los repartimientos de Álora y de Cártama

Transcripción

los repartimientos de Álora y de Cártama
REPOBLACIÓN
Y
LINGÜÍSTICA
los repartimientos de Álora y de Cártama
I
La historia lingüística se beneficia del
conocimiento de muchas clases de
fuentes. Por eso ediciones como la
de los Repartimientos (1) nos son
bien venidas. Alora y Cártama son
ahora más que unos ecos literarios.
Están presentes en el menudo verbenear de unos hombres, en la peripecia
cotidiana de unas gentes, en el quehacer silencioso de otras muchas. Un
día, el Adelantado Diego de Ribera
puso cerco a Alora y allí quedó. Era
en mayo de 1434, cuando hace la calor y los trigos se encañan. La tradición nos legó un bellísimo testimonio
de la desastrada aventura en el Romance antiguo y verdadero de Alora
la bien cercada, que se imprimió en
hojas volanderas por los años felices
del siglo XVI:
Alora, la bien cercada,
tú que estás en par del río,
cercote el adelantado
una mañana en domingo,
de peones y hombres de armas
el campo bien guarnecido;
con la gran artillería
hecho te había un portillo.
Viérades moros y moras
todos huir al castillo:
las moras llevaban ropa,
los moros harina y trigo,
y las moras de quince años
llevaban el oro fino,
y los moricos pequeños
llevaban la pasa y higo.
Por cima de la muralla
su pendón llevan tendido.
Alza la visera arriba,
por ver el que tal le dijo:
asestárale a la frente,
salido le ha al colodrillo.
Sacólo Pablo de rienda,
y de mano Jacobillo.
estos dos que había criado
en su casa desde chicos.
Lleváronle a los maestros
por ver si será guarido.
A las primeras palabras
el testamento les dijo.
Tradicional era el romance, y bien sabido por cultos e ignaros. Juan de
Mena recordaría el triste suceso en
un par de estrofas del Laberinto (190192) y en una de ellas parece recordar el texto:
Entre almena y almena
quedado se ha un morico
con una ballesta armada
y en ella puesta un cuadrillo.
En altas voces decía,
que la gente lo había oido:
—«¡Treguas, treguas, adelantado,
por tuyo se da el castillo!»
Aquel que tu vees con la saetada,
que nunca mas faze mudanca del gesto,
mas por virtud de morir tan onesto
dexa su sangre tan bien derramada
sobre la villa non poco cantada,
el adelantado Diego de Ribera
tender las sus faldas más contra
Granada.
Extracto de la Revista Jábega nº 3, año 1973. © Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga (www.cedma.com)
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Rendición de Alora.
Alora entró con buenos tientos, pero
con mal pie en la Literatura española.
El 22 de febrero de 1444, las Trescientas habían quedado listas. Por entonces ya se cantaba un poema que debió escribirse —poesía noticiera de
la mejor calaña— a raíz de los hechos
mismos. Pero los cristianos entraron
en Alora y con ellos los romances, sí,
y preocupaciones que nunca son buenas de olvidar.
En 1486, medio siglo que hirió en el
ala a los barbilampiños de la primera
cerca, si es que no les hizo hincar el
pico, Luis Puertocarrero entraba como
justicia mayor de la villa de Alora.
Pero, en el alcalde, «más vale favor
que justicia ni razón». Y el capitán y
consejero de sus Altezas no dió gusto
a todos. La obra de los hombres es
siempre inestable, como garza en reposo, y cuando se echa cal cae arena
y si viene la arena, hubiera hecho falta cal. La cosa por trivial no deja de
ser verdadera, y un judío castellano
—de Tierra de Campos por más señas— escribió en el siglo XIV unos
versos que, por su dignidad, nos ha92
cen olvidar la
aserto:
vulgaridad
de
un
Quien antes non esparze
trigo, non lo allega;
si son tierra non yaze,
a espiga non llega.
Non se pued' coger rosa
sin pisar las espinas;
la miel es dulce cosa,
mas tien' agras vecinas.
