Desarrollo de los adolescentes II. Crecimiento y Sexualidad.

Transcripción

Desarrollo de los adolescentes II. Crecimiento y Sexualidad.
INTRODUCCIÓN
La educación secundaria tiene, como nivel educativo obligatorio, características distintivas y
demandas pedagógicas propias, que constituyen un desafío profesional para todos los profesores de
este nivel, independientemente de la disciplina en cuya enseñanza se especializan.
Por esta razón, el Plan de Estudios para la Licenciatura en Educación Secundaria señala, como un
propósito principal para la formación inicial de los futuros profesores, contribuir al desarrollo de su
capacidad para comprender los procesos de desenvolvimiento de las y los adolescentes mexicanos,
y la relación entre esos procesos y la experiencia en la escuela secundaria.
A través del conjunto de cursos que se estudian durante los cinco primeros semestres de la
Licenciatura, los estudiantes normalistas adquirirán un conocimiento sólido acerca de las intensas
transformaciones en la adolescencia y la profunda influencia que esos cambios ejercen sobre los
intereses y las prioridades vitales de los alumnos de educación secundaria.
En el primer curso de esta asignatura se estudiaron los aspectos generales de la adolescencia,
partiendo de una reflexión sobre el carácter histórico y el concepto de este fenómeno, en relación
con los cambios sociales y culturales que en el último siglo han hecho posible una transición
crecientemente prolongada entre el final de la infancia y la plena incorporación a la vida social
activa. Asimismo, se revisaron los aspectos generales de cambios en los ámbitos biológicos, de la
constitución de la identidad personal y en el cognitivo, resaltando su carácter integral como uno de
los criterios básicos para lograr una comprensión correcta de los cambios que se dan en este
periodo.
El curso Desarrollo de los Adolescentes II. Crecimiento y Sexualidad está enfocado al estudio de los
procesos del crecimiento corporal y del desarrollo de los órganos y las funciones sexuales como
procesos interrelacionados. Aunque el tratamiento del tema es fundamentalmente biológico, se
analizan los efectos que estos cambios ejercen sobre la autopercepción de los adolescentes y sobre
las formas más comunes de manejo personal y familiar de las transformaciones que están
experimentando.
El curso destaca la importancia de considerar las variaciones individuales en relación con las pautas
generales de crecimiento y cambios biológicos seguidos por los hombres y por las mujeres a lo largo
de las tres fases en las que se ha sugerido dividir el estudio de la adolescencia. Además, se otorga
importancia al análisis de los factores genéticos y nutricionales asociados con las variaciones de
crecimiento y desarrollo, así como a las formas en que los cambios corporales y sexuales son
procesados subjetivamente por las y los adolescentes, modificando la percepción que tienen de sí
mismos.
Las experiencias de trabajo que los estudiantes tendrán en este semestre al visitar la escuela
secundaria, observar a los adolescentes y charlar con ellos, así como el análisis de la información
que realizarán en la escuela normal, contribuirán a la adquisición de la sensibilidad que se pretende
desarrollar en ellos y al convencimiento de que el maestro de secundaria puede contribuir mejor a la
formación de los adolescentes cuando los conoce, los entiende y es capaz de establecer con ellos
una comunicación adecuada.
ORGANIZACIÓN DE LOS CONTENIDOS
El curso está organizado en tres bloques temáticos. En cada uno de ellos se presentan los temas de
estudio y la bibliografía básica para su análisis. Asimismo, se incluye un apartado de bibliografía
complementaria cuya finalidad es ampliar la información de los temas correspondientes, de acuerdo
con las necesidades e intereses particulares de maestros y estudiantes de las escuelas normales.
En el bloque I, “La interrelación entre el crecimiento corporal y la maduración sexual”, los temas
están orientados a que los estudiantes conozcan con precisión los cambios físicos y de maduración
sexual que se presentan durante la pubertad. Se estudian los patrones de crecimiento y el desarrollo
de los órganos sexuales a partir de pautas y secuencias generales, así como de medidas estadísticas
establecidas en relación con talla, peso, estructura corporal y la manifestación de caracteres
sexuales secundarios. Con este marco y a partir de las experiencias personales, los estudiantes
comprenderán que existen variaciones individuales en el desarrollo de los procesos de cambio, lo
que contribuye a evitar la tendencia a establecer estereotipos rígidos en los que se ubique a todos
los adolescentes.
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El estudio de los temas se combina con el trabajo directo en la escuela secundaria a través de
actividades de las que se obtiene información relacionada con el peso, la talla y la estructura
corporal de adolescentes. Esta información permite tener elementos para la discusión en la clase,
sustentada sobre todo en el análisis y el uso de la información contenida en los textos de la
bibliografía sugerida.
Otro aspecto fundamental es el estudio de las repercusiones del inicio más temprano o tardío de los
cambios biológicos en algunos adolescentes. La manifestación de los cambios físicos de forma
temprana hace suponer a los demás un cierto desenvolvimiento en la vida diaria y una manera
“madura” de enfrentar situaciones, lo que trae como consecuencia que a los adolescentes se les
asignen mayores responsabilidades o se les exija una forma de pensar y de actuar que rebasa sus
posibilidades reales.
Una situación similar se presenta cuando se inician los cambios de manera tardía. En un grupo, si un
adolescente se “desfasa” del proceso seguido por sus iguales, es motivo de preocupación, tanto para
él mismo como para los grupos con los que se relaciona, convirtiéndose en ocasiones en un
problema difícil de manejar, sobre todo cuando se presenta rechazo de parte de los demás. Esta
situación propicia a veces situaciones de conflicto en el aula que requieren de un manejo adecuado o
de orientación oportuna por parte del maestro.
En el bloque II, “Los aspectos biológicos del crecimiento y de la maduración sexual”, se revisan los
factores genéticos y nutricionales que influyen en el crecimiento y en el desarrollo de los
adolescentes. Los estudiantes reconocerán la importancia de la información genética en estos
procesos, evitando una visión reduccionista que atribuye a este factor las características y cambios
que se dan en este periodo; en cambio, se destaca la idea de que, aun cuando el factor genético es
fundamental, existen otros factores que también influyen en estos procesos, como son los aspectos
nutricionales. En relación con este tema se estudian los hábitos y las costumbres de alimentación en
los adolescentes.
La anorexia, la bulimia y la obesidad, como trastornos de alimentación, son temas que se analizan
en este bloque con la finalidad de reflexionar sobre la influencia de los medios de comunicación en la
ideas que los adolescentes se forman de los modelos de belleza y sobre el impacto de la publicidad
en sus hábitos de alimentación, que en ocasiones les llevan a situaciones que ponen en riesgo la
salud.
En el bloque III, “El procesamiento personal y subjetivo de los cambios biológicos”, cobran
relevancia las situaciones narradas por los propios adolescentes. A partir de opiniones, reflexiones y
casos reales, los estudiantes analizarán las formas en que los cambios físicos y de maduración
sexual son procesados subjetivamente y cómo, a partir de esos cambios, los adolescentes modifican
la percepción que tienen de sí mismos.
De manera similar al bloque II, se analiza la influencia de los medios de comunicación, esta vez
centrándose en la formación de ideas que los adolescentes llegan a formarse acerca del significado
de “ser hombre” y “ser mujer”, tomando en cuenta la influencia de las normas culturales. Asimismo,
se estudian las nuevas relaciones que se establecen con los iguales y con el sexo complementario,
asociadas a las manifestaciones de los cambios físicos y de maduración sexual. Los estudiantes
comprenderán que la aceptación de compañeros del otro sexo en los equipos o en los grupos de
amigos, las citas y la búsqueda de la pareja se convierten en situaciones “normales” que se
manifiestan de manera cotidiana en la escuela secundaria.
Respecto a las implicaciones de los cambios biológicos en la vida familiar y escolar, se estudian las
características de las relaciones familiares y la influencia que la comunicación ejerce dentro de la
familia sobre las formas en que los adolescentes viven sus cambios físicos. Asimismo, se pretende
que los estudiantes reflexionen sobre las actitudes que observen en los adolescentes ante diferentes
situaciones de la vida escolar: las tareas escolares, la comunicación con el maestro y la convivencia
con los compañeros.
ORIENTACIONES DIDÁCTICAS Y DE EVALUACIÓN
Estas orientaciones tienen como finalidad contribuir al logro de los propósitos del curso y a que las
actividades de enseñanza y de aprendizaje respondan a las características del enfoque desde el cual
se estudia el desarrollo de los adolescentes. A continuación se destacan algunos aspectos básicos a
tener en cuenta en el tratamiento de los contenidos del curso, en la lectura de los materiales de
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estudio y en las actividades de indagación que los estudiantes realizarán dentro y fuera de la
escuela normal.
1. Como se señaló en el curso anterior, y de acuerdo con el enfoque que se plantea, el desarrollo
de los adolescentes se estudia de manera integral. Se pretende superar una visión
exclusivamente psicológica, que ha sido muy frecuente en los medios académicos y que, si bien
pone de relieve transformaciones cognitivas y afectivas esenciales, omite el conocimiento de
otros componentes del desarrollo igualmente importantes. Es necesario que el estudio del
desarrollo biológico no se analice de manera aislada, sino tomando en cuenta las múltiples
relaciones que existen entre los procesos de cambio en la adolescencia, los factores internos y
externos que los influyen, así como sus distintas manifestaciones.
2. Los criterios básicos para el estudio de la adolescencia serán el punto de partida para abordar el
conjunto de temas del programa. En correspondencia con la visión integral, estos criterios
permitirán a los estudiantes comprender que, si bien existen medidas estadísticas, pautas y
secuencias generales de los procesos de cambio, éstos ocurren en cada persona con un margen
amplio de variaciones. Si bien pueden identificarse maneras compartidas de enfrentar los
cambios, o modos similares de vivirlos, estos procesos se manifiestan de diversas formas y en
distintos tiempos. Los estudiantes comprenderán que el sentido del cambio personal se produce
en relación con el entorno y con el significado que adquiere para cada uno y para quienes le
rodean.
Lo anterior permitirá a los estudiantes tener presentes los “criterios” al acercarse a observar o a
platicar con los alumnos de la escuela secundaria, pero además, estos criterios formarán parte
de la manera de pensar del futuro maestro, ya que ello le permitirá favorecer la comunicación
con los adolescentes, tanto en el ámbito de la enseñanza como en el de las relaciones
personales.
3. El tratamiento de los temas del curso implica la revisión de aportes teóricos diversos. A
diferencia de los cursos que usualmente se centran en el estudio de una corriente o escuela a
partir de la cual intentan ubicar a todos los adolescentes en patrones generales de conducta, en
este curso se promueve el acercamiento a diferentes puntos de vista con el propósito de que los
estudiantes desarrollen habilidades para comparar distintas perspectivas de estudio y para usar
la teoría como una herramienta de análisis de la realidad. Por las características de este curso,
se incluyen diversos artículos de revistas con la finalidad de que los estudiantes se acerquen a
información actualizada y a diferentes perspectivas. Para enriquecer el análisis de estos
planteamientos se pueden consultar otros apartados de los textos de la bibliografía básica, de
los materiales sugeridos en el primer curso de la asignatura y buscar otras fuentes bibliográficas
en la biblioteca de la escuela normal o en los Centros de Maestros de la entidad.
4. Por las características del curso y los temas que se analizan, las experiencias personales de los
estudiantes son un recurso de gran utilidad. Existen múltiples posibilidades de analizar las
experiencias propias, fundamentalmente las que se relacionan con los cambios físicos y de
maduración sexual que se estudian en este curso. Las opiniones, reflexiones o los casos
específicos que se retoman de algunos textos podrán ser motivo para que los estudiantes
recuerden, comparen, analicen y propongan experiencias personales para comentar en clase. En
la discusión en equipo o en grupo de estas experiencias, es importante que el maestro tome en
cuenta dos situaciones: a) centrar el análisis de acuerdo con los temas que se están estudiando,
para evitar que se conviertan en descripciones anecdóticas, y b) no permitir que las experiencias
narradas sean motivo de análisis con fines terapéuticos.
5. El curso promueve la observación y el diálogo con los adolescentes en situaciones extraescolares
como un medio para contrastar la información y las explicaciones estudiadas con hechos reales.
Además, las visitas programadas en el curso Observación del Proceso Escolar constituyen una
valiosa oportunidad para que se observen, en distintas circunstancias, el desenvolvimiento
personal de los adolescentes, las relaciones que establecen entre compañeros y con el maestro,
así como las actitudes que asumen en diferentes momentos de su vida escolar.
Los temas de los tres bloques demandan que los estudiantes observen a los adolescentes, razón
por la cual es necesario que desde el principio del curso se establezcan acuerdos para registrar y
organizar la información, de tal forma que se pueda utilizar para el análisis de los temas que
estén estudiando.
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6. Por las características de los contenidos, se exige que el ambiente de trabajo en la escuela
normal sea congruente con uno de los principios que se plantea en el programa: el respeto a la
diversidad. De este modo, el maestro promoverá un ambiente de respeto y evitará que los
estudiantes hagan comentarios de burla o que ridiculicen a los compañeros.
7. El análisis y la reflexión son habilidades que se promueven a través de recursos diversos. El
programa propone un conjunto de textos cuya lectura previa e individual es imprescindible para
la adquisición de los conocimientos y la discusión argumentada; por esta razón, es conveniente
propiciar la lectura de textos, la elaboración de síntesis, ensayos breves y diversos registros de
información, a través de los cuales cada estudiante exprese sus ideas, puntos de vista y
conclusiones que sirvan de apoyo para el trabajo colectivo. Además de la lectura de los textos
que se proponen en el programa, es importante que lean obras literarias que les permitan
identificar situaciones, experiencias u opiniones acerca de los adolescentes y argumentar sus
puntos de vista en las discusiones que se organicen o en los trabajos escritos. En este caso se
recomienda la lectura de los siguientes libros: Los secretos de Margarita, de Maite
Ibargüengoitia, Ritos de iniciación, de Gustavo Sainz u otros que los propios maestros y
estudiantes seleccionen.
8. Además de la lectura, el curso es propicio para usar el audio, el video y el cine. Es conveniente
que, en correspondencia con los contenidos del programa, el maestro y los estudiantes
seleccionen diversos recursos a partir de los cuales se pueda discutir o reflexionar; por ejemplo,
acerca de los modelos establecidos en los medios de comunicación en diferentes épocas, o bien
las manifestaciones de los cambios físicos y de maduración sexual. Al respecto, es importante no
confundir el análisis con la simple observación del video o de la película; se requiere
proporcionar orientaciones que permitan obtener el mayor provecho posible de esa actividad.
9. Es necesario que desde el inicio del curso el maestro de la asignatura acuerde con sus alumnos
las formas de evaluar, de esta manera todos podrán orientar su desempeño según los
compromisos establecidos. La evaluación debe ser congruente con el enfoque del programa, los
propósitos educativos y las actividades de enseñanza. Por ejemplo, si durante la clase se
promueve la realización frecuente de actividades en las que los estudiantes leen individualmente
y discuten en pequeños equipos, interpretan información, proponen hipótesis, etcétera, sería
poco acertado evaluar sólo con un instrumento que demande la transcripción de definiciones
memorizadas. El instrumento o la forma de evaluación debe conciliar tanto el enfoque del
programa como el proceso de enseñanza empleado en el aula.
10. Para evaluar puede aprovecharse la valoración de los argumentos que los alumnos expresan en
clase, las preguntas que formulan, su intervención efectiva en los trabajos de equipo, así como
los trabajos (ensayos, registros de lectura) e indagaciones realizadas. Si se aplican pruebas
escritas, de preferencia éstas deben plantear a los estudiantes retos en los que apliquen la
capacidad de análisis, juicio crítico, comprensión, relación, síntesis, argumentación, etcétera. Las
pruebas objetivas (de correspondencia, opción múltiple y selección de enunciados falsos o
verdaderos) deben considerarse complementarias a los procedimientos de evaluación sugeridos.
11. Antes de iniciar el curso, el maestro puede planear los momentos en que realizará actividades
específicas de evaluación, así podrá dosificar los contenidos y prever el tiempo y los recursos
que se requieran. La evaluación puede aplicarse al comienzo, durante y al final del semestre o
de cada sesión. Con la evaluación inicial se conoce lo que saben los estudiantes al empezar los
temas y constituye el punto de partida del maestro para planear las estrategias y actividades de
enseñanza de acuerdo con las capacidades de los integrantes del grupo; la que se realiza
durante el curso permite conocer cotidianamente lo que se aprende en cada clase y ayuda a
perfeccionar las estrategias de enseñanza, y con la evaluación final se puede comprobar en qué
medida se lograron los propósitos educativos del curso. Lo importante es que la evaluación se
realice de manera permanente, se asuma como una extensión de las actividades de enseñanza y
sea formativa para estudiantes y maestros, es decir, que aporte información para corregir y
mejorar su participación y los resultados del proceso educativo.
PROPÓSITOS GENERALES DEL CURSO
Mediante el estudio de los contenidos y la realización de las actividades de este curso se pretende
que los estudiantes normalistas:
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1. Identifiquen los procesos de cambio relacionados con el crecimiento corporal y el desarrollo de
los órganos y las funciones sexuales de los adolescentes y reconozcan las pautas generales que
explican la manifestación de estos cambios, como un referente para entender que hay tantas
variaciones individuales como adolescentes existen.
2. Establezcan relaciones entre la manifestación de los cambios biológicos en los adolescentes y las
actitudes y formas de relacionarse que se presentan entre los estudiantes de la escuela
secundaria.
3. Identifiquen, a partir de situaciones reales, las distintas manifestaciones de los cambios
biológicos en los adolescentes y adviertan las posibilidades de intervención del maestro para
favorecer una mejor comunicación con ellos, tanto en el ámbito de la enseñanza como en el de
las relaciones personales fuera del aula.
ACTIVIDAD DE INTRODUCCIÓN AL CURSO
De manera individual, analizar el siguiente texto y escribir las ideas que más llamen la atención:
Hay un momento en la adolescencia en que todo parece perdido: la vida duele y no se es de ningún
lugar, ni se pertenece a ninguna persona, institución o moral. Se sueña con el príncipe, la princesa,
el curso, el viaje, el maestro o la maestra que vendrá a salvarnos o a reconocernos. Se cuestionan
la religión, los roles sociales, la sexualidad. Se teme el futuro, o se anhela el futuro y se teme el
papel que se asumirá en ese mundo que se aproxima. Se camina en puntas de pie para ver el
paisaje como lo veremos cuando termine nuestro crecimiento. Se ensayan peinados, posturas para
fumar o echarse los cabellos hacia atrás. Se exprimen en la soledad de un cuarto de baño las
primeras espinillas. Se ríe sin motivo aparente. Se es torpe, irregular y hasta desconcertante en las
respuestas e interrelaciones. Se escriben poesías, o canciones, o se empieza un “Diario”, o se leen
manuales de hipnotismo, fotonovelas o historias del deporte. Se reconoce el cuerpo y hay quien se
avergüenza del cuerpo. Se goza la brisa contra la cara pedaleando una bicicleta, la velocidad en
patines o en el coche de los padres o en el de los hermanos mayores. Se disfrutan también los
primeros cigarros y las primeras borracheras, el primer baile, el primer beso, las primeras peleas.
No se es niño ni adulto. Se puede serlo todo y no se es nada. Empieza la cacería sexual en la que se
es perseguido o perseguidor. La música expresa mejor que cualquier otra cosa los deseos y temores
más oscuros e indescifrables, los desplantes y arrogancias, las alegrías y las mitificaciones. Se
quiere la independencia pero se es incapaz de valerse por uno mismo. Se busca la autoafirmación,
pero el espejo, la familia, la iglesia, la escuela, el Estado y hasta los amigos y las amigas parecen
cuestionarlo todo, ponerlo en duda, inestabilizarlo todo. Se inventan mitos porque se necesitan para
tener algo mejor dónde reflejarse. Se inventan pautas de conducta porque los temperamentos
oscilan terriblemente. Despiertan nuevas energías y no se sabe cómo preguntar, pedir ayuda, o no
se quiere pedir consejo, o no se sabe cómo, no obstante que se le necesite urgente,
angustiosamente, y a veces hasta con desesperación. Parece saberse mucho acerca de todo esto
pero poco se dice, pues sobrevive la idea ciertamente mórbida, de que todo debe ser cabalmente
experimentado: es la adolescencia y son sus ritos de iniciación.
BLOQUE I
LA INTERRELACIÓN ENTRE EL CRECIMIENTO CORPORAL Y LA MADURACIÓN SEXUAL
TEMAS
1. Los patrones de crecimiento y el desarrollo de los órganos sexuales en hombres y mujeres
durante las fases de la adolescencia.
•
Modificación de la estructura corporal.
•
El aumento de la talla y el peso.
•
El incremento de la fuerza y destrezas musculares.
5
•
Evolución de los caracteres sexuales secundarios: aparición de la menstruación y producción
de espermatozoides.
2. Variaciones en el crecimiento y desarrollo de los adolescentes.
•
Las diferencias individuales frente al establecimiento de estereotipos rígidos.
•
Diferencias entre géneros.
•
Diferencias entre países y grupos.
•
El inicio más temprano de la pubertad y sus repercusiones en el desenvolvimiento personal y
en las relaciones con los demás: familia, escuela y grupo de pares.
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
•
Delval, Juan (1997),“La pubertad y la adolescencia”, en El desarrollo humano, 7ª ed., Madrid,
Siglo XXI (Psicología), pp. 531-544.
•
Hiriart Riedemann, Vivianne (1999), “¿Qué están viviendo los jóvenes?: una etapa de cambios”,
en Educación sexual en la escuela. Guía para el orientador de púberes y adolescentes, México,
Paidós (Maestros y enseñanza, 5), pp. 79-102.
•
Martí, Eduardo (1997), “El cuerpo cambiante del adolescente”, en Eduardo Martí y Javier
Onrubia (coords.), Psicología del desarrollo: el mundo del adolescente, vol.VIII, Barcelona,
ICE/Horsori (Cuadernos de formación del profesorado, 8), pp. 35-46.
•
SEP/Secretaría de Salud del Gobierno del Estado de Puebla (1998),“La sexualidad en la pubertad
y en la adolescencia”, en la serie Educación sexual, equidad de género y prevención de
adicciones, videocinta núm. 2, México (Taller de Capacitación con Equipos Técnicos Estatales).
•
Secretaría de Salud (1994),“Tablas de referencia para valorar talla/edad de los 5 a los 18 años”,
en Norma oficial mexicana para el control de la nutrición, crecimiento y desarrollo del niño y el
adolescente, México, pp. 36-37 y 39-40.
ACTIVIDADES SUGERIDAS
1. Con base en las experiencias obtenidas durante las visitas a la escuela secundaria en el
semestre anterior, comentar en grupo los siguientes aspectos y registrar la información por
escrito:
•
Los cambios físicos que han logrado identificar como característicos en las alumnas de
primer, segundo y tercer grados de secundaria.
•
Los cambios físicos que se identifican como característicos en los alumnos de primer,
segundo y tercer grados de secundaria.
•
Las posibles causas de los cambios físicos en los adolescentes.
•
Algunos de los cambios físicos más evidentes en hombres y en mujeres.
2. En forma individual, analizar del texto de Juan Delval (las páginas 531 a 534), y el de Vivianne
Hiriart; identificar la información que explique los puntos de la actividad anterior y elaborar
fichas de resumen.
3. Tomando en cuenta los resultados de la actividad anterior, analizar el video “La sexualidad en la
pubertad y la adolescencia”. Escribir las ideas centrales que aborda. En equipos, discutir las
siguientes cuestiones:
•
¿Cuáles son algunos indicadores del inicio de la pubertad en hombres y en mujeres?
•
¿En qué rangos de edad se presentan estos cambios y a qué se deben las variaciones?
4. Individualmente, analizar del texto de Juan Delval (las páginas 534 a 544), y realizar las
actividades que se enuncian. En equipos, analizar y explicar las gráficas que se presentan en las
páginas 542 y 543. Comentar la información que presenta el autor respecto a los siguientes
puntos:
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a) Las variaciones que se han manifestado a través del tiempo:
- En la talla (tanto de hombres como de mujeres).
- En la aparición de la menstruación.
b) Los factores que han influido en las variaciones y su interrelación.
5. En equipos, obtener información sobre edad, talla y peso de 10 adolescentes (cinco hombres y
cinco mujeres) de los tres grados de secundaria y de estudiantes de la escuela normal.
Organizar los datos obtenidos y registrarlos en una tabla como la siguiente:
Tabla de talla y peso
Edad
Mujeres
Talla
Hombres
Peso
Talla
Peso
Cada equipo entrega a los demás la tabla que elaboró, para organizar y sistematizar el conjunto
de datos obtenidos por el grupo basándose en los siguientes indicadores:
a) El promedio de talla por edades registradas.
b) El promedio de peso por edades registradas.
c) Diferencias de talla y peso entre hombres y mujeres.
d) Promedio de talla entre hombres en los rangos 11-13 años; 14-16 años; 17 y 20 años.
e) Promedio de talla entre mujeres en los rangos señalados.
Explicar la información obtenida por cada equipo apoyándose en la tabla correspondiente.
En grupo, comentar y responder las siguientes preguntas:
•
¿Qué diferencias se observan entre la estatura y el peso de los hombres y de las mujeres en
los rangos señalados, relacionados con las tres fases de la adolescencia?
•
¿Qué diferencias en talla y peso identifican entre los adolescentes de la escuela secundaria y
los estudiantes de la escuela normal?
6. Analizar en forma individual los datos de la “Norma Oficial”, publicada por la Secretaría de Salud,
e identificar la información que se pide:
•
Variaciones de talla en mujeres entre 11 y 13 años; entre 14 y 16 años; entre 17 y 20 años.
•
Variaciones de talla en hombres entre 11 y 13 años; entre 14 y 16 años; entre 17 y 20 años.
En equipos, comparar los datos identificados en la “Norma Oficial” con los que se obtuvieron
para elaborar las tablas de las actividades anteriores y responder las siguientes preguntas para
exponer las respuestas al grupo:
•
¿Qué diferencias identifican y a qué pueden atribuirse?
•
¿Cómo se identifican las variaciones individuales o los cambios que se presentan en relación
con la evolución de las tendencias de talla y peso?
Analizar en grupo el siguiente problema y argumentar las opiniones con base en los
conocimientos que se han adquirido durante el curso:
•
Si tuvieras un alumno o una alumna de 13 años con una estatura de 1.35 m, ¿considerarías
que está fuera de las pautas generales de crecimiento y que por lo tanto requiere alguna
atención especial? ¿Por qué?
7. Leer de manera individual el texto de Eduardo Martí y elaborar un resumen con las ideas
principales del autor, respecto a los cambios físicos y de maduración sexual de los adolescentes.
Algunos aspectos que pueden incluirse en el resumen son:
7
•
Cómo se entiende la pubertad.
•
Principales cambios físicos en hombres y en mujeres.
•
Diferencias en la aparición de los cambios entre hombres y mujeres.
8. En equipos, comentar una de las siguientes ideas que con frecuencia se escuchan sobre los
adolescentes. Posteriormente, argumentar en grupo los acuerdos y desacuerdos:
•
Los hombres tienen más músculo y las mujeres tienen más grasa en el cuerpo.
•
Los hombres crecen más que las mujeres.
•
Las niñas se transforman “en mujeres” antes que los niños “en hombres”.
•
Un adolescente que ha crecido mucho ya piensa como los adultos y un adolescente que es
“bajito” todavía piensa como niño.
•
El cuerpo de las muchachas es esbelto y el de los muchachos es fuerte y corpulento.
9. En equipos, analizar uno de los siguientes casos:
Caso 1
Manuel era un muchacho sin cualidades notables. Era bajo para su edad, hablaba con voz
atiplada, demostraba talento artístico y era un poco “nenita” comparado con otros niños, lo cual
le costaba enfrentar constantes burlas en las clases. Jugaba de manera exagerada basquetbol y
comía desesperadamente con la idea de que así crecería unos cuantos centímetros y ya lo
invitarían a las fiestas o las muchachas saldrían con él y no estarían todo el tiempo soñando con
Carlos, ese grandulón y fortachón que todo lo sabe.
Anónimo
Caso 2
Mis manos y mis pies estaban... lejos de ser femeninos y delicados. Hacia los dieciséis años mis
senos eran rudimentarios brotes, podían ser considerados solamente como hinchazones de piel,
aun por el crítico más benévolo. La línea de mi cintura a mis rodillas caía recta, sin un pliegue
que alterara su dirección. Las niñas más jóvenes que yo se jactaban de tener que rasurarse bajo
sus brazos, en cambio, mis axilas estaban tan lisas como mi cara.
Maya Angelou
En equipo, comentar cada caso a partir de las siguientes preguntas y sintetizar las ideas:
•
¿Cómo te imaginas que se sentía el o la adolescente?
•
¿A qué crees que se debe el malestar que expresa?
•
¿Cómo es su desenvolvimiento personal?
•
¿Cuál es el trato que recibe de los otros compañeros?
•
La situación que se presenta, ¿afectaría su vida futura? ¿De qué manera?
Como actividad de cierre del bloque, analizar individualmente las siguientes afirmaciones y
presentar los argumentos a favor o en contra:
8
•
Los cambios físicos en los adolescentes están en estrecha relación con la edad y responden a
los patrones o pautas generales establecidas.
•
Los conflictos que enfrentan los adolescentes debido a los cambios físicos que experimentan
pueden afectar su relación con los otros.
BLOQUE II
LOS ASPECTOS BIOLÓGICOS DEL CRECIMIENTO Y DE LA MADURACIÓN SEXUAL
TEMAS
1. Los factores genéticos y nutricionales que influyen en el crecimiento y desarrollo de los
adolescentes.
•
El papel de la información genética en relación con los rasgos físicos, la estructura corporal y
la manifestación de caracteres sexuales secundarios.
•
Hábitos y costumbres en la alimentación de los adolescentes.
•
La importancia de una alimentación variada y equilibrada.
2. Principales problemas que enfrentan los adolescentes en relación con los hábitos alimentarios.
Su influencia en el crecimiento y desarrollo.
•
Anorexia y bulimia.
•
Obesidad.
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
•
Eisenstein, Evelyn (1995), “Nutrición y salud en la adolescencia”, en Matilde Maddaleno et al.
(eds.), La salud del adolescente y del joven, Washington, D. C., Organización Panamericana de
la Salud (Publicación científica, 552), pp. 144-154.
•
Kaplan, J. Louise (1996),“Anorexia nerviosa. Una búsqueda femenina de la perfección”, en
Adolescencia. El adiós a la infancia, 2ª ed., México, Paidós, (Psicología profunda, 106), pp. 217245.
•
Leal, Aníbal (1989),“Problemas de la alimentación: la obesidad, la anorexia y los festines”, en
Cómo sobrevivir la adolescencia de su adolescente, México, Javier Vergara, pp. 290-296.
•
López Munguía, Agustín (2000),“La moda alimenticia. El bocado light”, en Una mirada a la
ciencia. Antología de la revista ¿Cómo ves?, México, UNAM/SEP (Biblioteca para la actualización
del maestro), pp. 48-51.
•
Mondragón, Mariana (2000),“El determinismo genético”, en Una mirada a la ciencia. Antología
de la revista ¿Cómo ves?, México, UNAM/SEP (Biblioteca para la actualización del maestro), pp.
64-67.
•
Salcedo Meza, Concepción (2000),“La adicción por la delgadez”, en Una mirada a la ciencia.
Antología de la revista ¿Cómo ves?, México, UNAM/SEP (Biblioteca para la actualización del
maestro), pp. 44-46.
ACTIVIDADES SUGERIDAS
En parejas, analizar los siguientes textos:
Texto 1
Son muchos los estudios sobre diferentes poblaciones que muestran las variaciones de la
aceleración secular para grupos de individuos de diferentes niveles socioeconómicos. Uno de los más
antiguos data de 1884 y fue realizado por la British Association; en él ya se muestran marcadas
diferencias en la evolución de la estatura de niños pertenecientes a clases socioeconómicas diversas.
Otros estudios concuerdan en que el incremento de estatura en niños y adolescentes en función de
la edad recibe una fuerte influencia del ingreso, con el consiguiente perjuicio de los niveles menos
favorecidos. Se documentó el fenómeno inverso mostrando el aumento de la estatura y el peso en
adolescentes japoneses de la posguerra a causa de la mejora del patrón nutricional y de las
condiciones económicas del país... Es innegable la fuerza de la herencia en la determinación de la
estatura final del individuo, lo cual la hace tan previsible en los países desarrollados. No obstante se
sabe que la altura definitiva resulta de la acción del ambiente sobre el potencial genético que puede
9
verse afectada cuando el ambiente es adverso... Llama la atención la cantidad de adolescentes de
ambos sexos con diagnóstico de baja estatura que, junto al retraso en la maduración sexual,
presentan desnutrición en esta fase de la vida. Es pertinente recordar las correlaciones existentes
entre la altura y acontecimientos de la pubertad como el estiramiento, el tope de velocidad máxima,
el fin del crecimiento e incluso la menarquía...
Texto 2
La altura definitiva de su hijo depende de tres factores principales: herencia, nutrición y variación
individual. La herencia tiene un efecto obvio: padres altos tendrán hijos altos... Dado que algunos
estudios han demostrado que son los adultos de mayor estatura los que logran mayor éxito
material, los padres cuyos hijos están genéticamente destinados a ser bajos, a veces piden que les
administren hormonas del crecimiento. Con esto se logra que el niño crezca por encima de su
potencial genético...
Escribir las ideas personales que surjan de la lectura de los textos.
1. En forma individual, analizar el artículo de Mariana Mondragón y organizar un debate sobre el
determinismo genético en las características de los adolescentes. Una parte del grupo defenderá
la postura y otro argumentará en contra. Es conveniente consultar otras fuentes de información
para lograr una participación fundamentada.
2. Individualmente, escribir en tarjetas una opinión breve sobre las siguientes ideas que expresan
algunos adolescentes:
•
“Comas lo que comas, de todos modos creces, la estatura depende de cómo son tus papás”.
•
“No importa lo que comas, lo mejor es sentir el estómago lleno”.
•
“Las muchachas delgadas son las más atractivas”.
•
“Hacer una buena dieta y que bajes de peso es lo importante aunque te quedes con hambre,
¡la vanidad es primero!”.
Intercambiar las tarjetas con los compañeros de equipo.
3. Analizar individualmente el texto de Evelyn Eisenstein centrando la atención en las ideas que
expone la autora sobre los aspectos que se enuncian:
•
Influencia de la nutrición en el crecimiento de los adolescentes.
•
Necesidades nutricionales de los adolescentes.
•
Efectos de una alimentación inadecuada.
En grupo, comentar la información obtenida y, con base en ella, fundamentar los acuerdos o
desacuerdos personales con la opinión escrita en la tarjeta que cada quien tiene.
4. Individualmente, leer los textos de Aníbal Leal, Concepción Salcedo y Louise Kaplan y en equipo
elaborar tres cuadros como el siguiente, para registrar información sobre anorexia, obesidad y
bulimia.
Anorexia
Factores que originan
el trastorno
Características
Manifestaciones
Aníbal Leal
Concepción Salcedo
Louise Kaplan
Presentar los cuadros al grupo y explicar la información guiándose en los siguientes aspectos:
•
10
¿Qué relación puede identificarse entre los cambios físicos y los trastornos alimentarios como
la bulimia, la anorexia y la obesidad?
•
¿Cuáles son algunos de los factores que han influido en el incremento de los índices de estos
trastornos en adolescentes?
5. En la visita a la escuela secundaria, entrevistar a dos o tres adolescentes de diferente sexo y
preguntarles cuál o cuáles son sus personajes favoritos (cantantes, grupos musicales, actores de
cine o televisión). Registrar por escrito sus opiniones.
En equipo elaborar un registro estadístico con las opiniones que se presenten con mayor
frecuencia. Indagar las características físicas de esos modelos de hombre y de mujer y
responder las siguientes preguntas:
•
¿Qué aspectos pueden llamar la atención de los adolescentes hacia esos personajes?
•
¿Qué rasgos de ellos parecen imitar los adolescentes?
•
¿Cómo influirían estos modelos en las ideas que los adolescentes se formen del “ser hombre”
y “ser mujer”?
6. Preparar una mesa redonda con base en el siguiente procedimiento:
De manera voluntaria tres participantes investigan y obtienen información sobre uno de los
temas que se señalan:
a)
El tipo de alimentos que constituyen una dieta balanceada.
b)
Los alimentos light (qué son, qué contienen y efectos de su consumo frecuente).
c)
La modificación que se ha dado en los hábitos de alimentación (a qué se debe y a través de
qué medios se ha propiciado).
Todo el grupo analiza el texto de Agustín López Munguía con la finalidad de tener elementos que
fundamenten la participación colectiva.
Para llevar a cabo las actividades en la mesa redonda, cada “experto” presenta los resultados de
su investigación. Al término de la exposición, se abre una sesión de intervenciones en la que se
expongan de manera fundamentada los acuerdos o desacuerdos con los planteamientos
iniciales.
Como cierre de la actividad, elaborar conclusiones centradas en los puntos que se señalan:
•
La influencia de la publicidad en los hábitos de alimentación de los adolescentes.
•
Los efectos de los hábitos de alimentación inadecuada en el crecimiento y desarrollo de los
adolescentes.
BLOQUE III
EL PROCESAMIENTO PERSONAL Y SUBJETIVO DE LOS CAMBIOS BIOLÓGICOS
TEMAS
1. La imagen de sí mismo en relación con los cambios físicos y sexuales.
•
Las reacciones de valoración-devaluación de los adolescentes frente a los cambios biológicos.
•
Influencia de los medios de comunicación en la formación de imágenes y explicaciones en
relación con los cambios.
•
Influencia de las normas culturales en la adopción de la imagen de género.
2. Manifestaciones de los cambios físicos y de maduración sexual.
•
Nuevas relaciones con compañeros. La participación en grupos de ambos sexos.
•
El interés en el sexo complementario; el cortejo; el inicio de las relaciones de pareja.
3. Implicaciones de los cambios biológicos de los adolescentes en la vida familiar y escolar.
11
•
El papel de las culturas familiares más comunes en México sobre la vivencia del cambio y su
procesamiento personal y subjetivo.
•
El papel del maestro frente a los cambios de los adolescentes.
•
Actitudes de los adolescentes ante las tareas escolares, comunicación con el maestro,
convivencia con los compañeros.
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
•
Aguado, José Carlos (1995),“Sexualidad y adolescencia”, en La enseñanza de la Biología en la
escuela secundaria, audiocinta, México, SEP (Programa Nacional de Actualización Permanente).
•
Dubet, François y Danilo Martuccelli (1998),“Crecer”, “Grandes y pequeños”, “Chicas y
muchachos” y “El rostro y los sentimientos”, en En la escuela. Sociología de la experiencia
escolar, Eduardo Gudiño Kieffer (trad.), Barcelona, Losada, pp. 196-202 y 216-223.
•
Fierro, Alfredo (1997),“Temas adolescentes”, en Eduardo Martí y Javier Onrubia (coords.),
Psicología del desarrollo: el mundo del adolescente, Barcelona, ICE-Institut de Ciències de
l´Educació-Universitat de Barcelona/Horsori, (Cuadernos de formación del profesorado.
Educación secundaria, 8), pp. 79-86.
•
Giddens, Anthony (1991),“Género y sexualidad”, en Sociología, Madrid, Alianza, pp. 189-198.
•
Horwitz Campos, Nina (1995),“La socialización del adolescente y el joven: el papel de la familia”,
en Matilde Maddaleno et al. (eds.), La salud del adolescente y del joven, Washington, D. C.,
Organización Panamericana de la Salud (Publicación científica, 552), pp. 112-117.
•
Krauskopf, Dina (1995), “Los grupos de pares en la adolescencia”, en Matilde Maddaleno et al.
(eds.), La salud del adolescente y del joven, Washington, D. C., Organización Panamericana de
la Salud (Publicación científica, 552), pp. 118-124.
•
Noshpitz, Joseph D. (1995),“El encuentro con un cuerpo nuevo” y “Perturbaciones del
desarrollo”, en Matilde Maddaleno et al. (eds.), La salud del adolescente y del joven,
Washington, D. C., Organización Panamericana de la Salud (Publicación científica, 552), pp. 105111.
ACTIVIDADES SUGERIDAS
1. Escribir tres ideas precisas que respondan a estas preguntas:
a) Cuando inició tu adolescencia, ¿cómo viviste los cambios físicos que experimentabas?, ¿cómo
te sentías?, ¿qué actitudes asumías con tu familia, con tus amigos y en la escuela?
2. Analizar individualmente los casos siguientes:
Caso 1
Sábado 13 de abril
Hoy me peleé con Eduardo. Siempre anda haciéndose el gracioso. Mamá dice que así son los
hermanos, pero ¡a él qué le importa si tengo granitos en la cara! Es mi cara, no la de él. Me
fastidia cuando dice que Héctor nunca se va a fijar en mí porque las otras niñas son más
bonitas. ¡No es cierto, no es cierto! Soy diferente, pero no fea. De eso estoy segura. ¡Ya quisiera
él mi cara para un domingo de paseo! Para colmo, me lavé el pelo con el jabón de pasta y siento
que tengo un zacate en la cabeza. Sin el “secreto de familia” de Griselda no me queda tan suave
como a ella. Me la va a pagar.
Jueves 18 de abril
...Me choca Lucero, sólo lo hizo para llamar la atención de Héctor. Me choca esa niña presumida.
¡Como es la única a la que le han crecido los pechos, se siente la muy señorita!
A Lupe también le están saliendo espinillas y quedamos de acuerdo en preguntar qué hacer en
esos casos. Luego se nos ocurrió buscar secretos de belleza para estar muy lindas el día de la
fiesta. Quedamos en invitar a Griselda, pero sólo si nos da su “secreto de familia”.
12
Caso 2
Estaba pasando por una época difícil: estaba feísima con una total falta de tacto, mi padre solía
hacer comentarios sobre mi cutis, mi acné y mi torpeza, lo que sólo hacía que me sintiera aún
más desdichada.
Simone de Beauvoir, Memoirs of a Dutiful Daughter
Caso 3
La adolescencia es una de las mejores épocas en la vida. Dejas de ser el chiquito al que todos
tienen que cuidar, empiezas a “madurar” y a asumir tus responsabilidades.
Rodrigo, 15 años
En equipo comentar los casos a partir de las preguntas que se presentan:
•
¿En qué casos se identifican actitudes de valoración o de devaluación?
•
¿Qué factores crees que influyen en la manifestación de tales actitudes?
3. Con base en el texto de Joseph Noshpitz, en equipo elaborar explicaciones acerca de las diversas
formas de actuar, de sentirse, de relacionarse con los demás, de percibirse a sí mismo y de
percibir al mundo (entre otras) que están vinculadas con los cambios físicos que experimentan
los adolescentes.
4. Leer en forma individual el texto de Anthony Giddens, reflexionar a partir de las preguntas
siguientes y anotar las opiniones:
•
¿Por qué se señala que lo masculino y lo femenino son construcciones sociales?
•
¿Qué influencia ejercen los medios de comunicación para formar en los adolescentes la
imagen de “ser hombre” o “ser mujer”?
•
¿Qué papel juegan las normas culturales en las ideas que cada quien se forma respecto a
“ser hombre” o “ser mujer”?
5. El siguiente conjunto de actividades tiene como finalidad obtener y analizar demanera crítica la
información acerca de los medios de comunicación que prefieren los estudiantes de secundaria.
a) En grupo, elaborar preguntas para diseñar una encuesta que todos puedan aplicar con dos o
tres alumnos de cada uno de los grados de secundaria.
b) Para redactar las preguntas se sugieren los siguientes temas:
Revistas comerciales.
•
Programas de radio.
•
Historietas.
•
Comerciales publicitarios.
•
Programas de televisión.
c) En equipo, elaborar un registro estadístico de las preferencias más recurrentes de las
alumnas, y las más recurrentes en los alumnos.
d) Elegir dos de los temas para obtener la siguiente información:
•
Mensajes que proporcionan. Tipos de imágenes.
•
Estereotipos que fomentan.
•
Roles en relación con el género.
•
Modelos que promueven.
e) Exponer en grupo los resultados del análisis de los equipos y, tomando en cuenta lo que han
observado en los adolescentes en la escuela secundaria, responder la pregunta siguiente:
13
•
¿Cómo influyen los modelos y la información que se promueven a través de los medios
de comunicación, en las ideas y el desenvolvimiento de los adolescentes, en sus
actitudes y en sus relaciones con los demás?
6. De manera individual, leer los textos de Alfredo Fierro (pp. 79-86) y de François Dubet (pp. 216223) y anotar las ideas principales de los autores sobre:
•
Las relaciones con el sexo complementario.
•
La amistad entre adolescentes.
•
El coqueteo y el inicio de las relaciones de pareja.
•
Las fantasías de los adolescentes.
•
Los problemas de convivencia entre compañeros.
7. Analizar la información contenida en el audio de José Carlos Aguado y tomar notas individuales
de los aspectos que se consideren relevantes.
A partir de los conocimientos adquiridos y utilizando la información del audio, elaborar
explicaciones referentes a los siguientes aspectos:
•
Cómo se entiende la sexualidad.
•
El papel que juega la cultura en los estilos de cortejo.
•
El inicio de las relaciones de pareja.
•
Las ideas predominantes en nuestra sociedad acerca de “ser hombre” y de “ser mujer”.
8. A partir de la información obtenida en las actividades anteriores, comentar en grupo las
cuestiones siguientes:
•
¿Cómo se manifiestan en los adolescentes los cambios físicos y de maduración sexual?
•
¿Cómo influyen o pueden influir en su desenvolvimiento personal o en el ámbito escolar?
•
¿Qué repercusiones tienen en las relaciones con sus iguales?
9. A continuación se presenta una serie de opiniones, expresadas por adolescentes, con la finalidad
de involucrar a los estudiantes normalistas en la reflexión de situaciones reales. A partir de este
ejercicio, los estudiantes podrán identificar el tipo de orientaciones requeridas y la actitud a
asumir.
Para el análisis de estos casos se sugiere, en equipo, comentar dos o tres y responder las
preguntas que se formulan:
Caso 1
Nosotros en general no les hablamos de noviazgo, ni de sexo porque no nos entienden y todo lo
echan a perder con consejos y recomendaciones.
Rodrigo A., 14 años
Caso 2
Me encanta estar en casa porque siempre la pasamos bien juntos. Mamá y papá siempre están
riendo y bromeando. Es raro que discutamos, pero cuando lo hacemos lo superamos
rápidamente. Nadie guarda rencor. De verdad somos felices juntos.
Anónimo
Caso 3
Cuando los papás no nos explican el porqué de las prohibiciones, nos confundimos tanto que
entonces queremos probar lo prohibido.
Tania P., 17 años
•
14
¿Cómo puede influir la comunicación en la familia sobre las formas en que los adolescentes
viven los cambios físicos y emocionales?
•
¿Qué características pueden tener las relaciones de los adolescentes con su familia durante
los procesos de cambios físicos?
•
¿Cómo repercuten las relaciones que se establecen en la familia sobre la imagen que se
forman los adolescentes de sí mismos?
Caso 4
Desde secundaria te empiezas a identificar con un determinado grupo de personas, no sólo por
tu forma de vestir, sino de pensar, valores y educación, que se van conjuntando hasta que
forman tu grupo. El intercambio de ideas es muy importante, desde contar tus problemas hasta
oír los de los demás, enriquecerte con sus experiencias, saber que cuentas con una mano, con
un amigo.
Rodrigo A., 19 años
Caso 5
Es difícil destacar e incluso entrar en un grupo; yo tuve que llegar a los golpes para que me
dieran mi lugar.
Adriana R., 16 años
Caso 6
A mis amigos no les importa que yo sea mejor en matemáticas que cualquiera de ellos. Incluso
me llaman “profesor” amigablemente. Pero me preocupa que, si soy mucho mejor que todos los
demás en todas las materias, me puedan llegar a decir que soy medio raro y que pierda a todos
mis amigos.
Daniel, 12 años
•
¿Qué aspectos favorecen y cuáles obstaculizan que un adolescente sea aceptado en un
grupo?
•
¿Cómo influyen los grupos en el desenvolvimiento personal y en las decisiones de los
adolescentes?
•
¿Qué situaciones pueden ocasionar dificultades en los grupos de adolescentes?
10. Analizar los textos de Nina Horwits y de Dina Krauskopf, contrastar los planteamientos de las
autoras con las respuestas que se dieron a los casos anteriores. Elaborar conclusiones respecto a
las implicaciones de los cambios físicos en la vida familiar y en la convivencia con los
compañeros.
11. Analizar individualmente las páginas 196 a 202 del texto de François Dubet. En grupo,
comentar:
•
Qué situaciones identifican en el texto que comúnmente ocurren en el ambiente escolar.
•
La influencia de los adultos en las “tensiones que viven los adolescentes”.
•
Los elementos que están presentes en el proceso de adaptación de los adolescentes al
ambiente de la escuela secundaria.
•
Las formas a través de las cuales los adolescentes tienden a expresar sus gustos y sus
formas de pensar, sus deseos de “ser grandes”, sus preocupaciones, sus miedos...
•
Las actitudes que asumen frente a las responsabilidades que les corresponde asumir de
acuerdo con su género.
12. Durante las visitas a la escuela secundaria, observar a los adolescentes en diferentes momentos
y registrar por escrito las observaciones. Para guiar la actividad, algunos referentes pueden ser:
•
Las actitudes que manifiestan los alumnos hacia los compañeros que tienen características
físicas particulares.
•
El trato de los maestros a los alumnos que hacen preguntas o comentarios sobre los cambios
físicos o sus manifestaciones.
15
•
Las actitudes que asumen los maestros cuando los alumnos se burlan o ridiculizan a otros
compañeros.
•
El trato diferenciado de las maestras y los maestros hacia las alumnas y hacia los alumnos.
•
Las diferentes formas de relación entre los alumnos en la escuela.
•
Las actividades que realizan dentro de la escuela en el tiempo libre (juegos, deportes, entre
otras).
•
La comunicación entre los estudiantes y el personal que labora en la escuela y el trato que
reciben de él (autoridades, maestros, prefectos y personal de asistencia educativa).
•
El trato de los padres de familia hacia sus hijos en la escuela.
•
Las principales preocupaciones que comparten los padres con los maestros acerca de sus
hijos.
