seguir a cristo con francisco, hoy

Transcripción

seguir a cristo con francisco, hoy
ORDEN DE LOS HERMANOS MENORES CONVENTUALES
SEGUIR A CRISTO CON FRANCISCO, HOY
Itinerario para vivir en comunión fraterna el centenario de los orígenes
del carisma franciscano (2005-2009)
El mismo Altísimo me reveló
que debía vivir
según la forma del santo Evangelio
(Test 14)
1.
Queridos hermanos: el Señor os conceda la paz.
Hacia 1205 comienza para Francisco, hijo de Pedro Bernardone, la extraordinaria
aventura humana y espiritual que concluirá, “habiéndose cumplido en él todos los misterios
de Cristo”, la tarde del 3 de octubre de 1226.
La opción por el Evangelio como criterio de vida hizo de él, en poco tiempo, una
presencia transparente y fiel de Cristo, de manera que atrajo a su lado a numerosos hermanos.
Con ellos formó una fraternidad fundamentada y organizada en torno al Evangelio. Quiso
para sí y para los suyos que la santa Madre Iglesia aprobase la “forma de vida” que los
identificaba como hombres penitentes que se alimentaban de la Palabra y del Misterio
pascual, hermanos menores. Casi con toda seguridad, es en 1209 cuando Inocencio III
reconoce y aprueba el proyecto de vida de Francisco, que dará origen a la historia del
movimiento franciscano, con sus diversas expresiones institucionales, históricas y culturales.
En el cuatrienio 2005-2009 queremos rememorar esos orígenes del carisma franciscano,
que brota –para el mundo y, especialmente, para nosotros, franciscanos– del amor eterno del
Padre celestial; y queremos hacerlo con la mente y el corazón abiertos para acoger el don de
salvación y de gracia que el Señor quiere derramar sobre nosotros a través de la relectura y la
meditación del camino evangélico de Francisco y de sus primeros hermanos.
Dicho cuatrienio será, pues, un itinerario hecho de “memoria”, reflexión y oración, para
renovar en todos nosotros, que reconocemos a Francisco como nuestro Padre en el carisma, la
fidelidad a la forma de vida evangélica, la voluntad de dar testimonio de Cristo con verdad y
sinceridad, la coherencia en la misión de anunciar a todos los hombres el Evangelio del Amor
del Padre celestial.
2.
Dado que es fundamental que la “memoria de nuestros orígenes” sea compartida por
todas las partes que componen el franciscanismo, pues todas ellas deben su existencia a la
conversión y al camino de “conformidad con Cristo pobre y crucificado” de S. Francisco de
Asís, la Conferencia de la Familia Franciscana ha decidido crear una comisión interfamiliar
para organizar algunas celebraciones comunes durante los próximos tres años (2006-2009), a
fin de testimoniar en la Iglesia y en la sociedad la comunión fraterna que une a todas las
Órdenes e Institutos que se remiten al carisma franciscano y, a la vez, manifestar la riqueza de
las expresiones que lo han caracterizado y lo caracterizan en la historia. Además, se está
preparando una carta que será firmada por todos los miembros de la Conferencia, con vistas a
la solemnidad de S. Francisco de 2006.
El itinerario de la “memoria”
3.
Nuestro itinerario se enmarca en el camino común; por tanto, es flexible por naturaleza,
abierto a cambios y novedades, dependiendo de las opciones que propongan las familias
franciscanas, la OFS, las Clarisas y los demás Institutos franciscanos, tanto de ámbito católico
como no católico. No obstante, creemos que, en este contexto, es necesario también un
itinerario específico de reflexión y oración para nuestra Orden, que responda a los
interrogantes que ésta se plantea hoy y a las circunstancias que está viviendo. Estamos
llamados a acoger las sugerencias del Espíritu en lo concreto de nuestra historia y de la vida
cotidiana, donde se desarrolla nuestra respuesta a la vocación divina, para “refundar” con
intensidad nuestra vida personal, comunitaria, provincial y de la Orden entera, teniendo en
cuenta los elementos que constituyen la estructura fundamental de nuestro ser, vivir y obrar
según la Regla de San Francisco y las Constituciones de nuestra Orden franciscana
conventual: el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, que es nuestra forma de vida; la
profesión de los votos como medios para ser hombres evangélicos; la fraternidad en la
minoridad y la pobreza como nota específica de nuestra llamada franciscana a trabajar en la
construcción del Reino; la misión en la comunión como criterio esencial para testimoniar y
anunciar la Buena Noticia del Reino.
