ocurrió. Dos días después, otra vez explorando, como Azor era una mota oscura inmóvil en la oscuridad, La Excelencia pudo al fin divisar dos ojitos llorosos que languidecían en soledad. Y así rescató a Azor de una muerte segura. Lo demás fueron mimos y cuidados. Creció el perrito, y ya la casa no le resultó extraña. Azor es un dechado de gratitud. En el sitio que ocupe La Excelencia allá va y se le echa a los pies. Adivina cuando va a salir y la espera en la puerta. Sube a su habitación, y como sabe que no puede entrar, la espera en el descansillo de la escalera. Otro día descubrí que además de agradecido es también un 115 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña amigo caritativo. Una vez enfermó Mauser – otro de los héroes de la novela Los perros hambrientos de Ciro Alegría – y sin que mediara recomendación del veterinario, el perrito ayudó a curar al boxer lamiéndole sus heridas. Y parece que le agrada su oficio de enfermero. Cuando Mauser comete una imprudencia y se golpea o hiere, vean al humanitario lamiendo suavemente sus heridas. Mauser le recompensa sus cuidados rindiéndole obediencia. Pues quien manda es Azor. El indica la hora en la mañana cuando se le suelta la cadena para que corra, alegre, por la calle. Mauser sale como un bólido, y ahí va Azor detrás como una liebre. Y él es también el que decide que ya basta de correr. Que vuelva a su rincón a que le pongan de nuevo la cadena. Miren a Mauser, estático, en su sitio, esperando a cualquiera de nosotros que lo haga. La puerta de la reja del jardín sigue abierta. Pero allí esta Azor, vigilante, con el ceño fruncido. Le indica una vez más que se acabó el paseo. Azor tomó su nombre de la novela Humillados y ofendidos de Fedor Dostoivski. Lo hice como un homenaje al fiel y abnegado perro del mendigo. No sé si Azor leería la novela; pero su nobleza es la misma del perro del gran escritor, que murió junto con su pobre dueño porque no quiso sobrevivirlo. 116 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 BROCO Broco es la última adquisición. Pertenece a la última camada de la perra de Fito, el cordial jefe de Campo de esta Ciudad Cooperativa y del linajudo Sam, el hermoso pastor alemán de Gerardo, hasta hace poco nuestro jefe de Vigilancia. En verdad el regalo fue doble. Porque con apenas semanas de vida, mi querido alumno Carlos Torres, con el nombre de Castor se llevó el otro a su casa de Margarita. El nombre de Broco es creación de los ocho años de marco que lo ha tomado para él y por lo que vi le trasmitió a Carlitos – dilecto hijo de mi alumno – todos sus conocimientos. Se la pasaron toda una semana conversando con dos enciclopedias caninas entre las manos. Marco, acompañado de Gerardo, ya lo llevó al veterinario a vacunarlo y desparasitarlo y a corregirle un pequeño defecto en el rabo. Ya está recuperado creciendo fuerte, negro y lozano. Marco me dice con impresionante sabiduría que de su educación y su cuido se encarga él. Dice, además, que Broco era necesario para que ocupe el lugar de Tostao que ya está un tanto viejo. ¿Y saben cómo ha comenzado la enseñanza? Poniéndolo a vivir en el cerro con Tostao para que sea el mismo veterano, como se hace padre e hijo, quien le enseñe sus virtudes. Creo que es el primer caso en que un perro enseñe a otro perro. Ya veremos. Broco es el futuro. 117 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña 118 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 ELOGIO DE LA PERRITA DE LA CUADRA Un buen día apareció en la cuadra para no irse más. La cuadra además de pequeña, es lo que llaman una calle ciega. Son contadas las casas y en ellas habitan niños de distintas edades, así que la perrita se vio como una grata novedad al amanecer. Ese momento y siempre tuvo muchas manos que la acariciaron. Uno de los muchachos la puso Loquiloqui. Y hubo consenso, porque Loquiloqui se quedó. Le sobraba cariño, comida y hasta abrigo. Porque si es cierto que no entraba en las casas, como las conocía muy bien por fuera, sabia donde hallar un rincón para refugiarse. Tanto es así que a pesar de que en Los Castores llueve mucho, nadie la vio mojada como tampoco la vieron jamás salir de los linderos que ella misma se señaló. Yo no sé, pero pienso que a Loquiloqui la perdió la vanidad o la confianza. Como las casas poseen muchos carros y se entra por donde se sale, algunas