13. Seleccionar y analizar alguna película cuyo contenido se relacione con los temas estudiados.
Algunos ejemplos pueden ser: Mente indomable, dirigida por Allan A. Goldstein, Martín Hache,
de Adolfo Aristerain, entre otras.
14. Para finalizar, los estudiantes elaboran individualmente un escrito en el que expresan sus
reflexiones personales sobre el curso. Algunos títulos que pueden ser útiles para elaborar el
texto se presentan enseguida:
16
•
Mis desafíos como futuro profesor de adolescentes.
•
El significado del respeto a la diversidad en el trato con los adolescentes.
•
La escuela secundaria, un espacio de convivencia entre maestros y adolescentes.
MATERIAL
DE
APOYO
17
18
EL DESARROLLO HUMANO
LA PUBERTAD Y LA ADOLESCENCIA
Si comparamos las conductas de niños y
jóvenes nos damos cuenta rápidamente de
que durante un período que podemos situar
entre los doce y los quince años (con el riesgo
de fijar arbitrariamente unos límites), se
producen cambios profundos en los sujetos
que se manifiestan en todo lo que hacen. Los
niños y niñas dejan de serlo para pasar a
convertirse en adolescentes. Esos cambios son
tanto físicos como Psicológicos o sociales. Por
decirlo brevemente y de una manera muy
esquemática, desde el punto de vista físico se
observa una gran aceleración del crecimiento,
pero también cambios en la forma del cuerpo;
desde el punto de vista Psicológico, una
manera diferente de abordar los problemas y
de entender la realidad y la vida, que va unida
a capacidades intelectuales muy superiores y
a un gusto por lo abstracto y por el
pensamiento; desde el punto de vista social,
el establecimiento de unas relaciones distintas
con el grupo de los coetáneos y con los
adultos, y la búsqueda de un lugar propio en
la sociedad. En este capítulo y los dos
siguientes vamos a ir examinando estos
distintos
cambios,
comenzando
por
el
desarrollo físico.
Los cambios físicos en la adolescencia
Aunque los cambios en el crecimiento no
constituyen los únicos fenómenos que se
producen en la adolescencia, sin embargo
resultan los más llamativos a primera vista,
porque son muy evidentes. Además están
estrechamente relacionados con los cambios
sociales, pues son los que van a posibilitar
que los jóvenes se inserten en la sociedad
adulta. Durante este período los humanos
alcanzan su capacidad reproductiva, lo cual
constituye un índice esencial de la llegada a la
etapa adulta.
El comienzo de la adolescencia viene marcado
por modificaciones físicas muy aparentes que
constituyen lo que se denomina la pubertad.
Pero la pubertad es un fenómeno físico que
conviene diferenciar de la adolescencia, la
cual, como veremos, depende mucho de
factores del ambiente social. Desde el punto
de vista físico y fisiológico, se producen
transformaciones de una profundidad y
rapidez muy superiores a las de la etapa
anterior y que sólo tienen comparación con las
que habían tenido lugar durante la etapa fetal
y los momentos posteriores al nacimiento. El
cambio físico más evidente se refiere al
tamaño y la forma del cuerpo y también al
desarrollo de los órganos reproductivos, pero
además de eso hay otros muchos cambios
menos visibles, por lo que el proceso de
desarrollo físico es bastante complejo. No
podemos entrar aquí en todos los detalles de
este fenómeno, que han sido estudiados con
bastante cuidado. Entre los autores que han
contribuido a nuestro conocimiento de este
tema se encuentra James M. Tanner, autor de
numerosas monografías y estudios de
conjunto sobre el desarrollo físico del hombre.
En las páginas que siguen nos vamos a
apoyar, como hace la mayor parte de los que
se ocupan de este tema, en sus diversos
escritos, especialmente en sus trabajos de
1961, 1970 y 1978. Un tratamiento extenso
de los distintos problemas del crecimiento
puede verse en Falkner y Tanner (1986).
Como decimos, al comienzo de la adolescencia
se produce una importante aceleración del
crecimiento, en talla y pesos, que se había ido
ralentizando después del nacimiento. En el
capítulo 8 habíamos recogido las tablas que
reflejan ese crecimiento en cifras absolutas,
así como las referentes al incremento en talla
y peso, expresado en centímetros o kilos por
año. Como se ve en las figuras 8.2 (que
reproducen los datos de Hernández y
colaboradores sobre niños-as españoles), en
un determinado momento se produce un
rápido
aumento
en
la
velocidad
de
crecimiento. Puede observarse en las figuras
que la aceleración alcanza su máximo hacia
los 12 años en las niñas y hacia los 14 años
en los niños y puede llegar a un aumento de
talla de 12 centímetros en un año en los
chicos y 9 centímetros por año en las chicas,
siendo
la
media
de
8,8
y
7cm,
respectivamente. Algo semejante sucede con
el peso, como se aprecia en las figuras.
Los cambios en el adolescente son producidos
por las hormonas, algunas de las cuales
aparecen por primera vez mientras que otras
simplemente se producen en cantidades
mucho mayores que anteriormente. Cada
hormona actúa sobre diversos receptores y,
por ejemplo, la testosterona actúa sobre
receptores en las células del pene, la piel de la
cara, los cartílagos de las uniones del hombro
y algunas partes del cerebro. Los cambios que
producen estas hormonas afectan al aumento
de la longitud del cuerpo, a su forma y a las
19
relaciones entre las partes, al desarrollo de los
órganos reproductivos y a los caracteres
sexuales secundarios. Muchos aspectos del
crecimiento son semejantes en varones y
hembras, mientras que otros son específicos.
El control hormonal del crecimiento es
diferente del que se producía en etapas
anteriores, y quizá por ello, el crecimiento de
la adolescencia es independiente del que tuvo
lugar antes, de tal forma que, durante la
adolescencia, un chico o chica pueden cambiar
su estatura en relación a los de su edad,
convirtiéndose en más alto/a o más bajo/a de
lo que era antes respecto a la media. Además,
las diferencias entre unos individuos y otros
respecto al momento en que comienzan los
cambios, como veremos en breve, pueden ser
muy grandes.
En los varones se produce un crecimiento de
los músculos muy superior al de las chicas,
estableciéndose unas diferencias que antes
eran desconocidas. En la gráfica de la figura
21.1 se recogen los datos referentes a los
cambios de fuerza en el brazo, basados en un
estudio longitudinal desde los 11 a los 17
años. La medida de tirar con el brazo se
refiere a separar las manos, colocadas delante
del pecho, agarrando las asas de un
dinamómetro, y la de empujar, al movimiento
inverso. Las diferencias, que eran apenas
perceptibles a los once años, se empiezan a
agrandar a partir de los trece años,
alcanzando cifras muy distintas a los 17, que
hacen que la fuerza de los varones sea doble
que la de las mujeres.
Al mismo tiempo se produce también en los
varones un mayor desarrollo del corazón y los
pulmones, una mayor presión sistólica
sanguínea, un ritmo cardíaco más lento y una
mayor capacidad para transportar oxígeno en
la sangre, así como más posibilidades para
20
eliminar los productos de desecho del ejercicio
muscular, tales como el ácido láctico. Tañer
señala que todos estos cambios hacen al
varón más capaz de realizar ejercicio físico, y
de luchar, cazar, transportar objetos pesados
y, en una palabra, le convierten en un ser
bien adaptado a la vida de cazadores y
recolectores que nuestros antepasados han
realizado durante cientos de miles de años,
hasta una etapa relativamente próxima en el
tiempo, que se puede remontar a unos diez
mil años. Estas características, en cambio,
parecen menos útiles y ese dimorfismo sexual
menos importante en una sociedad como la
nuestra en que la mayor parte de las tareas
que se realizan no implican grandes esfuerzos
físicos y en que se busca la igualdad entre los
individuos de distinto sexo. Pero sea como
fuere, sucede así, y los cambios que están
teniendo lugar en nuestra vida no van a
alterar en poco tiempo las adaptaciones que
se han producido de la misma manera desde
hace muchos miles de años.
El desarrollo, que hasta ahora había sido muy
parecido en varones y mujeres, se diferencia,
pues, con claridad. El hecho de que se
produzca el “estirón” de la adolescencia con
unos dos años de adelanto en las mujeres
respecto a los hombres, hace que, aunque la
talla final de éstas sea menor, durante un
tiempo las chicas son más grandes que sus
compañeros de la misma edad. Algo parecido
sucede desde el punto de vista de la fuerza
muscular. Aunque ésta es mayor en los
hombres, como el desarrollo rápido empieza
antes en las mujeres, éstas les aventajan en
la fuerza para empujar durante un tiempo,
para luego invertirse la situación. En
atletismo, por ejemplo, los récords masculinos
son siempre superiores a los femeninos.
El desarrollo de los caracteres sexuales
Desde el punto de vista del desarrollo del
sistema reproductivo, en los varones se
produce una secuencia de acontecimientos
que Tanner describe de la siguiente manera:
El primer signo de pubertad en el chico es
usualmente una aceleración del crecimiento
de
los
testículos
y
el
escroto
con
enrojecimientos y arrugamiento de la piel.
Hacia la misma época puede empezar un débil
crecimiento
del
pelo
púbico,
aunque
usualmente tiene lugar un poquito más tarde.
El estirón en la estatura y el crecimiento del
pene
comienza
por
término
medio
aproximadamente un año después de la
primera
aceleración
testicular.
Concomitantemente con el crecimiento el
pene, y bajo los mismo estímulos, las
vesículas seminales y la próstata y las
glándulas bulbouretrales se ensanchan y
desarrollan. El momento de la primera
eyaculación de líquido seminal está, en alguna
medida, determinado tanto cultural como
biológicamente, pero generalmente tiene lugar
durante la adolescencia y alrededor de un año
después del comienzo del crecimiento
acelerado del pene [Tanner, 1970, p. 917].
En las chicas, los primeros signos de la
pubertad son el crecimiento de los pechos y la
aparición de pelo púbico, al mismo tiempo que
se desarrolla el útero y la vagina. La
menarquía, el primer período menstrual,
aparece más tarde y tiene lugar, casi siempre,
con posterioridad al vértice del estirón.
Aunque supone el comienzo de la madurez
uterina, todavía no se alcanza una función
reproductiva completa, sino que hay un
período de esterilidad que dura entre un año y
año y medio después de la menarquía. Tanner
señala que las chicas crecen alrededor de seis
centímetros más después de la primera
menstruación.
FIGURA 21.2. La pubertad en chicos y chicas.
Representación de la secuencia de cambios que tienen
lugar en la adolescencia. La figura de arriba se refiere
a los cambios en las chicas. Las cifras indican la
variabilidad que puede producirse entre distintos
individuos (tomada de Tanner, 1978).
En la figura 21.2 se reproduce un diagrama de
Marshall y Tañer (Tañer, 1978, fig. 22), que
se recoge en casi todos los textos, en donde
aparecen resumidos los cambios que tienen
lugar durante la adolescencia en chicas y
chicos referido a la población británica. En las
gráficas hay contenida de forma condensada
una gran cantidad de información. En
la
gráfica superior, referente a las chicas, se
señala primero el estirón respecto a la talla
que se produce, por término medio, hacia los
12 años. Pero hay variaciones individuales y
debajo se indican las edades extremas, que
pueden ir desde los nueve años y medio hasta
lo catorce años y medio, lo que quiere decir
que en algunas niñas puede producirse mucho
antes que en otras. En la línea siguiente están
los datos referentes a la menarquía, que se
produce hacia los 13 años, por término medio,
pero que puede variar entre los diez y medio y
los dieciséis y medio. En la tercera línea
aparecen los datos relativos al crecimiento de
los pechos y los números 2, 3, 4 y 5 hacen
referencia a estándares convencionales sobre
el tamaño de los pechos (pueden verse en
Tanner, 1978, p.197). El nivel 5, por ejemplo,
constituye el desarrollo completo de los
pechos que se produce hacia los quince años,
pero que puede variar entre los 12 y los 18.
Lo mismo puede decirse respecto al vello
púbico, que aparece también referido a unos
estándares. En éstos la puntuación 1
corresponde al nivel prepubescente y la 5 al
adulto.
La gráfica inferior contiene datos semejantes,
pero
correspondientes
a
los
chicos;
comparándolos se pueden ver las diferencias
referidas al estirón de la talla. En la segunda
línea, los datos relativos al pene indican que la
aceleración del crecimiento comienza hacia los
doce años y medio, y se completa hacia los
catorce años y medio. Pero los números
situados debajo de la barra negra nos indican
que puede empezar ya a los diez años y
medio, o retrasarse el comienza hasta los
catorce años y medio. Se puede completar en
los sujetos avanzados a los doce y medio o no
tener lugar hasta los dieciséis y medio. Los
datos de la tercera línea se refieren al
desarrollo de los testículos, que empieza a los
once años y medio, y se completa hacia los
quince, aunque con diferencias individuales
que se señalan debajo. El nivel genital o el del
vello púbico están referidos, como en el caso
de los pechos en las chicas, a unos estándares
organizados en cinco categorías (que pueden
verse en Tañer, 1978, pp. 198-199).
21
Diferencias individuales
Como se desprende de lo que acabamos de
señalar, aunque el orden de sucesión del
desarrollo de los distintos aspectos se
producen en todos los individuos de la misma
manera, o de forma muy semejante, sin
embargo existen notables diferencias entre
sujetos en cuanto a la edad de comienzo y
terminación.
La figura 21.4 ilustra de forma gráfica estas
diferencias de velocidad que a veces son muy
llamativas. En la parte superior aparecen tres
chicos todos exactamente de catorce años y
nueve meses, y en la parte inferior tres chicas
de doce años y nueve meses, todos ellos
completamente normales y sanos y que, sin
embargo, presentan diferencias de desarrollo
muy marcadas.
La figura 21.3 refleja, en la parte de arriba, el
momento en que se produce el estirón
adolescente de cinco varones distintos de un
estadio inglés. Cuando se superponen unas a
otras (como se hace en la gráfica de abajo) se
observa que tienen todas las mismas formas,
aunque los chicos que comienzan el estirón
antes presentan un incremento de talla
mayor. La línea de puntos representa la media
de los datos individuales.
22
Estas diferencias individuales, aunque no
tienen efectos con respecto al resultado final,
y no predicen cuál va a ser la estatura final
alcanzada, pueden tener, sin embargo,
consecuencias psicológicas muy importantes
que no deben desdeñarse. Recordemos que
durante la etapa de la adolescencia los
jóvenes son especialmente susceptibles y se
sienten como centro de las miradas de los
demás en una manifestación de egocentrismo
de carácter social. Intentar conformarse al
grupo y adaptarse a los estándares de los
coetáneos es una de las tendencias más
acusadas en los adolescentes y, por ello, un
crecimiento demasiado rápido, o sobre todo
un crecimiento que tarde mucho en empezar,
pueden verse como divergentes respecto a la
media y producir gran preocupación en el
sujeto. Un desarrollo retrasado en un chico
puede suponer también menos fuerza menos
rapidez en relación a sus compañeros, y peor
participación en actividades deportivas, así
como sentirse niño todavía mientras los
compañeros se sienten adultos. Esto tiene
influencias, a su vez, sobre las relaciones con
el otro sexo, que comienzan tímidamente en
esta época. Todo esto puede afectar
Psicológicamente a la chica o al chico, pero
esos efectos pueden atajarse o combatirse
mediante una información adecuada que
pueden proporcionar los adultos, padres,
profesores o médicos, explicando que la
velocidad de desarrollo y el momento en que
se produce es propia de cada individuo y no
tiene más que consecuencias muy pasajeras.
Las diferencias de tamaño y forma del cuerpo
están determinadas por factores genéticos y
ambientales, aunque la forma está más
controlada por factores hereditarios que el
tamaño, el cual depende mucho de la
alimentación, el ejercicio
y otros factores
externos. Los gemelos monocigóticos, es
decir, los que provienen de la división de un
mismo cigoto, tienen exactamente la misma
dotación genética, y generalmente son muy
parecidos. Sin embargo, cuando se han criado
en distintos medios y circunstancias diferentes
pueden llegar a tener un aspecto físico muy
distinto, como se muest4ra en la figura 21.5,
que representa a un par de gemelos
homocigóticos criados desde el nacimiento en
ambientes diversos.
El dimorfismo sexual
Junto a los cambios que hemos venido
señalando hay otros muchos, algunos de los
cuales presentan características diferentes en
varones y mujeres. Por ejemplo, la aparición
del pelo en la cara de los varones, que sigue
un orden definido empezando por los ángulos
del labio superior y terminando por la parte
inferior de la barbilla.
Se producen también cambios en las
glándulas de la piel que, sobre todo en las
axilas y las regiones anales y genitales, dan
lugar a un olor característico, más marcado en
los varones que en las mujeres. Por efecto de
la actividad andrógena, se producen cambios
en la piel, con un aumento de los poros que
puede provocar acné y que, por el origen
andrógeno, es más frecuente en los varones
que en las chicas. Esos molestos granos, que
generalmente desaparecen solos, pueden
constituir un motivo de preocupación para sus
portadores en este período en que, como
venimos
señalando,
el
aspecto
físico
constituye uno de los elementos importantes
de la identificación.
Otro cambio notable que se produce en la
adolescencia es el que tiene lugar en la voz,
más marcado en los varones que en las
mujeres, y que se produce relativamente
tarde. Se debe al aumento de la laringe y al
alargamiento de las cuerdas vocales y da
lugar a modificaciones en el tono y también en
el timbre.
En algunas especies de primates, las
diferencias entre el macho y la hembra son
escasas, mientras que en otras son muy
notables. El hombre ocupa una posición
intermedia, y esas diferencias están presentes
desde el momento del nacimiento, pero se
incrementan
durante
la
pubertad.
Las
diferencias más notables son la mayor talla
del varón, mayor amplitud de hombros y más
masa muscular, así como pelo en la cara y
más pelo en el cuerpo, mientras que las
mujeres presentan pechos más abultados y
caderas más anchas, con más curvas.
FIGURA 21.5 Gemelos monocigóticos criados en
diferentes medios. Aunque los gemelos monocigóticos,
que tienen exactamente la misma dotación genética,
suelen ser muy parecidos físicamente, sin embargo,
cuando se han criado en condiciones muy distintas
pueden presentar diferencias acusadas, como sucede
en la pareja que aquí se muestra. Esto pone de
manifiesto la interacción entre factores genéticos y
ambientales (tomada de Tanner, 1978)
Según Tanner, varios de estos caracteres
diferenciales pueden haber perdido su función
originaria y haberse convertido simplemente
en signos-estímulo para otros miembros de la
especie que desencadenan determinadas
conductas, por ejemplo, en el terreno de la
reproducción. Entre ellos se podría contar el
pelo púbico o el pelo de las axilas que está
relacionado
histológicamente
con
las
glándulas odoríferas de otros mamíferos. En
todo caso, muchos de los caracteres sexuales,
23
como la forma de las caderas, los pechos o los
rasgos de la cara, así como en general la
forma
del
cuerpo,
son
elementos
desencadenantes
de
las
conductas
de
emparejamiento, aunque sea de una forma
muy mediada y mucho menos directa que en
los restantes mamíferos. Pero todo eso tiene
unas influencias psicológicas innegables, ya
que determinan en una medida importante las
relaciones del individuo con los otros, del sexo
contrario y del mismo sexo.
La aceleración del desarrollo
Aunque parece que los cambios que se
producen en la pubertad suceden de la misma
manera que hace miles de años, sin embargo
se
están
produciendo
importantes
modificaciones en la cuantía del desarrollo
físico y la velocidad a la que se produce, lo
que se denomina la tendencia secular.
No disponemos de datos fiables de épocas
alejadas, pero sí de períodos más recientes, y
se observa una tendencia a un aumento de la
estatura, que además se va acelerando.
Según los datos recogidos por Tañer, en la
Europa occidental los hombres apenas
aumentaron su estatura entre 1760 y 1830,
mientras que entre 1830 y 1880 hubo un
aumento medio de 3 milímetros por cada
década y desde 1880 a 1960 un aumento de 6
milímetros por década.
Pero además de esto hay un aumento en la
velocidad de crecimiento. En épocas pasadas,
la estatura adulta no se alcanzaba hasta los
veinticinco años mientras que ahora se
alcanza, en los varones, hacia los 18 ó 19. Los
niños crecen bastante más deprisa que antes
y esta tendencia ha comenzado hace tiempo,
pues en 1876 un médico inglés señalaba que
los chicos de nueve años pesaban en ese
momento lo mismo que los de diez años en
1833.
Quizá un índice todavía más llamativo de esta
aceleración es el relativo a la aparición de la
primera menstruación en las chicas, que se
denomina menarquía. En la figura 21.6 se
reproducen datos según los cuales en algunos
países como Finlandia se ha rebajado la edad
de la menarquía desde cerca de los diecisiete
años a poco más de los trece, en un período
de algo más de un siglo. De muchos países no
hay datos tan antiguos, pero en los más
recientes se manifiesta la misma tendencia.
Antes un factor muy importante en la edad de
aparición de la menstruación era el nivel
económico, que en las clases desfavorecidas
se traducía en un retraso. Pero en la
actualidad, en los países occidentales ha
dejado de tener efectos, y el factor más
determinante ha pasado a ser el número de
hijos en la familia. En Inglaterra, la edad
media de la menarquía para hijas únicas es de
trece años; para chicas con un hermano, trece
años y dos meses; con dos hermanos, trece
años y cuatro meses; con tres hermanos y
más, trece años y siete meses.
Posiblemente los factores que más influyen
sobre esta aceleración son múltiples, pero
entre ellos la nutrición parece tener una
considerable importancia, junto con la
disminución de las enfermedades, mientras
que el clima, que a veces se ha mencionado
como factor importante, parece tener menos
relevancia. En la actualidad la edad media de
la menarquía en las poblaciones occidentales
bien alimentadas se sitúa entre los doce años
y ocho meses y trece años y dos meses,
mientras que en la meseta de Nueva Guinea
es de dieciocho años y en África Central de
diecisiete años, aunque las africanas bien
24
alimentadas tienen una edad media de catorce
años y cuatro meses o menos, comparable
con la de las europeas. Vivir en una zona rural
o urbana constituye también un factor
importante, como se muestra en la figura
21.7, ligado posiblemente a las diferencias en
las condiciones de vida. Así, mientras que en
Finlandia las diferencias entre el medio urbano
y rural son pequeñas, entre las bantúes de
África del Sur son mucho más amplias.
25
¿QUÉ ESTÁN VIVIENDO LOS
JÓVENES?: UNA ETAPA DE
CAMBIOS
SE SUELE CONFUNDIR LA PUBERTAD CON LA
ADOLESCENCIA; a veces se las trata como si
fueran una misma etapa, o se asocian los
cambios físicos con la primera y la adecuación
a éstos con la segunda. Aunque hay algo de
cierto en ello, existen otras diferencias
importantes entre ambas, como se verá a
continuación.
La pubertad
El periodo de la pubertad transcurre entre los
nueve y los trece años de edad y es la etapa
en la que el individuo alcanza la madurez
sexual, es decir, cuando sus órganos genitales
empiezan a funcionar. La palabra viene del
latín pubertas, que significa “edad de la
virilidad”; en ella el individu9o se transforma
en hombre o en mujer. El vocablo pubesceré
también está relacionado, y significa “cubrirse
de pelo”. Así, la pubertad se inicia con los
primeros cambios en el cuerpo y termina
cuando éste ya tiene la estructura y
apariencia adultas. Digamos que es una etapa
intermedia que comparte tramos con la niñez
y con la adolescencia.
Aunque los significados e interpretaciones de
estos periodos de la vida –la pubertad y la
adolescencia- dependan mucho de la cultura
en la que esté, los cambios físicos se
presentan de manera general e invariable y
acompañados de alteraciones psicológicas,
emocionales y temperamentales. Es tan así
que en la época de Aristóteles existía la
preocupación de saber qué era lo que hacía
que se desencadenaran los cambios, sin falta,
en esa etapa particular de la vida, y se
observaba, ya entonces, que éstos venían
acompañados de cambios en la conducta y el
carácter [Hurlock 1994].
La pubertad se refiere específicamente a los
cambios físicos y fisiológicos relacionados con
la madurez sexual, y la adolescencia abarca
más bien los cambios emocionales, de
conducta, de carácter y de posición dentro de
la sociedad. Ahora bien, eso no implica que
mientras se están dando los cambios físicos
no haya alteraciones conductuales, ni que
durante la adaptación y los cambios
psicológicos, el desarrollo físico ya haya
terminado por completo. La pubertad es el
periodo en el que con mayo velocidad e
26
intensidad se presentan cambios en todas las
áreas.
LOS CAMBIOS FÍSICOS
¿A qué se deben estos cambios? A una
determinada edad –que varía dependiendo del
individuo, de su salud general y de las
características
genéticas y raciales-, la
hipófisis o glándula pituitaria empieza a
producir
principalmente
dos
hormonas
relacionadas con el desarrollo: La hormona del
crecimiento y la hormona gonadotropina.
La hormona del crecimiento está asociada con
el aumento de talla en general, hecho muy
característico en este periodo. Tanto los niños
como las niñas crecen mucho en poco tiempo.
Este fenómeno se suele presentar primero en
las mujeres, lo que hace que entre los once y
los más varonil y madura. En general, tanto el
desarrollo físico como el emocional se dan
primero en las mujeres que en los hombres;
no obstante, existen excepciones pues hay
algunos hombres que a los doce años ya han
crecido mucho, y sobresalen o se ven distintos
del resto de sus compañeros. Esta situación
los hace sentir incómodos porque piensan que
no los aceptan de la misma manera o porque
creen que ya no comparten tantas cosas con
ellos. Se dan situaciones así, por ejemplo,
cuando el muchacho más desarrollado ya no
es aceptado tan fácilmente como antes en un
juego de fútbol, o cuando sus compañeros se
niegan a competir contra él en atletismo o en
alguna otra disciplina, porque piensan que la
competencia no es justa y que les lleva
ventaja; la consecuencia será que aquel joven
se sentirá desplazado. Es recomendable tener
presente casos como éste cuando se está
frente al grupo, pues la forma en que se
maneje la información al detectar este tipo de
conflictos puede ser muy provechosa tanto
para el individuo como para el grupo. Se
puede hablar de esto de una manera
impersonal, como algo que llega a suceder
con frecuencia, y comentar cómo podría
sentirse la persona. Habrá que mencionar los
diferentes ritmos en el desarrollo y subrayar
que el valor de la persona no estriba en su
físico. Los jóvenes pueden identificarse con las
diferentes situaciones descritas y tratar de
encontrar opciones o pedir abiertamente que
se les aclare alguna duda.
La segunda hormona, la gonadotropina,
estimula el funcionamiento de las gónadas, las
cuales
producen
otras
hormonas
que
estimulan la maduración de los genitales y la
aparición
de
secundarios.
los
caracteres
sexuales
El proceso de maduración sexual dura entre
uno o dos años, aproximadamente.
EL DESARROLLO FEMENINO
En la mujer, lo primero que ocurre es el
aumento de tamaño de la estructura ósea.
Posteriormente se inicia el desarrollo de los
pechos, que a veces puede ser doloroso. Esto
es a menudo motivo de preocupación entre las
jóvenes, que no saben si lo que les está
sucediendo es normal o si es algo que deba
inquietarlas.
Dependiendo mucho de la formación y la
información que tengan, tomarán los cambios
con naturalidad o les causarán gran
incomodidad y vergüenza, lo que provoca que
las niñas se cubran constantemente y hasta se
joroben para evitar que se les noten los
cambios.
Existe
gran
ambivalencia
al
respecto: por un lado, se desea crecer, pero,
al mismo tiempo, se sabe que esto implica
perder la condición infantil de la que se
gozaba.
Como siguiente paso en el proceso de
transformación, empieza a aparecer el vello
púbico, primero de manera discreta, al mismo
tiempo que el cuerpo sigue creciendo y el
pecho se sigue desarrollando. Entonces
aparece la primera menstruación o menarca,
generalmente unos dos años después de que
los senos empezaron a crecer y un año
después del surgimiento del vello púbico.
Posteriormente aparece el vello axilar.
LA MENARCA
La menarca es un acontecimiento al que se le
ha conferido gran importancia. Se toma como
parámetro que marca la conversión de la niña
en mujer, pues le anuncia la posibilidad de ser
madre, y para muchos esto define el sentido
de su existencia; la maternidad determina su
futuro desarrollo y el curso de su vida.
Ciertamente es un acontecimiento importante,
pero conviene tener presente que son otros
aspectos los que dan valor tanto a la niña
como a la joven que ya menstrúa. La
maternidad puede ser una parte muy
importante de su vida, pero existen muchas
otras; es simplemente una capacidad, que
podrá concretarse o no.
La manera suele ser vista de una manera
ambivalente; por un lado, se festeja como un
acontecimiento, y al mismo tiempo se
depositan en ella una serie de cargas
negativas y de sufrimiento. Algunas personas
la consideran algo sucio y vergonzoso. La
menstruación es parte del cuerpo femenino y
de la condición de ser mujer; lejos de ser
sucia
o
vergonzosa,
es
un
proceso
completamente natural.
La menstruación, y la posibilidad de procrear
que representa, se valora en todas las
culturas de manera distinta. Por ejemplo, en
algunas sociedades, a las jóvenes que ya han
empezado a menstruar, por ser madres en
potencia, se les brinda un trato y cuidados
distintos. Asimismo, cuando las mujeres
llegan
a
la
menopausia,
además
de
experimentar las alteraciones hormonales y
los efectos psicológicos que ésta conlleva,
pueden sentir cuestionada su identidad
femenina y quizá esto sea causa de conflictos.
¿En qué estriba el valor femenino? Es una
pregunta que valdría la pena plantearse e
incluso discutir con los jóvenes, intentar
definir lo que hace valioso a un hombre podría
ser también tema de análisis.
EL DESARROLLO MASCULINO
En los hombres, al igual que en las mujeres,
lo primero que ocurre es el crecimiento del
esqueleto. Ellos alcanzan su estatura final
cerca de los dieciocho años o aun después, lo
que en las mujeres se presenta alrededor de
los dieciséis años.
Gradualmente, los testículos y el pene
aumentan de tamaño y empieza a aparecer
vello en la zona del pubis. En los primeros
momentos de la pubertad, incluso antes de
que se presenten las primeras eyaculaciones,
los
varones
experimentan
erecciones
espontáneas
provocadas
por
diversos
estímulos, no siempre sexuales. La voz
cambia por los efectos de la testosterona y,
comúnmente, entre los trece y los catorce
años (esto puede variar) se presentan las
primeras eyaculaciones. Casi al mismo tiempo
comienza a salir bigote (muy delgado) y vello
en as axilas; más tarde aparece la barba y por
último vello en el pecho.
Para los púberes, el pene y los testículos
adquieren una importancia muy grande, pues
con su tamaño y su funcionamiento pretenden
medir su grado de madurez, su virilidad y su
seguridad como hombres. Es común que se
midan el pene en estado flácido y en erección,
para determinar “quién es más hombre”, o
concursan para ver quién eyacula más, o más
lejos o más rápidamente. Esto puede dejar
una
grave
sensación
de
desventaja,
27
inferioridad e inadecuación a quien pierde en
los
concursos,
y
posiblemente
intente
compensarlo de alguna otra manera, lo que
repercutirá en sus aproximaciones a los
demás jóvenes o al otro sexo, así como en la
imagen y el concepto que se forme de sí
mismo.
los contextos sociales; sin embargo, de una
manera u otra, cuando se crea necesario, es
pertinente hablar de ellas.
La pubertad y la adolescencia son etapas en
las que es esencial la información y la
posibilidad de hablar abiertamente y en
confianza con alguien con quien los jóvenes se
sientan aceptados, para poder resolver estos
conflictos adecuadamente y continuar con su
desarrollo de manera satisfactoria y positiva.
Habrá que reafirmarlos, contenerlos o
apoyarlos cuando sea necesario.
Todos los cambios que tienen lugar en este
periodo son objeto de dudas, producen
sensación de rareza y la necesidad de
compararse con el resto del grupo para saber
si el desarrollo propio es adecuado o no. Si a
las compañeras les ha empezado a crecer el
busto y a una de las jóvenes no, esto puede
causarle
angustia
o
sentimientos
de
inadecuación cuando no tiene la información
pertinente. El desarrollo personal más lento o,
por el contrario, más precoz, puede ocasionar
angustia, lo que repercute de manera
negativa en la socialización, la seguridad, el
autoconcepto y la imagen corporal. Hurlock [
1994, p 64] menciona que los individuos que
están en esta etapa se hacen las siguientes
tres preguntas, casi sin excepción: ¿soy
normal?, ¿estoy adecuado a mi sexo?, ¿qué
puedo hacer para que mi cuerpo alcance la
figura de mi ideal?
OTROS CAMBIOS
Los cambios hormonales también provocan
alteraciones en la piel, la cual se engruesa
tanto en los hombres como en las mujeres; a
veces sale acné en la cara. También cambia el
olor del cuerpo y algunas de sus secreciones;
todo esto debe tratarse con los púberes. La
necesidad de usar desodorante, de lavarse la
cara con mayor frecuencia, o los cuidados y
medidas que hay que tomar durante la
menstruación rara vez se abordan en grupo.
Sin embargo, ya que son muy frecuentes las
dudas al respecto, es conveniente aclararlas
sin divagaciones. Por ejemplo, cuando se
habla de menstruación, de qué es y por qué
ocurre, también es importante mencionar el
uso de las toallas sanitarias y de los
tampones, así como algunas cuestiones
prácticas acerca de cómo se colocan, cómo se
desechan y con qué frecuencia deben
cambiarse. También es necesario hablar
claramente del flujo que secreta la vagina los
días en que no se está menstruando y que
aparece meses antes de la menarca, ya que
sobre esto se da poca información y suele ser
motivo de duda y ansiedad; en general las
adolescentes no saben si es normal o si
padecen alguna infección o anomalía.
Hablar de las consecuencias de rasurarse las
piernas y las axilas no es muy común. No se
trata de decir si deben o no depilarse, lo
importante es informar de las consecuencias
de hacerlo, para que sean conscientes de la
acción y no se arrepientan ni sufran un
accidente. Muchas niñas y adolescentes se
rasuran por imitación, pensando que nunca
más les van a crecer vellos, o, lo que es peor,
algunas han llegado a quemarse o a sufrir
otros accidentes con cera caliente. Estas
prácticas dependen mucho de las culturas y
28
LAS DUDAS SOBRE EL DESARROLLO Y LA
IMAGEN CORPORAL: ¿SOY NORMAL?
Cuando el adolescente no tiene claro esto y se
aferra a conseguir el cuerpo de la revista de
moda o el ideal que rige en su entorno, siente
gran inconformidad y frustración. Puede
someterse a dietas estrictas, intenta esconder
o modificar las partes de su cuerpo que no le
gustan, se obsesiona por el ejercicio, o utiliza
fajas, maquillajes u otros medios que lo
ayuden a aproximarse a esa imagen; con
todo, en el fondo el sentimiento de
inadecuación persiste.
Es necesario aclarar que cada individuo tiene un
ritmo de crecimiento específico y que, tarde o
temprano, los cambios se van a presentar.
También hay que ser conscientes de que habrá
quienes sean más altos, más fornidos, con
formas más redondeadas o más delgadas; eso
depende de la carga genética de cada quien. El
cuerpo que se adquiere una vez vivida la
transformación no siempre coincide con el ideal
que de él se había imaginado ni con los
estereotipos sociales; no obstante, es el cuerpo
propio y es conveniente aceptarlo como es:
distinto del de todos los demás, con partes que
nos gustan y otras que no.
Además de comparar su crecimiento con el de
sus coetáneos, hay otras preocupaciones en
torno a su desarrollo y si éste es el adecuado
para una persona de su sexo. En algunos
momentos
pueden
surgir,
de
manera
pasajera, características que en apariencia son
del otro sexo, y si no se tiene información al
respecto9, esto puede crear gran angustia. En
algún caso, en los varones llega a sobresalir el
pezón, que en lugar de ser plano, se levanta
un poco, tal como les sucede a las niñas
cuando empiezan a desarrollarse. Frente a
esto, es común que los otros muchachos
hagan bromas, y digan que el sujeto está
teniendo un desarrollo femenino. Hasta cierto
momento esto parece una broma, y quizá el
joven se ría, pero si no tiene claro que lo que
le sucede es normal, el hecho puede crearle
serias dudas y aumentar sus preocupaciones.
Así como cada individuo tiene un proceso de
crecimiento y un desarrollo propios, los
caracteres secundarios y las transformaciones
que se viven también siguen su propio ritmo.
Es importante explicar a los adolescentes que
cada parte del cuerpo se desarrolla a un ritmo
distinto y también que alcanzan su madurez
en momentos diferentes.
ALGUNOS EFECTOS DEL DESARROLLO
Con todos estos cambios, es evidente que el
cuerpo es muy distinto del que se tenía en la
infancia; la imagen corporal del púber está
completamente alterada. Su esquema corporal
se encuentra en constante cambio, y su
inestabilidad se refleja también en otras áreas
de la vida.
Como el crecimiento corporal es muy rápido,
sobre todos en los varones, el control de los
movimientos se hace más difícil y se vuelven
más torpes y toscos. Cuanto más rápido sea el
crecimiento, más acentuada será esta
característica. Es como si de pronto le
pusieran una extensión a sus piernas y brazos
y le pidieran que los moviera con igual
destreza que antes. Esta falta de habilidad
corporal hace que los jóvenes tiendan a
sentirse incómodos y en ocasiones eviten el
contacto con la gente, que se aíslen y eludan
las situaciones que hacen este malestar más
evidente. Asimismo, el crecimiento acelerado
puede provocar cansancio e hiperactividad
alternadamente, en virtud del constante
movimiento interno, tanto físico como
emocional.
Quienes
ya
han
pasado
por
eso
aparentemente olvidan las sensaciones que
esos cambios producían, las ganas de que los
demás no los notaran, de pasar inadvertido, o
de no ser molestado en algunos momentos y,
casi como un reflejo, repiten las mismas
conductas y hacen los mismos comentarios
que les molestaban: “¡Pero si ya le está
saliendo bigote! Ya es todo un muchacho” o
“¡Mira qué grandota y desarrollada estás!”
Aunque en su momento no sabían adónde
meterse, ahora hacen lo mismo. Se les olvida
lo que sentían y en general no lo hacen con
mala intención; sin embargo, todos podríamos
recordar esto con mala intención; sin
embargo, todos podríamos recordar esto y
tratar de ser un poco más sensibles.
Los cambios mismos, la sensación de rareza y
el cansancio hacen que el púber tienda a
volverse más introvertido, a querer estar más
tiempo solo y a fantasear continuamente; el
aspecto sexual se vuelve entonces uno de sus
intereses
principales.
Por
ejemplo,
la
maduración de los órganos sexuales y los
cambios
hormonales
se
relacionan
estrechamente con la toma de conciencia de
uno mismo como ser sexuado y con el
aumento en el interés y el deseo sexuales
característicos de la edad. Sin embargo, los
aspectos culturales y sociales influyen mucho
en la manera de percibir la nueva situación.
Repercuten en la actitud que se toma y en las
formas de expresión de dicho interés y deseo.
El ambiente social puede fomentar la
represión, permitir que se exprese con
naturalidad, o que se exalte, y esto influye en
la forma en que el joven ve y vive su propia
sexualidad [Muss 1993].
Los cambios que se experimentan en esta
etapa generan diversas emociones; es extraño
descubrirse con un cuerpo distinto del que se
tenía y que provoca sensaciones diferentes.
Hay que habituarse al nuevo aspecto, y
reconocer el nuevo cuerpo. El autoerotismo (o
masturbación) se vuelve una actividad típica
de esta edad; quizá sea éste el momento de la
vida en que se practica con mayor frecuencia,
lo que no implica que sólo se presente en esta
etapa. El autoerotismo es causado por la
necesidad de conocer y sentir el cuerpo en su
nueva forma, así como por las sensaciones y
emociones placenteras que provoca; por eso
en esta etapa se da con mayor frecuencia y de
manera más universal.
En el proceso del desarrollo intervienen una
parte física y una social. Es en la social en la que
los maestros podemos influir de manera positiva.
La adolescencia
El término “adolescencia” proviene de la
palabra latina adoleceré que significa “crecer”
y “desarrollarse hacia la madurez”. Es el
período de transición entre la niñez y la edad
adulta, y por eso mismo, como describe
Hurlock [1994], es como estar en medio de un
viaje en el cual ya se ha dejado el punto de
29
partida, pero todavía no se llega al destino. En
alguna ocasión, un hombre muy sabio dijo:
“Lo que sucede es que se ha cerrado una
puerta sin todavía haberse abierto la otra, por
lo que uno se encuentra en medio de la
oscuridad sin saber lo que encontrará al otro
lado.”
En realidad, la adolescencia ha variado y varía
según la época, las circunstancias y la cultura.
Hace algunos años, eswte período del
desarrollo
era
muy
corto
y
las
responsabilidades de la vida adulta se
asumían antes. Se empezaba a trabajar más
joven, se contraía matrimonio a menor edad,
y se tenían hijos antes que lo que es la media
actual. Hoy día, la adolescencia se ha
prolongado, a veces hasta cerca de los 25
años.
No obstante, en ciertos medios, en las zonas
rurales o en algunas culturas no occidentales,
la adolescencia sigue siendo muy corta o casi
inexistente. Por ejemplo, los niños de la calle
se ven obligados a vivir este momento de una
manera muy distinta de cómo la vive un
estudiante joven. E3n algunas culturas
africanas, el paso de la niñez a la edad adulta
se marca con un rito de iniciación, a partir del
cual cambian el papel y las funciones del
joven o la joven en la comunidad.
El hecho de que la adolescencia se viva de
maneras distintas no hace que una persona
tenga un desarrollo más completo o, por el
contrario, truncado; simplemente se vive de un
modo diferente. De hecho, todos hemos vivido
situaciones distintas y de una manera u otra,
más lenta o más rápidamente, hemos vivido una
etapa de preparación y transición a la edad
adulta.
La adolescencia es un período durante4 el cual
el individuo busca la adaptación sexual, social,
ideológica
y vocacional, así como la
independencia de los padres. El final de la
etapa tiene que ver con el grado de
adaptación y madurez alcanzado. Con
adaptación no me refiero a vivir según los
parámetros socialmente esperados, sino a un
sentimiento de adecuación, responsabilidad y
seguridad que permita la independencia no
sólo económica, sino también emocional, que
no siempre es muy fácil de alcanzar.
El inicio de la adolescencia se relaciona con el
momento en que se ha alcanzado la madurez
sexual; esto no significa que el crecimiento
haya llegado a su fin. Sin embargo no es algo
que tenga un inicio ni un término tan
definidos. Aun desde antes de que los órganos
sexuales alcancen su madurez total, empiezan
a manifestarse los cambios emocionales y de
30
intereses; una vez culminada la maduración,
el crecimiento y los cambios continúan y
siguen siendo un tema de interés. El
surgimiento del bigote y la barba, por
ejemplo, puede seguir siendo motivo de
preocupación hasta después de los 18 años; o
saber con certeza si los senos ya han dejado
de crecer o no. No obstante, es cierto que
después de cierta edad (esto depende de cada
individuo) los intereses varían y se orientan
más a la relación con los padres, a la
reafirmación de los propios valores e
intereses, a las relaciones interpersonales
entre gente de la misma edad a las relaciones
amorosas.
En la preadolescencia, las inquietudes se
centran más en el desarrollo físico, en el
cambio de la imagen corporal y social; se
quiere saber “qué me está pasando y qué me
va a pasar, así como qué le está sucediendo a
los demás, por qué me siento de esta manera
y qué nuevos cuidados debo tener con mi
cuerpo”. También existe mucha curiosidad
acerca de la concepción, del embarazo y de
las relaciones sexuales; esta última es una
inquietud funcional –es decir, cómo se hace,
cómo puede la gente saber cómo tener
relaciones sexuales y los efectos de éstas en
diferentes momentos de la vida-, más que una
curiosidad que los afecte personalmente,
aunque se podría dar el caso de que así fuera.
Se llegan a presentar casos en los que los
niños de diez u once año pregunta qué pasaría
si ellos tuvieran relaciones sexuales, a lo cual
yo recomendaría dar una respuesta amplia,
que abarque aspectos físicos y emocionales.
Sería importante investigar qué es lo que
suscitó la pregunta.
Es común que en los primero momentos de la
pubertad los chistes con connotaciones
sexuales, de doble sentido y escatológicos
aparezcan recurrentemente [Gesell, Ilg. y
Ames
1987].Las
primeras
poluciones
nocturnas (emisiones de semen durante el
sueño) suelen despertar culpa, y ansiedad por
falta de información, y aunque no haya
preguntas
abiertas
sobre
esto,
sería
recomendable abordar el tema. ¿Qué son los
tampones? ¿Cómo es la menstruación? ¿Si
estás
embarazada
y
tienes
relaciones
sexuales, te puedes volver a embarazar?
Todas éstas son preguntas frecuentes a esta
edad.
Una vez pasada la pubertad, la atención suele
centrarse más en el grupo de compañeros y
en las relaciones que se establecen con ellos o
a través del grupo, sin hacer a un lado, por
supuesto, los aspectos del desarrollo físico y la
imagen corporal, que siguen en proceso. Se
podría hablar de los primeros ensayos de
relación amorosa (en los que entran en juego
much9os factores) y de un interés por los
aspectos sociales y morales de la sexualidad:
¿Cómo me puedo acercar a la chica que me
gusta? ¿Hasta dónde debo permitir que llegue
el juego sexual? ¿Qué les interesa a las
mujeres y a los hombres? Las inquietudes y
las dudas se modifican conforme se va
creciendo y según se va integrando la
identidad.
La pubertad difiere de la adolescencia en que
es el periodo en el que se alcanza la madurez
sexual; mientras que la segunda abarca todos
los aspectos del crecimiento y la maduración.
A lo largo de esta especie de viaje, el
adolescente debe prepararse para enfrentar el
mundo adulto, que es su destino aparente.
Para ello debe abandonar el mundo infantil, en
el cual tenía una posición de dependencia y la
necesidad de protección, con un papel,
comodidades y responsabilidades distintos.
De la misma manera, el adolescente se
despoja de un cuerpo infantil en constante
cambio sin que él tenga ningún control sobre
ello. Así también deja atrás a sus padres de la
infancia; la relación con ellos cambia y se
modifican los lazos para establecer nuevas
maneras de relación y comunicación.
Todo cambio y todo proceso emotivo se
acompañan de tensión emocional; en este
caso es importante dejar atrás viejos hábitos,
parámetros de acción y pensamientos ya
conocidos, para establecer otros nuevos.
Hay ambivalencia tanto en el adolescente como
en sus padres, pues por un lado se desea crecer
y por el otro se teme perder lo conocido.
LAS READAPTACIONES, ADAPTACIONES Y
REACCIONES PROPIAS DE ESTE PERIODO
Existen ajustes emocionales cuyo objetivo es
asumir el cambio de apariencia y de
estructura,
lo
provocado
interna
y
externamente por el desarrollo, la diferencia
de status, las expectativas del medio y las
propias y el cambio en las relaciones
interpersonales. El individuo constantemente
tiene que poner a prueba sus habilidades y
capacidades de adaptación en una situación
desconocida y ante la necesidad de ser
aprobado por el medio.
En
la
búsqueda
de
aceptación
y
reconocimiento socia, el adolescente tiende a
guardarse emociones que socialmente no son
bien vistas; por ejemplo, reprime la ira, el
temor y los celos, que se manifiestan
entonces en una fachada de extrema
seguridad y reto constantes; se pueden
traducir también en aislamiento y depresión o
en falta de interés por lo que lo rodea.
Algunas actitudes pueden servir de máscara
para ocultar otros sentimientos.
En ocasiones, el adolescente puede ser muy
impulsivo y activo, y poco tiempo después
aislarse y perder el interés por completo. A
veces
tiene
arranques
de
furia
y
desaprobación frente a algo que momentos
después le parece lo mejor que ha visto.
También tiene con frecuencia grandes
dificultades para tomar decisiones; decidir
siempre implica perder algo y, cuando no se
sabe realmente lo que se quiere, renunciar a
una opción por otra cuyos resultados se
desconocen parece complicado.
El temor se relaciona con el miedo a no ser
capaz, con la angustia de equivocarse o de
estar actuando inadecuadamente. Es posible
que el muchacho sienta que al cometer un
error perdería la aceptación y el cariño de
quienes lo rodean. Es conveniente por ello que
los padres y los docentes permitan a los
jóvenes experimentar y probar sus propias
habilidades; es menester hacerles sentir que
confiamos en ellos y que ellos pueden estar
seguros de que estamos ahí para lo que sea
necesario;
se
recomienda
permitir
al
adolescente tener su espacio, con ciertos
límites que lo contengan, sin alejarse
demasiado pero dando confianza y seguridad.
El adolescente necesita experimentar y ensayar
en un ambiente de seguridad, cariño, aceptación
y confianza.
Los nuevos logros y poner a prueba con éxito
las habilidades tanto sociales como físicas e
intelectuales
son
fuente
de
grandes
satisfacciones, así como los momentos que se
comparten con el grupo de amigos cercanos.
Los logros de los primeros ensayos realizados
en conjunto brindan mayor confianza y
seguridad en uno mismo.
No
todo
tiene
que
ser
temores
y
preocupaciones; de hecho, a esta edad se
pueden tener muchas satisfacciones, se puede
desarrollar la creatividad y explotar la energía
en actividades constructivas e innovadoras. La
capacidad de idear y fantasear puede ser muy
vasta, lo cual, bien encausado, será de gran
provecho al individuo. En ocasiones, por la
impulsividad propia de la edad, se presentan
algunas dificultades de control. A menudo se
observa
también
cierta
desubicación
temporal;
es decir,
en
un
momento
determinado al joven le puede parecer que es
31
inminente resolver una situación que va a
presentarse dentro de varios meses, y,
paralelamente, un problema del momento
puede no recibir mucha atención de su parte.
No hay una definición real del pasado, el
presente y el futuro, y algo que ya sucedió o
lo que va a ocurrir dentro de mucho tiempo
puede ser motivo de angustia.
Un conocimiento profundo de la adolescencia
ayudará a comprender el comportamiento de los
jóvenes y a responder a sus intereses. Será más
fácil tener una actitud empática y así, muy
probablemente, el programa tendrá mejores
resultados.