4.
Para nosotros, “hacer memoria” no es sólo recordar, sino también “celebrar” el
significado de los acontecimientos que constituyen los orígenes de la Orden, unos orígenes
que tienen luego su continuidad en el tiempo, en la historia y, sobre todo, en las diversas
culturas y sociedades en las que el carisma de San Francisco se ha ido encarnando: estructuras
antropológicas, ideas, valores, actitudes, comportamientos y significados que nacen,
evolucionan y se diferencian de un continente o de un pueblo a otro.
Para nosotros, “hacer memoria” es “celebrar”, guiados por el Espíritu del Señor, para
renovar nuestra vida franciscana según el carisma y las inspiraciones de los orígenes, y
siguiendo las líneas que nos indica la Iglesia, es decir, volviendo a las fuentes y prestando
atención diligente y juiciosa a los signos de los tiempos. Esto es especialmente importante en
estos comienzos del tercer milenio cristiano, cuando la voz del sucesor de Pedro nos ha
invitado a “caminar desde Cristo” y “remar mar adentro” en el Reino de Dios, que crece y se
halla ya presente y activo en la historia.
Para nosotros, “hacer memoria de los orígenes” es asumir la figura de San Francisco
como “icono pedagógico”. En su Testamento, con sentimientos de alabanza, gratitud y
adoración del Dios Uno y Trino, Francisco “hace memoria” de su búsqueda del sentido de la
vida, de su conversión a Cristo y al Evangelio, de los comienzos de la fraternitas de los
penitentes de Asís, que él quiso que se denominasen “hermanos menores” entre sí y respecto a
todas las criaturas, percibidas como hermanas. Ambas realidades (los hermanos y las
criaturas) son entendidas y acogidas como don del Padre.
Así, Francisco “hace memoria” del camino personal y comunitario que le condujo a él y
a sus hermanos, bajo la inspiración del Espíritu, a elaborar la “forma de vida” aprobada por
Inocencio III y confirmada luego por Honorio III.
Por tanto, nuestras celebraciones de la memoria seguirán fundamentalmente la sucesión
de los momentos más significativos de la experiencia personal y comunitaria de San
Francisco y de sus primeros compañeros, desde que nace en ellos la inquietud existencial
hasta la acogida del proyecto de vida inspirado por Dios y aprobado por la Iglesia.
5.
Seguiremos el camino recorrido y vivido por Francisco y los suyos, como itinerario
pedagógico que nos ayudará a releer el camino de nuestra vocación personal, a profundizar en
el significado de nuestro ser “hermanos menores” en comunión de vida y de espíritu, a tomar
conciencia más clara de nuestra vocación y adhesión a la Regla y a la espiritualidad que
Francisco nos ha dejado en herencia. Y todo esto, a fin de renovar nuestra opción por la
2
radicalidad del Evangelio, como respuesta al relativismo, a las inquietudes existenciales y las
preguntas por el sentido de la vida que nos asaltan a nosotros y a la humanidad del tercer
milenio.
Para nuestra Orden, ese periodo de la “memoria” tiene su centro en el Capítulo general
ordinario (2007), que habrá de ser programado y vivido, por tanto, como momento clave
destinado a promover la recuperación radical y actualizada del carisma que constituye la
razón de ser de nuestra familia religiosa y, por ello, también como punto de partida para un
camino eficaz de renovación interior, comunitaria y misionera de la Orden, en el ámbito
personal, local, provincial, continental y mundial.
6.
