EL ACOMPAÑANTE:

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EL ACOMPAÑANTE:
Errore. L'origine riferimento non è stata trovata.
EL ACOMPAÑANTE:
PREPARACION Y DIFICULTADES EN LA RELACION
Luis María García Domínguez sj – [email protected]
Versión informática del artículo en Todos Uno 111, (1992) 69-79.
Hemos visto anteriormente tres elementos característicos del acompañamiento, como son el fin
(la unión co Dios), el medio (el discernimiento) y el instrumento para realizarlo (la relación entre dos
personas). Ahora nos detenemos en este último punto, y se proponen algunas reflexiones para preparar
mejor este instrumento que es el acompañante, especialmente en la relación personal que establece con
su acompañado. Aunque, sin duda, tendremos que echar mano de los hallazgos de la psicología para
entenderla mejor y no caer en sus posibles trampas, este tipo de relación personal sigue teniendo un
único fin: ayudar al acompañado a su mejor unión con Dios y a su fidelidad en el seguimiento del único
que lo puede llamar.
1.
LA FIGURA IDEAL DEL ACOMPAÑANTE
Uno de los temas de la literatura sobre el acompañamiento o la dirección espiritual es el
de las cualidades y actitudes necesarias en el que acompaña: en el acompañamiento espiritual, y en todas
las fases del crecimiento vocacional, la figura del acompañante (educador, formador, etc.) aparece como
central1. Y el listado de "cualidades" que se necesitan en un buen acompañante espiritual adquiere
acentos diversos según cada enfoque. Si queremos sintetizar todos esos rasgos, creo que nos
encontramos con los siguientes elementos: supuesta la ciencia teológica y humana (especialmente
psicológica) para la tarea, se le exige madurez creyente, madurez humana, y específica capacidad
relacional.
Preparación doctrinal teórica2
Se requiere en el "educador" una especie de supuesto, de prepación no personal, doctrinal en
teología bíblica, dogmática y espiritual (recordemos que santa Teresa quería "doctores" para su diálogo
espiritual). En esta formación teórica se incluye hoy la sensibilidad cultural y el conocimiento suficiente
de las ciencias humanas (psicología en concreto). Una preparación suficiente: es decir, acomodada al
tipo de personas que se acompañan; por eso parece especialmente importante para un pastoralista
vocacional una buena teología de la vocación (y, según casos, de la vida religiosa y del sacerdocio) y
todo lo referente a la psicología y mentalidad cultural de la edad juvenil.
Madurez creyente3
La fe viva; pues en quien acompañan una experiencia de fe se supone una cierta madurez
creyente. Se trata de la consistencia espiritual o, en definitiva, estar en algún modo en camino hacia la
santidad, si preferimos decirlo así: profundo espíritu de fe, familiaridad con Dios en la vida, abnegación
de sí. Haber hecho en sí mismo, en algún grado, la experiencia creyente el que acompaña supone por
ejemplo (utilizando el lenguaje de los Ejercicios ignacianos) haber tratado de "vencerse a sí mismo" y en
esa tarea haber gustado de la "desolación" y de la "consolación" espiritual y de la "agitación de
espíritus"; supone también haber encontrado las propias "afecciones desordenadas" en el intento de
"ordenar su vida"; haber "discernido" en sí mismo los diversos espíritus, desenmascarnado en sí mismo
algunos de los "engaños del ángel malo", haber "sentido y entendido" escrúpulos, etc. Es decir, haber
pasado de algún modo por el misterio pascual (muerte y resurrección) en el seguimiento de Cristo.
Así pues, una fe viva, que también supone una cierta reflexión teórica sobre ella, con los
conceptos de la teología y de la historia de la espiritualidad: por ejemplo, haberse acercado un poco a la
experiencia de algunos autores espirituales mediante sus escritos puede facilitar la comprensión del
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propio camino espiritual y, también, las experiencias de las personas a las que se acompaña.
Madurez humana4.
Otro capítulo de cualidades no teóricas sería el del equilibrio personal, la madurez humana
(especialmente afectiva): por ejemplo, se señalan el sentido realista y equilibrado de las cosas,
capacidad de afecto cordial sano, flexibilidad. En este punto podemos recordar lo dicho anteriormente
sobre la madurez humana de los candidatos (al tratar del discernimiento vocacional), que se aplican
también al acompañante, mutatis mutandis.
