Capítulo 1
Transcripción
Capítulo 1
La distribución de este libro, impresión, reproducción y alojamiento en hosts diferentes del host de origen están permitidos mientras se conserve el nombre del autor original y este no sea cambiado bajo ninguna excusa, por favor seamos conscientes que este material es gratis pero es producto de nuestro esfuerzo y por ello vale demasiado para nosotros. Así mismo la descarga es gratis como se mencionó arriba, pero está terminantemente prohibido utilizar este escrito con fines comerciales sin el permiso y acuerdo previo con la autora. Más allá del miembro viril Inés Varo ~3~ Capítulo 1 Aquellos maravillosos hombres Eran casi las 5 de la madrugada y se encontraba con los ojos abiertos de par en par. Acostada en una cama que no era la suya, miraba como su acompañante dormía plácidamente. Acababan de practicar sexo. El cuerpo de su amante aún estaba mojado en sudor. A pesar del desmesurado tamaño de su sobresaliente miembro viril, que pensaba que era el más grande que había visto nunca, había sido un polvo decepcionante para ella, rápido y sin orgasmo. Había fantaseado durante casi un mes con el macizo de la oficina, y se había imaginado una gran variedad de escenas llenas de erotismo y lujuria, pero la noche del estreno se quedó en una barata película porno de bajo presupuesto dirigida por algún director novato que nunca sería reconocido. Mientras observaba aquel cuerpo desnudo, recordaba cuando lo vio por primera vez entrando en la redacción de la revista femenina donde ella trabajaba. Era un hombre muy atractivo, alto y atlético, parecía salido de algún anuncio de ropa interior. Vestía con traje caro, pero informal. Tenía cierto aire pícaro con su pelo despeinado pero milimétricamente preparado. Por decirlo de alguna forma era físicamente perfecto, como una escultura preciosa que hubiesen esculpido con mucho tiempo y dedicación. Un dios del Olimpo. Aunque ahora que lo pensaba, era todavía más imponente verlo sin ropa. Aquel día, hace un mes, fue presentado como el nuevo Editor jefe de la revista. La plantilla de la empresa estaba conformada en su gran mayoría por mujeres, lo cual era lo propio, teniendo en cuenta que el cliente potencial al que iba dirigida era el sector femenino. Víctor se movía por el lugar cual gallito en su corral. Sabía que podría tener a la mujer que quisiera, no conocía el rechazo. Y como ave rapaz buscaba a su próxima presa. Aún no podía entender que había visto en ella. Nora era de estatura media, ni delgada ni rellenita, la genética la había dotado de unas piernas bien contorneadas y un prominente trasero. Sus pechos no eran grandes, pero aún así lucían provocativos en generosos escotes. No era especialmente guapa, pero desprendía una sensualidad innata a la hora de moverse y en su forma de hablar, que atraía a los hombres casi sin proponérselo. Era una mujer independiente y moderna. No necesitaba tener un compromiso para disfrutar libremente de una noche de sexo sin más, pero en el fondo era una ~5~ romántica, soñando con que algún día aparecería su Richard Gere particular que la hiciera sentir como su pretty woman. Mientras tanto asumía con resignación que debería besar a muchos sapos hasta toparse con su príncipe. Hasta el momento acumulaba un cómputo de 24 sapos y 3 cerdos; y empezaba a estar un poco harta de tanto chupasangre sin sensibilidad. Había cumplido los treinta y cuatro, aunque aparentaba menos edad, siempre le había pasado, algo que le molestaba cuando era pequeña y tenía prisas por crecer, pero que ahora era recibido como una bendición; y ya le apetecía una estabilidad emocional. La mayoría de sus amigas se habían casado o preparaban su enlace matrimonial, y muchas de ellas incluso ya tenían hijos. A estas alturas le empezaba a preocupar que no existiese aquel hombre que la acompañaría por el tortuoso y largo camino de la vida. Su primera experiencia decepcionante. amorosa ya resultó Se encontraba en el Instituto y sintió un fuerte flechazo por un chico de su clase. Aquello fue amor a primera vista. Recibió una nota citándola en el recreo. Llena de nervios e ilusión, acudió a la cita, y recibió su primer beso. Un beso que le resultó demasiado húmedo convirtiéndose en desagradable cuando sintió una extremadamente larga lengua que le acariciaba la campanilla. Pocos días después, encontró a su noviete metiendo su molesta lengua en la boca de una de sus amigas. Esa tarde descubrió tal vez prematuramente que el príncipe azul del que tantas veces había oído hablar, más que azul era de una tonalidad tirando a “verde”; y que la palabra amistad la había estado utilizando deliberadamente, debiendo acotar su significado a un reducido número de personas que podrían ser contadas con los dedos de una sola mano y aún así quedaría algún dedo sobrante. Su primera vez tampoco fue tal y como ella la había imaginado, en una cama cubierta de pétalos de rosas, iluminada con la cálida luz tenue de unas velas aromáticas mientras sonaba alguna canción sensiblera como banda sonora. Perdió la virginidad en el asiento de atrás del coche del padre de su novio en una noche de borrachera. Fue un polvo con prisas y doloroso para ella. No supo lo que era un orgasmo hasta bastante tiempo después, cuando mantuvo una relación con un hombre que le sacaba 10 años de edad y por lo tanto de experiencia en la cama. Pero aquella relación tuvo un lamentable final, debido a las varias infidelidades que aquel complaciente compañero le ocultó durante el año de relación. Lo más decepcionante para ella fue averiguar que era la otra, y que éste tenía mujer y un niño. ~7~ Aquella fue la única vez que Nora se había enamorado, y a partir de ese momento se mostraba fría y calculadora en sus relaciones, y vivió una época loca en la que se acostaba con desconocidos. Siempre le había costado llegar al orgasmo, y se había estado culpando a sí misma; pero si aquel hombre la había sabido complacer plenamente, tal vez la culpa era de la torpeza de sus amantes; torpeza o desconsideración, puesto que ella se entregaba a fondo y con generosidad. Las siguientes experiencias hasta la noche actual, no merecen ser mencionadas, siendo una recopilación de acontecimientos similares a los ya contados sólo que con diferentes escenarios y distintos protagonistas. Víctor no era diferente a los demás hombres con los que se había encontrado. Era el prototipo que le gustaba a Nora. Fuerte, guapo, seguro de sí mismo, pero desgraciadamente mujeriego. Nora lo sabía, por eso había mantenido a raya sus lascivos impulsos cada vez que él se le había insinuado, mostrándose siempre desinteresada y distante. Lo que no sabía era que ese desinterés hacía que aumentara, sin darse cuenta, el deseo de su Don Juan, cuyos intentos eran cada vez más feroces e insistentes. Tornándose casi en acoso. Una tentación que Nora intuía que pronto no podría resistir. Esa misma noche la empresa celebraba una cena conmemorativa por la jubilación de la Señora