Black Rain - IES Isaac Peral

Transcripción

Black Rain - IES Isaac Peral
Black Rain
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No recuerdo con especial claridad aquella tarde de octubre, pero lo que sí podría
describir perfectamente era aquella lluvia negra. Era común la lluvia en Brooklyn, pero el
aguacero de aquella noche pareció durar horas, y el cielo nublado se mezclaba con las últimas
luces vespertinas. Para cuando llegué al descampado la noche se había comido los últimos
rayos y sólo las numerosas farolas alumbraban la ciudad perdida entre inmigrantes. Se oían
las sirenas de policía por encima incluso del estruendo de la lluvia y las luces se distinguían
desde varias manzanas. El aire está sucio y cargado de humo dentro del coche. Apagué el
contacto del Pontiac y permanecí aún algunos minutos dentro del coche, consumiendo la
línea fina de humo que desprendía el cigarro. Escuchaba la dulce voz de una mujer en la radio
mientras divisaba a la multitud agolpada tras la línea policial, vestidos con batas, bajo un
resquicio del edificio contiguo. La gente siente un especial morbo por toda muerte que no sea
la suya, no importa que llueva, nieve o truene. Salí finalmente del coche y aguanté aún junto
al coche, mientras esa pesada lluvia me empapaba y sentía el traje cada vez más y más
pesado. Las luces apenas alumbran la calle y el aire hiela. Me coloqué el sombrero y guardé
la cajetilla en un bolsillo mientras me dirigía junto a mi compañero, contemplando a un
cadáver totalmente apaleado que había tenido la decencia de morirse bajo las vías del tren,
que pasaba cada hora aproximadamente. Resultó pasar cuando llegué a la escena del crimen y
pude observar como todo el suelo retumbaba y los murmullos de la gente eran acallados por
su estruendo. Esquivar todos los charcos era tarea casi imposible, así que desistí y renuncié a
salvar del barro mis zapatos nuevos con tal de no empaparme más. Por fin llegué:
Homicidios, ¿qué tenemos? - vaya pregunta más estúpida me pareció.
El pobre novato iba a abrir su boca para soltar un montón de parafraseado legal y protocolo,
pero mi compañero le agarró del hombro y cortó toda buena intención del chaval.
Tranquilo, ya me ocupo yo - me miró con una sonrisa pícara pero gastada - pensaba que ya no
llegarías
Bueno, la lluvia no es buena compañera
En fin, no te pierdes mucho, chico - aún me llamaba “chico” - otra paliza clandestina, a un
puto bolchevique se le ocurrió sacar un poco la cabeza y se la han apaleado
Hizo un gesto para que le mirase la cara, efectivamente, se la habían apaleado. Tenía tanto
componente humano como un puñado de estiércol. Nos quedamos un rato mirando lo que
quedaba de aquel pobre hombre.
No hay mucho que mirar, las fotos ya están hechas, daremos un paseo de reconocimiento y
nos vamos, - sacó una cajetilla y me extendió un cigarrillo - ¿quieres uno, chico?
No, no debo, ya me he tomado uno y mi mujer piensa que lo estoy dejando
Se rió
Sí, yo también lo estaba dejando y mírame
Lo hice. Su rostro duro no dejaba nada que desear, sus grandes mejillas y sus labios siempre
estaban caídos, era el rostro de la tozudez. Sus ojos chicos miraban con aire vivo, pero su
rostro decía lo contrario. Aquel viejo había sobrevivido a los japoneses de Iwo jima, y a los
de Okinawa, a los de los atolones de Makin, el de Tarawa...La aparición de otro enemigo
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como era la URSS le molestaba especialmente, por eso no tenía reparo alguno en los
asesinatos de militantes comunistas.
Fíjate chico - me dijo - estos ni siquiera se han molestado en ocultar el rastro. Estos
pandilleros saben que no los vamos a perseguir. En realidad me fastidia que lo hayan dejado