LA IDENTIDAD Y LA SEPARACIÓN DE LOS
PADRES
En esta etapa, el adolescente intentará
reafirmar su identidad, su autoconcepto, su
sentido de responsabilidad, sus capacidades
de comunicación y relación, su autonomía y su
habilidad para resolver problemas [Monroy
1994]. Esto hace que el joven –sobre todo en
los primeros momentos de la adolescenciaentre en un periodo de crítica y reto constante
a la autoridad, en el que rechaza los principios
y los valores aprendidos. En este proceso
pone a prueba su bagaje, para seleccionar e
internalizar lo que, en su opinión, lo definirá
en su vida futura. El interés por los padres
disminuye y el adolescente opta por los
momentos de soledad y por la compañía de
sus coetáneos. Busca una imagen que le sirva
de guía, que puede ser una persona cercana,
como un profesor a algún pariente mayor que
él, una figura famosa o algún líder, con la que
se identifica y a la que toma como punto de
referencia.
El adolescente trata de separarse de sus
padres para edificar su propia identidad, y por
ello rechaza de entrada muchas de las
imposiciones o reglas establecidas por sus
padres. Es el momento de separarse, para
poder volver a acercarse, después, desde otra
perspectiva.
El adolescente intenta alejarse de los padres
para verlos como individuos independientes de él
mismo, y crear entonces una identidad propia y
autónoma, sin que esto implique rechazar a los
progenitores.
Esto no quiere decir que el adolescente
propiamente dicho o el niño no tengan una
identidad; sí la tienen, pero en este periodo se
reafirma, se redefine y reestructura. En el
proceso,
el
joven
adopta
identidades
transitorias, ocasionales y circunstanciales
[Aberasturi y Knobel 1996]; esto significa que
32
a ratos ejerce una postura muy adulta, o muy
infantil, segura o seductora, y después la
cambia por otra quizá totalmente distinta,
dependiendo de las circunstancias. Esto forma
parte,
justamente,
de
la
identidad
adolescente. El objetivo final, según Erikson
[citado en Aberasturi y Knobel 1996], es
conseguir una estructura estable y continua,
que permita los cambios y el dinamismo, y
que así se conserve.
Conforme se alcanza la madurez, el
distanciamiento de la familia se va haciendo
menos marcado, y la convivencia con los
padres se restablece, aunque distinta de la
que se tenía en la niñez. Por supuesto, esto
depende del tipo de relación existente entre
padres e hijos. También hay que tener claro
que cada individuo vive este proceso de
manera distinta y que en algunos la rebeldía y
el reto se manifiestan mucho más que en
otros; en cuanto a las diferencias entre los
padres e hijos o entre docentes y alumnos no
hay regla; pueden ser bastante llevaderas, o,
por el contrario, motivo de distanciamiento,
pleitos y discusiones constantes.
Cuando ya ha logrado integrar su propia
identidad, el joven adquiere mayor capacidad
para
fijarse
metas
reales,
establecer
relaciones íntimas, aceptar su propia imagen
corporal y diferenciarse de su grupo de
compañeros. Mientras lo logra, el adolescente
tiende a fantasear y a intelectualizar, tal vez
como una manera de controlar y dar sentido a
lo que le sucede; asimismo, como parte del
proceso en curso, el grupo de amigos
adquiere para él vital importancia y se
convierte en el centro de su atención.
EL GRUPO
La socialización es un proceso de aprendizaje
y adaptación a las normas y expectativas
sociales, y su importancia en esta etapa es
decisiva. Una buena socialización y los
sentimientos de adecuación que se logren en
este periodo repercutirán directamente en la
vida futura del individuo.
El adolescente y las personas que lo rodean
son conscientes de la necesidad de cambiar
las conductas y las actitudes. El joven se da
cuenta de qué reacciones y conductas son las
que le generan mayor éxito social y una
sensación de adecuación y conformidad
consigo mismo, y cuáles son las que alejan a
sus semejantes. No siempre es sencillo
manejar esto pues, en ocasiones, aunque se
tenga una idea de lo socialmente esperado, no
se cuenta con las herramientas necesarias
para cumplir las expectativas. Otras veces los
caminos que llevan al reconocimiento de los
demás no son congruentes con la persona y le
causan conflicto. Si bien uno puede advertir,
por ejemplo, que se consigue popularidad
siendo extrovertido, no siempre se logra
vencer la timidez; quizá también se sepa que
está bien visto salir con muchas personas del
otro sexo, sin embargo, tal vez a uno no le
entusiasme la idea.
Como ya se ha dicho, la nueva condición que
ofrece el aspecto del cuerpo casi adulto, entre
otros factores, despierta el interés por el sexo
complementario y la preocupación por parecer
atractivo para éste. El adolescente se esmera
en resaltar las características que podrían
llamar la atención y se dan las primeras
aproximaciones a personas del otro sexo, con
la ayuda y la contención del grupo. El grupo
se transforma en una identidad sumamente
importante en la cual el adolescente encuentra
seguridad y estimación personal. En el grupo
se observa un fenómeno de identificación muy
fuerte en el que parecería que todos son
iguales, que no toleran la diferencia y que se
trata de una entidad indivisible. El adolescente
se vuelve dependiente del grupo de amigos y
transfiere el bienestar que antes sentía en su
familia a esta nueva entidad tan importante
para él. Sentirse aceptado por un grupo
externo a su núcleo familiar lo motiva a
independizarse y le da mayor seguridad. El
grupo se transforma en su continente, pues,
desde un punto de vista social, el adolescente
necesita imperiosamente pertenecer a un
clan. Los adolescentes comparten situaciones
y tienen preocupaciones comunes; y hacen
ensayos
de
relación,
independencia
e
individuación, en un marco que les da la
seguridad de pertenencia, ya que todos ellos
están pasando más o menos por la misma
situación. Dentro del clan de amigos, el
adolescente puede expresar muy libremente
sus ambivalencias, temores y antagonismos.
Esto se observa muy claramente cuando se
dan los primeros galanteos; veamos un
ejemplo. Mariana y Pedro se gustan, pero no
se lo dicen directamente el uno al otro. Lo
comentan con sus amigos o amigas, quienes
se encargan de que el otro se entere. Se
supone que ella no debe saber que él lo sabe,
y viceversa. Los amigos insisten en que
Mariana es una chica atractiva y que haría
bien en salir con ella, y a Mariana le dirán
cosas similares que la alienten. Todo está
preparado y lo más seguro es que ambos
acepten. Quizá planeen una salida en grupo,
durante la cual los camaradas buscarán el
momento de dejarlos solos, incitándolos a que
hablen del tema y establezcan una relación.
La presencia cercana del grupo, sus consejos
y comentarios tienen una función importante.
A los jóvenes les resulta mucho más sencillo
acercarse a la otra persona de esta manera
que por iniciativa propia.
La socialización con el grupo puede ser un
aspecto muy positivo, pues permite que se
hagan los primeros ensayos de nuevas
situaciones; sin embargo, en ese afán
imperioso de sentirse parte de algo, el joven
puede restringir su expresión personal, actuar
de manera estereotipada y emprender
conductas con las cuales no necesariamente
está de acuerdo. Utilizando el mismo ejemplo,
sería posible que a Mariana no le gustara
Pedro y, sin embargo, por la insistencia de sus
amigas y por la presión que siente, acceda a
salir con él sin que realmente lo desee; esto le
dejaría
sensaciones
desagradables,
de
incomodidad e impotencia. A veces es tanta la
presión que se ejerce sobre el individuo que
busca seguridad y pertenencia, que éste
prefiere renunciar a sus propias convicciones
con tal de no estar solo.
Los grupos están tan herméticamente
cerrados que es casi imposible que un nuevo
miembro se pueda integrar; por ello limitan
las oportunidades de aprender cosas nuevas y
expresarse en la diversidad. Finalmente, los
grupos hacen que quienes no logran
pertenecer a ellos se sientan solos y
menospreciados. Es importante entonces
valorar con los jóvenes su individualidad, aun
cuando pertenezcan a un grupo.
Para ejemplificar con ellos la dinámica del grupo,
se pueden simular situaciones en las que un
muchacho intente pertenecer al grupo y los
demás le nieguen o condicionen la entrada.
También se puede hacer un ejercicio que
consiste en formar un círculo y establecer una
clave de entrada; la clave es el requisito que el
joven que desea ingresar debe satisfacer: bailar,
cantar algo en especial, hace algo, en fin, lo que
ellos decidan. Entonces, un joven que desconoce
la clave intenta entrar. Tiene que averiguar qué
hacer para no quedarse fuera. En ambos casos,
el ejercicio sirve para analizar cómo se sienten al
estar fuera, cómo al estar dentro, cuáles son las
diferencia, qué similitudes tiene esto con lo que
viven a diario y qué otras opciones hay.
Asimismo, éste es un buen momento para
reflexionar sobre lo que hace valiosa a una
persona y cómo ser diferentes nos enriquece y
no enseña nuevas cosas. Esto se relaciona
mucho con la autoestima y la seguridad en uno
mismo.
Los clanes de adolescentes crean sus propias
reglas, explícitas o implícitas, y todos los
33
integrantes deben
siendo aceptados.
cumplirlas
para
seguir
En la primera etapa de la adolescencia, este
fenómeno se presenta de manera más abierta
y está claro que para pertenecer al grupo hay
que
cumplir
con ciertos
requisitos y
condiciones, como pasar por un ritual o una
iniciación, y después mantenerse leal a lo
pactado. Existen restricciones, como no tratar
con cierto tipo de gente, manejar un lenguaje
específico y realizar algunas actividades.
Sobre todo en este momento, compartir con
un semejante los cambios corporales y
sociales que se experimentan cobra vital
importancia. Más adelante, esto ya no resulta
tan claro ni se acepta del mismo modo, pero
el joven sabe que tiene que cumplir con
ciertas características para poder convivir con
el grupo y acceder por este medio a un status,
a la práctica de algunas actividades y al éxito
con el sexo complementario. Si la necesidad
de aceptación del adolescente es muy grande
y su grupo exige, por ejemplo, conseguir
drogas para ser alguien importante, se puede
sentir presionado a hacerlo aunque en el
fondo no esté de acuerdo. Y lo mismo sucede
si se siente incómodo porque el resto de sus
amigos ya tuvieron experiencias sexuales y él
no.
Hurlock [1994] menciona que para el
adolescente
la
experiencia
de
ser
menospreciado o rechazado por sus coetáneos
puede ser muy deprimente, y ser aceptado o
elegido como líder puede ser una de las que
más lo enorgullezcan. La posición que ocupa
en el grupo está determinada por el grado de
aceptación que le conceden sus semejantes;
esto, a su vez, es el parámetro que utiliza
para medirse él mismo. Mantener la identidad
personal, aun dentro de esta fusión, es
indispensable.
Para que el individuo pueda negarse a cumplir
todas las reglas del grupo, que en ocasiones
llegan a ser humillantes, debe sentirse seguro
y confiado, tener claro que su valor como
persona va más allá de que satisfaga o no los
requisitos grupales y que tiene mucho más
que ofrecer.
La socialización con los camaradas es una de
las
principales
preocupaciones
del
adolescente; a menudo no se siente
preparado para ella. Los padres prefieren no
interferir mucho porque suponen que como el
muchacho está acostumbrado a convivir con
otros jóvenes y tiene amigos y actividades, no
necesita mayor ayuda al respecto ni es algo
que lo agobie. Los docentes pueden creer que
es algo íntimo de los jóvenes y que no se
34
relaciona con su asignatura, por lo que no les
corresponde intervenir. Es un hecho que lo
que el adolescente siente sobre este asunto es
algo íntimo y personal, pero le hace bien ser
escuchado, comprendido y alentado por
personas importantes para él, como lo son sus
padres y sus profesores. Una cosa es orientar
y apoyar y otra decirle al joven lo que debe
hacer.
Existen algunos aspectos que ayudan a tener
una socialización adecuada en la adolescencia
[Hurlock 1994]:
- Tener bases adecuadas desde la infancia que
permitan forjar un modelo de conducta
funcional. Haber tenido la oportunidad de
socializar adecuadamente en la infancia,
haber aprendido a respetar los límites de los
demás y expresar los propios límites y
necesidades.
- Tener un modelo positivo,
imagen a seguir.
un guía a una
- Tener oportunidades de socializar, de
conocer gente y nuevos grupos de amigos.
Para que el joven pueda aprender a
socializar, es necesario que los padres se lo
permitan, que lo dejen salir con amigos de
ambos sexos y tener actividades con ellos.
- Saber que existen diferentes expectativas,
valores y visiones del mundo.
Esto facilita el respeto, el pensamiento
flexible, la tolerancia y la valoración de los
seres humanos más allá de los estereotipos.
La sexualidad y las actitudes hacia ella
también son algo que se moldea en la
socialización, y la pubertad y la adolescencia
son momentos decisivos para ello.
Las actitudes hacia la sexualidad son
particularmente vulnerables a los mensajes
que se envían en los medios masivos de
comunicación, y tienden a cumplir con
estereotipos que, a juicio de los adolescentes,
les darán mayor status dentro del grupo de
amigos y en el mundo adulto [McCary 1996].
Los adolescentes suelen atribuir mucho valor
a la atracción sexual, que les funciona como
un buen medio para ganar el reconocimiento
de los demás y sentirse así más seguros.
Según los mensajes que reciben, el hombre
alcanza el éxito y la aceptación por su
capacidad de seducción: cuanto mayor sea el
número de mujeres que logre conquistar,
mayor será su valor como hombre entre sus
semejantes, y también para algunas de las
personas mayores que lo rodean. Esta idea
puede convertirse en un valor social, y de
hecho existe como valor arraigado en algunos
adultos, quienes siguen repitiendo
patrones en sus relaciones.
estos
Por otro lado, siguiendo la misma pauta, la
mujer cree que adquiere más valor si es
sexualmente atractiva y si sus compañeras –a
veces también su propia madre- la admiran
por su capacidad de seducción. Al mismo
tiempo se espera que sepa detener la
conquista en el momento oportuno y que no
tenga conductas sexuales que puedan dañar
su reputación, haciéndola quedar como una
chica “fácil”.
Desde la infancia se aprende que la apariencia
física es un medio eficaz para que las mujeres
sean reconocidas, mientras que los hombres
destacan más por las actividades que realizan
y por sus habilidades corporales. Esta idea se
acentúa en la adolescencia, y a veces perdura
toda la vida. La adopción de estas ideas está
estrechamente relacionada con la socialización
de la sexualidad y con los resultados que se
obtienen al presentar ciertas conductas.
Si ya de por sí en este periodo del desarrollo
se le da gran importancia al aspecto físico, a
partir
de
estas
premisas
sobre
el
reconocimiento y el éxito, este factor se
vuelve primordial. Frecuentemente las jóvenes
se obsesionan por estar esbeltas y a la moda
y por lucir atractivas, muchas veces no sólo
para los hombres sino para sus mismas
compañeras, entre quienes la competencia por
la aceptación se hace evidente.
Asimismo, la necesidad de demostrar a los
demás que se es capaz se centra muchas
veces en la capacidad de seducción, ya sea
por la apariencia o por las habilidades físicas,
como la fuerza o la destreza. Aunque todos
estos aspectos pueden formar parte de un
desarrollo normal, también pueden generar
sentimientos de inadecuación e inseguridad en
quienes no cumplen por completo con los
parámetros exigidos para ser aceptados en el
grupo de amigos.
35
PSICOLOGÍA DEL
DESARROLLO: EL MUNDO
DEL ADOLESCENTE
Eduardo Martí
EL CUERPO CAMBIANTE DEL
ADOLESCENTE
Durante la segunda década de la vida,
importantes
cambios
biológicos
van
transformando a niños y niñas en personas
maduras tanto física como sexualmente. El
cuerpo se modifica e forma visible y este
cambio es el que nos indica que los niños y las
niñas entran en una nueva etapa –la
adolescenciade
grandes
repercusiones
psicológicas. De forma concomitante, la
maduración sexual convierte a los jóvenes en
individuos
capaces
de
experimentar
y
satisfacer su deseo sexual y de procrear. A
todos estos cambios biológicos, muchos de los
cuales se traducen de forma visible por
cambios morfológicos, se les denomina
pubertad (ver Cuadro 1).
Cuadro 1. El mecanismo biológico de la
pubertad
Un complejo entramado de regulaciones entre el
sistema nervioso (principalmente el hipotálamo),
el
sistema
endocrino
(hipófisis,
tiroides,
glándulas suprarrenales y gónadas –ovarios y
testículos) y las hormonas sexuales y de
crecimiento secretadas por estos órganos, es el
responsable de los cambios morfológicos y
sexuales de los adolescentes. Aunque a lo largo
de la niñez, niños producen bajos niveles de
hormonas masculinas (andrógenos) y femeninas
(estrógenos) en cantidades parecidas, es a partir
de cierta señal enviada por el hipotálamo que se
produce la producción hormonal propia de las
chicas (que empieza alrededor de los 9 ó 10
años) y de los chicos (que empieza alrededor de
los 10 ó 11 años). Al cabo de unos cuatro años
sus cuerpos ya son básicamente unos cuerpos
adultos y ambos son maduros sexualmente. Pero
la secreción hormonal continúa aumentando a lo
largo de la adolescencia y en la etapa adulta
temprana llegando a su cumbre a los 20 años.
Pubertad y adolescencia son, pues, dos
realidades íntimamente asociadas pero que es
necesario distinguir. Mientras que el término
“pubertad”
hace
referencia
a
las
transformaciones biológicas y morfológicas
que ocurren en un periodo muy característico
de la vida de cualquier persona (sobre todo
entre los 10 y los 16 años), el término de
36
“adolescencia” se refiere a los cambios
psicológicos asociados a la etapa de la vida
que transcurre entre la infancia y la etapa
adulta. La pubertad suele ser un periodo
mejor delimitado que la adolescencia, pues,
depende de unas causas más precisas que los
cambios psicológicos que constituyen la
adolescencia. Es posible que un niño empiece
su pubertad algo después de que se hagan
patentes los primeros cambios psicológicos
propios de la adolescencia (una nueva manera
de relacionarse con sus amigos, una nueva
conciencia sobre las cosas y sobre sí mismo,
un replanteamiento de su identidad). Es
también posible (y bastante frecuente en
nuestras
sociedades
tecnológicamente
avanzadas) que un joven de 20 años, por
ejemplo, biológicamente maduro, presente
todavía aspectos psicológicos típicamente
asociados a la adolescencia (en su forma de
pensar, en su comportamiento social, en sus
intereses, en su personalidad).
Pero
pubertad
y
adolescencia
están
naturalmente asociadas, pues, muchos de los
cambios físicos del adolescente, aunque no
constituyan causas simples y directas de su
comportamiento
pueden
tener
claras
repercusiones en su conducta sexual, en el
desarrollo de su identidad (autoimagen,
identidad sexual, gustos y preferencias) y
posiblemente
en
el
afianzamiento
de
determinados
comportamientos
sociales
(relaciones con los amigos y con la familia,
escala de valores, elección profesional). Por
esto es importante conocer cómo se
transforma el cuerpo de las chicas y el de los
chicos durante la pubertad, sobre todo en
aquellos aspectos que suelen tener claras
repercusiones psicológicas (para conocer más
detalles sobre el desarrollo físico y biológico se
pueden consultar las obras clásicas de Tanner
–1962, 1978- o algunos capítulos de la obra
de carácter más divulgativo de Corbella y
Valls, 1993).
2.1 EL ESTIRÓN DEL ADOLESCENTE
No hay nada más común que el comentario
“¡pero cuánto ha crecido!” dedicado a un
adolescente que está en plena fase de
pubertad. El aumento de estatura es uno de
los rasgos más claros de la transformación del
cuerpo del adolescente. Pero curiosamente, y
en contra de lo que se podría pensar, no es
durante la adolescencia cuando las personas
crecen más deprisa sino a lo largo de los dos
primeros años de vida. Pero dejando aparte
este periodo en el que los bebés no tienen ni
voz ni voto a pesar de lo mucho que crecen
(alrededor de 20cm en el primer año), la
velocidad de crecimiento va disminuyendo a lo
largo de la infancia hasta volver a aumentar
de forma repentina durante la adolescencia.
Así, la media de crecimiento entre los 3 y 4
años es de 7cm aproximadamente, entre los 9
y los 10 años es de 5, 6cm mientras que a
partir de los 10-11 años la media de
crecimiento vuelve a aumentar para las chicas
y a partir de los 12-13 años vuelve a
aumentar para los chicos. El crecimiento se
detiene a una edad media de 16 años en las
chicas y de 19 años en los chicos (ver Tabla 1
y Figuras 1ª y 1b).
La puesta en marcha de los factores que
estimulan el crecimiento durante la pubertad
suele empezar tres o cuatro años antes de la
aparición
de
los
caracteres
sexuales
secundarios (vello axilar y pubiano, desarrollo
del pene y de las mamas, etc.). Aunque el
ritmo de crecimiento en estatura durante la
adolescencia es muy parecido en ambos
sexos, los chicos consiguen una altura más
elevada que las chicas ya que su periodo de
crecimiento prepuberal es más largo (los
chicos suelen iniciar la pubertad después que
las chicas y parten de una talla más alta que
la de las chicas cuando se produce el
estirón).En un mismo individuo el crecimiento
no siempre es igual y uniforme y depende de
diferentes factores fisiológicos y ambientales.
Hoy se sabe, por ejemplo, que los típicos
estirones
que
se
perciben
tras
una
enfermedad (una gripe por ejemplo) no son
sólo fantasías de la madre o elucubraciones de
la abuela; parece ser que la fiebre es un
estimulante de la liberación de la hormona de
crecimiento.
También
suelen
haber
variaciones estacionales en el crecimiento,
siendo más frecuente el aumento de altura en
primavera y verano.
El
crecimiento
está
programado
genéticamente: existe una clara correlación
entre la estatura de los padres y la de los
hijos. Pero también es cierto que sobre esta
base genética, diferentes factores ambientales
relacionados con los hábitos de vida (como
por ejemplo la calidad y equilibrio de la
nutrición, las horas de sueño, el ejercicio, la
ausencia de
enfermedades graves, etc.)
resultan esenciales para garantizar un
crecimiento óptimo del cuerpo. Por esto no es
extraño que, un mismo país y dependiendo de
factores sociales y económicos, la estatura de
los jóvenes se modifique a lo largo de los años
(ver Cuadro 2).
Cuadro 2.
estatura
Los
cambios
seculares
de
la
En el siglo XV, los hombres españoles no
llegaban
a
1.60
metros
de
estatura.
Actualmente, la altura del hombre se sitúa en
1,75 y la de la mujer en 1,62. La evolución de la
estatura ha sido muy clara durante los últimos
25 años. De los datos que se conocen sobre los
chicos de 18 años, si en término medio en 1967
la estatura era de 1,67, en 1992 fue de 1,75.
Esta tendencia se ha podido encontrar también
en otros países como Estados Unidos o Japón. Se
da también la circunstancia de que las personas
no sólo crecen más sino que lo hacen de forma
más rápida: actualmente los chicos alcanzan la
altura máxima alrededor de los 19 años mientras
37
que hace cincuenta años no la alcanzaban hasta
los 29 años.
(Datos oficiales citados en Silvestre, Solé, Pérez
y Jodar, pág. 20; ver también, Corbella y Valls,
1993, pág. 39)
La morfología del cuerpo también se
transforma durante la pubertad, y a veces de
forma poco sincrónica. Algunas partes (como
los pies, las manos, los brazos o las piernas)
pueden crecer antes que otras (como la
anchura de las espaldas y la caja torácica), lo
que puede conducir a ciertas desproporciones
que pueden preocupar al adolescente; pero
estas desproporciones desaparecen una vez
completado el desarrollo corporal. Igualmente,
la forma del cuerpo se va moldeando de forma
diferencial en chicos y chicas durante la
adolescencia hasta llegar a la morfología típica
de un cuerpo adulto. Los chicos presentan una
espalda más ancha y un cuello musculoso
mientras que las chicas desarrollan los pechos
y ensanchan sus caderas. En los chicos, los
depósitos de grasa disminuyen, lo que les
hace aparecer más musculosos y con formas
más angulares que las chicas. En estas
últimas los depósitos de grasa aumentan
notablemente a partir de los 15-16 años con
lo que la proporción muscular es menos que
en el chico y la apariencia general más
redondeada y menos angulosa.
Naturalmente, estas transformaciones tienen
una repercusión clara en el peso, que
aumenta de forma considerable durante la
pubertad y cuya evolución va pareja con el
crecimiento físico general del cuerpo. Como
veremos más adelante, el peso, en tanto que
indicador claro de la transformación global del
cuerpo, es uno de los factores que preocupa
más a los adolescentes (sobre todo a las
chicas) en el lento proceso de aceptación de
su cuerpo.
Los cambios físicos tienen también una clara
repercusión en la fuerza que desarrollan
chicos y chicas durante la pubertad. Mientras
que antes de la pubertad existe muy poca
diferencia entre la fuerza de unos y otros (por
ejemplo la fuerza de presión de la mano o de
empuje del brazo), a partir de los 13-14 años,
la diferencia se acentúa. Esta diferencia juega
un papel importante no sólo en el tipo de
actividades que chicos y chicas son capaces
de hacer y eligen sino que, al igual que otras
muchas características físicas y sexuales,
constituyen la base física a partir de la cual se
van elaborando las identidades diferenciales
de uno y otro sexo.
38
2.2 EL DESARROLLO SEXUAL
Paralelamente a estos cambios del tamaño y
de la forma general del cuerpo de los
adolescentes, una serie de cambios físicos,
directamente ligados a la maduración sexual
ocurren también a lo largo de la pubertad. Los
órganos sexuales primarios (aquellos órganos
implicados en la reproducción) crecen y
consiguen un funcionamiento maduro. En las
chicas,
gracias
a
diferentes
hormonas
sexuales
entre
las
que
destacan
los
estrógenos, los ovarios son capaces de
producir y desprender óvulos maduros que si
no son fecundados originan la menstruación
(lo que comúnmente se conoce como “la
regla”). En los chicos, los testículos, gracias a
la acción de variadas hormonas masculinas
entre la que destaca la testosterona,
consiguen producir espermatozoides que junto
con otros elementos producidos por los
mismos testículos y otros órganos (como la
próstata) componen el semen. Los chicos son
entonces capaces de eyacular. Aunque el pene
tiene capacidad de erección desde el
nacimiento, hasta la pubertad los chicos no
presentan erecciones con facilidad, ya sea
espontáneamente (poluciones nocturnas) o
ante algún tipo de estimulación sexual.
Paralelamente a la maduración de los órganos
sexuales primarios, van apareciendo signos
anatómicos
y
fisiológicos
externo,
las
características sexuales secundarias, que
señalan con claridad la diferencia entre chicos
y chicas (vello axilar y pubiano, mamas, pene
y testículos principalmente). La aparición de
éstas y otras características asociadas (como
el acné y el cambio de voz) pueden diferir
considerablemente de un individuo a otro
según
variados
factores
internos
y
ambientales, aunque existe una secuencia
temporal bastante característica que puede
servir de orientación general (Ver Tabla 2).
Padres y adolescentes suelen considerar la
menarquía (primera menstruación) como el
signo del inicio de la pubertad. En realidad, la
menarquía aparece en una fase avanzada en
el conjunto de los cambios de la pubertad. Y
mucho antes de que ésta se produzca, la
producción de estrógenos aumenta y genera
ya los primeros cambios visibles en el cuerpo
de las chicas. Otra confusión frecuente es
creer que la menarquía es signo de madurez
reproductiva. Sin embargo, los primeros
periodos menstruales suelen ser irregulares y
en muchos casos ocurren sin ovulación. Es
cierto que algunas adolescentes pueden
concebir poco después de su primera
menstruación, pero muchas no son fértiles
hasta pasados uno o dos años.
de los 17 años, unos dos o tres años más
tarde que hoy en día. Todos estos cambios en
la aparición de la pubertad (o para ser más
precisos, de algunas manifestaciones de la
pubertad) son, pues, moneda corriente e
independientemente de su interpretación
última, nos han de ayudar a aceptar la gran
variabilidad de los ritmos de crecimiento de
los chicos y las chicas adolescentes. Factores
ambientales como la nutrición, el estrés, el
ejercicio físico, el tamaño de la familia o el
nivel socioeconómico pueden ser decisivos en
el ritmo del desarrollo puberal.
Aunque en término medio la menarquía suele
aparecer a los 13 años y medio, puede ocurrir
entre los 9 y los 17 años. Numerosos estudios
confirman que la edad de aparición de las
primeras
menstruaciones
se
ha
ido
adelantando en las últimas décadas. Pero no
está claro que esta tendencia haya existido
siempre (ver Cuadro 3).
Como se verá en el capítulo 4, la imagen que
los adolescentes y las adolescentes van
elaborando de su cuerpo es una dimensión
muy importante en la progresiva construcción
de sus personalidades.
Cuadro 3. La aparición de la menarquía
A finales del siglo XIX, la mayoría de muchachas
americanas tenían su primera regla entre los 14
y los 15 años; actualmente esto ocurre alrededor
de los 13 años. Igualmente, estudios realizados
en Noruega indican que la edad media de la
menarquía ha descendido notablemente: ha
pasado 17 años (en el año 1850) a 13 años (en
el año 1960). Pero esta tendencia no ha de
tomarse como algo absoluto. Hay indicios que
nos muestran que en siglos aún más anteriores,
los jóvenes alcanzaban la pubertad alrededor de
los 13 ó 14 años, edad en la que se solían
realizar muchos matrimonios. Es, pues, muy
posible que la tendencia muy marcada de atraso
en la aparición de la menarquía en el siglo XIX
se deba a condiciones de vida muy miserables
ligadas a la concentración de la población en
ciudades y suburbios. Esto nos muestra, una vez
más, que una serie de factores ambientales
(nutrición, higiene) ligados a las condiciones de
vida pueden jugar un papel decisivo en el ritmo
de aparición de las diferentes manifestaciones de
la pubertad.(Ver Hoffman, Paris y Halls, 1996,
pág. 6 y Corbella y Valls, 1993, pág. 39)
Datos parecidos han sido obtenidos para los
chicos: parece que actualmente los chicos
entran en la pubertad antes del momento en
que lo hacían hace unos siglos. Así lo
atestiguan los archivos del siglo XVII de la
iglesia de Leipzig que nos indican que la
mayoría de chicos cambiaban la voz alrededor
2.3 CONSECUENCIAS PSICOLÓGICAS DE
LA PUBERTAD
Ante los cambios físicos tan drásticos que
acaban de ser descritos no es de extrañar que
el adolescente necesite un tiempo para
integrar y aceptar psicológicamente la imagen
de su cuerpo. No es extraño tampoco que
pueda preocuparse por los cambios que va
experimentando. Es de sobras conocido el
interés que los adolescentes tienen por su
desarrollo físico, por su talla, por su peso y
por el desarrollo de los diferentes caracteres
sexuales secundarios. Esta autoconciencia les
lleva muchas veces a exagerar y a marcar, a
través de diferentes comportamientos ligados
a la moda o a la indumentaria, su identidad
sexual. Pero los adolescentes no se preocupan
por igual de todos los signos externos de la
pubertad y esta preocupación difiere en
algunos casos si se trata de chicas o de chicos
(ver Cuadro 4)
Cuadro 4. Algunas de las características
corporales que más preocupan a los
adolescentes españoles.
(Se indica el porcentaje de chicos y chicas que
citan las características en cuestión Moraleda,
1992, pág. 191)
%de Chicos % de Chicas
Desarrollo lento
42
37
Bajo/a
35
23
39
Alto/a
25
51
Poca fuerza
30
--
Acné
50
80
Grueso/a
25
56
Flaco/a
25
50
Rostro vulgar
--
45
Los adolescentes se fijan, pues, de manera
prioritaria en aquellas características salientes
valoradas por su entorno: el peso (sobre todo
en las chicas), la estatura, la fuerza (en los
chicos), el acné o el hecho de que consideran
que su desarrollo es demasiado lento. La
imagen de un modelo de cuerpo –un cuerpo
ideal- vehiculado por sus compañeros, su
familia o por los medios de comunicación, les
hace ser sensibles a las desviaciones que
perciben entre sus cuerpos y este modelo de
referencia deseado. Es innegable que las
reacciones de los adolescentes a su propia
pubertad dependerán en gran medida de las
pautas de comportamiento, sentimientos y
valoraciones sobre la sexualidad que han
tenido durante la niñez y de la reacción de sus
padres y compañeros a su cambio de
apariencia.
Este proceso de integración y aceptación del
cuerpo es diferente para las chicas y los
chicos.
En
términos
generales,
las
adolescentes
suelen
aceptar
con
más
dificultad que los adolescentes sus cuerpos: se
siente, con más frecuencia que los chicos, feas
y poco atractivas.
Es bien conocida la preocupación que las
chicas tienen sobre su cuerpo y especialmente
sobre su peso. Cuando alcanzan la madurez
sexual, las chicas, en una alta proporción, no
aceptan el aumento normal de grasa en sus
cuerpos y desean ser más delgadas. Esta
tendencia se encuentra en todas las clases
sociales, aunque es más acentuada en las
clases altas. En muchas chicas (no en los
chicos), el ideal de belleza genera, pues,
autoevaluaciones negativas de su cuerpo
aunque el desarrollo físico sea normal. Esto
puede llevarlas, en el caso de que perciban
una gran distancia en relación a su cuerpo
ideal, a un sentimiento de baja autoestima y a
comportamientos alimenticios que pueden ser
40
nocivos para su desarrollo (Lerner y Foch,
1987, pág. 192). En algunos casos, estas
dificultades pueden combinarse con otros
conflictos
psíquicos
y
desembocar
en
trastornos graves de la conducta alimenticia
como la anorexia mental, que exige un
tratamiento médico y psicológico específico.
Es imprescindible insistir, de cualquier
manera,
en
la
importancia
de
una
alimentación sana y equilibrada, tanto más
importante en un período como la pubertad
que exige dosis suplementarias de aportes
nutritivos.
Se
sabe
que
los
hábitos
alimentarios adquiridos en esta etapa suelen
perdurar en la vida adulta, lo que hace que
sea primordial corregir cualquier anomalía y
educar a los adolescentes en la adopción de
hábitos alimenticios y físicos apropiados.
Cuando aparece el crecimiento rápido, la
ración de alimentos tiene que incrementarse
hasta alcanzar los niveles de la dieta adulta en
los grupos básicos de alimentación: carnes
(carne, pescado, huevos, legumbres), frutas y
vegetales (los que comportan vitamina C –
como los cítricos- y A –verduras-), cereales y
pan (granos integrales, arroz, pasta y pan) y
leche (queso, yogur, postres con leche). Un
adolescente en pleno crecimiento necesita al
menos un litro de leche diaria (o su
equivalente) para satisfacer sus necesidades
de calcio y obtener proteínas de
buena
calidad. En el momento en que se inicia la
menstruación, las chicas necesitan un
suplemento de hierro. En todos los casos, es
importante
que
se
inculque
en
los
adolescentes la preocupación por el papel que
tiene la nutrición para aumentar la capacidad
energética necesaria en este período e
indispensable para desarrollar una buena
forma física e intelectual (Corbella y Valls,
1993, pág. 100).
La reacción de las chicas a la menstruación
depende en gran parte de la preparación que
tengan para valorar y comprender este
acontecimiento: las chicas que saben lo9 que
va a suceder suelen tener menos síntomas,
incluyendo dolor. El momento en que aparece
la menarquía también juega un papel
importante. Las chicas que tienen la regla
mucho antes que sus compañeras tienden a
experimentar más sentimientos negativos que
las que la manifiestan más tarde o “en su
momento”. De todas formas, lo que parece
esencial es la creencia sobre el momento
adecuado en que la menarquía ha de aparecer
(apreciación subjetiva) más que el momento
real en que aparece (Hoffman, Paris Halls,
1996m pág. 8).
De igual forma, se sabe que el momento en
que llega la pubertad afecta a los sentimientos
de ambos sexos sobre sus cuerpos, pero de
forma distinta. Los chicos que maduran antes
que sus compañeros suelen estar más
satisfechos con sus cuerpos, seguramente
porque se ven más altos y musculosos que
sus compañeros. Parece también que tanto los
compañeros como los adultos consideran que
los chicos que alcanzan la pubertad antes son
más maduros psicológica y socialmente. Pero
estos resultados contrastan con otros datos
que muestran que los chicos cuya pubertad es
precoz suelen manifestar menos estabilidad
emocional y muestran menor capacidad de
autocontrol que los chicos que maduran más
tarde. Presentan también, en términos
generales, más comportamientos adictivos
(fuman y beben más, consumen más drogas)
y relaciones conflictivas con su entorno (Cole
y Cole, 1993).
Los resultados que se conocen para las chicas
suelen mostrar que, en términos generales, el
efecto de una maduración temprana aparece
como menos positiva que para los chicos. Las
chicas que maduran pronto suelen sentirse
peor en relación a su peso; les preocupan
sobre todo los depósitos de grasa más que
otros aspectos visibles de la pubertad. Pero a
medida que las compañeras van madurando y
sus cuerpos también se transforman, sus
sentimientos negativos suelen disminuir. Tal
como apuntan algunos estudios, es posible
que en el caso de las chicas, su maduración
temprana les sitúe en una posición difícil ante
nos compañeros que de manera general
tardarán más en alcanzar su madurez sexual
que ellas. Parece también, que igual que
ocurre con los chicos, las chicas que alcanzan
pronto
la
pubertad,
presentan
menor
estabilidad emocional y menor capacidad de
autocontrol.
Globalmente, y sobre todo para los chicos,
parece pues que una maduración temprana es
ventajosa a causa del éxito social que acarrea,
con la consecuente autosatisfacción que ello
genera. Sin embargo, un pubertad temprana
puede también tener sus efectos negativos,
pues, reduce el tiempo indispensable que
necesitan chicos y chicas para abordar, desde
el punto de vista psicológico, la construcción
de su identidad y la adopción de roles acordes
con su nuevo estatus de edad.
percepción subjetiva que los adolescentes
tienen sobre su cuerpo (este aspecto volverá
a ser tratado en el capítulo 4, relacionado con
la construcción de la personalidad). Esta
percepción es una compleja elaboración que
se forja en íntima relación con factores
culturales y educativos. En esta línea, cabe
destacar la importancia que juega el contexto
escolar en los efectos de la maduración
temprana de los adolescentes y la relación
entre la aparición de la pubertad y la
transición entre la escuela primaria y la
secundaria. Tal y como lo indican algunos
estudios, las diferencias entre el contexto más
reducido, “familiar” y protegido de la escuela
primaria y el contexto más amplio e
impersonal de la escuela secundaria pueden
ser decisivas a la hora de apreciar cuáles
serán las consecuencias de una entrada
temprana en la pubertad. Cada contexto
presenta sus exigencias y sus demandas,
algunas de las cuales pueden favorecer la
valoración positiva que hace el adolescente de
su entrada precoz en la adolescencia; otras, al
contrario, dificultarán esta valoración. A esta
diferencia en las exigencias y en las
expectativas que crean en el adolescente los
diferentes contextos escolares, se le ha de
añadir el hecho de que en algunos casos
(sobre todo cuando se da el paso a la
secundaria)
el
adolescente
cambia
de
compañeros y es más frecuente que se
relaciones con otros jóvenes mayores que él;
en cambio, en otros casos, si el inicio de la
pubertad ocurre en la escuela primaria tendrá
más posibilidades de permanecer con su
grupo de amigos (Lerner y Foch, 1987).
En todos estos casos, la escuela puede jugar
un
papel
educativo
importante,
complementario al jugado por la familia,
ayudando a los adolescentes a aceptar los
cambios ligados a la pubertad. Esto lo puede
hacer no sólo a través de la transmisión de
contenidos de enseñanza ligados a la biología
del cuerpo humano, a la salud y a los hábitos
alimenticios, sino transmitiendo también una
serie de actitudes y valores positivos sobre la
importancia de una plena aceptación de los
cambios físicos de cada alumno y el respeto
por las formas diferentes que tiene cada uno
para este logro, un punto de partida
importante para su maduración psicológica.
Este panorama complejo sobre los efectos
psicológicos del momento de aparición de la
pubertad en chicos y chicas nos muestra hasta
qué punto es importante tener en cuenta no
sólo los cambios físicos de la pubertad y el
momento de su aparición sino también la
41
LOS ASPECTOS
BIOLÓGICOS DEL
CRECIMIENTO Y DE LA
MADURACIÓN SEXUAL
ANOREXIA NERVIOSA
UNA
BÚSQUEDA
PERFECCION
FEMENINA
DE
LA
Dentro del útero no hay imágenes reflejadas.
El feto, el líquido amniótico, la placenta y la
madre conforman una unidad completa en sí
misma. Y el recién nacido, por su parte, no
tiene más referencias que sus reflejos,
sentidos y músculos para indicarle quién o qué
es. El recién nacido toma y trata de obtener.
Escupe lo que no quiere ingerir, borra lo que
no desea ver y se aparta de lo que le molesta.
Esta maravillosa omnipotencia de sus gestos y
acciones será el modelo, de sus primeros
actos psicológicos: esos deseos que le
permiten ser cualquier cosa que quiera. Desea
no ser molestado; desea alivio y satisfacción.
Y obtiene todo esto, al menos por un
momento.
El comportamiento que tiene el recién
nacido acerca de sí mismo se reduce a sus
tensiones y excitaciones, a sus gestos de
tender hacia lo que quiere y apartarse de lo
que no quiere. El bebé busca, pero no tiene
noción de qué está buscando hasta que sus
movimientos lo ponen en contacto con algo
que corresponde a su búsqueda. Es un
invocador que crea magia sin comprender qué
es lo que está invocando: el pezón viene al
encuentro de su boca ávida, su cuerpo se
amolda a una suavidad que tiene su mismo
aroma, la cabeza halla un límite del espacio en
el cual apoyarse. El bebé tiene la ilusión de
que él mismo ha creado el pezón, el cuerpo de
la madre y el confín del universo. Este mundo
invocado es su punto de referencia, es el
espejo que lo refleja.
A los dos meses de edad, el bebé ya
percibe que ciertos hechos especiales que
ocurren fuera de su cuerpo son los que lo
protegen de la tensión y las excitaciones.
Siente una presencia cuyos olores, tacto,
latidos y movimientos armonizan a la
perfección
con
sus
propios
estados
corporales. La correspondencia entre la
presencia de la madre y los gestos del bebé le
bastan a éste para mantener su ilusión de ser
omnipotente. En presencia de la madre, el
bebé puede aún ser cualquier cosa que desee.
42
Inexorablemente, el bebé se ve arrastrado
a la red de seguridad de su existencia. Las
tensiones y excitaciones son refrenadas por su
necesidad de esa presencia que lo gratifica, lo
escuda, lo raciona, lo frustra y lo introduce en
la legalidad. El bebé comienza a evaluarse a sí
mismo según lo refleja esa otra persona. A
veces ese reflejo se aproxima mucho al de los
días mágicos en que el bebé podía ser lo que
deseara. La voz arrulladora y la mirada
resplandeciente de la madre e le dicen: “Qué
lindo eres. Qué bebé tan maravilloso. Cuánto
me gusta tenerte en mis brazos” es algo casi
tan placentero como la omnipotencia. El bebé
mira atentamente a su madre, responde a sus
arrullos, y se ve reflejado como todas esas
cosas magníficas y poderosas que a veces
imagina ser. La admiración que refleja la
madre es una caricia que lo llena de orgullo.
De allí en adelante, y a efectos de
compartir la gloria y el poder de ese otro ser
que lo refleja, el bebé estará dispuesto a
renunciar a la omnipotencia de sus gestos y
acciones. De allí en adelante, la angustia ante
el peligro de verse separado del otro pondrá
freno a su omnipotencia. Es cierto que la
comparación entre su propio poder limitado y
el que detentan esos otros seres gloriosos, de
los que depende para obtener amor y
seguridad, le provoca resentimiento y envidia.
Pero vale la pena. Porque toda vez que se
sienta vulnerable, inferior a lo que desearía
ser, tendrá a su alcance la manera de
recobrar su confianza. Si no puede alcanzar la
cuchara para comer solo, si se limita abrir la
boca y esperar que lo alimenten, los ojos de
su madre se iluminarán para transmitirle el
mensaje:
“Eres
perfecto”.
El
reflejo
deslumbrante del amor entre sí mismo y otro
puede ser un gran engañador.
Una chica de catorce años se inspecciona
ante el espejo. Su mirada se ilumina al
verificar la excepcional delicadeza de su rostro
y la esbeltez de su cuello, hombros, senos,
caderas, muslos, pantorrillas y tobillos. Su piel
clara y suave, el contorno agudo y anguloso
de su cuerpo casi inmaculado, libre de toda
gordura, la llenan de satisfacción. Una sombra
de preocupación empaña su alegría: ha
descubierto una leve prominencia a la altura
del estómago. Pero fuera de este indicio
premonitorio,
la
chica
se
siente
momentáneamente
satisfecha
de
haber
logrado acallar ese apetito, ese Fresslust que
domina su existencia.
Pero lo que ven la madre y el padre en esa
imagen del espejo es algo muy diferente. Ven
un espectro, apenas reminiscente de la
maravillosa hijo que conocían: el cabello
opaco y deslucido; la piel áspera, manchada y
macilenta; el tronco, la espalda, los brazos y
piernas cubiertos de un vello largo y sedoso;
las
uñas
amarronadas;
los
huesos
descarnados, y los ojos febriles y hundidos. Es
como un cadáver, como un esqueleto
andante. Los padres deciden que la absurda
dieta que sigue su hija ya ha llegado
demasiado lejos.
La chica condesciende a que su madre la
lleve al médico. La ofende que sus padres
pretendan oponerse a sus esfuerzos. Al fin y
al cabo, salvo ocasionales calambres de
estómago, la constipación que puede controlar
con laxantes, y ciertos cosquilleos e
insensibilidad en las manos y pies, el hecho es
que se siente perfectamente bien. En realidad,
nunca se ha sentido mejor.
El médico advierte de inmediato todos los
signos externos de la caquexia, o emaciación
física. La chica mide 1,57m y pesa 36 kg. El
grado de emaciación está muy próximo del
que representaría un riesgo de muerte.
Cualquiera que sea el diagnóstico final,
anuncia el médico, lo cierto es que a menos
que la niña comience inmediatamente a
alimentarse, se verá obligado a recomendar
su internación. El examen clínico revela
temperatura por debajo de la normal, ritmo
cardíaco inferior a 60 latidos por minuto,
inflamación de los pliegues angulares,
hinchazón y amoratamiento de manos y pies,
disminución de la transpiración y la secreción
sebácea, y deshidratación.
Los análisis de laboratorio probablemente
indicarán la presencia de algún tipo de
anemia, sea por deficiencia de hierro o de la
síntesis
proteica.
Puede
haber
una
disminución de glóbulos blancos, que son los
que ayudan a mantener las defensas del
cuerpo contra las enfermedades o bien un
aumento anormal de estos glóbulos. El médico
prevé una depresión, entre moderada y grave,
de la médula ósea, además de disfunción del
páncreas y una reducción de entre el 20 y el
40 por ciento en el metabolismo basal. Como
el peso del cuerpo ha bajado hasta el punto
de revertir el sistema de realimentación
hipotalámico-pituitariogonadal , lo ciclos
menstruales se han
interrumpido. Las
radiografías mostrarán una desaceleración en
el ritmo de crecimiento esquelético. La
pubescencia ha quedado detenida.
Hay peligro inminente de crisis metabólica,
que produciría una falla renal o un paro
cardíaco. Se el deterioro físico de la niña no se
revierte, si se vuelve crónico, alguno de los
órganos internos –el corazón, los riñones, el
cerebro- podría sufrir una atrofia irreversible.
La chica podría quedar estéril. Y si la
emaciación se acentúa, la llevará a la muerte.
La madre informa que en el hogar todo
funciona bien y en perfecto orden. Ella trabaja
medio día en su profesión, y por lo general
está en casa para supervisar las tareas
escolares y las comidas de los chicos. Su otra
hija asiste a la universidad, donde le va muy
bien. No hay discordia en la familia. El marido
delega el manejo doméstico y la crianza de los
hijos en su esposa. Ninguno de los
progenitores tiene en su familia antecedentes
en enfermedad mental ni de enfermedad física
grave. Hasta hace un años, esta criatura flaca,
testaruda e irritable era una niña ejemplar:
hacendosa,
obediente,
hermosa,
bien
alimentada, robusta, inteligente, ambiciosa y
bien educada. Era, de hecho, la abanderada
de su hogar feliz y armonioso.
La madre se queja de lo repentino que fue
el deterioro físico de su hija. En cierto
momento,
la
chica
inició
una
dieta
alimentaria. Simultáneamente, empezó a
pedirle a la maestra que le asignara tareas
adicionales, abandonó sus clases de gimnasia
y danza por considerarlas poco exigentes, y
comenzó a correr varios kilómetros todos los
días. La madre tuvo los primeros indicios de
que algo andaba mal cuando la niña, hasta
entonces obediente, se tomó discutidora,
despectiva, terca y mandona. Empezó a
controlar los horarios de las comidas de toda
la familia. Fue entonces cuando los padres
notaron que la chica, al tiempo que planeaba
el menú diario, supervisaba su preparación,
tendía la mesa, coleccionaba recetas y
corregía los modales del padre en la mesa,
apenas probaba bocado durante las comidas.
Nada de lo que le dijeran los padres la inducía
a comer más. Cuatro meses después de haber
observado por primera vez la falta de apetito
de su hija, el peso de ésta había bajado de 50
a 36 kilos.
El médico tiene la convicción de que el
adelgazamiento y el cambio de conducta de la
niña son síntomas de anorexia nerviosa. Pese
a que su práctica abarca ya 30 años, nunca
había estado frente a un caso de esta
enfermedad hasta fines de la década de 1970;
en los últimos dos años, sin embargo, ha
debido internar a otras cuatro chicas. De
todos modos, procede metódicamente a
descartar la presencia de trastornos físicos
que también provocan pérdida de peso, como
tuberculosis, disfunción de las glándulas
suprarrenales, espasmo de esófago, cáncer de
43
estómago o anemia perniciosa. También
considera la posibilidad de aquellos trastornos
psíquicos en los cuales la negativa a comer y
la emaciación son síntomas secundarios de un
cuadro clínico más amplio, como ciertas
formas de esquizofrenia y las reacciones
depresivas que son tan comunes durante la
adolescencia.
En los últimos años, las publicaciones
especializadas han alertado al médico sobre el
hecho de que también hay versiones atípicas
de la anorexia, que se presentan sin ningún
otro trastorno físico o psíquico de gravedad.
