AF DOSSIER PAGSUEL ITU.fh11

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Antes
de que se me
olvide
Juanma Iturriaga
DOSSIER DE PRENSA
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Ilustración de cubierta: © Mela Blanco Lara
Fotografía de portada: © Lara Menéndez
Diseño gráfico: MacKelo®
© 2010, Juanma Iturriaga
© 2011, Ediciones Turpial, S. A.
Reservados todos los derechos
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Biografía
Juanma Iturriaga, Itu, nació en 1959 en Bilbao, ciudad que ostenta
los títulos de “Muy Noble y Muy Leal e Invicta”, adjetivos que
nos vienen al pelo a la hora de hablar de nuestro autor.
Este bilbaíno es de sobra conocido por todos en lo que a su
trayectoria profesional se refiere. Su andadura deportiva comenzó
en el equipo de baloncesto del que entonces era su colegio, el
Loyola Indautxu, y de ahí precisamente lo de invicto. Fue noventa
veces internacional con la selección española de baloncesto, equipo
con el que ganó la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de
Los Ángeles en 1984. Juanma ha sido el único jugador español
de baloncesto internacional en todas las categorías: minibasket,
cadete, juvenil, junior, sub-23 y absoluto.
Jugador del Real Madrid durante doce temporadas completa su
carrera baloncestística en el Cajabilbao en las temporadas 1988/89
y 1989/90, al término de las cuales se retira de la práctica deportiva.
Y es entonces, al dar comienzo su nueva etapa profesional, cuando
entran en juego los valores que al inicio mencionábamos de “Noble”
y “Leal”. Así podrán corroborarlo muchos de sus compañeros en
sus distintas actividades.
Comunicador nato, ha sido presentador de varios programas televisivos en cadenas tanto autonómicas
como nacionales, de ocio y deportivos, así como colaborador en diferentes medios escritos, tales
como el diario El País, El Correo y Gigantes del Basket.
En la actualidad, dirige junto a otros prestigiosos deportistas Makeateam, una consultora de formación
y desarrollo de recursos humanos. Combina esta actividad con la redacción de artículos periodísticos,
sus labores como comentarista deportivo, su blog del Palomero en el diario El País y su participación
semanal en Uyyy, programa deportivo-humoristico en Euskal Telebista, entre otros.
“Sin saberlo, debí de entrar en una fase en la que mi suerte se
retroalimentaba con las muchas cosas buenas que me pasaban. Pero
para que el lector no crea que todo fueron ovaciones y vueltas al
ruedo, me referiré, para compensar, a un gran fracaso periodístico.
Mi entrevista con Michael Jordan”
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Antes
de que se me
olvide
Juanma Iturriaga presenta ANTES DE QUE SE ME OLVIDE
ANTES DE QUE SE ME OLVIDE de Juanma Iturriaga (Ediciones Turpial, 2010)
Juanma Iturriaga nos da a conocer una faceta hasta ahora desconocida para muchos: presenta su libro
Antes de que se me olvide, una crónica vital en la que nos relata pasajes conocidos y otros que no
lo son tanto.
Profesionalmente ha colaborado y colabora con diversos medios, destacando su labor en prensa escrita
y en televisión. Desde hace unos años, fantaseaba con la idea de escribir un libro “uno con gran éxito
de crítica y público, por supuesto” y el caso es que esta obra, no dejará a nadie indiferente.
Un recorrido vital tan variado ofrece abundante material para un libro y esto es lo que nos regala
Juanma en Antes de que se me olvide, obra plagada de vivencias de todo tipo que, lejos de ser “un
libro de batallitas” como él mismo dice, y aunque enfocada con su habitual tono distendido (algo que
ya se deja notar en el título) nos impregna sin duda de ese optimismo que tanto se agradece y, lo que
es más importante, nos descubre facetas de él hasta ahora desconocidas.
Antes de que se me olvide nos muestra momentos cargados de sensibilidad y honestidad, “con la
única idea preconcebida de dejar a salvo del deterioro de mi memoria unos cuantos pasajes de mi
vida” y “mirar hacia atrás para impulsarme hacia delante”.