Gandía, la mujer que había fundado la revista medio siglo atrás, aprovechando también para festejar el 50 aniversario de la misma. Fue una noche muy emotiva, y Nora había tomado alguna copa de más llevándose por la emoción del festejo, así que Víctor usó el alcohol como herramienta de persuasión para retomar su empeño. No recordaba con claridad como había llegado al cuarto de su jefe. Pequeñas lagunas, y de pronto estaban desnudos echando un polvo. Tan pronto como su ansia había sido calmada, se quedó dormido. Se sintió insatisfecha y utilizada. De pronto pensó en las consecuencias de sus actos. Temía que pudieran surgir situaciones incómodas en el ambiente laboral. Al fin y al cabo era su jefe. No sabía qué hacer, no quería quedarse a dormir. Imaginaba a su jefe despertándose a su lado, fanfarreando de la noche de placer que le había regalado tratándola como a una cualquiera. Tenía que salir de allí, pero el alcohol no la dejaba pensar con claridad. Y si le dejaba una nota, donde se excusara. Quizás estaba juzgándolo injustamente, un cuerpazo así merecía una segunda oportunidad, saldría de puntillas sin hacer ruido evitándose la desagradable vergüenza del desayuno y dejando una puerta abierta para un ~9~ próximo encuentro que deseaba fuera más satisfactorio para ella. Después de arrugar a modo de pelotitas varios trozos de papel, le dejó la siguiente nota: “He tenido que marcharme. Estabas tan dormido que no quise despertarte. Un beso. Nora “ Quería haberle puesto un “Llámame” al final, pero temía parecer desesperada. A pesar del desencanto, Víctor todavía le gustaba, pero no sabía si para él podía llegar a ser algo más que otra zorrita que se había llevado a la guarida del lobo. De todas formas olvidó intencionadamente su pequeño y elegante bolso en la mesilla de noche, asegurándose así de recibir la deseada llamada. Capitulo 2 El club de lectura El primer domingo de cada mes Nora pasaba la tarde en compañía de un club de lectura. Era un grupo reducido de mujeres que se reunían para dar su opinión sobre alguna novela con temáticas de misterio, crimen, amor o incluso alguna erótica. A veces, eran novelas o relatos que ellas mismas habían escrito. Solían reunirse en casa de Nora, que se encontraba en una urbanización privada con amplias zonas verdes. Al vivir sola, podían disfrutar de un ambiente relajado e íntimo, donde aprovechaban para desahogarse contándose sus problemas y preocupaciones cotidianas. Además, la vivienda disponía de un salón enorme, con tres amplios sofás, que aunque eran de diseño, su comodidad agradaba mucho a las visitas, dotándolo de un ambiente muy acogedor. El suelo era de madera y había una chimenea que mantenía el calor constante en los días más fríos del invierno. Nora preparaba minuciosamente la tertulia elaborando deliciosas tartas para acompañar con un agradable café. Para ella era el día favorito del mes. Se encontraría con un grupo de personas que tenía los mismos gustos e inquietudes por la literatura y escritura que ella. ~ 11 ~ El resto de los días, su trabajo le obligaba a escribir ridículos artículos sobre cantantes y actores de moda, que le aburrían profundamente. A veces escribía aconsejando a chicas adolescentes sobre sus problemas amorosos o sus inquietudes sexuales, y otras sobre los complementos que se van a llevar durante la nueva temporada. Pero rara vez le encargaban algún artículo de su incumbencia con el que poder alardear sobre sus cualidades como escritora. Aquella tarde de domingo se encontraba más impaciente que de costumbre. Deseaba compartir la experiencia que había tenido con Víctor la noche anterior, ansiosa por recibir algún consejo u opinión objetiva. A punto estuvo de quemar la deliciosa tarta de manzana que preparaba para la ocasión, suceso insólito, ya que se trataba de una excelente cocinera. La primera en llegar fue su mejor amiga Daniela. Ella y Nora no se habían conocido en aquellas reuniones, eran amigas hacía años, de hecho Daniel, que es como le gustaba que la llamaran, fue quien la introdujo en aquel grupo. Era una chica alegre y atrevida. Lesbiana, pero no la típica lesbiana masculina. Era alta y delgada, bien parecida aunque con una nariz prominente que la dotaba de personalidad. Venía acompañada de Carla, su novia de hacía años. Ésta si parecía masculina, quizás debido a su manera de vestir, la cuál era descuidada, sin combinar colores ni estilos. Llevaba el pelo corto y nunca iba maquillada. Tras ellas, René, una mujer luchadora que llevaba con coraje una vida de amorosa madre, fiel esposa y triunfadora ejecutiva. Tenía un fuerte carácter y defendía sus opiniones con uñas y dientes, como si fuera incapaz de desconectar del feroz mundo de hombres donde discurría su vida laboral, disfrazando así su vulnerabilidad y sensibilidad femenina en seguridad y fortaleza. Era muy atractiva, aunque su belleza se veía resaltada por su elegante manera de arreglarse. Los últimos en llegar fueron Ruth y Ortzi. Ruth era una divorciada dolida con los hombres. Su matrimonio había sido corto, escasamente 2 años. Terminando por una infidelidad de su marido, que ella no pudo perdonar. Era la sensiblera del grupo y lloraba con facilidad. Su aspecto era frágil como el de un cachorrito desvalido. Aquellas reuniones le habían dado fuerzas para seguir adelante, sentía que tenía amigas que la comprendían y apoyaban. Ortzi era el único miembro del grupo que representaba al sector masculino, aunque era homosexual, no podía ser de otra manera, por eso fue aceptado en un club exclusivamente de féminas. No era muy afeminado, apenas tenía pluma, pero desprendía una sensibilidad delatadora. No era el típico gay promiscuo, buscaba una relación romántica, quizás por eso no le habían conocido pareja, ~ 13 ~ aunque era bien sabido que era muy discreto y receloso con su vida privada. Era un hombre guapo, sus rasgos finos y proporcionados, se podría decir que tenía cara de niño, dulce y delicado. Se sentaron en los enormes y cómodos sofás, charlando animadamente, como una familia que hace meses que no se ven, y que tienen mucho que contarse. Mientras, Nora servía complaciente la merienda, cual madre atenta y servicial. Cuando acabó, empezaron a valorar el libro de la semana. “Se busca impotente para convivir” de Gaby Hauptmann. Todos coincidieron en que se trataba de una comedia femenina francamente divertida, narrada con encanto y ciertas dosis de humor. René comentó que se había sentido identificada con la protagonista en algún momento de la historia. Nora y Ruth le lanzaron una mirada asesina. Envidiaban la vida de anuncio que tenía René con su marido perfecto. “¿Cómo puedes sentirte tú identificada? ¿Tú no sufres el acoso de un desconocido que sólo te quiere llevar a la cama? Luces tu anillo de casada como un talismán que te protege de los depravados.” Ladró Nora. “Si, yo todavía estoy buscando lo que tú ya has encontrado.” Decía Ruth con desanimo. René amaba a su marido, era consciente