veces había que esperar que decidiera apartarse del medio de la calle para poder entrar o para poder salir. Si alguien osaba tocarle la corneta, lo miraba enojada con una expresión particular, que aun sin palabras, lo acusaba de mal educado. ¡Lo que son las cosas! A veces algunos vehículos equivocaban el camino y entraban a la calle ciega con desusada prisa. Por fortuna, cuando eso ocurría, Loquiloqui se hallaba soñando en la calzada. Lunes, miércoles y viernes se desplaza con lentitud en la corta vía el pesado camión de aseo. Lo tripulan el chofer y dos ayudantes que, por supuesto, se hicieron amigos de Loquiloqui. El camión es demasiado grande y Loquiloqui demasiado pequeña. Y tal vez por la prisa en recoger los potes de basura cuanto antes para vaciarlo después en el depósito del camión, no advirtieron 119 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña que la perrita, sin asomo de temor, estaba cerca de las peligrosas ruedas enormes. Tuvo que suceder el accidente. Ellos mismos se la llevaron. Pero no como una basura comprimida, sino como una niña enferma que hay que curar. 120 Alero de Montaña EPILOGO 121 Efraín Subero 1991 – 2001 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña 122 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 NOSOTROS Muchas metas motivan al hombre en la vida. Aunque a veces parece vivir sin darse cuenta. Entonces languidece, llega a viejo en las mismas condiciones que siempre tuvo. Entonces se consuela diciendo que tuvo mala suerte. O ni siquiera se consuela. Pero nosotros llegamos a Los Castores únicamente con deseos de vivir en casa propia. Como todos los pioneros cooperativistas que atravesamos la temida Carretera Panamericana para situarnos al lado de San Antonio de los Altos con la intención de integrar una comarca, tan lejos y tan cerca de Caracas. Residíamos en un modesto apartamento en la capitalina Urbanización San Bernardino. En ese recomienzo caraqueño trabajaba como reportero del diario “El Universal”. Me informó un colega que San Bernardino era una buena zona para vivir. Leí un aviso económico en el mismo periódico en el que trabajaba y de inmediato lo contraté. La Excelencia se hallaba con mi familia en Pampatar. La acompañaba Jesús, en ese entonces nuestro único hijo. Pero al mes ya se instaló en San Bernardino. En Caracas nacieron sucesivamente los otros tres: Liliam del Valle, Efraín José y Argelia Carolina. Aunque, por razones del corazón telúrico, todos fueron presentados en la prefectura de mi pueblo nativo. Cira nos acompaña desde los siete años. Su hijo Marco Hendrick vendría después a alegrar nuestros días con su frescor de infancia. Así como los nietos, algunas veces lejos, en país extranjero y ahora muy cerca en la misma ciudad. De Efraín y Luz Marina Proceden Efraín, Lary, Elton y Gabriel. Vuelvo a San Bernardino. Pocos años después, cuando era director de Publicaciones del Ministerio de Educación, recibí la visita de Andrés Amenábar, uno de nuestros impresores. Se asombró de la cantidad de libros y la es123 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña trechez de espacio. Entonces nos habló de la Ciudad Cooperativa de Los Castores y hasta nos trajo en su carro hasta su casa. Salvo con mi agradecimiento, nunca pude pagarle – ahora tendrá que ser con oraciones – que haya sido mensajero conspicuo de un destino. Como buen margariteño costanero, conocía la jumazón del mar; pero jamás había visto la neblina. Y ese día, cuando almorzábamos en la terraza de la casa de Amenábar con su esposa Pilín y La Excelencia, una densa y fantasmal neblina cubría árboles irreales. Recuerdo que me asomé al paisaje y lo recorrí paso tras paso con ojos impregnados de emoción. Se sentía una paz inmarcesible. En las casas sembradas en las laderas como un damero viviente en las colinas, veía los Nacimientos de mi infancia. Entonces me escuché con una voz que me subía del alma como un rezo: -¡Aquí me quedo! Y aquí me quedé. El día que nos mudamos – 23 de diciembre de 1968 – no teníamos instalación del gas. En eso nos tocan el timbre. Era un vecino desconocido: Efrén González, quien acompañado de su esposa Elsi, venía a ponerse a la orden de los recién llegados. En ese momento ni siquiera sabían el apellido de la familia que iba a vivir, de ahora en adelante. Frente a su casa. Pero el cooperativismo y la fineza