El Poder de tus Palabras - Editorial Mundo Hispano México

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El Poder de tus Palabras - Editorial Mundo Hispano México
Meditación y Estudio - Mujeres : El Poder de tus Palabras
El Poder de tus Palabras
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Fabricante:Mundo Hispano
Descripción
Por Sharon Jaynes
Descubre el impacto de lo que dices
Primera edición: 2008
Clasificación Decimal Dewey: 248.843
Tus palabras pueden influir y cambiar el curso de un día o el curso de una vida, pueden inyectar seguridad en el corazón de un niño, pueden alentar a un esposo a lograr sus sueños, pueden reavivar la esperanza perdida de una amiga, pueden guiar a alguien al amor de Jesucristo, pueden abrir la puerta a la oración poderosa. Tus palabras son el espejo en que los demás se ven a sí mismos.
¿Por cuánto tiempo pueden hallar eco nuestras palabras en los corazones y las mentes de nuestros hijos, nuestros esposos, nuestras amigas, hermanas y hermanos creyentes, y hasta el mundo entero? Por toda la eternidad, amiga mía. Hasta el final de los tiempos.
Contenido
El poder que poseemos
1. Mensajes mezclados
2. El increíble regalo de Dios
3. El maravilloso potencial de una mujer
Las personas a quienes impactamos
4. El poder de tus palabras hacia tus hijos
5. El poder de tus palabras hacia tu esposo
6. El poder de tus palabras hacia tus amigas
7. El poder de tus palabras hacia otros creyentes
8. El poder de tus palabras hacia el mundo
9. El poder de tus palabras hacia Dios
El potencial para cambiar
10. La promesa de poder
11. El resultado de la práctica
12. El poder del silencio
13. El pasaporte para refrescar el alma
14. Las tremendas posibilidades
Mensajes mezclados
Mejor que la elocuencia es la discreción en el habla. Francis Bacon
Una tarde de verano mi amiga Catherine y yo salimos a caminar por el vecindario antes de que aparecieran las luciérnagas para celebrar la llegada de la noche. Conversamos acerca de la crianza de los hijos varones, los maridos con sus trabajos, y dilemas en decoración. Cuando regresamos a su casa, ella me invitó a entrar y ver algunas muestras de tela de tapicería para un nuevo sofá. Sin darnos cuenta, esos pocos minutos se transformaron en unas cuantas horas.
“¡Ay!”, exclamé. “Son las diez de la noche. ¡He estado fuera de casa por más de dos horas! Seguramente Steve debe estar preocupado. Ni siquiera sabe dónde estoy. Es mejor que le hable por teléfono antes de emprender el regreso a casa”.
Cuando marqué el número, el que respondió fue el contestador automático. Luego de escuchar mi dulce saludo personal, dejé un amargo mensaje.
“Steve, te llamo para decirte que estoy en lo de Catherine. ¡Pensaba que ibas a estar preocupado, pero aparentemente no parezco importarte porque no contestas el teléfono!“. Click. Me despedí de Catherine y dejé su casa sintiéndome desanimada. “Estoy caminando en la oscuridad completamente sola y a él no le importa”, murmuraba para mis adentros.
Mientras mis ojos se acostumbraban a la oscuridad, noté que alguien venía hacia mí. Era mi caballero montado en un corcel… ¡su bicicleta!
—¿Dónde has estado? —preguntó Steve con desesperación en la voz—.
¡Te estuve buscando en esta bicicleta por todo el vecindario! ¿Sabes la hora que es?
—¡Ay, sí que te importo! —dije con una amplia sonrisa, dándole un gran abrazo.—¿Qué quieres decir?—¡Oh, nada! Vamos a casa.
Cuando llegamos a la casa, borré rápidamente el mensaje dejado en el contestador automático antes de que Steve escuchase mis palabras recriminadoras. Fiuu, pensé. Por un pelo.
Unos días más tarde, Steve me llamó desde su trabajo. —Sharon, ¿has escuchado nuestro contestador automático últimamente?