Como un acento específico de este tipo de madurez se requiere una capacidad de relación5. Es el
gran capítulo de las cualidades psicológicas para la relación personal: capacidad para entender a las
personas, para ganarse su confianza, inspirar, animar, sugerir... sin por otra parte dejarse manejar por el
otro. En este punto se suele echar mano de la psicología, en concreto de la no-directiva; con Rogers se
viene a decir que "mi actitud al escuchar, mi manera de ser persona, ayuda al otro". En concreto, las
actitudes necesarias que se señalan son la congruencia (interna y externa, sin represión psíquica ni barrera consciente), la aceptación incondicional del otro y la empatía.
Sin desarrollar estos puntos, me fijaré en un aspecto de esta relación personal que podemos
considerar como central en la relación de acompañamiento, y mucho más práctica de lo que a veces se
cree (especialmente en el acompañamiento de jóvenes): se trata del tema de la transferencia.
Cómo prepararse
Pero antes, decir que el buen acompañante espiritual, ese "mirlo blanco" que a veces se describe
en los libros, no sale ya formado del útero materno ni del proceso de formación vocacional: hay muchas
cosas que se pueden aprender.
práctica. Aunque no basta la técnica, es indudablemente necesaria, y hay algunas "cualidades" o
capacidades del acompañante que se aprenden, se desarrollan con la práctica, se pueden cultivar.
Algunos modos de aprender podrían ser los siguientes:
(a)
El equipo pastoral que discierne vocación y trabaja en pastoral poniendo en común
diferentes perspectivas;
(b)
un "maestro". La ayuda de quien pueda saber por su experiencia: una verdadera
"supervisión" de los propios acompañamientos con una persona experimentada; consulta de casos, de
situaciones;
(c) la propia responsabilidad, reflexionando lo que se hace. Por ejemplo, escribir antes y
después de las entrevistas: el contenido de lo hablado; su significado, la dinámica humana y espiritual
implicada; y cómo me encontré yo, cómo me sentí durante y después del encuentro de acompañamiento.
Godin, al referirse al momento de la acogida, entiende que son muy importante esos estados subjetivos:
sentir lo que experimento cuando una persona me pide acompañamiento o consulta; y finalmente,
(d) hay algunas escuelas de aprendizaje en centros o experiencias diversas6, que para ser de
utilidad tienen que implicar personalmente a la persona del acompañante en una experiencia de cambio
personal mediante un seguimiento espiritual, y no sólo ofrecer contenidos teóricos: "porque no el mucho
saber" garantiza la preparación del acompañante, sino "el sentir y gustar" en sí mismo la exigencia y la
liberación de un acompañamiento (cf. EE 2).
2.
PROBLEMAS EN LA RELACION PERSONAL
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Entramos, pues, en este elemento tan humano de un acompañamiento espiritual.
Una relación espiritual
La relación, que podríamos decir es teológicamente triangular, solamente se puede realizar en
esta tierra con mediaciones humanas. Es decir, el elemento divino se manifiesta ordinariamente a través
del yo-ideal de las personas. Y ello porque Dios llama a través de los valores que uno se encuentra (el
yo-ideal del acompañado); pero la persona responde a través de la unidad dinámica que es (de su yoideal junto con su yo-actual) y en el concreto de la vida (a través de los comportamientos muchas veces
ambivalentes que son las actitudes).
Esto quiere decir que en este tipo de relación (tanto en quien acompaña como en quien
es acompañado) entran en juego estructuras no sólo "espirituales" (el mundo de los ideales, de los
valores, de la respuesta libre al Espíritu), sino todas las estructuras del compuesto humano: por ejemplo,
sus necesidades y tendencias a veces conflictivas, sus mecanismos de compensación indirecta, sus
resistencias a la gracia. Por eso, la relación de acompañamiento espiritual no es sólo y puramente "espiritual", sino muy humana.
Una relación afectiva
Si aceptamos que el que acompaña puede tener en su persona una serie de conflictos no
resueltos, y que esas situaciones de inmadurez puede trasnmitirlas a sus relaciones, entonces entendemos que hay que analizar más de cerca esta relación de ayuda espiritual que es el acompañamiento.
De hecho se puede dar una relación fuerte e intensa. En la situación de acompañamiento
posiblemente se despiertan (o más bien hay que afrontar, porque ya existen previamente en cada uno)
fuertes emociones en el acompañado, que acaban afectando a la relación misma. Barry y Connolly7
señalan los sentimientos principales que se deben tratar en el acompañamiento: ira, miedos profundos,
ternura, sentimientos sexuales. Ello hace también que el acompañante se vea fuertemente implicado de
modo afectivo, en una relación donde pueden reproducirse situaciones conflictivas personales para el
acompañante. Pues, por otra parte, parece que se da por supuesto que se requiere cercanía en la relación,
como dice un autor tan sólido como Laplace: "es preciso que la confianza se establezca entre los dos...