de la gente son así. Al instante nos facilitó una cocinilla eléctrica. Junto al inolvidable Padre Silverio de Zabala, el fundador, colaboré en lo que pude, siempre de manera gratuita como es norma en nuestro sistema, y hasta publiqué, con motivo de los 15 años de la Ciudad Cooperativa, la Historia de Los Castores. Los que han tenido oportunidad de trabajar conmigo haciendo cooperativismo activo, verdadero, saben lo que entre todos hemos alcanzado. Cuando digo que aquí, en 40 años, ningún gobierno ha tenido la necesidad de invertir un centavo ya que nosotros mismos hemos construido, de nuestro propio peculio, las instalaciones propias de una ciudad, el oyente se asombra. Casi todos provienen de un medio diferente, y enfatiza su asombro cuando digo también que hasta pagamos el alumbrado público. Siempre lamento que en Venezuela no se haya multiplicado el ejemplo de nuestra admirable Ciudad Cooperativa. El cooperativismo es una armónica solución social que el mundo necesita. También me agrada recordar cuando escribí la frase que vino a constituirse en el lema de nuestro conglomerado social: 124 Alero de Montaña DO. Efraín Subero 1991 – 2001 EN LOS CASTORES SE ESTA ENSAYANDO UN MUN- Cuando concluyo este libro familiar que quiso escribirse, me hallo pasando unos días en la bella casita que acaba de adquirir mi hijo Jesús aquí en Montreal. Antes de escribir el capítulo final releo el famoso libro del premio nobel de medicina Alexis Carrel, La incógnita del hombre o el hombre un desconocido que leí por primera vez en Cumaná en 1948, de manos de mi Profesor de Sociología, el chileno Hernán Campos, y resaltó una frase que me ha parecido apropiada para correr el telón de estas palabras: SOMOS UNA HISTORIA. Efectivamente, Dr. Carrel, eso somos. Montreal, Canadá lunes 5 de julio de 1999 125 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña 126 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 CURRICULUM VITAE DE EFRAÌN SUBERO Nació en Pampatar, isla de Margarita, Estado Nueva Esparta, Venezuela, el 16 de octubre de 1931. Doctor en letras con mención “Excelencia”. Poeta, Ensayista, Bibliográfico, Folklórogo, antólogo, Profesor titular del departamento de Lengua y Literatura “Simón Bolívar”, Caracas. Ex – Profesor de la Universidad Central de Venezuela. Ex – Profesor de la Universidad Católica “Andrés Bello” y en dicha Casa de Estudios, Director del Centro de Investigaciones Literarias, fundador de la Cátedra de Cultura Contemporánea de América Latina de la Escuela de Comunicación Social. Catedrático de la Literatura Venezolana y de Literatura Hispanoamericana y Director de la escuela de Letras. Ha dictado cursos de pre-grado y post-grado en casi todas las universidades y colegios universitarios del país. Profesor invitado de varias universidades latinoamericanas, norteamericanas y europeas. Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Miembro Correspondiente Hispanoamericano de la Real Academia Española. Es miembro de la Asociación de Escritores de Venezuela, de la Fundación Venezolana de Literatura Infantil, de la Federación Latinoamericanas de Escritores, de la Comunidad Latinoamericana de Escritores, de la Asociación Internacional de Hispanistas, de la Organización Internacional para el Libro Infantil y Juvenil, IBBY, de la Asociación Internacional de Investigaciones de la Literatura Infantil y Juvenil, del Instituto de Literatura Iberoamericana, Latín American Studies Association y otras instituciones. Ha asistido como ponente o invitado especial a numerosos congresos nacionales e internacionales. Obtuvo el Premio Nacional de Ensayo “Ramón Díaz Sánchez”, el Premio Municipal de Literatura (Caracas), el Premio Municipal de 127 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña Periodismo (Distrito Sucre, Estado Miranda, Venezuela), el Premio Regional y el Premio Nacional de Literatura promovido por la Dirección de Cultura del Estado Nueva Esparta (Venezuela) y tres veces el Premio “Monseñor Pellín” otorgado por la Conferencia Episcopal Venezolana, el último de ellos, en 1997, como reconocimiento a su trayectoria en la investigación literaria. También ha intervenido como jurado en numerosos concursos literarios tanto del país como del exterior, entre ellos, el Premio “Casa de las Américas” de Cuba. Posee, entre otras condecoraciones, la Orden “Rómulo