Juan Carlos Indart - Agradezco mucho la invitación a esta escena

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Juan Carlos Indart - Agradezco mucho la invitación a esta escena
Juan Carlos Indart
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Agradezco mucho la invitación a esta escena. Si me atuviese al clima de hoy diría que
es para mí una escena invernal, pero no lo diré en homenaje a la belleza otoñal de
Graciela, que es la mía propia.
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Sería una escena primaveral si desde abril hubiésemos tenido dos reuniones por
semana para discutir este texto. Hay análisis que no funcionan con sólo una vez por
mes, o una vez por semana. Necesitamos más sesiones en la Escuela, analizarnos en la
Escuela, pero eso requiere más frecuencia, y casi nadie tiene tiempo. Empero, una
cosa así, sería primaveral. Estaríamos desplegando detalles cruciales del binario que
sostiene lógicamente el texto de Laurent que aquí comentamos, y que es el mismo
binario del último Congreso: “Síntoma y semblante”. Es difícil desplegar algo de eso
en poco tiempo. Por la lógica de ese binario él coloca de un lado el síntoma, como lo
único de lo que se pueda decir que articula algo real, sí, pero en una verificación que
es absolutamente singular. Si ustedes ponen eso en un polo, se produce algo que hay
que tener en cuenta, y es que en un instante, al menos en un primer momento, que un
orden simbólico ya no sea lo que era pierde mucho sentido. En efecto, desde el punto
de vista de la singularidad del síntoma el orden simbólico de la comunidad Aimara, el
de la Edad Media, el del hipermodernismo, el de Luis XIV, el de los Kirchner, el
familiar, el que quieran, cualquiera de ellos, desde ese punto de vista (si se lo alcanza),
no será lo que era. Cualquier orden simbólico se sostiene velando una falla que la
singularidad del síntoma revela. Está pues, presente, en este texto de Laurent, este
binario, tal vez el más radical al que haya llegado Miller en su comentario de la
enseñanza deLacan, el que estamos tratando de entender, y desplegar. Su efecto
prosigue hasta el día de hoy, en el actual curso de J-A.Miller. Es que la radicalidad del
binario impone revisar nuestro propio orden simbólico, el que acumulamos como
orden simbólico del fin de análisis y como orden simbólico del pase. Hay una versión
del pase que creíamos muy avanzada, más allá del atravesamiento del fantasma, la de
concluir identificándose al modo de gozar propio, aunque no tan propio si desde ahí se
busca al Otro por la vía del pase. En este texto Eric Laurent precisa que una cosa es
identificarse a un modo de gozar y otra cosa es identificar que uno tiene un modo de
gozar. Es que si se identifica un modo de gozar, la identificación al mismo se pierde.
Adviene un agujero en la identificación que hacía del goce, justamente, un modo, y
ese goce retorna a su opacidad. Dedico esta cuestión, entre líneas, a uno de ustedes
que me envió un correo electrónico exactamente el día de hoy. Es alguien que hace
años había identificado el goce atrapado en su identificación a un club de fútbol muy
conocido. Hoy pasa que ese club representa una falla grande en un orden simbólico,
algo que no se esperaba. Ha descendido a segunda división. Me explica en esas líneas
que ha verificado algo: le fue indiferente, no se le cayó una lágrima. Hay que estar
atentos, e investigar un poco más esta distinción que hace Laurent. No la teníamos
clara, y es importante para el futuro de lo que se espera localizar como fin de análisis.
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Laurent propone también discutir las últimas versiones de la práctica analítica, con las
comillas que quieran, en USA. Si no es por él nunca nos enteraríamos de estas cosas.
Podríamos estar atentos a las versiones de la IPA locales. Aportaríamos algo. Respecto
a que hay un Otro que ya no existe, esos de USA están más avanzados que nosotros.
Con rapidez tratan de fundamentar un vínculo analítico en el cual caducan todos esos
semblantes, para sostener uno nuevo, el de una conversación de igual a igual, pero
donde el logro de la cura es que el paciente se identifique a un modo de gozar. No es
poca cosa que Eric Laurent ponga de título la respuesta: Saber de goce, tapón de la
cura.
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Admitamos que eso precisa ambigüedades que hemos mantenido en nuestras
discusiones sobre la cuestión del síntoma. Y admitamos que para ayudar a despejarlos,
Laurent, que llega lejos en sus pensamientos, propone pensar al síntoma como el
chistoso den de Demócrito, citado por Lacan en L’Etourdit. Esto se puede seguir muy
bien, a partir de la importante lectura hecha por Barbara Cassin de ese escrito: el paso
de Lacan que va de Aristóteles a Demócrito.