Estas anorexias atípicas por lo general son
consecuencia de un descontrol en el ascetismo
dietético o las huelgas de hambre coercitivas
que a veces ponen en práctica los
adolescentes, y son relativamente fáciles de
revertir a corto plazo. En vista de lo que sabe
acerca de esta chica y de su madre, el médico
no tiene muchas esperanzas de estar frente a
un caso de anorexia atípica. Desearía que así
fuera, pues en tal caso contaría con la
cooperación de la chica para el tratamiento.
La niña reconocería su carácter de paciente
que necesita ayuda. Ella misma lamentaría la
pérdida de peso y admitiría que el espectro
que ve en el espejo está lejos de ser una ninfa
hermosa. No querría seguir estando tan
delgada y acataría, con sólo un mínimo de
oposición, las indicaciones dietéticas del
médico.
Para poder diagnosticar una anorexia
atípica, el médico espera que esta criatura
flaca y patética muestre algún signo de
preocupación por su actual estado físico. Pero
tras entrevistarse en privado con ella,
confirma que es un caso de anorexia nerviosa
primaria y típica. La actitud y los modales de
la chica revelan todas las características
distintivas de la enfermedad: la total ausencia
de preocupación por su adelgazamiento, la
convicción inamovible de estar procediendo en
forma razonable y correcta, el vigor y la
terquedad con que defiende su exquisita
delgadez. La niña insiste en lo bien que se
siente, en que corre o camina varios
kilómetros por día sin sentir ninguna fatiga, y
en que sólo precisa dormir tres o cuatro horas
diarias. Esta orgullosa afirmación de su
perfecto estado físico y mental resulta
particularmente asombrosa en vista de su
aguda emaciación.
La chica alega que come lo suficiente y
que nunca siente hambre. El médico sabe que
ella ha perdido la capacidad de reconocer la
sensación de hambre y que, además, no sufre
de falta de apetito, puesto que en la anorexia
nerviosa
primaria
la
paciente
está
44
obsesionada por la idea de la comida.
“Anorexia” significa, en general, “pérdida del
apetito”, y literalmente, “pérdida de la
voluntad de vivir”. Pero ambos sentidos del
término son inapropiados: los apetitos de la
chica son enormes, y ella no desea morir.
Los primeros en dar a este trastorno su
denominación médica de “anorexia” fueron
Ernest Laségue, en Francia, en 1873, y Sir
William Gull, en Inglaterra, en 1874. Gull
destacó el estado mental generalizado que
acompañaba a la aparente falta de apetito, y
de allí surgió el término “anorexia nerviosa”.
Laségue, quien creía que la etiología del
trastorno era histérica, la llamó anorexie
hystérique. Algunos años más tarde, otro
médico francés Henri Huchard, desestimó la
etiología histérica y recomendó denominar al
trastorno anorexie mentale, término con el
que se le conoce desde entonces en Italia y
Francia.
En
Alemania
se
lo
llama
Pubertätsmagersucht –emaciación puberal
compulsiva-, que sugiere un diagnóstico
mucho más cercano a los hechos observados.
La verdadera anoréxica no se queja de
nada más que de la insistencia de sus padres
en que se alimente. Simula compartir la visión
simplista de los padres, quienes creen que su
hija ha perdido el apetito. Pero sabe muy bien
que a menudo no puede controlar el hambre.
Roba comida y se la lleva, a escondidas, a su
dormitorio. A veces se atiborra hasta que se le
hincha el estómago y luego se depura,
vomitando todo lo que ingirió o tomando
laxantes en fuertes dosis. La extrema
delgadez de su cuerpo es señal de que está
ganando la batalla contra su Fresslust. Pero
en casi todos los demás aspectos de su vida,
se siente detenida y dominada. No puede
liberarse de la sensación interior de estar
siempre actuando bajo órdenes de otros.
Excepto en lo que concierne a sus actos de
seguir la dieta, correr y no dormir, se siente
ineficaz y poco valiosa. Su único triunfo es la
emaciación.
Los historiadores médicos informan que
antes de fines de siglo XIX sólo se contaba
con descripciones esporádicas y aisladas de
enfermedades semejantes a la anorexia: el
caso de un buda que trataba de alcanzar la
iluminación, en el siglo III; el de un joven
príncipe que sufría de melancolía, en el siglo
XI; el de una jovencita francesa, en 1613, que
hizo ayuno durante tres años; dos casos
descriptos como tisis de origen mental, con
emaciación,
amenorrea,
constipación,
hiperactividad y pérdida del apetito, en 1689;
varios casos en Inglaterra, a fines del siglo
XVIII y el de una niña que murió por este
trastorno, en Francia. Esta muerte fue
atribuida a la influencia perniciosa de la
madre.
A partir de la década de 1870, las
descripciones médicas del trastorno pusieron
el acento en la trama familiar. En su trabajo
clásico, “Sobre la anorexia histérica”, Laségue
advertía: “El paciente y su familia conforman
una totalidad estrechamente entrelazada, y si
limitamos nuestras observaciones al paciente,
obtendremos un falso panorama de la
enfermedad”. Gull aconsejaba aislar al
paciente de su familia. En 1895, Gilles de la
Tourette, quien también recomendaba la
separación del niño del medio familiar, fue el
primero en llamar la atención sobre el hecho
de que el paciente no sufría de falta de
apetito.
Según
él,
las
características
fundamentales del trastorno eran la negativa
a comer y una percepción distorsionada del
propio cuerpo.
Excepto durante el período comprendido
entre 1915 y 1935, en que la anorexia y casi
todos los trastornos relacionados con la
subnutrición se atribuían al mal de Simmonds
–el marasmo hipofisiario descubierto por el
doctor Morris Simmonds-, la mayoría de los
especialistas siempre ha tenido conciencia de
que la emaciación es provocada, mantenida y
luego llevada al grado de inanición, por causas
psicológicas. Existe el consenso de que la
trama familiar, en especial la relación entre
madre e hija, juega un papel fundamental en
este trastorno.
Al aumentar el número de casos que se les
presentaban, los médicos y los psicólogos se
vieron frustrados ante su incapacidad de
resolver los enigmas de este extraño
trastorno, cuya forma primaria típica se daba
casi exclusivamente en niñas adolescentes de
clase alta y media alta. Proliferaron entonces
las
especulaciones
sobre
la
dinámica
psicológica subyacente en estas niñas y sus
familias. Debido a que los psicoanalistas y
otros investigadores presentaban especial
atención a la característica más evidente y
dramática del síndrome de la anorexia – la
negativa a comer-, sus teorías se centraron,
inicialmente, en los componentes “orales” del
trastorno. Se consideraron, entre otras
dinámicas
psicológicas,
las
fantasías
antropofágicas: el deseo de incorporar
oralmente a la madre, el temor de tragar a la
madre y el anhelo de fecundación oral por el
padre.
Las interpretaciones efectuadas a la
paciente
sobre
la
base
de
estas
especulaciones no sirvieron para desviar a las
niñas anoréxicas de su feroz determinación, y
con frecuencia tenían el efecto opuesto,
reforzando su decisión de no comer. Algunas
ex pacientes, al referirse a este tipo de
terapia, señalaron que habían tenido la
impresión de que las palabras del médico las
invadían y penetraban, y se habían sentido
tan dominadas por la relación terapeutapaciente como por sus funciones corporales.
Su respuesta consistía en absorber, de mala
gana, todo lo que les decía el médico y luego
“vomitar” el mensaje por vía de borrarlo de su
memoria. La proliferación de teorías no
contribuyó ni a disipar los enigmas ni a curar
a las pacientes anoréxicas. Hasta hace poco
tiempo, en que se redujo al dos por ciento, la
tasa de mortalidad de esta enfermedad se
mantuvo estable en un 15%, y muchas niñas
perseveraron en su empeño y se convirtieron
en anoréxicas crónicas, viviendo el resto de
sus días al borde de la inanición.
Hay un hecho incuestionable: en las
sociedades occidentales, la anorexia ha ido
aumentando en forma sostenida. Anualmente,
durante los últimos treinta años, se ha
informado la aparición de aproximadamente
un nuevo caso cada 200.000 habitantes. En
Escandinavia
el número de casos se ha
quintuplicado. Y en el Japón, donde antes de
su occidentalización la anorexia era tan escasa
como para considerársela inexistente, el
trastorno ha llegado a ser casi tan frecuente
como para considerársela inexistente, el
trastorno ha llegado a ser casi tan frecuente
como en los Estados Unidos y en Gran
Bretaña. Por otra parte, mientras que en un
tiempo la anorexia se circunscribía a las niñas
blancas de clase alta y media alta, ahora se
ha extendido por sobre los límites de clase o
étnicos y se presenta en familias ascendentes
y ambiciosas de cualquier raza o clase social.
Si las estadísticas incluyeran los casos de
bulimia, o sea los de las personas que comen
en exceso y luego se purgan, pero sin llegar a
ayunar, las cifras correspondientes serían
mucho mayores. La anorexia, pese a su
creciente frecuencia, seguía figurando, hasta
1982, en la categoría de las “enfermedades
raras”, con una proporción de un caso por
cada 250 niñas adolescentes. En cuanto a la
bulimia,
se
estima
que
ocurre
en
aproximadamente el 13% de los adolescentes,
mientras que el 30% presenta algún síntoma
de este trastorno.
Por cierto que no hay ningún modo de
estimar el número, indudablemente enorme,
45
de estudiantes universitarias, bailarinas o
modelos que conservan su “peso ideal” por vía
de vomitar lo que ingieren. Las estadísticas
tampoco toman en cuenta la legión de “gordas
enflaquecidas”, esas mujeres estilizadas,
esbeltas, delgadas, cuya figura se adecua al
ideal de belleza occidental pero que para
lograrlo se ven obligadas a reprimir sus
apetitos, por lo que se vuelven irritables,
tensas,
nerviosas,
compulsivamente
ordenadas,
controladas,
emocionalmente
necesitadas y envidiosas. Como expresó
Heckel, el médico que en 1911 acuñó el
término “gordos enflaquecidos”: “un obése
amaigri; mais il est toujours un obése”.
En la última década, aproximadamente, a
medida que los casos de anorexia se
multiplicaban en proporciones alarmantes, se
hizo evidente que los así llamados aspectos
orales del trastorno no eran más que un
componente mínimo y visible de un problema
mucho más profundo. Los especialistas
comenzaron a presta atención a los otros
aspectos dominantes del síndrome de la
anorexia: la manera distorsionada en que la
niña percibe su cuerpo y sus funciones
corporales,
su
feroz
ambición,
su
perfeccionismo
e
hiperactividad.
Los
psicólogos de todas las corrientes terapéuticas
–psicoanalistas
ortodoxos,
conductistas,
terapeutas de la familia, y hasta los
anticuados
médicos
partidarios
de
la
medicación y la alimentación por la fuerzaadvirtieron con creciente interés el carácter
reflejante de la relación madre-hija y el
intrincado vínculo existente entre todos los
miembros de estas familias supernormales,
bien organizadas, ordenadas y armónicas.
A medida que los psicólogos se fueron
familiarizando con los pormenores del proceso
de separación-individuación, se comenzó a
pensar que la relación madre-bebé era la
clave que permitiría aclarar los enigmas de la
anorexia. Las teorías sobre los componentes
orales fueron gradualmente reemplazadas por
distintas versiones de la dinámica de la
separación-individuación. Las interpretaciones
normalmente se agrupan en dos tendencias.
Por un lado, se plantea que la anoréxica es
una
niña
que
no
logró
separarse
satisfactoriamente de la madre durante su
infancia. Al llegar a la pubescencia o a la
pubertad y enfrentar la necesidad de
despegarse de su madre, la niña no tiene
elementos para manejar los conflictos que
implica este acto. Su alternativa es restaurar
el estado de unidad con la madre: “...su
euforia puede comprenderse si se asume que,
46
inconscientemente, estaba unida a la madre
que la amamantara”. Estos especialistas
sugieren que se ha producido una detención
en el nivel simbiótico del desarrollo: “la
simbiosis madre-hija original, de la primera
infancia, no se limitó a marcar una
predisposición sino que constituyó el comienzo
de
un
proceso
que
se
mantuvo
constantemente activo, en forma latente o
manifiesta, durante toda la vida de ambas”.
La
otra
tendencia
que
siguen
las
interpretaciones se centra en la lucha,
compuesta de amor y odio, entre la anoréxica
y su familia, en especial la ambivalencia
mutua entre la hija y la madre. La niña, se
dice, ha retrocedido a la subfase de
reacercamiento del proceso de separaciónindividuación: se aferra a la madre y al mismo
tiempo lucha por liberarse de ella, como el
niño de un año durante el angustioso período
de reacercamiento. “Conservar a la madre y
librarse de ella son los temas centrales de la
crisis del reacercamiento. . . Paradójicamente,
esta regresión le brindará al mismo tiempo
autonomía, liberación de la madre, adquisición
de autodeterminación, y también lo opuesto, o
sea
el
mantenimiento
de
la
díada
omnipotente.”
Estas interpretaciones de la etiología
infantil y la dinámica presente de la anorexia
son, por cierto, meritorias. Pero cuando sólo
se consideran los orígenes infantiles de los
síntomas, se pierde de vista el hecho esencial
de que para las adolescentes la anorexia
constituye una solución a los dilemas
asociados a la circunstancia de convertirse en
mujer. Es cierto que los comportamientos y
las fantasías actuales de la niña nos llevan a
suponer que han existido deficiencias en las
subfases de la separación-individuación y de
la relación edípica infantil, y que esas
insuficiencias la han llevado a reaccionar con
excesiva ansiedad ante la pubescencia y la
pubertad. Indudablemente, la chica llega a la
adolescencia, y sus previsibles problemas, con
una personalidad singularmente frágil. Y si la
observamos en el momento en que el ayuno
ya se ha posesionado de su vida, llegamos a
la conclusión de que se ha producido una
regresión; los diálogos de amor de la infancia
se han infiltrado en las soluciones de la
adolescencia. Sin embargo, nada de estos es
suficiente, pues si olvidamos que inicialmente,
en la pubescencia, la niña hizo un esfuerzo
heroico por obedecer ciertos imperativos
paradójicos
del tabú
del incesto,
no
alcanzaremos a comprender cabalmente su
situación. La paciente anoréxica no es un bebé
que lucha con las vicisitudes de la separación-
que
brindaba el hecho de convertirse en una
extensión narcisista de la madre.
La solución de la anorexia implica una
advertencia sobre la precaria posición en que
se encuentran los adolescentes. A veces,
estas inevitables regresiones temporarias que
hemos mencionado pueden dominar la vida de
los adolescentes e impedir su progreso hacia
el futuro. A los jóvenes que tienen este tipo e
predisposición, las soluciones tales como el
ascetismo
dietético,
la
masturbación
compulsiva, la promiscuidad, las perversiones,
la drogadicción y el alcoholismo pueden por sí
mismos hacerlos retroceder aun más hacia el
pasado. Algunos pueden llegar tan atrás que
ya no encontrarán el camino de regreso al
presente.
Sin embargo, ningún observador clínico
serio se atrevería a predecir, a partir de la
relación de una niña con su madre durante la
infancia, la aparición de una solución
anoréxica en la adolescencia. Con el
transcurso de los años pueden producirse
ciertos cambios en el contexto emocional de la
familia: el nacimiento de otro hijo, la mayor
participación del padre en los asuntos
domésticos, la reacción melancólica de la
madre a la muerte de su propia madre, una
mudanza a otro barrio, la pérdida de prestigio
profesional del padre, etc. Estos cambios,
junto con otro factor aun más importante, que
es el florecimiento durante el período de
latencia y a comienzos de la pubescencia de
condiciones temperamentales, artísticas e
intelectuales
hasta
entonces
dormidas,
pueden amortiguar, modificar, potenciar o
exacerbar las posibilidades puestas en marcha
por las privaciones de la infancia.
individuación, sino una adolescente
intenta asumir su genitalidad.
La anoréxica no emprende su aventura
dietética con el deseo inconsciente de retornar
a la omnipotencia de la primera infancia.
Comienza con la pregunta inconsciente:
“¿Debo
renunciar
al
deseo
genital
y
permanecer fiel al pasado? ¿O he de dirigir
mis deseos fuera de mi familia y abandonar
mi idealización del pasado?” En la opción
entre mantenerse atado a los padres de un
modo infantil y no genial, o afirmar la
vitalidad genital y su compromiso con la vida
presente, el adolescente normal decide
renunciar al pasado. De manera similar, la
anoréxica quiere liberarse del pasado y
afirmar su independencia. Pero en su caso el
pasado, que aun en condiciones normales no
resulta fácil de abandonar, es particularmente
tenaz. En las niñas con esta predisposición, el
pasado arcaico insiste en su exigencia de ser
reinstaurado. Pero el segundo impulso de
individuación le brinda a la niña la oportunidad
de rectificar las humillaciones de la infancia.
La chica no se limita a someterse al pasado
sino que trata de encontrar el modo de serie
fiel
y
al
mismo
tiempo
afirmar
su
individualidad y su autonomía. Su solución,
atroz y terrorífica como es, constituye una
forma ingeniosa de conciliación.
Al considerar la infancia de sus pacientes
anoréxicas, la que han reconstruido a partir de
las entrevistas con los padres y de los
recuerdos,
informes,
experiencias
de
transferencia y fantasías de la propia paciente
acerca de sus primeros meses y años de vida,
los médicos tienden a juzgar que el factor
principal del trastorno es una distorsión del
proceso
de
separación-individuación.
El
cuadro
que
surge
de
los
informes
retrospectivos es el de una niña inteligente y
dócil que sometió, con demasiada facilidad y
de buen grado, su omnipotencia y su amor
por sí misma a cambio de la autoestima que le
Cuando estudiamos los enigmas de la
anorexia desde el punto de vista de la
adolescencia, encontramos una dinámica
central que aparece en forma reiterada. La
mayoría de los clínicos concuerda con la
conclusión general que expuso Hilde Bruch a
fines de la década de 1960, según la cual la
anorexia representa un esfuerzo desesperado
por lograr un sentido de identidad personal,
una necesidad urgente de tomar posesión del
cuerpo y la mente propios para convertirse en
un sí-mismo autónomo. La conclusión de
Bruch parte de la premisa de que la niña
anoréxica, como cualquier otro adolescente,
está tratando de independizarse de su familia.
El enigma se refiere a las fuerzas que se
oponen a este empeño de la anoréxica por
lograr un sentido de autenticidad personal.
El principal peligro que ronda a la
adolescencia es la posibilidad de que se
vuelvan a despertar los apegos amorosos de
la primera infancia. Como hemos visto, los
conflictos
más
importantes
son
los
relacionados con la remoción, como esfuerzo
por desvincularse del pasado. Las ansiedades
que genera la necesidad de decirle adiós a la
infancia son más de lo que puede controlar la
niña anoréxica. En efecto, sus síntomas
podrían considerarse como un proceso de
duelo que no culminó, como una melancolía.
Freud se acercó a la verdad cuando, en 1895,
se refirió a la anorexia como a “una
melancolía en que la sexualidad está sin
desarrollar”. ¿Por qué le resulta tan difícil a la
anoréxica renunciar al pasado? Como señalo
Bruch recientemente, el ayuno no es sino el
47
paso final en un trastorno evolutivo de larga
duración. Precediendo al ayuno y aumentando
más tarde en intensidad como síntomas
colaterales se encuentran la ambición y el
perfeccionismo excesivos de la niña. Al igual
que otras niñas de su edad, la anoréxia
comienza por procurar individuación y
autonomía. Su fracaso es obra de su excesiva
ambición y de su desesperada búsqueda de
perfección. Por lo tanto, la anorexia es una
forma patológica de los problemas comunes
de la transición adolescente.
Un espejo fidedigno y no distorsionado
refleja la imagen de un espantapájaros, un
cadáver ambulante que no se parece en nada
a una adolescente corriente; su aspecto es tan
extraño, que seguramente se encuentra fuera
de los límites de la experiencia humana
común. ¿Qué tiene que ver la anoréxica con
los adolescentes normales, que degluten
pizza, salchichas y golosinas con fruición?
Pero si la miramos a través de su propio
espejo, debemos admitir que ha logrado esa
gloria con la que sueñan todos los
adolescentes: bondad, pureza, perfección de
cuerpo y mente, castidad, valor, sabiduría –en
suma, la virtud absoluta-. Mientras que la
mayoría de los adolescentes está condenada a
fracasar en su búsqueda de la perfección, la
anoréxica, a su modo, ha triunfado . Mientras
que el adolescente común pasa de sus modos
infantiles a formas adultas de pensar,
imaginar, experimentar, sentir y actuar a
través de vías arduas e intrincadas,
empleando el método lento y gradual de los
éxitos y fracasos, el ensayo y el error, y los
retrocesos temporarios, la anoréxica intenta
liberarse del deseo de la noche a la mañana;
en la esperanza de esquivar el dolor, la
angustia, las luchas y los conflictos, opta por
tomar un atajo para llegar instantáneamente
a la virtud. El reflejo deslumbrante de su
propio espejo la engaña, haciéndole creer que
ya ha llegado al futuro, que ha encontrado “el
camino” y que pronto renacerá como una
persona nueva y mejor.
La solución que ha encontrado la anoréxica
es extraordinaria, pero los dilemas que intenta
resolver son idénticos a los que enfrentan los
adolescentes comunes. Esos dilemas se
refieren al deseo, al diálogo de amor, a la
autoridad y a las tres corrientes del
narcisismo: el amor corporal, la autoestima y
la omnipotencia. Por encima de todo, la
anoréxica se esfuerza por permanecer fiel a sí
misma. Pero su ordalía de perfección ha
borrado las diferencias entre la vanidad y la
autoestima, entre la soberbia y el poder. Su
48
invocación la ha vuelto ciega y sorda frente a
la razón y la necesidad. Está sola, perdida en
el infinito, perdida en su imaginación, sin la
eficacia que brindan el verdadero trabajo, el
diálogo de amor, el compañerismo, las
inquietudes sociales y el sentido comunitario.
¿Cómo se perdió? ¿Cómo fue que sus
esfuerzos heroicos por convertirse en una
persona nueva y mejor la llevaron al borde de
la muerte? En el caso de la anorexia, como en
el de cualquier otra solución adolescente, lo
sexual y lo moral se entrelazan. Todo lo
demás se desenvuelve en torno de estos dos
factores.
La recaída brusca y dramática de la
anoréxica en los modos propios de la infancia,
así como sus extraños comportamientos, que
a primera vista parecen una réplica de las
subfases
del
proceso
de
separaciónindividuación, pueden fácilmente ocultar la
causa de sus angustias inmediatas el temor de
someterse emocionalmente a la madre
protectora y el miedo al incesto. Cuando la
chica llega a la consulta médica, después que
el ayuno se ha adueñado de su personalidad,
ya ha perdido sus conexiones emocionales con
la adolescencia. Pero si la hubiéramos
examinado unos meses antes, justo cuando se
disponía a embarcarse en su fanática
búsqueda de la perfección, habríamos
observado versiones exageradas de las típicas
estrategias
adolescentes
cuyo
principal
objetivo es la remoción.
Para el momento en que la anoréxica
potencial llega a la pubescencia o a la
pubertad, sus lazos familiares son tan fuertes
y ella es en tal grado una extensión de su
madre, que debe librar una batalla mucho
más decidida y valiente que lo normal contra
sus deseos incestuosos. El carácter exagerado
de las estrategias adolescentes indica el
alcance del efecto del pasado. En el arranque
de pánico que le provoca la sensación
premonitoria de no ser lo suficientemente
digna y virtuosa como para combatir la lujuria
que está invadiendo su cuerpo, la chica hace
acopio de todas las estrategias adolescentes:
ascetismo corporal, ideales intransigentes,
escape de la familia, reversión del amor-deseo
en odio, y a veces las emplea todas al mismo
tiempo. Con todas las armas a su alcance,
procura vencer al deseo y cortar los lazos que
la unen a su familia.
La anoréxica es una criatura salvaje,
enloquecida por el deseo, la lujuria y los
apetitos, en su caso, triunfa el ascetismo. La
chica es inflexible en su batalla contra el
placer físico: lo que comenzara como una
capricho típicamente adolescente, de hacer
régimen de comidas, se transforma en una
forma perversa de ayuno. La anoréxica se
viste con harapos, corre varios kilómetros por
día y no duerme más que cuatro horas diarias.
Es
totalmente
intransigente
en
sus
pensamientos y actitudes. Las reglas, la
obediencia y el deber son lo único que cuenta.
La combinación de cosas opuestas, o la
posibilidad de llegar a un acuerdo entre
puntos de vista contrarios, le resultan
intolerables. En consecuencia, lucha por
proteger su mente de las sucias tentaciones
del cuerpo. La vitalidad de su despertar
genital la induce a desempeñar todos los
papeles en la comedia humana, pero no se
atreve a asumir ninguno que no sea una
extensión de alguna otra persona. Sólo oye
las voces de la primera infancia y la niñez,
que exigen la limitación de los papeles, el
renunciamiento y el sacrificio. El papel para el
que está mejor dotado es el de santa.
Pero luchar contra el deseo y vencerlo no es
suficiente. La anoréxica pronto recurrirá a
otras estrategias adolescentes, destinadas a
aflojar los lazos pasionales que la unen a su
familia. Por lo común, la separación de la
libido de los padres se efectúa a través de un
proceso gradual, paso a paso; pero la
anoréxica no puede tolerar un método tan
lento y potencialmente riesgoso, por lo que
recurre a tácticas más inmediatas y
dramáticas. Antes de llegar al ayuno, muchas
chicas que todavía no son anoréxicas se
obligan a sí mismas a emanciparse e
independizarse, así como antes se impusieron
la obligación de ser bebés dóciles y
obedientes. Pero sus intentos de escapar del
nido familiar realizando un viaje a Europa, o
pasando un año en un internado, tienen el
efecto de precipitar la anorexia. Lejos del
hogar, se sienten temerosas, solitarias,
vulnerables, inseguras respecto de quiénes o
qué se supone que son ellas. En estos casos,
la niña regresa de su abrupta aventura
independentista convertida en un esqueleto
ambulante. Habiendo fracasado en su intento,
debe ahora recurrir a la reversión del amordeseo en odio. Cuanto más se interna en las
profundidades del odio familiar, menos capaz
se vuelve de transferir el amor-deseo fuera de
la familia.
Y como la adolescente no puede tolerar por
mucho tiempo esa destrucción dirigida a sus
padres, la consecuencia eventual de la
reversión es que esos deseos destructivos se
vuelven contra sí misma. Llega así a la
autodenigración y a una severa degradación
propia: el amor-deseo revertido en odio-deseo
se convierte en odio a sí misma.
A medida que avanza la emaciación
autodestructiva de la anoréxica, la niña se
convence de que todos los adultos son sus
perseguidores; son opresores cuya sola
finalidad es despojarla de la perfección que ha
logrado. Los efectos fisiológicos de la
emaciación se combinan ahora con las
desesperadas estrategias de remoción de la
anoréxica. La chica pasa a establecer sus
propias leyes, totalmente absorta en el
funcionamiento de su cuerpo, reforzando su
autoestima y afirmando el control que ejerce
sobre sus deseos. La patética ironía que hay
en la huida de la anoréxica de sus deseos
incestuosos es que termina por regresar al
pasado. Luchará hasta el final, hasta la
muerte, incluso. Pero sus frenéticos intentos
de lograr la remoción la van hundiendo cada
vez más profundamente en el pasado. Sus
palabras son una parodia de los valores de sus
padres, de su pretendida perfección moral. Su
cuerpo esquelético es una caricatura del bebé
que su madre necesitaba que fuera: un bebé
sin deseos, en perfecto control de sus
funciones corporales.
Vemos entonces, en la anoréxica, el sutil
entrelazarse del pasado y el presente.
Primero, y ante todo, es una adolescente
tratando de liberarse de los lazos del deseo
familiar. El pasado y el futuro compiten por
apoderarse de su alma. Y por ahora, quizá
para siempre, el pasado ha ganado la batalla.
Las historias de la existencia humana
siempre están constituidas por las leyendas
entrelazadas de diversas fases de la vida. Por
ser el nexo entre la infancia y la edad adulta,
la adolescencia es siempre el campo de batalla
en el que combaten el pasado y el futuro. La
anorexia primaria casi nunca se inicia antes de
los once años y es muy poco frecuente en
mujeres de más de veinticinco años. Desde su
primera infancia, la niña predispuesta a la
anorexia tiene un desarrollo físico e intelectual
relativamente precoz. En su caso, la
pubescencia y la menarca suelen comenzar
uno o dos años más temprano que en el
promedio. Pero ya sea que su pubescencia se
inicie temprano, a los diez años, o tarde, a los
catorce, la anoréxica potencial no es una
verdadera anoréxica hasta el momento en que
debe enfrentar el dilema de convertirse en
mujer.
Si no se hubieran producido los cambios
biológicos propios de la pubescencia, la
enfermedad latente de la infancia podría no
haberse manifestado. El ayuno, la ambición y
49
el perfeccionismo de la anorexia pueden
considerarse los temas centrales de una
fantasía adolescente que, al proyectarse al
pasado, expone los diálogos de amor infantiles
tal como realmente fueron. De no ser por los
conflictos que entraña la adolescencia, quizá
nunca habríamos descubierto que esta niñita
ejemplar, perteneciente a un medio social
próspero, dotada por la naturaleza de casi
todas las cualidades físicas y temperamentales
(excepto,
probablemente,
de
suficiente
agresividad para la individuación), provista
por su bien intencionada familia de todas las
ventajas que brindan el dinero y el poder, se
vio privada de la omnipotencia, el amor
corporal y la autoestima que la mayoría de los
bebés comunes y corrientes pueden dar por
sentados.
Si hubiera podido permanecer en la tierra
de nadie de la infancia, esta niña obediente
quizás hubiera sido la ciudadana modelo de
una utopía. Su punto fuerte radica en el
control de sus funciones corporales. En la
utopía, se esforzaría por descifrar las
inescrutables expectativas de las autoridades
y por vivir de acuerdo con ellas. Aceptaría con
entusiasmo el uniforme y el número que le
asignaran. La regimentación la complacería
enormemente. Podría satisfacer su excesiva
ambición acatando las reglas mejor que nadie.
Puesto que todos serían iguales, su amourpropre no sufriría al compararse con los
demás. El destierro de los poetas que se
practica en las utopías le resultaría muy
conveniente.
El inicio de la pubescencia saca a la niña
del ámbito escolar, incitándola a escapar de
su capullo doméstico bien organizado,
ordenado,
armónico
y
sofocante.
La
pubescencia le da la oportunidad de rectificar
el curso de su vida. Al igual que a la mayoría
de las adolescentes que se hacen mujeres en
una sociedad modernizada, durante las
últimas décadas del siglo veinte, a la
anoréxica potencial se le ha concedido el
permiso de emplear sus talentos y dar rienda
suelta a sus inquietudes intelectuales. Se la ha
autorizado a concretar sus deseos sexuales de
la manera que le parezca y con quienquiera
considere deseable. Toda esta libertad de
opción la abruma. En realidad, podría ser
abrumadora para cualquier adolescente, y
ciertamente lo es para una niña cuya primera
infancia y cuya niñez fueron guiadas por la
obediencia y la sumisión absolutas a las
exigentes reglas del diálogo infantil.
La niñita ejemplar se vio privada de las
ventajas narcisistas que son un derecho
innato de todos los bebés humanos, y de la
50
autoridad interior para regular sus propios
deseos. Un motivo de estas privaciones fue la
facilidad con que la niña se convirtió en una
extensión reflejante de su madre. Otro es la
relativa ausencia, durante su primera infancia
y a comienzos de la niñez, de una presencia
paterna. Es como si la niña nunca hubiera
avanzado, en cuanto a su noción del bien y
del mal, más allá de la necesidad de controlar
satisfactoriamente la ingestión y evacuación
de alimentos, pero sin experimentar que su
cuerpo y su mente le pertenecían. Sólo se
trataba de complacer o disgustar a la madre,
aun si ésta delegaba el cuidado de su hija a
una niñera. Y el padre no ofreció ninguna
alternativa
al diálogo madre-bebé. Su
presencia no se hizo sentir al concluir la
primera infancia. El padre no interrumpió el
romance madre-bebé; no hizo conocer a su
hija la autoridad del orden social. La niña se
quedó tan sólo con las prohibiciones y los
permisos propios de la moralidad de la
infancia.
Todo
bebé
llega
al
mundo
con
un
temperamento que le es propio algunos son
más fáciles de conformar que otros; algunos
son callados y perseverantes, otros más
ruidosamente exigentes; algunos son más
astutos y comprenden con más rapidez cómo
complacer a sus protectores; otros no pueden
soportar ninguna clase de frustración, y aun
otros toleran todo tipo de restricciones y
prohibiciones con admirable ecuanimidad. Por
regla general, las bebas son más dóciles,
toleran mejor la frustración, tienen mejor
carácter, se adaptan con más facilidad a las
exigencias de la civilización y están más
dispuestas a ser una extensión especular de la
madre. Les resulta más fácil que a los varones
el destete y el aprendizaje del control de
esfínteres. Los padres aceptan y toleran de
mejor grado las travesuras, la agresividad, el
despliegue de energía motriz y la turbulenta
actividad exploratoria en los varones que en
las niñas. En el momento de afirmar su
diferencia y su separación respecto de la
madre, casi todos los varones tienen la
sensación interior de que se parecen más al
padre que a la madre, y de que el papá es su
aliado. Durante la infancia, cuando el impulso
fundamental de la vida es la diferenciación, el
principal rol emocional del padre consiste en
ayudar a su hijo a diferenciarse a sí mismo de
la madre, a la madre de los demás, y a lo
femenino de lo masculino. Por lo general, el
apego de la niña hacia su padre la aparta de
su relación exclusivamente reflejante con la
madre. La presencia emocional del padre
desvía hacia él mismo parte de la actitud
posesiva del niño con respecto a la madre. Su
masculinidad
complementa
la
incipiente
femineidad de su hija. Con la presencia activa
del padre en su vida cotidiana, la niña
empieza a experimentar la posibilidad de
tener una identidad femenina fuera de la
relación exclusiva con su madre. Descubre
que ser una niña o una mujer no significa ser
su mamá.
Durante estos primeros meses y años de
vida, el niño percibe a su padre como a un
intruso, que representa la brecha emocional
entre la madre y el hijo. Tanto los varones
como las niñas suelen desviar hacia el padre
sus anhelos por la madre. Se vuelcan al padre
en busca de diversión y juegos, de consuelo y
compensación por algunas de las frustraciones
y decepciones del diálogo madre-bebé.
Entonces la madre pasa a ser la intrusa, la
que ordena: “Basta de juegos. Es hora de irse
a dormir”. A través de sus gestos de gratificar,
racionar, dosificar y frustrar, la madre hace
conocer a su hijo las reglas básicas de la ley y
el orden. Ella es, al mismo tiempo, la primera
en brindar placer y la primera en imponer el
principio de realidad en la familia. El padre
viene a representar la ley y el orden de la
sociedad, la voz que dice: “Basta de tanto
reflejo madre-bebé. Yo soy la ley. Mamá es
mía, no tuya. Tú eres el niño. Nosotros somos
los adultos”.
Finalmente, durante la fase edipica, el tabú
del incesto, tal como lo representa la “voz del
padre”, lleva a la definitiva conclusión de los
diálogos de la infancia. Entonces el niño se
convierte en el intruso. En este triángulo
posterior y más concluyente, los padres
adquieren una nueva versión del poder. Por
primera vez el niño vive la experiencia de ser
excluido de los diálogos de amor, que ahora
tienen lugar entre sus padres. La imaginación,
las expectativas y la fantasía son sus únicas
claves para conocer lo que sucede en estas
relaciones entre adultos. Su imaginación se
alimenta únicamente de lo que el niño ha
conocido: comer, ir de cuerpo y la excitación
de sus genitales inmaduros. Esta amarga
constatación de ser pequeño, vulnerable,
incapaz de participar en los deseos adultos,
motiva al niño a parecerse a sus padres por
todos los medios a su alcance. Compensa su
derrota adquiriendo, para sí mismo, algo del
poder y la autoridad morales de sus padres.
También se vuelven parte de su experiencia
de sí mismo ciertos modos de hablar, de
caminar y de pensar de los padres. Los
intereses, actitudes, valores, prohibiciones y
autorizaciones de éstos se convierten en su
propia experiencia interior. A cambio de su
exclusión, el niño adquiere el derecho de
participar activamente en los principios de la
ley y el orden que rigen el mundo social en el
que ha de crecer.
Cuando el triángulo edípico está débilmente
articulado, la niña se ve privada de la
oportunidad de adueñarse de su propia
conciencia.
La
seguirá
gobernando
la
conciencia del destete, de la ausencia, del
entrenamiento del control de esfínteres y de la
regulación de sus funciones corporales.
Continuará considerando a las prohibiciones y
mandatos de los padres como provenientes
del exterior, o como voces interiores ajenas.
Una de las principales quejas de la anoréxica
es que no consigue librarse de la sensación de
actuar siempre según las órdenes de otros.
“Hay otro ser, un dictador que me domina. . .
Un hombrecito me grita cuando pienso en
comer”.
No todas las niñas privadas de la influencia
orientadora del padre están condenadas a
sufrir de anorexia. Pero la “ausencia de
padre”, en su sentido más amplio, sin duda
afecta todos lo aspectos de la vida emocional
o intelectual de un niño. Las diferencias entre
la femineidad y la masculinidad se desdibujan.
La niña, para hacerse femenina, se convierte
en una versión caricaturizada de la madre.
Para el varón, volverse hombre es algo
misterioso y atemorizante; o bien aspira a
adquirir algún tipo de masculinidad, o siente
que debe someter sus genitales a la madre,
como antes sometiera los contenidos de su
cuerpo. En esencia, el niño percibe a su
cuerpo y su mente como posesiones de la
madre. Cuando los genitales de un niño
pertenecen a la madre (o al padre), su
conciencia
nunca
llega
a desarrollarse
plenamente. En su forma infantil, la conciencia
no es más que un conjunto inconexo de
reglas, prohibiciones y amonestaciones.
Al contar con una conciencia de este tipo
como única guía hacia la legalidad, la niña se
ve forzada a obedecer en forma automática, a
cumplir cada regla al pie de la letra, a imitar
literal y concretamente la conducta que ha
sido prescripta como correcta, pero sin llegar
a captar las implicaciones sociales y morales
más amplias de dicha conducta. No llega a
establecer
ninguna
distinción
entre
la
flexibilidad y la transgresión. En algunas
niñas, esta forma primaria de legalidad da
lugar a una obediencia implacablemente
estricta. En otras, podría conducir a ciertas
formas literales de desobediencia. Mientras
que la niña normal obtiene gran satisfacción al
comprobar que una autoridad interna le
51
permite regular sus apetencias y deseos, la
que ha sido privada de la presencia de su
padre encara cada acto como si se lo hubiera
ordenado algún tirano cruel e implacable. La
niña se convierte en esclava del deseo, de los
mandatos de su conciencia y de la perfección.
Se vuelve una caricatura de la bondad,
confundida en canto a su cuerpo y sus
funciones corporales, y abrumada por la
profunda convicción de ser inútil, indigna y
nunca lo suficientemente buena. “Lo suficiente
significa llegar al colapso, a que el cuerpo no
resista más.”
No es casual que los padres de niñas
anoréxicas sean, por lo general, hombres en
extremo ambiciosos en sus roles profesionales
y
notoriamente
pasivos
e
inaccesibles
respecto de los asuntos domésticos. Estos
padres aspiran a que sus hijos y sus esposas
se comporten a la perfección, pero delegan en
sus eficientes mujeres el manejo del hogar y
las trivialidades de la crianza infantil. Tampoco
es una casualidad que las niñas anoréxicas
hayan sido particularmente buenas cuando
eran bebés, que fueran el orgullo9 y la alegría
de la madre y una fuente de enorme
satisfacción para el padre. El rol de “niñita
ejemplar” es fácil de aprender si se es
inteligente, si no se es demasiado agresiva,
exigente o posesiva respecto del tiempo y la
energía de la madre, y si se es medianamente
capaz de captar lo que quiere el público para
luego reflejarlo fielmente. Las reglas que rigen
ese rol son relativamente simples; radican en
observar el rostro del otro y luego emular lo
que éste espera que uno sea. De la niña
ejemplar se espera que complazca a sus
padres, que logre lo que ellos desean, que
aprenda temprano a hablar y a caminar, que
arme con rapidez sus rompecabezas, que
duerma dos horas de siesta y luego espere
con paciencia a que la levanten, que juegue
con muñecas, que nunca sienta demasiado
apetito, que no trate de llamar la atención,
que no sea autosuficiente ni se muestre triste
o enojada. A veces se espera que sea una
especie de protectora de la madre, que la
tranquilice y la haga sentirse bondadosa y
feliz por vía de mostrarse ella misma buena y
alegre. Otras veces se espera que refleje las
ambiciones maternas en cuanto a inteligencia
y perfección de cuerpo y mente, o sea todas
esas cosas que la madre habría querido ser y
no pudo. El mensaje materno expresa: “Debes
ser mi niñita perfecta, debes destacarte por tu
buen humor y tu inteligencia. Pero no seas
codiciosa. No pidas que te mime o te arrulle.
Nada de quedarte demasiado tiempo en a
bañera, ni chuparte el dedo, ni comer muchas
golosinas, ni ensuciarte con goma de pegar, o
52
barro o crayones. Mis abrazos y caricias serán
contados; debes conformarte”. En otras
palabras, nada de omnipotencia y poco amor
corporal; en su lugar, recibirás muchísima
admiración reflejante cuando hagas lo
indicado para que mamá se sienta feliz e
importante.
J.B. Watson, el psicólogo norteamericano
que en la década de 1930 trató de enseñar a
los padres cómo extirpar los deseos indómitos
de los niños, habría dado su aprobación a esta
particular relación madre-hijo.
Hay un modo razonable de tratar a los
niños. Trátelos como si fueran adultos
jóvenes. Vístalos, báñelos con cuidado y
recato. Procure que su trato siempre sea
objetivo y amablemente firme. Nunca los
abrace ni los bese; nunca les permita sentarse
en su falda. Si no puede evitarlo, béselos una
vez, en la frente, al darles las buenas noches.
Estrécheles la mano por la mañana. Déles una
palmadita en la cabeza si han realizado
excepcionalmente bien alguna tarea difícil.
Pruébelo. . . Se sentirá muy avergonzado del
modo sentimental y empalagoso con que los
ha tratado hasta ahora.
Watson y los demás psicólogos que iniciaron
el método de la modificación de la conducta
buscaban preparar al niño para la vida
civilizada.
No
sabían
que
sofocar
la
omnipotencia y el amor corporal del niño, y
tratar de eliminar el deseo, son excelentes
medios de fomentar la rebeldía y el
egocentrismo
narcisista.
Estos
métodos
pueden corromper el sentido moral del niño
tanto como las actitudes de exagerar su
omnipotencia y sobregratificar sus deseos. En
un contexto acorde con el criterio de Watson,
el
diálogo
madre-bebé
carece
de
la
sensualidad y los sentimientos normales que
constituyen la esencia del amor parental. Pero
el deseo nace, de todos modos. Y una vez que
ha nacido, lucha por sus derechos. El deseo
sabe cómo apaciguar, cómo disfrazarse, cómo
esperar con paciencia a que llegue su turno.
Mientras tanto, el superyó es un tirano
absorbente, tentador, atento, sádico, sólo
acallado
temporariamente
mediante
procedimientos
masoquistas.
Al
mismo
tiempo, el ideal de yo es despiadado: no se
conforma con nada que esté por debajo de la
perfección absoluta.
Para la niña perfecta, la infancia se
convierte en un período de prueba en que se
le exige estar a la altura de expectativas
ajenas, con la constante angustia de nunca
sentirse
suficientemente
buena
en
comparación con los demás. Como sabe
reflejar con eficacia lo que sus padres esperan
de ella, muy pocas veces merece penitencias
o reproches. Las palizas no son necesarias.
Esta niña especial es objeto de muchos
cuidados, atención y dedicación por parte de
los padres. Pero no puede captar qué es o que
ellos realmente piensan o sienten, más allá de
sus gestos sonrientes y aprobatorios. La niña
tiene la sensación de que en cualquier
momento puede decir o hacer algo, o
manifestar alguna emoción, que provocaría el
rechazo y la crítica de los padres.
Estos
padres
son
simuladores,
preocupados por la imagen que de ellos tienen
los demás. Para tranquilizar a sus padres y
preservar la armonía, la niña se vuelve
experta en el arte de la simulación. Con
frecuencia se siente triste, pero lo disimula
ante sus padres. A veces la enoja toda esta
sumisión, pero jamás lo manifiesta. La niña
está tan fuera de contacto con sus estados
emocionales
como
con
sus
funciones
corporales. Cree que la función de la mente es
controlar la inquietud del cuerpo y ocultar el
torpe balbuceo de sus emociones. Más
adelante, una vez que se haya convertido en
anoréxica, su cuerpo habrá de gobernar a la
mente. En el caso de la anoréxica, nada es tal
como parece ser. No hay pérdida de apetito.
El deseo está desatado. La niña simula
aspirara la bondad.
Fuera del ámbito familiar, y aun cuando
esté rodeada de amigos, la niña permanece
emocionalmente
aislada.
Como
está
acostumbrada a buscar en la mirada de sus
padres lo que se espera que sea ella, la
anoréxica potencial no cree en sí misma ni
tiene un sentido firme de su propia
individualidad. Durante el período de latencia
se percibe como una página en blanco, como
un trozo de material con el cual las otras niñas
puden modelar el tipo de amiga que desean:
una amiga simpática y buena, con los gustos,
aversiones y vestimentas apropiados. La niña
tiene muy pocas amistades, y por lo general
de a una por vez. Con cada nueva amiga
adquiere una nueva identidad, con nuevos
intereses y actitudes. La niña es una gran
emuladora, pero nunca tiene la seguridad de
estar haciendo lo que debe. “Era como si
dentro de mí no hubiera una persona de
vedad. Yo trataba, con quienquiera que
estuviese, de reflejar la imagen que tenían de
mí, de hacer lo que esperaban que hiciera.”
Al carecer de criterios emocionales
internos, de estándares personales para
autoevaluarse, durante el período de latencia
la anoréxica potencial se ve consumida por el
amour-propre. Se compara continuamente
con otros, y por mejor que sea su desempeño
o por más elogios que reciba de sus padres y
maestros, siempre se siente en falta. En la
escuela vigila atentamente a sus compañeros,
tratando de discernir si aprenden más o
menos que ella. Si las chicas de su clase están
pendientes de la ropa, procura vestirse igual
que todas ellas. La madre, que por lo general
toma todas las decisiones pero que también
desea que su hija esté contenta y tenga
aceptación, accede a comprarle las prendas
que solicita, aunque le parezcan grotescas,
pero oponiendo alguna que otra vez su veto.
Para la niña, vestirse cada mañana es una
dura prueba. Se cambia de ropa tres o cuatro
veces y nunca está segura de si su apariencia
satisfará a sus compañeros. “¿Qué van a decir
de mi? ¿Me encontrarán bien?”
La característica peculiar del amour-propre
de esta ambiciosa niña es que a ella no le
interesa destacarse entre sus pares sino
simplemente estar bien, pasable, correcta.
Sólo más adelante, aproximadamente un año
antes de iniciar la diete, la niña renunciará a
ser como las demás. Se aparta entonces del
desafío que implica la amistad. Se aísla
socialmente. Los juicios severos e inflexibles
que antes dirigiera a su propia persona, se
emplean ahora para rebajar a los demás. “Son
tan infantiles, tan superficiales en sus valores.
. . En lo único que piensan es en los chicos y
en la ropa.” La aplicación de las reglas al pie
de la letra, que tan útil le resultara durante la
infancia, ya no le sirve en la realidad nueva y
extraña la adolescencia. A medida que la niña
se aparta de sus pares, la despiadada
inhumanidad de su vida moral se vuelve
dominante, a veces bajo la apariencia de una
actitud humanitaria: “Siento que no puedo
limitarme a vivir según la escala común de las
aspiraciones humanas. Siente que debo
contribuir a que este mundo sea mejor, y que
debo hacer todo lo humanamente posible a
este efecto. Lo que debo realizar es algo que
me exigirá todas mis fuerzas, hasta dejarme
agotada; de otro modo, no habré dado lo
suficiente. Sólo cuando lo haya dado todo y ya
no tenga nada más para dar, habré cumplido
mi deber”.
Al aproximarse a la pubescencia, es muy
frecuente que la niña en edad escolar sienta
cierta vergüenza por la relativa robustez y el
leve exceso de peso de su cuerpo. Trata de
controlar su apetito; se pone a dieta rigurosa;
se hace vegetariana. Lo que distingue a la
53
anoréxica potencial de la escolar y normal es
la intensidad de su ambición. Ella es la que
obtiene las mejores notas, la elegida para
ayudar a la maestra, de quien es la alumna
preferida. La maestra piensa que esta niña es
una maravilla, que si todos sus alumnos
fueran como ella, dar clase sería una gloria.
Pero otros maestros no opinan lo mismo: “Es
perfecta en lo que se refiere a obedecer
reglas,
contestar
correctamente
a
la
preguntas y memorizar datos. Pero no es
capaz de comprender conceptos abstractos.
Los problemas que requieren imaginación e
inventiva no le entran en la cabeza”. “No
participa en las discusiones en el aula. O bien
suministra
la
respuesta
“acertada”
de
inmediato, o bien espera a que todos hayamos
elaborado la contestación correcta, y entonces
la repite como un loro.” Si se le corrige un
pequeño error, o se cambia la disposición de
los bancos en el aula, o los horarios de clase,
se siente confundida y se le llenan los ojos de
lágrimas.”
La anoréxica potencial es una alumna
perfeccionista. No soporta equivocarse y es en
extremo sensible a las críticas. Si varían las
reglas, si se alteran las estructuras rutinarias
de su vida, si alguien la corrige o la observa,
la acomete un pánico indecible.