Esta confianza encierra, como es normal, toda clase de sentimientos naturales. No busquemos
distinguirlos demasiado aprisa ni pedir, demasiado pronto, al dirigido, ver claro dentro de él... Basta que
nosotros mismos, en esta mescolanza, no caigamos en el engaño"8.
Por lo tanto, es una relación "especial" por muchos conceptos: no hay que ser ingenuos. La
madurez en las relaciones interpersonales indica mucho de la madurez de la persona. Y por definición, el
candidato NO está todavía maduro... como tampoco lo está necesariamente quien acompaña. Por
ejemplo, sabemos que no es del todo infrecuente encontrar que el/la pastoralista juvenil se hace un poco
adolescente como las personas con las que trata habitualmente.
Y esto se da en situaciones cotidianas. Ante los problemas que pueden surgir en la misma
relación
cial"); se pueden
espiritualizar ("nos queremos como dos hermanas en Cristo"; "me admira como se debe a una persona
con más experiencia"); también se puede facilitar alguno de estos problemas ("hay que tener empatía
con las jóvenes, les ayuda"); y, finalmente, cabe la posibilidad de afrontarlos en serio... sin rehuir esa
tarea.
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Veamos algunas situaciones posibles de esta relación espe-cial, para no hablar demasiado
teóricamente. Una es la de agradecimiento por el trabajo de ser acompañante; el afecto verdadero, que
se puede manifestar en gestos, palabras, como por ejemplo algún regalo, algún detalle. Otra situación
puede ser la contraria: la resistencia, la oposición, por la dificultad de relación exigente y confrontadora;
lo cual se manifiesta también en gestos y/o palabras. Por ejemplo, "olvidarse" de las horas de entrevista,
llegar tarde, no hablar, o atacar, defenderse, cerrarse, etc.
No creamos que estos afectos (o des-afectos) ocurren solamente con adolescentes. Escuché a un
seglar de unos cincuenta años, casado y padre de varios hijos: "ser ministro de la comunión es peligroso,
porque el enfermo se aficiona mucho a uno" (
cuatro meses, y al cabo de ellos, el enfermo no permitía que le llevara la comunión otro enviado de la
parroquia: ahí tenemos una vinculación afectiva elemental en el enfermo, bien detectada por el ministro
situaciones?
Posible desorden en el acompañante
Existe, efectivamente, esta posibilidad. Es un punto crucial en la pedagogía del
acompañamiento: cuando resaltamos la figura del acompañante quizá tenemos en la cabeza al
acompañante teóricamente puro, que ve objetivamente lo que pasa al acompañado y quiere ayudarlo
asépticamente, sin afectarle con la propia inmadurez; pero la cosa no es tan sencilla. Y me temo que
algunas veces, el hecho de descubrir en otros (acompañados) problemas que nosotros no tenemos
resueltos nos puede llevar a inhibirnos "prudentemente" o a reaccionar también defensivamente ante los
mismos.
Spillane9 plantea el problema a los formadores: "si aceptamos la tesis que necesitamos
identidades humanas y religiosas fuertes para ser evangelizadores en un mundo desestructurado y
'estresante', entonces tenemos que afrontar estos temas en primer lugar nosotros mismos como
formadores". Y eso implica una atención a nuestro propio crecimiento personal y espiritual; y, en
definitiva, conocer en nosotros mismos los conflictos que sufren los jóvenes que acompañamos.
Los datos sobre la madurez (e inmadurez) que son válidos para jóvenes (religiosos,
seminaristas, laicos) lo son también (en diferente investigación) para sacerdotes adultos10. Lo cual
quiere decir que nosotros acompañantes somos también inmaduros; que podemos caer en las
inconsistencias o consistencias defensivas en que caen los jóvenes; que también tenemos un mundo psíquico inconsciente, el cual puede actuar sobre nuestra vida espiritual.
De esto hay algunas manifestaciones en el acompañamiento, porque todo esto acaba afectando
también a las personas a las que queremos ayudar con nuestro acompañamiento. La relación de acompañamiento (y de formación) puede verse teñida por diversos procesos que afectarán al resultado del
trabajo. Además de la transferencia, a la que me refiero más abajo, se han señalado los problemas de los
dobles mensajes, y de la exageración en la aplicación de normas de la congregación11.