“Mantiene mi psiquiatra que cuando estás bien, feliz y optimista, las posibilidades de que te sigan
pasando cosas buenas es mayor que si andas decaído y llorando por las esquinas. Sin saberlo, debí de
entrar en una fase en la que mi suerte se retroalimentaba con las muchas cosas buenas que me pasaban.
Pero para que el lector no crea que todo fueron ovaciones y vueltas al ruedo, me referiré, para compensar,
a un gran fracaso periodístico. Mi entrevista con Michael Jordan.”
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Silvia Sánchez-Regalado
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Extractos del libro
Ahora que lo veo con la necesaria perspectiva, me doy cuenta de lo chorralaire que era. Mi osadía
llegaba a tal punto, que en uno de los primeros partidos que jugué con el Madrid, Brabender, cosa
rara, falló un par de tiros al comienzo del encuentro. Yo, que estaba en el banquillo, incliné el cuerpo
hacia delante y, girando la cabeza en dirección a Lolo Sáinz, esperé a que me mirase para decirle
con la mirada: «Mira cómo está Wayne, ¿qué, no me vas a sacar?». A mí me daba igual que fuese
Wayne Brabender, una leyenda del baloncesto español, incansable anotador, terrible competidor,
hombre de importancia capital tanto en el Madrid como en la selección. Había fallado dos tiros y
me parecía de una lógica aplastante que tenía que salir yo. No solo despreciaba el valor de Wayne,
sino que también me saltaba todo el escalafón deportivo. De verdad era, dicho desde el cariño que
me profeso, todo un capullo. (Pág. 69)
Hace un par de años fui invitado al (tardío) homenaje a Iñaki Solozábal y me volví a encontrar con
Mike Davis. El abrazo que nos dimos fue entrañable. Sobra decir que nuestro conflicto no duró más
allá de aquella noche de 1984, pero seguimos representando nuestro papel de enemigos sacándonos
fotos en plan pelea. El tío se lo ha montado de vicio. Vive en México, en la Riviera Maya, donde tiene
un chiringuito al que por supuesto nos invitó. Me parto el pecho de risa imaginándomelo tumbado
en una hamaca XXL, mirando hacia el mar y muy, muy relajadito. Me alegré por él. Codazos aparte,
siempre me cayó muy bien. (Pág. 123)
Estábamos disfrutando como enanos poniéndoles las cosas difíciles, hasta que Michael Jordan tomó
la palabra. Lo que hizo ese pájaro en los últimos cinco minutos del primer tiempo fue toda una
premonición de sus hazañas posteriores. A mí hubo algo que me dejó fascinado. Mis estudios de
ingeniería me habían enseñado que es imposible mantenerse en el aire. Es decir, tú saltas, llegas a
tu máxima elevación y automáticamente desciendes. Es imposible quedarse suspendido en el aire
por cuestiones relacionadas con eso que se llama fuerza de gravedad. Con Jordan ocurría una cosa:
saltabas con él, bajabas y él se quedaba allá arriba. Aunque imposible por las leyes físicas, la sensación
de ingravidez que creaba era extraordinaria. No había nada mágico, sino un efecto provocado por
lo mucho que saltaba y la cantidad de cosas que le daba tiempo a hacer mientras volaba. En los años
posteriores le vimos volar así un millón de veces pero, como casi todo en la vida, la primera vez no
se olvida nunca. Eso sí, Romay le puso un tapón y yo metí un tiro en sus morros (¿o lo he soñado?)
(Pág. 134)
Había contemplado esta escena en televisión cientos de veces, protagonizada por grandes deportistas
y también por otros desconocidos, de diferentes países, razas y condiciones, sonrientes o llorosos,
tímidos u orgullosos, discretos o reivindicativos. Pero todos triunfadores. Y ahora era yo el que hacía
ese movimiento, el que subía al cajón, el que se agachaba para que le colgasen la medalla del cuello,
el que saludaba al público con una sonrisa, el perseguido por las cámaras de televisión. El triunfador
era yo. ¡Qué momentazo! Nunca, ni antes ni después, he sentido nada igual a aquellos minutos que
pasamos allí arriba. Eran treinta centímetros de elevación, pero me encontré más cerca que nunca
de la cima del mundo. (Pág. 138)
Por lo que se vio y se contó, Petrovic se convirtió casi de forma instantánea en el enemigo público
número uno del madridismo. El día que nos visitaron el Pabellón estaba a reventar desde una hora
antes del partido. El recibimiento a Drazen fue de los que solo veías con el Barça y el público le dedicó
todo tipo de lindezas. Cada vez que agarraba el balón, cinco mil personas se desgañitaban pitándole.
