Título: “La vida en las escuelas”. Lectura sociológica desde una

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Título: “La vida en las escuelas”. Lectura sociológica desde una
Título: “La vida en las escuelas”. Lectura sociológica desde una perspectiva de
género.1
Autora: María de los Ángeles Arias Guevara.
Dra. Profesora titular de la investigadora del Centro de Estudios sobre Cultura e
Identidad de ese centro en Universidad de Holguín.
e-mail: [email protected]
Resumen.
El trabajo aborda una reflexión del texto de Peter Mc Laren “La vida en las escuelas”.
Se trata de una mirada que pone su acento en la violencia y la vida cotidiana de niños y
niñas, hijos e hijas, en lo fundamental, de inmigrantes de las Antillas que asisten a las
escuelas de la periferia de Toronto, Canadá. En especial se toma como objeto de análisis
la selección que aparece en la parte segunda del libro. Se trata de una lectura que
reflexiona sobre las relaciones de género en las escuelas desde la perspectiva de la
Sociología Crítica.
Introducción.
A finales de la década de los noventa, cuando prestaba servicios como parte de un
programa doctoral en el sur del Brasil, estudiando la Sociología Crítica de la Educación,
descubrí el texto de Peter Mclaren, “Life in Schools”, pensando entonces sobre el valor
metodológico que para los estudios de género tenía ese texto, me propuse que algún día
tendría que realizar alguna valoración, escribir aunque fuera unas notas, presentarlo a mis
estudiantes en Cuba. Si bien esta última fue saldada, siempre quedaba postergado el
compromiso de escribir. He considerado como parte de mis compromisos con los estudios
canadienses, que este seminario sería una magnífica oportunidad, para comunicar algo
teniendo en cuenta mi apasionamiento por la obra de Peter MClaren y por los estudios de
género.
El libro a que me refiero, fue escrito sobre la base de un diario publicado por el autor a
inicios de la década de los 80, cuando se iniciaba en el magisterio y no contaba aún
según el propio autor con los rudimentos teóricos para comprender de manera profunda
las relaciones del proceso escolar con el contexto más amplio de la sociedad y la
tecnología del poder. Aún así su experiencia en una escuela primaria de la periferia de
Toronto, en Jane Finch Corridor recogida en dicho diario fue convertida en un best-seller
que condujo a un debate público.
El objetivo, como expresara Mclaren no era crear un discurso intelectual dirigido a los
académicos, sino llamar la atención de la opinión pública sobre las condiciones sociales
de los estudiantes carentes, en su mayoría inmigrantes antillanos, que vivían en
condiciones terriblemente opresoras, en un ambiente social de violencia que se
expresaba también en la cotidianidad escolar, así como de las necesidades inmediatas de
1
Resumen de la ponencia presentada en Seminario Internacional De la Cátedra de Estudios canadienses. Ciudad de
Holguín. Cuba, abril 2008
sus profesores, su desesperación e impotencia para conducir aulas sobre-giradas en
matrículas. “Mi objetivo inmediato al publicar el diario -escribe Mclaren- no fue abrazar el
desespero, más sí, convencer a la dirección de la escuela de la necesidad de disminuir
la relación alumno-profesor, desarrollar nuevos programas sensibles a las necesidades y
problemas de aquellos estudiantes y que se destinaran más recursos y equipamientos a
las escuelas de la periferia”
La publicación del diario provocó un debate educacional, y las autoridades se vieron
obligadas a transferir recursos para escuelas de la periferia, pero como muy bien coloca
Mclaren “las raíces reales de los problemas permanecieron inexorablemente plantadas
en la vida cotidiana de los alumnos y de sus familias”.
