el retorno de la espiritualidad - Delegació de Pastoral Familiar de

Transcripción

el retorno de la espiritualidad - Delegació de Pastoral Familiar de
nº. 91
Delegación Diocesana de Pastoral Familiar
Arzobispado de Barcelona
EL RETORNO DE LA ESPIRITUALIDAD
Un nuevo contexto
Desde la segunda mitad del siglo XX había indicios que parecían dar la razón a quienes
vaticinaban el fin de la religión. El proceso secularizador confirmaba los pronósticos de los
maestros de la sospecha (Marx, Nietzche, Freud), y la espiritualidad era algo cada vez menos
significativo para los ciudadanos del mundo moderno, científico, racionalista y democrático. Todo
hacía presagiar el declive inminente y definitivo de las religiones. Sin embargo, a partir de finales
del siglo pasado, fenómenos como la fuerza del Islam, la expansión del evangelismo
norteamericano o la popularidad de las religiones de Oriente nos hacen replantear el papel de la
religión en el siglo XXI.
No se trata de un fenómeno lejano, también afecta a nuestro entorno. En nuestro país se han
extendido prácticas espirituales de todo el mundo. Nuestros conciudadanos se sienten atraídos por el
yoga, el zen, el taichí, el chamanismo o el sufismo. Las reminiscencias religiosas llegan a ámbitos
tan distintos como la terapia, la literatura, la música, los cómics, el cine, la dieta o la decoración.
El problema
Esta recuperación de lo sagrado contrasta con la grave crisis que padece el cristianismo europeo.
Las causas pueden ser diversas. Quizás ha imperado un catolicismo excesivamente pelagiano, es
decir, hemos postulado una espiritualidad supeditada a la moral y expresada mediante ejercicios
disciplinarios basados en la fuerza de voluntad.
Por otro lado, en una época saturada de devociones piadosas, muchos creyentes adoptaron
tendencias iconoclastas para purificar el cristianismo de supersticiones y credulidades. Sin embargo,
esta actitud les acercó al deísmo y, parafraseando a Heidegger, ha hecho difícil arrodillarse, rezar o
bailar ante el Deus absconditus, un Dios escondido y poco accesible espiritualmente.
En pleno retorno de lo sagrado, los sedientos de experiencias espirituales prefieren propuestas
religiosas menos racionalistas. Como los buscadores de trascendencia no encuentran respuesta en la
religión de sus antepasados, la buscan en Oriente o en sus nuevos productos religiosos importados
de los Estados Unidos.
El resurgir de la espiritualidad pone de manifiesto, por un lado, la insatisfacción hacia el
paradigma cientificista —no es tarea de la ciencia, por ejemplo, descubrir el sentido de la vida— y,
por otro, el anhelo de Absoluto que impregna la condición humana. Eso, sin embargo, no está
exento de ciertos peligros. A menudo las nuevas espiritualidades son muy superficiales y se
convierten en un fenómeno light y poco comprometido. En ocasiones, la búsqueda de la paz interior
puede ser un camino para evadirse de los problemas externos. El espiritualismo desencarnado va
unido a la despreocupación por la ética y por la justicia.
Además, inmersos en el remolino de una sociedad trepidante, se esperan resultados espirituales
inmediatos. Se cree que a través de técnicas adecuadas resulta fácil conseguir niveles superiores de
conciencia. Se pretende que las experiencias sean intensas, emocionales e incluso delirantes. Al fin
y al cabo, se confunde la espiritualidad con la magia y el ocultismo.
¿Una espiritualidad desarraigada e individualista?
El interés por las formas religiosas de otros lugares no siempre responde a un deseo profundo de
conocimiento. Se idolatra el exotismo en prejuicio de la propia tradición provocando un grave
desarraigo cultural. Se abandonan las jaculatorias y se acogen con entusiasmo los mantras. El
individuo puede acabar amnésico respecto a su propia cultura e inculto en cuanto al sentido
originario de los contenidos religiosos procedentes de otras tradiciones que le fascinan.
La espiritualidad acaba siendo un producto más del gran mercado global. Al lado de la buena fe
de mucha gente, se mueven intereses económicos y, en algunos casos, se llega a la auténtica estafa.
Algunos se aprovechan de la credulidad o de la ignorancia de los demás para hacer negocio.