Le hicimos la defensa más dura que pudimos, intentando intimidarle al máximo. Resultado: metió 44
puntos y la Cibona nos volvió a ganar. Pocas veces me he sentido más frustrado como jugador. Además,
a mí me tocaba principalmente comerme el marrón de tener que defenderle, por lo que mi mezcla
de mosqueo, impotencia, rabia y odio en el vestuario era aún mayor. (Págs. 143-144)
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Extractos del libro
Días después de la mala noticia recibí otra llamada algo más agradable. Era de Luis Gómez, primero
periodista y luego amigo. Quería comer conmigo para hacerme una propuesta. Nos juntamos en un
restaurante cercano a El País Alfredo Relaño, entonces jefe de deportes y lejos aún de entrar en los
villaratos y otros tinglados, Luis y yo. El motivo no era otro que proponerme que escribiese durante
el mundial del que había sido apartado. Les había gustado mucho mi primer (y único) artículo y querían
saber si estaba dispuesto a hacer uno diario durante todo el campeonato. ¿Uno diario? ¿Durante
diecisiete días? Uf, me pareció algo muy complicado (y no os cuento a mi alien) sobre todo porque a
veces tendría que resolverlo casi a la carrera, con poco tiempo para pensar y menos para transcribirlo.
Pero Alfredo y Luis son gente muy persuasiva y lo que a los entremeses me pareció casi imposible, con
el primer plato ya era factible, con la carne un reto y con el postre y el café, y una vez ahuyentado el
miedo, una excitante aventura. (Pág. 148)
Inocente, inocente ocupa un lugar destacado en la historia de la televisión española. No, no es amor
de presentador, sino constatación de una realidad. Su impacto fue tan enorme como inmediato y sus
emisiones se convirtieron en auténticos acontecimientos, sobre todo en las primeras temporadas. Para
mí supuso un paso más en una evolución algo sorprendente, por lo inesperada, de mi carrera televisiva.
Por primera vez abandoné el hábitat del deporte, pero después de haber bailado con El Fary, ¿qué
podía darme miedo? Hice bien, pues a partir del primer programa y durante unos cuantos años mi
nombre fue asociado al universo inocente. Siendo un programa con un enorme sentido del humor,
ingenioso al máximo, creativo hasta el delirio y con una magnífica imagen pública, fue mucho lo que
recibí, tanto que mucha gente creía que era yo el que pensaba, planeaba y realizaba las inocentadas.
Por supuesto, nunca intenté desmentirlo. (Pág. 189)
En las veinticuatro horas siguientes descubrí el llamémosle mundo tanatorio. Ese constante goteo de
llegadas, abrazos, pésames, comentarios sobre el difunto, lamentos por la mala suerte, un millón de
«sesenta y nueve años, era joven todavía» y alguna que otra situación surrealista, que hay tiempo para
todo. Un compañero de trabajo en Telemadrid se sentó a mi lado en uno de los pocos momentos en
que pude echarme en un sofá y me empezó a hablar de los espíritus, de la reencarnación y de que
en ese momento mi padre me estaba viendo. Lo haría con toda su buena intención, pero a un descreído
como yo en cuestiones relacionadas con el después, era lo que menos le apetecía oír; consiguió que
estuviese muy cerca de mandarle a paseo. Fue una excepción, porque en general me sentí muy
acompañado, pude compartir mi pena con gente a la que quiero y constaté también que mi padre
contaba con el cariño y la admiración de un montón de personas. (Pág. 195)
Disfruto un montón hablando en público ante auditorios cuanto más grandes más estimulantes (yo
quería ser guitarrista de rock y, aunque no lo he conseguido, al menos también me subo a un escenario)
y lo único que lamento es que cuando tenía veinticinco años no llegara alguien que me dijera las cosas
que yo ahora intento transmitir. Alguien que me hablase de la autorresponsabilidad, de que nadie va
a cuidar mejor de ti mismo de lo que puedes hacerlo tú, de que cuando tu entorno no responde como