La paz no se alcanga,
si non con guerrear;
non se gana folganga,
si non con el lazrar.
Y la verdad es que ni aún así. Tras el
guerrear, la folganza no llegó. Al menos para las voluntades de Puertocarrero. A Ecija fueron los de Alora con
sus quejas y —ambladura de mula
desde Málaga— e1 28 de agosto de
1492, Juan Alonso Serrano llegó con
su fardel de títulos —bachiller, corregidor, reformador, justicia mayor—
para poner las cosas en orden. Como
si el orden viniera con las talegas repletas de pergaminos.
II
Lingüísticamente nos interesa saber
quiénes fueron las gentes que aquí vinieron para ir trazando la historia de
lo que acabó hablándose en Alora,
como en tantas tierras del reino nazarí. Fue Sevilla la ciudad que irradió
su norma lingüística hacia oriente,
como hacia las Islas; como hacia el
Nuevo Mundo. Una y otra vez descubriremos las mismas constantes: se
han aducido testimonios granadinos y
canarios y americanos. En esta pequeña parcela que ahora nos incumbe,
vemos repetirse la misma historia:
los medidores de las tierras eran de
Carmona, y la medida, sevillana (2).
Y ya un cortejo de nombres que evocan las tierras de donde procedían los
colonizadores: lo que hoy es provincia de Sevilla («Alonso de Caçalla»,
Extracto de la Revista Jábega nº 3, año 1973. © Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga (www.cedma.com)
Rendición de Cártama.
«Alonso Fernández d'Estepa», «Gonza«Gongalo Pérez de Frexinal», «Juan
lo Fernández d'Estepa», «Juan FernánMartín de Frexinal», «Christoval de
dez d'Estepa», «Juan Fernández d'Es«Malpartida», «Juan Ximénez de Trotepa, el moco», «Pedro Sánchez d'Esgillo», «Alonso García de Valencia (de
tepa», «Alonso sevillano», «Pedro Gó- Alcántara)», «Juan Alonso de Valenmez, sevillano», «Rodrigo sevillano») cia»). Una ojeada sobre Cártama
o de Córdoba («Alonso Gil de Aguivuelve a confirmarnos lo que en Alora
lar», «Christoval Ruiz de Aguilar»,
acabamos de ver: gentes de Sevilla
«Fernand de Aguilar», «Marcos Pérez
(«Pedro Alonso de Aznalcácar», «Pede Baena», «Pedro de Baena», «Nicodro Sánchez d'Ecija», «Pedro Sánchez
lás de Córdova», «Rodrigo de Pimen- d'Estepa», «Antón Sánchez de Utretel», «Antón Ruiz de Pliego», «Alonso
ra»), de Córdoba («Martín de MontoMartín de Santaella») o de Cádiz
ro», «Mingo de Montoro»), de Cádiz
(«Alonso Gil de Arcos», «Alonso Gon(«Bartolomé de Xerez»), de Huelva
zález d'Espera», «Juan de Medina (Si(«Juan González de Aroche»), de Jaén
donía], «Pedro Fernández de Montes», («Alonso de Jahén», «Alonso Sánchez
«Diego Martin de Xerez») o de Huelva
de Jahén», «Christoval Ruyz de
(«Alonso Fernández de las Cumbres» Jahén», «Gongalo Ruyz de Jahén»,
(3), «Fernán Martín Palmero» (4) o de
«Pedro Ximénez de Lopera», «Juan
Jaén («Pedro García de Arquillos»,
Martín de Sigura»), de Málaga («Bar«Christoval Ruiz de Perogil»). Con
tolomé Sánchez de Antequera», «Franellos, las gentes de las tierras que
cisco de Cártama», «Juan Martín de
son — y a — Málaga («Andrés García
Coyn», «Martín Alonso de Ronda») y
de Antequera», «Francisco Fernández
de Extremadura («Alonso de Garganta
de Antequera», «Juan de Antequera»,
(la Olla)», «Juan Alonso de Llerena»,
«Martín Alonso del Campillo») o Ex«Antón Sánchez de Llerena», «Fernán
tremadura («Alonso Rodríguez de AlSánchez de Llerena», «Juan Sánchez
burquerque», «Estevan de la Carca»,
de Llerena», «Juan Pérez de Mérida»,
«Fernando de Plasencia», «Bartolomé
de Trogillo», «Pedro Martínez de Valencia (de Alcántara)», «Pedro Núñez
de Valencia»).