Esta exageración en el cumplimiento y aplicación o presentación de normas no sólo es
perniciosa por la exageración misma, sino porque corresponden a necesidades subconscientes de los
formadores, las cuales no escapan a la observación de los acompañados. Algunos ejemplos pueden quizá
iluminar la situación. Una inseguridad personal puede propiciar un estilo "cerrado" y timorato a ultranza
(exagerado) en las pequeñas experiencias propuestas a los que se acompaña. O, por el contrario, una
frustración sentida en alguna necesidad puede llevar a propiciar experiencias inadecuadas para los
candidatos, en quienes se gratifica vicariamente tal necesidad.
Y eso ocurre en concreto: si por ejemplo en el acompañante se da un cierto temor a las
relaciones con personas del otro sexo, puede ser exageradamente estricto para permitir dichas
relaciones... según las normas de prudencia vocacional. O si cree el que acompaña que no vivió
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experiencias necesarias en ese terreno (con cierto sentido de frustración), tenderá a hacérselas vivir al
candidato quien, posiblemente, no las necesite. O si el acompañante siente culpabilidad por su
"abandono" y traición de un medio social pobre, puede forzar en el candidato una inserción o
compromiso social poco discernida... naturalmente según los documentos de la congregación. Y así en
tantos ejemplos.
Los "dobles mensajes" son muy frecuentes en la formación vocacional y en el acompañamiento,
como lo son en su matriz, que es la familia. Los acompañados pueden ser inducidos inconscientemente
por los acompañantes a satisfacer vicariamente sus necesidades prohibidas. Algunos ejemplos: un
conflicto con la autoridad en el acompañante puede hacer a los candidatos ideológicamente críticos con
la autoridad eclesiástica o instintivamente rebeldes a la autoridad. O quizá un acompañante pasivo
podría fomentar el activismo indiscreto en el candidato. O un acompañante que necesite subconscientemente tener una popularidad en su medio no será precisamente el que más confronte a sus acompañados, para no perder su aceptación. Y todo ello mediante dobles mensajes: no exigiendo el criterio que ha
dado, sonriendo indulgentemente una y otra vez ante las "debilidades" de los acompañados, etc.
Estas situaciones, comprobadas en la formación12, se dan tambièn en el acompañamiento de
candidatos. Lo importante es que la transmisión del mensaje real no es consciente, sino que lo
consciente es "el criterio recto". Pero el acompañado capta, justamente, el mensaje real.
3.
LA TRANSFERENCIA Y LA CONTRA-TRASFERENCIA
Nos detenemos, pues, en este problema, que parece uno de los posibles en la relación de
acompañamiento, y siempre muy sutil.
La transferencia según la psicología
El tema de la trasferencia es un tema estudiado en psicología terapéutica, especialmente por el
psicoanálisis13. Para el psicoanálisis, "curar la relación es curar a la persona": la persona se cura por
resolución de la transferencia que se produce en el análisis, que en definitiva es una relación personal.
La transferencia resulta ser como "el campo de batalla" de la terapia.
Puede ayudarnos recordar lo que descubre Freud en su práctica analítica. El distingue (1912)
entre transferencia positiva (proyección en el analista de los impulsos tiernos, necesidad de amor), y
transferencia negativa (expresión de las tendencias hostiles primitivas hacia los padres). Ambas formas
de transferencia pueden ser utilizadas por la resistencia del analizado para impedir el progreso en el
tratamiento terapeútico. La transferencia positiva, porque el interés del analizado (que Freud llama
paciente) se centra en el analista, no en el tratamiento; y la transferencia negativa, porque inhibe el desarrollo de las asociaciones libres que son la base del método. En ambos tipos de transferencia, "el
paciente actualiza vivencias infantiles, y las repite al proyectarlas sobre el médico". Esta situación es
"expresión directa de los síntomas neuróticos" (es decir: el analizado no describe su desarreglo afectivo,
sino que lo reproduce sin saberlo), por lo cual su interpretación es crucial para la curación.
Es importante recordar las semejanzas (Freud, 1915) que tiene la "pasión de transferencia" con
el enamoramiento normal (el cual, como ya sabemos, es un poco "anormal"...): parece, pues, que el
enamoramiento que puede ocurrir en el tratamiento analítico es enamoramiento verdadero (y a su vez el
enamoramiento ordinario tiene mucho de transferencial). Hoy este tema se encuentra y trabaja también
en la experiencia terapéutica de la familia y de las relaciones de pareja.