de su fortuna, pero eso no le libraba del acoso continuo del erecto miembro que en ocasiones la perseguía como perro en celo por toda la casa, como si se tratara de un ser con vida propia que hace y deshace a su antojo. “Siempre llego a casa cansada del estrés diario, y no me quedan fuerzas para protagonizar la función final. A veces lo que me gustaría es que Ricardo me acunara hasta la cama y me regalara un masaje relajante hasta quedarme dormida, sin esperar nada a cambio.” Las chicas suspiraron, comprendían perfectamente a su amiga. “Con una mujer, no tendríais estos problemas” comentaba Carla mientras le lanzaba una sonrisa y un guiño cómplice a Daniela, proponiendo un final alternativo a la historia con tintes lésbicos. “Como mujeres, es normal sentirnos vinculadas más estrechamente a las mujeres de una manera más emocional y espiritual, simplemente nos entendemos mejor.” explicaba Daniela. “Y el sexo es fabuloso” fanfarroneaba Carla. Ortzi decidió intervenir para dar su opinión sobre el libro desde el punto de vista de un hombre. Era la persona más introvertida del grupo, apenas solía hablar, parecía como si se sintiera cohibido ante tanto estrógeno. Pero en realidad disfrutaba escuchando a las demás, aunque lo que verdaderamente le fascinaba eran los días en los que leían alguno de los relatos que él ~ 15 ~ había escrito y podía verlas opinar sin tapujos, como si el autor no se encontrara presente en la sala. También había disfrutado con el libro en cuestión, a pesar de ser una novela para mujeres. El final le había parecido muy divertido y romántico, Ortzi adoraba los finales felices, aquellos en los que triunfa el amor a pesar de los obstáculos. Pero la que más se había sentido identificada con la historia, había sido sin duda Nora. Se había leído el libro en una sola noche, no había podido demorar su lectura, entendía profundamente a Carmen, la protagonista. Las dos eran mujeres independientes y triunfadoras, con el único anhelo de encontrar a un hombre con el que convivir y compartir sus vidas, y no un pene con patas. El grupo reía, Nora podía ser muy gráfica en sus intervenciones y eso les divertía. “Yo lo que quiero es un hombre que no adore su pene, sino que me adore a mí, como dice Carmen en la página 14 del libro.” Todos asentían, estaban de acuerdo con la tertuliana. A veces pensaba que el culpable de todos sus problemas era el pene, ese miembro viril que desde principios de la humanidad ha representado el poder y la virilidad del hombre. Una ridícula paradoja, al tratarse sólo de un trozo de carne colgante y flácida quedando al exterior cual vulnerable, poniendo en evidencia en realidad la fragilidad del macho. Fragilidad que se ve aumentada al poseer éste una voluntad de relativa obediencia, pudiendo seguir órdenes guiados por estímulos indirectos o incluso imaginarios, dotando de poder a la mujer, quién logra frecuentemente apoderarse de su voluntad a su antojo, convirtiendo en ese caso al hombre en el sometido esclavo. Sin darse cuenta, la charla empezaba a tornarse feminista. Se encontraban centrando la conversación en el miembro masculino, aquel por el que en realidad sentían una curiosidad y fascinación innatas, quizás por el simple hecho de no tener uno. “Si, ese miembro es el culpable del fracaso de mi matrimonio. Si Saúl no hubiera tenido pene, seguramente aún seguiríamos juntos. Ese órgano enfermizo y sin personalidad se metió en la vagina de su secretaría de manera equívoca. Ahora que lo pienso, si Saúl no pudo controlar a su pene, quizás pueda perdonarlo. “ Rieron a carcajadas, sabían que Ruth en el fondo deseaba encontrar una mínima excusa para perdonar a su ex. “Pobres insensatos, siempre preocupados por el tamaño de su arma, cuando lo que a las mujeres nos importa en realidad es que la tengan bien cargada y que sepan disparar, jajaja.” decía René divertida. “Es patético ver a algunos hombres alardeando de sus grandes penes como si fueran trofeos. “ ~ 17 ~ “Teniendo en cuenta que la mayor sensibilidad de la mujer está localizada en el clítoris y en el primer tercio anterior del interior de la vagina, incluso el tamaño de un dedo puede ser más que suficiente.” afirmaba Carla. “En realidad se trata de un problema exclusivamente entre varones, que compiten entre ellos y consigo mismos.“ razonaba René, quién estaba acostumbrada a codearse en un mundo competitivo y varonil. “Las mujeres no elegimos a un compañero por su pene, porque no es el pene el que te cuida cuando estás enferma, no es el pene quién te escucha cuando necesitas desahogarte, no es el pene y la vagina los que hacen el amor, sino las personas.” Se oyeron aplausos en el salón. Nora siempre encontraba las palabras adecuadas. Si se hubiese dedicado a la política, sus dotes oradoras la habrían lanzado a ocupar altos cargos gubernamentales. “Porque por desgracia es el pene de tu jefe el que te lleva a su casa borracha, el que se aprovecha de tu cuerpo, y el que te obliga a salir de puntillas sin hacer ruido a las cinco de la madrugada dejando una nota, por evitar la vergüenza del día después. Y es el cabrón de tu jefe el que no te llama al día siguiente.” La sala quedo en silencio. Los invitados se giraron sorprendidos hacia la anfitriona. Habían oído hablar de Víctor, y de lo mucho que le gustaba, pero sabían que ella siempre había procurado guardar las distancias. “¿Te has acostado con tu jefe? Y ¿borracha? “preguntaba Ortzi como si de una pregunta retórica se tratara, con la única intención de regañar a su amiga. Siempre mostraba preocupación por ella, sobre todo cuando se trataba de hombres. A pesar de ser más joven que ella, era bastante maduro y asumía a la perfección el papel de hermano mayor que protege a su hermanita. Hermano que ella nunca había tenido, puesto que era hija única. Se había criado sola con su madre, prácticamente sin figura paterna. El padre las abandonó cuando ella tenía apenas cinco añitos para comenzar una nueva vida con otra mujer, desentendiéndose de sus funciones como padre. Su labor paternal consistió exclusivamente en un ingreso mensual para su manutención. Hábito que concluyó al cumplir la mayoría de edad. Hacía muchos años que no se hablaban ni se veían. En lo que a Nora respectaba su padre murió cuando ella era pequeñita. Aquel trauma infantil, propinó que de alguna manera no confiara en ningún hombre, condenando al fracaso sus relaciones amorosas. Ortzi era la única persona del género masculino en quién confiaba, situación quizás propiciada por su condición sexual, gracias a la cual se sentía cómoda a ~ 19 ~ sabiendas de la inexistencia evidente de tensión sexual entre ambos. La anfitriona contó con pelos y señales todos los detalles de la fatídica noche, mientras el grupo escuchaba con atención. “Así que, a altas horas de la noche me encontraba en una casa extraña, con el hombre que me gusta en pelotas acostado a mi lado y desgraciadamente a medias.” “Menudo cerdo. ¿ pero no te ha llamado? insistía