Los cambios de rutina, las situaciones
embarazosas, las decepciones, los reproches,
los rechazos, los desaires o un comentario
jocoso sobre su aspecto regordete han de
tener una influencia decisiva, un efecto
catalítico sobre una niña hipersensible, en
extremo ambiciosa y perfeccionista, en el
momento de su vida en que también está
tratando de enfrentar las modificaciones
biológicas y los dilemas Psicológicos de la
adolescencia. La anoréxica potencial reacciona
ante la menstruación, la erección de sus
pezones, la formación de sus senos y el
aumento
del
tejido
adiposo
en
sus
pantorrillas, caderas, muslos y pechos con
una profunda sensación de temor. La niña,
que desde muy temprano ha controlado
rigurosamente sus funciones corporales, se
siente ahora totalmente indefensa. Los
cambios físicos se apoderan de su cuerpo
como un violador. La asalta el temor de
perder el control que hasta ahora ha ejercido.
¿Y si no pudiera acallar sus apetitos? ¿Habrá
de dominarla la lujuria? El carácter irrevocable
de la femineidad, la idea de que ahora debe
convertirse en mujer, sin otra alternativa, son
para ella un golpe, un grave insulto, una
terrible constatación de que por más fuerte,
astuta y buena que sea, no puede controlar a
la naturaleza. Sus posibilidades son limitadas.
54
La niña está desolada. No se atreve a
manifestar su temor. Se pregunta: “¿Qué me
está pasando. . .? ¿Por qué son tan débil y tan
mala. . .? ¿Qué puedo hacer para volverme
más atractiva?” Se dispone entonces a
rectificar
esta
situación
terrorífica
y
humillante.
No
puede
controlar
a
la
naturaleza, pero sí puede dedicarse con
ahínco a las tareas escolares, hacer más
gimnasia y esforzarse más en todo. Y si estos
actos no bastan para aplacar su ansiedad, hay
una actividad que puede controlar: la
alimentación. Ponerse a dieta es algo que uno
puede hacer por su cuenta, sin pedirle ayuda
a nadie, sin tener que admitir que uno se
siente atemorizado, vulnerable y solo. Sus
amigas tratan de hacer régimen, sin éxito. La
madre vive pendiente de sus pesos. El padre
se jacta de su figura delgada y fuerte. Todo el
mundo está haciendo gimnasia, aerobismo y
algún tipo de régimen alimenticio. Hacer
régimen es algo bueno: es un acto virtuoso.
La dieta comienza como parte de una
resolución de convertirse en una persona
mejor, una persona fuerte y autosuficiente,
una persona admirada, superior. Al principio
la niña procede igual que cualquier otra chica
que hace régimen. Habla con entusiasmo de
su dieta a quienquiera que la oiga. Controla la
cantidad de hidratos de carbono que ingiere e
intensifica los ejercicios gimnásticos. Más
tarde elimina la carne, luego los huevos y
todas las verduras excepto una o dos. Muy
pronto estará comiendo unas pocas pasas de
uva como desayuno, dos hígados de pollo y
unas rodajas de zanahoria por toda cena, a
más de tres galletitas y algunos trozos de
manzana y de queso en el resto del día.
Condimenta estas frugales comidas con
vinagre o pimienta para darles un sabor
exótico. En pocos meses la chica ha pasado de
un simple régimen a un semiayuno. Está en
camino hacia la emaciación. Para cuando haya
rebajado los primeros diez o quince kilos, el
ayuno se habrá convertido en el dueño de su
vida, Si los Benefactores y los Hermanos
Mayores de las utopías la vieran ahora, le
retirarían su número y su uniforme; la
desterrarían junto con los poetas y los
místicos
recalcitrantes.
Su
soberbia
autosuficiencia, su intimidad con la pasión,
han transformado a la obediente ciudadana en
una amenaza para la sociedad, más peligrosa
que cualquier delincuente juvenil común, al
que se puede someter por medio de la
persuasión, el lavado de cerebro, la tortura o
la mutilación. Una vez que se pone en
marcha, nada puede disuadir a la anoréxica
de su búsqueda de la perfección. Si la
internan en un hospital, llega a conocer los
médicos de reeducación mejor que sus
captores. Y los derrota a todos: a la
alimentación
forzada
por
vía
oral
o
nasogástrica; a la terapia con insulina,
destinada
a
provocarle
transpiración,
ansiedad,
mareos
y
apetito;
a
la
hiperalimentación
intravenosa;
a
la
clopromazina, de la cual se espera que
reduzca su temor a comer; a la terapia
electroconvulsiva;
a
los
regímenes
de
modificación de la conducta, que le permitirán
correr sólo si ingiere alimentos y aumenta de
peso, e incluso a la neurocirugía, pues la
leucotomía la hará comer pero la convertirá en
bulímica, llevándola a vomitar en secreto.
Las anoréxicas son solitarias, reservadas,
pretensiosas, evasivas, insinceras y taimadas.
Sólo a sus diarios íntimos o a algún terapeuta
en quien confían revelarán estas niñas
calladas e inteligentes sus pensamientos:
“creo que mi verdadera obsesión sea el temor
de engordar, sino el deseo continuo de comer.
Esta avidez por la comida debe ser la causa
primordial. El miedo de engordar funciona
como un freno. Es en este Fresslust donde
encuentro la real obsesión. Me ha atacado
como una fiera y me siento desarmada ante
su acometida”.
El hambre es una fiera, un perseguidor, un
poder siniestro, una maldición, un espíritu
maligno, un demonio implacable, un sabueso
de afilados colmillos a punto de soltarse de la
correa. Algunas niñas que iniciaron la dieta
con el propósito de lograr una silueta esbelta
y delgada se renden ante la fiera. . . pero no
del todo. Aprenden, a veces en forma casual,
por una compañera de clase o un artículo de
una revista, que existen ciertas tácticas fáciles
para engañar al sabueso. La bulimia es una de
estas soluciones.
Aun después de haberse alimentado en
abundancia, la niña bulímica suele sentir una
repentina necesidad de comer. En dos horas
es capaz de ingerir cuatro hamburguesas, casi
un kilo de helado, una docena de bizcochos y
tres paquetes de caramelos. Una vez que
tiene el
estómago repleto y a punto de
estalla, la niña se depura por medio del
vómito autoinducido, o de laxantes y
diuréticos. La anoréxica se aparta de la
comida. La bulímica, que está igualmente
ansiosa de sentirse aceptada y aprobada, se
vuelca hacia la comida para aliviar su
ansiedad. Para la bulímica la comida es algo
seguro, reconfortante, con lo que puede
contar. Las grandes comilonas anestesian sus
temores y adormecen su angustia y soledad.
Come en procura de consuelo emocional. Pero
pronto la acomete el temor de engordar
demasiado y exponerse así a la desaprobación
que procura evitar. La purgación pasa a
integrar, entonces, su particular ortopedia
emocional. El ritual de atiborrarse de comida
para luego purgarse se hace cada vez más
frecuente, hasta convertirse en una especie de
adicción. La ingestión excesiva adormece sus
emociones y la purgación las arrastra lejos. El
acto de purgarse le proporciones tanto alivio y
le resulta tan purificador que comienza a
comer con la finalidad de purgarse. Los
trastornos físicos que acarrea la purgación son
graves: daño irreversible al esófago, ruptura
de vasos sanguíneos oculares; deterioro del
esmalte dental, caries, arritmia cardíaca y
para cardíaco. La niña bulímica es incapaz de
rebajar de peso en forma sistemática, o de
seguir una dieta durante cierto tiempo, se
deja llevar por apetencias e impulsos. Entre
una comilona y la siguiente, si tiene
los
medios necesarios, se dedica a hacer compras
en forma desenfrenada. Si no tiene bastante
dinero, roba lo que le apetece. Se vuelve
experta en escamotearle dinero a los padres
para pagarse sus hábitos. Emplea el dinero
que le dan para comprar libros y pagar la
matrícula escolar en comprar alimentos para
sus festines. Las chicas bulímicas también se
rinden ante sus apetencias de contacto
corporal, caricias, calidez, aprobación y
admiración. Algunas son frenéticas sexuales,
que buscan con desesperación los abrazos y la
adoración que ansían.
Mientras que sus aparentes hermanas, las
bulímicas, sólo consiguen apaciguar a la fiera,
la anoréxica parece haber vencido al Fresslust,
a las ansias de posesión y al apetito genital.
Es posible que de vez en cuando la niña
anoréxica
robe
alguna
chuchería
para
adornarse, o que esconda comida en su
dormitorio.
Muchas
anoréxicas
incurren
esporádicamente en la cleptomanía o en la
práctica de atiborrarse de comida para luego
purgarse. Pero, tal como lo atestiguan sus
cuerpos
delgados
y
frágiles,
son
esencialmente puras y están por encima del
deseo y del apetito. Sin embargo, la historia
que ellas mismas nos cuentan es muy
diferente:
“Me estoy arruinando de veras en esta
interminable lucha contra la naturaleza. El
destino dispuso que fuera robusta y fuerte,
pero yo quiero ser delgada y frágil.”
“Siempre tenía hambre y no podía
concentrarme en nada. No recuerdo nada de
los libros que leí cuando ayunaba, ni me
acuerdo de las películas que vi en ese período.
Nunca pensaba en nada más que en comer.”
55
“Aprendí el truco de permitirme disfrutar
intensamente de la comida. Sólo comía cosas
que me gustaban, en cantidades mínimas. No
es que me negara a comer. Me negaba a
aumentar de peso.”
“Era como si debiera castigar a mi cuerpo.
Lo odio y lo desprecio. Si le permitía funcionar
normalmente por unos días, luego tenía que
someterlo a privaciones. Me siento atrapada
en mi cuerpo. En tanto lo mantenga bajo
control estricto, no podrá traicionarme.”
La pretendida victoria de la anoréxica
sobre el deseo constituye su perdición. Sus
hermanas, las niñas rollizas, las gordas-flacas
y hasta las bulímicas antes de caer en los
ciclos de comer y purgarse, por más
desesperadas e indignas que se sienta, tienen
un compromiso con la vida. Estudian,
trabajan, tienen amigos, relaciones sexuales y
cierta sensación inmediata de pertenecer al
orden social y participar en él. No así la
anoréxica. Ella es un ser solitario y aislado.
Antes de llegar al grado de emaciación, la niña
tiene conciencia de sus aislamientos. Ansía
intimidad,
conversación,
miradas
aprobatorias, manos que estrechen la suya,
calor humano. “Veo a los demás como a
través de un cristal; me llegan sus voces.
Anhelo estar en contacto con ellos. Lo intento,
pero no me oyen.”
El miedo a las apetencias, al apetito sexual
o al deseo, es uno de los dos ingredientes
principales de la anorexia. El otro, ése sin el
cual el ayuno no sería posible, radica en la
calidad de la conciencia de la anoréxica. Aun
la más pura de las anoréxicas tiene momentos
de flaqueza. Pero una vez que ha resuelto
hacer algo, su conciencia garantiza una
obediencia casi absoluta. Debido a que la
anoréxica tiene una enorme fuerza de
voluntad, debido a que es inteligente,
ambiciosa y perseverante, debido a que los
ojos
vigilantes
y
las
ásperas
voces
prohibidoras nunca fueron domesticadas, las
obedece sin dudar. Y como los ideales según
los cuales se evalúa son tan exquisitos, tan
perfectos, tan estrictos e inflexibles, se inclina
ante ellos en actitud de sagrada adoración. Su
conciencia es salvaje, pérfida y corrupta.
Sólo cuando el tabú del incesto impone sus
dilemas morales es que emerge a la superficie
la duplicidad moral de la anoréxica. Esta
duplicidad ha estado latente desde la infancia,
oculta tras la pantalla de una estructura
familiar y un orden social que aplaudían la
ambición de la niña, sus ansias de poder y su
virtuosa obediencia del deber. Su batalla
frontal contra el deseo es un gran engaño.
56
Parecería
haber
erradicado
todas
las
tendencias sensuales y eróticas. Pero en
realidad, la anoréxica ha logrado estar
totalmente embargada de erotismo, en
especial de Fresslust. El deseo es su constante
compañero.
Con más devoción y empeño que cualquier
adolescente común, la anoréxica enfrenta
constantemente al deseo. Lo sopesa, lo
reparte, aviva sus llamas y se asegura de que
no deje de exigir ser atendido. Aunque lo
mantiene oculto, la anoréxica sabe muy bien
que el deseo siempre está allí, esperando la
oportunidad de irrumpir, abrirse paso,
arremeter y tomar posesión. Su conciencia,
jamás aplacada por las lealtades grupales del
período de latencia ni por las apasionadas
amistades y alianzas de los primeros años de
la adolescencia, es un tirano implacable,
enteramente modelado de acuerdo con sus
deseos; su conciencia absorbe, explora,
inspecciona, tienta y atormenta: “Me sentía
como si un capataz de esclavos me llevara a
latigazos de una actividad a otra”. El deseo y
la autoridad son cómplices. Al silenciar el gran
debate entre el deseo y la autoridad, el
narcisismo progresa sin restricciones.
La niña se preocupa por la comida, por el
funcionamiento de sus intestinos y por el
sexo, pero la ternura y el afecto han quedado
abolidos. Para tener la absoluta certeza de
que no volverá a caer en las redes del amordeseo familiar, la anoréxica ha revertido el
amor-deseo en odio-deseo. Ahora no precisa
escaparse de la casa. La fuerza de su odio y
sus fantasías persecutorias la mantienen a
salvo. Consumida por la lujuria y el odio, la
niña dirige esos apetitos caso enteramente a
su cuerpo. Con el mismo gesto mágico con
que emprende el ayuno, se flagela el cuerpo
con frenesí para hacerlo
perfecto, y
simultáneamente lo sacrifica. Se queda en su
casa, “literalmente, como un esqueleto en un
festín”.l Es omnipotente, de manera que no
puede morir aunque su cuerpo se destruya.
Esta vez, nadie podrá arrebatarle el poder.
“Querían que aumentara de peso para no
tener que ver loo infeliz que era. Pues no les
hice el gusto. ¡Porque era muy infeliz! Es que
ellos son muy felices, y quieren que su nenita
buena sea linda y feliz también. Querían que
yo fuera un adorno. ¡Pues no les hice el
gusto!”
A la niña la consume el despecho. Su
venganza de los captores es como una comida
que la satisface. “Ya ven lo obediente que soy.
No como de más. No exijo nada. Tengo pleno
control sobre mis apetitos. Esto es lo que
ustedes querían: la niña perfecta con su
cuerpo perfecto. Aquí lo tienen, para que lo
vea todo el mundo.”
Ahora que el efecto y la ternura han
quedado abolidos, ahora que tiene una
conciencia autosuficiente, más allá de la
moralidad, la ira de la anoréxica no conoce
límites. Antes de descender de las soberbias
alturas a que ha llegado para volver a
integrarse al género humano, la niña tiene
una cuenta pendiente que ajustar. Esclava y
ama están ligadas de por vida: “Ella es yo, yo
soy ella. Al destruirme, también destruyo a mi
madre”. La esclava obediente sacude sus
cadenas. La gordura de sus muslos, los
pechos redondeados y la menstruación son
sus enemigos, pero la oleada de fresca
vitalidad que expande cada uno de sus
apetitos y deseos también libera las
estructuras del pasado. Aunque es tan
lujuriosa como un bebé, aunque establece sus
propias reglas, la anoréxica no retoma,
simplemente, los modos del pasado. La niñita
ejemplar está sacudiendo sus cadenas.
Toda la vida de la niña ha sido una
magnifica representación. Más tarde, en un
poco habitual arranque de franqueza, llegará a
admitir que “la mascarada más grande de
todos los tiempos”. Su acto mortal de ayunar
casi hasta la inanición, su emaciación, es el
premio otorgado a su actuación, es el triunfo
de la emulación que ha estado ensayando
desde que era un bebé. El público está
aterrado, pero también hechizado, lo que a su
vez provoca una ilusoria sensación de poder a
la artista del hambre. Desde su punto de
vista, la niña se ha consagrado como actriz.
Sólo más adelante, cuando recobre su peso y
reconozca la demencia de su arte, podrá
contarnos que dentro de ella había una débil
voz que le rogaba que se detuviera, una parte
de sí misma que observaba su actuación con
el mismo horror que todos nosotros. Pero en
general, mientras permanece en estado de
emaciación, la niña está dedicada por entero a
su representación. Cuando más dure su
enfermedad, más se concentrará en sí misma.
Pronto se olvida del público. El narcisismo
la domina por completo. La anoréxica está
exigiendo que le devuelvan la mente y el
cuerpo, los está reclamado; está afirmando la
omnipotencia que una vez cediera a cambio
de admiración reflejante. Ahora, ni esta
admiración ni las miradas prohibitorias de los
padres podrán doblegarla. Ella misma es su
propio espejo. Se sale de sí misma y es al
mismo tiempo observadora y observada:
“Logré mi deseo de ser de un tercer sexo,
niña y varón al mismo tiempo. Al mirarme al
espejo, veía una mujer hermosa y atractiva.
Mi otro yo, el cuerpo que enfrentaba al
espejo, era un joven lascivo que se disponía a
seducir a la chica del espejo. Yo mantenía un
romance conmigo misma”.
La chica está alerta, en marcha, durmiendo
sólo tres o cuatro horas diarias. Atrás
quedaron los días en que se pasaba las horas
haciendo
tareas
escolares
adicionales,
ganando
competencias
de
natación
y
disertando ante sus aburridos compañeros
sobre la teoría de la relatividad. Ahora está en
plena exaltación: mareada, desfalleciente, con
la sensación de estar en absoluta sintonía con
el mundo del tiempo y el espacio. Las
contradicciones entre el “yo” y el “no-yo”,
entre lo animado y lo inanimado, se
mantienen en suspenso. Aquí no hay
divisiones. En su mística unidad con el
entorno físico, la niña ya no necesita a nadie
más. Ha llegado a una cúspide trascendental.
Tiene infinita resistencia y enorme agudeza
mental. Aunque ya no puede concentrarse en
los libros ni en las palabras, en las lecciones ni
en las tonterías de la escuela, es astuta en lo
que se refiere a la preservación de su alma.
Su estado, al borde de la inanición, y su
incesante actividad física, le producen ahora
una exaltación similar al efecto de la morfina:
“Uno se siente fuera de su cuerpo, al costado
de sí mismo; luego cae en una especie de
trance y puede soportar el dolor sin
inmutarse. Eso es lo que yo hacía con el
apetito. Sabía que lo tenía –puedo record y
hacerlo consciente- pero en ese momento no
sentía ningún dolor”. Los teólogos conocen
bien los excesos morales que acompañan a
este tipo de éxtasis, las desilusiones
espirituales
causadas
por
el
ayuno
prolongado, y sus matices sexuales. “La
conciencia de tener poder espiritual aumenta,
y con ello el peligro de perder de vista lo que
a cada uno de nosotros se nos ha asignado,
los límites de nuestra existencia finita, de
nuestra dignidad y nuestras capacidades. De
ahí que existan los peligros del orgullo, la
magia y la embriaguez espiritual.”
La niña anoréxica, que se siente inútil en
casi todos los demás aspectos de la vida, a
través de su ayuno y su hiperactividad
adquiere un enorme poder, mayor, incluso, de
lo que ella pretendía. A medida que se
intensifica el ayuno, los efectos físicos
colaterales potencian y confirman los sueños
de gloria de la anoréxica. Ella no había
buscado el éxtasis, sino tan sólo controlar las
fuerzas físicas que la invadían. La santidad le
ha llegado como un subproducto accidental de
su ayuno. Ahora está ávida de hambre, como
antes había tenido avidez de comida. La
57
exaltación que le produce el ayuno constituye
su victoria sobre las pasiones del cuerpo, su
triunfo sobre sus amos. Una vez que ha salido
de su cuerpo, es fiel a sí misma, a sus propios
dictados y poderes.
El suicidio es poco frecuente en las
enfermas de anorexia. Sólo en caso de perder
su batalla contra el Fresslust o de verse
forzada a rendirse ante sus captores, la niña
intentará suicidarse. Pero la convicción de su
omnipotencia la engaña. La anoréxica no tiene
conciencia de la precariedad de su estado
físico, pero su cuerpo puede ganarle la
partida, como cuando sobreviene un paro
cardíaco, una crisis metabólica o un colapso
circulatorio. Se dice que justo antes de morir,
la anoréxica parece tener conciencia de que su
espíritu se está desprendiendo, lentamente,
de su cuerpo. Su mirada es distante,
inexpresiva, como fuera de contacto con el
mundo. La niña está escapando de la prisión
de su existencia.
58
PROBLEMAS DE LA
ALIMENTACIÓN: LA
OBESIDAD, LA ANOREXIA Y
LOS FESTINES
Algunos expertos sugieren que hemos llegado
a equiparar el engrosamiento con la
decadencia y la pérdida del autocontrol.
Esto crea una doble norma: Deseamos comer
y en efecto comemos, porque de ese modo no
sólo mantenemos la vida sino que gozamos,
pero nos sentimos culpables de nuestros
excesos
y
lamentamos
nuestra
autocomplacencia, o avanzamos un paso más
y hacemos dieta (o fingimos hacerla).
Los
adolescentes
son
sobremanera
vulnerables a las tendencias culturales, y
reflejan los modos de comer y hacer dieta de
los
adultos.
Algunos
adolescentes,
los
afortunados, comen normalmente y no
prestan mucha atención al alimento, fuera de
que tiene buen o mal sabor, y les agrada o no
les agrada: saben cuándo tienen apetito y
cuándo no lo tienen. Otros adolescentes llegan
un poco más lejos; como equiparan la
concurrencia a los lugares donde sirven
comidas rápidas con la aceptación social,
utilizan la comida como una forma de
entretenimiento. Pero para un número cada
vez más elevado de adolescentes, la búsqueda
de la delgadez tiene precedencia, pues creen
que una persona delgada cuenta con la
garantía de una vida sin problemas. Por
desgracia, no atinan a ver que tales conceptos
son fantasiosos, y como intentan alcanzar la
meta a través de un uso equivocado de los
alimentos, adquieren costumbres extrañas y
enfermizas, y pierden el control a tal punto
que apareen desórdenes como la anorexia
nerviosa o la bulimia, que llegan a dominar la
vida de los afectados. Otros adolescentes
utilizan la comida como una pantalla detrás de
la cual ocultarse cuando las presiones de la
vida real son excesivas. Pueden convertirse en
personas excedidas de peso, incluso obesas, y
aunque
parezca
irónico,
ellos
mismos
provocan acentuadas presiones sociales. En el
caso de muchos de los adolescentes
modernos, se ha deformado el significado de
los alimentos y de su ingestión, ante lo cual es
posible que los padres reaccionen con
sentimientos
de
cólera,
frustración
o
desesperación, pero está no es la actitud más
apropiada.
ACERCA DE LOS ALIMENTOS SIN VALOR,
LOS HÁBITOS DE ALIMENTACIÓN Y LA
BUENA NUTRICIÓN
Un estudio reciente comprobó que los
alumnos del último año de secundaria no
saben acerca de la nutrición mucho más que
los alumnos de escuela primaria. Los hábitos
de alimentación de los adolescentes a menudo
son erráticos, y están adaptados casi por
completo a la ingestión de alimentos
ocasionales, en lugar del consumo de comidas
programadas regularmente que incluyan
alimentos pertenecientes a los cuatro grupos
principales. Esta afirmación, sin duda, no
constituye una noticia impresionante para la
mayoría de los padres de adolescentes, pero
en todo caso destaca una tendencia
alarmante: los adolescentes no sólo no
conocen lo elemental acerca de los hábitos
apropiados de alimentación, además, parece
que el tema no les importa.
Existe una masa enorme de propaganda
acerca de los alimentos, destinada a los
adolescentes, porque éstos son individuos
muy impresionables que todavía no conocen
bien los productos que compran, y también
porque gastan mucho dinero en comida. Los
adolescentes reaccionan de un modo más o
menos previsible frente a las campañas de
publicidad, y por lo tanto los anuncios
comerciales referidos a los alimentos y las
bebidas sin alcohol exhiben imágenes de nivel
superficial. Invitamos al lector a situarse un
momento en el lugar del adolescente. Está
mirando el anuncio de determinada marca de
hamburguesa. Los actores y las actrices
adolescentes tienen cutis perfectos, cuerpos
atléticos, y pertenecen al tipo de los que
acaudillan a los grupos de partidarios del
equipo de nuestro colegio. Están sentados
alrededor
de
una
mesa,
comiendo
hamburguesas y papas fritas, y consumiendo
bebidas sin alcohol. El mensaje, la imagen, es
que las personas populares y atractivas
consumen estos alimentos, y uno debería
hacerlo también. O considere cualquiera de los
anuncios de bebidas sin alcohol; también en
este caso los modelos adolescentes son todos
personas inteligentes, de aspecto sexy, ¡y
además bailan y cantan maravillosamente! El
observador
comienza
a
asimilar
estas
imágenes. En efecto, uno empieza a equiparar
los
productos con
la popularidad, la
sensualidad y el talento representados en los
anuncios televisivos de medio minuto, y
acepta el mensaje de que si utiliza los
productos puede llegar a ser como las
personas que aparecen en la pantalla. Se
adquiere impulsivamente un artículo, porque
59
le agradó el tipo de producto, y porque se
identifica con los mensajes no del todo
subliminales.
A pesar de todo, los adolescentes rara vez
ponen en riesgo su salud a causa del consumo
de alimentos sin valor. Si pretendemos
mostrarnos racionales en todo esto, debemos
reconocer nuestro propio aporte como
modelos: sin tenemos mediocres hábitos de
alimentación, en vedad no podemos pretender
que nuestros hijos, como por arte de magia,
durante los años de la adolescencia prefieran
el pan integral y los alimentos no procesados.
Asimismo ¿debemos tratar de mantener cierta
distancia emocional frente al tema de la
alimentación; no nos agradaría mucho que un
tercero supervise cada bocado que ingerimos;
por eso mismo, no es probable que a nuestros
hijos adolescentes les agrade ese tipo de
atención. Si podemos mostrar una actitud
racional y esclarecida frente a la nutrición,
estaremos en condiciones de admitir que si
bien una dieta regular de salsa de tomate,
papas fritas y bebidas sin alcohol no es
sobremanera saludable, muchos alimentos a
los cuales consideramos desprovistos de
calorías o sin valor desde el punto de vista e
la nutrición, después de todo, no son tan
inferiores como suponemos. Por ejemplo,
incluso la pizza tiene cierto valor nutritivo:
tres porciones de pizza contienen 54 gramos
de hidratos de carbono, 25 gramos de
proteínas y 15 gramos de grasa, es decir, 50
calorías, el equivalente nutritivo aproximado
de una chuleta de cordero, un plato de habas
y una pequeña patata asada.
Las
cuestiones
relacionadas
con
la
alimentación no tienen por qué convertirse en
batallas entre las generaciones o provocar la
falta de armonía de la familia. La comida debe
ser un placer, no un problema con P
mayúscula. Los padres tienen que comprender
y tratar de aceptar el hecho de que todos los
adolescentes modernos ingieran, hasta cierto
punto, alimentos sin valor nutritivo. Para fijar
el límite es necesario determinar si el
jovencito goza de buena salud, y si sus
hábitos de alimentación permiten un estilo de
vida normal o bien interfieren en la vida
cotidiana,
hasta
el
extremo
de
ser
perjudiciales. Quizá debamos recordar los
libros referidos al cuidado de los infantes y los
niños, que muchos de nosotros leímos cuando
nos iniciamos en la función de padres. Estas
obras solían destacar que los niños más tarde
o más temprano eligen una dieta equilibrada
si se les deja elegir libremente los alimentos,
porque el cuerpo de una persona reclama
ciertos nutrientes y ansía los alimentos que
60
los contienen. Si el niño pequeño puede
obtenerlos,
en
definitiva
consume
los
alimentos apropiados, pero quizá no en la
secuencia que puede parecer aceptable para
el adulto. Si excluimos la presencia de un
desorden de la alimentación, esta afirmación
es válida también para lo adolescentes.
La obesidad
adolescente
en
la
perspectiva
del
No existe ley alguna que afirme que los
adolescentes tienen que ser delgados, estar
bien vestidos y ser atractivos para que se
conviertan
en
participantes
totalmente
aceptados. Sin embargo, la mayoría de los
adolescentes se comportan como si éstas
fuesen norma que es necesario aplicar
rígidamente. Para muchos, el exceso de peso
equivale a la maldición definitiva, la condición
de proscrito social; y así utilizan la dieta para
evitar ese destino imaginario. Si la dieta no
aporta los resultados deseados y no se
convierten
en
Cenicientas
o
Príncipes
Encantados, viven una adolescencia agobiada
por el sufrimiento y los traumas. Otros
adolescentes utilizan el exceso de peso para
evitar la interacción social con los pares, y
achacan muchos o la totalidad de sus
problemas a la obesidad que padecen, y
nunca aprenden a afrontar de manera
constructiva los desafíos de la adolescencia.
Tratan de consolarse comiendo más que
tratando con los amigos o la familia, y de
hecho utilizan el exceso de peso para aislarse
del resto.
En posible que los adolescentes se sientan
inseguros acerca del funcionamiento y la
apariencia de su cuerpo, y que se preocupen
constantemente por el modo en que otros los
perciben, De esta manera, los adolescentes
son
especialmente
vulnerables
a
los
sentimientos de menor valía, e incluso a la
depresión cuando su cuerpo no se convierte
en una réplica de los jóvenes y las muchachas
perfectamente formados, a quienes ven desde
hace tanto tiempo en las revistas destinadas a
la juventud, así como en la televisión. Se diría
que no es suficiente que los adolescentes se
inquieten por el estado de su piel, su propia
anatomía sexual y su capacidad para atraer a
tros miembros del sexo opuesto; cuando
aparece el problema del peso se agrega otro
problema
a
la
lista
de
inquietudes
adolescentes que no ceden fácilmente al
escalpelo de la lógica. El padre que dice: “No
te preocupes, todos tuvimos momentos
desagradables cuando éramos jóvenes”, no
facilita las cosas a la jovencita de 15 años a
quien nunca invitaron a la fiesta del colegio, o
al joven de 16 años elegido siempre en último
término cuando llega el momento de formar
los equipos en el gimnasio.
La inequívoca oposición de nuestra cultura a
las personas excedidas de peso se ve
perpetuada por una serie de mitos que
consideran a la obesidad como el signo de
cierta falla del carácter, de la pereza o del
descuido,
una
condición
autoinducida
caprichosamente y que puede modificarse con
facilidad gracias a la fuerza de voluntad. Los
adolescentes, que de todos modos ya tienen
escasa confianza en ellos mismos, adoptan
esta tendencia y a menudo no saben cómo
reaccionar frente a sus pares obesos que no
se ajustan a las normas aceptables. Un modo
de afrontar lo que uno no conoce bien es
evitar la relación con eso, y muchos jóvenes
de peso mediano proceden así en sus
reacciones frente a los adolescentes excedidos
de peso. Puede mostrarse intencionadamente
crueles e insensibles, y rechazar totalmente a
los que no se atienen a las mismas normas
físicas. Quizá intentan mostrarse cordiales,
pero acaban adoptando una actitud de
superioridad. Es interesante el hecho de que si
se establecen relaciones amistosas, las
dimensiones corporales ya no dominan el
vínculo.
Ciertamente, no todos los adolescentes
excedidos de peso son objeto de rechazo.
Algunos
son
individuos
que
muestran
confianza en su propia personalidad, que
están satisfechos de su modo de ser, y se
muestran participantes activos y eficaces en
todos los aspectos del típico colegio de
adolescentes y de los medios sociales. A esta
categoría corresponden los adolescentes
varones que han sido corpulentos desde la
niñez, y cuyos padres y otros miembros de la
familia están excedidos de peso. Por
desgracia, las muchachas y los que han
aumentado de peso hace poco no tienen la
misma suerte.
Uno de los principales problemas que la
obesidad origina, en el caso de los
adolescentes, es la salida con miembros del
sexo opuesto, una situación que puede ser
realmente terrible. Las jóvenes y los varones
excedidos de peso pueden temer que su
apariencia llegue a convertirlos en individuos
tan indeseables que nadie quiera salir con
ellos. Además de este miedo al rechazo,
muchos temen también que en la salida
resulten ridiculizados a causa de sus
abundantes proporciones. Otro temor aún más
grave es la posibilidad de que sus compañeros
de salida se alejen si comienza a establecerse
alguna
forma
de
intimidad.
Así,
la
oportunidades de relación interpersonal y
sexual, que en la práctica deberían preparar a
los adolescentes para papeles adultos, pueden
verse anuladas por completo a causa de la
obesidad. A la larga, estos adolescentes
pueden convertirse en adultos que prefieren
abstenerse por completo de la socialización.
Por otra parte, hay muchos adolescentes que
no son objeto de la discriminación ejercida por
sus pares como resultado del problema del
peso. En general, los varones soportan la
obesidad mejor que las muchachas, porque
para la cultura es más aceptable que los
hombres sean corpulentos. Consideremos un
momento el número de varones robustos que
tienen un papel destacado: los levantadores
de pesas, los luchadores de la categoría
máxima, y las figuras deportivas que son
macizas pero musculosas: jugadores de
fútbol, profesionales de la cultura física, todos
muy visibles en las exhibiciones deportivas
que la televisión transmite los fines de
semana. No puede extrañar que los pediatras
a los médicos especializados en medicina de la
adolescencia informen que pocos muchachos
solicitan dieta que les ayude a perder peso; en
cambio, prefieren modificar las proporciones
de su cuerpo apelando al ejercicio. Asimismo,
los padres rara vez critican a los varones
cuando aumenta su peso. Pero los padres de
las jóvenes se preocupan por las figuras de
sus hijas y por las consecuencias si no son
esbeltas o bonitas, y por su parte los padres
de los muchachos tienden más bien a afirmar
que sus hijos tienen el cuerpo sólido o
desarrollado. Los padres de las jóvenes con
frecuencia tratan de proteger a sus hijas, y
quizá inconscientemente las inducen a evitar
la resolución de los problemas fundamentales,
y a remplazar el análisis de ellos por la
costumbre de utilizar el alimento como
panacea. Los varones o las muchachas que
son populares y tienen éxito social o
intelectual a pesar del considerable exceso de
peso son, precisamente, los adolescentes que
han aprendido a abstenerse de utilizar el peso
como un escudo o un revestimiento que, en
definitiva, debilita sus sentimientos positivos;
son los mismos que no permiten que el peso
sea interpretado negativamente por otro. Son
los jóvenes que integran su apariencia, su
personalidad y sus cualidades en una unidad
que se convierte en imagen total; un aspecto
no tiene por qué dominar a los restantes, o
funcionar a expensas de los otros.
61
UNA MIRADA A LA CIENCIA
REVISTA ¿CÓMO VES?
Agustín López Munguía
LA MODA ALIMENTICIA
Sin duda, el avance del conocimiento ha
tenido uno de sus mayores impactos en lo que
comemos. En cada bocado hay una “carga” de
ciencia y de etnología; de nutrimentos; de
cultura e historia; de globalización y, desde
luego, de placer (claro, también puede tener
una carga de bacterias, pero ese es otro
asunto). Cada aspecto relacionado con lo que
comemos es igualmente importante y debe
ser sujeto de reflexión cada vez que nos
encontramos a punto de elegir frente al menú
o al refrigerador, o empujando el carrito en el
supermercado.
Y
es
que,
desafortunadamente, no siempre damos a
cada una de estas “cargas” el peso específico
debido, y cada vez más, a que lo que sabemos
sobre alimentos y nutrición (o lo que nos han
hecho creer a través de la mercadotecnia)
domina otros criterios igualmente importantes
en la elección.
El origen del bocado
Hagamos un ejercicio en este espacio,
imaginando a uno de los lectores de la revista
sentado
a
la
mesa
de
la
cocina,
preguntándose al observar el tenedor detenido
justo a la mitad del trayecto entre el plato y
su boca: ¿De dónde proviene todo ese
material orgánico comestible que llamamos
alimento?; ¿es fresco?; ¿alguna vez estuvo
vivo y con ojos?; ¿es un producto agrícola,
viene del mar , de un árbol, o de un
hormiguero, como los escamoles?; ¿quizá lo
produjo alguna empresa? (deja el tenedor en
la mesa y toma un trago de refresco de cola);
¿o tal vez fue trasportado y entregado fresco
para su consumo directo? (desvía la mirada
hacia los mangos que desprenden su aroma
desde el frutero): ¿quizá fue transformado en
alguna de tantas empresas alimenticias? (mira
el pedazo de tortilla de maíz que le sirve para
no empujar con los dedos); ¿o simplemente
se trata de una combinación de orígenes
incluida la transformación casera? (un pedazo
de filete de res, bañado en salsa verde, al que
acaba de adicionar un poco de sal de mesa.)
Es fácil concluir que en el plato del lector hay
un poco de todo, y si bien existe en la
actualidad una tendencia a consumir más
productos frescos que procesados (“si es
62
fresco es mejor”), todo tiene sus “asegunes”.
A veces el procesamiento es indispensable
para mejorar la calidad nutricional de un
alimento, como la nixtamalización del maíz o
el cocimiento de los cereales, cuyo fin es
conseguir una mejor digestibilidad de sus
componentes. También hay muchas ventajas
en procesar por ejemplo la leche, y así
enviarla a zonas donde no hay vacas o sería
imposible mantenerla fresca por más de 24
horas. Actualmente, en muchos casos el
procesamiento es una garantía de seguridad
alimentaria, basta con observar las tendencias
en el consmo de agua. Por lo tanto,
seleccionar alimentos frescos no está mal,
pero tampoco deben desdeñarse las ventajas
del procesamiento, que de ninguna manera es
sinónimo de “no natural”.
Los antecedentes del bocado
El alimento atrapado en el tenedor, que no
acaba de llegar a su destino, ha perdido ya un
poco de calor. Pero antes de ingerirlo, no
podemos dejar de lado una pregunta básica
en el contexto cultural: ¿de dónde viene? Hay
probabilidades de que se trate de un alimento
de orígenes prehispánicos (un caldo de
guajolote, aunque a algunos pavos que
reniegan de su origen no les guste que les
digan así); que sea producto de la conquista
(lomo de cerdo con alubias) o de la fusión de
culturas, que en lo que a alimentos se refiere
se dio por cierto sin mucha violencia (tacos de
carnitas, una tostada de pata o una torta de
tamal). O tal vez el quiso no se remonta a
decena de siglos de cultura prehispánica, o a
507 años desde que nos “descubrieron”, sino
sólo a unos cuantos de globalización) hot dog
con Coca-Cola). Quizá la historia de cómo es
que el alimento llegó hasta el tenedor requiera
de armar un equipo multidisciplinario, pues
para cada caso, además de la carga históricocultural, habría que analizar la educativa) o
falta de ella), la de conveniencia (así le dicen
ahora a la prisa), la necesidad, el
compromiso,
la
dependencia
económica
(nuestra y del país) y, ciertamente también, la
carga
de
hambre.
Se
requeriría
de
especialistas en conducta humana para
explicar por ejemplo cómo es que la
hamburguesa, el hot dog y la pizza han
ganado terreno al taco, la torta y el tamal, o
la Coca-Cola a las aguas de jamaica, horchata
y tamarindo, con la consecuente globalización
del más grave problema de salud pública que
enfrentan los Estados Unidos: la obesidad.
La digestión del bocado
Una vez en nuestro mundo inferior, lo que le
pasa al alimento es visto por otro conjunto de
disciplinas que estudian el cuerpo humano, su
funcionamiento,
sus
necesidades
de
sustancias químicas, la forma en que éstas
son asimiladas, y el impacto de lo que
comemos en lo que somos. Dicen por ahí:
“dime qué comes y te diré quién eres)” (por
eso dejé la carne de res). Sería imposible
abordar en este espacio todo lo que esto
implica, pero en cierta medida es el origen de
que ahora se diga cada vez más: “Necesitas
comer carbohidratos, proteínas, vitaminas y
minerales”, en vez de “Come cereales,
pescado y fruta”. La composición química de
los alimentos y el eventual efecto de ciertas
sustancias específicas en la salud se ha vuelto
noticia cotidiana, lo que generalmente da la
impresión de que todo este asunto responde a
una simple relación de causa-efecto. Y si bien,
como muchos otros avances científicos, el
conocimiento ha traído beneficios, también ha
sido objeto de abuso y charlatanería, a veces
ignorancia, otras, aprovechándose de ella. En
los años ochenta el sentir de la población era
que había que consumir proteínas, muchas
proteínas. Después vino el furor por la fibra.
En México repercutió esta moda a pesar de
que la dieta del mexicano –desde que
Quetzalcóatl nos proporcionó el maíz- nunca
ha sido deficitaria en fibra. Ahora, la situación
es más compleja. Poco a poco la preocupación
por lo que no debemos comer ha ido
desplazando al interés por alimentarse
correctamente, y en el centro de esta
preocupación se halla el enemigo número uno
de nuestros vecinos del norte: la grasa.
El bocado light
La primordial preocupación actual en los
Estados Unidos, el país de la abundancia, es
justamente la abundancia, pero de grasa. Se
vive una “grasofobia”. De acuerdo con un
estudio del Food Marketing Institute, 70% de
los estadounidenses dice consumir alimentos
con bajo contenido en grasa, los denominados
light, lo que resulta lógico si se considera que
uno de cada tres está excedido de peso. Así,
es probable que el observador del bocado en
los Estados Unidos se esté preguntando:
“Cuánta grasa tendrá esto?, ¿será light?”.
Aunque al parecer el consumo de alimentos
light ha empezado a menguar en aquel país,
es posible que sea como resultado del fracaso
de esta estrategia, pues de acuerdo con un
análisis reciente publicado en la revista Food
Technology “En los Estados Unidos se engorda
a base de alimentos libres en grasa”. El
asunto aquí es ¿cuántos mexicanos y
mexicanas jóvenes se hacen la misma
pregunta?, ¿qué tan nuestro es ese problema?
Encontramos ya los supermercados bien
surtidos de productos de bajo contenido de
grasa, pero también hemos multiplicado el
consumo de hamburguesas y helados, e
introducido en los cines las cubetas de
palomitas, en lugar de la moderada bolsita de
antaño.
De acuerdo con la mencionada “grasofobia”, si
el bocado en el tenedor fue frito en cualquier
tipo de aceite, tiene problemas. No se diga si
contiene mantequilla, algún tipo de aderezo o
mayonesa (aunque sonría). En general la
gente no esta bien informada, y aunque
considera que en los que se refiere a los
aceites comestibles no es lo mismo el de oliva
que el de palma, tampoco le es fácil explicar
por qué, pues desconoce las diferencia entre
grasas saturadas, mono y poli-insaturadas. En
ese contexto, quizá parezca atractivo que el
bocado sea una papa que haya sido frita en un
sustituto de grasa que la FDA (Food & Drug
Administration, organismo estadounidense
encargado de la regulación de medicinas y
alimentos) aprobó en 1996. Se trata de una
sustancia químicamente parecida a la grasa
natural (ácidos grasos unidos a la glicerina
mediante enlaces éster), sólo que contiene
sacarosa en vez de glicerina por lo que el
sistema digestivo no la reconoce y pasa
directo a las heces. Este producto, que se
denomina Olestra y fue desarrollado por la
empresa Procter & Gamble, tiene que ser
saturado en vitaminas solubles en grasa, para
que no se lleve las del cuerpo, puede generar
calambres y, peor aún, cuando se consume en
exceso llega a producir un flujo anal. Pero
éste es un caso extremo (cero calorías); hay
otras opciones menos drásticas; docenas de
productos comerciales que se emplean en la
formulación industrial de alimentos de bajo
contenido calórico. En general, se trata de
sustitutos a base de proteínas (Simplese) o
almidón (Litesse). ¿Cómo proteínas en lugar
de grasa? Lo que sucede es que se da a las
proteínas (de leche y huevo por ejemplo) un
tratamiento de microencapsulación que les
confiere una nueva textura y con ella la
propiedad de provocar la sensación de que se
está comiendo grasa. Pero al ser proteína,
proporciona menos calorías. Incluso hay
sustancias, como los glucanos que se obtienen
de las levaduras, que directamente generan
esta sensación. Prueba un poco de levadura
(de pan o de cerveza) y la percibirás
“grasosa”. Pero no hay tal, son los betaglucanos de la pared de las células los que
63
provocan esa sensación, ahora también
explotada por la industria. Existen también
sustitutos elaborados con fibra soluble
(Oatrim) o con fibra obtenida de la cubierta de
semillas a las que se da un tratamiento para
que al combinarse con agua, formen un gel,
fundamentalmente a base de celulosa (ZTrim). El mercado de los alimentos light
genera miles de millones de dólares en ventas
de postres, dulces, aderezos, margarinas,
pastas para untar, imitaciones de crema, etc.,
que aportan mucho menos de las nueve
kilocalorías de un gramo de grasa. En otros
casos, como el de los productos lácteos, lo
más sencillo es extraer la grasa y así ofrecer
leche o sus derivados, parcial o casi
totalmente desgrasados. En un futuro
bastante cercano aparecerán en los mercados
nuevas grasas obtenidas de las semillas de
oleaginosas tradicionales, en las que se habrá
empleado la ingeniería genética para cambiar
sus propiedades nutricionales o fisicoquímicas.
¿Grasa como la del chocolate en la soya, o
como la del coco en loa colza? Se trata de la
segunda generación de las llamadas planta
transgénicas. De cualquier manera no se trata
aquí
de
productos
que
directamente
adquirimos
en
el
mercado,
sino
de
ingredientes y procesos con los cuales se
elaboran los alimentos light, originalmente
destinados a una población con un cuadro
clínico determinado y, en el mejor de los
casos, bajo supervisión médica. Pero en la
medida en que estos hábitos van ganando
terreno entre la sociedad, en particular entre
los jóvenes en pleno desarrollo, se corren
riesgos a nivel individual y colectivo. Todos
hemos visto a individuos que combinan una
Coca-COLA light ¡para no engordar! Con diez
tacos de buche y cinco de maciza. Otros
riesgo que ya comentamos es el de adquirir
un esquema de alimentación ajeno a nuestra
cultura, esquema que por lo general tiende a
sustituir, y no, como ha sido hasta ahora con
otras influencias, a complementar, adaptar y
mejorar nuestra alimentación. En la medida
en que mantenemos una dieta diversa y rica,
lo cual no necesariamente implica prescindir
de ningún tipo de alimento, nos aseguramos
de que nuestras necesidades nutricionales
estarán satisfechas. Por otro lado, el efecto de
muchas de las nuevas sustancias en el
mercado, consumidas de manera compulsiva
y por sectores de la población que no las
necesitan, es el de una bomba de tiempo en lo
que se refiere a salud.
64
La Obesidad
La obesidad es un problema de salud pública
principalmente en países industrializados,
pero que empieza a afectar a países como
México, no obstante los millones de personas
que viven en la pobreza y que, de acuerdo con
el Fondo de las Naciones Unidas para la
Infancia (UNICEF), 22% de la población
infantil
sufre
desnutrición
crónica
por
deficiencias en la dieta. Dentro de los factores
de riesgo demográficos para la obesidad se ha
señalado el país de residencia (de acuerdo con
el número de agosto de 1996 de la revista
Scientific American, 59% de los adultos en los
Estado Unidos cae dentro de la definición
clínica de obesidad), la región (en México hay
mayor propensión a la obesidad en el norte y
centro del país), el medio ambiente urbano, el
grupo racial, el género (es dos veces mas
frecuente en mujeres que en hombres), el
nivel socioeconómico y de educación. Dentro
de los factores personales destacan los
antecedentes familiares, el tabaquismo, el
consumo de drogas, el embarazo y la
menopausia en mujeres, la inactividad física y
la dieta. Se han identificado mecanismos
fisiológicos y varios genes relacionados con la
obesidad, lo que ha permitido desarrollar un
gran número de medicamentos para tratarla,
muchos de ellos ciertamente controversiales.
De acuerdo con datos del doctor Jorge
González Barranco, jefe de la Clínica de
Obesidad del instituto Nacional de la Nutrición,
el problema de la obesidad avanza de forma
alarmante en México, considerando la
migración de zonas rurales a áreas urbanas y
a los Estados Unidos como uno de los factores
de mayor inducción. De acuerdo con datos de
15 estadísticas realizadas entre 1970 y 1997
en diversas zonas del país, la frecuencia de
obesidad estaría alrededor del 35%. Por otro
lado, en 1996 la revista Salud Pública dio a
conocer los resultados
de una encuesta
nacional realizada con 15,811 mujeres y
6,987 menores de cinco años. Entre otros
datos, destaca que 17% de las mujeres de 12
a 49 años de edad padece de sobrepeso, así
como 4.7% de los menores. De las mujeres
sin hijos, sólo 9.2% son obesas, mientras que
en mujeres con cinco o más hijos la cifra
alcanza 33%.
El bocado ideal
Pero como el observador del bocado que
imaginamos es un joven moderno que se hace
preguntas, quisiera poder definir cuál es el
bocado ideal, qué debería contener y qué no.
Está abrumado con tanta información. Pero a
los que luchan “por una sociedad sin grasa”,
habría que recordarles que tanto en la lucha
como en el sueño requerimos de energía; que
necesitamos vitaminas como la A y la D que
ingerimos con la grasa, pues es ahí donde se
disuelven; que hay ácidos grasos de suma
importancia por sus funciones y efectos en el
organismo (en particular los no saturados).
Son necesarios, entre otras cosas, para el
sistema inmunológico, la limpieza de la
sangre, la reducción de riesgos de trombosis y
de los índices de colesterol, y por su relación
con el efecto de otros nutrientes como la fibra
en la prevención del cáncer. Finalmente, y de
acuerdo con un artículo de la edición de marzo
de este año del Americam Journal of Clinical
Nutrition, los individuos que suspenden de
golpe la ingestión de grasa sufren una
redistribución de la que ya está en su
orgnismo;
aumentan
los
niveles
de
triglicéridos en la sangre y con ello los riesgos
de enfermedades cardiovasculares. Entonces,
¿qué hacer? Simplemente preferir el bocado
ideal: un poco de esto, algo más de aquello,
déjame probar de lo tuyo, pásame los
frijolitos..., recordando que “todo en exceso es
malo, hasta la virtud”.
espectacular, al grado que hoy se emplea en
todo el mundo para endulzar productos
alimenticios, principalmente los refrescos “de
dieta” y el café. Su éxito radica en que se
elabora a partir de sustancias que existen
naturalmente en las proteínas (el ácido
aspártico y la fenilalanina, esta última
metilada) y en ser 200 veces más dulce que la
sacarosa, el azúcar de la caña (si usualmente
se emplea una cucharada de azúcar para
endulzar el café, se necesita una cucharita
doscientas veces mas chica de aspartamo).
