Impuestos y Déficit. Publicada en América y Economía de mayo 2010

Transcripción

Impuestos y Déficit. Publicada en América y Economía de mayo 2010
Los Impuestos son inevitables, pero los déficit sostenidos deben ser evitados.
Guillermo Le Fort V.
Doctor en Economía socio de LE&F
La reciente discusión sobre el plan de reconstrucción y su financiamiento ha
permitido traslucir las diferencias que dividen al gobierno. La manzana de la
discordia es tan antigua como la sociedad misma, los impuestos, los que desde
tiempos inmemoriales se han utilizado bien o mal, en tiranía o democracia para
financiar los bienes públicos y servicios del Estado que las autoridades incluyen en
sus planes de gobierno. La historia también muestra que la peor forma de evitar los
impuestos es intentar el financiamiento del gasto público con déficit fiscales
sostenidos, los resultados se asocian con inflación, desconfianza y eventualmente
crisis.
La catástrofe que nos afectó el 27 de febrero ha significado una destrucción enorme
de la capacidad productiva, generando una respuesta prácticamente unánime en la
población: hay que sobreponerse, reconstruir y retomar o acentuar nuestro ritmo de
progreso como economía y sociedad. Los privados han emprendido su propia
reconstrucción y algunos con gran generosidad han donado de sus recursos y
esfuerzo para reconstruir lo que otros perdieron. Pero el sector público también
emprende la tarea de reconstruir la infraestructura destruida: hospitales, colegios,
puertos, aeropuertos, caminos, sedes de gobiernos locales y sedes comunitarias, y
apoyar a los que se han quedado sin nada luego de la catástrofe, y esto también
requiere recursos. Las donaciones privadas ayudan, pero son una gota en el vaso de
todo lo perdido, 100 millones en un programa de 10.000 millones de dólares según
estimaciones oficiales. El grueso de los recursos para la reconstrucción de la
infraestructura pública deberá provenir de tributos, ya sea impuestos a la generación
actual, o déficit fiscales que implicarán impuestos a ser pagados por las
generaciones futuras. Porque no nos engañemos, el gasto que no se financia con
tributos es déficit, que significa endeudamiento o uso de activos fiscales. El
endeudamiento de hoy son las amortizaciones de deuda del futuro y el uso de las
reservas fiscales de hoy implica que los gobiernos que elijan nuestros hijos o nietos
deberán endeudarse en épocas de vacas flacas porque sus padres y abuelos se
gastaron las reservas y además agotaron el cobre.
Ha hecho bien el gobierno del Presidente Piñera en optar por una fórmula de
financiamiento mixta que incluye el alza tributaria, pero discrepo de la intensidad,
duración y forma del alza tributaria. Me preocupa que se incluyan en esta el alza de
las contribuciones, un impuesto patrimonial que cae con fuerza en la clase media,
pero que dados los topes existentes se aplica a una tasa efectiva menor para los más
ricos. Me preocupa que el alza tributaria solo dure dos años, y los gastos de
reconstrucción cuatro. Eso hace pensar en que existe un riesgo de tomar el camino
equivocado, el de los déficit fiscales sostenidos y crecientes que han recorrido otros
gobiernos de derecha con la idea de reducir impuestos, pero sin el coraje político
para reducir los gastos. Ese fue el caso del gobierno de Bush hijo, George W. en los
Estados Unidos y conocemos el desastre en que terminó, con crisis financiera y una
enorme y creciente deuda pública.
La resistencia a realizar un incremento tributario por todo el período de gastos de
reconstrucción, los anuncios de otros recortes tributarios como el del impuesto de
timbre y estampillas, y el amplio programa de gastos que ha anunciado el Presidente
Piñera, tanto por el plan de reconstrucción como por el programa de gobierno, hace
pensar en que déficit fiscales amplios y sostenido pueden estar en nuestro futuro. Las
mismas autoridades han proyectado para 2010 un déficit fiscal estructural, esto es
medido en condiciones “normales” del precio del cobre y de la actividad, de algo
más de 2% del PIB, lo que no tiene precedentes en los últimos 10 años. Este puede
atribuirse a que se habrá iniciado la reconstrucción sin que todavía se perciba el
efecto completo de los aumentos tributarios, y que hay gastos de “arrastre” del
gobierno anterior. Pero aún con el incremento tributario anunciado y sobre la base
de las políticas vigentes se pueden proyectar nuevos déficit entre 0.5% y 1% del PIB
para los próximos años.
Déficit fiscales amplios y sostenidos terminarían por agotar los recursos acumulados
en los fondos soberanos para apoyar las transferencias a pensionados y para tener
disponibles en caso de que el precio del cobre bajara por debajo del estimado como
de largo plazo. La vulnerabilidad del sector público chileno a los vaivenes de la
economía global aumentaría fuertemente, y así la próxima crisis no nos trataría tan
benevolentemente como lo hizo la reciente crisis sub prime, simplemente porque no
tendríamos recursos para enfrentarla con mayor inversión pública y con
transferencias a los grupos más vulnerables.
El gobierno junto al parlamento deben hacer un esfuerzo para evitar los déficit
fiscales sostenidos, ya sea ampliando el programa de incrementos tributarios, o
buscando formas de mejorar la eficiencia del sector público que le permitan hacer
las mismas prestaciones con menores erogaciones. Pero el camino fácil del recorte
tributario, el gasto dispendioso y los déficit crecientes debe ser evitado porque a él se
asocian los peores costos: la pérdida de la estabilidad macroeconómica y de la
confianza en esta que en Chile ha costado tanto tiempo construir.

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