a ti te gustaría, la solución no es el abandono sino redoblar el esfuerzo, porque lo que está en juego
es tu carrera, tu desarrollo, tu persona. (Pág. 216)
De pequeño, por ejemplo, fantaseaba mucho con cómo me gustaría que fuese mi entierro. Me imaginaba
metido en un ataúd y un montón de gente a mi alrededor diciendo cosas del tipo: «¡Que tío más majo
era Juanma!». Todo el mundo estaba muy triste menos yo, el muerto, feliz pensando en lo bien que les caía
y lo mucho que les apenaba que me hubiese ido al otro barrio, ambigua ubicación donde las haya pero
concepto muy conveniente cuando no sabes adónde vas y ni siquiera si hay algún sitio adonde ir. Aunque
hace mucho tiempo que no imagino mi propio entierro, reconozco que cuando he tenido que ir a alguno
me asalta una duda: «Si fuese el mío, ¿me gustaría que pasase lo queestá pasando aquí?» (Pág. 225)
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Ficha técnica
Título: Antes de que se me olvide
Autor: Juanma Iturriaga
ISBN: 978-84-95157-31-7
Páginas: 240
Formato: 155 x 220 mm, cartoné
PVP: 21 EUROS
Colección Mirador
Ediciones Turpial
Antes
de que se me
olvide
Juanma Iturriaga
Últimos títulos
Juanma Iturriaga nació en Bilbao el 4 de febrero de 1959.
Durante más de una década fue una de las referencias
del Real Madrid y de la selección española, con la que
jugó 90 partidos y se colgó la medalla de plata en los
Juegos Olímpicos de Los Ángeles, en 1984. Cursó
estudios de Ingeniería Industrial, y desde su retirada de
las canchas ha mantenido una prolífica y estrecha
vinculación con los medios de comunicación. Su actividad
profesional actual la reparte entre artículos periodísticos,
su blog del Palomero, conferencias para empresas sobre
trabajo en equipo, comunicación o hablar en público,
comentarista deportivo y colaborador en diversos
programas de televisión.
Amnistía internacional.
Crónicas de una organización incómoda,
José Antonio García Muñoz
Movimientos cívicos.
De la calle al Parlamento,
Carlos Martínez Gorriarán
Para la libertad,
José María Calleja
Tauroética,
Fernando Savater
Antes de que se me olvide,
Juanma Iturriaga
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Según confiesa en el prólogo, Juanma
Iturriaga lleva unos años “fantaseando con
escribir un libro. Uno con gran éxito de
crítica y público, por supuesto”. Ahora, por
fin, se ha puesto manos a la obra “con la
única idea preconcebida de dejar a salvo del
deterioro de mi memoria unos cuantos
pasajes de mi vida”. Como personaje público
desde los diecisiete años y con los cincuenta
recién cumplidos, el autor hace una crónica
de su vida que incluye episodios conocidos
y otros que no lo son tanto. Así, el lector
podrá confirmar que algunas de las cosas
que sobre él se han dicho son verdad, “como
mi elevado coeficiente intelectual” y otras
mentira, “como que estuve liado con
Fernando Martín, mito por excelencia del
baloncesto español”. Después de darle
muchas vueltas, Juanma ha decidido que la
mejor forma de ahuyentar sus “neuras,
miedos y agobios, que son muchos, es mirar
hacia atrás para impulsarse hacia delante.
Y de paso sacar a la luz algunos de mis
fantasmas favoritos”.
Juan Manuel López Iturriaga nació en Bilbao
el 4 de febrero de 1959. Durante más de una
década fue una de las referencias del Real
Madrid y de la selección española, con la que
jugó 90 partidos y se colgó la medalla de
plata en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles,
en 1984. Cursó estudios de Ingeniería
Industrial, y desde su retirada de las canchas
ha mantenido una prolífica y estrecha
vinculación con los medios de comunicación.
Su actividad profesional actual la reparte
entre artículos periodísticos, su blog del
Palomero, conferencias para empresas sobre
trabajo en equipo, comunicación o hablar
en público, comentarista deportivo y
colaborador en diversos programas de
televisión.
Composici n
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