Otras sustancias recientemente desarrolladas
para este sector incluyen a la sucralosa, que
es un derivado clorado de la sacarosa, y el
acesulfame, producto de síntesis química. Más
sorprendente aún es el descubrimiento de que
en diversas frutas existen proteínas muy
dulces. ¿Qué tan dulces?, pues hasta 2,000
veces más que la sacarosa. Tal es el caso de
la talina, encontrada en una fruta africana, la
modelina y, más recientemente, la brazeína.
Mediante técnicas biotecnológicas es posible
producir
estas
proteínas
usando
microorganismos, por lo que no es aventurado
pensar que pronto se podrá disponer de ellas
en la industria alimentaria.
Esta historia tiene un final feliz: nuestro
reflexivo lector se llevó al fin bocado a al
boca. ¿Qué lo convenció?, ¿nuestro discurso?,
¿el hecho de que la maestra de gimnasia, que
se ve muy sana, dice que al menos una
tercera parte de la energía que requerimos
debe venir de la grasa? No, a nuestro amigo lo
convenció algo igualmente importante: la
grasa
también
desempeña
un
papel
fundamental en el sabor de los alimentos. Y
no necesariamente porque tenga un sabor por
sí misma, sino por el efecto que tiene en el
sabor en su conjunto. Así que ahí lo tenemos,
no sólo saciando el hambre, sino también
disfrutando su bocado, percibiendo el aroma,
el sabor y la textura; sonriendo mientras
como. Casi se le puede oír decir: ¡qué sabroso
está!
Sabor dulce bajo en calorías
Uno de los sectores que más se han visto
afectados por el interés del consumidor en
disminuir la ingesta de calorías es el
azucarero. La aparición de edulcorantes
alternativos con bajo contenido calórico
cambió nuestra relación con el azúcar. Aunque
la sacarina, producto de la síntesis química, se
encuentra disponible desde el siglo pasado, el
desarrollo
del
edulcorante
aspartamo
mediante un proceso biotecnológico moderno,
permitió expandir este mercado de manera
65
LA ADICCIÓN POR LA
DELGADEZ
Concepción Salcedo Meza
La anorexia nervosa y la bulimia son
enfermedades devastadoras que han cobrado
una dimensión inusitada entre los jóvenes de
todo el mundo y de todas las clases sociales,
pero que atrapan y golpean con mayor fuerza
a las mujeres.
“YO TENÍA ANOREXIA y creo que después
bulimia. Quería a fuerza tener un cuerpo como
el de las modelos que pintan a la gente muy
guapa. Pero creo que me obsesioné. Primero
hice dietas y después me negaba a hacerlas,
entonces empecé a comer muchísimo y a
vomitar. Tenía pavor de engordar. Cuando me
sentí muy mal fui a ver a un psicólogo para
que me quitara esa obsesión. No fue fácil”.
Este testimonio refleja la influencia que tiene
el modelo de la delgadez entre las jóvenes,
pero también evidencia que Erika –quien nos
relató esta experiencia- tenía un problema
psicológico que la llevó a esa conducta.
Según datos médicos, de diez enfermos de
anorexia o bulimia nueve son mujeres de
entre los 15 y 26 años de edad, obsesivas,
dependientes, obedientes y que pertenecen a
familias rígidas, estrictas y poco tolerantes a
los cambios. Pero los hombres también tienen
su historia.
“Yo fui bulímico –narra Ezequiel, de 19 años-.
Formaba parte del 5% de los bulímicos del
sexo masculino, ya que el 95% restante son
mujeres. Comencé haciendo una dieta bajo
control médico porque estaba excedido de
peso, pero pronto y sin darme cuanta caí en la
bulimia. Comencé a dejar de comer y aunque
adelgazaba, seguía viéndome gordo en el
espejo. Empecé a provocarme vómitos, cada
vez que me daba un ataque de hambre y me
comía todo. Luego incorporé los laxantes.
Tomaba ocho o diez por día. Esto produce
gran irritación, tanto en los intestinos, como
en la faringe, lo cual puede ser causa de
úlceras y cáncer. Seguí así por un año y varios
meses. De 85 kilos había bajado a 50, pero yo
me miraba al espejo y me veía de 100. No
podía sentarme en una silla de madera sin
que me salieran moretones; tampoco apoyar
los codos en la mesa. Sentía terribles dolores
abdominales por causa de los laxantes y sólo
quería estar dormido”.
Este testimonio refleja el infierno que viven
los jóvenes que padecen bulimia. Existen
informes que evidencian que ya desde el siglo
66
XIX había personas que se provocaban el
vómito, después de comer en forma excesiva.
En 1940 este trastorno se consideró un
síndrome y en 1980 la Sociedad Americana de
Psiquiatría incluyó a la bulimia en el manual
de psiquiatría como una enfermedad diferente
a la anorexia.
Ambos trastornos vienen desde la antigüedad,
pero es ahora cuando se les ha estudiado,
tipificado y definido. Se sabe que son producto
de múltiples factores, que pueden incluir
trastornos emocionales y de la personalidad,
así como presiones familiares, una posible
sensibilidad genética o biológica y el vivir en
una sociedad en la cual hay oferta promisoria
de comida y una obsesión por la delgadez.
Esta idea de la estética transmite a los
jóvenes sistemas de valores que se basan en
el “buen look” y el problema es que puede
derivar en una adicción por la delgadez del
cuerpo y producir enfermedades. Cierto es
que esta estética, esta moda, es sólo un
disparador
que
afecta
negativamente
familiares y con desajustes de personalidad.
El pavor a engordar
El término anorexia nervosa proviene del latín
y quiere decir sin apetito, y el adjetivo
nervosa expresa su origen psicológico. Sin
embargo, no es cierto que los jóvenes
anoréxicos no sientan hambre, al contrario, la
reprimen por el pavor que tienen a la
obesidad. Estos jóvenes rechazan en forma
contundente el mantener un peso corporal por
encima de los valores mínimos aceptables
para una determinada edad y talla. “El miedo
que experimentan hacia la obesidad los lleva
hasta la inanición y a la pérdida progresiva de
peso. Y lo más grave es que no tienen
conciencia de su enfermedad”, señala la
nutrióloga Marcela Palma, del Instituto
Nacional de la Nutrición Salvador Zubirán
(INN). Los anoréxicos llegan a perder por lo
menos el 15% de su peso corporal y, en casos
extremos, hasta el 60%, lo que puede
ocasionar la muerte. El trastorno tiene
diversas caras y, según Marcela Palma, puede
clasificarse en etapas primaria y secundaria.
Las múltiples caras de la anorexia
En la etapa primaria sólo se tiene un miedo
intenso a subir de peso y ésta se caracteriza
por dos tipos de padecimientos: la anorexia
nervosa restrictiva y la bulimarexia. En la
primera, se utiliza el ayuno y la disminución
exagerada de la ingestión de alimentos para
controlar el peso sin utilizar el vómito o los
laxantes como métodos de control. En la
bulimarexia se combinan periodos de ayuno
con periodos de ingestión compulsiva y
después se provoca el vómito, y se aplican
purgas y enemas para controlar el peso.
En la etapa secundaria, la anorexia nervosa es
consecuencia
de
alguna
enfermedad
psiquiátrica como la esquizofrenia o a
depresión; en esos casos, la anorexia se debe
a una interpretación falsa de la alimentación y
no a la búsqueda de pérdida de peso. Por lo
que respecta a la cantidad de casos de
anorexia se da más en los países sajones que
en
las
sociedades
orientales.
En
Latinoamérica, y específicamente en México,
los estudios estadísticos y epidemiológicos son
muy pocos; carecemos de la información
suficiente sobre la incidencia de los trastornos
de la conducta alimentaria, aunque en la
actualidad diversos grupo investigan este
fenómeno.
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL
ANORÉXICO Y EL BULÍMICO
•
Después de comer siente culpa y
vergüenza, oculta el hábito de vomitar con
diversas tácticas.
EJEMPLOS DE LAS MANIFESTACIONES
CLÍNICAS
Anorexia nervosa
•
Desnutrición
•
Deshidratación
•
Hipotermia: baja temperatura corporal
•
Disminución de la presión arterial y de la
frecuencia cardiaca.
•
Amenorrea:
menstruación
•
Deficiencia de
osteoporosis)
•
Deficiencias de otros minerales como zinc,
magnesio y potasio
•
Depresión
suspensión
calcio
de
(puede
la
causar
Bulimia
El anoréxico
•
Disminución de lo electrolitos (sodio y
potasio)
Sobresale en los estudios
•
Amenorrea (puede haberla o no)
•
Experimenta sentimientos de bajo amor
propio(autoestima)
•
•
Creencia irracional de que está gordo, sin
importar que esté delgado
“cara de ardilla” (aumento de las
glándulas
parótidas,
submaxilares
y
submandibulares)
•
erosión del esmalte dental
•
Carece de dominio sobre su vida personal
•
ruptura esofágica y desarrollo de úlceras
•
Extrema rigidez en el control del apetito
•
•
Negación del riesgo que implica el bajo
peso
arritmia cardiaca (por el abuso
medicamentos para el vómito)
•
Perfeccionista,
obediente
•
obsesivo,
dependiente,
de
El infierno de la bulimia
El bulímico
•
Conflictivo, impulsivo y poco tolerante a
las presiones
•
Ingiere gran cantidad de comida (de alto
contenido energético)
•
Después de los atracones vacía
estomago con purgas y vómitos
el
•
Combina orgías alimenticias con dietas
severas
•
Le aterra comer debido a las calorías, pero
consume alimentos de manera voraz
La palabra bulimia proviene del griego y
significa “hambre de buey”. Generalmente se
presenta entre los 18 y 28 años de edad. Al
igual que en la anorexia, el 95% de los
pacientes bulímicos son mujeres.
Según Marcela Palma, “este trastorno se
caracteriza por la ingestión rápida de gran
cantidad de alimentos; la culpabilidad provoca
por el abuso al comer y la autoinducción al
vómito; la utilización en forma indiscriminada
de laxantes y diuréticos y el ejercicio
excesivo, debido a que estos jóvenes tienen
pavor a subir de peso. También es
característico que durante mucho tiempo ellos
nieguen estas conductas”.
67
Según datos INN, en muchos países la
frecuencia de la bulimia es mayor que la de la
anorexia nervosa, pero en México tampoco se
tienen cifras sobre la incidencia de este
trastorno, debido a que, aun cuando se han
aplicado cuestionarios entre la población de
riesgo, se esconden los síntomas.
La anorexia y la bulimia, ¿desafíos?
Entrevista
Meléndez
al
Dr.
Armando
Barriguete
“Los trastornos de la alimentación, sobre todo
la anorexia y la bulimia, se presentan en la
adolescencia como parte de la crisis del
desarrollo, del crecer, del descubrirse”. Así
explica este fenómeno el psicoanalista y
psiquiatra Armando Barriguete Meléndez.
Advierte que también es producido por
múltiples
factores:
neurobiológicos,
socioculturales, psicológicos y familiares.
“Estos trastornos suceden dentro de una
época de mucha crisis, de redefiniciones
sociales y personales. Vivimos en un entorno
donde al afecto, a la intimidad y a las
relaciones no se les presenta atención, los
jóvenes inmersos en este entorno encuentran
problemas para redefinir su identidad y para
poder describir, conocer e identificar sus
emociones.
El especialista afirma que “La crisis del crecer
de la adolescente va ligada a los cambios del
cuerpo. Su cuerpo evoca que llega una nueva
etapa; que tiene nuevos deseos e inquietudes;
que tiene gran susto por crecer y desarrollarse
y el pavor a aumentar en medidas y peso la
lleva a intentar detener su desarrollo
mediante estas conductas alimenticias”.
“Algunos jóvenes no asumen estos cambios –
asevera- debido a que implican una manera
de ser vistos y de ver; una manera de
relacionarse con sus padres, de redefinir los
interjuegos de poder frente a ellos. El cuerpo
escuálido de los anoréxicos, que no evoca
formas ni movimientos, va relacionado con el
deseo de no manifestar lo que sienten. La
esbeltez representa –aclara- un desafío, un
desacato a lo voluptuoso, al deseo. Las
jóvenes se autocastigan dejando de comer y
dejando de expresar sus emociones y
sentimientos, que no es otra cosa que dejar
de ser ellas mismas”.
Señala, además, que estos trastornos afectan
entre el 1% y el 5% de la población
universitaria en los países desarrollados y que
de esta cifra 95% son mujeres. ¿Por qué?
Armando Barriguete responde: “Durante
68
mucho tiempo creímos saber lo que era lo
femenino a partir de la descripción del
hombre. Desde hace unos 50 años la mujer se
ha dado a la tarea de reflexionar y escribir
sobre sí misma. Se está descubriendo. Esto ha
generado la idea de que lo que se creía que
era la mujer no lo es, pero tampoco lo que se
creía que era el hombre; son identidades que
se están redefiniendo de manera mutua y
crítica. Sin duda, el ser mujer tiene un rasgo
extra de crisis por la desigualdad social que
existe con respecto al hombre”.
Respecto a los factores familiares, el
especialista subraya que “es en el contexto
familiar donde cohabitan tanto la crisis de
pareja de los padre, como la crisis del
adolescente. Desafortunadamente, no siempre
son manejadas en forma adecuada a las niñas
con anorexia o bulimia no han podido aceptar
los cambios producidos en su familia”, señala.
El
especialista
en
trastornos
de
la
alimentación nos da su opinión acerca de la
influencia que ejercen los nuevos modelos
femeninos promovidos por la cultura de masas
y la moda: “La moda por sí misma no propicia
el trastorno, pero se suma a las dificultades
que lo facilitan; las verdaderas causas surgen
de la compleja naturaleza humana”, concluye.
Sugerencias a los jóvenes para prevenir
trastornos de la conducta alimenticia
•
Aprender a reconocer
sentimientos.
y
expresar
•
Aprender a identificar las necesidades
propias y satisfacerlas sin perjudicar a
otros.
•
Aceptar que nadie es perfecto y toda
persona comete errores.
•
No ridiculizar, ni hacer bromas acerca de
la figura o el peso.
•
Cuidar entrenamientos y dietas, sobre
todo los atletas y bailarines.
•
No hacer dietas sin el consejo de un
médico.
•
Aceptar su cuerpo, cuidarlo y quererlo.
•
Procurar hacer comidas
estrechar lazos de afecto.
•
Rechazar la moda de la delgadez como
una llave al éxito y a la aceptación social;
recordar que los valores humanos son más
importantes.
en
familia
los
y
Enfermedades
integral
complejas,
tratamiento
Los jóvenes que padecen anorexia o bulimia
requieren de un tratamiento integral en el que
debe participar un equipo de especialistas
como nutriólogos, psicoanalistas y médicos o
endocrinólogos, además de la familia. La
participación de ésta es fundamental, ya que
lo aspectos familiares son muchas veces la
causa de estos trastornos. Si algún joven
sospecha que puede padecer este tipo de
problemas, debe recurrir a alguna instancia de
salud pública o privada y evitar a tiempo el
infierno dantesco que hacen vivir la anorexia
nervosa y la bulimia.
69
GÉNERO Y SEXUALIDAD
Anthony Giddens
¿Qué es ser un hombre? ¿Qué es ser una
mujer? Jan Morris, el famoso escritor de
viajes, fue un hombre. Como James Morris,
fue parte de la expedición británica que,
dirigida por sir Edmund Hillary, alcanzó la
cima del Everest. De hecho, era un hombre
bastante “varonil” –fue piloto de carreras y
practicaba muchos deportes- pero siempre
había sentido que era una mujer en un cuerpo
de hombre. De modo que e sometió a una
operación de cambio de sexo y desde
entonces ha vivido como una mujer.
En el libro que escribió Morris relatando su
experiencia de cambio de sexo hace
inteligentes observaciones acerca de los
diferentes mundos en que habitan hombres y
mujeres:
Nos dicen que la separación social entre los
sexos se está reduciendo pero yo sólo puedo
decir que, habiendo experimentado en la
segunda mitad del siglo XX la vida en los dos
papeles (masculino y femenino), me parece
que no hay ningún aspecto de la existencia,
ningún momento del día, ningún contacto,
ninguna gestión, ninguna respuesta que no
sea distinta para los hombres y las mujeres. El
tono de voz con el que ahora se dirigían a mí,
la postura de la persona que estaba junto a mí
[en la cola], la sensación cuando entraba en
una habitación o me sentaba a la mesa de un
restaurante, constantemente subrayaban el
cambio de mi estatus.
Y si cambiaron las reacciones de los otros,
también lo hicieron las mías. Cuanto más me
trataban como a una mujer, más mujer me
hacia. Me adaptaba, quieras que no. Si se
suponía que yo era incapaz de dar marcha
atrás a los coches o de abrir botellas, me
encontraba
volviéndome
extrañamente
incapaz. Si se pensaba que una maleta era
demasiado pesada para mí, inexplicablemente
así la encontraba yo...
Me divierte pensar, por ejemplo, cuando me
invita a comer alguno de mis más civilizados
amigos varones, que no hace tantos años ese
obsequioso camarero me hubiera tratado a mí
como ahora le está tratando a él. Entonces me
habría atendido con respeto y seriedad. Ahora
abre mi servilleta con un ademán juguetón,
como para contentarme. Entonces se hubiera
ocupado de mis peticiones con un profundo
interés, ahora espera que diga algo frívolo (y
lo digo). (Morris, 1974.)
70
A la mayoría de nosotros nos cuesta concebir
que una persona que era “él” pueda
convertirse en “ella”, porque las diferencias
sexuales tienen mucha influencia en nuestras
vidas. En general, ni siquiera nos damos
cuenta de ellas, precisamente por ser tan
omnipresentes. Desde el principio están
enraizadas en nosotros.
En este capítulo estudiaremos la naturaleza
del
comportamiento
sexual
humano
y
analizaremos el carácter complejo0 de la
sexualidad –los modelos sexuales- y las
diferencias en este sentido. Como tantas otras
cosas, la vida sexual en la sociedad
contemporánea está sufriendo importantes
transformaciones que influyen en nuestra vida
emocional. Incidiremos en cuáles son estos
cambios e intentaremos interpretar, hacia el
final del capítulo, su importancia general.
Comenzaremos investigando los orígenes de
la diferencia entre chicos y chicas, hombres y
mujeres. Los estudiosos no han llegado a una
acuerdo acerca de hasta qué punto las
características biológicas innatas tienen un
impacto duradero en nuestra identidad de
género y en nuestra actividad sexual. En lo
que se centra en realidad el debate es en qué
grado de aprendizaje existe. Ya nadie supone
que nuestra sexualidad sea instintiva en la
misma medida que la de muchos animales
inferiores, como los recurrentes pájaros y
abejas. Sin embargo, algunos autores
conceden más importancia que otros a las
influencias sociales a la hora de analizar el
género y la sexualidad.
Sexo, género y biología
La palabra “sexo”, tal como se usa en el
lenguaje cotidiano, es ambigua, pues se
refiere tanto a una categoría de personas
como a actos que la gente realiza, como en la
expresión “practicar el sexo”. Para ser más
claros debemos distinguir entre el sexo que se
refiere a las diferencias biológicas o
anatómicas entre la mujer y el hombre, y la
actividad sexual. Es preciso hacer otra
distinción
fundamental,
entre
SEXO
Y
GÉNERO. Mientras que sexo hace relación a
las diferencias físicas, género alude a las de
tipo psicológico, social y cultural entre
hombres y mujeres. La distinción entre sexo y
género es fundamental, ya que muchas
diferencias entre varones y hembras no tienen
un origen biológico.
Diferencias de género:
frente a la educación
la
naturaleza
¿Hasta qué punto las diferencias en el
comportamiento de mujeres y hombres son
producto del sexo más que del género? En
otras palabras, ¿en qué medida se deben a
diferencias
biológicas?
Algunos
autores
sostienen
que
existen
diferencias
de
comportamiento innatas entre las mujeres y
los hombres, que aparecen, de una u otro
forma, en todas las culturas y que los
hallazgos
de
la
sociobiología
apuntan
claramente en esta dirección. Por ejemplo,
suelen llamar la atención sobre el hecho de
que en casi todas las culturas los hombres, y
no las mujeres, toman parte en la caza y en la
guerra. Sin duda, señalan, ¿ello demuestra
que los hombres poseen tendencias de base
biológica hacia la agresión de las que carecen
las mujeres?
A otros autores no les convence este
argumento y afirman que el grado de
agresividad
de
los
varones
varía
considerablemente de una cultura a otra, al
igual que el nivel de pasividad y dulzura que
se espera de las mujeres (Elshtain, 1987).
Añaden, además, que el hecho de que un
rasgo sea prácticamente universal, no implica
que su origen sea biológico; pueden existir
factores
culturales
generales
que
lo
produzcan. Por ejemplo, en casi todas las
culturas la mayoría de las mujeres pasan una
parte considerable de su vida al cuidado de los
hijos y no les resultaría fácil participar en la
caza o en la guerra. Según este punto de
vista, las diferencias en el comportamiento de
hombres
y
mujeres
se
desarrollan
principalmente mediante el aprendizaje social
de las identidades femenina y masculina, de la
feminidad y de la masculinidad.
La investigación con animales
¿Qué demuestran los datos existentes? Las
diferencias entre la estructura hormonal de los
sexos son una posible fuente de información.
Algunos autores han indicado que la hormona
sexual masculina, la testosterona, está
relacionada con la propensión del hombre a la
violencia. Las investigaciones muestran, por
ejemplo, que si se castra a los monos machos
cando nacen, éstos son menos agresivos; por
el contrario, si se da testosterona a las
hembras, éstas se hacen más agresivas que
las hembras normales. Sin embargo, se sabe
también que si a los monos se les da la
oportunidad de dominar a otros aumenta su
nivel de testosterona. Por lo tanto, el
comportamiento agresivo puede influir en la
producción de la hormona, en vez de provocar
ésta una mayor agresividad.
Otra posible fuente de información es la
observación
directa
del
comportamiento
animal.
Los
autores
que
vinculan
la
agresividad masculina con las influencias
biológicas a menudo hacen hincapié en la
existencia de esta característica entre los
animales superiores. Afirman que, si nos
fijamos en el comportamiento de los
chimpancés, los machos son siempre más
agresivos que las hembras. Sin embargo,
existen grandes diferencias entre los diversos
tipos de animales. Por ejemplo, entre los
gibones se pueden percibir pocas diferencias
entre los sexos por lo que se refiere a la
agresividad.
Además,
muchos
primates
hembras se muestran muy agresivas en
determinadas situaciones, como cuando sus
crías están amenazadas.
La investigación con seres humanos
Por lo que respecta a los seres humanos, la
fuente de información básica es la experiencia
de los gemelos idénticos, que proceden del
mismo huevo –sin univitelinos- y tienen
exactamente la misma composición genética.
Una vez se dio el caso de que uno de los
componentes de un par de estos gemelos
sufrió heridas graves al ser circuncidado y se
decidió reconstruir sus genitales como si
fueran femeninos. Posteriormente se le educó
como a una niña. A los seis años cada uno de
los gemelos presentaba los típicos rasgos
masculinos o femeninos habituales en la
cultura occidental. A la niña le gustaba jugar
con otras niñas, ayudaba en la casa y quería
casarse cuando se hiciera mayor. El niño
prefería la compañía de otros niños, sus
juguetes favoritos eran los coches y los
camiones y quería ser bombero o policía.
Durante algún tiempo se consideró que este
caso demostraba de forma concluyente la
arrolladora influencia del aprendizaje social en
las diferencias de género. Sin embargo,
cuando la niña era ya una adolescente fue
entrevistada en un programa de televisión y la
entrevista demostró que se sentía un tanto
incómoda con su identidad sexual y que
incluso pensaba que, después de todo, quizá
fuera “realmente” un chico. Para entonces ya
estaba al corriente de lo inusual de su
situación y puede que esta revelación fuera
responsable de esta percepción alterada de sí
misma (Ryan, 1985).
71
Este caso no refuta la posibilidad de que haya
influencias biológicas en las diferencias de
comportamiento que se observan entre
hombres y mujeres, Aunque, si éstas existen,
su origen fisiológico no ha sido aún
identificado. El asunto sigue despertando
polémica pero muchos estarían de acuerdo
con la conclusión del genetista Richard
Lewontin:
El hecho de que una persona se autodefina,
en principio, cómo hombre o como mujer, con
la multitud de actitudes, ideas y deseos que
acompañan a esa identificación, depende de la
etiqueta que se le haya adjudicado a esa
persona cuando era pequeña. Si los
acontecimientos siguen un curso normal, esas
etiquetas se corresponden con diferencias
biológicas en cuanto a los cromosomas,
hormonas y morfología. De esta manera,
dichas diferencias se convierten en un signo y
no en la causa de los diferentes roles sociales.
(Lewontin, 1982.)
La socialización en el género
Aunque los datos biológicos contribuyen a
nuestra comprensión del origen de las
diferencias de género, también se puede
seguir otro camino, que es el estudio de la
socialización en el género: el aprendizaje
de los roles de género mediante factores
sociales como la familia y los medios de
comunicación.
Reacciones de los padres y adultos
Se han realizado numerosos estudios para
determinar en qué medida las diferencias de
género proceden de las influencias sociales.
Los estudios sobre la interacción entre la
madre y el bebé muestran diferencias de trato
respecto a niños y niñas aunque los padres
piensen que sus reacciones son las mismas. A
los adultos que se les pide que describan la
personalidad de un bebé lo hacen de diferente
manera dependiendo de si creen que el bebé
es un niño o una niña. En un experimento ya
clásico se observó a cinco madres jóvenes
interactuando con una niña de seis meses
llamada Beth. Le solían sonreír continuamente
y le daban muñecas para que jugara. Decían
que era muy “dulce”y que tenía un “llanto
suave”. La reacción de un segundo grupo de
madres con un niño de la misma edad llamada
Adam fue notablemente diferente. Le solían
ofrecer un tren u otro “juguete masculino”
para que se entretuviera. Beth y Adam eran
72
de hecho el mismo bebé, vestido de diferente
manera (Will y otros, 1976).
El aprendizaje del género
Casi con seguridad el aprendizaje del género
por parte de los niños es inconsciente. Antes
de que el niño o niña pueda etiquetarse a sí
mismo como de un género o del otro, recibe
una serie de claves preverbales. Por ejemplo,
los adultos varones y hembras suelen tratar a
los bebés de distinto modo. Los cosméticos
que usan las mujeres contienen aromas
diferentes de los que los niños aprenderán a
asociar con los varones. Las diferencias
sistemáticas en el vestir, el corte de pelo, etc.,
proporcionan a los niños claves visuales en su
proceso de aprendizaje y alrededor de los dos
años de edad ya tienen un conocimiento
parcial de lo que significa el género. Saben si
son niños o niñas y, en general, pueden
clasificar correctamente a los demás. Sin
embargo, hasta los cinco o seis años no saben
que el género de una persona no cambia, que
todos tienen género y que las diferencias
entre el sexo de las niñas y los niños tienen
una base anatómica.
Los juguetes, los libros ilustrados y los
programas de televisión con los que los niños
pequeños entran en contacto tienden a
destacar la diferencia entre los atributos
femeninos y los masculinos. Las jugueterías y
los catálogos de venta de juguetes por correo
clasifican normalmente sus productos en
función del género. Incluso los juguetes que
parecen neutrales en este sentido no lo son en
la práctica. Por ejemplo, los gatitos y conejitos
de juguete se recomiendan para las niñas,
mientras que los leones y los tigres se
consideran más apropiados para los niños.
Vanda Lucia Zammuner estudió los juguetes
que preferían los niños entre siete y diez años
en Italia y Holanda (Zammuner, 1987). Se
analizaron las actitudes de los niños hacia
distintos tipos de juguetes; se incluían los
estereotipos de juguetes masculinos y
femeninos, y otros que no parecían ser
propios de ningún género en particular. Se
pidió a los niños y a sus padres que dijesen
cuáles eran los juguetes apropiados para
niños y cuáles para niñas. Hubo bastante
acuerdo entre los adultos y los niños. Como
media, más niños italianos eligieron juguetes
propios de uno de los sexos que los
holandeses; un resultado que se ajustaba a
las expectativas, ya que la cultura italiana
suele tener una idea del género más
tradicional que la holandesa. Al igual que en
otros estudios, las niñas de ambas sociedades
elegían con frecuencia juguetes neutrales en
cuanto al género o juguetes de niños, pero
pocos varones querían jugar con juguetes de
niñas.
Cuentos y televisión
Hace veinticinco años, Lenore Weitzman y sus
colaboradores realizaron un estudio de los
roles de género en algunos de los libros
infantiles más utilizados por niños de
preescolar y se dieron cuenta de que existían
claras diferencias en los roles de género
(Weitzman y otros, 1972). En las historias e
ilustraciones había más varones que mujeres,
en una relación de 11 a 1, y si se incluían los
animales cuyo género estaba definido, la
relación era de 95 a 1. También diferían las
actividades de uno y otro sexo. Los varones
tenían aventuras y participaban en actividades
al aire libre que exigían independencia y
fortaleza. Cuando aparecían mujeres, se las
representaba como seres pasivos que solían
limitarse a actividades caseras. Las chicas
cocinaban y limpiaban para los chicos o
aguardaban su regreso.
Prácticamente lo mismo les sucedía a los
adultos de los libros de cuentos. Las mujeres
que no eran esposas o madres eran criaturas
imaginarias, como brujas o hadas madrinas.
No había ni una sola mujer en los libros
analizados que trabajara fuera de casa. Por el
contrario, a los hombres se les retrataba como
guerreros, policías, jueces, reyes, etc.
Las investigaciones más recientes indican que
las cosas han cambiado en laguna medida,
pero la mayor parte de la literatura infantil
permanece básicamente igual (Davies, 1991).
Los cuentos de hadas, por ejemplo, plasman
actitudes profundamente tradicionales hacia el
género y hacia la clase de fines y ambiciones
que se esperan de las chicas y de los chicos.
“Algún día llegará mi príncipe azul”: en las
versiones de los cuentos de hadas de hace
siglos esto significaba que una chica de una
familia pobre soñaba con la riqueza y la
fortuna. Hoy día, su significado está más
íntimamente ligado a los ideales del amor
romántico. Algunas feministas han reescrito
algunos de los cuentos de hadas más
célebres, dándoles la vuelta:
No me había dado cuenta de que tenía una
nariz graciosa. Y realmente estaba más guapo
vestido con ropas elegantes.
No es tan atractivo como me pareció la otra
noche.
Así que haré como si esta zapatilla de cristal
me apretara. (Viorst, 1987.)
Sin embargo, como ocurre en esta versión de
Cenicienta, estas nuevas interpretaciones se
encuentran en libros dirigidos al público adulto
y apenas han afectado a las historias que
cuentan los innumerables libros infantiles.
Aunque existen honrosas excepciones, los
análisis de programas de televisión dirigidos a
la
infancia
se
corresponden
con
las
conclusiones a las que se ha llegado al
analizar la literatura infantil. Los estudios de
los
dibujos
animados
de
más
éxito
demuestran que prácticamente todos los
protagonistas son masculinos y que ellos
dominan los papeles más activos. Imágenes
similares pueden encontrarse en los anuncios
que se intercalan en estos programas.
Dificultades de la educación no sexista
June Statham estudió las experiencias de un
grupo de padres decididos a no dar una
educación sexista. La investigación incluía a
treinta adultos de dieciocho familias, con niños
de edades comprendidas entre los seis meses
y los doce años. Los padres eran de clase
media
y
la
mayoría
tenían
trabajos
académicos como maestros o profesores.
Statham encontró que la mayor parte de ellos
no sólo trataban de modificar los roles
sexuales tradicionales, intentando que las
niñas se parecieran más a los niños, sino que
buscaban una nuevas combinaciones de lo
femenino y lo masculino. Querían que los
chicos fueran más sensibles a los sentimientos
de los demás y más capaces de expresar
cariño, mientras que animaban a las niñas a
que no perdieran oportunidades de aprender y
de progresar en la vida. A todos los padres les
parecía difícil luchar contra las pautas de
aprendizaje del género existentes. Tuvieron
un cierto éxito en su intento de que los niños
se entretuvieran con juguetes que no fueran
marcadamente sexistas, pero incluso esto
resultó más difícil de lo que muchos habían
esperado. Una madre le comentaba al
investigador:
Si entras en una juguetería, está llena de
productos bélicos para los niños y de juguetes
domésticos para las niñas, y esto resume la
sociedad tal y como es. Así se está
socializando a los varones: resulta aceptable
que se les enseñe a matar y a hacer daño, y
creo que esto es terrible, me repugna. Intento
no entrar en las jugueterías porque me pone
de mal humor.
73
En la práctica, todos los niños y niñas tenían
juguetes sexistas que utilizaban y que les
habían regalado sus parientes.
Ahora hay libros de cuentos con niños fuertes
e independientes que son las protagonistas,
pero hay pocos que muestres a los niños en
roles no tradicionales. La madre de un niño de
cinco años decía lo siguiente de la reacción de
su hijo cuando cambió los sexos de los
personajes de una historia que le estaba
leyendo:
Se enfadó un poco cuando, al leerle un libro
que representaba a un niño y a una niña en
roles tradicionales, cambié todos los él por ella
y los ella por él. Cuando empecé a hacerlo,
me dijo: “A ti no te gustan los niños, sólo te
gustan las niñas”. Le tuve que explicar que
eso no era cierto y que lo que ocurría era que
había muy poco escrito sobre las niñas.
(Statham, 1986.)
Es evidente que la socialización en el género
es muy profunda y que cuestionarla puede
resultar perturbador. Una vez que “se asigna”
un género, la sociedad espera que los
individuos se comporten como “mujeres” o
como “hombres”. Estas expectativas se
consuman y reproducen en las prácticas de la
vida cotidiana (Lorber, 1994; Bourdieu,
1990).
La práctica del género
Nuestra concepción de la identidad de género,
así como nuestras actitudes y las inclinaciones
sexuales que conllevan, se configuran tan
pronto que cuando somos adultos solemos
pensar que siempre han sido así. Sin
embargo, el género es algo más que aprender
a comportarse como una chica o un chico.
Vivimos con este tipo de diferencias todos los
días.
En otras palabras, no sólo existe el género
sino que todos, como indican algunos
sociólogos, “practicamos el género” en
nuestras interacciones sociales diarias con los
demás (West y Zimmerman, 1987). Por
ejemplo, Jan Morris tuvo que aprender cómo
practicar el género cuando se dio cuenta de lo
diferente que era el comportamiento que se
esperaba de ella en un restaurante una vez
que ya no era un hombre. Morris afirma que
“no hay ningún aspecto de la existencia” que
no esté determinado por el género. Sin
embargo, ella no se dio cuenta de esto hasta
que no cambió de sexo. Nuestra manera de
practicar el género adopta formas tan sutiles y
éstas se encuentran tan imbricadas con
74
nuestra vida que no las percibimos hasta que
nos faltan o hasta que cambian radicalmente.
El hecho de que el género se vaya
aprendiendo
continuamente
pone
de
manifiesto la importancia del concepto de
reproducción social (véase el Capítulo 1). En
el curso de un día reproducimos socialmente –
hacemos y renovamos- el género en miles de
acciones menores. Este mismo proceso nos
ayuda a comprender el género como
institución social que se crea y recrea en
nuestra interacción con los demás. Como
veremos
en
capítulos
posteriores,
las
diferencias de género también constituyen
una parte importante de otras instituciones
sociales, como son la familia, la religión, el
trabajo o la clase.
IDENTIDAD DE GÉNERO Y SEXUALIDAD:
DOS TEORÍAS SOBRE EL APRENDIZAJE
DEL GÉNERO
La Teoría freudiana
Quizá la teoría más influyente –y polémicaacerca de la aparición de la identidad de
género sea la de Sigmund Freud, para quien
el aprendizaje de las diferencias de este tipo
de los bebés y en los niños pequeños se
centra en si tienen o no pene. “Tengo pene”
equivale a “soy un chico”, mientras que “soy
una chica” equivale a “no tengo pene”. Freud
aclara en este punto que no son sólo las
diferencias anatómicas los importante, sino
que la presencia o ausencia del pene es
símbolo de masculinidad y de feminidad.
La teoría freudiana dice que alrededor de los
cuatro o cinco años el chico se siente
amenazado por la disciplina y la autonomía
que le exige su padre y se imagina que éste
desea
cortarle
el
pene.
En
parte
conscientemente, pero sobre todo de forma
inconsciente, el niño reconoce en el padre a
un rival con el compite por el afecto de la
madre. Al reprimir los sentimientos eróticos
hacia su madre y aceptar al padre como un
ser superior, el niño se identifica con él y se
hace consciente de su identidad masculina.
Renuncia al amor por su madre porque siente
un miedo inconsciente a ser castrado por el
padre.
Por
el
contrario,
las
niñas
supuestamente sufren de “envidia del pene”
porque carecen del órgano visible que
caracteriza a los niños.
Los transexuales como Jan Morris son
personas que desean pertenecer al otro sexo
y que se someten a una operación quirúrgica
para conseguirlo. También tienen tratamientos
hormonales para alterar su complexión física y
la distribución del vello y desarrollar
características sexuales secundarias como son
la barba o los pechos. Este “reacomodo
sexual” no es un cambio de sexo completo ya
que no se alteran ni los cromosomas ni
órganos internos como el útero. Un transexual
ahora llamado Mark Rees señala: “La
completa convicción de que se vive en el
cuerpo equivocado no se soluciona en
absoluto con un tratamiento psiquiátrico. La
única alternativa a esa lucha atroz entre el
cuerpo y la cabeza pasa por la experiencia
interminable, agotadora emocionalmente, con
frecuencia vergonzosa y siempre dolorosa del
reacomodo
sexual.
Sin
embargo,
la
recompensa es la libertad de ser el auténtico
yo”.
Por desgracia, esta libertad está limitada por
un sistema que, en el mejor de los casos,
parece ilógico y en el que Gran Bretaña va por
detrás de países como Canadá, Italia,
Alemania, Holanda, Noruega, Suecia, Polonia,
Suiza, Turquía e Indonesia, así como de 48
estados de los EE.UU.
Rees señala que “el gobierno [británico]
permite que se alteren otros documentos,
desde los pasaportes y títulos universitarios a
los permisos de conducir o los carnés de
biblioteca. Reconoce que la transexualidad es
un problema médico e incluso cubre los
tratamientos psicológicos, hormonales y la
operación; sin embargo, después de todo eso,
se niega a modificar el único documento que
es vital para conceder reconocimiento legal y
derechos humanos completos”, que es la
partida de nacimiento.
La madre se devalúa a los ojos de la niña
porque también ella carece de pene y es
incapaz de proporcionarle uno. Cuando la niña
se identifica con la madre, acepta la actitud
sumisa que supone reconocer que sólo se es
la “segunda”.
Una vez que se termina esta fase, el niño o
niña ha aprendido a reprimir sus sentimientos
eróticos. Según Freud, el período que va
desde los cinco años aproximadamente hasta
la pubertad es un período de latencia, ya que
las actividades sexuales se suspenden hasta
que los cambios biológicos que se producen en
la pubertad reactivan los deseos eróticos de
un modo directo. El período de latencia, que
cubre los primeros años de escuela y los
intermedios, es la época en la que los grupos
de compañeros del mismo sexo son de gran
importancia en la vida del niño o de la niña.
Se han planteado objeciones importantes a las
ideas de Freud, especialmente desde el
feminismo, pero también por otros muchos
autores (Mitchell, 1973; Coward, 1984). En
primer lugar, Freud parece establecer un
vínculo demasiado directo entre identidad de
género y conciencia genital; es seguro que
muchos otros factores más sutiles también
han de tenerse en cuenta. En segundo lugar,
la teoría parece apoyarse en la idea de que el
pene es superior a la vagina, que se considera
como la mera carencia del órgano masculino.
Pero ¿por qué no habría de pensarse que los
genitales femeninos son superiores a los del
varón? En tercer lugar, para Freud el padre es
el principal agente disciplinario, mientras que
en muchas culturas la madre representa un
papel más importante en este sentido.
Finalmente, Freud cree que el aprendizaje del
género se concentra alrededor de los cuatro o
cinco años. La mayoría de los autores
posteriores han destacado la importancia de
un aprendizaje anterior que comienza cuando
se es un bebé.
La teoría de Chodorow
Aunque muchos autores han utilizado el
enfoque freudiano para estudiar el desarrollo
del género, con frecuencia lo han modificado
en muchos aspectos. La socióloga Nancy
Chodorow es un ejemplo (1978-1988). Esta
autora señala que el aprendizaje para sentirse
varón o hembra se deriva del apego que
siente el niño por sus padres desde una edad
muy temprana. Hace más hincapié que Freud
en la importancia de la madre, en vez de en la
del padre. El niño tiende a sentirse vinculado
emocionalmente a la madre, ya que ella suele
ser la influencia dominante al principio de su
vida. Este apego tiene que romperse en algún
momento para lograr un sentido del yo
independiente; se exige entonces del niño que
dependa menos de su madre.
Chodorow señala que el proceso de ruptura
tiene lugar de diferente manera para los
chicos que para las chicas. Ellas siguen
estando cerca de su madre y pueden, por
ejemplo, continuar abrazándola y besándola, e
imitarla. Al no producirse una ruptura radical
con la madre, la niña, y más tarde la mujer
adulta, tiene un sentido del yo más vinculado
a los demás. Es más probable que su
identidad se mezcle con la de otros o que
dependa más de la de ellos: esto ocurre
primero con su madre y después con su
hombre. Para Chorodow, esta es la razón por
la que la sensibilidad y la compasión
emocional tienden a producirse en la mujer.
75
Los chicos definen su yo mediante un rechazo
más radical de su apego original a la madre,
forjándose su idea de la masculinidad a partir
de lo que no es femenino. Tienen que
aprender a no ser “afeminados” o niños
“enmadrados”. El resultado es que a los chicos
les falta cierta habilidad para relacionarse
íntimamente con los demás y desarrollan
formas más analíticas de contemplar el
mundo. Su posición ante la vida es más
activa, haciendo hincapié en conseguir cosas;
sin embargo, han reprimido la capacidad de
comprender sus propios sentimientos y los de
los demás.
Hasta cierto punto, Chodorow da la vuelta a
Freud. La masculinidad y no la feminidad, se
define como una pérdida, que es la ruptura
del estrecho vínculo de continuidad con la
madre. La identidad masculina se configura a
través de la separación; de este modo, los
hombres, en su vida posterior y de un modo
inconsciente, sienten que su identidad corre
peligro si establecen relaciones emocionales
estrechas con los demás. Por el contrario,
para las mujeres la ausencia de una relación
de este tipo con otra persona supone una
amenaza para su autoestima. Estas pautas
pasan de una generación a otra, debido al
papel primordial que ellas tienen cuando
comienza la socialización de los niños. Las
mujeres se expresan y se definen a sí mismas
principalmente en función de las relaciones.
Los hombres han reprimido estas necesidades
y la postura que adoptan ante el mundo es
más manipuladora.
La obra de Chodorow ha recibido distintas
críticas, Janet Sayers, por ejemplo, ha
indicado que Chodorow no explica la lucha de
las mujeres, especialmente la actual, por ser
seres autónomos e independientes (Sayers,
1986). Las mujeres (y los hombres), señala
Sayers, tienen una estructura psicológica más
compleja de lo que la teoría de Chodorow
sugiere.
La
feminidad
puede
ocultar
sentimientos de agresividad o de afirmación,
que se revelan sólo de n modo oblicuo o en
ciertos contextos (Brennan, 1988). También
se ha criticado la concepción de la familia en
Chodorow, que se basa en un modelo de clase
media blanco. ¿Qué ocurre, por ejemplo, en
los hogares monoparentales o en aquellas
familias en las que a los niños los cuida más
de un adulto?
Estas críticas no socavan completamente las
ideas de Chodorow, que siguen siendo
importantes. Explican muchas cosas sobre la
naturaleza de la feminidad y ayudan a
comprender el origen de lo que se ha
denominado inexpresividad masculina, es
76
decir, la dificultad que tienen los hombres
para manifestar sus sentimientos a los demás.
La sexualidad humana
Al igual que al estudiar las diferencias de
género, los estudiosos también discrepan en
lo referente a la importancia que tienen para
el comportamiento sexual humano las
influencias biológicas frente a las sociales y
culturales. Las investigaciones en estos dos
campos se parecen porque ambas han mirado
al mundo animal para entender el de los
humanos. En primer lugar nos ocuparemos de
algunos argumentos biológicos y de las
críticas que éstos han recibido. Después
examinaremos las influencias sociales sobre el
comportamiento sexual, lo cual nos conducirá
al análisis de las tremendas variaciones que
se dan en la sexualidad humana.
Biología y comportamiento sexual
La sexualidad tiene una clara base biológica
porque la anatomía femenina es diferente de
la masculina y también lo es la experiencia del
orgasmo. Así mismo existe el imperativo
biológico de la reproducción, sin el cual la
especie humana se extinguiría. Algunos
biólogos indican que la tendencia del varón a
ser más promiscuo tiene una explicación
evolutiva (véase el Capítulo 2). Según este
argumento los hombres están predispuestos
biológicamente para poseer al mayor número
posible de mujeres, con el fin de asegurarse
de que su semilla tiene mayores posibilidades
de supervivencia. Las mujeres, que sólo
disponen en cada contacto de un óvulo para la
fecundación, no tienen intereses biológicos de
ese tipo y lo que quieren son compañeros
estables que protejan la herencia biológica
que se ha invertido en el cuidado de los niños.
Esta explicación se apoya en estudios del
comportamiento sexual de los animales para
afirmar que los machos son normalmente más
promiscuos que las hembras de la misma
especie.
Sin embargo, estudios más recientes han
demostrado que la infidelidad femenina es en
realidad bastante habitual en el reino animal y
que las actividades sexuales de muchos
animales son mucho más complejas de lo que
se pensaba. Antes se creía que las hembras se
apareaban con los machos que tenían unas
posibilidades genéticas mayores que legar a
sus crías, pero un estudio reciente de pájaros
hembra ha cuestionado esta idea, señalando
que las hembras se aparean también con un
segundo macho no por sus genes sino porque
puede ser mejor padre y ofrecer una zona
mejor para la cría de los polluelos. La
conclusión de este estudio es que “la cópula
es algo más que una trasvase de esperma.
Puede que estas hembras estén pensando en
su futuro” (citado en Angier, 1994).
Las conclusiones de esta investigación son
sólo una propuesta, especialmente en lo que
se refiere a su relación con el comportamiento
sexual humano. Como veremos, la sexualidad
es demasiado complicada como para reducirla
a los rasgos biológicos.
Influencias
sociales
comportamiento sexual
en
el
En todas las sociedades la mayoría de las
personas son heterosexuales, es decir, buscan
en el otro sexo sus relaciones íntimas y el
placer
sexual.
La
heterosexualidad
constituye en toda sociedad la base del
matrimonio y de la familia.
Sin embargo, también existen otras muchas
tendencias sexuales minoritarias, Judith Lober
distingue hasta diez identidades sexuales
diferentes en los seres humanos: mujer
heterosexual, hombre heterosexual, lesbiana,
homosexual
masculino,
mujer
bisexual,
hombre bisexual, mujer travestida (que se
viste regularmente como un hombre), hombre
travestido (que se viste regularmente como
una mujer), mujer transexual (un hombre que
se convierte en mujer, como Jan Morris) y
hombre transexual (una mujer que se
convierte en hombre). Las prácticas sexuales
son todavía más diversas. Freud dijo que los
seres
humanos
tenían
“perversiones
polimorfas”. Con esto quería decir que las
tendencias sexuales humanas son muy
variadas y que las personas pueden
practicarlas aunque, en una sociedad dada,
algunas se consideren inmorales o sean
ilegales. Freud comenzó sus investigaciones a
finales del siglo XIX cuando muchas personas
eran pacatas en cuestiones sexuales; sin
embargo, sus pacientes le revelaban que sus
costumbres en este sentido eran de una
sorprendente variedad. Entre las posibles
prácticas
sexuales
se
encuentran
las
siguientes: un hombre o una mujer pueden
mantener relaciones sexuales con mujeres,
con hombres o con ambos sexos. La relación
se puede tener con una persona o con varias a
la
vez;
también
con
uno
mismo
(masturbación) o con nadie (celibato). Pueden
darse relaciones sexuales con travestidos o
con personas que utilizan la vestimenta del
otro sexo con fines eróticos; utilizar la
pornografía o instrumentos sexuales; practicar
el sadomasoquismo (someter y hacer daño
con fines eróticos); tener relaciones sexuales
con animales, etc. (Lober, 1994). En todas las
sociedades las normas sexuales aprueban
ciertas prácticas y frenan o prohíben otras.
Sin
embargo,
dichas
normas
varían
considerablemente de unas culturas a otras.
La homosexualidad es un buen ejemplo. Como
analizaremos más tarde, algunas culturas han
tolerado o, en determinados contextos
favorecido activamente esta práctica. En la
antigua Grecia, por ejemplo, el amor de los
hombres por los adolescentes era idealizado y
considerado la más alta manifestación del
amor carnal.
La aceptación de los distintos tipos de
comportamiento sexual también cambia de
una cultura a otra, lo cual constituye una de
las razones por las que sabemos que las
respuestas sexuales son aprendidas y no
innatas. El estudio más amplio sobre este
asunto fue el que llevaron a cabo hace más de
cuatro décadas Clellan Ford y Frank Beach
(1951),
quienes
analizaron
datos
antropológicos
de
más
de
doscientas
sociedades. Encontraron enormes diferencias
en lo que se considera comportamiento sexual
natural, así como en las normas que rigen el
atractivo sexual. Por ejemplo, en ciertas
culturas resulta deseable, e incluso necesario,
que el acto sexual se vea precedido de una
estimulación prolongada, que puede durar
incluso horas; mientras que en otras la
estimulación es prácticamente inexistente. En
ciertas culturas se tiene la idea de que los
contactos sexuales demasiado frecuentes
producen debilitamiento físico o enfermedad.
Entre los Shenyang del sur del Pacífico los
ancianos del pueblo aconsejan que se espacie
el contacto amoroso, ¡aunque también creen
que una persona de pelo blanco puede copular
legítimamente todas las noches!