Fuera de este gran conjunto formado
por la Andalucía occidental y Extremadura, poco es lo que aportan las
otras tierras peninsulares: algún hablante leonés («Lucas Fernández de
Camora», «Pedro de Camora»), algunos castellanos viejos («Thomás de
Alfaro», «Bartolomé Sánchez de Alfaro», «Fernando de Arévalo», «Francisco de Arévalo», «Congalo Alonso de
los Ayllones», «Juan López de Villatoro»), otros nuevos («Pedro de Atienca», «Juan de Cuenca», «Pedro Fernández de Oropesa», «Bartolomé de
Vargas»), algún albaceteño («Juan de
Alcaraz»), algunos navarros («Bartolomé de Lodosa», «Juan Navarro», «Fernando de Salazar»), un catalán («Juan
Catalán»), algún vasco («Perucho Vizcaíno», un portugués («Luys Fernández, portugués» y varios gallegos
(«Antón López de doña Elvira», «Pedro López de doña Elvira», «Miguel
Sánchez de doña Elvira).
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Cierto que el testimonio de la onomástica puede no ser incontrovertible
en algún momento: ¿Salazar será apellido de un hombre nacido en el valle
pirenaico o —más bien— de algún
castellano que ya lo llevara? Probablemente, lo segundo y no lo primero.
Y quedan aparte esos nombres que dicen poco por demasiado corrientes:
Alcalá («Diego de Alcalá»), Fuentes
(«Rodrigo de Fuentes»), Puebla («Martín Alonso de la Puebla»), Villanueva
(«Diego García de Villanueva», «Francisco Fernández de Villanueva»), ¿a
qué Alcalá, Fuentes, Puebla o Villanueva pueden referirse? ¿A las de
Extremadura? ¿A las de Andalucía?
¿A las de cualquiera otra región? Y
quedan los que pueden ser de dos
provincias: Gadea (en Vizcaya y Burgos), Villatoro (en Avila y Burgos),
aparte los Villagarcía y Valmayor de
geografía muy difundida.
111
Las cifras no dejan de tener su valor:
del gran complejo de la Andalucía
occidental (Sevilla, Cádiz, Córdoba y
Huelva), esto es, las tierras de carácter -lingüísticamente- más sevillano,
tanto por historia cuanto por geografía, hay 33 hombres identificados; 18
de Extremadura; 8 de Jaén: 8 de la
propia provincia de Málaga; 6 castellanos viejos y, tras ellos, gentes en
mucha menor cuantía: 4 castellanos
nuevos, tres navarros y gallegos. 2
leoneses y uno de Albacete, otro de
Cataluña, otro de Vasconia y otro de
Portugal. Es decir, un 37 % de gentes
del reino de Sevilla ( y no incluyo las
tierras de Badajoz, tan vinculadas con
la metrópoli, ni las de Jaén que puedan ser lingüísticamente sevillanas):
tras ellas, Extremadura sólo significa
un 20 % y las regiones que le siquen
en proporción no llegan a un 10 %.
En cuanto a las diferencias entre Alora y Cártama debemos señalar la frecuencia del complejo sevillano en
Alora y la de jienenses en Cártama.
Valga un cuadro para evitar más comentarios:
Alora
Cártama
Cádiz
Sevilla
5
9
1
4
Córdoba
9
7.