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Habría que habitar un poco, entonces, para el próximo Congreso, ese binario extremo,
el del síntoma como real singular vs. cualquier orden simbólico: lenguajes, Nombres
del Padre, discursos, órdenes de hierro... Desde el síntoma real singular, es razonable
esperar la verificación de un agujero en lo simbólico, pero esto también debe ser caso
por caso, caso por caso para cada orden simbólico.
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Ahora bien, para eso se necesita mucha formación analítica. La palabra formación está
repetida varias veces en el texto de Laurent. No me muevo como pez en el agua en ese
binario, y no tengo mucha gente a mi alrededor que me ayude a los fines de esa
formación. Por eso tenemos que darnos un tiempo para comprender, y que sea un paso
sin retorno concluir entrando en la radicalidad de ese binario. Si lo trabajamos desde
afuera, nuestra contribución será monótona. Por ejemplo, se va a perder la riqueza que
tiene
ocuparse de los distintos órdenes simbólicos, para localizar qué síntomas
realmente los agujerean. Acá la frase recuperada de Lacan, de 1953, referida al
analista, que cita Laurent, es: “Que conozca bien la espira a la que su época lo arrastra
en la obra continuada de Babel, y que sepa su función de interprete en la discordia de
los lenguajes”. Sí, de acuerdo, pero para hablar de época hay que saber mucho sobre la
discordia de los lenguajes. No es lo mismo el saber que despliegan algunos de
nuestros colegas franceses sobre la obra de Babel que les atañe (tan inigualable como
la tentación paradójica de pensar sus discordias como universales) que conocer la
espira de discordias no tan cultivadas (pero igualmente obra continuada de Babel), en
nuestro país, y en la región más o menos llamada América Latina.
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Nosotros tenemos que hacer también un esfuerzo, desde el síntoma, para decir algo
sobre los agujeros de los órdenes simbólicos que nos atañen efectivamente, y no sólo
(aunque hay que estar ahí) sobre los agujeros de los Ordenes Simbólicos que
caminarían según los siglos. Observen que Laurent, en este texto del 2010, hace un
elogio del desorden simbólico a partir de la crisis en Grecia y la crisis del euro. Hoy
eso está muy acentuado. Pero nuestros colegas franceses, poco tiempo antes, cuando
se trataba de votar sí o no a un gran paso del mercado común europeo y su
organización política, dudaron. No seamos nostálgicos, la realidad efectiva reabsorbe
las particularidades en un orden mayor. ¿Y nosotros por qué vamos a ser
reabsorbidos? Un poco de Foucault puede ayudar: hacer vivir, dejar morir. Después
ese orden rápidamente mostró, como ataque directo, el intento de extinguir al
psicoanálisis mismo. Lo que motivó un cambio de posición, y el gran trabajo de poner
sobre el tapete lo que era este nuevo orden simbólico a nivel de evaluación y de
panopticon, y el de servirse de algún orden simbólico internacional para defenderse.
Uno podría decir que la discordia financiera la tuvimos en el 2001, referencia para
Grecia diez años después, y que deberíamos nosotros tener alguna idea de nuestra
propia Babel, si queremos hacer valer lo que se puede decir desde la singularidad del
síntoma y su real. Por ejemplo, los fracasos y las fallas del orden burocrático las
hemos vivido, y las seguimos viviendo, y las seguiremos viviendo. Pero no es lo
mismo, en sus consecuencias, que hablar de las fallas del viejo orden simbólico, el
llamado ‘Nombre del Padre’, que tampoco entre nosotros se consolidó mucho nunca.