Luego que en posteriores estudios de postgrado el autor se vio envuelto en una gama de
teorías sociológicas que le permitieron descubrir que las escuelas trabajan también a
través de un “currículo oculto” que encarcela a los alumnos en la “semiótica del poder” y
trabaja contra el éxito de las minorías raciales, de las mujeres y de los pobres, asimismo,
tomó conciencia sobre lo que las escuelas pueden hacer en prácticas emancipatorias,
para que sus alumnos sean capaces de “leer el mundo” teniendo en cuenta lo ya
apuntado por “Pablo Freire”. No es mi pretensión realizar aquí una valoración del texto
completo, sino de la parte segunda que contiene una selección de aquel diario publicado
en los inicios de los ochenta y en especial la lectura que de las relaciones de género se
puede inferir a partir de su contenido.
Desarrollo.
Desde el mismo título del libro ”Life in schools” el autor pretende desde la teoría crítica de
la educación llevar la vida al escenario escolar, tal y como es, con sus contradicciones,
singularidades y conflictos, como expresión de las relaciones de poder, con su marca de
género, ligado a lo masculino y a lo femenino, con la ideología subyacente, con el sentido
de la vida y del mundo que se esconde en cada uno de los estilos de vida que se
manifiestan también en lo cotidiano escolar.
Se trata de un libro, que subvierte, que emociona y desafía a partir de provocaciones
colocadas en la realidad social y en la práctica educativa, a través de una manera
revolucionaria de leer el objeto. En el diario se trasluce la dialéctica de la relación entre
lo microsocial y los elementos macro. Cuando habla del drama de los adolescentes en la
periferia de Toronto, describe con toda la fuerza dramática que emociona y conmueve
en la misma medida que relaciona estos dramas con las situaciones en que son juzgados
los adolescentes hijos de inmigrantes en las sociedades altamente excluyentes.
El diario anuncia y denuncia la violencia como expresión de una cultura, pero el libro
reconoce a la escuela como “sitio de lucha”, pero también de emancipación teniendo en
cuenta lo que podría hacer la escuela.
La parte segunda del texto que recoge una selección del diario lleva un título nada ingenuo
“Gritos
en el corredor: enseñando en un gueto suburbano”, en el muestra los
incidentes ocurridos durante los cuatro años que ejerció como profesor en uno de los
suburbios de Toronto, conocido como jane-finch Corridor.
Jane-finch Corridor es un área en la ciudad de North York, próximo al centro de Toronto.
Para inicios de la década de los 80 su población estaba constituida por negros residentes
en un 30% y por nuevos inmigrantes con bajos salarios o desempleados oriundos en su
mayoría del Caribe y de pueblos de habla española o italiana. Muchas familias estaban
compuestas por un solo progenitor, les era característicos los bajos salarios, los elevados
índices de delincuencia juvenil, la renovación constante de su población y sus edificios de
residencia eran subsidiados por el estado. “Hay crimen, vandalismo y tensión racial…los
jóvenes beben cerveza,… se inyectan droga en la noche…” expresa Mc laren
caracterizando el contexto que rodea la escuela.
Su salón de clases lo conforman alumnos de quinta y sexta serie, entre 11 y 13 años de
edad, para aun total de 36, se trata de un grupo común, en el cual un tercio de los
alumnos eran negros, y la mayoría de ellos eran inmigrantes provenientes del Caribe.
Relaciones de género2.
La descripción del comportamiento de alumnos y alumnas en el diario no queda en un
vacio social, parte de su ubicación en un marco de relaciones más amplias al contexto
escolar, como es el de la pertenencia clasista, o racial, así como su socialización
genérica, como insertas en una multiplicidad de relaciones que constituyen la sociedad
en general.
Las mujeres están colocadas en desventaja no lo son sólo por pertenecer a un grupo
subordinado, más también por el hecho de ser mujeres. Las alumnas caribeñas descritas
por Mclaren (tales como Lady músculos, Ruth, Jabeka, y otras). No sólo sufren por el
racismo, por procesos de adaptación a uniones consensuales de uno de sus padres, por
la pobreza de su origen, por el trabajo doméstico, y el cuidado muchas veces de
hermanos pequeños que las obligaba a ausentarse de la escuela, sino también por una
cultura escolar que refuerza los valores predominante de una estructura social dominada
por los hombres.