Huelva
2
1
Jaén
2
6
Málaga
Extremadura
4
8
4
10
94
IV
Toda esta vinculación sevillana (5) se
refleja en hechos lingüísticos bien
concretos. En primer lugar, el problema del seseo. No quiero repetir lo
que es conocido, ni siquiera cuestiones en las que he tomado partido (6);
sin embargo, me veo precisado a reducir la cuestión a un brevísimo
apuntamiento para poder aducir los
testimonios que se obtienen de los
Repartimientos. Sirvan mis propias
palabras:
«El sistema medieval castellano con
3us dos pares de sibilantes (s [z] fricativa sonora —ss [ s ] sorda, y z [dz]
africada sonora— c [ t s ] sorda) estaba determinado por el carácter apical
de las primeras y el predorsal de las
segundas. Al perderse la oclusión de
[dz] y [ t s ] surgió una oposición mínima entre articulaciones apicales y
predorsales, que era de difícil sostenimiento por su proximidad tanto articulatoria como de timbre. El castellano adelantó hasta zeta las z y s predorsales —con lo que vinieron a distinguirse de las z, s apicales; mientras que el andaluz las atrajo al punto de articulación de las predorsales,
neutralizándolas.»
Como —además— no existía ya la
oposición sonoridad-sordez, en andaluz todos estos fonemas medievales
/ s / , /ss/ y /z/, /c/ se redujeron a uno:
/s/ (7). No es ocasión de señalar la
cronología de todos estos cambios, sí
la de hacer constar cómo en los Repartimientos de finales del siglo XV
(8) hay un verdadero caos gráfico, reflejo fiel de la inseguridad lingüística
en que se vivía y testimonio de todos
estos procesos en marcha: se transcribe con c (9) consonantes que debieran ser sonoras (oficios, p. 59; Galicia, 58), con z la s (Plazencia, p.
165), con c la s (cenbradura, 134) con
s la ss (p. 161) y se mantiene c en un
topónimo mozárabe (Cacarabonela, p.
70) (10). De todos estos testimonios
se infiere —lo que va concorde con
la geografía lingüística actual— que
el ceceo que se apuntaba lo era ya
con timbre ceceante y no con timbre
seseante. O con otras palabras, proceso en marcha que se realizaba según la variante rural o socialmente
menos considerada (11).
V
Como vulgarismo habrá que interpretar también la neutralización de I y r
que se da bajo la forma r = I en los
grupos consonánticos bl y pl (rublica,
p. 52; Pliego, páginas 62 y 69), mientras que, en otros casos, el fenómeno
será de disimilación r...r = r...l (Bernaldino), p. 64, pero Bernardino, páginas 74 y 79; alvañir 'albañil' p. 94
(12).
Si quisiéramos aducir algunos rasgos
de la lengua de estos repartimientos,
tendríamos que anotar la frecuencia
con que se consigna el paso de F inicial a h (13), por más que haya supervivencias —gráficas al menos— de
f (14).
Es muy abundante la persistencia de
b como primer elemento en los grupos consonánticos iniciales, sean originarios (—PT—: precebtos, p. 53;
cabtivos, 55), sean secundarios
(—V'T—: cibdad, p. 58) o resultado de
la transcripción de un wau primario
(cabsas 'causa (s)', páginas 55, 58;
abdiencia 'audiencia', p. 147), metatizado bibda 'viuda', páginas 93, 94) o
procedente de un grupo románico
(—L'C—: cabz 'cauce', páginas 70,
100, 140, etc.) (15). En todos estos
casos la b tendría una pronunciación
semejante a la actual —fricativa sonora—, pues de otro modo se esperaría la transcripción p, que incluso podría ser etimológica (en precebtos,
en cabtivos). También con respecto a
la b debe señalarse la neutralización
que —en posición inicial— tiene con
v: bibda, pero varranco (p. 67).
En morfología abunda el sufijo —ar
con referencia a colectivos de plantas azebuchar, páginas 65, 93; savinar, 64; palmares, 149; cumacar, 145).
Sin embargo, a América pasó —al,
otra variante del sufijo que se difundió extraordinariamente (16).