Ortzi. “Quizás no viera el bolso, puede que le diera un golpe mientras dormía y esté en algún lugar debajo de su cama” Nora intentaba buscar una explicación que no fuera la evidente, pero realmente no encontraba ninguna que pudiera creerse ella misma. “Deberías pasar de él, no te merece.” intentaba consolarla su amigo gay, con el propósito de evitarle otro desengaño que veía venir. “¿Veis? Ya lo decía yo, el pene es el culpable de todo” Daniela intentaba poner una nota de humor, consiguiendo la sonrisa de la desilusionada narradora. Carla aprovechó la ocasión para fardar de nuevo sobre su cómoda y satisfecha condición sexual. “Yo creo que deberías probar, no puedes saber que no te gusta si nunca lo has probado.” “¿No crees que si fuera lesbiana ya lo habría notado?” le recriminaba Ortzi. “Las mujeres sabemos lo que otras mujeres quieren, y no nos quedamos dormidas tras la primera llegada.” Insistía la vanidosa. René aprovechó la ocasión para contar una experiencia lésbica que protagonizó antes de acabar la carrera. Su compañera de habitación en la residencia universitaria estaba enamorada del mismo chico que ella. Ambas charlaban sobre lo guapo y fuerte que era. Para evitar perder la sincera y fuerte amistad que las unía, decidieron hacer un juramento de sangre. Aquel acto las prohibía mantener una relación con el susodicho. “Para las dos o para ninguna” prometieron. Pocos días después, René descubrió a la desleal de su amiga montándoselo con el aludido en su propia cama. Enfurecida, René la reprochó por tan mezquina hazaña, pero su sorpresa fue tal, cuando ésta la invitó a unirse al festín. “Para las dos o para ninguna” repetía. A tales efectos no rompían la promesa. René accedió suponiendo que compartirían al chico sin más, y en un arranque de amor propio, se lanzó a los labios de aquel amor platónico, mientras su amiga miraba la escena divertida y excitada. El trío se giró cada vez más apasionado. Y casi sin darse cuenta, se encontró con la lengua de una mujer en su boca. ~ 21 ~ Tras el ferviente y delicado acontecimiento, la amistad se fue enfriando poco a poco. La experiencia fue más agradable de lo que René hubiera imaginado, pero por otro lado, sabía que no la volvería a repetir. Capítulo 3 El despertar Aquella noche resultó ser insoportablemente larga. Cada vez que cerraba sus enormes ojos color miel soñaba con Víctor. Estaba en la oficina, y de pronto entraba su jefe. Nora se levantaba para coger unos papales que éste le entregaba, y de pronto se veía desnuda. Víctor se burlaba por tal desfachatez, y la señalaba atrayendo así las miradas obscenas de los hombres y burlonas de sus compañeras. Temía que sonara el despertador y llegara el momento de ir a trabajar encontrándose con su hombre. No entendía por qué le importaba tanto. Al fin y al cabo, no era la primera vez que se acostaba una noche con un desconocido sin más, con la única intención de disfrutar libremente del sexo. Le preocupaba poder estar enamorándose nuevamente de la persona equivocada, hecho que de salir mal, se vería agravado, por el determinante de ser éste su jefe, y no poder evitar verlo todos los días. Se despertó justo antes de sonar el despertador, tenía la sensación de que se quedaba dormida y llegaba tarde. ~ 23 ~ Sus prominentes ojeras revelaban el cansancio del desvelo sufrido. Se dio una larga ducha caliente, con el propósito de relajarse. Mientras se enjabonaba pensaba en la estrategia que seguiría con Víctor. Se vestiría con la faldita más corta que habitara en su espacioso armario, a juego, una camisa roja con un sugerente escote. No llevaría ropa interior, así se sentiría más atrevida y seductora. Los tacones de plataforma interminables, para estar más imponente. Su melena larga recogida en un moño informal dejando al descubierto su delicada nuca. Y unas gafas, que no necesitaba, pero en ocasiones utilizaba para obtener un toque de secretaria erótica. Su maquillaje impecable, logró borrar los signos de la falta de descanso en su pálido rostro, luciendo impecable e irresistible para cualquier varón. Quería mostrarle lo que no volvería a tener sobre sus suaves sábanas de raso. Tendría que suplicarle para volver a tocar su delicada piel. Su plan estaba calculado al milímetro, lo que haría y lo que le diría, pero al entrar en el ascensor del edificio donde trabajaba se encontró a su amante de sopetón. Estaba aún más guapo que de costumbre y su fragancia era embriagadora. Cuando vio sus penetrantes ojos clavarse en los suyos, Nora olvidó su plan de mujer fatal. De sus temblorosos labios sólo pudo salir un tímido “Buenos días”. Pero Víctor había decidido darle unos buenos días de una forma un poco más especial, plantándole un apasionado y largo beso que no encontró fin hasta que el ascensor se detuvo en la planta de su destino. Sin pronunciar ninguna palabra, el besucón se marchó por el largo pasillo que conducía a su despacho. “Que desfachatez, si se creía que podía tratarla así, estaba muy equivocado.” Pensaba mientras se dirigía a su mesa de trabajo, al mismo tiempo que trataba de evadirse del calentón. A la hora de comer, se acercó al despacho con decisión. ~ 25 ~ Esta vez no toleraría que la tratase como un objeto, a pesar de morirse por volver a sentir su húmeda lengua recorriendo todos los rincones de su boca. Quería hablar con él, necesitaba hablar sobre aquella situación que la estaba volviendo loca, pero imaginaba que no sería tarea fácil. Los hombres con los que había estado siempre se mostraban reacios a la hora de tener que expresar sus sentimientos. Así que no forzaría la situación, aprovecharía el tema del bolso olvidado, intentado dar pié a una conversación que le permitiera esclarecer al menos un poco la dirección de aquella misteriosa relación entre ambos. Se detuvo ante la puerta de su jefe, estaba cerrada. Tenía un letrero con su nombre y debajo un rótulo que exhibía su categórico puesto dentro de la empresa. Nora golpeó la puerta suavemente. No obtuvo respuesta, así que volvió a golpear. Dentro le pareció oír una risita nerviosa que parecía provenir de una voz femenina. Tras un largo minuto de espera, por fin oyó un sigiloso “Adelante.” Agarró el pomo de la puerta y la entreabrió. Víctor se encontraba sentado en su cómodo sillón de pez gordo. “¿Interrumpo?” “Estaba ocupado, pero… dime.” Su voz sonaba suave y entrecortada, como si le costase respirar. “Resulta que el viernes por la noche perdí un fabuloso bolso que me encanta y me preguntaba si tal vez tú lo habías encontrado.” Decía poniendo morritos y con un tono sensual. Víctor parecía no estar prestándole atención. Su mirada perdida, sus ojos casi en blanco. Nora ya había visto esa expresión en su cara anteriormente. Ahora que recordaba, era la misma cara de placer que tenía la noche que se acostaron. Incluso se le escapó un pequeño gemido. ¿Un gemido? Miró debajo de su mesa, había unos zapatos de tacón rojos de charol. Al agacharse pudo ver horrorizada como Amalia, la