Muchos de sus comportamientos, expresan la resistencia a desempeñar papeles que la
escuela y sus coetáneos esperan que ellas desempeñen, estereotipos como la de
2
El género como categoría analítica ha tenido diferentes interpretaciones según las diferentes corrientes del
feminismo unas veces poniendo énfasis en la construcción cultural de la diferencias sexuales, que el ser varón y el ser
mujer es construido socialmente, asociado a las conductas, valores a los atributos que cada sociedad concreta asigna
a cada sexo, configurados siempre en la relación con el otro o la otra, sin una clara distinción de la diversidad de
relaciones existentes, otras vertientes como la postestructuralista claman por la necesidad de un abordaje histórico,
que precisa de la deconstrucción de las identidades esenciales para la comprensión de la diversidad, (Chantal, 1996) es
decir, los significados sobre las diferencias corporales, siguiendo a Scott (1990) variarán acorde a las culturas, grupo
étnico, pertenencia clasista, etc. A los cuales se pueden incorporar otras variables como la generación, el contexto
geográfico etc. La capacidad para cruzar estas variables hará más relevante cualquier estudio sobre relaciones de
género.
estudiante esforzada, trabajadora, de buen comportamiento; etc., acorde a los códigos
patriarcales que la escuela trata de imponer.
Teniendo en cuenta las expresiones de las jóvenes, la escuela no garantizaría un cambio
de vida para ellas, como no lo había sido para sus padres, en especial para sus madres.
Era una manera de aceptar una posición subordinada como miembro de una clase o como
expresión de las relaciones de género.
Un lunes 7 de febrero Mc Laren aconsejado por Fred (director de la escuela) a lograr
motivación a través del teatro dado que los libros de texto en su mayoría muestran
escenarios de la clase media, por lo que se convierten irrelevantes para ese tipo de
alumnos “intente alguna forma de teatro…es una buena técnica para nuestros jóvenes,
ellos gustan de interpretar situaciones, exagere en actuación y vea si consigue”. Al día
siguiente Tina y Sandra interpretaron con mucha facilidad una escena de violencia familiar
que concluía fingiendo botellas rotas en la cabeza de Sandra que interpretaba el papel de
la mujer, golpeaduras y palabras ofensivas “so borracha, tu no vales nada! ¿Por qué me
casé contigo?
Muchos de los incidentes de violencia, sexismo, y racismo son reacciones de resistencia
a la reglamentación escolar, percibidos por alumnos y alumnas como opresivo, pero a su
vez estos incidentes son entre ellos altamente valorados, como expresión de
masculinidad, de fuerza. Era común escuchar en una pelea en el patio de la escuela en
medio de la multitud escolar gritos agudos tales como los referidos el miércoles, 16 de
febrero… “mátalo, reviéntales las bolas, arráncales los ojos, so hijo de puta, ordinario…”
la violencia era parte de la cultura, tanto dentro como fuera del salón de clases.
Entre las muchachas, las maneras de vestir, las ropas con slogans sexuales, el color rojo
en las uñas, los peinados africanos, el maquillaje, son verdaderos desafíos simbólicos,
expresiones de una identidad grupal, frente a los códigos conservadores de la clase media
representada por sus profesores y profesoras, únicos autorizados y valorizados por la
escuela.
Mclaren considera que uno de los posicionamiento de las alumnas frente a las
características opresivas de la escuela es cuestionar su feminidad, sustituyendo los
códigos oficialmente sancionados de limpieza, aplicación, diligencia, pasividad, por un
posicionamiento de naturaleza femenina más adulta, pero sexual. “Es significativo –
expresa- que el modo de vestir y el maquillaje se constituyesen, para de las jóvenes de mi
clase, en una rebelión directa contra los códigos ideológicos autorizados por la escuela.