así, tal cual en la calle, ni siquiera lo han ocultado en un contenedor, nos toman por tontos.
El tren volvió a deslizarse a trompicones por los raíles, soltando chispas y produciendo un
estruendo ensordecedor. Parece que la lluvia arrecia. Pronto nos iremos a casa, todos, esto
no será más que otro caso. La luz era muy escasa y apenas alumbraba el canal al que
habíamos bajado. Encontramos el bate y una camiseta ensangrentada. Llevábamos ya
bastante tiempo para unos desgraciados a los que ni siquiera buscaríamos, y ellos lo sabían.
Sin embargo el tiempo que pasábamos bajo la lluvia era agradable, ya no era tan densa,
aunque aún me pesaba el traje.
¿Sabes lo que es una “torre del silencio”? - le pregunté
Oh no, no me digas que me vas a soltar otro de tus informes de historia para hacerme quedar
mal - se agitó el sombrero y se dispuso a escalar la pobre escalerilla para salir del canal. Me
ignoró con su mirada, pero sabía que se reía.
Los antiguos persas y sus herederos sasánidas tenían una costumbre bastante extraña y poco
práctica en mi opinión. Resulta que, cuando alguien moría, en vez de enterrarlo o incinerarlo,
erigían una enorme torre de varios pisos, lo más alejado de la tierra donde dejaban pudrirse
todos esos cuerpos. - narraba entrecortado mientras subía la escalerilla ¿Y para qué coño hacían una enorme torre de varios pisos? - su ironía me permitía continuar
mi exposición
Una buena pregunta mi inocente amigo.- por fin pude alcanzar el final de la escalera - Hay
cosas que gente como tú o como yo no llegaremos a entender, pero aquellos antiguos
conquistadores consideraban la naturaleza más pura que el propio ser humano y elementos
tan puros como la tierra o el fuegos solo serían profanados por la asquerosa dermis humana.
¿Me estás diciendo que estos pandilleros son árabes y no respetan los cuerpos?
No, lo que quiero decir es que hoy día se le da mucha importancia al ser humano, al individuo
en concreto, mientras que allí se comprendía que su existencia era tan efímera e insignificante
que no debía interponerse entre los motivos del cosmos. - tomé aire - En realidad, por otra
parte, desde la Edad Media en occidente, se ha pasado, no solo dejar de considerar al ser
humano como el centro del universo, sino pasar a comprender que no somos más que un
conjunto de piezas bien engrasadas que nos permiten comprender que estamos vivos, cuando
en verdad no lo estamos; este concepto se queda corto para considerarse vida.
Vale, me rindo, ¿a dónde quieres llegar? ¿Qué quieres, que te escriba el informe?
Muy bien viejo, esta vez me rindo yo - solté un leve resoplido - sigamos mirando.
El tren volvió a pasar y cada vez lo escuchaba más fuerte, no lograba comprender muy bien
por qué. La luz se hacía más liviana, las voces de los curiosos sonaban más a lo lejos cada
vez y el increíble aguacero que nos dio la bienvenida parecía disiparse, cada vez más.
Bueno chico, no hay mucho más que ver, seguro que tienes cosas importantes que hacer en
casa. Ya me ocupo yo de esto.
Bien, nos veremos mañana en la oficina.
Me fui alejando de la escena del crimen sin demasiada prisa, el coche estaba mucho más lejos
de lo que recordaba. Seguí andando por las calles iluminadas de Brooklyn, los chavales
pronto se despertarían y jugarían al baseball en las calles, las ropas colgarían de los balcones
y todos marcharían a sus trabajos, pero yo seguía andando bajo una floja llovizna, seguía y
seguía. Ya lo veo por fin, ahí está, el mar, ya he llegado, es hora de irse. Me apoyé sobre la
barandilla para mirar las casas encendidas, las oscuras nubes que rondaban la ciudad, las
gaviotas que sonaban a todas horas. Esperé y la noche se apagó en un amargo suspiro.
Cristian Martín Lanzas

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