Así son las Indiana Jones españolas / mujer aventurera

Transcripción

Así son las Indiana Jones españolas / mujer aventurera
AR
PIONERAS
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J
a
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a
i
d
n
españolas
I
Así son las
Audaces, curiosas y amantes del riesgo,
así son estas cinco trotamundos. Solas
han recorrido el mundo persiguiendo un
sueño: estar donde muy pocos han llegado
Texto: GABRIELA MENÉNDEZ
Mercé Martí (40 años), piloto
Récord de velocidad en dar la vuelta al mundo
su edad ya acumula innumerables hazañas y récords pero, a
pesar del éxito, ella sigue con
los pies en la tierra... y el corazón en
el cielo. Asegura que si algo se
puede soñar es que también se
puede realizar. Nadie mejor que
Mercé para contarnos cómo nació su
amor por el vuelo: “Desde que era
una chiquilla los aviones siempre
han sido una de mis grandes pasio-
A
nes. Por eso, a los 18 años, me marché a Estados Unidos para aprender
a pilotar. Ya con mi licencia de piloto,
decidí que me quería realizar interesantes expediciones. Mi primera
gran aventura la viví en 1994, cuando logré la victoria en la carrera de la
Vuelta al Mundo en Avión, una especie de Fórmula 1 del aire. Durante
los 20 días que duró esta apasionante experiencia, recorrí 33.500 kiló-
metros y conseguí rodear la tierra en
94 horas y 27 minutos. Fue una travesía muy dura, porque crucé diferentes husos horarios y países con climas muy cambiantes. Recuerdo que
cuando me bajaba del avión cada
día, tras estar ocho o diez horas pilotando, estaba exhausta. Además de
lograr la primera posición en esta
importante expedición, lo que me
convirtió en la primera mujer en
ganar este título y también en la
más joven (sólo tenía 25 años),
conseguí tres récords de velocidad en otras rutas diferentes de Asia y América.
En 1996 participé en la
carrera de Las Américas y
quedé segunda. Fue muy difícil, porque tenía unas complicaciones técnicas inmensas: era
necesario cruzar el hemisferio
Norte/Sur, atrave-
“Volar me
proporciona una
inmensa sensación
de libertad y me
permite ver paisajes
inolvidables”
sar el Ecuador. Lo peor,
sin duda, fueron las
grandes y terribles tormentas tropicales que
tuve que superar. Aunque quizá mi aventura
más especial fue cuando, en 1998, atravesé
el África Occidental pilotando una avioneta de la Segunda
Guerra Mundial, un viejo Fairchild
R24 reconstruido en un aeropuerto
de Sabadell. Fue una hazaña arriesgada, pues realicé la travesía con la
limitada tecnología de aquellos viejos aparatos pioneros de la navegación aérea, pero es el viaje que
más me ha llenado por su carga de
Las primeras
damas de la
aventura
aventura romántica.
En la actualidad,
estoy preparando una
expedición para rendir
un homenaje a los primeros correos postales
aéreos, entre los que se
encontraba Antoine de
Saint-Exupéry, el autor
de El principito. En este viaje quiero
unir Europa y Sudamérica. Y quizás,
en 2010, realizaré una carrera en
Australia. Para mí volar es una
maravillosa aventura que me proporciona una inmensa sensación de
libertad y me permite ser espectadora en primera fila de paisajes
bellísimos e inolvidables”.
Trotamundos, intrépidas, decididas... así fueron estas mujeres que
se abrieron camino en un mundo
de hombres. La pionera fue Egeria,
una gallega que en el siglo IV
emprendió un viaje de tres años a
Tierra Santa. En el siglo XIX, Mary
Sheldon recorrió la región de los
masais con todo tipo de comodidades (palanquín incluido). Gertrude
Bell realizó expediciones por los
desiertos de Mesopotamia y Arabia. Freya Stark viajó con más de
80 años al Lejano Oriente y, con
90, llegó al Himalaya a lomos de
una mula. La legendaria Amelia
Earhart fue la primera en sobrevolar el Atlántico (1935) y, años después, desapareció en el Pacífico
persiguiendo otro sueño: dar la
vuelta al mundo. Cristina Morató
reúne todas estas historias en sus
libros Las damas de Oriente y Las
reinas de África, de Plaza & Janés.
AR
PIONERAS
Chus Lago (44 años), alpinista y autora del libro ‘Una mujer en la cumbre’
Primera española en subir el Everest sin oxígeno
u pasión por la altura y los viajes
la ha convertido en una deportista célebre, y ha plasmado sus
vivencias en su autobiografía: Una
mujer en la cumbre (Ed. Plaza &
Janés), un libro donde relata aventuras, emociones y experiencias que ya
había imaginado mucho antes. Chus
recuerda: “Ya con 12 años me apunté
S
en el colegio a una asignatura que se
desarrollaba en la montaña. Además,
me fascinaba pasear por el monte con
mi padre. Fue en esa época cuando
descubrí la montaña, y poco después
empecé a hacer escalada por los montes de Vigo. Desde entonces, la aventura y las cumbres forman parte de mi
día a día. El 26 de mayo de 1999, a
“Cuando alcancé la
cumbre más alta del
planeta, me senté a
contemplar el mundo
y rompí a llorar”
los 33 años, llegué a la cima del Everest, el pico más alto del mundo, sin
oxígeno. Fue un momento inolvidable.