En la mayoría de las culturas, las normas del
atractivo sexual (que tienen tanto las mujeres
como los hombres) se centran más en la
apariencia física de la mujer que en la del
hombre;
situación
que
parece
estar
cambiando en Occidente a medida que las
mujeres se van incorporando a esferas de
actividad fuera del entorno doméstico. Sin
embargo, los rasgos que se consideran más
importantes para la belleza de la mujer varían
notablemente. En la cultura occidental
contemporánea se admira un cuerpo esbelto y
menudo, mientras que en otras se considera
más atractiva una complexión de formas más
prominentes (véase el Capítulo 6). A veces los
77
pechos no se consideran una fuente de
estímulo sexual, pero en otros contextos se
les atribuye una enorme carga erótica.
Algunas sociedades dan mucha importancia al
contorno del rostro, mientras que otras
destacan la forma y el color de los ojos o el
tamaño y la forma de la nariz y de los labios.
La sexualidad en la cultura occidental
Las
actitudes
occidentales
hacia
el
comportamiento sexual fueron modeladas
durante cerca de doscientos años de forma
determinante por el cristianismo. Aunque las
diferentes sectas y grupos cristianos tenían
ideas muy diversas sobre el lugar que
ocupaba la sexualidad en la vida, la idea
dominante en la iglesia cristiana era que toda
conducta sexual es sospechosa, a no ser que
tenga como fina la procreación. En ciertos
períodos
esta
concepción
generó
una
mojigatería extrema en el conjunto de la
sociedad, pero en otras épocas muchas
personas
hacían
oídos
sordos
a
las
enseñanzas de la Iglesia o reaccionaban
contra ellas mediante prácticas (tales como el
adulterio) prohibidas por las autoridades
religiosas. Como se dejo en el Capítulo 1, la
idea de que la satisfacción sexual puede y
debe alcanzarse en el matrimonio era poco
común.
En el siglo XIX, las premisas religiosas sobre
sexualidad fueron en parte reemplazadas por
las de tipo médico. Sin embargo, la mayoría
de los primeros escritos de los médicos sobre
este tema eran tas estrictos como los de la
iglesia. Algunos señalaban que cualquier tipo
de actividad sexual no relacionada con la
reproducción acarrea graves perjuicios físicos.
Se decía que la masturbación producía
ceguera, locura, enfermedades cardíacas y
otros males y que el sexo oral producía
cáncer. En la Gran Bretaña de la época
victoriana abundaba la hipocresía en materia
sexual. Se pensaba que a las mujeres
virtuosas la sexualidad les era indiferente y
que sólo aceptaban las atenciones de sus
maridos como un deber. Sin embargo, en las
pequeñas y grandes ciudades que se estaban
desarrollando, la prostitución se hallaba muy
extendida y con frecuencia era abiertamente
tolerada, considerándose que las mujeres
“fáciles” eran una categoría completamente
separada de la de sus respetables hermanas.
Muchos hombres de la época victoriana, cuya
apariencia era la de ciudadanos juiciosos de
comportamiento irreprochable y solícitos
maridos para con sus esposas, visitaban
78
regularmente
los
prostíbulos
o
tenían
amantes. En los hombres, tal comportamiento
se juzgaba con indulgencia, mientras que las
mujeres “respetables” que tenían amantes
eran tachadas de escandalosas y la buena
sociedad les daba la espalda si sus actividades
salían a la luz. Las actitudes divergentes hacia
el comportamiento sexual de hombres y
mujeres crearon un doble rasero que ha
perdurado largo tiempo y cuyos restos aún
persisten.
En la actualidad las actitudes tradicionales
hacia la sexualidad coexisten con otras más
liberales, que se desarrollaron principalmente
en la década de los sesenta. Algunas persona,
particularmente aquellas que están influidas
por el dogma cristiano, creen que las
experiencias sexuales prematrimoniales son
malas y desaprueban, en general, toda forma
de conducta sexual que no sea la actividad
heterosexual dentro de los confines del
matrimonio; aunque hoy está mucho más
aceptado que el placer sexual es algo
deseable e importante. A otros, por el
contrario, les parecen legítimas las actividades
sexuales prematrimoniales y lo proclaman
activamente, a la vez que mantienen una
actitud
tolerante
hacia
otras
prácticas
sexuales. Las actitudes hacia el sexo se han
hecho,
indudablemente,
mucho
más
permisivas en los últimos treinta años en la
mayoría de los países occidentales. En el cine
y el teatro aparecen ahora escenas que antes
hubieran sido del todo inaceptables y el
material pornográfico está al alcance de la
mayoría de los adultos que lo desea.
Comportamiento sexual: el informe de
Kinsey
Podemos hablar con mucha más confianza de
los valores públicos que de las prácticas
sexuales ya que, por su propia naturaleza,
éstas no suelen estar documentadas. Cuando
Alfred Kinsey comenzó sus investigaciones en
los Estados Unidos en los años cuarenta y
cincuenta, era la primera vez que se llevaba a
cabo un estudio de envergadura sobre la
conducta
sexual
real.
Kinsey
y
sus
colaboradores se enfrentaron a la condena de
numerosas organizaciones religiosas y su
trabajo fue tachado de inmoral en la prensa y
el Congreso. Sin embargo, Kinsey persistió en
su empeño y finalmente obtuvo la historia de
la vida sexual de 18,000 personas, una
muestra bastante representativa de la
población blanca estadounidense (Kinsey y
otros, 1948, 1953).
Los
resultados
que
obtuvo
Kinsey
sorprendieron a la mayoría y resultaron
importantes para muchos, ya que revelaban
una profunda diferencia entre las ideas
dominantes en la opinión pública del momento
acerca de la conducta sexual y lo que era el
comportamiento sexual real. Kinsey descubrió
que aproximadamente un 70% de los
hombres habían visitado a prostitutas y que
un 84% habían mantenido relaciones sexuales
antes del matrimonio. Sin embargo, aplicando
el doble rasro, el 40% de los hombres
esperaba que su mujer fuera virgen al
casarse. Más del 90% habían practicado la
masturbación y alrededor de un 60% algún
tipo de sexo oral. Entre las mujeres, alrededor
de un 50% había tenido alguna experiencia
sexual antes del matrimonio, aunque la
mayoría había sido con sus futuros esposos.
Alrededor de un 60% se masturbaba y el
mismo porcentaje de mujeres había tenido
contactos genitales orales.
La diferencia que había entre las actitudes
aceptadas públicamente y comportamiento
real que demostraban las conclusiones de
Kinsey
es
muy
probable
que
fuera
especialmente grande en aquel momento,
inmediatamente después de la Segunda
Guerra Mundial. Un poco antes, en los años
veinte, había comenzado una fase de
liberalización sexual en la que muchos jóvenes
se habían librado de los estrictos códigos
morales que habían gobernado a las
generaciones anteriores. Probablemente, la
conducta sexual cambio muchos, pero las
cuestiones relacionadas con la sexualidad no
se discutían abiertamente como es habitual
hoy en día. Aquellos que practicaban
actividades sexuales que aún recibían la
desaprobación de la opinión pública las
ocultaban, sin darse cuenta de hasta qué
punto otros muchos estaban inmersos en
prácticas similares. La era más permisiva de
los años sesenta acercó las actitudes
expuestas abiertamente a las realidades de la
conducta sexual.
El comportamiento sexual después de
Kinsey
En los años sesenta, también los movimientos
sociales
que
cuestionaron
el
orden
establecido, como los relacionados con formas
de vida contraculturales “hippies”, rompieron
con las normas sexuales existentes. Estos
movimientos predicaban la libertad sexual y la
aparición de la píldora anticonceptiva para la
mujer permitió que hubiera una separación
clara entre placer sexual y reproducción. Los
grupos empezaron además a presionar para
que hubiera una mayor independencia con
respecto a los valores sexuales masculinos,
para que se rechazara el doble rasero y se
reconociera la necesidad que tenían las
mujeres de lograr una mayor satisfacción
sexual en sus relaciones.
Hasta hace poco tiempo era difícil saber con
certeza en qué medida había cambiado el
comportamiento sexual desde el estudio de
Kinsey. A finales de los años ochenta Lillian
Rubin entrevistó a mil estadounidenses de
entre trece y cuarenta y ocho años para tratar
de averiguar qué cambios se habían producido
en el comportamiento y en las actitudes
sexuales en los treinta años anteriores. Según
sus conclusiones, la evolución había sido
significativa. La actividad sexual comenzaba,
en general, a una edad más temprana que en
la generación anterior; además, las prácticas
sexuales de los adolescentes solían ser tan
variadas y amplias como las de los adultos.
Aún existía un doble rasero, pero no era tan
importante como antes. Uno de los cambio
más notables era que las mujeres se habían
acostumbrado a esperar que las relaciones les
proporcionaran placer sexual y lo buscaban
activamente. No sólo esperaban proporcionar
satisfacción sexual sino también recibirla;
fenómeno
que,
según
Rubin,
tiene
importantes consecuencias para ambos sexos.
Las mujeres están mas liberadas sexualmente
que antes, pero, junto a esta evolución, de la
que se alegran la mayoría de los hombres, ha
surgido n nuevo deseo de autoafirmación que
a muchos de ellos les resulta difícil de aceptar.
Los hombres a los que Rubin entrevistó solían
decir que “no se sentían competentes”, que
tenían miedo de “no acertar nunca” y que les
parecía “imposible satisfacer a la mujer de
hoy” (Rubin, 1990).
¿Los hombres se sienten incompetentes?
¿Acaso esto no contradice lo que antes
esperábamos? Porque en la sociedad actual
los hombres siguen dominando en la mayoría
de las esferas y, en general, se muestran más
violentos hacia las mujeres que éstas hacia
ellos. Lo sustancial de esta violencia es que
está dirigida a mantener el control y la
subordinación de la mujer. Sin embargo, hay
autores que han comenzado a señalar que la
masculinidad es tan gratificante como pesada.
Gran parte de la sexualidad masculina,
añaden, es compulsiva más que satisfactoria.
Si los hombres dejaran de utilizar la
sexualidad como una forma de control, no sólo
saldrían ganando las mujeres sino también
ellos.
79
¿Una nueva fidelidad?
En 1994 un equipo de investigadores publicó
The Social Organization of Sexuality; Sexual
Practices in the United States (La organización
social de la sexualidad: prácticas sexuales en
los Estados Unidos), el más amplio estudio
sobre este tema llevado a cabo en cualquier
país desde el informe de Kinsey. Para sorpresa
de muchos, las conclusiones señalaban que
existía un conservadurismo sexual básico
entre los estadounidenses. Por ejemplo, el
83% de los entrevistados sólo había tenido
relaciones con una persona (o con ninguna)
en el año anterior y, entre los casados, la cifra
subía al 96%. La fidelidad al cónyuge también
es bastante habitual: sólo el 10% de las
mujeres y menos del 25% de los hombres
confesaron haber tenido una aventura fuera
del matrimonio en toda su vida, Según este
estudio, los estadounidenses mantienen un
promedio de tres relaciones a lo largo de su
vida. A pesar de que la pauta del
comportamiento sexual tiende a la estabilidad,
del estudio se desprenden determinadas
transformaciones, siendo una de las más
significativas el aumento progresivo del
número de experiencias prematrimoniales,
especialmente entre las mujeres. De hecho,
alrededor del 95% de los estadounidenses que
se casan hoy en día han tenido experiencias
sexuales previas (Laumann y otros, 1994).
Las encuestas con las que se estudia el
comportamiento sexual están plagadas de
dificultades. No podemos saber hasta qué
punto las personas dicen la verdad sobre su
vida
sexual
cuando
les
pregunta
el
investigador. The Social Organization of
Sexuality parece demostrar que la vida sexual
de los estadounidenses es mucho menos
azarosa que cuando Kinsey llevó a cabo su
estudio. También puede ser que éste no fuera
del todo fiel a la realidad. Quizá el miedo al
sida ha llevado a las personas a reducir el
abanico de actividades sexuales o quizás en el
clima político conservador de hoy en día la
gente tiende a ocultar más ciertos aspectos de
su vida sexual. No podemos estar seguros.
La validez de las encuestas sobre el
comportamiento sexual ha sido objeto de un
intenso debate en los últimos tiempos
(Lewontin,
1995).
Los
críticos
de
la
investigación que acabamos de exponer han
señalado que los estudios de este tipo no
generan información fiable sobre las prácticas
sexuales. Parte de la polémica se centra en las
respuestas obtenidas en las entrevistas a
personas
mayores.
Los
investigadores
afirmaban que el 45% de los hombres que
tienen entre ochenta y ochenta y cinco años
80
dicen que mantienen relaciones sexuales con
su pareja. Los críticos tienen la sensación de
que la falsedad de esto es tan evidente que
pone en duda las conclusiones de todo el
estudio. Los investigadores se defendieron de
esta acusación y tuvieron cierto apoyo de
especialistas en la tercera edad, quienes
acusaron
a
los
críticos
de
albergar
estereotipos negativos sobre la ancianidad.
Señalaron que en una encuesta realizada
entre varones ancianos que no vivían en
residencias, el 74% de ellos eran activos
sexualmente. De hecho, la conclusión de uno
de estos estudios era que, incluso a los
noventa años, la mayoría de los hombres
seguían teniendo interés por el sexo.
Homosexualidad
La homosexualidad existe en todas las
culturas. Aun así, la idea de que existen
personas homosexuales –alguien claramente
diferenciado de la mayoría de la población por
sus gustos sexuales- es relativamente
reciente. En sus estudios sobre la sexualidad,
Michel Foucault ha demostrado que antes del
siglo XVIII esta idea apenas parece haber
existido (Foucault, 1978). La sodomía era
condenada
tanto
por
las
autoridades
eclesiásticas como por la ley y en Inglaterra y
en otros países europeos se podía castigar con
la muerte. Sin embargo, este acto no estaba
específicamente definido como un delito
homosexual. Se aplicaba a las relaciones entre
hombre y mujer, hombre y animal, así como
entre hombres. El término “homosexualidad”
fue acuñado en la década de 1860 y desde
entonces se consideró cada vez más que los
homosexuales eran un tipo de persona
diferente y con una aberración sexual
particular (Weeks, 1986). El uso del término
“lesbiana” para referirse a la homosexualidad
femenina es algo posterior.
La pena de muerte por “actos no naturales”
fue abolida en los Estados Unidos después de
la independencia y en Europa entre finales del
siglo XVIII y principios del XIX. Sin embargo,
hasta hace pocas décadas la homosexualidad
continuaba considerándose una actividad
delictiva en casi todos los países occidentales.
Este hecho ayuda a comprender por qué, a
pesar de que el rechazo a los homosexuales
ya no está consagrado por la ley, todavía
persiste en las actitudes emocionales de
muchas personas.
La homosexualidad en las culturas no
occidentales
En algunas culturas no occidentales se
aceptan las relaciones homosexuales y en
algunos grupos son incluso fomentadas. Los
batak del norte de Sumatra, por ejemplo,
permiten
las
relaciones
homosexuales
masculinas antes del matrimonio. En la
pubertad los jóvenes abandonan el hogar
paterno y duermen bajo el mismo techo que
doce o quince hombres de su edad o mayores.
La relación sexual se establece entre parejas
del grupo y los más jóvenes son iniciados en
las prácticas homosexuales. Esta situación se
prolonga hasta que se casan. Una vez casados
la mayoría de los hombres, pero no todos,
abandonan las actividades homosexuales
(Money y Ehrhardt, 1972).
Entre los moradores de East Bay, un poblado
de
Melanesia,
en
el
Pacífico,
la
homosexualidad también es tolerada, aunque
también exclusivamente estre varones. Antes
del matrimonio y mientras habitan en la
vivienda para hombres los jóvenes practican
la masturbación mutua y el contacto anal. Sin
embargo,
también
existen
relaciones
homosexuales entre varones mayores y
jóvenes que suelen ser demasiado pequeños
para vivir en la casa de los hombres. Todo
tipo
de
relaciones
es
completamente
aceptable y tratada abiertamente. Muchos
hombres casados son bisexuales y mantienen
relaciones con chicos jóvenes al tiempo que
disfrutan de una vida sexual activa con sus
esposas. Sin embargo, una homosexualidad
que carezca de interés por las relaciones
heterosexuales parece desconocida en estas
culturas(Davenport, 1965; véase también
Shepherd, 1987).
La
homosexualidad
occidental
en
la
cultura
Kenneth Plummer, en un estudio ya clásico,
distinguió cuatro tipos de homosexualidad
dentro de la cultura occidental actual. La
homosexualidad casual es un encuentro
homosexual pasajero que no estructura
sustancialmente el conjunto de la vida sexual
del individuo. Los amores escolares o la
masturbación mutua en ejemplos de ella. Las
actividades
localizadas
designan
circunstancias en las que las prácticas
homosexuales ocurren regularmente, pero en
las que no se convierten en la preferencia
primordial del individuo. En ámbitos como las
prisiones o los campamentos militares, la
conducta homosexual de este tipo es corriente
y se considera un sustituto de la conducta
heterosexual, más que una práctica preferible
a esta.
La homosexualidad personalizada se refiere a
los individuos que prefieren las actividades
homosexuales pero que están aislados de los
grupos en los que éstas se aceptan con
normalidad.
En
estas
condiciones
la
homosexualidad es una actividad furtiva, que
se oculta a los amigos y colegas. La
homosexualidad como forma de vida se da en
individuos que declaran abiertamente su
condición y que han convertido en una parte
crucial de su vida las relaciones con otros de
gustos sexuales similares. Esta personas
suelen pertenecer a subculturas gay, en las
que las actividades homosexuales están
integradas en un estilo de vida específico
(Plummer, 1975).
El porcentaje de población (tanto hombres
como mujeres) que han tenido experiencias
homosexuales, o experimentado fuertes
inclinaciones hacia la homosexualidad, es
mucho mayor que el de aquéllos que llevan un
estilo de vida abiertamente gay. El alcance
aproximado de la homosexualidad en las
culturas occidentales se dio a conocer por
primera vez al publicarse la investigación de
Alfred Kinsey. Según ésta, no más de la mitad
de
los
hombres
estadounidenses
son
completamente heterosexuales, teniendo en
cuenta
sus actividades
e
inclinaciones
sexuales después de la pubertad. El 8% de la
muestra dee Kinsey había tenido relaciones
exclusivamente
homosexuales
durante
períodos de tres años o más. Un 10% había
tenido más o menos el mismo número de
actividades
homosexuales
que
heterosexuales. El hallazgo más sorprendente
de la investigación de Kinsey fue que un 37%
de los hombres había tenido al menos una
experiencia
homosexual
con
orgasmo.
Además un 13% había tenido deseos
homosexuales, pero no los había llevado a la
práctica.
El índice de homosexualidad entre las mujeres
que indicaban las investigaciones de Kinsey
era más bajo. Alrededor de un 2% era
exclusivamente homosexual. Un 13% declaró
haber tenido experiencias de este tipo,
mientras que un 15% admitió haber tenido
deseos homosexuales que no había llevado a
la práctica. Kinsey y sus colaboradores
estaban realmente asombrados por los índices
de homosexualidad que revelaban sus
estudios, por lo que los resultados fueron
revisados
empleando
otros
métodos
diferentes; sin embargo, las conclusiones no
81
se vieron alteradas (Kinsey y otros, 1948,
1953).
Los resultados de The Social Organization of
Sexuality ponen en cuestión llos hallazgos del
estudio de Kinsey en lo relativo a la
preponderancia
de
la
homosexual.
En
contraste con el 37% de Kinsey, sólo el 9% de
los hombres de este último estudio admitió
haber tenido un encuentro homosexual con
orgasmo, únicamente un 8% decía tener
deseos homosexuales (frente al 13% anterior)
y sólo menos del 3% afirmaba que había
tenido un encuentro con otro hombre en el
año anterior.
Como los mismos autores de este estudio
reconocieron, el estigma que aún padece la
homosexualidad contribuyó a que, en general,
se
admitieran
menos
comportamientos
homosexuales. Y, como señaló uno de los
críticos del estudio, la muestra aleatoria de
éste no explicaba la concentración geográfica
de homosexuales que se da en las grandes
ciudades, donde este grupo constituye
probablemente cerca del 10% del conjunto de
la población (Robinson, 1994).
Los grupos de lesbianas no suelen estar tan
organizados
como
las
subculturas
homosexuales masculinas y las relaciones
casuales entre ellas son menores. La
homosexualidad masculina suele recibir más
atención que el lesbianismo y se trata con
frecuencia a estos grupos de activistas
femeninas como si sus intereses fueran los
mismos que los de los homosexuales
masculinos. Sin embargo, aunque a veces se
da una cooperación estrecha entre gays y
lesbianas, también existen diferencias entre
ambos, especialmente si ellas son feministas
activas. Los sociólogos están estudiando en la
actualidad con más detalle el carácter
específico de la vida de la mujer lesbiana.
Las parejas de lesbianas tienen hijos con
frecuencia, bien mediante una relación con un
hombre o a través de la inseminación
artificial, pero se han encontrado con muchos
problemas para obtener la custodia.
Para muchas lesbianas, declarar abiertamente
su condición sigue siendo difícil. Hay que
informar a los padres, a otros parientes y a
los amigos e hijos, si los hay. Sin embargo, la
experiencia puede ser gratificante. En There’s
Something I’ve Been Meaning to Tell You,
Loralee MacPike reunió una serie de
descripciones de mujeres que habían decidido
manifestar abiertamente su homosexualidad.
De su propia experiencia escribió:
82
Como muchas “lesbianas renacidas” estaba
encantada con haber encontrado mi nuevo
ser y haber definido una nueva vida. Ni mi
compañera ni yo habíamos mantenido antes
una relación lesbiana, de modo que ninguna
pudo aportar las bases sociales y las
amistades que forman parte de las
comunidades
homosexuales,
pero
comenzamos
a
hacer
discretas
aproximaciones hacia otras personas que, de
una forma u otra, nos parecía que estaban
revelándonos s condición [...] Hemos tenido
mucha suerte [...] los resultados han sido
mucho más positivos y enriquecedores de lo
que
hubiera
podido
imaginar.(MacPike
1989.)
Actitudes hacia la homosexualidad
Las actitudes de intolerancia hacia la
homosexualidad han sido tan acusadas en el
pasado que los mitos que la rodean no se han
disipado hasta muy recientemente. La
homosexualidad no es una enfermedad y no
ésta directamente asociada con ninguna forma
de perturbación psíquica. Los hombres
homosexuales no están concentrados en
ningún sector laboral concreto, como la
peluquería, la decoración de interiores o el
arte.
Determinados tipos de comportamiento y de
actitudes de los homosexuales varones
podrían entenderse como intentos de alterar
la conexión habitual entre masculinidad y
poder, razón por la que quizá la comunidad
heterosexual ve a menudo a los homosexuales
como
una
amenaza.
Los
hombres
homosexuales tienden a rechazar la imagen
del afeminado popularmente asociada con
ellos, apartándose de ella de dos formas
diferentes. Una consiste en cultivar un
afeminamiento escandaloso, una masculinidad
“amanerada” que parodia el estereotipo. La
otra consiste en desarrollar una imagen de
“macho”. Tampoco es ésta una masculinidad
convencional: los hombres vestidos de
motoristas o de vaqueros también parodian la
masculinidad exagerándola (Bertelson, 1986).
Sin
embargo,
en
cierto
sentido,
la
homosexualidad se ha normalizado estando
cada vez más aceptada en la vida social
cotidiana. En algunos países de Europa, como
Dinamarca, Noruega y Suecia, ya se permite
que las parejas homosexuales se inscriban en
un registro oficial y que tengan la mayoría de
los derechos de los matrimonios. Las ciudades
y autoridades locales de Holanda, Francia y
Bélgica también han comenzado a reconocer
las relaciones homosexuales. En Hawai, el
matrimonio homosexual puede obtenerse
legalmente mediante un proceso judicial.
Cada vez hay más activistas homosexuales
que intentan que se legalice completamente el
matrimonio
homosexual.
¿Por
qué
les
preocupa estos ahora que entre las parejas
heterosexuales el matrimonio parece estar
perdiendo importancia? Les preocupa porque
quieren el mismo reconocimiento, derechos y
obligaciones que los demás. Hoy día el
matrimonio es, sobre todo, un compromiso
sentimental pero, al estar reconocido por el
Estado,
también
tiene
unas
claras
connotaciones legales. Desde un punto de
vista médico, otorga a los contrayentes el
derecho de tomar decisiones que afectan a la
vida y la muerte; también concede el derecho
a heredar, recibir una pensión y otros
beneficios económicos. Las “ceremonias de
compromiso” –matrimonios no legales- que
son frecuentes entre los homosexuales y
heterosexuales de los Estado Unidos, no
otorgan estos derechos y obligaciones. Por
otra parte, ésta es una de las razones
evidentes por las que muchas parejas
heterosexuales deciden hoy en día posponer
su boda o no casarse nunca.
Los que se oponen al matrimonio homosexual
lo condenan por considerarlo frívolo o
antinatural. Creen que legitimaría una
orientación sexual que el Estado debería hacer
lo posible por reprimir. Hay grupos de presión
en los Estados Unidos que intentan que los
homosexuales cambien su comportamiento y
se casen con personas del otro sexo. Algunos
creen todavía que la homosexualidad es una
perversión y se oponen violentamente a toda
medida que pueda normalizarla.
Sin embargo, la mayoría de los homosexuales
lo único que pretenden es que se les considere
personas normales. Señalan
que ellos
necesitan como todo el mundo una seguridad
económica y emocional. En su libro de 1995,
Virtualy Normal, Andrew Sullivan hace una
vigorosa defensa de las virtudes del
matrimonio homosexual. Al ser católico y
homosexual, le atormentaba no saber cómo
hacer compatibles sus creencias religiosas con
su sexualidad. Señala que, en parte, la
homosexualidad es innata, es decir, que no es
algo que se pueda simplemente “elegir”.
Pedirle a alguien que deje de ser homosexual
es pedirle que renuncie a la posibilidad de
amar y ser amado por otra persona. Su
conclusión es que el matrimonio homosexual
debe
ser
legalizado
para
que
los
homosexuales no se conviertan en una
minoría alineada.
Para terminar este capítulo nos ocuparemos
del problema de la prostitución, que,
practicada por hombres, es habitual en
algunas
subculturas
homosexuales.
Sin
embargo, la prostitución femenina está mucho
más extendida en todo el conjunto de la
sociedad y en ella vamos a centrarnos.
Prostitución puede definirse como la oferta de
favores sexuales a cambio de una ganancia
económica. La palabra “prostituta” comenzó a
emplearse en el leguaje común a finales del
siglo XVIII. En la antigüedad, la mayoría de
los proveedores de placer sexual por razones
económicas
eran
las
cortesanas,
las
concubinas (amantes) o las esclavas. Las dos
primeras ocupan con frecuencia una elevada
posición en las sociedades tradicionales.
Un aspecto clave de la prostitución actual es
que la mujer y sus clientes no suelen
conocerse. Aunque los hombres pueden
convertirse en clientes “habituales”, la relación
no se establece en un principio sobre la base
de un conocimiento mutuo. Esta no era la
regla en la mayoría de los formas de oferta
sexual por razones materiales de otros
tiempos. La prostitución está directamente
relacionada
con
la
desarticulación
de
pequeñas comunidades, el desarrollo de
grandes áreas urbanas y la comercialización
de las relaciones sociales. En las pequeñas
comunidades tradicionales las relaciones
sexuales estaban controladas por su propia
visibilidad, mientras que en las nuevas áreas
urbanas
se
establecen
con
facilidad
conexiones sociales más anónimas.
La prostitución en la actualidad
Hoy día, la mayoría de las prostitutas del
Reino Unido, al igual que ocurría en el pasado,
proceden de estratos sociales pobres, pero
ahora se les ha unido un número considerable
de mujeres de clase media. El aumento del
número de divorcios ha llevado a muchas
mujeres empobrecidas a la prostitución.
Además, algunas de las que no encuentran
trabajo después de la universidad se colocan
en salas de masajes o en redes de
prostitución que actúan por teléfono, mientras
tratan de encontrar otra oportunidad laboral.
Paul J. Goldstein ha clasificado los distintos
tipos de prostitución teniendo en cuenta la
dedicación y el contexto ocupacionales. La
dedicación ocupacional se refiere a la
frecuencia con la que la mujer practica la
prostitución. Muchas mujeres sólo se dedican
a ella temporalmente, vendiendo su cuerpo
unas cuantas veces antes de dejar esta
83
actividad por un prolongado período de tiempo
o para siempre. Las “prostitutas ocasionales”
son aquéllas que aceptan dinero a cambio de
sexo con cierta frecuencia, pero de un modo
irregular y como complemento a ingresos que
proceden de otras fuentes. Otras practican la
prostitución
habitualmente,
siendo
esta
actividad su principal fuente de ingresos. El
contexto ocupacional alude tanto al ambiente
de trabajo como a los procesos de interacción
en los que se desenvuelve la mujer. Las que
“hacen la calle” buscan su trabajo en este
ámbito. Las call-girls entran en contacto con
sus clientes por teléfono y los hombres van a
su domicilio o ellas los visitan. Las hay que
trabajan en un club privado o en un burdel,
mientras que otras dan sus servicios en un
establecimiento que se supone que ofrece
únicamente masajes y tratamientos para la
salud que están dentro de la legalidad.
Muchas prostitutas establecen un trueque con
su trabajo; es decir, aceptan que se les pague
con ciertos bienes o servicios, en vez de con
dinero. La mayoría de las call-girls que estudió
Goldstein practicaban regularmente el trueque
sexual, aceptando a cambio de sus servicios
televisiones, reparaciones en su coche y en
aparatos electrónico, ropa, asesoría legal y
arreglos dentales (Goldstein, 1979).
Una resolución de las Naciones Unidas
aprobada en 1951 condena a aquellos que
organizan la prostitución o que se benefician
de las actividades de las prostitutas, pero no
prohíbe la prostitución como tal. Un total de
cincuenta
y
tres
estados
miembros,
incluyendo
el
Reino
Unido,
aceptaron
formalmente
la
resolución,
aunque
su
legislación
sobre
esta
práctica
varía
considerablemente. En algunos países la
prostitución es ilegal. En otros, como Gran
Bretaña, se prohíben únicamente ciertos tipos,
como la prostitución callejera o la infantil.
Algunos gobiernos nacionales o locales dan
licencias a burdeles y salones dedicados al
sexo, como el Eros Centre en Alemania
Occidental o las casas del sexo en
Ámsterdam. Muy pocos países autorizan la
prostitución masculina.
La legislación contra la protitución pocas veces
castiga a los clientes. No se detiene ni procesa
a los que compran servicios sexuales y en los
juicios estos pueden mantener al anonimato.
Existen muchos menos estudios sobre los
clientes que sobre quienes venden sexo y no
se suele sugerir, como se dice o insinúa a
menudo de las prostitutas, que los que acuden
a ellas tengan alguna alteración psicológica.
Este desequilibrio en las investigaciones
expresa sin duda una aceptación acrítica de
84
los estereotipos ortodoxos de la sexualidad,
según los cuales es “normal” que los hombres
busquen distintos tipos de desahogo sexual
pero se condena a quienes satisfacen esas
necesidades.
Prostitución Infantil
Es frecuente que en la prostitución participen
niños. Según un estudio realizado en los
Estados Unidos, Gran Bretaña y lo que fue
Alemania Occidental, la mayoría de los niños
que se prostituyen se dedican a esta actividad
porque, tras haberse escapado de casa,
carecen de ingresos.
El hecho de que muchos niños que se han
escapado de casa se dediquen a la
prostitución es, en parte, una consecuencia no
deseada de que los empleos para menores
estén regulados, pero de ningún modo todos
los niños que se prostituyen han huido de su
hogar. Se pueden distinguir tres grandes
categorías de prostitución infantil (Janus y
Bracey, 1980): fugitivos, aquéllos que o han
abandonado el hogar y no son encontrados
por sus padres o persisten en el intento cada
vez que se les devuelve a casa; los que van y
vienen, que viven principalmente en casa pero
se ausentan de ella por algún tiempo, por
ejemplo si tienen la costumbre de dormir
fuera varias noches seguidas; expulsados,
cuyos padres son indiferentes a lo que hagan
a les rechazan. En todas las categorías hay
niños y niñas.
La prostitución infantil es parte de la industria
del “turismo sexual” en distintas zonas del
mundo, por ejemplo en Tailandia y Filipinas.
Hay viajes organizados orientados a la
prostitución que arrastran a numerosos
hombres de Europa, los Estados Unidos y
Japón a estos lugares (en Gran Bretaña, este
tipo de viajes ya no es legal). Las asociaciones
de mujeres de Asia han organizado actos de
protesta contra esta práctica que, no
obstante, continúa llevándose a cabo. El
turismo sexual en el Extremo Oriente tiene su
origen en el aprovisionamiento de prostitutas
para las tropas estadounidenses durante las
guerras de Corea y Vietnam. Se construyeron
centros de “descanso y recreo” en Tailandia,
Filipinas, Vietnam, Corea y Taiwán. Algunos
funcionan todavía, especialmente en Filipinas,
y reciben regularmente grupos de turistas, así
como a militare destinados en la región.
¿Por qué existe la prostitución? Es, sin duda,
un fenómeno persistente que se resiste a los
intentos de los gobiernos por eliminarlo. Casi
siempre se trata de mujeres que venden
favores sexuales a hombres, más que al
contrario; aunque existen algunos casos,
como en la ciudad alemana de Hamburgo
donde existen “casas de placer” que
proporcionan servicios sexuales masculinos a
las mujeres. Evidentemente, también hay
varones jóvenes y adultos que se prostituyen
con otros hombres.
La prostitución no puede explicarse en función
de un único factor. Podría pensarse que,
sencillamente,
los
hombres
tienen
necesidades sexuales más imperiosas o
persistentes que las mujeres y que, por lo
tanto, necesitan del desahogo que proporciona
la prostitución. Pero esta explicación no es
plausible ya que la mayoría de las mujeres
son capaces de desarrollar su sexualidad de
un modo más intenso que los hombres de
edad similar. Si la prostitución existiese
únicamente para satisfacer los deseos
sexuales habría, sin duda alguna, muchos
hombres prostituyéndose para satisfacer a las
mujeres.
Desde un punto de vista general, la conclusión
más convincente a la que se puede llegar es
que la prostitución pone de manifiesto, y
hasta cierto punto ayuda a perpetuar, la
tendencia de los hombres a tratar a las
mujeres como objetivos que se pueden “usar”
con fines sexuales. La prostitución evidencia
en un contexto concreto las desigualdades de
poder entre hombres y mujeres. Pero, sin
duda, hay que tener en cuenta otros muchos
aspectos. La prostitución proporciona un
medio de conseguir satisfacción sexual a
aquéllos que, debido a problemas físicos o a la
existencia de códigos morales restrictivos, no
consiguen encontrar otras parejas. Las
prostitutas satisfacen a hombres que están
fuera de casa, que desean encuentros
sexuales sin comprometerse o que tienen
gustos sexuales inusuales que otras mujeres
no aceptarían. Sin embargo, estos factores
son importantes para comprender la magnitud
de la práctica de la prostitución, más que para
entender su naturaleza.
Conclusión:
desigualdad
género,
sexualidad
y
En los últimos años, hay pocas áreas de la
sociología que se hayan desarrollado de forma
tan significativa o que se hayan hecho tan
cruciales para el conjunto de la disciplina
como el estudio de las relaciones de género.
En gran parte, ello es reflejo de los cambios
en la propia vida social. Las tradicionales
diferencias entre las identidades, aspecto
exterior y formas de comportamiento típico de
la mujer y del hombre se enfocan ahora de un
modo distinto.
El estudio del género plantea problemas
difíciles a la sociología contemporánea, sobre
todo porque este asunto no ha solido
considerarse una de las preocupaciones
principales de la disciplina. ¿Qué conceptos
podemos
utilizar
para
comprender
la
importancia del género en la sociedad? ¿Es
posible imaginar una sociedad en la que
desaparecieran las diferencias de este tipo, de
forma que todos fuéramos andróginos, es
decir,
que
tuviéramos
las
mismas
características de género?
La sexualidad también se nos muestra como
un
área
del
comportamiento
humano
enormemente compleja, que está sufriendo
cambios fundamentales en las sociedades
contemporáneas. Nuestra actitud hacia el sexo
y nuestro comportamiento sexual reflejan las
transformaciones sociales globales de las que
nos ocuparemos en los siguientes capítulos.
Resumen
1. El término “sexo” es ambiguo. Según se
utiliza normalmente, indica las diferencias
físicas y culturales que existes entre
hombres y mujeres (el “sexo masculino” y
el “sexo femenino”, así como el acto
sexual en sí mismo. Es útil distinguir entre
sexo, en el sentido fisiológico o biológico
del término, y género, que es un
constructor cultural (un conjunto de
pautas de comportamiento aprendidas).
2. Algunas personas sostienen que las
diferencias de comportamiento entre los
sexos están genéticamente determinadas,
pero no existen pruebas concluyentes.
3. La socialización en el género comienza tan
pronto como nace el bebé. Incluso los
padres que creen que tratan a sus hijos
exactamente igual, tienden a reaccionar
de un modo diferente ante los niños y las
niñas. Estas diferencias se ven reforzadas
por otras muchas influencias culturales.
4. Las dos teorías principales sobre el
desarrollo de la identidad de género son
las de Sigmund Freud y Nancy Chodorow.
Según Freud, la presencia o ausencia del
pene, símbolos, respectivamente, de la
masculinidad y de la feminidad, son
cruciales para la identificación del niño con
el padre y de la niña con la madre.
Chodorow subraya la importancia de la
madre. Tanto las niñas como los niños se
85
identifican primero con la madre, pero
éstos se partan de ella para afirmar su
masculinidad, mientras que las niñas
permanecen vinculadas a ella durante más
tiempo. Chodorow da la vuelta a Freud: la
masculinidad, no la feminidad, se define
en función de una pérdida, la del vínculo
continuo e íntimo con la madre. Esto
explica
la
inexpresividad
masculina:
dificultad que encuentran los hombres a la
hora de expresar sus sentimientos.
5. El género no viene dado. Es algo que
todos debemos “practicar” en nuestra
actividad cotidiana. La experiencia de los
transexuales –aquellos que se someten a
un tratamiento médico para cambiar sus
atributos sexuales físicos- pone de
manifiesto hasta qué punto es difícil pasar
de un género a otro.
6. En Occidente, el cristianismo ha sido muy
importante a la hora de configurar las
actitudes sexuales. En las sociedades en
las que los códigos sexuales son rígidos es
habitual la hipocresía y la existencia de
una doble moral. La distancia que separa
las normas de la práctica real puede ser
enorme, como han demostrado los
estudios de comportamientos sexuales.
Las prácticas sexuales varían mucho de
una cultura a otra y dentro de un mismo
contexto cultural. En Occidente, las
actitudes represivas hacia la sexualidad
dejaron paso, en los años sesenta, a
puntos de vista más permisivos, cuyos
efectos todavía hoy son patentes.
7. La identidad sexual es un asunto
complejo. Algunos autores han señalado
que hay hasta diez identidades sexuales
diferentes,
incluyendo
a
los
heterosexuales, homosexuales, bisexuales
y transexuales.
8. Padece que el homosexualidad existe en
todas las culturas, aunque el concepto de
“un/una
homosexual”
es
una
idea
relativamente reciente. Ha sido en los
últimos cien años cuando ha empezado a
considerarse que la actividad homosexual
es algo que cierto
tipo de personas
realiza; una categoría de anormalidad y
desviación construida por oposición a la
categoría del “heterosexual normal”.
9. La prostitución es la prestación de favores
sexuales a cambio de un cierto pago. En
las
sociedades
modernas
existen
diferentes tipos de prostitución, incluyendo
la masculina y la infantil. La prostitución
permitida legalmente es aceptada por los
86
gobiernos nacionales o regionales en
algunos países pero en la mayoría las
prostitutas operan al margen de la ley.
EN LA ESCUELA
SOCIOLOGÍA DE LA EXPERIENCIA
ESCOLAR
Crecer
Mientras que los escolares viven en una
continuidad relativa su estatuto de niño y su
estatuto de alumno, los colegiales hacen la
experiencia de una verdadera tensión, es decir
una ruptura entre el alumno y el adolescente.
Con la adolescencia se forma un “sí mismo”
no escolar, una subjetividad y una vida
colectiva independientes de la escuela, que
“afectan” a la vida escolar misma. Toda una
esfera de la experiencia de los individuos se
desarrolla en el colegio, pero sin él.
Grandes y pequeños
Ningún período de la vida está, como la
adolescencia, definido por la influencia de los
interrogantes sobre el hecho de “crecer”. Esta
preocupación es constantemente reforzada
por las actitudes de los adultos. “Sí, me lo
hacen notar continuamente; ¡qué alta que
está, creció desde la última vez, tiene por lo
menos cinco centímetros más! Siempre lo
mismo y me enerval.” Los colegiales están
presos entre los desajustes constantes de la
infancia y la adolescencia, ya no viven en un
mundo homogéneo y son siempre demasiado
grandes o demasiado pequeños. La prueba de
Gulliver encuadra su universo social. Toda su
existencia está sometida a los cambios de las
órdenes de crecimiento en función de las
situaciones y los interlocutores. “Cuando
estamos en primaria somos los más grandes,
el rey. Y después, en sexto, somos los
pequeños.” “Depende de la persona con la que
uno se encuentra: si esa persona es un
pequeño uno se va a sentir más adulto, si es
más grande uno se va a sentir inferior, no
sé.”Además los adultos participan activamente
en el mantenimiento de esta sensación. “En
casa, depende. A veces me tratan como a
muy chico cuando les conviene, y después,
cuando me piden algo: ¡ahora eres grande!”
Pero es en el colegio donde se experimentan
más claramente estas disparidades de
“tamaño”. Los alumnos se redescubren
“pequeños”, sin estar no obstante protegidos
como los pequeños. “El primer día de clase
una de sexo se dejó empujar por una más
grande, se cayó y durante dos semanas tuvo
que andar con muletas.” “¡Te aplastan! ¡Te
dicen: ah, los pequeños!”
La disparidad de tamaños habla también de
las jerarquías subjetivas de madurez. Para los
“grandes” de tercero, los “pequeños” son
siempre demasiado “pequeños”. “A veces me
pregunto qué hago ahí, porque hay pequeños
que no tienen nada en la cabeza, uno los
mira, ésa salta a la cuerda, aquél juega a
pelota.” Esta observación es acompañada por
la
impresión
permanente
de
que,
actualmente, los pequeños crecen más
rápidamente. “En nuestras generaciones las
chicas con cada vez más jóvenes; cuando una
mira a las más jóvenes ve que son más
avispadas.” Pero a las representaciones de de
los grandes hay que oponer las de los
pequeños. Y aquí el sentimiento es más bien
unánime: para los “pequeños” de quinto, los
“grandes” de tercero no son nunca bastante
“grandes”. “Los de tercero son unos cretinos;
hacia el fin del liceo la cosa empieza a ser un
poco mejor.” El grado de madurez juega como
un signo de distinción personal en el seno del
universo colegial. “Uno está en una edad en la
que hay algunos muy maduros y otros no. Yo
no me considero una mujer, pero hace falta
una mentalidad más avanzada de la que se
cree una chiquilla que trata de hacerse la
mujer y todo se acaba ahí...” En la
desorganización general de los “tamaños”, los
colegiales son siempre “inadaptados”, juegan
en falso y nunca se sienten en el lugar donde
deberían estar exactamente. Esta prueba
provoca en los más pequeños una nostalgia de
la infancia y de la escuela primaria, cuando el
mundo era claro e integrado. “En sexto,
cuando se habla del primario, es inolvidable.
Uno recuerda cosas y le gustaría mucho
vivirlas todavía. Uno se dice que eran buenos
tiempos, uno se sentía bien, uno se divertía,
uno era grande. Teníamos un poco más de
autoridad que antes de entrar a sexto. ¡Vaya
si era mejor!” Algunos no quieren crecer.
“¡Quisiera ser siempre un bebé!” “Si, yo
también hice una regresión.” Son sobre todo
los alumnos de quinto, pertenecientes a clases
medias, los que abandonan la infancia penosa
mente. “Cuando se va al colegio, es como si
uno debiera crecer de golpe. Como si ya no se
debieran tener recuerdos de infancia. Como si
nos privaran de todo eso. Todavía tengo ojos
de niño y juego muy bien y no tengo
vergüenza.” “Tengo Barbies, muñecas, y
siempre siento miedo cuando invito a nuevas
compañeras, es vedad que se burlan de mi.” A
la inversa, los alumnos de tercero quieren
crece, pero no sin temores. El liceo es
aprendido como un mundo de libertades
donde “al menos al mediodía se puede ir a
87
McDonald”. El control familiar se torna
pesado. En todo caso, hay que afirmarlo ante
los demás para demostrar su “tamaño”.
“Cuando voy a alguna parte estoy obligada a
hacerlo delante de mi madre o mis parientes.”
El hecho de volverse mayor se asocia a una
serie de caracteres positivos: se tiene más
“seguridad”. Se es más “razonable”, más
“independiente”...
El deseo de seguir siendo pequeño y crecer a
la vez invade a todos los colegiales. Domina
las relaciones en el interior de la clase,
relaciones que parecen siempre desajustadas.
Los alumnos son, a la vez, demasiado grandes
y demasiados pequeños, y se reconocen en
sutiles signos de madurez. En el transcurso de
un año pasado en una clase de quinto pude
(F. Dubet) observar las transformaciones de
los alumnos, especialmente en las chicas que
cambian sus maneras de vestir de un día para
otro y dejan de ser crías. A medida que se
producen estas transformaciones, las parejas
de alumnos que se sientan juntos se hacen y
se deshacen según la madurez de cada uno.
Otros, al crecer, se acercan a un camarada
que se ha quedado pequeño para ser su
protector, el hermano o la hermana mayor:
así marcan su grandeza. Contra estas
tensiones
múltiples
y
cambiantes,
los
colegiales se encierran en el presente frente a
un futuro inquietante. Quieren crecer pero
expresan abiertamente el miedo a hacerlo.
“Uno tiene miedo de fracasar en su vida, de
ser autónomo.” “Sí, eso es, prefiero que mis
padres estén detrás de mí.” El discurso puede
tomar
una
tonalidad
cínica.
“Prefiero
permanecer adolescente, así uno está
tranquilo con los padres.” En todos estos
juegos de tamaño, la cultura de masas
adolescentes
tiene
un
lugar
esencial,
distribuyendo los códigos de la madurez en la
vestimenta, lo gastos musicales...
Chicas y Muchachos
A las tensiones de los “tamaños” hay que
añadir la de los géneros. La vida en el colegio
está dominada por una viva oposición entre
los sexos. Chicas y muchachos comparten la
clase en dos espacios distintos, no comen
juntos y no frecuentan los mismos lugares en
el patio. En algunos grupos de investigación,
se ubicaron en lugares opuestos de la mesa.
Esto no impide ni las amistades, ni los flirteos,
ni los amores, pero se desarrollan sobre un
fondo de “guerra” de los sexos y de afirmación
exacerbada de los estereotipos. Del punto de
vista escolar, las chicas ostentan un
comportamiento
más
conforme
a
las
88
exigencias de la institución escolar y mayor
seriedad. Los alumnos mismos señalan que
las chicas son descritas como “más serias”, lo
que es denunciado por los muchachos como
una injusticia. “Los profes prefieren las chicas
a los muchachos”. Los muchachos se
proyectan al futuro como jefes del hogar.
“Cuando uno está en el servicio militar, con un
departamento, una novia o no, debe tener
responsabilidades.” Las chicas aprenden ya su
rol de amas de casa. “Debes hacer las tareas
domésticas y todo, sí, cocinar y todo. Me
gusta hacerlo de vez en cuando, pero bueno,
todos los días...” Los muchachos afirman su
virilidad formando parte de una “banda”-“si
vamos a lo de alguien lo hacemos en grupo,
unos quince”-, mientras que las chicas tienen
afinidades más reducidas: “Yo prefiero
quedarme en la calle con una o dos
compañeras”.
En la frontera de los dos sexos, los incidentes
y las agresiones se multiplican. “De todos
modos, en mi clase todas las chicas están
locas. Uno dice una tontería sobre ellas, se
hacen juegos de palabras o cosa así, y recibo
bofetadas de todos lados.” Las chicas
proclaman en voz alta y fuerte su mayor
madurez. “Las chicas crecen más rápido que
los
muchachos,
tanto
física
como
mentalmente.” Los muchachos siguen siendo
chicos. “Se ve cuando, en pleno cuestionario o
en el curso de golpe uno escucha: ¡uf!, yo no
sé... Incluso cuando juegan como chiquilines
en tercero. ¡Es el colmo!” Los muchachos
juegan porque son chicos, las chicas hablan
porque son grandes. Los muchachos son
agresivos. Hay tres tipos de chicas: la “que no
respeta nada ni a nadie”, la “niña bien” y la
“puerca que se acuesta con todos”. La
tipología de los chicos, menos violenta, es de
la misma naturaleza: los “tontos”, los “bien” y
los “no bien”.
Evidentemente estos estereotipos cruzados
dejan un espacio a los juegos amorosos, pero
fundan la agresión de los muchachos. Las
chicas siguen a menudo, sufren siempre, se
rebelan
a
veces.
Deben
aprender
a
“protegerse”. “La última vez hacía buen
tiempo por la tarde, vine con una falda y sin
medias, me había puesto unos pequeños
zoquetes y llegaba clase así. Y cuando pasé
los grandes me miraban con mi falda bastante
corta, no me gusta que me miren.” “Como
cuando estuvimos en la piscina, teníamos
miedo de que los muchachos dijeran cosas
sobre nosotras. También allí estábamos
completamente estresadas y por la noche no
comí nada. Pero también ellos estaban
estresados como nosotras, pese a sus aires de
qué me importa.” Pese a su “miedo”, los
muchachos no cesan de burlarse de las chicas.
“Son super-gordas, aquella está sonada. Y
además dicen cosas pero no son verdad,
vamos.” Los flirteos no escapan de la
amenaza de los estereotipos de las chicas y
las burlas de los varones. “Solo hay
muchachos burlones. Hay una chica que
quiere salir con uno y se lo pide, y él va a
contarlo rápidamente a sus compañeros.” Los
muchachos se vanaglorian. “Hasta van más
lejos, cuentan cosas raras, salen con una
chica y la dejan y van a contar a sus amigos
que fueron ellos quienes la largaron, que han
tenido cosas con Ella.” Las chicas no son
tontas ante los juegos de los varones. “Los
muchachos también tienen un corazón pero
no lo muestran, son machos. “Son como las
chicas pero lo esconden, de hecho. No quieren
mostrar nada.” Ellas saben que los muchachos
son
“dobles”.
