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El Coraje
El que tiene miedo se enoja.
Huimos de los enojos porque
provocan nuestros miedos y
a la vez nos violentan.
Nos asustamos de la agresividad,
porque despierta nuestra propia
agresividad.
No nos defendemos por justicia,
si no por miedo.
El místico es capaz de liberarse
completamente del miedo,
por eso no es violento.
Anthony de Mello
El coraje es una emoción que nos embarga y nos hace perder el control. Las cosas que
condenamos más fuertemente, las que más nos molestan, son precisamente aquellos
juicios que hacemos de nosotros mismos, a causa de alguna situación. En su continua
lucha por controlarnos, el arma más utilizada por el ego es el coraje. Aparenta ser una
emoción normal y creemos que tener coraje está justificado. Pero éste se vuelca sobre
nosotros mismos y sobre los que nos rodean. Es un arma destructiva.
El problema urgente es que se activan nuestros miedos y culpas y, entonces, el ego toma
control sobre nosotros. Cuando ese sentido de culpa está en todo su apogeo, el ego nos
está diciendo: “La culpa no se elimina, ni desaparece, niégala o reprímela; sácala de tu
mente consciente para que no tengas que mirarla”. Entonces adjudicamos el error a otro,
buscamos un “chivo expiatorio” y luego, lo atacamos, ya sea con ira, juicios, críticas,
ironías o nos alejamos de las personas física o mentalmente. Así creemos haber resuelto
el problema. Sabemos que la culpa está ahí, pero como nadie quiere estar cerca de su
culpa, el ego nos hace caer en la trampa de echársela a otros para luego enojarnos con
ellos. Se convierten en nuestras víctimas.
El coraje surge también por la interpretación que hacemos de una determinada situación.
Cuando creemos ser víctimas de las circunstancias, cuando personalizamos algo que
ocurre, o cuando nos envolvemos en la fantasía de otros nos da coraje. El ego nos dice:
“Mira lo que te ha hecho, atácalo”, reforzando así la idea de que tenemos que atacar para
defendernos. Nos hace creer que hay un mundo opuesto a la paz.
A la larga nos perjudicamos, porque al enojarnos, se afecta nuestra salud mental y física.
Cuando una situación nos impacta, cuando algo nos molesta, hay que descubrir la razón
de nuestro enojo. Es, posiblemente, algo que hemos proyectado y que ha regresado a su
origen, o sea a nosotros mismos como un “bumerang”. Lo importante es recordar que la
razón de lo que hemos pensado de otros, está en nosotros.
Estamos continuamente levantando defensas porque nos creemos débiles, limitados y
frágiles. Al pensar que podemos ser atacados, olvidamos la verdad sobre nuestra realidad
y le otorgamos realidad a las ilusiones. La lección 153 de Un Curso de Milagros se
titula, “En mi indefensión radica mi seguridad”. Una mente unida al TODO sabe que no
necesita protección porque tiene confianza en su unión con Dios. Aunque está ubicada
en el tiempo y en el mundo físico, reconoce su inmortalidad; es una mente sanada que
escucha su voz interior.
Herramientas para manejar el coraje:
o Acepta que lo tienes, míralo de frente, obsérvalo sin juzgarlo.
o Reconoce que es algo que tienes que resolver contigo mismo, sin rechazarte; con
intención de dejarlo ir.
o Ubícate en tu mente correcta; observa el coraje con mucha atención.
o Cálmate y respira profundamente, repitiendo frases como: “Sé que estoy enojado;
éste no es un sentimiento agradable, este enojo pasará,…etc.”
o Muévete a un lugar donde te sientas más calmado.
o Analiza lo que ocurre e intenta descubrir la causa de lo que te molesta; ¿Qué debo
resolver conmigo mismo? ¿Qué miedo ha activado esta situación?
Puedes utilizar también una sencilla técnica de solución de problemas: ¿Cuál es el
problema? ¿Cuáles son las causas del problema? ¿Cuáles son las posibles soluciones?
¿Cuál es la mejor solución? Recuerda darle seguimiento al asunto en el futuro para
sanarlo en su totalidad.
Si reconoces la causa del coraje, déjala ir. Decide cambiar tu manera de ver el asunto; tu
ser interior te dirá qué hacer y cómo transformar ese sentimiento y liberarte. Repite
mentalmente alguna frase u oración pidiendo entendimiento y paz sobre el asunto. Si no
ves la causa, pide verla en algún momento cuando estés más calmado.
Poco a poco irás comprendiendo que el coraje encierra una enseñanza para ti. No uses
mucho tu intelecto. Guarda silencio; busca en tu interior para poder ver el mensaje con
claridad. Si tardas en descubrirlo, ten paciencia. Con la práctica aprenderás a ver más
claro.
