Juan Pablo Espino Villela

Transcripción

Juan Pablo Espino Villela
Juan Pablo Espino Villela
EL TONEL DE AGUARRÁS
"Mire, compa, me dijo Pancho "La zuncha", viejo chofer de las Vásquez, si alguna vez se le
ocurre ir a Jocotán y pregunta por "Chilo Pesado", le van a decir tres cosas de él: que es un
gran bolo, un
gran ratero y un gran inteligente.
Pues de la última cualidad de este personaje, le voy a contar una historia que le va a dar
risa y va a comprobar por usted mismo el ingenio de este hombre que de no ser por su
debilidad por las
copas y por apropiarse de las cosas ajenas, hoy sería un distinguido catedrático
universitario o un gran político al servicio del Gobierno...
Hubo un tiempo en que a ese que le cuento se lo estaba llevando la chingada. No
conseguía para el trago y con tanto robo que perpetraba, los vecinos lo tenían
sentenciado con volarle las orejas
y mandarlo preso para Chiquimula; en fin, estaba tan jodido el pobre, que hasta el fiado le
habían negado en las pulperías de Jocotán.
Pero como el ingenio es la mejor respuesta a las necesidades del hombre, Chilo se dedicó
a hacer aguarrás que de vez en cuando llevaba a Chiquimula, para vendérsela a los
carpinteros o
entregarla a los almacenes donde los escolares la compraban para sus trabajos manuales
por botellas de cinco centavos.
Uno de sus mejores clientes era don Jerónimo Tuch, por cierto ya fallecido, y que gozó del
cariño y el reconocimiento de la sociedad chiquimulteca.
Una tarde se presentó Chilo a la tienda de don Chomo y después de saludarlo
respetuosamente, fue directo al grano:
"Mire, don Chomo, ahí le traje un tonel de aguarrás, a ver si me lo compra. Si le interesa,
le pago a un camaroneroá para que me lo traiga de la camioneta hasta aquí".
"Lo siento chilo, le contestó don Chomo, de esa babosada ya no compra la gente; con
decirte que del tonel que me trajiste la vez pasada, hasta hace poco vendí la última
botella. Mejor otra vez,
Chilo". Y hundió los ojos en el periódico que estaba leyendo.
En el parque, desesperado y acorralado por la más grande de sus frustraciones, la chispa
del ingenio le avivó los ojos y una sonrisa maligna le iluminó la cara. A chilo se le había
ocurrido una
picardía para vender el tonel de aguarrás.
"Muchá, vengan para acá y se van a ganar un pisto bien fácil, dijo a un grupo de escolares
que estaban descansando en el parque. Háganme una campaña: Váyanse todos al
corredor del
mercado, se roban una botella vacía y me la traen aquí".
Cuando los escolares estuvieron de vuelta, chilo les dijo:
"Oigan pue, muchá: Se me va a ir uno por uno de ustedes a la tienda de don Chomo y le
preguntan si tiene aguarrás. Y si les pregunta para que quieren tanta, le dicen que en la
escuela van a
hacer un montón de trabajos manuales y que van a necesitar en puta".
Dicho y hecho. Los muchachos desfilaron uno por uno por la tienda, buscando aguarrás;
pero después de un largo rato de decirles "nuay", le entró curiosidad y le preguntó con el
ceño fruncido al
que se había quedado de último:
"¿Para qué quieren tanta de esa babosada, vos?".
Entonces, el patojo siguiendo las instrucciones de chilo, le respondió:
"Es que nos están dejando muchos trabajos y los maestros dicen que se va a necesitar
bastante".
Realizada el cincuenta por ciento su picardía, Chilo se dirigió nuevamente a la tienda de
don Chomo para darle el toque final.
Apoyado siempre por su ingenio y como quien no quiere la cosa, decidió pasar
indiferente. Cuando estuvo frente a la puerta de la tienda, levantó la mano y dijo muy
respetuoso a su viejo cliente:
"Va pue don Chomito, voy a venir dentro de un mes; tal vez para entonces se anima y me
compra un tonel de aguarrás".
"¡Chilo, entrá que quiero hablar con vos!, gritó don Chomo, rápido como una centella. Si
no has vendido el tonel, traémelo ahorita mismo para comprarte ese y encargarte otro
para la semana que
entra. Es dicen los muchachos de las escuelas que van a necesitar bastante...".
Al darse cuenta chilo que el venerable anciano había caído en su trampa, decidió seguirle
el juego, al comprobar el éxito de su artimaña.
"¡Qué lástima don Chomito! Como usté no lo quiso, lo acabo de tratar con Mincho
Samayoa y aquél me lo va a comprar".
"¿Y cuanto te va a dar por el tonel?".
"Doce pesos", respondió Chilo."¡Quince te voy a dar yo, pero traémelo ahorita!, dijo el
anciano, calculando por anticipado las ganancias de tan rentable negocio."Está bueno,
don Chomo, dijo chilo
con fingida resignación. Ya que me va a comprar este y quiere que le traiga otro la semana
que viene, le voy a tener que quedar mal a Mincho, pero como dice el refrán, más vale
cliente conocido
que nuevo por conocer".
Desde aquel día nadie volvió a aparecerse por la tienda buscando aguarrás.
Cuando don Chomo se dio cuenta que le habían tomado el pelo, se enojó tanto que
estuvo a punto de enfermarse. Pero después de valorar el ingenio de Chilo, soltó una
sonora carcajada que
resonó en la tienda y como para que todos los oyeran, dijo:
"De la manera más simpática me jodió este cabrón y si todos fuéramos tan listos y
ocurrentes como chilo, no habríamos tantos babosos en este mundo; porque conmigo se
acaba de cumplir el
dicho que dice: que si quieren joder un vivo, pónganle un tonto a la cola".
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