Tras darme un abrazo con un alpinista
italiano, me senté a contemplar el
mundo y rompí a llorar. Durante los 20
minutos que permanecí en la cumbre,
por mi cabeza pasaron emociones y
sentimientos encontrados. Alegría por
el logro conseguido, pero también tristeza porque, por fin, tras dos intentos
anteriores, había logrado coronar esa
impresionante montaña. Tras reponerme, emprendí la vuelta al campamento. Durante el descenso, haciendo
caso de mi porteador, me puse el oxígeno. Cuando llegué a la base, tras
recibir las felicitaciones de todos mis
compañeros, me fui a mi tienda y
empezaron los problemas. Ya no tenía
más oxígeno y la sensación de ahogo
que sentí fue tremenda. Pasé una
noche terrible. En aquellos momentos
tan difíciles me acordé de lo que me
dijo mi madre antes de partir: ‘Te prohíbo que te mueras en el Everest’. Con
movimientos lentos y respirando con
tranquilidad pasé la noche, y mi cuerpo comenzó a recuperarse poco a
poco. Nunca olvidaré esta campaña de
48 días que pasé en el pico más alto
del planeta. A lo largo de las 20 expediciones que he realizado a algunas de
las cumbres más altas del mundo (el
Cho-Oyu, el Annapurna o el Pobeda),
he vivido experiencias muy enriquecedoras, pero también dramáticas. Como
la noche que pasé al lado del cadáver
de otro alpinista. Fue difícil, me sentí
fatal, pero en la montaña aprendes a
desdramatizar la muerte. Mi
próximo reto es una expedición para ir al Polo Sur”.
Mireya Mayor (35 años), primatóloga
Toda una vida con los monos
unque nunca había soñado con
ser aventurera, ya desde niña
sentía predilección por los animales. Mireya nos narra su historia:
“Recuerdo que me encantaba pasar
las horas jugando con mi gallina
Maggi. Pero fueron unas clases de
antropología, en la Universidad, las
que me animaron a marcharme a
Venezuela a trabajar con primates, con
tan sólo 22 años. Al año siguiente me
fui con una beca a Madagascar a estudiar los lémures, unos pequeños animales fascinantes. Recuerdo que al
principio mi madre lo pasó fatal cuando le dije que me marchaba. Con los
años ha comprendido mi pasión por la
fauna y que me vaya a zonas donde no
hay ni agua ni luz. Tiempo después
realicé un documental sobre este
pequeño mamífero con aspecto de roedor para National Geographic, organización que me ha nombrado Exploradora Emergente 2007. Este premio ha
significado mucho para mí. El proyecto
de los lémures fue maravilloso, porque
aprendí mucho y viví grandes momentos, como cuando mi hija de cuatro
años se puso a aplaudir sin parar al
ver por primera vez un lémur. Pero también he vivido intensos momentos con
otros animales. Mi experiencia con los
gorilas fue increíble. Estos monos
A
gigantes de 400 kilos no me dan
miedo, porque cuando les miras a los
ojos te das cuenta de que están pensando y de que hay algo que nos une
a ellos. Son los seres humanos los
que más temor me han provocado,
por encima incluso de los tiburones.
Hace años fui al Congo a investigar y
el grupo de científicos con el que
tenía que reunirme fue capturado por
una tribu. Violaron a las mujeres y
después asesinaron a todos. Fue
horrible. Ahora, compagino mis proyectos sobre los lémures y mi faceta
como madre con charlas en los colegios, con el fin de concienciar a los
niños para que protejan y amen a los
animales. Quiero contagiarles mi
pasión por la naturaleza y ¡quién
sabe! quizás más de uno se convierta
en un auténtico explorador”.
“Compagino mis
investigaciones y mi
faceta como madre
con charlas para
promover entre los
niños en el amor a
los animales”
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PIONERAS
Ana Traveset (46 años), bióloga
La gran amiga de los animales
as aventuras, los viajes y los animales han sido siempre sus tres
grandes pasiones. Fiel seguidora
desde niña de los programas de
Félix Rodríguez de la Fuente, donde
se inspiró, Ana reconoce: “Me
enganché al mundo de los bichos y
de las plantas tras conocer en la Universidad de Barcelona al prestigioso
ecólogo Ramón Margalef. Desde
entonces, he vivido una y mil aventuras relacionadas con los animales
debido a mi profesión como bióloga.