Las propuestas que siguen quieren ser fundamentalmente unas orientaciones para
delinear un itinerario común para toda la Orden. Se trata, pues, de un itinerario que ha de ser
adaptado a la realidad concreta de cada hermano, cada comunidad local, cada circunscripción
y Conferencia. Lo que se pide es que se asuma cuanto se sugiere y se aplique luego teniendo
en cuenta los distintos ámbitos (personal, comunitario, etc.) y los diversos campos en los que
nuestra familia se expresa y testimonia y anuncia el Evangelio (cultura, formación inicial y
permanente, misión, pastoral juvenil, animación vocacional, animación de grupos y
movimientos, etc.).
Sería asimismo deseable que ese camino de oración, reflexión y, sobre todo, conversión
continua al Evangelio y al carisma de S. Francisco fuese vivido por todos nosotros en
comunión con todas aquellas realidades para las que la figura de Francisco es una referencia
fundacional, bien inmediata o bien indirecta (Clarisas, OFS, M.I., Institutos de inspiración
franciscana, etc.), de tal manera que la vida nueva que esperamos como don del Espíritu en
este tiempo de gracia sea compartida fraternamente y todo el movimiento franciscano pueda
dar un testimonio evangélico cada vez más transparente y desarrollar una misión conjunta que
manifieste a la vez la unidad del carisma y sus distintas expresiones concretas, como signo de
los múltiples caminos que conducen al Reino en la comunión eclesial abierta y ofrecida a
todas las personas de cualquier tiempo y cultura.
Los cuatro años de celebración comenzarán –a partir de 2005– el 29 de noviembre de
cada año, fiesta de todos los Santos de la Orden Seráfica, y se cerrarán en esa misma fecha del
año sucesivo. Dicha fecha coincide normalmente con el inicio del año litúrgico. Las cartas del
Ministro general, que introducirán la reflexión sobre el tema específico de cada año, llevarán
también esa misma fecha.
LAS CUATRO ETAPAS DE LA “MEMORIA”
I – 2005-2006: “Señor, ¿qué quieres que haga?” (TC 6) - De la inquietud y la
búsqueda existencial a la conversión: Con Francisco, buscamos el “sentido” de nuestra
vida personal.
7.
El joven Francisco se pregunta y busca qué puede dar plenitud de sentido a su vida.
Distanciándose de la familia, los bienes y el mundo, descubre la paternidad de Dios y la acoge
con decisión en su vida.
Se encuentra con Cristo crucificado en el icono de San Damián y, vivo, en el leproso.
Francisco saca de ahí inspiración y fuerzas para ir, como un nuevo “buen samaritano” (cf. LM
2,6), al encuentro de todos los “crucificados” del mundo. En el descubrimiento de Dios como
Padre y en el encuentro con Cristo en el Espíritu, educa y renueva sus sentimientos, actitudes
y conducta.
3
«Emprendió poco después el viaje, dirigiéndose a la próxima ciudad, y he aquí que
de noche oyó al Señor que le hablaba familiarmente: “Francisco, ¿quién piensas
podrá beneficiarte más: el señor o el siervo, el rico o el pobre?” A lo que contestó
Francisco que, sin duda, el señor y el rico... Contestó Francisco: “Señor, ¿qué
quieres que haga?”... Al despuntar el nuevo día, lleno de seguridad y gozo, vuelve
apresuradamente a Asís y, convertido ya en modelo de obediencia, espera que el
Señor le descubra su voluntad» (LM 1,3).
«Ebrio de un maravilloso fervor de espíritu, se quita hasta los calzones y se
presenta ante todos totalmente desnudo, diciendo al mismo tiempo a su padre:
“Hasta el presente te he llamado padre en la tierra, pero de aquí en adelante puedo
decir con absoluta confianza: Padre nuestro, que estás en los cielos, en quien he
depositado todo mi tesoro y toda la seguridad de mi esperanza”» (LM 2,4).
