las palmas... ¡en fin!, todo este cuerpo maldito sumido

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las palmas... ¡en fin!, todo este cuerpo maldito sumido
las palmas... ¡en fin!, todo este cuerpo maldito sumido al
desgaire con basa en hinojos, sintió en cada arpegio un azote; y
en los cracks de tu mente la vertiginosa sensación de verte y
olerte y perderte, sucio y cansado y tiritante, como
presintiendote tu mismo en un punto sin retorno, perfilando el
alma y el ser y la amistad hacia un abismo.
¿Dónde estás?
¡Y a qué infierno me obligas a ir a buscarte!
¿Dónde estás?
Que mi alma en los huesos ruñidos de muerte se ahoga en el ser
suspendido por los clavos del tiempo en su propio cadalso de
sangre y de carne y de esputos.
¿Dónde estás?
Que me siento tan solo...
… y esta noche es el vértice infinito de un oscuro capirote, una
materia tenebrosa e inefable.
¡Una masa robusta, que acaba con todo!

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