Para resolver un conflicto con alguna persona toma en cuenta las siguientes
sugerencias:
Selecciona el lugar y el momento apropiados.
o Utiliza un tono de voz suave, nunca agresivo.
o
o
o
o
o
Expresa tus sentimientos y percepciones sobre la situación, haciendo referencia a
las conductas y no a las personas. Comunícate directamente utilizando la frase
“Yo pienso, o yo siento_________sobre tal situación” en vez de decir frases
como: “Dicen por ahí”.
Ofrece una idea, sugerencia o alternativa positiva que contribuyan al bienestar de
todos y a la solución del problema y explica el por qué.
Bríndale tiempo a la otra persona para que ofrezca su opinión.
Escucha con atención, mira fijamente a la persona, cuida tu lenguaje corporal y
no la interrumpas.
Otros puntos para recordar:
o
o
o
Comenta la situación únicamente con las personas involucradas, demostrando tus
intenciones de aclarar el asunto.
Evita hacer daño con tus comentarios; recuerda que el daño que causes a otros
retrasará tu proceso de crecimiento espiritual, y no ayudará a clarificar la
situación.
Ubícate en tu mente correcta al hablar; ten presente a Dios en tu corazón. Así, las
palabras fluirán desde el centro del Amor mismo.
Si estás frente a una persona enojada que nos pide ayuda para calmarse porque ha
tenido una situación que lo ha enojado, intenta que tome asiento, ofrécelo algo de tomar,
pedirle que respire profundamente, sacarlo del ambiente y más que nada ESCUCHA lo
que tiene que decir, no opines. Recuerda que la persona está resolviendo un asunto
consigo misma y que no debemos juzgarlo ni decirle que hacer. Su corazón se lo dirá.
En cambio, cuando estás ante una persona que se enoja contigo, cuando has activado
un miedo en ella y seas su espejo, recuerda que ese ataque viene de sus miedos y de sus
culpas, intenta verla de manera diferente. Un Curso de Milagros nos enseña que sólo
podemos ver las personas de dos maneras; nos dan amor, o nos piden amor. Cuando
alguien está muy enojado con nosotros nos está suplicando amor y tiene mucho dolor
acumulado.
No te involucres en el drama de las otras personas, respira profundamente; trata
de estar calmado y deja a un lado las defensas.
o Pide silenciosamente a Dios poder percibir el ataque como un llamado de ayuda y
amor.
o Intenta que el otro cambie su tono de voz y su actitud, suavizando la tuya.
o Pide luz y entendimiento para el que ataca. Repite mentalmente: “Hermano, has
olvidado quién eres. Que Dios te ilumine para que encuentres la paz interior que
necesitas. Aunque me ataques te amo porque tú y yo somos uno con Dios”.
o
Otra manera de actuar es calmándonos y tal vez decir algo así: “Por favor, no te alteres,
éste no es el mejor momento de hablar. Cuando estemos más calmados podemos
dialogar sobre lo que sentimos, ahora no me siento cómodo escuchando lo que estás
diciendo”. Si continúa el ataque, aléjate o pide luz para su entendimiento y paz para su
corazón.
Cuando provocamos el enojo de otros es importante preguntarnos: “¿De qué seré espejo
para esta persona? Aquí también hay algún mensaje para mí”. La vida es un aprendizaje
continuo y mutuo en cada evento que nos ocurre, aún en el que parezca más
insignificante.
Cuando deshacemos el error de culpar a otros por nuestras dificultades, estamos mirando
más allá de la oscuridad del ataque y vemos al otro como un ser inocente. Ver la
inocencia en otros es ver nuestra propia inocencia. Cuando vemos la belleza en las otras
personas estamos reflejando la belleza que hay en nosotros. El ego nos confunde para
que no veamos esta gran verdad. El ego proyecta y hace juicios para excluir personas,
porque se basa en la separación. El espíritu de Dios se extiende para reconocer la unión
de todos los seres humanos. El ego se alimenta del miedo, y el miedo lo creamos
nosotros. El amor lo heredamos.
Sabemos que el coraje no es algo aceptable por la sociedad, así que muchas veces, lo
reprimimos y lo guardamos muy bien en un rinconcito de la mente, intentando olvidarlo y
creyendo que evitamos el sufrimiento. Pero a cierto nivel sabemos que está ahí y en
algún momento hay que mirarlo de frente o continuará haciéndonos daño de alguna
manera.
Todo se transforma al cambiar la forma de ver las circunstancias que nos rodean.
Entonces, funcionamos desde nuestro centro de amor y hacemos milagros. Al conseguir
nuestra paz interior, estamos contribuyendo a vivir en un mundo de paz. La ausencia de
coraje es la base de nuestra paz interior, de nuestra capacidad de dar amor y de manifestar
nuestra compasión.

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