joven becaria, se encontraba escondida de rodillas haciéndole sin ningún reparo una felación mientras ellos hablaban. No podía creérselo, de todos los cerdos que había conocido, este era sin duda el campeón. ~ 27 ~ Se dio la vuelta, quería salir corriendo, y mientras salía pudo oír la voz excitada de su jefe, pidiéndole que cerrara la puerta al salir. Mientras conducía hacia su casa, pensaba que había tocado fondo. Estaba harta de los hombres y de su inculpado pene. Recordaba a sus amigas lesbianas. Ellas siempre alardeaban de los felices que eran juntas, de lo bien que se entendían en la cama y lo más importante de todo, se amaban de verdad y se eran fieles. Ellas no necesitaban un pene para disfrutar plenamente de sus relaciones sexuales. Nora nunca había tenido una experiencia lésbica, tal vez porque nunca se le había presentado la oportunidad, pero era una opción que nunca había descartado. Más de una vez se había excitado al contemplar una escena erótica entre mujeres, en alguna película. Incluso alguna vez había soñado que practicaba sexo oral con alguna desconocida, pero eso sí, nunca fantaseaba con una mujer real. Se planteaba seriamente cambiar su opción sexual. Tal vez su amiga Carla tenía razón, como podía saber que no era lesbiana si nunca había estado con una mujer. De pronto veía con claridad. Tal vez había una luz al final del oscuro túnel. Si el culpable de todo era el miembro masculino, la solución a sus problemas amorosos era amputar al villano, desterrarlo a los confines de su vida. “A partir de este momento, salgo del armario, me proclamo lesbiana.” ~ 29 ~ Capítulo 4 Entrando en el armario Quería ser lesbiana, había tomado la decisión, pero ignoraba los pasos a seguir para salir de aquel improvisado armario en el que había entrado de forma repentina. Tenía claro como era el tipo de mujer que le podía atraer, femenina, sensual, muy exuberante, como aquellas mujeres que protagonizaban películas porno de lesbianas, pero más discretas. El problema era que ignoraba como y donde encontrar a esa experta fogosa en las artes lésbicas, que la guiara con cariño pero con autoridad por el desconocido mundo del placer prohibido hasta el exánime éxtasis. Tumbada sobre la cama encendió su portátil y entró en internet. Encontró una infinidad de páginas que buscaban y ofrecían encuentros sexuales reales. “Chica joven y femenina busca chica femenina para encuentros esporádicos” “Mujer madurita y viciosa, busca chica para momentos de lujuria” “Chica busca chica morbosa para trío con mi novio” Algunos anuncios incluso incluían fotos, casi todas chicas jóvenes con posturas provocativas en ropa interior, otras enseñaban sus pechos. Tanta divulgación desvergonzada le provocaba una desconfianza desmesurada. Recordó una época en la que frecuentaba chats para conocer hombres, con los que luego se citaba y que dejó de menudear porque al encontrarse en la realidad, no existía ninguna coincidencia con los datos referidos en el mundo virtual. Incluso se encontró con algún caso en el que el sujeto en cuestión había publicado una fotografía en la que cualquier parecido con la realidad sería pura casualidad. No estaba dispuesta a reincidir en el mismo error. Lo más sensato era pedirles ayuda a sus amigas lesbianas. Ellas disfrutarían como niñas instruyendo al aprendiz en el arte del amor lésbico. Nora era una entusiasta a la que le gustaban los retos, así que cuando Carla y Daniel la invitaron a acudir con ellas a un bar de ambiente, aceptó intrigada. Aquella noche se arregló como si de una primera cita se tratara. ~ 31 ~ Se colocó un insinuante vestido negro pegado a sus curvas, cuyo generoso escote le impedía usar sujetador. Peinó cuidadosamente su larga y abundante melena y se maquilló muy femenina. Mientras se arreglaba pensó que sería el centro de atención en un local abarrotado de mujeres poco femeninas y descuidadas. Ese pensamiento la hizo sentir a la vez engreída pero nerviosa. Después de mucho pensarlo, estaba decidida y lanzada, aquella noche tendría su primera experiencia lésbica, y miles de sentimientos revoloteaban por su estomago, miedo, excitación, morbo, curiosidad e incluso impaciencia. Si resultaba que era lesbiana, no quería perder ni un segundo más de su vida con un hombre. Las tres mujeres llegaron al Bar. Para la sorpresa y tranquilidad de Nora, era un bar como cualquier otro, con su barra, un pasillo largo con algunas mesas para sentarse a charlar y una pequeña pista de baile. Sonaba la misma música que en cualquier bar a los que ella acostumbrada a frecuentar. La única diferencia era que la gran mayoría de las personas que se hallaban allí eran mujeres, y los escasos hombres, gays. A pesar de que el recinto era pequeño había alrededor de ciento cincuenta personas, pero no se estaba apretujado. La mayoría de aquellas mujeres se encontraban acompañadas en parejas, y eran mucho más discretas de lo que Nora había imaginado. Se sentaron en la única mesa que encontraron libre. La parejita amiga se sentía en su salsa, y procuraban en todo momento que la inexperta se sintiera a gusto también. Desde aquella posición pudo echar una mirada más atrevida a su alrededor. Había pocas mujeres con el cabello largo como ella, a la mayoría apenas le rozaban los hombros. Observó que algunas de ellas se habían esmerado antes de salir de su casa para causar mejor impresión, al igual que ella. Otras parecían menos preocupadas por su aspecto; y había quienes tenían una apariencia convencionalmente masculina, con pelo corto y ropa unisex. Nora no entendía por qué si a una mujer le gustan las mujeres, se inclinaba por otra que parecía más masculina que femenina. ~ 33 ~ Las chicas pidieron unas copas de ron con cola. “Así qué quieres salir del armario” reía Carla divertida. “¿Cómo vas a salir del armario si aún no has entrado en él?” “Chicas me he documentado en internet, no todas lo saben desde siempre, es verdad que muchas se dan cuenta en su adolescencia, pero otras tienen una larga vida de incertidumbre e infelicidad, hasta que descubren y admiten lo que son y lo que quieren, y yo quiero mi experiencia lésbica.” se las veía divertidas. “Nora, una no se levanta lesbiana un día de repente” se mostraba Daniela más precavida que su pareja. Conocía a Nora hacía muchos años y si bien conocía su espontaneidad y mente abierta, nunca había sospechado nada sobre aquellos repentinos gustos por las mujeres. “Es cuestión de tiempo, no de auto etiquetarse de lesbiana, bi, o hetero, porque eso no son más que etiquetas. Si te sientes atraída por alguna mujer adelante, explora tu sexualidad, pero si de repente no es así no pasa nada. Cariño tómate tu tiempo y luego decide.” “Vamos a bailar.” Nora pretendía quitarle seriedad al asunto, no había invitado a Ortzi porque no le apetecía escuchar sermones, aquella noche tenía que ser especial y deseaba divertirse y desinhibirse. Las tres chicas bailaban al son de un merengue. De pronto observó que aunque se