Lógicamente, el vocabulario no puede
ser muy rico. Está mediatizado por el
carácter curialesco de los repartos y
las fórmulas estereotipadas se repiten por doquier. Sin embargo, merece
la pena anotar unas cuantas palabras
que, frecuentes o extrañas, completan
la fisonomía de estos repartimientos
y pueden ser primera presencia de
algo que nunca se olvidará. A veces
se trata de palabras bien castellanas
(como arancada, p. 122; como alcacer
'cebada verde', páginas 64, 1.15, 164,
como tranzo 'cada una de las partes
en que se divide una tierra' (17) que
han caído en el olvido; otras, derivados que no han tenido acceso a la lengua normal (alinde 'colindante' (18),
vadera 'vado' (19); otras, voces que
subsisten en determinados niveles de
habla, pero no en las realizaciones
habituales (buhedo 'espadaña, planta
de lugares húmedos', páginas 93, 162;
navazo 'charca de agua llovediza, que
rara vez se seca' (20); pova 'derecho
que se paga por cocer el pan' (21);
otras, por último, pertenecen a un
mundo relegado al olvido: caballería(s) de tierra 'porción de tierra que
se repartía a los caballeros que habían contribuido a la conquista (22).
Extracto de la Revista Jábega nº 3, año 1973. © Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga (www.cedma.com)
VI
Alora —con Cártama— está ya perpetuada en una historia que si no brillante es la que le permite existir. «Yo
me era polvo; vino agua, y hizóme
lodo». Aquí estamos conformando la
vasija con alpañatas que la alisan y la
dejan lista para el horno. Los repartimientos han servido para que sepamos algo más de lo que conocíamos
por inicios y mucho más de lo que tablas, sillerías y romances nos daban
a entender. La historia de los pueblos
se venía contando con incendios, con
reyertas, con guerras y con rebeldías.
Ojéese la Málaga musulmana de Guillén de Robles (23) y sólo sabremos
que los cristianos incendiaban los
arrabales de Cártama y Alora en 1407;
que en 1410 volvieron a quemar las
mieses que ondeaban en sus campiñas; en 1455, destrozaron los alrededores de Alora; en... Total que «tanto
fue la cabra a las berzas, que se dejó
los cuernos entre ellas». Un día —y
el refrán se aduce sin segunda intención— el Adelantado se quedó por
las breñas, pero otro no volvería a
repetirse el atrevimiento. Refranes
hay para todo: «es necedad estropezar y volver a mirar y la piedra no
alzar y quitar». Y así se fue haciendo
la historia. Sin brillo, pero día a día.
Al correr un poco el telón hemos visto los más viejos testimonios de lo
que hoy es, y no es, esta tierra alta
de Málaga. Lo que fue y sigue siendo,
lo que fue y ya no es, y, para otra ocasión queda lo que es pero no fue.
Los moros perdieron su lengua y luego se perdieron. Los cristianos traían
la suya tamizada por los cedazos de
Sevilla, y aquí se quedó. Habla de
Castilla aprendida en labios andaluces, y escondida la algarabía que
para poco iba a servir. Algo como
aquello que contaban las viejas tras el
fuego y que puede servir de meditación para el descanso: «algarabía de
allende, que el que la sabe la habla,
y el que la habla no la entiende».
Manuel ALVAR
N O T A S
( 1 ) Rafael Bejarano Pérez, Los repartimientos de Alora y de Cártama. (Premio Málaga de Investigación). Ediciones del Aula de Cultura de
Peña Malaguista. Málaga, 1971 (200 páginas).
( 2 ) «Juan Alonso Serrano... rescibio juramento en forma devida de derecho del dicho Fernando de Arévalo e so cargo de aquel fue preguntado que declare e diga que por que medida se midió el termino e tierras desta villa. Dixo que los medidores heran de Carmona e la
medida hera de tierra de Sevilla» (Declaración de Puertocarrero en la p. 52).
( 3 ) Previsiblemente San Bartolomé de las Torres, aunque no haya que excluir otras posibilidades.
( 4 ) De la Palma del Condado.
( 5 ) Cfr. R. Menéndez Pidal, Sevilla frente a Madrid. Algunas precisiones sobre el español de América («Miscelánea Homenaje a André Martinet», III. La Laguna, 1962).
( 6 ) Vid. A vueltas con el seseo y el ceceo, en prensa en el «Homenaje a Gazdaru» de la Universidad de La Plata (Argentina).
