Palabras del Papa Francisco antes del rezo del Ángelus en

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Palabras del Papa Francisco antes del rezo del Ángelus en
Palabras del Papa Francisco antes del rezo del Ángelus en “domingo Gaudete”
«Queridos hermanos y hermanas:
Hoy es el tercer domingo de Adviento, denominado también ‘domingo Gaudete’,
domingo de la alegría. En la liturgia resuena en repetidas ocasiones la invitación a la
alegría, a alegrarse, porque el Señor está cerca. ¡La Navidad está cerca! El mensaje
cristiano se llama "evangelio", es decir "buena noticia", un anuncio de alegría para
todo el pueblo; ¡la Iglesia no es un refugio para personas tristes, la Iglesia es la casa
de la alegría! Y aquellos que están tristes, encuentran en ella la alegría. Encuentran en
ella la verdadera alegría.
Pero la del Evangelio no es una alegría cualquiera. Encuentra su razón en el saberse
acogidos y amados por Dios. Como nos recuerda hoy, el profeta Isaías (cf. 35,1-6ª.
8a.10), Dios es el que viene a salvarnos y presta socorro especialmente a los
descorazonados. Su venida entre nosotros nos fortalece, nos da firmeza, nos dona
coraje, hace exultar y florecer el desierto y la estepa, es decir, nuestra vida cuando se
vuelve árida. ¿Y cuándo se hace árida nuestra vida? Cuando está sin el agua de la
Palabra de Dios y de su Espíritu de amor. Por grandes que puedan ser nuestros
límites y nuestra confusión y desaliento, no se nos permite ser débiles y vacilantes
ante las dificultades y ante nuestras propias debilidades.
Por el contrario, se nos invita a fortalecer nuestras manos, a hacer firmes nuestras
rodillas, a tener coraje y a no temer, porque nuestro Dios muestra siempre la grandeza
de su misericordia. Él nos da la fuerza para ir adelante. Él está siempre con nosotros
para ayudarnos a ir adelante. ¡Es un Dios que nos quiere tanto, nos ama, y por eso
está con nosotros, para ayudarnos, para fortalecernos, e ir adelante! ¡Coraje, siempre
adelante!
Gracias a su ayuda, siempre podemos empezar de nuevo. ¿Cómo comenzar de
nuevo? Alguno me puede decir: “No padre, soy un gran pecador, soy una gran
pecadora, yo no puedo recomenzar de nuevo”. ¡Te equivocas! ¡Tú puedes recomenzar
de nuevo! ¿Por qué? ¡Porque Él te espera! ¡Él está cerca de ti! ¡Él te ama! ¡Él es
misericordioso! ¡Él te perdona! ¡Él te da la fuerza de recomenzar de nuevo! ¡A todos!
Podemos volver a abrir los ojos, superar la tristeza y el llanto, y cantar un canto nuevo.
Y esta alegría verdadera permanece siempre también en la prueba, incluso en el
sufrimiento, porque no es superficial, sino que llega a lo más profundo de la persona
que se encomienda a Dios y confía en Él.
La alegría cristiana, como la esperanza, tiene su fundamento en la fidelidad de Dios,
en la certeza de que Él mantiene siempre sus promesas. El profeta Isaías exhorta a
aquellos que han perdido el camino y se encuentran en la desesperación, a confiar en
la fidelidad del Señor porque su salvación no tardará en irrumpir en sus vidas. Cuantos
han encontrado a Jesús, a lo largo del camino, experimentan en el corazón una
serenidad y una alegría, de la que nada ni nadie puede privarlos.
Nuestra alegría es Cristo, su amor fiel e inagotable! Por lo tanto, cuando un cristiano
se vuelve triste, quiere decir que se ha alejado de Jesús. ¡Pero entonces no hay que
dejarlo solo! Tenemos que rezar por él y hacerle sentir la calidez de la comunidad.
Que la Virgen María nos ayude a acelerar nuestros pasos hacia Belén para encontrar
al Niño que ha nacido para nosotros, para la salvación y la alegría de todos los
hombres. A Ella el Ángel le dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo" (Lc 1,
28 ). Ella nos obtenga vivir la alegría del Evangelio en las familias, en el trabajo, en las
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parroquias y en todos los ambientes. ¡Una alegría íntima, hecha de estupor y ternura.
La misma que siente una mamá cuando mira a su niño recién nacido y siente que es
un don de Dios, un milagro que sólo puede agradecer!
Y después del rezo a la Madre de Dios y del responso por los difuntos, felicitando a los
peregrinos por su valentía, al permanecer a pesar de la lluvia que en esos momentos
caía en Roma, el Papa Francisco renovó este domingo la entrañable cita para la
bendición de las imágenes del Niño Dios - los Bambinelli - que fue inaugurada por
Pablo VI en diciembre de 1969, y que desde entonces los pequeños y pequeñas del
Centro Oratorios Romanos, llevan a la Plaza de San Pedro, para que el Obispo de
Roma las bendiga y luego colocarlas en los pesebres de sus hogares. El Santo Padre
les dedicó su primer saludo, les pidió que recen por él, así como él reza por los niños:
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy el primer saludo está dedicado a los niños de Roma, llegados para la tradicional
bendición de los “Bambinelli” - "Niño Dios" - organizada por el Centro Oratorios
Romanos. ¡Queridos niños, cuando recen ante su pesebre, acuérdense también de mí,
así como yo me acuerdo de ustedes. Les agradezco y Feliz Navidad!
Luego el Santo Padre saludó a las familias, grupos parroquiales, asociaciones y a
todos los peregrinos provenientes de Roma, Italia y tantas partes del mundo. En
particular de España y de Estados Unidos de América.
Y saludó con afecto a un grupo de jóvenes de Zambia, deseándoles que se conviertan
en "piedras vivas" para construir una sociedad más humana. Deseo que extendió a
todos los jóvenes.
Ya desde muy temprano más de 6 mil niños y niñas, junto con sus padres, abuelos,
sacerdotes y catequistas de los oratorios de la Diócesis del Papa, habían llegado a
Basílica de San Pedro, para la Misa celebrada por el cardenal Angelo Comastri,
Vicario General del Papa para el Estado de la Ciudad del Vaticano.
También después del rezo mariano del Ángelus, el Santo Padre se trasladó este
Domingo al Aula de las Bendiciones para saludar a la Comunidad de Villa Nazareth,
residencia y centro de formación universitaria, que nació en 1946, por deseo de Mons.
Domenico Tardini, que luego fue Secretario de Estado de Juan XXIII. Pontífice que en
1963 crea la Fundación Sagrada Familia de Nazareth.
Santo Padre Francisco
Fuente: Radio Vaticano
CdM
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