«El Señor me dio a mí, el hermano Francisco, el comenzar de este modo a hacer
penitencia: pues, como estaba en pecados, me parecía extremadamente amargo ver
a los leprosos; pero el Señor mismo me llevó entre ellos, y practiqué con ellos la
misericordia. Y, al separarme de ellos, lo que me parecía amargo se me convirtió
en dulzura del alma y del cuerpo; y después de un poco de tiempo salí del mundo»
(Test 1-3).
«El amante de toda humildad se trasladó de Gubbio a los leprosos, y convivió con
ellos, prestándoles con suma diligencia sus servicios por Dios. Les lavaba los pies,
vendaba sus heridas, extraía el pus de las úlceras y limpiaba la materia hedionda, y
hasta besaba con admirable devoción las llagas ulcerosas el que había de ser
después el médico evangélico» (LM 2,6).
Actualización
8.
La inquietud existencial de Francisco es la inquietud de toda persona. Su búsqueda, la
búsqueda de toda persona. La vocación es la respuesta de Dios a nuestra necesidad y nuestra
búsqueda de sentido. ¿Sigue siendo significativa la vocación y da plenitud a nuestra vida?
¿Cómo descubrir y experimentar a Dios como nuestro Padre que está en los cielos? El amor a
Cristo pobre y crucificado, ¿es eficaz y se traduce en amor al prójimo más necesitado y
olvidado? ¿La contemplación de su Rostro sigue siendo para nosotros un “termómetro” que
mide la vida ascética y la conformidad total de nuestro ser con su ser-para-los-demás? ¿Qué
espera hoy la gente de un hijo de S. Francisco? ¿Qué espera la Iglesia?
Signo
Entrega del Testamento de S. Francisco a todos los hermanos.
Iniciativas comunitarias
Peregrinación de los hermanos a los “Rivotorto” nacionales, provinciales o de la
Conferencia (según decida cada Conferencia).
¿No sería acaso oportuno organizar un encuentro o Capítulo local para evaluar la
situación social y religiosa en la que vivimos y considerar posibles opciones o iniciativas que
podemos emprender como franciscanos?
NB. Del 29 de noviembre al 3 de diciembre de 2005 tendrá lugar la asamblea de las
Conferencias europeas, para reflexionar sobre la renovación de la presencia y el testimonio
franciscano conventual en el continente europeo. En enero de 2006 se celebrará el Congreso
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misionero internacional, para estudiar y actualizar la misionología y la acción misionera de
la Orden de los Hermanos Menores Conventuales.
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II – 2006-2007: “El Señor me dio a mí, el hermano Francisco, el comenzar de este
modo a hacer penitencia…” (Test 1) - Francisco, seguidor de Cristo: Ascética y Evangelio
para asemejarse a Cristo.
9.
Francisco descubre en el Evangelio la Palabra que lo guía en el camino para asemejarse
a Cristo pobre y crucificado. El Evangelio, leído en las iglesias, y el Crucificado viviente,
reconocido en cada pobre o leproso al que sirve, son los “libros” que Francisco escruta para
comprender y vivir la llamada a “reparar la Iglesia”. En el Testamento recuerda las etapas y
la dinámica que lo han llevado, junto con los hermanos, a la plena conformidad con Cristo y a
dar testimonio de la salvación:
Pobreza como libertad para seguir más ágilmente las huellas de Cristo.
Penitencia como instrumento ascético para descubrir la importancia de la relación filial
con Dios.
Oración-contemplación como diálogo filial y continuo, con plena docilidad al Espíritu
Santo y buscando siempre el rostro del Padre revelado en Cristo.
Fidelidad a la Iglesia: aquí, para Francisco, es fundamental la mediación de los
sacerdotes, que administran la Palabra y la Eucaristía, y de los teólogos que viven en
comunión con la Iglesia, pues garantizan la interpretación de la Palabra y los misterios de la
Iglesia.
Servicio a los leprosos como expresión del amor a Dios que se traduce en un servicio
auténtico a los hermanos más olvidados.