En qué consiste? La transferencia se da cuando una persona (digamos, el cliente) siente respecto
a otra (digamos su consejero, terapeuta, etc.) y se comporta con ella en modo semejante a como sucedía
con figuras significativas de su niñez o adolescencia, sin ser consciente de ello. Las transferencias en
definitiva son las relaciones de simpatía o antipatía unidireccionales, inflexibles y exageradas que una
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persona establece con otra por reminiscencia ("transferencia") de relaciones semejantes con personas
significativas de su pasado14.
Son "relaciones afectivas inconscientes". Por ejemplo, una chica siente agresividad hacia su
terapeuta (y sabe que la siente); pero no sabe que es la misma agresividad sentida hacia su padre, madre,
etc... cuando estaban en situaciones semejantes (por ejemplo, cuando la reñían). O puede sentir cariño
creciente (hasta el enamoramiento) hacia su terapeuta, por un mecanismo semejante. Alguna manifestación de la trasferencia es normal en el acompañamiento tearapéutico.
Por parte del terapeuta se pueden producir (según CHESSICK) tres tipos de situaciones que
podemos llamar en sentido amplio contra-transferencia : (1) una reacción a la transferencia del cliente,
que sería la contra-transferencia en sentido estricto; (2) sentimientos hacia rasgos reales del cliente; (3)
la propia transferencia del acompañante. Así pues, se da contratransferencia (en sentido amplio) cuando
un terapeuta siente hacia su cliente como sentía hacia personas significativas de su propia niñez o
adolescencia cuando se comportaban de ese modo con él. En concreto, cuando se responde a las
emociones y sentimientos transferenciales de la persona acompañada como si fueran "reales". En los
ejemplos anteriores: si el terapeuta, considerando que el odio o el amor de su cliente se dirigen
realmente hacia él, corresponde en forma agresiva o amorosa...
Manifestaciones en el acompañamiento espiritual
La situación descrita es de tipo terapéutico (pero no estricta o necesariamente "clínico"), pero es
también puede ser una realidad en acompañamiento espiritual. Las relaciones transferenciales en algún
sentido son una realidad admitida en la literatura sobre dirección espiritual15. Pianazzi considera que el
director espiritual tiene un inconsciente que funciona en la relación. Aunque es cierto tambièn que
algunas orientaciones que dan menos importancia al inconsciente la ignoran o descuidan16 porque
considera que apenas se produce.
Pero es un tema clásico el de la relación espiritual hombre-mujer; se ve favorecida por la
intimidad por las confidencias, y la autoridad que recuerda al padre (imagen masculina)17. Pero no
creamos que se trata sólo de la posibilidad de enamoramiento propiamente dicho: una fundadora
religiosa de nuestros tiempos no quería excesiva familiaridad de sus monjas con el obispo cuya casa
atendían, por las ambigüedades que podría generar18.
Y de hecho también funciona como relación del mismo sexo. Este tipo de relación es propio de
los jóvenes en formación con sus formadores; y recordemos que los candidatos son justamente estos
mismos sujetos inmediatamente antes. Las investigaciones19 indican que un 69% de religiosos y un 67%
de religiosas jóvenes mantenían relaciones de transferencia durante su formación; lo cual quiere decir
que de cada tres candidatos, dos de ellos desarrollarán ese tipo de relaciones (y probablemente están
viviendolas ya mientras son cazndidatos). Y recordemos que el formador (o acompañante) puede
favorecer, por su reacción contra-transferencial, estas situaciones. Aparte de las investigaciones
empíricas (tan difíciles en este campo) cabe aquí recordar testimonios continuos sobre formadores o
acompañantes implicados inadvertidamente en esta situación; y quizá todos los que hayamos practicado
un poco el acompañamiento podamos reconocer alguna vez en nosotros mismos el mismo fenómeno.
Recordemos que la transferencia tiene su origen en la familia: un padre muy autoritario puede
hacer que un candidato sea aparentemente sumiso con él, aunque pasivamente resistente; un padre así
también puede hacer que otro candidato sea abiertamente rebelde (aunque no quiere decir que no tenga
vocación): todo lo cual se percibirá en el acompañamiento. Por otro lado, una madre posesiva puede
hacer que su hijo sea como candidato muy dócil (dependiente) por la buena relación que desea tener con
el acompañante, pero que luego resulte como religioso difícil a la obediencia (rebelde), quizá por no
encontrar la "acogida" (maternal) que desearía. Vemos, de paso, la importancia que tiene aclarar el tema
de la familia en los primeros pasos del camino vocacional, por las consecuencias que suele tener.