divertía, no se movía tan sensualmente que cuando había algún hombre mirando. Para su sorpresa, ninguna mujer se le acercó aquella noche, y ella tampoco tomó la decisión de dar el primer paso. Pensaba que las demás no la veían como una “auténtica lesbiana”. A pesar de no encontrarse incómoda, echaba de menos sentirse deseada. Incluso se descubrió mirando a un atractivo gay, que en ningún momento le devolvió la mirada. No sería aquella noche cuando disfrutaría de su deseada experiencia con otra mujer, pero Nora era muy obstinada y no se rendiría tan fácilmente. ~ 35 ~ Capítulo 5 La desesperante calma de los bares de lesbianas Era la cuarta vez que Nora entraba en aquel Bar de mujeres y ya empezaba a tener una sensación “deja vu”. Allí se encontraban las mismas chicas, en los mismos lugares, tomando las mismas copas y hablando con las mismas amigas. Tenía la sensación de que nada había cambiado, nadie había ligado, sólo las mismas parejas. Nora sabía que no podía ser lesbiana de la noche a la mañana pero empezaba a exasperarse. Estaba acostumbrada a la inmediatez y facilidad con la que se le acercaban los hombres, sin tener que hacer nada para lograrlo. Lo más excitante que le había ocurrido aquellas noches de lesbiana, fue descubrir alguna mirada que al encontrarse con la suya giraba la cara con disimulo. Esa absurda situación parecía perpetuarse hasta la eternidad. “¡Qué difícil era aquello de ser lesbiana!” pensó. Para colmo, cuando al fin encontró una chica que le atraía de verdad, pidió a Daniela que se la presentara, pero aquella hermosa mujer se llevó toda la noche tonteando con su amiga, lo que provocó una discusión por celos entre la pareja. Así que llegados a esta situación, Nora consideró dos posibles soluciones, usar el alcohol como herramienta de valor y lanzarse al vacío por si tenía suerte; o pedirle a un amigo gay que la acompañara para pedirle que le presentara a la mujer que le gustara. Aquella noche, pensaba ponerle fin a aquella absurda abstinencia de ligoteo, así que optó por la opción menos dolorosa, y llamó a Ortzi. Su amigo se mostró disgustado con la idea, no parecía agradarle salir por locales de ambiente. Estaba convencido de que Nora no era lesbiana, y además estaba seguro de que aquella no era la mejor forma de encontrar el amor, solo sexo esporádico y sin sentimientos, precisamente de lo que su amiga estaba huyendo. Nora insistía una y otra vez, sabía que tarde o temprano Ortzi accedería. Nunca le había negado nada. Se citaron en la puerta del local. Era la primera vez que se veían solos, y fuera del grupo de lectura. ~ 37 ~ Cuando Nora llegó al bar, ya estaba Ortzi esperándola fuera. Se había puesto muy guapo, y a pesar de llevar aquella camisa rosa, no aparentaba ser gay. Se mostraba casi aliviado al verla aparecer. Acababan de entrar cuando ya se le habían insinuado un par de hombres que lo miraban como carne fresca, pero Ortzi los rechazaba con amabilidad. “¿Ves? Por eso no frecuento este tipo de locales.” Conversaron animadamente, tanto que en ocasiones olvidó el motivo por el que se encontraba en ese lugar. “¿Bueno, entonces qué?” preguntó Ortzi que se impacientaba por ayudar a su amiga. “¿Qué de qué?” por un momento se sorprendió coqueteando con su amigo gay, su innata costumbre con el sexo opuesto le estaba jugando una mala pasada, o tal vez era el alcohol. “que si has encontrado alguien que te guste” Nora echó un vistazo rápido a su alrededor. Sentada en la barra había una chica que la observaba descaradamente. Incluso le sonrió cuando las miradas se cruzaron. “¿Y tú?” preguntaba divertida. “Sí, pero esta es tu noche, no la mía, además no creo que yo le guste.” “¿Cómo no le vas a gustar? Si eres el centro de todas las miradas, hasta las lesbianas te miran” rieron amenamente, nunca antes se había fijado en él, pero ahora que lo había hecho le resultaba verdaderamente atractivo. Ortzi la dejó sola para ir al baño, y fue entonces cuando Laila, la mujer que la había estado observando desde la barra se le acercó. Tenía rasgos latinos, labios carnosos, la piel morena y curvas bien marcadas. Su cabello negro largo y denso, sus ojos color azabache. A pesar de aparentar algunos años más que Nora, se conservaba bastante joven. La mujer parecía decidida y extrovertida y su acento suramericano le parecía de lo más sensual, lo mismo le ocurría con los argentinos. “¿Cómo está? Soy Laila.” Decía mientras le besaba sonoramente cerca de la comisura de los labios. “Nora, encantada.” “Que gusto conocerla, nombre relindo el suyo.” Laila llevaba la iniciativa en todo momento, lo que la hacía sentir algo más cómoda. ~ 39 ~ Al parecer venía sola. Estaba en la ciudad por una reunión de negocios y le habían comentado que aquel bar estaba bien ambientado. Llevaban largo rato charlando animadamente, cuando se percató de la demora de su amigo. Se excusó para ir a los aseos para comprobar que Ortzi se había marchado. Retocó su brillo de labios, recolocó sus pechos en su minúsculo y seductor sujetador, y volvió a la mesa esforzándose por no tropezar con nadie y controlando su equilibrio, puesto que hacía rato que había percibido algunos signos de embriaguez. Laila jugaba con su pajita de manera sugerente. De pronto se levantó y le susurró al oído, “vayamos a mi hotel, no demoremos más” Tomó su mano y la invitó a seguirla. Al llegar a la puerta de la habitación sintió un cosquilleo nervioso en el estómago, había llegado la hora de la verdad, y ya no había marcha atrás. La latina le propuso meterse en el jacuzzi, pero con la ropa interior puesta. Mientras se desnudaba notaba sus ojos negros mirándola lujuriosamente. Laila tenía unas caderas desproporcionadas y un trasero más sobresaliente de lo que aparentaba vestida, y al descalzarse se veía pequeña. Pero presentaba unos rasgos exóticos que la dotaban de sensualidad. Podía ver como se le trasparentaban sus pezones al entrar en contacto con el agua. Laila descubrió su pechos, invitándola a repetir sus pasos. Eran grandes y la fuerza de la gravedad se había encargado de atraerlos hacía el suelo. Sus pezones enormes, la aureola casi cubría todo el pecho simulando un huevo frito. Ante su pasividad, la latina agarró las temblorosas manos de Nora y las puso sobre sus pechos. Se sintió rara tocando unos pechos que no eran los suyos, aunque eran agradables al tacto suaves y blanditos, los tocaba como una enfermera en busca de una anomalía, no sabía muy bien que hacer con ellos. Sintió una gran impresión cuando ésta la beso y jugueteó con su lengua, incluso estuvo a punto de rehusarla, pero comprendió que llegadas a ese punto debía continuar. Se dejó hacer, Laila era tremendamente activa, y empezó a lamer sus pezones, deslizando su lengua hasta llegar a su tanga, el cual retiró con sus dientes mientas besaba sus muslos y lamía suavemente su clítoris. ~ 41 ~ Estaba excitada, aquella mujer sabía lo que le gustaba y como le gustaba y aunque intentó controlarse alcanzó el clímax con