Ray Bolívar Sosa El Secreto de Sophie www.ray-bolivar

Transcripción

Ray Bolívar Sosa El Secreto de Sophie www.ray-bolivar
Ray Bolívar Sosa El Secreto de Sophie www.ray-bolivar-sosa.es
La Fiesta del Emir
La residencia del jeque Hamad al Zane es una de las más fastuosas de toda
Mallorca. Se llega a ella a través de un camino privado que recorre parte del farallón
nordeste. Las vistas son realmente hermosas y la carretera impecable. Cada tres o cuatro
kilómetros hay carteles con orientaciones sobre el camino que se debe seguir.
La casa está situada al pie de una pequeña colina desde la que se domina el paisaje.
Incluso en invierno, el entorno es especialmente acogedor. Nunca faltan los geranios ni
las rosas en el alfeizar de las ventanas, y en cada mesa de los invitados hay un tulipán
negro, que denota la sobriedad y la delicadeza del Emir.
En las fiestas se reúne la crema y nata de la sociedad. Pueden verse a duquesas e
incluso a príncipes, así que no es de extrañar la presencia de actores como el gran Heath
Leager o Keanu Reeves.
Sophie Bonnet dejó de escribir. Tenía presentes aún los detalles de la fiesta que
había tenido lugar la noche anterior. Quizá era demasiado pronto. –Se dijo antes de
levantarse y comenzar a dar vueltas por la habitación. Será mejor que baje, –pensó. Una
tila me vendrá bien. Aquí no hay nada que pueda llamarse por ese nombre. –Miró en
derredor.
Se encontraba alojada en un hotel cuatro estrellas enclavado en el centro de la
ciudad. Su avión había llegado la tarde anterior. Tenía el encargo de escribir la crónica
social de la revista Vogue.
Su jefa había seleccionado la fiesta que ofrecía el Emir como uno de los
acontecimientos más chic del fin de semana, así que su misión era cubrir el suceso,
redactar una crónica, y alimentar con su humor y su carísma a los cientos de lectores de
su columna.
El Emir era realmente encantador. Se decía todo tipo de cosas de él pero ninguna
hacía honor a la verdad. Incluso ella se sintió fascinada cuando lo escuchó hablar.
Esperaba conocer a un señor con rasgos árabes, de pequeña estatura y con una
visión muy limitada del mundo occidental. En vez de esto se encontró con un hombre
especialmente atractivo, educado en Cambrigde, que era capaz de sostener
conversaciones sobre casi cualquier tema en más de cuatro idiomas.
A las once, la fiesta se encontraba en pleno apogeo. La gente bailaba y reía a más
no poder. Una pequeña orquesta interpretaba canciones de moda, así que las parejas de
baile animaban la pista con gran entusiasmo.
La verdad es que en un principio me sentí sobrecogida. No estaba acostumbrada
a este tipo de fiestas. Los primeros minutos no supe qué hacer. Me quedé parada en medio
de un salón inmenso mientras los demás reían y bailaban.
Por suerte, cuando sonó una canción de Bee Gees bajaron las luces y me eché a
un lado. Por doquiera se escuchaban risas. La animación era tanta que de pronto me sentí
contagiada y comencé a bailar.
Ray Bolívar Sosa El Secreto de Sophie www.ray-bolivar-sosa.es
Un camarero me ofreció champán. Acepté una copa. Bebí un sorbo y la puse sobre
la mesa más cercana. Me estaba divirtiendo de lo lindo cuando un joven se apartó de la
pista y me ofreció bailar con él.
-No bailo bien. –Dije sorprendida. Era bastante alto, inclusive para mí que medía
un metro ochenta.
-No necesitas bailar, solo seguir el ritmo. –Dijo el chico con aspecto relajado, así
que no tuve más remedio que seguirlo al medio de la pista y contonear mis caderas al
ritmo de la música.
Dios mío. Hacía siglos que no bailaba o al menos, hacía siglos que no bailaba de
este modo, como si nada me importara. Era contradictorio porque el lunes debía entregar
una crónica perfecta sobre esta fiesta y en lo único que pensaba ahora mismo era en mover
las caderas y en divertirme.
Bailamos un par de canciones más. Luego la orquesta tocó algo suave y aproveché
para acercarme a la mesa y beber. Me sentía como, “Dios y esto qué había sido”. No tuve
tiempo de reflexionar sobre este pensamiento.
-Bailas muy bien. –Me volví. Era el chico. Eddy y Carla aparecieron en ese
momento.