“Cuando
está
con
sus
compañeros se cree el más pintón, el más
fuerte, piensa que puede salir con todas las
chicas; y cuando está con una es una pulguita
saltarina. Y a la pulga yo la aplasto.”
La subjetividad de los colegiales se forma en
el seno de múltiples estratos. Los grandes y
los pequeños, los muchachos y las chicas, los
buenos y los malos alumnos rompen la
continuidad de las categorías escolares y de
las identidades personales. Pero ninguno de
los elementos que forman la experiencia
colegial es verdaderamente estable: ni la
conformidad con las normas escolares, ni la
utilidad percibida de los estudios, ni la
identidad personal. La experiencia colegial
está dominada por las diferencias de estratos
y las tensiones.
Las pruebas colegiales
El colegial está obligado a establecer una
distancia con la escuela y la familia,
apoyándose en la preocupación por construir
un “yo” y en la identificación con su grupo de
pares. Pero si la intensidad de esta puesta en
distancia varía en función de los públicos
sociales, en todos los casos, el colegial se ve
confrontado con el descuartizamiento y la
combinación necesaria de estos diferentes
dominios y procesos: aprende el “oficio de
alumno”.
La
experiencia
colegial
está
dominada por la afirmación progresiva de un
principio de subjetivación adolescente opuesto
a las lógicas escolares. A diferencia de los
niños, para los cuales el principio rector del
juicio es el del Bien y el Mal, lo Justo y lo
Injusto,
los
colegiales
buscan
una
“autenticidad”, a menudo confundida de hecho
con el conformismo grupal y los códigos de las
culturas adolescentes. Pero este movimiento
hacia la autenticidad a menudo está
compuesto de oposiciones y de reacciones. La
formación de un sujeto ya no procede de la
sola integración de las expectativas, sino de
las tensiones entre las diversas dimensiones
de la experiencia colegial.
Tensiones
entre
la
integración
adolescente y las normas escolares
Las fricciones entre el grupo de pares y las
exigencias de la escuela dominan al colegio.
Están latentes en el clima de la clase y en las
relaciones ambivalentes de los colegiales con
la disciplina y los docentes. La oposición se
manifiesta por la omnipresencia del ruido en
la clase. El ruido procede meno de una
protesta escolar que de la invasión del colegio
por el modo natural de expresión de los
adolescentes. Los alumnos lo saben bien,
puesto que subrayan la disociación entre el
ruido y las competencias o la simpatía hacia
un docente. “Podemos entendernos bien con
una profe e igual hacer ruido. En clase de
francés la profe es simpática y aun durante las
tareas discutimos entre nosotros. Ella no tiene
autoridad pero sabe hacerse respetar.” Para
los docentes el ruido es insoportable, para los
alumnos es una manera de expresarse, y toda
voluntad de dominarlo es vivida como control
disciplinario. Este hecho, a sus ojos, es
evidente: “Creo que el silencio es algo que no
existe.” Se puede hasta pensar, en el límite,
que el ruido es a la palabra adolescente lo que
la preocupación por el rostro es a la
personalidad. En ambos casos se trata de
avanzar a cubierto.
Pero el carácter inestable de esta oposición es
evidente en las críticas que los colegiales
hacen contra la disciplina escolar, siempre
percibida como necesaria y excesiva. En un
primer
tiempo,
denuncian
el
“todo
disciplinario”. “El colegio es el infierno en la
tierra”. Pero la denuncia de la disciplina está
siempre asociada a la constatación de su
cotidiano desfallecimiento. Las frases se
suceden en continuidad y oposición. Se señala
que “al director no se lo ve casi nunca en los
corredores”, y que “no se puede hacer nada
sin recibir un reto”. En el fondo, los colegiales
no protestan nunca hasta el extremo acerca
de la necesidad de disciplina. “A veces me
digo: en el colegio estamos llenos de
prohibiciones. Y después, de hecho, cuando lo
pienso a veces, me digo que no es para tanto.
¡Porque estamos tan acostumbrados a hacer
cualquier cosa!”
89
Pero es a propósito de la relación pedagógica
que
esta
ambivalencia
se
hace
particularmente manifiesta, atravesada por un
doble sentimiento de apego y desapego. Que
el último sea manifiesto y excesivo, y el
primero denegado y culpable, no debe inducir
a error. La relación pedagógica en el colegio
está constituida por ambos elementos. Desde
el punto de vista de los alumnos, dos grupos
se observan siempre y se enfrentan a veces;
“Ellos” y “Nosotros”. Separación y proximidad,
los rumores van y vienen. “Parece que
algunos profes tienen depresiones nerviosas.
Hay una profe a la que se le oye llorar todo
continuamente.” “Al fin y al cabo los profes, lo
hacen para tener una reputación. Porque si no
ponen amonestaciones y castigos.... Pienso
que se lo creen.” En esta visión de las cosas,
los castigos hasta cambian un poco de
naturaleza, manifiestan la agresividad que se
opone a estos dos mundos. “Hay cosas que...
no quisiera decir sádicas pero... ¡Llegan a
ponernos horas de castigo los miércoles a
mediodía!” Los castigos son experimentados
como un efecto de la maldad de los
profesores. De un solo golpe, los diferentes
principios de justicia se funden en este único
espectro crítico. El poder de los docentes se
toma arbitrario y perverso. “Hay una profe
que, durante el curso, verdaderamente tiene
preferidos. En un momento en que no levanté
la mano me preguntó adrede, sólo para
fastidiarme. Sabe que no sé...y entonces me
pregunta.” “El año pasado, ya con cinco o seis
años de música, no me acuerdo bien...¡y la
profe nunca me preguntaba! Porque sabía que
yo conocía las respuestas. A fin de año me
puso en la libreta: debes hacer algún
progreso. ¡Pero vamos! ¡Nunca me pregunta y
después me sale con algo así!”
La tensión entre los profesores y los alumnos
no es la guerra, porque ninguno de los polos
es una red de identificaciones. Por una parte
las
normas
escolares
exigen
“psicológicamente hablando, un proceso de
identificación con el profesor, que impulsa a
actuar bien en clase con el fin de gustar a la
mujer-profesor, la que a menudo es sostenida
por los padres. Por otra parte, las normas del
mismo grupo de pares, que permiten la
independencia frente a 19 adultos, confieren
el reconocimiento de los semejantes. La clase
es el lugar del conflicto entre estas dos
fuentes mayores de identificaciones. Pero,
salvo en casos extremos, es difícil concluir en
la oposición radical entre ambos universos. En
el seno mismo de esta división o de este
rechazo, está larvada una demanda afectiva
difícil o imposible de expresar porque, en el
fondo, es ilegítima a los ojos de todos. La
90
búsqueda de una relación afectiva, infantil o
“amorosa” con el profesor, se expresa con
mayor frecuencia en términos de frustración.
En el colegio, no se tiene el derecho de
manifestar un interés por un docente, pero es
totalmente legítimo expresar su decepción
frente a la indiferencia de los docentes. “A
veces es la profesora de matemáticas la que
nos dice: bueno a las 15 horas 50 se van
porque tengo que hacer una llamada
telefónica. ¡Y nosotros registramos cuando
nos salen con eso!” La oposición al docente
está influida por una decepción vinculada con
el noreconocimiento. “Lo que es superenervante también es cuando la profe nos
habla y no nos mira. ¡Vamos! Para la de
dibujo somos inodoros, incoloros... “Los
profes, fuera de la clase, no tienen nada que
hacer con nosotros. Les pagan para enseñar
ocho horas por día por ejemplo, y después no
les importamos nada de nada, eso es todo.”
Estas observaciones manifiestan una demanda
que no puede formularse directamente, so
pena de traición. Aparece en la irritación de
esa alumna de tercero, excedida por el tono
burocrático de sus boletines. “Lo que me hace
reír es el concepto: puedes hace más, valor.
Siempre lo mismo.” Le gustaría tener otros
comentarios. “Yo no sé: pese a sus resultados
mediocres Séverine participa, pasan cosas así.
Yo no tengo resultados muy buenos pero con
todo existo. ¡Estoy en la clase, claro! Pero en
la realidad no es así.”
En verdad, el triángulo pedagógico de la
escuela primaria se ha vuelto más claro y más
duro. Más claro: ya no hay fusión que buscar
con el docente. Al contrario, se trata de
afirmar su subjetividad contra el docente. Más
duro: la demanda de reconocimiento, todavía
legítima en los niños, se convierte, ante los
mismos ojos del colegial esa expectativa es
ilegítima e inconfesable. El triángulo cede el
paso a una danza imposible donde todo el
mundo se pisotea. El grupo pisa al docente
porque se trata siempre de resistir a la
tentación de colaborar con él. El docente pisa
al alumno porque cree siempre percibir en él
una demanda y no deja nunca de hacer
avances, siempre si no mal vividos al menos
mal juzgados por el colegial. En sentido
opuesto, se repliega detrás de su rol
profesional, y decepciona a ese mismo
alumno. En fin: el alumno contra sí mismo.
Cuanto más manifiesta un ostracismo hacia el
docente, más reprime sus propias demandas.
La presión del grupo de pares le prohíbe
admitirlas.
Nada muestra mejor este juego que la
capacidad de los colegiales para ponerse en el
punto de vista de los profesores, a través de
una empatía y el llamado a un docente capaz
de instaurar su autoridad. Las críticas se
revierten. “Cuando hay alumnos que arman
un gran bochinche en clase y llegan a reventar
a los profesores, pienso que no está bien. Que
traten de ponerse en el lugar del profesor y
ver... Si un alumno hace eso: ¿cómo
actuarían? Entonces se darían cuenta de que
no hay que hacer eso.” Esta empatía conduce
hasta la desaprobación moral de sus
camaradas y de sí mismo. “Tenemos una
profe que se hacía insultar, sí, ésa es la
palabra, se hacía insultar. A veces tirábamos
un papel y ella iba a recogerlo, después lo
tirábamos al otro rincón y así...¡Ve a buscarlo!
¡Eso se oía en la clase! Era horrible para la
profesora.”Pero los alumnos no pueden
escapar al juego del grupo, “es terrible pero
es más fuerte que nosotros”. Sienten “piedad”
y terminan por llamar a la autoridad capaz de
aliviarlos de su propia violencia.
La relación entre colegiales y docentes es de
naturaleza
muy
inestable:
oscila
constantemente, sea hacia una relación de
autoridad, es decir, de fuerza y vivida como
tal, sea hacia una relación efectiva difícil, es
decir prohibida. En concreto: la relación
pedagógica
misma
no
es
sino
esos
desplazamientos y esos deslizamientos.
Tensiones entre la autenticidad y los
resultados escolares
Una parte de la autenticidad individual se
manifiesta en el rechazo a la obligación de un
trabajo escolar cuyo sentido –como hemos
visto- se torna problemático. Se crece
oponiendo sus libertades al trabajo. “Para mí
está primero el momento de ocio y después el
trabajo, lo tomo en el último momento. Por
ejemplo: tengo todo el fin de semana para
hacer la tarea pesada y bueno...empezaré el
domingo por la noche, a las diez.” Otros llegan
hasta a rechazar la primacía de la obligación
escolar. “No veo por qué tengo que trabajar
en lugar de salir.” En definitiva, la vida
adolescente se inscribe como el revés del
sentimiento de obligación escolar. “En realidad
uno viene por los compañeros, no para
trabajar.” A veces una verdadera oposición se
instala entre las jerarquías escolares y las
jerarquía juveniles. Los registros de tamaño
se oponen; el que es “grande” en el dominio
escolar es considerado “pequeño” en el
universo de la adolescencia, puesto que
cuanto más se pliegue uno a las expectativas
de los adultos, más pequeño es. El grupo de
colegiales se despega de la lógica de los
resultados escolares. Aunque la rivalidad
escolar de todos sea las más triviales, hay que
negarla o condenarla. La competencia escolar
es considerada por el grupo de pares como un
detalle de la infancia, y se convierte en un
tema relativamente tabú. No porque la
competencia escolar no exista, al contrario,
sino porque no se manifiesta sino bajo la
forma de críticas. Si el grupo de colegiales es
incapaz de encarar la práctica, la competencia
escolar es de un valor dudoso. Pero la
oposición a la competencia se manifiesta
sobre todo en la voluntad de poner a distancia
la prueba del fracaso y el riesgo del
cuestionamiento de la imagen de uno. Para
contrariar los juicios escolares, los colegiales
recurren a la concepción del trabajo como
garante de la igualdad fundamental de todos.
Aunque ya presente en la escuela primaria,
sólo en el colegio la idea según la cual a un
trabajo igual debe corresponder una nota
igual, deviene en cimiento de todas las
interpretaciones de resultados. Pero la
consolidación de este argumento se acompaña
todavía, en el colegio, con el reconocimiento
de las diferencias de dones y talentos. Dicho
de otro modo: en el colegio emerge un doble
movimiento contradictorio; de un lado, se
consolidad la idea de la intercambiabilidad
absoluta de los resultados individuales en
función de la masa de trabajo, y de otro lado
sobrevive aún la convicción –tan fuerte en la
escuela primaria- de que la nota mide un don
y el fracaso es una prueba de “idiotez”. Es en
el colegio donde se manifiesta con más
claridad la contradicción entre estas dos
proposiciones. Los alumnos pasan sin solución
de continuidad de un voluntarismo sin fallas a
un innatismo sin fisuras.
Para empezar, la universalidad del esfuerzo.
Se trata, en este registro, de disculpar el error
o el fracaso. “Nadie es tonto. Sucede porque
no saben hacerlo, esto es todo. No saben
explotar lo que dicen.” Buenos o malos
alumnos
son
fundamentalmente
iguales
porque si algunos fracasan es porque “no
quieren” trabajar, pero los que quieren
trabajar sí pueden, ante todo hay que querer”.
“En la base somos todos iguales pero después
están los que trabajan y los que no trabajan.”
El postulado de igualdad de todos implica la
responsabilidad de cada uno. “Es culpa
nuestra, sólo nos concierne a nosotros. Si uno
tiene ganas de subir, uno sube; en general los
malos alumnos son los que quieren serlo.”
Pero apenas acaban los colegiales de expresar
la primacía de la voluntad, sus discursos se
revierten. Aceptan el hecho de que “hay
quienes tienen mucha más facilidad que
otros”. Cada uno cuenta entonces su
91
experiencia personal, rompiendo así el
postulado igualitario. “Yo dedico mucho
tiempo
para
aprender
mis
lecciones.
Resultado: no consigo adelantar para nada. A
mí me hacen falta cuatro horas todos las
tardes, termino a las ocho.” Un alumno evoca
sus dificultades de aprendizaje: “Ayer pasé
tres horas haciendo mis ejercicios de
matemáticas sobre fracciones, no entendí
nada”.
Los
otros
lo
“hunden”
muy
naturalmente: “Bueno, pero es tan simple
como decir buen día, yo tardé media hora”.
Todos aceptan la evidencia del talento. “A
veces uno pone todo para tener buenas notas
y después ella... ella no hace nada, no nos
lleva el apunte.”
El rostro y los sentimientos
La amistad. Como la amistad infantil, la
amistad adolescente está marcada por el sello
de la confianza. La buena compañera es
“aquella quien se le cuenta todo, todo se le
puede decir y no repetirá por ahí”. La amistad
adolescente convoca a la confidencia. Pero la
lógica del rostro hace que la expresión sea
difícil. Ser amigo de alguien consistiría
entonces en compartir un secreto inexistente,
en permitir sin cesar a otro defenderse y
“reventar”. Al fin de cuenta, el verdadero
amigo es aquel que sabe que el otro está,
ante todo, definido por su dificultad de
aceptarse, por lo límites de su desapego hacia
los adultos; el que conoce el carácter tan
aleatorio de su subjetividad. A esta amistad
“pasiva” hay que oponer una amistad “activa”,
la que participa del proceso de construcción
de la subjetividad gracias a la “crítica”. Al
criticar a un amigo, siempre definido por una
muy fuerte vulnerabilidad a la mirada de los
otros, pero dándole al mismo tiempo pruebas
de amistad, se constituye una subjetividad
más autónoma porque es capaz de afirmarse
frente a los demás. Lo esencial de la amistad
adolescente no reside en desvelar el sí mismo,
sino en la capacidad de aceptar –de la única
persona de la cual puede verdaderamente
aceptarla-, una crítica de sí. Los adolescentes
tienen amigos para aprender a resistir el juicio
de los otros. De ahí el carácter conflictivo de
la amistad adolescente. El amigo niega la falsa
autenticidad
para
obligar
al
otro
a
individualizarse, lo que explica la inestabilidad
de las amistades colegiales. “Yo... con mi
mejor amiga tengo altos y bajos. Siempre
cambié de mejores amigas”. Hay que discernir
el mecanismo. La sociabilidad en el colegio
está fuertemente marcada por las críticas y
los rumores. Las críticas a veces son benigna:
“¡Chabón! ¡Boludo! Depende de cómo te lo
92
digan”. Otras veces la crítica es más dolorosa,
“El colegio está lleno de hipocresía”. La
desconfianza es de rigor, porque “si alguien te
da demasiada confianza, después te la saca”.
“¡Siempre hay desconfianza! Cada uno
desconfía del otro, todo el mundo está
obligado a ser hipócrita. No nos gusta la
hipocresía pero de todos modos, un día u otro,
estamos obligados a ser hipócritas. Es una
engranaje.”
En el seno de este universo hay que reubicar
el arte de la crítica colegial. La verdadera
traición es la indiferencia y, sobre todo, la
detención de la crítica íntima. No hay nada
que desvelar a los otros, hay todo para
esconder. Por esos la buena pareja de amigos
adolescentes
no
deja
de
criticarse
constantemente. “Mis amigas critican todos lo
que hago.” Por allí todo pasa: el cuerpo, los
miedos, los amores, los fracasos escolares, los
padres, la ropa. Pero a través de este juego
de la crítica amistosa, los colegiales
construyen un mundo personal, privado, más
autónomo pues se despega de la influencia del
conformismo cultural adolescente. En el
colegio, el amigo es un crítico comprometido.
El amor. La debilidad de la subjetividad
adolescente torna particularmente difícil la
expresión del sentimiento amoroso. Por el
amor, el adolescente recorre los extremos de
su subjetividad. “Pasa algo, cuando un chico
me invita a salir me siento más linda... Se ve
que una le gusta a los muchachos, eso es
agradable.” Sin duda yace en la relación
amorosa de los colegiales un deseo de
explorar su propio. Yo con la ayuda de un
compañero. Aquí el individuo quiere ser
amado
y
reconocido,
pero
teme
ser
abandonado. Esto produce la temporalidad tan
particular de los amores adolescentes. La
pena de amor precede al amor, con la timidez,
el miedo a declararse, el miedo a ser
abandonado, la búsqueda de pruebas de
amor, el miedo de caer en ridículo... “Si tomas
una gaseosa con ella se pasa rápido.”
El miedo de desvelarse comanda el conjunto
de técnicas utilizadas para dar parte de su
amor. Los miembros de los grupos insisten en
la obsesión de la puesta en escena de la
declaración de amor. En el límite, es lo único
que parece causar problemas. En primer lugar
está la propuesta directa, una fórmula no
exenta de jactancia. “No te preocupes, vas y
se lo dices y ya está.” A veces se atenúa
gracias al teléfono. “Cara a cara me parece
imposible. ¿Cómo mirarla a los ojos y decirle
si quiere salir conmigo? No, por teléfono
puede ser...” Y está también la eterna carta
de amor. “Si amo no lo digo, no podría,
jamás. Escribiría, una carta.” “Me gustarían
las cartas, pero a los varones les parece
tonto,” Queda entonces, al menos para ciertas
chicas, recurrir a la seducción. “Espero que él
me lo pida. No le vas a pedir a un chico que
salga contigo, te pondrías en evidencia. Él
debe dar el primer paso, y yo prefiero que lo
haga solo”. En el fondo, les gustaría mucho no
tener que hacer nada.
¿Y el alcahuete? Sólo en quinto es posible
recurrir a sus servicios. “Se espera un ratito y
después, si verdaderamente te gusta, le dices
a una compinche que se lo pregunte. Después
ella va y se lo pregunta, le dice: hay una chica
rubia, le gustas mucho. Entonces él mira, mira
y cuando cree que encuentra dice –si le
gustas- que sí, da su respuesta. Se citan
cuando saben que van a salir juntos.” En
tercero ya no es posible, el amor ya no ésta al
servicio de la cohesión del grupo. Entonces
recurrir a mediadores es una “astucia” para
esconder a los demás su timidez y nadie se
engaña. “En general, cuando se manda a un
compañero, puede pasar que la chica quiera
salir contigo, pero en general ella bromea.”
“Es una chiquilinada. Demasiado chiquilín es
un tipo que envía a un compañero para decir;
bueno, querría salir contigo.” En el fondo, se
envían compañeros para “mostrarse”, es decir
esconder
la
timidez
delante
de
los
compañeros.
Los
colegiales
tratan
de
protegerse por todos los medios. “A los tipos
les dices no, entonces se vuelven, no, yo no
quería, blablablá... Yo tenía un compañero
que lo hacía y cada vez le decían no, es un
mamerto.
Los colegiales disponen de dos leguajes para
hablar del amor. Un discurso “romántico” lleno
de referencia sobre el amor eterno, y un
discurso
“terapéutico”
centrado
en
la
necesidad de crecer. En el amor romántico,
sólo e termina de amar a través de la puesta
en escena de un imaginario amoroso. Todas
las constantes del texto amoroso se están
haciendo, una después de la otra. Primero,
por supuesto, la duración. Todas las historias
cortas serán juzgadas y condenadas en
nombre del verdadero amor. “¡Pero eso no es
amor! Una semana o dos con una chica o un
muchacho... no veo verdaderamente qué
podría haber en eso de amor, vamos”. “Son
pequeños enamoramientos de colegio, en
concreto:
sólo
para
hacerse
de
una
reputación, eso es todo”. Las primeras
“verdaderas”
historias
de
amor
están
colocadas bajo el signo de la imposibilidad; el
compañero ideal se fue a otro colegio, la
historia está prohibida por los padres... El
imaginario
amoroso
puede
entonces
desplegarse libremente. “A Fred lo amé
verdaderamente y creo que todavía lo amo.
De esto hace un año y medio, no dejo de
pensar en él y cuando veo un chico lindo lo
comparo con Fred y no pasa nada... Además
tengo la impresión de que no me enamoraré
de ningún otro porque siempre comparo. Y
siempre será él”.
Pero a veces los colegiales abandonan el
discurso
romántico
y
hablan
como
“terapeutas” del alma. El amor se toma en
buena inversión psicológica y todas las fases
del amor son así releídas desde esta óptica.
Especialmente en cuanto al número y la
duración de las historias de amor. El
romántico
valora
el
amor
eterno,
el
“terapeuta” valora el cambio y su utilidad. “Si
lo conservas para siempre no sirve de nada,
me parece que hay que tener varios
compañeros”. Por otra parte, el abandono
forma parte de la vida. “Es la vida, es normal,
si no lo amas lo largas y listo.” El amor se
torna interesante en la medida en queda
seguridad y permite crecer. “Eso también nos
desarrolla, nos hace crecer. Sin el amor sería
difícil vivir, yo no podría crecer.” “¡En ciertos
casos hasta puede ayudar! Cuando uno no
anda bien consigo mismo puede ayudarte a
superar montones de cosas.”
A través de estos dos modelos discursivos se
enuncia el interés por las series televisadas
“color rosa”, como útiles de una educación
sentimental. En los grupos, las etapas de la
discusión son siempre las mismas. Después de
una reacción inicial de denegación, se
confiesa: “Me da un poco de vergüenza decir
en el colegio que veo Hílene et les garcons; se
van a burlar de mí. A veces hacía creer que no
la miraba, cuando en realidad me quedo
clavada frente a la tele y la miro con placer,
qué
tanto”.
Después
se
da
el
desencadenamiento crítico. “No está muy
bien. Además, nadie se lo cree. Y para colmo
actúan mal, es super-monótono, uno se
duerme frente a la tele.” “De vez en cuando
miro porque es tonto, tan tonto que me hace
reír”. El mundo de las series no es real. “¿Pero
viste el dormitorio de ella? Es la única que
tiene una habitación así. Eso no muestra la
vida real de hoy.” En fin, se confiesa el
significado para sí de este tipo de emisiones o
de revistas. Desde un punto de vista
“romántico”, se adelanta la compresión de los
códigos del amor, aun en forma crítica. “Pero
si besas a un muchacho... es una prueba de
amor con todo”. “Un día tomé Salut y la
hojeé, decía cómo seducir a tu compañerito,
era algo verdaderamente flojo, tonterías. ¡Si
yo hiciera eso, ahí se acabaría todo!” Desde
93
un punto de vista “terapéutico”, los colegiales
subrayan el rol de esas series y revistas en su
desarrollo personal. “Aprendes cosas que te
instruyen. Yo miro Hélene et les garcons
porque es algo que me habla, no sé, sí que
tengo pequeños flirteos y todo, es lindo cada
tanto. Y está Joana que es un poco como yo”.
Presa por la preocupación de salvar su rostro,
la expresión del amor es una experiencia
difícil; no basta solamente con vencer los
miedos interiores, aún hace falta lograr
resistir la burla, y el “verdadero” amor
establece una ruptura con el mundo de la
jactancia, de la colección y del levante. La
vergüenza viene de que nada es secreto, ni en
el colegio ni en la escuela primaria. Pero esta
publicidad de lo íntimo cambia radicalmente
de significado. En la escuela primaria, uno de
los fines del juego amoroso es precisamente
“que esto se sepa”. En el colegio, sólo hay
amor en la medida en que se sustrae a la
mirada de los camaradas. “En el colegio te
hacen pasar vergüenza delante de todo el
mundo para joderte mejor.” “A veces da asco
porque no quieres que hay gente que sepa
que sales con una chica. Prefieres que nadie lo
sepa.” La mejor prueba de amor en el colegio
no es la timidez, es el silencio. Nada se opone
claramente tanto al amor como el acecho
ruidoso, tanto para las chicas como para los
muchachos. El acecho apunta al grupo, el
amor despega del grupo. “Hablo, sí, porque es
lindo chico y me gustaría salir con él, pero no
hablo de cosas sentimentales que me tocan
verdaderamente.” Entre los varones “no
decimos nada, no se dice nada”. La profusión
de discursos relativos a la declaración de amor
se opone fuertemente al silencio de la
intimidad
amorosa.
La
subjetividad
adolescente es bastante fuerte como para
desafiar al grupo, pero aún demasiado débil
para librar toda la extensión de su debilidad.
El amor en el colegio no será sino una manera
privilegiada de aceptarse a sí mismo, una
marca de libertad que, según Nietzche,
permite “no ruborizarse de sí”. El amor es
tanto el hecho de “no tener complejos ante él,
ni nada”, como el hecho de que “él no tenga
vergüenza de nosotros ante los compañeros”.
La prueba de la intimidad se prolonga en la
puesta a prueba delante del grupo. “Salgo con
él y hay chicas que me dicen: él no está tan
bien, ¿por qué sales, qué le ves? Y yo decía:
bueno, es que lo amo, lo amo y no es cosa de
ustedes.” “Una vez me sucedió: a mi
compañera no le gustaba el chico con el que
yo salía, y bueno, peor para ella. Para los
varones. “Si salgo con una chica y un
compañero me dice que es fea, le digo: no
eres tú el que sale con ella, soy yo. Eso es
94
todo. Aunque él piense que es fea. Bueno, y
qué”. El amor es uno de los primeros “yo” del
individuo contra el “nosotros” del grupo. Y
hasta puede ser que una parte de la nostalgia
de los amores adolescentes en la vida adulta
provenga del recuerdo de aquel
acto
fundador. En el colegio, el amor rompe el
rostro.
La experiencia colegial está dominada por un
estallido
de
las
dimensiones
que
la
estructuran. Este fenómeno provoca una
suerte de desajuste constante de las
relaciones y de las identidades. Ni el
conformismo infantil, no los cálculos de
utilidad, ni la subjetividad adolescente están
en condiciones de estabilizar esta experiencia.
Entonces los colegiales abandonan las
identidades concebidas como interiorizaciones
de rol, por los aprendizajes de los juegos del
rostro en el seno de los cuales logran –más o
menos- construir un proceso de subjetivación.
Oscilan sin cesar entre el conformismo y la
ruptura, en función de los ritmos que les
imponen sus orígenes sociales, sus resultados
escolares, su sexo y su edad. Es en ese
momento cuando acepta o rechazan un
“destino”. Dominada por el rostro, esta prueba
no se estabiliza jamás y arrastra una
subjetividad vacía, oscilante entre la búsqueda
de
una
autenticidad
imposible
y
un
conformismo social percibido como “hipócrita”.
Por esta razón los colegiales nunca son
plenamente miembros o ciudadanos de su
establecimiento.
Pero la matriz general de esta experiencia
varía muy fuertemente en función de los
contextos sociales y de los resultados
escolares. Las diferencias aparecidas en la
escuela primaria se marcan intensamente.
Pero esta razón debemos ahora analizar el
trabajo
de
los
grupos
formados
en
establecimientos netamente contrastados.
LA SALUD DEL
ADOLESCENTE Y DEL JOVEN
Dina Krauskopf
LOS GRUPOS DE PARES EN LA
ADOLESCENCIA
INTRODUCCIÓN
En la adolescencia se produce el pasaje de la
situación dependiente que tiene el niño en el
grupo familiar, a una posición independiente.
Los sentimientos de autoestima de loas niños
provienen de sus padres; los de los adultos,
de su trabajo y de la construcción de la
familia, la participación comunitaria, etc. En
cambio los adolescentes, en su proceso de
crecimiento y desarrollo, se perciben a sí
mismos como si un público imaginario o
constituido por sus pares pudiese verlos, y es
precisamente frente a estos espejos donde
ensayan la nuevas facetas de su identidad e
inserción social.
A partir de la pubertad la forma de vida
evolucionan desde un estilo subordinado al de
la familia de origen hasta un proyecto
existencial, propio, que debe ser puesto a
prueba a cada paso en la adolescencia. En
efecto, para los adolescentes la autoestima
deja
de
basarse
en
una
valoración
dependiente de los padres y se toman
importantes las propias capacidades y la
confirmación del propio valor expresada por
las nuevas figuras significativas que surgen en
este período. El reconocimiento y prestigio
ante los adultos es valioso para el adolescente
en la medida en que no sean valorados desde
una perspectiva de dependencia, sino a partir
de sus propios aportes.
La maduración sexual, la culminación del
crecimiento físico, la mayor movilidad en el
medio, así como el desarrollo de importantes
procesos intelectuales y emocionales, llevan a
una reestructuración de las pautas del
comportamiento,
de
las
relaciones
e
interacciones. En el proceso de individuación
los jóvenes tienen que ir más allá de la
síntesis de las identificaciones adquiridas
durante la niñez. Para ello,
buscan una
posición que no proceda directamente de los
padres, y se vuelven hacia nuevas influencia
socioculturales. Los modelos de éxito que
provee la sociedad, los vínculos y las nuevas
vivencias
permiten
el
progresivo
decantamiento de la identidad.
El papel de las amistades
Para todos los seres humanos la importancia
del papel de los amigos es comprensible pues
estos permiten la intimidad emocional y la
confianza. Estas relaciones interpersonales
son particularmente trascendentes en los
momentos críticos de la vida. Las variaciones
y los cambios físicos van asociados a
sentimientos de inseguridad
frente a los
cuales los pares constituyen un público
primordial para afirmar el atractivo y la
aceptación sexual y afectiva.
Durante la adolescencia los grupos de pares
cumplen un papel
efectivo y socializador
fundamental. Las redes sociales brindan por
un lado consejos para la solución de los
problemas, y por otro ayudan a reafirmar la
autoestima y pueden apoyar un repertorio
variado de funciones. Los amigos resultan
fundamentales
para
la
elaboración
de
dimensiones de la identidad tales como el
enriquecimiento interpersonal, los valores, los
papeles sexuales, el reconocimiento de
destrezas, la ampliación de las opciones y de
la participación social.
Estudios analizados por Stevens-Long y Cobb
revelan
que
los
adolescentes
tienen
interacciones
significativamente
más
frecuentes con sus pares que con los adultos,
en las que, además, se sienten más relajados
y felices. Afirman estos autores que tales
resultados
no son sorprendentes en la
medida en que los jóvenes adultos y los
mismos
padres
interactúan
también
predominantemente con personas de edades
similares a ellos. Un estudio nacional
efectuado en Costa Rica confirma lo anterior:
en dos tercios de los adolescentes predominan
las actividades cotidianas realizadas con sus
amistades, y la participación en grupos
organizados solo alcanzó a una cuarta parte
de esta población.
La familia y los pares
Los grupos son un instrumento de desarrollo
psicosocial y psicosexual que, en las culturas
centradas en la familia, ha sido descuidado.
Tal fenómeno ha adquirido importancia ante el
impacto que los cambios sociales produjeron
en el grupo familiar. En efecto, la familia ha
ido
perdiendo
cada
vez
más
sus
características de sistema cerrado y estable,
al modificarse sus posibilidades de dar a los
hijos
adolescentes
una
socialización
excluyente
de
otros
canales,
que
la
modernidad incentiva. Otras instituciones, el
medio de comunicación masiva y la calle se
95
han convertido en ámbitos de reconocida
influencia para la juventud.
Los valores y las normas del grupo brindan la
oportunidad, durante la adolescencia, de
analizar las actitudes y creencias alcanzadas
hasta ese momento. Es precisamente frente a
sus iguales donde los jóvenes pueden provar
sus nuevas capacidades y alcanzar posiciones
que satisfagan su creciente búsqueda de
autonomía. El grado en que esto se tome
conflictivo depende de la capacidad de los
adultos para respetar las necesidades de
diferenciación y contribuir oportunamente a la
búsqueda de las soluciones apropiadas.
Los grupos de pares pueden también
exacerbar los sentimientos de inseguridad y
tensión de alguno de sus integrantes, cuando
recalcan la desaprobación, traicionan la
confianza, actúan con irrespeto o efectúan
demandas excesivas. De ahí la desconfianza
que muchas veces sienten los adultos en
relación con la influencia de las amistades
durante la adolescencia. Sin embargo, no es
infrecuente que desconozcan las dimensiones
que los grupos aportan a sus hijos
adolescentes. Su aprensión paree más bien
basarse en el temor a la pérdida del vínculo,
el duelo que les genera la separación y la
diferenciación, la necesidad de control y el
desconocimiento de mecanismo de protección,
fundados en el sólido desarrollo de su
autonomía.
Una de las grandes preocupaciones de los
padres es que sus hijos adopten valores
diferentes a los de la familia. No obstante, la
llamada presión del grupo ha sido estudiada y
se ha concluido que son pocas las verdaderas
divergencias que en este plano se crean en el
interior de la familia. Los adolescentes por lo
general se agrupan con otros de origen social
similar con los que comparten barrios,
características étnicas, tipo de ingresos. La
orientación de la vida del adolescente está
influida por la familia, mientras que en la
actividad cotidiana los pares parecen tener
más peso. En decisiones sobre asuntos como
el matrimonio, la educación y la religión, los
padres pueden mantener su influencia sobre
los hijos, en especial si son exitosos, si les
ofrecen apoyo y protección, y si su interacción
con ellos no es demasiado permisiva o
autoritaria.
Los grupos
Slavson
identifica
las
características
constitutivas de los grupos y señala que
“donde hay acción en grupo, también hay
96
interacción
entre
sus
miembros”.
La
interacción dependerá de la libertad con que
las personas se asocien, el tipo de liderazgo
que ejerzan, la presencia de propósitos
comunes, el grado de cohesión derivada de la
identificación mutua y la disposición a ser
asimilado por un grupo. La excesiva lealtad al
grupo puede limitar el campo de desarrollo de
la propia experiencia. Es necesario un
equilibrio
entre la
individuación y
la
integración
grupal
que
permita
los
desplazamientos de un grupo a otro.
En la cohesión grupal predominan los aspectos
emocionales que llevan a un sentimiento
básico de aceptación mutua y un afecto
compartido que puede ser de simpatía u
hostilidad hacia el líder o situación. La
cohesión da permanencia al grupo cuando los
afectos son positivos, y se distingue de la
estabilidad grupal en torno a un propósito
común pues se basa en la cooperación para el
logro de las metas.
Los cambios biológicos que se producen en la
adolescencia
demandan
inevitablemente
nuevos papeles que generan ansiedad, la cual
se resuelve con los cambios psicosociales que
los Jóvenes alcancen. En este contexto, es
destacable la contribución que pueden hacer
los grupos de iguales para disminuir la
ansiedad adolescente. Slavson plantea que la
capacidad de adaptación a la vida en grupo es
un
requisito
del
desarrollo
personal
equilibrado. Por otro lado, tanto el aislamiento
como la búsqueda permanente de actividades
grupales
refleja
tensiones
internas
ys
expresión en mecanismo evasivos. Las
agrupaciones juveniles pueden constituir
verdaderas subculturas dentro de la cultura
oficial. Recuérdese sin embargo que una
persona pertenece a menudo a varias
subculturas, particularmente en esta época de
la globalización social y económica.
Se pueden distinguir diferentes tipos de
grupos durante la adolescencia. Es posible
también que un mismo grupo se clasifique con
diversas denominaciones según la perspectiva
que se adopte. Así, se los puede analizar
según su grado de reconocimiento y
legitimidad social, de acuerdo con las
necesidades psicodinámicas que expresen o
satisfagan, o según la edad o el sexo de sus
integrantes. Por ello, la siguiente clasificación
no pretende ser exhaustiva ni formalmente
sistemática; su objetivo es profundizar en las
características principales de los grupos en
relación con el desarrollo adolescente.
Los grupos juveniles según su función
psicodinámica
Fernández Mouján diferencia las interacciones
grupales durante la adolescencia de acuerdo
con
su
contribución
a
los
conflictos
psicológicos y a las tareas de la adolescencia.
Señala, así, la existencia de grupos de
elaboración, de sinceramiento y de apoyo.
En los primero se elabora el desarrollo de las
nuevas adquisiciones de la etapa adolescente,
en que se marcan las características de esa
edad transicional. En ellos se confrontan los
sentimientos de duelo y confusión por los
cambios y las pérdidas vividos; se alcanzan
nuevos grados de destrezas y adoptan
funciones que, a la vez, serán puestos a
prueba mediante las nuevas experiencias.
Stevens-Log y Nov señalan que los amigos
ayudan durante la adolescencia a revisar las
fantasías y a discriminar si son erradas o
tienen posibilidades de concreción.
Los amigos son lo depositarios de los
sentimientos que no se quieren compartir con
otros. Así, los grupos de sinceramiento
permiten la expresión de conflictos no
resueltos. Los grupos de apoyo son los que
brindan ayuda a contención a jóvenes que no
encuentran en su hogar un ámbito de
comprensión y seguridad apropiadas.
El caso siguiente ejemplifica la función de un
grupo de apoyo. María, de 15 años, consulta
por conductas que no puede controlar y mal
rendimiento escolar. La joven expresa su
confusión; no entiende por qué lo único que le
interesa es estar con sus amigos y escuchar
música a todo volumen. Sus padres se
divorciaron; ella se quedó con la madre, que
se siente defraudada y resentida por haber
perdido
el
apoyo
directo
del
marido
proveedor. La madre comprende los deseos
de separación de la hija, pero los vive como
otro abandono, de manera que reprende con
enojo sus salidas y trata de que loa joven esté
en la casa y demuestre su permanente
compromiso con el hogar, como condición
para autorizar otras actividades. El padre se
volvió a casar con una mujer ordenada,
autoritaria y con hijos. Él valora en extremo
esta situación y le cuesta incorporar a la hija
al nuevo entorno y establecer con ella una
relación en que no domine la nueva familia.
La muchacha fracasa en los estudios, su
autoestima desciende notoriamente, se siente
triste y resentida. Solo cuando está con la
barra de la calle y asiste a sus fiestas se
alegra y olvida su falta de un espacio
apropiado. Maneja fantasías de fugarse a casa
de sus amigos.
Grupos formales e informales
Los grupos juveniles pueden clasificarse en
informales y formales. Los primeros son, en
general, menos numerosos y su grado de
cohesión y estabilidad es variable. Pueden
estar constituidos por un pequeño círculo de
amigos íntimos, o ampliarse para incluir a las
pandillas y barras de amigos. A menudo
sirven como recurso de retroalimentación y
consejos para el desarrollo de nuevas
habilidades sociales. También suelen permitir
el sinceramiento, operar como apoyo, o bien
ser un instrumento para la evasión. Una
característica notoria de estos grupos es la
escasa permeabilidad e interacción con otros
con otros grupos cuando se encuentran
reunidos en un ámbito social más amplio
como las fiestas, las actividades escolares,
etc. Este comportamiento revela la necesidad
de reforzar los vínculos de pertenencia grupal
que afirmen los papeles e identidades, que
durante la adolescencia se encuentran aún en
proceso de elaboración. Por ello, estos grupos
no son percibidos por sus integrantes lo
suficientemente fuertes como para brindar
seguridad en la interacción de patrones
grupales diferentes.
Las agrupaciones formales tienen una
orientación
públicamente
reconocida
y
legitimada, a la que se pliegan sus miembros.
Su ordenamiento define las actividades
principales y los lineamientos para la
ejecución. Están constituidas por un extenso
número de miembros. No es infrecuente que
el adolescente esté acompañado por amigos
provenientes de su círculo en la agrupación
formal. A menudo hay miembros adultos en
calidad de asesores o dirigentes. En esta
categoría se encuentran las asociaciones
políticas, religiosas, deportivas.
Los grupos formales brindan a los jóvenes
oportunidades de ejercitar las destrezas y
funciones adquiridas y ofrecen un ámbito que
les permite conocer una mayor variedad de
personas con las cuales ampliar el campo de
experiencias e identificaciones. No subrayan
tanto los aspectos afectivos como base de la
interacción grupal, sino que facilitan una
pertenencia social más amplia.
La participación grupal por edad
La edad de los adolescentes es otro factor que
influye en las características de los grupos, de
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acuerdo con el aprendizaje heterosexual y con
la elaboración de los papeles sexuales en cada
etapa de la adolescencia.
Grinder analiza diversos estudios sobre la
evolución grupal de acuerdo con la edad. En
ellos se aprecia que, durante la pubertad, las
agrupaciones de pares son preferentemente
unisexuales. Permiten así la afirmación de la
propia identidad sexual, antes de iniciar la
fase de las asociaciones heterosexuales. En
esta
etapa
los
adolescentes
expresan
interacciones superficialmente antogónicas
entre
ambos
sexos,
lo
cual
puede
interpretarse
como
una
aproximación
defensiva.
Se produce luego la cohesión en torno a
actividades que incorporan jóvenes de ambos
sexos. En la etapa final de la adolescencia los
grupos se disuelven paulatinamente ante la
aparición de diferentes intereses y de parejas
más estables, momento en el cual pueden
funcionar como una asociación de parejas
vagamente relacionadas.
Stevens-Long y Cobb destacan que al final de
la adolescencia los jóvenes han adquirido
identidades
más
estables
y
mejores
habilidades sociales, por lo cual pueden
revertir las energías, que volcaban en la
interacción con el propio sexo hacia la relación
con el sexo opuesto. La amistad con personas
del mismo sexo se mantiene, pero sus
características difieren, ya que hay una menor
necesidad de que los amigos desempeñen el
papel de un reflejo del sí mismo emergente de
las etapas más tempranas.
La participación grupal por sexo
El sexo es también un elemento importante
que debe considerarse al analizar la
participación grupal durante la adolescencia.
Muchachos y muchachas difieren con respecto
a las características de las relaciones
interpersonales que establecen y los recursos
que utilizan en estas interacciones. Para los
varones
es
fundamental
desarrollar
sentimiento de fuerza personal e inhibir la
expresión emocional íntima. Las mujeres
procuran relaciones cercanas y de ayuda
mutua.
La cultura latinoamericana promueve una
mayor participación de los varones en
actividades fuera del hogar, y canaliza en
diferentes tipos de grupos la participación de
los adolescentes de ambos sexos. En la
investigación costarricense mencionada se
observa que los adolescentes varones tienen
98
una
mayor
tasa
de
participación
en
actividades informales extra-hogareñas y con
amigos, en tanto que las mujeres se vuelcan
predominantemente a actividades caseras. Las
figuras paténtales consideran apropiada tal
diferenciación. Además, los varones integran
prioritariamente grupos deportivos, y las
muchachas grupos religiosos y culturales.
Los grupos transgresores
La adolescencia se presenta como una
encrucijada que es vivida de diferente modo
según
las
condiciones
culturales
y
socioeconómicas. Así, pueden reconocerse
grupos de adolescentes que proceden de
situaciones de protección, y otros que se
encuentran inmersos en estrategias de
supervivencia; para algunos jóvenes el futuro
es
una
instancia
organizadora
de
la
elaboración de la identidad, y para otros el
presente es vivido como un callejón sin salida,
un desafío a que lo transformen mediante
gratificaciones inmediatas.
Estos últimos suelen organizarse en pandillas
para las cuales es fundamental el fuerte
sentimiento corporativo, que asegura formas
organizadas para rechazar las pautas de la
sociedad y buscar un sentido autoafirmativo a
su presente. A menudo son adolescentes
discriminados racial o económicamente. Estos
jóvenes no alcanzaron los objetivos aceptados
de éxito social, al no contar con los medios
socialmente aprobados para lograrlo. En ellos
confluyen sentimientos de elevada frustración,
ansiedad, escaso desarrollo académico y
pocas
oportunidades
de
desarrollo
constructivo. Sus grandes necesidades de
satisfacción inmediata, posesión de objetos
físicos y participación en situaciones sociales
que permitan un protagonismo social,
frecuentemente van unidas a actos agresivos
dirigidos contra el medio, que los unifican en
torno a un objetivo y que pueden desembocar
en la delincuencia (8).
Las intervenciones grupales preventivas
en la adolescencia
Durante la adolescencia las intervenciones
grupales son de extraordinaria utilidad, dada
la tendencia gregaria característica de este
período y el valor de los pares en cuanto a la
socialización y el crecimiento personal. El
espacio grupal, conducido por un facilitador
competente, sirve como agente estabilizador
en esta etapa de elecciones transitorias para
sus integrantes, posibilita la afirmación de la
propia inserción social, permite hablar de la
extrañeza ante las nuevas emociones, de los
sentimientos que despiertan el crecimiento y
la imagen corporal, de los conflictos con los
adultos y pares en su búsqueda de la
autonomía, los sentimientos de soledad y las
satisfacciones del encuentro.
El grupo favorece a los adolescentes, dado
que rompe los patrones de asilamiento que
presenta algunos, y permite trabajar las
modificaciones internas que emergen a raíz de
las situaciones de cambio que viven. Las
técnicas empleadas pueden ser muy diversas.
La expresión verbal no será siempre
suficiente. El juego, la expresión corporal, las
técnicas dramáticas, la actividad gráfica y
plástica, la interacción en situaciones como las
comidas, las acciones compartidas, permiten
que fluya la confianza, el autoconocimiento, la
interacción a la superación progresiva de los
problemas. Reflejar lo que ocurre, más que
interpretar, facilitará el proceso.
En
las
intervenciones
preventivas
es
importante analizar cuidadosamente la forma
de constitución de los grupos adolescentes.
Para ello, conviene tomar en cuenta las
edades sin que eso signifique que deban ser
necesariamente homogéneas, pues existen
actividades de análisis y prevención en las
cuales la s experiencias que viven los
adolescentes en diferentes etapas contribuyen
a que se ayuden mutuamente.
Las posibilidades de participación según el
sexo también difieren en las distintas culturas.
Encontrar la manera de fomentar la
participación del sexo que menos participa en
los grupos más diferenciados puede tener
consecuencias muy positivas.
Un aspecto con frecuencia minimizado es la
identificación de las barras o agrupaciones
juveniles relativamente estables que existen
en el sector que se ha seleccionado para
trabajar. Es aconsejable trabajar con la
asociación grupal y no dispersarla entre
diferentes grupos. En caso de que se
dispersen,
es
necesario
considerar
la
presencia de tensiones propias de miembros
de barras opuestas.
Existen numerosos modelos grupales de
prevención durante la adolescencia. Morales
et al. (10) relatan experiencias de talleres de
salud mental para jóvenes pobladores
marginales que solo tuvieron éxito cuando
incluyeron los temas y las modalidades que
solicitaban sus participantes, y ofrecieron un
espacio de desarrollo que permitiese a los
adolescentes operar sobre sí mismos. La OMS
(11) coincide con estos resultados al
recomendar la participación de los jóvenes en
el planeamiento e instrucción de los
programas.
Para la prevención del consumo de drogas y
otros problemas sociales de la juventud, la
OMS y la OPS destacan la importancia de
entregar la información exacta, y recomiendan
la formación de grupos pequeños que
permitan la discusión de actitudes en un clima
de libertad de expresión que faciliten la
comparación de opiniones y experiencias, y se
orienten a propiciar la independencia del
pensamiento y el interés por el significado y el
valor de la vida.
Consideraciones finales
La actividad grupal es parte de la inserción
social y el equilibrio personal de la mayor
parte de las etapas del ciclo vital humano. La
adolescencia es, sin embargo, el período en el
cual dicha actividad cumple la función crucial
de brindar alternativas de socialización,
imprescindibles para la satisfacción de sus
necesidades de ampliación del desarrollo
personal. Pero la juventud no siempre
encuentra un ámbito grupal y de valorización
social de las amistades con suficiente
estructuración
y
opciones.
Estos
es
particularmente válido para los sectores
periurbanos y rurales.
Es necesaria una nueva visibilidad de la
adolescencia, que haga menos amenazante
para los adultos las expresiones y necesidades
grupales juveniles. Un mayor reconocimiento
de los procesos de individuación, del carácter
diferenciador
de
las
expresiones
del
crecimiento, y de los instrumentos sociales
requeridos para la incorporación social pueden
llevar a quienes formulan las políticas, y a los
adultos cercanos, a proveer a los adolescentes
el acceso a las actividades grupales que
favorezcan su desarrollo.
Se requiere una planificación social que
permita construir espacios grupales válidos a
fin de que los jóvenes interactúen y puedan
expresar sus inquietudes respecto
del
presente, analizar las opciones y descubrir sus
potencialidades. Asimismo, se los debe apoyar
para que encuentren las oportunidades que
les ofrezcan las suficientes gratificaciones e
instrumentos que motiven y posibiliten la
construcción de un futuro.
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