Gallegos”, Orden “27 de junio”, Orden “Francisco de Miranda”, Orden al Mérito en el Trabajo, Orden “Almirante Brión”, Orden “Francisco Esteban Gómez”, Orden “Manuel Plácido Maneiro”, Cruz de las Fuerzas Armadas de Cooperación y la Banda de Honor de la Orden “Andrés Bello”, la más alta condecoración venezolana al mérito intelectual. Su Bibliografía Directa (libros, plegables y folletos) pasa de los 200 títulos (algunas obras en varios volúmenes) y su Bibliografía Indirecta que incluye libros del país y del exterior, pasa de los 50 títulos. Así mismo, se le ha dedicado un opúsculo y dos tesis de grado universitarias a su vida y su obra. Ha sido epónimo de varias promociones tanto en la Educación Secundaria como Universitaria. Fue Presidente de la Promoción Organizadora de la Celebración de los 500 años de su tierra natal designado de manera unánime por el Congreso de la República. La misma institución lo designó también, de igual manera, Coordinador General de la celebración del centenario del Poeta Nacional Andrés Eloy Blanco. En diciembre de 1997 inauguró en Santiago de Chile la Cátedra “Francisco de Miranda” instaurada por la Universidad “La República” y el Congreso de Venezuela. Igualmente se hizo acreedor de la Orden “Lucila Palacios” otorgada por el Círculo de Lectores de Venezuela. Jurado del Premio Nacional de Humanidades otorgado por el Congreso Nacional de la Cultura (CONAC) por primera vez en Caracas el 2 de junio de 1998. En febrero del año 2000 dictó un ciclo de lecciones magistrales en el paraninfo de la Universidad de Panamá y el 26 de marzo del mismo año la Gran Logia de la República de Venezuela le otorgó la “Banda de Honor de la Orden Ilustre Americano Antonio Guzmán Blanco”. El año 2001 participó en la Universidad Católica “Andrés Bello” (UCAB), de Caracas, en las conferencias-coloquios “Aproximación a la vida y la obra de Mariano Picón Salas y Vigencia de An128 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 drés Bello y la situación actual del escritor”. Recibió la condecoración “Colombeia” creada por la Gobernación del Estado Miranda, única clase y por única vez como reconocimiento a su labor enaltecedora del Precursor y la Orden “María Teresa Castillo” por su actividad en pro de la cultura mirandina. El 25 de septiembre del mismo año se reinauguró en Porlamar, Estado Nueva Esparta, la Biblioteca Pública que lleva su nombre. Y en mayo del año 2002 el “Sol de Margarita”, condecoración instaurada por el diario del mismo nombre, también en Porlamar, como premio a su prolongada trayectoria periodística. El 23 de abril del 2003 fue designado por la Academia Venezolana de La Lengua Orador de Orden con motivo del Día del Idioma en acto celebrado en el Paraninfo del Palacio de las Academias. El de 29 de octubre de 2003, el XXIX Simposio de Investigadores y Docentes de la Literatura Venezolana, organizado por la Universidad Central de Venezuela y la Universidad Católica “Andrés Bello” le rindió un homenaje de reconocimiento. En ese mismo evento presento la ponencia “La Historia del HaiKai en Venezuela”. En mayo del 2004 presentó en la Universidad Nacional Abierta el libro “La poesía de Luis Beltrán Prieto Figueroa vista por los niños” y días más tarde pronuncio la conferencia “introducción a la estética, ética y ética – estética de la literatura infantil y juvenil”. El mismo mes intervino en el Congreso Iberoamérica, organizado por la Universidad Monte Ávila de Caracas con la conferencia – coloquio “Aproximación a la lengua, la cultura y la literatura iberoamericana”. El 19 de octubre presentó en el Instituto Autónomo de Cultura del Estado Miranda, su obra “Bibliografía de Francisco de Miranda”. En octubre del año 2005 fue invitado por el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad McGill de Montreal para que pronunciara la conferencia – coloquio “El Origen de la Hispanidad”. Ciudad Cooperativa Los Castores San Antonio de los Altos, Estado Miranda, Venezuela Agosto del año 2006. 129 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña 130 Alero de Montaña Efraín Subero 1991 – 2001 Titulo: Alero de Montaña Autor: Efraín Subero Edición de 500 ejemplares bajo el auspicio de: Fondo Editorial del Municipio Maneiro “Dr. Efraín Subero” Diseño de portada y diagramación: LMcreativo , ([email protected]) 131 Efraín Subero 1991 – 2001 Alero de Montaña 132