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Parece que la transferencia (y la contra-transferencia) puede ser una realidad en el
acompañamiento espiritual. Veamos algunos signos o manifestaciones cotidianas, para entender el
fenómeno en lo concreto, tanto en el acompañante como en el acompañado. Fundamentalmente puede
ser de dos signos opuestos: de amor u odio.
En el acompañado, se puede dar esa transferencia positiva, de amor, en sus múltiples
manifestaciones de agradecimiento, afecto, dependencia, sumisión... y, si es de distinto sexo, en forma
de jugueteo, ambigüedad, o enamoramiento. Se puede manifestar, en el acompañado, en forma de
llamadas telefónicas innecesarias, buscar a la persona, hacerse el encontradizo en momentos
inesperados para el acompañante (que le agradan, en general), acompañarlo en momentos "gratuitos".
También puede haber de signo contrario: aunque suene un poco fuerte, odio (o algo muy
parecido), oposición, cierta agresividad (por frustración o por exigencia); puede mostrarse como rencor
fuerte, explosivo y patente (menos frecuentemente), o agresividad larvada, latente, indirecta, (situación
más probable). Se puede manifestar, como dijimos, en faltar a las citas o llegar tarde, "olvidarse" de
algunos temas de conversación, cerrarse y no hablar, indiferencia patente, más raramente en críticas
duras, ("no me entiendes, no me comprendes, no puedes entender a la gente joven"). También en evitar
sistemáticamente a la persona o atacarla, no perdonarle un fallo.
Las manifestaciones en el acompañante: por ejemplo, escogiendo los "temas" de que le gusta
hablar al acompañado, o evitar los que no le agradan tanto, o no atender, no escuchar... Si el acompañante está por su cargo preocupado por las vocaciones: sonreír cuando el candidato confirma su
vocación, fruncir el ceño cuando expresa duda sobre ella. Ejemplos más extremos también los hay,
desgraciadamente (
na!), pero quizá no aportarían mucho más al conocimiento
de este fenómeno normal y ordinario que aludimos.
Cómo afrontar la transferencia
como acompañantes, si percibimos esta situación? Ante todo habría que
aludir a los efectos de la relación de transferencia. Hay que decir que la contra-transferencia, como
podemos suponer fácilmente, tiene efectos desastrosos en el acompañamiento de cualquier tipo (la
formacion, dirección espiritual, etc.). Y es nefasta en el acompañamiento, porque engaña a los
interesados y a otros posibles testigos del proceso vocacional sobre el crecimiento real de esa vocación
(que sólo dura mientras dura la relación gratificante); con lo cual puede perpetuar niños eternos, y
propiciar el discernimiento y la maduración de las vocaciones en falso. Pero, por otro lado, no olvidemos tampoco que la transferencia puede ayudar a la consciencia y mejor interpretación de las pulsiones
agresivas y eróticas20: en definitiva de las tendencias afectivas en general.
Los consejos freudianos de recuerdo, repetición y elaboración consciente son aprovechables en
cierto modo también para el acompañamiento. El recurso a la historia de la persona puede ayudar a
elaborar c
acompañamiento mismo. Aunque es claro que no se deben arriesgar interpretaciones técnicas si no se
tiene la adecuada preparación para ello.
Un problema concreto puede venir por el uso indiscreto de una actitud propia de todo
acompañante, que es la empatía; la cual es para muchos acompañantes como la "piedra filosofal" que
resuelve todos los problemas de su tarea; sin embargo tiene riesgos enormes. Por eso es justo decir que
la empatía sí favorece la comunicación, pero no es sin más garantía de crecimiento (terapéutico o
vocacional); por lo cual no se debe favorecer indiscretamente: pues de ese modo estamos facilitando la
transferencia en el acompañamiento (si es que no he entrado ya en el juego de la contra-transferencia).
Otra vez hay que decir que amistad y acompañamiento son cosas diferentes; la confianza necesaria para
el diálogo de ayuda no implica necesariamente reciprocidad en la relación.