Otras nuevas formas de religiosidad defienden unas actitudes vitales que legitiman el
individualismo competitivo del capital globalizado que enaltece el éxito y la ganancia. Es posible
que nos encontremos ante la emergencia de una nueva religión imperial que legitime las injusticias
de un sistema económico amparado en la sacralización de la psicología, el culto a las emociones y
un afán irrefrenable por conocer y experimentar el propio yo.
Un reto para el cristianismo
Este nuevo contexto interpela al cristianismo, que ha de denunciar engaños, pero no puede
desaprovechar esta oportunidad para aprender y compartir la propia experiencia con los buscadores
de la Verdad. El renacimiento espiritual puede ser un factor dinamizador que ayude a recuperar el
patrimonio místico de la tradición cristiana. Hay que completar la intuición de André Malraux: el
siglo XXI será místico o no será, con la correspondiente de Karl Rahner: el cristiano del siglo XXI
será místico o no será.
Se deben explorar nuevos lenguajes para expresar la fe de manera más vivencial y asequible, así
como propiciar celebraciones más vivas, festivas y participadas sin renunciar a la solemnidad.
Sin embargo no podemos olvidar que el centro del mensaje del Evangelio es la persona de
Jesucristo y su compromiso con los más débiles. Esta dimensión social de la fe cristiana ha de ser el
contrapunto necesario para compensar la posible deriva hacia un misticismo narcisista e insolidario.
En este sentido, son muy oportunas las palabras del papa Francisco: El aislamiento, que es una
traducción del inmanentismo, puede expresarse en una falsa autonomía que excluye a Dios, pero
puede también encontrar en lo religioso una forma de consumismo espiritual a la medida de su
individualismo enfermizo. La vuelta a lo sagrado y las búsquedas espirituales que caracterizan a
nuestra época son fenómenos ambiguos. Más que el ateísmo, hoy se nos plantea el desafío de
responder adecuadamente a la sed de Dios de mucha gente, para que no busquen apagarla en
propuestas alienantes o en un Jesucristo sin carne y sin compromiso con el otro. Si no encuentran
en la Iglesia una espiritualidad que los sane, los libere, los llene de vida y de paz al mismo tiempo
que los convoque a la comunión solidaria y a la fecundidad misionera, terminarán engañados por
propuestas que no humanizan ni dan gloria a Dios. (Evangelii Gaudium, 89).
Cuestiones para reflexionar
1.- ¿Qué indicios del retorno de la espiritual detectas en tu entorno?
2.- ¿La Iglesia, qué puede hacer para acoger a quienes buscan espiritualidad?
3.- ¿Qué pueden aportar las nuevas religiosidades al cristianismo?
4.- ¿Qué aspectos de las nuevas formas de espiritualidad hay que denunciar?
Citas bíblicas
–Mt 2,1-2: “Jesús nació en Belén, un pueblo de la región de Judea, en el tiempo en que Herodes
era rey del país. Llegaron por entonces a Jerusalén unos sabios de Oriente que se dedicaban al
estudio de las estrellas, y preguntaron: ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque
vimos su estrellad en el oriente y hemos venido a adorarle”.
–Ac 8, 18-19: “Simón, al ver que el Espíritu Santo venía cuando los apóstoles imponían las manos
a la gente, les ofreció dinero y les dijo: –Dadme también a mí ese poder, para que cualquiera a
quien yo imponga las manos reciba igualmente el Espíritu Santo”.
–Ac 10, 44-45: “Aún estaba hablando Pedro, cuando el Espíritu Santo vino sobre todos los que
escuchaban el mensaje. Y los creyentes procedentes del judaísmo que habían llegado con Pedro, se
quedaron admirados de que el Espíritu Santo fuera dado también at los que no eran judíos”.
Bibliografía
–CONSEJO PONTIFICIO DE LA CULTURA – CONSEJO PONTIFICIO PARA EL DIÁLOGO
INTERRELIGIOSO, Jesucristo, portador del agua de la vida. Una reflexión cristiana sobre la NEW AGE,
Madrid: Ediciones Palabra 2003.
––Frédéric LENOIR, La metamorfosis de Dios. La nueva espiritualidad occidental, Madrid: Alianza 2005
–Josep OTÓN, El reencantamiento espiritual posmoderno, Madrid: PPC 2014.
Barcelona, Mayo de 2014
Delegación Diocesana de Pastoral Familiar. – Diputación 231 – 08007 Barcelona. E-mail: [email protected]
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