L
Recuerdo que en Costa Rica, adonde
fui a realizar mi tesis doctoral sobre
los escarabajos, me llevé un gran
susto cuando encontré una serpiente coral encima de la mosquitera de
la cama. Lo primero que hice fue
pedir ayuda y entre todos la metimos
en una bolsa y después la soltamos
lejos de la casa. Además, en ese
“He trabajado con
escarabajos en Costa
Rica, con osos
polares en Alaska y
ahora con lagartijas
en Mallorca”
viaje sufrí en varias ocasiones la
picadura de alacranes. No eran venenosos, pero me dejaron las piernas
destrozadas durante algunos días.
Un hábito obligado al regresar al
campamento era examinarnos el
cuerpo y el pelo, por las garrapatas.
Todas las noches, pinzas en mano,
me revisaba el pelo, las axilas y las
ingles en busca de estos bichitos
tan desagradables. Pero, sin duda, el
momento en el que he pasado más
miedo fue en la costarricense isla
del Caño, en el Pacífico. Fui con un
equipo de siete personas y, mientras
bajábamos en una barca por la
desembocadura del río Sierpes, lleno
de cocodrilos y tiburones, se nos
estropeó el motor. Estuvimos a la
deriva más de un día y medio, en
mitad de una importante tormenta
con grandes olas. Tuvo que venir la
Cruz Roja a rescatarnos. Fue terrorífico. Otra expedición de la que guardo
inolvidables recuerdos fue mi viaje a
Alaska. Allí me dediqué a recolectar
excrementos de osos, para descubrir
con qué tipo de semillas se alimentan estos peligrosos carnívoros. Fue
un verano tan maravilloso y enriquecedor que he vuelto a ir en dos ocasiones más. Después de trabajar
con escarabajos en Costa Rica y
osos en Alaska, me he centrado en
investigar en Baleares el sistema de
polinización y dispersión de semillas
por las lagartijas. En la actualidad
compagino mi maternidad con mi
profesión, trabajo como responsable
del Laboratorio de Ecología Terrestre
del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados del CSIC, en Mallorca, realizando experimentos sobre la
interacción planta-animal. Por ejemplo, en la isla de Cabrera hemos descubierto que las lagartijas endémicas desempeñan un papel fundamental en la reproducción de determinadas plantas”.
PIONERAS
Cristina Morató (46 años),
reportera y fotógrafa
Reportera de viajes
ace ya 20 años que emprendió
el primer viaje con su cámara a
cuestas a Nicaragua, Honduras y
Costa Rica, seducida por los grandes
reportajes y, explica Cristina, “con el
sueño de ser reportera de guerra.
Recuerdo que por aquel entonces los
viajes eran para mí una fuente de
conocimiento. Hoy viajo, sobre todo,
para aprender y para conocerme a mí
misma. Eso sí, no lo hago por la aventura, porque no me gusta nada el riesgo, pero cada periplo conlleva vivir
todo tipo de experiencias. Como cuando me marché al Congo en el año
1985 a trabajar en un hospital durante nueve meses. Fue una experiencia
dura, pero también muy enriquecedora. No olvidaré que me llamaban ‘la
mujer problema’ porque, como era
mujer blanca y tenía a mi cargo a hombres, no llevaban nada bien que les
mandara. La verdad es que no me
considero nada valiente ni osada, pero
la pasión por descubrir nuevos lugares
y contactar con otras culturas y pueblos ha hecho que me olvidara de los
riesgos y peligros. Así he recorrido la
selva a caballo, el desierto en camello
y hasta he bajado un río de aguas bravas en un junco. Quizás donde más
miedo he pasado fue en la Patagonia
realizando un reportaje sobre glaciares, porque estuve a punto de morir
congelada. Se nos echó la noche encima al guía y a mí y nos perdimos.
Mientras él iba a buscar ayuda, yo me
quedé toda la noche en la embarcación donde viajábamos tapada con
plásticos para soportar las bajas temperaturas. ¡Menos mal que a la mañana siguiente me vino a buscar!, porque pensé que me quedaba allí... Pero
sin duda, la experiencia más bonita y
emotiva fue cuando me casé en Chiapas, donde había estado realizando un
reportaje sobre las indígenas tejedoras. El momento más especial fue
H
“No me considero nada
valiente ni osada, pero la
pasión por descubrir
nuevos lugares y
contactar con otras
culturas ha hecho que me
olvidara de los riesgos”
cuando, tras el enlace, se presentaron
todas las tejedoras y me regalaron
una enagua artesanal y me la hicieron
poner. Fue precioso. Después, todos
nos fuimos a la plaza del pueblo a
bailar y a compartir platos típicos.
Fue inolvidable. En la actualidad,
estoy inculcando mi pasión por los
viajes a mi hijo Álex, de siete años,
para que descubra que hay
otros pueblos y
culturas del
mundo que no
tienen tantas comodidades como
nosotros”.
FOTOS: D.R.
AR

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