Entonces, la consigna ‘el orden simbólico en el siglo XXI, ya no es lo que era’, es
equívoca. Deberíamos tratar de ubicarnos si queremos decir una cosa u otra. Una cosa
es decir que el que era, era el del Nombre del Padre. Otra cosa es decir que el que era,
era el Orden de Hierro con los síntomas actuales que denuncian sus fallas. Hay que
localizar esas fallas, que son distintas. Lacan, y tenemos respeto por su saber, ha
dejado la indicación en su seminario 21 acerca de que el nuevo orden simbólico de
hierro (que tiene pretensión de Universal), forcluye al anterior, y que eso ha
interferido en el advenimiento como tal de la cría del ser parlante. Es lo que Graciela
Brodsky nos decía acerca de este intento matriarcal, el de enviar a la cría al orden del
‘nombrar para’. No haría un elogio de ese desorden, tampoco una nostalgia por la
vieja solución, de la que uno se puede servir, sin creer en ella, donde conserve una
vigencia. Nuestra clínica nos dice simplemente que es eso lo que pasa. Si no hago un
elogio es para no exacerbar que el psicoanálisis tiene la respuesta: pertenezco a esa
clase, tengo la respuesta. Puede que algunos analistas, y algunos otros, aunque no
tengan la práctica, la estén inventando. Eso es posible, pero a partir de una formación
que no es la de cualquiera. Así nos habla Laurent del panóptico y de la ilusión de
considerar el cuerpo como una máquina, incluso gozante, con derecho a cualquier cosa
e indiferente a cualquier forma de semblante. Nos gustaría agregarle el neo-racismo al
problema, sólo para tirar más de la lengua. Pero todo esto no es relativo a un orden
simbólico que ya no es lo que era en tanto Nombres del Padre, sino a las aceleradas
fallas que denuncian acelerados síntomas sobre la acelerada imposición del orden de
hierro para todos. Si nos situamos aquí, hay que empezar todo vuelta, a partir de los
síntomas que no son neuróticos, a partir de lo que son desde el sustrato, no diría
psicótico, sino simplemente real del ser parlante. Aquí sí uno puede elogiar que el
orden que nos lleva a eso tenga tropiezos, porque es un elogio al síntoma.
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Son debates, que creo es mejor diversificar. Hay que atreverse a diversificarlos.
Resultará cada vez más penoso repetir monótonamente significantes sin implicación
mientras hacemos la aventura de llegar al síntoma en su singularidad real, y desde ahí
discutir cómo y de qué manera podemos ubicarnos en las fallas del orden simbólico
relativas a cada síntoma. Hay que diferenciar esas fallas, y localizar cuál es el orden
simbólico cuestionado. Laurent es muy entusiasta en este punto, al menos cuando
enseña públicamente. Puede llegar a la máxima dicotomía y señalar que, tarde o
temprano, fallará todo, pero justamente eso es lo que nos da la posibilidad de estar ahí
como psicoanalistas, y realizar el programa psicoanalítico. Es lo que dice en este texto.
Ahora bien, cuando nos entusiasma con el programa psicoanalítico así definido, con
un argumento sólido que da que pensar, la referencia es el seminario 18, donde Lacan
cambia su manera de entender el nombre del padre, sin desdecirse de cómo lo había
considerado en el seminario 3, cuando su referencia era la psicosis. Ahora la referencia
es la histeria, es decir, para empezar, más o menos la mitad de la población que se
confronta con ese goce fálico de por sí opaco, sin falo. Pero con su síntoma que
proviene igualmente de la locura, y que se anuda a un nombre del padre en tanto sea
un significante que permita no tanto la ley y la prohibición sino que se pueda hablar de
esa opacidad. Que no quede abolido el medio decir sobre esa opacidad. Es evidente
acá el recurso histérico, y a qué nombre del padre se dirige para cualquier orden
simbólico que lo incluya. Podemos decir que los efectos de significación de los
nombres del padre respecto de la mudez aludida, se caen, ya no son lo que eran. ¿No
es más que interesante que justamente ahí Laurent ubique la posición actual del
analista, como aquél que ante esa demanda, desde Freud propiamente analítica,
responde de una manera nueva, sostenga el medio decir, haga valer la transmisión
caso por caso de la imposibilidad de una escritura de la relación sexual, y el valor
único para cada cual del síntoma con el que escribe el matema de su exilio? Si el
Orden Simbólico del siglo XXI ya no es lo que era, seguramente una consecuencia
para la cura será tener que pensar la histeria más allá de la estructura clínica en la que
la teníamos clasificada con jactancia. ¿Nos llegan hoy casos de histeria? ¿No son más
bien psicosis ordinarias? ¿Hay que repensar una noción como la de psicosis histérica?
No sé. Cualquier indagación tiene su valor cuando no se sabe, pero seguramente sería
un aporte la presentación de casos clínicos que vayan más directamente a la
localización de lo que se puede leer como repetición sin sentido.