( 7 ) Artículo citado en la nota anterior, 1.2.
( 8 ) «Hecho el repartimiento a fines del siglo XV, hoy disponemos para nuestro estudio de esta copia coetánea y autorizada» (R. Bejarano
prólogo a la transcripción que comento, p. 19).
( 9 ) Hay desajuste entre estos signos y las normas de transcripción que se dan en la p. 25, 1.
(10) No tomo en consideración los muchos casos en que hay «seseo» erróneamente gráfico. Me refiero a la transcripción de un signo seme
jante a la sigma griega: Bejarano —como muchos historiadores, y aún filólogos— pone ese en tales casos, lo que es erróneo: se trata
—simplemente— de un tipo gráfico de zeta. Así son López, Ruiz, Sánchez los Lopes, Ruis, Sanches, de las páginas 53, 62, y las formas
de otros muchísimos lugares.
(11) Vid. mi artículo de la nota 6, 4.1.1. y 4.1.2.
(12) Testimonio ligeramente anterior a lo que aduce Corominas (DCELC, s. v.).
(13) Cfr. haldas (páginas 70, 87), haca (64, 69, 76, etc.), hazer (144), herrero (84), higueral (87), higuerones (98), hocino (100), horca (66).
horno (144). En posición intervocálica: dehesa (páginas 65, 89), tahúres (55), tarahe (65, 78; en la p. 70, Turahe es una errata). Es muy
frecuente la forma etimológica hacera (procede de íacies) 'acera' (páginas 117, 141, 145, etc.).
(14) Cfr.: fanegas (páginas 64, 117), fanegadas (65), figueras (81), fihueral (117).
(15) Otras soluciones: cavz (p. 149), cauz (páginas 160, 161).
(16) Vid. Pedro Henríquez Ureña, El español en Santo Domingo, publicado en la «Biblioteca de Dialectología Hispano-Americana», V .Buenos
Aires, 1940, p. 184; Max Leopold Wagner, Zum spanisch-portugiesischen Suffix «-al» («Volkstum und Kulter der Romanen», III, 1930, páginas 87-92).
(17) En el DRAE, se documenta tranzón. La voz aparece en las páginas 64, 75, 164, etc.
<18) «Quédale la meytad del solar grande que estava por proveer, alinde con casa de Antón Rodríguez de Alburquerque e del adarve» (p. 95).
(19) «En el cabz del molyno... no ay vaderas ni pasos por do pasen los dichos ganados» (p. 161), y poco después —en la misma página-se añade: «los ganados pasen de un cabo a otro sin peligro ni enpedimiento alguno e que las vaderas que quedan señaladas, que ayan
de estar abiertas del anchura que de suso se haze menzion, que el dicho alcayde... sea obligado a las tener abiertas e bien aderecadas
para que los dichos ganados libremente las puedan bien pasar». La Academia recoge vadera como 'vado, especialmente el ancho por
donde pueden pasar ganados y carruajes'. No he recogido nunca la voz en Andalucía.
(20) «El uno (pedazo de tierra) es en un navazo entrel monte» (p. 168). La cuestión figura en el Atlas lingüístico y etnográfico de Andalucía
(tomo IV, mapa 900), pero —al parecer— sólo persiste en el extremo oriental de Almería, en la raya murciana.
(21) «Un horno de pan cozer de pova» (p. 144). La voz subsiste en Andalucía (ALBA, 1.270), pero se trata de un área en retroceso —ante cochura y maquila— cuya mayor vitalidad está en el oriente de la región. En la provincia de Málaga, la voz sólo se mantiene en los pue
blos arcaizantes de la Serranía de Ronda.
(22) Tenía una superficie de 36 fanegas (p. 76), «quedale media cavallería de tierra, son diez e ocho fanegas de senbradura (p. 94).
(23) Vid. las páginas 124, 125 y 135 de la edición de Málaga, 1957.
95
Extracto de la Revista Jábega nº 3, año 1973. © Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga (www.cedma.com)

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