«Cierto día se leía en esta iglesia el evangelio que narra cómo el Señor había
enviado a sus discípulos a predicar; presente allí el santo de Dios, no comprendió
perfectamente las palabras evangélicas; terminada la misa, pidió humildemente al
sacerdote que le explicase el evangelio. Como el sacerdote le fuese explicando todo
ordenadamente, al oír Francisco que los discípulos de Cristo no debían poseer ni
oro, ni plata, ni dinero; ni llevar para el camino alforja, ni bolsa, ni pan, ni bastón;
ni tener calzado, ni dos túnicas, sino predicar el Reino de Dios y la penitencia, al
instante, saltando de gozo, lleno del Espíritu del Señor, exclamó: “Esto es lo que yo
quiero, esto es lo que yo busco, esto es lo que en lo más íntimo del corazón anhelo
poner en práctica”... Todo lo demás que había escuchado se esfuerza en realizarlo
con la mayor diligencia y con suma reverencia. Pues nunca fue oyente sordo del
Evangelio sino que, confiando a su feliz memoria cuanto oía, procuraba cumplirlo
a la letra sin tardanza» (1C 22).
Actualización
10. ¿Qué lugar ocupan y qué función desempeñan en nosotros, sobre todo a nivel personal,
la pobreza, la penitencia, la ascética, la contemplación? ¿Estamos comprometidos de verdad
en la vivencia del Evangelio? ¿Estamos dispuestos a vivir la solidaridad y compartir la vida
de los pobres? ¿Nos sentimos Iglesia? ¿Amamos la Iglesia?
NB. Propuesta para el Capítulo general de 2007: durante la segunda etapa de la “memoria”, se
celebrará en Asís el Capítulo general ordinario (mayo-junio de 2007). Sería oportuno:
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a) preparar los trabajos capitulares con unas jornadas de espiritualidad, durante las cuales los
vocales recorrerían las cuatro etapas de la “memoria” en la reflexión y la oración; esas
jornadas terminarían con una peregrinación a Rivotorto, para remontarnos idealmente hasta la
primera experiencia estructurada de vida fraterna en minoridad y pobreza, y para reanudar
simbólicamente desde allí el camino de la Orden;
b) programar durante el Capítulo, antes de la elección del Ministro general, una jornada de
reflexión y peregrinación a la Porciúncula, para pedir a Nuestra Señora de los Ángeles el don
del Espíritu Santo;
c) organizar, tras la elección del Ministro general, una peregrinación a la tumba de S. Francisco,
para fundamentar en su ejemplo el camino de la Orden;
d) vivir el Capítulo general –y, a partir de él, proseguir– con la docilidad de espíritu necesaria
para responder con un sí decidido a la necesidad de crecer siempre en el carisma, como nos
recuerda S. Francisco: “Por mi parte he cumplido lo que me incumbía; que Cristo os enseñe a
vosotros lo que debéis hacer” (LM 14,3).
Signo
Entrega a los capitulares, representantes de todos los hermanos de la Orden, del
Evangelio, como núcleo esencial de la forma de vida franciscana que han de llevar y
comunicar simbólicamente a todos los hermanos.
Iniciativas comunitarias
¿No sería oportuno valorar y promover la lectio divina, personal y comunitaria, como
medio en el que podemos hallar la fuente de nuestra renovación?
Después del Capítulo general, cada circunscripción organice un encuentro comunitario
para transmitir a los hermanos las orientaciones emanadas del Capítulo. Durante el desarrollo
de dicho encuentro, se entregue el Evangelio a todos los hermanos de la Orden.
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III – 2007-2008: “El Señor me dio hermanos…” (Test 14) - Los comienzos de la
vida fraterna y de la misión apostólica basada en el Evangelio: La fraternidad evangélica,
lugar y signo de la vida nueva en Cristo.
11. La experiencia personal de Francisco se convierte en experiencia de un grupo. Nace así
la fraternitas franciscana basada en el mandamiento de Jesús (“Amaos unos a otros como yo
os he amado”) y en la Palabra: Cristo encarnado, pobre y crucificado, y su Evangelio.
