La escuela Nini y los dioses irresponsables

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La escuela Nini y los dioses irresponsables
La escuela Nini y los dioses irresponsables
“Una crisis se convierte en un desastre sólo cuando respondemos a ella con juicios preestablecidos, es
decir, con prejuicios. Tal actitud agudiza la crisis y, además, nos impide experimentar la realidad y nos quita
la ocasión de reflexionar que esa realidad nos brinda.” Las palabras son de Hannah Arendt; la política
educativa española pone los ejemplos.
La secretaria de Estado de Educación, Montserrat Gomendio, ha presentado recientemente el Informe PISA
sobre resolución de problemas de la vida diaria. Los resultados de España son, por supuesto, desastrosos.
Pero –nietzscheanamente– no nos centraremos hoy en los hechos, sino en sus interpretaciones. Gomendio
ha subrayado la importancia del pensamiento crítico para revertir la catástrofe educativa. El pensamiento
crítico nos enseña también que debemos aceptar las discrepancias en la interpretación de los hechos; pero
nunca su falsificación. Atendamos, pues, a las interpretaciones de la secretaria de Educación y
confrontémoslas con la realidad. El modelo vigente hasta ahora pone todo el énfasis en el aspecto
memorístico del conocimiento; el sistema escolar español necesita un "cambio radical" de metodología
docente para que el alumno no memorice únicamente, sino que sea capaz de aplicar los conocimientos a la
resolución práctica de tareas complejas.
Según el Principio de Hanlon, no debe atribuirse a la maldad lo que puede ser imputado a la estupidez. En
este caso, sin embargo, el desconocimiento de los hechos es tan notorio, la evasión de la realidad tan
soberana que resulta más piadoso atribuir las declaraciones de Gomendio a un alarde de cinismo que a la
más desgarradora necedad. Pues si hay un principio pedagógico característico del “modelo vigente” [la
LOGSE/LOE] es la aversión enfermiza hacia la memoria y los contenidos, es decir, hacia la enseñanza y el
aprendizaje entendidos como el compromiso con una herencia cultural excelsa.
Gomendio presentó el Informe de la mano de Andreas Schleicher, responsable de Educación de la OCDE y
“padre” de PISA. Según Schleicher: la economía mundial no se centra sólo en lo que se sabe, sino
también sobre lo que se puede hacer con lo que se sabe; Gomendio, por su parte, subraya la importancia
de desarrollar el pensamiento crítico y creativo, que es lo que "valora el mercado".
Si alguien temía que la enseñanza pudiera convertirse, al fin, en la institucionalización de un proyecto serio
de aprender mediante el estudio, en una transacción en la que los profesores inician a los estudiantes en la
herencia lograda de nuestra tradición, en una tarea de autocomprensión para alcanzar la excelencia
personal; en suma, en una paideia… puede respirar tranquilo: la derecha española se ha propuesto
convertir la escuela en escuela de negocios y a los estudiantes en capital humano al servicio de los
intereses del mercado, “competentes” para cubrir un nicho económico. De la izquierda y el nacionalismo
tampoco hay que temer desvaríos intelectuales; siguen empeñados en poner la escuela y la pedagogía al
servicio de sus respectivas ideologías: el igualitarismo a la baja y el tribalismo, dos formas de populismo
antimeritocrático.
Pero volvamos al Informe PISA y a las interpretaciones de la secretaria de Educación. ¿Cuáles son, para
Gomendio, las causas del desastre educativo? Los ingenuos podrían esperar un análisis profundo y
multifactorial, una comparación rigurosa con países similares que han obtenido resultados mejores. Los
profesores, curtidos en estas lides, adivinábamos la respuesta: la culpa es de la “metodología docente”,
una elegante sinécdoque de “los docentes”.
Ahora, los hechos. Sólo hay dos aspectos en los que la izquierda, la derecha y el nacionalismo mantienen
un consenso sin fisuras: la defensa del sistema partidocrático posfranquista y la pedagogía
constructivista. Desde la Transición, políticos y pedagogos han demolido y usurpado la autoridad
intelectual de los profesores. En las últimas décadas, los profesores han sido obligados –mediante leyes y
decretos educativos– a aplicar las “metodologías innovadoras” formuladas por pedagogos de despacho y
supervisadas por un cuerpo de inspectores degradados a comisarios políticos. No contentos con convertir a
los profesores en lacayos de la pedagogía y en mercenarios de las estadísticas maquilladas, políticos y
desertores de la tiza pretenden hacerlos responsables de su política educativa y sus delirios pedagógicos.
Profesores a los que, pese a ser los únicos profesionales con experiencia real y sostenida en la enseñanza
obligatoria, nunca se les ha permitido participar seriamente en la elaboración de la leyes educativas.
Por último, ¿qué soluciones propone la secretaria de Educación? La puesta en marcha de una plataforma
digital entre el Ministerio y las comunidades para ofrecer cursos de formación a los profesores en
competencias pedagógicas innovadoras. Es Gomendio, y no los profesores, quien vive en el pasado, pues
estas recetas son cualquier cosa menos innovadoras: llevan lustros aplicándose con sonrojantes resultados.