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Entonces, según los lugares, y nosotros somos una Escuela en Buenos Aires, en
Córdoba, en Rosario, en Santa Fe, bajo esas coordenadas tenemos que animarnos a
decir qué vamos pensando e inventando en relación al orden simbólico que ya no es lo
que era, según las condiciones concretas y efectivas en que nos llega el desorden. No
repitamos las generalizaciones que orientan, y que otros pueden hacer muchísimo
mejor porque realmente tienen la formación para eso. Sin creer en ellas, sirvámonos
de ellas para algo.
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He discutido hace poco, consiguiendo hacer ver que se trataba de una
psicosis...histérica... el caso de una joven china, porque ahora hay muchos chinos y
chinas en Argentina. Y está la sorpresa de que ya pueden demandar algo a la oferta de
nuestro dispositivo, discurso que nos determina mucho más allá de lo que creemos ser,
pensar y sostener.
Hay que moverse, entonces, aquí, para saber un poco del orden simbólico de estos
chinos inmigrantes, porque el término ‘mafia china’ (es verdad que hay datos respecto a
que es un orden que sabe hacer morir) opaca con una referencia del sur de Italia lo que
habría que abrir para saber. Hay que enterarse un poco del orden simbólico chino, muy
pero muy diverso frente a la globalización que enfrentan, y enterarse de lo que puede
sostener cada familia inmigrante en su instalación repentina en nuestro contexto. En este
caso, siendo ella muy pequeñita, la decisión tremenda de sus padres fue no enseñarle la
lengua dialectal china que hablaban. Del lado chino la enviaron a aprender el chino
mandarín, la nombraron para un lenguaje del nuevo orden que ellos no sabían. El
resultado es que ella queda sin la lengua materna, pero rechaza el chino mandarín.
Aprende nuestra lengua, nuestro modo de hablar, y es por él que llega al psicoanálisis. Su
cuestión radica en que una suerte de falso tío, aparentemente ‘familiar’, alguien dominante
sobre su padre con derecho de vida o muerte, la acosa sexualmente, desde sus cuatro años.
He aquí un caso para estar a la altura de la subjetividad de nuestra época, aquí, sí, porque
están llegando chinos y japoneses al análisis.
Entonces, admitamos la disyunción del binario que trabajamos para el próximo Congreso.
Por un lado ahonda la manera de pensar qué es un psicoanalista, como se dice, en
intensión, singular. Y por el otro agudiza cómo esa singularidad puede hacerse valer en
extensión, según su singularidad. Es válido que colegas franceses avancen en esa torsión,
y sé que, no todos, pero algunos, esperan nuestros puntos de vista. Se nos va el otoño y
llega el invierno. Queda muy poco tiempo. ¿Qué puedo decir? Que el binario que
estructura este texto es fundamental, así como la última enseñanza de Jacques-Alain
Miller. Perseverar, entonces.
Interversión:
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Un solo comentario sobre la referencia que hizo Silvia Tendlarz sobre un decir muy
poético de Eric Laurent, en Brasil, sobre el espacio de nadie.
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Me parece muy bien evocarlo así, si esa opacidad se medio dice. Pero le veo más
porvenir a lo que Eric Laurent en este texto dice sobre ese espacio de nadie. Hay que
hacer la topología de ese inconsciente real donde no hay sujeto representado para
ninguno de sus seres. Lacan acá nos dejó sus nudos. Es un filón. En este texto de
Laurent que comentamos él señala también que ante esa falla no reducible la poesía
también la vela. Hay mucho en este texto, y no podemos comentar hoy sus detalles
mejores. Por ejemplo las referencias a la escritura, porque hay diferentes maneras de
entender la letra. La escritura como produciendo efecto de agujero es cosa especial.
No alcanza que digamos que hay fallas, porque la gente las vela. Hay que escribir algo
ahí para que se haga un agujero. Es audaz que Laurent cite aquí referencias de
Jacques-Alain Miller en las que indica que diversos AE se quedaron en ese borde. Un
borde conmovedor, al fin de cuentas, cuando a sus síntomas no pudieron sino
completarlos a nivel del Otro que resultó la Escuela. Sumergirse con el síntoma, solo,
en lo impredecible del inconsciente sin Otro, es otra aventura. Como él dice, un
análisis hace caer el orden simbólico relativo a un sujeto, lo hace salir del lenguaje
para ponerlo en el sopladero de lalengua.
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Tenemos mucho que trabajar, colectivamente.

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