rapidez. Era su turno, no sabía muy bien cómo hacer, pero observó que con cada inexperta caricia que le propiciaba, Laila parecía más excitada, así que se animó a chuparle los pezones, aunque mientras lo hacía no sentía nada, excepto un extraño sabor como a leche amarga o ácida. De pronto, aquella mujer, abrió sus piernas mostrándole su vulva mojada, en un acto que exhibia impaciencia. Era la primera vez que veía una que no fuera la suya, exceptuando algún que otro video porno. Y le pareció algo más vasta y desagradable de lo que había imaginado. Para su sorpresa no sintió deseos de lamerla, así que la acarició con los dedos, que resbalaron de tal manera que se colaron dentro fácilmente. Parecía como si fuese a colarse entera, mientras su amante gemía fuertemente. Fue así como finalmente consiguió darle un orgasmo por primera vez a una mujer. Al terminar, Laila se mostró excesivamente generosa procurando gratificarla con un segundo orgasmo. Nora cayó rendida ante su delicadeza, con sus caricias eternas le transmitía una sensación de calma, de tranquilidad, de no tener prisas por terminar. Era un placer relajado, nada que ver con las estridencias típicas de los hombres, con sus prisas y en ocasiones forzadas posturas. Cerró sus ojos para concentrarse en la culminación, pero entonces pensó en el delicado rostro de Ortzi, imaginó que aquellos dedos que la penetraban era el miembro viril de su amigo. Aquel pensamiento le resultó extraño a la vez que revelador. Nora quería un pene, pero uno que se comportara como una extensión del alma, que obedeciera con exclusividad a los sentimientos del hombre que lo porta, sirviéndole como mera herramienta para la demostración de los mismos, y no para auto complacerse únicamente. Le gustaba sentir las grandes y fuertes manos de un hombre que la dominaran al tiempo que la hicieran sentir a salvo. Una espalda musculosa y corpulenta a la que abrazarse acompañada de unos brazos fornidos que la abrazaran. Añoraba apoyar la cabeza en un robusto pecho sudado tras terminar exhausta. ~ 43 ~ A pesar de resultar una experiencia muy placentera, echaba de menos aquello que no podía encontrar en ninguna mujer, aquello que la complementaba. Aunque una relación sexual no garantiza el descubrimiento de una orientación lésbica o heterosexual, para Nora resultó claramente concluyente. Capitulo 6 Primer domingo de Abril Miró el calendario, 1 de Abril, un mes nuevo que además coincidía con el primer domingo del mes. No había tenido noticias de Ortzi desde la noche del bar de ambiente, cuando desapareció en el baño. Habían pasado casi veinte días desde su experiencia lésbica, y continuamente le daba vueltas al motivo que la hiciera tener un orgasmo mientras pensaba en su amigo gay. A decir verdad, intentó contactar varias veces con él, pero nunca recibió respuesta. Motivo por el cual arrancó con satisfacción la última hoja del mes de Marzo del almanaque. Aquel día tendría lugar en su casa la correspondiente reunión del club de lectura, asegurándose así de coincidir con Ortzi. Imaginaba que aquella había sido una noche loca para ambos. Seguramente su amigo se encontró en el baño con el chico que le gustaba. Al ser tan discreto preferiría salir para conversar más tranquilamente y al verla ~ 45 ~ acompañada de Laila, no quiso acercarse a despedirse para no interrumpirla. Era un chico muy prudente. Elaboró con esmero una tarta de queso, la preferida del joven, pretendía agradecerle de alguna forma la ayuda prestada. Al fin y al cabo, de una manera u otra, había contribuido a despejar sus dudas sobre su condición sexual; y curiosamente, sin ni siquiera saberlo le había dado un orgasmo. Anhelaba contarle su aventura. Carla y Daniela llegaron a la hora acordada, siempre tan puntuales. La pareja ya conocía la anécdota, la cual les pareció divertida e inédita, nada que ver con la primera experiencia homosexual de ambas. De todos los miembros del grupo, aquellas eran las únicas que mantenían una relación más estrecha, y se juntaban en incontables ocasiones. Nora miraba inquieta el reloj de pared colgado encima de la chimenea. Se impacientaba por la llegada de Ortzi. Al sonar el timbre se apresuró a abrir, su cara se tornó decepcionada al encontrarse en la puerta a René y a Ruth. “Vaya, yo también me alegro de verte.” Le soltó René ante la inusual falta de entusiasmo por parte de la anfitriona. El tic-tac de aquel enorme reloj avanzaba con normalidad, pero el exasperante sonido de las agujas retumbaba en los oídos de Nora. “Las cinco y media, no vendrá”. La voz de Nora sonaba decepcionada, aquel hombre no había faltado nunca a su cita mensual, pero tampoco se demoraba tanto. ¿Le habría pasado algo? La tertulia procedió con normalidad, aunque la anfitriona parecía ausente. Añoraba el silencio calmado y las intervenciones racionadas del ausente, siempre aportando cordura. Hasta ahora no había notado lo imprescindible que resultaba la participación del varón para ella en aquellas reuniones. Aparentemente se mantenía comedido y en ocasiones era invisible para las demás mujeres, pero su presencia la motivaba, y su vacío la estaba volviendo loca. Fingió sentirse enferma, hazaña francamente sencilla puesto que tampoco estaba bien. Tenía prisa por deshacerse de aquella insípida charla. ~ 47 ~ Las mujeres se marcharon, habían observado el malestar de la anfitriona durante toda la tarde, incluso se percataron del extraño sabor de la tarta de queso, que no estaba tan dulce como de costumbre. Se despidieron mostrándole su preocupación, y deseándole una pronta recuperación. Daniela se ofreció para cuidarla, pero ésta la rechazó cariñosamente. Necesitaba estar sola y poner en orden sus pensamientos. Capítulo 7 Una visita inesperada Se colocó su cómodo pijama morado de rayas, se desmaquilló y se tumbó en su amplio sofá de diseño que tanto la confortaba. Miró el móvil, en busca de respuestas, pero no había nada. Marcó el número de Ortzi pero su dedo no fue capaz de tocar el botón verde. Se asustó con el vibrar del teléfono en sus manos mientras una mariposa revoloteaba en su estómago. La pantalla anunciaba el nombre de la persona que llamaba, matando rápidamente a aquella frágil mariposa. “¿Cariño estás bien?, me marché preocupada.” “Daniel estoy bien, solo es malestar de estómago, me tomo una infusión y a la cama.” “¿Seguro que es sólo eso? no puedes engañarte, quizás te engañes a ti misma, pero a mí no.” “¿De qué hablas?” “Esta noche he visto en tus ojos aquella mirada.” “¿Qué mirada? Estaba mala, nada más.” ~ 49 ~ El timbre de la puerta interrumpió la conversación telefónica, provocando un gran alivio en Nora, que empezaba a incomodarse con el tema. “Tengo que colgar, llaman a la puerta, no te preocupes por mí amiga, todo va bien. Que descanses.” Abrió apresuradamente, sin mirar por la mirilla, aunque no esperaba a nadie. Las mariposas volvieron al estomago de Nora, cual colonia agitando al unísono sus alas. Ortzi estaba empapado, se quedó