De esas bases brota la dinámica que vivifica la fraternidad y hace de ella un lugar
efectivo de crecimiento humano y espiritual para todos los hermanos. La comunión y el
intercambio de los dones del Espíritu, la aceptación del ejemplo y la guía de Francisco, la
gratitud para con Dios por el don del hermano, constituyen el “tejido conjuntivo” de la
fraternidad y la fuente de las relaciones interpersonales gozosas. La pobreza, la minoridad, la
contemplación y la vida de oración, tanto en la liturgia como en la oración personal sencilla y
espontánea, el trabajo humilde, el testimonio y el anuncio evangélico son las coordenadas
esenciales de la comunión y la capacidad significante de la fraternidad franciscana.
«Recogíase el bienaventurado Francisco con los suyos en un lugar, próximo a la
ciudad de Asís, que se llamaba Rivotorto. Había allí una choza abandonada…
Pues, como decía el Santo, “más presto se sube al cielo desde una choza que desde
un palacio”. Todos los hijos y hermanos vivían en aquel lugar con su padre,
padeciendo mucho y careciendo de todo; privados muchísimas veces del alivio de
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un bocado de pan, contentos con los nabos que mendigaban trabajosamente de una
parte a otra por la llanura de Asís» (1C 42).
«Se querían mutuamente con amor entrañable; mutuamente se servían y se
preocupaban los unos de los otros, como una madre sirve a su hijo y se cuida de él.
Tan ardiente resultaba en ellos el fuego de la caridad, que les parecía cosa fácil
entregar la propia persona no sólo por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, sino
también unos por otros. Y lo hacían gustosos» (AP 25).
«Centraban todo el afecto en la comunidad y se esforzaban en darse a sí mismos
para subvenir a las necesidades de los hermanos. Deseaban reunirse, y reunidos se
sentían felices... Nada osaban anteponer a los preceptos de la santa obediencia…
Eran seguidores de la altísima pobreza, pues nada poseían ni amaban nada...
Durante el día iban a las casas de los leprosos o a otros lugares decorosos y quienes
sabían hacerlo trabajaban manualmente... Rarísima vez, por no decir nunca,
cesaban en las alabanzas a Dios y en la oración... Era grande el rigor en reprimir
los incentivos de la carne…» (1C 39.40).
«Vivía entonces el padre feliz con sus hijos en un lugar cerca de Asís llamado
Rivotorto, donde había una choza abandonada de todos... El varón de Dios tenía
escritos los nombres de los hermanos en los travesaños de la choza, para que cada
uno, al tratar de descansar o de orar, reconociese su sitio, y, dada la estrechez y
pequeñez del lugar, no fuera perturbado el silencio del alma por cualquier ruido
indebido» (TC 55).
«El varón de Dios se recogió con otros compañeros suyos en un tugurio
abandonado cerca de la ciudad de Asís… Todavía no tenían libros litúrgicos para
poder cantar las horas canónicas. Pero en su lugar repasaban día y noche con
mirada continua el libro de la cruz de Cristo, instruidos con el ejemplo y la palabra
de su padre, que sin cesar les hablaba de la cruz de Cristo» (LM 4,3).
«Mientras moraban los hermanos en el referido lugar… a eso de media noche…
penetró por la puerta de la casa un carro de fuego de admirable resplandor que dio
tres vueltas a lo largo de la estancia… Comprendieron todos a una, leyéndose
mutuamente los corazones, que había sido el mismo santo padre –ausente en el
cuerpo, pero presente en el espíritu y transfigurado en aquella imagen– el que les
había sido mostrado por el Señor... Vuelto el santo varón a sus hermanos, comenzó
a escudriñar los secretos de sus conciencias... y les anunció muchas cosas sobre el
porvenir y progresos de la Orden... Y reconocieron los hermanos que realmente
descansaba el Espíritu del Señor en su siervo Francisco con tal plenitud, que podían
sentirse del todo seguros siguiendo su doctrina y ejemplos de vida» (LM 4,4).