La transferencia en el acompañado afecta irremediablemente al que acompaña. Freud21 nos
recuerda la dura situación del analista en el caso de afecto transferencial por parte de persona de otro
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sexo, pues no debe ceder al amor, sino ayudar en ese escalón decisivo de la vida de su paciente, quien
debe aprender a superar el principio de placer (satisfacción inmediata). Y, parafraseando al mismo Freud
podemos entender la triple lucha del acompañante: contra sus propias fuerzas (que le pedirían descender
del nivel espiritual para entrar en el juego gratificante del afecto humano); contra sus acompañados, que
pretenden aprisionarlo en ese juego de su afectividad inmadura; y contra los que le discuten la importancia de las fuerzas afectivas en la vida y acompañamiento espiritual.
mero es
reconocerla cuando se produce, y saber en qué consiste, su dirección, etc. Ayuda a identificarla el
averiguar semejanzas en la etapa anterior de la vida de la persona acompañada, especialmente en
adolescencia e infancia.
Cuando es reconocida, hay que "frustrarla" en modo implícito, siempre delicado pero
inequívoco: no jugar el juego ni entrar en esa dinámica; mantener la distancia y la neutralidad. La
solución primera, pues, es la "frustración óptima". "El displacer (o dis-gusto, unpleasure) es el único
medio de educación" (Freud); el sentido de realidad (el reality testing de los psicólogos) se adquiere sólo
por la repetida experiencia del dis-placer22.
Normalmente no habrá que verbalizarla hasta que la persona dirigida no lo haga. No hay que
decirle "te veo muy amiga mía, muy encariñada conmigo", o "veo que me admiras mucho"; sino que
cuando la otra persona tome la iniciativa de expresarlo, quizá se le pueda responder: "es natural que a
veces ocurra en una relación de este tipo, al sentir una ayuda así". No habría que entrar en el juego del
"eres muy seco, muy distante", ni del "me tratas con mucha comprensión". La explicación antropológica
de esta neutralidad es la tensión necesaria para el crecimiento vocacional entre los valores vocacionales
(el yo-ideal al que se sirve), y las necesidades humanas (yo-actual) que piden gratificación.
en el acompañante? Hemos visto que en la persona que acompaña también se
desencadenan sentimientos, afectos, emociones. Se puede dar transferencia y contratrasferencia. Para
controlar esas situaciones se puede examinar al menos la relación misma y de ahí pasar al mejor
conocimiento propio.
Examinar la relación: en concreto, identificar los sentimientos que la persona acompañada
suscitan habitualmente en mí. Poner nombre al fastidio, cansancio, tedio, agresividad... o afecto,
simpatía, y demás sentimientos posibles. A veces hay admiración por la persona acompañada (porque
tiene justamente las cualidades que nosotros envidiamos); otras veces cariño (porque es afectiva con
nosotros); otras veces amargura o resentimiento (porque no es la persona perfecta que deseamos
configurar a nuestra imagen y semejanza); a veces cansancio o desánimo (porque no prospera, no
avanza... y no nos deja bien como encargados de vocaciones delante de nuestro Insituto). Sentimientos
todos que pueden tener que ver con experiencias afectivas profundamente enraizadas, no siempre
conscientes, en nostros.
No sólo poner nombre, sino también trabajar y reflexionar sistemáticamente la relación de
acompañamiento, estudiarla sobre todo en el aspecto del "qué he sentido"; consultar problemas o
situaciones más concretas y hablar de ello con alguien preparado
para entenderlo (evidentemente, jamás manifestar a la persona acompañada los sentimientos que
tenemos hacia ella).
Pero ello nos llevará, creo, a conocernos mejor en las propias necesidades personales (nuestras
necesidades disonantes), hablándolas con alguien, orándolas ante el Señor. Es la invitación a hacer en sí
mismo --quizá con la ayuda de otra persona-- el trabajo de autoconocimiento, y de integración de las
propias necesidades humanas con los valores vocacionales; lo cual es, en definitiva, una invitación a la
abnegación cristiana, que sabemos garantiza el crecimiento vocacional propio y de aquellos a quienes
acompañamos.
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NOTAS
1. OFIR, n. 30-32; II Congreso, n.55. Plan, n.229 ss. Castellanos, N. en
Varios, 1990, pp. 25-28. Un dato para recordar la importancia del
seguimiento antes del ingreso: el 79% de las vocaciones religiosas surgen en
España antes de los 18 años (V. Sastre, en Varios, 1987, p. 59).
2. La opinión de santa Teresa, en su Vida, 5,3.
Cf. Laplace, 1967, pp. 89
ss; Bernard, 1985, pp. 49-55; Mendizábal, 1982, pp. 72 ss; Martínez Beltrán
(en Varios, 1987). Ver también referencias en las notas 3-5 de este
artículo.