Fundamentalmente, era una reacción contra la opresión del cuerpo y las reglas morales de
la escuela; el modo de vestir de las jóvenes constituía una lucha por el poder social dentro
de una cultura dominada por los hombres y de un sistema económico opresivo (….) ellas
estaban rechazando el patriarcalismo implícito en las ropas femeninas estereotipadas: las
blusas elegantes, las sayas estampadas…ellas transgredían los códigos que gobiernan la
“buena mosa”. Esas actos de resistencia -finaliza el autor- en el vestir invertían normas de
apariencia validadas por el consenso, violando simbólicamente los íconos de las revistas
femeninas”
Si la resistencia masculina reforzaba el estatus de “baja casta” en las muchachas significa
su rechazo a la violencia ejercida contra ellas en el salón de clases, en una cultura en
que son vistas como objetos sexuales. Como relata Mc Laren, estaban colocadas “en el
dilema de perder su status en el grupo si se envuelven en “mucha” actividad sexual, o de
ser rechazadas como “frías” se envuelven muy “poco”, sin embargo, el status masculino
era destacado por intensa actividad sexual.
Las jóvenes muchas veces sentían rechazo al matrimonio como opción de futuro, e incluso
para algunas significaba una armadilla sin salida. El diario recoge conversaciones como la
realizada entre Jabeka y Marlenis… la primera afirmaba “sabe Marlenis yo nunca me voy
a casar” “Cómo preguntó Marlenis” “uno tiene que cocinar, lavar y cualquier otra cosa
que el hombre mande” … además, de eso los hombres beben mucho. Cuando ellos
mueren, uno tiene que gastar un montón de dinero en el funeral…”
Una de las maneras de ganar respeto frente a sus compañeros era aseguran su
capacidad para defenderse de los ataques masculinos y entre ellas mismas. Algunas
como Lady músculos eran considerada entre las mejores pugilistas de la escuela. “Ser
dura” era una manera de ganar prestigio. A ello habría que agregar la turbulencia con que
cada una de ellas vivía en lo cotidiano de sus hogares, donde también la violencia irrumpía
en el día a día.
Si bien las normas escolares pretendían transformarlas en trabajadoras pasivas, dóciles,
caprichosas, aseadas y diligentes, “ellas como apunta Mc Laren- conseguían mantener
resistencia sub-cultural distinta a las normas validadas socialmente, resistían así a la
versión convencional de feminidad caracterizándose por su dureza, su sexualidad
agresiva, su desconfianza a la autoridad, su espíritu rebelde.
La casi totalidad de estas
adolescentes terminaron culpándose a sí mismas por su
fracaso escolar, sentían la sensación de que su suerte estaba echada, cuando la escuela
reproducía el status quo, como aparato ideológico del Estado, asegurando a su vez la
permanencia de los valores de la sociedad patriarcal.
Conclusiones.
La más importante lección del diario de Mc Laren es la oportunidad de una relectura a
partir de la aprehensión del aparato categorial de la sociología y la pedagogía críticas,
que implica el reconocer en las escuelas un campo de conflicto y de lucha, reproductor de
los valores sexistas y explotadores de la sociedad patriarcal, la necesidad de su
cuestionamiento y la responsabilidad de los educadores críticos
de transformar su
pedagogía en praxis de la libertad.
Bibliografía.
Chanchal Mouffe- Feminismo, ciudadanía y democracia radical. El regreso de lo político.
Lisvoa: Gradiva, 1996.
McLaren, Peter. A vida nas escolas. Uma introduçao a pedagogía crítica nos
fundamentos da educaçao. Editora. Artes Médicas. Porto Alegre, 1997.
Scott, W Joan. – “El género: una categoría útil para el análisis histórico”. En: Historia y
género: las mujeres en la Europa moderna y contemporánea. Editions Alfons el
magnánim, Instituto Valenciano de Estudio e Investigación. 1990

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