Actualización
12. ¿Qué lugar ocupa en nuestras relaciones fraternas el mandamiento de Jesús: Amaos
unos a otros como yo os he amado? ¿Podemos decir que nos amamos de verdad unos a otros?
¿Podemos decir que nuestras fraternidades son evangélicas y apostólicas? ¿Permanecen hoy
nuestras fraternidades a la escucha obediente de la Palabra? ¿Nos dejamos guiar por S.
Francisco y por el amor que movía a sus compañeros? ¿Qué lugar ocupan en nuestras
fraternidades y actividades apostólicas la pobreza, la minoridad, la contemplación, el trabajo,
la solidaridad concreta con los últimos del mundo? ¿Nuestra misión nace de la fraternidad y
manifiesta el rostro eclesial de ésta? ¿Son significativas nuestras fraternidades para la gente y
para las comunidades cristianas que nos rodean?
Signo
7
Al final del “Capítulo de las esteras”, se entregará a los hermanos el texto de las
Admoniciones de S. Francisco (traducidas a los principales idiomas usados en la Orden),
como exhortación a la vida centrada en Dios, a la fraternidad y a la misión evangélica.
Iniciativa comunitaria
Celebrar un “Capítulo de las esteras” en cada circunscripción o Conferencia, para
evaluar y programar la fraternidad como elemento esencial de todo testimonio y misión
evangelizadora.
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IV – 2008-2009: “La regla y la vida de los Hermanos Menores es ésta: observar el
santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo…” (2R 1,1) - El don de la Regla: Vivir el
Evangelio en comunión obediente con la Iglesia.
13. Con la aprobación oral de Inocencio III (probablemente en la primavera de 1209), la
Orden de los Menores es reconocida e incluida dentro de la Iglesia; dicha aprobación será
confirmada por el Papa Honorio III el 29 de noviembre de 1223, con la bula Solet annuere, en
la cual se dice:
«Con la autoridad apostólica os confirmamos la regla de vuestra Orden, aprobada
por el Papa Inocencio, de feliz memoria, nuestro predecesor, inserta en las
presentes, y con la protección de este escrito la corroboramos».
«Y después que el Señor me dio hermanos, nadie me mostraba qué debía hacer,
sino que el mismo Altísimo me reveló que debía vivir según la forma del santo
Evangelio. Y yo lo hice escribir en pocas palabras y sencillamente y el señor Papa
me lo confirmó» (Test 14-15).
«Viendo el bienaventurado Francisco que el Señor Dios le aumentaba de día a día
el número de seguidores, escribió para sí y sus hermanos presentes y futuros, con
sencillez y en pocas palabras, una forma de vida y regla, sirviéndose, sobre todo, de
textos del santo Evangelio, cuya perfección solamente deseaba... Entonces se
trasladó a Roma con todos los hermanos mencionados, queriendo vivamente que el
señor Papa Inocencio III le confirmase lo que había escrito» (1C 32).
S. Francisco se presenta ante la Iglesia con un proyecto de vida evangélica y se deja
guiar por ella. Obedece a la Iglesia, y los hermanos le obedecen a él. Mediante la Regla,
Francisco, junto con sus compañeros, opta definitivamente por el Evangelio como “forma de
vida”, a fin de asemejarse –personal y comunitariamente– a Cristo. Ya desde el primer año de
camino conjunto, él y sus primeros compañeros se sienten comprometidos en la misión, “de
dos en dos”, para anunciar a Cristo con la vida y la palabra e indicar el camino de la
conversión a los hombres de su tiempo.
Actualización
14. ¿Vivimos, a nivel personal y como fraternidades (locales, provinciales y toda la Orden
en cuanto tal), la comunión con la Iglesia y la obediencia fiel a la misma, siguiendo el
ejemplo de Francisco? ¿Son la Regla y las Constituciones la “fuerza” de nuestra vida
consagrada y de nuestra pertenencia a Dios en la fidelidad a la Orden en la que Él nos ha
convocado? ¿Son ellas, junto con el Evangelio, la guía constante de nuestra vida cotidiana, el
criterio de discernimiento de la bondad y la verdad en nuestros juicios de valor y nuestras
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opciones? ¿Qué elementos y criterios rigen nuestra misión? ¿Cómo encarnamos la Regla en
las diversas culturas en las que se articula la presencia de la Orden en el mundo?