-Hola querida, pensábamos que no vendrías a la fiesta. –Eddy y Carla eran
reporteros de la revista Vanity, así que manteníamos la distancia, aunque a decir verdad
eran bastante amables cuando nos encontrábamos.
-Veo que estás bien acompañada. –Dijo Eddy mientras me guiñaba un ojo–. ¿No
vas a presentarnos a tu acompañante, querida?
-Por supuesto. –Contesté–. Es un amigo. –Los dos rompieron a reír.
-Ay cariño, eres un encanto. Te lo dije desde el primer día, eres la adversaria más
extraordinaria que jamás hayamos tenido. Disfruta de la fiesta cielo. –Ambos saludaron
a mi nuevo amigo y se marcharon.
No sabía qué decir. La orquesta seguía tocando una canción romántica y por
alguna razón empecé a tararearla. La canción hablaba de amor y era hermosa. Durante
unos instantes me dejé llevar por el ritmo.
-¿Quieres bailar? –Preguntó mi acompañante.
-Claro. –Dije como si fuera la cosa más natural. Y desde luego que lo era. Nada
tan natural como bailar As Time Goes By interpretada por un cantante con una voz idéntica
a la de Dooley Wilson, en medio de la noche, mientras un desconocido se abraza a tu
cintura.
-¿No vas a decir nada? –La pregunta me tomó por sorpresa. Por primera vez en
mucho tiempo un hombre se fijaba en mí. Estaba confundida y nerviosa. Respondí lo
primero que me vino a la cabeza.
-¿Debo decir algo? –Mi nuevo amigo sonrió.
-¿Estás a la defensiva?
Ray Bolívar Sosa El Secreto de Sophie www.ray-bolivar-sosa.es
-No lo estoy. –Traté de defenderme.
-Claro que sí.
-¿En serio? –Volvió a sonreír. Me acarició la base del cuello. Tenía las manos
suaves y sedosas. Durante unos instantes no supe qué hacer así que continué como si
nada, hasta que alguien se paró a nuestro lado y susurró unas palabras al oído de mi
acompañante. Coincidió con el final de la canción. Nos miramos durante unos instantes.
-Bailas muy bien.
-¿Lo crees en serio? –Me dio un beso en la mejilla.
-Luego nos veremos. –La frase sonó como una sentencia. Aquel hombre tenía
verdadero encanto y una seguridad en sí mismo pasmosa. No daba crédito a lo que estaba
ocurriendo, o en otras palabras, estaba perpleja por lo rápido que estaba yendo todo.
Aunque de todas maneras no quería hacerme ilusiones. El domingo me esperaba un avión
y el lunes debía de estar en la oficina a las nueve en punto. Ni un minuto más ni un minuto
menos.
También hay que aclarar que no era dada a los romances. Aunque, para ser sincera,
en realidad mi último romance me había dejado al borde de una profunda depresión de la
que estaba prácticamente recuperada, así que en cuanto abrí la boca lamenté haber dado
una respuesta tan a la ligera.
-Supongo que sí.
-Me llamo Henry. –Dijo antes de marcharse.
Bueno, aquello era toda una revelación. Los siguientes diez o doce minutos no
supe si caminaba sobre las aguas o si flotaba. Era como, uf uf uf. Tenía la cabeza
revolucionada, pero entonces se me estropeó la noche, y por eso estaba hoy domingo, a
las siete de la mañana, molestando en el bar del hotel para que alguien me hiciera una tila.
Dios, no soportaba estar así.
La fiesta siguió como si nada. Incluso me alegré de estar sola de nuevo. En
realidad había muchísima gente de la prensa y de la tele. Presentadores de televisión,
actores famosos, escritores, políticos, y millonarios que se habían tomado el trabajo de
veranear durante estos días en Mallorca, con la única intención de asistir a lo que parecía
ser la fiesta más elitista del verano. La verdad es que todo hubiera ido a pedir de boca de
no ser por la llegada de una persona cuya presencia, me dejó estupefacta.
Frank
Llevaba un rato en la fiesta cuando comencé a sentirme incómodo. No era capaz
de explicarlo. Tampoco podía echarle la culpa al ambiente o al lugar, simplemente me
encontraba incómodo.
Ray Bolívar Sosa El Secreto de Sophie www.ray-bolivar-sosa.es
Supuse que en un rato se pasaría. A veces tenía estas sensaciones. La mayoría de
las veces no les prestaba atención y desaparecían. Debe de ser la tensión o los nervios.
Los últimos meses habían sido una locura y el día de hoy no había sido una excepción.
Suerte que la secretaria lo había previsto todo, o al menos casi todo. Lo que
incluía, hacer la maleta “sin olvidar los condones”, llamar mil y una veces al móvil, y
tener la suficiente paciencia como para localizarlo a las nueve de la noche, después de
perseguirlo por toda la ciudad sin conseguir atraparlo.