La secretaria de Educación presenta como novedad salvífica una estrategia que es tradición letal. Así pues,
la conclusión de Gomendio resulta (¿involuntariamente?) irónica: es importantísimo que el profesorado
lidere el cambio real que tiene que ocurrir en todas las aulas tras el cambio de "reglas de juego". Como se
deduce de lo expuesto anteriormente, ni se permitirá al profesorado liderar nada ni habrá cambio real de las
reglas de juego: lo único real de esta declaración es que la política educativa continuista “tiene que ocurrir”.
Ante semejantes desvaríos calumniosos, los ingenuos podrían esperar una respuesta radical de los
sindicatos educativos. Comprobémoslo. El presidente de ANPE, Nicolás Fernández Guisado, ha declarado
que el sistema educativo lleva "cuatro años sufriendo recortes y congelación de plantillas", por lo que así es
difícil innovar educativamente. El señor Fernández parece ignorar que todos los informes internacionales y
la comparación con otros países coinciden en que el problema de España no es la escasez en la inversión
(superior a la de países que obtienen mejores resultados), sino la pésima gestión de esos recursos. Para
Francisco García, secretario general de la Federación de Enseñanza de CCOO: esta ley "pone el énfasis en
los contenidos", es "una vuelta a aprenderse el nombre de los ríos" y no ayuda a una educación del siglo
XXI. Ante los pésimos resultados de nuestro sistema educativo, el señor García focaliza su crítica en la
LOMCE, ley que aún no ha sido aplicada. Ni una palabra contra el modelo logseano, siempre defendido por
CCOO y principal responsable de la catástrofe educativa que revela el Informe PISA. Pero que no se apure
el secretario general: como ha confirmado la señora Gomendio, la LOMCE –lejos de centrarse en los
contenidos y el nominalismo fluvial– se pondrá al servicio de la neopedagogía y del “mercado”.
Como se ve, la heroica respuesta de los sindicatos de la enseñanza consiste en dar indirectamente la razón
a quienes acusan a los profesores del desastre educativo. (A los docentes se nos puede acusar de
cualquier cosa menos de corporativismo.) Sindicatos tradicionales, neopedagogos y partidos políticos están
de acuerdo: la culpa de los malos resultados es la metodología docente “contenidista”; su terapia: la
innovación y la formación pedagógica. La política y el sindicalismo educativo español pueden presumir, en
efecto, de innovadores: bajo su guía, seremos pioneros en llegar al analfabetismo a través de la escuela.
Pese a sus voluntaristas proclamas, el sistema logseano ni forma intelectualmente (de ahí los bajísimos
resultados que reflejan los informes internacionales) ni prepara para encontrar trabajo (de ahí el altísimo
índice de paro juvenil). Seducidos por nuestras propias baladronadas, hemos engendrado la Escuela Nini,
responsable de formar a la mejor generación de analfabetos y emigrantes de nuestra historia.
¿Cambiará algo la nueva ley? Resumamos: repulsa de la memoria, formación continua (¡pedagógica, no
académica!) de los profesores e innovación permanente. Es la estrategia lampedusiana: que algo cambie
para que todo siga igual (de mal). En España, los docentes seguirán siendo culpables, aunque se
demuestre lo contrario. Nihil novum sub sole. La LOMCE es la LOGSE por otros medios.
¿Cuáles son, frente a tanto disparate, nuestras propuestas para enderezar la deriva del sistema educativo?
Por cortesía hacia los lectores, dejaremos esta cuestión para un próximo artículo.
Retornemos, para concluir, a las declaraciones de Montserrat Gomendio. ¿Cómo se atreve la segunda
responsable de la Educación española a perpetrar semejante ostentación de demagogia? Es muy sencillo:
porque puede (y le conviene) permitírselo. En España, país de delincuentes electos y de vivan las caenas,
nada es políticamente más rentable que la estratagema del chivo expiatorio. Culpando a los profesores,
políticos, familias y los propios estudiantes juegan a exonerarse de su responsabilidad: es el privilegio
envenenado que se autoconceden las sociedades decadentes. Y no es un mal que pueda remediarse con
un mero cambio de leyes. “Mientras no cambien los dioses, nada habrá cambiado”, advirtió Ferlosio.
Nuestros dioses son la irresponsabilidad y la autocomplacencia acusadora. Ambas ocultan el rostro de
nuestra trágica realidad con la careta de la farsa política. Frente a la farsa, escribió María Zambrano, la
tragedia consiste en “rescatar a la catástrofe de la insignificancia”. Los profesores debemos arrancar esa
careta. Es demasiado lo que está en juego para no exigirnos aquello que nos niegan: ser una autoridad
intelectual y un ejemplo. Merecemos estar entonces a la altura de nuestra propia tragedia.
Mientras no cambien los dioses, nada habrá cambiado. Ni una palabra contra los políticos, si no viene
acompañada por la acción y la autocrítica. Son como somos. Y sólo cambiarán cuando cambiemos.

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