Signo
Publicación de un volumen con la Regla traducida a los idiomas hablados en la Orden,
como signo de unidad de la familia y valoración de las culturas a las que ha llegado el
franciscanismo y en las que éste quiere encarnarse.
Iniciativas comunitarias
Como conclusión del centenario, en fechas próximas a la solemnidad de S. Francisco,
cada circunscripción celebre un Capítulo espiritual para asumir comunitariamente algunos
compromisos que lleven a la renovación de la vida, del testimonio y de la misión propios de
nuestro carisma en estos comienzos del tercer milenio. Con ocasión de dicho Capítulo, los
hermanos de cada circunscripción renovarán juntos la profesión religiosa.
Además: Peregrinación a Roma de delegaciones de las Conferencias (junto con las
demás familias franciscanas), con ocasión de la fiesta de Todos los Santos de la Orden
Franciscana. Entonces, los Ministros generales, en nombre de todos los hermanos, renovarán
la profesión religiosa –según la Regla– ante el Papa.
*
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Una observación
15. En nuestra Orden, una carta del Ministro general introducirá cada una de esas cuatro
etapas, a fin de ofrecer algunas orientaciones para la celebración e indicar un itinerario de
reflexión y oración para todo el año.
Con vistas al centenario, sería conveniente preparar unas preces para Laudes y Vísperas
y otros materiales sencillos para las iniciativas comunitarias (entrega de los distintos signos,
celebraciones de “Capítulos de las esteras”, Capítulos espirituales, renovación de la profesión
religiosa al final del centenario, etc.).
Se podrían celebrar también “Capítulos de las esteras” nacionales o continentales con
las demás familias de la Primera, Segunda y Tercera Orden franciscana.
Conclusión
16. Queridos hermanos, para que este itinerario dé los frutos buenos que todos deseamos,
es necesario que cada uno de nosotros acoja y asuma el camino propuesto, para vivirlo en una
verdadera y efectiva comunión fraterna. Por tanto, invito a todos los hermanos, a las
Provincias y las Conferencias o Federaciones a ser parte activa y creativa, para adaptar y
concretar en sus respectivos territorios lo que aquí se indica de modo muy genérico. Sería
deseable que hubiese también otras iniciativas, respondiendo a las situaciones locales
específicas de las fraternidades, las Provincias y las Conferencias o Federaciones. Os rogamos
que informéis al gobierno de la Orden de todo lo que organicéis, de manera que haya un
intercambio vivo de informaciones y propuestas, para que todas las circunscripciones de la
Orden se enriquezcan con la creatividad de los hermanos.
Pidamos juntos que el Espíritu del Señor ilumine y guíe este camino de “memoria”,
reflexión, oración y conversión, para que cada hermano, cada comunidad y circunscripción
pueda crecer realmente en la tarea de asemejarse a Cristo pobre, obediente, entregado a los
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hermanos en la cruz y la Eucaristía, que es, en definitiva, la razón por la que el carisma de
Francisco de Asís nos ha sido confiado hoy a nosotros. Intercedan por nosotros y soliciten
para nosotros la gracia de la conversión y la santidad nuestra Madre y Reina, María
Inmaculada, su esposo S. José, S. Francisco y todos los santos de la Orden que nos han
precedido en el abrazo del Padre celestial.
Roma, 4 de octubre de 2005
Solemnidad del Seráfico Padre San Francisco
Fr. Joachim A. Giermek
Ministro general
con el Definitorio general
NB.
En el volumen AA.VV., San Francesco e Rivotorto (Casa Editrice Francescana, Assisi 2004), el
artículo firmado por Lanfranco Serrini, revisado por hermanos de las tres Órdenes, es una buena
síntesis de las etapas del primer franciscanismo (años 1205-1210).
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