Solo entonces recordó que su viaje salía en hora y media y que si no quería
perderlo, debía estar en el aeropuerto de Barajas en menos de cuarenta minutos. Eso fue
lo que dijo Patricia cuando lo tuvo delante, sin perder la sonrisa y llena de un encanto
ante el cual, era difícil resistirse.
-Estos son los billetes Frank, y aquí tienes la reserva del hotel. No lo olvides. –
Dijo cuando lo dejó en el aeropuerto–. ¡Ahhh, las pastillas, las pastillas! –Casi gritó. Frank
se dio la vuelta.
-Tómate una ahora mismo, de otra manera no podrás ir a la recepción. Debes de
estar medio muerto, ni siquiera sé cómo puedes tenerte en pie.
Frank sonrió. Patricia era genial. Lo obligó a tomarse la píldora allí mismo y no
se fue hasta asegurarse de que su trabajo estaba hecho.
Al parecer, las pastillas de Ginseng funcionaban. Pasaba trece y catorce horas
diarias en la oficina. La empresa iba a todo gas y eso era bueno, muy bueno. Pensó.
Fue al baño a refrescarse. El espejo le devolvió el rostro de un hombre fuerte y
vigoroso. A pesar de su ritmo de vida los estragos de la edad apenas eran apreciables,
salvo para pronunciar su masculinidad, apenas dos líneas de expresión muy acentuadas
en el entrecejo, que cambiaban su fisonomía de un modo radical cuando estaba
preocupado.
Volvió a la fiesta. Si quería sacar provecho de aquel viaje era necesario
concentrarse. Si conseguía cerrar este acuerdo con Qatar, Nexus Open, la empresa de
programación que había fundado siete años atrás, pasaría a convertirse en una de las más
importantes a nivel mundial, en el ámbito de la inteligencia artificial.
Solo de pensarlo, sintió una sensación de escozor que le recorrió el espinazo. Sí,
eso era lo que necesitaba. Encontrar a su objetivo y atacarlo con una estrategia
insuperable.
No estaba allí por diversión o placer. Estaba allí sencillamente porque era el mejor
en su ramo y sentía la irresistible necesidad de demostrarlo. Sin embargo, a pesar de sus
convicciones, a medida que pasaba el tiempo se encontraba peor, no peor de salud, sino
que aumentaba la presión en las sienes, y el nerviosismo. Como si estuviera a punto de
ocurrir una desgracia. Trató de calmarse. Rose y Ana aparecieron en ese momento.
¡Maldita sea!, pensó antes de que ellas vinieran a saludarlo.
Rose lo miró con cara de pocos amigos.
- ¡Frank, cuánto tiempo!, ¿dónde has estado?, ¿perdido en el país de las
maravillas? –El comentario era irónico. Lo ignoró por completo.
Ray Bolívar Sosa El Secreto de Sophie www.ray-bolivar-sosa.es
- No sabíamos que estabas en la isla. –Dijo Ana
- Cómo no voy a estar en la isla, la mitad de la gente importante está en esta fiesta.
- Y eso, ¿adónde nos lleva? ¿Debo pensar que por ende, tú perteneces a esa mitad
de gente importante? –Frank sonrió. Rose esperaba una respuesta. Sostenía su copa con
gracia, como si fuera un objeto frágil.
- Depende.
- ¿De qué?
- De la manera como lo mires. –Un camarero pasó cerca de ellos con champán.
Frank aprovechó para coger una copa. Dio un trago largo. Era la única manera que tenía
de soportar aquello.
Ahora comprendía. Rose era la causa por la que había tenido esa sensación tan
extraña. ¡Maldita sea!, –se recriminó–. ¡Un país con más con cincuenta millones de
personas e infinidad de fiestas y tengo que encontrar a Rose en esta fiesta, en Mallorca!
¡Precisamente hoy!
Volvió a beber. Esta vez sin prisa. Calculando las posibles salidas. No estaba
dispuesto a permitir que Rose arruinara su plan. Ni ella ni nadie iban a detenerlo. Ni ella
ni nadie. Pensó.
Tenía el cuerpo tenso. La mirada perdida y cada fibra de su cuerpo, cada músculo,
dispuesto a entrar en acción.
Entonces tuvo lugar un hecho sorprendente…
Suscríbete a Facebook para recibir una actualización cada semana o compra
el libro en Amazon por el precio un café.
Nos vemos online
www.ray-bolivar-sosa.es

Documentos relacionados