—No, ¿por qué?
—Pues creo que hay algo que debes escuchar.
Terminamos de conversar y luego utilicé mi teléfono celular para llamar a la casa. El mensaje emitido por el contestador automático era algo por el estilo:
(La voz de una dulce dama sureña): “Hola, ha llamado a la residencia de los Jaynes. No podemos contestar el teléfono en estos momentos… (comienza la voz de Cruela De Vil). “Te llamo para decirte que estoy en lo de Catherine. ¡Pensaba que ibas a estar preocupado, pero aparentemente no parezco importarte porque no contestas el teléfono!”. (Vuelve la voz de la dulce dama sureña): “Al sonido de la señal, deje su mensaje y le contestaremos tan pronto nos sea posible”. Bip.
“¡Dios mío!”, grité. “¿Cómo pudo pasar esto? ¿Cuántas personas han escuchado esto en los últimos tres días?”.
Llamé a la compañía de teléfono y ellos me explicaron que a veces durante una tormenta de relámpagos (que había sucedido tres días antes), los relámpagos afectan los cables y los mensajes en los contestadores se mezclan. Mi mensaje, de alguna manera, se había adosado al mensaje de bienvenida.
Estaba mortificada. Parecía el mensaje del doctor Jekyll y la señora Hyde.
—Señor —oré—. Esto es vergonzoso.
—Sí, lo es —me contestó él.
Bueno, no es que realmente me dijo eso en tales palabras. Más bien fue lo siguiente:
—“Con ella [la lengua] bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que han sido creados a la semejanza de Dios. De la misma boca sale bendición y maldición. No puede ser, hermanos míos que estas cosas sean así. ¿Será posible que de un manantial brote agua dulce y amarga por la misma abertura? Hermanos míos, ¿puede la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Tampoco de una fuente de agua salada brota agua dulce” (Santiago 3:9-12).
—Entendido, Señor. Comprendo el mensaje. Pero, lamentablemente, también hubo muchos que escucharon el otro mensaje. Me maravilla la rapidez que tenemos las mujeres para pasar de bendición a subestimación, de alabanza a menosprecio, de aliento a crítica; todo en materia de segundos. Dios nos ha dado un poder increíble en nuestra esfera de influencia, y todo comienza con las palabras que utilizamos. Hay pocas fuerzas que tengan un efecto tan poderoso como los sonidos que emiten nuestros labios. Nuestras palabras pueden provocar que un niño realice grandes hazañas, alentar a un esposo a conquistar el mundo, alimentar las moribundas brasas encendidas de los sueños rotos de una amiga hasta convertirlas en una llama, alentar a otros creyentes a correr la carrera que está delante de ellos, y acercar a un alma perdida a Cristo.
Te invito a que explores uno de los misterios de la mística femenina: el poder de tus palabras. Además de mirar cómo nuestras palabras hacen impacto en las personas con las que estamos en contacto cada día, también vamos a ver a mujeres de la Biblia y cómo sus palabras influyeron a generaciones posteriores a su tiempo. Vamos a explorar el poder disponible para cada una de nosotras para controlar esta fuerza poderosa y utilizarla para bien.
¿Son poderosas las palabras? ¡Sí! ¿Cuán poderosas? Vamos a descubrirlo juntas. Echaremos una mirada a uno de los regalos de Dios más increíbles para la humanidad y consideraremos el potencial que tenemos bajo nuestras propias narices… las palabras.
Una palabra al descuido puede provocar contienda;
Una palabra cruel puede destruir una vida;
Una palabra amarga puede instigar odio;
Una palabra brutal puede golpear y matar;
Una palabra gentil puede suavizar el camino;
Una palabra alegre puede iluminar un día;
Una palabra a tiempo puede aligerar los nervios;
Una palabra amorosa puede sanar y bendecir.
Autor desconocido
Tema: Vida cristiana, mujeres
ISBN: 978-0-311-12119-9
240 pp.
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