inmóvil en la puerta, no parecía importarle la lluvia. Llevaba barba de varios días y el pelo algo más largo que de costumbre, su cara reflejaba el cansancio que causa el insomnio. Nora se sorprendió por su descuidado aspecto, pero le complació descubrir una imagen más varonil de su delicado amigo. “Te estás empapando, no te quedes ahí, vamos entra.” “Siento aparecer a estas horas, verás no me di cuenta de que hoy era el primer domingo del mes. Acabo de mirar el reloj, las 23.05, pensé aún es domingo.” Sonaba a arrepentido y hablaba rápidamente, parecía nervioso. Nora le agarró la mano y lo llevó al cuarto de baño, mientras le ofrecía de forma hospitalaria una toalla con la que secarse. “No tengo ropa de hombre, así que ponte este viejo albornoz, que me queda grande, y entretanto meteremos tu ropa en la secadora. Pensaba hacerme una infusión calentita, ¿te apetece?” “Claro, gracias.” Cuando Ortzi terminó de secarse, ya estaba Nora esperándolo en el sofá, con dos tazas calientes. Su cara dibujó una amplia sonrisa al verlo con su albornoz rosa, que apenas tapaba sus partes íntimas dejando al descubierto su pecho firme y sus piernas fuertes y depiladas. Su estampa le recordaba al increíble Hulk, que al crecer desmesuradamente, su ropa sufría un efecto visual de estrechamiento resultando ridículamente entallada e incluso diminuta para su tamaño. Aunque su amigo no estaba tan exageradamente musculado, resultaba más definido y masculino de lo que aparentaba con ropa. “Por favor ríete, acabemos con esta tortura.” “Estás muy guapo”. “Intentaré no respirar para no romperlo, tú sí que estás guapa.” ~ 51 ~ Recordó las pintas que debía tener, sin maquillar, con el pelo alborotado y ese pijama de rayas, la sangre corrió hacía sus mejillas dotándole de un favorecedor color rosado. “jajajaja, menudas pintas llevamos.” Se hizo una pausa con un incómodo silencio, a pesar de tener ambos mucho que decir, parecían buscar las palabras adecuadas y el momento oportuno. Tomaron un sorbo de su taza de té. Nora decidió tomar las riendas de la conversación, aquel silencio la ponía histérica. “Ortzi, ¿estás bien? Tú barba, tu pelo, no es propio de ti.” “Bueno, este look desenfadado se lleva ahora, ¿no?” “Y te queda genial, más varonil, pero…” “Últimamente no duermo mucho. Hace días que intento escribir, pero no hay manera. Se me cerró el estómago y me da la sensación de que todo me sale mal. Pero tranquila, nada grave, una mala racha.” “Vaya, yo me siento igual.” “¿Y eso? Te imaginaba feliz con tu nueva novia, aquella noche se os veía muy animadas.” “Bueno, ya te contaré, y ¿tu? ¿Dónde te metiste?” “Al salir del baño te vi con esa latina tan guapa y bueno…no quise interrumpir.” “Pues tenías que haberlo hecho, me quedé preocupada, aunque luego pensé que te habrías marchado con compañía.” “¿yo? ¡Qué va! Me fui derechito a casa, aunque por el camino me pasó de todo.” “Cuenta, cuenta.” “Al salir del Bar iba distraído pensando… bueno, en mis cosas, y no me percaté de que unos hombres me seguían. En un callejón oscuro, el tipo más grande sacó una afilada navaja y me la puso en el cuello, mientras los otros dos me robaban todo lo que llevaba encima. Intenté resistirme pero fue inútil, tres contra uno, clara inferioridad numérica. Al llegar a casa, fue cuando noté que me habían dejado sin llave. Quise llamar a un cerrajero, pero también me habían quitado el móvil. En fin, fue una noche muy larga.” “Claro, te llamé varias veces, pensé que no querías hablar conmigo,” “No, sabes que puedes contar conmigo para lo que sea. Pues me pasé la noche denunciando y anulando mis tarjetas, el móvil…” Ortzi anhelaba preguntarle por su experiencia lésbica, así que acortó la historia. “¿Encontraste lo que buscabas?” preguntó curioso. “Pues sí, fue una experiencia bastante esclarecedora.” ~ 53 ~ “Me alegro, te lo mereces.” Agarró su mano como muestra de apoyo y cariño, aunque sus ojos azules, extremadamente expresivos, parecían tristes. “Bueno…en realidad en el momento cumbre pasó algo muy extraño.” “¿Qué?” “Me da vergüenza, no sé si decírtelo.” “¿Vergüenza, tu? Puedes contarme lo que sea, ya lo sabes.” Nora lo sabía, aquel joven le había demostrado desde el principio lealtad y confianza mutua. Pero esta vez era diferente, pretendía contarle a un amigo que había fantaseado con él, un amigo que además era gay. Un amigo que estaba despertando en ella sentimientos que iban más allá de una amistad. Tanto tiempo buscando al príncipe azul, al hombre perfecto, y cuando finalmente lo encuentra resulta que era gay. Sin ninguna posibilidad de éxito, no tenía nada que perder, así que prosiguió con su historia. “Está bien, te lo contaré. En el momento cumbre pensé en alguien, su imagen apareció en mi cabeza, y ahora comprendo por qué.” “¿Otra vez Víctor? No te conviene, tienes que olvidarlo, sé que es difícil pero…” Nora se sentía excitada con aquel secreto que estaba a punto de revelar, miraba a Ortzi fijamente, mientras éste le soltaba su sermón sobre el canalla de su jefe, por el que ya no sentía nada, pensaba que le resultaba muy sexy cuando se ponía en plan padre. Estaba en su sofá, con su albornoz, únicamente con su minúsculo albornoz, deseaba arrancárselo y demostrarle que una mujer como ella podía ser capaz de hacerlo extasiar. Su frecuencia cardiaca se aceleraba. El joven hablaba y hablaba, y aquella loba en celo únicamente halló una manera de hacerlo callar. Lo miró fijamente y se acercó despacio, para no ahuyentar a su presa. Ortzi quedó en silencio, clavando sus ojos en ella, expectante. Se detuvo a un escaso centímetro de sus labios, “Pensé en ti.” El hombre quedó inmóvil, sus ojos se abrieron de par en par, mientras sus labios besaban por vez primera la boca de una mujer. ~ 55 ~ Fue el beso más dulce y lleno de amor que Nora había recibido nunca. Al separarse, se hizo evidente por el abultamiento formado debajo del albornoz, que a su amigo también le había gustado. “Lo siento, no quería forzarte.” “No, he sido yo, lo estaba deseando desde aquella noche en el Bar. Cuando me preguntaste si me gustaba alguien, pensaba en ti Nora, pero tú querías ser lesbiana.” “Pero… ¿Tu no eras gay?” preguntó sorprendida a la vez que intrigada. “¿Gay, bisexual, hetero? Qué importa eso, llámame como quieras, yo sólo soy una persona y tú eres otra. No me importa si eres hombre o mujer, sólo lo que siento cuando estoy contigo.” Nora sonrió con ternura, su compañero tenía razón. El amor es universal, lo abarca todo, todo lo puede; y no entiende de edad, raza, sexo o religión, porque el amor no está en los ojos de quién ama. Aquella noche hicieron el amor. Nora descubrió en él al amante perfecto que combinaba cabalmente la ternura y placer pausado de una mujer; con la virilidad y potencia masculina de un hombre que la complementaba. Fin “No hay heteros, no hay gays, no hay bisexuales, sólo personas, que se enamoran de otras personas. El cuerpo es un mero recipiente que contiene nuestro amor.” ~ 57 ~