3. Por ejemplo, Valderrábano, 1983, pp. 60-68. La "madurez espiritual" es
presentada por Zavalloni en De Fiores-Goffi, 1985, pp. 828-839.
4. Ver, además de nota anterior, Mendizábal, 1982, pp. 65 ss; Giordani,
1985, pp. 199 ss. Rulla (1990, p.370) supone que el acompañante tiene que
haber recorrido el camino que propone (en concreto, haber superado las
siempre resistentes limitaciones inconscientes de la dimensión del bien
aparente).
5. Además de lo señalado anteriormente, cf. Valderrábano, 1983, pp. 73-84 y
en Varios, 1987, pp. 17-38; Laplace, 1967, pp. 96 ss. Las actitudes del
entrevistador están muy estudiadas en la perspectiva de Rogers, Carkhuff:
cf. por ejemplo Giordani, 1985.
6. Funcionan, por ejemplo, Escuelas de verano para "formación de educadores"
en algunos países. Sobre una experiencia paralela para la formación de
directores de Ejercicios en USA: ver Sneck-Learson en CIS XX (nn. 63-64),
1990, pp. 105-117.
7. Citado en Wallace, 1985, pp. 201 s.
8. Laplace, 1967, p. 176 s. En toda la literatura se reconocen unos
componentes afectivos en todo acompañamiento, con sus posibles desviaciones
(por ejemplo, Giordani, 1985, p. 131-150). Pero el punto difícil es siempre
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saber si nosotros mismos hemos alcanzado tal grado de madurez y libertad que
nos permita ayudar realmente a otros.
9. Spillane, 1985, p. 502.
10. Son clásicas las investigaciones de BAARS-TERRUWE (1972) y de KENNDYHECKLER (1971) sobre sacerdotes en el mundo occidental y USA
respectivamente: datos recogidos en Rulla, Imoda, Ridick, 1986, 148s; cf.
Rulla, Ridick, Imoda, 1976, 124-126 y 144 ss.
11. Rulla, 1990, pp. 354 s.
12. Rulla, Ridick, Imoda, 1976, pp. 151-155; Rulla, Imoda, Ridic, 1986, pp.
149-151. Se señalan relaciones trasnferenciales en un 67-69 % de los
religiosos y religiosas jóvenes durante sus primeros años de formación.
13. Para una referencia elemental, ver por ejemplo: Wyss, 1975, pp. 129-133;
Freud, Introducción al psicoanálisis, Madrid (Alianza Editorial) 1971, pp.
469-479.
14. Rulla, 1990, p. 354 s.
15. Por ejemplo, Pianazzi, en Ancilli, 1985, pp. 507-518; Nemeck-Coombs,
1987, pp. 163-167 y 188-190.
16. Cf. Martínez Beltrán, 1980, p. 172; Orta, 1988, 88-94.
17. Joseph MAC AVOY en Dictionaire de Spiritualité, o.c., col. 1167s
18. Apuntes de la Madre Esperanza de Jesús, ficha "amistad", p. 4ss (edición
privada: Amor Misericordioso).
19. Citadas en nota 12. Las investigaciones estudiaban a los jóvenes, no a
sus formadores (ni directamente la presencia en ellos de la posible contratransferencia).
20. Godin, 1987, p. 423.
21. La referencia a Freud, de su obra "Observacines sobre el amor de
transferencia", 1915, en Wyss, 1975, p. 131.
Errore. L'origine riferimento non è stata trovata.
22. Gedo and Goldberg, Models of the Mind. A Psychoanalitic Theory. Chicago
(The University of Chicago), 1973, p. 77.
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PREGUNTAS PARA REFLEXION Y GRUPO
1.
Qué tipos de problemas encuentras con los candidatos en tu relación
de acompañamiento?
2.
Cuáles son los sentimientos y las emociones que puedes percibir en la
persona que tu acompañas? Indica algunos ejemplos conretos de:
- sentimienso más fuertes hacia los demás
- sentimientos hacia ti; estos últimos ayudan o dificultan la
relación de acompañamiento?
3.
Qué emociones y sentimientos experimentas en ti, en torno al
acompañamiento?
- en ti, en tus relaciones cotidianas
- hacia la persona que acompañas; en qué modo ayudan o hacen
difícil alcanzar los fines de ese acompañamiento concreto?
4.
Ejemplos de transferencia o de contratransferencia que has visto de
cerca o experimentado en ti:
- explica un poco la situación
- qué se puede hacer en una situación de ese tipo?

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