Manzanas Dioses Ideas Caos Jugo de limón

Transcripción

Manzanas Dioses Ideas Caos Jugo de limón
Manzanas
Dioses
Ideas
Caos
Jugo de limón
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Piense en lo que quiere cocinar, tenga el resultado final en su mente;
una vez obtenido, tome las manzanas y córtelas en cuadritos, piense
en el origen de las cosas y sírvase expresando aquello que tanto
desea comunicar.
La pregunta ¿qué cocinaré hoy? es el inicio de cualquier deguste
gastronómico, el quid para disfrutar de un rico platillo. Cuando un
comensal se sienta a la mesa, debe estar consciente de que detrás
del plato que está a punto de degustar hay una serie de elementos
materiales e inmateriales que tuvieron que fusionarse. El platillo,
antes de existir en la realidad sensible, es una simple idea, un ente
de razón. Al disponerse a cocinar, el chef primero debe pensar en lo
que llevará a cabo; sólo en la medida en que haya ideado el platillo
y conozca aquello que desea cocinar, podrá elegir los elementos e
ingredientes y cristalizar lo que sólo existía en su imaginación.
Como en la comida, todas las cosas tienen un inicio: no hay nada
que surja a media res1, de modo que, para crear algo, se debe tener
una idea mental. Una escultura, antes de ser esculpida, fue de algún
modo pensada; una pintura, antes de ser un hermoso óleo, fue un
boceto; una danza, una obra literaria y cualquier tipo de creación
fueron primeramente ideas.
Las creaciones a las que nos referimos son instauraciones humanas,
cosas que parten de objetos existentes. Por ejemplo, para que
existan unos chilaquiles, el cocinero primero tuvo que obtener
la materia prima: tortillas, tomates, sal…, para pintar un cuadro,
se necesitan colores, pinceles, lienzo…, y para llevar a cabo una
danza se requiere de música y uno o más danzantes. Pero qué hay
de aquellas cosas que no erigió el hombre, cosas que no fueron
creadas a base de otra materia, las llamadas creatio ex nihilo: como
los átomos y los elementos que dieron origen al sol, la luna, el agua
y la naturaleza entera. ¿Se crearon solas o alguien las creó? Si alguien
las creó, ¿tuvo que pensarlas primero?, ¿antes de existir, estas cosas
fueron ideas? De existir un creador del universo, tendría que ser
un ente pensante, ya que –según se ha dicho– no puede crearse
nada sin antes haber sido pensado por alguien.
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El mito originario más famoso de la cultura occidental se encuentra en
la Biblia (gen1-1): “En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra
estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo,
y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: sea
la luz; y fue la luz”. En este relato del origen del universo, un ser crea
de la nada y, posteriormente, le da orden a lo creado. En el Popol Vuh,
también conocido como Libro de consejo o Libro de la comunidad, una
leyenda dice que: “Ésta es la relación de como todo estaba en suspenso,
todo en calma, en silencio; todo inmóvil, callado y vacía la extensión del cielo.
Llegó aquí entonces la palabra, vinieron juntos Tepeu y Gucumatz, en la
obscuridad, en la noche, y hablaron entre sí... Hablaron, pues, consultando
entre sí y meditando; se pusieron de acuerdo, juntaron sus palabras y su
pensamiento. Entonces se manifestó con claridad, mientras meditaban,
que cuando amaneciera debía aparecer el hombre”. En esta versión, no
es uno, sino dos dioses quienes unen su palabra y pensamiento para
crear. Al igual que en el libro del Génesis, se entiende que la creación
surge de la nada. Todo estaba en calma –porque no había nada– y los
dioses decidieron crear.
“Y llegó el gran Urano, trayendo
la noche, y se tendió sobre Gea
por entero y con todas sus partes,
lleno de un deseo de amor”.
En su Teogonía, Hesíodo explica el
origen del universo y la dinastía
de dioses que lo gobiernan: “Antes
que todas las cosas fue Caos; y
después Gea, la de amplio seno,
asiento siempre sólido de todos los
inmortales que habitan las cumbres
del nevado Olimpo y el Tártaro
sombrío… Habló así, y la gran Gea
se regocijó en su corazón… Y llegó
el gran Urano, trayendo la noche,
y se tendió sobre Gea por entero y
con todas sus partes, lleno de un
deseo de amor”. En esta teogonía
advertimos que, al igual que en las
otras dos, lo primero que existió
fue el caos, y luego, como en la
leyenda del Popol Vuh, una pareja
de dioses se unió para crear. Sin
embargo, las tres parten de la misma
base –lo que resulta asombroso si
consideramos que son obras literarias escritas en tiempos y lugares
distantes–: los dioses crean por
medio de la palabra; sin palabra
no hay pensamiento, así que la
creación parte del lenguaje.
Existe una constante en la literatura sagrada: los dioses creadores
piensan y expresan su pensamiento
por medio de la palabra, que es
creadora con el simple hecho de
ser enunciada. En la Biblia, Dios
dice y crea; en la mitología maya,
Tepeu y Gucumatz entrelazan sus
palabras y pensamientos y crean;
y en la griega, Gea y Urano matrimonian su palabra y crean. Si los
dioses necesitan del lenguaje
para crear, con mayor razón el
ser humano. Crear, en realidad,
es una forma de comunicar algo.
Un chef puede enunciar su propio
lenguaje con un platillo; se expresa
por medio de los alimentos que,
antes de existir, fueron simples
ideas. Toda esta divagación me
remite a la pregunta inicial: ¿qué
cocinaré hoy? Creo que comenzaré con una rica entrada, y ya que
estamos en esto de los génesis, la
haré de manzana. Ahora, ¿dónde
puedo encontrar un árbol de la
ciencia?
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